III Recital de Cuentos Cortos: Nuevas Letras en el Aire

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Nuevas letras en el aire

III Recital de Cuentos Cortos

ME PARECIÓ UN LINDO GATITO

Camila Alomía Zamudio

mi pueblo mágico

Manuel Kamichi

emersión

susurros de un ladrido

Fresia Venturo

Omar Velásquez Atoche

Nuevas letras en el aire

III Recital de Cuentos Cortos

Nuevas letras en el aire. III Recital de Cuentos Cortos

© Camila Alomía Zamudio, por «Me pareció un lindo gatito»

© Manuel Kamichi, por «Mi pueblo mágico»

© Fresia Venturo, por «Susurros de un ladrido»

© Omar Velásquez Atoche, por «Emersión»

© Nuevas letras en el aire

Dirección del proyecto: Gladys Chambilla

Asesoría: Rony Vásquez

Organización y administración: Jackeline Peña

Edición y diagramación: Christian Cachay

Corrección de estilo: Enrique Toledo

Diseño del logo: Jackeline Peña

Redes sociales:

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Gestión de comunidad: Lucía Choquecahua y Enrique Toledo

Creación de contenido: Gabriela Marcos

Primera edición digital: enero de 2023

Esta edición es gratuita y su uso es de libre circulación. Queda prohibida su comercialización.

PRESENTACIÓN 7

¿Hacia dónde iremos con las ecoficciones? 9

Contando historias 11

Camila Alomía Zamudio 13

Me pareció un lindo gatito 15

Manuel Kamichi 19

Mi pueblo mágico 21

Fresia Venturo 23

Susurros de un ladrido 25

Omar Velásquez Atoche 29

Emersión 31

Acta del III Recital de Cuentos Cortos 35

Coda 37

ÍNDICE

Solía escribir con el dedo grande en el aire César Vallejo

PRESENTACIÓN

Ha pasado más de un año desde la primera iniciativa del recital de cuentos cortos de Nuevas letras en el aire. Hoy, luego ya de la tercera edición, resulta estremecedor cuánto ha avanzado el proyecto con sus convocatorias, como la segunda, donde se hizo el llamado de los estudiantes de Literatura de todas las universidades que ostentaban la carrera. Esta ocasión, en conjunto con el Voluntariado Ambiental San Marcos se exploraba una puerta con una temática más específica, la eco-literatura. Ha sido sin duda una gran meta, adicionando que en la última convocatoria se logró ampliar el público objetivo, esta vez con ciudadanos peruanos mayores de 18 años.

El convencimiento de que muchos de los textos serían, como lo fueron en anteriores convocatorias y lo es la literatura, una visión personal y artística de su entorno, ayudó a los integrantes de este proyecto a sumergirse en aguas medio ambientales, y no es necesario decir que sin duda nuestro equipo, al igual que este proyecto, es cada vez más grande.

Es así como, se presentan ante ustedes los cuentos de esta edición, seleccionados cuidadosamente por el jurado. Estos textos son ejemplo de la destreza de los participantes, quienes a través del pedregoso camino de la escritura narrativa, han empezado a demostrar lo que tienen y que no hay mejor oportunidad para demostrarlo que en convocatorias como esta. Esperemos que sean de su agrado tanto como nos lo es a nosotros el que se encuentren leyendo este libro ahora.

¿Hacia dónde iremos con las ecoficciones?

“Las historias son poderosas”, escribe Jym Dwyer en el libro Where the wild books are: a field guide to ecofiction [Donde están los libros salvajes: una guía sobre ecoficción]. En efecto, el poder de la literatura está en la formación y fortalecimiento de la sensibilidad-empatía entre quienes leemos/escribimos y el mundo en el que habitamos y coexistimos.

Los cuentos compilados para este recital son resultado de la reflexión, análisis y preocupación sobre asuntos relacionados con el ambiente y la crisis ecológica en ciernes. Cada escritor y escritora lo aborda desde una perspectiva única: la comunicación con el mundo más allá de lo humano, el encuentro con un animal silvestre que se escabulle como una mascota corriente o el contraste entre la aceleración y supuesto desarrollo de la ciudad con la magia, quietud y armonía del campo. Estas historias responden a la interrogante: ¿de qué modo es nuestra relación con la Naturaleza? No podemos concebir a lo humano como algo separado del entorno natural, ni mucho menos algo superior. Nos comprendemos y leemos como parte de ella.

Estamos ahora inmersos en el conjunto de ecoliteratura que representa esa forma de activismo artístico. El activismo de los signos y significados, la creación colectiva, el pensamiento y la imaginación, la propuesta de soluciones y el contar historias

sobre la defensa de la vida y el territorio. La ecoficción, afirma Dwyer, citando a Lawrence Buell para explicar la imaginación ambiental y las formas de conectar con el mundo, “permite que experimentemos con otros seres vivos y construyamos futuros alternativos como respuestas para cuidar el planeta”. Es una conexión “intelectual y emocional”. Todo esto motiva a la acción.

Por ello, la literatura tiene un rol importante en la educación ambiental. Propone relatos que revisan la ciencia, los saberes ancestrales y colectivos en todos los tiempos. Traduce la información. Juega con el lenguaje y la metáfora. Como disciplina artística, impulsa la mejor comunicación de la crisis. Esto se manifiesta en este concurso: una respuesta interdisciplinaria ante los desafíos. La ecoliteratura nos interpela, nos inspira y nos lleva a soñar con un futuro mejor.

Referencias:

Dwyer, Jim (2010) Where the wild books are. A field guide to ecofiction. Reno: University of Nevada Press.

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Contando historias

«Es importante vivir la experiencia de nuestra propia circulación por el mundo, no como una metáfora, más como fricción, poder contar unos con los otros.»

Cuando me invitaron a contribuir a las discusiones sobre eco literatura y literatura amazónica, una palabra me acompañó durante todo el proceso: importancia. Por ello, la iniciativa conjunta de Nuevas Letras en el Aire y del Voluntariado Ambiental Sanmarquino de proponer un concurso de cuentos dirigido a la presentación de textos de eco literatura es, en el contexto actual, de enorme importancia, una oportunidad de ponernos en contacto. La universidad es uno de los principales ámbitos encargados de fomentar el pensamiento crítico sobre la vida en sociedad. Como académicos, es urgente repensar nuestra relación con la naturaleza, especialmente en tiempos de desequilibrio récord y señales tan amenazantes de que la continuidad del planeta está en riesgo.

Como alguien que viene de un país que ha sufrido en los últimos años ataques a la naturaleza y a los pueblos indígenas, considero importante fomentar acciones que nos ayuden a reflexionar sobre nuestra condición actual y ampliar la discusión sobre el tema de la preservación. Un concurso de cuentos en esta temática me conectó con las ideas del escritor brasileño

Ailton Krenak, de la etnia Krenak, que señala: «pregonan el final del mundo como una posibilidad de hacernos desistir de nuestros propios sueños. Y mi provocación sobre postergar el fin del mundo

es exactamente siempre poder contar una historia más. Si podemos hacer eso, estaremos postergando el fin». De esta manera, como Ailton, creo que la capacidad de describir nuestra experiencia y nuestra relación con la naturaleza es una manera de resistir. Perú y Brasil comparten el bosque más grande del mundo: la Amazonia, y debemos reconocer la importancia del rol de las poblaciones indígenas en la protección del medio ambiente. Fue un honor compartir momentos tan fructíferos con mis hermanos latinoamericanos, y saber que las discusiones de esta acción que resultó en cuentos de esta temática quedarán inmortalizados en esta publicación. Los cuentos seleccionados provocan reflexiones sobre el modo de vida actual, destacando la necesidad de comunión con el planeta que debe ser tarea de todos.

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Camila Alomía Zamudio

puesto
primer

Camila Alomía Zamudio. Bachiller en Periodismo por la Universidad Antonio Ruiz de Montoya. Interesada en el abordaje de temas ambientales. Aficionada al dibujo y a la literatura. Ha trabajado como reportera en la agencia de noticias Servindi y ha sido comunicadora en la organización Conservación Amazónica-ACCA. Integra la iniciativa Derecho Animal en Perú. Creó Loro Embotellado, proyecto que difundía sobre tráfico ilegal de animales silvestres en redes sociales.

Ayer se fue mi gato. No. Se lo llevaron. Era salvaje, decían. Pero, para mí, no había ser más tierno e indefenso en este mundo, al menos inicialmente.

Llegó a casa una tarde en la que el sol quemaba. Mi papá lo trajo en una caja, se lo había regalado un amigo que lo encontró cerca de donde trabajaba.

Desde que sus grandes ojos verdes me miraron, sentí que una parte de mi alma se quedaría con él para siempre. Su pelaje tenía destellos castaños, grises y blancos; además de franjas y motas color marrón. Su nariz rosada registraba todo cuanto veía. No se quedaba quieto hasta que el sueño lo vencía.

Nos hicimos amigos enseguida. Le confiaba secretos. Dormíamos en la misma habitación, le coloqué pedazos de cartón en un rincón, con mantas para que no pasara frío. Acariciar a Panchito se convirtió en mi actividad favorita, aunque pasaba la mayor parte de los días a solas, merodeando por cada rincón de la casa y los alrededores. A veces desaparecía algunos días.

Las semanas y meses transcurrían sin novedad.

Un día oí un grito en la cocina. Un ave muerta estaba en el piso y mi madre la miraba con espanto. No era la primera vez, decía. En el jardín ya había cuatro aves enterradas, pero era

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Me pareció un lindo gatito

la primera que pude ver. Hilos rojos de sangre teñían las finas plumas grises y azules del desdichado pájaro.

Las aves no fueron las únicas víctimas, pronto tuvimos un cementerio de ratones y lagartijas en un jardín improvisado.

“Ese no es un gato normal”, dijo una vez un amigo de la familia que vino de visita y había cursado algunos años en Biología. Luego de observarlo minuciosamente, recibió un par de rasguños. “¿De dónde salió este animal?”.

Una llamada y algunas semanas de espera nos trajeron la respuesta. “Es un gato del desierto o gato del pajonal”, dijo uno de los hombres de chaleco verde que vinieron a examinar a mi peludo amigo.

No sabía que en el desierto podía haber gatos. Imaginé a Panchito diminuto en medio de un campo de arena infinita.

Los gatos del desierto son una especie poco estudiada en el Perú, pese a que están en diversas zonas de la costa, sierra y selva. Habitan en páramos, pajonales de puna, bosques secos, humedales y otros ecosistemas naturales. Se parecen mucho a los gatos domésticos, pero son gatos silvestres.

Las personas de chaleco verde, personal del Estado autorizado para realizar ese tipo de trabajos, se llevaron a Panchito a un zoológico en Piura. Ahora, vivirá junto a otros felinos como él.

Permanecer en el zoológico es la opción que les queda porque perdieron sus condiciones y habilidades para sobrevivir en estado silvestre: saber cazar, conocer dónde conseguir comida, reconocer a sus depredadores, temer a los humanos.

Los otros gatos que viven en cautiverio fueron hallados en situaciones parecidas: creyeron que eran gatos domésticos hasta que comenzaron a actuar salvajemente.

“Además, este gato del desierto ha sido tratado como mascota y debemos cuidar que no tenga ninguna enfermedad que

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pueda afectar a otros de su especie”, me explicó la encargada del zoológico cuando pregunté si Panchito sería libre algún día. ¿Cómo no me di cuenta de que no era un gato común? Tal vez, en realidad, para mí nunca lo fue. Se llevó parte de mi corazón.

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Me pareció un lindo gatito

Manuel Kamichi finalista

Manuel José Kamichi Miyashiro, nacido el 13 de marzo de 1993 (29 años de edad), soyegresado de la maestría en Política Social con mención en gestión de proyectos sociales en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM) y bachiller en comunicaciones por la Universidad de Lima.

Mi pueblo mágico

Me encuentro en mi cuarto y comienzo a pensar en todo. Es cuando me doy cuenta de que este es el único momento que he tenido para reflexionar sobre mi vida porque antes solo paraba ocupado y cansado. Ya he llegado a la vejez y observo lo que tengo, un lujoso departamento con pisos de mármol, un auto caro y un ropero lleno de marcas exclusivas, pero ahora, nada de eso sirve. No me puedo ni siquiera levantar de mi cama, a las justas y puedo respirar porque mis pulmones simplemente están a punto de colapsar, cada inhalación es tan agotadora como correrme una maratón, y con cada exhalación siento que me acerco más a la muerte. El doctor menciona que mis pulmones están tan oscuros como el carbón, han envejecido aceleradamente por todo el aire contaminado que he aspirado en casi toda mi vida. Y sí, digo casi toda mi vida, porque no siempre fue así, todo comenzó cuando vine a la ciudad en mi juventud, en donde los árboles fueron reemplazados por los edificios, los ríos por las pistas y el césped por el asfalto. Lo peor de todo es que yo apoyé a eso, no a cambiar esa realidad, logré con el tiempo ser un empresario más, me volví dueño de mis trabajadores, ellos no valían nada para mí, pero yo era todo para ellos, les quitaba lo más preciado en la vida, la libertad; su tiempo y energía me pertenecían, les arrebataba todo, pero me aseguraba de darles

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lo que necesitaban porque sabía que solo así seguirían en mi mando, yo termino siendo las soluciones a sus problemas, pero también soy la causa de las mismas, les doy la enfermedad y les vendo la cura. En este juego hay un solo ganador, pero la realidad no es tan simple como esa porque mis acciones terminaron perjudicando a todos, incluyéndome a mí.

Solo hay un momento en el que puedo alejarme de todos mis problemas. Cuando recuerdo aquel lugar mágico donde solo siento felicidad, pero traerlo a mi memoria hace que mis ojos se llenen imparablemente de puro llanto y que mi cuerpo no deje de temblar, pero esta vez ya no es por mi enfermedad, sino todo lo contrario, porque me siento más vivo que nunca. Se trata de mi infancia en mi pueblo natal. Extraño esos momentos, en donde vivía en la pobreza, pero era feliz, cuando me bañaba en el río y jugaba en el campo con mis amigos, con los cuales reíamos, caminábamos y, sobre todo, escuchábamos a la naturaleza. Desde que me fui de ahí, ya no escuché nunca más a las hojas de los árboles moviéndose, a los insectos chillando ni a las ranas croando, yo construí muchas fábricas y aporté a que eso desapareciera, me pregunto ahora si soy un emprendedor que ha ayudado al desarrollo, como me han designado los economistas, o simplemente soy un criminal que ha degradado la vida de las personas. Cuando era niño no tenía muchos bienes materiales, pero era feliz viendo una flor silvestre, extraño esos momentos, me cuestiono si valió la pena salir de ahí, escapé para beneficiarme de la modernidad, pero ahora ya no sé cuál es el verdadero significado de esa palabra.

Ahora solo tengo una sensación de pérdida, es en este momento donde recién he podido ver todo, comencé en un lugar mágico hasta terminar en uno oscuro, el círculo se cerró, donde el final del recorrido de mi vida fue haber visto el inicio del mismo.

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Fresia Venturo finalista

Mi nombre es Fresia Alessandra Venturo Gutierrez. Nací en 1998 en Callao, la segunda hija de mi madre. De pequeña era muy traviesa, pero con los años me fui calmando e interesando en la lectura y escritura. No hay mucho de destacable que decir del jardín de infantes, primaria, ni secundaria, de la universidad, sin embargo, ingrese en 2021 a la carrera de Arte en UNMSM y estoy feliz de ello.

Susurros de un ladrido

Mariana era una jovencita de diecinueve años, común y corriente aparentemente. Bella, pero no la más bella de su cuadra, inteligente, pero sin premios ni diplomas, tenía complacidos a sus padres, pero no tanto como para que infaltablemente la mencionaran en fiestas o reuniones; en resumen, no había motivo alguno para que alguien reparara especialmente en ella. Y, sin embargo, Mariana era especial, de forma discreta, pero especial; ella podía comprender a los animales. Se dio cuenta de esta habilidad cuando tenía cinco años, su madre la llevaba al jardín de niños y entonces escuchó a los perros callejeros hablar entre sí, con un léxico mucho más básico que el que usamos nosotros los humanos. Lo que decían en sí era que había de evitar cierto bote de basura, pues la dueña de esta colocó veneno en él… Como es lógico, Mariana se lo comentó a su madre, la cual solo lo tomaba como la imaginación de una niña pequeña. Ella misma comenzó a creerlo, sobre todo cuando, al cumplir ocho años y seguir repitiendo que escuchaba a los perros hablar, la llevaron al psicólogo de la primaria, es por eso que optó por ya no decir nada al respecto.

Desde entonces pasó el tiempo y Mariana, que continuaba guardando silencio, crecía más y más, como también se retraía más y más. No era alta, pero ya era demasiado alta como para

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decir a los demás que oía a los perros hablar, y al gato de su tía, que era un ser muy simple en realidad, ya que solo repetía que quería ir al techo a pasear. Muy diferente del perro de su vecino, llamado Pepito que, si bien no tenía el nivel de raciocinio de un humano, aun así era muy inteligente, no por lo que sabía, sino porque todo lo daba curiosidad. Quería saber por qué los humanos no tenían pelo por todo el cuerpo, qué eran esos monstruos a los que se subían constantemente (carros o camiones), por qué descartaban comida en “perfecto” estado, entre otras cosas; Pepito siempre se estaba preguntando cosas, ya sea en monólogos, a otros perros (que solo lo ignoraban o hacían callar) o a Mariana cuando la veía pasar. Mariana quería mucho a Pepito, aunque no era ni de su especie ni su mascota, le gustaba su forma de ser y que le podía hablar libremente. Incluso se podría decir que lo envidiaba sanamente porque él tenía espacio en su mente para pensar muchas cosas y ella estaba saturada de preocupaciones, las cuales le contaba, entendiera o no. A Pepito le gustaba hacer sentir mejor a Mariana mirándola fijamente mientras esta le hablaba. Por esa conexión, Mariana tenía de costumbre arraigada visitar a Pepito. Costumbre que era difícil de explicar a los demás, por lo cual, Mariana se las arreglo para que su vecino la contrate para cuidar y pasear de su mascota. El vecino, llamado Raúl, en realidad era una persona muy ausente, poco comunicativa, enfocado en su trabajo de repartidor, por eso se impresionó que repentinamente la joven, que jamás había pronunciado palabra más que el saludo, le solicitara de pronto el empleo, sin embargo, no lo pensó mucho y aceptó. Con el nuevo empleo todos estaban felices, Mariana y su peludo amigo, ya que se podían ver más seguido y los padres de la joven porque pensaban que por fin tenía deseos de salir del hogar, ganar dinero y ser productiva.

26 Fresia Venturo

Con todo esto, Mariana por fin hizo nuevos amigos: los amigos de Pepito. Estos vivían en las calles y dormían en el parque, siempre huidizos de los humanos, con miedo a golpes o gritos, pero Pepito les hizo saber que Mariana era inofensiva. Ellos, aunque un poco recelosos, le contaron sus problemas, entre los cuales estaba que era invierno y hacía mucho frío, incluso con sus gruesos pelajes. Nadie los ayudaba porque no sabían que necesitaban ayuda en primer lugar, al principio ellos intentaban llamar la atención de la gente, ladrando o mirándolos fijamente, pero eran ignorados o malinterpretados y, en algunas ocasiones, maltratados, por eso dejaron de intentar. Al ser consciente de la situación, Mariana decidió romper su habitual silencio con los demás humanos. Se acercó a una veterinaria y preguntó qué podría hacer por los animales de la calle, a lo que ellos le dijeron que podía traerlos allí, pero, para costear ello, se necesitarían al menos 200 soles mensuales, para poder mantener un lugar aseado, estable y con alimento. Así que la joven Mariana usó todos sus ahorros para comprar ingredientes y hacer postres para vender en su vecindario. Afortunadamente, fue un éxito, si bien modesto, suficiente para cubrir lo pedido por la veterinaria. Mariana no solo se conformó con recolectar el dinero, también aprovechaba para informar a sus vecinos la causa de su trabajo, hacerles ver que los animales, aunque no lo pueden decir (al menos no a ellos), desean y necesitan ayuda, porque no pueden solucionarlos ellos mismos y, de ser posible, hagan donativos directamente a la veterinaria. Algunas personas la escucharon, otras la ignoraron, todos entendieron, pero solo algunos comprendieron lo que quería transmitir y ya con eso Mariana hizo un cambio en el mundo.

Quizá no todos podemos hablar con los animales, pero todos podemos intentar prestarles algo de atención.

Susurros de
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un ladrido

Omar Velásquez Atoche mención honrosa

Omar Velásquez Atoche. Ilustrador, hombre de teatro y estudiante de Diseño Escenográfico en la Escuela Nacional Superior de Arte Dramático. Como danzante folclórico participó en festivales internacionales de Chile, México y Ecuador. Ha trabajado en diferentes obras de teatro como actor, director, dramaturgo, productor, escenógrafo, compositor e intérprete musical. Es uno de los ganadores del concurso de dramaturgia ENSAD 2020 con la obra “Juan está muerto” publicada en el libro Dramaturgia joven II y estrenada en abril último.

Emersión

Ayer tuve que salir de casa a comprar materiales para un trabajo, de esos materiales que no se encuentran en cualquier librería, sino que hay que buscarlos en tiendas específicas. Normalmente, trato de no usar el transporte público para ahorrar tiempo y evitar el estrés y los espacios concurridos poco ventilados, pero si es necesario, lo uso. Subí a una combi y me senté cerca a la puerta, por la ventilación, en ese asiento largo y angosto donde se viaja dándole la espalda al destino, allí desde donde se puede mirar a la cara a quienes comparten ese espacio y ese tiempo con uno. Y así lo hice, miré a la cara a mis involuntarios compañeros de ruta. Quise dirigirles la palabra, pero ese atrevimiento inocente es un recurso humano que se pierde con la niñez, así que decidí hablarles con la mirada. Uno a uno, les fui preguntando si no les parecía extraordinario que nuestros presentes hubieran coincidido, si no se maravillaban de que, sin premeditarlo, nos hubiéramos encontrado, quién sabe si por única vez en la vida. Nadie respondía. Todos parecían ensimismados, abstraídos por una cotidianidad agobiante que no les permitía elucubrar fantasías esotéricas, como si ante el paso del tiempo ya se hubieran acostumbrado a ofrecer siempre la otra mejilla. Cuando estuve a punto de desilusionarme completamente, una mujer tuvo la cortesía de responderme con la mirada, me contó que pronto

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viajaría, que se iría a otras tierras a reencontrarse con su hijo, quien había tenido que partir por la crisis, que ya había perdido la cuenta de la distancia que la separaba de él, pero que, si el mundo seguía siendo redondo, tarde o temprano lo encontraría, lo abrazaría y le diría que lo amaba. Me ofrecí a acompañarla, a ayudarla a encontrar a su hijo.

Hoy estamos caminando a su encuentro, juntando pistas, preguntando a cuanto ser vivo se cruza por nuestro camino, si no lo ha visto, si no ha oído de él, si no ha sentido su olor, su alma, su voz. Hasta ahora todas las respuestas han sido negativas. Eso es bueno, me dice la mujer, saber dónde no está sirve para no volver a buscarlo allí. Pero si el mundo sigue siendo redondo, le cuestiono, él podría hallarse en el futuro, donde ahora estamos nosotros. Entonces debemos darnos prisa, porque tarde o temprano, también nosotros regresaremos, dice con esperanza. De pronto encontramos un cabello, la mujer lo reconoce, sin duda su hijo ha pasado por aquí. Más de prisa, más de prisa. Cruzamos un desierto. Ahora un nevado. Ya hemos pasado por aquí, le digo alarmado, pero antes había más nieve, parece que todo se consume. Más de prisa, más de prisa. Llegamos a una ciudad, una luz violenta nos arroja por los aires sacudiendo nuestra materia, la mujer me mira con decepción, los humanos siguen haciendo guerras, qué desperdicio de humanidad. Urge encontrar al hijo antes de que piense que no lo está buscando esta buena mujer, que no es extrañado. Las piernas empiezan a temblar, afortunadamente hemos dado con el mar. La masa ancha nos recibe fraterna. Cerramos los ojos y echamos a andar en ella.

Más de prisa... Tal vez una corriente nos dé buenas noticias. La mujer ya no me habla, solo me guía hacia el fondo del mar, hacia vegetaciones extintas, hacia nubes de color, hacia cada centímetro

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del orbe, hasta que se detiene. Es todo, me dice, ni un paso más, aquí lo he de encontrar.

Mañana, la mujer y su hijo se encontrarán, antes que el suelo se desmorone, se abrazarán, se dirán cuánto se aman y se desvanecerán en el silencio. Yo regresaré, con la mirada esquiva y la piel alerta. El amanecer será de nuevo y el óbice de nuestras voluntades ya no será más.

Emersión 33

ACTA DEL III RECITAL DE CUENTOS CORTOS «NUEVAS LETRAS EN EL AIRE»

EN LA CIUDAD DE LIMA, A LOS VEINTINUEVE DÍAS DEL MES DE OCTUBRE DE DOS MIL VEINTIDÓS, SIENDO LAS CATORCE HORAS, SE REALIZÓ UNA

REUNIÓN POR SALA GOOGLE MEET, A SOLICITUD DE GLADYS CHAMBILLA ALELUYA, DIRECTORA DEL PROYECTO, PARA CERTIFICAR LOS RESULTADOS DEL III RECITAL DE CUENTOS CORTOS «NUEVAS LETRAS EN EL AIRE» EN COLABORACIÓN CON EL VOLUNTARIADO AMBIENTAL UNMSM. INTEGRANTES DEL JURADO CALIFICADOR:

• RAFAELA PASCOAL

• MIGUEL DONAYRE

• RÓGER RUMRRILL

• RODRIGO REVILLA

DE UN TOTAL DE 10 TRABAJOS PARTICIPANTES SE ACORDÓ SELECCIONAR AL CUENTO GANADOR, DOS (2) FINALISTAS Y UNA (1) MENCIÓN HONROSA, EN ESE ORDEN, POR DECISIÓN MAYORITARIA DEL JURADO CALIFICADOR. A CONTINUACIÓN, SE ABRIERON LOS ARCHIVOS CORRESPONDIENTES A FIN DE DETERMINAR LA AUTORÍA DE LA OBRA GANADORA, FINALISTAS Y MENCIÓN HONROSA DEL III RECITAL DE CUENTOS

CORTOS «NUEVAS LETRAS EN EL AIRE» EN COLABORACIÓN CON EL VOLUNTARIADO AMBIENTAL UNMSM. ESTAS SON:

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Puesto Título Seudónimo Autor

Ganadora Me pareció un lindo gatito

Camila A-Z Camila Alomía Zamudio

Finalista Mi pueblo mágico Yasuo Manuel Kamichi

Finalista Susurros de un ladrido Dopamenta Fresia Venturo

Mención honrosa Emersión Sucinto Omar Velásquez Atoche

DEL CUENTO GANADOR EL JURADO CALIFICADOR DEL III RECITAL DE CUENTOS CORTOS

REFIERE LO SIGUIENTE:

«ME PARECIÓ UN LINDO GATITO» ES UN CUENTO QUE CUMPLE CON LAS CARACTERÍSTICAS FORMALES DEL CUENTO. ASIMISMO, TIENE UNA RESPONSABILIDAD CON LA TEMÁTICA, CON EL ELEMENTO ECOFICCIONAL DE LA RELACIÓN INTERESPECIE Y EXISTE UN TRABAJO DE INVESTIGACIÓN SOBRE EL ESPÉCIMEN. ES DECIR, NO SOLAMENTE ENGLOBA A LA PERSONA, SINO TAMBIÉN A LOS ANIMALES.

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Coda

Leía una candorosa historia del pueblo Uitoto sobre el canasto del abuelo. La historia me caía en un contexto de post pandemia, de la invasión a Ucrania, de la inflación, de muchos males de estos tiempos. En verdad que al leerla me espoleó. Es un diálogo intergeneracional sobre el legado del mundo que está recibiendo y que se encuentra en el canasto del abuelo:

Todo lo que existe

Allí está…

Es nuestra herencia

¿Qué reclamamos?

¿Qué esperamos?

Todo está para cuidar nuestro retorno

Una muchacha sueca se plantó ante un sanedrín de políticos para exigir enmendar las políticas sobre el medioambiente porque su generación estaba recibiendo un mundo muy dañado. La activista climática les reprochaba:

Todo esto está mal. Yo no debería de estar aquí, debería de estar en la escuela del otro lado del océano. Sin embargo, ¿Vienen a mí en busca de esperanza? ¡Cómo se atreven! Ustedes se han robado mis sueños y mi niñez con sus palabras vacías. Y, sin embargo, yo soy una de las afortunadas. La gente está sufriendo, la gente está muriendo. Ecosistemas enteros están colapsando. Estamos en el inicio de una extinción

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masiva y lo único de lo que ustedes pueden hablar es de dinero y de cuentos de hadas sobre crecimiento económico eterno. ¡Cómo se atreven!

Greta Thunberg, activista sobre el clima, en el regaño citado estaba pidiendo cuidar el retorno, como en el poema Uitoto. Un grupo de niños y jóvenes en Colombia interpusieron una querella contra el Estado colombiano por su inacción en relación con la Amazonía y exigían su protección, y como en las películas de Hollywood, tuvo un final feliz y ganaron. Ellos lo hacían en nombre de su generación y pedían cuidar el retorno del canasto del abuelo. Lo más difícil viene después del fallo judicial, que este se pueda cumplir.

Un grupo de mujeres kukama en el río Marañón han interpuesto una acción judicial para declarar al río Marañón como sujeto de derecho porque el río Marañón, que es un bien común, ha sufrido muchos desmanes ambientales como los sabidos derrames de petróleo sobre este histórico y ancestral río, la demanda está en pleno proceso. Recordemos que según el relato Kukama, los Karuara que viven en el lecho de los ríos y son sus guardianes están muy enfadados por estos infortunios. Seguramente, hay muchos casos más en la lista de agravios contra el planeta azul, como la explotación infantil para la extracción de litio en África para los móviles que usamos tan alegremente, o la mano de obra barata por la deslocalización de las empresas que solo siembran explotación a la población local en mujeres y niños ¿Tenemos un mundo feliz? Parece que no o, al menos, no es como nos lo cuentan.

Nunca fue un mundo fácil. Lo que se advierte es que las jóvenes y las mujeres se están movilizando para cuidar nuestra casa común en esta etapa del Antropoceno. Son problemas reales que la ciudadanía sufre día a día, como la pueden sufrir en La Oroya, Cerro de Pasco o en Cajamarca por la extracción minera

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–una líder cajamarquina ganó recientemente un premio por su defensa de sus lagunas.

En los cuentos leídos de este Recital, hay una preocupación por el futuro ¿Cuál es el legado que van a recibir? Quizás por ello se imaginan otros mundos y describen un universo con grandes dosis de pesimismo, muchos no ven salida a lo que se viene. Pero la tarea, desgraciadamente, es doble. No queda otra que arremangarse la camisa y perseverar.

En ese frente contra el pesimismo se encuadra este evento de la convocatoria de «Recital de cuentos cortos», cuentos que posteriormente serán narrados que viene a pelo con la tradición amerindia de contar historias.

Es de optimismo contar historias, se fortalece ese espíritu comunal. En el Putumayo, en plena explotación cauchera que sembró sangre y muerte, los Uitoto contaban historias en la maloca, hecho que enfurecía la paranoia a los capataces de la goma blanca, pensaban que estaban tramando algo contra ellos.

Soy amazónico, recuerdo que uno de los momentos más felices que viví fue en Pucaurquillo, río Ampiyacu, Loreto, Perú, es una comunidad del pueblo Uitoto, en la maloca se contaban historias y problemas de la comunidad. Era el homenaje a la palabra. Así mambeando coca, saboreando el refresco de yuca y ahuyentando mosquitos los integrantes de la federación discutían qué hacer con los madereros ilegales, de los pleitos entre ellos y otros temas. Perú es un país donde ese vigoroso mundo de la narración oral se entrecruza con la tradición escrita. Vivamos esa tensión y saquemos provecho.

Enhorabuena a todas y todos los que han participado, como saben, la tarea por un ambiente mejor no es fácil. Hay que persistir y que persista en el tiempo este «Recital de cuentos cortos», que tenga larga vida.

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Recordemos como decía el poema del canasto:

Todo está para cuidar nuestro retorno.

Mare, mare (en Uitoto, bien o vale). A defender nuestro entorno.

Hay una constante mirar al futuro.

Se mira más allá de nuestras fronteras.

Un mañana apocalíptico, con resabios de pesimismo

Crean otros mundos, otros planetas, otros seres

Contra la producción en serie

Nostalgia

Se proyecta a futuro con herramientas del presente

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Este libro digital fue culminado en enero de 2023 por los miembros de Nuevas Letras en el Aire «Recital de Cuentos Cortos».

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