I. INTRODUCCION Adriana Mercedes Corso
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ivir en una ciudad, vivir con ella, para ella y de ella genera ineludibles reflexiones, vivencias aptas para motivar y enriquecer espacios de disertación de cada habitante fundamentados en los imaginarios, gustos, aversiones, tiempos, rutinas, percepciones, búsquedas, interpretaciones, relaciones, encuentros, desencuentros, compromisos... Ad portas de un nuevo siglo, Santa Marta, ciudad turística, cultural e histórica, parece ser poco valorada en su esencia por sus propios congéneres, quienes con mirada tímida, a veces parcial, y actitudes indecisas no alcanzan a vislumbrar sus bondades paisajísticas y humanas, dignas todas de resaltar, y con escasa sensibilidad, poco se comprometen en su difusión o en los procesos que definen su destino. El taller Cómo es Santa Marta al final del Siglo XX 1, realizado en esta ciudad el 26 y 27 de agosto de 1999, en el marco del programa de estudios del Observatorio del Caribe Colombiano ¿Qué ciudades estamos construyendo en el Caribe colombiano?, aparece como un hallazgo de notable significado y surge como un primer encuentro de samarios inquietos, preocupados por su ciudad, cada uno desde su sentir y pensar, desde su concepción propia del ser y el deber ser. A éste se han unido profesionales que sienten la necesidad y valoran la oportunidad para expresar sus expectativas, preferencias y enfoques sobre el desarrollo, como actores del presente, oidores y testigos de un pasado que se ofrece como el acompañante hacia el logro de un futuro mejor para Santa Marta, no obstante que sus matices, criterios y puntos de vista a veces se asimilen o se contraríen. El siguiente documento surge de las reflexiones, conclusiones y comentarios del taller antes mencionado; se fundamenta y proyecta en los distintos aportes expuestos por un grupo de profesionales samarios conocedores, desde diversas temáticas, de su territorio; materializa la experiencia inicial de generación de un espacio ideado para acercar a ese habitante comprometido en distintos ámbitos y roles; y sintetiza en una estructura narrativa la memoria de una vivencia Relatora del Taller ¿Cómo es Santa Marta al final del siglo XX?. El Observatorio del Caribe agradece a los ponentes que respondieron a la convocatoria para analizar los principales problemas de Santa Marta, y a los asistentes del Taller por incluir en su agenda la prioridad que la ciudad se merece. Igualmente, se agradece a Zarita Abello por el honor de realizar el evento en la Quinta de San Pedro Alejandrino, al alcalde de Santa Marta, Jaime Solano Jimeno, y a la secretaria de Planeación Distrital, Zully David Hoyos, por su apoyo en la organización académica del evento y por la valiosa información que suministró del expediente del Plan de Ordenamiento Territorial de Santa Marta. 1
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intelectual dirigida a la construcción de una nueva teoría sobre esta ciudad que, a pesar de ser la más antigua de Colombia, cuenta con una escasa historiografía que muestre los procesos vividos en ella. El texto está organizado de la siguiente manera: Una primera parte está dedicada a la descripción de los aspectos generales de Santa Marta, con referencia a su geografía, las características ambientales, el paisaje y la configuración políticoadministrativa. La segunda parte comprende una breve narración de la evolución histórica de Santa Marta y un recuento de los procesos sociales, económicos, políticos y culturales sucedidos desde su fundación hasta el presente. La tercera parte contiene un retrato de la situación actual de la ciudad, vista desde diversos enfoques: el físico-espacial, social, urbanístico, cultural, económico, político, ambiental, funcional, entre otros. La última parte de este documento se concentra en describir los retos que enfrenta la ciudad en el próximo siglo, en la perspectiva de su consolidación como Distrito Turístico, Cultural e Histórico, y el aprovechamiento de sus potencialidades naturales, patrimoniales y económicas, con el fin de elevar la calidad de vida de los samarios y el posicionamiento de Santa Marta en la Cuenca del Caribe.
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II. GENERALIDADES DE SANTA MARTA El área que comprende el territorio samario abarca una extensión de 239.335 hectáreas de la Costa Caribe colombiana, que se extienden desde la superficie terrestre que va desde la desembocadura de la Quebrada del Doctor, bordeando el litoral, hasta la desembocadura del río Palomino. Limita por el Norte y el Oeste con el mar Caribe, por el Este con el departamento de La Guajira, y por el Sur con los municipios de Ciénaga y Aracataca, está localizada entre los 11° 14´ 50´´ de Latitud Norte y los 74° 12´ 06´´ de Longitud Oeste. Riegan sus tierras los ríos Gayra, Manzanares, Piedras, Mendihuaca, Guachaca, Buritaca, Don Diego y Palomino. En la línea litoral sobresalen las bahías de Santa Marta, Gayra, Taganga, las puntas de Betín, Brava, Gloria, Castillete, El Diamante, y los cabos de La Aguja, San Agustín y San Juan del Guía. Dista de la capital de la República 1.286 Km. El distrito de Santa Marta se emplaza sobre la Sierra Nevada de Santa Marta -macizo litoral más alto del mundo, escenario de estratégica importancia ambiental, declarado por la UNESCO Reserva del Hombre y la Biosfera-, y comprende una aguda variación altitudinal, con alturas que oscilan desde el nivel del mar hasta 5.775 metros sobre el nivel del mar (m.s.n.m), lo cual, junto con su localización tropical, permite la existencia de pisos térmicos cálido, templado, frío y nival, y de diversos ecosistemas de significativa importancia que en su totalidad representan casi todo el espectro de la América tropical. Santa Marta se encuentra dentro de la Unidad Ambiental Costera de la Vertiente Norte de la Sierra Nevada de Santa Marta, compuesta por un mosaico de ecosistemas marinos y terrestres con distintos grados de intensidad e intercambio de materia y energía, a saber: fondos de plataforma continental, formaciones arrecifales, lechos de pastos marinos, sistema de playas y acantilados, ecosistema de manglar y bosques de transición, estuarios, deltas y lagunas costeras. La condición natural del territorio explica la existencia de dos parques nacionales naturales, que en su extensión abarcan 53% del área total de la ciudad, ellos son: el parque natural Tayrona, con 12.000 hectáreas (has.) terrestres y 3.000 marinas, y la Sierra Nevada de Santa Marta, de carácter subregional, con una extensión de 113.396 has., parques que, además, condicionan el ordenamiento espacial de la ciudad. Constitucionalmente, Santa Marta es un Distrito Turístico, Cultural e Histórico, y está conformado por ocho comunas, cuatro corregimientos y un resguardo
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indígena que concentra 47% de la superficie distrital y converge en casi su total con el parque natural Sierra Nevada. III. UN LIGERO PASAJE POR LA HISTORIA El presente de Santa Marta, como cualquier ciudad histórica, se ha construido con base en los hechos pasados. Naturalmente, esta afirmación sugiere la obligante tarea de remontarse al ayer, no sólo para auscultar los elementos constitutivos de la identidad del territorio, sino también con el fin de develar los elementos determinantes en el nivel de desarrollo, en las relaciones socioculturales y en el contexto político del hoy distrito. 1. EL POBLAMIENTO PREHISPÁNICO: BASES DEL LEGADO ARQUEOLÓGICO TAYRONA La ocupación del espacio de lo que hoy constituye Santa Marta se inicia en el siglo XIV con el desplazamiento de grupos poblacionales precolombinos oriundos de la cuenca del río Ranchería, quienes debido a la sequedad de sus tierras y al deterioro de las mismas por la actividad de tumba y quema de la selva, migran en busca de mejores medios de sustento al norte de la Sierra Nevada. Allí se ven obligados a desarrollar sistemas de terrazas y obras de irrigación apropiadas a las características de los suelos. Estos sistemas alcanzan tal grado de eficiencia que se generan grandes excedentes de productos, destacándose entre ellos el maíz, y de procesos de acumulación que posibilitan la configuración de federaciones de pueblos con una gran división del trabajo y distintas capas sociales. Sin embargo, esta unión no los llevó a constituir un estado políticamente consolidado como el de otras culturas prehispánicas de América Latina. Dentro de los grupos poblacionales ancestrales de Santa Marta se destacan los Tayronas, asentados en Guachaca, Buritaca y Don Diego, quienes habitaban en asentamientos urbanos de diversos tamaños, construidos con una arquitectura monumental, dentro de la cual se destaca el diseño de puentes y caminos. Los Tayronas trabajaban la cerámica doméstica, la orfebrería, la talla en piedra y en hueso, llegando a procesos avanzados de fundición de cera, soldadura, y el empleo de técnicas mixtas simples, como moldes y repujos, con las que diseñaban sus obras de arte. También se encontraban los Kogui, en el río Palomino; los Matunas, en el valle donde se emplaza el área urbana actual de Santa Marta; los Tanqui, en los ríos Don Diego, Piedra y Gayra. En el litoral costero habitaban clanes tal vez más
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antiguos pero con menor nivel de evolución que intercambiaban sal y pescado con los grupos asentados en el macizo montañoso. Estos eran los Kashingui y Peibuni en Taganga y las zonas bajas de los ríos Don Diego y Gayra; y los Papale Tuxe, en el sector comprendido entre Dulcino y Papares. Con la llegada de los españoles a las costas de Santa Marta en 1501, comienza la época de la conquista, que se prolonga durante 100 años, y origina una serie de hechos determinantes en la reorganización del espacio y en la relocalización de los asentamientos indígenas. Como consecuencia de la fuerte resistencia que opuso al conquistador y del contagio de enfermedades, la población indígena fue extinguida en su mayor parte y, de los pocos sobrevivientes, algunos permanecieron sojuzgados en el área plana, mientras que otros huyeron hacia las alturas de la Sierra, para que la inaccesibilidad de los sitios impidiera el contacto con los españoles. Esto produjo profundos cambios en la estructura de la organización nativa, que al ver alterado su original patrón de asentamiento ya no pudo mantener el sistema de terrazas e irrigación que tan altos excedentes le había generado durante largo tiempo. 2. LA CIUDAD HISPÁNICA: 1525 A 1820 En 1525, Rodrigo de Bastidas llega por segunda vez al sitio de la costa colombiana que en 1501 escogiera para fundar a Santa Marta. En su primera visita había dejado a algunos miembros de su tripulación para que aprendieran la “lenguará” de los Matunas. Allí, según cronistas de 1514 pudo haber ocurrido el primer mestizaje. La Cacica Matuna es expresión de ello: “Mujer tan blanca como cualquier mujer de Castilla...” (palabras del cronista español Fernández de Oviedo). A su llegada Bastidas debe construir nuevamente la ciudad por razones topográficas. Lo hace junto con su tripulación de 200 personas, entre las que se encontraban matrimonios de labriegos que permitieron el nacimiento de los primeros colombianos que se lanzaron desde esta ciudad a colonizar el resto del país. En la Plaza Mayor de la pequeña ciudad, construida con chozas de paja y madera, Bastidas se posesiona como Gobernador, en medio de una frondosa vegetación de caracolí, guayacán, palo de Brasil, ceibas, pereguétanos, jobos y algarrobos. Para ese entonces (1514), Santa Marta se emplaza en el hábitat de los Matunas descrito por Fernández de Oviedo, en un bohío en la playa y 15 o 20 más adelante, no agrupados sino a manera de barrios separados; y cerca al puerto, en la playa, en arenales chinchorros y redes tendidas; y alrededor frondosos árboles frutales y dos pequeños ríos que bajaban de la Sierra. La ciudad comienza a
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crecer hacia el norte y hacia el oriente. Diego de la Peña y Juan Rodríguez, religiosos de la Orden de la Merced, construyen la primera iglesia: Nuestra Señora de la Merced. Luego, en 1530, religiosos de la Orden de los Predicadores fundan al sur de la plaza el Convento de Santo Domingo, donde hoy está la Gobernación. Más tarde, Fray Tomás Ortíz levanta la Iglesia de Santa Ana, erigida luego el 9 de enero de 1533 como la primera catedral de Suramérica. Por otro lado, en 1530 se construye el primer hospital a cargo de Don García Lerma, y, posteriormente, en 1617, el de San Sebastián. Las relaciones de Bastidas con los naturales son armónicas y sólo después de 1527, con su partida y posterior muerte, se da inicio a las guerras entre conquistadores e indígenas. En estricto sentido, el objetivo del conquistador era prioritariamente la obtención de oro y la mano de obra que explotara las minas, antes que la tierra como dominio, así, el saqueo y la obtención de la riqueza fácil constituyó la constante en esta época de la ocupación, mientras que las actividades productivas estaban encaminadas a garantizar algunos alimentos, ya que casi en su totalidad eran importados desde Santo Domingo o España. A partir de 1.543, llegan los piratas en busca del oro de los Tayronas y las perlas de Riohacha. Este hecho, que condicionó el débil posicionamiento portuario de Santa Marta frente a Cartagena, durante dos siglos implicó destrucción, ataques bélicos y quema de la ciudad 20 veces, en acechos en los que también participaron los indígenas. La presencia de piratas en Santa Marta hace necesaria la construcción de fuertes y defensas militares para la protección de la ciudad y sus habitantes, entre ellos se destacan: El castillo de San Juan de Mata (1602), el Castillo de San Antonio en una de las colinas de las Abras de Santa Ana, el Castillo de San Fernando (1667– 1725), el Fuerte del Morro (1762), el Castillo San Vicente (1673), el Castillo de Nuestra Señora de la Caridad (1725), construido por el gobernador Betín y remodelado como Castillo San Felipe (1727), y la Batería de Santa Barbara (1825). Estos castillos no siempre funcionaban al mismo tiempo, pero cuando operaban simultáneamente el de San Fernando y el del Moro, los enemigos no podían entrar a la ciudad. Así, Santa Marta se convierte simplemente en un sitio de paso, sin mayor importancia económica durante la colonia. Ello incide, además, en el poco desarrollo urbanístico de estos siglos, no obstante que, en torno a la destrucción de la ciudad, surge en 1617 una fábrica de ladrillo con mezcla de barro, lo cual permitió la construcción de una vivienda más segura. Por otro lado, se reseña la existencia de una fábrica de aguardiente en esa época. Con la finalización de los ataques de piratas, en el siglo XVIII la ciudad crece hasta la Iglesia San Francisco -construida en 1595-, debido a la llegada de familias
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de las provincias de Ocaña, Riohacha y de otras partes, generalmente empleadas de la Corona. El advenimiento del siglo XVIII encuentra al territorio de la Sierra Nevada como un sitio de poco interés para la colonización española, ya que su centro de atención se había desplazado hacia el interior del país atraída por las perspectivas que le brindaba la búsqueda de “El Dorado”. Durante este período surgen poblados en las faldas de la Sierra Nevada fundados por contrabandistas e indígenas opuestos a la Corona Española. En la primera mitad de este siglo se empieza a estabilizar el comercio por Santa Marta. La mejor evidencia de ello fue la creación de la Notaría Primera, la cual registra un ritmo de transacciones muy lento pero que da muestras de las primeras sociedades comerciales de la ciudad, lideradas por ingleses y franceses, al tiempo que describe relaciones financieras entre particulares para suplir las limitaciones crediticias. A esta dinámica se unen las haciendas Donama, Paraje de Guachaca, Campo de Estorien, San Pedro Alejandrino, El Piñón y Papares, entre otras, cultivadas con cacao, café, caña de azúcar, algodón y frutales, dotadas con trapiches y atendidas con mano de obra esclava, ubicadas en las estribaciones de la Sierra Nevada, en lo que antes eran las encomiendas indígenas. Entre las haciendas sobresale Bureche, con una importante explotación ganadera. A partir de entonces, comienza una reactivación portuaria que se extendería y consolidaría hasta bien avanzado el siglo XIX, cuando Santa Marta supera la dinámica mercante de Cartagena, y como evento que permite el desarrollo de actividades relacionadas con la elaboración de bergantines, goletas y balandras, para facilitar el transporte marítimo desde el puerto samario hacia el interior del país. En 1743, se edifica el Hospital San Juan de Dios, y en 1794 se concluyen las obras de la Catedral de Santa Marta, iniciadas en 1766 por Antonio Marchante, quien también construyó el Convento de San Juan de Nepomuceno (terminado en 1810) y el cuartel de infantería (que funcionó entre las calles 14 y 15 en el lugar donde se emplaza hoy el Parque Bolívar). Entre 1780 y 1800, se empieza a gestar una leve dinámica de compra y venta de casas y solares, en función del crecimiento poblacional y el movimiento económico en torno al puerto y a las actividades agrícolas. El acontecimiento más importante a principios del siglo XIX está relacionado con la llegada y muerte del Libertador Simón Bolívar en la Quinta de San Pedro Alejandrino, en el año de 1830. Este hito le permitiría a Santa Marta, por encima de las otras ciudades del país, simbolizar el inicio y el fin de la subyugación española en Colombia. El dominio hispánico concluye en la ciudad de Bastidas el 11 de noviembre de 1820, con la llegada de los generales Padilla, Maza y Córdoba, después de haber ganado la batalla de las ciénagas el día anterior.
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3. DE BOLÍVAR A LA YUNAI En la primera mitad de la centuria decimonónica Santa Marta atraviesa por un interesante surgimiento empresarial, abanderado por comerciantes franceses, ingleses y norteamericanos residentes en la ciudad, quienes lideran la dinámica portuaria en medio de un estancamiento del comercio en el interior país, limitadas posibilidades de comunicación y el uso de sistemas poco eficientes de transporte -sólo se empleaba el lomo de burro- para el traslado de las telas finas, vinos y joyas de fantasía provenientes generalmente de Burdeos y Marsella. Los extranjeros establecen relaciones comerciales con Madrid, Jamaica y otras islas del Caribe, así como con Barranquilla, Cartagena, Medellín y Bogotá, e igualmente inciden en la influencia de costumbres y expresiones artísticas y culturales europeas. En este siglo surge la Universidad de Derecho, la Escuela de Medicina y, posteriormente, la Universidad del Magdalena; así mismo, proliferan periódicos locales ocupados de temas de actualidad política y económica, tales como el proyecto del ferrocarril. El auge portuario se extiende hasta 1873, cuando por primera vez las exportaciones de Sabanilla, merced a la construcción del ferrocarril de Bolívar en 1871, superan en valor y volumen las exportaciones e importaciones realizadas por Santa Marta. Desde 1848, se impulsaba la formación de una sociedad entre comerciantes y agricultores para construir el ferrocarril que uniera a esta ciudad con el río Magdalena, desarrollando por este la navegación a vapor. Lamentablemente, una fuerte tormenta ocurrida en 1849 destruye en gran parte la ciudad y, con ello, el proyecto. A partir de 1881, Santa Marta retoma los esfuerzos hacia la construcción de su corredor férreo. Pese a que por pequeños tramos logró conectarse con las poblaciones del norte del departamento del Magdalena, sólo hasta mediados del siglo XX logra establecer comunicación férrea con el interior del país. Ante la pérdida de posicionamiento portuario se visiona la Sierra Nevada como una posibilidad para la explotación de actividades agroexportadoras. Con este propósito en mente, los gobiernos central y federal promueven campañas de colonización extrajera, estableciendo estímulos a familias europeas que se radicaran en el macizo, promoviendo la apertura de vías, fomento al crédito, entre otros. Pero esta iniciativa pierde fuerza con la llegada de la transnacional United Fruit Company (Yunai), que, sin lugar a dudas, marca el trasegar de la historia económica, social y cultural de Santa Marta durante varias décadas, en torno a la producción y exportación del banano. Así, el ferrocarril, el banano, el
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puerto y la administración pública se convierten en las principales fuentes de empleo a lo largo del siglo XX. El arribo de la Yunay permitió la conclusión del ferrocarril hasta Fundación, el desarrollo urbanístico reflejado en la provisión de la energía eléctrica, el telégrafo, el teléfono, los comisariatos y la construcción de un estilo de vivienda típico. La dinámica bananera dio origen a los barrios del norte a principio de siglo, y posteriormente al barrio Manzanares. La compañía norteamericana desarrolla las primeras obras de infraestructura realizadas en el puerto, el cual logra ser acondicionado para movilizar carga y transportar turistas a través de la Flota Blanca, permitiendo, por un lado, el arribo a la ciudad de extranjeros que pronto emparentan con familias samarias, y, por el otro, el contacto de los productores de banano con las islas del Caribe y con el mundo cosmopolita de Bélgica, New York y Boston. La llegada del banano también está ligada a la entrada del fútbol, en torno al cual se establecen espacios de recreación y diversión entre Santa Marta y Barranquilla. Sin embargo, mientras el café de exportación consolida el mercado nacional, afianza a Barranquilla como ciudad portuaria y permite generar las divisas que sustentarían el desarrollo de obras públicas y urbanísticas propias de los años veinte, Santa Marta vive un proceso económico aislado, direccionado por las expectativas e intereses del gran capital transnacional, protegido por el Estado central y exonerado del pago de impuestos durante dos décadas, contadas a partir de 1909. Pese a las aspiraciones políticas departamentales de implementar un gravamen al guineo para financiar las obras de infraestructura demandadas por el Magdalena y su capital, los esfuerzos fueron ingentes y en vano. Así, Santa Marta llega a los años cuarenta sin vías, desarticulada del resto de la región, sin acueducto, alcantarillado, ni malecón en la bahía. 4. DEL GUINEO VERDE AL TURISMO: 1940-1990 La articulación de Santa Marta con el interior del país se presenta en la segunda mitad del siglo XX con la extensión del ferrocarril y la construcción de la Troncal del Caribe como obras de infraestructura que permiten la movilización del comercio exterior nacional, incluyendo el café y el banano, que hasta hace pocos años constituyeron los principales productos de exportación colombianos, y que aún no han sido desplazados por las exportaciones regionales de carbón. También en este periodo Santa Marta pierde territorialidad a causa de las reformas político - administrativas que en los años sesenta segregan del Magdalena a La Guajira y Cesar, territorios sobre los cuales, pese a la falta de
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conectividad vial, la ciudad ejercía un importante radio de influencia como capital desde donde tenían curso las actividades administrativas de la Gobernación, las sesiones de la Asamblea Departamental, la oferta de servicios financieros (v.gr., la Caja Agraria) y se ofrecía educación de calidad en el Liceo Celedón, claustro en el cual se formaron muchos cesarences y guajiros. Por su importancia, otro tema digno de destacar es la precaria industrialización de Santa Marta. Son pocas las fábricas que surgen en el siglo XX: la embotelladora de la Coca Cola, algunas agroindustrias lecheras con capital local, procesadores de café y pequeñas factorías especializadas en la elaboración de materias primas (cartón y plástico) para el banano tecnificado. Otro hallazgo económico de finales de los años cincuenta está relacionado con el traslado de la compañía bananera a la zona del Urabá antioqueño. A su partida, los productores locales conforman consorcios y federaciones para continuar insertos en el mercado mundial, sin embargo, el negocio termina siendo controlado por otras transnacionales que llegan a la ciudad. Con la partida de dicha compañía, los bananeros deben resolver por cuenta propia las limitaciones crediticias, y crean en 1958 el Banco Bananero, con una dinámica financiera ligada al renglón y al fomento de otras obras urbanísticas que promovía el gremio. Justamente, el gobierno central realiza su cierre definitivo en 1967. Hacia los años sesenta y setenta, se empieza a tener en cuenta las potencialidades turísticas de la ciudad. El Plan de Ordenamiento de 1965 afianza la necesidad de incluir dentro de los aspectos urbanísticos y estéticos al sector histórico, las playas de la bahía y el sector de El Rodadero, y a partir de entonces, se inicia en éste lugar la construcción de hoteles y apartamentos de propiedad horizontal, a cargo de inversionistas barranquilleros y del interior del país. Alrededor de este propósito surgen las Fiestas del Mar para cautivar la inversión extranjera. La bonanza de la marihuana cultivada en la Sierra Nevada se canaliza hacia la inversión hotelera y la construcción de nuevos barrios. En este momento, la principal demanda turística de la ciudad era de venezolanos unidos espiritualmente a la Quinta de San Pedro Alejandrino, y de interesados, en cierta forma, por consolidar el negocio de la marimba. A partir de 1964, con la conformación del parque natural Tayrona, y posteriormente con el descubrimiento de la ciudad arqueológica Ciudad Pérdida, se genera la concurrencia a Santa Marta de flujos turistas colombianos y en menor proporción de extranjeros. Las iniciativas de impulso al turismo ganan fuerza hacia finales de los ochenta, en la medida en que se incrementa la crisis de la tradicional economía bananera,
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en la que hasta hoy se desenvuelven algunos samarios pese a los problemas de inseguridad, a los cambios estructurales del mercado internacional de consumo, y a los problemas de orden público junto a los impactos desfavorables de las políticas macroeconómicas nacionales. Todos estos sucesos vistos en su conjunto han obligado en la última década a mirar la ciudad hacia dentro, hacia el aprovechamiento de sus ventajas naturales para el turismo, de ahí que la designación constitucional de Santa Marta como Distrito Turístico no resulta aislada ni inconexa de los procesos históricos de la ciudad. Sin embargo, aún cuando se puede hablar de la existencia en el presente de una demanda turística de la ciudad, el turismo es, hoy por hoy, una empresa con muchas posibilidades pero que está por consolidar. IV. EL PRESENTE DE LA CIUDAD EN DIVERSOS ENFOQUES A finales del siglo XX Santa Marta padece los problemas comunes a las otras ciudades colombianas: afectación de sus condiciones ambientales, baja valoración de su patrimonio y de las diferencias culturales propias del samario, limitadas condiciones de accesibilidad y funcionalidad territorial, niveles de calidad de vida en declive, débil dinámica económica con tendencias hacia la informalización, gestión poco comprometida, en medio de la cual sobresale la descoordinación interinstitucional, la baja participación ciudadana en los asuntos del desarrollo local y una difusa participación del sector privado como fuerza colectiva. 1. SANTA MARTA Y SUS RELACIONES CON EL ENTORNO En el contexto de las ciudades caribeñas, Santa Marta se caracteriza por un modelo poco funcional y productivo de su estructura urbana, sin complementariedad suficiente con el resto de la región, desarticulada en gran medida del departamento del cual es capital, con problemas disfuncionales con su área rural y zona de litoral, limitada en su desarrollo por las imposiciones nacionales sobre el territorio, y por la situación de orden público deteriorada en su entorno más cercano que amenaza la habitabilidad y la seguridad productiva. 1.1. Posicionamiento regional Santa Marta está catalogada como una ciudad intermedia teniendo en cuenta el número de habitantes, que posee una relativa importancia económica, financiera e institucional, una aceptable comunicabilidad y niveles de bienestar social, y una
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ligera concentración de servicios y recursos estatales. En la actualidad, sus dos principales actividades económicas, la portuaria y la turística, le permiten el desarrollo de relaciones con el mundo y con los centros de producción y consumo más importantes del interior del país. Con el puerto, Santa Marta establece vínculos económicos con la Comunidad Económica Europea (mediante exportaciones) y con Estados Unidos, Venezuela, y China, y con Centro y Sur América, el Caribe y Asia (a través de importaciones). En esta dinámica la producción local participa de manera mínima con banano, café y escasas manufacturas elaboradas en la Zona Franca. La economía mundial globalizada y la recesión económica nacional han convertido a Santa Marta, después de Puerto Bolívar, en el segundo puerto exportador de carbón, trascendental en la movilización del mineral extraído de los yacimientos del Cesar y, hasta hace poco, del Cerrejón Sur. El puerto Punta Betín es de los más modernos del país, con capacidad para atender cuatro barcos simultáneamente; su profundidad natural varía entre 10 y 40 metros, y genera 220 empleos directos y 1.650 indirectos. En el área urbana de la ciudad funcionan un puerto privado carbonífero (C.I Prodeco, que moviliza 3 millones de toneladas cada año) y un puerto petrolero a través del cual se importa, desde el estado venezolano de Zulia, la gasolina que abastece al país. Por otra parte, Santa Marta es un destino turístico nacional, y mínimamente internacional, gracias al paisaje, la riqueza ambiental y el legado histórico y arqueológico propios de la ciudad. No obstante, los indicadores turísticos muestran en el distrito una posición desfavorable frente a Cartagena, hacia donde se dirige el mayor número de turistas extranjeros, por disponer esta ciudad de un aeropuerto internacional y poseer las mayores ofertas de atractivos turísticos y hotelera. Santa Marta también es superada por San Andrés en número de visitantes nacionales, hoteles, habitaciones, atributos turísticos y ocupación hotelera, pero se destaca nacionalmente por poseer el mayor índice de parahotelería en apartamentos y en hoteles. En la última década, este renglón ha estimulado el surgimiento de un importante mercado laboral formal pero, con la misma intensidad, otro informal carente de cualificación. En torno al sector surgen actividades comerciales y de servicios conexos, deficientes en su mayoría de organización, legalidad, mercadeo y principios de calidad en la atención a los turistas. Estas actividades, junto con la construcción hotelera, se han visto afectadas con la recesión económica de los últimos años. Desde el punto de vista subregional, como capital de Magdalena, Santa Marta no logra configurar un área de influencia sólida con respecto a los municipios que conforman este ente territorial, y en ello tienen mucho que ver, por una parte, las
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limitaciones de infraestructura que dificultan la comunicación y, por otra, el impacto que ejerce Barranquilla sobre los pueblos ribereños del sur. En este sentido, las relaciones funcionales de Santa Marta se consolidan específicamente con el municipio de Ciénaga (con el que viene conurbándose aceleradamente), la zona bananera, Aracataca, Fundación y Pueblo Viejo. En la actualidad, los equipamientos que articulan subregionalmente a Santa Marta son: El Hospital Departamental (de tercer nivel), el aeropuerto Simón Bolívar, el puerto Punta Betín, el Palacio Tayrona (donde funciona la Gobernación), la edificación donde delibera la Asamblea Departamental y la Universidad del Magdalena, que en los últimos años, debido a las continuas crisis financiero-administrativas, ha perdido el posicionamiento que otrora la destacara en la oferta y demanda de programas académicos de gran soporte para la consolidación agropecuaria del departamento. De igual manera, dentro del ámbito subregional la Sierra Nevada, como ecosistema regional estructurante, articula al distrito con Ciénaga y Aracataca, y con algunos municipios de Cesar y La Guajira con jurisdicción en el macizo. Esta circunstancia geográfica implica la concurrencia de la ciudad en los asuntos y decisiones tomadas sobre el manejo y conservación de este ecosistema, más aún si se tiene en cuenta que en el territorio samario nacen diversas fuentes de agua que abastecen a municipios vecinos. 1.2.
Santa Marta y sus relaciones con el contexto rural y litoral
La carencia de una red de infraestructura vial determina en el presente disfuncionalidades y limitaciones en la comunicación entre el área rural y el contexto urbano de la ciudad en donde se concentra la mayor oferta de servicios y el principal mercado de consumo de productos, y se establecen los vínculos comerciales con el exterior. Las características topográficas se convierten en un serio obstáculo para la funcionalidad de las áreas productivas y los asentamientos poblacionales que, de acuerdo con sus características socioculturales, optan por concentrarse en las regiones de montaña. Junto a ello, la inexistencia de una infraestructura para la producción relacionada con el acopio, almacenamiento y transformación de los productos hacen más agudas las dificultades de movilización de los productos locales y desestimula el fortalecimiento de las actividades primarias. El banano y el café de exportación constituyen los principales productos del área, los cuales se transportan hasta el puerto con algunas dificultades, pese a que en el segundo caso históricamente se hayan realizado importantes inversiones viales por parte de la Federación de Cafeteros. Existen 694 has. cultivadas con banano,
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4.144 has. con café tradicional y 1.864 has. se emplean con café tecnificado. Así mismo, en los últimos años, el turismo se viene posicionando como una actividad alterna del sector, sin embargo, la carencia de vías y de un sistema eficiente de transporte afectan las posibilidades de acceso a los sitios de mayor atractivo. La producción campesina no logra consolidar su aporte a la seguridad alimentaria de Santa Marta debido a los déficit de infraestructura ya mencionados, a la carencia de financiamiento y la débil oferta de políticas de desarrollo agropecuario, y a la situación de permanente desplazamiento que genera en el sector la ampliación de los parques nacionales y del resguardo indígena. Todos estos asuntos inciden para que el campesino incursione a la siembra de cultivos ilícitos que, sin distingo de grupo poblacional, se lleva a cabo de manera creciente en toda el área rural. Al respecto, cifras de la División Antinarcóticos de la Policía Nacional reportan que en 1994, en la vertiente norte de la Sierra Nevada, se concentraba 50% del área total del país sembrada con marihuana, y el 1.1% de la sembrada con hoja de coca. La desarticulación del territorio rural con respecto al funcionamiento sistémico de la ciudad se asocia también a la pérdida de gobernabilidad y territorialidad, ya que, no obstante formar parte los parques naturales del patrimonio ecológico y de los activos ecoturisticos más demandados en Santa Marta, el Estado central los administra y controla con un modelo institucional deficiente en relación con los recursos humano y financiero, para frenar los procesos de deterioro de estas zonas. La nación explota económicamente estos sitios y adelanta acuerdos con ONG, indígenas, propietarios legítimos y colonos, con una concurrencia prácticamente nula del distrito, el cual, además, está limitado a cobrar el avalúo catastral sobre 47% del área de la ciudad, ya que el resto del territorio lo ocupan los parques nacionales exonerados del pago del impuesto predial (Ley 14 de 1983). Esta circunstancia se tornaría más crítica con las actuales aspiraciones del Ministerio del Medio Ambiente de ampliar las áreas protegidas hasta comprender 63% de la superficie total de Santa Marta. En cuanto al litoral costero, las actividades que se desarrollan en éste se encuentran articuladas de alguna forma a la franja urbana, mientras que en el área rural existen serias limitaciones para acceder a las zonas de interés turístico, recreacional y pesquero. La ciudad no ha establecido un modelo funcional mediante el cual se incorpore al mar como alternativa de transporte de pasajeros y carga, ni ha implementado un proyecto tecnificado de extracción pesquera que permita aprovechar los recursos marinos arrasados por otras empresas del país y el extranjero; por el contrario, por tradición milenaria en Santa Marta se sostiene el sistema de pesca artesanal, de poca dinámica comercial, y dentro del cual se
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han incorporado en los últimos años técnicas ilícitas de difícil control policivo, como las detonaciones con dinamita. Por último, la línea litoral no cuenta con suficiente información fisicobiótica, ni con un plan de manejo integrado que garantice el usufructo de estos recursos con un criterio de desarrollo sostenible. 2. LA EXPRESIÓN CULTURAL SAMARIA En una ciudad como Santa Marta, con sabor a historia y a modernidad, decorada por la luminosa y colorida belleza del paisaje tropica, opacado a veces por la escena tugurial, los comportamientos de sus habitantes han adquirido rasgos propios y diversos, que definen su identidad. Producto de las manifestaciones de la cultura, la ciudad aglutina un legado patrimonial como memoria colectiva de épocas pasadas que se manifiestan en tradiciones, objetos, herencia étnica y colonial, entre otros hitos y espacios referenciales asociados al quehacer del samario bajo circunstancias especiales de tiempo y lugar. 2.1.
La diversidad cultural
En el trasegar de 474 años de historia la ciudad logra configurar su estructura poblacional en tres grupos socioculturales que, aún cuando son nacidos en el mismo suelo, cuentan con rasgos, genotipo, costumbres y preferencias distintas: Partiendo del nivel del mar, en la zona plana del distrito, se encuentran el hombre y la mujer costera, integrantes de la población mayoritaria, con características culturales propias, y una forma de ver la vida típica del mestizaje pluriétnico blanco, negro e indio; marcada por el sincretismo religioso, el machismo, el compadrazgo, la capacidad de supervivencia y la resistencia. El mar se convierte en un hito forjador de su identidad; el paisaje nutre su espíritu contemplativo y la variedad de recursos marinos resultan vitales para su alimentación, el arte de la pesca y la subsistencia. Las gentes, en general, exhiben la alegría Caribe y el espíritu tropical, pero en particular los viejos son amables, nostálgicos y conversadores, porque para ellos el tiempo es largo y lento; los jóvenes, por su parte, son fiesteros y bulliciosos, despreocupados y sensibles; las personas que trabajan en el sector formal viven al ritmo acelerado de la oficina y el comercio, mientras que las del sector informal son hábiles para el rebusque, mamagallistas y joviales. En los barrios tradicionales el calor del eterno verano determina un ritmo de vida despacioso y suave; y en los nuevos, las zonas de diversión se mueven al son del vallenato, la salsa y el merengue. En la calle, el samario es
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descomplicado, tranquilo e informal, aunque su amor por la ciudad es romántico y espiritual, y el de su familia es posesivo y pasional. Subiendo hacia las alturas medias de la Sierra Nevada aparecen las y los colonos –cachacos- que, provenientes de las regiones cafeteras de Santander, Boyacá, Tolima y Antioquia, inician desde las primeras décadas del siglo XX un proceso de formación de asentamientos poblacionales que agregan hoy nuevos elementos al genotipo, costumbres, dialecto, formas de vida, diversión y vínculos samarios. Estas gentes que conforman la mayor parte de la población rural de la ciudad, tienen como rasgos relevantes de su idiosincrasia el arraigo a la tierra, la valoración del trabajo, la caficultura, la organización doméstica de la producción, la solidaridad, la desconfianza, la religión protestante, la música carrilera y el vallenato; algunos de ellos son itinerantes por no tener estabilizada la posesión de la tierra, además, son agresivos y se aferran a rígidas normas de honor. Finalmente, en las partes medias y altas de la Sierra Nevada habitan los indígenas integrantes de las etnias Kogi y Arhuaca, radicadas en los valles de los ríos Palomino, Don Diego y Buritaca; y los Arsarios, localizados en la cuenca media del río Guachaca. Estos grupos poblacionales minoritarios tienen como patrón los asentamientos dispersos, conservan las tradiciones culturales milenarias, fundamentadas en la religión, la naturaleza y autoridades propias. Son dueños de su tiempo, su acceso al conocimiento, a la conciencia de lo sagrado del territorio y la exaltación espiritual la logran a través de la contemplación serena del entorno. Su cosmovisión del mundo la refleja en su forma de vida lenta, sin afán, en su actitud de defensa, y en la permanente demanda del suelo ancestral con la cual afianzan su sentido de pertenencia étnica. 2.2.
La identidad espacial: arquitectura y patrimonio
Una de las formas de expresión cultural más notables de Santa Marta es su arquitectura, pues en ella se resume la historia de la ciudad y el modo de ser y estar del samario. Si bien ya no quedan las casitas de tabla y de bahareque de la ciudad originaria del siglo XVI, se tiene los majestuosos fuertes de San Fernando y del Morro, y la mole sagrada de la Catedral Basílica, construidos durante los siglos XVII y XVIII. Algunas ruinas de esta arquitectura se encuentran cubiertas por el mar, tal es el caso del Castillo de San Juan y el Fuerte San Vicente. Otros testimonios materiales de la historia se concentran entre las calles 12 y 18, y entre la Avenida Campo Serrano y la Carrera 1ª en casas construidas al final del siglo XVII y durante el XVIII con balcones, patios, portadas, cornisas y ventanas altas, levantadas en calles estrechas, habitadas entonces por españoles deseosos de
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mantener su memoria cultural y sus influencias europeas, aunque las hayan acompañado de algunos materiales y técnicas indígenas. Esta zona, que se conoce hoy como Centro Histórico de la ciudad, conforma un conjunto monumental, con los problemas típicos de una estructura valiosa como contexto, pero con una morfología inadaptada a las nuevas funciones que exige la sociedad actual. Por otro lado, es posible descubrir entre las Avenidas del Libertador y Santa Rita hasta la Circunvalación, imponentes edificaciones de uso doméstico del siglo XIX y comienzos del XX, de estilo republicano, alineadas a la calle, de grandes puertas y ventanas, de paredes altas para la salida del aire caliente, con interiores amplios, zaguán y patio central para procurar el frescor, construidas por prestantes familias samarias y cienagueras de la región durante el esplendor del negocio bananero. Entre los distintivos republicanos de importancia vale la pena mencionar las edificaciones de la actual Alcaldía y del Concejo Distrital. Pero, de igual manera, Santa Marta conserva entre sus muestras arquitectónicas al barrio Pescaíto, al norte de la ciudad, diseñado en calles largas y amplias y casas sencillas de paredes lisas; y al barrio Manzanares, en el sur, cuyas casas en la amplitud de sus patios revela el espíritu de sus constructores: los trabajadores de las bananeras. Otro conjunto de valor patrimonial lo constituye el barrio El Prado, donde a pesar de haberse desarrollando una arquitectura foránea, pues fue traída por los norteamericanos durante el auge del guineo, hoy se constituye en uno de los símbolos de identidad de Santa Marta. En el entorno urbano de la ciudad existen otras edificaciones de monumental valor nacional, tales como la Quinta de San Pedro Alejandrino, la Capilla San Jerónimo y la Plaza San Agatón de Mamatoco, el Liceo Celedón, el Instituto Técnico Industrial, La Casa de la Aduana, El Fuerte del Morro, el Convento San Juan de Nepomuceno y recientemente el antiguo Hospital San Juan de Dios. Esa historia del pasado la complementan el Camellón y la Plaza Bolívar, donde la belleza del paisaje marino, las palmas y los cocoteros señalaban hasta hace poco tiempo el punto de encuentro y de paseo vespertino de los viejos samarios; y otras estructuras territoriales simbólicas o hitos que agregan una imagen única a la ciudad, como el puerto Punta Betín, la Abras de Santa Ana, la Bahía, el Morro y el Morrito de Santa Marta, el Morro de El Rodadero y el Cerro del Cundí, entre otros. Pero todo este paisaje urbano de la ciudad histórica se entremezcla con casas y edificios contemporáneos pensados y construidos más con criterios comerciales que de comodidad doméstica. En el resto de la ciudad, el patrimonio arquitectónico se confunde con urbanizaciones e invasiones donde el valor del suelo ha obligado a la economía de los espacios, y se matiza con el surgimiento
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de la nueva ciudad turística, desde el Rodadero hasta la Quebrada del Doctor, que crece apretadamente en edificios y complejos multifamiliares y comerciales de concreto y vidrio, robándoles al paisaje marino su belleza natural. En la actualidad, la variedad de la arquitectura samaria y, en general, el legado patrimonial espacial como expresión de múltiples y variadas formas amerita atención especial en procura de hacer efectivos, primero, mecanismos de conservación y protección del patrimonio histórico de la ciudad, rescatando su valor, significado y trascendencia, y luego, la revitalización de los demás sectores, siempre bajo la orientación de planes y acciones que consulten su historia, ubicación y posibilidades, para procurar que el desarrollo urbanístico, económico y social que arrastra a Santa Marta en el camino del crecer como una gran ciudad no se lleve consigo su memoria histórica y cultural. Por último, hacia el área rural, la Sierra Nevada que lleva el nombre de la ciudad se convierte en el principal referente espacial de la identidad de samarios y samarias, forjadora de la cosmovisión indígena, del modo de ser de la gente serrana y de la típica sublimación de la comunidad costera. Como testigo de la monumental arquitectura y del ingenio ancestral Tayrona, Santa Marta cuenta con un patrimonio arqueológico integrado por Ciudad Perdida, El Pueblito, el Valle de la Caldera y la Piedra de Donama, entre otros vestigios precolombinos que demandan restauración y protección. Así mismo, otro referente patrimonial cultural lo representa el conjunto de haciendas cafeteras existentes en los sectores de Minca y Bonda, fundadas desde el siglo XIX, y que hoy son expresión viva de los procesos económicos dinámicos de aquella época, entre ellas, las haciendas Onaca, Manzanares, Jirocasaca, Cincinatti, Arimaca, La Victoria, El Recuerdo, Montecristo, San Isidro y El Encanto. 3. LA ESTRUCTURA ESPACIAL URBANA La estructura urbana de la ciudad se resume en un conjunto monocéntrico caracterizado por elementos de interés en el borde marino, saturación funcional del Centro Histórico, lo cual se constituye en la principal amenaza para la permanencia del conjunto monumental. Igualmente, hay una gran incidencia de atributos naturales, tendencia a la dispersión del tejido urbano periférico, con marcada horizontalidad y proyección progresiva hacia zonas con menos posibilidades de urbanización, conflictos de usos en algunas áreas, nodos y corredores con problemas de saturación de tráfico en crecimiento, débil oferta de espacio público, poca articulación y accesibilidad a la abundante oferta ambiental
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y tendencias de ocupación de ecosistemas estratégicos con desarrollos poco armónicos y sin planificación. La configuración de la estructura urbana de Santa Marta evoluciona en torno al Centro Histórico que concentra desde sus inicios el comercio, las actividades financieras, de servicios, equipamientos institucionales y culturales, estableciendo con ello un desarrollo radial. Igualmente, la forma urbana de la ciudad se define por un centro de gravedad en la zona histórica y un arco demarcado por la Troncal del Caribe, con sus puntos de evolución hacia el sur y oriente. Estos elementos presentan una articulación funcional con las Avenidas del Ferrocarril, El Libertador y Hernández Pardo, con deficiencias en su sentido espacial y como tejido urbano. Otros elementos definitorios de la forma urbana actual y de la tipología de los tejidos son las estribaciones de la Sierra Nevada, el litoral, los cuerpos de agua superficiales, hechos urbanos como el puerto, el ferrocarril, el camino hacia Mamatoco, la Antigua Vía a Barranquilla, El Rodadero y los grandes vacíos vacantes. Entre los equipamientos que han incido en la tendencia y organización espacial actual se encuentran el Aeropuerto, la Central de Transporte, la unidad deportiva Simón Bolívar y la zona industrial. 3.1.
Movilidad urbana y sistema vial
La movilidad urbana está determinada por el centro de la ciudad, las playas, el puerto, la zona turística de El Rodadero, las concentraciones educativas y el eje de la Troncal del Caribe en puntos como la zona industrial y la Central de Transporte, en función de lo cual se genera una intensa actividad de transporte publico y privado. La tendencia lineal de crecimiento sobre ejes como la Troncal, tiende a generar distancias muy importantes para la escala poblacional de la ciudad. Por su parte, esta vía nacional es utilizada como corredor para el transporte urbano simultáneamente con el flujo regional de carga y pasajeros. La característica más sobresaliente del sistema vial urbano de Santa Marta es su infraestructura limitada y el congestionamiento en los principales ejes viales. Los factores que han incidido en ello tienen que ver con el rezago de los planes viales ante la dinámica del crecimiento urbano, la alta densidad vehicular y de tráfico pesado, la deficiencia de planificación e incapacidad de regulación para mantener la fluidez del tráfico, alta frecuencia de intersecciones sobre las principales arterias viales, la falta de alcantarillado pluvial, el desarrollo incompleto de vías paralelas a los principales ejes y el incumplimiento de las reglas de tránsito por parte de los conductores y peatones.
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La ciudad está a punto de dar inicio a la construcción de la Vía Alterna al Puerto, eje perimétrico mediante el cual aspira a superar la saturación, la contaminación, el deterioro vial y la alta accidentalidad ocasionada por el transporte pesado, y también darle solución al problema pluvial del sector nororiental, en donde se presentan las mayores emergencias y desastres por inundaciones en la época invernal. 3.2.
Localización de actividades y tendencias de usos del suelo
La ordenación urbanística que hoy exhibe Santa Marta muestra las consecuencias propias del carácter de invasión y ocupación espontánea que ha caracterizado la expansión de la trama urbana, así como las desigualdades y disfuncionalidades surgidas al pretender equilibrar las demandas colectivas e individuales. Actualmente, existe en el área urbana de Santa Marta una localización inadecuada de instalaciones o equipamientos, tales como la cárcel, subestaciones eléctricas y pequeñas fábricas, pues se han convertido en serios obstáculos para el desarrollo urbanístico. Aún más, sobre este tipo de obras se observa una clara desproporción con respecto al área rural que carece casi por completo de edificaciones indispensables Las actividades urbanas presentan problemas de incompatibilidad de usos en algunas áreas donde el control y la normatividad vigente no alcanzan a direccionar un desarrollo urbanístico armónico y consolidado. Existen asentamientos subnormales localizados en zonas vulnerables al riesgo, tales como piedemontes, faldas de cerros, zonas de reserva y rondas de ríos y quebradas. Por otro lado, se observa el descargue de aguas servidas y disposición final de basuras en sitios de importancia ambiental, los cuales también son intervenidos con usos residenciales y minero, entre otros. Lugares como el mercado público deterioran y generan caos en el Centro Histórico y su entorno, así mismo, las actividades portuarias producen alto impacto ambiental y afectan negativamente la fachada urbana, por la poca capacidad y el mal estado de la infraestructura de acceso, la escasa disponibilidad de área para almacenamiento y manipulación de productos, y el mínimo nivel de desarrollo tecnológico de las empresas del sector. El hundimiento de barcazas y las recientes sanciones impuestas a las empresas exportadoras de carbón evidencian de alguna manera los conflictos generados por las actividades portuarias carboníferas.
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3.3.
Aspectos funcionales críticos del área urbana
A finales del siglo XX se identifican en el área urbana de Santa Marta los siguientes asuntos críticos: 1. Problemas en la estructura espacial asociados a procesos de expansión, vacíos legales, escenarios de desarrollo no urbanizables, bajos índices de metros cuadrados de espacio público por habitante, especulación en los precios de la tierra en zonas de litoral a la par del decrecimiento del valor en la periferia, y débiles instrumentos de control y planificación para la solución de estos problemas y para la prevención de la invasión de áreas de protección. 2. Predominio del Centro Histórico como área funcional, económica y de servicios con un alto valor referencial y pérdida del equilibrio territorial en la relación centro-periferia, con problemas de congestión vehícular, débil regulación del transporte público, informalidad creciente, disminución de condiciones de habitabilidad y vida nocturna, destrucción del patrimonio arquitectónico y cambio de su carácter, ruptura frecuente de andenes y pavimento para instalación de redes de servicios y tendencias de deterioro del entorno ocasionados por el mercado público y el puerto. 3. Intervención y ocupación inadecuada de zonas con valor ambiental y de alta vulnerabilidad a los riesgos, procesos de contaminación, conflictos por usos del suelo y mínima incorporación de los escenarios naturales al disfrute colectivo, ausencia de normas para garantizar la conservación, control, reglamentación y vocación de los cerros y del paisaje urbano, y conflictos en zonas de uso sagrado para los indígenas e incorporadas al proceso dinámico de la urbanización. 4. Pobre oferta físico-espacial y estructural (redes de servicios) para acompañar el posicionamiento de la ciudad en el contexto del Caribe, y bajos parámetros de competitividad, sostenibilidad y globalización económica. Además, no cuenta Santa Marta con una estrategia clara de productividad ni estímulo a la inversión privada, mientras predomina una estructura económica sin complementariedad suficiente con la región. 5. Los usos del suelo están caracterizados por invasiones y por las tendencias de ocupación que propician los ejes viales y elementos estructurantes, e igual la normatividad existente no prevé soluciones claras frente a los déficit de vivienda de interés social ni garantiza la consolidación de conglomerados residenciales, como tampoco prevé la expansión urbana con base en el
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ensanchamiento de la infraestructura de servicios públicos domiciliarios. Paralelamente, se presenta la imposición de estructuras y equipamientos de interés regional y nacional con alta incidencia en la definición de los usos. 6. No existe una oferta de cobertura y calidad adecuada de infraestructura de servicios y equipamiento para propiciar el desarrollo económico y la competitividad, ni planes integrales de prestación de servicios. Las condiciones de accesibilidad física y social a los servicios de salud y educación y la calidad de los mismos afectan los niveles de vida. 7. Afianzan estas falencias aspectos de gestión y administración relacionados con la débil planeación y coordinación institucional, la falta de complementariedad entre las dinámicas urbana, rural y de litoral, y la carencia de estímulos y compensaciones en torno a la protección de los inmuebles de valor patrimonial, entre otros. 4. RASGOS SOBRE EL NIVEL DE VIDA El crecimiento poblacional de Santa Marta está incidido no sólo por factores vegetativos, sino también por el acelerado crecimiento que en ciertos periodos ha experimentado la ciudad, como consecuencia de inmigraciones de grupos poblacionales que ante las pocas expectativas de empleo y desarrollo de las áreas rurales de la región, encuentran en este territorio grandes oportunidades de vida. En 1993, cifras ajustadas del DANE reportaban la existencia en la ciudad de 313.072 habitantes, concentrados en un 95% en el área urbana y 5% restante en el sector rural. Con base en proyecciones, en 1998 se estimó una población de 363.350 habitantes, de la cual 347.717 (95.7%) habitaban el área urbana y 15.633 (4.6%) en la zona rural. Este dato incluye a los grupos indígenas que no superan 1% de la población total. Sin embargo, el incremento acelerado de los procesos migratorios de los últimos años producidos por la violencia rural, en particular, sugieren la existencia de un número mayor de habitantes. Por otra parte, sin incluir los nuevos ciudadanos inmigrantes, en 1998 el mayor porcentaje poblacional (51.12%) lo representan los habitantes con edad entre 15 y 44 años, seguidos de las personas menores de 14 años (32%), de aquellas con edad entre 45 y 64 años (12.25%), y, por último, de los habitantes mayores de 65 años (5.13%). Estos datos permiten deducir que existe en la ciudad una población joven, en edad económicamente activa, con alto potencial de desarrollo.
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En términos demográficos, según el lugar de procedencia, se destaca en el distrito la presencia de un importante número de personas (39%) nacidas en otros municipios del Magdalena y en otros departamentos de la región y del país, en tanto que los samarios nativos samarios no superan 61%. Estas cifras reflejan que esta ciudad se convierte en una alternativa de vida y de trabajo para profesionales, comerciantes y desplazados por la violencia que no encuentran en sus lugares de origen oportunidades para incorporarse a los procesos laborales y económicos que de alguna manera les brinda Santa Marta. 4.1.
Indicadores de pobreza
En los últimos años, las zonas de pobreza han crecido en Santa Marta. Así lo evidencia el incremento de las viviendas ubicadas en los estratos I y II, las cuales pasan de representar 32.39% en 1982 a 45.5% en 1995. En la actualidad, debido a los fenómenos demográficos de desplazamiento por la violencia que condujeron a la conformación de tugurios en los cerros del entorno urbano y en el área rural, se puede inferir un mayor crecimiento. Indicadores del DANE señalan que en 1993, 29.9% de los hogares de Santa Marta se encontraban con necesidades básicas insatisfechas (NBI), mientras 9.9% alcanzó niveles máximos de miseria, ambas cifras se ubican muy por debajo de los indicadores departamentales que, en el primer caso, ascienden a 48.8%, y en el segundo, a 23.3%. Localmente, la situación resulta preocupante para el área urbana que registra 28.7% de hogares con NBI y 9% en estado de miseria; sin embargo, la situación más crítica se vive en el área rural donde más de la mitad de los hogares (55.2%) presenta NBI y una tercera parte de los mismos (29.8%) se encuentra en condiciones de paupérrima miseria. En Santa Marta, junto a las inmigraciones, la acción de invasiones profesionales, la escasez de oportunidades sociales y económicas de la población, entre otras circunstancias asociadas a los débiles procesos de planificación territorial, estimulan el aumento de la pobreza de personas sin empleo y sin hogar. 4.2.
Déficit de vivienda
En 1997, en Santa Marta se estimó un déficit de vivienda que oscilaba entre 10.000 y 12.000 unidades, sin incluir el área rural, donde la focalización de recursos en materia de vivienda de interés social es casi inexistente, a la vez que los proyectos que surgen para satisfacer este tipo de demanda se desarrollan sin
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posibilidades de conexión al sistema formal de servicios públicos. Además de lo anterior, cifras oficiales reportan un número de 2.800 viviendas tuguriales censadas en los cerros urbanos de la ciudad con un acelerado crecimiento, las cuales son levantadas y adecuadas por las familias invasoras en la medida en que disponen de suficientes ingresos y estabilidad sobre el lote. En la actualidad, la administración distrital adelanta el Plan de Reubicación de Asentamientos Subnormales en Zonas de Alto Riesgo, priorizando las siguientes etapas de ejecución: 1. Freno al proceso evolutivo y aumento cuantitativo de los asentamientos mediante políticas efectivas estatales de control urbano. 2. Cuantificación de los asentamientos, número de unidades tuguriales y de habitantes, origen y procedencia de los mismos e ingresos económicos. 3. Determinación de las áreas urbanas para trasladar los asentamientos. 4. Adquisición de los terrenos para la creación de los nuevos barrios. 5. Diseño y determinación de los perfiles de proyectos en todos sus componentes, incluyendo los presupuestos respectivos. 6. Concientización de la comunidad en el programa propuesto y capacitación técnica. 7. Ejecución de la construcción. 8. Traslado de los habitantes del barrio tugurial al nuevo barrio, y 9. Demolición de las áreas tuguriales para ser incorporadas como reserva ambiental. Pese a las acciones de la administración, la población desplazada crece diariamente y agudiza el déficit de la vivienda urbana y rural, lo que en los actuales momentos se convierte en una situación crítica, al incrementar los índices de pobreza y reducir las condiciones de vida de los asentamientos poblacionales existentes en la medida en que las familias forasteras demandan bienes y servicios. 4.3.
Servicios públicos domiciliarios
En materia de servicios públicos domiciliarios, Santa Marta concentra las mayores coberturas en el área urbana, con una tendencia creciente de la demanda debido al establecimiento de nuevos asentamientos y un déficit crónico en el sector rural.
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Acueducto: Cobertura de 79% en el área urbana, pero suministrado con racionamientos y baja presión en las redes. En el área rural, la cobertura y calidad depende de la autogestión comunitaria. Actualmente se encuentra en licitación el proyecto del río Guachaca con el que se aspira superar la cobertura y mejorar las condiciones de provisión. Alcantarillado: Con cobertura de 68%, concentrada en el área urbana. El déficit produce contaminación ambiental por vertimiento de aguas negras en ríos, quebradas y bahías. La limitada capacidad de la infraestructura instalada causa rebosamiento de aguas servidas en épocas de alta temporada turística y en períodos de invierno. Con apoyo de la Nación, la ciudad está próxima a construir un emisario submarino para solucionar los vertimientos de los sectores norte y sur. Energía eléctrica: La cobertura asciende a 93%. Se presta con inestabilidad en el voltaje, cortes frecuentes y de duración variable. Las irregularidades en el servicio obedecen a la baja capacidad de las subestaciones que responden a sistemas subdiseñados y de bajo nivel tecnológico, a líneas de transmisión operando al máximo de su capacidad de transporte, a deficiencias en el mantenimiento y falta de un plan de expansión e incremento del consumo en épocas de alta temporada turística. Las pérdidas ascienden a 10% por el robo de energía. Telefonía: 60% de los hogares del área urbana cuenta con el servicio telefónico, pero la demanda en los últimos años se ha incrementado. Como consecuencia, la cobertura de la red es insuficiente y de baja capacidad para responder al incremento de la solicitud del servicio y al desarrollo de los sectores industrial y comercial. Actualmente, la telefonía funciona con baja oferta en el área rural, insuficiencias en las líneas, en el servicio público local y de larga distancia, con débil estructura financiera de la empresa y poca capacidad de pago por parte de los usuarios. Gas Natural: Cuenta con una cobertura de cerca de 95% y con perspectiva de expansión hacia el área rural, donde la leña todavía actúa como combustible básico. Esta es obtenida de la tala de bosques, generando destrucción y desequilibrio de los ecosistemas estratégicos existentes en las cuencas hidrográficas. Las tarifas y el sistema de financiamiento que acompaña la conexión del servicio favorecen las posibilidades de acceso al servicio por parte de la población, destacándose la empresa por su eficiencia en el manejo administrativo y atención al usuario.
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Aseo: 4% del área urbana carece del servicio de recolección. La disposición final de las basuras, con un promedio diario de 320 toneladas, opera como botadero abierto, con deficiencia de reciclaje y problemas de saturación. El déficit está asociado a la carencia de vías de acceso en diferentes sectores urbanos subnormales y en el área rural, y la ausencia de proyectos de educación ciudadana, lo cual se refleja en la poca cultura de aseo de algunos habitantes samarios y en los deficientes programas de limpieza de los espacios públicos. En Santa Marta el suministro de los servicios públicos domiciliarios ha estado condicionado, en gran medida, por las presiones que ejercen los moradores de las invasiones ilegales una vez éstas logran articularse a la estructura urbana de la ciudad como un barrio más. De ahí que el crecimiento urbanístico desordenado sea hoy factor de alta incidencia en los déficit de cobertura y calidad, que, pese a encontrarse en un proceso de mejoramiento, en particular del agua potable, encarnan situaciones altamente críticas para el nivel de vida y competitividad económica presente y futura. 4.4.
Servicios sociales
Santa Marta se caracteriza por la poca accesibilidad física y poblacional a los servicios sociales y por el carácter deficitario de la calidad de los mismos, lo cual incide negativamente en la calidad de vida de los habitantes. Educación: En el ámbito de la educación básica y media los déficits actuales ascienden a: 27,31% en preescolar, 16,91% en básica primaria, 21,72% en básica secundaria y 6,8% en educación media. La calidad del servicio es deficiente con respecto a los promedios nacionales, presentándose situaciones críticas de accesibilidad en el área rural. La tasa de analfabetismo alcanza niveles del 18%. La oferta universitaria viene en incremento debido a la creación de establecimientos de carácter privado, mientras la Universidad del Magdalena pierde posicionamiento a nivel de la ciudad y del departamento; pese a ello, Barranquilla y el interior del país aun continúan supliendo las limitaciones del Distrito en este sentido. Salud: La salud es deficitaria en todos los niveles de atención -se contextualiza en un histórico déficit cuantitativo y cualitativo- y son el crecimiento poblacional y espacial de la ciudad un factor determinante. La principal insuficiencia es la baja accesibilidad social al sistema de salud debido a dificultades en la posibilidad de vinculación, eficiencia en la prestación y en
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la capacidad física e infraestructural de los equipamientos; con situaciones críticas en el área rural por la dispersión de los asentamientos. En el año 1997 se benefician 40,391 habitantes del régimen subsidiado; el régimen contributivo absorbe el 58% de la población, los Seguros Sociales el 43,1% y el régimen especial sólo el 2,85%. Recreación: Santa Marta se destaca regional y nacionalmente por la existencia de dos parques naturales, playas, lugares de interés histórico y arqueológico para la recreación activa y pasiva. Las áreas urbanas y rurales se han consolidado como espacio público para el disfrute colectivo de samarios y turistas, sin contar con la provisión infraestructural que garantice la accesibilidad, seguridad, comodidad, el saneamiento básico y conservación de las mismas. Pese a ello, prevalece un déficti de 1,5 M2 de espacio público por habitante, mientras los esfuerzos administrativos se orientan a la dotación de zonas recreativas y deportivas, en las que se nota el marcado desequilibrio de la oferta urbana frente a la rural, pero en las que es común a ambas el deterioro del mobiliario, falta de mantenimiento y de servicios públicos, y una débil responsabilidad comunitaria en su mantenimiento. Cultura: Existe en la ciudad una pobre oferta de escenarios artísticos y culturales, así como limitaciones físicas para acceder a los pocos sitios existentes, concentrados en el Centro Histórico, debido a insuficientes zonas de parqueadero, congestión vehícular y relativa inseguridad nocturna, entre otros. A nivel institucional, el fomento de las artes y la cultura recae fundamentalmente sobre el sector público, por una escasa participación del sector privado. A pesar de que se vienen adelantando importantes acondicionamientos organizativos y tecnológicos en el marco de la descentralización, la oferta de bienes y servicios sociales dista de reunir los elementos sustantivos que permitan cubrir la demanda existente en procura del bienestar social de los samarios. 4.5.
El empleo
Santa Marta no ha sido ajena a la crisis económica que en los últimos años azota a la región y al país en general. En materia de empleo, algunos indicadores de la Cámara de Comercio de la ciudad reportan el reciente incremento del desempleo al pasar de 11,3% en 1995 a un 15% aproximadamente en 1998. El registro mercantil de esta misma entidad testifica la disminución en un 44% de la oferta
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laboral existente en 1997, con respecto a la de 1999 al encontrarse registradas actividades económicas formales con generación de 37,181 empleos en el primer caso frente a 16,342 en el segundo. Con base en estas cifras, se comprende que el comercio, las actividades agropecuarias y el transporte y comunicaciones concentran la mayor oferta laboral, ubicada en 5658; 3262 y 1765 empleos respectivamente La informalidad y el subempleo vienen consolidándose de manera progresiva en la medida en que aumenta la población de desplazados, y se incrementa el cierre de establecimientos formales por efecto de las altas tasas de interés, la iliquidez del mercado, el estrangulamiento financiero y las variaciones de la tasa cambiaria. Pese a las soluciones institucionales que se han venido planteando alrededor de la identificación de zonas para la reubicación de las ventas estacionarias y ambulantes, la apropiación, invasión y negociaciones subterráneas sobre la posesión del suelo de uso público por parte de estos comerciantes informales, continúa siendo hoy uno de los principales problemas de la ciudad, por su creciente carácter deteriorante, contaminante, y a veces abusador, y por la débil aplicabilidad de la normativad existente. 4.6.
Organización y liderazgo social
En 1998 se registra la existencia de 263 Juntas de Acción Comunal jurídicamente conformadas, de las cuales 189 (71,8%) trabajan de manera activa con la administración distrital. Igualmente, la ciudad cuenta con 12 Juntas Administradoras Locales (JAL) lideradas por noventa y nueve (99) ediles elegidos popularmente. Por su parte, los líderes indígenas emprenden procesos de protección y fortalecimiento de su identidad y de afianzamiento de su diferencia como seres humanos, demandando una deuda ancestral para la recuperación de su territorio, y trabajando conjuntamente con el Estado Central y organizaciones no gubernamentales en el plan de manejo y conservación del Parque Natural Sierra Nevada, pero desarticulados de los procesos distritales. Así mismo en 1998 había un número de cerca de 60 organizaciones no gubernamentales, orientadas principalmente al desarrollo de proyectos ambientales y de capacitación, las cuales, pese a que vienen adelantando importantes acciones sobre la ciudad, actúan también desarticuladas de la administración y del plan de desarrollo distrital. De igual manera, en materia de organización social las mujeres samarias vienen jugando un papel activo en ámbitos diferentes a los del hogar. Al igual que los hombres son elegidas ediles y presidentas de Juntas de Acción Comunal, a la vez
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que en las zonas marginales se convierten en recurso facilitador de la asistencia social, al asumir roles comunitarios que la comprometen formalmente con el Estado. En este mismo aspecto, las mujeres profesionales samarias se vienen destacando por su desempeño en altos cargos institucionales en la administración pública, como gerentes de bancos y cómo líderes en los procesos de enseñanza y educación. No obstante estos logros, existe aun en las organizaciones de base una baja capacidad para responder ante el riesgo de asumir la dirección de los asuntos colectivos, la informalidad en la asunción de algunos, el clientelismo político, la poca capacidad de organización, la desconfianza en el otro y los resentimientos causados por las negativas respuestas del gobierno a las demandas locales, reconociendo con todo esto que son asentamientos que se han venido consolidando merced a un Estado paternalista. Otro factor de gran incidencia, está relacionado con los grupos armados cuya presencia en algunos sitios de la ciudad genera sensación de pánico, desazón e inseguridad. 5. LA PLANEACIÓN Y LAS FINANZAS DISTRITALES Los acondicionamientos organizativos y tecnológicos que se han venido emprendiendo en el marco de la descentralización, la planeación y el desarrollo institucional del Distrito son aún débiles. Todavía la ciudad crece a pasos lentos, sin una dinámica propia e integradora, el sector privado exhibe un tímido liderazgo en los procesos de planificación asociados con el desarrollo económico y existen instituciones de varios niveles del Estado actuando sobre el territorio sin ninguna coordinación interinstitucional, desconociendo a veces la autoridad local en sus acciones. Además de esto, la ciudad cuenta con un recurso humano poco capacitado para la gestión del desarrollo territorial y con escasas oportunidades para el mejoramiento de su formación. 5.1. La planeación En Santa Marta, al igual que en todas las ciudades colombianas, el ejercicio de la planeación tradicionalmente se ha afianzado en el libre ejercicio de orientar y controlar las obras físicas del entorno. Esto lo evidencia el Plan Regulador de 1957, el Plan de Ordenamiento de 1965, el Plan Económico y Social formulado en 1967, el Plan de Desarrollo Integral elaborado en 1985 y el Plan de Desarrollo Físico de 1992, aún vigente. Estas iniciativas, que bien se preocupan por guiar el
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crecimiento con un norte claro, no conciben la planeación como un proceso integral y funcional de la ciudad. Por eso el sentido de la planeación ha estado guiado por enfoques sectoriales y físicos sin interrelación, con un carácter meramente técnico, no participativos para la gente, sin opciones de seguimiento y control, con promoción de ideas sin recursos financieros, no coincidentes con las disposiciones nacionales y realizados por consultores y universidades que poco conocen la realidad de la ciudad. No obstante, contienen parte de las propuestas de desarrollo que se promueven actualmente. El plan físico vigente que cuenta, por ejemplo, con notables aciertos en cuanto a la definición de grandes líneas para la utilización del suelo urbano, ha marcado la pauta para la consolidación del área turística suroccidental, ha permitido proyectar el leve desarrollo industrial de los últimos años y, como aspecto estructurante a largo plazo, contempla la construcción de la Vía Alterna al Puerto como alternativa de solución a los problemas de congestión vehicular causados por el transporte de carga en el Centro Histórico. Sin embargo, no afianza las tendencias que permitan consolidar la conformación de conglomerados residenciales, ni prevé una expansión urbana acorde a la oferta de servicios públicos básicos, entre otros aspectos antes mencionados. Recientemente, la Alcaldía se ha propuesto aumentar la capacidad de la Secretaría de Planeación para liderar el proceso de formulación e implementación de un nuevo plan de desarrollo, empleando, para ello, instrumentos básicos tales como los planes de acción sectorial, que sirvan a la concreción del plan en programas operativos, actualizando y dinamizando el banco de proyectos, y asesorando y aprobando el establecimiento de programas de trabajos definidos para la administración central, todo lo cual se convierte hoy en insumo sustantivo para el fortalecimiento de la gestión y la gobernabilidad local. No obstante, se requiere de la consolidación de los principios de coordinación, complementariedad y concurrencia interinstitucional para superar la burocratización y los niveles actuales de efectividad en la acciones de desarrollo integral, especialmente de aquellas relacionadas con la aplicación de las normas urbanísticas.
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5.2.
Situación fiscal del distrito
A finales del siglo XX los problemas fiscales de Santa Marta obedecen a un desfase entre la verdadera capacidad de recaudo presupuestal y los gastos que demandan las obras comprendidas dentro del Plan Integral de Desarrollo y el funcionamiento de la administración. En este sentido, la evasión de impuestos y la poca fuerza de los mecanismos implementados para superarla se convierten en los hechos de mayor incidencia. En el último lustro de los noventa, exceptuando 1998, las finanzas distritales atraviesan un creciente déficit estructural que, a pesos constantes de 1997, pasa de $910 millones en 1995 a $2.151 millones en 1999. Esta circunstancia causa un estado de iliquidez que limita la posibilidad de cumplir oportunamente con los compromisos de la administración. En materia de ingresos, en los períodos fiscales comprendidos entre 1995 y 1998, la principal fuente de recursos la constituyen los ingresos tributarios, que con un ritmo creciente aumentan de $6.450 millones a $15.571 millones en el mismo periodo. En materia tributaria, los impuestos más importantes son el predial, el de industria y comercio, y la sobretasa a la gasolina, alcanzando promedios de participación de 45.75%, 31.2% y 14%, respectivamente. En este mismo lapso, el ingreso generado por concepto de los tres impuestos representa 91% del total recaudado, en tanto que el 9% restante se distribuye en ingresos obtenidos por concepto de impuestos de delineación, avisos y tableros, licencias y otros. Así mismo, mientras la participación porcentual de la sobretasa a la gasolina se incrementa entre 1997 y 1998, pasando de 12% a 19%, en el caso del impuesto predial descienden de 48% a 43%. En términos generales, los últimos períodos fiscales se han caracterizado por un comportamiento inercial de los ingresos tributarios totales asociado a la tendencia inercial del alza en el impuesto predial. En relación con los ingresos no tributarios, las transferencias de la nación se convierten, entre 1995 y 1998, en la segunda fuente de ingresos más importantes del Distrito, con una participación que en 1998 llega a 32.6%. Seguidamente, se destacan los recursos de capital, que constituyen 25.1% de los ingresos no tributarios en 1998, después de que entre 1996 y 1997 superaran en importancia a las transferencias. Finalmente, los ingresos provenientes de tasas, rentas y multas, y por valorización presentan un panorama desfavorable en la medida que en el período observado, las dos primeras decrecen y la última no genera ningún tipo de recaudo.
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En relación con los gastos, estos presentan una tendencia creciente, tras pasar de $20.165 millones en 1995 a $37.680 millones en 1998, año en el que excepcionalmente son superados (en $3.367 millones) por los ingresos totales. Entre estos períodos fiscales, la participación de los gastos de funcionamiento ascienden de 45.5% en 1995 a 50% en 1998. En este periodo la participación del servicio de la deuda dentro de los gastos totales desciende de 18.35% a 16.52%, anotando de paso, que la deuda pública del distrito asciende en 1995 a $15.724 millones, aumenta 9% en 1996, disminuye 19% en 1997, y alcanza $13.232,7 millones en 1998. Por último, la inversión pública en la ciudad se incrementa significativamente entre 1995 y 1996, tras pasar de $9.877 millones a $15.892 millones. Luego, en 1998, la inversión desciende a $10.820 millones (suma inferior en $4.633 millones a la ejecutada en 1997), y presenta un leve incremento en 1999, con $11.077 millones. Las variaciones en la inversión, en especial las sucedidas en 1995 y 1996, están asociadas a las obras sectoriales de salud y educación, en el marco de la gestión de recursos realizada por la administración distrital, por medio de convenios de cofinanciación con la nación. Las deficiencias o aspectos desfavorables de la descentralización se asocian a la falta de un acompañamiento de la nación en el acondicionamiento de una estructura institucional sólida para asumir el proceso, a la falta de consulta a la realidad local y a las variables que induzcan al mejor aprovechamiento de los recursos, e igualmente a que las recetas de las transferencias no contemplan la creciente población migrante y desplazada que en la ciudad incrementa las demandas y los esfuerzos distritales en materia presupuestal. Por último, la experiencia desfavorable se relaciona con la no contemplación de figuras de ordenamiento territorial como los distritos, ya que Santa Marta es homologada a un departamento al momento de distribuir responsabilidades, mientras que se considera municipio cuando se trata de asignar recursos con el fin de elevar los indicadores de desarrollo social.
V. SANTA MARTA DE FRENTE AL SIGLO XXI El camino hacia un futuro mejor de Santa Marta exige la remoción de estructuras viciadas de gobiernos locales y centrales de turno, con la misma intensidad como obliga a la no repetición de los errores pasados y a la superación del silencio en el que han vivido gran parte de los samarios, el mismo que, antes de ser una virtud,
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se convierte en factor de tolerancia de los hechos de socavamiento que en el presente hacen eclosión y tambalean la ciudad en su encanto y desarrollo. A las puertas de un nuevo siglo, las reflexiones sentidas sobre la tierra de Bastidas exigen la obligante tarea de sacar adelante a esta histórica ciudad, relegada cada vez más a llegar lenta y tardíamente a los procesos de cambio que se viven en el mundo. Una visión prospectiva identifica sobre Santa Marta retos medulares como acciones pujantes que no sólo comprometen a la llamada clase dirigente, sino que exigen la vinculación proactiva de todos los samarios y samarias, independientemente de su ámbito de proyección.
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ANEXOS Cuadro 1 CARGA DE IMPORTACIÓN MOVILIZADA EN PUERTO BETÍN. 1996-1999. (EN TONELADAS) TIPOS DE CARGA
1996
1997
1998
1999 (*)
Contenedores
111.390
139.302
166.360
62.003
General
372.213
316.919
282.527
96.747
Granel líquido
22.686
26.010
22.571
10.142
Granel sólido
726.364
762.149
675.884
321.105
1.234.649
1.244.379
1.147.343
489.996
Total
FUENTE: Sociedad Portuaria Regional de Santa Marta. (*): Datos a primer semestre.
Cuadro 2 CARGA DE EXPORTACIÓN MOVILIZADA EN PUERTO BETÍN. 1996-1999. (EN TONELADAS) TIPOS DE CARGA
1996
1997
1998
1999 (*)
Contenedores
78.295
79.967
230.132
152.056
General
545.185
515.639
359.516
122.710
Granel líquido
-
-
7.385
16.058
Granel sólido
1.134.316
1.185.662
1.154.638
425.587
Total
1.757.796
1.781.268
1.751.672
716.411
FUENTE: Sociedad Portuaria Regional de Santa Marta. (*): Datos a primer semestre.
Cuadro 3 CARGA DE TRANSBORDO, TRÁNSITO INTERNACIONAL Y CABOTAJE MOVILIZADA EN PUERTO BETÍN. 1996-1999. (EN TONELADAS) TIPOS DE CARGA
1996
1997
1998
1999 (*)
Contenedores
5.633
5.063
7.918
2.470
General
6.993
8.430
6.658
1.653
Total
12.626
13.493
14.575
4.123
FUENTE: Sociedad Portuaria Regional de Santa Marta. (*): Datos a primer semestre.
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Cuadro 4 PRINCIPALES PRODUCTOS DE EXPORTACIÓN POR SANTA MARTA. 1994-1998. (EN MILLONES DE TONELADAS) PRODUCTO
1994
1998
VARIACIÓN (%)
Carbon*
1,78
4,84
171,91
Banano
0,52
0,46
-11,54
Café
0,16
0,09
-43,75
0
0,006
0,6
0,014
Aceite de palma Otros
-97,67
* Incluye las exportaciones de C.I. Prodeco FUENTE: Sociedad Portuaria de San Marta - C.I. Prodeco.
Cuadro 5 POSICIONAMIENTO DE SANTA MARTA FRENTE A OTROS DESTINOS TURÍSTICOS DE LA COSTA CARIBE. 1996-1998. INDICADORES
SANTA MARTA
BARRANQUILLA
Visitantes Extranjeros*
16,3
8,4
11,5
39,7
Visitantes Nacionales*
83,7
91,6
88,5
60,3
Ocupación Hotelera*
35,23
51,29
48,1
57,1
13
13
41
16
1213
1049
2479
3106
26
17
27
61
6
28
-
53
1242
66
-
673
Hoteles** habitaciones** Atributos turísticos **
S. ANDRÉS Y PROV. CARTAGENA
Parahotelería** Hotelera Apartamentos
(*): En porcentaje (**): En número FUENTE: Superintendencia de Sociedades. Hotelería y Turismo 1995-1996, Págs.19, 28, Ministerio de Desarrollo Económico. Estudios de Competitividad del Turismo, 1998, Págs. 201, 209.
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Cuadro 6 INGRESOS, GASTOS E INVERSIONES EN SANTA MARTA. 1995-1998. (EN MILLONES DE PESOS CONSTANTES DE 1997) RUBRO
1.995
1.996
1.997
1.998
INGRESOS TOTALES INGRESOS TRIBUTARIOS
28.100 9.302 4.112 2.969 1.140 1.081 1.695 1.115 580 8.964 410 6.415 2.138 8.139 3.277 114 4.748 29.081 13.869 5.335 9.877 1.793 1.460 2.415 876 3.333 -981
34.498 11.618 5.618 3.452 1.511 1.037 1.543 1.381 162 8.117 442 6.140 1.535 13.220 7.244 1.099 4.877 36.738 17.625 3.221 15.892 3.339 3.038 2.008 570 6.937 -2.240
34.629 11.779 5.657 3.689 1.372 1.061 2.466 2.463 3 9.019 420 7.309 1.290 11.366 8.652 756 1.958 36.788 13.302 8.033 15.453 8.142 2.581 166 442 4.122 -2.159
35.655 13.343 5.704 4.222 2.565 852 2.207 2.203 4 11.638 183 10.309 1.145 8.468 6.461 1.354 653 32.288 16.135 5.333 10.820 2.544 1.997 1.136 685 4.458 3.367
Predial Industria y Comercio Sobretasa a Gasolina Otros ingresos tributarios
INGRESOS NO TRIBUTARIOS Tasas Otros Ingresos no tributarios
TRANSFERENCIAS Aportes Para inversión Para libre asignación
INGRESOS DE CAPITAL Convenios de cofinanciación Regalías Otros
GASTOS TOTALES GASTOS DE FUNCIONAMIENTO SERVICIO DE LA DEUDA INVERSIONES Educación Salud Agua Potable Recreación y Deporte Obras Públicas y otras Inversiones
DEFICIT O SUPERAVIT
FUENTE: Secretaría de Planeación Distrital de Santa Marta.