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Ignacio Sánchez-Parra Servet

“Enjuaga tus lágrimas y no llores, si me amas”

Ignacio Sánchez-Parra Servet

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Hermano Mayor, Smo. Cristo del Refugio

Parece que sí, que este año, sí. Hemos estado dos años sin poder procesionar, sin poder disfrutar de las procesiones de la Semana Santa murciana o las de cualquier lugar de la geografía española y, en concreto, nuestro Cristo del Refugio no ha podido inundar de silencio las calles de Murcia durante ese tiempo.

Han sido dos años tristes, duros, dramáticos en demasiados casos, viviendo situaciones que creíamos no íbamos a vivir nunca propias de películas y, parece, que llegan a su n. Y se nota. Todos estamos, en lo que respecta a nuestra cofradía y, más concretamente, a nuestra procesión, con los nervios típicos y que quedaron casi en el olvido. Ya empezamos a organizar, a cuidar los detalles, a pensar en “esto y en aquello”… en n, que nuestros esfuerzos, tanto los vuestros como los de la Junta Directiva ya están dirigidos a procurar que nuestra procesión, el Silencio, vuelva a salir y lo haga con mayor esplendor, con mayor recogimiento y con mayor entusiasmo, si cabe, que nunca. La memoria de los que ya no están con nosotros, de los que han sufrido, de los que todavía sufren, lo merece, y no tengáis duda alguna que tanto mi Junta Directiva, como yo mismo, vamos a poner el máximo empeño en que así sea.

Este Jueves Santo será distinto para mí. Después de estos dos años de incertidumbre y de espera, si nuestro Cristo del Refugio quiere, será el primer año que procesionaré como Hermano Mayor de la Cofradía del Cristo del Refugio, todo un honor, por supuesto y una gran responsabilidad, pero, por encima de todo y más este año, con una gran emoción. Y, como no podría ser de otra forma, siempre conforme a la voluntad del Padre, que estoy seguro, será la mejor y la que más convenga.

Y tú seguirás estando en medio de nosotros, tus hijos, con el mismo ajetreo de siempre, con las mismas sonrisas de siempre, con las mismas lágrimas de siempre, dando los últimos consejos a todos y a cada uno de nosotros, revisando cada túnica, y santiguándonos y dándonos ese último beso antes de ponernos el capuz y guardar nuestro voto de silencio. Seguirás abriendo esa botella de champán que al regreso nos tenías preparada y hasta

últimas horas de la madrugada la saboreábamos comentando cada detalle de la procesión y recordando entre lágrimas y sonrisas anécdotas de todos y cada uno de nosotros. Tú seguirás estando siempre al igual que lo está nuestro padre. Gracias por saber transmitirnos junto con él ese amor a nuestro Cristo del Refugio, a nuestra Procesión del Silencio y a nuestra familia, que nuestro Cristo del Refugio la siga bendiciendo de generación en generación.

“No he hecho más que pasar al otro lado. Yo sigo siento yo, tú sigues siendo tú, lo que fuimos el uno para el otro seguimos siéndolo. Dame el nombre que siempre me diste, háblame como siempre me hablaste. No emplees un tono distinto, no adoptes una expresión solemne ni triste. Sigue riendo de lo que nos hacía reír juntos; reza, sonríe, piensa en mí. Reza conmigo. Que mi nombre se pronuncie en casa como siempre lo fue. Sin énfasis alguno, sin huella alguna de sombra. La vida es lo que siempre fue, el hilo no se ha cortado. ¿Por qué habría yo de estar fuera de tu pensamiento? ¿Sólo porque estoy fuera de tu vista? No estoy lejos, tan solo a la vuelta del camino. Lo ves, todo está bien. Volverás a encontrar mí corazón, volverás a encontrar mí ternura acentuada. Enjuaga tus lágrimas y no llores, si me amas”. (San Agustín “La muerte no es nada”)

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