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Juan Carlos García Domene
La vida es eterna en cinco minutos
Juan Carlos García Domene
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Abad de la Cofradía Smo. Cristo del Refugio
Todos los días del año, todos, muchos cofrades, muchos parroquianos y muchos devotos traspasan las puertas de la Iglesia de San Lorenzo buscando el altar del Cristo del Refugio. Se paran a sus pies, y de cerca o de lejos elevan su mirada, contemplan su imagen y descargan allí su corazón. Confían al Señor sus preocupaciones y deseos, su vida y la vida de los suyos. Algunos lo hacen cada día, casi a la misma hora, otros ocasionalmente. Nadie queda indiferente.
Como párroco de San Lorenzo deseo que el Templo guarde siempre un clima adecuado para la oración, para el recogimiento, para el silencio y la plegaria; al n y al cabo -salvadas las celebraciones sacramentales con su propia liturgia- una Iglesia debe ser un espacio donde se para el tiempo, aquel lugar –debidamente cuidado- donde se pueda trascender el ruido, la prisa, la frivolidad, donde cualquier sufrimiento pueda ser escuchado, comprendido y consolado. En denitiva, una Iglesia ha de ser un refugio en medio de la calamidad, un puerto seguro en mitad de las tormentas de la historia o del destino.
Como abad de la Cofradía del Santísimo Cristo del Refugio quisiera ayudar a todos en el camino del “conocimiento interno del Señor” tanto por las sendas de la meditación como por las de la oración y la contemplación. Quisiera que todos pudiéramos conocer a Cristo, tener oración con Cristo y descubrir el misterio “de su innito amor por la Humanidad” Santa Teresa de Jesús cuenta en el capítulo 9 del Libro de la Vida cómo el Señor le salió al encuentro y cómo se sirvió de una imagen de Cristo muy llagado para que Dios le tocara el corazón. Releyendo el relato de la Santa, sueño con que así suceda a tantos que se acercan al altar de nuestro Cristo:
“Acaéciome que, entrando un día en el oratorio, vi una imagen que habían traído allí a guardar... Era de Cristo muy llagado y tan devota que en mirándola toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía, y arrojéme cabe Él con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle”
Deseo de veras que todos los cofrades, los parroquianos y los que visitan San Lorenzo participen de esta experiencia única: orar verdaderamente, amar intensamente y vivir apasionadamente siguiendo los pasos de nuestro Señor que pasó por el mundo haciendo el bien y librando a todos de cualquier cadena y esclavitud. A Santa Teresa le costó mucho tiempo recibir la gracia de la conversión, quizá para nosotros sea también la tarea de toda una vida.
Cuando entrego estas líneas a la prensa, día 5 de febrero, parece que la celebración de las Procesiones de Semana Santa todavía no está muy segura por tercer año consecutivo. De celebrarse, será la primera vez en que como Abad de la Cofradía del Refugio acompañe a Cristo en el momento de su expiración, en el silencio mayor que vive la ciudad de Murcia. Deseo experimentar en las calles de la ciudad -en la noche silente de Jueves Santo- lo que declara San Juan de la Cruz en el tercer canto de su Noche Oscura:
“En la noche dichosa, en secreto, que nadie me veía, ni yo miraba cosa, sin otra luz y guía sino la que en el corazón ardía”
Invito a todos los cofrades, a los murcianos que lo deseen y a los que nos visiten, a que vivan de veras la Semana Santa, que se dejen arrobar por la hondura y la belleza del silencio y de la música, sublime expresión del mismo Hijo de Dios y a que consideren el sentido último de estos días santos pues, en palabras de San Ignacio, “por mis pecados va el Señor a la pasión”.
Me despido con unas palabras que canta nuestro himno:
“Tus ojos divinos no apartes de mí…REFUGIO seguro para ser feliz”
Murcia 2022