Copapas

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SUBSIDIO para las PARROQUIAS AÑO 2016 DIÓCESIS DE AÑATUYA

Consejo Pastoral Diocesano 1. Palabras iniciales 2. ¿Qué nos dice la Palabra de Dios? 3. ¿Qué nos enseña la Iglesia en sus pastores? 4. ¿Qué es el COPAPAS? 5. ¿Qué no es el COPAPAS? 6. Su metodología: el discernimiento comunitario La pastoral en clave de misión pretende abandonar el cómodo criterio pastoral del «siempre se ha hecho así». Invito a todos a ser audaces y creativos en esta tarea de repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores de las propias comunidades. Lo importante es no caminar solos, contar siempre con los hermanos, en un sabio y realista discernimiento pastoral (Francisco, EG 33). 1. PALABRAS INICIALES 1


-Una gran familia: el sueño de Dios: Nuestro Padre Dios nos creó a su imagen y semejanza. Su gran sueño es que podamos vivir la comunión con Él y entre nosotros. Esa fue la gran súplica de Jesús al Padre: Que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros (Jn 17,21). -“Que el hombre no separe lo que Dios ha unido”: El pecado introduce la división y rompe la comunión. El diablo, cuyo nombre literalmente significa: el que divide, ha venido a separarnos. Lo que era uno, ahora se encuentra dividido y fragmentado. El hombre se separa, se esconde y huye de Dios. Las personas no se entienden entre sí, compiten, se violentan, se dañan. La naturaleza resulta algo hostil y es sometida a nuestra ambición desmedida. En nuestro interior experimentamos una lucha de fuerzas, que nos hace sentir divididos, inquietos, dispersos. -“Yo hago nuevas todas las cosas”: La salvación consistirá en la gran obra de reconciliación, para volver a unir lo que se ha separado. -Comunión o aislamiento, esa es la cuestión: El desarrollo de la historia de salvación nos indicará el criterio fundamental para distinguir lo que viene de Dios de lo que viene del “mundo”. El estilo de Dios será esencialmente comunitario. Formará un pueblo, le confiará una ley, una Tierra, le dará su Palabra, lo corregirá y perdonará, lo cuidará y guiará, sellará una Alianza, cumplirá su Promesa. Jesús seguirá el mismo rumbo, formando una comunidad de discípulos, enviándolos de dos en dos, para continuar su misma misión. No habrá lugar para protagonismos o figuras deslumbrantes. El único agente principal será el Espíritu Santo, entregado a la comunidad reunida. Su aliento corregirá los personalismos, evidenciando que nada podemos sin la gracia divina. -El largo y arduo combate hacia la unidad: Ésta podría ser la síntesis de toda nuestra historia: la lucha constante por la comunión. Los desencuentros, pugnas de poder, egoísmos, soberbias, ansias de protagonismo, cerrazones ideológicas, rupturas, críticas, desengaños, violencias, etc.: han sido y serán el pan cotidiano de la humanidad y de nuestra Iglesia en particular. La comunión eclesial será el lugar principal para confirmar la voluntad de Dios y la marca fundamental de la presencia del Espíritu de Dios. 2


-Y, sin embargo, ¿por qué nos cuesta tanto la comunión?: He aquí nuestra gran paradoja. Nadie pondría en duda todo lo que venimos diciendo, al menos en la teoría. Nuestras acciones cotidianas, sin embargo, demuestran lo contrario. -El COPAPAS como sacramento del Reino y testimonio de comunión: Asumir la misión parroquial como comunidad misionera, llamada y enviada por Dios, es un signo claro del Reino. La delicada armonización de los diversos carismas que realiza el Espíritu Santo en una comunidad (si se le deja actuar sin resistencias), en pos de una misión común, posee una fuerza imbatible y profundamente evangelizadora. 2. ¿QUÉ NOS DICE LA PALABRA DE DIOS? A continuación, citaremos algunos textos bíblicos que nos ayudarán a descubrir y a vivir el sentido profundo que sustenta la estructura eclesial del COPAPAS. Proponemos la lectura pausada y orante de esta sección del subsidio, tomando uno o dos textos por día, para meditarlos en la oración personal y/o comunitaria. A su vez, recomendamos volver a estos textos, una y otra vez, para dejarnos interpelar por Dios, siendo dóciles a su Espíritu. 1. La Iglesia es un solo Cuerpo con diversas funciones: Así como en un solo cuerpo tenemos muchos miembros con diversas funciones, también todos nosotros formamos un solo Cuerpo en Cristo y, en lo que respecta a cada uno, somos miembros los unos de los otros. (Rm 12,4-5) Así como el cuerpo tiene muchos miembros, y sin embargo, es uno, y estos miembros, a pesar de ser muchos, no forman sino un solo cuerpo, así también sucede con Cristo. Porque todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo Cuerpo -judíos y griegos, esclavos y hombres libres- y todos hemos bebido de un mismo Espíritu. (1Cor 12,12-13) 2. Los carismas son dones del Espíritu para la comunidad, no son propiedad nuestra. Son para darlos, compartirlos y no mezquinarlos: Conforme a la gracia que Dios nos ha dado, todos tenemos aptitudes diferentes. El que tiene el don de la profecía, que lo ejerza según la medida de la fe. El que tiene el don del ministerio, que sirva. El que tiene el don de enseñar, que enseñe. El que tiene el don de exhortación, que exhorte. El que comparte sus bienes, 3


que dé con sencillez. El que preside la comunidad, que lo haga con solicitud. El que practica misericordia, que lo haga con alegría. (Rm 12,6-8) Pongan al servicio de los demás los dones que han recibido, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. El que ha recibido el don de la Palabra, que la enseñe como Palabra de Dios. El que ejerce un ministerio, que lo haga como quien recibe de Dios ese poder, para que Dios sea glorificado en todas las cosas, por Jesucristo. ¡A él sea la gloria y el poder, por los siglos de los siglos! Amén. (1Ped 4,10-11) Ciertamente, hay diversidad de dones, pero todos proceden del mismo Espíritu. Hay diversidad de ministerios, pero un solo Señor. Hay diversidad de actividades, pero es el mismo Dios el que realiza todo en todos. En cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común. Pero en todo esto, es el mismo y único Espíritu el que actúa, distribuyendo sus dones a cada uno en particular como él quiere. (1Cor 12,4-7.11) 3. Los dones no son para la perfección o promoción personal, sino para la edificación del Cuerpo de Cristo. Los dones, carismas, ministerios y servicios tienen un sentido principalmente comunitario: Cada uno de nosotros ha recibido su propio don, en la medida que Cristo los ha distribuido… El comunicó a unos el don de ser apóstoles, a otros profetas, a otros predicadores del Evangelio, a otros pastores o maestros. Así organizó a los santos para la obra del ministerio, en orden a la edificación del Cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto y a la madurez que corresponde a la plenitud de Cristo. (Ef 4,7.11-13) 4. El amor es el don y carisma más importante, el que debe primar entre nosotros y en las comunidades: Aspiren a los dones más perfectos. Y ahora voy a mostrarles un camino más perfecto todavía. El amor no pasará jamás. Las profecías acabarán, el don de lenguas terminará, la ciencia desaparecerá; porque nuestra ciencia es imperfecta y nuestras profecías, limitadas. En una palabra, ahora existen tres cosas: la fe, la esperanza y el amor, pero la más grande de todas es el amor. (1Cor 12,31; 13,8-9.13)

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5. La comunión se alimenta con la oración: Después que Jesús subió al cielo, los Apóstoles regresaron entonces del monte de los Olivos a Jerusalén. Cuando llegaron a la ciudad, subieron a la sala donde solían reunirse. Todos ellos, íntimamente unidos, se dedicaban a la oración en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos. (Hch 1,12-14) 6. La comunión en el Espíritu: un modo propio de ser Iglesia Yo, que estoy preso por el Señor, los exhorto a comportarse de una manera digna de la vocación que han recibido. Con mucha humildad, mansedumbre y paciencia, sopórtense mutuamente por amor. Traten de conservar la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz. Hay un solo Cuerpo y un solo Espíritu, así como hay una misma esperanza, a la que ustedes han sido llamados, de acuerdo con la vocación recibida. Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo. Hay un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, lo penetra todo y está en todos. (Ef 4,1-6) Así dejaremos de ser niños, sacudidos por las olas y arrastrados por el viento de cualquier doctrina, a merced de la malicia de los hombres y de su astucia para enseñar el error. Por el contrario, viviendo en la verdad y en el amor, crezcamos plenamente, unidos a Cristo. El es la Cabeza, y de él, todo el Cuerpo recibe unidad y cohesión, gracias a los ligamentos que lo vivifican y a la acción armoniosa de todos los miembros. Así el Cuerpo crece y se edifica en el amor. (Ef 4,14-16) 7. La Eucaristía fortalece la comunión y la comunión nos lleva a la Eucaristía. La vida comunitaria es un testimonio vivo para la sociedad: Los hermanos se reunían asiduamente para escuchar la enseñanza de los Apóstoles y participar en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones. Un santo temor se apoderó de todos ellos, porque los Apóstoles realizaban muchos prodigios y signos. Todos los creyentes se mantenían unidos y ponían lo suyo en común: vendían sus propiedades y sus bienes, y distribuían el dinero entre ellos, según las necesidades de cada uno. Íntimamente unidos, frecuentaban a diario el Templo, partían el pan en sus casas, y comían juntos con alegría y sencillez de corazón; ellos alababan a Dios y eran queridos por todo el pueblo. Y cada día, el Señor acrecentaba la comunidad con aquellos que debían salvarse. (Hch 2,42-47)

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8. Todos nos sentimos corresponsables en la misión. Cada uno aporta lo suyo a la comunidad y nadie pasa necesidad: La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo era común entre ellos. Los Apóstoles daban testimonio con mucho poder de la resurrección del Señor Jesús y gozaban de gran estima. Ninguno padecía necesidad, porque todos los que poseían tierras o casas las vendían y ponían el dinero a disposición de los Apóstoles, para que se distribuyera a cada uno según sus necesidades. (Hch 4,32-36) 9. Conducidos por el Espíritu, vivimos en la comunión, venciendo las tentaciones de la “carne” contra la unidad y la fraternidad: Ustedes, hermanos, han sido llamados para vivir en libertad, pero procuren que esta libertad no sea un pretexto para satisfacer los deseos carnales: háganse más bien servidores los unos de los otros, por medio del amor. Porque toda la Ley está resumida plenamente en este precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Pero si ustedes se están mordiendo y devorando mutuamente, tengan cuidado porque terminarán destruyéndose los unos a los otros. Yo los exhorto a que se dejen conducir por el Espíritu de Dios, y así no serán arrastrados por los deseos de la carne. Porque la carne desea contra el espíritu y el espíritu contra la carne. Ambos luchan entre sí, y por eso, ustedes no pueden hacer todo el bien que quieren. Pero si están animados por el Espíritu, ya no están sometidos a la Ley. (Gal 5,13-18) ¿De dónde provienen las luchas y las querellas que hay entre ustedes? ¿No es precisamente de las pasiones que combaten en sus mismos miembros? Ustedes ambicionan, y si no consiguen lo que desean, matan; envidian, y al no alcanzar lo que pretenden, combaten y se hacen la guerra. (Stg 4,1-2) Si la exhortación en nombre de Cristo tiene algún valor, si algo vale el consuelo que brota del amor o la comunión en el Espíritu, o la ternura y la compasión, les ruego que hagan perfecta mi alegría, permaneciendo bien unidos. Tengan un mismo amor, un mismo corazón, un mismo pensamiento. No hagan nada por espíritu de discordia o de vanidad, y que la humildad los lleve a estimar a los otros como superiores a ustedes mismos. Que cada uno busque no solamente su propio interés, sino también el de los demás. (Flp 2,1-4) ¡Qué bueno y agradable es que los hermanos vivan unidos! (Sal 132, 1) 6


10. Jesús nos enseña un estilo nuevo y distintivo de relaciones en la Iglesia Ustedes me llaman Maestro y Señor; y tienen razón, porque lo soy. Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes. (Jn 13,13-15) Jesús los llamó y les dijo: «Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo: como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud.» (Mt 20,25-28) En cuanto a ustedes, no se hagan llamar "maestro", porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A nadie en el mundo llamen "padre", porque no tienen sino uno, el Padre celestial. No se dejen llamar tampoco "doctores", porque sólo tienen un Doctor, que es el Mesías. Que el más grande de entre ustedes se haga servidor de los otros, porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado.» (Mt 23,8-12) 3. ¿QUÉ NOS ENSEÑA LA IGLESIA EN SUS PASTORES? En los últimos años, son innumerables las citas magisteriales acerca de la comunión y participación de todos los bautizados en la Iglesia. Citaremos solamente algunas frases de Francisco en su Evangelii Gaudium (=EG), ya que, su pensamiento asume toda la riqueza de sus predecesores. Antes de ello, deseamos poner una cita muy linda de San Juan Pablo II, que nos ayuda a no perder de vista el sentido más profundo de toda estructura eclesial. Sin este camino espiritual, convertiremos al COPAPAS en algo vacío, en una máscara de comunión: Hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión: éste es el gran desafío que tenemos ante nosotros en el milenio que comienza, si queremos ser fieles al designio de Dios y responder también a las profundas esperanzas del mundo. ¿Qué significa todo esto en concreto? También aquí la reflexión podría hacerse enseguida operativa, pero sería equivocado dejarse llevar por este primer impulso. Antes de programar iniciativas concretas, hace falta promover una espiritualidad de la comunión, proponiéndola como principio educativo en todos los lugares donde se forma el hombre y el cristiano, donde se educan los ministros del altar, las personas 7


consagradas y los agentes pastorales, donde se construyen las familias y las comunidades. Espiritualidad de la comunión significa ante todo una mirada del corazón sobre todo hacia el misterio de la Trinidad que habita en nosotros, y cuya luz ha de ser reconocida también en el rostro de los hermanos que están a nuestro lado. Espiritualidad de la comunión significa, además, capacidad de sentir al hermano de fe en la unidad profunda del Cuerpo místico y, por tanto, como « uno que me pertenece », para saber compartir sus alegrías y sus sufrimientos, para intuir sus deseos y atender a sus necesidades, para ofrecerle una verdadera y profunda amistad. Espiritualidad de la comunión es también capacidad de ver ante todo lo que hay de positivo en el otro, para acogerlo y valorarlo como regalo de Dios: un « don para mí », además de ser un don para el hermano que lo ha recibido directamente. En fin, espiritualidad de la comunión es saber « dar espacio » al hermano, llevando mutuamente la carga de los otros (cf. Ga 6,2) y rechazando las tentaciones egoístas que continuamente nos asechan y engendran competitividad, ganas de hacer carrera, desconfianza y envidias. No nos hagamos ilusiones: sin este camino espiritual, de poco servirían los instrumentos externos de la comunión. Se convertirían en medios sin alma, máscaras de comunión más que sus modos de expresión y crecimiento. (NMI 43) 1. Necesitamos, ante todo, convertirnos: Cada Iglesia particular, porción de la Iglesia católica bajo la guía de su obispo, también está llamada a la conversión misionera. Ella es el sujeto primario de la evangelización. Exhorto a cada Iglesia particular a entrar en un proceso decidido de discernimiento, purificación y reforma… Es necesario que reconozcamos que, si parte de nuestro pueblo bautizado no experimenta su pertenencia a la Iglesia, se debe también a la existencia de unas estructuras y a un clima poco acogedores en algunas de nuestras parroquias y comunidades, o a una actitud burocrática para dar respuesta a los problemas, simples o complejos, de la vida de nuestros pueblos. En muchas partes hay un predominio de lo administrativo sobre lo pastoral, así como una sacramentalización sin otras formas de evangelización (EG 30 y 63). Los laicos son simplemente la inmensa mayoría del Pueblo de Dios. A su servicio está la minoría de los ministros ordenados. Ha crecido la conciencia de la identidad y la misión del laico en la Iglesia. Se cuenta con un numeroso laicado, 8


aunque no suficiente, con arraigado sentido de comunidad y una gran fidelidad en el compromiso de la caridad, la catequesis, la celebración de la fe. Pero la toma de conciencia de esta responsabilidad laical que nace del Bautismo y de la Confirmación no se manifiesta de la misma manera en todas partes. En algunos casos porque no se formaron para asumir responsabilidades importantes, en otros por no encontrar espacio en sus Iglesias particulares para poder expresarse y actuar, a raíz de un excesivo clericalismo que los mantiene al margen de las decisiones (EG 102). 2. La comunión sincera lleva a la participación y al diálogo pastoral, con apertura a lo distinto y nuevo, para llegar a todos: El obispo en su misión de fomentar una comunión dinámica, abierta y misionera, tendrá que alentar y procurar la maduración de los mecanismos de participación que propone el Código de Derecho Canónico y otras formas de diálogo pastoral, con el deseo de escuchar a todos y no sólo a algunos que le acaricien los oídos. Pero el objetivo de estos procesos participativos no será principalmente la organización eclesial, sino el sueño misionero de llegar a todos (EG 31). . 3. Toda la comunidad cristiana tiene la capacidad para discernir los signos de Dios en la realidad. Se trata de mirar para actuar, y no simplemente para reflexionar: Hoy suele hablarse de un «exceso de diagnóstico» que no siempre está acompañado de propuestas superadoras y realmente aplicables. Por otra parte, tampoco nos serviría una mirada puramente sociológica, que podría tener pretensiones de abarcar toda la realidad con su metodología de una manera supuestamente neutra y aséptica. Lo que quiero ofrecer va más bien en la línea de un discernimiento evangélico. Es la mirada del discípulo misionero, que se «alimenta a la luz y con la fuerza del Espíritu Santo» (EG 50). A veces, se alimenta la vanagloria de quienes se conforman con tener algún poder y prefieren ser generales de ejércitos derrotados antes que simples soldados de un escuadrón que sigue luchando. ¡Cuántas veces soñamos con planes apostólicos expansionistas, meticulosos y bien dibujados, propios de generales derrotados! Nos entretenemos vanidosos hablando sobre «lo que habría que hacer» —el pecado del «habriaqueísmo»— como maestros espirituales y sabios pastorales que señalan desde afuera. Cultivamos nuestra imaginación sin límites y perdemos contacto con la 9


realidad sufrida de nuestro pueblo fiel (EG 130). Aliento a todas las comunidades a una siempre vigilante capacidad de estudiar los signos de los tiempos. Se trata de una responsabilidad grave, ya que algunas realidades del presente, si no son bien resueltas, pueden desencadenar procesos de deshumanización difíciles de revertir más adelante. Es preciso esclarecer aquello que pueda ser un fruto del Reino y también aquello que atenta contra el proyecto de Dios. Esto implica no sólo reconocer e interpretar las mociones del buen espíritu y del malo, sino —y aquí radica lo decisivo— elegir las del buen espíritu y rechazar las del malo (EG 51). 4. Todos somos necesarios, corresponsables en la misión de la Iglesia. En todo bautizado actúa el Espíritu Santo, no sólo en algunos. En todos los bautizados, desde el primero hasta el último, actúa la fuerza santificadora del Espíritu que impulsa a evangelizar. El Pueblo de Dios es santo por esta unción que lo hace infalible «in credendo». Esto significa que cuando cree no se equivoca, aunque no encuentre palabras para explicar su fe. El Espíritu lo guía en la verdad y lo conduce a la salvación. Como parte de su misterio de amor hacia la humanidad, Dios dota a la totalidad de los fieles de un instinto de la fe — el sensus fidei— que los ayuda a discernir lo que viene realmente de Dios. La presencia del Espíritu otorga a los cristianos una cierta connaturalidad con las realidades divinas y una sabiduría que los permite captarlas intuitivamente, aunque no tengan el instrumental adecuado para expresarlas con precisión (EG 119). 5. Debemos recuperar el protagonismo de todos los bautizados: En virtud del Bautismo recibido, cada miembro del Pueblo de Dios se ha convertido en discípulo misionero. Cada uno de los bautizados, cualquiera que sea su función en la Iglesia y el grado de ilustración de su fe, es un agente evangelizador, y sería inadecuado pensar en un esquema de evangelización llevado adelante por actores calificados donde el resto del pueblo fiel sea sólo receptivo de sus acciones. La nueva evangelización debe implicar un nuevo protagonismo de cada uno de los bautizados. Esta convicción se convierte en un llamado dirigido a cada cristiano, para que nadie postergue su compromiso con la evangelización, pues si uno de verdad ha hecho una experiencia del amor de Dios que lo salva, no necesita mucho tiempo de preparación para salir a anunciarlo, no puede esperar que le den muchos cursos o largas instrucciones. Todo cristiano es misionero en la medida en que se ha 10


encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús; ya no decimos que somos «discípulos» y «misioneros», sino que somos siempre «discípulos misioneros». Si no nos convencemos, miremos a los primeros discípulos, quienes inmediatamente después de conocer la mirada de Jesús, salían a proclamarlo gozosos: «¡Hemos encontrado al Mesías!» (Jn 1,41). La samaritana, apenas salió de su diálogo con Jesús, se convirtió en misionera, y muchos samaritanos creyeron en Jesús «por la palabra de la mujer» (Jn 4,39). También san Pablo, a partir de su encuentro con Jesucristo, «enseguida se puso a predicar que Jesús era el Hijo de Dios» (Hch 9,20). ¿A qué esperamos nosotros? (EG 119). 6. Con diversos dones y carismas que edifican al Pueblo de Dios: El Espíritu Santo también enriquece a toda la Iglesia evangelizadora con distintos carismas. Son dones para renovar y edificar la Iglesia. No son un patrimonio cerrado, entregado a un grupo para que lo custodie; más bien son regalos del Espíritu integrados en el cuerpo eclesial, atraídos hacia el centro que es Cristo, desde donde se encauzan en un impulso evangelizador. Un signo claro de la autenticidad de un carisma es su eclesialidad, su capacidad para integrarse armónicamente en la vida del santo Pueblo de Dios para el bien de todos (EG 130). 7. Parroquia: conversión y misión La parroquia no es una estructura caduca; precisamente porque tiene una gran plasticidad, puede tomar formas muy diversas que requieren la docilidad y la creatividad misionera del Pastor y de la comunidad. Aunque ciertamente no es la única institución evangelizadora, si es capaz de reformarse y adaptarse continuamente, seguirá siendo «la misma Iglesia que vive entre las casas de sus hijos y de sus hijas». Esto supone que realmente esté en contacto con los hogares y con la vida del pueblo, y no se convierta en una prolija estructura separada de la gente o en un grupo de selectos que se miran a sí mismos. La parroquia es presencia eclesial en el territorio, ámbito de la escucha de la Palabra, del crecimiento de la vida cristiana, del diálogo, del anuncio, de la caridad generosa, de la adoración y la celebración. A través de todas sus actividades, la parroquia alienta y forma a sus miembros para que sean agentes de evangelización. Es comunidad de comunidades, santuario donde los sedientos van a beber para seguir caminando, y centro de constante envío misionero. Pero tenemos que reconocer que el llamado a la revisión y renovación de las parroquias todavía no ha dado suficientes frutos en orden a 11


que estén todavía más cerca de la gente, que sean ámbitos de viva comunión y participación, y se orienten completamente a la misión (EG 130).

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4. ¿QUÉ ES EL COPAPAS? a) Es un organismo de COMUNIÓN y FRATERNIDAD: una comunidad pequeña, donde se viven los valores evangélicos de comunión, servicio, y participación humilde. Es un testimonio fiel para toda la comunidad parroquial, como un espejo de aquello que se desea vivir en toda la parroquia: En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros (Jn 13,35). b) Es un instrumento de PARTICIPACIÓN, DISCERNIMIENTO y COMÚN DECISIÓN PASTORAL: de acuerdo a los diversos carismas distribuidos por el Espíritu Santo, Dios actúa a través de cada miembro del COPAPAS, en su mirada, punto de vista y decisión. Dada la responsabilidad importante que tiene este Consejo, requiere que cada uno tenga una profunda vida espiritual, de acuerdo a su estado de vida. Sus miradas, juicios y decisiones brotan de esta profunda experiencia, de una convicción pastoral conjunta, llena de fe y de amor, semejante a la de Jesús Buen Pastor. c) Es una estructura de REPRESENTACIÓN de todos los fieles de la Parroquia: es muy importante la consciencia que cada miembro tiene de esta representación. De ahí que, al dar su opinión o mirada, buscará hacerlo en nombre de aquellos a quienes representa y no solamente a título personal. No buscará su propio interés o el de su grupo al que pertenece, sino que tendrá un horizonte más amplio que abarque toda la realidad parroquial. d) Es una estructura al servicio de TODA la PASTORAL PARROQUIAL: conviene aclarar que cuando decimos “parroquia”, nos referimos a toda la realidad social-humana-cultural de ese territorio determinado y no solamente los grupos o estructuras parroquiales. También es bueno recordar que la parroquia no se circunscribe a la sede parroquial, sino que abarca los distintos centros comunitarios de todo el radio parroquial. De ahí que sea necesario que cada rincón espacial y cada grupo humano se encuentre representado en el Consejo y, a su vez, reciba su atención y dedicación. En este servicio, el COPAPAS buscará 13


hacer de nexo y de puente: llevando al Consejo las necesidades de la porción de la parroquia que él mismo representa y devolviendo a su espacio parroquial lo reflexionado y decidido en el Consejo. ¿Qué es el COPAPAS y para qué sirve? -Es un grupo de personas (laicos, catequistas, animadores, hermanas, sacerdote), bajo la luz del Espíritu Santo, y en comunión profunda, que tiene la misión de conducir y decidir comunitariamente el rumbo de la Parroquia -¿Cómo lo hacen? Mirando la parroquia como una gran familia, pensando juntos cómo vivir mejor la fe en nuestra extensión parroquial. Es una mirada pastoral, es decir, al estilo de Jesús Buen Pastor, que anhela lo mejor para sus ovejas. Buscan y sueñan lo mejor para todas las comunidades y grupos, para que estén más unidos entre sí y menos separados. Su lema es: un oído en el pueblo y el otro en el Evangelio, ya que se trata de estar atento a lo que Dios quiere de nosotros como parroquia y a lo que necesita nuestra parroquia y sus comunidades en este momento histórico. Sus miembros rezan juntos para descubrir qué nos quiere decir Dios en su Palabra y cómo podemos ser fieles a lo que descubrimos. -Está integrado, al menos, por un representante de cada zona pastoral y/o grupo parroquial. Cada miembro llevará al Consejo las necesidades y realidades de su propia zona y, desde el Consejo, llevará las propuestas parroquiales a su propia zona pastoral. Cada miembro está unos años en esta misión, no es aconsejable variar de persona. Busca animar su propia zona, que debe conocer y recorrer. Trata de llegar a las comunidades de su zona que están más bajoneadas, a sus animadores y catequistas, para alentarlos en la misión. Intenta que cada comunidad tenga una mirada más amplia de toda la parroquia, y que la parroquia tenga una mirada más amplia de toda la diócesis de Añatuya y de sus distintas parroquias. -Se buscará respetar y promocionar lo propio y específico de cada realidad parroquial y, a su vez, de favorecer una identidad común, desde las diferencias de cada área o zona pastoral. 14


5. ¿QUÉ NO ES EL COPAPAS? a) Un grupo cerrado y aislado: a veces puede pasar que la soberbia gane el corazón de los miembros del Consejo y los sitúe en otro nivel, haciendo sentir a los demás que ellos son especiales, superiores o con mayor poder. Se trata más bien de un espacio de servicio y de planificación, más que de poder y de exhibición. b) Un consejo personal del párroco: sólo se reúnen cuando el párroco los convoca. Él mismo determina los temas a abordar y se limita a consultarlos sobre algún tema en particular. Todo gira en torno a su persona y a sus preocupaciones. c) Un grupo de amigos del párroco: todos opinan igual que el sacerdote y nadie lo contradice. Se rodea de los que le caen mejor y de los que acarician sus oídos, según el decir de Francisco en EG 31. d) Una pantalla para la vidriera: el Consejo se ha formado sólo por obediencia al obispo, pero en la realidad no posee ninguna ingerencia en la pastoral parroquial. e) Un grupo de amigos: su razón de ser no es la parroquia, ni la pastoral, sino que esta estructura es una excusa para verse, compartir un asado, conversar de la vida. f) Un órgano solamente ejecutor: se reúnen sólo para distribuir tareas y realizar acciones. Lo suelen hacer para antes de las fiestas patronales, de Semana Santa y de Navidad. Nunca hay un espacio de reflexión, de discernimiento, de planificación, ni de pensar juntos el rumbo de la parroquia. Siempre lo inmediato, urgente y práctico, les consume toda la reunión. g) Un grupo sólo de reflexión: que puede tener tres variantes. La primera sería la espiritualista que se asemeja más a un grupo de oración que a un Consejo Pastoral. La segunda sería la diagnóstica, que consiste en el continuo ejercicio de mirar, ver, juzgar, evaluar, pero nunca pasa a la acción. La tercera sería la planificadora, cuyo acento radica en la elaboración de prolijos planes pastorales, rigurosos en sus métodos, pero 15


nunca llevados a la práctica. h) Un campo de batalla: se trata de aquellos que buscan hacer valer su opinión sobre la del resto, o hacer prevalecer su grupo por sobre los otros. Su pecado es la miopía pastoral, que los hace centrar su misión en una pequeña porción parroquial, descuidando el pastoreo del resto de los habitantes de aquella zona. 6. SU METODOLOGÍA: EL DISCERNIMIENTO COMUNITARIO Para que el Consejo Pastoral de la Parroquia pueda cumplir bien con su misión, necesitará atenerse a una cierta estructura, método y disciplina. A) ALGUNAS SUGERENCIAS BÁSICAS: -Representatividad: que todos los espacios, áreas y zonas parroquiales estén representados. -Unidad en la diversidad: busca respetar y valorar el modo propio de cada área pastoral y zona parroquial y, a su vez, busca una identidad común y mutua pertenencia de todos los espacios pastorales a toda la comunidad en cuanto tal. Se trata de evitar las tentaciones más frecuentes: la de ser islas incomunicadas que compiten entre sí o que son indiferentes, o la de ser un todo amorfo y uniforme que borra las particularidades y diferencias. -Regularidad: cada parroquia dispondrá la periodicidad de los encuentros, de acuerdo a su realidad. Conviene no espaciarlos demasiado, para poder hacer un proceso pastoral adecuado, y no multiplicar reuniones innecesarias para no cansar a sus miembros. -Respetar los tiempos de cada reunión: comenzar a horario y terminar de acuerdo a lo establecido. Es importante ser conscientes de que no podemos abordar todos los temas, ni agotarlos en una sola reunión. Para ello, se hace imperioso: a) Determinar un orden del día: de cada reunión con los temas a tratar. b) Establecer un moderador de la reunión: quien llevará los tiempos, los puntos a tratar y buscará la participación de todos, poniendo límites a los que suelen llevar la voz cantante y animando a los que no hablan tanto. Este rol puede ser rotativo en cada encuentro. 16


-Comenzar con un momento importante de oración: donde no debe faltar la invocación al Espíritu Santo, ni la meditación de algún texto bíblico que tenga que ver con los temas del día. -Optimizar el tiempo de las reuniones, dejando algún material y tarea para realizar hasta el siguiente encuentro: a través de una lectura y de alguna pequeña tarea a realizar, vamos enriqueciendo la calidad de los encuentros y estando todos en una misma sintonía. -Tener durante el año alguna jornada un poco más prolongada, con momentos fuertes de oración y compartir fraterno: estos espacios son fundamentales para lograr una mayor comunión entre los miembros y una mayor profundidad espiritual y pastoral. -Volcar lo charlado en acciones concretas: sobre todo para evitar el irnos por las nubes y crecer en la consciencia del valor e importancia de este espacio de discernimiento. -Ir delineando un modo particular de ser Consejo, de acuerdo a la idiosincrasia de la Parroquia: no es lo mismo un COPAPAS de una parroquia urbana, que el de una rural, o de una que posea ambas realidades. Cada una irá encontrando su modo específico. -Procurar el cuidado de cada miembro del COPAPAS: evitando el descuido, la “explotación pastoral”, reconociendo que sus vidas van más allá de su misión pastoral (familia, trabajo, otras responsabilidades). -No perder de vista el todo de la parroquia, a pesar de abordar algunos detalles: para ello es bueno no encerrarse en lo estrictamente funcional o pastoral, sin contemplar también la realidad social, cultural y política de la Parroquia. Para ello, resulta muy conveniente: -Contar con la participación de algunos laicos “comunes” para no perder este contacto con la comunidad general: enriquece mucho la mirada de algunas personas que sólo participan de las celebraciones, sin pertenecer a ningún grupo parroquial, como así también de personas sencillas y “comunes” que, incluso, no sean habitués de la comunidad, pero que viven en el lugar y tienen una aguda percepción de las necesidades locales, intuyendo mejor y desde afuera, el rol de la Parroquia en ese lugar. 17


B) ¿QUE ES EL DISCERNIMIENTO?: Es percibir distinguiendo, bajo la luz de la fe. El objeto es una experiencia, no las ideas o pensamientos, sino algo que sucede en nuestro interior y en la vida de la comunidad: el movimiento ocasionado por el buen o el mal espíritu. El proceso irá desde la experiencia, la fe que lee esa experiencia, el juicio (esto es de Dios o es tentación) y por último (el paso más difícil): la decisión. Si viene de Dios, lo sigo, si viene del mal espíritu: lo lanzo y lo deshecho. C) EL DISCERNIMIENTO COMUNITARIO: Se trata de un grupo de personas unidas por un vínculo particular, que tienen que tomar opciones, en su modo de vivir, la fe y comprometerse con la Iglesia y la sociedad. Consiste en un acto de abandono, de escucha y de confianza en un Dios Providente que acompaña y guía nuestra historia. Para ello: -Cada miembro debe haber tenido la experiencia del discernimiento personal. -Todos deben tener la certeza de que Dios nos habla y nos guía, de que Él se interesa por nuestro destino y desea ser el protagonista de “nuestra” misión. El grupo debe abrirse al Espíritu Santo, esto requiere la purificación del corazón y de las intenciones y una profunda conversión a Cristo y su Evangelio. -Sin un camino serio de fe y de oración personal, se hace imposible. Habrá intercambio de opiniones, juicios razonables y lógicos, pero no discernimiento. D) LA ESPIRITUALIDAD DEL DISCERNIMIENTO: a) Ser la luz y la voz de Dios en el mundo y para el mundo: Dios que nos ha dado una misión, sabe mejor que nosotros lo que nos hace falta y lo que los demás necesitan de nosotros. Es Él quien debe iluminarnos y guiarnos, no sólo en lo que concierne a nuestro camino espiritual individual, sino también para transformar la historia. b) Una mirada pastoral y espiritual sobre la realidad: Más allá de la gran ayuda de las ciencias humanas (psicología, sociología, etc.), nuestro modo de mirar nace de la fe empapada del amor. Esto nos lleva a orar con la cultura local donde vivimos y con los hechos que están sucediendo, para reconocer los signos de los tiempos, las semillas que está sembrando el Espíritu, los llamados de Dios y su designio en esta situación histórica. c) Con una gran plasticidad y disponibilidad: para cambiar los propios planes y esquemas y para adaptarse a lo que los demás necesitan. Existe 18


el riesgo de partir de uno mismo, exigiéndole a la realidad que se adapte a nuestros propios criterios y esquemas. Se trata de una profunda actitud espiritual para dejarse transformar por el Dios de la Vida. d) Con una gran paciencia y humildad: muchas veces no sabremos qué hacer, porque la situación que debemos afrontar es difícil y compleja. No siempre se encontrará una rápida respuesta a una problemática urgente. Se volverá necesario, en medio de la tarea, agudizar nuestro oído interior para escuchar lo que el Señor nos está pidiendo. e) Ver en cada situación una llamada de Dios, un nuevo desafío: que nos propone para desinstalarnos, seguir buscando, sin aferrarnos a nuestras seguridades humanas para confiar más en Él y en su gracia. f) Una ocasión privilegiada para salir más de nosotros mismos hacia el prójimo: en el discernimiento se pone en juego la comunión fraterna, tanto con los propios compañeros de misión, para aprender de su punto de vista, como de nuestro propio pueblo a quien queremos servir mejor. Nuestra sensibilidad se dilata para reconocer y descubrir la sugerencia del Espíritu en la opinión del prójimo, o el grito del Crucificado en nuestros hermanos más sufrientes. Salir es escuchar y también participar, intervenir, involucrarme, darme a conocer, jugarme, arriesgarme. No podemos privar al otro de los dones que Dios nos dio. E) DINÁMICA DE UNA ELECCIÓN COMUNITARIA 1. Precisar el objeto de la elección: ¿qué vamos a elegir? y el ¿para qué elegimos? 2. Comenzar con un tiempo de oración personal, donde: a. Reconocemos delante de Dios nuestros obstáculos (prejuicios, emociones negativas, durezas, cerrazón, autosuficiencia, razonamientos humanos, soberbia, miedos), para dejarnos sanar. b. Pedimos luz para las mociones interiores sobre el tema que nos ocupa, con la mirada y el corazón de Jesús Buen Pastor, capaz de compadecerse afectivamente y efectivamente. c. Consideramos las ventajas y desventajas, sólo con vistas al fin, del objeto de elección. Y ponemos en una balanza los pros y los contras. 3. Escucha respetuosa y atenta de lo que cada uno ha experimentado en la oración, sin interrumpir, discutir o juzgar su experiencia. 19


4. Es conveniente destinar otro tiempo de oración personal para juzgar en la fe las opiniones escuchadas, desechando lo que interfiera en esta valoración. 5. Considerar con humildad y realismo si estamos en condiciones de continuar, o si es mejor dejar decantar las distintas mociones, antes de deliberar y de decidir. Evitar la tentación de la prisa y la ansiedad. Que este decantar no sea una sutil forma de dilatar. Cuando hay una maduración suficiente del tema, se pasa a la fase deliberativa. 6. Se comparten serenamente las resonancias de lo dialogado. Se prestará atención a lo que más fue apareciendo. Se atenderá la voz de los más sabios, de los más humildes y sencillos, de aquellos que no siempre son la voz dominante. Y entre todos nos dejamos llevar dócilmente por la dinámica del Espíritu. 7. El momento que antecede a la decisión suele ser un punto de inflexión delicado. A veces, el cansancio, los conflictos preexistentes, algún comentario de más, una pasión encendida, pueden llegar a enturbiar este momento. Suele ser un espacio privilegiado del “coludo”, para meter cizaña, por ello, será importante distender, relajar, pasar a cuarto intermedio. Será muy necesario no perder de vista el fin principal de este espacio: responder mejor a Dios y a su pueblo y no una lucha de poder. 8. Por último, sigue la confirmación de la decisión tomada. El Espíritu Santo infunde (individual y comunitariamente) un aumento de fe, esperanza y caridad. La decisión tomada libera nuevas energías apostólicas, da un sentido más vivo de la Iglesia y un mayor entusiasmo misionero, confirmando la común elección. F) SUGERENCIAS PRÁCTICAS PARA EL DISCERNIMIENTO Algunas tentaciones a rechazar:  Compartir información de manera desigual, engañosa o inconsistente.  Tomar decisiones fuera de la reunión; formular estrategias para que un subgrupo intente poner su agenda en primer lugar. 20


 Debatir entre pocos, haciendo que el grupo pase de participantes activos a audiencia pasiva.  Identificar ideas con personas (el rechazo de una opinión no es rechazo de una persona).  No involucrarme por distintas razones: no vale la pena, nadie me escucha, no tengo nada valioso para aportar, da lo mismo ya que luego haré lo que a mí me parezca, no me van a entender, si digo lo que pienso algunos se van a ofender o sentir traicionados…  No asumir como cuerpo la decisión tomada (por no ser la propia o no estar de acuerdo). Desligarme de la decisión y no manifestarla como expresión de un cuerpo, sino de algunos miembros.  Consentir con: actitudes agresivas, murmuración; campañas o candidaturas; desánimo; falta de comunicación; pensamiento dominante; evasión; espiritualismo; creernos autónomos para interpretar la voluntad de Dios; buscar certezas y seguridad; decidir de acuerdo a heridas o conflictos interiores, deseos, apegos, miedos o afectos desordenados, prejuicios o conflictos personales, envidias, celos. Actitudes a fomentar: -Hacer que toda la información necesaria esté a disposición de todos. -Asegurarse de que todas las voces tengan igual oportunidad de hablar, sin que nadie domine, ni se quede callado. -Llevar un ritmo contemplativo con tiempos para compartir y rezar. -Asegurarse que las decisiones importantes se lleven a cabo dentro de los parámetros del encuentro, en presencia de todos. -Respetar las pautas de confidencialidad establecidas, apoyando de corazón y con todos, la decisión tomada. -Purificarse previamente de las emociones negativas que bloquean las relaciones e impiden la escucha atenta y humilde. -Aceptar que los demás nos cuestionen, sin apegarnos tanto a los propios puntos de vista y convicciones. Renunciar a la autosuficiencia y pretensión de tener siempre la razón, reconociendo la voluntad de Dios, expresada en la mediación de los hermanos. 21


-Que el grupo no se sienta encerrado en sĂ­ mismo, sino parte integrante de un pueblo, comunidad, diĂłcesis y de la Iglesia entera.

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