Egipto
y Oriente Próximo Allāh, Yahveh, Dios: en Busca de la Verdad
Proyecto de viaje 2010
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Ruta de Viaje
1. Estambul 2. Safranbolu 3.Pamukkale 4. Gorëme 5. Lago Tuz 6. Ani 7. Antioquía 8. Crac de los Caballeros 9. Aleppo 10. Damasco 11. Beitut - Jerusalén 12. Petra 13. Sinaí - Monasterio de Santa Catalina 14. El Cairo 15. Luxor - Karnak 16. Abu Simbel 17. Siwa 18. Alejandría
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Turqu铆
Primer pilar: Adi贸s, Occide
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Estambul
Si el viajero da un vespertino paseo por Estambul, podrá admirar los mejores ejemplos de arquitectura y arte bizantino del mundo, sumergirse en la mística del serrallo y perderse por el laberíntico Gran bazar, un ajetreado mercado que abastecía antiguas rutas comerciales. Estambul es, sobre todo, el exquisito legado del Imperio Otomano, manifestado en mezquitas, hamams, palacios y fuentes... Si se escarba un poco, se encontrará una ciudad de inmensa disparidad; una repleta y desperdigada metrópolis de 10 millones de habitantes que se enfrenta a las crecientes tensiones que surgen entre ricos y
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pobres, entre los que miran a Oriente y los que miran a Occidente; una ciudad que se deshilacha por las costuras mientras trata de asimilar el constante flujo de inmigrantes de Anatolia y de, incluso, más allá. La vida de algarabía que llevan los más adinerados y europeístas a orillas del Bósforo, no podría ser más diferente de la del resto, cuyas casas están en suburbios de hormigón lejos de la costa e inmersos en esa gran red que es el área metropolitana de Estambul. Para éstos, las joyas de Estambul quedan olvidadas durante la semana laboral y sólo las disfrutan los domingos.
Si de alguna manera se puede definir Estambul es como la gran puerta entre dos mundos completamente distintos. Oriente y Occidente vienen a darse un gran y profundo abrazo en esta ciudad, cuya energía y tensiones la hacen una de las más vitales y seductoras de este planeta; un planeta que Estambul nos enseña que hemos de aprender a compartir. No hay otra urbe como ésta. “Estambul situada sobre dos continentes es la joya más hermosa, el más bello adorno de la patria turca, es la luz de sus ojos y ella vive en el corazón de cada uno de nuestros conciudadanos“. Atatürk “Si uno dispusiera tan sólo de una oportunidad para ver el mundo, debería contemplar Estambul” . M.A. Lamartine
Historia En el año 65 a.C., Byzas consultó con el oráculo de Delfos dónde establecer una nueva colonia para la ciudad griega de Megara. La crítica respuesta del oráculo fue: “frente a los cielos”. Mientras navegaban pos las aguas del Bósforo, Byzas divisó el extraordinario puerto natural del Cuerno de Oro. Justo en frente, en la orilla opuesta, había una pequeña colonia de Calcedonia, en la que es hoy la parte asiática de Estambul. “Esa gente debe de estar ciega” -pensaron. Y se establecieron en la orilla contraria, emplazamiento al que bautizaron con el nombre de Bizancio. Muy pronto caería en las manos del Imperio Romano... En el año 324, consecuencia de la victoria del emperador Constantino, la ciudad fue declarada como la nueva Roma, y diseñada como una vasta urbe, que habría de ser capital de su imperio. Fruto e este periodo es la hermosísima Santa Sofía, además de otros múltiples proyectos arquitectónicos, de los que quedan múltiples vestigios. Cuando el sultán otomano Mehmet II subió al poder en 1451 dejó inmediatamente su anterior capital para conquistar la capital bizantina. La toma de la ciudad se prolongó por espacio de dos años, muestra evidente de la gran importancia estratégica que tiene. Bajo el dominio otomano, Estambul adquiere la mayoría de rasgos que el viajero hoy puede contemplar, fruto de una fiebre constructora de la que fueron presa los sucesivos sultanes que ocuparan la más preciada joya de su imperio: Estambul. A continuación, analizaremos los principales vestigios históricos que se pueden contemplar en el Estambul de hoy.
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Santa Sofía
Santa Sofía, Santa Sophia, Hagia Sofia o Iglesia de la Divina Sabiduría....
Aya Sofya es el monumento más célebre de Estambul. Construida por el emperador Justiniano como parte de su intento por recuperrar la grandeza del Imperio Romano en decadencia. Fue fundada en el año 537 y no dejaría de ser la iglesia más importante de la Cristiandad hasta el año 1453, en el que fue convertida en mezquita. Sin ningún género de duda, es uno de los edificios más asombrosos del mundo. Con más de 1500 años de historia, hoy en día el que penetra en su interior, sobrecogido, exclama lo mismo que Justiniano cuando la vio por primera vez finalizada: “Alabado sea Dios por haberme considerado digno de tal obra. ¡Oh, Salomón, te he superado!”. Y es que no en vano su techo abovedado elevándose hacia los cielos es de una tan sublime belleza que es perfectamente posible quedarse sin habla. En 1935, Atatürk, fundador de la República Laica de turquía, primer régimen laico del mundo árabe musulmán, transformó la Santa Sofía en un museo consagrado a la Humanidad. La experiencia de visitarla nos enseña que, con independencia a la confesión que se practique, todo el mundo, sea cristiano, sea musulmán, sea judío, o de cualquier otra de las decenas de subdivisiones religiosas que sectarizan estas grandes confesiones monoteístas, es posible apreciar la sublimidad que reside en la incalculable belleza de un altar a la Humanidad como es la Agya Sofia. Penetrar bajo sus bóvedas, un segundo cielo, y comprobar que el nombre de Allāh, de Dios, de Yahveh, está en todas las piedras, en todos los gestos y en todos los labios que susurran mil y una oraciones por u mundo más justo, que Estambul nos enseña que es posible.
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Mezquita azul El sultán Ahmed I, mediante la mezquita que hoy día lleva su mismo nombre, se propuso, acariciando un sueño digno del más grande de los delirios de grandeza, que rivalizara, e incluso, de ser posible, superara en grandeza y belleza con la cercana Santa Sofía. Su arquitecto se las ingenió para lograr un impacto exterior a la altura del interior que es la joya de su rival. Hoy en día se la conoce como la Mezquita Azul, por el tono del que están impregnados los azulejos que decoran su interior. Fruto de la gran megalomanía de la que era presa el sultán, la mezquita fue dotada con seis alminares, número que sólo puede decorar a la gran mezquita de la Meca, y que constituyó un gran motivo de censura dentro del seno de la religión del Profeta. En el siglo XXI se suele contemplar el Islam como una religión absolutamente monolítica: sin cismas, sin divisiones, sin Concilios de Trento, sin Luteros, etc. Sin embargo, el hecho de que el sultán Ahmed I decidiera dotar a su fabulosa mezquita, que es indudablemente un patrimonio de la humanidad, de un total de seis alminares, desafiándo a las grandes autoridades del mundo islámico, demuestra hasta que punto el Islam no es tan homogéneo como solemos pensar. Por otro lado, aunque muy posiblemente, el viajero cristiano no llegue a comprender del todo lo que sucede en el interior de cualquier mezquita, el sentarse en cualquier esquina de cualquier alfombra de cualquier templo, invita a pensar en que, de algún modo, cuando algún ser humano mira al cielo y da gracias a Dios, no importa si lo llama Yahveh, si lo llama Allāh. Más aún, la paz y la tranquilidad que transpiran las mezquitas por cada uno de sus poros -porque sí, tienen poros- sugiere el pensamiento de que los musulmanes, en comparación con los cristianos, viven la religión desde un punto de vista mucho más sincero y profundo para con ellos mismos. Entrar en la mezquita del sultán Ahmed I y dar gracias a Dios por su belleza es verse desnudo de prejuicios, por que una belleza tan sublime no necesita el adorno de algo tan infame.
Cisterna Basílica Sumergida Cuando los emperadores bizantinos construían algo, lo construían bien. Se utilizaba como depósito de agua para abastecer al gran palacio y a los edificios colindantes. Finalmente cerrada, parece que fue olvidada por las autoridades hasta tiempos anteriores a la conquista, pero un buen día, allá por 1545, un erudito entró en escena. Cuando los lugareños le comentaron que podía obtener agua “milagrosamente” al subergir cubos en sus sótanos, e incluso pescar, el erudito se dedicó a eplorar la vecindad, hasta encontrar una casa a través de cuyo sótano se podía acceder a la Cisterna. Mide 65 metros de ancho, 143 de largo y su techo abovedado se apoya entre 336 dispuestas en 12 hileras. En su día, llegó a contener 80.000 metros cúbicos de agua -3 piscinas- que luego se distribuía. Entrar en la Basílica Sumergida es asumir una concepción diferente de lo que puede llegar a ser un lugar sagrado. Si a lo largo de todos los tiempos y todos los lugares los hombres se han esforzado por erigir las más fantásticas construcciones por amor a sus dioses, encumbrándose con ellas, la historia de este, por largo tiempo olvidado, místico lugar demuestra hasta qué punto el sacrosanto aire que consideramos exclusivo de un templo consagrado puede encontrarse en lugares tan insospechados como la Cisterna de Justiniano. La religión no se vive entre cuatro paredes mal puestas, sino que también se puede respirar a 30 metros bajo tierra sobre plataformas elevadas de madera, sintiéndo cómo gotas verdosas que destila un techo abovedado digno de la Gorgona, te moja la cocorota. La iluminación contribuye acrear un ambiente especial, y tomar un pequeño café sentado en una absulutamente hiperrealista atmófera es como estar en paz con Dios.
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Gran Bazar El corazón de Estambul no es el mármol del Parlamento nacional, sino los desgastados, agrietados adoquines del laberíntico, caótico y llamativo Gran Bazar. Con más de 4.000 tiendas y callejuelas, el bazar es todo un mundo cubierto. En su interior, el viajero puede descubrir qeu cuando algo les interesa, los hombres pueden trabajar juntos, pero también en la más feroz de las competencias. Entre sus paredes, uno puede descubrir bancos, comisarías, restaurantes y talleres... Asegurándose de que se está de buen humor, con energías y listo para intercambiar amables compentarios con los cientos de comerciantes que intentarán atraerle hacia sus establecimientos, uno puede aventurarse en su interior para afrontar una actividad milenaria, que en Estambul tiene su apoteósica cuna: el regateo. Enzarzado en lo más caliente de la disputa, dispuesto a defender con uñas y dientes cada céntimo de lira turca que el comerciante intenta arrebatarle, la experiencia vital de regatear en el Gran Bazar se ve interrumpida por una grandísima lección. Y es que, si hay algo que importe más que el dinero en el corazón de Estambul, es Allāh. Son sueños. Son oraciones. Son susurros que se elevan de un hombrecito, que si antes parecía demostrar que no había cosa más preciada para él que el tintineo de un par de liras y, de pie, erguido, con su mejor facha, no dejaba de confirmarlo, ahora, segundos después de que el almuecín llamase a la oración en el interior del Gran Bazar, se encuentra arrodillado frente a nosotros sobre su alfombra hecha jirones. Humilde. Anhelante. No hay cosa que le preocupe. Allāh es el más grande. Todo sea por Allāh. Salaam aleikhum, forastero. ¿Qué haces con esa cara de estúpido intentando arañar un par de míseras liras? ¿Acaso no hay algo más importante? Bienvenido al Gran Bazar. Bienvenido a Estambul.
Puente sobre el Bósforo 1074 metros, 1074 metros. Un kilómetro y 74 metros separan la orilla europea de Estambul de su orilla asiática. Una ridícula distancia que separa a dos titanes como son Europa y Asia. Si en todos los lugares sólo se encuentran para hacer saltar chispas, en Estambul se dan de la mano para hacer volar por los aires todos los prejuicios. En un abrazo que no tiene más límite que dos liras turcas (el peaje que cuesta pasar el puente) o 4,5 euros, el cristianotranspasa las fronteras del mundo de Dios para sumirse en el mundo de Allāh; mientras que el musulmán, de rezar por Allāh, pasa a rezar por Dios. Y si el viajero está esperando que un grandísimo cartel con luces de neón le advierta en el reino de los cielos, nada más lejos de la realidad: a Europa y a Asia no las separa más que un sincero “Welcome”.
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Capadocia Aquellos trogloditas seguramente ya sabían lo que se hacían cuando decidieron dejar de dar vueltas e instalarse en Capadocia. Se establecieron en medio de un paisaje lunar en pleno corazón de la actual Turquía, excavando sus hogares e iglesias en promontorios de piedra y crearon sus ciudades subterráneas. La grandísima lección que nos ofrecieron estos seres primitivos es que el ser humano, como producto de la naturaleza, puede, sin perecer en el intento, integrarse en ella con sencillez sin necesidad de imponerse. Fruto de este activismo primitivo, es el fabuloso paisaje ilusorio, con sus numerosas iglesias ancestrales... Capadocia en esencia, fuera de los frenéticos trasiegos de la lejana capital, aún conserva su propio ritmo vital, permitiendo que cada cual la disfrute a su ritmo. Los trogloditas, con su infatigable esfuerzo, demostraron que para hacer una ofrenda a Dios en forma de templo, no es necesario utilizar los materiales más preciosos (los azulejos azules de la mezquita del sultán Ahmed I), sino que basta con que se ofrezca lo más valioso que hay en el interior de cada hombre, que es su propio corazón, su propia voluntad y sus propios sueños, y esto lo sabe un cristiano, un judío y un musulmán. Hace algo así como 4.000 años, las gentes de Capadocia vivían en tiempos de paz en el exterior, pero cuando se sentían amenazadas por los invasores, se escondían durante seis meses en el interior de sus viviendas trogloditas. Pocas experiencias resultan tan fascinantes y misteriosas como descubrir las ciudades subterráneas en las que dichas viviendas se convirtieron. Entrar en una de éstas ciudades es como hacerlo en un enorme queso suizo repleto de agujeros, ventanas, caminos que engañan con sus vaivenes y por todas partes, el viajero encuentra vestigios de la inaudita vida que aquellas gentes llevaban, hasta ocho pisos bajo tierra. Allí, al abrigo de la vida familiar, del amor fraterno, del amor hacia el prójimo en definitiva, intentaban proteger todo lo que tenían frente a la avaricia del que siempre quería más. De todos los enclaves que se cuentan diseminados por la Capadocia, Göreme es el más mágico de todo. Esta pequeña aldea se emplaza entre altas chimeneas de hadas y majestuosos panales de piedra, en cuyo derredor se despliega el espléndido telón de fondo de los valles de la Rosa, la Miel y la Paloma. Göreme es una de las joyas intactas de Turquía, y en ella, la vida rural coexiste pacíficamente junto a una próspera industria turística. Cualquier cosa que podamos decir sobre Göreme no le hará, en definitiva, justicia. Lo que sí es seguro es que el visitante será recibido en este lugar con una calidad extraordinaria. El museo al aire libre de Göreme, considerado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, es un amasijo de iglesias, capillas y monasterios bizantinos escavados en la roca, de visita obligada. Irguiéndose hasta lo imposible, las chimenes de hada de Capadocia se diría que rozan el cielo, desafiando la ira de Dios.
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Pamuk
L
a región que rodea Pamukkale y Denizly es el corazón de los balnearios de Turquía, pues alberga no menos de 17 manantiales de aguas termales con temperaturas que oscilan entre los 36 y los 100ºC.
Pamukkale es uno de los destinos turísticos más notables de la Anatolia occidental. Los romanos fueron los primeros en reconocer la belleza de la zona, por lo que con su extraordinario sentido de la apreciación táctica, contruyeron en el lugar una grandísima ciudad-balneario, pues es eso lo que es Pamukkale. El calcio no es solo bueno para los huesos, al menos así lo creen los incondicionales del pueblo-balneario de Pamukkale, que también hace mravillas con músculos y tendones. Pamukkale en turco significa “Castillo de algodón”, y se ha ganado a lo largo de los siglos una sólida reputación por las propiedades curativas de sus aguas curativas ricas en calcio. Como una cicatriz blanca en la roca negra, las repisas, piscinas y estalactitas de travertino coronan el risco que se eleva en la ciudad del mismo nombre, fueron creadas por el agua mineral cálida, propia de la zona, que a medida que caía en cascada por el peñasco, se enfriaba e iba depositando el calcio que contenía. Es un paisaje muy curioso y distinto al de cualquier otro lugar de Turquía, por lo que se ha hecho merecedor de ser incluído en la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO.
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ukkale
Hierápolis Las ruinas de esta antigua ciudad romana, asentada sobre las balsas de travertino de Pamukkale, evocan de forma magistral cómo era la vida en los primeros siglos de la era cristiana. Fue aquí donde la mezcla de elementos paganos, romanos, judíos y cristianos, evolucionaron tempranamente hasta convertirse en un todo con rasgos claramente anatolios. Fundada al rededor del 190 a.C por el rey de Pérgamo, Hierápolis fue un centro curativo que rápidamente prosperó en manos de los Romanos, y aún más en la de Bizantino. Sin embargo, debido a los frecuentes terremotos que devastaban la ciudad, sus habitantes la abandonaron en 1334. El centro de Hierápolis era una piscina sagrada, cuya temperatura es de 36ªC. En la zona, había un oráculo atendido por sacerdotes eunucos. Estaba situado en un cercano manantial llamado Plutonium, el dios del infierno. Despedía vapores tóxicos para todos salvo para los sacerdotes, que demostraban su poder al lanzar pequeños animales que morían de inmediato. Si uno escucha atentamente, puede oír cómo buye el gas en las aguas subterráneas. Es, en verdad, mortal. El espectacular teatro romano, con capacidad para 12.000 expectadores, fue construido en el año 300 d.C. Es reseñable también la espectacular necrópolis situada a las afueras de la ciudad, que se extiende por varios kilómetros al norte por la vía Decumana.
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Nemrut Dagi
El Nemrut Dagi Milli Parki (Parque Nacional del Monte Nemrut) quizás sesa el punto más atractivo de toda la Turquía oriental. y con toda la razón. Las enimáticas estatuas, que se ierguen sobre su cumbre, se han convertido en un símbolo del país. El espectacular paisaje, los puntos de interés histórico y ese innegable álito de misterio y locura que emana, hacen imprescindible una visita para comprender una fundamental parte de la historia, cultura y tradición turcas. Más aún cuando son pocos los extranjeros que se aventuran hasta un punto tan oriental. El hechizante pico de Nemrut Dagi se eleva hasta los 2150 m. de altura, en la cordillera de los Antitaurus. La cima fue erigida por un megalómano rey local anterior a los romanos, que cortó dos terrazas en la roca, las llenó con colosales estatuas de sí mismo y de los dioses (sus parientes, según él) y luego ordenó que se apilara entre ellas una montaña artificial de piedras de 50. de altura. Supuestamente su tumba puede encontrarse bajo las toneladas de roca. Nadie supo nada de este lugar hasta 1881, cuando un ingeniero alemán, contratado por los otomanos para evaluar posibles rutas de transporte, se quedó impresionado al toparse con las estatuas que cubren esta remota cima. Sin embargo, las excavaciones arqueológicas no comenzaron hasta 1953, de la mano de la Escuela Americana de Investigaciones Orientales.Los terremotos han decapitado a casi todas las estatuas, y hoy día muchos de los enormes cuerpos se hayan en hileras, sentados en silencio, con las cabezas de dos metros de altura mirando desde el suelo. Pasar la noche en la montaña de Nemrut Dagi es pasar la noche bajo el cielo de Turquía. Un cielo estrellado que es el mismo que cubre lugares tan distantes para el viajero, pero tan cercanos en su corazón, como su casa, España. Un país éste, en el que sentimos que el cielo turco en nada se parece al cielo español. Que necios y equivocados estamos.
Muerte a los prejuicios.
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Safranbolu Cada localidad turca posee sus propias antiguas casas otomanas, pero Safranbolu, según se puede comprobar en la página web de su Ayuntamiento, se encuentra plenamente comprometida con el nuevo movimiento prorrestauración. Esto la hace única, pues se ha conservado prácticamente toda la antigua ciudad otomana, y ha sido rehabilitada con una maestría tal que le ha valido el nombramiento como Patrimonio de la Humanidad. Sin duda alguna, es el mayor exponente de la Turquía histórica que se puede contemplar actualmente. Nuestro modo de ver no se puede entender. La situación actual de la República Laica fundada por Ataturk, que es Turquía, sin el vastísimo antecedente histórico que supuso el Imperio Otomano, y que de alguna manera ha forjado su actual carácter sociopolítico y económico. Aunque puede que haya adquirido un carácter singular como destino turístico nacional, y puede que haya sido causa del desvirtuamiento de su esencia, consideramos que por el valor patrimonial de sus edificios, y por lo increíble de su enclave, es precisa una visita para volver a los orígenes de la Turquía actual.
Monte Ararat Abandonamos las rutas turísticas más trilladas y transitadas para dirigirnos hacia la frontera con Armenia. El Monte Ararat ha aparecido en las leyendas desde el principio de los tiempos como el lugar donde se posó el Arca de Noé. Tiene una altitud de 5.137 m. y se alza majestuosamente sobre el horizonte. Aunque hasta hace poco tiempo ascender al Monte Ararat era absolutamente imposible debido a razones de seguridad fronterizas, Este fantástico techo del mundo vuelve a estar abierto a su ascenso. Algunos trámites burocráticos engorrosos, como pedir un permiso y llevar escolta militar, son necesarios. Ascender el Monte Ararat es una experiencia fantástica. Las vistas y los paisajes que ofrece son magníficos, y es preciso continuar con crampones más allá de los 4800 metros, incluso en verano. No nos proponemos, ni mucho menos, llegar hasta la cima del Monte Ararat, para lo que sin duda se precisa de una preparación suficiente, pero al menos sí atravesar su ladera en busca de la esencia de Turquía, que muchos otros lugares han perdido. A nuestro modo de ver, en los alrededores del Monte Ararat, es posible encontrar un modo de vivir y de comprender la vida en sociedad que, con cada año que pasa, se aleja aún más de nuestra comprensión occidental del mundo, y que por ello, corre el peligro de merecer, por supuesto injustamente, nuestro desprecio.
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Siri
ia y LĂbano
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Segundo pilar: AllÄ h es Dios
Proyecto de viaje 2010 El sucesivo desarrollo y decandencia de civilizaciones en Siria y en Líbano -y de hecho en todo el levante mediterráneo, incluidos Jordania, Israel y Territorios Palestinos- ha contribuido a la creación de una región tan diversa como venerable, y tan inestables como aguerrida. Sus ciudades, con preciosas ruinas antiguas y zocos medievales, donde resuena el incesante parloteo de los vendedores, buyen de día y de noche; las mezquitas y las iglesias son tan sublimes que despiertan el fervor entre los fieles de todas las confesiones religiosas; y todo ello sin mencionar las montañas cubiertas de bosques de cedros y pinos, las luminosas bahías mediterráneas y los cegadores paisajes lunares del desierto.
Historia La zona que actualmene ocupan Siria y el Líbano se considera cuna de la Civilización. Los primeros asentamientos de las cosatas del Líbano se remontan hacia el año 10.000 a.C. Los yacimientos arqueológicos de Ugarit y de Mari, en la costa mediterránea y el río Éufrates respectivamente, demuestran la existencia de asentamientos evolucionados desde muy temprano. Hacia el 2.500 a.C. la costa fue colonizada por un grupo semítico, los fenicios, que fundaron en ella varias ciudades-estado. Y puesto que de la mano de los fenicios llegó la escritura cuneiforme, puede afirmarse que la zona cuya visita nos disponemos a abordar constituye, de una manera especialmente significativa, el origen del más importante y fundamental pilar de la cultura humana y, en particular, de la cultura occidental europea. Irónico es que en esta sociedad del siglo XXI se albergue el prejuicio de asociar países de la órbita árabe-musulmana y, lo que es peor, el Islam, con analfabetismo. Es notoriamente categórico y ciertamente posible demostrar que una determinada confesión religiosa no guarda especial relación con el nivel dealfabetización de una población. Y si algo se puede afirmar es que toda confesión religiosa, en principio, está en contra del desarrollo y apertura culturales de sus feligreses, pues ello es inversamente proporcional a la fe y entrega en la convicción religiosa. Siria sería testigo del ascenso y caída de gran cantidad de imperios, desde el hittita hasta el egipcio, y desde el egipcio hasta el otomano. El advenimiento del Islam en la zona se produce a raíz de la conquista que se produce en el año 636 por parte de los ejércitos musulmanes, liderados por Khaled ibn al-Walid, que obtuvieron una importante victoria en la famosa batalla de Yarmuk. Debido a su situación en la ruta de los peregrinos hacia la Meca, Siria se convirtió muy pronto en el centro del nuevo imperio musulmán. En noviembre de 1095, en respuesta al llamamiento del papa Urbano II para reconquistar la Iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén, y liberarla de manos de los infieles, un ejército de centenares de miles de personas se dirigió hacia Tierra Santa. Siria quedó devastada. El castilllo del Crac de los Caballeros desempeña un importantísimo papel como vital enclave estratégico en la defensa del país. Como todos los países de la zona, la historia de Siria y Líbano, no es cuando menos afortunada, ni en épocas más remotas, ni en épocas más recientes. Según las fuentes consultadas, y en clara contradicción con otro de los prejuicios de nuestra cultura occidental, Siria no es un país homogéneamente árabe-musulmán. En torno al 10% de la población es cristiana, y un 7% es kurda. Otra importante parte de la población es alauita. La comunidad armenia también tiene una presencia significativa en la región. Este crisol de culturas hacen de Siria un país realmente multicultural, lejos de los tópicos típicos que nos la hacen vercomo la “caja blindada” que sin duda dista mucho de ser.
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Damasco
Cuenta la leyenda que, camino de la Meca, el profeta Muhammad volvió su mirada hacia las montañas que franquean Damasco, pero declinó entrar en la ciudad porque -dijo- quería ver el paraíso una sola vez: al morir. Ésta es sólo una de la smuchas historias que acompañan a la ciudad, que asegura ser el mán antiguo lugar del mundo ininterrumpidamente habitado. Regada por el río Barada, que desciende de las montañas donde se detuvo el profeta, Damasco ha sido siempre una capital codiciada. Las intrigas de quienes quisieron apoderarse de ella, fruto de esta codicia, son tan fascinantes como la riqueza arquitectónica y cultural que dejaron a su paso, pues absorvió innumerables civilizaciones. Difícilmente será posible hallar otra ciudad en el mundo que concentre tanta historia como la Ciudad Vieja de Damasco, que, por fortuna, aún conserva la esencia romantica de un Oriente fantástico que se manifiesta en sus múltiples bazares y callejones, alminares, mezquitas y palacios, vendedores callejeros y cafés. Aunque según parece, Damasco de nuestros días ha dado con un nuevo motor de su vida en el turismo, con todas las consecuencas negativas que eso implica, aún es posible encontrar la Damasco legendaria, donde siempre estuvo: en el corazón de los Omeyas, en el corazón del Islam, y en el centro de la cuna de la Civilización. Tal es su antigüedad que algunas tablillas jeroglíficas encontradas en Egipto se refieren a Dimashqa como a una de las urbes conquistadas por los egipcios en el siglo XV a.C. Sin embargo, su nombre ya está presente en los ecos de esa noche de los tiempos que llamamos Historia desde el año 3000 a.C.
“...Ningún acontecimiento remarcable ha sucedido en el mundo sin que Damasco estuviera allí para registrarlo. Por lejos que retrocedas en el pasado, Damasco siempre está allí.... ergidia sobre los gastados huesos de miles de imperios, contemplará otras tantas sepulturas antes de morir”. Mak Twain, Inocentes en el extranjero (1869).
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Zoco Al-Hamidiyya Es el mercado cubierto de la ciudad, que llega hasta el centro de la Ciudad Vieja. Mezcla de paisaje parisino, almacén comercial y bazar árabe, su calle principal está flanqueada por tiendas de ropa y artesanía, mientras que las estrechas calles secundarias proliferan puestos donde se vende de todo, desde clazado barato hasta juguetes. Una bóveda metálica cubre todo el zoco, y sólo unos pocos haces de luz se cuelan por los agujeros que hicieron las balas disparadas por aviones franceses durante la revuelta nacionalistas de 1925.
Mezquita Omeya Uno de los edificios más importantes del Islam, y el que fue su primer gran templo, la mezquita de los Omeyas es la construcción religiosa más importante de Siria. Su relevancia arquitectónica y decorativa es equiparable a la cúpula de la Roca de Jerusalén, y lo que es más significativo, su importancia religiosa sólo queda por debajo de las mezquitas sagradas de la Meca y Medina. El culto de este lugar se inició hace 3.000 años, cuando los arameos construyeron un templo al dios Hadad. Los muros de la actual mezquita correspondían tan solo a las paredes del patio interior del edificio original. A su alrededor había un gran patio al que se accedía desde cuatro grandes puertas. Cundo los musulmanes entraron en Damasco en 636, convirtieron la parte oriental de la iglesia construida por Justiniano en una mezquita, permitiendo que los cristianos siguieran practicando su culto en la parte occidental. Aún hoy en día Damasco, y en general, Siria, son lugares extremadamente tolerantes y absolutamente respetuosos con las diferentes confesiones religiosas. Bajo la dinastía Omeya, Damasco se convirtió en la capital islámica del mundo, y su califa decidió realzar la imagen de la ciudad con una mezquita que no se pareciera a ninguna otra diseñada por nadie, ni antes ni después de él. Más de mil albañiles y artesanos trabajaron durante diez años durante la edificación de una espléndida “catedral del Islam”. Su magnificencia era tal que su edificación costó todos los impuestos recaudados en Siria durante siete años. Aunque la gran mezquita de los Omeyas fue saqueada durante la invasión de los mongoles, sacudida por terremotos y devorada por devastadores incen-
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dios, lo que queda es aún hoy en día, y después de tan azarosa historia, tremendamente impresionante. Cabe destacar que alberga el mausoleo de Salah ad-Din.
El barrio cristiano Manifestación de la gran tolerancia que siempre ha demostrado la ciudad de Damasco y el califato de Siria hacia los extranjeros, y expresión cristalina de la gran hospitalidad que las gentes de Siria hacia aquellos que se aventuran en sus tierras, es el barrio cristiano de Damasco. Ocupa la parte noreste de la Ciudad Vieja -apréciese que su localización geográfica no es marginal ni refleja desprecio alguno- y contiene muhcas iglesias de diversas denominaciones cristianas, entre ella la ortodoxa siria, la ortodoxa griega, la católica siria, la católica griega, la armenia y la maronita. La riqueza y la cultura de los cristianos de la ciudad se proyecta en un activo ambiente comercial y en una animada vida nocturna.
Salihiyya El barrio se extiende por las laderas inferiores de la parte meridional de la ciudad, y alcanza hasta la parte superior del centro urbano moderno. Nació en el siglo XII, cuando fueron instalados los refugiados árabes que habían escapado del avance de los cruzados cristianos en la Jerusalén de 1099. Tales atrocidades cometieron, que la desbandada de damnificados de todo tipo fue abrumadora. Por ello, el califa de la ciudad organizó la recepción y acogida de los huidos. Fruto de sus esfuerzos, se desarrolló un densísimo entramado urbano de mezquitas, mausoleos y madrazas.
Salah ad-Din Adyacente a la gran mezquita de los Omeyas, hay un edificio blanco cubierto por na cúpula roja: se trata del mausoleo de uno de los más grandes, poderosos y, sobre todo, tolerantes mandatarios del Islam. Este guerrero, celebre adversario de los cruzados occidentados, murió en Damasco en 1193. Hombre de reconocida austeridad, su mausoleo es una gran ironía, pues está suntuosamente decorado. La figura de Salah ad-Din es realmente fundamental a la hora de liberarse de la prejuiciosa historia escrita por los cruzados, que nos hace creer que toda la culpa del profundo desacuerdo que nos enfrenta es de los musulmanes.
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Mar Musa
El monasterio de Mar Musa, vestigio del Cristianismo bizantino, que vivió su apogeo en el S. VI, cuando este árido e inhóspito terreno daba refugio a miles de minúsculas comunidads aisladas, es uno de los pocos monasterios que sobreviven. Colgado en lo alto de un despeñadero, mira al este, a una vasta llanura yerma, y realmente apartado de cualquier ruta convencional. según la leyenda, el monasterio fue fundado por Moisés, hijo del rey de Abisinia, que prefirió la vida monástica al trono. En el S.XV, después de un sonoro apogeo, entró en una larga decadencia, hasta que fue abandonado en el año 1.830. Un ex-jesuita italiano lo descubrió en la década de los 80, y con la ayuda de financiación europea para el desarrollo local, emprendió la renovación del lugar, y logró que se volviera a consagrar. Cuenta un peregrino que siguiendo una carretera polvorienta y casi desierta, cuando se ha llegado al confín del mundo, aún queda seguir caminando y superar todo concepto que se tenga del aIslamiento y de la soledad. En medio de ninguna parte, entre ovejas, cabras y balas de heno, dando botes en un camión, a más de 150 km de todo enclave civilizado, el camino sigue serpeando sin meta aparente. Sin embargo, el paisaje se va volvieno cada vez más espectacular. De pronto un bote más brusco que los habituales nos advierte: el camino ha llegado a su fin. Con la sola ayuda de sus piernas y como peores enemigos las ampollas y el siempre recurrente deseo de abandonarlo todo, el peregrino -no sabe de dónde- saca fuerzas de flaqueza, mira hacia el frente y continúa hacia adelante. Su primer pensamiento es que, a primera vista, parece raro que un sacerdote a 1.320 metros por encima del nivel del mar, en un monasterio chicuatre medio en ruinas, pueda hacer algo para contribuir a la paz mundial. Sin embargo, los tristes occidentales tendemos a olvidar que en Siria conviven una multitud de religiones y divisiones de confesiones religiosas, en un grado tal como es difícil encontrar.
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Por una escarpada garganta rocosa, el peregrino de pies cansados y alma valiente recorre los últimos veinte kilómetros de exhausta travesía completamente solo. ¿Porqué está allí?-se pregunta, en medio de ninguna parte, en medio de ningún tiempo, pues parece que su reloj se ha detenido. Pero no es el único. Mar Musa atrae a mochileros, estudiosos de la religión e intelectuales, a quien busca promover la armonía relgiosa, y a quien simplemente quiere alejarse de todo. Al fin, cuando ya ha llegado, con una sonrisa de incredulidad, mientras charla y toma el té, no puede evitar decirse que sí, que un mundo mejor y más tolerante es posible. ¿Qué nos puede ofrecer Mar Musa? El monasterio no es únicamente una sede de la religión cristiana, ni siquiera de una de sus múltiples divisiones. En él, conviven gentes de toda convicción religiosa. Si algo puede enseñar la increíble experiencia de habitar por espacio de algunos días entre sus ruinosas paredes, elevadas en pleno corazón del disputadísimo Reino de los Cielos, es que la convivencia basada en la tolerancia es totalmente posible. Quizás esos miseros monjes, que con sus manos labran la tierra y evitan como pueden que su casa se caiga a pedazos, tengan mucho que enseñar a todos los que fuera vivimos y fuera nos odiamos.
Bienvenido
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Zabadani Flyer y Garganta del Barada El río Barada llega a Damasco desde el oeste, abriendose paso por una sere de mangíficas colinas bajas antes de entrar en la ciudad. El valle por el que discurre es espléndido y sus fértiles y verdes orillas crean un espectacular contraste con las rojas montañas rocosas de los alrededores. Junto al río discurre la estrecha vía de un tren llamado Zabadani Flyer. Hoy en día el tren solo llega hasta Ain al-Fijeh, con su encantadora estaación de dos plantas rodeada de vegetación. El tren es única y exclusivamente utilizado por auténticos damascenos, que vienen desde o van hacia las zonas rurales. Al frente del convoy gime y resopla una vieja locomotora. Según la leyenda bíblica, en la montaña de Nebi Habil se encuentra el lugar donde Caín enterró a Abel tras matarlo.
Altos del Golán Los altos del Goán, al sureste del país, marcan la frontera entre Siria e Israel y los Territorios Palestinos. El Golán era originariamente territorio sirio, pero fue ocupado por Israel durante la Guerra de Seis Días en 1967. Durante una tregua firmada en 1973 entre los dos contendientes, permitió a Siria recuperar una parte del territorio perdido. Hace treinta años que no se oye un disparo en Quneitra, que en otro tiempo fue capital de la región, pero las ruinas de esta devastada y desolada ciudad sirven como amargo recordatorio del conflicto. Antes de que los israelíes se retiraran de la ciudad antes del alto al fuego de 1973, evacuaron a los 37.000 árabes y destruyeron sistemáticamente toda Quneitra, llevándose todo lo que pudieron desatornillar, declavar o arrancar de su lugar. Todo, desde las ventanas a los apliques, se vendió a comerciantes israelíes, y los edificios desnudos fueron demolidos con tractores. Hoy, es una ciudad fantasma. Mudo y sordo testigo de una paz que no llega y de una guerra que se prolonga por demasiado tiempo. Es el Reino de los Cielos, un reino que no llega. Los restos de las casas demolidas yacen junto a las carcasas vacías de mezquitas e iglesias, que se levantan en un escenario que transmite una extraña y, en cierto modo, absurda sensación de paz. Los bancos y las tiendas están ahora muertos y el ametrallado hospital es el centro de lo que se ha convertido en una demostración del sinsentido que supone el conflicto árabe-israelí.
Crac de los Caballeros El escritor Paul Theroux describió el Crac de los Caballeros como als plasmación de los castillos de ensueño, que llenan las fantasias infantiles sobre justas armaduras y estandartes. Lawrence (el Aurens) lo definió como el mejor castillo del mundo. Sin duda es uno de ls lugares de Siria en los que hay que perderse. Inmune al paso del tiempo, hace 800 años no debía ser muy diferente de ahora, como atestiguan su gran tamaño y su increíblemente buen estado de conservación. Quien ocupara la brecha en la que el castillo se sitúa, tenía asegurado la Siria interior. La primera fortaleza de la que se tienen noticia fue construida en este enclave en el año 1931 por el emir de Homs. Hacia mediados del S.XII, la orden de los Caballeros de San Juan de Jerusalén sustituyeron a los primeros cruzados y ampliaron el castillo hasta conferirle su aspecto actual. Cuando en 1271 el castillo fue sitiado, Jerusalén había caído y los cruzados se tretiraban en desbandada. De los 2.000 soldados que el castilllo podía albergar, sólo quedaban 200. Rodeados del ejército del Islam, abandonaron el lugar al cabo de un mes, y tras haber negociado un salvoconducto hasta Trípoli. La historia de este lugar está en directa relación con el conflicto absurdo entre musulmanes y cristianos. La pacífica salida de los cruzados demuestra que no siempre, aún en medio del caos, la guerra es la única solución.
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Beirut
¿Cómo es Beirut? Pues depende. Si se contemplan las reliquias coloniales restauradas y las mezquitas del centro, la ciudad es un triunfo del renacimiento tras el desastre; en algunos barrios, Beirut vive el presente: comer, beber y divertirse sin pensar en el mañana, en una loca vorágine por olvidar lo que hay más allá de los posos de una cerveza amarga; bajo la sombra de los edificios todavía acribillados por las balas, o, como asegura Terry Carter, recorriendo la Línea Verde cno alguna persona mayor, es una ciudad de amargos recuerdos y un sombrío pasado; entre los armenios, Beirut es la salvación; entre el puñado de judíos, la ocultación de su propia identidad. Aquí, según parece, se encuentra el ambiente gay más libre entre los países árabes de Oriente Próximo, pero la homosexualidad sigue siendo ilegal. Vista desde los campos de refugiados del sur, Beirut es dolor y exilio, y en ellos también tiene su base el fundamento islámico que tan mala propaganda ha dado a sus coreligionarios: Hezbolá. Si a todo esto se añaden unos conductores maníacos, el aire contaminado por los avejentados taxis, unas universidades de prestigio mundial, bares que compiten con los de el Soho londinense, y un café más espeso que el italiano, manifestaciones políticas y piscinas más llenas de silicona que las de Miami... y también una población tan amable que parece increíble, y ante la que el suspicaz occidental no puede sino preguntarse si le van a timar, una situación política siempre al borde del desastre, museos de fama internacional y galerías de arte que siguen inaugurando exposiciones entre explosiones, asesinatos y cortes de electricidad... se llegará a la conclusión de que no se había visto nunca una capital tan viva y dinámica. Los indicios humanos más antiguos se remontan a la Edad de Piedra, cuando en la zona ahora ocupada por la ciudad había dos islas en el delta del río Beirut. Excavaciones en el centro de la capital han revelado un yacimiente cananeo del 1900 a.C. El nombre de la ciudada posiblemente deriva del vocablo árabe Bir, que significa “pozo” o “manantial”. La primera referencia histórica a la ciudad se remonta al S.XIV a.C. Aunque en tiempos de los fenicios la ciudad estuvo eclipsada por Biblos y Tiro, tras la conquista de Alejandro Magno, su importancia empieza a aumentar de forma exponencial. Su historia agitadísima ha forjado un carácter igual de vivo.
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Tercer Pilar: AllÄ h es Yahveh
Israel
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Yerushaláyim Tierra Santa. Reino de los Cielos. ¿Quién tiene más derecho?
Los santos lugares de los musulmanes reposan sobre los que fueren los lugares más sagrados para los cristianos, y éstos fueron construidos sobre los que eran objeto de veneración para los judíos. La Cúpula de la Roca, construida e nhonor de Allāh, se yergue hoy sobre los devastados cimientos de lo construido por el rey David. Destacabre es que las tres grandes religiones monoteístas del mundo hayan tenido su origen en el mismo lugar y en un espacio tan reducido. Hace 1200 años, el papa Urbano II hizo una llamada a todos los cristianos capaces de portar armas, para que, cruzando el mundo, recuperasen Tierra Santa para los cristianos. Algo así como 900 años después, de un puerto cualquiera de Grecia, salió el Exodus, y desde entonces, la reconquista de los israelíes ha sido imparable, frente a unos musulmanes cada vez más debilitados. Sería lógico esperar que Tierra Santa fuese una demostración de que la paz entre los hombre es posible, y de que la religión no sólo nos concilia, sino que nos une. Más de 1970 después de las primeras cruzadas, el Reino de los Cielos sigue siendo el Reino de la Guerra. ¿Quién tiene más derecho?
Todos. Todos tenemos el mismo derecho.
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Israel se encuentra en la ribera sudoriental del Mar Mediterráneo, en Oriente Próximo. Con una población de alrededor de 7,35 millones de habitantes, la mayoría de los cuales son judíos, Israel es el único Estado judío del mundo. Es también el hogar de árabes musulmanes, cristianos, drusos y samaritanos, así como otros grupos religiosos y étnicos minoritarios. El moderno Estado de Israel identifica sus raíces con la antigua Tierra de Israel (Eretz Yisrael), un concepto central para el Judaísmo desde hace más de 3.000 años. Después de la Primera Guerra Mundial, la Sociedad de Naciones aprobó el Mandato Británico de Palestina con la intención de la creación de un “hogar nacional para el pueblo judío.”. En 1947, las Naciones Unidas aprobaron la partición de Palestina en dos Estados, uno judío y uno árabe. El 14 de mayo de 1948 el Estado de Israel declaró su independencia, lo cual fue seguido por la Guerra árabe-israelí de 1948 con los vecinos Estados árabes, que se negaban aceptar el plan de la ONU. Las sucesivas victorias en una serie de guerras posteriores confirmaron su independencia y ampliaron las fronteras del Estado Judío más allá de lo acordado en el Plan de Partición de las Naciones Unidas. Desde entonces, Israel ha estado en conflicto con muchos de los países árabes vecinos, con varias guerras y décadas de violencia que continúan hasta el día de hoy. Desde su fundación, las fronteras de Israel e incluso el derecho a existir del propio Estado ha estado sujeto a controversias, especialmente entre sus vecinos árabes. Sin embargo, Israel ha firmado tratados de paz con Egipto y Jordania, y se están haciendo esfuerzos para alcanzar un acuerdo permanente con la Autoridad Nacional Palestina. Jerusalén es la capital de Israel y su ciudad más grande y poblada, con 763.800 residentes en un área de 125,1 kilómetros cuadrados si se incluye Jerusalén Este. Situada en los montes de Judea, entre el mar Mediterráneo y la ribera norte del mar Muerto, se ha extendido bastante más allá de los límites de la Ciudad Vieja.
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El estatus de la parte oriental de la ciudad, conquistada en 1967 por Israel, se encuentra disputado, ya que en este sector —referido habitualmente como Jerusalén Este o Jerusalén Oriental, que incluye la Ciudad Vieja— es donde la Autoridad Nacional Palestina pretende establecer la capital de su futuro Estado. Israel discute las reclamaciones palestinas y, tras la Guerra de los Seis Días, considera la ciudad como un todo unificado y un mismo municipio, declarándola como su capital “eterna e indivisible” mediante la Ley de Jerusalén en 1980. En señal de protesta por esta anexión unilateral, los Estados miembros de las Naciones Unidas acabaron por trasladar sus embajadas a Tel Aviv. Jerusalén es una de las ciudades más antiguas del mundo, habitada por los jebuseos antes de la llegada de las tribus hebreas a Canaán a principios del siglo XIII a. C. Fue la antigua capital del Reino de Israel y del Reino de Judá, y siglos más tarde del reino franco de Jerusalén. Es considerada una ciudad sagrada para tres de las mayores religiones monoteístas: el Judaísmo, el Cristianismo y el Islam. La Ciudad Vieja de Jerusalén fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1981.
El Muro de las Lamentaciones El Muro de las Lamentaciones es el sitio más sagrado del Judaísmo. Su nombre en hebreo significa simplemente “muro occidental.” Según la opinión popular, es el último vestigio del Templo de Jerusalén, el edificio más sagrado del Judaísmo. Los restos que aún quedan datan de la época de Herodes el Grande, quien mandó construir grandes muros de contención alrededor del Monte Moriá, en el año 37 a.C. ampliando la pequeña explanada sobre la cual fueron edificados el Primer y el Segundo Templo de Jerusalén, formando lo que hoy se conoce como la Explanada de las Mezquitas (por la tradición musulmana) o Explanada del Templo (por la tradición judeocristiana).
La Cúpula de la Roca La Cúpula de la Roca ( )ةرخصلا ةبقes un templo islámico situado en Jerusalén, en el centro del Monte del templo. Fue construido entre los años 687 y 691 por el noveno califa, Abd al-Malik. También se le conoce como la mezquita de Umar (aunque en realidad no es una mezquita al uso) debido a que es el lugar donde el segundo califa Umar rezó tras la conquista de Jerusalén por parte de los musulmanes. Los musulmanes consideran además que éste fue el lugar donde Muhammad subió al cielo. Según la tradición, la Cúpula se construyó en honor a Allāh. Es uno de los lugares más representativos de Jerusalén. Los musulmanes creen que la roca que se encuentra en el centro de la Cúpula es el punto desde el cual Muhammad ascendió a los cielos para reunirse con Allāh, acompañado por el ángel Gabriel. Es un lugar sagrado para los musulmanes.Los judíos afirman que ese lugar fue donde Abraham estuvo a punto de sacrificar a su hijo Isaac por orden de Yahveh, donde Jacob vio la escalera al cielo, y donde se encuentra el corazón del templo de Jerusalén. Otras tradiciones judías dicen que es el punto donde se puso la primera piedra para construir el mundo. El Islam recoge también la tradición del sacrificio de Abraham, aunque en la tradición islámica el hijo no era Isaac sino el primogénito, Ismael.
אבה ךורב Bienvenido
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Jordania Cuarto Pilar: Yahveh es Dios
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Petra Cautivo de su belleza; admirado por los colores de sus piedras; sobrecogido por la misteriosa presencia de su pasado tallada en la montaña. Así es como queda uno cuando converge desde el Desfiladero del Siq frente al Khazneh al Faroum, el Tesoro del Faraón, en Petra, una imponente fachada de hasta 40 metros de altura que está tallada en relieve sobre la roca de la montaña. En esa situación no puede uno más que intentar imaginar la primera impresión de quien la redescubrió hace ya dos siglos, Johann Ludwig Burckhardt. Este joven suizo pretendía recorrer Egipto y fue estando en El Cairo cuando por primera vez oyó hablar de una ciudad oculta en unas montañas inaccesibles. Su espíritu aventurero y sus ansias por descubrir le hicieron dar un vuelco a su investigación y abandonar momentaneamente el estudio que le habían encargado en tierras egipcias. Fue tal su arrojo y valor que aún sabiendo que aquellas montañas estaban protegidas por tribus beduinas que eran muy hostiles, fue en su búsqueda. Estudió el Corán, sus costumbres y pidió el permiso para acceder a aquellas montañas para sacrificar una cabra en el sitio en que veneraban la tumba de Aarón, hermano de Moisés. Acompañado por los beduinos se introdujo en aquel hermoso desfiladero y finalmente accedió a la maravillosa Petra. Atravesó todo aquel valle interior, admirando aquella ciudad monumental, las tumbas que se encontraba, las calles, las columnas y de cuanto podía tomaba notas a escondidas. y así llegó a la cercana montaña de Jebel Haroum, donde sacrificó la cabra. Fue el 22 de agosto de 1812. La tierra que llegó a ser de Ghayth. Jordania forma parte de la ricamente histórica región Creciente Fértil. Su historia comenzó alrededor de 2000 A.C., cuando los amoritas semíticos se establecieron alrededor del río Jordán en el área llamada Canaán. Subsecuentes invasores y colonos incluyeron a los hititas, egipcios, israelitas, asirios, babilonios, persas, griegos, nabateos, romanos, árabes musulmanes, cruzados cristianos, mamelucos y a turcos otomanos. Aproximadamente, en el 312 a. C., los nabateos se refugiaron en Petra, escapando de los reyes seléucidas. Gozaron de relativa independencia, gracias a la decadencia de la monarquía seléucida, razón por la cual Petra se convirtió en una importante parada de caravanas. En los tiempos de Pompeyo Magno, la autonomía nabatea en Jordania se vio amenazada, y finalmente, en el 105 dC, los romanos anexaron gran parte de la actual Jordania a su imperio, bajo el nombre de Arabia Pétrea, con Petra como capital. La provincia intentaría alzarse en el siglo III, sin éxito. En el siglo VII, la actual Jordania sería conquistada por el califa Omar, pero en el año 1100, durante la Primera Cruzada, Balduino I de Jerusalén realizaría diversas incursiones en la llamada Outre-Jourdain (francés para “más allá del Jordán”, de donde se derivó Transjordania), con el objetivo de controlar a las caravanas de camellos que cruzaban los territorios de la actual Jordania. Durante las Cruzadas, los francos se harían con el control de Petra.
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Petra es un importante enclave arqueológico en Jordania, y la capital del antiguo reino nabateo. El nombre de Petra proviene del griego πέτρα que significa piedra, y su nombre es perfectamente adecuado; no se trata de una ciudad construida con piedra, sino, literalmente, excavada y esculpida en la piedra. El asentamiento de Petra se localiza en un valle angosto, al este del valle de la Aravá que se extiende desde el mar Muerto hasta el Golfo de Aqaba. Los restos más célebres de Petra son sin duda sus construcciones labradas en la misma roca del valle (hemispeos), en particular, los edificios conocidos como la Khazneh (la Tesorería) y el Deir (el Monasterio). Fundada en la antigüedad hacia el final de siglo VII a. de C. por los edomitas, fue ocupada en el siglo VI a. de C. por los nabateos que la hicieron prosperar gracias a su situación en la ruta de las caravanas que llevaban el incienso, las especias y otros productos de lujo entre Egipto, Siria, Arabia y el sur del Mediterráneo. Hacia el siglo VIII, el cambio de las rutas comerciales y los terremotos sufridos, condujeron al abandono de la ciudad por sus habitantes. Cayó en el olvido en la era moderna, y el lugar fue redescubierto para el mundo occidental por un explorador suizo Johann Ludwig Burckhardt en 1812. Numerosos edificios cuyas fachadas están directamente esculpidas en la roca, forman un conjunto monumental único que a partir del 6 de diciembre de 1985, está inscrito en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO. La zona que rodea el lugar es también, desde 1993, Parque Nacional arqueológico. Desde el 7 de julio de 2007, Petra forma parte de las Nuevas Siete Maravillas del Mundo.
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Quinto Pilar: AllÄ h = Yahveh = Dios
Egipto
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¿Qué es Egipto? Esta tierra de soberbios yacimientos arqueológicos Patrimonio Mundial, y mil y un clichés turísticos, ya sedujo a sus visitantes milenios antes de que Thomas Cook remontara el Nilo con sus vapores. En ella se refugió la Sagrada Familia, Alejandro Magno conquistó y Marco Antonio flirteó. Napoleón pasó el tiempo suficiente como para birlar unos cuantos obeliscos, los otomanos apoyaron al bárbaro bajá Mohammed Alí, y los británicos prolongaron su estancia para tender una red ferroviaria y llenar todos los huecos del British Museum. Y todo eso ocurrió mucho después de que Menes “uniera” el Alto y Bajo Egipto y sentara las bases de la mayor civilización que haya conocido el mundo. Sorber un café en una de las cosmopolitas cafeterías alejandrinas, o deleitarse con un té tras una agotadora sesión en el Gran Bazar de el Cairo, son actividades tan populares ahora como lo eran en el S. XIX. Hay magníficos monumentos por doquier, desde pedruscos infames hasta los más soberbios vestigios del pasado: las piramides y la perfección de sus líneas, los alminares que se elevan sobre la silueta de el Cairo, y los majetuosos templos y tumbas de Luxor, son algunas de las maravillas admiradas por generaciones de visitantes. Más allá de la elegante simetría y el calculado orden de los antiguos conjuntos de templos y de sus famosísimas pirámides, Egipto es una olla a presión. Está en muy mal estado: el desempleo es alto y la economía es paupérrima. Se ha visto reducido a la categoría de dependiente de los Estados Unidos de América, del que recibe más de dos mil millones de dólares en ayudas militares y económicas. La lista de cargos en su contra continúa. La policía egipcia tortura y maltrata con frecuencia a los detenidos (que nunca son privilegiados extranjeros); el empleo infantil es común en el lucrativo sector del algodón; grupos enteros de opositores Islamistas acaban en la cárcel sin juicio formal; las mujeres se enfrentan a una discriminación sistemática propiciada por las leyes vigentes; la creciente inflación ha llevado a la pobreza más absoluta a las comunidades más rurales; y el medio ambiente está amenazado permanentemente.
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Hoy Egipto soporta un temporal de conflictos internos en su intento por definirse como país islámico moderado. Una de las muchas razones por las que Egipto sigue siendo tan fascinante es porque es un país siempre cambiante. Puede que sea famoso en todo el mundo por las pirámides de Gizeh y el Valle de los Reyes, pero esos antiguos monumentos no son más que una incógnita de la ecuación. Desde el sofocante bullicio de las calles cairotas a la dureza del desierto, el egipcio es un pueblo asombrosamente fuerte, que hace gala de buen humor y optimismo en las circunstancias más adversas. A nuestro modo de ver, Egipto no garantiza siempre un viaje relajado, cómodo y tranquilo, pero sí una experiencia realmente inolvidable y la oportunidad única de sacudirnos de encima tantos y tantos prejuicios que en la mayoría de las ocasiones nos nublan el juicio y nos impiden apreciar y valorar la realidad tal y como es, aceptando que en la diversidad, casi siempre, está la riqueza.
Sinaí “Aquí me enamoré profundamente, y no por primera vez, del paisaje... Sentí la necesidad de estirar los brazos y tocar los magníficos y descarnados costados de la montaña, que se hundían en unos valles impresionantes y unas llanuras de deslumbrante arena. África y Asia podían mirarme con envidia; yo no tenía ojos para ellas”. Murray (Desafíame al desierto, 1967). Esta región de agreste belleza ha sido lugar de refugio, conflicto y curiosidad durante miles de años. Encajada y África y Asia, es el cruce de caminos intercontinental por excelencia: profetas, nómadas, exiliados y conquistadores han dejado aquí sus huellas. El Sinaí limita al norte con el mar Mediterráneo y con los golfos de Aqaba y Suez al este y al oeste respectivamente. Desde las cosatas del mar Rojo, desoladas cadenas montañosas de un pardo rojizo se extienden por el sur hacia el interior. La Meca, el corazón del Islam, cuna del profeta y de una de las tres grandes religiones monoteístas del mundo se encuentra a apenas 270 km de distancia de la punta más meridional de la península del Sinaí. Hacia el norte, las áridas planicies desérticas van convirtiéndose en paisajes de tonos variables. Sinaí es tierra de contrastes. En torno a sí concentra, en un espacio relativamente pequeño, países de diversas confesiones religiosas, por lo que ha sido por largo tiempo objeto de disputa. El verdadero encanto del Sinaí radica en su impresionante desierto, y sus entornos marinos, pero, por encima de todo, son destacables, en relación con los objetivos que inspiran este viaje, los encuentros tanto con la cultura tradicional beduína como con los más antiguos lugares bíblicos que es posible efectuar. Entrar en el Sinaí, a nuestro modo de ver, es entrar en un lugar clave en la comprensión del mundo, tal y como hoy es, y tal y como mañana será. Vivir y entender sin haber visto el Sinaí no es posible. A todo esto parece que la estructura tectónica de la Tierra viene a añadir a la historia de la Humanidad una pequeña gran ironía. Y es que el golfo de Suez es una de las más activas separaciones entre placas tectónicas distintas. De aproximadamente 6000 km de largo, constituye una sarcástica frontera, o se diría que cicatriz, entre los mundos árabe-musulman, cristiano y judío. Para muchos Sinaí es, sobre todo, y en primer lugar, el vasto y terrible desierto de la Biblia. Para nosotros, quizás sea el basto y terrible lugar en el que la historia comenzó.
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Monasterio de Santa Catalina y Monte del Sinaí El agreste interior del Sinaí está cubierto de montañas yermas, cañones esculpidos por el viento y wadis que se llenan de vida incluso con breves periodos de lluvia. Los paisajes rocosos y desérticos van alternando tonos rosáceos, ocres y negros aterciopelados al salir y ponerse el sol, y la escasa vegetación parece surgir de forma mágica entre las rocas. Los beduinos aún recorren estos espacios naturales, y el camello sigue siendo el mejor medio de transporte, ya que gran parte del terreno es demasiado rocoso incluso para un todoterreno. Este árido escenario sirvió de telón de fondo para algunos de los episodios más sagrados en la historia de la Humanidad, lo que ha hecho que el Sinaí quede registrado en los anales del Judaísmo, el Cristianismo y el Islam. Los orígenes del antiguo monasterio de Santa Catalina se remontan aproximadamente al año 330, cuando la emperatriz romana Elena, hizo que se construyera una pequeña capilla y un refugio fortificado para los hermitaños del lugar, junto a lo que se consideró que había sido la zarza ardiente desde la que Dios habló a Moisés. En el siglo VI, el emperador Justiniano encargó la construcción de una fortaleza alrededor de la capilla original, así como de un monasterio, que pudiera acoger a la comunidad monástica. Hoy en día Santa Catalina está considerada una de las comunidades de actividad ininterrumpida más antiguas del mundo. El monasterio -Patrimonio de la Humanidad- toma el nombre de Santa Catalina, la legendaria mártir de Alejandría, torturada en una rueda con pinchos y luego decapitada por su fe. El monasterio se asienta sobre lo que se conoce como el Monte Sinaí o Gebel Musa. Es objeto de devoción de cristianos, musulmanes y judíos, pues todos ellos creen que en él, Dios entregó los diez mandamientos a Moisés. La ascensión a la montaña ofrece unas vistas espectaculares desde los valles próximos y de unas cordilleras escarpadas que se pierden en el horizonte. Se suele hacer mucho antes del alba, para contemplar el espectáculo que supone la salida del sol tras los picos de alrededor. Pasar la noche en el lkugar esperando el amanecer y buscándose a uno mismo es una experiencia mística que no tiene parangón. Tras toda una noche de frío intenso del desierto, con las estrellas como único techo, abrir los ojos y descubrir a un lado África, al otro Asia, es llegar a la conclusión nada errada de que si las tres grandes religiones monoteístas del mundo nacieron en el mismo lugar y ha sido posible pasar la noche entre crsitianos, musulmanes y judíos, la convivencia pacífica entre los hombres es, cuanto menos, posible.
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Abu Simbel El pueblo de Abu Simbel es pequeño, relajado y tranquilo. Pasar un par de días en él significa entrar en absoluto e íntimo contacto con la cultura nubia y en poder explorar sin aglomeraciones, lejos del turismo de paquetes, vano y arrollador, los templos, con absoluta tranquilidad y soledad, en un intento de acercarse a la magia mística de los antiguos. La magia de Abu Simbel es el templo de Ramsés II, excavado en una montaña de la orilla oeste del Nilo entre 1274 y 1244 a.C., dedicado tanto al propio faraón divinizado como a Rá, Amón y Pteah. Las cuatro colosales estatuas del faraón que adornan el frente del templo son como centinelas gigantescos que vigilan el tráfico procedente del sur, destinadas sin duda a advertir de la fuerza del rey. Con el paso de los siglo, el Nilo y las arenas del desierto se movieron imperceptiblemente, y el templo se perdió para el mundo en 1813, cuando fue descubierto por casualidad por el explorador Johann Ludvic. Cuando se elaboraron los planes para la presa alta, la atención mundial se centró en la preocupación por los valiosos e irremplazables monumentos condenados por las aguas del lago Nasser. Entre los logros más destacables de la campaña llevada a cabo por la UNESCO está el de la conservación de Abu Simbel. La magnificancia y la habilidad del pasado, se unieron con la igualmente impresionante tecnología moderna, cuando con un coste de unos 40 millones de dólares, se cortaron los templos en más de 2.000 bloques enormes de entre 10 y 40 toneladas cada uno y los reconstruyeron dentro de una montaña artificial. El proyecto llevó algo más de 4 años. Se intentó recrear el paisaje de su primitivo entorno, y su emplazamiento está orientado en la dirección original. Son elocuentes las palabras que describen este logro: “A través de esta restauración del pasado, hemos ayudado sin duda a reconstruir el futuro de la Humanidad”.
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El C
Cairo
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Primero conviene conocer los inconvenientes. El gentío en cualquier acera cairota hace que Manhattan parezca una ciudad fantasma. Los vendedores de papiros acosarán al viajero en cada esquina. Aventurarse a cruzar una calle siempre da miedo, y al sonarse, la mucosidad saldrá negra debido a la contaminación, tal y como asegura Terry Carter. Es el módico precio que hay que pagar para visitar una ciudad que los cairotas denominan “Madre del Mundo”, que posee una energía inigualable, fruto de una población que es igual a la mitad de la de España, que luchan contra el desierto, usan al mismo tiempo la infraestructura urbana, y animan el ambiente con su singular elegancia y humor. Un paseo por sus calles puede abarcar varios mileniso de historia, desde brillantes mausoleos y mequitas construidos en pleno auge del imperio islámico, palacios y grandes avenidas del S. XIX (que le valieron el sobrenombre del París del Nilo), hasta monstruosos bloques de cemento de la época de Nasser, pasando por la era de los faraones, cuyo ejemplo más destacado está en el extremo occidental de la ciudad. Sí, sí, sí, son las piramides de Gizeh. Este revoltijo arquitectónico se ve igualado por una capa uniforme de arena, lo cual constituye también un elemento de equilibrio social: todo el mundo, sin distinción del nivel económico, se llena de polvo cuando sale a la calle. Por tanto, a nuestro modo de ver, para descubrir los verdaderos colores de la ciudad, hay que tomárselo todo con un poco de humor y aprender a distinguir entre la suciedad, pues somos conscientes de que el Cairo se suele abrir al viajero poco a poco. En relación con el objetivo que inspira el presente proyecto consideramos que la visita a el Cairo es fundamental desde dos puntos de vista: - Religioso. El Cairo es hoy en día, en cuanto a número de habitantes, la capital más viva del Islam, y es imposible la comprensión de la religión del profeta sin una adecuada aproximación a lo que los cairotas denominan “la Madre del Mundo”. No en vano. - Histórico. Ninguna otra urbe en el mundo puede presumir de ser un museo tan vivo, tan grande y tan enérgico como el Cairo. El Cairo no es una ciudad faraónica. La verdadera capital del Egipto de los Faraones está situada a 20 km al sudeste. ¿Su nombre? Memphis. Los cimientos de el Cairo fueron establecidos en el año 969 por la dinastía de los fatimies. Sin embargo, posiblemente la construcción primigenia de la nueva capital coincidió con la ascendencia del planeta Marte (Al-Qahir, el victorioso). Así surgió la ciudad victoriosa, Al-Madina al-Qahira, nombre que fue convertido por los europeos en el Cairo.
Proyecto de viaje 2010
Oasis de Siwa Cruzando los 300 km de monótono y desolado desierto al sur de la cosa de Egipto, seguramente habremos de frotarnos los ojos ante la primera visión de Siwa, creyéndolo un espejismo de color esmeralda. Con un telón de fondo de recortadas colinas de arenisca, escoltado por el sinuoso océano de sílice del Gran Mar de Arena, y densamente tapizado de palmerales, es con mucho el oasis más significativo desde el punto de vista sociocultural de Egipto. Numerosos manantiales de agua dulce fluyen libremente alimentando cientos de miles de olivos, frutales y palmeras datileras, que refrescan los pueblos de adobe del valle. El aIslamiento de Siwa ayudó a preservar una sociedad única, aún hoy distinta de la cultura egipcia mayoritaria.
Conclusión:
Todos somos iguales
Estambul. Aleppo. Siria. Beirut. Jerusalém. Cisjordania. Ammán. Sinaí. Cairo.
Cincuenta días. Cincuenta noches. Siete países. Veinticuatro ciudades. Miles de kilómetros. Y un sólo objetivo: llegar a casa sin prejuicios. Muchas veces nos pasamos la mitad de nuestra vida preparándonos para ser mejores profesionales, pero olvidamos que durante la otra mitad no seremos trabajadores, sino, meramente, seres humanos. A ser persona no se puede aprender en una Universidad, en un instituto o en un colegio. Bernard Shaw decía que la mejor Universidad de la Vida era el mundo. Hay cosas que sólo se aprende a ver desde la diferencia, desde el respeto a la diversidad, desde la conciencia de que no por ser distinto algo es menos valioso. Empezamos por decirle adiós a Occidente, y hola a un mundo totalmente diferente, en el que entramos cargados de prejuicios, los prejuicios de nuestra cultura occidental. Para nosotros, antes de esos cincuenta días y cincuenta noches, seguramente Allāh es Allāh, Dios es Dios y Yahveh es Yahveh. Y es triste pensar que el único obstáculo entre creer eso y respetar la diferencia es algo tan mundano como la posibilidad de siquiera coger un avión. Así que, si Dios (¿?) quiere, diremos de una vez y para siempre adiós a nuestros prejuicios.
Proyecto de viaje 2010