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Prólogo. Le queda un año de vida
Prólogo
Le queda un año de vida
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Hace muchos años que no pensaba en lo que significó la frase “le queda un año de vida”, que me dio un médico un día de octubre de 1994. Después de reflexionar en cada uno de los testimonios de vida, de luchas, de encuentros y de desencuentros de les protagonistas, no puedo dejar de pensar en que mi vida no acabó un año después de aquella fecha, sino que fue el momento de tomar mi propio bollo de hilo y, con aguja en mano, empezar a tejer. En ese tejido me fui encontrando con cada uno de los seres que hoy se desnudan para dar un poco de ellos, para contar lo que significaron sus vidas, sus luchas, sus encuentros, sus desencuentros, sus amores y sus desamores. Estoy seguro de que en cada una de las puntadas de vida que se daban, a diferencia de las puntadas en un telar, no había opción de deshacer las puntadas y de volver a hacerlas, sino que había que seguir adelante y tejer, a medida que las oportunidades se daban.
Son un poco más de cuarenta años de historia del VIH en el mundo y de historias de vida de quienes lo vivimos. Desde los primeros casos en América Latina, a inicios de los ochenta y con más ahínco a inicios de los noventa, desde la sororidad (sin tener claro lo que ello significaba en aquella época), algunas personas comenzaban a levantar la voz parar decir: “Quiero vivir, necesito vivir y tengo derecho a
vivir”. Muchas de esas voces aún resuenan en mi mente; eran voces de personas que habíamos sido condenadas a muerte por nuestros sistemas de salud. Recordar esas voces es mantenerlas vivas en la historia de los movimientos sociales. Es también recordar que sus luchas, transformadas, continúan presentes en nuestros países y que, aunque no todes tengamos las mismas puntadas en el tejido de esta historia, sus puntadas son necesarias e indispensable en el tejido que hoy llamamos “redes”.
Y aunque la historia de las redes de América Latina no comienza con les autores de estas páginas, sí recogen el legado de muchas otras personas que ya no están en este mundo, pero que nos inspiraron para dar la cara y tomar las riendas de nuestras vidas; para que no fuese un solo año de vida, sino muchos años más.
Cada una de las historias que encontrarás en este libro son una forma de decir: “Aquí estoy y tengo derecho a vivir, y así como yo tengo derecho a vivir tú también lo tienes. Toma mi mano y luchemos juntes por nuestra vida”. Por lo tanto, son historias que se tejen en unicidad y poco a poco ese tejido se encuentra con otros tejidos hasta armar el telar las redes.
Mi tejido en soledad comenzó en 1994 y seis años después, en el primer Foro Latinoamericano y del Caribe de 2000 (Río de Janeiro, Brasil), conecté con otras redes. La primera fue la Red Latinoamericana de Personas Viviendo con VIH/sida (REDLA+), en la que me invitaron a conocer más de su trabajo articulado con los representantes de los países de América Latina. No habían pasado cuatro años cuando mi mundo ya formaba parte de las redes. Además de REDLA+ estaban otras, como el Consejo Latinoamericano y del Caribe de organizaciones no gubernamentales con servicios en VIH/sida (LACASSO), la Red Latinoamericana y del Caribe de personas Travestis, Transexuales y Transgéner@s (RedLacTrans), la Red de Mujeres Trabajadoras Sexuales de Latinoamérica y el Caribe (RedTrasex), la Red Centroamericana de Personas que Viven con VIH-Sida (REDCA+), la Comunidad Internacional de Mujeres Positivas (ICW Latina), la Asociación Latino Americana de Gays (ASICAL), la Coalición
Internacional para el Acceso a Tratamiento (CIAT), el Movimiento Latinoamericano y del Caribe de Mujeres Positivas (MLCM+); entre otras tantas, como la Coalición Internacional para el acceso y preparación de tratamientos (ITPC-LATCA), la red GayLatino, la Plataforma Latinoamericana de Personas que Ejercen el Trabajo Sexual (PLAPERTS), la Red Latinoamericana y del Caribe de Jóvenes con VIH (J+LAC), la Red Latinoamericana y del Caribe de Personas que usan Drogas (LANPUD), y por qué no International Network of Religious Leaders Living with and Personally Affected by HIV and AIDS (INERELA+).
Intentar escribir sobre el recorrido con las redes y de las redes tomaría unas cuantas páginas, por no decir cientos de páginas, por lo que solo me centraré en los acontecimientos recientes que llevaron a algunas de ellas a conformarse en lo que hoy se conoce como la Alianza Liderazgo en Positivo y Poblaciones Clave (ALEP y PC).
Antes de noviembre de 2017 el Fondo Mundial financiaba cuatro propuestas de redes regionales, como la de REDCA+, RedTrasex, ICW Latina y la RedLacTrans. Cada una de ellas tenía sus propios enfoques, mecanismos y estrategias para abordar el tema de VIH de sus poblaciones. A inicios de noviembre de 2017, durante el Tercer Foro Latinoamericano y del Caribe sobre sostenibilidad de la respuesta al VIH, el Fondo Mundial presentó una iniciativa a las redes para que elaboraran una única propuesta de respuesta integrada desde las personas con VIH y poblaciones clave. La ICW Latina, en su foro de alto nivel, celebrado en San José (Costa Rica) durante el mismo mes, abrió un espacio de trabajo consensuado entre nueve redes de las doce que estaban presentes en la región latinoamericana.
El inicio de esa reunión no fue fácil. Tuve que esperar por más de dos horas en el lobby del hotel, mientas las secretarías de las redes permitían que las acompañara en el proceso. Fue un momento muy difícil en el que pensé que sería mejor que fuera 1994 y que mi año máximo de vida se hubiera cumplido. Al final del día, y después de más de ocho de trabajo conjunto, me alegré de que esa predicción no se hubiera cumplido y de que veintitrés años después yo hiciera
parte del trabajo conjunto de las redes —para ese momento, se habían puesto de acuerdo en trabajar para mejorar la calidad de vida y el disfrute de los derechos humanos de las personas con VIH y de las poblaciones clave en América Latina.
El trabajo no terminó allí. Después de ese momento los días fueron largos, las noches interminables y los diálogos edificantes. Y hoy contamos con activistas resilientes que, desde sus propias trincheras, se atreven a seguir alzando la voz, su voz para llegar en algún momento de decir juntos, juntas y juntes: “El sida no es un problema de salud pública, en el que todas las personas tenemos los mismos derechos. Los sistemas de salud y comunitarios son sostenibles gracias a la resiliencia de las personas y activistas que se atrevieron a tejer redes”.
Sergio Rodrigo Montealegre Bueno