LA INCREDULIDAD MODERNA.
Según el científico jesuita Teilhard de Chardin, la razón fundamental de la incredulidad moderna es el sistema ilegitimo entre el cristianismo y la corriente religiosa natural de la humanidad. Teilhard cree que el mundo moderno es arreligioso, más que radicalmente incrédulo en cuanto que tiende a la adoración de un objeto: el universo, que le parece esta en oposición al Dios cristiano.
Asistimos a la existencia de un mundo en el que el hombre tiene una religi贸n cuyas ense帽anzas morales son: predominio reconocido de la totalidad sobre el individuo, fe apasionada en el valor y en las posibilidades del esfuerzo humano; el hombre moderno no puede descubrir a Dios mas que en la prolongaci贸n del proceso o maduraci贸n universal.
El cristianismo se presenta como contrario al progreso; contrario a las esperanzas humanas, por ello, hombres y mujeres se alejan de un ideal religioso que no corresponde al suyo y vive en espera de algo mejor.
No es cierro por tanto que los dogmas cristianos o lo difícil de su moral sean la causa del alejamiento de la religión, sino mas bien, el modo de presentarlos de una manera mecánica, no a partir de una experiencia vivida, sino a partir de un sinnúmero de conocimientos adquiridos académicamente, que en ningún momento van a crear o despertar convicciones profundas en el oyente, puesto que él no ve en quien esta hablando, una vivencia, una radicalidad de vida, unos frutos verificables.
Dice Teilhard de Chardin, se trata de VERY Y HACER VER que el universo en lugar de eclipsar y ocultar a Dios, está en transformación y realización plena bajo la guía y fuerzas divinas. El hombre de fe, debe ser el primero en espiritualizar los valores terrenos, ser el primero en caminar hacia el futuro, debe ser el primero sobre todo en vivir en constate preocupación por la transformación del mundo y de la religión en algo más natural, clarificando cada vez mas que Dios es el único que puede animar y dirigir la marcha del universo hacia delante, hacia su pleno perfeccionamiento.
Entonces, no podemos quedarnos en esa religión retrógrada, tenemos que luchar por la edificación de una religión renovada que sea receptiva de todos aquellos elementos positivos de la modernidad que no se oponga a las sanas aspiraciones de la humanidad creyente y que además sea un signo de los tiempos que mueva hacia el progreso en búsqueda de esos cielos nuevos y tierra nueva en donde el ser humano sea plenamente feliz.
Para que las religiones puedan salvar al mundo, no pueden seguir aferradas a esa antropología y cosmología medieval, sino que deben encararse a toda la complejidad del campo humanístico y científico para procurar, no la absoluta occidentalización científica de los pueblos, sino la civilización, es decir la armonía plena de los pueblos en medio de sus diferencias.
Otro de los aspectos alarmantes de la situación religiosa contemporánea es la insatisfacción general, hay algo que ya no marcha entre el hombre y Dios ¿Qué es? El dios que se ha venido anunciando y al que se le ha venido rindiendo culto es mas pequeño que le hombre, y hasta posee algunas características comunes con el hombre: egoísmo, ira, ese dios maldice, ese dios hace negocios en donde espera sacar muchas ganancias, es un dios que se deja chantajear, se vende por migajas y atiende de acuerdo a la clase social a la que se pertenezca, es un dios de bolsillo y de ceremonias, un dios que habita en templos solitarios; ese dios que a quienes toca los vuelve flácidos y macilentos y como no es un dios vivo, todos los que lo adoran permanecen como si estuvieran de luto.
Cuando sienten próximo el encuentro definitivo con ese dios (la muerte), las gentes se llenan de tristeza y lo maldicen; a ese dios, las gentes se lo colocan para asistir a las reuniones de oración y cuando salen se lo quitan y lo guardan en el baúl de los trastes viejos, pues en sus desdichadas actuaciones les puede causar vergüenza. Los que hablan de ese dios viven bastante atareados en la recitación de largas oraciones y sermones y se deleitan realizando obras de teatro destinada a aquellos que pagan grandes sumas de dinero por oírlos y verlos hacer siempre lo mismo. Estos son autómatas y viven indigestados; en su casa hay tanto espacio como tan grande es su ego, así que aunque sean excesivamente grandes sus habitaciones, solo hay espacio para ellos; su muerte es muy desdichada, ya que ni siquiera aquellos que asistieron a sus reuniones mientras estaban vivos, ni siquiera los lloran ni van a sus tumbas.
Ese dios limitado al espacio y al tiempo es el que ha perjudicado tanto al hombre contemporáneo y de todas las épocas; por ello conviene a los hombres de fe que asisten a la inauguración del siglo XXI devolverle a Dios esa dignidad que le fue arrebatada por nuestro ancestros, es ahora de verdad el momento de empezar a construir el verdadero REINO DE DIOS aquí y ahora, es decir empezar a edificar la civilización del amor, la cual se empieza a disfrutar en esta vida y se planificará después de nuestra muerte , en la vida eterna.