Revista remanso duelo ed no 16

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CONTENIDO *Otras pérdidas que producen las violencias: lo intangible del desarrollo humano

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REVISTA REMANSO No. 16 código ISSN 2357-5832

*La elaboración del duelo como fundamento de la paz y la reconciliación en un escenario de postconflicto en colombia

Pag 28

*La depresión y el duelo, entre lo público y lo privado

Pag 40

*La evolución de los rituales funerarios

Pag 50

*Apuntes acerca del dolor y el sufrimiento, una mirada humanista

Pag 54

*La muerte y el duelo en el chocó

Pag 64

*El duelo y la generación de espacios de libre expresión Pag 66

*El arte de conquistar a un doliente Pag 68

*El apego y su influencia en los procesos de duelo Pag 66

*Mi funeral Pag 72

*Postconflicto y duelo en la infancia Pag 74

*La sombra de dolor aunada en el amor Pag 80

*Morir es acabar de nacer, plenitud de la vida. Pag 87

*Tanatologia: una visión de la vida después de la vida Pag 90

*Enfrentando situaciones inesperadas Pag 94

*Duelos excepcionales Pag 96

*Hacer un homenaje de amor a su memoria Pag 98

*La cuota de ángeles negros en el cielo la ponen los chocoanos Pag 100

*Viviendo el duelo con la ayuda de dios Pag 104

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Corporación Nacional e Internacional de Funerarias, Remanso Carrera 13 A No. 34-55 oficina 304 Bogotá - Colombia Teléfonos 7017310 - 7019255 - 5101163 Movil 3106663565 remanso@corporacionremanso.com.co www.corporacionremanso.com.co DIRECCION GENERAL María del Pilar Rojas Bustamante direccion@corporacionremanso.com.co JUNTA DIRECTIVA Luis Fernando Arango Madrid Pedro Nel López Forero Néstor Tabares Hernández Jorge Ivan Ospina Isaza Rafael Diaz Pedraza Juan Camilo Tavera Arcila Siervo Tulio Molano Bautista Jaime Ceballos Ospina Luis Fernando Diaz Ortiz Juan Manuel Herrera Muñoz COLUMNISTAS Fanny Bernal Orozco Paulo Daniel Acero Rodríguez Hernán Nieto Uribe Yaneth Rubio Pinilla Wagner Mosquera Palacios Lorena Libar Ramírez Marlyn Pérez Martes Nelson Tobón López Parque El Recuerdo Laura Sofia Moreno Cristian Camilo Arbeláez Alvárez Edit Oleiva Salazar Gómez Lina María Espinal Mejía Angela María Ospina Richard Nipson Beleño COLABORADORES Natalia Conta Jaramillo asistente.contable@corporacionremanso.com.co Marina Buitrago Buitrago asistente.administrativo@corporacionremanso.com.co CONCEPTO, DISEÑO Y DIAGRAMACIÓN Actividad Creativa www.acreativa.com Medellín - Colombia

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EDITORIAL E

n una mirada a los procesos que conlleva la pérdida de seres queridos debemos tener claro que no sólo es cuestión de sensibilidad, también es cuestión de salud mental, entendida la salud como un estado de completo bienestar físico, mental y social en el que caben situaciones objetivas, subjetivas, individuales y comunitarias. Estos procesos cobran su mayor importancia cuando permiten una vida mejor dada la capacidad de transformación de las personas que están en duelo. El funerario no puede olvidar su papel ante la sociedad y debiera incluir en el portafolio de servicios un valor diferenciador que ayude, a partir de la orientación de profesionales de las ciencias humanas que con dedicación y sensibilidad complementan la razón de ser de los servicios funerarios, centrados en la atención no solo de sus clientes sino de toda la comunidad que esté atravesando por duelos, es un principio de lealtad en el ejercicio de esta profesión. Aunque a simple vista nuestro objeto social se limite a la mera condición sanitaria de dar disposición final a los restos mortales, es importante dar un mayor alcance a la responsabilidad social que tenemos, estamos inmersos en el sistema de salud; la salud mental que termina somatizando para dejar el cuerpo dolorido. Es urgente rescatar los rituales para dar un buen comienzo al proceso de duelo. Las cifras hablan y sólo revisando algunos datos estadísticos se evidencia el duelo como una condición mucho mas prevalente que cualquier alteración de la salud en el mundo, lo que motivó que el pasado 6 de agosto de 2013 en Ginebra-Suiza, la Organización Mundial de la Salud y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, además, basados en numerosas peticiones de orientación sobre el tema, publicara el nuevo protocolo para proporcionar una atención eficaz a niños y adultos expuestos a traumas o a la pérdida de seres queridos.

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Por: Fernando Arango Madrid Dicho documento explica el tipo de apoyo a ofrecerse incluyendo los primeros auxilios psicológicos, tarea que perfectamente puede orientar el funerario a través de profesionales capacitados en el manejo de estrés y ayuda a los afectados para enseñarles métodos de afrontamiento y posibilidades de apoyo social. Exalta que ahora no sólo se deba ofrecer un apoyo básico a los dolientes, sino que éste, debe estar fundamentado en la mayor evidencia disponible, es decir, sustentado académica y profesionalmente. Para dar cumplimiento a este llamado debemos contar con un buen profesional, que además de haber cursado y aprobado académicamente un pensum, esté envestido de vocación, conocimiento ligado al estudio y con destreza centrada en los dolientes; un SER HUMANO conocedor de las herramientas para el mejoramiento continuo y con la ausencia total de estrategias o métodos no muy ortodoxos que riñan con lo estrictamente científico. Deberán los profesionales prepararse formalmente y tener como norma la actualización permanente con estudios sobre ciencias humanas no sólo en la psicología sino con alguna percepción en la antropología y la salud pública. En resumen, quien tenga en el sector servicios de atención psicológica, su principal obligación es que ofrezca un acceso real a servicios de calidad, pensando en la eficacia del sector y los dolientes y con la lealtad a lo meramente científico por ser el tiempo de trabajar y hablar de duelo en serio.


Saludo de la Dirección Ejecutiva

L

a importancia del lenguaje, el uso adecuada de las palabras, los movimientos, el espacio, el tiempo… la ilusión de un país y una sociedad que busca cerrar brechas y cimentar una generación de “corazones sanos”, requiere el compromiso y cohesión de todos los sectores. La empresa privada y la sociedad civil, sin importar edades, ni condiciones, juegan un papel preponderante para llenar los vacíos que el Estado y las políticas de gobierno van dejando a su paso, quizá en la poca capacidad de priorizar el “bien estar” de los seres humanos, quizá por la visión reducida que se tiene de lo “público”, quizá por sus concepciones centralistas que limitan el conocimiento de las regiones con todas sus particularidades: costumbres, tradiciones, folclor, riquezas y pobrezas, alegrías y aflicciones que generalmente se enmarcan en historias de violencia, abuso y abandono que suelen terminar en muerte y desplazamiento a centros urbanos que les son ajenos. Por años y años, Colombia ha sido protagonista de las noticias más impactantes. Para quienes tenemos el privilegio de conocer las fronteras colombianas, las provincias, municipios y corregimientos, pero que además tenemos la capacidad de escuchar testimonios para tejer historias, identificamos las polarizaciones políticas identificadas por colores –azul o rojo-, partidos –conservadores o liberales-, palabras simples pero de profundo sentido – paz o guerra-, que no han permitido construir en la diferencia, que no dejan ver el mismo cielo que nos arropa, que se niega a caminar por el sendero de la reconciliación y el logro de sueños comunes donde prima la vida. Irónicamente los primeros testigos de la muerte, por sus distintas razones, son los funerarios. Si, los funerarios que además de hacer un ritual en homenaje a los fallecidos, empiezan a entender que su responsabilidad va más allá de la disposición final de unos restos mortales y se compromete con la atención a sus familias. Hablar de funerarios, hoy en Colombia, es hablar de profesionales agremiados que halonan procesos de desarrollo económico y social para su sector y para las comunidades donde se desempeñan. Desde la Corporación Remanso, nos hemos dado a la

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tarea de socializar experiencias exitosas como las Unidades de Duelo –que nacen en la Funeraria San Vicente de Medellín, producto de la violencia que recrudeció en esta región durante los años 90’s- programa que viene siendo adoptado por todas las funerarias de nuestro país y exportado a otras latitudes que han visto en Colombia su modelo de profesionalización para el sector. Empezamos concibiendo un escenario académico que mezclara la ciencia, el estudio y el conocimiento de psicólogos, psiquiatras y terapeutas sobre Duelo, la experiencia de este trabajo en funerarias y, el testimonio de pacientes “dolientes” que han recibido acompañamiento. El resultado no pudo ser mejor… Hoy hemos adelantado tres congresos internacionales de duelo - alimentados por académicos, investigadores y profesionales colombianos y extranjeros de las más altas calidades-. La segunda tarea en nuestro compromiso es la documentación, generar literatura, hacer públicos los estudios que arrojan investigaciones de salud física y mental derivados de situaciones o procesos de duelo individual y/o colectivo; en niños, adultos y mayores; en hijos, padres, esposos; en la ilusión de ser padres que no alcanzaron a sentir la primera respiración de su recien nacido. Este documento, que llega a la cuarta edición en Duelo, ya tiene un código ISSN que lo certifica como material científico y cultural. En sus páginas se puede consultar el qué, cómo, dónde, por qué y cuándo de una realidad –con cifras, descripciones y rituales- que además de conocerno un poco más, permite dar una visión en prospectiva… lo que seremos, para dónde vamos. Con este recorrido y el camino andado, los funerarios se convierten en el apoyo que requiere el Estado y el Gobierno para la “verdad, justicia y reparación”, tres palabras tan simples y cortas, tres palabras con tanto sentido y profundidad como la Paz y la Guerra, tres palabras que de tanto repetirse parecieran perderse en el discurso que se agota y agoniza antes de entender su verdadero significado. Un abrazo, mil bendiciones,

María del Pilar Rojas Bustamante


Otras pérdidas que producen las violencias:

LO INTANGIBLE DEL DESARROLLO HUMANO Fanny Bernal Orozco Psicóloga

PRESENTACIÓN Los duelos que producen las violencias políticas y sociales (conflicto armado, desapariciones, secuestros, masacres, desplazamientos forzados, violencia urbana, minas antipersonales, violaciones a mujeres y niños), tan cotidianas en la realidad colombiana y latinoamericana, ponen en primer plano la pregunta por el desarrollo humano. Este interrogante ha transitado desde una concepción economicista focalizada en el crecimiento económico, la inversión infraestructural y el desarrollo tecnológico, hacia un paradigma centrado en las personas. Un giro impulsado por el premio Nobel en economía, Amartya Sen, en su propuesta de concebir el desarrollo humano como expansión de las libertades, formación de capacidades, desarrollo de potencialidades y generación de oportunidades, para que los individuos, familias, y la sociedad en general, disfruten de condiciones y calidad de vida equitativa, democrática y justa (Sen, 1999). Esta manera de ver y considerar el desarrollo humano, comienza a circular en los discursos institucionales, políticos y académicos desde la década del 80. Emergen nuevas claves para las decisiones políticas y técnicas que miden y proyectan la responsabilidad del Estado, el compromiso social y las alternativas reales de las personas. Se abre el espectro para analizar la formación de los diversos capitales, la mitigación de la pobreza y la inclusión en las dinámicas del desarrollo para amplios sectores sociales. Educación, salud, vivienda y trabajo comienzan a ser demandados como derechos y bienes de mérito para todos los seres humanos. Asuntos cruciales, tangibles y medibles que garantizan el capital social y humano de una sociedad, y que además deben ser acompañados por indicadores considerados intangibles como la

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seguridad, la participación, la confianza y el manejo del tiempo libre y el descanso, entre otros. Bajo este lente, se reconoce el avance en la configuración de un desarrollo humano centrado en las personas, en su dignidad humana y en la responsabilidad política, ética y moral del Estado. Sin embargo, este progreso choca con una realidad que recorre todos los ámbitos de nuestro país, aunque también de América Latina y el mundo entero: las múltiples violencias con diferentes y diversos rostros, estrategias y manifestaciones. Para Colombia el tema de estas violencias ya tiene una larga historia de más de 50 años, a través de la cual, pueden rastrearse las huellas de su complejidad, mutación y degradación, en donde, de una confrontación con el Estado, se pasa a la conversión de un orden dentro del desorden (Uribe, 2002). Se configura un sentido y un discurso de vida y existencia que señalan cierta ‘catástrofe actual’, en contravía con los discursos del desarrollo humano, los derechos humanos y los Objetivos del Milenio, propuestos por las Naciones Unidas al comienzo del presente siglo. En el Informe de “Basta Ya” del Centro de Memoria Histórica de Colombia, publicado en el 2013, se hacen visibles cifras que se aproximan a una narración de las violencias del país. Se da cuenta de 150.000 asesinatos, lo que significa que nueve de cada 10 homicidios de civiles en las dinámicas del conflicto armado, corresponden a crímenes selectivos. Según esta misma fuente, se reportan 27.023 secuestros entre 1970 y 2010 y 1.982 masacres entre 1980 y 2012. Para este mismo período registran 588 eventos de violencia en los cuales, hubo huellas o marcas de sevicia en los cuerpos de 1.530 personas (GMH, 2013). Con relación a la modalidad de la desaparición forza-

da, los registros del Centro de Memoria Histórica indican que según testimonios, en los procesos de versiones libres, se confesaron un total de 8.360 casos de desapariciones y 4.809 cadáveres exhumados. Respecto al desplazamiento forzado, el informe en mención plantea que esta realidad se expande considerablemente desde 1985 y que solamente entre el 2003 y el 2012 hay registro de 2’729.153 personas en condición de desplazamiento. Otro dato en esta línea, corresponde a las acciones bélicas, que suman 716 entre 1988 y 2012, en las cuales murieron 1.344 civiles. Y con relación a las minas antipersonales, se plantea un dato aproximado de 10.189 víctimas entre 1982 y 2012, de las que, 8.070 han quedado lesionadas y 2.119 han muerto. Adicionalmente, se da cuenta de 95 atentados terroristas entre 1988 y 2012 con un total de 223 personas ultimadas y 1.343 heridos (GMH, 2013). Este rápido panorama, tiene un complemento en las cartografías de las violencias colombianas, suscitadas

por las dinámicas del conflicto armado, que aluden a la reconfiguración territorial. Según fuentes oficiales, existen en el país más de 8.3 millones de hectáreas (358.937 predios) que han sido sometidos a despojo o abandono forzado y a la desbandada de centros poblados en diversas zonas rurales del país, con la consabida migración a otros cinturones urbanos, deprimidos y marginados, cuyos escenarios cotidianos están marcados por fronteras invisibles, lo que incrementa la problemática social en ciudades como Medellín, Cali, Bogotá, Buenaventura, entre otras (GMH, 2013). Pero las evidencias de estas violencias, no solo recorren los espacios vitales que atraviesan los cuerpos para dejar en ellos las huellas de la guerra, también está el abuso sexual, la violación, la mutilación, la simbolización del trofeo de guerra en el cuerpo femenino e infantil, los reclutamientos de menores y la destrucción del círculo afectivo por parte de aquellos considerados enemigos, sólo para mencionar algunas. Son datos sólidos, respaldados en las estadísticas e

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informes de diversos organismos nacionales e internacionales. Sin embargo, nos preguntamos: ¿Qué hay detrás de estas cifras? ¿Cómo vivir una vida digna? ¿Dónde queda, después de todo, la justicia, la confianza, la certeza en los espacios de vida? ¿Cómo describir en estos escenarios el desarrollo humano? Cuestionamientos que abren los espectros intangibles del desarrollo humano desde la memoria emocional de unos cuerpos cruzados por las marcas de las violencias, y que hacen visible otras paradojas. Finalmente, para dar respuesta a estos interrogantes, se toman como referencia, testimonios de consultantes en procesos terapéuticos en la ciudad de Manizales (Colombia), quienes desde diferentes experiencias de violencia individual y colectiva, duelos y pérdidas, danzan entre la resignación y la resiliencia. Las respuestas sobre estos intangibles, se orientan a partir de dos acápites: 1. ¿Cómo se configura la memoria emocional de las víctimas de las violencias? y 2. Otras paradojas del desarrollo humano: la memoria emocional de las violencias. Dos trayectorias que se anudan en las palabras de Martha Nubia Bello:

“Tal vez porque las heridas del cuerpo son más visibles y es más fácil reconocer que el cuerpo físico duele y pedir que ese dolor se atienda. Frente al dolor del cuerpo se acude a un médico, se recibe un calmante, pero frente al dolor del alma, no se sabe a quién acudir, ni cómo tratarlo. Además, las heridas emocionales quedan relegadas frente a otras demandas que se consideran más urgentes, para garantizar la vida física. Tal como nos lo dijeron muchas víctimas, en medio de la urgencia para sobrevivir, no hubo tiempo para la tristeza” (Bello, 2014).

1 ¿Cómo se configura la memoria emocional de las víctimas de las violencias? La muerte de los seres queridos por situaciones de violencia, marca de manera dramática, la memoria emocional de los sobrevivientes. Perder la vida violentamente es uno de los duelos más difíciles para una familia y su entorno social, ya que esto implica no solo asumir el dolor por la muerte abrupta, sino también enfrentar otras

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emociones como la rabia, la culpa, los deseos de venganza que, sumados a un alto nivel de estrés, hacen menos fácil el proceso de afrontamiento. Entre esta danza de sentimientos, se encuentra el miedo que en ocasiones paraliza cualquier acción que se quiera emprender, es una emoción de las más fuertes porque emerge de una situación de peligro. Al sentir el acecho, se aumentan los niveles de cansancio y las señales de alarma y alerta permanentes que se activan para cuidar la vida.

Como consecuencia de las experiencias de violencia se pierde el sueño y con él, la posibilidad de descansar; el impacto es tan negativo que su miedo les lleva a pensar constantemente que algo peor les va a ocurrir, no pueden conciliar el sueño, sus pensamientos son catastróficos y muchas de sus conversaciones se centran en presagiar la muerte.

“Después de estos asesinatos en las noches no somos capaces de dormir, con mis hijos nos turnamos para escuchar… cualquier ruido es una amenaza; a ellos -los malos- les gusta llegar luego de media noche. Claro que estamos cansados, el ejército ya vino, dicen que podemos estar más tranquilos, pero el miedo y el dolor están aquí” (Testimonio número 1)

Sentir que la propia vida y la de la familia están amenazadas, es un asunto que tiene serias implicaciones en la salud mental y el desarrollo humano de las personas. Los efectos de vivir bajo presión y ser testigos de sucesos de terror, afectan sus vidas y los deja inermes y sin recursos para elaborar su dolor y abrir la puerta a nuevos comienzos. Las secuelas emocionales que deja la violencia, no son cuantitativas, ni tangibles, se evidencian poco a poco en la manera como los sobrevivientes asumen su día a día; la amenaza de muerte constante es una realidad que rebasa los límites emocionales y que lleva a que se dejen de realizar los actos cotidianos y se pierda la libertad. Esto significa que recurren al encierro o al desplazamiento como estrategia de sobrevivencia, lo que impide continuar con sus proyectos laborales, académicos, familiares y sociales. “Vivir escondido es como estar muerto en vida, es privarse de hacer muchas cosas con la familia y los amigos, es una muerte lenta” (Testimonio número 2). El vivir en medio del miedo y en estado de alerta, origina zozobra y terror ante las amenazas de muerte, y


mientras su vida se vuelve un caos, se pierde la confianza en las personas que le rodean; en cualquier rostro puede estar el enemigo, en cada esquina puede encontrarse con un disparo o con el filo de un cuchillo. Esa zozobra constante, esa incertidumbre, ese miedo son una tortura infinita y dolorosa que, en ocasiones, es peor que la muerte. Las consecuencias emocionales, no siempre se hacen evidentes de manera inmediata, muchas veces aparecen meses o años después de ocurrida la tragedia, no sólo como enfermedad emocional y mental sino también física.

que hacía su padre cuando ella estaba niña, afilando un machete con el que les pegaba y amenazaba que los iba a matar. Ese ruido la ha conectado de una manera dolorosa y desesperante con su historia familiar de violencia. Este suceso le ha generado pesadillas y una constante sensación de desasosiego y temor”

“Hace dos años nos vinimos del pueblo, porque allá entraron los bandidos y asesinaron a mi esposo y al marido de mi hija, ellos trabajaban en el cafetal y allí los amarraron, casi no los encontramos, nos amanecimos buscándolos con linternas y en medio de un aguacero. Sabíamos que eso era la sentencia para los que quedábamos, entonces abandonamos la finca y nos vinimos a vivir aquí a la ciudad, a buscar trabajo y a luchar por los otros hijos y nietos. Yo creí que ya estaba mejor del dolor, pero hace tres meses unos encapuchados mataron a un muchacho en la esquina del barrio donde vivimos y dieron tiros al aire, nosotros nos quedamos abrazados y escuchando… desde ese día no duermo y estoy con una lloradera como el día que mataron a mi esposo y a mi yerno” (Testimonio número 3).

(Testimonio número 4).

En muchas oportunidades las víctimas de la violencia, tienen que recomenzar su vida sin hacer sus duelos, sin sentir alivio, sin sanar su aflicción; saben que tienen que seguir, los esperan sus demás familiares y a pesar del dolor y del miedo, tratan de reorganizar sus vidas cotidianas, así su mundo emocional esté hecho trizas. Por lo tanto, guardan sus emociones, las congelan, y no las procesan, y al enmascarar su dolor, se exponen a que éste aflore cuando menos lo esperan, no saben que el dolor es como el agua: siempre busca una salida o un resquicio, para expresarse en el cuerpo físico o en la salud emocional y mental. Lo anterior significa entonces, que al no contar con el tiempo, ni el apoyo para transitar el dolor, se aplaza la elaboración de éste y la aceptación de los sucesos, desencadenando síntomas tan perturbadores e intensos que hacen más penosa la realidad. Guardar no es sinónimo de elaborar y menos de sanar.

“Marina tiene 40 años, hace 25 que vive huyendo de la violencia, de los recuerdos…Ella dice que parece una gitana con sus hijos y su familia, ha cambiado de ciudad cinco veces. Hace poco se mudó de barrio y en el apartamento dónde vivía, comenzó a escuchar un sonido como el

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Estas personas no han tenido ni el espacio ni el momento para sanar y reparar el dolor, su tiempo lo han invertido en huir, en poner distancia, en creer que en otros sitios la vida será diferente y, finalmente, se dan cuenta de que esto es una utopía; a dónde vayan llevan su dolor, su impotencia y el miedo de que al voltear alguna esquina, se encuentren cara a cara con los asesinos y torturadores de sus seres queridos, aparte de que les acecha una inquietud: ¿Quién será la próxima víctima? Pero no es solo el miedo el que acompaña permanentemente a estas personas, también está su rabia: Rabia con los agresores, con aquellos que han masacrado a sus familiares, violado sus hijas, desaparecido a sus esposos, descuartizado a sus seres queridos; odio y coraje ante la humillación y las atrocidades, ira con ellos mismos por no poder defenderse, por tener que presenciar tanta indignidad, ignominia y desprecio, rencor porque en la huida dejaron su historia individual, familiar, social, laboral, sus amigos, parte de sus vidas. Hay rabias que dan aliento, ánimos, que motivan procesos de cambio y emprendimiento y que además inyectan de sentido y significado la existencia; en tanto que hay otras que apagan y


oscurecen el deseo de vivir, las ilusiones y los proyectos de vida. Así entonces, esta emoción puede ser un fuerte aliciente para emprender cambios positivos y avanzar, o una arma poderosa con la cual, hacerse daño, a pesar de que sea el motor que proporciona la fuerza para vivir. “Nadie puede imaginarse lo que siento, hasta se me calienta el estómago y la piel al recordar los ojos de los asesinos, y yo ahí quieta, sudorosa, llena de espanto sin poder gritar… sólo moviendo los ojos con terror. La rabia no me deja dormir bien, hay mañanas que me levanto y digo, y ya qué puedo hacer, pero no, los recuerdos me martillan y retumban en la cabeza, y me hacen pensar cosas muy malas” (Testimonio número 5). La rabia imposibilita en ocasiones asumir los duelos y afrontarlos. En estas condiciones la indignación y el resentimiento, se convierten en una armadura que impide tener conciencia clara de los demás sentimientos y, con ello, se pierde el control de las acciones diarias y origina un entorno desfavorable para adaptarse a la nueva realidad de la vida. La ira produce altos niveles de estrés, y al ser una emoción tan potente y perturbadora, ocasiona a la vez una sensación de agotamiento general, que merma la fuerza para continuar viviendo.

“A mí, la rabia me ha hecho pensar en un futuro mejor con mi familia y mis hijos. A nosotros nos quemaron la casa, mi padre fue asesinado y nos dieron un plazo para salir del pueblo, no hubo tiempo para enterrar mi muerto, a duras penas una oración y salir corriendo. Luego supe que unos vecinos le rezaron y lo sepultaron. Han pasado siete años y sé que este resentimiento me ha ayudado a cuidarme, aunque todavía no he llorado mis duelos, tengo pesadillas y miedos constantes, ante cualquier ruido reacciono con temblores y angustia” (Testimonio número 6).

La violencia menoscaba la dignidad y la autoestima, no sólo es el dolor, es la humillación ante los acontecimientos que han alterado y quebrantado las dinámicas relacionales y sociales de manera brutal y sangrienta. El daño recibido no es sólo emocional, es físico, social, económico, son actos que atentan no sólo contra el presente, sino también contra el proyecto de vida, marcando la historia personal y colectiva, además de la salud mental de los sobrevivientes por el resto de sus vidas, en la mayoría de los casos. Este entramado emocional es confuso y complejo, en los hilos de este tejido, la culpa emerge como condena ante los otros que a veces son testigos o como auto reproche; de esta manera, los sucesos se piensan, se repasan, se valoran una y otra vez, abriendo paso a una espiral difícil de contener. La culpa es una de las emociones que más perturba en los hechos de violencia, cada escena pasa varias veces por la mente de las víctimas produciendo ansiedad, crítica constante, desasosiego y sentimientos de indefensión, entre otros. El no haberse podido defender, produce en algunos sobrevivientes emociones fuertes y contradictorias, consideran que quizás hubieran podido hacer algo a pesar de que en la mayoría de las veces, estaban amarrados, intimidados y por lo tanto en situación de indefensión y amenaza. “Nos hicieron salir a todos al patio y nos amarraron, adentro dejaron las mujeres, afuera oíamos los gritos mientras las violaban. No dejo de escuchar las risas de ellos y las palabras que decían mientras hacían todo esto. El espanto no dejaba salir ni palabras, ni gritos, ni lágrimas, estábamos mudos ante el horror. Cada que lo recuerdo -y es que me niego a olvidar-, además del dolor y la rabia, siento culpa y vergüenza por este hecho que acabó con mi familia y con los sueños y las ilusiones que todos teníamos cuando compramos esa tierrita”. (Testimonio número 7). Culpa y vergüenza, dos emociones fuertes que hacen que una persona se sienta despreciable y que no merezca el respeto, amor y consideración de los demás. Esto significa que no sólo carga en su memoria con el recuerdo de la sevicia y las heridas de las torturas, sino que a la vez se atormenta cuando piensa que los hechos hubieran podido ser diferentes. Estas son emociones que se acompañan de angustia y ansiedad, síntomas que trastornan, desequilibran y condicionan las acciones diarias; paralizan el transcurrir de la vida y generan una serie de síntomas que poco a poco van minando la salud de los sobrevivientes. La sensación de impotencia e inseguridad que rodea

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la culpa y la vergüenza, altera también la autoestima y la seguridad para afrontar los diversos acontecimientos que hay que enfrentar, luego del asesinato o desaparición de los seres queridos. Sentirse señalado, juzgado, es otro de sus temores, lo que digan familiares o vecinos les afecta tanto, que quieren poner distancia para no tener que encontrarse en la mirada de los otros.

“Yo era toma trago y loco, la oveja negra de la familia, muchas noches llegué borracho y mi mamá todavía me estaba esperando, ella tenía miedo de que me pasara algo. Cuando al pueblo empezó a llegar gente rara, yo no hice caso a lo que ella me decía, creía que era para que yo cambiara. Hoy después de que mataron a mi papá y a mi mamá y quemaron la casa, me siento desolado, sólo hubiera querido ser yo el muerto, y no mi familia” (Testimonio número 8).

Pensamientos como estos rondan la mente de los sobrevivientes: culpa vergüenza, miedo, soledad y sentimientos de indefensión; tallan este nudo emocional que carcome la salud mental y física de los sobrevivientes, testigos de la barbarie y mezquindad de los grupos perpetradores de estos actos de violencia. Toda esta urdimbre emocional se configura y se siente con fuerza a través de las narrativas de las personas que han quedado vivas, pero sin alientos para seguir sus vidas; consideran que carecen de alicientes, de esperanzas, que les falta el coraje para volver a empezar, son contundentes al afirmar que se han roto sus sueños y esperanzas de continuar viviendo sin sus seres queridos. Las pérdidas en estos hechos son de todo tipo: la muerte de los familiares, amigos y vecinos, de mascotas y demás animales, de los bienes domésticos, los objetos de vinculación emocional, los enseres, las


casas, los sembrados, los rituales sociales y lúdicos, en fin. Son todos los anteriores, factores que a un ser humano en la construcción de dignidad, le permiten seguridad, protección, autoestima y reconocimiento. Estos actos de destrucción y tortura anulan la identidad individual y colectiva, generan sensación de injusticia, de frustración, y dan paso a otros sentimientos como la venganza, configurándose esta emoción como una alternativa no sana para reparar su profundo y agobiante dolor. En este sentido, la muerte de las mascotas merece especial atención, puesto que éstas son referente afectivo y emocional de sus dueños, son compañía y ocupan un lugar importante en los espacios familiares y domésticos. Compartir, educar, cuidar, alimentar, jugar con una mascota, requiere tiempo y dedicación, actos y gestos que demandan paciencia y amor. Las mascotas forman parte de los rituales familiares, y en muchas oportunidades, son un referente afectivo fundamental en la vida de los miembros de la familia, por el contacto, la relación cercana, casi íntima, y la conexión que se teje con ellos. Generalmente, los sobrevivientes no saben qué pasó con sus animales y mascotas, seguramente ellos también huyeron o fueron asesinados y esa incertidumbre les ronda en su cabeza permanentemente. Se sienten culpables por no haberlos podido llevar consigo en su huida o por no haberlos protegido. En esta sucesión de emociones y sentimientos, la venganza surge como una manera de reparar los horrores a los que han sido sometidos. La venganza lleva a los sobrevivientes a recrear imágenes en las que piensan en hacer tanto daño a los demás como el que han recibido; es una manera simbólica de subsanar el horror que han vivido y lo expresan a través de palabras, dibujos, poemas o canciones. Sin embargo, alimentar estos deseos es una decisión tan dañina y enfermiza como los mismos hechos vividos por los sobrevivientes, “ellos saben que no tienen el poder, ni la fuerza, o las armas para cometer estos actos”, expresó un consultante. Tienen claro eso sí, que al expresar estos pensamientos y sentimientos se desahogan y esa catarsis les ayuda a estar un poco más livianos con su rabia, dolor y deseos de venganza.

“Agustín, comenta que a pesar de que han pasado diez años desde la toma del pueblo, no ha dejado de tener pesadillas, se despierta gritando… lo que vivió sigue estando aquí (señala su corazón) y por eso quisiera que a ellos les pasara algo peor de lo que padeció con su familia. ‘Qué cuentos de cárcel no, que los torturen o tal vez quisiera hacerlo yo mismo, a veces me siento mal cuando pienso esto, pero es la realidad’” (Testimonio número 9). La venganza se configura, con otras emociones y sentimientos que emergen, como consecuencia del dolor, rabia y miedo ante el horror de los actos que han vivido y el sufrimiento infringido a partir de la humillación, del desprecio y de la sevicia, huellas emocionales que se han anclado en la memoria emocional sumiéndoles en un mundo de sufrimiento y agonía, además de los efectos psicosomáticos que narran la mayoría de las personas afectadas. La venganza es entonces una emoción que tiene un efecto demasiado perturbador en la psiquis de cualquier persona, cuando ésta se convierte en un pensamiento fijo y obsesivo. Algunas de las víctimas de la violencia sienten fuertes deseos de que a los victimarios y a quienes han permitido que estos crueles hechos ocurrieran les suceda lo mismo o reciban un castigo ejemplar, incluso las entidades del estado encargadas de cuidar y proteger a los ciudadanos y que los dejaron inermes ante los ataques de los grupos criminales responsables de tales acciones. El terror y la violencia dejan marcas no sólo a través de la evocación de las imágenes de los cuerpos mutilados, violados, el recuerdo de las casas quemadas, de los bienes, muebles y utensilios de la casa destrozados, los animales abandonados y asesinados, en fin, todo lo relacionado con las pérdidas; están además presentes en su memoria auditiva, las palabras pronunciadas durante la tragedia y que en medio de los gritos se escucharon: “No nos mate…déjenos ir…piense en sus hijos…tengan misericordia” y además las frases de los asesinos y su risa que retumban en los

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oídos de los sobrevivientes, como una manera de conjurar el olvido. Toda esta urdimbre de sensaciones, recuerdos y sentimientos se anudan a las memorias emocionales de las víctimas, lo que configura una experiencia difícil de asimilar, es un equipaje que pesa en la historia de los sobrevivientes y que se hace más penoso de llevar, cuando se deben acercar a algunas oficinas a hacer gestiones relacionadas con los hechos. Gilberto, comenta que lleva meses tramitando sus papeles para que lo reconozcan como desplazado y víctima, cada que va a los organismos gubernamentales, le piden un papel diferente, e incluso, muchas veces, y después de larga espera, le comunican que le hacen falta otros documentos, o que ya van a cerrar.

“Nadie sabe que no tengo dónde almorzar aquí en la ciudad y si tengo para el pasaje no tengo para nada más, yo le apuesto que ninguna de esas señoritas tan elegantes se ha puesto a pensar o sabe todo lo que nosotros hemos vivido y por eso lo tratan a uno como si estuviera pidiendo limosna” (Testimonio número 10).

Sanar las heridas es todo un desafío para los sobrevivientes, ellos saben que al horror vivido se suman la impunidad y la ausencia de justicia; están también la recolección de documentos, todos los viajes y diligencias que deben hacer en la ciudad y los días que pierden para lograr que les escuchen con respeto y celeridad. Con frecuencia encuentran funcionarios poco responsables e insensibles que no hacen ningún esfuerzo para tratarlos con empatía, dignidad y consideración, sino que los reciben con desprecio, imponencia y altanería. Perder a cualquier ser querido representa un quiebre emocional en el sendero del vivir, es agobiante y origina miedo y desasosiego, un caudal de

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sentimientos que a veces son difíciles de descifrar y de expresar con claridad. Cuando la muerte toca a la puerta de alguna familia, afloran sensaciones de vacío y de soledad inmensos, a pesar de que en oportunidades es ésta una muerte esperada, debido quizás a una larga y dolorosa enfermedad, que sume a los familiares en una tristeza profunda además del cansancio y el agobio que sienten por la atención y acompañamiento que deben prodigar al ser querido durante el tiempo que dure la enfermedad. Otra, es la experiencia que se teje en la memoria emocional y en las representaciones mentales de los seres humanos, cuando la muerte llega de forma intempestiva, abrupta, inhumana y brutal. “Los duelos, las reacciones ante la pérdida y la frustración, suelen comenzar con un impacto, ya que muchas veces no esperamos ese impacto”. (Tizón, 2004). La forma como cada individuo elabora sus duelos, está íntimamente ligada a los recursos internos y emocionales que haya construido durante su vida, así como a las redes de apoyo familiar y social que le acompañan durante los momentos de crisis, de aceptación, elaboración y reorganización de su proyecto de vida. No es lo mismo hacer frente a una tragedia donde la muerte, el desplazamiento, la violación, desaparición,

y la pérdida de los bienes materiales son su experiencia de dolor, que afrontar otros duelos en los cuales, no hay barbarie, ni actos de terror, y más aún, cuando se han podido hacer rituales de despedida y compartido las manifestaciones de dolor con familiares, amigos y vecinos. Transitar un duelo, vivir el luto es un proceso que demanda esfuerzo, paciencia y coraje a fin de manifestar las emociones y sentimientos que afloran de manera indiscriminada: rabia, miedo, culpa, vergüenza, deseos de venganza, nostalgia, tristeza profunda, aislamiento, fantasías de muerte, alteraciones en la salud física, ideación suicida, trastornos de sueño y en la ingesta de comida, pérdida de ilusiones, ausencia de proyecto de vida, soledad profunda, sensación de desamparo, desarraigo, despojo, desolación, cambios en el estado de ánimo, e inclusive en algunas ocasiones, alucinaciones visuales, auditivas y olfativas, todas o algunas de ellas que pueden dar origen a secuelas severas que alteran la salud mental y emocional de las víctimas. Cobra especial atención que mientras mayor sea el impacto por la muerte y las múltiples violencias, mayor será la posibilidad de que los sobrevivientes padezcan algún trastorno por estrés postraumático, lo que torna más complejo el proceso de elaboración de los duelos, máxime cuando en muchos casos no se cuenta con las personas y profesionales adecuados para apoyar este tipo de situaciones, que además se convierten en una amenaza para la salud mental y emocional de quien las está afrontando.

“Hay mucha gente traumatizada en El Valle Encantado. Hay por lo menos dos o tres personas por familia que requieren de atención en lo mental. No son locos que tiran piedra, pero tampoco son cuerdos. Está una señora que cree que ha superado todo pero no. Se ven normales pero ya sabemos las cosas de cada cual. A otra señora que vivió la violencia, cada vez que le hablan del tema se priva. Oveida colgó los restos de su hijo en el techo de su casa hasta que el Estado reconociera que era un joven inocente que trabajaba con un sacerdote. Y hasta que no tuvo eso no lo enterró” (Zabala, 2014).


En la muerte por violencia emergen diferentes duelos, la tragedia se trastea de un lugar a otro, los cambios que toca enfrentar, son demasiados y a esto se suma la desidia estatal para escuchar, acoger y proteger a los sobrevivientes. Cada miembro de la familia asume el dolor de manera diferente, algunos son más fuertes y tienen mejores recursos emocionales, otros por el contrario se sumen en la tristeza y se sienten sin ganas de vivir. Es necesario entender que entre la “d” de duelo y la ”d” de depresión, existe una franja muy sutil, que en cualquier momento se puede traspasar. Otras víctimas continúan su vida con el miedo latente de que los encuentren y se vuelvan a ensañar con ellos. Por ello se niegan a salir, a tejer nuevas amistades, sienten desconfianza y recelo, tienen una idea fija de que los están persiguiendo, que van a volver por ellos, o imaginan que en cualquier rostro pueden estar los asesinos, lo que les genera intensos síntomas de ansiedad y desasosiego. En esta franja del dolor, es necesario tener en cuenta a los niños y las niñas que han sido testigos y víctimas de todo tipo de violencias; algunos indicios presagian riesgos, por lo tanto es importante observar y hacer seguimiento a las actitudes, palabras y emociones que refieren cuando han estado con la muerte y la barbarie tan de cerca y por ellas se han quedado huérfanos y solos. Estos sentimientos de despojo, frustración, vulnerabilidad y abandono, son difíciles de comprender y asimilar para cualquier ser humano. La soledad de un niño o una niña implica exponerse a diferentes y dolorosos riesgos emocionales para el resto de su vida, si no recibe el afecto, la compañía, la atención y los cuidados que le garanticen la confianza necesaria para seguir viviendo. Por otra parte, hay que prestar especial atención a sus cambios mentales y emocionales, ya que pueden ellos mismos convertirse en multiplicadores de la barbarie a la que han sido expuestos.

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Adrian de 12 años, narra en su testimonio cómo al llegar de la escuela a su casa corriendo, encontró que lo que habían dicho sus amigos era verdad: su papá y su mamá estaban tirados en el suelo y había mucha sangre, la mamá estaba en la cocina y el papá en el cuarto, la hermanita pequeña llorando en la cuna, la abuelita todavía respiraba. “He pasado por varios hogares pero no es lo mismo, yo no conocía la ciudad, me hacen falta mis papás, mi abuelita; de mi hermanita no sé nada, ¿quién me explica qué pasó con ella? ¿Cuándo la puedo ver? ¿Qué va a pasar conmigo? No como porque no me sabe a nada la comida, mi mamá siempre cantaba mientras la servía, era cariñosa y olía muy rico, siempre me preguntaba cómo me había ido en la escuela. Ahora ya no están, ninguno está, me siento solo y aburrido, aquí no hay ríos, ni campo, ni animales para jugar” (Testimonio 11). Los niños y niñas que no reciben ayuda en el proceso de elaboración de sus duelos, pueden verse abocados a una vida más difícil, por todos los riesgos a los que se ven expuestos. Adaptarse a la muerte, a la ausencia de seres queridos, la soledad y demás pérdidas, se hace menos complejo si recibe la colaboración adecuada. Sin embargo en nuestro país, este soporte no puede garantizarse como debiera ser, diferentes factores como la indiferencia, falta de políticas claras en casos tan atroces, el pobre entrenamiento y la mínima formación profesional en tales temas, la insensibilidad y la apatía; se conjugan para que estas acciones tan importantes para la salud mental de niños y adolescentes no se cumplan, poniendo en peligro no solo sus proyectos de vida sino el desarrollo de sus potenciales como seres humanos. Hay algunos síntomas que sirven de alerta cuando un niño o adolescente no está elaborando de manera adecuada su dolor y a los cuales hay que prestar


especial atención: estar enojado cotidianamente, no dormir, despertarse con gritos a mitad de la noche y con pesadillas, cambios en el rendimiento escolar, desinterés en el juego o en actividades que antes le parecían amenas, aislamiento, dolores de cabeza o en otras partes de su cuerpo, cambios en su alimentación, expresar culpa por la muerte de sus seres queridos, escribir cartas anunciando que se quiere morir, pensamientos suicidas y consumo de drogas, entre otros. Lo enunciado pone de manifiesto la responsabilidad que hay que asumir en cuanto al apoyo, para que niños, niñas y adolescentes elaboren y transiten su duelo y demás pérdidas de manera tal, que les permita recobrar su autoestima y dignidad. Mientras afrontan las pérdidas, despiden a sus muertos y mitigan el dolor. Los actos de violencia dan origen a innumerables frustraciones, los procesos psicológicos se alteran y en esta danza emocional, hay confusión de pensamientos, la realidad se opaca y se desbordan emociones y sentimientos, afectando la cotidianidad de manera alarmante. Algunas personas alimentan esperanzas y coinciden en sus narraciones cuando hablan de las desapariciones de sus seres queridos, puesto que son días, meses y años buscando. Al principio de la ausencia, son muchos los familiares y amigos que acompañan, pero posteriormente y ante el cansancio y la frustración al no encontrar respuestas, los más allegados se van quedando solos en el dolor y la esperanza de hallar alguna respuesta a la incertidumbre que les atiza el corazón y los recuerdos. Para Pauline Boss, autora del libro: “La Pérdida Ambigua”, al referirse a las desapariciones expresa:

“No sólo falta información sobre el paradero de la persona, sino que tampoco existe la constatación oficial de la comunidad, de una pérdida: no hay certificado de defunción, ni el luto de la shivah, ni funeral, ni cuerpo, ni algo que enterrar. La incertidumbre hace que la pérdida ambigua sea la más estresante de todas, por lo que origina síntomas no sólo dolorosos, sino que, a menudo, también se los pasa por alto o se los diagnostica en forma equivocada” (Boss, 2001).

Existen familias en nuestro país que han pasado años y décadas de sus vidas, de hospital en hospital, de morgue en morgue, de fosa en fosa y de bus en bus, tratando de encontrar a sus seres queridos. Cuando aparece una noticia por televisión o en algún periódico de que encontraron otra fosa, se desplazan hasta el sitio señalado siempre con la esperanza de encontrar el cadáver y darle sepultura, orar por él y descansar del infierno al que han estado sometidos por tanto tiempo. Algunas familias llevan más de la mitad de sus vidas buscando a sus desaparecidos: “Mi hijo estudiaba y le encantaba el fútbol, ahí estaba su amor. Una noche que tenía partido no volvió a la casa, me imaginé lo peor, él nunca se quedaba en la calle y al otro día tenía que estudiar. Con los vecinos salimos a buscarlo y la gente decía: ‘lo vimos allí o allá’, pero ¡no! nunca ha aparecido, llevo 25 años esperándolo, la ropa todavía la tengo, a veces la saco del armario, la acaricio y lloro” (Testimonio 12). La desaparición de un ser querido es una tortura permanente, mientras pasan los días crece la angustia, la incertidumbre y la desesperanza, las dudas y los miedos, la ambivalencia y el cansancio físico y emocional. ¿Qué hacer? ¿Por dónde comenzar? ¿Cuánto esperar? ¿Qué cosas cambiar? ¿Qué roles asumir? Preguntas que carecen de respuestas, de forma especial en los primeros meses ante la ambigüedad y la no certeza de la ausencia. Sucesos como éstos desconciertan y arrancan de un tajo el piso y la seguridad emocional. Mientras tanto se buscan y se esperan noticias o cualquier vestigio que dé pistas que aclaren la situación, pero es más agobiante aún, cuando se constata que no hay ninguna evidencia y que todo sigue igual. En la desaparición forzada no hay certidumbre, todo es ambigüedad y desconcierto, y ante la falta de noticias y certezas, se siguen alimentando el afecto y la preocupación por la seguridad del ausente. Todo lo anterior se agudiza con el pasar de los días sin noticias, sin respuestas, sin cuerpo para realizar rituales de despedida que ayuden a la elaboración del dolor y mitiguen la pena. En la desaparición la persona está perdida, está ausente, con el anhelo de que pueda volver. Se danza entre la esperanza, el dolor y la necesidad de que el sufrimiento acabe y se resuelva el misterio y la larga pesadilla, pero con la seguridad de que nada podrá ser igual, pues la historia de la familia se ha roto en mil pedazos. Todas las emociones que produce la violencia, son

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intangibles y los efectos en la salud física y emocional de la familia y amigos es enorme. Sin embargo, a pesar de que no hay un día que pase en nuestro país sin noticias de esta índole, falta sensibilidad y reconocimiento por el dolor y el sufrimiento de estas personas y que han vivido tan abominables hechos de violencia.

“Argénida empeoró cuando la Fiscalía exhumó el cadáver de su hijo, la cual se realizó sin que mediara preparación psicológica y ella tuvo que ver su cuerpo en estado de descomposición. A raíz de ello, perdió el apetito, vivía retraída y postrada en su cama. La familia buscó ayuda en el hospital de Carmen de Bolívar, pero a pesar de los síntomas y de su trágica historia de víctima, el médico asoció su cuadro clínico con la menopausia y le recetó vitaminas y tranquilizantes” (Torres, 2014).

Es necesario anotar que el trato que han recibido los sobrevivientes luego del horror y las tragedias no ha sido siempre digno, se requiere no sólo de empatía sino de tiempo para realizar una escucha activa y respetuosa, estar atentos a los cambios de humor, generar confianza y asegurar confidencialidad y comprensión con su dolor. De igual manera asesorar eficazmente sin dilatar, los procesos y las ayudas psicosociales, médicas, emocionales y jurídicas. Padres, madres, viudas, viudos, abuelos, huérfanos, tíos, hermanos, primos, amigos, vecinos, personas representativas de la autoridad; son muchos los lutos y dolores colectivos que han tenido que afrontar diversas comunidades en nuestro país. La manera como esta afectación se instala en la memoria emocional de los habitantes de una región, deja huellas y genera cambios en sus actitudes, comportamientos, creencias, autoestima, confianza individual y social, en sus sentimientos y en los roles que asumen en su día a

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día. Deja secuelas también en su cuerpo físico y en su salud mental y emocional, tantos asuntos pendientes, tantas huellas que son intangibles, y en muchas ocasiones se convierten en una barrera para construir calidad de vida y desarrollo humano. Todas las emociones que produce la violencia son intangibles: el miedo, la rabia, el dolor, la culpa, la venganza son emociones que no podemos tomar entre las manos, que no podemos tocar, que no podemos sentir. Pero no por ello dejan de ser trascendentales. Se esconden tras las cifras cuantitativas, que son insensibles a lo que es humano en esencia: los sentimientos, las sensaciones que buscan salir como el agua. Es necesario hacer paulatinamente pequeños resquicios, para que el agua vaya saliendo calmadamente, y no erigir un dique de la nada que tarde que temprano será destruido por el paso descomunal de la corriente de sentimientos. Dejar pasar el agua por sus cauces naturales, fluir de entre la amargura, no dejando al paso del río piedras que creen remolinos o vacíos que crean abismos. El agua puede fluir sin hacer estragos si se atienden las emociones, es decir, lo intangible. Debe propiciarse un ejercicio sano de elaboración de las pérdidas y los duelos, brindar las ayudas necesarias para quienes han padecido las violencias y atender el miedo, la rabia, la culpa, la venganza y el dolor como una estrategia de reparación de las víctimas de las violencias. No se trata de invisibilizar las emociones, sino

reconocerlas como una dimensión esencial de la humanidad, garantizar las condiciones de participación, así como los medios para desarrollar las capacidades, formar las potencialidades, construir las oportunidades y en últimas, legitimar y avalar socialmente el ejercicio de las libertades. Todo esto y más constituye un reto para las sociedades latinoamericanas: ampliar las oportunidades para quienes no han podido y no pueden desarrollar sus habilidades, destrezas y capacidades, producto de los estragos, entre otros, de las violencias en sus vidas que constituyen lo intangible. Y de cierta manera, confrontar a través de acciones colectivas, el mantenimiento de las estructuras de desigualdad y exclusión que hacen del desarrollo humano un discurso institucionalizado, que fragmenta una concepción integral del ser humano propuesta por Sen.

Nota: Los testimonios que aparecen en el texto, han sido retomados de consultas realizadas durante los últimos seis años, los nombre han sido cambiados para preservar su identidad. BIBLIOGRAFÍA Bello, M. N. (13 de abril de 2014). “Por sobrevivir, no hubo tiempo para la tristeza” . Informe especial: conflicto y salud mental. (E. d. Semana, Entrevistador) Boss, P. (2001). La pérdida ambigua. Cómo aprender a vivir con un duelo no terminado. Barcelona: Editorial Gedisa. GMH. (2013). ¡Basta ya! Colombia: Memorias de guerra y dignidad. Bogotá: Imprenta Nacional. Sen, A. (1999). Desarrollo y libertad. Barcelona: Planeta S.A. Tizón, J. L. (2004). Pérdida, pena, duelo: Vivencias, investigación y asistencia. Barcelona: Paidós. Torres, A. (13 de Abril de 2014). Mujeres valientes. (G. d. Semana, Entrevistador) Uribe, M. T. (2002). El miedo. Reflexiones sobre su dimensión social y cultural. (J. y. Delemeau, Ed.) Medellín: Corporación Región. Zabala, M. (13 de Abril de 2014). Había una vez un valle encantado. (G. d. Semana, Entrevistador)


LA ELABORACIÓN DEL DUELO COMO FUNDAMENTO

de la paz y la reconciliación EN UN ESCENARIO DE POSTCONFLICTO EN COLOMBIA

“El duelo es tan natural como llorar cuando te lastimas, dormir cuando estás cansado, comer cuando tienes hambre. Es la manera en que la naturaleza sana un corazón roto.” Doug Manning. “No me quites mi duelo”. Paulo Daniel Acero Rodríguez. Psicólogo, Universidad Nacional de Colombia. Especialista en Resolución de Conflictos, Pontificia Universidad Javeriana. Máster en Integración de personas con Discapacidad, Universidad de Salamanca. Formación en Trauma y Resiliencia, Universidad Hebrea de Jerusalem. Investigador, Conferencista, Escritor, Director Unidad de Manejo de Duelo Los Olivos Bogotá

Contacto: paulodanielacero@gmail.com

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Es por lo anterior que, en el presente escrito, quiero presentar algunas reflexiones sobre la intima relación entre los procesos de duelo bien elaborados y la superación de la rabia y la culpa como elementos subyacentes a una cultura de paz, perdón y reconciliación.

inconclusas y palabras sin decir. Desde esta óptica, el trabajar buscando aliviar el dolor de los seres humanos, principalmente el de la madre y el padre que pierden un hijo o una hija, pero igualmente con el dolor de quienes han perdido a su pareja, a sus padres o a un hermano, se convierte en un elemento central, debido a las múltiples crisis generadas por esos eventos, a través de los cuales se siente que la vida se desmorona y que ya no tiene el mismo sentido. La muerte de un ser querido es entendida como la pérdida de un conjunto de interacciones, de una manera de ser y comportarse, de unos roles, experiencias y significados que la persona representaba para nosotros. El reconocimiento de la pérdida y la capacidad de afrontar sanamente el proceso de duelo sobreviniente, implica emprender una serie de cambios para

El problema: La elaboración del duelo “Cuando mi voz calle con la muerte, mi corazón te seguirá amando” Rabindranath Tagore

herida emocional. Al respecto, ya desde 2003, Aguilera Torrado había afirmado que “Las experiencias dolorosas y desarticuladoras del proyecto de vida individual, familiar y social de las víctimas del clima de violencia política han quedado silenciadas e invisibilizadas tanto por el Estado como por los grupos actores de la violencia, ninguno de los cuales ha posibilitado la apertura de un espacio para hablar de las secuelas emocionales del conflicto armado, como si la reconciliación nacional y la reparación del tejido social fuesen posibles sin que se requiera pasar por lo psicológico; como si se pudiese pensar y lograr la paz sin que las partes en conflicto elaboren las pérdidas y “perdonen” a quienes les han producido tanto dolor y daño”.

Trabajar con el tema de la muerte, como lo ha hecho quien escribe desde su experiencia investigativa, académica y clínica, tiene como propósito intentar descifrar cómo la pérdida de un ser querido afecta al grupo familiar primario y a las personas cercanas con quienes esa persona tenía relaciones afectivas significativas; cómo esta situación entra en conflicto con la visión biológica de la vida, enfoque que plantea que los seres humanos nacen, crecen, se reproducen y mueren; y finalmente, cómo los seres humanos le hacen frente a esa experiencia vital, cuando, a raíz de ese suceso, se cuestionan los esquemas de pensamiento, las creencias, los esquemas culturales y el sentido de la existencia forjados a través del tiempo.

Con base en la experiencia personal de más de veinte años, a partir del trabajo con personas en proceso de duelo en escenarios como la Fundación Vida por Amor a Ellos, del trabajo académico e investigativo adelantado al liderar el Grupo de Investigación sobre Muerte y Duelo en el Contexto Colombiano durante 10 años, del

Por pensar sólo en algunos de los afectados, por ejemplo, para la madre y el padre, el dolor por la pérdida de un hijo se vive como un dolor indescriptible; es una soledad que sobrepasa al ser humano; es un silencio que deja oraciones

INTRODUCCIÓN Sean físicas o emocionales, las heridas no cicatrizan por decreto. Toda herida para que sane, necesita ser expuesta en un escenario de acogida y validación y necesita ser sometida a un proceso de curación que implica acogerla, integrarla y resignificarla. Si nuestro país se prepara para entrar en un periodo de postconflicto, es necesario que demos lugar a lo que se conoce como reparación emocional, pues para que un duelo sane no basta con una reparación económica o indemnización, sino que esta debe ir acompañada de verdad, justicia y reparación y garantía de no repetición, tal como se ha planteado en un contexto integral de la llamada Justicia Transicional. Pero un aspecto clave es que estos ingredientes no se lograrán sólo en los escenarios legales sino que es preciso abrir escenario para que los duelos derivados de las pérdidas económicas (dinero, propiedades), geográficas, sociales y culturales (desplazamientos) y relacionales (seres queridos) sean elaborados adecuadamente, de manera que, como lo hemos propuesto en otros escritos (Acero, 2011, 2013), se pueda generar un proceso de perdón, que es la evidencia de un real cierre de la

intercambio de conocimientos en diversos congresos en los cuales he presentado ponencias y conferencias y, últimamente en mi experiencia como Director de la Unidad de Manejo de Duelo de Funerales Los Olivos en Bogotá, Colombia; puedo afirmar que, es necesario y urgente que se considere el aporte que, el sector funerario puede hacer a la paz, al fomentar y acompañar la elaboración de procesos de duelo de sus usuarios, a través de las Unidades de Duelo que se están estructurando como parte del servicio integral que este sector brinda.

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dejar aquellos aspectos de la relación, con quien era el ser querido, que ya no son viables o adaptativos (Parkes, 1975). Lo anterior significa hacer conciencia de que, si no se realizan cambios internos, no se pueden enfrentar los cambios externos que la realidad nos impone. El duelo como consecuencia de la muerte de un ser querido, inevitablemente altera el funcionamiento mental. Si bien cabe destacar que el dolor en sí es un proceso normal de adaptación emocional y cognitiva a la pérdida o ausencia de un ser querido, a veces la intensidad del dolor de una persona puede ser abrumadora o durar más de lo que es saludable. Esto puede ocurrir por una variedad de razones: la relación entre el fallecido y los dolientes podría haber sido o de bastante apego o demasiado lejana; las circunstancias de la muerte que puede haber sido repentina o traumática (como en el caso de accidentes, desastres, violencia o enfermedades que cursan aceleradamente), o la persona en duelo puede no tener buenas habilidades de afrontamiento o el apoyo social que ayudaría al proceso de duelo. En situaciones como éstas, puede ser útil buscar ayuda profesional o utilizar nuestros espacios de asesoramiento con el fin de resolver el duelo.

Factores que inciden en el proceso de duelo Tan cierto como que la muerte sigue a la vida, el dolor es una experiencia universal, sin embargo, cada experiencia de dolor es única. Incluso cuando la muerte de un ser querido viene pacíficamente después de muchos años de una vida plena y activa, los sobrevivientes pueden experimentar una profunda tristeza y un profundo sentido de pérdida. Cuando la muerte ocurre como resultado de una situación traumática - tal como un accidente, incendio, un homicidio o el suicidio, por ejemplo - la rapidez y la tragedia del evento puede intensificar, complicar o prolongar el proceso de duelo. En todos los casos en que una vida se termina en el marco de un crimen violento, la insensatez y la brutalidad de la muerte pueden llevar a los sobrevivientes a enredarse en un indecible horror y dolor extremo. El proceso de duelo está directamente influido por varios aspectos que es necesario tener en cuenta, y que es necesario que revisemos para estar atentos en nuestro propio caso. Hay que recordar que, dependiendo de esos factores que vamos a mencionar enseguida, el dolor será más o menos llevadero, pero también hay que tener en cuenta que la experiencia del duelo es personal y por ello no debemos caer en la trampa de las comparaciones, pues así como cada

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duelo es único (El hecho de que ya hayamos afrontado otras pérdidas no nos hace inmunes al dolor), también cada persona lo vive de manera diferente de acuerdo al tipo de relación que tenía con la persona fallecida. Los aspectos que inciden en la elaboración de duelo son: • Qué tan cercana era nuestra relación con la persona fallecida. (Por ejemplo, será diferente el duelo de un hijo que aún vive con los padres, respecto del duelo del hijo que hace varios años se había ido de la casa, teniendo en cuenta también la manera en que se fue). • Qué papel o rol tenía en la familia esa persona. (Es decir si era uno de los ejes de la familia – como suele ser usualmente el caso de las madres- o era distante con todos los miembros) • Qué edad tenía la persona fallecida. (Entre más joven, la familia experimentará mayor sensación de absurdo y de injusticia). • Qué edad tienen quienes están viviendo la pérdida (La manera de vivir los duelos de las personas jóvenes, está directamente relacionada con su comprensión de la muerte y con la forma en que los adultos cercanos le han mostrado cómo afrontar las pérdidas). • Las circunstancias en que ocurrió la muerte (Se experimenta un dolor diferente si esta fue de manera natural, luego de una enfermedad, si fue abrupta, en un accidente, si fue un homicidio o si fue un suicidio). • Si podemos expresar abiertamente el dolor o si, por aprendizaje y cultura, tendemos a guardarnos lo que sentimos, manteniendo una apariencia externa de control. • Si tenemos redes de apoyo con quienes podamos compartir nuestro dolor o no contamos con alguien con quien podamos compartir lo que sentimos. • Si tenemos una espiritualidad, una fe o unas convicciones religiosas profundas que nos ayuden a darle sentido a la vida (Es claro que es más difícil elaborar el duelo para quienes no tienen una visión trascendente de la vida). • Las circunstancias económicas de los dolientes, pues se dificulta el proceso para quienes, en pleno dolor por la muerte de su ser querido, tienen además que resolver la manera en que seguirán cubriendo las necesidades básicas para subsistir. • Las características propias de quien vive la pérdida como son personalidad, creencias, filosofía de vida, si ha tenido o no experiencias de perdida anteriores y la manera en que, si ha tenido pérdidas, las ha afrontado. No podemos dejar de resaltar aquí que el duelo y la manera como se vive, tienen que ver ante todo como las personas enfrentadas a ese proceso construyen su mundo de significados e interpretan lo que les sucede, pues es importante recordar que tan importante como lo que nos sucede, es la manera como lo asumimos

POR QUÉ DUELE

el duelo Las pérdidas en los seres humanos ocasionan impactos en distintas áreas: emocional, física, social, laboral, relacional y espiritual. La reacción a este tipo de pérdidas, reiteramos, es individual y vivida de diversas formas por cada persona; se va presentando en diferentes fases, en las cuales se experimentan momentos intensos que si los procesamos adecuadamente, nos ayudaran a incorporar la experiencia a la vida cotidiana, sin que esto implique olvidar al ser querido. El duelo no es un proceso para aprender a olvidar sino una experiencia en la que aprendemos a recordar sin dolor y de manera agradecida por la vida compartida con un ser que nos cambió la vida al llegar a nuestra vida y que nos desafía a cambiarla positivamente, en su memoria, ahora que ha partido. A pesar que todos sabemos a nivel racional que la muerte nuestra y la de nuestros seres queridos ocurrirá algún día, ello no impide que al momento de suceder no sea vivida como una experiencia dolorosa

que cuestiona nuestros valores, creencias y la razón de nuestra propia existencia. El dolor es el precio que tenemos que pagar por el amor que ofrecemos y recibimos de parte de nuestros seres queridos, pero es natural a toda experiencia de pérdida. La única manera de no experimentar dolor por las pérdidas, sería no amar y no establecer relaciones de afecto, pero son ellas las que le dan sentido y color a nuestra existencia, de esta manera, seguramente usted concluirá con nosotros que, a pesar del dolor, es mejor haber amado y haber compartido la vida con un ser que nos hizo ver el mundo como algo espléndido y que llenó nuestra vida de momentos maravillosos que seguirán presentes en nuestra mente mientras existamos. La muerte es una separación, un desprendimiento del ser amado; y el duelo, es la manera en que los dolientes aprenden a reconstruir no sólo su vida sino la manera de relacionarse con los seres queridos. A través del proceso de duelo se aprenden a establecer nuevas formas de relacionarse no solo con los que se fueron sino con los que nos quedan. Estamos hablando que, a través del proceso de duelo, nuestros seres queridos pasan a ser parte de nuestra existencia y de nuestros recuerdos, es decir, establecemos con ellos una relación de agradecimiento por las enseñanzas que nos trans-


mitieron mientras nos acompañaron físicamente. Obviamente, muchas formas de muerte, especialmente aquellas inesperadas no dan tiempo para resolver situaciones pendientes ni para las despedidas, dificultan la compresión y el entendimiento del evento sucedido; truncan proyectos y sueños que nos enfrentan a la pérdida, la soledad y el desapego: Eso es lo doloroso del duelo.

El duelo en un marco de muerte violenta Cuando la muerte de un ser querido ocurre de manera inesperada o en el marco de un hecho violento, es previsible que los familiares y personas cercanas afectivamente, entren en un proceso de duelo que, si no se asume sana e inmediatamente, pueda complicarse. En estos casos, la persona puede sentir: -Lástima por no haber estado en el lugar y que su ser querido haya muerto solo -Una fuerte sensación de culpa de no haber previsto lo ocurrido para haberlo evitado -Una urgente necesidad de culpar a alguien y hacerle pagar -La necesidad de seguir repitiendo una y otra vez la historia relacionada con los sucesos relacionados con la muerte -Hipervigilancia sobre el resto de la familia -Sensaciones de dolor físico -Pensamientos intrusivos

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Es importante entender que la persona enfrentada a la muerte súbita y/o violenta de un ser querido necesita repetir una y otra vez la historia relacionada con la pérdida porque está tratando de entender lo sucedido. Debe integrar a su experiencia que esta historia no se trata de “su historia”, porque, probablemente ella no estaba allí y, aunque lo hubiera estado, lo más probable es que tampoco podría haber cambiado el resultado, es más, si hubiera estado allí, es posible que también se hubiera visto afectada. Obviamente que uno de los pensamientos recurrentes está relacionado con lo que algunos han denominado la “culpa del sobreviviente” gracias a la cual, la persona daría cualquier cosa por haber muerto en el lugar de su ser querido. Comprender y aceptar que la muerte violenta no tiene ninguna lógica, es un paso importante en el sentido correcto de la elaboración de duelo. Por ahora, y quizá por mucho tiempo, la familia sólo tendrá detalles incompletos de la policía y testigos. Tal vez las personas se acuerden de escenas de lecturas o películas de eventos similares y, a partir de ellas, se creen una escena de la muerte de manera fantasiosa. Esto es normal durante las primeras semanas y por algún tiempo. Otro pensamiento recurrente e insidioso tiene que ver con la pregunta que ronda a los supervivientes sobre si ellos o la persona fallecida hubieran podido prevenir el desenlace fatal. La respuesta es clara y contundente: No es probable. Los asesinatos y accidentes no ocurren sólo en lugares peligrosos. El terrorismo, la fatalidad y la inseguridad golpean en cualquier lugar. Pensar que se podría haber hecho

esto o aquello es parte de la fantasía que las personas crean y es parte de nuestra ilusión o prepotencia que consiste en creer que sobre todo tenemos algún grado de control, cuando la verdad es que hay innumerables fenómenos que escapan a nuestro alcance. Adicionalmente algo que señalamos, a partir de nuestra experiencia, es que es necesario ayudar a que los supervivientes no caigan en la trampa de la culpa que consiste en juzgar lo que pasó con el conocimiento que ya tenemos, cuando realmente, nadie imaginaba que algo como lo ocurrido pudiera suceder. Siempre, y así lo decimos a los consultantes, es muy fácil juzgar el pasado con el conocimiento del presente, pero esa es una práctica insana que nos encerrará y hundirá en la culpa. Sentir “descanso” encontrándose culpable o encontrando argumentos para culpar a otros, hace parte de una mentalidad extraña que nos llevará a una sin salida que equivale a quedarnos lamiéndonos las heridas y enamorarnos de las penas, lo que peligrosamente puede conducirnos a considerar que lo mejor que nos podría ocurrir sería morir (Acero, 2011). Por otro lado y en cierto modo basados en el antiguo refrán que dice que “la venganza es dulce”, las familias de víctimas de homicidios o actos terroristas pueden llevar a cabo un proceso de duelo que podría prolongarse por años, mientras que las ruedas del sistema judicial engranan y se determina el culpable. Muchas familias pueden considerar que encontraran paz cuando se condene a los responsables, pero ello no es totalmente cierto, pues el enorme gasto de energías invertidas en cada fase de un proceso judicial impiden que se lleve a cabo una adecuada realización de las tareas del duelo, por lo cual, en no pocas ocasiones, se dan cuenta que, años después del hecho, su dolor ni siquiera ha empezado a ser procesado. Este hecho queda en evidencia por comportamientos como que la persona se siente de mal humor todo el tiempo, no se acomoda en su propia casa y nada de lo que antes le generaba placer le parece gratificante (“ya nada tiene color ni sabor”). Este es un llamado para que las personas se dediquen un poco de tiempo a su propio proceso, a cuidar de sí mismas y a buscar el apoyo necesario. La muerte de un ser querido, no se puede afrontar de manera pasiva. Tenemos que aceptar que el dicho que proclama que “el tiempo lo cura todo” es solo un dicho. Realmente la muerte de un ser querido más que sencillamente atravesar una serie de etapas, reclama que realicemos una serie de tareas y actividades que nos ayudarán a superar lentamente el dolor, a sanar la herida emocional y a acomodarnos a una nueva vida sin la presencia física de nuestro ser querido. Las lecciones básicas - siguiendo con nuestra metáfora del curso en que nos dejaron matriculados nuestros seres queridos (tareas en palabras del investigador William Worden, 1997) - que tenemos que llevar a cabo para un sano proceso de duelo son:

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• Procesar las emociones asociadas a la pérdida. Especialmente la rabia y la culpa por lo que hicimos o dejamos de hacer o por lo que otros (incluido Dios) hicieron o dejaron de hacer. Procesar implica reconocer esos sentimientos como normales en un proceso de duelo y luego aprender a expresarlos sanamente sin herirnos ni herir a otros. • Reconocer la pérdida como real e irremediable. Esta tarea significa dejar fluir la tristeza y las lágrimas inherentes a la sensación de vacío y soledad, pero no quedarnos en ellas sino afrontarlas con sentido de esperanza, es decir, asumiendo que (de acuerdo a lo que concluyo Víctor Frankl, 1999) si no podemos cambiar una situación, nos corresponde cambiar a nosotros. • Acomodarnos a nuevos espacios sin la presencia física de nuestro ser querido. Esto no es otra cosa que evitar salir huyendo de los espacios compartidos, sino gradualmente ir haciendo los cambios ambientales externos e internos (todo cambio externo ha de reflejar un cambio interno) para que todos los ambientes y elementos relacionados con el ser querido, pasen de ser referencias dolorosas a íconos para un agradecido recuerdo por la vida compartida. En este punto, la tarea pasa por ir desprendiéndose de las pertenencias del ser amado que no se guardarán, por atreverse a ver fotografías y videos y por volver a visitar lugares compartidos. • Yendo hacia nuevos proyectos que involucren un homenaje a la existencia del ser amado y que nos permitan agradecer por el pasado y caminar hacia el futuro con la sensación de fortaleza interna y de que tenemos recursos para hacerle frente a las adversidades de la vida. Esto implica hacer un inventario de aprendizajes que teníamos que hacer con base en la forma de ser y de pensar de la persona que nos acompañó en el camino, y reconocer que su vida no fue perdida sino invertida en nosotros. (Sería realmente una pérdida si seguimos siendo iguales y no nos transformamos en mejores seres humanos a partir de la experiencia de vida compartida). El examen, luego de trabajadas cada una de las lecciones anteriores, será que podamos recordar sin que el dolor nos desborde y que, cada vez que pensemos en nuestro ser querido, brote de nuestros labios una palabra de agradecimiento hacia la vida por el tiempo que nos los prestó para que nos acompañara en nuestro camino, y hacia ellos por hacernos ver que en nuestro interior hay alegría, fortaleza y capacidades para superar las adversidades de la vida, pues no es que ellos nos hicieran cambiar, sino que ellos hicieron que de nuestro interior emergieran sentimientos, pensamientos y acciones que teníamos represados y solo requerían el estímulo de su presencia para que salieran a la luz.

DESARROLLO DEL PROBLEMA: EL DUELO COMO INGREDIENTE PARA LA PAZ Y LA RECONCILIACIÓN Tal como ocurre con una herida física, que cuando te sucede no puedes quedarte esperando a que sane con el simple paso del tiempo, pues correrías el riesgo de que se infecte y se agrave, el proceso de duelo después de la muerte de un ser querido, requiere que realices unas acciones que garanticen que estás cuidando la herida emocional y que vas camino a la cicatrización emocional (tendrás la cicatriz, pero ya no te dolerá). El duelo se ha de entender como la manera natural en que las personas reaccionan a la pérdida de un ser querido, pero también como el proceso natural que inicia nuestro ser integral (biopsicosocial y espiritual), para sanar la herida producida por la muerte de un ser amado. Las pérdidas afectan al ser humano en toda su integridad, es decir, se impacta el área física, el área emocional, el área espiritual y el sentido de la vida. Todo proceso de duelo, implica usualmente una

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experiencia muy dolorosa, absorbente, desbordante y perturbadora que, si se afronta de manera sana, en compañía y sin prisas, se convertirá en una experiencia de crecimiento. Por el contrario, cuando se intenta evitar, posponer o negar; la experiencia produce un duelo complicado en el que varios factores interfieren con el proceso natural de curación y generan desequilibrios en la salud física y mental. Como dijimos antes, las pérdidas hacen que se inicie un proceso natural de sanación, en el que hay que lidiar con la rabia, la culpa, el miedo y la tristeza, todas estas, emociones naturales derivadas de la experiencia de la muerte, que nos quitan la sensación de vivir en un mundo seguro, predecible y sobre el que creíamos que teníamos control; todo lo cual nos impide, en los primeros momentos, visualizar la vida propia con un futuro, con un sentido y con la posibilidad viva de volver a experimentar alegrías y satisfacciones en ausencia del ser querido. Frente a esta experiencia, es urgente y necesario que empecemos a trabajar fijándonos dos metas: primero, enfrentar y aceptar la realidad y las consecuencias de la pérdida por un lado, lo que algunos han denominado enfrentamiento orientado a la pérdida; y en segundo lugar, resignificar la experiencia de vida compartida, visualizando a partir de ella nuestra vida futura, lo que se ha denominado enfrentamiento orientado a la reparación o restauración. El conjunto de reacciones a la pérdida, es decir el proceso de duelo, es una evidencia de que la persona está siendo retada a revisar y replantear sus apegos. Recordemos que, de acuerdo a los planteamientos teóricos de Jhon Bowlby (1969), las personas establecen apegos sanos e insanos, siendo estos últimos los que se caracterizan por relaciones de dependencia. Las relaciones de apego que pueden denominarse sanas, no sólo son intrínsecamente gratificantes,

sino que además aportan seguridad y sentimientos de valía y autonomía, facilitando la regulación de las emociones. Esto, es lo que permitirá que el duelo se convierta en un proceso de sanación, luego de la pérdida de alguien cercano, pues la persona transitará progresivamente del dolor a la esperanza y comenzará un proceso de aprendizaje que, con fundamento en las acciones que realice, y en el buen uso de sus recursos internos, le ayudará a alcanzar lo que se conoce como Crecimiento Postraumático, logro que, no está demás recalcarlo, requiere de tiempo. De otra parte, es importante enfatizar que, para que el proceso de duelo sea sanador, es trascendental que la persona supere la tentación de aislarse, sufrir en silencio y reconozca la importancia de la compañía durante el duelo, ya que nuestra experiencia nos ha mostrado que el proceso de duelo no es algo que una persona pueda hacer muy bien si permanece sola. En ningún otro momento como en el duelo, necesitamos rodearnos de personas afectivamente significativas que nos acompañen en las lágrimas y que nos ayuden a transitar por ese camino tan largo y marcado por las dificultades. La comprensión de lo beneficioso de la compañía en el duelo, es lo que ha llevado a Los Olivos a poner en funcionamiento su Unidad de Manejo del Duelo, a través de la cual los dolientes pueden recibir apoyo profesional a nivel individual y familiar, pueden participar de grupos de apoyo en los que comparten experiencias con personas que están pasando por circunstancias similares, y pueden recibir orientación mediante las conferencias- taller que se desarrollan con frecuencia mensual. Hace no mucho tiempo, nuestros padres y abuelos habían observado que, con no poca frecuencia, luego de la muerte de un ser querido, otro muy cercano (usualmente pareja o padres) también fallecían. Se solía decir que el primer fallecido había “mandado por él” o que estos últimos habían muerto de “pena moral”. Un grupo de investigadores norteamericanos también observó este fenómeno al hacer un estudio en el cual se hizo seguimiento al estado de salud de un numeroso grupo de personas que habían perdido a su pareja. Ellos denominaron este fenómeno como “corazón partido” ya que buena parte de las personas en duelo, sufrían alteraciones a nivel cardiovascular que tenían origen en un inadecuado afrontamiento del proceso de duelo. Por esta razón y haciendo memoria de uno de los postulados de la Nueva Medicina, en la cual Hamer (2010) ha encontrado que “… cada vez que un individuo, en el curso de su existencia, se ve afectado por un trauma

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emocional con las siguientes características: • Es vivido de manera dramática • Nos coge desprevenidos, cuando menos se espera • La emoción se impone a la razón • Es vivido en soledad, rumiando continuamente el problema (aunque todos saben lo que nos ha sucedido, nadie sabe lo que hemos sentido) • No se encuentra una solución satisfactoria. Entonces, y sólo entonces, entra en acción el cerebro poniendo en marcha un programa biológico especial para la supervivencia del individuo”. Lo que ocurre entonces es la aparición de una enfermedad que tiene origen en el desequilibrio simultáneo a nivel psíquico, cerebral y orgánico, debido al trauma o herida emocional. En el caso de pérdidas de seres queridos, esa “enfermedad” sería el proceso de duelo. Por ello, nuestro acompañamiento en el proceso de duelo, apunta a que las personas, aunque estén afrontando el duelo, no se desequilibren además física o emocionalmente, o que si lo hacen, su buen afrontamiento del proceso de duelo, les permita una buena mejoría, producto de la resolución del impacto emocional causado por la muerte del ser querido. Para que el proceso de duelo no termine en una enfermedad o en un comportamiento disfuncional de venganza, sino que sea un proceso sanador, es preciso que las personas permitan que los mecanismos de sanación natural empiecen a actuar, abordando y resolviendo las complicaciones que, generalmente suelen ser ideas disfuncionales, de tipo rumiativo (solo pensamos en el evento doloroso) y principalmente enfocadas en el pasado (auto reproches como “si hubiese hecho esto o aquello, o si no hubiese hecho esto o aquello, esta persona seguiría viva”). También las personas deben superar lo que se conoce como evitación excesiva, es decir, la tentación de evitar el dolor alejándose de los estímulos que recuerden a la persona fallecida (no es sano desprendernos inmediatamente de las pertenencias del ser amado o irnos de la casa que compartíamos). Siempre decimos que, aunque esto sea doloroso es uno de los factores que nos ayudan a sanar la herida de la perdida. Finalmente, el punto de cierre para la sanidad es que las personas puedan proyectar su vida sin la otra persona, pero como un homenaje y recuerdo agradecido por la vida compartida con esa persona fallecida, estimulando el autocuidado y la reconstrucción del sentido de vida personal. Ya Worden (1997), señalaba que “el duelo es un proceso por el que quien lo realiza, es capaz de reconstruir su mundo (y por tanto a sí mismo) sin el objeto perdido. Se trata de dotar de un nuevo sentido a los elementos con los que el sujeto debe construir su realidad”.

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No olvidemos que cualquier muerte nos afecta en mayor o menor grado y que la experiencia del duelo es distinta para cada uno de los miembros del grupo cercano afectivamente al fallecido, quienes pueden vivir la situación con reacciones similares, pero con maneras particulares de reprimirlas o expresarlas. De igual manera, no olvidemos que el duelo no se trata de un proceso con un inicio y un fin que se puedan establecer en el calendario, sino que más bien se trata de algo continuo que durará, en la mayoría de ocasiones, más de lo que habíamos esperado (a veces toda la vida), pero en el que podemos influir con lo que hagamos, para que sea más llevadero e incluso se convierta en una experiencia de crecimiento, si lo asumimos de manera adecuada.

CONCLUSIONES Las pérdidas de seres queridos, ante todo aquellas ocurridas en contextos violentos, alteran la vida psíquica de los individuos y los exponen a procesos de duelo complicados que difícilmente se cerrarán si no se realiza un proceso de perdón en el marco de un trabajo del estado, que propenda por que las víctimas del conflicto puedan acceder a verdad, justicia, reparación y garantía de no repetición. A riesgo de ser considerado reduccionista, es preciso reconocer que uno de los grandes factores que ha derivado en el conflicto histórico de Colombia, radica en procesos de duelo no elaborados adecuadamente que desembocaron en quienes fueron las víctimas de ese entonces, en reacciones de odio y venganza que han impedido que su herida cierre, pues pensaron que su dolor solo cesaría cuando sus victimarios experimentaran un dolor similar o peor al que les habían ocasionado.

Una política pública eficiente y eficaz, orientada a la reparación integral de las víctimas del conflicto, debe contemplar inevitablemente una acción decidida hacia la recuperación emocional, paso que se logra si se propicia la sana elaboración de los procesos de duelo y, en consecuencia la transformación del dolor en acciones de amor y esperanza para los sobrevivientes y sus familias.

BIBLIOGRAFÍA Acero, P.D. (2013): Duelo por la muerte de seres queridos en circunstancias violentas. En: García, F. (Compilador) Terapia Sistémica Breve. Fundamentos y Aplicaciones. Santiago de Chile. Ril Editores. Acero, P.D. (2009): La otra cara de la Tragedia, Bogotá: San Pablo Editores Aguilera T. A. (2003). Las secuelas emocionales del conflicto armado para una política pública de paz. Convergencia. Revista de Ciencias Sociales, 10(31) Recuperado de http://www.redalyc.org/articulo. oa?id=10503102 Bowlby, J. (1968): La Pérdida Afectiva. Barcelona: Paidós Frankl, V. E. (1999): El hombre en busca de sentido. Barcelona: Herder. Hamer, R.E (2010): La Nueva Medicina Germánica. Fuengirola: Ediciones de la Nueva Medicina. Worden, W. (1997). El tratamiento del duelo, asesoramiento psicológico y terapia. Barcelona, Paidòs

El trabajo que se hace desde las Unidades de Duelo que han abierto espacios para acompañamiento emocional con el apoyo de profesionales, como es el caso de Los Olivos en Bogotá, cuyo propósito es ayudar a la sana elaboración del duelo, especialmente en los casos de muertes violentas; es un aporte para la paz y reconciliación del país, pues permite drenar las emociones relacionadas con comportamientos de venganza y resentimiento, transformándolas en energías para emprender acciones positivas que rompan barreras de odio y separación, inicialmente en el entorno familiar pero luego con trascendencia al ámbito social y comunitario.

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1. Introducción

LA DEPRESIÓN Y EL DUELO, ENTRE LO PÚBLICO Y LO PRIVADO Aproximación psicosocial a la situación de salud pública en Urabá Hernán Nieto 1

RESUMEN El duelo y la depresión están íntimamente ligados a las dinámicas sociales promovidas por el capitalismo y son el reflejo de lo que la ciencia moderna ha determinado como válido y verdadero, razones suficientes para identificarlo como evento público y no solamente situaciones personales, individuales, mentales. La depresión y el duelo se han tornado en un padecimiento común y sin embargo sólo en pocos escenarios se los reconoce relacionados con los estilos de vida, y estos a su vez como reflejo de circunstancias generadoras de una situación pública de enfermedad y deterioro. Surge entonces el interrogante acerca de cómo pensar el duelo y la depresión desde un contexto que dé cuenta de la realidad en que nos encontramos y cómo encontrar pistas frente a las posibilidades de transmisión, sobre todo cuando estas vivencias se encuentran relacionadas con unas condiciones de violencia estructural. PALABRAS CLAVE: Duelo, depresión, globalización, violencia, salud mental, salud pública.

ABSTRACT The duel (grief) and the depression are intimately tied to the social dynamics promoted by the capitalism and reflection of what the modern science has determined like valid and really, sufficient reasons to identify it as event public and not only personal, individual, mental situations. The depression and the duel have returned in a common suffering and nevertheless alone in few scenes (stages) they are recognized related by the ways of life,

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and these in turn as reflex of generating circumstances of a public situation of disease and deterioration. It arises then the question brings over of how thinking the duel and the depression from a context that realizes of the reality in which we are and tracks opposite to the possibilities of transmission, especially when these experiences are related to a few conditions of structural violence. KEY WORDS: Duel (Grief), depression, globalization, violence, mental health, public health

contenido 1. Introducción 2. Situación contextual 3. Evidencias en conflicto 4. Ejercicio en perspectiva 5. Recomendaciones 6. Bibliografía

1. Hernán Nie天o – Psicólogo, Magister en Saneamiento y Desarrollo Ambiental – Terapeuta en Medicina Tradicional China – Candidato a Doctor en Proyectos

Mucho se ha escrito sobre las relaciones entre el duelo y la depresión, estableciéndose de manera directa una relación psicológica entre el origen de cada uno y la vinculación que tienen en una sociedad que es traumática por naturaleza al basarse en su constitución en un modelo competitivo que garantiza el éxito de algunos sobre el fracaso de muchos. Es en este contexto donde se inserta la reflexión que sustenta este documento, al ser un planteamiento que busca explorar las implicaciones a nivel de salud pública producidas por la masiva situación de duelo que se vive en un territorio, en este caso Urabá. Para empezar, es necesario aclarar que no podemos hablar de duelo colectivo porque no estamos haciendo referencia a un mismo acontecimiento sobre un grupo y es por su multicausalidad y multiefecto que estamos hablando de salud pública. Se trata de una serie de personas y comunidades que por diversos motivos y razones enfrentan las condiciones básicas para que aparezca el duelo y con él la destinación de la energía psíquica a un uso estereotipado y autodestructivo que da lugar a la depresión.2 La perspectiva psicológica se enfoca en la experiencia subjetiva del duelo (emociones, sentimientos y estrategias de reparación de la pérdida o reconstrucción del yo). La antropológica, por su parte, ha estudiado los rituales, como una forma de reproducción de la comunidad, realizados generalmente en las comuni2. FREUD, S. (1915), “Duelo y melancolía”, en Obras Completas, Amorrortu, Buenos Aires, 1984, t. XIV, p. 241.

dades primitivas o marginadas. Y la perspectiva sociológica que se centra en el análisis de las relaciones de poder y la crisis provocada por la pérdida a nivel social y comunitario, donde las ideas del drama social y del duelo como experiencia política son fundamentales. Esta situación nos permite hablar de duelos, no sólo de duelo como escenario unificado y claramente definido y diferenciado.3 En esta perspectiva quedaría por fuera la condición del duelo como una condición que viene afectando al mundo entero, buena parte de su ocurrencia provocada por conflictos políticos, sociales, religiosos y guerras que se viven actualmente en diversas partes del planeta 4 , las que se han incrementado en los últimos años dando lugar a un generalizado proceso depresivo por los alcances que a nivel de duelo no resuelto se van acumulando socialmente, pasando de padres a hijos, al modo de una desesperanza aprendida, por mencionar las palabras de Selligman.5 Estos procesos sociales generan reacciones en la salud pública que si bien se reconocen en sus implicaciones de salud, no son asumidas como un fenómeno contemporáneo, sino que se justifican aduciendo que de alguna forma han hecho parte de la historia de la humanidad y por ello se muestran como eventos consustanciales de la existencia.

3. FORERO, N (1994) Psiquismo y ambiente en Revista Ambiente y Desarrollo, IDEADE PUJ, Bogotá 4. VILAR PEYRÍ, E., & Eibenschutz Hartman, C. (2007). Migración y salud mental: un problema emergente de salud pública. Gerencia y Políticas de Salud, 6(13). 5. SELIGMAN M. (2004) Aprenda optimismo. Haga de la vida una experiencia gratificante. Ed. Pragner. Buenos Aires.

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Sin embargo, dados los crecientes efectos que han traído estas situaciones en la vida y la salud de los individuos, como los impactos a nivel político y económico que han generado en los países, es que hoy adquiere una dimensión de emergencia que requiere una oportuna e integral atención así como un atento estudio y comprensión.

2. Situación contextual Merece la pena recordar que, actualmente, a nivel global se multiplican las causas de depresión, de duelo, de angustia, y ante este hecho es preciso que introduzcamos dos conceptos básicos para interpretar estos acontecimientos: la mentira y la culpa. Actualmente, una gran porción de la población vive en esta situación por ser de alguna manera marginal y, en consecuencia, catalogada como inferior; bien sea por ser pobre, migrante, excluida o desplazada por los conflictos y guerras. El conflicto armado ha sido (y es) de magnitudes tan altas, de que en el año 2000 se identificaron cerca de 40 conflictos armados que movilizaron aproximadamente el 1% de la población mundial, con el consecuente impacto individual y colectivo para la salud mental de estas comunidades 6. Sin embargo, desconociendo la magnitud de esta situación, se sigue pensando en que para recuperar la salud basta con una atención individual (que muchas veces no se brinda) o con realizar una intervención que desconoce el efecto que este tipo de procesos tiene en los lazos colectivos, aspectos fundamentales en la definición de la identidad y que quedan igualmente fraccionados por este tipo de situaciones.

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De hecho, en los últimos 10 años, Colombia ha sido un escenario de violencia, vestida de origen sociopolítico que encubre las realidades macroeconómicas del mercado, generando cambios significativos en las estructuras y dinámica de las comunidades en donde se han presentado. Hechos como las amenazas, asesinatos, desapariciones, torturas y persecuciones; han motivado la movilización de grupos, de familias y comunidades enteras de sus tierras y lugares de origen, hacia otros municipios focales o a las grandes ciudades, hasta llegar en el año 2000 a ser el tercer país que más desplazados forzados originó 7. Esta experiencia afecta tanto a los que se van como a los que los acogen, y genera una resonancia de dolor que se agrega a la vivencia de aquellos que no pueden o no son directamente “afectados”, lo que produce una onda expansiva que escasamente se asume por el Estado, se ignora por los profesionales y se oculta por los protagonistas. Los efectos psicológicos que traen este tipo de situaciones vividas cotidianamente por más de 20 años, como ha sucedido en Urabá, región que además debe su actual aspecto al ejercicio violento de la colonización antioqueña 8. Esta situación ha ameritado un estudio de las conductas violentas y su progresivo interés por conocer la importancia del impacto de la guerra, la intimidación, de desubjetivización en el consumo, las movilizaciones forzadas y la atención psicosocial en quienes deben abandonar sus terrenos, ciudades o países o en su defecto vivir en condiciones permanente de incertidumbre, miedo y chantaje emocional. Hoy se conoce que las alteraciones emocionales producto del conflicto armado van más allá de los casos individuales, que sus efectos no desaparecen fácilmente y que pueden mantenerse por tiempo prolongado y con manifestaciones variables. Al respecto hay informes que refieren la permanencia de manifestaciones ansiosas y de otros síntomas de carácter mental y comportamental relacionados; los de estrés

6. SUMMERFIELD, D. War and mental health: a brief overiew. En British Medical Journal. Vol. 321. July 2000. P 232 - 235. 7. SUÁREZ MORALES. H. D. Los Sistemas de Información y las Cifras sobre Desplazamiento Forzado en Colombia. Disponible en www.codhes.org.co/ cend_sisinfo.html. Consultado Nov 28 2001, 8. En una revisión de las investigaciones acerca de los efectos psicológicos de violencia expresada en las migraciones, Busse y O’Mahony (2001) señalan que entre 1920 y 1989 se produjeron 255 artículos relacionados con diversos aspectos relacionados con la salud y el impacto emocional en los migrantes. Entre 1990 y 1998 hubo un incremento significativo de la literatura científica alrededor de este tema, en comparación a los 69 años anteriores. En este periodo se identifican 247 estudios.


postraumático, por ejemplo, pueden alcanzar una duración entre 3, 10 y hasta 50 años 9.

desplazamientos, el conflicto armado, el narcotráfico y otros escapes emocionales de coyuntura 12.

colectivas y de acceder o contar con otros medios de ayuda emocional, familiar, comunitaria o profesional 16 .

El fenómeno del duelo en zonas de violencia y desplazamiento forzado como Urabá trae cambios, no sólo impactos en el ambiente físico y geográfico, sino que afecta la condición física y mental de las personas; lo cual se ve reflejado en los esfuerzos que hace el individuo para adaptarse psicológicamente a las nuevas condiciones que le corresponde vivir luego de enfrentarse a un asesinato, una intimidación o incluso un rumor, el escenario propicio para la aparición de la enfermedad física y mental, causante a la vez de nuevos motivos de angustia y desesperación.

Slaikeu 13 señala que uno de los aspectos más evidentes de estas crisis es la alteración emocional y el desequilibrio, sentimientos de ansiedad, cansancio, inadecuación, confusión, desamparo, dificultades en el relacionamiento familiar y laboral y una diversidad de síntomas físicos y psíquicos; todos ellos relacionados con la reducción de la capacidad para actuar, para defender su equilibrio, quedando en condiciones de vulnerabilidad emocional y física 14.

Furnham y Bochner 17 , han estudiado los comportamientos de estos grupos de población y los efectos y crisis que origina esta situación en la vida emocional y física de los individuos. Reporta un incremento en la vulnerabilidad y alteraciones en la salud en general y sintomatología de carácter mental. La naturaleza traumática de estas vivencias, la sensación de abandono, el miedo, la urgencia de salir, las diferencias de cultura y costumbres y las transiciones rurales - urbanas que producen estrés, se acompañan de un estado mental que adquiere un mayor potencial para originar trastornos mentales cuando el entorno social no le plantea referentes de identidad más precisos y sólo ofrece como opciones: el licor, la droga, el sexo o las situaciones extremas.

Aquí es necesario comprender las funciones psicológicas como un sistema que está compuesto por diversos elementos relacionados a través de las dinámicas psíquicas en donde participa lo cognitivo, lo emocional, lo conductual y lo fisiológico; aspectos activamente relacionados que procesan continuamente información y ajustan permanentemente las variaciones que encuentra en su medio para adaptarse10. La dificultad de desprenderse del recuero es lo que mantiene fijo(s) este(os) acontecimiento(s) y lo(s) lleva a sumarse a otros. En estos términos, en lugar de que el individuo reconozca que está en constante cambio y ajustándose a las demandas del entorno. Si estos recursos de adaptación no son eficaces y no contribuyen a producir los resultados esperados se identifica una “crisis”, que refiere a un estado temporal de desorganización, confusión e incapacidad para afrontar el medio, y es aquí donde el duelo aparece y se cronifica en lo individual alcanzado en la sumatoria la condición de salud pública 11.

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3. Evidencias en conflicto Bien es cierto que las crisis permiten generar cambios y progresos que están determinados por las maneras particulares como cada individuo enfrenta estas situaciones y momentos, y desde allí surge nuevamente la pregunta por el duelo y su relación con la depresión y la elevación de esta a una condición de epidemia, a un tema de salud pública. La literatura expone que los individuos para alcanzar la adaptación recurren a procesos como choque, retraimiento y, si se da una evolución, una adaptación o un cambio. Esta apuesta a la salud, sin contar con una elaboración social de fondo, puede que conduzca a un progreso o a que aparezca un estado de incapacidad, malestar y dolor, ubicando al individuo en situación de vulnerabilidad, riesgo y desventaja, en la que prosperará fácilmente la enfermedad 15.

Crecer o vivir en medio de estas circunstancias puede originar estados críticos, agravando las dificultades propias del crecimiento y desarrollo (crisis de la escolaridad, crisis de la adolescencia, crisis de la edad madura, etc.) otras relacionadas con acontecimientos vitales que tienen especial significado para las personas (matrimonio, nacimiento de un hijo, fallecimiento de un ser querido) y aquellas de aparición repentina y un potencial o real riesgo para la integridad emocional o física para el individuo, son las que pueden desembocar también en una crisis, como es el caso de los

En estos términos, un cambio inesperado y abrupto en los estilos de vida ocasionado por un duelo sostenido, repetido, no resuelto, origina en los individuos y comunidades severas, crisis por las intensas e innumerables experiencias que debe afrontar y las inestructuradas condiciones en que se presentan. Los efectos y duración de estas circunstancias están condicionados por la posibilidad de disponer mecanismos de afrontamiento personal, condiciones culturales, expresiones

9. GOENJIAN. A. K., STEIMBERG, A. M. NAJARIAN, L. M. et al. Prospective study of posttraumatic stress, anxiety, and depresive reactions after earthquake and political violence. En American Journal of Psychiatry. Vol. 157. Nº 6. (June 2000) p 911- 916 10. SLAIKEU, K. A. (1995) Intervención en crisis. Manual para práctica e investigación. México. Manual Moderno. P 23 - 24. 11. GUILLÉN, C. S. J. (Ed.). (1996). Intervención Psicosocial: Elementos de programación y evaluación socialmente eficaces (Vol. 23). Anthropos Editorial. Madrid

12. GODOY, C., “Todos depresivos. La felicidad en la era d la ciencia”, en Pharmakon, Nro. 1, Ed. Instituto del Campo Freudiano, Bs. As., 1994. 13. Idem. Pg. 11 14. SANDIN, B. El estrés. En BELLOCH, A., SANDIN, B., RAMOS, F. Manual de psicopatología. Vol. 2. Madrid. McGraw-Hill. 1995. P 17 15. BARBERO, S. (2008). CUANDO LA VIDA TE PIDE UN CAMBIO: Aprendiendo de personas que arriesgaron y cambiaron el rumbo de sus vidas. Editorial AMAT. Barcelona

Otra investigación que resalta la realidad de la salud de las personas en situación de duelo, es el estudio realizado por Díez 18 quien señala que las principales quejas son las referidas al sistema nervioso central y trastornos del humor, (temor, depresión). Igualmente expone que esta situación es diferente entre lo urbano y lo rural, aunque en ambos persisten las dificultades por quejas inespecíficas y alteraciones del ánimo.

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Por otra parte Rozo considera que debido a los cambios en la independencia y autogestión a la sumisión y la dependencia relacionados con procesos depresivos, se originan varios efectos en la salud; el estado físico se altera y se presentan trastornos en el sueño y la alimentación, surgen miedos y dolores en diversas partes del cuerpo, diarreas, sentimiento de soledad, desconfianza, culpa y persecución. En situaciones más agudas depresión, estados de hiperalerta, alteraciones del sueño, disfunciones sexuales, irritabilidad, ansiedad (estrés) y toda una variedad de manifestaciones somáticas reflejo de estos estados emocionales. Mirando con más detenimiento cada uno de estos elementos se puede señalar, que en cuanto a las características personales, los rasgos de personalidad de 16. SLAIKEU, K. A. Op. Cit. P 19 - 21 17. FURNHAM, A., BOCHNER, S. Cultural shock. Psychological reactions to unfamiliar environments. London. Routledge 1994. 3a reimpresión. P. 96 - 111 18. DÍEZ RUIZ, G. P. Condiciones de salud de Familias desplazados por Violencia en Urabá. 1997. Disponible en http://www.disaster.info.desastres.net/ desplazados/efectos/index.htm. Citado el 12 de Noviembre de 2001 19. ROZO, J. Efectos el desplazamiento y metodologías de intervención. En: BELLO, M. N., MARTIN, E., ARIAS, F. (Eds). Efectos psicosociales y culturales del desplazamiento. Santafé de Bogotá. Universidad Nacional de Colombia. 2000. P. 103 - 108


introversión, extroversión y los estilos de adaptación, las experiencias vitales, el nivel de escolaridad, y la ocupación. Otro aspecto fundamental a considerar es el nivel de desarrollo alcanzado; si se trata de un niño, un adulto, un anciano, una mujer, un discapacitado, va a condicionar la comprensión y respuesta a los acontecimientos vitales, porque lo que es natural para unos, va a ser visto como atropello por el otro y viceversa.

4. Ejercicio en perspectiva Uno de los ejes de este concepto es la noción de apoyo, y particularmente la forma en que se percibe y se recibe, como elemento protector y de bienestar en las relaciones interpersonales.

A nivel comunitario se encuentra un común denominador: el miedo. La desconfianza del grupo por no sentirse seguro de su condición de colectivo y una sensación de no sentirse respaldado por el grupo porque lo piensa cautivo a intereses particulares. Y señalan los autores la sensación, de una perdida de referencia con el grupo, así como de la de pertenencia a él, efecto también identificado por Alvarez-Correa 21, en donde la iniciativa del reasentamiento pone en evidencia las dificultades en la conciencia comunitaria, de organización y una permanente sensación colectiva del abandono. Así se ve entonces la importancia del apoyo social en la salud mental, pues en su carencia, deficiencia o limitaciones se incrementa la probabilidad para la aparición de diversos grados de desajustes y trastornos mentales tal como se evidencia en el comportamiento juvenil o el infantilizado de algunos adultos, expresión de un elevado nivel de deterioro, consumismo y chantaje emocional en el que se encuentra 22.

En los últimos años se ha evaluado el papel que juega este proceso como moderador y protector en situaciones de estrés, por ejemplo cuando aparecen desastres u otros actos que perpetúan la condición de vulnerabilidad. En un trabajo con víctimas de un huracán20, se encontró que la oportuna e inmediata movilización de ayudas a quienes se vieron afectados por este fenómeno natural disminuyó el potencial de deterioro emocional y de salud en las víctimas. Un proceso de deterioro en el apoyo social fue identificado en las familias de Urabá, en donde se encuentra una elevada proporción de separaciones de pareja, y casi la mitad admite que ahora tiene más problemas con sus hijos, y principalmente hay un sensación de incapacidad para cumplir con sus roles en la familia.

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Una fuente de apoyo social lo constituye la familia. En ella se dan tal cantidad de intercambios emocionales que si bien permiten el desarrollo físico y emocional de sus miembros, pueden truncarlos o lo condicionarlos. Entendida esta como un sistema, la familia desempeña ciertas funciones para alcanzar sus objetivos, el desarrollo de sus miembros, satisfacer necesidades básicas, proveer elementos para el crecimiento integral de sus partes y afrontar las crisis a las que se ve abocada. Si se espera que la familia sea el punto de apoyo que saque del proceso de duelo y de sus efectos colaterales a nivel personal y colectivo, estamos equivocados. Un efecto a nivel individual de la forma en que el grupo familiar puede atender sus necesidades, es la de facilitar el crecimiento personal y el consecuente sentido de satisfacción personal. Sin embargo para que esto suceda, los integrantes del grupo deben brindárselo a ellos mismos. Los movimientos humanistas han desarrollado 23, la importancia de aquellas necesidades básicas (las fisiológicas, seguridad, pertenencia y estima) y las de autorrealización como principales agentes motivadores y de crecimiento personal y familiar. Pero alguien tiene que estar en condiciones de evaluar la situación y referenciarse adecuadamente en un escenario que tiene protagonistas difusos y confusos.

5. Recomendaciones Todos los cambios en los individuos y comunidades que han debido desplazarse, de gran inestabilidad y riesgo emocional, hacen que esta sea una problemática que no debe descuidarse en la atención psicosocial. Por lo tanto es necesario el esclarecimiento de un diagnostico psico-social que responda no a las manifestaciones clínicas, sino a los cambios que ocurren en la vida del individuo y el grupo, las condiciones que originan malestar, insatisfacción, y sufrimiento, así como aquellas vinculadas a las dinámicas de convivencia en sus grupos familiares y comunidades. Una atención psicosocial entendida como “el proceso de acompañamiento personal y comunitario que busca restablecer la integridad emocional de las personas, así como de sus redes sociales” 24es la tarea propuesta y el ejercicio a agenciar por los distintos actores que estamos en relación con la vida y lo que llamamos muerte. Primero la recuperación integral de las personas víctimas de violencia sociopolítica, considerando al individuo en su dimensión integral biopsicosocial y espiritual. Segundo, utilizando el concepto de salud mental, más que de enfermedad 20. NORRIS, F. H., KANIASTY, K. Received and perceived social support in times of stress. A test of the social support deterioration Deterrence Model. En Journal of Personality and Social Psychology. Vol. 71 Nº 3 1996. P 498 - 511 21. ALVAREZ – CORREA, E. M., MORENO, C.A., CALVO, A. J. et. al. Desplazamiento forzoso y reubicación: un estudio de caso. Santafé de Bogotá. PROCURADURIA GENERAL DE LA NACION. PROCURADURIA DELEGADA PARA LA DEFENSA DEL MENOR Y DE LA FAMILIA. 1998. 22. FURNHAM, A., BOCHNER, S. Op. Cit. p 189

23.BAGUENA, M. J. Acercamiento fenomenológico - humanista a la personalidad. En PELECHANO, V., BANGUENA, M. J. GARCIA, L. et. al. Psicología de la personalidad. 1. Teoría Barcelona. Ariel. 1996. p61 - 363 24. ORGANIZACION PANAMERICANA DE LA SALUD. ORGANIZACION MUNDIAL DE LA SALUD. PROGRAMA DE EMERGENCIAS Y DESASTRES. Lineamientos básicos para la atención psicosocial a poblaciones desplazadas como consecuencia del conflicto en Colombia. Santafé de Bogotá. OPS. Julio 2001.

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BIBLIOGRAFÍA ALVAREZ – CORREA, E. M., MORENO, C.A., CALVO, A. J. et. al. Op. Cit. p.132 ALVAREZ – CORREA, E. M., MORENO, C.A., CALVO, A. J. et. al. Desplazamiento forzoso y reubicación: un estudio de caso. Santafé de Bogotá. PROCURADURÍA GENERAL DE LA NACIÓN. PROCURADURÍA DELEGADA PARA LA DEFENSA DEL MENOR Y DE LA FAMILIA. 1998. BAGUENA, M. J. Acercamiento fenomenológico - humanista a la personalidad. En PELECHANO, V., BANGUENA, M. J. GARCIA, L. et. al. Psicología de la personalidad. 1. Teoría Barcelona. Ariel. 1996. p.61 – 363 BARBERO, S. (2008). CUANDO LA VIDA TE PIDE UN CAMBIO: Aprendiendo de personas que arriesgaron y cambiaron el rumbo de sus vidas. Editorial AMAT. Barcelona. BUSSÉ, D. O’MAHONY, GP. Migrational issues in mental health. A review. I Congreso Virtual de Psiquiatría. 1 de Febrero - 15 de Marzo 2000. Conferencia 12-CI-B: Disponible en:http://www.psiquiatria.com/congreso/mesas/ mesa12/conferencias/12_ci_b.htm. Citado en 6 Noviembre de 2001 CASTAÑO, B. CASTAÑO, B. L. Violencia socio-política en Colombia. Repercusión en la salud mental de las víctimas. Santafé de Bogotá. Corporación AVRE. 1994. p. 61

mental, en donde la atención apunta no sólo a la mitigación del malestar sino que realiza acciones de prevención para evitar la aparición de trastornos severos. Igualmente se estimulan las potencialidades y disfrute individual. Y tercero, el trabajo con la comunidad como elemento de intervención psicosocial, en donde el trabajo conjunto con grupos y comunidades aporta elementos para el fortalecimiento de la autonomía y la afirmación de la identidad, que permite involucrar los estamentos civiles, académicos y estatales incluidos en el proceso de recuperación del tejido social y de los individuos 25. De allí la importancia de una identificación de las necesidades de los individuos y de los grupos, que permita considerar las acciones que deben dirigirse no sólo a la atención de la urgencia sino a potencializar una condición de salud mental, que promueva el enriquecimiento

de la subjetividad y el desarrollo máximo de las capacidades de cada una de las personas, las familias y las comunidades, para hacer frente a estas situaciones 26. No se puede seguir de espaldas a la realidad del deterioro que se genera en estas regiones a través de los mecanismos económicos, educativos y sociales. Seguir pensando en que el dolor es personal nos conduce a una sin salida cuando enfrentamos la realidad que amerita una atención colectiva y asumir un costo social de reparación que va más allá de la entrega de unos pesos o la restitución de unas tierras. La recomposición de los tejidos sociales e identitarios es una tarea por hacer y para ello es necesario pensar en el futuro porque el pasado ya pasó y de alguna forma, seguir pensando en él, es lo que nos mantiene sujetos al dolor del duelo.

25. JARAMILLO, L. E. Intervención psicosocial en situaciones de guerra. En. Castaño, B.L. , Jaramillo, L.E. y Summerfiel, D. Violencia política y trabajo psicosocial Bogotá. Corporación AVRE 1998. P. 64 -66 26. GROS, M. y LANTERI-LAURA, G.: “De la melancolía a las depresiones”, en Melancolía y dolor moral, EUNLP, La Plata, 1998, pp. 51-2.

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LA EVOLUCIÓN DE LOS RITUALES FUNERARIOS INDÍGENAS, COLONIA Y ACTUALIDAD

Cristian Camilo Arbeláez Álvarez Psicólogo Unidad de Duelo, Medellín

Enterrar a los muertos es tal vez el acto más huma- las prácticas funerarias adquirieron un carácter simno que nuestra especie puede realizar. Se trata de un bólico y ritual en el cual se pretendía propiciar al mueracto íntimamente relacionado con el surgimiento de to todos los elementos necesarios para su nueva vida. También se buscaba con ello la conciencia de la muerte y el evitar su furia y posibles deseos reconocimiento de nuestra morde venganza con respecto a los talidad, diferenciándose con Nuestras vidas son los ríos vivos. El cadáver se convierte en otras prácticas por el contenido un objeto de culto y de temor, simbólico y ritual que lo acomque van a dar en la mar, hay que honrar a los muertos por paña. Al mismo tiempo, con los que es el morir; un lado y aplacar su furia por el ritos funerarios también surgió allí van los señoríos otro. el pensamiento mágico relacioDel mismo modo que la tumnado con la creencia en la vida derechos y se acaban ba nos indica la presencia y la después de la muerte, común a de consumir; fuerza adquiridas por el mito, las todas las culturas ancestrales. allí los ríos caudales, exequias nos dan cuenta de la De allí que para el hombre primpresencia y la fuerza de la magia. itivo la conciencia de la muerte allí los otros medianos En efecto, las exequias son ritos estaba constituida por “la iny más chicos, que contribuyen a que se efecteracción entre una concienallegados, son iguales cia objetiva que reconoce la tué de forma adecuada el paso a los que viven por sus manos mortalidad y una conciencia otra vida, protegiendo a los vivos subjetiva que afirma, sino la tanto de las iras del muerto (de y los ricos. Jorge Manrique. inmortalidad, sí como mínimo donde tal vez tome su origen el la existencia de una vida más culto a los muertos) y de su deallá de la muerte” (Morín 116). scomposición (posiblemente derive ya de ahí el luto que aísla a A través de los siglos estos rituales funerarios han ido los allegados del difunto). (Morín 115). evolucionando, sin embargo se mantienen elementos Entrar en contacto con la muerte era contaminarse, comunes tanto en las culturas prehispánicas y en la por lo tanto se hacían necesarios ciertos rituales de colonia como en la actualidad. El propósito de este purificación, entre ellos el evitar contacto con otras ensayo es hacer una reflexión sobre esta evolución y personas. La muerte evoca la degradación, el horcuestionar el imaginario de que la muerte nos iguala ror y la destrucción, por ello la necesidad de hacerle frente por medio de ritos que pretendían “domesticara todos. Desde hace aproximadamente 45.000 años cuando el la”. Para los indígenas precolombinos, sus prácticas hombre neandertal comenzó a enterrar a sus muertos, funerarias consistían en depositar los restos de sus

Pompas funebres

antepasados en cuclillas o postura fetal, aludiendo de cierta manera al descanso o nacimiento, en una tumba que simbolizaba el útero en donde la vida y la muerte se encontraban. Las tumbas estaban acompañadas por un ajuar funerario que incluía todo aquello que pudiera necesitar en su otra vida: maíz, bebida, objetos de valor y de uso cotidiano. Cuando se trataba de un regente la tumba también podía ir acompañada de sacrificios humanos y de animales. En las culturas ancestrales más civilizadas, ya era una costumbre que las tumbas de los grandes señores fueran coherentes con su estatus. Aunque existe la creencia de que la muerte nos iguala a todos, en la práctica sucede lo contrario. Es cierto que todos los seres vivos comparten la condición de ser finitos y que sin excepción nos corresponde una muerte a cada uno de nosotros. Sin embargo, aunque la muerte sea la misma (el cese de las funciones necesarias para la vida), el ritual funerario y la disposición del cuerpo marcaban una diferencia entre las distintas clases sociales y el tipo de persona que pudo ser el fallecido. De este modo “las evidencias de la arquitectura funeraria en farallones o riscos estructurales denotan un culto a un ser específico que corresponde a un personaje de gran importancia social, a juzgar por las evidencias de su representación del ritual”

cementerios, entendidos estos como lugares situados junto a las iglesias pero fuera de ellas, era el destino para los más pobres (Zabala 199). Suponiendo que un pobre ahorre toda su vida para darse un entierro “más digno”, podría decirse que su estatus cambia a la hora de morir, así que podríamos concluir hasta este punto que el ritual hace al hombre y viceversa, siempre y cuando se cuente con los recursos para su realización. Otra diferencia entre las tumbas y los tipos de ritual efectuados tenía que ver con el tipo de persona que se hubiese sido en vida. “Uno de los

castigos más severos para un criminal en el Perú era que se molieran sus huesos después de la ejecución, ya que entonces no los podría recuperar en el más allá” (Uhle

195). Entre las culturas indígenas colombianas se enterraban boca abajo a las personas que por sus actos eran temidas y malvadas, para que sus energías quedaran orientadas hacia el fondo y no perturbaran la paz de los vivos (Rodríguez 167). En los cementerios católicos, se tenía vetado el sepultar en tierra sagrada prostitutas y suicidas,

(Moreno 18). Así también las tumbas que carecían de ajuar daban cuenta de pertenecer a personas de estatus más bajos: “Algunas veces

también se encuentran de cinco a quince momias juntas, todas sin adorno, apiñadas entre paredes de adobe. Estas deben haber sido de personas más pobres”

(Uhle 191). Por lo tanto, se puede deducir que los rituales más elaborados eran para las personas más importantes. Entonces surge una pregunta: ¿El ritual era ostentoso porque la persona era importante o un ritual ostentoso hacía a una persona importante? Entre las prácticas funerarias del nuevo mundo también eran evidentes las diferencias entre las clases sociales de acuerdo a la manera como se realizaban los rituales funerarios y el lugar destinado para el cadáver: Aunque según la ley no había una diferenciación social a la hora de la elección del lugar para las sepulturas, en la práctica aquella sí existía tal, debido a los aranceles que se debían pagar por los enterramientos, cuyas cantidades dependían del lugar elegido. De esta forma, los

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para ello se destinaba el muladar o cementerios civiles. El ser enterrado en el muladar o junto a las paredes de los cementerios era motivo de vergüenza, así

do los aranceles correspondientes a los enterramientos como había sido la costumbre (Ib. 198). Con el advenimiento de la conquista, los evangelizadores persiguieron e intentaron erradicar los ritos paganos de los indígenas y convertirlos al catolicismo, lo cual también era una forma de conquista, ya no por las armas, sino por la palabra. Una forma de lograr esto fue eliminando el chamanismo que también aparecía en los entierros: “Eran sím-

bolo de identidad cultural y, ante todo, de supervivencia de las comunidades, pues eran los encargados de restablecer el orden y mantener la armonía entre los seres vivos, la naturaleza y el otro mundo” (Ib. 185). Los

chamanes eran considerados una amenaza porque se tenía la creencia de que mantenían trato con el demonio y que servían de obstáculo ante las enseñanzas de los catecistas.

que se prolongaba en la tumba el estigma que había hecho parte de la vida. Los colonizadores al igual que los indígenas acostumbraban a enterrar a sus muertos en lugares sagrados o dotados de características especiales. Para los católicos, el que fueran sepultados en iglesias o conventos garantizaba que el demonio no se apoderara de sus restos y una mayor cercanía a Dios. Esta costumbre a su vez “obligaba a los fieles a pensar en su

En la actualidad, aparentemente, se ha ido perdiendo poco a poco el carácter mitológico y espiritual de los rituales funerarios al punto de omitir en muchos casos (como ocurre en la ciudad de Medellín) las velaciones y las misas con cuerpo presente.

propia muerte, sirviendo así de freno al pecado, además que el recuerdo constante de sus parientes allí enterrados les induciría a rezar por sus almas” (Zabala 195). Sin embargo por mo-

Es probable que los cementerios también desaparezcan y que en su lugar se construyan galerías para depositar cenizas exentas, por el reglamento de uso, de cualquier adorno o alusión a la vida del muerto.

De este modo, la iglesia perdió un monopolio que le generaba importantes ingresos económicos, aunque lo hizo bajo la condición de que se les siguiera pagan-

La consecuencia de esto, es que al desaparecer el culto a los ancestros también desaparece la memoria de los pueblos. Un ejemplo de la importancia que los cementerios y el ritual funerario tenían para la población se encuentra en una placa ubicada a la entrada del cementerio de San Pedro en Medellín que dice:

tivos de salud fue necesario ubicar los cementerios a las afueras de las zonas habitadas para evitar las enfermedades.

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El resultado de esta campaña fue la adaptación de los ritos religiosos de los españoles con los indígenas. Una muestra de ello es la celebración del mes de los difuntos en noviembre, en donde varios de los elementos y la iconografía de estas festividades, aceptada por la iglesia católica, tienen sus orígenes en la tradición indígena.

“(…) y el placer, o mejor diremos consuelo, de ver reducidos los restos de nuestras familias, y que después de transcurridos tres, cuatro o más siglos, puedan nuestros descendientes al visitar aquel lugar fúnebre, decir: aquí yacen las reliquias inanimadas de nuestros progenitores: ellos fueron virtuosos, imitémosles, para que acompañándolos algún día en este triste recinto, los acompañemos también en la mansión de los justos. Las tumbas de los antepasados son un registro que da cuenta de la ideología y estilo de vida de una comunidad, sin su existencia se corre el riesgo de caer en el olvido, lo cual es lo mismo que una muerte absoluta, como dicen los poetas y escritores: ´La muerte no existe, la gente sólo muere cuando la olvidan; si puedes recordarme, siempre estaré contigo´” (Isabel Allende).

Para concluir, nos surge una pregunta más. De acuerdo a Edgar Morín (116), el homo sapiens no sólo rehusaba admitir la muerte, sino que la recusaba, la superaba y la resolvía a través del mito y de la magia. En una época en que se recurre cada vez menos a los rituales y la ciencia basada en la evidencia se impone ante la magia y las creencias religiosas ¿Cómo resolver el problema de la muerte?

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Apuntes

acerca del dolor y el sufrimiento, una mirada humanista Por: Yaneth Rubio Pinilla Investigaciones en el campo de las neurociencias, demuestran que el dolor emocional y el dolor físico se procesan en la misma área del cerebro. El ser humano es incondicional, capaz de ir más allá de su condición psicofísica y de los condicionamientos que la vida impone. Es libre para elegir cómo enfrentar su vida y puede encontrar todas las respuestas. Filósofos y existencialistas coinciden en que el hombre ante todo busca ser feliz. Aristóteles, en su Ética a Nicómaco, decía: “el fin supremo del hombre es la felicidad”. Víctor Frankl afirmaba que solo la intencionalidad en término de sentimiento hacia los valores, descubre en el hombre la verdadera alegría. “No es el vacío lo que genera angustia, sino la actitud ante él, la angustia deja paso a la esperanza. Sufrir significa obrar, significa crecer; el verdadero resultado del sufrimiento es el proceso de maduración personal”. El dolor y el sufrimiento hacen parte de la realidad humana, en algún momento de la vida debe enfrentarse, es una percepción intrínsecamente ligada a la condición de vivir. Dolor y sufrimiento no son sinónimos. El dolor emocional se define como el sentimiento negativo que surge ante determinadas situaciones o vivencias, que afectan a la persona de manera importante. Puede existir dolor sin sufrimiento y sufrimiento sin dolor. Es en la interpretación del dolor donde aparece el sufrimiento, una vez sufrimos el impacto o la noticia. El sufrimiento presenta al ser humano un desafío a la confianza que tiene de su vida, se experimenta como la intromisión de algo extraño y ajeno al propio ser, suscita el anhelo de hallar una explicación y un significado del mismo, de aceptarlo como inherente a la existencia humana, despierta o agudiza el anhelo humano de trascender el orden natural. Es una sensación motivada por la percepción emocional y cognitiva que se hace de una situación específica, que se convierte en desgaste, va más allá del dolor, pero puede ser controlado y puede ser eliminado. La tarea es apren-

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der de él y no permitir que se instale indefinidamente. Cuando el sufrimiento hace presencia, la persona se siente amenazada, aparecen preguntas en torno a su propia responsabilidad o culpa, ¿por qué yo? Aparece la indefensión y la desesperanza, es una incógnita saber cuándo va a terminar dicho sufrimiento, se puede pensar que nunca acabará y que no se podrá soportar. Se incrementan emociones como depresión, enojo, autocompasión. En la percepción subjetiva e individual que se le entrega, tiene influencia la cultura, los vínculos afectivos, las necesidades, la vida espiritual y los factores sociales. Ningún ser humano escapa al hecho de tener que pasar por el dolor y el sufrimiento, y se puede vivir y trascender tal estado de acuerdo con el significado que se le dé. Una persona puede desmoronarse ante el dolor que está viviendo, otra puede encararlo de una manera distinta, fortaleciéndose, creciendo. La intensidad y duración de dicho estado de dolor o de sufrimiento, dependen de la personalidad, de la fortaleza afectiva, del estado de salud física y emocional al momento de presentarse el acontecimiento que lo provoca, de la forma en que se vivieron experiencias anteriores, de las creencias y significado que se le dé al dolor, del apoyo social, de la capacidad de reconocer, aceptar y expresar las emociones. Dolor y sufrimiento son fundamentalmente humanos, es para todos, no se pueden evitar, son totalmente incomprensibles. Cambiar el estado en que la persona vive el dolor emocional o el sufrimiento, tiene que ver con la modificación de la actitud, entender que sentirlos no es sinónimo de debilidad o incapacidad. Ayuda el hecho de aceptar que se está sufriendo, asumir la responsabilidad de sentir, tomar decisiones respecto a quedarse en tal estado o salir de él. Al respecto dice el Psicólogo Clínico español, Polaino Llorente:

“Se advierte una pérdida del sentido humanizante y trascendente del dolor, lo que urge recuperar, porque se olvida que el dolor tiene una dimensión misteriosa. Huir del dolor hace que se padezca doblemente. Ningún hombre puede zafarse de la experiencia del sufrimiento. De una u otra forma, todos acabamos por ser hombres dolientes” . (Llorente, 1993)

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Aunque suene extraño, algunos individuos, en ocasiones, eligen hacer del dolor algo destructivo, llevarlo más allá de la experiencia misma, alimentándolo de forma voluntaria con dirección al victimismo, a la vivencia de emociones que le permiten crecer como persona y en algunos casos le perjudica. “Demonizar el sufrimiento y evitarlo a toda costa es tan peligroso como idolatrarlo. Que sea necesario aceptar la par-

te negativa de las cosas no implica necesariamente regodearse en el fango”. (Herman Hesse). Equilibrar los estados emocionales permite que se comprenda mejor la vida y dejar de ser esclavos. Sigmund Freud distingue tres fuentes principales del dolor: La primera, la enfermedad que nos hace descubrir nuestra finitud; la segunda, las agresiones del mundo exterior que nos llevan a descubrir nuestra pequeñez e indefensión y la tercera, las relaciones con el prójimo que nos permiten descubrir la injusticia. Scheler señala cuatro estratos en la persona: 1.Somático, 2.Vital, 3. Psíquico, 4. Espiritual. El dolor es un sentimiento del primer estrato, sensorial. El sufrimiento devora todas las perspectivas de futuro, la indeterminación de un horizonte sin dolor, afectando a ese estrato espiritual y produciendo tristeza, interviniendo además la memoria, la imaginación y la inteligencia.

Sentido humano del sufrimiento Spaemann, expone que la pregunta sobre el sentido del sufrimiento hace referencia a la experiencia de la falta de sentido, pues en esa experiencia consiste el verdadero sufrimiento ¿Qué sentido tiene la experiencia de lo “sin-sentido”? 2 El sufrimiento no es simplemente dolor físico o moral, sino un dolor que condena a la pasividad, donde no se puede hacer nada, se presenta con impotencia y pide serenidad. La pregunta acerca del sentido del sufrimiento es una pregunta paradójica toda vez que en ella misma hay expresión de sufrimiento, de ausencia del sentido del actuar. No se puede imponer el sentido, sino ayudar a encontrarlo, por tanto es valiosa la capacidad de quien acompaña para consolar, para compartir en silencio. Ante la desgracia, siempre sobran las palabras. Darle un buen manejo al dolor, hace necesario aceptarle, reconocer que está presente, “El que se sobrepone a su dolor, sube más alto” (Holderlin, 1995). La aceptación lleva a la persona a ver cómo reorganizará su propia vida a partir de su dramática verdad. En la libertad del ser humano, radica la posibili-

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dad de enriquecerse con el dolor. Yepes dice: “El dolor realiza en nosotros una catarsis, una purificación, no sólo corporal, sino espiritual. Nos hace menos dependientes de nuestro capricho” 3. Los conceptos de libertad y dignidad humana son claves para el acer-

existencial, con lo espiritual, con el ser y el deber ser. A través de él, el hombre toma conciencia sobre sí. “Es necesario asumir el sufrimiento, sólo el sufrimiento asimilado deja de ser sufrimiento, pero, para poder afrontarlo, sólo se puede sufrir con sentido, sufrir por algo o por alguien” (V. Frankl). De otra parte, Hamer, hablando de las leyes biológicas, anota: “Lo que atormenta al hombre no es la realidad, sino la idea que hace de ella”. En la obra de Víctor Frankl se indica que no fueron los más fuertes quienes superaron la experiencia de Auschwitz, sino los que tenían un motivo y una esperanza. Lo que interesa era el sentido de la vida en su totalidad, que incluía también la muerte. No solamente el sentido de la vida, sino también el sentido del vivir y del morir. Una misma afección puede llevar al sufrimiento o a que se encuentre el sentido que puede ayudar a crecer al individuo.

camiento al dolor y el sufrimiento humanos. El hombre doliente se ennoblece si ha aprendido a ser fuerte para sobrellevar su dolor. El sufrimiento para tener sentido, no puede ser un fin en sí mismo, el ser humano puede ir más allá, trascender el dolor. Lo que da sentido al dolor es el amor, se sufre cuando se ama, su fuerza motiva el seguir viviendo. Vivirlo sin sentido, lo hace estéril, sordo y destructivo. “Quién dispone de un porqué para vivir, es capaz de soportar casi cualquier cómo” (V. Frankl).

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El sufrimiento es un gran despertador existencial, implica un esfuerzo para no renunciar a sí mismo a pesar del dolor, es una fuerza de crecimiento interior. Decía Juan Pablo II que el dolor no es un castigo inmerecido, sino un inmerecido tesoro. El dolor y el sufrimiento son compañeros por siempre de la existencia del hombre.

El pensamiento de Víctor Frankl está impregnando de esperanza y humanismo, habla del hecho de dotar de sentido experiencias tales como la enfermedad o la muerte, el dolor y el sufrimiento, y produce consuelo en el ser humano ya que aporta razones o motivos para sobrellevar de una manera más optimista esa carga tan difícil.

Víctor Frankl habla de la tragedia del ser humano y las llama el triple desafío: sufrimiento, culpa y muerte, enmarcados como valores de actitud que cobran su importancia frente a lo inevitable con la propia actitud, dan sentido a la vida en situaciones límite, confrontan al ser mismo, dignifican su esfuerzo al margen de los resultados, son expresión de la capacidad de la dimensión espiritual, movilizan al ser humano a través del dolor y el sufrimiento que llevan consigo, supone una búsqueda de objetivos que infundan sentido a la vida y la enriquecen, constituyen una fuerza poderosa y determinante en el núcleo psíquico; es impulso para vivir, ser libre, entender, gozar, crear, vincularse y trascender lo meramente individual.

El sentido ayuda a mitigar el propio sufrimiento ya que existen muchas formas diferentes de enfrentarse a él. Frente al dolor existen actitudes. Una, aceptar el dolor, y la otra, silenciarlo o suprimirlo a costa de seguirlo padeciendo. Polaino señala que el hombre doliente tiene que plantearse si va a ser feliz o no a pesar de sus sufrimientos.4 El sufrimiento está ligado con lo

1. A. Polaino –Lorente, Más allá del sufrimiento, en Atlántida, 15, 1993, Pág. 312 2. R. Spaemann, El sentido del sufrimiento, Atlántida, 15, 1993, 322-332 3. R. Yepes, Fundamentos de Antropología ob. cit. p 448 4. Polaino – Lorente, Manual de Bioética, ob. cit p. 473

Desde la logoterapia, su razón de ser como fundamento fundante, indica que la vida siempre vale la pena, por tanto es mejor vivirla. Mirar al futuro permite la oportunidad de encontrar nuevos motivos, nuevos sentidos por los cuales puede cobrar un nuevo significado, un por qué vivir que se cumple realizando valores en un mundo de posibilidades que conducen a la experiencia más humanizante, la autotrascendencia. Toma los valores de actitud como oportunidad para enfrentar aquellas preguntas que no tienen respuesta.

“Cualquier tipo de sufrimiento que la vida depara, será aceptado con fortaleza por el ser humano, si sabe que detrás de él hay un sentido que puede iluminar su significado” LA LOGOTERAPIA SE RIGE POR TRES PRINCIPIOS BÁSICOS: 1. La vida tiene sentido bajo cualquier circunstancia 2. El hombre es dueño de una voluntad de sentido y se siente frustrado o vacío cuando deja de ejercerla 3. El hombre es libre, dentro de sus obvias limitaciones para consumar el sentido de su existencia. A su vez, el sentido de la existencia se cumple en la realización de valores de creación, aquello que se ofrece al mundo a través del trabajo, de la creación artística, del dar; valores de experiencia, como lo que se recibe del mundo, la naturaleza, las obras de arte, las puestas de sol y los valores de actitud, como la posibilidad de asumir una actitud digna y valiente frente a hechos inevitablemente dolorosos que no se pueden cambiar. El humanismo define al ser humano como valor central, en busca de la superación del dolor y el sufrimiento. Se parte de un postulado universal: la vida tiene sentido y dirección. Esclarecerlos, comprenderlos, son la vida misma. El movimiento humanista inició en Estados Unidos como respuesta a la necesidad de crear un modelo más holista, que incluyera dimensiones como el crecimiento personal, la capacidad creativa del ser humano o la importancia de la dimensión emocional y corporal. Incluye escuelas como la psicoterapia de la Gestalt, el Análisis Transaccional, la Logoterapia, autores como Carl Rogers, Erwin Yalom, Abraham Maslow, Rollo May, Víctor Frankl. Como principios filosóficos tienen presente la perspectiva holista y sistémica, que implican la person-

alidad del individuo como un sistema idiosincrático en constante evolución y desarrollo, una perspectiva existencial, con un enfoque dinámico que se concentra en la existencia del individuo y una perspectiva constructivista que conlleva que todo individuo goza de la creatividad necesaria para reconstruirse, resignificarse. El terapeuta humanista además de escuchar empáticamente al consultante, le ofrece propuestas de exploración concretas y planes de acción, con intervenciones fundamentalmente idiosincráticas, adaptando las técnicas a las particularidades del sujeto y a los problemas que se pretende tratar. “No son las cosas mismas las que al hombre alborotan y le espantan, sino las opiniones engañosas que tiene el hombre de las mismas cosas”. Epicteto.

BIBLIOGRAFÍA BRETONES, F. En Logoterapia: La audacia de Vivir. Buenos Aires, San Pablo, 2002 FRANKL, V. El hombre doliente, Herder, Barcelona, 1985 FRANKL, VIKTOR E., “Análisis existencial y logoterapia”, en IV Congreso Internacional de Psicoterapia, Editorial Scientia, Barcelona 1958. —, “La logoterapia de V. Frankl”, en Doctrinas psicoanalíticas, Editorial Kapelusz, Buenos Aires 1963. FREUD, S. Duelo y melancolía. En Obras completas. Tomo XIV, Buenos Aires, Amorrortu, 1990 GORDILLO ALVAREZ, L. Aprender a vivir, aprender a morir, Colección Fundcrea: Alicante, España, 1998 LEWIS, C.S., El problema del dolor, Rialp, Madrid, 1994 LUCERO, I T., EL DOLOR Y EL SUFRIMIENTO HUMANO, en García, José Juan (director): Enciclopedia de Bioética, URL:http:// enciclopediadebioetica.com/index.php/todas-las-voces/168-el-dolory-el-sufrimiento-humano POLAINO, A., Más allá del sufrimiento, en Atlántida, 1993. SPAEMANN, R., El sentido del sufrimiento, Atlántida, 1993. YEPES STORK, R., Fundamentos de Antropología, EUNSA, Pamplona 1997


La muerte y el duelo en el Chocó

Parque Cementerio La Esperanza

Un aspecto representativo de la idiosincrasia del pacífico colombiano dice que los chocoanos somos poco expresivos en la parte emocional, sobre todo cuando esas emociones vienen dadas en aspectos como la tristeza, el dolor, o la pérdida de nuestros seres queridos. Por el contrario, esa misma idiosincrasia dice que somos abiertos y espontáneos para manifestar la alegría y a la hora de celebrar lo hacemos con el entusiasmo propio de quienes saben para qué está hecha una celebración, y ahí no nos guardamos nada. Esa condición de ambigüedad nos hace ser particulares frente al reto ineludible de asumir la muerte, o lo que es peor, nos hace ser vulnerables cuando nos sobreviene la desazón, frente a la tarea difícil de sortear el aspecto más complejo de enfrentar la pérdida de un ser querido: el duelo. Se podría decir que la muerte y el duelo constituyen dos aspectos esenciales de la condición sociológica de los chocoanos, en las que, más allá de verlas como meros hechos aislados de la vida cotidiana, hay que entenderlas como referentes fuertes de nuestra rica identidad cultural.

LA MUERTE La muerte y el duelo en el Chocó, vistos desde la pertinencia de algunos factores sociológicos y antropológicos, se constituyen en aspectos determinantes que ilustran nuestra forma de vivir, pero sobre todo nuestra manera de ver la vida.

Según la Antropóloga Luz América Lozano, en su ensayo “La muerte en el Chocó”, la concepción que tienen los chocoanos sobre la muerte es confusa en muchos casos en relación a otros fenómenos como el nacimiento o las enfermedades. La misma autora nos dice que el concepto de muerte para los chocoanos está sometido a creencias, supersticiones, ritualidades y demás influencias propias de una etnia que todavía conserva sus tradiciones, muchas de ellas en sincretismo con lo católico. Los chocoanos estamos llenos de presagios o preludios alrededor de la muerte y esto lleva a que muchas de estas creencias se conviertan en razones que aceptamos como ciertas, dado el ambiente mismo en el que una persona ha vivido o convivido con su entorno. De ahí se deriva que para los chocoanos sean presagios de muerte o de que ella se encuentra cerca, cuando nos encontramos frente algunos signos o indicios: cuando las hormigas caminan por el lecho de un enfermo, el cacarear de una gallina por la noche, la entrada de una mariposa negra a la morada o a una

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bio, la que acontece, súbitamente, sin que los sentidos tengan tiempo de hacer dejación de lo terreno, es considerada por unos como castigos de las almas, y por otros como beneficios de las mismas por salir en forma temprana de este mundo sin la mancilla del pecado. El rito funerario dice que más allá del servicio de velación propiamente dicho en la funeraria, cuando la persona fallece en su casa se le hace la tumba, un altar conformado por una sábana blanca y una mariposa negra diseñada con tela de satín o dacrón negro. La mariposa representa el alma. Además de estos elementos está el Cristo, el cual permanece de manera incólume con una vela durante los nueve días que se rezan las novenas. También está el vaso con agua, que lleva una vasija con ramas de celedonia o albahaca. En algunos municipios, la vela descansa debajo de la mesa o debajo del ataúd, estos elementos representan el aliciente del fallecido. Se tiene la creencia de que cuando el vaso de agua llega a la mitad, es el fallecido quien viene y toma de ahí porque tenía sed.

habitación, cuando un gallinazo o chulo revolotea por el cementerio, el aullido de un perro en la noche, o cuando este al ladrar cava la tierra y entra temeroso a la posada. Para los chocoanos también son presagios de muerte, la caída de un diente intempestivamente, escuchar bajo la almohada el zumbido de un animal o percibir el sonido de una campana distante. Por medio de estos avisos se indica que van a morir los que oyeron el ruido, o los que perdieron la pieza bucal, etc. Entre las familias mineras, por ejemplo, es un indicio de muerte la fuga de los metales de los canalones, lo que supondría que uno de los trabajadores va a morir. El amplio ritual de la muerte en el Chocó, también dice que tan pronto como una persona muere esta se cubre con una sábana y se pasea de cuarto en cuarto para despedirlo de su casa. Mientras esto se hace, se rocía el cuarto con agua bendita, zumos de amamú o D.D.T (esto de acuerdo al lugar geográfico), con lo cual se cree que espanta la enfermedad y se evita que le haga daño a los demás. Si la persona murió con los ojos abiertos, se tiene la superstición de que se llevará a otro miembro de la familia, lo cual provoca que se le cierren rápidamente. Para algunas personas, una buena muerte, es la que ocurre en la cama con largos días de padecimiento al lado de la familia y con la asistencia religiosa. En cam-

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Al fallecido cada mes se le realiza una misa y los sitios donde permanecía el difunto deben transformarse: el cuarto, la cama y el colchón que se bota o se voltea; puesto que la creencia reza que los ruidos que se escuchan en el cuarto y en la casa son originados porque el espíritu del fallecido está en pena y no descansa en paz. Al primer año de fallecido se realiza una misa de aniversario, que también es conocida como misa de gala, a la cual asisten todos los familiares y amigos de la persona que se fue y en la casa también se reza. En este primer aniversario se mandan a hacer recordatorios con la imagen de un santo. La iglesia es arreglada con flores y se contrata un coro, cuando se acaba la misa, los parientes y amigos expresan sus condolencias a los familiares y se recuerda mucho de lo ocurrido el mismo día del fallecimiento. La concepción de la muerte en el Chocó ha ido cambiando con el pasar del tiempo; sin embargo, la mentalidad de la gente permanece intacta frente a muchas de las creencia populares.

El duelo Nuestras creencias culturales, ligadas al poco conocimiento profesional que se tiene en este campo, han contribuido a que muchas personas, luego del fallecimiento de un ser querido o conocido, no asuman el duelo de manera real y por el contrario, esas mis-

mas personas tiendan a reprimir sus emociones por tiempos prolongados en los que, a veces, muchas no aceptan de manera explícita que son portadoras de una gran pena. De lo anterior se desprende que una buena parte de la aceptación del duelo para los chocoanos, esté representada en el luto, que para el común de la gente, sobre todo las mujeres, es la forma de demostrar el cariño o el afecto que se le tenía a la persona fallecida. El luto se convierte en una parte esencial de la condición del duelo, hecho mismo que está ligado a una fuerte sanción social, derivada del tiempo en que la prenda de vestir y los colores del luto se llevan puestos. Los amigos, vecinos y conocidos juzgaran de manera negativa o positiva al doliente derivado del tiempo en que esta persona lleva puesta el luto. La tradición en el Chocó dice que si se muere la madre, las mujeres cercanas, hijas, hermanas, guardan un año entero de luto riguroso con ropa negra, y otro año menos rígido con prendas combinadas con blanco. Alrededor de los tres años se va dejando el luto lentamente. Sin embargo, muchas mujeres luego de una gran pérdida, dice la psicóloga Lorena

Sánchez, se vuelven tan retraídas que el proceso de aceptación puede durar largos años. Las creencias alrededor del duelo indican que si la mujer no guarda el luto de negro rígido durante el primer año, será objeto de una subjetiva sanción social, representada en burlas, rechazo y críticas por su comportamiento que, de igual manera, generará dudas a su alrededor sobre el sentimiento real que esta persona tenía por el fallecido. Se dice que la tradición del negro viene de la virgen María, quien tras la muerte de Jesús se vistió sólo de este color. Si el muerto es el papá o, en su defecto, un hombre de la familia, se guarda el denominado medio luto (blanco y negro) negro abajo (falda, pantalones) y blanco, gris o morado en la parte de arriba. Para los hombres el luto está representado, más que en las prendas de vestir, en la imposición que ellos mismos se hacen de aislarse por un periodo de las cosas mundanas, representadas en las fiestas, la no asistencia a tabernas o discotecas y en no ingerir licor durante un largo o breve periodo de tiempo, dependiendo la cercanía con la persona fallecida.


El duelo y la generación de espacios de libre expresión Comunicaciones Parque El Recuerdo, Santiago de Chile

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os chilenos se caracterizan por tener un carácter introvertido y protocolar que los hace poco propensos a realizar actividades de manera expresiva y espontánea. Una de esas instancias y probablemente la que necesite más desahogo es la del proceso de duelo, tan incomprensible para todos los seres humanos. Es por eso que la empresa Parque del Recuerdo, el cementerio parque líder en el rubro, se hace cargo de esta necesidad y cada año genera más ocasiones para que todos los chilenos, sean deudos o no,

puedan canalizar su pérdida a través de actividades que permitan la libre expresión y un proceso de duelo

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de acuerdo a sus necesidades. Este diagnóstico se detectó gracias a que la empresa ha realizado desde hace cuatro años, una encuesta a nivel nacional y posteriormente un estudio denominado “Los chilenos y la muerte”, donde se conocen la forma en que la sociedad se comporta frente al duelo, los ritos y cómo vive la perdida de los seres queridos. En el último estudio realizado por la empresa junto con la facultad de sociología de la Universidad Católica, se descubrió que cerca del 85% de los chilenos no busca ayuda de especialistas a la hora de enfrentar la pérdida de un ser querido. Esta cifra, sumada a la creciente tendencia reflejada en el mismo estudio de disminuir la celebración de misas o ceremonias conmemorativas, muestra que el proceso del duelo es cada vez más introspectivo y menos externo. El gerente general de Parque del Recuerdo, Juan Pablo Donetch, comenta que “es un dato que nos llama mucho la atención ya que, dada la tendencia general que existe en nuestra sociedad actual de buscar espacios de expresión personal,

lo más probables es que la gente esté buscando otras maneras de superar la pérdida de un ser querido. Es por eso que en Parque del Recuerdo, cada vez realizamos más actividades que apuntan a que nuestros visitantes puedan hacer su propio proceso de duelo, con mucha libertad. Entendemos que la mejor manera de hacer el proceso del duelo es recordando el legado de quienes partieron de la mejor manera posible, y nuestras actividades se encauzan en ese objetivo”.

chilena, nos entregaban sus testimonios, vivencias y experiencia con la pérdida. Este material de gran ayuda para superar momentos difíciles, forma parte del catálogo de libros disponibles en la red Bibliometro; bibliotecas públicas que se encuentran en estaciones del tren subterráneo de Santiago. Así, logramos aportar a que los chilenos sepan cómo conversar y discutir sobre la partida de un ser querido. Un tema poco tratado en las casas.

Fue precisamente el año 2009 cuando Parque del Recuerdo abrió el programa Contigo, que ofrece charlas gratuitas abiertas a toda la comunidad, con el objetivo de entregar herramientas a quienes han perdido a un ser querido para enfrentar el duelo. Desde su inicio, más de 3.500 personas han asistido a estas actividades.

Además de estas acciones, Parque del Recuerdo cuenta con el programa “Dignifica”, que entrega sepultura digna, y sin costo para las familias, a los mortinatos (niños fallecidos antes de nacer) y mortineonatos (niños fallecidos antes de los 28 días de vida) de la red de hospitales públicos y clínicas privadas de Santiago. Más de mil familias se han acogido a este programa que se realiza en conjunto con la Funeraria Hogar de Cristo. Así permitimos a las familias, poder afrontar su duelo de otra manera y comenzar a cerrar el ciclo de la pérdida de su hijo.

Ese mismo año, también se crearon los talleres de jardinería, gratuitos y abiertos a la comunidad, a raíz del descubrimiento de la jardinería como medio de terapia para superar la muerte de un ser querido. En ellos se tratan diversos temas, desde cómo hacer huertos caseros en espacios reducidos hasta cómo podar las plantas. A esta actividad han asistido desde su inicio 2.400 personas. Además, todos los años se celebran los días conmemorativos, como el Día del Padre o el Día de la Madre, en los que Parque del Recuerdo genera instancias de recuerdo del legado de quienes partieron con emotivos homenajes y actividades. Sumado a esto, el parque cementerio generó un día especial que conmemora el legado de los seres queridos fallecidos: el Día del Recuerdo, como un hito para la libre expresión de los deudos. Durante la jornada, se celebra una misa en honor de los que ya partieron y se lanzan globos al cielo con mensajes de amor y cariño de los visitantes. Juan Pablo Donetch explica que “todas estas iniciativas se suman al material que preparamos en Parque del Recuerdo, como la publicación de libros relacionados con la convivencia del duelo, en los que han participado connotados personajes de la sociedad chilena y guías gratuitas que enseñan desde cómo convertirse en una persona resiliente hasta cómo tratar el tema del duelo en familia. Sobre este último punto, descubrimos en nuestro estudio de la muerte que los padres apenas conversan sobre el tema de la muerte con los más chicos. Por eso editamos un libro, “Susana y el árbol de la vida”, un cuento que facilita la explicación a menores de edad sobre este tema tan sensible”. También quisimos aportar a la enseñanza de convivir con el duelo, publicando el libro “Hay un tiempo”. En este texto, destacados personajes de la sociedad

Todas estas actividades, son la forma en que Parque del Recuerdo aporta a la sociedad al crear espacios, herramientas y espacios espirituales para ofrecer a los chilenos el apoyo que ellos necesitan en los momentos más difíciles.


EL ARTE DE CONQUISTAR A UN DOLIENTE En

esta etapa de crecimiento del siglo XXI, en donde la premura colectiva, ávida de conocimientos avanza a pasos agigantados, se busca hacer una pausa y reorientación respecto al tema de la expiración del ser humano (la muerte); tema considerado aún como un precepto alienado y a su vez marginado de la cultura. Las entidades funerarias hacemos parte de procesos de formación en el inconsciente colectivo respecto a cómo es vivenciada la muerte, por tanto se evidencia con prontitud un gran reto y es el de generar en la sociedad cambios de modelos mentales arraigados a la desolación, y la victimización como principales momentos en los dolientes. Surge así un cuestionamiento que converge en un proceso metódico que desarrollaremos posteriormente: ¿Cómo y porqué conquistar a alguien cuyo corazón y alma están destrozadas por la pérdida de un ser querido? ¿Es posible esto desde una institución funeraria sin llegar a vedar el trabajo con el doliente o sin siquiera infringir los propósitos de la institución?

Una de las principales labores como entes funerarios es pensar en la comunidad doliente y la manera adecuada para realizar un acercamiento como instrumentos de apoyo. De aquí lo importante de la palabra CONQUISTAR, que acorde con lo dictado por el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, se define como “persona cuyo amor se logra”. La conquista refiere una relación dualista en la cual existe un ofrecimiento o servicio y una aceptación que genera vinculación. Es la empresa funeraria quien ofrece un servicio basado en la premisa del respeto y excelente servicio, por su parte quien lo recibe es el doliente, quien a su vez emocionalmente experimenta una afectación.

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Por LORENA LIB RAMÍREZ Psicóloga psicoterapeuta en duelo Organización San Francisco Email: sicologia@organizacionsanfrancisco.com

Desde el área psicológica se propone un actuar sistemático basado en el precepto de la excelencia en el servicio, llevándola a su máxima expresión y al plano de la veracidad a través de la acción y el seguimiento de estos parámetros:

1. Atención: Desde el primer momento buscamos trascendencia en el servicio. 2. Comprensión: Nuestro personal, altamente capacitado, logra conectar sus emociones con las del doliente, de tal manera que nos considere un apoyo incondicional en ese difícil momento. La indiferencia, el excluir a los demás, el ensimismarse, es lo que realmente se debe evitar; así que la invitación es a impregnarnos de otro ser humano por el solo hecho de que se está con vida. Toda idea pasa por el filtro de las emociones. 3. Servicio: Cada integrante de la organización logra dar lo mejor de sí. Es la principal forma de prestar un servicio dinámico que, junto con la comprensión y la atención, genera un ambiente favorable para los dolientes. 4. Orientación: Cada individuo de la organización está en la capacidad de orientar adecuadamente a un doliente remitiendo a la dependencia o espacio físico que se requiera. 5. Apoyo: Contamos con profesionales preparados para brindar el acompañamiento idóneo en cada uno de los momentos que nuestro cliente lo requiere, cumpliendo así con cada uno de los anteriores principios en excelencia. 6. Atención a población infantil: Se reconoce a los niños y niñas como individuos con completa participación social en el proceso del duelo. Por tanto, se busca vincularles en espacios lúdicos y de aprendizaje a través de acciones didácticas que generen comprensión, orientación, facilidad de expresión y liberación frente a la pérdida de un ser querido.


EL apego y su influencia

en los procesos de duelo

Bowlby (1982) considera que los sistemas de apego infantiles son similares, en su naturaleza, a los que más tarde se ponen en juego en las relaciones amorosas y, en realidad, señala pocas diferencias entre las relaciones cercanas, sean éstas entre padres e hijos o entre pares; es decir aunque hay aprendizajes e influencia culturales, el sujeto en edad adulto activa el estilo de apego manejado desde la infancia y emprende en las situaciones vinculares “una búsqueda de una experiencia de seguridad y comodidad”.

Desde el nacimiento, el ser humano cuenta con unas herramientas biológicas que le permitirán, mediante su desarrollo, alcanzar la adaptación al medio. Sin embargo, es en la relación vincular fundamental con su madre donde encuentra el apoyo para interactuar con el mundo exterior, reconocer la existencia del otro y relacionarse con él y adquirir una representación de sí-mismo y de al menos un otro (la madre) con quien, a través de expresiones emocionales, comenzará a desarrollar su primer vínculo afectivo. Este primer vínculo afectivo que el niño promueve con su cuidadora, diferenciándola y prefiriéndola antes que a otras personas, se denomina apego. El concepto apego (diferenciándolo de dependencia afectiva), incorpora componentes sociales, emocionales, cognitivos y conductuales. Es una propiedad de las relaciones psicosociales de carácter asimétrico, donde un hay sujeto más débil y menos capaz que confía en la protección que le brinda otro sujeto más competente y autosuficiente. Ambos sujetos desarrollan vínculos emocionales recíprocos y construyen una representación interna del vínculo. La función del apego es necesaria en la vida y cumple unas funciones psicológicas básicas: protección, estabilidad, seguridad, compañía, autoestima, reducción de la ansiedad y del temor a sentirse solo, atenuar el temor al rechazo y la falta de confianza en sí mismo. Se distinguen tres patrones básicos de apego:

·APEGO SEGURO: Los niños en este estilo

de apego, son capaces de usar a sus cuidadores como una base de seguridad cuando están angustiados. Los padres son sensibles ante las necesidades de sus hijos y además el apoyo y consuelo que brindan es oportuno y eficaz. En el ámbito de las relaciones interpersonales, las personas con apego seguro tienden a ser más cálidas, estables y con relaciones íntimas satisfactorias, tienden a ser más positivas, integradas y con perspectivas coherentes de sí mismo.

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tienden a tener hijos que evitan la intimidad emocional. A su vez pueden haber madres que no sean sensibles a las necesidades del hijo debido a depresión, abuso de sustancias, porque se sienta abrumada por problemas personales, u otros factores que puedan interferir con su habilidad de ser consistente y nutriente con el niño. Un factor importante en la formación de un apego saludable es el tipo de ambiente en el que se forma el infante, si es frustrante y/u hostil, o si fue relativamente benigno, si se trata de un ambiente esencialmente abandónico o de atención y compañía.

El duelo como una experiencia vital estresante que compromete la pérdida de un “otro” significativo para el sujeto, en términos de que había allí un patrón de apego instalado con esa persona que muere; nos remite a que

·APEGO EVASIVO: Los niños exhiben un

aparente desinterés y desapego a la presencia de sus cuidadores durante períodos de angustia. Estos niños tienen poca confianza en que serán ayudados, poseen inseguridad hacia los demás, miedo a la intimidad y prefieren mantenerse distanciados de los otros.

·APEGO ANSIOSO-AMBIVALENTE:

Cuando el cuidador es inconstante, mostrando apoyo de forma esporádica, y utilizando la amenaza de abandono como medio de control. Este niño no se siente seguro de que sus padres acudan a él en el momento en que los necesite; por tal razón, estos niños siempre reaccionan con angustia intensa ante los momentos de separación. Ahora bien, hay unos factores determinantes en la calidad del apego, tales como el temperamento del niño, si es calmado o irritable, si hay alguna condición médica (como defectos de nacimiento o enfermedad), que influencian la vinculación. También Las conductas del cuidador pueden afectar negativamente la vinculación, por ejemplo, padres que critican, rechazan e interfieren,

en la práctica clínica exploremos, a partir de los sentimientos y reacciones del deudo, tales como: angustia, miedo a los extraños, intolerancia a la soledad, desvalorización, auto denigración, incompetencia, inadaptabilidad, falta de control, confusión en la toma de decisiones, entre otros. El patrón de apego en el vínculo, no solamente por un fin descriptivo, sino porque en el contexto de la relación paciente- terapeuta, (este último haciendo uso de la neutralidad, la empatía, la cortesía analítica y la contención emocional) re- edita esa “base segura de apego”, de la que ahora carece el doliente y que le ha provocado una desestructuración de su mundo interno y que puede ser una garantía para la alianza terapéutica y el alcance de las metas en términos de recuperación en el proceso de duelo. Una idea a resaltar es que la respuesta sensible de la figura de apego es un organizador psíquico muy importante, influye en el modo en que el individuo construye el mundo que le rodea y sobre el modo en que espera que se comporten las personas a las que podría estar apegada. La calidad del apego es determinante en la autonomía, competencia y autoestima de los sujetos. Las diferencias en el estilo de apego son asociadas con variaciones en la expresión emocional. Así, por ejemplo


en situaciones dolorosas (ejemplo pérdida del ser querido), las personas ansiosos-ambivalentes tienen una baja tolerancia al dolor y tienden a responder con miedo y ansiedad siempre que hay cualquier ruptura en su ambiente; mientras que los adultos seguros reconocen niveles moderados de dolor y tienen expectativas positivas sobre el resultado de episodios críticos. Estas expectativas se derivan del optimismo hacia ellos y el mundo, en cambio los de estilo evitativo niegan sentir dolor activamente. Las personas inseguras se sienten más apenadas emocionalmente que cualquier otro estilo de apego, ya que tienden a ver las situaciones en forma más negativa. Esta creencia pesimista se deriva de la falta de confianza que tienen de sus acciones En un estudio más especifico acerca de las emociones, se examinó la idea de Bowlby acerca del rol crítico que juegan los estilos de apego en la experiencia de las emociones. Por ejemplo Bowlby postuló que la ira es una reacción funcional de protesta a otros y que los apegos inseguros transforman esta respuesta neuronal (ira de esperanza) a una ira disfuncional (ira de desesperación).

Aplicación clínica de la teoría del apego Bowlby sugiere que un analista guiado por la teoría del apego intenta, junto con el paciente, comprender cómo las reacciones emocionales, el comportamiento y las predicciones que hace el paciente, se basan en las experiencias que el paciente ha tenido en su trato con figuras de apego durante su ciclo vital. La experiencia clínica demuestra que es más probable que los pacientes estén predispuestos consciente e inconscientemente a redescubrir aquellos modelos representativos asociados a emociones dolorosas (como el

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trauma que genera perder un ser querido), cuando se sienten seguros con un terapeuta empático y amable. Cuando esto ocurre y los afectos dolorosos surgen en el contexto de una relación terapéutica mutuamente cooperativa, se refuerza a su vez la alianza terapéutica. Una premisa fundamental es que la terapia debe constituirse en base segura y el terapeuta en figura de apego, a partir de la cual uno puede atreverse a explorar y descubrir aspectos sobre uno mismo que son dolorosos de aceptar. “Cada individuo construye en su interior modelos operativos del mundo y de sí mismo y, con su ayuda, percibe los acontecimientos, pronostica el futuro y construye sus planes. En el modelo operativo del mundo que cualquiera construye, una característica clave es la noción de cuán aceptable o inaceptable aparece ante los ojos de sus figuras de apego. Sobre la base de estos modelos pronosticamos cómo serán de accesibles y receptivas nuestras figuras de apego si les pidiéramos apoyo”. Jhon Bowlby

BIBLIOGRAFÍA Bowlby, Jhon (1996): “Una Base segura: aplicaciones clínicas de una teoría del apego”. Paidós, Barcelona, 205p. Bowlby, Jhon (1985): “La separación afectiva”. Paidós, Barcelona, 440p. Cantón Duarte, José (2000): “El apego del niño a sus cuidadores: evaluación, antecedentes y consecuencias para el desarrollo”. Alianza Editorial, Madrid, 315p. Marrone, Mario (2001): “La teoría del apego: Un enfoque actual”. Psimatica, Madrid, 402p. Datos del Autor: Nombre Completo: Omar Alfonso Puerta Restrepo Documento: 71.684.975 de Medellín Profesión: Psicólogo Clínico Registro Profesional: 5-0799-13 Empresa: Unidad De Duelo de la Funeraria San Vicente S.A


Mi Funeral ¿Cómo quiere usted su funeral? ¿Ha pensado en él? ¿Se lo ha imaginado? ¿Qué desearía para su funeral? Para la mayoría es difícil pensar siquiera en la posibilidad de cuestionarse sobre el tema, pues se ve la muerte como algo ajeno, lejano, de afuera, de otros.

Isabel Cristina Arango Isaza, MD Unidad de Duelo Funeraria San Vicente S.A. iarango@funerariasanvicente.com

que uno quiere”, “dejar todo escrito”, “ya mi familia sabe lo que yo quiero”, también, aunque en un porcentaje menor: “la familia”, “los que quedan”, “los que sienten el dolor”, “los vivos”. Tal vez la mejor manera de responder a este interrogante sería cuestionarse si uno sabe ¿para qué y para quién es un funeral? muchas personas consideran que los funerales son para los muertos, principalmente, porque si no hay muerto no se pueden realizar, sin embargo, es importante reconocer que los muertos técnicamente no necesitan nada, mientras que los vivos que enfrentan la pérdida de un ser querido sí.

Algunas de las respuestas más comunes que se encuentran al indagar sobre los propios rituales son: “yo quiero ser cremado de una vez”, “que se deshagan de mis cenizas en el mar”, “no quiero tanatopraxia”, “que nadie me vea”, “algo corto”, “que no pasen toda la noche en vela”, “directo al cementerio”, “sin velación”, “que sellen mi cofre”, “que no lloren”, “que estén alegres”, “no misas”, “que pongan música”, “que repartan licor”, “que ofrezcan comida”, “que hagan una fiesta”, “que no me Dicen Thomas dejen en un osario”, “que boten mis cenizas al viento”; respuestas sustentadas casi siempre en el deseo de evitar el “No basta con pensar dolor a los demás: “es mejor así”, “para en la muerte, sino qué alargar la tristeza”, “mejor algo rápido”, “que me recuerden como era”, “que que se debe tenerla no tengan un lugar para estar visitando”, siempre delante. “que sigan con su vida”.

Entonces la vida se hace más solemne, más importante, más

Lynch y Thomas Long en su libro “The good funeral” que un buen funeral debe cumplir con dos objetivos importantes: “Poner los muertos donde deben estar y los vivos donde necesitan estar”. Ser consciente del significado de “dónde necesitan estar” es una obligación de todos y principalmente de quienes trabajan en la planeación y realización de los rituales fúnebres.

Otras veces acompañadas de sentimientos como el miedo, la incertidumbre, la rabia, entre otros, “para que no A pesar de las diferencias entre las fecunda y alegre.” critiquen”, “sólo es protocolo”, “para creencias en las que se basa el desarque no vayan sólo a tomar tinto y a rollo de los rituales fúnebres, siempre Stefan Zweig conversar”, “que sólo asista mi familia”, se cumplen varias funciones indispens“que sólo vayan los que realmente me ables: confirmar la pérdida, despedirse, querían”, “eso sólo es una costumbre”, expresarse, recibir apoyo y marcar un “las flores en vida”, “es un gasto inoficioso de dinero”, punto de partida. “para qué tanto adorno”, “uno muerto ya no ve ni siente nada”, “ya para qué”. Tal como aprender a caminar o a comer, y en general el desarrollo de habilidades para la vida, adaptarse al meObviamente hay quienes (aunque pocos) piensan difer- dio en el que el fallecido ya no estará, lleva su tiempo y ente: “Que hagan todo lo que tengan que hacer”, “que es también un proceso que cada persona hará de manese despidan de mí”, “que vaya todo el que quiera”, “que ra única pero que se facilita emocionalmente a través de hagan lo que quieran”, “yo ya no voy a estar ahí”, dán- los actos sociales de la muerte. dole lugar a los otros a decidir. ¿Es cuestión de culpa? Tal vez, hay que reconocer que Cabe la pregunta: ¿Quién debe decidir? obteniendo todas las emociones humanas están presentes ante la respuestas frecuentes como: “uno mismo”, “debemos muerte y que el proceso no es tan simple como tener hablar de este tema con la familia para que sepan lo tristeza por la ausencia, pues esta ausencia genera ra-

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bia, miedo, incertidumbre, soledad, vacío, impotencia, desconcierto, culpa, entre otras. Además hay que tener en cuenta que, en lo que tiene que ver con la expresión del dolor, se debe ser cuidadoso de dar por cierto percepciones propias, ya que ser humanos es ser únicos.

es ella la que se transforma, la que necesita un nuevo sentido cuando se ha perdido parte o mucho de él tras la muerte. Cada símbolo del ritual (las flores, las ceremonias, la música, los rezos, los cortejos) es para los vivos y hará parte de sus vidas para siempre.

“Todo eso es un show”... Una experiencia funeraria bien hecha permite precisamente la expresión de emociones. La gente tiende a llorar, sollozar y hasta gritar porque los funerales los obligan a concentrarse en el hecho de la muerte, durante muchos momentos los asistentes no logran distanciarse del dolor, además, brindan un lugar aceptado para la expresión, siendo tal vez el único momento y lugar en el que como sociedad se aceptan tales expresiones. “No van sino por cumplir”... Es posible, pero ¿podemos ver ese “cumplir” como algo negativo? Los funerales permiten además de demostrar el dolor recibir apoyo, una excelente estrategia para elaborar las emociones. En ellos se permite manifestar físicamente el apoyo, abrazar, consolar, tocar, estar ahí pues la presencia física es la demostración más importante de compañía con los vivos.

“Hay que cumplir la última voluntad”… ¿Qué pasa cuando no se cumple? Lo que con certeza se genera en quienes han recibido la última voluntad con respecto a los funerales es el sentimiento de culpa cuando no se puede cumplir, muchas veces, grandes esfuerzos de quienes tienen la “orden”, en contra de sentimientos o deseos propios o colectivos, teniendo que pasar por encima de éstos sin que sea un alivio saber que nada lo obliga, sólo su propio deseo. Es un buen ejercicio pensar en este tema y en su funeral pero no para dejar voluntades amarradas, hacerlo de manera responsable, no dejarle sus opiniones y deseos a las creencias y los sentimientos que genera la propia muerte, sino más bien desde el saber y el conocer, recordando que si bien en la vida no es vital saber de duelo, tal vez reconocer la importancia de los rituales si lo sea, más, si es lo que usted o su empresa hacen en la cotidianidad.

“En vida hermano, en vida”... Así es, en vida, en ella es que hay que afrontar la muerte de los seres queridos y

Cuestionarse es un buen ejercicio y eso sin preguntar, por ejemplo, ¿está usted preparado para morir?


Postconflicto y duelo en la infancia

Por: Diana Gisela Ríos Fernández Psicóloga Unidad de Duelo Funeraria San Vicente

El hombre desde que nace recibe cuidados y protección para sobrevivir. En la medida que teje un lazo con la familia aprende a tener en cuenta que él solo no existe y que hay un otro. Aprende a dar y no solo a recibir, y en ese momento sale de su centrismo para tener presente que hay un otro que le duele, siente y que también puede ser feliz simultáneamente cuando da algo de sí mismo al prójimo, ya sea: de orden material, afectivo o espiritual. La sociedad actual vive en contraposición de cómo se deberían hacer las cosas, por lo cual hay una lucha de poderes y un conflicto entre los valores en la búsqueda del beneficio personal, omitiendo el bien común. Estas posturas generan un gran caos en la paz y en la unidad, lo que conlleva a sacrificar muchas vidas y violentar los derechos del otro, aumentando la desigualdad. Llegar a vivir en estas condiciones genera divisiones en las que la lucha de poder sobresalen y cada uno trata de velar por lo que piensa, considerando tener la única verdad, hasta el punto de hacer lo que sea por llevarlo a cabo, produciendo más violencia. Debido a estos enfrentamientos también salen afectados los que no están directamente implicados en el conflicto. Esta violencia tiene secuelas en el alma de las comunidades al vivir el desarraigo de sus tierras, tener que dejar toda su historia y todo lo que ha construido por salvar la vida de la familia, huyendo de esta situación. Todos estos tipos de conflictos traen consecuencias en la salud mental de las partes involucradas, como lo es: estrés postraumático, trastornos de ansiedad, trastornos depresivos, entre otras; así mismo de orden económico y social. Desde el que hacer psicológico se focalizarán las

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Iniciando el duelo Este resultado muestra a nivel mundial el estado de vulnerabilidad que están viviendo los niños y los efectos que generarán en su salud mental. Las familias ante la noticia de la muerte de un integrante sienten que gran parte les fue erradicada porque es un dolor profundo que deja vacío, soledad y desamparo. Se cuestiona la justicia, de cómo fue su sufrimiento o qué sintió en el momento de la muerte, quién pudo generarlo al no saber quién lo hizo, los recuerdos se vuelven obsesivos de lo vivido al respecto y en muchos casos la familia se cuestiona cómo tomar medidas al respecto. Hay que sumarle que la estructura familiar ya no es la misma, la en la medida que esta se consolida establece y reparte roles o tareas a cada integrante como lo es dar orden, hacer cumplir las normas, el proveedor, el que inicia la diversión y el esparcimiento, quien aporta los pequeños detalles que hacen al hogar cálido. Al ocurrir una muerte violenta quedan roles sin asumirse o en muchos casos quedan en manos de un sólo adulto, generando confusión y exigiendo adaptación a todos los cambios que irrumpen en la rutina del hogar.

secuelas del postconflicto en los niños, específicamente cuando ocurre una muerte de alguien significativo por una muerte violenta. “Al menos 740.000 personas mueren directa o indirectamente como consecuencia de la violencia armada cada año. Una proporción relativamente pequeña de estas muertes –aproximadamente una tercera parte– se puede atribuir a los conflictos armados en zonas de guerra. Sin embargo, la gran mayoría de las muertes violentas ocurren en los entornos de bajos y medianos ingresos que no suelen estar afectados por la guerra, según la Declaración de Ginebra (2010).1 En Colombia en el año 2013 se reportaron 922 homicidios, de los cuales 84 son contra niños, niñas y adolescentes con edades que van desde los 0 a hasta los 17 años, según el Informe de la Personería de Medellín de ese año.

2 “En términos generales, consideramos bien adaptado a un hombre si su productividad, su capacidad para disfrutar de la vida y su equilibrio mental no están perturbados” Hartmann (1987) . Este proceso en el duelo exige aceptar y asimilar la realidad de lo acontecido, buscar apoyos externos que le permitan comunicar su sentir y pensar para acomodarse a la ausencia del otro en todos los niveles: personal, social, familiar, espiritual, académico y laboral.

Reacciones del niño en el duelo Al focalizar el duelo en los niños ellos sienten que esa persona que se quiere no está, sienten su ausencia y al respecto hay preguntas: ¿para dónde se fue? ¿Por qué ya no está? ¿Por qué me lo quitaron? Ellos tienen una serie de reacciones en las que manifiestan su inconformidad ante el cambio a través de expresiones emocionales, físicas y del

comportamiento. A continuación se resaltan las reacciones más comunes cuando ocurre una muerte violenta: Tristeza por no tenerlo, y no sentir su compañía en diversas rutinas. Rabia con quienes le quitaron la vida a su ser querido. Su conducta es agresiva con familiares e iguales. Culpa cuando fueron desobedientes. Miedo a sentir su presencia. Soledad por la persona que no está, también cuando la familia se aleja o distancia del niño. Confusión de qué será de su vida sin la persona que fallece, se manifiesta con sentimientos y emociones tan intensos que generan desconcierto. Reprimen su sentir y se muestran fuertes. Apego al cuidador, por lo cual sienten temor de separarse y se vuelven controladores porque así creen que el otro no morirá. Ansiedad presentando un comportamiento inestable que no encuentra sosiego y se puede manifestar con: conductas inquietas, comerse las uñas, con la ingesta desmesurada de alimentos usualmente dulces. Llanto que puede surgir por los recuerdos y la falta de quien no está, también surge por asuntos poco relevantes viendo la oportunidad de sacar afuera ese dolor contenido porque el otro ya no está. Déficit de atención en sus actividades cotidianas como en las instituciones, muchas veces pensando y recordando a quien no está. Dificultades con el dormir que se puede manifestar de diversas formas: postergación al dormir, el sueño no es reparador, despiertan en las noches o tienen pesadillas. Falta de apetito, no provoca comer alimentos de preferencia. Quejas físicas como dolores de cabeza, malestar estomacal o dolencia en las extremidades.

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Formas de manejar la tristeza en la infancia Es de resaltar que cada niño tiene su forma de llorar, unos lo expresan con lágrimas, en especial las niñas y otros con su cuerpo (cabeza gacha y quietos u otros por el contrario mucha actividad verbal y corporal) en silencio, con enojo e irritabilidad. El manejo del dolor en cada niño es diverso porque tienen períodos en que sienten el dolor hasta un límite, para luego buscar una actividad como es el juego que le permita distraerse ante la intensidad del dolor. Hay niños que evitan a toda costa el dolor y la pasan dormidos, utilizando videojuegos, absortos por Internet, permanecen en calle, entre otros. Es de resaltar que este dolor que se evita no se sana y queda allí hasta que el niño lo exteriorice o lo haga consciente, muchas veces lo guardan hasta la adultez donde posiblemente otro duelo lo desenmascare.

Aspectos que interfieren en la recuperación del niño Ante esta realidad es importante el acompañamiento que hacen los adultos en los proceso de los niños, éstas son las formas que no lo permiten: El desconocimiento de las reacciones del niño en duelo, mostrando asombro ante los cambios, pero el niño con ello se siente extraño y sin comprensión. Ante lo aturdido que está el adulto se muestra irritado y no escucha. Confunden por la forma en que manejan el dolor, la tristeza y el juego, principalmente en los períodos de diversión al observarlos sin ninguna aflicción aparente, considerando que todo sigue normal para él. Creen que por su condición de niños y de tener un futuro se recuperan fácilmente. Interrumpen los procesos terapéuticos, en muchos casos por desconocimiento al no reconocer que el dibujo, la pintura y el juego son estrategias sanadoras para el niño. Ante las intensas reacciones de los niños no buscan ayuda, invalidando así el dolor de ellos.

Investigaciones de las consecuencias en el duelo Bendiksen (1975) investigó tres grupos familiares sin pérdida y con pérdidas. Luego de 18 años observó las problemáticas que se presentaron en dichos grupos:

ESTRUCTURA FAMILIAR A LOS 15 AÑOS DE EDAD

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PROBLEMAS DECLARADOS 18 AÑOS DESPUÉS

INTACTA %

CON PÉRDIDA %

DIVORCIO / SEPARACIÓN %

P EN CUANTO A DIFERENCIA ENTRE INTACTA Y CON PÉRDIDA

�Enfermedad grave �Extremada aflicción emocional �Arrestos /condenas �Experiencia de divorcio

8,8 19,9 2,2 8,8

17,1 33,5 5,6 7,1

19,6 34,8 2,2 10,9

<0,08 <0,05 NS NS

Dimensión de la submuestra

138

72

46


Esta investigación muestra el estado de vulnerabilidad cuando ocurre una muerte, un divorcio y la familia está intacta. Rutter(1966) 3 en la Clínica de Maudsley hospital en el sur de Londres en una población de un 11,6 % lugar en el que se había muerto el padre durante los 3 y 4 años de edad, descubrió enfermedades de tipo neuróticas como conducta antisocial o delincuencia.

CONDICIÓN FAMILIAR DEL ESTUDIANTE IDEAS SUICIDAS

PERDIDA DE PADRE POR SEPARACIÓN / DIVORCIO %

INTACTA %

�Serias �No serias

48,6 51,4

41,4 58,4

10 90

Total

35

29

50

Este investigador señala otros factores como: la disolución del hogar, cambios frecuentes de la persona que brinda cuidados, cambios en los roles familiares, los efectos de la pérdida en el padre sobreviviente y la aparición de un padrastro. Por lo que concluye: “la mayoría de los giros patológicos son el producto de la interacción de condiciones adversas”. Birtchell (1972) en el nordeste de Escocia realizó un proyecto de la proporción de pérdidas sufridas en la niñez, fue llevado a cabo con más de 5000 pacientes remitidos a tratamiento psiquiátrico, de los cuales tenían más de 20 años y padecían de neurosis, psicosis no orgánicas y adicciones. También se estimó la proporción de un grupo de control de más tres mil individuos tomados de las listas de médicos de la misma región, en el que hallaron: Al considerar la muerte de cada padre se comprueba que, a) debido al fallecimiento de la madre antes que cumpla el paciente 10 años se encuentran un número significativo de pacientes deprimidos, tanto en varones como en mujeres, además se encuentra alcoholismo en ellas, b) es alta la cifra de pacientes mujeres que pierden el padre antes de cumplir los 10 años, éstas tienen diagnóstico de depresión y alcoholismo. Otras investigaciones muestran: Quienes sufrieron una pérdida durante la niñez y cuando adultos se convierten en pacientes psiquiátricos llevando así ideas suicidas, sobredependencia y afecciones depresivas de gravedad.

�MANIFESTAR IDEAS SERIAS DE SUICIDARSE Un proyecto realizado en McGill University Health Service, Adam (1973) observó las proporciones de ideas suicidas serias en estudiantes de 17 a 27 años, que experimentaban trastornos psiquiátricos y que habían sufrido la pérdida de uno de los padres antes de cumplir 16 años.

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PERDIDA DE PADRE POR MUERTE%

Elementos que ayudan a la recuperación del niño Varias investigaciones llevan a concluir que lo que ayuda a los niños en duelo es un adulto que se preocupa por sí mismo y el bienestar del niño, que pregunta, busca ayuda, es inquieto ante las señales que presenta, lo incluyen en los rituales fúnebres y en las conmemoraciones del fallecido, validan sus emociones y sentimientos, tienen en cuenta la edad del niño para establecer comunicación clara, sincera y continua, se hace seguimiento a las normas y rutinas en casa, además son abiertos a otros saberes profesionales para sanarlo.

La conclusión de Adam es que “la presencia de una figura de cualquier clase, coherente, estable, capaz de guiar y enseñar parecía tener gran importancia en cuanto a proteger al sujeto de concebir ideas suicidas significativas”.

Aspectos que facilitan la recuperación del niño: Observar los cambios que puede tener ante el duelo, la escucha, la comprensión de lo que vive, jugar con él, enseñarle a reconocer y manejar sus emociones, continuar con las pautas de crianza porque su formación debe continuar, debido a que aún necesita bases para su vida adulta.

�MOSTRAR UN ALTO GRADO DE APEGO ANSIOSO (O SOBREDEPENDENCIA) Un proyecto realizado en McGill University Health Service, Adam (1973) observó las proporciones de ideas suicidas serias en estudiantes de 17 a 27 años, que experimentaban trastornos psiquiátricos y que habían sufrido la pérdida de uno de los padres antes de cumplir 16 años.

Conclusiones

�DESARROLLAR AFECCIONES DEPRESI VAS DE GRAVEDAD QUE PUEDEN CLASIFICARSE COMO PSICÓTICAS.

El niño requiere del adulto para recuperarse, él por sí solo no lo puede hacer porque solicita alguien que le permita comprender la realidad de la fantasía. Necesita de otro que lo sustente y lo acompañe a sobrellevar tantos retos que trae el duelo, dado que él no tiene herramientas suficientes para enfrentar una situación angustiante.

Proporción de pérdidas pasadas y formas de depresión.

No hablar de lo que ocurre o así permanezca jugando, no quiere decir que el niño se recuperó, para lograrlo implica que él exteriorice o verbalice para lograr la recuperación, lo que sugiere: aceptar la muerte del ser querido, que emociones se apacigüen en la medida que se exterioricen, validen y se comprendan, recordar con menos dolor, apertura a nuevas personas y espacios, autoconocimiento y comprensión de los demás. El Estado debe velar por los derechos de los niños en la oferta de programas que promuevan la salud mental, reparación moral, física, social, como respuesta a los traumas que genera la violencia.

proporción de pérdidas pasadas debidas a MUERTE %

DIVORCIO / SEPARACIÓN %

63 Depresiones psicóticas 12 muy graves 41 de gravedad mediana 10 leves

84 55 20

57 %

0 2 20

5%

49 Depresiones neuróticas 6 muy graves 23 de gravedad mediana 20 leves

0 14 20

14 %

50 22 16

22 %

4

Dowdney (2000) revisa una serie de variables y mediadoras en las repercusiones del duelo en los niños: “las muertes por suicidio o asesinato proporcionan una mayor tasa de depresión mayor”.

Frente a las estadísticas de muerte en la ciudad muestra un sin número de familias en duelo, sumándole otros fenómenos de violencia que vive la ciudad, sería importante analizar qué ocurrirá a futuro con la salud mental de todas ellas.

1. http://www.unicef.org/spanish/protection/57929_58011.html 2. Hartmannn, Heinz. (1987). La psicología del o y el problema de adaptación. Buenos Aires: Editorial Paidós. 3. Bowlby, John. (1983). La pérdida afectiva: tristeza y depresión. México: editorial Paidós. 4. Tizon, Jorge. (2004). Pérdida, pena, duelo: vivencias, investigación y asistencia. Barcelona: Ediciones Paidós.


LA SOMBRA DE DOLOR

AUNADA EN EL AMOR Edit Oleiva Salazar Gómez Psicóloga Funeraria la Esperanza Resumen: El concepto del duelo lleva al ser humano a una constante confrontación entre el sentimiento y la razón. Por este hecho es fundamental crear espacios que permitan el reconocimiento de las diferentes dimensiones que hacen parte de la vida, considerando lo emocional, intelectual, cultural, familiar, espiritual, entre otros. Por esta razón, espacios para la catarsis de nuestros sentimientos son esenciales en el momento de dar a conocer al mundo los pensamientos, sentimientos y acciones. Palabras clave: Sentimiento, razón, duelo, resiliencia, amor y muerte. Pensar en el manejo del duelo es fácil, asumir la pérdida del ser amado es complejo, ayudar al doliente es vocación y acompañar en duelo es un arte, vivir el dolor es morir en el vacío del recuerdo y entender que la realidad de la MUERTE es vivir. La idea anterior puede llevarnos a la comprensión del duelo desde diferentes puntos de vista: Personal, familiar, emocional, cultural y biológico. Respecto al personal, se entiende como una realidad inherente al ser; al familiar, como la desintegración del núcleo original; a lo emocional, como reacciones internas que se traducen en sensaciones; a lo cultural, como un conjunto de símbolos; y a lo biológico, donde el cuerpo presenta reacciones somato formes. Este núcleo integrado confluye en el SER.

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El sendero del duelo es un camino de oportunidades, avanzar en este proceso es entender que quien ha partido deja una marca indeleble en el corazón, decir ADIÓS no es fácil, decir hasta pronto es mejor, pero cuando no se puede entender que quien se ama no está al lado, surge un dolor profundo, un dolor del alma que solo es comprensible a la luz de las emociones. Ese espacio en el cual se despliegan tristezas, porque hay reacciones de llanto, duda, culpa, rabia, incertidumbre y desolación, ver que el cuerpo presente esta por ÚLTIMA VEZ en materia, es sentir la esencia de ese amor lleno de dolor, que será confortado en el recuerdo. Permitirse espacios para recordar el ausente, es poder llorar, hablar, guardar silencio, gritar, derribar algo, señalar culpables, ver el panorama alrededor y saber que el DOLOR no es comprensible a la luz de la razón. Allí, es donde se convierte en la sombra del dolor, es razonar sobre lo acontecido y vivir el shock, como el aturdimiento que hace eco en el vacío del interior, pero que nada lo llena, es un CONFLICTO interior, luchar con la razón, pero sólo entender que ese amor se desvanece y se transforma, pasa de un estado táctil a una esencia que llega a lo inteligible, algo que no se toca, pero que se siente. Sentir el dolor es algo subjetivo, expresarlo es elección y cada uno responde a su vivencia de acuerdo a su

estructura personal, es diferente en el caso del extrovertido, por ejemplo, él quiere avisarle a todo el mundo: llevar músicos al funeral, adornar el espacio de velación, acompañar el cofre con algo simbólico del fallecido (camiseta, bandera, cadena, manilla, entre otros); a diferencia del introvertido que se aísla, no desea hablar con nadie, no permite que se le cuestione. Estas y otras formas son reacciones naturales ante el duelo, porque, es una de las formas para responder naturalmente al dolor de la pérdida. A diferencia de otros casos, se puede ver que estas expresiones se tornan atípicas, por ejemplo, cuando se agrede al médico que llevó el proceso de enfermedad de la persona fallecida, cuando se sufre un accidente, o cuando se recibe la noticia de “muerte”; se derriban objetos, se discute con los demás integrantes de la familia, se buscan culpables, entre otros. Estos casos generan un encierro abrumador que a posteriori se traduce en desolación, aislamiento, violencia, temor y con el paso de los días se convierte en algo patológico, algo enfermizo, porque es difícil entender que el “AMOR” por él, ella o ellos no se puede evidenciar en los besos, en las caricias, en la ternura, las atenciones, los cuidados, las travesuras, las experiencias. En general, el tiempo, vuelve a jugar una mala pasada, pero será el tiempo o

la realidad ineludible al temor de ver partir quienes se aman, ese dolor físico de no contar con la presencia del otro, aunque del corazón y la consciencia nadie le borrará. Conservar la memoria histórica de esa sombra es respaldar un fantasma inconsciente, fantasma porque no existe e inconsciente porque no está en la realidad. Por ello la pregunta: ¿Dónde están los que ya no están?, simplemente es entender que “AHÍ ESTAN”, ¿A dónde se han ido? ¿Al viaje eterno? ¿Cómo están en el eterno regazo? Un mundo de luz infinita que trasciende las fronteras del amor, es esa huella imborrable y perdurable. Las pérdidas son naturales en la vida, se pierde dinero, objetos, vitalidad, la figura, la libertad, la salud. Hay múltiples pérdidas en la vida, y toda pérdida conduce a la oportunidad de resignificar la historia de vida, en tanto se pierde se gana, es desprenderse de algo para descubrir algo nuevo. Esto lleva a aprendizajes, pues en el caso del dolor es la sombra del amor… Barreto (2007) expresa que hay una fuerza potente que acompaña al ser: “el otro”, y aduce que hay dos elementos que interfieren en este caso: el estrés y el apego por la persona fallecida; es un doble fenómeno que requiere


perspectivas salubres de acompañamiento donde se hable con libertad, se comprenda sin prejuicios y se entienda desde el ser. En el ir y venir de las razones para entender el dolor por este amor, se encuentra que existen formas de acompañar la partida. Aquí, es importante hacer hincapié a la función ejecutiva que plantea Luria: la posibilidad de recordar, retener y evocar cuando es necesario; si bien es algo metafórico es un momento comprensible a la luz de la lógica ¿Cómo entender por qué se fue? ¿Quién lo necesitaba? ¿Por qué él o ella? ¿Era mi consuelo? ¿Mi razón para vivir cual será? Quien puede dar respuesta eres TÚ, tú mismo en el momento de desolación y encuentro con tu interior, ese viaje introspectivo que pone al descubierto una razón del amor “el gran dolor”. Pretendiendo encontrar la sombra de este escrito, es comprender el dolor de ese gran amor, un sentimiento perdurable en el tiempo pero que debe analizarse en cada uno como fuente de vigor, es enaltecer el camino que ha dejado quien ha partido. Quien se marcha no vuelve, es ver las categorías de la irreversibilidad y la universalidad, a todos nos llega, a algunos pronto a otros más tarde pero al final del camino nos espera. A la luz de este preámbulo, cabe resaltar que solo UNO puede vivir el dolor, es un mundo incesante de encontrar respuestas que nunca serán resueltas. Castro (2008) afirma que entender la diferencia entre el intelecto y la emoción es algo confuso. Ella manifiesta que los sentimientos se pueden expresar de manera verbal y no verbal, por acciones, conductas o síntomas psicosomáticos. Castro asevera que en la actualidad somos analfabetas emocionales, “no se expresa lo que se siente”. A través de los sentimientos percibimos lo que nos afecta y nos interesa, es imposible hacernos los indiferentes a los conflictos existenciales, esto nos lleva a la satisfacción de necesidades. Según Castilla del Pino (2000) para que un sentimiento sea satisfecho, se requieren tres condiciones: que sea aceptado por la persona, que sea posible la satisfacción de la necesidad con el objeto provocador y que el objeto y el sujeto estén en contexto donde puedan establecer la relación y satisfacer la necesidad, además son influyentes por la herencia y las circunstancias. Preciado y Marina (2000) expresan que hay 4 factores que intervienen en cada respuesta emocional: La situación real, los deseos, las creencias y expectativas y la idea que la persona tiene de sí mismo. Para Gardner, la inteligencia verbal y lógico-matemática es reconocida como el Coeficiente Intelectual, a diferen-

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cia de la inteligencia interpersonal, que es reconocida como inteligencia emocional como lo planteaba Goleman. Por esta razón, se pueden encontrar personas muy brillantes que no saben manejar su vida. Según Goleman, la inteligencia emocional permite despertar la motivación, perseverar en los momentos de adversidad, ser empático con otros y abrigar esperanza. Sócrates decía: “conócete a ti mismo”, cada uno puede conocer sus emociones, pero en el tema del duelo, es algo más complejo. Desapegarnos es una lucha en búsqueda de la tranquilidad, todo pasa y debe seguir adelante, los que se van hablan en los hechos. Aparecen en los recuerdos y ello permite el combate constante, entre lo que se quiere y lo que se tiene, se llora porque se es frágil y débil, porque el tiempo pasa y no se encuentran razones, cuando al final todo va a ser PAZ, PAZ y PAZ…. hay fantasmas que abruman la mente, pero toda pasa. Al final, la Filantropía predomina en la esencia del servicio, es una vocación del SER para actuar en el HACER, son méritos que se alcanzan por el desafío de luchar cada día, no es en vano el DON que se tiene, es algo que viene desde el espacio etérico, es sentirse pleno, es ver lo hermoso y maravilloso de lo auténtico. Es importante tener en cuenta la GRATITUD, ese mundo vivido o por vivir (Deja vu o jamais vu) porque la esencia aún perdura. Es como unir esfuerzos y crear lazos, para permitir sentir amor, derramar lágrimas de dolor y vaciar el espíritu. Esto da da brillo a los ojos y renueva el alma, es recuperar lo que se desea. Cada espíritu debe tener la autarquía, es un descanso para ver el mundo adelante, no se puede persuadir el corazón, no se puede perder la alegría, porque quien la recibe, nunca la pierde, es la LUZ, es la ESPERANZA, con rayos de fulgor y sombras de amor, es una fuente natural y pura que sólo quedara en la sombra del dolor. Cuando hay dolor del cuerpo es algo físico, dolor afectivo es tristeza, dolor espiritual es sufrimiento. Esto es “darse cuenta” de lo acontecido, que representa algo significativo en la existencia (Fritz Perls). Desde el punto de vista psicoanalítico se puede recordar a Freud, quien definió el duelo como “la reacción frente a la pérdida de una persona amada o de una abstracción equivalente”. En el duelo, el sujeto ha experimentado una pérdida real del objeto, y en el proceso, que se prolonga un tiempo necesario para la elaboración de esta pérdida, éste pierde el interés por el mundo exterior, sustrayendo la libido de todo objeto que no remita al objeto perdido.


muchos estados de EE.UU. (en los que el único requisito para ser elegido es estar registrado como votante), en Canadá, Australia, Hong Kong y Nueva Zelanda.

EN EL DUELO INDIVIDUAL SE DESCRIBEN 3 FASES (LINDENMANN , BROWN Y SCHULZ): 1. La fase inicial o de evitación: Es la reacción normal y terapéutica, surge como defensa y perdura hasta que el Yo consiga asimilar gradualmente el golpe. Shock e incredulidad, incluso negación, que dura horas, semanas o meses. Es un sentimiento arrollador de tristeza, el cual se expresa con llanto frecuente. Inicia el proceso de duelo (el poder ver el cuerpo), y lo que oficializa la realidad de la muerte es el entierro o funeral, que cumple varias funciones, entre ellas la de separar al muerto de los vivos. 2. Fase aguda de duelo: Dolor por la separación, desinterés por el mundo, preocupación por la imagen del muerto, incluso seudoalucinaciones, la rabia emerge y suscita angustia. Trabajo penoso de deshacer los lazos que continúan el vínculo con el ser amado y reconocer la ambivalencia de toda relación; todas las actividades del doliente pierden significado en esta fase. Va disminuyendo con el tiempo, pero pueden repetirse en ocasiones como los aniversarios y puede durar 6 meses o más. 3. La resolución del duelo: Fase final, gradual reconexión con vida diaria, estabilizar los altibajos de la etapa anterior. Los recuerdos del ser desaparecido traen sentimientos cariñosos, mezclados con tristeza, en lugar del dolor agudo y la nostalgia.

SE DESCRIBEN 4 TAREAS PARA COMPLETAR EL DUELO: ·Aceptar la realidad de la pérdida. ·Experimentar la realidad de la pérdida. ·Sentir el dolor y todas sus emociones. ·Adaptarse a un ambiente en el cual falta el ser que falleció, aprender a vivir en su ausencia, tomar decisiones en soledad, retirar la energía emocional y reinvertirla en nuevas situaciones o relaciones. La forma individual de asumir el duelo, se acompaña de tres razones esenciales: el tipo de muerte, el apego, y cercanía o distancia con el fallecido, entendiendo que hay varias tipologías, es decir, el duelo no es una enfermedad, aunque puede llegar a serlo si su elaboración no es correcta. Diferentes autores han nombrado que si bien se carece de una tipología comúnmente aceptada por todos, se ha hablado, por ejemplo, de duelos complicados, crónicos, congelados, exagerados, reprimidos, enmascarados, psicóticos, entre otros. Partiendo entonces del origen y la causa de la muerte por parte de un médico forense, existen repercusiones jurídicas, sociales, económicas y sanitarias, ya que prescribir una causa de muerte denota un hecho judicial. Se debe tener presente que aunque los informes de autopsia se

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emiten para el juzgado, en diligencias inaccesibles para todo el que no esté legitimado en la causa, en la práctica resultan públicos porque se entregan copias a abogados, familiares, compañías de seguros y funerarios. De acuerdo a lo anterior, puede vislumbrarse que diagnosticar adecuadamente la causa de la muerte después de la autopsia requiere suficiente bagaje de conocimientos científicos, buena formación en la especialidad, prudencia profesional, un mínimo entrenamiento en esta actividad. Como médico forense o perito designado por un juez, se debe tener presente que se actúa bajo juramento o promesa de cumplir la función con la máxima objetividad e imparcialidad. Observando así, desde el punto de vista etiológico, en el sentido médico-legal es determinar si una muerte fue un accidente, homicidio o suicidio, es una clasificación judicial que tiene uno de sus antecedentes en la Inglaterra normanda del siglo XII. La figura del Coroner era un representante del Rey en el Condado, el nombre deriva de la palabra latina "corona" y una de las funciones era determinar la "manner" (etiología médico-legal) de la muerte, pues ciertos tipos de muerte eran una fuente de enriquecimiento para el Rey. Todas las propiedades de los criminales eran confiscadas por la corona, y el suicidio era un delito de atentado, por eso la declaración de una muerte suicida significaba que la corona se apropiaba de los bienes del fallecido y los herederos se quedaban sin nada. Además, los asesinatos contribuían a aumentar las arcas reales de dos formas: una multa al pueblo donde se había cometido el crimen y una multa adicional al Lord en el caso de que la víctima fuera un noble normando, una forma de disuadir a los vasallos sajones de atentar contra los normandos. La determinación del tipo de muerte se basaba en una investigación sobre las circunstancias que rodearon a la muerte y el examen de cualquier lesión visible en la superficie corporal del fallecido como legado del Imperio Británico, la figura del Coroner persiste hoy día en

Después de este recorrido, entender el duelo, el amor, la sombra de dolor, las causas y tipología de la muerte, navegar por las historias de pacientes y experiencias de dolientes, permite hacer un reconocimiento al ser humano desde un punto de vista holístico e integral, significa ser fuerte, valeroso y tener entereza para vasallar ante las adversidades de los tiempos. Son momentos difíciles pero como decía Boris Cyrulnik, (2013) hay que ser resiliente, tener la capacidad de sobreponerse a períodos de dolor emocional y situaciones adversas. Cuando alguien es capaz de hacerlo, se dice que tiene una resiliencia adecuada, y puede sobreponerse a dificultades, incluso puede resultar fortalecido por éstas. Hoy día se mencionan las capacidades, valores y atributos positivos de los seres humanos y no sus debilidades y patologías. La resiliencia es el convencimiento que tiene un individuo o equipo en superar los obstáculos de manera exitosa sin pensar en la derrota; a pesar que los resultados estén en contra, al final surge un comportamiento ejemplar a destacar en situaciones de incertidumbre con resultados altamente positivos (Machacón, 2011). La capacidad de resiliencia se prueba en situaciones de fuerte y prolongado estrés, por ejemplo el sentimiento a la pérdida inesperada de un ser querido, el maltrato o abuso psíquico o físico, las prolongadas enfermedades temporales, el abandono afectivo, el fracaso, las catástrofes naturales y las situaciones de pobrezas extremas. Podría decirse que la resiliencia es la entereza más allá de la resistencia. En conclusión, puede entenderse que la “LA SOMBRA DE DOLOR AUNADA EN EL AMOR”, busca unir esfuerzos y armonizar sentimientos antagónicos que son compañeros de viaje en el camino de la vida, para descubrir el nuevo, sentido y horizonte por el cual se debe continuar, es buscar avanzar, luchar y perseverar, como decía Confucio: “ cuando uno no sabe qué es la vida ¿Cómo podría conocer lo que es la muerte?” y cobra su importancia en la medida que nos hace reflexionar sobre la vida solemne, fecunda y alegre. Para finalizar, quiero compartir una reflexión de ROSA LARIOS:

“Soy libre mientras estoy dispuesto a seguirlo siendo, y cuando creo que mi transformación me viene del espíritu, no de las normas ni de las estructuras. Soy libre si amo las preguntas, aunque no tenga respuestas. Cuando en presencia del no sé acepto que no sé.

Soy libre si atenazada por el dolor, una voz me grita desde adentro: ¡estás viva! Cuando me dejo enseñar por el dolor y lo acepto como maestro, porque amor y dolor no son irreconciliables. Soy libre cuando puedo amar este pedazo de vida que tengo entre las manos, sin angustiarme por el mañana” REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Castro, G. 2006. Inteligencia emocional y el proceso de duelo.Mexico:Trillas. Corral, S. L. (s.f.). Gestalt y Tanatología. Recuperado el 30 de Mayo de 2014, de http://www.adriansalama.com/adrian/Articulos_sobre_ Gestalt/Entries/2012/2/8_Gestalt_y_Tanatologia.html Cyrulnik, B. (2013). Sálvate, la vida te espera. Francia: Debate. Gonzalez, M. d. (2008). Tanatología. La inteligencia emocional y el proceso del duelo. México: Trillas. Lindenmann, Brown y Schulz. (s.f.). Recuperado el 28 de Mayo de 2014, de http://www.medicinadefamiliares.cl/Protocolos/ DUELO%201.pdf Machacón, E. (18 de Octubre de 2011). Desarrollo del potencial humano. Recuperado el 29 de Mayo de 2014, de http://desarrollodelpotencialhumanoupel.blogspot.com/2011/10/resiliencia.html Nativel Preciado y Jose Antonio Marina. (2000). Hablemos de la vida. Temas de hoy. Perls, F. (s.f.). Charlas, sueños y existencia. Recuperado el 28 de Mayo de 2014, de Charlas, sueños y existencia de Fritz Perls: http:// es.scribd.com/doc/116915368/CHARLAS-SUENOS-Y-EXISTENCIA-DE-FRITZ-PERLS Pilar Barreto Martin y Maria Carmen Soler Saiz. (2007). Muerte y duelo. Psicología Clinica. Madrid: Síntesis. Pino, C. C. (2000). Teoría de los sentimientos. España: Tusquets Editores.


MORIR ES ACABAR DE NACER, PLENITUD DE LA VIDA ¿PUEDE EL DUELO DEJAR DE EXISTIR? Lina María Espinal Mejía

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“No se dirá murió, sino lo recogió el silencio. Y no habrá duelos, sino la fiesta silenciosa que es el Silencio”. (Fernando González)

Resumen Quien ama sin apegos, espera gozoso la muerte propia y de los demás. El duelo está relacionado con los apegos. Apegos es negación de amor. Duelo es el desacomodo ante la desaparición de las dependencias y esclavitudes que sostienen la vida. Ante un reacomodo imposible, el duelo se vuelve mortal. Palabras: amor, duelo, muerte. “En una miserable habitación, iluminada por una lámpara de noche yace un enfermo en su lecho. La muerte se aproxima en medio del silencio lleno de espanto. El desgraciado sueña de vez en cuando y se tranquiliza en medio de sus recuerdos. La vida vuelve a pasar ante sus ojos: su infancia inocente, su juventud feliz, los combates de la madurez, sus esfuerzos por alcanzar el sublime fin de sus deseos, que se les escapa siempre. Su deseo continúa persiguiéndole y al fin corre a alcanzarlo, pero la muerte le detiene con un “¡alto!” de trueno. Lucha desesperadamente y se encarniza, incluso en la agonía, por realizar su ensueño, pero el martillo de la muerte rompe su cuerno y la noche se extiende sobre sus ojos. Entonces suena en el cielo la palabra de salvación a la cual él aspiraba vanamente sobre la tierra: “¡Redención! ¡Transfiguración!”. Es el tema que inspira a Richard Strauss en su composición “Muerte y Transfiguración” en el verano de 1888. 1. Magister en Filosofía, Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín. Especialista en Gerencia del Desarrollo Humano, Universidad de Eafit, Medellín. Trabajadora Social, Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín. Certificación internacional en formación Coaching Ontológico Empresarial con EIConex International (AICO). Estudiante de Doctorado en Filosofía de la Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín. Directora LINA&ASOCIADOS Cultura, desarrollo y bienestar SAS. Correo electrónico: linamespinalm@hotmail.com

El tema que inspira esta obra musical da cuenta de cómo tradicionalmente hemos visto la vida, la enfermedad, la muerte y la resurrección y cómo la propuesta es asumir el nacimiento, la vida, la muerte y la resurrección de otra manera. Así como la vida no me está esperando en ninguna parte, la muerte tampoco me espera en ninguna parte; me está sucediendo, porque yo soy el nacimiento, la vida, la muerte y la resurrección. Vamos naciendo, vamos viviendo, vamos muriendo y vamos resucitando en cuerpo y alma simultánea y dinámicamente. Al nacer comenzamos a morir y al morir acabamos de nacer. Morir es llegar en cuerpo y alma a la plenitud, que es Dios.

“Cuando una persona ha conocido la trascendencia en sí mismo, la muerte no es más que otra cara de Dios. Entonces la muerte es una danza en su honor. Toda la vida no es más que una preparación para esta culminación. Cuando el rabino Birnham yacía en su lecho de muerte, su esposa se echó a llorar. ---Él le dijo, ¿Por qué lloras? Toda mi vida no ha sido otra cosa que aprender a morir”. (Osho, 1998, p. 22)

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Dentro de sus límites, la muerte tiene en mí y para mí el sentido que le doy. Debo preguntarme en cada instante cómo veo la muerte y cómo la quiero en mí. Todos nacimos para morir. La muerte se nos impone. El modo de morir lo ponemos nosotros. ¿Qué modo de muerte tengo yo y qué modo quiero tener? En cada instante es-

toy determinando el modo de morir. El modo de morir es una decisión. “Yo no muero, entro en la vida”, afirma S. Teresita del Niño Jesús. Una vez sepamos qué es la vida, sabremos qué es la muerte, con la condición de que nada ni nadie nos puede decir lo que son. La vida al igual que la muerte, así como el nacimiento al igual que la resurrección, hacen parte del mismo proceso. Son dimensiones de una misma realidad. Son distinguibles, no separables. Son complementarios. La muerte no es el fin de la vida, es la plenitud de la vida. Así que una vez conozca mi vida y su proceso, comprendo lo que es la muerte. La vida existe debido a la muerte, la muerte le da un trasfondo. La muerte no es como es, es como la vemos. ¿Cómo veo la muerte? y ¿cómo puedo verla, de tal manera que tenga sentido para mí? En la medida en que vamos viviendo, vamos moldeando nuestra muerte. Sólo quien comprende lo que es la vida, sabe lo que es la muerte, una dimensión de la vida en plenitud. ¿Qué es la muerte? ¿Podemos ver la muerte de otra manera? ¿Qué es el duelo? ¿Puede no existir el duelo? Muerte y duelo no son cosas, son dos palabras que indican maneras de ser de las personas. Tienen sentido individual y social. Afectan al individuo y a la sociedad. Muerte es el fin-plenitud de la vida. Todo nos acontece en la unidad de cuerpo y alma. El cadáver no es el cuerpo; es el residuo que queda en un proceso de transformación radical hacia la plenitud de la vida. Duelo es desacomodo por la pérdida de alguien o algo

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a lo que estamos apegados. Desacomodo doloroso, a veces mortal. La cultura nuestra ha abierto un gran espacio al duelo y ofrece múltiples formas, a veces largas y dolorosas, para superarlo. El duelo es la expresión perfecta de un mundo de apegos, sin amor. Según los místicos, quien ama sin apegos, espera gozoso la muerte propia y la de los demás.

La tarea en Funeraria Ochoa es la de acompañar a los familiares de los difuntos con respeto y esperanza, haciéndoles sentir que el recuerdo del ser querido los estimula para seguir viviendo con espíritu de superación, como homenaje de confianza, alegría y gratitud. La ausencia es otra forma de presencia, semilla de eternidad. El amor ve la muerte como plenitud de la vida.

¿Puede el duelo dejar de existir? El capítulo primero del libro de Job presenta un cuadro sobrecogedor. Ladrones que hacen estragos, fuego que lo devora todo, viento que devasta “las cuatro esquinas de la casa” y cuyos moradores perecen. Job se levanta y postrado en tierra dice: “Desnudo salí del seno de mi madre y desnudo volveré a él. El Señor me lo quitó, bendito sea el nombre del Señor […] Job no protestó contra Dios” (1,9.21-22).

Para la Funeraria Ochoa, el trabajo es una pasión. “Los asuntos fúnebres no son un mero negocio. Son apasionados con el cuento ese de lo fúnebre”. (http://www. elcolombiano.com/BancoConocimiento/L/la_muerte_es_ pasajera_segun_ochoa/la_muerte_es_pasajera_segun_ ochoa.asp / recuperado el 31 de mayo de 2014)

El duelo está relacionado con los apegos. Apego es negación de amor. Quien vive de apegos renuncia a tener vida propia. Por carecer de apegos, Job oró con libertad: “aunque me mates seguiré confiando en ti” (13,15). No improvisaba; su oración era el fruto de su manera de vivir. A Job no se le ocurrió pedirle cuentas a Dios. “No tenemos derecho de propiedad sobre nada: ni el cuerpo ni el alma, ni la mente ni las potencias, ni los bienes o la fama, ni los amigos o parientes, ni los bienes materiales” dice el Maestro Eckhart, quien nos invita a cultivar un corazón “que no se perturba por nada ni está atado a nada; no tiene preocupaciones, no debe seguir su propio camino sino que se siente feliz de estar inmerso en la amorosa voluntad de Dios”. En contra de todo apego, derretirse de amor es la tarea del corazón. “Mi alma está desasida/ de toda cosa criada / y sobre sí levantada / y en una sabrosa vida / sólo en su Dios arrimada”, canta San Juan de la Cruz. Quien ama sin apegos le quita todo fundamento al duelo. Sin miedos ni desacomodos ve en la muerte la vida en plenitud, hasta decir fuera de sí:

“Ven muerte tan escondida que no te sienta venir porque el placer del morir no me vuelva a dar la vida” (Anónimo)

Permítanme dar testimonio de una experiencia personal. En el mes de julio de 2000, falleció un tío en el municipio de Envigado, y como murió en la casa todo se tornaba difícil, el médico tratante generó el certificado de defunción y la pregunta central fue: “¿a qué funeraria vamos a llamar?” Uno de sus amigos nos dijo: “yo con mucho gusto los acompaño a la Funeraria Ochoa, ellos son muy respetuosos y hacen lo que deben hacer”. Así que acudí a la Funeraria Ochoa y con mucho agrado recuerdo el profesionalismo con que nos atendieron, la manera de acompañar a los familiares y, lo que mas nos gustó, fue comprender que la muerte no era tragedia sino el paso definitivo a las manos de Dios. Confirmé que es posible convivir con la muerte y que quien se ausentaba sólo cambiaba su traje, la ausencia era otra forma de presencia y que desde ese instante era nuestro ángel de la guarda, por toda la eternidad. La percepción de la muerte es otra. Morir es nacer. Es llegar a la plenitud de la vida. Es posible que el duelo carezca de sentido cuando cada uno de nosotros viva su relación de inmediatez consigo mismo, con los demás, con el cosmos y con Dios.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Álvarez Foronda Juan Albeiro. (1997). La metafísica vivencial en Fernando González. Medellín: Editorial Universidad Pontificia Bolivariana. Eckhart, M. (2003a). El fruto de la nada. Madrid: Siruela. Fonnegra de Jaramillo Isa. (1999). De cara a la muerte. Bogotá: Intermedio Editores, una división de Círculo de Lectores S.A. Kübler-Ross Elisabeth. (1987). La muerte: un amanecer. Barcelona: Editorial OCÉANO. Kübler-Ross Elisabeth. (1997). La rueda de la vida. Barcelona: Ediciones B., S.A. López Toro José Hernán. (2002). Muerte puerta de vida. Colombia:

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TANATOLOGIA: UNA VISIÓN DE LA VIDA DESPUÉS DE LA VIDA Por: Ángela María Ospina Castro. Líder de la Unidad de Tanatología La Ofrenda S.A.

Acerca de la muerte existen tabús, como en cualquier otro ciclo del ser humano, pero este se mantiene arraigado culturalmente impidiendo su preparación, de allí los trastornos psicológicos y psicosociales que se manifiestan ante una pérdida pudiendo afectar la salud, las relaciones afectivas -de pareja, laborales y familiares por nombrar solo algunas- o en el peor de los casos provocando una pérdida mayor como su propio fallecimiento.

Según el médico ruso y Premio Nobel de Física y Medicina Elía Metchnikoff (1901), el término Tanatología se define como “la ciencia que estudia la muerte”. Este personaje, además de culminar sus estudios científicos con la fagocitosis (Capacidad de algunas células de destruir las bacterias o agentes nocivos para el organismo), tuvo siempre reverencia por el fenómeno de la muerte y creó dos disciplinas alrededor de ello; la Gerontología (ciencia de la vejez) y la Tanatología (ciencia de la muerte), cuya etimología viene de THANATOS que significa muerte y LOGOS, que quiere decir estudio, discurso, tratado, sentido. Conociendo el significado de los términos vida y muerte, podemos decir que son dos caras de una misma moneda, una dualidad que nos invita a la reflexión, vivir a consciencia y respetar la muerte para que ella, llegado el momento, sea buena y digna. Todos sabemos que inevitablemente llegará pero no la asumimos como tal; a lo mejor si nos apropiáramos de ello, haríamos las cosas de otra manera. Sin embargo, alrededor de esto surgen interrogantes como ¿Es posible estar preparados para morir?

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Una vez sucede el fallecimiento, durante el estado de aflicción por la pérdida del ser querido, se motiva al doliente para que le busque un sentido a su vida y elabore el duelo ayudado de conferencias, talleres y terapias que, a través del aprendizaje, le permitirán entender que estamos muriendo desde el mismo momento en que se crea nuestra vida, que somos lo que la genética ha generado a través de nuestro clan, pero que esta memoria biológica no está sola, que existe otra memoria: la universal, la energía. Esta no muere, no se crea, no se destruye sólo se transforma y está unida a ella. Reconociendo esta composición y riqueza que la energía genera, podríamos modificar de manera consciente lo que hoy somos a través de las culturas, religiones y filosofías, logrando comprender el universo y el verdadero sentido de nuestra existencia. Educando en la muerte, las personas pueden tener una visión más amplia y holística de la pedagogía tanatológica y podrán entender que está centrada en la persona y su familia, convirtiendo la experiencia de la muerte en un camino para transcender del dolor al amor; percibir el final de la materia como algo solemne, asumirlo como algo ineludible de la vida, que merece ser valorado y apreciado.

Rompiendo el tabú frente a la muerte, lograríamos la universalidad de que la muerte es solo un camino para la transformación de los hombres en verdaderos seres humanos. Tendríamos en un futuro hombres, sin distinción de raza y origen, capaces de vivir la vida a consciencia y con una muerte buena y digna.

“Lo que la oruga llama el fin del mundo, el maestro lo llama mariposa. En este sentido, lo que nosotros llamamos muerte y el fin de la vida, los alquimistas lo llaman transformación.”

Después de un ejercicio de investigación, partiendo de la necesidad de romper los tabús que giran alrededor de la muerte; desde 2011, La Ofrenda S.A. ofrece a sus afiliados el programa “Vida después de la Vida”, conferencias orientadas a darle sentido a la vida y a la muerte antes, durante y después de este proceso. La Unidad de Tanatología “Vida después de la vida”, se convierte en un apoyo para entender la enfermedad, el paciente terminal, tomar conciencia de sus cuidados y del proceso de duelo del paciente y su familia considerando cuatro fases:

1. ACEPTAR LA ENFERMEDAD 2. TRABAJAR LA EMOCIÓN Y EL DOLOR 3. ADAPTARSE A LAS NUEVAS CIRCUNSTANCIAS Y VIVIRLAS CON CALIDAD Y DIGNIDAD 4. PREPARARSE PARA LA MUERTE CERRANDO CÍRCULOS.

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UNIDAD DE APOYO FAMILIAR (UAF)

3 ETAPAS DE ACOMPAÑAMIENTO Pensando en sus afiliados y en las fases más definitivas del servicio exequial, La Ofrenda ha creado la Unidad de Apoyo Familiar UAF, que involucra el antes de un fallecimiento con el programa Vida después de la Vida; el momento de un fallecimiento con la Red Ángel y el período posterior al fallecimiento con Reconstruyendo tu Vida. La muerte es un tema del que pocos quieren hablar, se elude aunque en el fondo sabemos que es inherente a los seres vivos. Para entender lo que física y mentalmente ocurre en nuestros cuerpos en el momento del fallecimiento, invitamos al conocimiento y educación en el tema de la muerte antes de enfrentarse a la propia o a la de un ser querido, con el programa Vida después de la Vida, conducido por una tanatóloga, experta en el tema quien trata aspectos como el perdón y la reconciliación con nuestro entorno para trascender espiritualmente. Conociendo la necesidad de tratar el tema de la muerte y de conocer distintas dimensiones holísticas de la misma, cuando se presenta un fallecimiento vemos como el dolor impide cualquier capacidad de reacción, nos hace vulnerables, angustiados y desorientados completamente. En esta segunda etapa, orientamos sobre qué deben hacer, a dónde deben acudir, qué diligencias deben realizar para solicitar el servicio funerario a través de la Red Ángel. Este acompañamiento es crucial, ya que las fa-

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milias están cegadas por la desesperación y carecen de sosiego para tomar las decisiones más convenientes. En esta fase nos volvemos un apoyo invaluable para organizar todas las necesidades de hijos, esposos, padres y familiares cercanos en medio del caos del momento. En la tercera etapa, cuando ya ha pasado todo el servicio funerario y donde se empiezan a sentir los primeros síntomas de soledad y vacío, iniciamos las charlas de superación del duelo, con conferencias grupales que permiten exponer el dolor, socializándolo con otras personas que han sufrido pérdidas similares para liberar sentimientos y lograr el desprendimiento del ser que ha partido. Para acompañar a nuestros afiliados dolientes en este proceso post funerario, involucramos a los grupos familiares al programa Reconstruyendo tu Vida, cuya finalidad es ayudar por medio de una psicóloga experta en duelo, a tomar todas las piezas de nuestra vida que han quedado desechas después de que ese ser falleció y unirlas nuevamente para seguir viviendo con el recuerdo del amor. Así pretendemos ofrecer una cobertura completa de asesoría profesional, conociendo los momentos trascendentales que giran alrededor de la muerte de un ser querido y la forma en que La Ofrenda puede intervenir, trabajando por la salud mental de los afiliados antes, durante y después de este proceso.


Enfrentando situaciones inesperadas

flictos, enseñan que es natural sentir que todo alrededor se vuelve gris, cuando el dolor embarga el corazón del hombre. El rey David escribió: “El dolor me nubla la vista. ¡Se me nubla por culpa de mis enemigos!”(Salmo 6:7) En momentos así, enfrentamos desánimo, y la concepción de que todo en torno nuestro no constituye más que un laberinto sin salida: “¡El dolor y los lamentos acaban con los años de mi vida! La tristeza acaba con mis fuerzas. ¡Mi cuerpo se está debilitando!” (Salmo 31:10).

CÓMO AYUDAR A ALGUIEN EN MOMENTOS DE DOLOR

Adaptado por: MARLYN PÉREZ MARTES, Psicóloga Funeraria Universal, Barranquilla Publicado en Periódico Buenas nuevas, Edición No 29, año 2013, Barranquilla-Colombia. La pérdida de un ser querido jamás estará dentro de nuestras expectativas inmediatas. Por una extraña razón inherente al ser humano, pensamos en todo, menos en que algo malo pueda ocurrir. En momentos así lo menos aconsejable es abordar a la persona con recomendaciones tales como: “No te preocupes”, “hay que resignarse”, “a todos nos puede ocurrir”, “no importa, al fin y al cabo la vida sigue”, “tienes una familia que te ama, y todo volverá a ser normal”, entre otras expresiones. En momentos así, en los que se confunden las emociones, lo más probable es que la persona reaccione con molestia ante las instrucciones para conservar la serenidad. Incluso, es posible que interprete esos consejos como una manifestación de incomprensión e intolerancia por parte de su interlocutor.

¿Cómo podemos ayudar a alguien en momentos de dolor? Cuando alguien atraviesa por el dolor de perder un ser querido, lo esencial es que le brindemos acompañamiento. No juzgarle, señalarle o indicarle qué es lo que debe hacer. Simplemente acompañarle, estar a su lado, que sepa que hay alguien que desea brindarle su respaldo.

Otras sugerencias en casos así son: a. Escuchar sin interrumpir b. No procurar que cambie de tema

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c. Aconsejarle—en caso que haya lugar—pero midiendo mucho cada palabra d. No colocarnos como ejemplo de alguien que sí sabe manejar situaciones traumáticas e. No imponerle tiempos o un cronograma para que haya “resuelto” su situación de duelo f. No espere que la persona resuelva el conflicto de la noche a la mañana g. En caso que la persona reaccione agresivamente, comprenda que está viviendo un momento difícil.

El manejo del dolor emocional a la luz de la Biblia Las Escrituras, que siempre tienen una respuesta a muchos interrogantes y brindan principios prácticos y sencillos para avanzar hacia la superación de los con-

Entregar el dolor emocional El papel que juegan la espiritualidad y la religión en momentos de duelo es muy alto. El paso más apropiado, tal como lo enseña la Biblia, es entregar a Dios toda angustia y tristeza: estudios demuestran que aquellas personas que siguen instrucción y acompañamiento en el proceso de la fe, logran afrontar y elaborar el duelo con mayor eficacia. “El Señor dará fuerzas en el lecho del dolor; ¡convertirá su enfermedad en salud!”(Salmo 41:3)

Igualmente, el apóstol Pedro recomendó que todos esos sentimientos encontrados, que provocan dolor y desaliento, debemos someterlos al Señor: “Dejad todas vuestras preocupaciones a Dios, porque él se preocupa de vosotros.”(1 Pedro 5:7) En referencia al pensamiento y la voluntad humana para encontrar alivio, los creyentes en Cristo, plantean que entregar al Señor todo cuanto nos doblega, no es otra cosa que dejar esos hechos dolorosos en sus manos y permitir que obre en la existencia de cada uno, trayendo paz, como dice el apóstol Pablo: "Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús."(Filipenses 4:6, 7) Aún en las circunstancias muy difíciles podemos decir que ¡hay salida para el sufrimiento! Por una parte están las terapias cognitivas conductuales, en manos de psicoterapeutas expertos en este abordaje, y por otra está Dios, dándole especial valor al componente de la fe, combinada con los procesos científicos para una eficaz elaboración del duelo.


Por señalar un breve ejemplo, y citando a Attwood T. en “The Complete Guide To Asperger’s Syndrome” indica que existe una característica llamada ALEXITIMIA descrita como la imposibilidad de identificar o describir estados emocionales en personas con diagnóstico de Autismo o asperger: “Aún si no ves lágrimas en mi rostro, no significa que no sufra mi corazón”. Por otra parte se argumenta que personas con Síndrome de Down expresan sus emociones alejándose de su entorno y con dificultad de adaptación cuando el cuidador es quien fallece. En personas con retraso mental, comprender el concepto de muerte no es un prerrequisito para experimentar las emociones asociadas al duelo, la ausencia de la persona que ha muerto es la manifestación tangible de su muerte y las personas con este diagnóstico reconocen la ausencia de alguien a quien quieren, tendrán duelo, pasarán un duelo por esta pérdida con o sin comprensión de la naturaleza abstracta de la muerte (Dodd, Dowling y Hollins, 2005). Al citar a manera de extracto teórico estos diagnósticos, propendemos por comenzar un proceso de inclusión, combatiendo una dolencia social y es la del desconocimiento absoluto o parcial de este tipo de diagnosis, lo cual genera indiferencia, exclusión, insensibilidad; parafraseando el argot común que replica: “la condición de discapacidad es una mera característica, mas no un carné de identidad”.

DUELOS

EXCEPCIONALES

Por: LORENA LIBAR RAMÍREZ Psicóloga psicoterapeuta en duelo Organización San Francisco Email: sicologia@organizacionsanfrancisco.com

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xcelentes capacidades en excelentes seres humanos, mundos diversos programados con una especialización desde antes de su nacimiento. Así calificamos las posibilidades ilimitadas que tienen aquellas personas en condición de discapacidad. Hacemos conciencia y exigimos que la construcción de sociedad parta de la igualdad, que a su vez está sujeta a la diversidad de género, religión, raza, ideología. No obstante, el ser humano siente inclinación por limitar espacios, deslegitimando la posibilidad de que las personas en condición de discapacidad sientan identidad con este término universal: LA IGUALDAD. Abordando la asociación entre discapacidad y duelo, no es posible direccionar en un solo sentido la manera como este grupo social con maestría de vida, desarrolla propiamente un proceso de pérdida. Por tanto, presentamos un coloquio de las mil maneras con las que se logra

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identificar la percepción de tristeza y la expresión de la misma por parte de este mundo de personitas. Partimos del cuestionamiento social que subraya la indiferencia como una verdadera discapacidad, es por tanto que no atenderemos a su dilema de condición humana sino a la manera como ellos se apropian del mundo, esto es, brindamos apoyo a aquellos que ven la vida a través de una ventana diferente. Consideremos que el duelo se presenta en etapas como son la negación, conciencia de pérdida, conservación y aislamiento, cicatrización y renovación (W.Worden, Bowlby). No obstante, no es posible argüir con veracidad que las personas con capacidades excepcionales vivan a cabalidad estas etapas, atendiendo a que hay diversidad de diagnósticos como posibles respuestas al duelo, señalaremos un reducido análisis como aporte y convocatoria a profundizar en tan apasionante mundo de amor.

Trabajamos manteniendo la belleza humana como el pedestal de un cimiento que fortalece la calidad de vida y, por ende, la calidad humana, respetando la singularidad en el diagnóstico y habilidades personales. Lo que hacemos como organización, es lo que profiere la madre Teresa de Calcuta: “Una gota en un océano de vida, pero ese océano sería menos si le faltara esa gota”. Como opciones de atención primaria se logra dilucidar que las personas en condición de discapacidad necesitan que estemos ahí para ellos, que les enseñemos aceptación y respeto, que escuchemos cuando tienen necesidades de hablar, que seamos sus amigos. Atendamos la certeza de que no existen dos personitas iguales, por lo tanto no equiparar con otros seres, no les juzguemos. Cada una tiene su ritmo de aprendizaje y avanzará según sus posibilidades y también con las oportunidades que les demos. Respetemos su ritmo y nunca les abandonemos. Una situación en duelo no se elige, pero puedes elegir el aceptarlo y poner en marcha todo el trabajo y estrategias necesarias para lograr avances. “No se puede morir con dignidad, ¡se vive con dignidad!, la muerte es el punto final, la muerte es quizá otro punto de partida”.


Afortunadamente, en los últimos quince años el desarrollo de importantes estudios académicos y formales sobre este tema, muchos de ellos aquí en nuestro país, nos han permitido ser pìoneros importantes en el proceso de entender e intentar cultivar una manera de reaccionar y actuar totalmente diferente: Ahora queremos aprender a dignificar y honrar la memoria de aquellos seres queridos que se nos han adelantado: convirtiendo el dolor en un homenaje de amor.

Hacer un Homenaje de amor a su memoria Por: Nelson Tobón López Orientador y Consultor Sicosocial Durante demasiados años y de manera básicamente instintiva, los seres humanos rehuímos y bloqueamos, además con temor y total negación, el compartir, entender, dialogar o plantear cualquier acercamiento a conocer, así fuera un poco, sobre cualquier aspecto relacionado con el inevitable fallecimiento de nuestros seres queridos. Procurábamos, tímida y temerosamente, negar aquella posibilidad y acaso intentar alejar de nosotros, y de nuestras familias la imagen tenebrosa de la muerte. "Si no la mencionamos... tal vez pase de largo y se olvide de nosotros". Nunca fue un tema de conversación familiar ni de tertulia, y si algún atrevido pariente osaba cometer la imprudencia de traer a colación el tema, era repudiado, objeto de burlas, a veces de ofensas, y mandado a callar: "Este ya quiere atraer la muerte". Y a estas alturas de la historia seguimos más o menos en las mismas, hablar de la muerte y todo lo concerniente al tema, no es halagador, no goza de simpatía, no es elegante, no es un tópico glamuroso... es jartísimo, sólo propio de otros escenarios y espacios meramente especializados.

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Esto generó, obviamente, un profundo y total desconocimiento acerca del cómo hacer, qué hacer, y responder a otras preguntas que, afortunadamente y en buena hora las instituciones funerarias se hicieron cargo de responder, ayudándonos a despersonalizar aún más nuestro acercamiento a esta realidad. Pero, esta despersonalización, negación y alejamiento del tema tan trascendental, trajo como consecuencia el desconocimiento absoluto acerca de cómo reaccionar ante la pena, el dolor, la tristeza y en muchas ocasiones la depresión de nuestros familiares dolientes. Y, obviamente, no nos ha facilitado interpretar ni entender nuestro propio desorden emocional, ante aquellos tristes eventos. Sencillamente se supone que debemos llorar, ojalá mucho, o de lo contrario alguien podría acusarnos de no amar suficientemente al pariente finado. Vestirnos de luto, obviamente, hablamos poco y en tono bajo, y durante un período de tiempo, relativamente importante pero indefinido, no debemos reír ni participar de ningún evento festivo o recreativo y permanecer en actitud doliente y taciturna.

Si logramos entender que la emoción que sentimos ante el fallecimiento de un ser querido es, sencillamente, un reflejo directamente proporcional del afecto (amor) que compartíamos (“No estamos de duelo ni sentimos "dolor" ante la muerte de alguien apenas "conocido") entonces podemos interpretar que este sentimiento afectuoso debería permitirnos hablar de aquel pariente con amor, con los mejores recuerdos, con dignidad, con positivismo, con total y absoluto respeto y valoración, poniendo de relieve sus mejores virtudes y más significativos valores.

Lo contrario, y que ya podemos entender que es lo que NO debe ser, es sumirnos en la aflicción, en dolorosísimas manifestaciones depresivas que, estamos aprendiendo, no es lo que merece nuestro amado pariente, definitivamente no es lo que querría, y en ninguna forma sería la mejor manera de recordar, ni qué decir dignificar, aquellas cosas bellas que compartimos y que fueron la razón por la cual le amamos y el motivo por el que él o ella nos amaron. No se trata de festejar, se trata de honrar y dignificar su recuerdo, resaltar todo lo bueno y feliz que tuvimos la oportunidad de compartir, incluso hasta podríamos sonreír al recordar sus "gracias" mientras con la otra mano nos secamos las lágrimas que nuestra emoción pone de manifiesto. Eso es lo que ellos ameritan: que prime en nuestras emociones el amor que nos unió. Convirtamos entonces, todo eso que llamamos dolor, en un sentido y emocionado homenaje de amor. Ellos se lo merecen, esa es la manera correcta de recordarles.


La cuota de ángeles negros en el cielo la ponen los chocoanos Por: Laura Sofía Moreno / Comunicadora Social Funeraria de la Costa. El Departamento del Chocó en Colombia es un lugar recóndito y, aunque llegar no es fácil por el estado de sus vías y las condiciones de pobreza, conflicto, desempleo, desnutrición e inadecuada atención en salud –por nombrar solo algunas-, bajo su cielo se esconde la gente más feliz. Es fascinante ver como las dentaduras blancas contrastan con las pieles oscuras cada vez que se encuentran con sus familiares y amigos. En esta zona colombiana, los lazos son fuertes y en últimas todos terminan siendo una familia. Co-

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madre, compadre, ahijado, “entenado” (así se les llaman a los hijos de crianza) y familia (palabra usada para determinar que sí hay una relación familiar aunque no está claramente definida) son los lazos establecidos culturalmente entre los chocoanos. En el Chocó todo es motivo de celebración y si el motivo no es muy importante igual mínimo se hace una boda (término con el que se le llama a una comida en alguna casa). En el Chocó la música de fondo no existe. La música es la protagonista de cada evento, ésta es la estrella de todos


importante que a la velación de sus familiares asistan muchas personas, esto es directamente proporcional al afecto y reconocimiento que se le tenía al difunto. Aunque en la velación generalmente no hay música (a veces en los velorios de los jóvenes se puede escuchar la música que le gustaba al fallecido), sí está el sonido de las “cantaoras”. Ellas son mujeres que toda su vida han acompañado los velorios, interpretan canciones tristes para despedir al fallecido, tienen una voz fuerte y melancólica que, según ellas, únicamente suena bien si el aguardiente les calienta la garganta. Aunque en un velorio se refleja algo de la cultura chocoana, es verdaderamente en un “gualí ” (rito funerario con el que se velan los niños negros del Chocó) dónde se constata que son una cultura diferente. La muerte de un niño

los eventos. Y no se escucha cualquier tipo de música, se oyen canciones que permitan bailar, como la chirimía que los hace vibrar con el sonido de clarinetes, fliscorno, trombones, saxofones, platillos, redoblante, la tambora y la caja que ponen a hervir la sangre del chocoano con movimientos suaves que acompasan

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ese cálido sonido a la perfección. Sin esta descripción y su contexto no es posible entender la vivencia del duelo en el Chocó. Allí la velación es un evento social al que asiste toda la familia (téngase en cuenta la definición de familia antes mencionada) y como expliqué, lo mínimo que se hace es una boda. Una velación chocoana dura 24 horas, la gente amanece acompañando al difunto y a sus familiares, y es por eso que no falta el pan con chocolate durante la noche, o un arroz con leche, o un caldo de carne o pollo, el aguardiente Platino y el sonido fuerte del golpe de las fichas de dominó contra las mesas. A una velación chocoana pueden asistir hasta 500 personas. Definitivamente el acompañamiento en ese momento es fundamental. Para la población en muy

significa que este será un angelito, y aunque obviamente los padres no son ajenos a ese profundo dolor, el resto de la familia y allegados festejan que su niño va para el cielo. El niño fallecido es vestido de blanco y la gente en la velación canta canciones infantiles y juegan rondas. A la mitad de la noche, entre los asistentes se tiran suavemente el cuerpo del niño fallecido entre los participantes a manera de juego. En el gualí sí hay chirimía y baile, palmas, cantos y canciones. Es un evento fúnebre con una carga cultural altísima que vale la pena conocer. Crear una imagen mental de cada una de estas historias, nos permite afirmar que la cuota de ángeles negros en el cielo la ponen los chocoanos y que, seguramente, han llegado a cambiar el arpa por clarinetes, fliscornos y tambores. http://www.youtube.com/watch?v=guOtFpaCjwg


VIVIENDO EL DUELO

CON LA AYUDA DE DIOS Presbítero Richard Nipson Beleño P. Delegado Diocesano de Pastoral de la Salud Diócesis de Valledupar.

Oh muerte, qué amargo es tu recuerdo Eclesiástico 41,1

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“Si por un momento Dios se olvidara de que soy una marioneta de trapo y me regalara un trozo de vida, posiblemente no diría todo lo que pienso, pero en definitiva pensaría todo lo que digo. Daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan. Dormiría poco, soñaría más. Entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos perdemos sesenta segundos de luz. Andaría cuando los demás se detienen, despertaría cuando


los demás duermen, escucharía cuando los demás hablan y ¡cómo disfrutaría de un buen helado de chocolate! Si Dios me obsequiara un trozo de vida, vestiría sencillo, me tiraría de bruces al sol, dejando descubierto, no solamente mi cuerpo sino mi alma. Dios mío, si yo tuviera un corazón, escribiría mi odio sobre el hielo y esperaría a que saliera el sol. Pintaría con un sueño de Van Gogh sobre las estrellas un poema de Benedetti, una canción de Serrat sería la serenata. Regaría con mis lágrimas las rosas, para sentir el dolor de sus espinas y el encarnado beso de sus pétalos… Dios mío si yo tuviera un trozo de vida… no dejaría pasar un solo día sin decirle a la gente que quiero que la quiero. Convencería a cada hombre o mujer de que son mis favoritos y viviría enamorado del amor. A los hombres les probaría cuán equivocados están al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse. A un niño le daría alas, pero le dejaría que él solo aprendiese a volar. A los viejos les enseñaría que la muerte no llega con la vejez sino con el olvido. Tantas cosas he aprendido de ustedes, los hombres… he aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña, sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir la escarpada. He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño, por vez primera, el dedo de su padre, lo tiene atrapado por siempre. He aprendido que un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo cuando ha de ayudarle a levantarse. Son tantas las cosas que he podido aprender de

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ustedes, pero realmente de mucho no habrán de servir, porque cuando me guarden dentro de esa maleta, infelizmente me estaré muriendo. Siempre di lo que sientes y haz lo que piensas. Si supiera que hoy es la última vez que te voy a ver dormir, te abrazaría fuertemente y rezaría al Señor para poder ser el guardián de tu alma. Si supiera que esta fuera la última vez que te vea salir por la puerta, te daría un abrazo, un beso y te llamaría de nuevo para darte más. Si supiera que ésta fuera la última vez que voy a oír tu voz, grabaría cada una de tus palabras para poder oírlas una y otra vez indefinidamente. Si supiera que estos son los últimos momentos que te veo, diría TE QUIERO y no asumiría tontamente que ya lo sabes. Siempre hay un mañana y la vida nos da otra oportunidad para hacer las cosas bien, pero por si me equivoco y hoy es todo lo que nos queda, me gustaría decirte cuanto te quiero, que nunca te olvidaré. El mañana no le está asegurado a nadie, joven o viejo. Hoy puede ser la última vez que veas a los que amas. Por eso no esperes más, hazlo hoy, ya que si el mañana nunca llega, seguramente lamentarás el día que no tomaste tiempo para una sonrisa, un abrazo, un beso y que estuviste muy ocupado para concederles un último deseo. Mantén a los que amas cerca de ti, diles al oído lo mucho que los necesites, quiérelos y trátalos bien, toma tiempo para decirles lo siento, perdóname, por favor, gracias y todas las palabras de amor que conoces.”. La marioneta de Trapo. Autor Johnny Welch (mexicano) en su libro "Lo que me ha traído la vida" (Editorial Selector 1996).


La muerte es una de las experiencias más difíciles por las que pasa una familia, en ocasiones genera crisis, depresiones y poco sentido por la vida. El duelo es universal, la muerte es parte de la vida, sin distinción; no obstante se vive de manera individual y personal haciendo de ella una vivencia particular que varía en duración e intensidad dependiendo de algunos factores como su causa, el apego con el fallecido y las características de su relación, la existencia de conflictos no resueltos y la edad de quien fallece entre otros.

¿QUÉ ES EL DUELO? Se define como el conjunto de manifestaciones fisiológicas, intelectuales, emocionales, conductuales y espirituales que aparecen como consecuencia de la pérdida de un ser querido. Es la reacción psicológica y dolor emocional por esa pérdida importante y significativa en la vida. El sentimiento que se genera cuando muere un ser querido es aplastante, es un dolor que atraviesa, que rompe el cuerpo y el alma.

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Nunca se está preparado para ver marchar nuestra gente y éstos, desafortunadamente se van a ese largo viaje sin previo aviso, dejando un vacío doloroso y profundo acompañado de tantas preguntas sin resolver: ¿Por qué se fue? - ¿Por qué tan rápido? - ¿Por qué a nosotros si no le hemos hecho daño a nadie? - ¿Por qué Dios se lo llevó? - ¿Por qué mi hijo y no yo? ¿Por qué? - ¿Por qué?

En efecto cada ser humano expresa el dolor a su manera, siendo esta legítima y respetable; es imposible medir el dolor y compararlo, para cada deudo ésta será la peor experiencia jamás vivida. El duelo es la preparación para vivir sin la presencia física de esa persona pero manteniendo el vínculo afectivo con ella. Considerando el impacto que la muerte y el duelo tienen en la región, la Iglesia y el Secretariado Nacional de Pastoral de la Salud, han conformado la Comisión de Pastoral de la Esperanza como un espacio para atender a personas en duelo. Es el deber primario y sentido de responsabilidad que se asume con la comunidad y, de paso resaltando la importancia del ritual funerario como etapa inicial de este proceso: “Hijo mío: llora por el que muere, muestra tu dolor y cumple los ritos fúnebres. Sepúltalo de acuerdo con las costumbres, no te ausentes de sus funerales. Hijo, con amargo llanto y señales de duelo, hazle un funeral como le corresponde. Deja correr las lágrimas uno o dos días, y después consuélate de la pena. Porque la pena lleva a la muerte y la tristeza desgasta las fuerzas.” Eclesiástico 38, 16-18


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