René Poblete Urquieta. Críticas y comentarios

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René Poblete Urquieta

CRÍTICAS Y COMENTARIOS

ERAS Y HOMENAJES 1976

El Mercurio, Artes y Letras, Domingo, 8 de agosto de 1976. BRISAS CARIBEÑAS Y UNA SORPRESA NACIONAL. Waldemar Sommer. (...). Constatar las cualidades de un artista que, además de mostrar dominio del lenguaje pictórico, está dotado de una interesante personalidad, no constituye experiencia de todos los días. En efecto, hay trabajo serio y constante en las bien pintadas obras de René Poblete, cuyas construcciones demuestran que no se ha olvidado la lección del cubismo. Así, a un dibujo riguroso y, a menudo, seguro, une la sobriedad de un cromatismo de bien calibrada restricción; aprovecha, no obstante, esta gama limitada con gran refinamiento. El uso del color y la sequedad del empaste recuerda al mejor Villaseñor, aunque Poblete resulte más cerebral. Dos aspectos abarca su temática: el retrato de solitarios personajes imaginarios de rostro impersonal, y escenas con varias figuras que en ciertas oportunidades forman casi multitudes. En el primer tipo de cuadros coexiste, junto a la atmósfera de sueños, una apreciable dosis de expresionismo; mientras en las segundas, en cambio, el elemento onírico se manifiesta con una mayor claridad. Los alados individuos de estas visiones de territorios soñados tienen, con la limitación pseudohumana a que han sido reducidos por la imaginación del autor, esa materialidad dolorosa de los desvirtuados ángeles de la literatura de García Márquez. Seres de tal condición sólo pueden poblar planetas en que la porción animal del hombre ha hecho sucumbir al espíritu. Mas, esta dramática situación alcanza aquí una respetable y profunda significación que en los grandes “retratos” se vuelve, por su parte, hacia una ironía de agresividad menos mantenida y, a veces, lindante con lo superficial. De esta manera, es curioso comprobar cómo la eficacia plástica simultáneamente, en estos casos, decae: sobran ropajes en la representación de los dos personajes de las telas N°s 10, 11 y 12, y la forma -la inflada vestidura en dichas ocasiones- se ablanda. Muchas más efectivas resultan las figuras solas en las que el intento sarcástico luce menos obvio y en las que la crítica mordaz asume aspectos no tan manoseados. Así, en los “Homenajes” y, especialmente, en “La Corona” -quizás, además de


“Los Juegos”, su mejor obra- la voluntad de censura, de contenido mucho más metamorfoseado y de un efecto asociativo no tan inmediato, sí se hace profunda y consigue hasta ser demoledora. ¡Con cuánto acierto se halla plasmado, en este ejemplo, lo monumental de la construcción lineal y el contundente juego entre el colorido de sorda entonación y las zonas de afinidad más serena!

Santiago, La Tercera, 29 de Agosto de 1976 PINTURA HAITIANA Y SALÓN ANTOFAGASTA Giorgio Vomiero. Después de un proceso de madurez, de una decantación de su sensibilidad, René Poblete, 30 años, joven revelación, se presenta en su primera exposición en la galería de Fidel Angulo. Con una visión penetrante que descubre la verdad tras las apariencias, sabe utilizar el lenguaje de lo fantasmagórico, en lo insólito y terrible “para hacer más evidente lo que a la luz de la razón no se ha advertido”. Pinta al hombre como lo expresa Albert Camus, “espejo del mundo desquiciado y extranjero de sí mismo”. Plasma una visión surrealista de una humanidad que vive la angustia de su propia ausencia de destino, de la esperanza, de la caída en el caos y en la crisis que ella misma engendra y cultiva con las “flores del mal”. El iconografismo de René Poblete es la confesión de un mundo que desemboca en el absurdo. En sus retratos de espectros, de una atmósfera casi renacentista, muestra al hombre moderno que, pese a su avance técnico, o debido justamente a esto, está envuelto en un proceso de desaparición de un contorno familiar “en el cual el objetivo más deseado pero a la vez más remoto es el encuentro con sus semejantes”. René Poblete revela por medio de símbolos -cuervos, personajes inflados y ceremoniosos, monumentos, miradas frías y vacías y geometrismo- y de sus espectrales incubos y súcubos, una capacidad para crear una unidad entre lo expresado y el modo de expresarlo. Su aliento pictórico es sutil, delicado, con un poder transportador. Pinta por capas donde el color sale de abajo con una factura de veladuras, armonizando los colores con un tratamiento de volúmenes planos, en composiciones casi geométricas con poco empaste, donde lo sensual de las escenas de conjunto y cierta redondez de los retratos apuntan hacia una creatividad americana que se hará notar por lo valioso de su contemporaneidad y riqueza plástica.


Santiago, La Nación, 12 Septiembre de 1976 Suplemento El Cronista Dominical RENÉ POBLETE: LA PINTURA ES MÁS QUE COLOR José María Palacios. ¿Cuándo comienza y cuándo alcanza un pintor su madurez artística...? Contra lo supuesto por el común, no es problema de edad. La madurez artística puede ser innata. Pero, claro es, no sucede lo mismo con el oficio, con esa condición del bienhacer, sin cuya formulación concreta no es posible realizar en pintura un real cuadro, un logro expresivo a cabalidad. En la galería “Fidel Angulo” expone ahora René Poblete (...), quien nos sorprende de partida con visiones ajenas a la convencionalidad y un color de acentuado resabio clásico. Figurativo, rehuye sin embargo la réplica formal cotidiana, la visualización común y nos vuelve a sorprender con un mundo y personajes de personal imaginativa, particular emoción y vivencialmente entrañables. Más común que un paisaje es el ser humano. Sea como fuere, el uno y el otro hacen lo cotidiano y común, al menos en apariencia. Pero los impresionistas recabaron del paisaje la singularidad de su hora-luz, así como el cubismo extrajo del ser humano una dimensión nueva. Queremos decir que en el arte actual ya no es tan válida la figuración convencional decimonónica, la representatividad absolutamente objetiva, sino que entra a darle mayor sugestión el soplo innovador del espíritu artístico, la subjetividad de conceptos o emociones. De este modo, hombre y paisaje-fondo y escenario en que vive y actúa el ser humano, pueden ser también lo insólito. Otro mundo. Y de otro mundo es que extrae Poblete sus motivaciones. Ese otro mundo es su propio yo. Desde el punto de vista del “yo” personal, es claro, hay multitud de mundos. O de universos. Pero también es claro que todos ellos tienen un trasfondo común, cuya singularidad sólo puede definirse si median factores conceptuales sólidos, si en el ser artista damos con vibraciones sensitivas claras y distintas o media una actitud de rebeldía. Y todo esto se perfila y concreta en las pinturas de René Poblete. El paisaje de Poblete es, más que una figuración representativa común, una atmósfera de cierta irrealidad. Sus perso


najes, a la vez, como efecto, tienen así volúmenes, estatura y rostros consecuentes. Sergio Montecino, que presenta al artista en el catálogo de la muestra, apunta: “Sus hombres son individuos fantasmales, sin ser propiamente monstruos; son rostros se seres de otros continentes y también del nuestro. Y el mayor atractivo de estas criaturas concebibles por el pintor, reside en el color. Seduce en estos cuadros la exquisitez sensual de la materia y la refinada entonación de la gama cromática que se irisa delicada para estructurar su universo plástico”. Son palabras justas y certeras. Se ha discutido largamente si un cuadro requiere o no de título. Algunos sostienen que la pintura debe ser en sí y por sí. Entonces no requiere título. Pero salvo que se trate de asuntos obvios y naturales, no parece probable que en primera instancia todos puedan aprehender el contenido de una pintura. Sólo algo. Titula, por ejemplo, “Personaje”. Tal vez diga poco, pero insinúa mucho. Personaje es una calificación controvertida. No cualquiera es un personaje. Ni tampoco sólo una apariencia solemne. Debe tener carácter. ¡Y cómo lo poseen estos personajes de René Poblete! ¿Pontífices, emperadores, visitantes...? Los personajes de Poblete son conceptos. Es su enfoque y análisis del hombre contemporáneo. Es la idea crítica que él tiene. De este modo, cada uno parece revestido de alguna magnificencia particular. La pose, la vestimenta, el hieratismo del rostro. Son personajes como ajenos al suceder en torno. Son como centros universales en que domina la soberbia, en que la simple humanidad parece desechada. Y todo esto es un concepto de crítica aguda, lacerante, atenuada por la riqueza del color, ennoblecida por un trato respetuoso. Y es que la humanidad está en el espíritu del artista. Si nos adentramos en el posible mayor sentido de estos personajes veremos y sentiremos. Montecino alude a que quizá sean seres superdotados. Tal vez lo sean. O no lo sean. La circunstancia de existir no exige tales condiciones. Pero en la presencia pictórica de estos personajes de Poblete damos con la dualidad de rechazo y aceptación. Como soberbia los rechazamos, como líderes pueden aceptarse. Tenemos, entonces, que el concepto es rebeldía y es esperanza. Y esto es humanidad. Es curioso, pero la aparente deshumanización que Poblete da a sus personajes está implícita la idea de una mejor humanidad. Y la afirmativa clara está, por ejemplo, en “Los Juegos” -de limpia y clara armonización cromática-, o en “La Religión”, en que un sólo personaje -rodeado de una atmósfera serena- nos alude muy directamente a un estado del ser, a una depuración, a la necesaria e irrenunciable individualidad de ser más que simplemente humano y a tener el derecho, igualmente irrenunciable, de ser uno mismo. En cada óleo de Poblete hay conceptos. No lucubraciones vagas. Se advierte con mucha evidencia que las motivaciones del artista trascienden sus acertados juegos cromáticos. Y lo mismo que la modernidad del trazo no rehuye en momento alguno transgenciar en el color un resabio clásico, incluso renacentista. De este modo cada pintura de Poblete se encuadra en


dialéctica. Las oposiciones se resuelven sutilmente. Observada y juzgada la muestra de René Poblete, la conclusión es clara y precisa: estamos frente a un valor sólido, en que el oficio sólo hace el soporte a concepciones pictóricas de raíces afincadas en una palpitación múltiple y dual del mundo propio y del exterior. En que se revitaliza la experiencia de apuntar las metas valiosas y se definen resultados dignos. En que ya existe maduración y los próximos pasos tienen destino. Poblete ha sorprendido al espectador que llega a la galería “Fidel Angulo” y se ha revelado al juicio crítico como un artista cabal.

Santiago, La Nación, 1976 1976 EN PLÁSTICA: ENTRE REVELACIONES, EL HOMENAJE AL PASADO Y LA MIRADA HACIA EL FUTURO. José María Palacios (...). Durante Agosto se produjo la revelación del año: René Poblete. Artista prácticamente desconocido, pero con estudios en Francia, modesto, silencioso, emergió en la galería Fidel Angulo y tuvo, de inmediato, todos los elogios. Espaciador de un mundo que se debate entre las estupideces de un gobernante como el africano Idi Amin y la farsa permanente de los ídolos con pies de barro, pero formalmente respetables, la pintura de René Poblete pone de manifiesto cómo un artista libre puede ser también la crítica justa e incisiva que grafique los vicios. (…)


MARACAIBO 1978

Maracaibo, Panorama, 28 de Mayo de 1977 UN VALOR PICTÓRICO EN ESCALA INTERNACIONAL Regulo Abreu Una mañana del verano austral del presente año, salió de Chile hacia Venezuela el artista René Poblete. En su equipaje venía el producto de un laborioso trabajo de varios años de dedicación y esfuerzo. Su meta era la búsqueda de nuevos horizontes. Llega al Zulia y ese equipaje es una muestra hermosa y vibrante llena de calidad y expresión plástica original. (...) Poblete tiene un concepto propio de la figura humana, con una poesía casi melancólica. Muestra dominio del lenguaje pictórico dotado de una interesante personalidad, cuyas construcciones rememoran rasgos del cubismo captados con profunda originalidad y reminiscencias de los encantos plásticos del surrealismo. Hay sobriedad en su cromatismo y su temática tiene dos aspectos: el retrato de solitarios personajes imaginarios de rostro impersonal y escenas con varias figuras que, en ciertas oportunidades, formas casi múltiples (sic). En el primer tipo de cuadro coexiste, junto a la atmósfera de sueños, una apreciable dosis de expresionismo; mientras que en las segundas (sic), en cambio, el elemento onírico se manifiesta con mayor claridad. (...) Este artista convive hoy con los zulianos, ya que se ha radicado en esta ciudad, para aportar sus conocimientos plásticos a través de las clases de pintura de la Academia Estatal “Neptalí Rincón”. Hoy le damos la bienvenida al mundo de la plástica regional , ya que sabemos que su expresión estética, envuelta en la


poética surrealista, lograda no como algo experimental, sino como una manera natural de concebir, dará un aporte de incalculables proporciones a las nuevas promociones de jóvenes artistas locales que conseguirán en este maestro, un ejemplo de perseverancia, dignidad y consecuencia con un proceso creativo propio, ya que Poblete “no pinta lo soñado, sino que sueña pintando”.

Maracaibo, Revista “Respuesta”, Mayo de 1979. LA EXPLORACIÓN CROMÁTICA DE RENÉ POBLETE. Nestor Leal. (...). Frecuentemente identificadas por sus ambientaciones, más mentales que reales; por cierto rigor constructivo -un tanto a la manera de los primeros cubistas- en cuyo ámbito, laboriosamente, configura (o restituye) determinados rostros en forma directa, o en el que encaja (y superpone) algunas figurillas, utilizadas como ingredientes decorativos de una composición intrincada pero precisa, las nuevas piezas de Poblete ponen en relieve, antes que todo, una diligente búsqueda de matices en contrastantes planos de color, una metódica exploración de texturas y complementarios, un tenaz rescate de lo virtual, de la profundidad, de la perspectiva íntima, gracias a lo cual termina brotando cierta luz subterránea abisal, de combustión secreta, que a veces recuerda a la Uccello, aun cuando su autor procure más bien mostrar afinidad con Bosch, Breughel y, por supuesto, algunos pintores de la tradición austral mencionados en sus declaraciones. (...). Maracaibo, Diario “El Panorama”, 20 de Mayo de 1979. PREDICCIÓN FANTÁSTICA EN LA OBRA DE RENÉ POBLETE. Sus personajes tienen la angustia del misterio. El cosmos como ambiente. Risa indefinida, apenas una simple y casi invisible inclinación irónica. Sus miradas son de tiempo, de futuro imprescindible pero atrevidamente imaginado. Sus paisajes, René Poblete se pregunta a sí mismo si sus cuadros fragmentados, superpuestos, rígidos, con diminutos


hombres agobiados, pueden ser considerados paisajes. -Bueno, en realidad se responde también a sí mismo, yo no he terminado de definir mi obra. Ando en una búsqueda y estoy seguro de que ando bajo sus huellas. Sin desesperación, respetuoso hasta decir basta, René Poblete, del Chile amigo, atrevido, trabaja desde hace dos años en Maracaibo investigando las manifestaciones de sus imágenes figurativas. (...). Maracaibo, Diario “El Panorama”, 20 de Mayo de 1979. EL CONSTRUCTIVISMO FANTÁSTICO DE RENÉ POBLETE. Oscar González Bogen. “En la escala de lo cósmico, sólo lo fantástico tiene posibilidades de ser verdadero”. Teilhard de Chardin. René Poblete manifiesta en su obra una vocación por lo fantástico, por lo fantasmal, en la que se mezclan la imaginación y lo verdadero, la ficción y la visión exacta. Un mundo detrás de nuestro mundo, otras vidas de nuestras vidas. Se detiene en un abismo absoluto, en el sondeo de lo expresado, y a partir de allí avanza en un ensanchamiento sin límites: hay una búsqueda de la realidad que no vuelve la espalda en cuanto esta realidad adquiere un aspecto fantástico, una tentativa de visión unitaria, es un esfuerzo que tiende a situarnos en el punto donde sería posible la continuidad y la imitación mágica de lo real y lo real imaginado. Poblete es, sin duda, un creador herbigeriano, pretende revelarnos el más remoto pasado, o el más lejano porvenir de las civilizaciones fabulosas, en inmensas naves que pueblan el silencio de un paisaje originado, “en los tiempos en que nadie habló jamás”, por una ola de acero fundido sobre una superficie cubierta de nieve, y en donde la aventura de los hombres está ligada a la aventura de los astros. Por eso los retratos de esos hombres se traducen en una actitud de soberbia bondad y soberbia sabiduría, conservan un equilibrio que tiene calidad moral y, dentro del lenguaje plástico, recuerdan los retratos constructivos de Mijail Larionov (Rusia-Francia 1881-1964), de los cuales no olvidamos el que hizo de Vladimir Tatlín en 1911. Poblete, como Hans Herbiger, es un visionario más que un observador; ya no habrá para él un descanso interior, ya ninguna imagen le será demasiado audaz. Hay máquinas volantes, exploradores extraviados en un espacio, que no es nuevo por mezquino, con los cuales intenta comunicarse para dibujar la cultura material de otro mundo, o las imágenes disimuladas detrás de la historia, y así, franquear la profundidad de lo inadmisible, iniciarnos en la conciencia cósmica a través de la pintura de universos paralelos en donde todo puede ocurrir ( “hasta el envenenamiento del metal con veneno de cobra”).


La obra reciente de René Poblete es la continuidad de sus años de iniciación, cuando realizaba en Chile dibujos de ciencia ficción para la revista “Rocket”. Era el período de los sueños iniciáticos, de sueños probablemente, menos fantásticos que la realidad expresada en su pintura.


DESPUÉS DE MARACAIBO 1982-1989

Santiago, La Tercera, 4 de Junio de 1989 EXPOSICIÓN POBLETE Ricardo Bindis Los cuadros de René Poblete centran su interés en el hombre y la pareja humana; el paisaje apenas es una referencia ambiental, pero sus personajes envueltos en mallas intemporales poseen un aura de misterio, tocan una dimensión cósmica con sus novedosas tiaras en la cabeza. El conjunto que apreciamos en la galería de los Talleres 619 revela un atinado uso del color, afinado en largas sesiones, para armonizar con el mayor rigor plástico. El dibujo macizo y el cromatismo estudiado corresponden a una formación muy severa, propia de los muchachos que se iniciaron en la década de los sesenta, reaccionando contra las formas disueltas del “informalismo” exagerado. Sus composiciones se distinguen por sus extrañas criaturas longilíneas que se escalonan en unos nichos estrechos de recuerdos medievales, no obstante, ese juego de líneas verticales se conjugan con movimientos envolventes, de temperatura muy contemporánea. Los aires antiguos se tiñen de modernidad. Las dos vertientes que activan la imaginación de Poblete comulgan sin hostigarse, en una obra de marcada personalidad. Es un arte sin prejuicios, que hecha a mano a recursos variados sin limitaciones en el modelado de sus personajes, que están participando en una farándula carnavalesca de esotéricos ritos ocultos, con unas vestimentas mitológicas. La exposición se denomina “Después de Maracaibo”, residencia del pintor por varios años. Creemos que la atmósfera del trópico estimuló su gusto por el ambiente metafísico, pero dejó pocas huellas en el color que se mantiene en el acorde de grises y deja libre la mano para dibujar esos sombreros extravagantes que pueblan sus pinturas de gran seguridad manual. (...)


Concepción. Diario El Sur, 27 de Agosto de 1989. TOPONES CON EL GÓTICO. Anamaría Maack. Sus pinturas parecen antiguos íconos donde la rigidez de las figuras se disuelve en algunos rostros o contornos para dar paso a un aire contemporáneo que obliga a mirar dos o más veces para ubicarse en el tiempo. O para descubrir algún propósito o seguir al artista en su reflexión. Y el espectador se siente transportado hacia los confines de una memoria olvidada, de épocas remotas intuidas o soñadas, de imágenes que se diluyen en la distancia de un recuerdo confuso. Hay como una devoción mística o diálogo con fuerzas ocultas, un cierto espíritu que hoy como ayer alude al misterio, a una divinidad ausente y presente, a una certeza, a una angustia, a todos los dioses del hombre.


MONTENEGRO Y HUILQUILEMU 1982- 1989

Santiago. La Segunda, 09 de Enero 1991. RENÉ POBLETE, UNA VISUALIZACIÓN DISTINTA DE NUESTRA PINTURA. José María Palacios. Comenzamos a conocer su obra en la década del ’70. Y nos sorprendió su manera de figurar personas. Era, claro, naturalista, pero sus personas estaban transfiguradas. De presencia eran humanos, dada la formalidad de tales, esto es, lo que comúnmente uno puede apreciar físicamente. Sólo que trascendían con algo distinto. Eran como personajes del pasado. ¿O del futuro? Fue una época de Poblete. Muy interesante. Después cambió. La figura humana continuó como su constante, con incursiones en el paisaje y un empleo del color que produjo más de alguna sorpresa como cuando obtuvo el primer premio en el concurso “Pintando Providencia” y el rojo que imprimió a su obra hasta escandalizó. Su búsqueda de expresividad anunciaba un camino diferente. Este camino es el que nos ofrece ahora en su actual muestra en el Instituto Cultural de Providencia. Un recorrido, si así pudiera decirse donde torna a mostrar la figura humana, con algunos resabios de su hacer antiguo, pero mostrando notables progresos en sus enfoques, en el modo como trata el color y lo traduce en una fuerza comunicante. Ahora posee más humanidad, que es como decir más simpleza, fenómeno que no significa atributos menores sino, de contra, un ahondamiento expresivo, un lenguaje cuya espontaneidad nos resulta más significativa y elocuente. La muestra de René Poblete, ahora, nos presenta un artista que ha alcanzado un vuelo importante. Nos grafica, con sus formas y colores, un sentido particular de ver y sentir. Y nos impacta racional y emocionalmente, porque en sus visiones nos comunica aspectos esenciales del vivir cotidiano. Por ejemplo, en su cuadro “Mujer con cosas en un paisaje”, el título parece excesivamente literario. Y no lo es. Representa a una mujer, desnuda, sentada en un sillón al aire libre, delante de la cual hay una mesa y sobre ella objetos de uso diario: una máquina de coser, un frutero, cosas en general. Todo esto es como teatral. Incluso, a más de algún espectador le parecerá absurdo. Y no tiene nada de absurdo. Es sólo un apuntamiento, muy certero, diría, respecto a la soledad. Porque esa mujer está realmente sola, como abandonada, aun cuando esté rodeada de objetos normales y pudiera decirse que tiene de todo. De hecho, sin embargo, dada su desnudez, en medio de un paisaje natural


donde no hay otra presencia humana, está claro que la soledad es el fenómeno que vive. Y entonces captamos su drama, un drama que no es sólo el suyo, que puede ser uno común y dramático de mucha gente. El mismo asunto se nos comunica con su “Mujer y Humo”. Otro desnudo, con otra mujer sentada y a cuyo lado, desde una especie de velador, emerge una voluta de humo. La mujer tiene los ojos cerrados y parece ciega. ¿Vive, sueña? Hay una enorme sugerencia múltiple en esta pintura. El trato que René Poblete otorga a sus figuras humanas está enmarcado constantemente en un afán de significar y representar soledades. Su “Mujer tendida en un paisaje” es otro testimonio elocuente. Y, sin embargo, no es la soledad la motivación exclusiva del artista, porque en otros cuadros emerge la pareja. Y aquí damos, quizás, con una representación más significativa de la inquietud o la idea esencial del artista. Esto es, el logro de una humanidad limpia, sana, pura. Sus parejas no necesitan de otra compañía sino de su exclusiva unidad. De este modo, él las enmarca dentro de un amplio paisaje o en algún interior normal. “Mujer, hombre y pájaro”, de este modo, al subrayar sólo la compañía de un pájaro, está aludiendo, pensamos, a la libertad que ese pájaro representa. Quieto, en reposo, al lado de la pareja, es como un símbolo de libertades absolutas, de las cuales se puede hacer uso en cualquier instante. Claro, frente a una pintura que sugiere mucho, el espectador puede lucubrar o discurrir también mucho. Y este es el mejor resultado de la pintura de René Poblete: lograr que el espectador se enfrente y pueda solucionar muchas emociones o ideas que en él pueden estar latentes y no explicitadas. Pues bien, en estas pinturas hay más de una respuesta, porque en ellas alienta un sentido muy claro de humanidad. Sin retórica, con un lenguaje limpio y claro. Creo que esta muestra actual de René Poblete, artista nacido en 1941, en Ocoa, donde las palmas que pintó Onofre Jarpa, hay una o muchas revelaciones de talento que ya habíamos admirado en la década del ’70 y que ahora se testimonian de modo muy significativo. Es una muestra valiosa de un artista que vive un momento de plenas realizaciones.


Santiago. El Mercurio, 13 de Enero 1991. LA MAESTRÍA Y LA JUVENTUD. Pedro Labowitz. René Poblete (...) mucho entronca en estos sus últimos cuadros con su obra anterior que constituía una calculada simbiosis entre la arquitectura gótica y la figura humana. Prevalece la gama de colores cálidos, los tronos áureos; su mantiene en la mayoría de los cuadros la verticalidad lineal de la composición, reforzada ahora a veces por los ritmos en el mismo sentido de forma repetidas; y está también la figura humana, solitaria o en parejas, ahora independiente y retraída ante el espectador. Poblete crea clima de soledades; a veces de angustias con acentos que oscilan entre la morbidez, la nostalgia y hasta la decadencia insinuada en esas manos de dedos largos, blancos -impresión reforzada por las líneas de la cabeza masculina en “Mujer, Hombre y Pájaro”-. Otro elemento decisivo para esta creación de una atmósfera fuera de lo cotidiano es el empleo sutil de gamas violáceas yuxtapuestas a sus rojos que en muchas ocasiones juegan un rol determinante, ya sea a través de campos extendidos de ese color, ya sea en acentos pequeños pero decisivos. La figura humana en la obra de Poblete guarda distancia; su expresión es siempre seria, invariablemente serena, a veces suavizada por una sombra de melancolía. Se trata casi siempre de la figura femenina, muchas veces como desnudo. En estos casos emplea con maestría efectos de superficie como la pigmentación granulada fina en sectores específicos; haciendo lucir y vibrar la carne con sus texturas y pinceladas cortas y sueltas. El realismo de los detalles en los cuadros de Poblete lleva -con algunas excepciones-, a composiciones irreales. Sus desnudos grandes suelen ir acompañados de verdaderas naturalezas muertas, dentro de un escenario de un paisaje. “Mujeres con cosas en un paisaje” -una de las más logradas obras de la exposición- es un título que podría aplicarse a diversos otros cuadros. Objetos y paisajes que adquieren un neto valor simbólico debido a la asociación de ideas que evocan en el espectador; y esa mujer desnuda, sentada sobre un paño redondo dentro de un paisaje, casi podría ser una alegoría de la escuela simbólica, gracias a esa calma serena y majestuosa, a lo que contribuye poderosamente la generosa composición básicamente de círculos y horizontales. Las naturalezas muertas no se dan únicamente en combinación con la figura humana; también hay diversos ejemplos de este género autónomo de pintura. Se destacan por el vigor de su ejecución, a la cual contribuye, una vez más, la pincelada decidida. De colorido denso, y con su construcción y relación de volúmenes plásticos, se inscriben dentro de una vigorosa variante de pintura postcézanniana. La exposición ofrece cuadros desde tamaños muy grandes hasta otros relativamente pequeños. No cabe duda de que a primera vista los grandes, por lo general, son los más impresionantes. Pero no desmerecen de modo alguno obras de medidas más reducidas como la “Naturaleza muerta con jarro azul” o ese “Paisaje” de atardecer atmosférico de violento contraste cromático naranja/azul. Como todo buen arte, la obre de René Poblete exige y merece contemplación repetida.


Santiago. La Tercera, 20 de Enero de 1991. EXPOSICIONES: POBLETE ... Ricardo Bindis. (...). Las pinturas de René Poblete, en el Instituto de Providencia, de indudable seguridad en el dibujo y colorido pastoso, revelan al conocedor profundo del lenguaje plástico. Es un arte que se refugia en cierto simbolismo nostálgico, con buena dosis de romanticismo moderno, con sus desnudos cadenciosos y objetos triviales, que se proyectan al mural, por la clara ordenación y la espacialidad monumental. Las armonías ocres y rojas presiden sus cuadros, sin que falten los azules elaborados y los tonos apastelados, con un decidido recorte oscuro que define la línea, para lograr mejor la estilización de sus personajes de extraña catadura y mirada distante. Sus mujeres pensativas, desnudas, ante un paisaje desolado, están iluminadas por una luz que se filtra entre los árboles, ante inmensos toldos de bosques, atardeceres de melancólica muy especial. La superposición de capas de color permiten lograr una rica textura y una atmosferización que siempre ha caracterizado su pintura, de finas tonalidades por hermandad de registro. Poblete recurre a un novedoso repertorio de objetos domésticos y palomas de fantasía, que conjugan sin estorbarse


con sus parejas estáticas, en una espera inmutable que parecen haberse petrificado en un paisaje infinito. El artista ha eliminado todos los detalles superfluos y nos obliga a pensar en esas muchachas famélicas. Fiel a los principios de su formación, que exigía un total dominio de la técnica, siente inclinación por las “naturalezas muertas”, donde enfoca unas flores mustias y unos objetos misérrimos, en unas broncas oscuridades de taller, con evidente solidez plástica. El pincel se mueve rítmicamente y agradan esas combinaciones de amarillos y naranjas, con la sensualidad de la materia que enriquece el pigmento empleado. Sus utensilios inanimados como sus desnudos esmirriados, poseen una magia trascendente e invaden de contagioso romanticismo sus acrílicos, que dicen mucho más de los que representan en el soporte elegido por este cantor de soledades. (…).


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