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Tercer Domingo de Adviento
Den gracias a Dios (en voz alta o en silencio) por las nuevas luces recibidas, los deseos despertados, las direcciones clarificadas, el don de la mutua apertura y sensibilidad. Se escoge a una persona que lea la letanía mientras que el resto del grupo responde. Líder: Por las veces, Señor, en que hemos rehusado a responder a las necesidades de aquellos que comienzan una nueva vida, decimos “Señor ten piedad.”
Todos: Señor, ten piedad.
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Líder: Por las veces en que no hemos acogido a alguien porque hemos estado demasiado preocupados con nuestras propias vidas y no hemos reconocido la vulnerabilidad de otros, decimos, “Cristo, ten piedad.”
Todos: Cristo, ten piedad.
Líder: Por las veces en que no hemos evitado la humillación de otros porque no nos preocupamos, no les demostramos caridad o no compartimos nuestros recursos, decimos, “Señor, ten piedad.”
Todos: Señor, ten piedad.
Líder: Nos rendimos ante ti, Dios generoso. Guía nuestras acciones, nuestras actitudes y nuestra atención, para saber cuándo decir “sí” a tu llamado y acoger a los que sufren a nuestro alrededor. Te lo pedimos en nombre de Jesús.