Crisálidas, poesía del encierro

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Crisálidas


Crisálidas

POESÍA DEL ENCIERRO

Primera edición: 2021 Ilustración de portada: María Lumbreras D.R. © 2021, de los textos, sus autoras D.R. © 2021, Vía Áurea Editorial Gisela Iliana Franco Deándar San Cristóbal 4329; 31300 Chihuahua, Chih. giselafrancodeandar@gmail.com 614 225 62 85 ISBN: 978-607-99022-3-0 Edición: Gisela Iliana Franco Deándar Revisión: Claudia Saldaña León

Impreso y hecho en México


Crisálidas POESÍA DEL ENCIERRO

Chihuahua, México 2021


Agradecemos al Instituto Chihuahuense de las Mujeres, en especial a Emma Saldaña Lobera, por contribuir y apoyar en la impresión de este libro.


Gabriela Rico Hace tanto que no escribo, que ya no sé qué decir. He tenido pensamientos… interesantes algunos de ellos pero que de facto se evaporan. Voy a decir que en la cuarentena estoy en casa; no salgo, me lavo las manos y no hay ayuda. Medito dos horas en las mañanas, preparo el desayuno, la comida y la cena. Lavo la ropa, la seco, doblo y guardo en su lugar. Me baño, riego las plantas. Esta semana inicié una pintura, un Cristo Resucitado que plasmaré de cuerpo entero. Estoy batallando pero he de conseguir terminarlo; es un reto. ¡No me rajo! He aprendido varias cosas; una de ellas es que puedo vivir en soledad; aunque pienso que ya la había practicado. He redescubierto la belleza de mi casa, de mi jardín, ¡me siento bien! Disfruto la magnificencia de las plantas, ¡me encanta alimentarlas! Las flores del jardín están esplendorosas; de un colorido y un rebose que transporta. Me elevan los árboles tan frondosos y tan altísimos. Las puertas pintadas... las petunias delicadas son las primeras en florecer mientras las hortensias presumen ya sus flores incipientes. Los mosaicos de las mesas, las bases forjadas de antiguas máquinas de coser, el molino rojo, las sillas con su maceta, las estufas de leña, ¡son unas verdaderas reliquias de fierro forjado! Las ruedas de piedra que formaron un molino en un rancho; las lecheras de colores espirituales como el lila, morado, verde salud… El rosal de enredadera es en este CRISÁLIDAS. POESÍA DEL ENCIERRO

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tiempo ostentación, cubre su soporte y tres pequeñas jaulas; las rebasa y explota en colores como el rosa silvestre, matizado, naranja, amarillo, rosa, blanco, más alto que la barda y con el doble de ancho que un ventanal. La casita del árbol, el resbaladero de mis nietos. El arenero de arena rosada, ¡todo hecho con amor! Me olvidaba mencionar los pájaros que revolotean de un árbol a otro; hemos visto carpinteros, torcacitas, cuervos, lechuzas, algunos cantadores, colibrís… muchos nidos, muchos cantos, mucho amor pero también pleitos. Nada más con ellos, hay materia para ensimismar el pensamiento. Las máscaras que cuelgan en las paredes, ¿de dónde son?, ¿qué historia encubren?, ¿qué función llevan en este coladero de misterios? Y aún hay más; está el trono seco, era un álamo. Fue plantado por mi papá pero un ventarrón vino y lo acostó. Ya no pudo retoñar. Los cipreses, ¡rectos y largos como el asombro! Uno, aislado, parece un asta bandera; vigilante, robusto, erguido, dispuesto. Y otros, frondosos, remarcan una esquina. Por la madrugada, en donde vivo, se oyen zumbar los abanicos contra la helada; en las huertas de duraznos luchan por rescatar la cosecha. La acequia, agua rodante del sistema de la colonia mormona, trae sustento al jardín; el pasto, los árboles, sonríen dichosos al verse “flotando” en el riego, como un espejo en el que ellos miran el cielo y los cuervos que se dan un chapuzón y picotean animalitos nuevos.

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El jardín místico Habla del sol, de las flores, de la Paz y del canto, en y a través del viento. De las risas de la infancia, de Luna y los pies pequeños. Habla de la majestuosidad, de la leche y la miel, de la diversión, de la magia, de lo eterno y el fallido intento de capturar al amor. Habla de la belleza, de la lluvia, de la creación, de lo secreto, de la expansión. Es el antónimo del límite. Resume en sí mismo toda la imaginación. 25 de abril de 2020

GABRIELA RICO

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Isaura Vizcarra López Contagiada de recuerdos Hoy me levanté a las seis de la mañana. El silencio. Luego la paz. Un amanecer tranquilo. Me bebo una taza de café. El televisor, con sus programas de la pandemia, informa y aterroriza. Mi vista borrosa con mis ojos estrangulados. Digo estrangulados porque así los siento. Mis piernas débiles van recuperando fuerzas. Me arden los oídos acompañados aún del picor en la garganta. Me tomo el paracetamol. Mi cabeza, que todavía da un poco de vueltas, intenta despedirse del mareo. Todavía me quedan cuatro días de aislamiento preventivo. Me pregunto hasta cuándo me sentiré bien. No he tenido fiebre pero no son tiempos de contagiar a nadie este resfrío o la alergia que me ha atrapado en estos momentos. El paisaje que me presenta la ventana de mi recámara lo conozco de memoria. Luego el viento zumba acompañado de las escuálidas nubes color gris desnutrido. Escucho trinar los pájaros que revolotean rondando el poste de alumbrado público. Dirijo mi vista a la televisión para relajarme con los videos marinos y me deleito como los peces con su felicidad en el océano libre de humanos. Están de regocijo disfrutando su libertad. Su transitar acuático es maravilloso y pienso que “ahora sí están como pez en el agua”. Pienso. Luego no pienso en nada. Escucho noticias tristes o poco alentadoras. Enseguida la llamada de una persona que me alienta a continuar escribiendo. Las ideas van y vienen a mi mente. El desánimo acompañado de mareo im10

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pide mi concentración para escribir. Respiro profundo para que no me invada la ansiedad o el miedo. Quisiera dormir para soñar los paraísos de mi infancia. La encomienda sería traerlos a la realidad. Sé que eso es imposible. Entonces los recuerdos vuelven a mí cuando Facebook me presenta uno de ellos. Ahí está un paraíso de mi pueblo natal donde estuve acompañada de mi madre pocos días antes de que ella partiera de este mundo. Ella vela mis sueños. Yo sus recuerdos y consejos. Quería escribir un diario cuarentenario o un poemario de cuarentena. Innecesario escribir lo que todos los poetas escriben en estos días. Pero este virus contagia todos los cuentos y poemas. Pienso que todos los poetas también están contagiados. Los teléfonos celulares y las redes sociales tienen el virus. Cada vez que reviso un mensaje o notificación, hablan del virus. Este virus pandémico no solo está acabando con vidas humanas vulnerables. También está acabando con la mente creativa y el arte se ha contagiado. Dormiré un rato para huir del virus. 28 de abril de 2020

ISAURA VIZCARRA LÓPEZ

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Tita Bilbao Extraño mis lentes oscuros, como al sol Texto inspirado en el cuento ‘Casa tomada’ de Julio Cortázar El invasor se ha ido apoderando de la ciudad, ha ido marcando territorio y haciéndose de las calles, de las esquinas, del día y de la noche. Él ha hecho que las personas se retiren de las avenidas, de las aceras, que circulen menos los autos, que pocos anden aún en bicicleta; algunos en motocicleta son repartidores de alimentos. El transporte público escasea. Las fondas, los mercados, los comedores, merenderos, restaurantes, ya no tienen más clientela; pocos son los que permanecen abiertos; solo atienden pedidos por teléfono y redes sociales. Todo es para llevar… llevar a casa. El mundo de afuera está cerrado. La casa habitada, es habilitada como guardería, taller, restaurante, gimnasio, sala de lectura, de conciertos, estudio, home office, parque de diversiones, escenario, bar, bodega de alimentos; y en algunos casos, sala de recuperación y cuarto de hospital. Es todo aquello que hay en el exterior, ahora inalcanzable. El invasor se ha apoderado de los teatros, bibliotecas, parques, centros culturales, jardines de niños, aulas, escuelas, universidades. Los museos están cerrados, las visitas guiadas son virtuales, las zonas arqueológicas se han guardado como antes de su descubrimiento. 12

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A las playas también llegó el invasor; en los hostales, hoteles, palapas, albercas, no encuentras ni un alma; las sombrillas están cerradas, los camastros apilados; todo es silencio y ecos de noticias alarmantes, amenazadoras. Las verdades son a medias y las mentiras insospechadas; fantasiosas como historias de terror. Cree uno que no pasa nada y las cuentas de contagiados y defunciones aumentan todos los días. El invasor toma terreno y los muertos ocupan los parques y las banquetas; no hay lugar en los hospitales ni en las funerarias, mausoleos o crematorios que trabajan día y noche, como lo hacen los científicos de todo el mundo. Hay un dictador implacable en cada estornudo, en cada aliento. Las manos son instrumento de contagio y la campaña de “Cuida el agua” se ha esfumado; hay que lavarse muy bien las manos, una y otra vez. Los rostros cubiertos, las manos con guantes, los ojos protegidos y las máscaras, caretas, cubrebocas, tapabocas, no son suficientes para enfrentar al invasor. El dictador se ríe en nuestra cara, los escudos son insuficientes para la amenaza que enfrentamos; existe un peligro latente. Todos tenemos sentencia de muerte. El corazón de esta nueva era late con un tono surrealista, inimaginable; el dichoso invasor ha convertido al mundo en otro mundo. Nos obliga a ver al interior de nuestra propia casa y la mente no para. La respiración se esfuma o se acelera; procuramos regularizarla pues es de lo poco que podemos controlar; respira hondo, exhala por la boca. El mundo de afuera –dicen– es aparente y en el mundo de adentro nos queda guardar la apariencia; como que las cosas pasan y no pasa nada. Los días se marcan de encierro; aquí nos tiene el invasor inventando y haciendo TITA BILBAO

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loca a la mente para transcurrir los días en una normalidad inexistente. Desde el día que llegó la Coronavirus, con su nombre y apellido COVID-19, vivimos días de tensa calma; vino de lejos a la velocidad de la conquista de los cielos, de las redes sociales. Pero se le olvidó traer consigo a la tregua. Nosotros seguimos en casa; aparentemente el mundo, la naturaleza, se recuperan como uno que otro que no sucumbe al invasor. ¿Qué remolino contendrán las miles y miles de toneladas de basura? Serán los tiempos de cuando el destino nos alcance o serán los tiempos en que nos despojemos de tanto sinsentido. Será que un día se abrirá la puerta y esta se abrirá de adentro hacia afuera o viceversa. 3 de mayo de 2020

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Palomilla Apocatastásica De pronto fue La tarde se tornó extraña, las noticias lejanas nos fueron llegando desde otros continentes; había algo que nos acechaba. Acá, todo parecía como una oleada que poco a poco se fue materializando hasta que llegó el día donde nos ordenaron que debíamos permanecer en casa, como una condena surgida de una historia surrealista. La vorágine de pensamientos me rodeó, dado que mi agenda siempre está saturada de trabajo; tuve que hacer un esfuerzo para entender qué era lo que pasaba. Ahora toca prever el distanciamiento; especialmente el de mi hijo, al que no puedo ver desde hace semanas. Mi hija, que en su adolescencia queda confinada en casa, se llena de trazos y dibujos que deja en las libretas; y mi madre, con todos sus miedos que de pronto parecen desbordarse e impregnar las paredes y la casa… su casa en la que estamos desde hace un año. Intento diariamente mantener mi mente clara, mis emociones bajo control y mi racionalidad apuntando a lo que dicen las cifras, las recomendaciones. Pero todo ese mar de datos explosivos que nos lanzan como dardos, me agota. La salida a adquirir alimento se vuelve como una historia de precauciones. Me sorprenden las calles casi vacías mientras el calor agobiante avanza junto con las semanas.

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En cada establecimiento apuntan directamente a mi frente con un termómetro; intento voltear a otro lado pero no puedo evitar sentirme vulnerable. Mis hijos han sido afortunados de tener acceso a equipos y a red, lo cual les permite continuar sus estudios; aún así, esa irrupción feroz que ahora los confronta con las pantallas, me dice que todavía no estamos preparados para eso. Tantos años trabajando en el desarrollo de competencias informacionales y ahora la sociedad se topa con la frialdad de pantallas que creían controlar pero que ahora les resultan estresantes. Nos necesitan. La lectura me salva, nuevamente es mi refugio. Las páginas de los libros se convierten en puertas, en ventanas, en mundos para explorar; también en enseñanzas que me sirven para “blindar” mis emociones. Contengo todo ese torrente de vida en el afán por conservar una dinámica estable dentro de casa. Nuestras vidas salvaguardadas en las paredes, nuestras historias tejidas donde existe un antes y un descubrimiento que nos está superando. Siento el peso sobre mi cuerpo; de mí depende que sigamos sanas, que vaya a comprar lo necesario y que el dique que mantengo me permita centrar nuevamente las emociones de ellas, que comparten conmigo el espacio pero que son a la vez su propia historia.

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Triste, las luces de la ventana son azules el trajín cotidiano es una historia repetida, el futuro se vuelve una nube insondable. Respiro, con los pasos ajustados a este ritmo balanceando el sentido de la vida avanzo. 7 de mayo de 2020

PALOMILLA APOCATASTÁSICA

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Helena Serrato Hoy Hoy el mundo se está volviendo loco, este virus se extiende como hiedra venenosa. Tantos países sufriendo lo mismo: cuarentena y estamos enlatados. Pero aunque todo esto ocurra, tú y yo estamos juntos. Hoy todos extrañamos los momentos sencillos de nuestra vida en libertad. La libertad de caminar sin rumbo fijo, visitar a los abuelos y abrazarlos sin parar; correr por donde quiera disfrutando la ciudad. Hoy no tengo nada de eso pero te tengo a ti y eso llena los vacíos. Este encierro duele menos en tu compañía. Nuestras risas inundan la casa y me siento confortada. Afuera el mundo estalla pero aquí todo estará bien mientras tú estés a mi lado. 18

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Mientras tú estés a mi lado soy inmune a cualquier cosa. Mientras tú estés a mi lado la vida sigue siendo un regalo.

La llave Cerraron las oficinas cerraron los restaurantes cerraron las empresas cerraron las escuelas. Todo se cerró pero este encierro se convirtió en la llave que abrió nuestros ojos y nuestros corazones. Para valorar a nuestros abuelos para cuidar a nuestros niños para comprender todo lo que encierra un abrazo y un apretón de manos. Para reflexionar en que para la naturaleza el virus somos nosotros. Los mares están sanando en nuestra ausencia el aire se está volviendo más puro y el cielo más claro. HELENA SERRATO

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Con los ojos bien abiertos miremos hacia el futuro. Saldremos adelante volveremos a estar juntos volveremos a abrazarnos. Todo esto pasará. Lloraremos nuestros muertos lloraremos nuestra soberbia y nuestro descuido. Después de esta gran tormenta volveremos a nacer más limpios, más humanos más honestos, más conscientes. Volveremos a empezar a gozar la libertad y en ese mundo nuevo aprenderemos a valorar la oportunidad de vivir.

Abrazos ¿Cuánto vale un abrazo? Un abrazo no cuesta nada pero lo vale todo. Un abrazo lleva en sí todo el amor de una vida. 20

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En esta cuarentena los abrazos están prohibidos y hoy más que nunca, ¡quisiera abrazarte tanto! ¿Cuántos abrazos desperdicié en gente que no me importaba? Los regalé a diestra y siniestra sin sentirlos, sin pensarlo. ¿Cuántas veces esos abrazos eran pura hipocresía? Y hoy en esta contingencia he caído en la cuenta de cuánto vale un abrazo porque no puedo abrazarte. Juro que cuando todo esto termine repartiré mis abrazos con más cuidado. Jamás negaré un abrazo a mis padres queridos a mis hermanos y amigos ¿Y por qué no? También a mis enemigos. Un abrazo, un abrazo ¡Cuánto daría por poder abrazarte hoy!

HELENA SERRATO

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Cerca y lejos Hoy estamos más lejos que nunca pero estamos más cerca que nunca. No podemos estar juntos y sin embargo estamos muy cerca. Al vernos obligados a estar lejos nos hemos valorado y extrañado. Por fin nos hemos dado cuenta qué pequeños y frágiles somos. Este virus ha esparcido el dolor pero también ha intensificado el amor. Nos ha hecho recordar lo que significa ser humanos. Es tiempo de despertar abrir los ojos y cambiar; volver a sembrar un huerto amar las cosas sencillas. Aunque algunos no lo entiendan aunque algunos no lo acepten este virus nos vino a revolucionar. Aunque algunos no lo entiendan aunque algunos no lo acepten esta batalla es de todos y solo estando unidos la podremos ganar. 22

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Contrastes Esta pandemia ha venido a revelar los contrastes de este nuestro mundo. Los ricos y famosos pasan la cuarentena en sus mansiones entre albercas y jardines con platillos exquisitos y todas las comodidades. Pero en este mismo mundo hay otros que no pueden quedarse en casa porque si no salen no comen. A la angustia por el contagio se le suma el hambre y la desesperación de haber perdido el trabajo. Y aún hay otros que no tienen necesidad y andan por las calles pregonando sus poderes demostrando a los demás su soberbia y estupidez. Gente necia que reta a la enfermedad gente buena que ayuda a los demás. HELENA SERRATO

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Médicos y enfermeras que dan la vida en su labor familias que se unen en la adversidad familias que enfrentan la violencia en su privacidad. Todos nosotros somos el mundo que el virus vino a encontrar pero a este no le importan pobres, ricos, ignorantes, buenos o malos, todos pueden sucumbir ante su aliento. Despierta, ¡despierta! Hoy todos somos vulnerables solo nosotros mismos podemos salvarnos. En este mundo de contrastes debemos tendernos la mano. 8 de mayo de 2020

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Fabiola Gómez Limpieza espiritual en el encierro Encerrada en casa, el terror al fantasma se volvía cada vez peor. Sus únicos momentos de verdadera paz se limitaban a ir al supermercado o hacer encargos para sus padres. Estando fuera de esas paredes estaba segura, él no podía seguirla más allá de la puerta de entrada. Antes de la cuarentena, no se sentía tan afectada por aquella presencia ya que pasaba tanto tiempo fuera y llegaba tan cansada que dormía toda la noche y por las mañanas apenas se daba cuenta de que la actividad paranormal del fantasma había causado destrozos en alguna parte de la casa. Probablemente también él disfrutaba de su ausencia ya que podía hacer lo que le pareciera y no habría nadie gritando de miedo. Pero ahora, estaban teniendo verdaderos problemas de convivencia. Cada vez que intentaba concentrarse en su trabajo, mientras llamaba a su jefa o enviaba mensajes, su pantalla parpadeaba y hacía ruidos extraños. Por supuesto que esto le aterraba pero no quería demostrar ninguna debilidad de la que el fantasma pudiera aprovecharse. Mientras cocinaba podía escuchar lamentos viniendo del piso de arriba. Palabras de otro mundo pronunciadas en un idioma terrible acompañadas de ruidos de cristal rompiéndose y muebles arrastrados de un lado a otro. A la hora de dormir la atormentaba una sombra que se movía lentamente hacia ella pero nunca llegaba a acercarse demasiado. Sus sueños se volvieron también turbios y llenos de imágenes horribles que la hacían despertar gritando y con dolor de cabeza. CRISÁLIDAS. POESÍA DEL ENCIERRO

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Sentía que pronto se volvería loca si las cosas seguían así pero cada vez se alargaba más el tiempo de confinamiento y los casos de Coronavirus continuaban aumentando. Trataba de salir lo más posible pero las medidas eran estrictas y al verla los policías la interrogaban y terminaban escoltándola a su casa cada vez. El día que encontró la campana de viento que le había dado su abuela antes de morir, destruida sobre la alfombra del pasillo, no pudo evitar dar un desgarrador grito de angustia. Harta de la situación y sabiendo que si no hacía nada el fantasma pronto se apoderaría de ella, llamó a una chamana que le recomendó encender incienso y pasearse por la casa con él para hacer una limpieza espiritual. En cuanto lo encendió, el fantasma pareció irritado y cerró todas las puertas de la casa de un golpe. Detrás de la madera se podía escuchar la furia con la que se lanzaban cajones, ropa, frascos y libros. A ella le sorprendió que se enfureciera de ese modo pero aprovechó el momento para darle una advertencia. Le dijo que si iba a seguir apareciéndose en su casa debía seguir sus reglas, dado que estaban atrapados juntos por tiempo indefinido. Le prohibió romper sus cosas aunque le permitió seguir moviéndolas. Le pidió que ya no la observara cuando intentaba dormir y que la dejara trabajar porque si no recibía dinero, los dos afrontarían las consecuencias de no pagar la renta. Mientras gritaba esto, el fantasma parecía poner atención puesto que ya no se le escuchaba romper nada. Cuando terminó con sus condiciones, apagó lo que quedaba del incienso y miró con firmeza hacia las puertas, que se abrieron casi al instante. Creyó que todo estaba arreglado pero pronto vio una silueta bajar lentamente por las escaleras. Los ojos se le llenaron de lágrimas mientras la observaba, 26

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pero no fue capaz de moverse un centímetro. Cuando llegó al último escalón, se desvaneció. Escuchó murmullos cerca de ella y la luz de una lámpara cercana parpadeó. Entendió que había algo que quería decirle. A la noche siguiente llamó de nuevo a la chamana y le pidió que viniera. Llegó rápidamente con un cubrebocas colorido y unas manos enfundadas en guantes médicos para no contagiarse del virus. Comenzó a recitar cantos y hacer figuras con los dedos. Una vez que terminó, le dijo que el fantasma no estaba contento con las reglas que se le imponían y que prefería que lo exorcizaran de una vez, pues estaba harto de no tener privacidad. Así que en cuanto le dio permiso, la chamana comenzó a ejecutar el ritual de expulsión. Ella se ofendió un poco de que el fantasma la considerara tan molesta pero nunca imaginó que lo que se necesitaba para que un ente quisiera pasar al otro lado, fuera una cuarentena tan prolongada como esa. 9 de mayo del 2020

FABIOLA GÓMEZ

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Ruby Myers Primavera que juega Esta primavera juega a ser invierno, quedan las manos azuladas por el frío. Hombres y mujeres ciegos, tiemblan. Despertamos con el mundo quebrado, hay jirones de cristal por todas partes; prismas de luz, una hermosura mutilada, más bella que nunca porque ya no está. No hay peor soledad que la que se sabe lejos, lejos de lo que se ama y no se nombra. Pareciera que las cosas se marcharon pero siguen intactas en la memoria como una fina capa de polvo que embellece el antiguo ropero de la abuela. Perdimos el control de los lunes y los jueves, todos los días amanece domingo. Las costumbres cambiaron de lugar y murieron de cansancio las metáforas. Las manos aguardan la lluvia, el calor, la respiración breve de lo vivo. Esperamos. Adelanto las manecillas con el dedo y pregunto: ¿Quién hará el reclamo para sepultar mi nombre? 9 de mayo de 2020 28

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Paola Tásai Respondieron Hacía calor, mis piernas respiraban futuro. Allí estaba, con un amor en el desierto jugando a ser nadie, a desaparecer en mitad de la nada. Los guardianes nos observaban en el desierto ultrajado por la avaricia, y tú los viste. Me miraste, me advertiste y consolaste mi angustia: “Ellos van a responder”. Hoy la avaricia comienza a ser abatida; los guardianes del mundo en su sabiduría constante, han respondido. Este encierro es un abrigo de vida, los pulmones del mundo se regeneran de la más grande plaga y la tragedia se convierte en flor.

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Metamorfosis Este no es el primer poema sobre la metamorfosis o de renacimientos. Este no es un poema sabio ni triste, ni tierno, ni amoroso. Escribo desde la rutina de este encierro con el que mis dedos aprendieron a trabajar entre cámaras y videollamadas; entre el espacio que hay de mi cama a la cocina para preparar un café que me devuelva el ánimo. Mi clóset ahora es una sala de espera donde la ropa aguarda el turno para salir. Las pijamas están cansadas de ver el día. Mis pies descalzos hicieron agujeros en el rincón donde hago ejercicio para que no se me entuma la vida y los músculos. En la mañana descubrí una arruga inusual en mi cuello, me surgió por la posición de las horas que paso viendo el techo. Una arruga más, un cerrojo menos. En ese instante de vacío las cadenas se liberan, la mente vuela y no hay metas imposibles mientras la luna llena me prometa que en el encierro la metamorfosis es posible. 9 de mayo de 2020 30

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Claudia Ruiz Rosales Incongruencia Entre azul y buenas noches la estoy pasando; hay una palabra que lo describe a la perfección: angustiadesesperacionencabronamientoirritabilidad. Así es como me siento en esta disque cuarentena que parece más bien una eternidad. ¡Ya no sé ni en qué puto día vivo! Me da lo mismo si es domingo o viernes. Pero sí recuerdo perfectamente cuándo es sábado, pues es el día de pago de mis colaboradores. Debo confesarte que me sentía “Juan Camaney”. Pensé que por ser hija privilegiada de Dios, a mí no me pasaría nada. Pero tuve que recortar a la mitad de mi plantilla laboral para poder subsistir. Éramos seis, ahora solo estamos tres en mi pequeña fondita ubicada en el centro de la ciudad. “Afortunadamente” dos de ellos se fueron por miedo. Hasta a Dios me lo llevé “entre las patas”. Es que creció en mí una gran duda de su existencia. Cómo era posible ver a empresarios trabajadores dedicados en cuerpo y alma a su negocio, desplomarse, venirse abajo. Hoy “bajaban las cortinas” para refugiarse en casa y estar a salvo de la COVID-19 más no de la depresión y el estrés. Claro, “si no es Chan es Chon”. A eso me refiero, a las incongruencias de la vida. Después de la jornada laboral, acostumbraba una siesta; pero con esta situación, ni cansada llegaba a mi casa; más bien llegaba preocupada ante el panorama económico. Ventas bajas y gastos casi iguales.

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Ver el Corazón de Chihuahua desierto estremecía mi alma. Silencio entre sus calles; ya no se escuchaba ese murmullo en la ciudad. Eran contadas las personas que se veían en las afueras. Eso sí, se acabaron las “peleas” por los lugares y estacionómetros en el centro. —¡Cómo me dueles Chihuahua! ¡Vuelve a latir, por favor! Hasta llegué a pensar que estaba en otra dimensión; como si la muerta fuera Yo y andaba deambulando por sus calles. Recuerdo que cuando iniciaba el año, hice un ejercicio de planteamiento de metas y objetivos. Me pidieron que le pusiera un nombre a este 2020 y lo llamé “Intenso”. Con los pocos meses que han transcurrido, le está quedando corta esta palabra. En enero decidí terminar con una relación que estaba más que podrida; mi matrimonio. Duró cerca de quince años y ya estaba pidiendo a gritos una separación; ya no había ese vínculo de amor y respeto. En esto sí me siento súper afortunada porque este “confinamiento” lo pasé en mi casa con mi hija. Solamente ella y Yo. Lo fantástico es que nos ha unido más. Dejamos de pelear, me relajé al saber que estábamos prisioneras en un dulce hogar, seguro y acogedor. Lo bueno fue que alcancé a meter la demanda de divorcio ante los tribunales; lo malo, a la semana siguiente lo cerraron. Creo que a mi casi ex, también le fue “favorable” este tiempo; no tuvo más opción que quedarse en su casa y dejar de visitar esos bares que son atendidos por chicas jóvenes 32

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con chiquifaldas y escotes pronunciados. ¡Se le acabaron sus salidas a la perdición! No pude “salirme de mi cuerpo” por más ejercicios de Mindfulness que practiqué, pero logré ser un poco más observadora. Aumenté mi nivel de italiano; del 1 pasó a 1.5, y el de inglés pues, quedó igual. Y gracias a este confinamiento, preparé nuevos platillos para mi negocio. Cuando esto termine, ya no seremos los mismos de inicios de marzo, estaremos más gordos y llenos de espinillas por tanta grasa que comimos; falta de ejercicio y exceso de estrés. Suena muy romántico el creer que seremos mejores personas pero al final, la gente no cambia, siempre seremos los mismos. 14 de mayo de 2020

CLAUDIA RUIZ ROSALES

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Dora Elena Delgado Barraza Marzo Resplandor primaveral, equinoccio, rotación de la Gracia, fin del letargo invernal. Sumergida en compás de espera, los muros aquietan lo no esencial, ha de alcanzar el destello de la fragancia de mayo. Doblan los sueños, la humanidad se revela, se escucha la flauta de la vida, el susurro del miedo retrocede, obra el Milagro silencioso sostenido del soplo pegado al cristal de la ventana; recoge la compilación de angustias en decreto el Misterio; la luna abandonada por los gatos, auroras de perros sin correa, gritos de parir en soledad; la ausencia baña las avenidas, distraídas las luces del semáforo; no hay rosas, su aroma no nos envuelve. En espera la Esperanza viva, vuelve a través del tiempo de evocación Jordana, agua y jabón, absolución de Reconciliación. Duele el espejo mudo; aturdido el hilo, busca la aguja para deshilvanar la mórbida sociedad del hueco de las circunstancias globales que anestesia el pensamiento, desdibujándonos.

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El derecho a aprender dialoga entre los resquicios del pasado, hemos de desandar lo ajeno, conjugar el todo y nada para ser menos o más y restar los divididos anhelándonos como la sed para explotar en los dientes de otros. El sonoro de tu risa alimenta mi Espíritu para la Alianza de lo nuevo y lo viejo sellado con Signos y Símbolos. La abstracción del pensamiento dispersa la Luz del callejón sin salida con encuentro de amores Epifánicos, con Revelación de sonrisas, con Retablos de soledades, con altares de pérdidas, con Mesiánica proximidad al prójimo. Así sea. 18 de mayo de 2020

DORA ELENA DELGADO BARRAZA

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Aída Samaniego Muñoz La dama de la ventana Un nuevo capítulo empezó para la dama de la ventana, mejor conocida como “Lady Windows” por todos sus vecinos. Sus días iniciaban detrás de las cortinas y terminaban en el mismo sitio por la tarde-noche. En alguna ocasión le escuché decir a alguien en uno de esos mítines callejeros, que “un pueblo sin historia es un pueblo sin memoria”. Y es por eso que en los tiempos que vivimos debemos contar las historias que estamos pasando y que luego se conservarán en la memoria, si con suerte logramos salir de esta cuarentena. A ella la despertaba el cantar de los pájaros cerca de las seis de la mañana y en lo que se estiraba perezosamente en la cama transcurrían unos minutos; luego pasaba adormilada al baño y hacía su rutina de higiene para refrescarse con la ducha y vestir el uniforme de rigor, que podía ser una camiseta y unas bermudas o bien, una camiseta y pantalonera. De inmediato se acomodaba en la ventana, solo que ahora casi no pasaba nadie ni tampoco se veía ningún vehículo transitar. No importaba, su mirada se fijaba hacia el este del azul del cielo donde buscaba ver los rayos del amanecer. Poco a poco el oriente se iba pintando de dorados rayos y el gorjeo de las aves se intensificaba, mas la calle permanecía silenciosa. Se alejaba de la ventana y resignada iba a la cocina a prepararse la primera taza de café para empezar la jornada matutina; había que ir a regar en el patio los rosales, perfumar36

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se con las gardenias antes que llegaran las abejas a tomar su buffet –aunque no tenía problemas con ellas– porque si la veían cerca, volaban a las flores de la lavanda. El perfume de estas las tranquilizaba; igual le sucedía a ella. Venía luego el riego y ponerles agua a los pájaros. Un poco más de café y empezaría su rutina en la pista de caminar, antes de que “el rubio” comenzara a calentar el día. Sí, con firmeza volvía al patio trasero y empezaba un lento recorrido alrededor del rectángulo; después de las primeras cinco vueltas aumentaba la velocidad en el caminado (lo tenía bien medido, eran 36 pasos justos), luego venía lo fuerte del ejercicio: diez vueltas más y de premio tomaría su desayuno. Por la tarde volvería de nuevo a repetir su rutina. Transformada en Master Chef, planearía los alimentos para ese día, de acuerdo a lo que había en la despensa; antes repasaba todos los imanes que tenía en la puerta del refri; la viajera que habitaba en ella, la trasladaba desde la Sierra Tarahumara a través del guare que competía con una mariposa monarca; la maravilla de la imaginación le permitía moverse a Córdoba desde un balcón lleno de claveles que competían con una torre de Londres envuelta en una ligera niebla; luego su mirada se detenía en la cabeza sonriente de una vaca de Normandía, pero lo que más le intrigaba era ver el rostro de una dama con antifaz verde lleno de lentejuelas y un gran sombrero con flores del mismo color. Con ese rostro se trasladaba a los canales de Venecia, creía escuchar la música italiana que baja por las calles hasta llegar a las góndolas. El timbre del celular la saca de su ensoñación; es una amiga que la auxilia para decirle cómo debe cocer los nopales. Continuará…

18 de mayo de 2020 AÍDA SAMANIEGO MUÑOZ

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Beatriz Zapata Medinilla Te despiertas un día y aquello que parecía tan remoto, tan distante, tan insospechado, te ha alcanzado para trastocar hasta los más ínfimos detalles de tu vida. Costó trabajo tan solo imaginar cómo sería este periodo de confinamiento, al principio voluntario pero que con el paso de los días ya no lo fue tanto; más bien se hizo apremiante, definitivo, imperioso. Un proyecto que fue cobrando fuerza y que comenzó meses antes de que nos cayera encima esta realidad, sucedió cuando escribí mi nueva obra de teatro que lleva un mensaje social, con el deseo de que transcendiera y concientizara. Fue alentador ver la alegría de las actrices por participar y el entusiasmo con el que comenzamos los ensayos; esto no podía frenarse. No, de ninguna manera se detendrían los avances; encontramos la forma para repasarla por Zoom y eso nos ha mantenido unidas y emocionadas, al pensar que un día, aún no sabemos cuándo, estaremos en un foro dando todo ese amor que hemos estado guardando. Además, me encontré con un proyecto archivado de traducir del francés una obra de teatro maravillosa: Yo, Anna Politkóvskaya, que recobró fuerza porque ahora no hay pretexto, no hay lugar para el “no tengo tiempo”. Empiezo a sumergirme en un personaje extraordinario y a disfrutar mi trabajo como nunca antes. Mis hijos viven a kilómetros de distancia y a pesar de estar siempre unidos, nos relacionamos ahora de manera más profunda, más clara, más elocuente; los siento como si estu38

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vieran aquí a mi lado y me siento conmovida con este nuevo modo de encontrarnos; inmensamente agradecida con la vida. Los amigos, en mi cumpleaños que acaba de pasar, como siempre me demostraron su cariño, me hicieron saber que estoy presente en sus vidas pero esta vez fue diferente porque más que en el pasado, los sentí muy cerca de mi corazón y aprecié cada una de las palabras que me dijeron o que escribieron, y disfruté y me sentí feliz y amada. Sí, hemos tenido más tiempo para revalorar lo que es realmente importante, para reaprender a querer y a sentirse querido, a atreverse a experimentar la dulzura de los sentimientos, y a extrañar a quienes queremos, sabiendo que cuando nos abracemos, todo va a tener un significado mucho más intenso, más fuerte y sincero. 18 de mayo de 2020

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Salud Ochoa Dos mensajes Si muero moriré donde yo quiera. Decidiré mi muerte, el lecho donde descansará mi cuerpo y la forma en que lo hará. No moriré en la calle, en un hospicio o cama de hospital. Respetaré mi nombre y mis ideales de principio a fin. No quiero perder la dignidad en el encierro; tampoco en una sala llena de enfermos y desconocidos. Que nadie mire la descomposición en mí. Quiero ser la misma hasta la muerte. ¡Digna, libre, fuerte! No lloraré ni haré que los demás lloren por mí. Respiraré hasta el último minuto el aire que la vida me dé. Y cuando la “llave” del oxígeno se cierre para siempre respiraré tranquila porque habré cumplido mi cometido. En el último aliento recordaré solo momentos buenos para llevar conmigo el aroma de la felicidad. Recordaré los ojos que me hicieron mirar distinto, las palabras de lucha, los sueños compartidos y los deseos cumplidos. 40

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Abrazaré las noches desveladas de amor, los besos furtivos y el “dónde estabas” que nunca olvidaré. Cuando muera, sabré que todo habrá valido la pena, aun las historias inconclusas y los “por qué te fuiste”. Si muero en esta lucha contra un ente invisible recordaré tu nombre y marcharé dichosa de haberte conocido. No dejaré estela de llanto o sufrimiento; por el contrario, quiero que haya felicidad tras mi partida porque fui plena, feliz, valiente y luché hasta la muerte. Si pierdo la batalla te enviaré dos mensajes. Sabrás entonces que mi cuerpo se ha ido pero mi alma siempre estará presente en las cosas que amé. 18 de mayo de 2020

SALUD OCHOA

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Renée Nevárez Rascón Contingenio Nulanoa Yazgo nulanoa, brisa que no flúa nonadar, nonar, nonesida tristiana, ahogondhonada, resbalardida y lo Omniprófugo omnisciente: ido, escapátil y ciega yo de noche dólida, lloríquera, mustífica. Y los otros allá, marchados, omnitántidos esperantes vigías con ojos de lentejuela insidiosa. A cambio de su aliento me responde el fú de la arboleda. Son ellos, sombrosos, enramados, la noche lúnida en silencio y todos léjulos, múdolos, ciégolos. Yazgo nulanoa y sigo nosida buscando la ojivaracha del borrachín una cerradura con alas y patitas que se desplaza por la puerta y escapa de su mano beoda. Yo busco la grieta, el ojal por donde pueda mirarlos en la ebriedad higiénica de mi ausencia. Quiero subir a su mano-barco-mar, sentir el compás en la eufonía de su pecho y asomar a sus ojos, galaxias infinítidas, hoy inalcanzables.

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Instructivo para armar cualquier cosa Hágase una idea de dónde van las piezas, sea creativo gentilmente. En caso de extrema dificultad, solicite ayuda; no se rinda, mantenga la calma, conserve el aplomo. El tiempo no existe como tal, intente de nuevo. Coloque diligentemente cada pieza. ¿Qué es esto? Verifique el punto uno. La vida es sueño, nosotros creamos la realidad. Construya, tenga lógica. Si observa un excedente al realizar la correspondencia de las piezas, consulte el punto número dos. Tal vez convenga replantearse la posibilidad de obtener un resultado idéntico al esperado y en tal caso podríamos ceder sin remordimientos al encanto de la imaginación. Notodoestáescrito ni correctamente escrito; por citar algún ejemplo, mencionaremos las garrapatas ciempiésicas de una receta. Los hay que consiguen interpretar jeroglíficos, los hay que plasman la Vía Láctea en espirales azules que ruedan en la noche estrellada; azules blancos y amarillos en un cielo de aureolas que dilatan sus ojos uniluz. La obviedad de la armazón podría ser un asunto de templanza. Alce la espada del instinto, diríjase al epifoco del objetivo y aléjese de oráculos y ensayos del fracaso. Ensaye saber pero dude, indague y deduzca. Hay algo que no podrá concebir de ninguna otra forma. Observe finalmente, si volar no puede, cómo pasa aquella nube de golondrinas y dese cuenta que ellas perciben su juntura en una sola inteligencia rítmica, sinérgica; de este modo no sobra ni falta ninguna. 21 de mayo de 2020

RENÉE NEVÁREZ RASCÓN

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Julia Romaní C. Y Caperucita contagió al lobo No sé cómo fue que repentinamente me convertí en clandestina en mi propia ciudad. Eran las siete de la mañana, hora de poner a hervir el agua en la tetera para comenzar el día con un buen café y acompañar con el aromático elixir, mi rutina diaria antes de salir de casa. Todo comenzaba con las noticias en la radio y mi arreglo personal: el cepillado de dientes, la ducha, la secadora, los cosméticos que le darían color a la palidez de mis mejillas… en fin, todas esas actividades que la mayoría de las mujeres compartimos al iniciar el día para fortalecer nuestra autoestima y también nuestra vanidad. Daba las últimas pinceladas a mis pestañas cuando el insistente timbrar de mi teléfono móvil me hizo dejar sobre el taburete, donde se encontraba el espejo, el rímel que mi prima Lou me había obsequiado hacía una semana. —Hola, buen día, ¿quién habla? —Era Alexandro, el director de la compañía donde yo trabajaba desde hacía tres años y medio. —Julia, te informo que las autoridades nos obligaron a parar labores, así que es probable que las próximas semanas trabajemos desde casa. Hasta que la emergencia sanitaria se dé por terminada, no salgas; pronto nos comunicaremos contigo, saludos –no fue sorpresivo este comunicado, semanas antes a través del noticiero las autoridades anunciaron que se llevarían a cabo medidas como esta y finalmente, el destino nos había alcanzado. Era quincena, afortunadamen44

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te me hicieron a tiempo el depósito de mi salario, así que durante el confinamiento podía hacer frente a la supervivencia sin problema, al menos un mes, sin contar con los pequeños ahorros que aún tenía y que, al sumarlos, podría resistir dos meses y medio sin angustias económicas. La cotidianidad y la normalidad se transformaron por completo en nuestras vidas; una gran parte de la humanidad nos íbamos a casa, como animalitos que se refugian en su madriguera ante el peligro o la amenaza de algún depredador. Paradójicamente, este hecho contrastaba con los días recientes de gloria el día que nuestras voces, en el marco del Día Internacional de la Mujer, fueron convocadas por un colectivo de jóvenes mujeres de Veracruz, Las Brujas del Mar, para protestar e irnos a paro nacional el 9 de marzo. El lema de la protesta era “Un Día Sin Nosotras”. Ninguna mujer en las calles ni en los trabajos, ninguna niña en las escuelas, ninguna joven en las universidades, ninguna mujer comprando. Pedíamos para que el planeta entero estuviera un día sin mujeres, quedándonos en casa para visibilizar las desigualdades que a lo largo de la historia se habían acentuado, dejándonos a la mayoría como víctimas de enormes injusticias y desigualdades con relación a los hombres. Hoy nos encontramos en casa pero por otras razones; atrás quedaron nuestras reivindicaciones acalladas por un diminuto virus. La COVID-19 había llegado para quedarse entre nosotras, con sus dolorosos y desastrosos estragos, no solo en la salud sino también en la economía y la convivencia de la ciudadanía de este maltrecho país. A partir de entonces, el internet se volvió parte del ADN que corre por nuestras venas; se convirtió en una herramienta tan indispensable como el oxígeno que amenazaba con robarnos la misma Coronavirus. Desde ese día, mi JULIA ROMANÍ C.

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autoconfinamiento me llevó por caminos insospechados de introspección; revisar no solo qué había hecho de mi cuerpo –unos kilitos de más– sino también de mi alma. Tiene un año que me separé de Gabriel y seis meses que mi hija Andrea fue becada para estudiar el bachillerato en Inglaterra; desde entonces se encuentra allá. Estos dos temas ocupan constantemente parte de mis reflexiones durante mis perenes días de reclusión, los cuales transcurren entre el refrigerador, la lectura, la música y un poco de ejercicio; escribir algunas reflexiones e invariablemente pegada al móvil para estar en contacto con mis querencias: mi madre enferma, que vive con mi hermano; mi hija que se encuentra igualmente confinada en Londres y fuera del peligro de contagio y mis queridas amigas que son pocas pero entrañables a las cuales llevo en mi corazón. Cuando esto termine y la pandemia solo sea un eco en el recuerdo, lo que más deseo es ver a mi prima Lou para abrazarla, besarla, reírnos, brindar por la vida tomándonos unos tequilas y agradecer al universo haber sobrevivido a mí misma y al COVID-19. 20 de mayo de 2020

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Dora María Fernández R. Primera fase de la cuarentena Desde mi ventana miro con detenimiento el exterior, tan cerca, pero tan lejano a la vez. Me pregunto, ¿qué día es hoy? Los días se pasan y no reparo en que todos son diferentes. Hoy está nublado y no hay gente; ayer había más luz y el sol se abrió paso a través de las cortinas, sentí el calorcito penetrando hasta mis huesos. Hace casi tres semanas sentía el frío, dormía con pijamas, solía quedarme con el suéter puesto durante todo el día. En este momento, en mi calle, todo está silencioso, aletargado, no se escuchan los ruidos de los carros ni el bullicio de los niños; (todo parece sepultado) parecen sepultados. Un silencio como de camposanto se ha adueñado de las banquetas, los jardines, de las puertas. Solamente se escucha la voz del silencio. Ya no pasan los pregones de los que compran cosas usadas que vendaaaaan, tampoco el afilador de cuchillos y el componedor de máquinas. A los que más extraño son a los músicos de la marimba, los que me tocaban mis canciones del recuerdo por unos pesos y una limonada. También extraño a los que venían a tocar la puerta desde temprano los domingos para predicar su credo. Nostálgica, dejo atrás mis cavilaciones, tengo que seguir con mis quehaceres domésticos, a los que de nuevo me estoy acostumbrando. Todo lo hago más despacio y me perdono si no lo termino, “mañana habrá tiempo”. ¿Por qué son tan largos los días? Me parece que ya es tarde y miro el reloj de la cocina, apenas son las once de la mañana y CRISÁLIDAS. POESÍA DEL ENCIERRO

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ya estaba pensando en preparar la comida. ¿Les pasará lo que a mí, a otras mujeres? Me siento ansiosa y necesito tener la alacena llena, cocinar para mi familia con el mismo amor de siempre. Prendo la radio, me apaciguo y al rato, empiezo a cocinar.

Celebro el día del libro Desde ayer en la tarde, comencé a organizar mis libros, los que han quedado dispersos por doquier. Como ya no caben en los libreros, me los encuentro hasta en el baño y la cocina. Los de reciente lectura, están apilados en forma de torre encima de las cómodas y los burós de la recámara; pero ahora es un tiempo prudente de buscarles un mejor acomodo. Los empiezo a separar con cuidado, voy tomando uno a uno y los hojeo con cariño. Los quiero mucho. Aprecio los que me han regalado en mis cumpleaños y navidades, sin embargo, tengo mis consentidos: aquellos en los que en su primera página están dedicados para mí. Son verdaderos tesoros porque guardan grandes recuerdos de escritores que siempre he admirado y que, gracias a las ferias del libro, he tenido la oportunidad de conocer y, con algunos de ellos, hasta tuve la gran dicha de charlar unos minutos. De ninguna manera es mi intención presumirlo, pero hasta ahora me doy cuenta de lo afortunada que he sido al conocer a grandes creadores que me atraparon con su arte de letras en algún momento de mi vida. Guardo celosamente las fotografías de las presentaciones de sus libros, entre ellas, las de mis autoras favoritas: Elena Poniatowska, quien resultó ser amiga de juventud de mi prima Angelina; en dos ocasiones hablé con ella: la primera, en la Quinta Gameros y la segunda, en el Centro de Convenciones, donde me dedico su obra El tren pasa primero que me pareció de mayor calidad literaria que La noche de Tlatelolco. 48

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Hace más o menos una década que conocí a Ethel Krause en la feria del libro que se llevó a cabo en la plaza del Ángel, le dije que la admiraba desde que las dos éramos jóvenes y que con su libro Cómo acercarse a la poesía me había iniciado en el aprendizaje de la lírica y el verso libre. Se portó maravillosamente accesible y sencilla, y me escribió en el libro dedicado su correo electrónico para seguir comunicándonos. En alguna de las semanas del Humanismo, en el Paraninfo de la UACh, conocí a una mujer que admiro desde hace muchos años, sus novelas las leía con gran placer e interés y tuve la oportunidad de platicar muy emocionada con ella: Ángeles Mastreta, quien vino a dar una conferencia y lecturas de sus obras. Mujer pequeña, sencilla, con un gran corazón y creatividad narrativa. La conocí a través de sus tías en Mujeres de ojos grandes y desde entonces colecciono todas sus obras. Hablamos de la película Arráncame la vida y de lo emocionada que estaba de ver su obra adaptada en el cine. En el acomodo y ordenanza de mis libros, me encuentro con algunos que no me gustaron o no les di la oportunidad de leerlos completos porque no atraparon mi atención; en mi humilde opinión, creo que hay autores que se sienten iluminados, casi casi inmortalizados, a la altura de Gabriel García Márquez –mi consentido de consentidos– y solo ellos se entienden con su vocabulario e ideas extravagantes o de plano, expresan en sus obras todos los demonios que llevan dentro, como algunos que conozco. No sé como llegaron a mis manos, los compré por compromiso o me los regalaron, así que los separo para deshacerme de ellos porque se me hace muy feo e irrespetuoso tirarlos; su trabajo les habrá costado, aun cuando no sean de mi agrado. DORA MARÍA FERNÁNDEZ R.

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Me siento cómodamente y me pongo a releer este y aquel, y luego el que me obsequió mi amiga que está en el cielo y que tiene una gran dedicatoria de su puño y letra. Fue mi regalo de cumpleaños, en agosto del 2014, es el Diario de Tita de Laura Esquivel, lo disfruté más que el de Como agua para chocolate. Lo acaricio y me bebo mis lágrimas, mis recuerdos. En algunos libros, veo separadores hermosos y artesanales, otros tienen dobleces en algunas esquinas para indicar el “aquí me quedé”. Leo con interés mis subrayados, los apuntes al margen, y en algunos otros, en las últimas páginas me sorprende ver mis conclusiones y recomendaciones para futuros lectores. Ya se dieron cuenta que soy una feminista de la literatura, pero en el pasado no fue así, en mis primeros años de lectora me devoré los clásicos del Romanticismo y Realismo y luego pasé a los géneros vanguardistas donde el Surrealismo influenciaba en las nuevas generaciones, sobre todo, en mis tiempos de estudiante. En aquellos géneros eran pocas las mujeres escritoras que conocía, aun cuando las europeas y las estadunidenses ya se hacían notar. Me “devoré” los libros de Taylor Caldwell, Virginia Wolf y Agatha Christie, pero seguía alternándolos con los best sellers que se convertían en adaptaciones cinematográficas que me fascinaban. Un día, conversando con una vecina, nos dimos cuenta que éramos lectoras y decidimos intercambiar libros. Me prestó La casa de los espíritus, de Isabel Allende; me impactó su narrativa con temas contemporáneos combinados con hechos históricos. Desde entonces, he seguido sus pasos y obras, llegó a convertirse en una más de mis heroínas. Héroes, claro que tengo, y muchos, de todos los géneros y épocas. Me gusta imaginar que estos grandes hombres y mujeres tienen sus tertulias literarias en el cielo. En los últimos 50

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años me he dedicado a leer libros que, en alguna etapa de mi vida, no me interesaban porque los consideraba de autores inferiores a los grandes genios que yo admiraba, me refiero a la literatura mexicana y más que a la nacional, le encontré el gusto a la local y regional. En estas obras he encontrado identidad y reconocimiento de mis paisanos y coterráneos, muchas similitudes en nuestros intereses y experiencias de vida y aun cuando no sean todos de mi interés personal, los he aprendido a respetar y disfrutar, sobre todo, porque conozco a los autores de diversos géneros: poesía, cuento, relato, novela, dramaturgia y periodismo y la mayoría me honran con su apreciada amistad. Me enorgullece saber que muchos de ellos ya han cruzado las fronteras y sus trabajos han sido premiados en concursos literarios a nivel internacional y nacional. Sería muy larga la lista de todos mis admirados amigos y amigas escritoras. Gracias a todos, pude comprender que no necesariamente tenemos que ser genios, para expresar con palabras escritas con pasión, nuestras propias historias, muy cercanas a nuestra gente. Hoy, 23 de abril, celebramos el Día Internacional del Libro, fecha en que murieron dos grandes figuras de la Literatura Universal: Miguel de Cervantes y William Shakespeare. En tiempos normales, lo celebrábamos con muchas actividades culturales. Hoy pasó sin pena ni gloria. Pero en la intimidad de mi casa, yo los limpié, organicé y abracé, valorando su importancia en mi vida. Pienso mucho a quién los heredaré y no me decido. Decía mi amigo y maestro Gabriel Borunda que no me voy a llevar nada al otro mundo, aun cuando me enterraran con ellos. Sería bueno desde ahora, echarlos a volar para que busquen a otros dueños que, como yo, se enamoren de ellos. 20 de mayo de 2020 DORA MARÍA FERNÁNDEZ R.

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Marina Juárez Ramos Vivencias de mi cuarentena

Todo empezó como un murmullo a miles de kilómetros; en lo personal, mi angustia inició desde el momento en que escuché en las noticias que varias personas se infectaban y morían en China tras un misterioso brote de neumonía. Una persona muy querida regresaba precisamente de ese lugar y llegando enfermó de gripe como nunca le había pasado. Mi inquietud era que fuera revisada por el médico. “Comenten al doctor que acaba de llegar de China”, decía yo con desesperación. Sin embargo, tuve que callar mi gran preocupación porque me veían un tanto exagerada; todo estaba bien y lo que yo pensaba y sentía pasaba a segundo término. Eso que me preocupaba solo pasaba en lugares remotos. Afortunadamente se recuperó y todo volvió a la normalidad, pero cuál fue nuestra sorpresa que poco a poco se extendieron noticias por el mundo, cada vez más alarmantes; el virus, ahora llamado COVID-19, estaba en diversos países; llegó a México y nadie lo creíamos pero así fue. El día en que tuvimos que dejar el trabajo e irnos a casa, salí de la oficina con un nudo en la garganta; mi corazón era un manojo de sentimientos encontrados, me creía ridícula al sentir que mis ojos se llenaban de lágrimas. Salí huyendo del lugar, llegué a casa y no sabía cómo manejar esa situación. ¿Y ahora qué? Empecé a limpiar y limpiar, era como una obsesión desinfectar, deshacerme de todo lo que tenía guardado en cajas para “revisar después”, “cuando haya tiempo”. Días sin parar, sin querer pensar, tratando de escapar de la realidad. 52

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Pero estaba ahí, a mi alrededor, en el de mi comunidad, en el de mi familia, el de mis amigos y conocidos; después llorar… llorar al saber que X o Y persona se contagiaba y moría; sí, moría y ahora no a miles de kilómetros; ahora muy cerca de mi entorno social. Poco a poco, ya más serena y consciente de la realidad, cumplí la cuarentena pero aún continuaba el confinamiento. Ahora la poscuarentena reflexionando sobre lo ajetreado que he vivido siempre, corriendo de un lado a otro; apenas llegar, comer y volver a salir. Y ahora, todo ese ajetreo afuera se detuvo, llevándolo hacia adentro, moviendo, subiendo, bajando, haciendo, poniendo poco a poco en orden todo; la casa, los papeles, la cocina, la vida y los pensamientos. El trabajo desde casa no ha sido fácil; cuando voy a la oficina, la casa espera con todos los pendientes domésticos así como los compromisos personales; atender a mi madre de 89 años y a mi marido. Pero trabajar en casa me lleva a combinar todo; siento que nada puede esperar; empezar el día temprano y no parar hasta muy tarde porque todavía hay pendientes qué sacar. No hay momento de aburrimiento o fastidio pero aun así, he disfrutado estar aquí, combinando un poco de todo; me he dado tiempo para aprender cosas nuevas tanto para el trabajo como para mí; navegar en nuevas plataformas virtuales, cocinar platillos diferentes, leer, escuchar música, hacer yoga para alimentar un poco el espíritu. Me encanta tomar fotos, así es que hago sesiones de fotos a plantas, mascotas y objetos. Realmente no creí que hiciera tanta falta estar en casa; en ocasiones se necesitan momentos de oscuridad para reconocer el brillo que nos rodea. Pronto habremos de regresar a laborar pero el miedo sigue y la vida nunca volverá a ser igual. Será triste por la MARINA JUÁREZ RAMOS

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pérdida de compañeros o de sus familiares pero a la vez nos hará más fuertes cada día, dando gracias a Dios por la vida y por todas sus bendiciones. 21 de mayo de 2020

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Verónica Granados Casa de huéspedes En memoria de aquellos que se fueron en medio de esta pausa con la certeza de que habitan en otro lado esperando para reunirse con sus seres amados cuando el destino lo disponga.

En el miedo la noche anda suelta: su cabellera larga crece negra en el cielo y llega hasta la tierra. Oscurece mi patio. Se asoma por la ventana, estruja los cristales ayudada por el aire; ronda en la banqueta jugando con una lata de lámina. Los recuerdos me alborotan el ladrido de los perros a lo lejos. Desde hace semanas no logro conciliar el sueño y, cuando a ratos, cierro los párpados entumecidos, los siento acercándose. No son personas ni bestias. Son pedazos de almas idas, trozos de recuerdos negándose a ser olvidados. No tienen ojos y, sin embargo, pueden mirar el pensamiento, taladrar la conciencia, los temores; saben vislumbrar los días pasados. Andan desde una orilla a la otra de mis breves sueños. Acechan a pleno día. Rodean mi cama por las noches como si yo fuera un lago en donde ellos pudieran reflejarse. Llegué hasta aquí huyendo de la desesperación de mis pulmones, en su afán por atrapar una tajada de aire. Con un grito ahogado salí de la habitación en donde todos, con la mitad de su rostro cubierto, miraban alrededor mío con pesar, con lástima, sin saber si podrían hacer algo más por CRISÁLIDAS. POESÍA DEL ENCIERRO

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mí, mientras ese monstruo de patas delgadas me hundía sus raíces en la garganta. La rotura de un capullo abriéndose, fue la luminosidad del día en el preciso momento de mi liberación. Estuve por última vez en el patio, asomándome por las ventanas; escuché los lloros, las despedidas. Después, estuve caminando por horas hasta llegar a esta casa, en donde he encontrado refugio lejos del olor de los remedios, de los ungüentos, de los jarabes untados al paladar, a la lengua, tiñéndome de verde los dientes. Mi cabello anda libre en el silencio de las horas, ha vuelto a ser un río espeso que se ondula con el aire. Llega la mañana fresca. Bosteza y resplandece. Inunda el patio de ruido de pájaros, de aroma a hierbabuena. Encima de la claridad redonda del tapete los pies me trastabillan, su palidez se confunde con la felpa. Una línea de luz me cruza los tobillos. El tapete es una luna -pienso-, he puesto los pies en la luna esta mañana. Enseguida, la magia desaparece para dar paso a una sensación de mano helada en mi espalda. Son los vigilantes acercándose. Toman la forma de la sombra caída de los árboles al atardecer, se arrastran entre la tierra oscura, confundiéndose en las paredes con las manchas de polvo. No mencionan ninguna palabra, quizá solo conocen el inconfundible lenguaje de la presencia. Pero se acercan como si quisieran obligarme a salir de esta casa para no volver. Descalza voy al jardín, recorro el pasillo de baldosas para llegar hasta la fuente. Toco el agua petrificada que se ha quedado quieta, dibujada en los bordes de la cantera. No hay siquiera lama, ni insectos zumbándole por encima; solo trazos y trozos de su existencia. Cierro los ojos y un sol anaran56

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jado me atraviesa los párpados, destella brillos de estrellas en mis pupilas. Me calienta la cara. La transparencia del día, me abraza. Los pájaros se han quedado mudos un instante y solo escucho el siseo de sus alas en el fondo azul del cielo. ¡Qué largos son los instantes cuando nos toman en sus manos doloridas! ¡Qué fugaces los minutos de la dicha! Las margaritas tienen la frente cabizbaja, los tallos cenizos, hojas casi marchitas. Les doy de beber, les dibujo laberintos en la tierra, les hablo. Una mariposa abanica sus pétalos amarillos. En el fugaz parpadeo de la hierba, los presiento. Ellos están aquí, anclados, sus raíces escalan los adobes de las bardas, abrazan los techos, envuelven las piedras de los cimientos. Son las astillas de la memoria que, ocasionalmente, alguien nombra. Andan por toda la casa, sin cuerpo. Su olor a humedad vieja los delata, los miro de soslayo: se mueven oscureciendo con brevedad el musgo verde trepado por las orillas de las paredes. A veces son el aleteo de los pájaros, otras, parecen jugar entre los huecos aluzados de las ramas mecidas por el viento. Quizá son el racimo de soplidos que mueve las hojas y hace danzar la luz del mediodía. Entiendo su incomodidad por haberlos sacado de su rutina. Escucho ruidos en la calle: rumores, risas infantiles. Permanezco quieta. Los recién llegados golpean el portón. Con sobresalto, les hablo. Les pregunto qué quieren, pero no parecen escuchar. Doy algunos pasos hacia el ruido oxidado de las bisagras: plañen perezosas como si las acabaran de despertar de un sueño largo. Un pedazo de la cara madura del día se refleja en el pasto. Las piedras lastiman mis plantas. Regreso. Voy hacia adentro de la casa, quizá necesite poVERÓNICA GRANADOS

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nerme a salvo. Los miraré detrás de la ventana, esperaré con paciencia su partida. Los otros andan por el corredor, se agazapan en los rincones. Percibo su sobresalto. No hablan y, aun así, me llaman. Voy hasta donde se esconden. ¡Somos tan iguales! Ellos también fueron humanos, pero su eternidad ha sido más larga. Son ahora hebras, cascarones desgastados. Me quedo a su lado. Me amigo con ellos. Desde aquí observamos a los recién llegados. Absorta su mirada en el tejado. —Habrá que reparar casi todo—, dicen. Con hojas de papel y lápices, entran y salen de las habitaciones haciendo un inventario de las grietas, de los rincones carcomidos, de las paredes por derribar. Pasan a nuestro lado, se alejan sin mirarnos y la piel de los brazos se les eriza; voltean hacia atrás, luego, continúan andando. Con sigilo, la noche desteje su trenza oscura, destella el brillo de sus cabellos, los deja caer hasta la tierra. Los nuevos habitantes murmuran entre ellos: “nos miran, alguien nos vigila”. Se resguardan en una habitación. En su miedo, la noche va y viene haciendo ruido en la azotea, rasguños en los cristales. Las manos heladas de aquellos: trozos de sombra, se acurrucan cerca de mí. Juntos, ocultos detrás de las macetas sin flores, ayudados por la palidez de la luna en menguante, vemos cómo un par de niños traviesos corren por el pasillo, detrás de una pelota imaginaria. 21 de mayo de 2020

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Andrea de la Vega Concreto Ciudades vibrantes con personas de agendas atareadas se convirtieron en edificios de ventanas cerradas; las afluentes manifestaciones cedieron su turbulencia y las calles fueron solo concreto gastado; ese de nuestras vidas que al irnos solo quedó como lo que es: gris y frío concreto. Permaneció mudo el mundo, solo se escucha el rumor del viento. Se aclaró el cielo y demandó silencio, destierro; obedecimos unos cuantos y el resto intentó mantener el ritmo en ambos senderos, sin comprender que somos efecto colateral de una ficha de ajedrez dentro de un tablero gigante. Acepté la petición que la Tierra extendió; no sé si fueron sus entrañas o si alguna asamblea desconocida de pocos humanos tomaron decisiones de millones, ignorando el origen y el propósito, aunque sabiendo que existe una realidad latente. Es así como regresé a casa y volví a ser vecina del de al lado, me encontré un cuarto lleno de libros esperando ser leídos, desempolvé mi cuaderno de escritos y las letras fluyeron a chorros; me alejé de la oficina monótona y su tragaluz enorme que hacía alusión a mi vida patas arriba en un curso constante y agotador que de pronto desaceleró 60 km por hora y su fulminante luz, se fue. Regresé a casa y poco a poco recobré la vista, fue pospuesto un proyecto y se reactivó otro; volví a la banca frente a la lila donde apenas pasan autos y las hojas forman una orquesta ajena al tráfico; me senté y el calendario comenzó a correr en tiempos desiguales. Un mes parecía una semana, un día de pronto se sentía un año y en vista de lo CRISÁLIDAS. POESÍA DEL ENCIERRO

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escurridizo del entorno que alguna vez tenía en mis manos, escogí abrazar los deseos pospuestos con todas mis fuerzas y me prometí cumplirlos porque en tiempo muerto, entendí que la vida no espera, que ruedan suspiros bajo la cama y hay confesiones que se lleva el viento; entendí que en tiempo muerto también se ama más y los errores no parecen tan importantes; en tiempo muerto recreé un escenario en el que sería más fuerte, visualicé las posibilidades y en todas y cada una me permití mirar de frente, mil escenarios en los que podía respirar aunque el aire se tornara espeso, en los que si volvía a topar un tiempo muerto, no quería dejar detrás de mí, gélido concreto. Volví a mi habitación y me vi eligiendo qué hacer; me encontré administrando el tiempo y decidiendo más. En pleno encierro estructuré la vida y planeé el siguiente paso, confié en mí y me creí mis propias promesas. Unas cuantas se vieron cumplidas, disfruté mi compañía y en una mañana fresca a los primeros rayos de sol, caminé sin rumbo y fui más rápido hasta dejar de sentir mi propio movimiento. Bajé el volumen de la música que antes parecía tan esencial y dejé sonar más fuerte mis pasos; se agitó mi respiración y el aire entró en los pulmones reclamando el espacio que le había arrebatado; creció mi pecho y soporté el ritmo; entonces, escuchando las intenciones y el fuego que antes había mantenido bajo, me vibró el alma de nuevo porque sintió la posibilidad de cambiar su futuro y nos encantó sabernos libres, dueñas en pleno encierro de cuerpo. Liberté el alma y pensé: es tiempo, corazón; cuando tú y yo volvamos, vamos a hacerlo diferente. Regresé a estos metros cuadrados y me costó reconocerme; me dolió entender que me olvidé tanto tiempo, que así 60

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me gustaba más; en mi espacio donde escuchaba mis propios quejidos y sueños volví a reír, volví a estar tranquila, a hablar más verdades, a escribir despacio, a odiar menos, a respirar más profundo. No más concreto; regresé a mí. 22 de mayo de 2020

ANDREA DE LA VEGA

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Guadalupe Varela Tiempos de fe Marzo del 2020 Después de siete u ocho años recibo un mensaje por Inbox: “Lupita, ¿cómo estás? Me vine a Estados Unidos; aguanté mucho tiempo por mi hija pero ya no pude más; me fui de la casa, ya conseguí trabajo y dónde quedarme aquí en Texas. Ella me golpeaba por cualquier cosa. Cuando me accidenté, fue peor, estuve hospitalizado y quería más dinero; entonces me puso una paliza, ya no podía más. Mi madre y mi hermano me ayudaron a demandarla”. Sigo leyendo el mensaje. Sin embargo, me vuelco hacia mi interior; en mi mente se agolpan miles de recuerdos, ideas, necedades de la edad; supongo será que no quiero estar tan sola y él tan lejos. Ya iba a venir, dijo que en Semana Santa y ahora, con lo de la COVID-19, está trabajando desde casa; se quedará allá cuidando a mi suegra quien, con ochenta años de edad, también está sola y ahora no podrá ni asomar la nariz por la ventana. Será que solo se tienen el uno al otro y le da terror perderla; lo comprendo. Yo veía a mi madre a diario, cenábamos, conversábamos, pero ya no, ahora terminaré sola nuestro rompecabezas. Mis hermanos decidieron que estará mejor donde mi cuñado que es médico; se la llevan a Cuauhtémoc y ella llega con fuertes sangrados; la hospitalizan de inmediato, dura días internada: transfusiones, tratamientos y sale del hospital como si nada. Mi madre es un roble o un gato con más de nueve vidas; siempre se recupera y damos gracias a Dios. 62

CRISÁLIDAS. POESÍA DEL ENCIERRO


A él lo conocí en la facultad; ahí estaba un día, sentado en los escalones del auditorio mientras unos estudiantes dormían a pierna suelta acurrucados al lado de los ventanales y otros finalizaban los últimos detalles de sus planos para la entrega de ese día. Alto, delgado, esmirriado, con una tez pálida casi transparente y un cabello cenizo que crecía recto como pasto; sus dientes parecían más grandes debido a su rostro alargado, tenía un semblante de niño desprotegido y un aparato en el oído que le ayudaba un poco a comprender mejor el mundo exterior. Me confesó que su madre vivía en Alemania y su padre, un exmilitar americano, no había querido saber nada de ellos. Vivía solo desde los dieciocho, trabajaba y pagaba sus estudios. Su historia me conmovió. Hicimos buena amistad, la cual duró solo hasta que nos graduamos; cada quien siguió su camino, yo estaba casada, no supe más de él. “Mándame tu WhatsApp”, le dije mientras pensaba que por lo menos podría permitir que se desahogara. ¡Qué podía hacer yo a tantos kilómetros de distancia! Abril del 2020 Esta tarde, sentí de pronto cómo una mirada traspasaba mi piel; era la niña que desde el lienzo en el rincón me miraba con sus enormes ojos y su piel de acrílico como diciendo: “Continúa por favor, no me dejes así”. Pero yo no pude tomar un pincel; algo en mi interior no me dejó; este aislamiento es demasiado hasta para mí. “Malucitina, ¿cómo estás?”. Escucho la voz de mi marido y antes de apenas contestarle, me interrumpe. “Aquí está de la fregada, la gente no entiende, siguen comiendo tacos en la calle, se fueron todos a ‘La Viga’ a comprar pescado. GUADALUPE VARELA

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¡Imagínate! En varios pueblos festejaron la Semana Santa, los párrocos que convocaron son unos inconscientes. Aquí en la casa solo yo salgo pero mi mamá se pone muy necia, se enfurece porque no la dejo salir, no quiere tomar agua, tampoco se toma las pastillas y claro, amaneció con los pies muy hinchados. Le recetaron diuréticos y desinflamatorios, la amenazo que si sigue así la llevaré al IMSS o a un asilo, eso le da terror; entonces se calma y se porta bien otro rato. Bye cuídate, te quiero, besos”, termina el monólogo. Vivo sola desde hace ya bastante tiempo; por lo tanto, las cosas aquí no han cambiado mucho; de cualquier modo siento enojo, tristeza, ganas de salir corriendo; tantos videos y mensajes que leo y veo, ¡y claro! Sufro de migraña; estoy harta, miro alrededor; hay mucho por arreglar en esta casa y los días son interminablemente cortos. Cuando volteo ya es hora del almuerzo, ellos son mi única compañía. Todos saben cuánto los amo, ¡caray! Los costales de croquetas están casi vacíos, no quiero salir. “¡Lupita, me mandaron a mi casa! Ya no tengo trabajo, no sé qué hacer, va a haber toque de queda aquí en Texas; fui al súper y no había nada, no había fruta ni verdura; tendré que conformarme con latas y comida congelada. Mi exesposa no me deja ver a la niña, le deposité tres meses por adelantado, quedamos que nos veríamos por videoconferencia y no me deja. ¡La extraño demasiado!”. Me quedo muda, yo no tengo hijos y la verdad no sé qué decirle para consolarlo. Intento relajarme, estiro los brazos hacia el cielo saludando al sol y trato de hacer los ejercicios lo mejor posible; no es tan fácil como parece; tener un cuerpo tan malhecho no ayuda, es como tratar de echar a andar a fuerza un carro viejo y oxidado que además ha sido chocado 64

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y ha estado parado por años, todo junto. Inhalo y exhalo tan coordinada como puedo con la chica del video; termino adolorida pero el cansancio me ayuda a dormir mejor. Doy gracias a Dios nuevamente. Mayo del 2020 Hoy no me siento bien, anoche tuve insomnio; creo que estoy empezando a perder la fe. Casualmente volteo al patio y veo que las plántulas ya crecieron, llegó el momento de trasplantarlas. Hoy el sol es despiadado, hace mucho calor y aunque siento que desvanezco, el milagro de la germinación me ha vuelto a la vida. Mis plántulas nacieron sin darme apenas cuenta… por azares del destino. Tengo la costumbre de hacer composta y enterrarla en el patio; siempre lo riego, espero pacientemente a que brote algo y sucede de manera inesperada. Esta vez brotaron ellas… unas maravillosas plántulas de papaya con sus bellas hojas como manos enormes y extendidas. Al principio pensé que no sobrevivirían al invierno y aquí están; son unas guerreras, merecen que les ponga más atención. Trasplanto veinte pero solo nueve se ven bien; están luchando como yo. Con el tiempo he aprendido que la fe y la paciencia van de la mano si hacemos lo que nos corresponde, aunque aún no podamos ver nada. En el momento más inesperado, el milagro de la vida nos sorprenderá. 23 de mayo de 2020

GUADALUPE VARELA

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Lourdes Cortés En tiempos de la COVID-19 En este tiempo de contingencia donde hemos tenido que estar en confinamiento domiciliario, he tenido un tobogán de sentimientos, sentires y pensamientos. Por mi mente y en mi sentir, han pasado miedos, angustia, incertidumbre, alegrías, tristezas, añoranzas y grandes enseñanzas. Una de las cosas más importantes es que he reafirmado lo importante que es en la vida de todos nosotros la tolerancia, la empatía, el compartir y el amor. En estos días de encierro he sido muy afortunada al poder estar en contacto con muchos amigos y familia, todos y cada uno de ellos muy queridos por mí. De cada uno de ellos he aprendido grandes lecciones, he escuchado y participado en todo tipo de pláticas; desde el que me cuenta que esta pandemia no existe, hasta el que platica que esto es una conspiración y la que pide a Dios nos salve de este tormento; también de aquel que piensa está cerca el fin del mundo y quien aprovecha para ver más películas, leer libros, escuchar música y hacer ejercicio, pasando por los que buscan la manera de ayudar a su comunidad, sin faltar los que ya no aguantan el encierro y mueren por salir a donde sea… pero salir. He tenido pláticas de la Cábala, me han compartido recetas, me han compartido sus miedos y he escuchado a la que ha entrado en pánico y leído a quien solo mandó una cadena o un chiste, emoji o solo un saludo de buenos días. Y aunque puedo o no, estar de acuerdo con cada uno de ellos, he tenido grandes charlas y horas de conversaciones 66

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donde lo más valioso de todo, ha sido que con cada uno de mis grandes y queridos amigos, he sido tolerante, he respetado sus pensamientos, ideas o sentires. Con todo mi amor agradezco y valoro el tiempo. Ellos me han regalado y han compartido conmigo un gran obsequio: he practicado la empatía, la tolerancia, el compartir aspectos que aprecio enormemente. He echado mano de la tecnología y de todos los recursos para poder charlar, escribirnos y hasta vernos por una videollamada. El estar en comunicación con mis amigos y mi familia me ha permitido estar más alegre y no caer en esos momentos de angustia o incertidumbre que luego invaden mi mente y sentir; pero después de haber tenido una charla, salir, tomar un poco de sol y un buen café, lo cual es sumamente alentador, como dice mi primo Julio –quien para mi fortuna es además un gran amigo–, “se nos da el bajón”. Pero lo irónico que sucede en estos momentos, donde el sentimiento que prevalece es la incertidumbre a no enfermarse, a no morir, a la situación económica, a la situación mundial, al qué vendrá, al qué sucederá, cómo pagaré mis cuentas, en fin… ¡a tantas cosas! Para mí ha sido uno de los tiempos más felices de mi vida. Cada día he tenido el mejor regalo de vida que ha sido principalmente estar con mi hijo encerrados en el mismo espacio; el poder compartir nuestros tiempos; tocarnos, reírnos y hacer miles de cosas juntos; desde las tareas del hogar hasta solo escuchar música. El estar juntos lo agradezco infinitamente, es algo que para mí vale oro. Después de la muerte de mi hijo Diego, aprendí que solo nos quedan recuerdos de lo que hemos vivido con quien ya LOURDES CORTÉS

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no está. Este tiempo me ha regalado esa oportunidad, me ha bendecido con el hecho de poder estar a diario con mis dos compañeros y cómplices de vida: mis primos Norma y Julio con quienes he reído, llorado, compartido recetas, platicado películas, series, libros y miles de cosas más. Me ha permitido tener gratos momentos con mi novio cibernético, con mis grandes amigos y mi familia. También he tenido que pasar por dos funerales que fueron por la web; fueron momentos que nos permitieron estar más juntos con la familia, cada uno desde su trinchera. Igual he vivido una fiesta de “cibercumpleaños” y muchas… muchas horas de videollamadas con tantos grandes amores tan importantes en mi vida. Y bueno, como le dije a mi Dante: “Cuando pasen los años y les platiques a tus hijos cómo pasamos este tiempo donde afrontamos una pandemia y estuvimos en un aislamiento a nivel mundial, deseo que solo lleguen a tu mente momentos llenos de amor y gratos recuerdos compartidos”. A todos y cada uno de ustedes que forman parte de mi vida, les digo: “¡Gracias mil!, ¡gracias por compartir y regalarme ese tiempo que me han dedicado!”. Termino dando gracias a la vida por cada instante que me permite continuar aquí… en este camino llamado “Mi vida”. 23 de mayo de 2020

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Eugenia Naborski Poemas ridículos de mudanza y pandemia (Fragmento) Gatell, te fallé. No me quedé en casa. Me mudé.

No puedo llorar en casa. Pero afuera no puedo tocarme la cara cuando lloro. Amanece. Mi vecino está sobre su azotea. Me pregunto si él tampoco puede llorar adentro.

La casa se dividía entre el tiempo en el que no estabas y el tiempo en que los objetos se movían. Los zapatos a la cocina. La taza a la cama. La pipa al baño. El humo desapareciendo la ventana. Así te fuiste. No más fiesta en la cocina. (dos no es igual a uno más uno) No hay Sabina.

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Hay un refrigerador que suena y vibra como su voz. Le he puesto un sombrero pero no sabe tu canción favorita. Te fuiste una madrugada con tu hijo, tu perra y tu tele lejos de este tiempo en el que los objetos no se mueven.

La vecina me encontró llorando en el pasillo. Me abrazó. Yo lloré más. Pensaba: sana distancia, hija de puta.

Debí rotular las cajas. Hoy encontré las tazas. Me serví cereal. Lo que daría por encontrar una cuchara. Algo que me devuelva la decencia, el diáfano recuerdo de amor propio.

A veces hay que esperar. La piedra del desierto muda bajo el sol bajo la lluvia charla. 23 de mayo de 2020

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EUGENIA NABORSKI


Emma Beltrán Lechuga Crónica de una COVID-19 muy particular El día 1 de septiembre del año 2019, la doctora Lilia de 84 años se disponía a dormir; eran aproximadamente las 21:30 horas. Ella apoyó sus musculosos brazos en el borde de la cama, tomó impulso para pasar de su silla de ruedas al lecho donde cada noche descansaba, por lo general plácidamente. Ella realmente nunca supo qué fue lo que ocurrió, solamente acertó a gritar: —¡Rosy, me caigo! Rosy soy yo y al escuchar aquel grito, tan rápido como pude –ya que tengo discapacidad motriz debido a las secuelas que el Mal de Pott dejó en mi columna– acudí para atender a Lily, como cariñosamente le digo. Al entrar, la habitación estaba en penumbras; aun así, pude distinguir el breve cuerpo bajo la silla de ruedas y doblada sobre sí misma. Como pude, empecé a retirar la silla tratando de no lastimarla, aunque aquello era sumamente difícil. Finalmente conseguí separarla. El siguiente paso era ayudarla a subir a la cama y aunque ella es delgada y pequeña, el problema no pudo ser resuelto y solamente pude subirla a un taburete de plástico que mantengo en la habitación, el cual he ocupado durante cuarenta años para dormir, estudiar y escribir textos como el presente. La historia de Lily a partir de allí, fue una sucesión de claroscuros que se vieron exacerbados por la contingencia de la COVID-19. CRISÁLIDAS. POESÍA DEL ENCIERRO

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La Nochebuena del año 2019 casi toda la familia acudió a casa de tía Lily como tradicionalmente lo hace, para festejar el nacimiento del Niño Dios. A la medianoche los más pequeños, Mariana de diez años y Luis Andrés de ocho, acudieron a la recámara principal para acostar al niñito Jesús en el diminuto nacimiento que para efectos prácticos Mónica, la sobrina consentida de la doctora, había encontrado sabría Dios dónde. Pasado el solemne momento, casi todos los asistentes a esta celebración se volcaron a la sala para iniciar el reparto de los obsequios que cada quien había llevado para intercambiar entre sí. El día 25 desde temprano inició el éxodo del retorno de las familias que habían llegado de Juárez y en menos que lo platico, la casa quedó semivacía. La siguiente fecha importante en la cotidianidad de Lily fue el último día del año 2019 que se vio engalanado por la familia de Morayma y Jesús, a los que se les unieron sus hijos y sus nietos. Realmente aquella fue una hermosa velada que Lily disfrutó mucho. Pero de allí en adelante los episodios oscuros se sucedieron en cadena; episodios de profunda hipoglicemia así como de elevados picos con valores superiores a los 600 mg/ dl con sus respectivos efectos neurológicos; entiéndase lapsos de confusión y olvido mental. Lo más triste llegó cuando a raíz de la pandemia de la COVID-19 los miembros de la familia radicada en esta ciudad se turnaban escalonadamente para llegar de visita a su casa a fin de evitar un posible contagio. El domingo 10 de Mayo Lily fue muy feliz, pues los hijos de su sobrina consentida, ella y su marido, llegaron con her72

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mosas flores y deliciosos panqués de elote que Mónica había elaborado para su tía. Una semana después, la doctora era intervenida para tratar de consolidar la fractura de la pierna izquierda que estaba causando graves estragos y amenazaba con afectar la vena femoral desencadenando una hemorragia masiva que podría causar su muerte. La operación, según los médicos, resultó todo un éxito. Lily salió de recuperación y fue trasladada a cuarto; sin embargo, aproximadamente a las tres de la madrugada del día 18, la presión arterial de la doctora empezó a declinar peligrosamente y para las 9:30 se tuvo que recurrir a la RCP pero sin el éxito deseado. El corazón de Lily dejó de latir aproximadamente a las diez de la mañana. Son varias las reflexiones que esta historia nos puede dejar: la primera es que, aun cuando se posea la tecnología y los recursos, cuando una persona está en condición de vulnerabilidad como la que ella presentaba, por más esfuerzos que se hagan, es muy difícil lograr el éxito. La segunda es que existen fechas y costumbres que aun cuando pasen los años e incluso los siglos, se conservan y se celebran de forma casi idéntica a como originalmente se hacía; sirvan de ejemplo Navidad, Noche Vieja y Día de la Madre. Una tercera es que a pesar de todo, el sentimiento llamado amor une a las familias y las mantiene así, más cuando existen personas como la doctora Lilia. 24 de mayo de 2020

EMMA BELTRÁN LECHUGA

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Laura Salmón Aguilera Luna llena La luna está hermosa; es media noche… solo puedo sentir nostalgia; la luna me da nostalgia. Me siento un ser viviente de otra época, de todas las épocas. Porque esa misma luna nos ha observado siglo tras siglo tras siglo y ha visto pasar tantas cosas en esta tierra, como transformaciones, explosiones, suaves vientos y huracanes; tantos amores y desamores, tanta tristeza y alegría; guerras y destrucción, renacimientos y fiestas, muertes y nacimientos, siempre cíclico, siempre redondo y ambivalente. La luna es una mujer, la luna es la fuerza de la mujer y proyecta vida; proyecta reto… como cuando se atreve a salir de noche con su belleza plena rodeada de estrellas y de pronto coquetamente se esconde detrás de una nube. Hay noches que deslumbra y no le importa estar de cara a todo, como diciendo: “Aquí estoy, grande y redonda, con toda esa inmensidad a mi alrededor”. Vanidosa, a sabiendas que la humanidad la mira porque los seres vivientes intuyen su presencia. Llena ahora, poco a poco y sin saber cómo, se va girando hacia la oscuridad y como quien completa un acto teatral, se retira del escenario pero siempre asomando una luz hacia nosotros; nunca se va por completo. Se asegura de tener presencia como una madre, porque así son las madres… siempre dejan una rendija con un halo para que sepamos que están allí.

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La mentada pandemia Los tejidos de nuestra historia están llenos de coloridos hilos que se enlazan formando un lienzo que se eterniza. Cuando despertemos de este marasmo de sumisión ante lo más poderoso que nos ha sucedido –dicen– en siglos. Cuando estemos listos para salir del encierro de este guardián invisible, de una amenaza sorda que se representa en curvas y porcentajes ilegibles para muchos, cuando… o, ¿cuándo? El día de hoy nos levanta miedos y reacciones adversas, nos promueve viejos temores; hoy y ayer se unen consecutivamente en secuencias tediosas y cumulativas. La rutina del diario se hace visible para todos; solíamos despedir a la familia en la mañana diariamente pero de pronto nos quedamos presas de su presencia desesperada por haberse quedado en casa. No es esa magia que nos revelaría finalmente los esfuerzos por tener un ambiente limpio y armonioso para todo aquel que trabaja en el hogar, es más revelador. ¿Cómo es que me puedo escapar de esto? Y se desprende un callado: “Odio mi vida”. El tedio es por definición cumulativo y rutinario. Los adolescentes estaban ya confrontados con una amenaza de un mundo que se desmoronaba día a día ante las narices de todos y los gritos desesperados por las calles en sus manifestaciones por el medio ambiente. “Nos abandonaron –dicen–, mira el mundo que nos dejan; igual no voy a tener hijos, moriremos todos a los treinta”. Todas las amenazas han tenido nombre en las empresas y políticas equivocadas; falta visión en el futuro con un pliego publicitario en las manos, sonriente y ridículo. LAURA SALMÓN AGUILERA

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No sabemos si la amenaza invisible nos traiga algo bueno, todavía. Quitados los muertos, las mujeres violentadas, los niños abusados, la gente iracunda, los desempleados, las bancas rotas, los suicidios, la depresión, las ansiedades, los enfermos, el cansancio de los médicos y enfermeras; los estudiantes sin escuela y los maestros con sobrecarga, los artistas prohibidos, el mundo en un espectáculo simulado en internet. Quedan los lagos limpios, las playas silenciosas, los cielos solo surcados por las aves, los parques poblados de insectos, erizos y ardillas; los canales cristalinos revelan sus peces, las montañas nevadas, los caminos desiertos, las plazas limpias y las palomas emigrando; los niños jugando en la calle libre de tráfico, los perros y los joggers dueños de todo, los mercados barridos, los aplausos desde las ventanas, el mundo en un espectáculo simulado en internet y por supuesto los memes. Es así como empieza la mañana de este día que no ha empezado todavía y ya nos confronta con una historia que se repite y se aumenta. Hoy voy a desayunar optimismo de nuevo creyendo que la vida se transformará y que nuestros hijos volverán a soñar con un mundo mejor y los Gandhis, los Guevaras y las Gretas, finalmente verán que sí, que sí vinieron a este mundo por una muy buena razón: la vida después de la pandemia. 24 de mayo de 2020

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Georgina Franco Deándar Serendipia Entre escarchas de abril, encuentro los destellos de ti intentando descubrir inefables universos en mí. Entre mares de caricias divididas, distingo en mi horizonte maravillas que desbordan vida… ¡y yo con tantas ganas de vivir! Iridiscencia Si pudiera colorearte entre paredes de papel, no alcanzaría a distinguir los colores que traes a mi vida; arcoíris infinitos de tesoros de alegría que tengo de ti, así que a brillar contigo aprendí. 25 de mayo de 2020

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Martha Estela Torres Encierro en el ático I En la oscuridad de la aurora bajo las alas batientes surge el enemigo con su daga invisible, cruza el firmamento, los linderos del mundo para esbozar las sombras del apocalipsis: la sentencia del terror, y sembrar la muerte en parajes de asfalto. II En este laberinto de días donde el minotauro invencible intenta atacarme sin cornamenta escondo mis destellos de lucidez, guardo mis lunas de sol en gavetas de ladrillos y postergo las palabras que a veces caen dormidas de mis labios sin hablar siquiera con fantasmas del pasado sin liturgias para aliviar la esperanza sin emprender un viaje al olvido porque hay toque de queda.

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III Me alejo de la ventana donde se repite siempre la misma escena: la madreselva inmóvil que cae rendida hasta la tierra. Ya solo quedan galletas y fiambres. Las manzanas y las uvas verdes son más apetitosas en retablos de alacena. Voy y vengo en espiral nocturna, amasando la mente que se revela e intenta huir cual cordero del virus lobo omnipresente. Espero el nuevo amanecer para que reviente los grumos de fastidio y angustia pues el milagro no llega y vacuna no existe. Mientras tanto, vuelvo a resucitar sin sangre en el idéntico laberinto de Palermo sin ángeles ni donceles que lleguen a mi portal.

MARTHA ESTELA TORRES

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Confinamiento de la vida El confinamiento entre cuatro paredes se perfecciona, nos sitúa en un parámetro solitario a tratar de recuperar la brisa, el ángulo prometedor de otros rostros, y olvidar la pesadumbre que cuelga exangüe como gobelino. A veces aparecen espejismos del pasado en segundos tan lentos que paralizan el reloj con arena, con sal o con sangre siempre a la misma hora. Los días pasan. Y vuelven a pasar como vagones de ferrocarril en cámara lenta. Las estaciones giran y giran con viento triste y se detienen en el solar a llorar la ausencia de golondrinas.

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Egipcia Duré tres meses sin salir, primero porque la depre me invadió cuando me separé de Diego, después porque llegó la cuarentena y nos recluyeron a todos, pero eso no me importó, me sentía mejor encerrada a piedra y lodo sin esperar a nadie ni tener que abrir. No existe etiqueta en las epidemias. Una mañana tuve que salir por alimentos, iba protegida con amplias gafas y un cubrebocas de lo más incómodo. Claro, iba sin arreglar y con cinco centímetros de raíz en el cabello, pero para mí eso ya no era importante. Cuando estaba en la tienda vi que entraron varios hombres, y uno me pareció conocido aún con la careta y el cubrebocas; me fijé con atención y descubrí perturbada que era mi antiguo amor. Como no quería que me viera en fachas y menos con canas me escondí rápidamente entre los pasillos. Esperé agazapada atrás de la torre de galletas. Me emocionó verlo comprar el mismo cereal que antes cenábamos juntos. Minutos más tarde lo vi salir y hasta entonces me dispuse a seleccionar las compras. Al llegar a casa me miré al espejo: de aquella mujer guapa no quedaba ni la cabellera con los destellos dorados que a él le gustaban. Me sentí deplorable así que decidí tomar cartas en el asunto pues las canas aumentan mi edad. Decidida llamé a la peinadora, pero no contestó. Hablé a varios salones de belleza y siguen naturalmente clausurados por restricciones de la Secretaría de Salud. Sin embargo, no me rendí, me puse a pensar cómo resolvería mi problema y de pronto recordé el tinte natural Henna. Un colorante egipcio que cubre las canas prematuMARTHA ESTELA TORRES

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ras y no hay necesidad de conocer colorimetría ni técnicas de aplicación. Así que al día siguiente hablé a la farmacia y me lo enviaron a domicilio. Me urgía teñirme por si encontraba de nuevo a Diego. Elegí el color caoba, encantada de saber que la Henna egipcia además de ser un tinte natural brinda tonalidades diferentes combinándolo con té verde, canela o café. También fortalece y nutre el cabello, así que leí con atención las instrucciones para aplicarlo correctamente. Debía prepararlo temprano para después de hacer la mezcla reposarla tres o cuatro horas, luego aplicarlo y esperar otras cuatro para obtener buenos resultados. Al día siguiente me levanté más temprano de lo habitual con la ilusión de conseguir el tono mediterráneo o el cobrizo nórdico para resaltar mi personalidad. Al fin, pensaba, tendré un cabello libre de contaminantes y sobre todo de horribles canas. Preparé la mezcla con cuidado y dejé activar el color. A la hora indicada distribuí el contenido en todo el cabello para alcanzar un tono especial con las antiguas propiedades de las hojas de lawsonia alba lam que se conocen desde la edad de bronce y que en muchos países como India y Marruecos se usa no solo para dar tonalidades distintas al cabello sino también para decorar partes del cuerpo con tatuajes temporales alusivos a las celebraciones importantes de sus países. A las dos horas me di cuenta que mi cabello perdió suavidad, estaba terriblemente hirsuto; leí de nuevo las instrucciones y decía que era normal, que no me preocupara, así que respiré tranquila. Cuando terminé me cubrí el cabello con una gorra de hule y una toalla para conservar la hume82

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dad del colorante. Y me dispuse a leer Zaratustra, pero me dio tanto sueño que me dormí… Estaba en el tercer sueño cuando recibí una llamada y apenas alcancé a contestar. Era Diego, ¿quién lo iba a adivinar? En pocas palabras me decía arrepentido que apresuramos la separación, que fue prematuro separarnos sin analizar las cosas a fondo, que por favor platicáramos sobre el tema. Me invitaba para vernos al día siguiente en el parque. No pude decir que no, pero disimulé la alegría que me dio al escuchar su voz. Entusiasmada, me puse a limpiar la cocina, arreglar clósets, a limpiar ventanas y alegre salí a dejar bolsas de basura en la canasta de la entrada, y en eso Gina se acercó a platicarme sobre las fiestas indebidas de los jóvenes en medio de la pandemia. Después llegó Oly, contándonos el pleito de los Arriaga que ahora sí se van a divorciar. “Si tienen años en las mismas, pero ahora con este confinamiento ya no se aguantaron más”. En estas novedades estábamos cuando empezó a oscurecer; de pronto sentí un fuerte escozor en la cabeza y salí corriendo ante la risa de mis vecinas cuando oyeron: “Dios mío, mi cabello.” “Te quedará chicloso’’, gritó Oly. “Te vas a quedar calva’’, sentenció Gina a carcajadas. Abrí la regadera y sin importarme si el agua estaba suficientemente caliente puse mi cabellera a remojar. Con dificultad fui eliminado el emplasto, mechón por mechón, después me apliqué tres veces champú para eliminar la pegajosa Henna. En eso escuché una fuerte detonación y se fue la luz. Me quedé enjabonada, pero pude terminar de bañarme en medio de la penumbra. Después encontré un rabito de vela en el cajón del tocador y me vestí para cenar algo. Salchichas fue lo primero que encontré a tientas en el refrigerador. Sin MARTHA ESTELA TORRES

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tele, sin leer, y sin poder usar el cargador para el celular, me dormí temprano. Al día siguiente me despertó el calor y la luz imperante del sol. Recordé mi nuevo look y me levanté entusiasmada para mirarme al espejo, y casi desmayo al contemplar en la luna de azogue una flama iridiscente, una cascada destellante que apareció incólume frente a mis ojos. La llama iracunda de fuego inundaba la habitación. ¡Me dejó impactada! No era yo, no era mi cabellera, ni mi personalidad. Empecé a llorar desesperada. Lloré por todo el llanto no vertido en la separación que aún me dolía, y por la situación de aislamiento ante el coronavirus que nos confinó a todos entre cuatro paredes. Lloré por el silencio de Diego, y sumida ahora, en una crisis nerviosa al ver mi cabello ridículamente radiante y estuve a punto de cortármelo, raparme totalmente para no ver la mata desparpajada y zanahoria reluciente en mi cabeza. Pero me contuve al no encontrar las tijeras. Me tiré sobre la cama y me tape la cara ante mi tristeza y la desolación hundida entre los pesados almohadones que no me dejaban respirar, y entonces pensé desalentada: con Covid también moriré sin aire. Quería morir ahí mismo, dejar de existir ante la crisis sanitaria, la soledad y la melancolía. Me invadió una tristeza enfermiza, y me estaba quedando dormida en el silencio de las horas tristes de la casa cuando timbró el teléfono. Contesté sin mirar, y cuál va siendo mi sorpresa que era Diego, quien en pocas palabras me decía: “Apresuramos la decisión de separarnos, por favor retomemos el tema de nuestro amor. Te invito mañana a platicar en el parque, con sana distancia.”

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¿Pues qué no me había hablado un día antes? ¿O lo soñé o lo predije? Mi madre decía que proyectamos los sentimientos y las emociones. Atraemos lo que deseamos y lo que más pensamos. “Por ello debes de tener cuidado con lo que piensas y deseas, hija mía.” Inmediatamente acepté, tratando de disimular la alegría que me dio al escucharlo. Pero al colgar, surgió el problema ¿cómo podía presentarme a plena luz de sol con una flama ardiente en mi cabeza? ¿Cómo podría explicar mi atrevimiento de usar una coloración excesiva e imponente cuya longitud de onda domina el entorno a casi 630nm. No sé qué quiere decir nm, pero es para imaginárselo, el color naranja está relacionado con la rebeldía y la extraversión. Es relativo a las emociones fuertes y dicen que las personas que lo usan son seres vitales, amantes de la diversión exagerada que gozan de una vida social intensa y licenciosa. Por lo tanto, Diego va a pensar que desde nuestro rompimiento me dediqué a conquistar extraños o a provocarlos. ¡Y qué lejos estoy de eso, Dios mío! No he salido ni antes de la pandemia ni en ella. Olvidé mi vida social y hasta laboral. ¡Y ahora no quiero que me vea así! Lo extraño tanto, y sin él no tengo ánimo para nada, pero tampoco voy a hacer una aprontona… Y lo más seguro es que ya no me quiera como antes. Sigo aquí desconcertada e indecisa. Entonces ¿qué haré? ¿Cómo me presento ante él con este rasgo imponente de personalidad que me acusa directamente, pues significa exaltación, y cuando es más encendida la tonalidad como la mía denota ardor y pasión. Sí, aquí dice en este impertérrito diccionario: El significado del color naranja: “Exceso de energía y vitalidad.” ¡Ayy, Dios mío, qué desastre! ¿Qué MARTHA ESTELA TORRES

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haré? ¿Dejaré pasar esta oportunidad de reconciliación o acudiré a su encuentro y pondré en manos del destino su aprobación o rechazo? ¡Dios de todos los santos del universo, orientadme en este caso de vida o muerte! Muerte porque sin él seguiré existiendo, pero sin aliento; y vida porque con él todo es brillante como mi cabello. En realidad este tono va con nuestras vidas. Pero debo eliminarlo. Tendré que cubrirlo con un negro tinieblas o un intenso azabache para ver si neutraliza este tono iridiscentemente mágico y refulgente. Pero siguen cerradas las estéticas y no conozco la gama de colores ni sus posibles combinaciones. Así duré varias horas cavilando como si fuera tornillo que da vueltas y vueltas pero no encaja, no se ajusta a la materia ni al sentido común. En fin, no sé a qué hora me dormí aún con la indecisión, pero a la mañana siguiente volví a verme en el espejo, despeinada y con ojeras profundas, y me descubrí fatal. No podía soportarme yo, menos él. Así que decidí no aceptar la invitación. Cancelaría una hora antes y ya. Claro que esto representaba el final de nuestra historia, porque él entenderá que ya no lo amo ni quiero saber nada de él. Y ni modo. Tendré que soportar esta soledad que es mi fiel compañera. A media mañana intenté leer a un autor más entretenido para distraerme pero en las páginas aparecía flotando el rostro sonriente de mi Diego. Aunque ya no era mío ni lo sería jamás. Aventé el libro de Rómulo en el sillón y salí al jardín; vi las aves revoloteando en la higuera y pensé con nostalgia: los pajarillos son los seres más felices de la tierra. Cantan, vuelan y viven el momento, no se preocupan por nada. “No 86

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siembran ni cosechan y Dios los alimenta.” Así debemos alimentar el amor. ¿El amor? ¡El verdadero amor! ¡Diego! Repetí emocionada y fui corriendo al clóset a buscar mascadas, gorras y sombreros. Ocultaría mi melena feroz de lava incandescente como hacen las artistas de Hollywood. Una hora antes de la cita me bañé, me puse falda y una blusa fresca, me maquillé solo los ojos, pues usaría el cubre bocas blanco y la careta transparente. Me hice un turbante recordando mis años juveniles, usé una pañoleta con signos garigoleados y así oculté mi cabello destellante. Finalmente opté también por ponerme un sombrero de ala ancha para dar la impresión de un cambio total y moderno de imagen. Salí de prisa, caminé dos cuadras hasta el parque de nuestros encuentros y lo vi de lejos bajo nuestro querido encino. Tenía una maletita con fruta y agua como antaño. Nos saludamos a distancia, ceremoniosos. Me empezó a platicar de su trabajo, a veces apenas lo escuchaba e intentaba adivinar lo que me decía, pero teníamos que guardar sana distancia. ¡Qué difícil es para los enamorados vivir con miedo al contagio! No podríamos besarnos de ninguna manera si nos reconciliábamos, ante la amenaza del ingrato virus, omnipresente y omnipotente. Después de varias aclaraciones y de llegar a ciertos acuerdos delimitamos nuestras actividades y la colaboración de ambos. Cuando por fin estábamos de acuerdo en todo, olvidé el problema de mi tonalidad asombrosa. De repente me quitó el sombrero a propósito, diciéndome: —Te tapas las canas con esa pañoleta, ¿verdad? Tratando de disimular, afirmé: MARTHA ESTELA TORRES

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—No, ya me las pinté. —A ver, a ver… —No te las voy a enseñar porque el tinte me quedó muy oscuro. —¿Oscuro? —me dijo sorprendido y aumentó su interés. Se acercó más y jugando me arrebató la pañoleta, inmediatamente mi cabellera se despeñó como cascada ardiendo en el verano. El color naranja iluminó el paisaje y él quedó extasiado. No decía ni una palabra, y yo impávida, suspendida en el tiempo, esperaba ansiosa su reacción. Pasó un minuto, dos, tres, y de pronto dijo exaltado: —¡No lo puede creer! Nunca te hubiera imaginado con ese color. ¿Qué hiciste? —interrogó efusivamente lleno de sorpresa e incredulidad ante mi cuerpo paralizado y mi mirada atónita. Finalmente mis murallas cayeron cuando agregó: —Ahora sí representas tu fuerte personalidad. ¡Estás radiante! ¡Hermosa! Y me tocó amorosamente la mano, tenuemente, por cuestión del coronavirus. 25 de mayo de 2020

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Olga Tuda Atentado viral Al repuntar el alba, salgo al jardín para ver cómo va el huerto casero. Oigo el trino de varios pájaros, percibo la fragancia de las flores, de las lilas, los laureles, el palo verde y la madreselva que se confunden con el olor que despide la hierbabuena, el romero y la lavanda, para formar un sachet natural. Disfruto como niña este mundo natural y armónico. Surcan por el cielo una bandada de patos graznando y en formación de flecha. Buscan agua. Pero hay algo que entorpece mis sentidos y estanca mis pensamientos; es como una barrera que limita las sensaciones y aniquila el placer; se llama COVID-19, una enfermedad ocasionada por un virus SARS-Cov2 que ha ocasionado una pandemia mundial. No hay huecos, todo gira a su alrededor; las noticias son alarmantes y contradictorias, los científicos desconocen sus características infectantes y no hay tratamiento. Las rutinas, las caras conocidas y las voces han desaparecido. Ahora solo se pueden percibir a través de los aparatos en imágenes virtuales y ondas sonoras que acortan la distancia pero eliminan el contacto físico. Confinados en casa. Es la orden de las autoridades de salud para evitar contagios; la que en este país no se respeta y andan en las calles como si nada, haciendo fiestas, comprando cerveza y visitando a sus amigos. Pero las cifras de muertes son cada vez más altas y el número de contagiados, cada vez mayor. CRISÁLIDAS. POESÍA DEL ENCIERRO

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Es como un laberinto en que la salida cada vez está más lejana. La mayoría de los hombres hoy portan barba y las mujeres una raíz de canas –las que escondíamos con un tinte–. Ahora hay pretexto para el descuido de la apariencia personal. Debajo de los ojos hay ojeras, el insomnio ha acribillado los ritmos biológicos y el sueño tarda en llegar o no llega. Una ilusión se plasma en cada individuo: la vacuna, el tratamiento, que el virus pierda fuerza, la inmunidad de rebaño, etcétera. Pero ninguna de estas parece hacerse realidad. Las compras abusivas de enseres para estar en casa, así como los supuestos medicamentos que nadie sabía si serían útiles; se saturaron las tiendas de abarrotes y farmacias, dejando los estantes vacíos para las verdaderas necesidades. Cosa curiosa, es que lo que más compró la gente fue papel sanitario. ¿Por qué? No lo sé. Por otro lado empezó la ansiedad, la depresión y el estrés del encierro. Todos se volvieron expertos culinarios, hortelanos y hasta eminencias en el conocimiento del virus pero en realidad la incertidumbre era lo que abundaba y no solucionó gran cosa o no solucionó nada. La experiencia de convivir en casa fue en un inicio tan grata, que hasta las mascotas estaban contentas. Pero después de unos días empezaron los agravios, las inconformidades y el abandono de las mascotas en la calle, incluyendo el maltrato tanto de las personas como de los fieles compañeros peludos que ninguna culpa tienen de lo que acontece. También hubo situaciones que afortunadamente hicieron menos pesada la crisis donde, dentro de la locura de la pandemia, ocasionaron risas; anécdotas que después se contarán para justificar que hubo miel dentro de la hiel. 90

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A 101 años de la más reciente pandemia, donde murieron más de 50 millones de personas por su causa, hoy en 2019-2020 la situación se repite y quién sabe si se extienda por un largo tiempo todavía. Las imágenes en fotografía solo se diferencian en que aquellas fueron en blanco y negro y ahora son digitales y a color. Hospitales repletos, muertos en fosas comunes y cubrebocas en las caras. Casi una pérdida de identidad, pues las caras se esconden detrás de esas mascarillas. Nada ha cambiado desde hace cien años; el virus rebasa a la ciencia que no ha sido capaz de contenerlo y a la fecha, ni siquiera de tener una cura. La esperanza de volver a la normalidad (aunque no sea la mejor) no se ve próxima y viviremos un estrés postraumático que el tiempo se encargará de contar. Somos parte de una historia que duele. 29 de mayo de 2020

OLGA TUDA

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Ivonne Sánchez - Barea Epístola No. 9

Querid@stod@s: Saludo. Ayer el presidente del gobierno extendió el estado de emergencia nacional por otros quince días; hasta el 11 de abril. Mi intuición me dice que esto que le ocurre al mundo se levantará en junio. Ojalá me equivoque. Mi esposo tiene que trabajar y nos aseguramos de cumplir las medidas de seguridad para que el virus no entre en casa. Sin embargo me asusta, me da miedo, no en sí misma la muerte ya que todos lo haremos algún día; temo que me llegue en soledad, como está ocurriendo con tantos enfermos quienes están muriendo lejos de los suyos. Hablé por teléfono con mi madre, ella es muy consciente de la situación y al menos hasta ahora ha sido valiente de estar sola. Me comunicó que lo que más le hacía falta era bañarse bien, pues hace tres semanas suspendió la ayuda a domicilio para que no le llegue el virus a su pequeño apartamento de Madrid. Ella creció durante la guerra y posguerra civil española, está curtida por la vida y sus propias circunstancias. No es una persona que expresa sus sentimientos con facilidad, al contrario que yo. Por primera vez en su vida, a sus 85 años de edad, se reconoce y confiesa no ser muy elocuente con los afectos. Tras justificarse, me expresa telefónicamente que no sabe bien cómo decir lo que me iba a decir; y de repente, con voz entrecortada me dice: “¡Te quiero!”. 92

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Le habían enseñado a no expresar su amor porque estaba mal visto hacerlo en su entorno cuando era niña. Por primera vez en mi vida escuché esas dos palabras tan esperadas en mis más de sesenta años de edad. Sí, por primera vez desde que existo y soy consciente, mi madre ha pronunciado los vocablos tan deseados de oír. Ese “Te quiero” ha sido la sorpresa más grande durante esta etapa del confinamiento, de la cuarentena pandémica de la COVID-19. Hoy, 30 de marzo de 2020, quedará marcado en mi historia personal. Como persona creativa considero que este tiempo será para dilatar y expandir la mente, reinventarnos y de alguna manera renacer. Yo me siento reconciliada con la vida, pues por fin mi madre me decía de su amor por mí. Una nueva ilusión me asalta desde los quinientos kilómetros que me separan de mi progenitora. Quiero verla y que mirándome a los ojos me repita esas dos mágicas palabras tan deseadas y esperadas desde niña y darle una nueva forma a la vida desde el abrazo y el beso, después de la pandemia del 2020. 1 de junio de 2020 Granada, España.

IVONNE SÁNCHEZ - BAREA

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Ana Carrera Residón el piso sirve de guarida a las miles de historias del terruño a los cuentos que no son míos porque yo no soy de aquí mis pies avanzan juegan con la deriva del viento ¿ves al hombre de la esquina? se preguntan uno a otro mientras yo parto de mi ombligo a la nada y concuerdo con esta falta de compás un, dos, tres un, dos, dos un, dos, tres vagabundean mis pasos cierro los ojos al unísono de Los Cardigans un, dos, tres un, dos, tres un, dos, dos un olor que conozco olor de casa vieja 94

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me detengo entro sin censura al recuerdo de mi tierra tardía el aroma a cándida criaturita a miel carcomedora de clorofila y estoy en las faldas de mi abuela y veo esos dientes con remache de oro me adentro en las fotos de su esbelta figura allá en la humedad de los años cincuenta cuando fueron objeto de captura un, dos, tres un, dos, dos y mis piernas tambaleantes columnas de yeso abren la puerta de mis nervios como acto reflejo despierto con la sorpresa de la espera con la fe puesta en no perder el paso en saber andar y aunque erase and rewind acabó desde antes de llegar seguiré usando canciones de pretexto para apaciguar mi presente forastero calcetas a los pies como amuleto suave la cabeza entre las colchas y pensar que ser de aquí no es cuestión de mi mañana ni la causa de este olfato de perro lleno de nostalgia. ANA CARRERA

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Jacaranda empezaron a florear las jacarandas nunca he sabido resguardarme ni de la fría sombra ni del punzante sol en el asfalto y viéndolo así tampoco de ti en tres maletas cupo todo su vacío nunca dijo nada nunca miró mis ojos volcados ni suspiró al ver mis manos derretidas por la eterna tregua una maleta rosa con cables y tecnología una gris con ropa y la última la azul repleta de libros no entiendo si me duele la partida su espacio nulo o su no decir hoy es un día donde la sombra fría la banqueta pedregosa el sol de la avenida Santa Úrsula atraviesan la espalda mientras yo en esta mutis profunda apenas entiendo que no sé resguardarme aunque sea necesario. 2 de junio de 2020 96

ANA CARRERA


Libertad Villarreal Ahora en casa, en el tiempo sin prisa, en los largos silencios, he tenido evocaciones de mi infancia y he podido darme cuenta de que he conservado la capacidad de asombro y sorpresa ante los eventos y vivencias que se presentan día con día, al apreciar en toda su magnitud todas las pequeñas y grandes experiencias que aporta la soledad; descubrí que damos por sentado muchos sucesos y eventos que la rutina enajenante en la vida diaria hace invisibles y por lo tanto inexistentes; por ejemplo, sentir el correcto funcionamiento de mi cuerpo que es el preciado instrumento a través del cual puedo acceder a disfrutar o rechazar lo que tengo a mi alcance, que día a día con más fuerza se hace más evidente que la riqueza o la pobreza; no está en el exterior, siempre ha estado dentro de mí. Independientemente de lo polémico que podría resultar juzgar si las medidas sanitarias con las que se está tratando esta pandemia son las correctas y adecuadas en nuestro país y en el mundo, llego finalmente a preguntarme qué estarán haciendo los grandes poderes que dirigen la economía mundial, mientras cumplimos el confinamiento en nuestras casas. Este encierro también ha hecho que enfrente la responsabilidad de asumir que somos partícipes de la destrucción ecológica, la destrucción de nuestro medio ambiente, del exterminio de grandes ecosistemas, de la degradación de nuestro planeta y lo que resulta más grave aún: ser testigos silenciosos de los genocidios actuales y pasados de la humanidad, y en silencio también ser testigos de los crímenes perpetrados en nuestro país generación tras generación. Darme cuenta de que, aunque somos individuos únicos y nuestras formas de expresión CRISÁLIDAS. POESÍA DEL ENCIERRO

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también son únicas, solo adquieren sentido dentro de una colectividad que hemos hecho muy poco para defender y denunciar estos actos detestables de quienes sin ningún escrúpulo, persiguen la riqueza material y la adquisición de poder por el poder mismo. En esta transición hacia la Era de Acuario, donde uno de sus principales atributos es el altruismo, nuestro comportamiento como seres humanos nos está poniendo en la cara la fragilidad de nuestra especie; la Especie Humana, la más depredadora en la historia de nuestro planeta e incluso trastocando el Universo inmediato en el Sistema Solar. “Quédate en casa” es un llamado a mi conciencia para hacer un alto en este vertiginoso ritmo y forma de vida donde pensamos que podemos manipular y modificar egoístamente el entorno natural, incluido el ser humano, con una malsana visión mercantilista sin tener idea de sus desastrosas consecuencias. Hemos sido sordos a las diversas voces humanistas y hemos ignorado soberbiamente las voces de los Pueblos Originarios en el mundo entero, que desde hace mucho tiempo lo venían advirtiendo. Y partiendo de esta introspección y autorreconocimiento, puedo transmitir y compartir de distintas maneras y expresiones lo mejor de mí, con mi comunidad, con mi país y con la naturaleza que es la fuente y el origen de la vida, y por qué no, tener la esperanza de que la conciencia de cada uno de nosotros puede cambiar el actual estado de nuestro entorno social y de nuestro maltratado planeta. 2 de junio de 2020

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LIBERTAD VILLARREAL


Yolanda Abbud L. Affaire lunático Hoy parece un día como cualquier otro aquí en mi HoyoFunky, la misma rutina en el dormir, el despertar, el comer… este enclaustramiento que no tiene puertas, que parece no ir a ninguna parte. Los cerros de libros, de películas; las pilas de ropa, el polvo que duerme sobre todas las cosas; los libretos, los guiones y el vestuario… todo está aquí para confirmarme que la vida sigue igual que los últimos dos meses. Escribo, leo, rezo, estudio, cocino y lavo una tonelada de trastes, de ropa a mano otro tanto. Veo en la tele los programas de la cotidianidad; de pronto oscurece, con el rabo del ojo me doy cuenta que la luna quiere meterse por la ventana; me guiña un ojo y me invita a seguirla hacia la azotea del edificio. Subo con ligereza las escaleras por miedo a que se esconda o a perderla y ahí está la Reina de la Noche: mágica, hechicera, malandrosa; la seductora eterna de la humanidad, la “Novia Blanca” brindándome su abrazo cachondísimo. Me paro en el pretil y estiro los brazos para besarla; entonces caigo, caigo, caigo... Abajo sobre la calle, un enorme lago de plata me susurra secretos milenarios en agónico abrazo.

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Sueño número siete Me duermo y sueño que me duermo y sueño que despierto y veo frente a mí un camino pequeño y desolado; es de noche y hace frío; no sé qué hago aquí, a dónde voy, qué otras circunstancias me rodean; de pronto pienso que ni siquiera sé quién soy. Camino cautelosa por aquella vereda que se me antoja no tan desconocida; me percato de que hay un perrillo despeludo y flaco caminando junto a mí; me mira, gran sobresalto. ¡Por lo menos no estoy sola! –pienso–. Continúo despacio y poco a poco el camino se ensancha; mi cerebro procesa algunos detalles. ¿He estado aquí antes?, ¿por qué siento que conozco este lugar? Llegamos (digo así en plural porque el perro sigue conmigo) a un riachuelo casi insignificante; me acerco a beber un poco y al inclinarme, la imagen que el espejo de agua me devuelve, me sorprende. ¿Esa soy yo?, ¿una mujer madura de cabello entrecano y ojos tristes? Caminamos de nuevo y en las pequeñas horas de la noche; pinceladas ligeras van dibujando mi memoria. Ahora sé que durante mi vida he recorrido este camino varias veces; a mi lado, el mismo canino con quien me siento a gusto y viceversa. Pasos apresurados me conducen y salimos de pronto a una gran explanada; junto a ella, un lago pantanoso y en la orilla una barcaza. Caronte encapuchado me espera como siempre, como todas las veces. —¿Por qué nunca antes crucé? –No tenía la moneda que el barquero pedía. Me angustio, estoy a punto de subir; él me extiende la mano y sé que no tengo nada que ofrecerle. Tiemblo, ¿me enviará de regreso? ¡Estoy cansada, muy cansada! Alá, por favor esta vez, ¡déjame llegar! 100

YOLANDA ABBUD L.


De repente, cariñoso recuerdo en un bolsillo secreto; me pongo la mano sobre el pecho: la última de las siete monedas de oro que mi papá me dio antes de trascender. Se la entrego a Caronte y él hace una señal con la cabeza. Suspiro profundamente y subo, el chulingo tras de mí. La barcaza se mueve allá lejos, lejísimos. En medio de la oscuridad, una lucecita parpadea. 3 de junio de 2020

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Ana Cristina Franco Deándar Libertad, Esperanza y Oración Libertad ya no estás y yo te ansío, te espero; te espero y muero sin decir, sin gritar, sin reclamar… Te perdí cuando no te di valor, te perdí cuando esculpía mis momentos, mis anhelos… Esperanza Como una flor que invade de perfume mi habitación, como una estrella infinita que no puedo alcanzar, como un grito aprisionado en el corazón, te presentas y te vas… Un día me regalas tu claridad y al otro me envuelves sin paz… Y te tengo una vez más, con temor de entre mis manos verte escapar… Oración Muchas ocasiones he escuchado tu voz: en el viento, en el mar, en el cielo… en la humanidad llena de complejidad... Pero ahora el mensaje es difícil descifrar…

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Necesito regresar… Mi Señor, si llamaras otra vez a mi puerta… Una vez más: Tu voz necesito escuchar… 3 de junio de 2020

ANA CRISTINA FRANCO DEÁNDAR

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Celeste Alba Iris El baile, las pizzas y dos mujeres ahogadas Una señora que apenas conocía, decidió al inicio de este año enfrentar temores y emprender su propia pizzería. Yo no estaba enterada del paso que dio hasta esta mañana y lo supe porque su hija que estudió la preparatoria con la menor de las mías, le llamó para ofrecernos servicio a domicilio. Aunque fue al terminar abril cuando la señora cerró su negocio que apenas iniciaba, ahora tiene que hornear pizzas en su propia cocina para pagar los gastos de la inversión que, debido a la pandemia, no prosperó. Igual que ella tuve intenciones, acometí sin temblar en este 2020. Y luego, como al ahogado que se tragó el mar en Semana Mayor mientras la playa nunca cerró y las personas continuaban bañándose con el cuerpo del muerto en las mismas aguas donde la familia mantenía la mirada en espera de la resurrección, le ordenamos una de pepperoni y otra más de espinacas con aceitunas negras, todo esto gracias a la venta por internet de una báscula que hace tiempo pude adquirir a buen precio porque otro de mis propósitos para este año era bajar de peso; sin embargo, reincido solidaria en las harinas. Esta noche tendremos baile en la sala de casa.

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¿Cuántas vidas tiene el gato? Mis horas son desde hace tiempo horas extras. “No voy a dejar de salir al mundo”, me dijo él, a quien más de una posible muerte definitiva le ha guiñado el ojo. 4 de junio de 2020

CELESTE ALBA IRIS

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Gela Manzano Cautiverio Ya nada será igual los sobrevivientes del veneno perderemos proteínas y mutaremos. Ya nada será igual los deseos carnales quedarán sin aroma sin oscuras intenciones sin placeres prohibidos sin posibilidad de caer al fondo del deseo. Ya nada será igual sigo mutando caminaré sin volver la mirada las estatuas de sal caerán a mis espaldas como cortinas de arena del desierto. Ya nada será igual en el cautiverio elevo mi canto hilvano mi rostro y descubro el instante para volcar los ojos hacia adentro danzar con el crepitar de mis entrañas disfrutar la cadencia de mi reloj orgánico y acurrucarme al compás de mis latidos a pesar del miedo. 106

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En medio de la orfandad y la desesperanza hay una luna en Júpiter y en Venus que anuncian una sonrisa anochecida ante este planeta en asombro.

La ciudad corre sola, de prisa, ciega, loca. Yo no alcanzo a entender sus tardes de llovizna fresca, no logro reconocer el callejón sin tu mirada. La ciudad con brizna, con cielo de alborada, con el silbo del viento. Tu ausencia me doblega como un viejo periódico bajo el brazo. El miedo atrapa mis pies que tropiezan con el atardecer. Quisiera abrazarte y desahogarme, vaciar la tristeza, alejar la incertidumbre, desprenderme del miedo, hablar a ciegas y locas, dejar que el silencio grite. Y no escojo tu hombro para mi cabeza, es el destino que me alcanza. ¿Por qué tú y no otro regazo?, ¿por qué tus ojos?, ¿por qué tus manos?, ¿por qué el azar caprichoso nos hizo esta mala jugada de encontrarnos cuando los cántaros del cielo se habían roto y derramaban agua en abundancia? 9 de junio de 2020

GELA MANZANO

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Margarita Etchechury Murmullos del silencio El silencio es murmullo del caos que provoca el enemigo irrumpe en mitad de las horas cruza fronteras y viste coronas. En calles y patios traseros las mentes oxidadas agreden al amor y la compasión falibles al acecho, al desdén, al desespero. Una vez más el hambre muerde las entrañas, algo llamado añoranza circula entre las hendiduras del corazón. Cómplices de la fauna en libertad y cielos limpios, los cuervos gorjean tras humanos enclaustrados. No repican campanas. La tierra protesta, se desborda; invita al baile sin ritmo y ante el umbral del miedo, hinca su rodilla el hombre. Aun cuando el futuro desista de alcanzarnos ¡Nunca las flores negarán su aroma al viento! ¡Ni el agua de los ríos evitará en la oscuridad la luz de las luciérnagas! 9 de junio de 2020

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Arelí Chavira El cuarto de los trebejos Hoy, 1 de junio, cuento 84 días de encierro en los cuales no he tenido cerca a mi familia, a mis estudiantes, a mis compañeros de trabajo, a mis amigos; solo a las personas que al igual que yo, tienen que salir a comprar alimentos y que de ningún modo quisieran tener una cercanía conmigo. Si bien a últimas fechas me he convertido en una persona solitaria, siempre me acompaña la certeza de verlos al día siguiente o de un momento a otro; no obstante, ahora hay una pausa que, aunque tiene fecha de caducidad, es incierta y está propiciando un reconocimiento individual y del otro. He leído un poco, la música siempre me acompaña. ¿Escribir? Brilla por su ausencia. Solo estas líneas que expresan cómo me siento. He sostenido largas conversaciones con mi gato cuando está de humor; ya no sabe qué hacer conmigo. La novedad aquí, lo crean o no, es que me he amigado, aunque fuera por obligación, con la cocina; sin embargo, no quiere decir que dejaré de ser prófuga del metate. Las mañanas me gustaban porque veía –por lo menos virtualmente– a mis alumnos. Pero ahora las vacaciones llegaron y este aislamiento me ha puesto en cautiverio con mis fantasmas, que han comenzado a hacer su trabajo y me está costando atravesar las arenas movedizas del confinamiento en soledad. Hay momentos, cuando ellos se van, que estoy en la superficie y otros en los que se posan sobre mis hombros y me hunden en las oscuras ganas de hacer nada. Quizá la mayoría piense que siempre hay cosas entretenidas qué CRISÁLIDAS. POESÍA DEL ENCIERRO

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hacer y probablemente tengan razón; en el fondo de mi empantanado espíritu vislumbro una chispa que brilla, pero no me enciende. Desde hace días me ha dolido el cuerpo; los ojos, los brazos, las rodillas y tobillos se quejan de ausencias; extrañan el roce, las miradas, los lugares, las vivencias y también me echan de menos. Esta mañana he amanecido con hormigas bajo la piel; me dio miedo, necesito sacarme de ahí, acercarme al fuego. Con furor, he decidido limpiarlo todo y comenzar por el cuarto de trebejos, que originalmente era la biblioteca, el lugar para crear y soñar: abrir las gruesas cortinas polvientas y viejas que no dejan pasar la luz; quitar telarañas; deshacerme de los libros que nunca leí y de ese diario que ya no añoro: ¿Quién he sido, en esas fotografías que se han quedado sin alma? Miro ese horrendo papel tapiz, no sé cómo pudo gustarme. ¿Qué es lo que quiero de este viejo reloj que atrasa la hora, regalo de alguien que ya no existe; de esta llave que se ha quedado sin cerradura; de esta lámpara rota? Lo que no sirve, lo que ya fue, es mejor que muera y dejar vivir lo que debe vivir. ¿Quién quiero ser? Quemarlo todo en una gran hoguera. El cuarto de los trebejos ya no existe, por ahora; tampoco la biblioteca. Y los fantasmas, sin objetos dónde jugar a las escondidillas, se han ido en busca de casas más entretenidas; procuraré que no vuelvan. El confinamiento sigue, solo que ahora tengo una habitación qué decorar. 10 de junio de 2020

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ARELÍ CHAVIRA


María Teresa Rodríguez Almazán Moztlayoc (El día siguiente) Las últimas luces se apagaron. Ahora reina el silencio. Ya puedo cerrar los ojos y dedicarme a lo único que me está permitido: recordar… recordar… Paulatinamente comenzó el éxodo. Primero los mercados, luego los templos y los palacios; más tarde las casas. La ciudad entera quedó vacía. Al paso de los días hasta las alimañas fueron abandonando el lugar y meses después, la maleza invadió las construcciones dándoles un aspecto fantasmagórico. Por las noches el aullido del viento y el canto del tecolote que se filtraban entre los muros ruinosos de mi palacio, hacían que se me erizaran los cabellos. Estaba solo, tenía miedo pero mi obligación era permanecer en el sitio y esperar. Para protegerme del ataque del coyote y el puma que merodeaban entre los restos de la ciudad en busca de algo qué comer, untaba mi cuerpo con lodo para que no percibieran mi olor y me quedaba quieto, en cuclillas, confundiéndome con las piedras. A veces me traicionaban las lágrimas como a un tzatzi y la vergüenza hacía que me ardieran las mejillas al pensar que el Uei Tlatoani pudiera verme. Sin esperanza pasaba aguardando; los días eran iguales unos a otros. El hambre me obligaba a salir por las noches de mi escondite para rastrear algo qué comer. Algunas veces me deslizaba sigilosamente hasta los canales que estaban a orillas CRISÁLIDAS. POESÍA DEL ENCIERRO

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de la que había sido la ciudad más grande del imperio, buscando otros sobrevivientes y con la esperanza de ver aparecer alguna embarcación, aunque fuera enemiga, pero todo estaba completamente solo. Vinieron las lluvias. Nueva vegetación creció entre los escombros. El agua y el viento me taladraban pero yo permanecí en mi lugar esperando una señal o un milagro. Mis movimientos eran cada vez más torpes. Las articulaciones rechinaban cuando obligaba a mi cuerpo a moverse, hasta que opté por no hacerlo. La falta de ejercicio y alimento hizo que me convirtiera en un ser frágil y vulnerable. Tlacaélel se me aparecía en sueños y en mi mente resonaban las últimas frases del poema que me dedicó: Reinas tú aquí en tu casa en el valle se oye tu canto extiendes tus alas al vuelo hacia los cuatro puntos del universo Ehécatl, pon alas en los pies de los guerreros y cortinas de lluvia ante los enemigos. El recordar las palabras del consejero real me infundió valor. Desesperado y con el último aliento, escarbé entre las ruinas hasta encontrar mis armas y regresé al puesto de vigía, decidido a seguir esperando para defender los últimos vestigios de la gran Tenochtitlan. Llegaron los meses del viento y las tolvaneras, y una fina capa de polvo me fue cubriendo, obligándome a cerrar los 112

MARÍA TERESA RODRÍGUEZ ALMAZÁN


ojos. Perdí la noción del tiempo. Todo fue silencio aunque en algunas ocasiones creí escuchar a lo lejos, estruendos parecidos a los que produce Tláloc cuando está enojado y desencadena una tormenta eléctrica. No sé si fue un sueño o realidad pero en ese “no tiempo”, viajé por los nueve ríos subterráneos con Mictlanteuctli y su esposa Mictecacihuatl; y al llegar al final del recorrido, me dijeron que todavía no estaba preparado para acceder al lugar donde se desaparecen las almas, pues tenía una misión muy importante qué cumplir. Luego, todo a mi alrededor se detuvo mientras me fui sumiendo en un estado de sopor parecido al que produce beber en demasía el elixir de los dioses o el yahutli, aunque parte de mí luchaba por permanecer alerta aguardando un designio o una señal de Huitzilopochtli. Tal vez pasó mucho tiempo, no sé cuánto; pero de pronto unas voces ininteligibles me sacaron del letargo en que me encontraba. Sentí que unas manos estaban quitando las piedras y la tierra que me cubrían. Varios rostros sorprendidos me observaban, hablando entre ellos un idioma para mí desconocido. Me limpiaron y transportaron a un sitio singular en donde luces parecidas a estrellas iluminan el lugar donde me colocaron y en el que ahora permanezco inmóvil. Semblantes extraños que hablan otras lenguas me contemplan; algunos con admiración, otros con indiferencia. 14 de junio de 2020

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Io Maura Medina Nevárez Fiat Lux La tarde cae desde lo alto con una profunda cortina espectral y se tiende sobre el pecho rebasado de esta ciudad sin orillas. Desde el privilegio de mi terraza veo cómo se desploma cada segundo del desvanecimiento en los párpados de la oscuridad, que se cierran mientras la ciudad se entrega a la sombra y abre sus ojos de araña halógena, una calle a la vez. No hay prisa centelleando por las calles desvanecidas de tinieblas, no hay almas en pie por las banquetas, por los parques; no hay ruidos de andares sobre el asfalto, sonidos de resistir, de ser lo que sea que fuimos afuera. Más allá de la vulnerabilidad biológica, del miedo a lo invisible que existe, habitamos esta vulnerabilidad de solo poder ser en el contexto de nosotros mismos. Lo que de-momento-no-podemos-ser, con risas de brindar en compañía y de abrazos, ahora evocados con tristeza, se nos viene encima grave y áspero, desconocido y fértil: hemos descubierto que hay rincones de la existencia que solo se encienden en presencia del otro. Hemos descubierto que hay rincones de la existencia que solo se encienden en presencia del otro. De pronto, cobran raíces las patas de los muebles, las rejas crecen hasta las nubes, las puertas se vuelven piedras inamovibles. Primero, la gente cercana se tornó insufriblemente próxima; después, nosotros mismos acabamos convertidos en nuestro propio inquilino fastidioso. Hacemos 114

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demasiado ruido al vivir sin la amable –o no– distorsión de los Demás, los Alguien, los Otros. No estamos confinados a nuestras casas: estamos confinados a nosotros mismos y a darnos cuenta de Quiénes Somos. Tantos pensamientos, tanto tiempo para amasarlos y darles un gusto a salsa de miedo, a confusión de la realidad; tantas imágenes del espanto, tanta mentira y verdad hechas moño, inextricables. Y La Verdad aquí, sobrevolando la terraza de nuestras vidas, en la tarde que abraza el viento de junio; La Verdad paredes adentro, palabras adentro, almas adentro: nunca estuvo tan cerca como en la presencia de nuestra fragilidad. Nos hace más reales, más hermosos en esta terrible desnudez de quienes fuimos más allá de estos metros cuadrados. Hoy somos un pequeño escuadrón de rostros escondidos y anónimos en las filas del supermercado, todos somos la misma trémula indefensión bajo un horror común, bajo una oscuridad común. Ha sido una noche larga: hemos estado más de dos meses sin poder iluminar nuestros cielos con la incandescencia y breve pirotécnica de los amados-otros. “Que la luz de una lámpara se encienda, aunque ningún hombre la vea. Dios la verá”, dijo Jorge Luis Borges y estos días de encierro nos obligan a encender la luz que ningún hombre verá, no para Dios sino para nosotros, a quienes Borges no ha contado como testigos de la luz. No es que ningún hombre la vea: ningún otro hombre la verá. Qué inusual encender la flama de la fe para iluminar nuestra propia existencia, que a veces tiene que conformarse con la luz que hacemos arder para otros.

IO MAURA MEDINA NEVÁREZ

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Que la luz de tu lámpara se encienda, pues, con el aceite transmutado de este encierro y este miedo. Aunque ningún otro ser y ningún otro Dios la vea, tú verás que la luz hay que encenderla para ver, no para ser vista. 14 de junio de 2020

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Erika Aguirre Polanco Le Ain magicien

Nuevo templo Las noticias del Samsara donde cuerpos agonizan, donde el luto se relata en la voz de un estadista. La razón me viene sosa, si esto fuera cada día, pues la vida más que encierro es cosa tuya y cosa mía. Mirándonos de cerca, por más tiempo que el ayer, yo no olvido desde adentro una pandemia que es más cruel; Madres, hijas y hasta amigas, que clamaron con su piel, hoy recuerdo esa agonía pero deben florecer con semillas más amables, los frutos de un nuevo ser… Recogiendo lo que siembre, cuando rompa estas paredes, que mi voz resuene fuerte un ¡te amo y un tú puedes! CRISÁLIDAS. POESÍA DEL ENCIERRO

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Las virtudes más preciadas las esculpa mi cincel, dame un voto de confianza y haré un templo con tu ser. Elevemos este templo que nos hará renacer, porque AMAR es su palabra, tiene alma de mujer… 19 de junio de 2020

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ERIKA AGUIRRE POLANCO


Dinorah Gutiérrez Andana Respiro Y todo el universo vibra la piel de las flores se ilumina y el cabello de los árboles abraza al viento Respiro Y la verdad de la lluvia brota por mis poros tibia Encauza mi aliento vida camino a casa de vuelta Respiro Y danzan partículas de oxígeno limpiando el horizonte más allá de mi conciencia Un instante sin grietas Ni atisbos Un instante profundo y nuevo Tan sólido como el aire Tan vital como el oxígeno Cuerpos de gasa en la bruma Sales de pieles desnudas CRISÁLIDAS. POESÍA DEL ENCIERRO

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Sin congoja Sin destino Me llevo los ojos de Dios Sobre la frente Y el vendaje oculto de lo impío ¿Cómo podría olvidarme de este instante? ¡Cuánta vida se acumula en una gota de rocío! 19 de junio de 2020

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DINORAH GUTIÉRREZ ANDANA


Victoria Montemayor Mar, anciano cerúleo que revuelve las arenas del tiempo y crea remolinos de equinodermos.

En la intimidad del claustro I En este claustro de alma y cuerpo mi mente anhela el océano, génesis de lo existente. Inhalo su aroma, percibo su sinfonía a veces suave, a veces ronca. El Azar navega en noches de calma y luna roja. Arenal de fantasías, corales, cerebros, peces. Nado con plateados delfines, sus alegres susurros me cuentan de iridiscentes matices; dédalo surcado por erizos, medusas, mantarrayas, tortugas, lobos marinos, antiguos custodios de Proteo. El mar golpea las rocas, se sumerge en las cavernas. II Epifanía: Amor traspasó mi corazón, se perdió entre arrecifes de ilusión. III Soy un mar de reminiscencias, caracolas fulgurantes del desierto. CRISÁLIDAS. POESÍA DEL ENCIERRO

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IV Noche: Ramillete de luceros precipitándose en el incandescente piélago de mi mente. V Amor: Fugitivo veloz hecho viento. VI En el crepúsculo veraniego la luna asoma sus filosos cuernos; el sonido rauco del mar crea mariposas de cristal. VII Zafiro ondulante de mis deseos desata partículas atrapadas en cavernas de remembranzas. VIII El mar me erige y me diluye en este elíptico universo Espacio tiempo de sinfonías, andantes y arpegios Una parvada vivace se remonta al cielo. 22 de junio de 2020

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VICTORIA MONTEMAYOR


Sandra Serrano Yung Hecatombe Un día la vida se detuvo y tembló de pavor el mundo mas no fue siempre así antes la reñida existencia no aterraba hoy gimen con pena punzante entrañas encogidas que pululan por rincones ocultos encontrando vacíos sin llenar esperando empatías que no llegan solo hueles eructos sin aroma pues ya no hay intestinos satisfechos lo único que queda son estantes vacíos de tiendas y mercados con roedores y alimañas danzando en su entorno y miradas lascivas e incitantes diciendo ¡tómame aquí estoy! una voz interna detuvo mis siniestras reflexiones y sutilmente me pregunta ¿Habrá algún mañana y un después? ¿o un aquí y un ahora? Y tan solo pienso “mientras no llega vivimos y cuando llega no existimos” 23 de junio de 2020 CRISÁLIDAS. POESÍA DEL ENCIERRO

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Virginia Ordóñez Hernández Lágrimas sobre la acequia Las hojas de los álamos no dejan de cantar, suenan a pájaros plateados que beben agua de la estría acuosa; esa corriente suave que invita a los recuerdos a pasear. Ve niño de los pantalones cortos con tu vejez a lavar piedras y en sus bordes tus penas de encierro a desollar. Ve corriendo en la memoria, que tu cuerpo aislado en el seno temeroso del contagio se negará a avanzar; ve en el imaginario, que en tu cuerpo preso por los años se ha marchitado el brío. Báñate en la lejana infancia de la libertad, tiempo en que las infestaciones del canal eran tan solo larvas que anunciaban la venida de crisálidas. Refúgiate en la remembranza del albor de tu vida, en los reflejos argentados de las hojas de los árboles con la dulce utopía de que el confinamiento raudo terminará.

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Desde el aislamiento Desde el aislamiento el cielo se ve más luminoso como un gran manto blanco donde no se paran los pájaros, recostada en el sillón de las letras me imagino en la cubierta de un barco que se mece, impresión difusa que provoca el aire sobre las hojas de los árboles. A lo lejos sobre las azoteas se mueven las palmas que acarician la costa a medida que arrecia el viento, y mis versos se diluyen en el acojinado y vaporoso mar de pétalos que cobija el cielo. El instante es perfecto, de pronto un golpe certero acecha, no hay barca, no hay azul con olas y movimiento, las palmeras jamás han mirado la costa, nacieron y morirán en el cemento. El cielo sigue siendo luminoso y blanco desde mi aislamiento en este sillón de letras en un rincón del desierto. 28 de junio de 2020

VIRGINIA ORDÓÑEZ HERNÁNDEZ

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Míriam Soubran Ortega Encapsulados Nicho de luz o estrangulamiento el lugar donde tu visión se expande o acogida oscuridad tu sombra por compañía. Los abuelos nos abrazan y nos guían nos ponen frente a frente pico y navaja como gallos en la lidia para que la sangre corra y fenezcas o para que unamos fuentes de Vida. Qué tedio dormir a deshoras olfatear lo inerte y lo viejo y no tener la fuerza siquiera de purgar tus rincones eternos tal vez porque es más urgente limpiar lo que se lleva por dentro. Cada quien desde su orilla se observa como en espejo no le gusta lo que ve o se sostiene de esos reflejos. Tu vista atraviesa el cristal y ves por fin a tu compañero ahora en su intimidad un tanto dócil, un tanto guerrero.

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Te gusta el tono de su voz y lo que escuchas pues las palabras son el receptáculo del tiempo representan su historia su propio sentir los días y se vierten desde esa jarra invisible para que tú las bebas. Nos quitaron la libertad y eso es violencia y batimos las alas como protesta gritamos en rebeldía como unos niños pues lo único en que ejercemos control es en lo que por hoy decidimos para bien o para mal de los otros o de nosotros mismos. Caímos en una trampa mientras caminábamos semidormidos y no nos dimos cuenta hasta que nos acordonaron los caminos. Habrá que encapsular entre todos nuestras penas y alegrías nuestras ansiedades y enojos nuestros tiempos de paz y nuestras salidas creativas para bebérnoslas de un sorbo y esperar el efecto elegido: ser veneno o medicina. 30 de junio de 2020

MÍRIAM SOUBRAN ORTEGA

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Beatriz Ruelas Encierros literarios En algún recodo de tu encierro puede haber un descuido, una hendidura. Jorge Luis Borges Al cerrar una puerta podemos entonces abrir un abismo. Hablaré de la lectura como un acto de creación, libertad, protesta, rebelión y comunicación sin importar la distancia a través del tiempo entre el escritor y el lector; es un diálogo entre dos personas que se encuentran y se cuentan historias, comparten ideas e incluso llega a existir una especie de complicidad. El acto de leer nos lleva a encontrar y disfrutar diferentes formas de manifestación; convertir un lugar común en fuente de creación e imaginación. Rompemos así con esquemas establecidos. La literatura no hace personas de pensamiento libre. Podemos darnos la oportunidad de recurrir a las diferentes obras una y otra vez, con la sencillez del lector humilde que se enriquece de las letras e ideas de quien antes se dedicó a dar forma a sus imágenes y heredarlas a la posteridad. Con el tiempo se convierte en una representación personal e íntima porque leer es un acto solitario, auténtico; no tenemos que fingir o tratar de adaptarnos porque son los libros los que nos dan su lugar; en ellos podemos encontrar una expresión de grandeza al descubrir la magia del lenguaje, cuando nos identificamos con el escritor y sus letras. 128

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Cada lectura se convierte en una nueva posibilidad de reinvención. La redundancia es ineludible, Borges decía “que desde Homero todas las metáforas íntimas necesarias fueron ya advertidas y escritas”. ¿Qué nos queda entonces? Es inevitable repetir; repetirnos una y otra vez, reinventar las emociones, los sentimientos, los lugares… dentro de esa bifurcación descubrirlos como nuevos cuando se nos presentan. Un libro siempre resulta una buena compañía, nunca hay un tiempo o una edad para iniciar, solo debemos darnos la oportunidad de permitirnos explorar otras formas de expresión. El lenguaje literario es de una interminable riqueza, no debemos forzar las lecturas que no disfrutamos; si en un momento dado algo no nos agrada leer, lo ideal es dejarlo para otra ocasión, disfrutar lo que leemos nos hará lectores constantes. Aprendemos a convivir con el mundo ficticio y el mundo real; una vez que cerramos el libro, ya iniciamos una nueva búsqueda, otra que nos hace transportarnos a un mundo en sí mismo. No huimos de la realidad, solo podemos interactuar en otros mundos donde podemos encontrar condiciones fortuitas y contingencias al igual que la realidad que vivimos. Descubrimos entonces que el mundo de la literatura es atemporal y universal; siempre estamos buscando nuevas lecturas de formas diferentes entre ellas. El mundo de la literatura es infinito e independiente al final de quien escribe el libro y quien lo lee porque al final puede ser interpretado de múltiples maneras. Releer se vuelve también un placer con el tiempo al descubrir que de tanto en tanto visitar nuevamente los textos, estos se convierten en nuevas historias, esta vez más enriBEATRIZ RUELAS

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quecidas con una comprensión mayor. Al releer retornamos a los sitios que nos hicieron soñar, ser felices o sufrir; escuchamos diferentes voces e incluso podemos descubrir nuevos aromas, llegar a lugares recónditos y exóticos; estamos al lado de las grandes almas, heroínas y héroes. Nuevamente vivimos y descubrimos la ficción de la lectura. Y, ¿entonces para qué Leer? Para acompañarnos, para no sentir que nuestra realidad es única e insoportable; leemos para viajar, para crear mundos, para no permanecer en el encierro y encontrar nuevas y diferentes formas de apreciar la vida, de entender la realidad al lograr una cosmovisión del universo. Un nuevo lenguaje a través del tiempo y del espacio. Leer, para salir del encierro. 2 de julio de 2020

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BEATRIZ RUELAS


Mónica García Hernández Hace Cuarenta días que no me encuentro en el espejo, solo veo rabia. Quisiera volver a ser niña y siempre saber qué hacer. Quisiera volver a ser niña y no saber… no saber. Quisiera volver a estar presente pero cada vez me recluyo más en mí, dopada en un rincón con comida chatarra y programas de reality. Quiero dejar de ver pero cerrar los ojos no hace que nada desaparezca; la ignorancia es dicha a costa de los que piden ayuda. No es el fin del mundo, solo el fin de lo que conocemos y el dolor que sentimos también es transformación, ¿o no? Hace Cien días que lo ajeno desapareció y fuimos confinados a nuestro interior, siempre con un dolor de cabeza como animales enjaulados. Me tranquilizo al recordar que incluso Jesucristo sudó sangre en el desierto y que él también miró al Cielo rogando por un milagro que nunca llegó. Pero, ¿cuántos días más nos quedan en la tierra infértil que es la soledad? Mi cuerpo ya no tiene forma y mi mente es un caos. Creo que todos somos un poco más salvajes y un poco más civilizados. 2 de julio de 2020

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Guadalupe López Álvarez Cuarentena… y cuando se pasa de 90 días, ¿se sigue llamando cuarentena? Noviembre, diciembre 2019, empezamos a escuchar en las noticias sobre un virus que inició en China y amenazaba con propagarse por todo el mundo. Las noticias decían que inició en un mercado por el consumo de carne de murciélago –es que los chinos comen todo. Pasó Navidad, Año Nuevo y llega el virus a otros países; la comunidad internacional alerta ante esta nueva situación, ¡y lo esperado! Llega a México y nosotros sin estar preparados para enfrentar semejante contingencia. En marzo del 2020, camino a la escuela secundaria donde soy maestra de segundo grado, escucho en las noticias: “La OMS declara la COVID-19 como pandemia”. ¿Y ahora?, ¿qué sigue?, ¿qué se hace en esta situación? Llego al salón de clases y los alumnos preguntan: “Maestra, ¿qué es esto?, ¿qué va a pasar?”, las mismas dudas que yo tenía y me pedían explicaciones. ¿Qué les decía? Nadie tiene experiencia en una situación como esta. “Chicos, lo que hay que hacer es aprender a cuidarse y seguir las instrucciones que los especialistas de salud den a la población; en esta situación hay que ser muy disciplinados porque de lo contrario nos exponemos nosotros, a nuestras familias y amigos. Pero lo más importante es no tener miedo”. Este fue el último día que vi a los alumnos en el salón de clase. A partir de la semana siguiente las instrucciones fueron: “Quédate en casa”. Este evento inédito generó temores 132

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y dudas; aunque siempre mantuvimos la esperanza de que duraría poco tiempo.

Primer día de la cuarentena ¿Qué hago? Ver noticias, la mayoría de ellas alarmistas, dando información falsa y fomentando el miedo en la población. Empiezan a llegar WhatsApp hablando de la importancia de permanecer tranquilos y no alimentar nuestros miedos ya que esto debilita el sistema inmunológico y genera un campo de energía negativo. Bueno, si estoy en casa y no voy a salir a ningún lado, ¡en casa hay mucho por hacer! Así que empecé por limpiar clósets, a tirar tantas cosas que guardas “por si se ofrece” y a los pocos días cambié de actividad: leer, escuchar música, cocinar, ver series de tv, comunicarme con la familia y amigos, y aún con este encierro, los días pasaban rápido. Eso sí, no sabía si era lunes o viernes. Llega un comunicado de la SEP. Las clases continúan a distancia; hay que diseñar actividades de acuerdo al programa para salvar el ciclo escolar. ¿Cómo? ¡No soy buena con la tecnología! ¿Qué hago? ¡A pedir apoyo! Los hijos que son lo más cercano, no tienen mucha paciencia. “¡Ay mamá! ¿Cómo? ¡Si ya te expliqué eso hace un rato! ¡Última vez! ¡Pon mucha atención!”. Pues no, no aprendí mucho, ¡nada! Otra opción: los compañeros de Sistemas de la escuela, ¡otra cosa! “¡Claro maestra!, ¡con mucho gusto!, ¡no se apure!, ¡a ver poco a poco! Esto es nuevo para todos, estamos GUADALUPE LÓPEZ ÁLVAREZ

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aprendiendo”. ¡Qué diferencia! Respetando mis tiempos (que fueron largos) sin apresurarme y con muchísima amabilidad. Gracias a ellos pedí el primer trabajo en línea; fueron preguntas sobre cómo están viviendo esta cuarentena chicos de trece y catorce años. Para mi sorpresa, sus respuestas fueron muy alentadoras, aceptando la situación como algo que les tocó vivir y con plena conciencia de cuidarse y cuidar a los demás, haciendo servicio a partir de respetar las reglas, extrañando la escuela –¡quién lo diría!– y a sus amigos. Un chico me escribe: “Maestra, de que nos hubiera tocado una bomba nuclear y quedarse en casa, es mejor quedarse en casa y aprender de esto”. Esta situación inédita nos deja miedos, dudas, tristeza por quienes perdieron sus trabajos o un ser querido pero también nos deja tiempo para nosotros mismos, para reflexionar, acercarse a un ser superior: Dios. O como lo quieran llamar. A tratar de ser mejores personas, más empáticos y solidarios porque como llegó esto, un día te dicen: “No salgas” y observas por la ventana cómo llega la primavera, como sale el sol, la luna, los árboles reverdecen; hay flores y los pájaros cantan en tu ventana. En la naturaleza todo está bien; no, está mejor sin los seres humanos que no hemos aprendido a cuidar y respetar nuestra gran casa. Estamos atrapados en nuestras marañas. P.D. Hoy es domingo y veo en el periódico que se volverá a semáforo rojo por la alta incidencia de contagios. ¿Aprenderemos la lección o necesitamos que nos la repitan?, ¿qué opinan? 13 de julio de 2020

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Patricia Schaefer Röder Casa ¿Casa o caja? Siento que son lo mismo ambas me atrapan. Aunque eres nido y albergas mis anhelos necesito aire. Segura, limpia proteges de la peste en paranoia. Abro la puerta debo salir al mundo la vida sigue... 3 de octubre de 2020

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Joyzukey Armendáriz Hernández Heavenly Father, nothing remains hidden, my words are known to you. I became a voice of folk alliterative rhythm that echoed within walls. I became parchment, my skin pressed against my futile whimsical desires to last a lamb to the slaughter, I thought I would last. As Prometheus blinded by his image on the sun, I crawled from cloud to cloud, higher, thither with my hands and the hollow space of a broken compass. Can’t even be sure when was it gone; when was I gone when I was already gone. Thus, I collapsed, my fall was broken by the cement of cold water, cold and rough enough to shatters what remains, bittersweet floating of melted feathers. 136

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The tumbling of the waves against the side of my head as a lullaby, how I wish I was not colorblind, blessed as a the newborn for light, strikes their eyes, and melts colors and shapes and smells around. How I wish I could still taste raindrops of laughter. Then, Lord, I beg, make a palimpsest out of me ever piece of ink almost scrapped. Yet leave one backlighting name, one that would shine with the last of Durin’s day. Uno pentimento. And as such I would utter deepen in humbleness much obliged still deaf from the sound and fury of my heart that the symphony is still perceived. Thank you for being the only one to understands my fears and tears flawed fortress down with loving wings of hope Thank you for the sustenance you’ve given and the salvation you’ve granted; for these friends that have knitted together as family.

JOYZUKEY ARMENDÁRIZ HERNÁNDEZ

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Thanks for your protection in this city of second chances. Thank you for the loss for it did not consume us but made us crave even more wisely so we can tightly enclose the air between our fingers and store more in our hearts rather than our vaults. But foremost, we thank you, God, that we still breath the color of the moon and dream of shapes made of stars and get hold of the wind beneath our fingers for Thy Mercy everlasting is. Amen. Nov 26th 2020-12:21 am

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Padre celestial, no queda nada oculto, mis palabras conoces. Me convertí en voz de ritmo popular aliterativo haciendo eco en los muros. Me convertí en pergamino, la piel presionada contra mis fútiles deseos caprichosos de permanencia, cual cordero al matadero, pensé que permanecería. Como Prometeo, cegado por su imagen en el sol, me arrastré de nube a nube, más alto, siempre hacia allá con mis manos y el espacio hueco de una brújula rota. No sabría decir cuándo desapareció; cuando desaparecí cuando ya me había ido. Así, me derrumbé, mi caída fue detenida por el cemento del agua helada, tan fría y áspera que destroza lo que queda, flotando agridulce las plumas derretidas. Las volteretas de las olas contra mis sienes como canción de cuna, cuánto quisiera no ser daltónica, JOYZUKEY ARMENDÁRIZ HERNÁNDEZ

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ser bendita como recién nacido que la luz, al impactar sus ojos, derrite en derredor los colores, las formas, los aromas. Cómo deseo todavía probar risas en gotas de lluvia. Entonces, Señor, te ruego, haz de mí un palimpsesto con cada trozo de tinta raspada. Pero deja un nombre con luz de fondo, uno que brille con la última luz del día de Durín. Uno pentimento. Y como tal pronunciaré en la profunda humildad muy agradecida aún ensordecida por el sonido y la furia de mi corazón que aún la sinfonía se percibe. Doy gracias por ser el único que comprende mis miedos y así destruye mis fortalezas defectuosas con alas amorosas de esperanza. Gracias por el sustento que has dado y la salvación que has conferido; por aquellos amigos que he entretejido como familia. Gracias por tu protección en esta ciudad de segundas oportunidades.

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Gracias por la pérdida ya que no nos consumió sino que nos hizo añorar con mayor sabiduría y así poder encerrar el aire entre nuestros dedos y guardar más en nuestros corazones que en nuestras bóvedas. Pero sobre todo, te agradecemos, Dios, que todavía respiramos el color de la luna y soñamos con formas hechas de estrellas y asimos el viento bajo nuestros dedos porque Tu Misericordia eterna es. Amén. 26 de noviembre de 2020, 12:21 am

JOYZUKEY ARMENDÁRIZ HERNÁNDEZ

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Carmen Amato Tejeda Crucificando hermanos Me asomo a la ventana es cuarentena solo la lila brilla con resplandor de día solo la lila mueve sus amorosas ramas y despide besos que el Viernes Santo aroman Jesús no estará en la cruz esta mañana está salvando al mundo en Viernes Santo hay millones de vidas sacrificadas en su propio calvario No hay verdugos visibles mas si pudieran verse en el mundo habría

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millones de cruces con el látigo del Virus Coronado que no sabe que existe ni su poder conoce ni tampoco su alcance porque tras el germen letal, exponencialmente multiplicado no está ni Dios ni el Diablo tan solo hombres monetizados crucificando hermanos 3 de julio de 2020

CARMEN AMATO TEJEDA

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Gisela Iliana Franco Deándar Parece tan lejano abril, mes en el que lancé la convocatoria para reunir el sentir de las mujeres que generosamente compartieron sus experiencias, sus frustraciones, sus esperanzas y sus anhelos acumulados durante la cuarentena ocasionada por la pandemia del COVID-19. Han pasado nueve meses y hasta hoy, 6 de diciembre, me animo a cerrar la edición del libro con el deseo que este ejercicio de escribir haya dado a nuestras vidas un poco de calma y resignación; que encontremos paz dentro nosotras mismas, que el silencio y la espera se transformen en un bálsamo de luz y amor, que no olvidemos nuestro origen divino y que el encierro sea una herramienta para conocernos interiormente y tengamos la certeza de que somos perfectas, que no necesitamos nada del exterior, que todos los seres vivos somos parte de la unidad; que dejemos la mente a un lado y escuchemos al corazón. Agradezco infinitamente su dedicación y tiempo para escribir, sus colaboraciones son la materia prima de esta publicación; cada aportación es oro molido para mí y para las personas que se acerquen a esta lectura. Gracias por la confianza. Un abrazo 6 de diciembre de 2020

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Sobre las autoras Gabriela Rico

Chihuahua, Chih. / Nuevo Casas Grandes, Chih.

Mujer espiritual, poeta y artista generosa que transita por la vida con paso ligero y alma alegre.

Isaura Vizcarra López

Cd. Jiménez, Chih. / Chihuahua, Chih.

Soy mujer proactiva, creadora, diseñadora de recitales poéticos en los que presento mis poemarios, promotora de poetas, apasionada por la poesía y su difusión a través de diversos programas conducidos por la radio. Conductora de programa cultural televisivo, actriz de teatro y cortometraje de cineastas del magisterio desempeñando personaje protagónico.

Tita Bilbao

Nombre de Dios, Chihuahua, Chih. / Chihuahua, Chih.

Actualmente re afirmando mis intereses, re descubriéndome y re inventándome. Re afirmando querencias, amistades y compromisos del deber ser. Gestando un re nacimiento como pedagoga, artísta plástica y promotora cultural. Con la esperanza de abrir la puerta de adentro hacia afuera, al exterior, a la vida...

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Palomilla Apocatastásica

Chihuahua, Chih. / Chihuahua, Chih.

Me considero una persona paciente y tenaz, que a pesar de las caídas de la vida he sabido levantarme. Me gustan las artes y escribir. La lectura y la escritura son parte fundamental de mi vida. La escritura en particular me ha servido de catarsis.

Helena Serrato

Chihuahua, Chih. / Chihuahua, Chih.

Estudió Letras Españolas en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Chihuahua, ha dirigdo talleres de análisis y creación literaria, además de dedicarse a la docencia como profesora de preescolar y primaria. Ha publicado los libros La broma y otros relatos y Voces en el tiempo (poemario). Fabiola Gómez León, Guanajuato / Chihuahua, Chih. Licenciada en Lengua Inglesa que se ha desempeñado como maestra, traductora, y más recientemente como intérprete médico. Cuando estudiante pensaba que sólo servía para escribir ensayos, pero luego, al probarse en clase de poesía y creación literaria encontró que estas formas de escribir eran muy gratificantes y escribía pequeños poemas y ficciones en la parte de atrás de los cuadernos. Actualmente tiene ataques de inspiración y lleva una libreta siempre para poder escribir sus historias sin importar el lugar donde se encuentre.

Ruby Myers

Chihuahua, Chih. / Chihuahua, Chih.

Es una autora chihuahuense de nacionalidad tanto mexicana como estadounidense, que encuentra la pasión por la escritura en el año 2012. Es autora del libro Entre café y jazmines y desarrolla su amor por las letras entre la poesía, las reflexiones y los cuentos cortos.

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Paola Tásai

Ignacio Zaragoza, Chih. / Chihuahua, Chih.

(Paola Castillo Nevárez) música, poeta y gestora cultural, autora del poemario Color etéreo (2013), productora e intérprete de los álbumes de indie folk “Primer Viaje” (2018) y Eeká Nawajíala (poema del viento) (2019), este último basado en poesía de Dolores Batista.

Claudia Ruiz Rosales

Delicias, Chih. / Chihuahua, Chih.

Soy una mujer luchonacabezahueca (léase terca), arrebatada, con pinceladas de disciplina. Oscilo entre lo material y lo espiritual. Mi piel está naciendo de nuevo para enfrentar el porvenir.

Dora Elena Delgado B.

Camargo, Chih. / Ciudad Juárez, Chih.

Dora Elena, inevitable evocarla sin su aura color oro, o sin asociarla a la mujer más bella del mundo, Elena de Troya, pero una vez que has descubierto un fragmento de su ser descubres, no sólo a una ser humano que brilla, sino a un alma de luz sembrando amor por el mundo. Lety Solares

Aída Samaniego Muñoz

Chihuahua, Chih. / Chihuahua, Chih.

Es una mujer que ama la vida y disfruta con mucho entusiasmo cualquier detalle que le regala el día a día, así se trate de una charla, una flor, un colibrí o el café de las mañanas. Gisela

Beatriz Zapata Medinilla

Xalapa, Veracruz / San Miguel de Allende, Guanajuato

Tarea difícil describirse a sí misma. Soy sociable, incluyente, solidaria, espontánea, directa y tolerante. Cuando siento que la otra persona no está comprendiendo esa última palabra, doy un giro, me defiendo y tal 147


vez me deje de interesar en continuar con un acercamiento, puedo seguir tratando a la gente, a veces necesario, pero algo cambia dentro de mí.

Salud Ochoa

Chihuahua, Chih. / Chihuahua, Chih.

Soy una mujer que ama las palabras, porque con ellas pueden crearse tantos mundos como los que existan en tu imaginación. Amo la música, las flores, las montañas y soy feliz cuando la gente que quiero, es feliz.

Renée Nevárez Rascón

El Saucillo, Ocampo, Chih. / Chihuahua, Chih.

Es promotora, presentadora y periodista cultural, así como poeta, ensayista, editora y colaboradora literaria de la revista Voces de papel. A la par, Renée es maestra de canto y cuenta con una carrera como cantante profesional. Su primer libro publicado es Marea del Naufragio.

Julia Romaní C.

Cuando esto termine y la pandemia solo sea un eco en el recuerdo, lo que más deseo es ver a mi prima Lou para abrazarla, besarla, reírnos, brindar por la vida tomándonos unos tequilas y agradecer al universo haber sobrevivido a mí misma y al COVID-19.

Dora María Fernández R. Jiménez, Chih. / Chihuahua, Chih.

Soy reflejo de colores, prisma del alma. Creo en lo sagrado, amo la tierra Orgullosa de mi familia y amigos Comprometo los principios, con mi vida Apasionada del arte, soñadora, imaginativa. Tránsito veredas de luz y sombras buscando realidades alternas cuando las musas me inspiran me concibo poeta.

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Gloria Marina Juárez Ramos Cd. Juárez, Chih. / Cd. Juárez, Chih.

Soy una mujer agradecida con Dios y la vida, amo a mi familia y adoro a mis nietos, he trabajado desde adolescente y valoro mucho mi trabajo. Me apasiona tomar fotos e imaginar historias en cada una de ellas, cuando llega la musa, escribo y disfruto al máximo.

Verónica Granados

Puerto Vallarta, Jal. / Siempre he vivido en Chihuahua, así que me defino como Chihuahuense, definitivamente.

Mujer de pocas certezas y búsquedas constantes. Me gusta la sombra de la noche y sus dimensiones, los fantasmas que la habitan; la memoria del sueño y sus hilos sueltos. Me fascina el lenguaje de los símbolos. Huyo del ruido excesivo, de las multitudes, de la velocidad y prefiero, irremediablemente, la serenidad y el silencio.

Andrea De la Vega

Cuauhtémoc, Chih. / Chihuahua, Chih.

Tengo 22 años, cursé mi educación académica hasta la preparatoria en Cd. Cuauhtémoc, Chih. Posteriormente salí de casa para realizar la Licenciatura en Relaciones Internacionales. Me encantan los libros, novelas de historia y románticas, la poesía; disfruto la naturaleza y las buenas películas. Me considero familiar y de creencias firmes.

Lourdes Cortés

Para mí ha sido uno de los tiempos más felices de mi vida. Cada día he tenido el mejor regalo de vida que ha sido principalmente estar con mi hijo encerrados en el mismo espacio; el poder compartir nuestros tiempos; tocarnos, reírnos y hacer miles de cosas juntos; desde las tareas del hogar hasta solo escuchar música. El estar juntos lo agradezco infinitamente, es algo que para mí vale oro.

SOBRE LAS AUTORAS

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María Guadalupe Varela Moreno Nací aquí en Chihuahua, Chihuahua y sigo aquí.

Soy biofílica por naturaleza, ermitaña y mal humorada, me enfurecen el abuso y las injusticias, amo el arte en todas sus formas; trato siempre que coincida lo que pienso con lo que digo y hago, solo creo en un tipo de amor; aquel que se gesta en lo mas profundo y te mueve a la acción por los demás.

Eugenia Naborski

Chihuahua, Chih. / Atizapán, Estado de México

Nació y creció en Chihuahua, bajo la libertad de sus cielos y el rigor de su desierto. Fotógrafa de profesión, escritora por vocación. Se ha desarrollado en el relato breve, la poesía, el guionismo y la literatura infantil. Apuesta por la comedia como género y metodología de vida.

Emma Beltrán Lechuga

A pesar de todo, el sentimiento llamado amor une a las familias y las mantiene así, más cuando existen personas como la doctora Lilia.

Laura Cecilia Salmón Aguilera Obregón, Sonora / Basilea, Suiza

Nacida como décima hija, mimada y querida. Enfermiza de pequeña ciertamente la lucha para salvarla que vio en su madre, le marcó la pauta de vida; así como las muchas ciudades donde vivieron y los retos de adaptación, le dieron una dimensión cósmica de identidad. Maestra, madre, maga de la cocina, cómplice de matrimonio, sueña y lucha por un mundo mejor se re inventó en Europa donde ha radicado más de la mitad de su vida.

Georgina Franco Deándar Delicias, Chih. / Camargo, Chih.

Soy el resultado de lo que he vivido, más resistente y más flexible; maestra pero siempre aprendiz. Soy lo que amo. 150

CRISÁLIDAS. POESÍA DEL ENCIERRO


Martha Estela Torres

Chihuahua, Chih. / Chihuahua, Chih. Es una escritora que surge de la nostalgia, de la reflexión sobre la hondura del tiempo para emprender la búsqueda y rescatar a través de las palabras su pasión por la vida. Es también una artesana que toma las palabras de la tierra y las amasa para darles forma y sentido. Los temas que aborda conservan el peso exacto de las palabras y en su significación visual revelan la importancia de un instante. José Lara

Olga Tuda

Ciudad Juárez, Chih. / Ciudad Juárez, Chih. Crecí entre los algodonales y otros sembradíos. Química Microbióloga de profesión en la Universidad de Texas y a pesar de ello no entiendo al SARS-Cov-2. Mi padre japonés, mi madre mexicana. Amo la ciencia y me deleita el arte; tanto, que confluyen en mí formando mi esencia.

Ivonne Sánchez - Barea NY/EUA-1955 / España

Veintiséis libros de poesía publicados. Participa en exposiciones internacionales. CEO de ICLF. Vicepresidente Europa Fundación FUNEMA INTERNACIONAL. Ex Presidente ANLMI Capítulo España. Representa como Embajadora a distintas instituciones literarias, culturales y de medio ambiente. Miembro activo en Asociaciones. Dra.h.c. de HAC.

Ana Carrera

Villahermosa, Tab. / Ciudad de México

Profesora con un gran fetiche: escribir sobre papel. Ha publicado tres poemarios: Revólver (Perro Negro, 2010), Inbox (Aquelarre Editoras, 2014) y Besos con merkén (Piedra de bolsillo LPN, 2015). anakarrera@gmail.com SOBRE LAS AUTORAS

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Libertad Villarreal

Monterrrey, Nuevo León. / Cuauhtémoc, Chih.

Libertad es regiomontana de nacimiento, a veces pretenden adoptarla chihuahuense, pero ella siempre ha mantenido en el puño junto a su corazón esas raíces neolonesas y liberales, que se transforman en luz y salen al mundo a través de su ojo, convirtiéndose en belleza pura plasmada en fotografía. Ariadne Itzel Lozano Villarreal

Yolanda Abbud L.

Chihuahua, Chih. / Ciudad de México

Desde que nací me llamó Yolanda Patricia Abbud Lozoya y mi nombre artístico es Yolanda Abbud L.; mi correo electrónico de artista es precisamente ese: Yolanda Abbud L. Nací en Chihuahua, Chihuahua y viví en EU cuando fui estudiante; en diferentes tiempos viví 16 años en Juárez y también en El Paso, Texas. Soy muy viajera pero ahora estoy encerrada por la pandemia. Sin embargo estoy entre la Ciudad de México que es donde consigo trabajo como actriz. Voy a Chihuahua y a Juárez, donde está mi casa; también me voy a El Paso temporalmente. ¡Yo no escogí al arte, el arte me escogió a mí! Desde niña he sido tejedora de Sueños, de Sombras y de Palabras; he perseguido el sueño de mi padre hasta hacerlo mío, ¡y es un privilegio ser su hija! Soy amorosa, irreverente, músico-crazy, necia, maniaco-depresiva, cachondilla y muy clavada con el misticismo. ¡Amo a los Avengers! Al Hombre-Araña, a Hulk y todo lo que huela a Stan Lee; adoro las películas de Vampiros y Hombres Lobo; mi luchador favorito es El Santo. ¡Escribo mucho sobre la muerte y he tenido experiencias paranormales!

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CRISÁLIDAS. POESÍA DEL ENCIERRO


Ana Cristina Franco Deándar Chihuahua, Chih. / Lagos de Moreno, Jal.

No sabía lo fuerte que soy. Hoy puedo decir que soy una Guerrera en constante movimiento, aun cuando en mi interior sigo siendo la niña que corre detrás de sus sueños.

Celeste Alba Iris Artista interdisciplinar, nace en Ciudad Victoria, Tamaulipas, en 1968. Reside en San Luis Potosí, San Luis Potosí, México. Ha recibido distintos premios, becas, estímulos y distinciones a nivel nacional e internacional. Tiene publicados cuatro poemarios, un fotolibro y una compilación de narrativa. Creó en 1997 Alter Ego Estudio a través del cual desarrolla proyectos individuales y colectivos de arte.

Gela Manzano Soy una mujer que nacio cerca del mar y crecio jugando a la intemperie, respirando el aire de la iguana. El vaivén del mar me ha enseñado a pasar de un lugar a otro sin sentirme extranjera, disfruto las tardes del patio recién regado, leyendo un libro mientras escucho el canto del grillo. Nací en Cuajinicuilapa, Gro. Ahora radico entre Chilpancingo, Gro. y Jiutepec, Mor. Estoy pasando el confinamiento en Jiutepec y trabajando en línea desde mi casa.

Margarita Etchechury Parral, Chih. / Chihuahua, Chih.

Licenciada en Educacion, egresada de la Universidad Pedagógica Nacional, UPN. Enamorada de la lectura y de la poesía, sueña con un mundo donde la educación de niños y adolescentes sea propósito primordial en toda política de su país, que ayude a crearles un mundo con oportunidades de prosperidad y felicidad.

SOBRE LAS AUTORAS

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Arelí Chavira

Camargo, Chih. / Chihuahua, Chih.

Inquieta, ruidosa, alegre, imprudente, despeinada, insegura, recíproca, sensible, vegetariana, intensa, solidaria, auténtica, impaciente, enemiga de las tradiciones que lastiman, en ocasiones solitaria y altanera, voy por la vida buscando el motivo de mi estancia en ella. Maestra de literatura, viajera de corazón, amiga inseparable de la música y coleccionista de historias para contar.

María Teresa Rodríguez Almazán Originaria de Chihuahua, Chih.; actualmente radica en la Ciudad de México. Ha participado en talleres de creación literaria con los mestros: Hugo Argüelles y José Antonio Alcaraz; en Casa de la Primera Imprenta de América con el maestro Arturo Arredondo; en la Capilla Alfonsina, con la maestra Alicia Reyes; Escuela de Periodismo Carlos Septién García con la maestra Dolores Castro Varela; Museo Nacional de Arte con el maestro Fernando Corona y un diplomado en la escuela para escritores de la Sociedad General de Escritores de México, SOGEM. Ha colaborado en diarios y revistas de circulación nacional. La Universidad Autónoma de Chihuahua publicó su libro Ellas bailan solas (2019).

Io Maura Medina Nevárez Chihuahua, Chih. / Chihuahua, Chih.

Io Maura Medina Nevárez es maestra de Literatura e Interpretación en la Facultad de Filosofía y Letras de la UACh. Además de escribir y editar con acérrima asiduidad, goza de estar encerrada en casa y es fan de los tacos al pastor con harta piña, de ser posible.

Erika Aguirre Polanco Delicias, Chih. / Chihuahua, Chih.

Soy licenciada en música, me considero una persona en continua búsqueda espiritual con interés en crear contenido e investigar en diferentes áreas; arte, cultura general, sabiduría ancestral, sabiduría apócri154

CRISÁLIDAS. POESÍA DEL ENCIERRO


fa, liderazgo, autoayuda y todo lo que enriquezca la psique humana y que ayude a crear una mejor conciencia.

Dinorah Gutiérrez Andana Parral, Chih. / Chihuahua, Chih.

Apasionada de la comunicación y del arte. La poesía es un lenguaje infinito de posibilidades para vincularme con el mundo, pero amo el silencio tanto como las palabras. “Sólo soy por mi propia voz la que soy Mujer, animal, esencia... Soy”.

Victoria Montemayor Galicia Ciudad de México / Chihuahua, Chih.

Soy una mujer que gusta de la buena lectura, de la música, del arte; que se maravilla ante la naturaleza, le impresiona el mar. Adora a los felinos y a los perros. Disfruta a su familia y amigos. Le encanta el vino y el chocolate.

Sandra Serrano Yung Nací en Mexicali, BCN de familia sonorense y radico actualmente en Cd. Juarez, Chihuahua. Tengo 74 años, actualmente estoy jubilada trabajé para Louis Vuitton Mexico y acerca de mi incursión en el mundo de la poesía he tenido en suerte tomar talleres incluyendo el que hoy iniciamos con la maestra Carmen Amato hace poco formé parte de las invitadas al Encuentro de Mujeres Poetas en tiempos de Confinamiento. Espero que lo que comenté respecto a mi persona, sea de utilidad para los fines que estimen convenientes.

SOBRE LAS AUTORAS

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Virginia Ordóñez Hernández Nací en la frontera norte de México, soy una navegante de la escena y de las letras, directora teatral, escenógrafa y actriz. Escribo teatro y poesía porque la tinta sobre la página en blanco es mi camino de contemplación y diálogo con el mundo, es mi barco de expresión y denuncia. Soy la danza y el atropello de mis propias palabras.

Míriam Soubran Ortega Desde niña descubrí que mis habilidades para el dibujo y la escritura eran mi forma natural de comunicación con los otros –cercanos, ajenos, confiables o perniciosos– pero también conmigo misma y el mundo. Crecí contando e inventando historias, engarzando palabras al viento e ilustrando con creatividad mis sueños... así soy.

Beatriz Ruelas Desde muy pequeña inicie con la lectura de clásicos infantiles. En los libros encontré mi hogar; así inicié la aventura de ser parte del mundo de los libros. Actualmente me dedico al oficio de ser librera, lo que me permite día a día realizar una de las actividades que más amo. Mi lugar de nacimiento es en la Sierra Tarahumara, en el municipio de Uruachi, mi residencia actual: Cd. Cuauhtémoc, Chih.

Mónica García Hernández Guadalajara, Jal. / Chihuahua, Chih.

Soy interpréte, mi trabajo es procesar el mensaje de un emisor y transmitirlo a un receptor. De la misma manera al crear busco transferir lo que recibo de mi alrededor a una misiva para devolver al mundo. Quiero vivir, quiero sentir y ver lo más que pueda de lo que este mundo tiene para ofrecerme.

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CRISÁLIDAS. POESÍA DEL ENCIERRO


Guadalupe López Álvarez Chihuahua, Chih. / Chihuahua, Chih.

Es una persona muy amable, entusiasta y servicial que siempre está dispuesta a ayudar y compartir. Gisela

Patricia Schaefer Röder Venezuela / Puerto Rico

Patricia Schaefer Röder es escritora, traductora, editora y gestora cultural. De padres alemanes, nació y se crió en Venezuela, vivió también en Alemania, en los Estados Unidos y desde 2004 en Puerto Rico. Es cien por ciento latinoamericana y se reconoce como ciudadana del Mundo. Es la creadora de la forma poética minimalista siglema 575.

Joy Armendáriz Me apresuro a tomar mi café por la mañana para siempre saberlo en temperatura, y en ocasiones camino sin levantar la mirada. Me gusta vislumbrar los colores del futuro, ver sus cómos en posibilidades de sonrisas en rostros ajenos y el mío. No soy poeta, siento la vida a destiempo cuando la puedo entintar. Nací en Chihuahua, Chihuahua, en donde he vivido mis 37 años.

Carmen Amato Tejeda Soy hidrocálida de nacimiento y por arraigo juarense. Doctora en Literatura, docente, poeta y gestora cultural independiente. Soy producto de mi tiempo, una mujer que ama su ciudad y su gente, vivo el hoy mirando hacia el mañana y escribo mi historia con el lápiz del amor y el respeto Naci en Aguascalientes. Vivo en Ciudad Juarez desde los 4 años.

SOBRE LAS AUTORAS

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Gisela Iliana Franco Deándar Chihuahua, Chih. / Chihuahua, Chih.

Compiladora de Crisálidas, poesía del encierro. Ayam Atma Brahma. El ser, Atma, es Brahman. Aham Brahma Asmi. Yo soy Brahman, Yo soy divino. Tat Tvam Asi. Esa esencia eres tú. INFINITAS GRACIAS POR ESTAR EN ESTE LIBRO Y EN MI CORAZÓN

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CRISÁLIDAS. POESÍA DEL ENCIERRO


Contenido Gabriela Rico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 Isaura Vizcarra López . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 10 Tita Bilbao . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 12 Palomilla Apocatastásica . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15 Helena Serrato . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 18 Fabiola Gómez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25 Ruby Myers . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 28 Paola Tásai . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29 Claudia Ruiz Rosales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31 Dora Elena Delgado Barraza . . . . . . . . . . . . . . . 34 Aída Samaniego Muñoz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 36 Beatriz Zapata Medinilla . . . . . . . . . . . . . . . . . . 38 Salud Ochoa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 40 Renée Nevárez Rascón . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 42 Julia Romaní C. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 44 Dora María Fernández R. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47 Marina Juárez Ramos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 52 Verónica Granados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55 Andrea de la Vega . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 59 Guadalupe Varela . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 62 Lourdes Cortés . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 66 Eugenia Naborski . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69 Emma Beltrán Lechuga . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71 Laura Salmón Aguilera . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 74 Georgina Franco Deándar . . . . . . . . . . . . . . . . . 77 Martha Estela Torres . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 78 159


Olga Tuda . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89 Ivonne Sánchez - Barea . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 92 Ana Carrera . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 94 Libertad Villarreal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 97 Yolanda Abbud L. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99 Ana Cristina Franco Deándar . . . . . . . . . . . . . . . . . 102 Celeste Alba Iris . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 104 Gela Manzano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 106 Margarita Etchechury . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 108 Arelí Chavira . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 109 María Teresa Rodríguez Almazán . . . . . . . . . . . . . 111 Io Maura Medina Nevárez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 114 Erika Aguirre Polanco . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 117 Dinorah Gutiérrez Andana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 119 Victoria Montemayor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 121 Sandra Serrano Yung . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123 Virginia Ordóñez Hernández . . . . . . . . . . . . . . . . . 124 Míriam Soubran Ortega . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 126 Beatriz Ruelas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 128 Mónica García Hernández . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 131 Guadalupe López Álvarez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 132 Patricia Schaefer Röder . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 135 Joyzukey Armendáriz Hernández . . . . . . . . . . . . . 136 Carmen Amato Tejeda . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 142 Gisela Iliana Franco Deándar . . . . . . . . . . . . . . . . . 144 Sobre las autoras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 145

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CRISÁLIDAS. POESÍA DEL ENCIERRO



Crisálidas POESÍA DEL ENCIERRO

Esta publicación llega a ti porque decidiste participar en la convocatoria Crisálidas, poesía del encierro, lanzada en abril de 2020, en la cual prometí realizar un ePub con las historias recibidas. Aquí esta la voz de entrañables mujeres que debeieron cerrar las puertas de sus casas pero abrieron las ventanas de su alma. Gisela Iliana Franco Deándar.




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