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J.R. Spinoza

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Festival MAS

Festival MAS

La Navidad suele ser de los pocos días en los que nos podemos dar un buen abrazo, aún no hemos aprendido a hacerlo el resto de días del año. Me gustaría, pero me es tan difícil el acercarme. Soy de las personas a las que les cuesta expresar el amor y el aprecio que siente por los demás.

Este año es el regreso de una buena navidad a mi vida, y si se pudiera, mi deseo es solo uno. Poder ver a mis amigos, a la familia que vive a la distancia, abrazarlos, decirles que los amo, y por supuesto, ¡desearles unas Feliz Navidad!

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Sandra Álvarez

Guatemala, 1992. Periodista y escritora. Mis textos han sido publicados en varias revistas culturales y literarias, sitios web y antologías poéticas de Guatemala y México.

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NAVIDAD EN CASA SIN MAMÁ

Mi esposa se estaciona frente a la casa que alguna vez fue de mi madre. Hoy pertenece a mi hermana. Mamá solía poner un enorme pino hecho (a veces de latón, otras de PVC) en el patio, junto a la puerta. Pintaba la casa de rojo los primeros días de diciembre y llenaba el portón y el techo de luces navideñas. Hoy no hay arreglo alguno, la casa está pintada de lo que alguna vez fue gris. Es la primera Navidad en casa de mamá desde que regresamos de Victoria, Ángel no la conocía y creo que cometí un error en describírsela como la recordaba. —¿Segura que no quieres que te lleve algo de la cena? —Segura, nos cooperaremos para pedir comida. Suena su teléfono. Contesta. —Ángel, ven, dale un beso a mamá —dice aun con el teléfono en la oreja —no, le decía a mi hijo. Ángel se acerca y planta un beso en su mejilla. Bajamos del auto y ambos nos despedimos agitando la mano.

Literatura Literatura Ella se despide también, levanta la mano pero no la agita. Pasará la noche haciendo guardia en el hospital. Cargo a mi hijo con un brazo, mientras llevo la bandeja con buñuelos en el otro. La tía Martha me legó la receta a mí. Su muerte hace seis años fue el principio de una lista mortuoria que siguió con mi tía Juany, papá quince meses más tarde y mamá que le siguió dos meses después; la tía Locha hace dos años y el tío Carlos hace seis meses. Empujo el portón con mi hombro y camino por el patio hasta llegar a la puerta. Mi hijo toca la reja con su puño un par de veces. “Van” se escucha desde adentro. Me recibe mi hermana. Trae una toalla en la cabeza. “Pasen, estoy terminando de arreglarme”, dice antes de irse. Una hora después estamos cenando. Nadie hizo la oración, ni arrullamos al niño, ni pedimos posada. Recuerdo que hacíamos unas obras de teatro entre primos. Pero pocos han venido hoy. No están los hijos del tío Carlos, que quizá pensaron: no había nada que celebrar. De los hijos de mi tía Juany, solo está Flor; Tomás se fue a buscar suerte en Estados Unidos. Al parecer la tía Locha era el único motivo por el que sus hijos venían en Navidad. “Es la tercera ocasión que no nos acompañan”, me dijo Fanny. Salvo Ángel, todos somos adultos y salvo mi hijo y yo, todos parecen estar perdidos frente a la pantalla del celular. Angelito se duerme después de cenar. Lo voy a recostar en el que fue mi cuarto por muchos años. La puerta es nueva. La antigua estaba tapizada de calcomanías. Todo cambia. La Navidad ha cambiado también.

J. R. Spinoza

H. Matamoros, Tamaulipas, México (1990). Escritor y profesor mexicano. Becario del PECDA (emisión 23), en la categoría de Jóvenes Creadores por novela. Ganador del concurso “Letras Fantásticas” de Editorial Winged. Asiste al Ateneo Literario José Arrese de Matamoros. Es coeditor en revista Delatripa: narrativa y algo más. Su creación literaria se encuentra en diversas Antologías como: Justo en el Borde (Catarsis Literaria, 2019), Caídos (Alebrijez, 2020), Conspiraciones (Alebrijez, 2020), Apocalipsis (Tártarus, 2020). Libros Publicados: El regreso de los dioses, la batalla de Folkvangr (Caligrama, 2019). Pacto Maldito (Pathbooks, 2019). El demiurgo y otros cuentos fantásticos (Kaus, 2020).

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