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Johanna Sierra

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Festival MAS

Festival MAS

Hay muchas cosas que se olvidan mientras se crece: costumbres, gustos, rutinas, juegos favoritos, tantas cosas que viajan al gran baúl del recuerdo y al abandono donde la edad adulta y los trajines de la vida pierden la noción del tiempo, dejándole la oportunidad al mundo gris e imponente que nos rodea sin consideración alguna. Quién sabría que con solo unas cuantas melodías y unos sutiles olores aquellas sensaciones que de niño eran gloria y alegría golpearían nuestra memoria trayendo consigo la calidez del hogar, la compañía y camaradería de hermanos y primos mientras apostaban quién lograba darle la vuelta a la manzana sin que mamá lo descubriera.

El recuerdo de las cajas esparcidas por la sala, de una tarde de polvo y limpieza donde éramos testigos del inicio de una nueva etapa, no solo para el calendario sino para todos: el colegio terminaba, llegaban familiares a visitar, había comida diferente, un arbolito brillante y colorido con cartas escondidas en sus ramas que Papá Noel o el Niño Dios recogerían si me portaba bien. Era la mejor época del año, olía a navidad, a brisas frías y repentinas, a una madrugada de velitas donde el vecindario se prendía en luces diminutas de velas disfrazadas de colores y formas; música que solo se escuchaba en esos días pero que quedaba grabada en el corazón, era el paso para la virgen de la Inmaculada Concepción en medio de la noche fría y a veces calurosa, era levantarse antes que el sol y esperarla mientras el cielo se hacía claro y despejado.

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Son cosas que ahora, en el presente golpean sin cesar, en la lejanía de un lugar diferente, donde no hay nada de lo ya vivido, nada que proyecte a esas noches de villancicos y brisas… hay luces, árboles brillantes, comidas diferentes pero en grandes calles que poco tienen que ver con el viejo vecindario que a pesar del tiempo mantiene sus cimientos originales y acoge a sus principios la modernidad del mundo… hay conectividad digital, redes sociales, fotos que podemos ver enseguida e incluso cambiar si no nos parece que estén bien. Sin embargo, nada de eso puede traer de

vuelta la sensación de volver en el tiempo y notar con cierto pesar que ya nada es como antes, hemos crecido, hemos migrado y solo las luces y el canto matutino de los pájaros logra calmar el sentimiento de inquietud que llega apenas el olor del chocolate y la nostalgia pasa de nuestro olfato a nuestra alma, es sentir el cuerpo regresar a los días que se fueron pero sin querer nos hacían felices y plenos, es recordar las sonrisas que brindamos, la emoción de correr al árbol de limón en nochebuena para buscar lo que el trineo y los angelitos dejaron colgando en sus ramas.

Es recordar que la magia existe no solo en la carretera de cañaguates, sino en cada respiración, sensación y olor, porque incluso el viejo detergente de mamá lleva a los días que la ropa bailaba en las cuerdas mirando al sol, mientras se corría alegremente luego de jugar entre las burbujas, la espuma y el agua jabonosa dejada en el patio… Esto es la navidad, la esencia de haber vivido lo mágico de lo cotidiano y poderlo recordar entre risas y lágrimas tímidas.

Noviembre 27 – 2020 / 7:51 pm

Johanna Sierra

Licenciada en Español y Literatura Universidad del Atlántico en Barranquilla

Crecí en la hermosa ciudad de Barranquilla, actualmente soy profesora de Español y literatura, también comencé a escribir historias originales, soy seguidora y amante de las culturas orientales, las historias de suspenso, terror, ciencia-ficción.

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