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Jónnathan Leonardo González
EL ASOMBROSO SHOW DE TITIRITOM
Cinco años duró su fama en Nanterre y luego tuvo un tenue destello de gloria en el recién reinaugurado Grand-Guignol en el corazón de París. Tomás González bautizó a su gran obra de marionetas como “El asombroso show de TitiriTom”. Representaciones los martes y jueves de las 18 a las 20 horas, con precios accesibles y las mejores adaptaciones de la “Divina Comedia”, “Hamlet”, “El Decamerón” y “El barbero de Sevilla”, entre otros clásicos. Sin embargo, nada dura por siempre y al sexto año, por falta de público, tuvo que empacar y volver a Puebloviejo.
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La calle Real de Puebloviejo llevaba directo al parque El Señor de los Milagros. En la mitad de la plazoleta, al lado de la fuente de Nariño, bailaban babeantes La Bogotana y Grimaldos, los bobitos del pueblo; una vestida de blanco (como novia en su boda) y el otro con un corbatín, fungiendo de novio galante. En este revuelto nocturno, en la noche de feria, un Mazda 323 destartalado con un letrero grande en madera rústica que decía “El extraordinario show de TitiriTom” se abría paso entre el humo de los negocios callejeros haciendo resonar la tierra y el cascajo de la calle. Una vez junto al parque, Tomás (o Tom) se instaló montando un teatro de marionetas semejante a la fachada del Castillo de Versalles, pero en versión reducida, algo atropellado por el tiempo.
Como era Navidad, el olor a voladores, truenos martinicas y chispitas se confundía con los anteriores y con el de la gente; de la misma manera, la música de Lisandro Meza, Pastor López, la Billos, Los Hispanos, Diomedes, Zavarce, y muchos otros, sonaba a diferentes volúmenes y tiempos en balcones, bares, fuentes de soda, en almacenes de calzado y de ropa. Pero Tom tenía un espectáculo por vender (o defender), así que sacó su megáfono y continuó: -Desde Nanterre en Francia hasta Pueblo viejo, Colombia, conozca los más curiosos personajes, con las historias más retorcidas, increíbles y cautivantes. Para niños, adultos y ancianos por igual. Venga, pase, a 2.000 pesos por persona, vale menos que una panocha y más que una
recocha. Los niños menores de 6 años entran gratis. Estaremos de 6 a 8 de la noche, tres días a la semana ¿Funcionó? Sí, todo lo nuevo funciona y lo barato… ¡claro! Pero el Show de Tom no era para personas de cantina, de guarapo, de alpargata y de carranga. Al final no había más público que uno u otro niño, que iba con deseo de robarse los títeres al final, y un borracho o una puta que se quedaban solamente a pasar el rato o engañar el hambre. Además, se quedaban los bobitos, que siempre aplaudían y se carcajeaban a todo pulmón, aun cuando el show ya hubiese terminado. Así que una noche Tom anunció el último espectáculo, el que haría de manera gratuita y sin límite de aforo. Dicen que llegaron varias decenas de personas y que sus marionetas interpretaron tan bien “La pata de mono” que los muertos del Cementerio de La Inocencia se levantaron de las entrañas de la tierra solo por curiosidad, putrefactos y malolientes y que se arrastraron con pausa y sin prisa hasta el show del artista.
La música siguió sonando, la pólvora estallaba al fondo, pero frente a Tom la escena era otra. Las putas, los borrachos, los bobitos, los adultos, los ancianos y los niños se hallaban a merced de los muertos, todos gritaban mientras eran desmembrados, machacados, masticados y rasguñados con furia. Tom observó absorto el producto de su arte. Finalmente, los muertos tomaron las butacas, invadieron la gradería y los asientos en el suelo y se quedaron a la otra mitad del espectáculo. Extrañamente, Tom se sintió más vacío, pues los muertos no aplaudían (a semejanza de los vivos), eructaban o gruñían de vez en cuando (a imagen de los vivos); entonces, pensó, como si de una revelación se tratase, que no se hallaba ya en ningún reino, ni entre lo vivos ni entre los muertos.
Jónnathan Leonardo González Valderrama
Magíster en Literatura Université Sorbonne Nouvelle Paris III