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Omar Yessid Jaimes Rodríguez
Literatura Literatura A pesar de que los ingresos no eran exorbitantes, jamás tuvimos fiestas navideñas desapercibidas.
Martín Morales Garza
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Egresado de Letras Mexicanas (2017), ha obtenido distinciones en creación literaria: La que sí sacude a los sueños, bajo seudónimo de Tallatha Reznor (versión impresa de Hojas En Guarda, 2020); Racimo de Nomeolvides para cumpleañero en pandemia (Librerio, 2020); El lado cósmico del sueño paradójico (Revista Teresa Magazine, 2020); El síndrome del martes en Navidad, antología “Navidad Rota” (Poesía Amorfa, 2020).
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NUEVA NAVIDAD
Es la nueva navidad, de recuerdos frescos
que llueven como gotas de oro ardientes que hieren en la piel mojada de nostalgia,
la casa de huellas secas de paredes silentes ya no palpita de viva voz por sus corazones, grita el silencio que aturde desde la nada,
callan los pechos en otrora música alegre corre nueva sangre de historia nueva, de olvidos presentes y de lágrimas conscientes en la posteridad
se descarna la familia de sus fotos colgadas quedan los huesos intactos, pero las semillas dieron frutos de siluetas flamantes de retratos plagiados.
Que vuelva la dicha de sentimientos renovados, que se vivan mientras se envejecen los cuerpos y se anidan los recuerdos salvables, guardados en cofres de honor, sellados para el porvenir de rituales solemnes.
Omar Yessid Jaimes Rodríguez
Soy egresado de Administración de Empresas. Soy amante de la lectura y de la escritura, aunque solo los practico cuando la soledad me asiste.
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VILLANCICO PARA LA MADRE MARÍA IGNACIA —Y LA VECINA DEL PRIMER PISO—
Un estruendo nauseabundo de pastores de Belén que venían a adorar al Niño interrumpió el monólogo de Charles Bronson en el televisor. Comenzaba la novena de aguinaldos. Me asomé a la ventana y allí estaban todos: el acólito rasgando la guitarra; la turba de niños desbaratando el pesebre, quemando chispitas mariposa. Allí estaban las mamás, zarandeando a los niños para que se ajuiciaran, los papás bostezando durante las avemarías; y más allá, atrasito, la vecina del primer piso, una Magdalena contrita, con sus manos juntas y sus pechos abundantes de fe apretando el rosario. La escuché cantar Dulce Jesús mío, mi niño adorado, ven a nuestras almas, ven no tardes tanto y fue como escuchar a una sirena. Casi bajo, pero ese Niño nunca llega y era mejor pérdida de tiempo subir el volumen del televisor para que Charles Bronson pudiera redondear su idea. Yo parecía estar curado del espíritu navideño, ese germen que nos inoculan con