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Mujer que sabe latín // Ludivina Cantú
Refrán popular
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Tomo prestado el refrán, utilizado por Rosario Castellanos en 1974 para hablar de la condición de la mujer mexicana y dar título a este texto, cuyo propósito es identificar la significación de la mujer en nuestra sociedad, manifiesta en el uso del lenguaje popular, es decir, identificar cuál es la imagen de la mujer que se constituye —y transmite— socialmente a través del uso del lenguaje, cotidiano y popular que se expresa en los refranes.
El lenguaje posee, entre otras, dos funciones preponderantes: la comunicación y la representación; en este sentido las palabras aparecen en el discurso como representación de las cosas y cuando éstas nombran una realidad le otorgan una identidad, esa realidad se torna ostensible a través del lenguaje y trasciende porque se comunica. El mundo existe cuando se le nombra, mientras no sea así, la cosa significada no existe. ¿De qué manera, entonces, si no es a través del lenguaje, han llegado hasta nosotros las tradiciones y el conocimiento del pasado? Lenguaje es, dice Heidegger, advenimiento del ser mismo, que revela y oculta (Heidegger, 2000, p. 31), tiene la facultad de mostrar los sentimientos, las ideas, la manera de pensar de un sujeto, de un grupo o una sociedad y su realidad y, sin embargo, al mismo tiempo, tiene la posibilidad de encubrir, disimular o invisibilizar ciertas realidades, si así se desea. Por tanto, “si el lenguaje constituye un instrumento para representar la realidad, entonces el estudio del lenguaje puede darnos información sobre la naturaleza de esta realidad”, tal como señala Tomás Ibáñez Gracia en su texto “El giro lingüístico” (Íñiguez Rueda, 2006, p. 29). Pues, “la realidad para la gente es lo que la gente construye como real, y esto lo hace en gran parte mediante el texto y el habla”, señala Van Dijk, citando a Rom Harré, en el prólogo al libro Análisis del Discurso: manual para las ciencias sociales (Íñiguez Rueda, 2006, p. 16); de tal suerte que el conocimiento que poseemos de la realidad se construye discursivamente; así, los conceptos mujer y hombre son constructos del lenguaje y de la cultura en la que se utilizan, y están estrechamente relacionados con la ideología de un pueblo.
Como sabemos, el lenguaje no sólo nos dice cómo es el mundo, sino que también lo instituye; no se limita a reflejar las cosas del mundo, sino que también actúa sobre ellas, participando en su construcción. En tanto que “acción sobre el mundo” (Austin, 1955), el lenguaje es también, consecuentemente, acción sobre los demás, y llega a constituir incluso uno de los principales instrumentos a los que recurrimos para incidir, con mayor o menor éxito, según las circunstancias, sobre nuestros semejantes.
Desde este punto de vista, cabe preguntarnos: ¿cuál es el sentido del ser mujer que se comunica, se representa y se transmite socialmente a través del uso de los refranes?, y, ¿por qué estudiar la construcción de la imagen de la mujer en el lenguaje popular?
El lenguaje popular es el instrumento de comunicación que utilizamos todos, mujeres y hombres, niños, jóvenes y ancianos; desde los niveles más altos académica, política o económicamente hablando hasta los ínfimos. Todos, absolutamente, lo utilizamos en nuestra vida cotidiana. Y aquí radica, precisamente, lo interesante para nosotros, pues es en dicha cotidianidad donde se reproducen los estereotipos de lo masculino y lo femenino, aún sin darnos cuenta, y se expresan, ineludiblemente, en el lenguaje que usamos a diario.
Los refranes son un buen ejemplo de lo anterior, pues los empleamos comúnmente para apoyar nuestro discurso, ya que con su uso ejemplificamos, explicamos y argumentamos; los refranes refuerzan lo que expresamos, comunican y transmiten ideologías, “añaden fuerza y energía a lo que decimos”, según ha señalado Quintiliano; además Refrán viejo, nunca miente.
Ahora bien, si el concepto mujer (lo femenino) es un constructo social, cómo se manifiesta en el lenguaje popular, particularmente en los refranes, cómo trasciende a través de él; qué se comunica, qué se transmite del ser mujer en estas manifestaciones lingüísticas que emplean un sinnúmero de hablantes y escribientes. El lenguaje es el mejor instrumento que posee el ser humano para expresar y transmitir su concepción del mundo, incluso para manipularlo (Heidegger, 2000, p. 86), incide en todas las capas de la sociedad y se introduce en el pensamiento de la gente; en este sentido contribuye a acentuar las diferencias de género en lo que concierne a la familia, al trabajo, las tradiciones culturales, el espacio público/privado, la participación política, y en la concepción colectiva del ser mujer.
Desde esta perspectiva, a nuestro juicio, es imposible negar que el uso de algunos refranes es una de las tantas formas de reproducción del machismo y de las prácticas de dominación y exclusión que las mujeres han padecido por siglos, y que se construyen ideológica y simbólicamente a través del discurso, pues de acuerdo con Van Dijk (1999) las ideologías son la base de la cognición social, las cuales controlan la conducta y permiten la organización de diversas formas de creencias, valores, opiniones y actitudes sociales en torno a un aspecto colectivo; amén de las representaciones sociales que los miembros del grupo tienen de las estructuras sociales en las que se desenvuelven.
Por lo anterior, hemos decidido estudiar un corpus de frases hechas, conformado por 130 refranes que contienen el concepto mujer en su enunciación, localizados en varias fuentes: los textos Por el refranero mexicano y el Refranero mexicano, ambos de Herón Pérez Martínez, además de diversas páginas web. Para efectos de este análisis, los hemos clasificado en 10 categorías temáticas:
1. Ideal de mujer: características que debe poseer la mujer (desde la perspectiva tradicional y machista).
2. Concepto colectivo del ser mujer.
3. La mujer: generadora de la desconfianza de los hombres.
4. Comportamiento/acciones que realiza la mujer.
5. Actitudes propias (inherentes) de la mujer.
6. Alusiones al cuerpo y la imagen física.
7. La mujer-objeto.
8. Expresiones de violencia y dominación masculina.
9. El poder de la mujer.
10. El daño que provoca la mujer.
Bien sabemos que:
"La asignación del género se produce desde que nacemos, a través de la socialización en la familia, la escuela y las relaciones con los demás, y se refuerza a lo largo de la vida por el condicionamiento de reglas, normas institucionales, mensajes y discursos sociales. Una de las características de esta asignación es que se realiza en función de roles y estereotipos sociales, que encasillan la actividades e identidades de mujeres y hombres. Los estereotipos de género predominantes establecen que las mujeres deben ser dulces, calladas, ordenadas y maternales; mientras que los hombres, atrevidos, desordenados, fuertes y toscos, entre otras cualidades que se establecen según la división de la esfera pública y privada. Estas asignaciones estereotipadas resumen y expresan la base sociocultural sobre la que se asienta la construcción de las diferencias sexuales y la desigualdad derivada de su representación" (Rauber, 2003).
Como señalamos antes, estos estereotipos y roles sociales se reproducen, también, en el lenguaje popular, en el refranero. Lo primero que observamos en el análisis del corpus estudiado es que a la mujer se le compara con animales, objetos y frutas. Frutas, por supuesto, en el mejor de los casos, y se le asocia con alguna cualidad de la fruta enunciada, por ejemplo: “Cuando jóvenes
las mujeres son uvas, cuando viejas, pasas”, “A la mujer no la cates, no es melón”. Es decir, en la juventud la mujer es deliciosa como la uva, pero cuando vieja se transforma en un fruto seco, insípido, cuyo sabor no es placentero, por tanto no es apetecible; además, según la concepción tradicionalmente machista y patriarcal a la mujer no se le saborea antes de; si ella se deja… ya surgirá algún refrán que establezca en lo que “se ha convertido”.
Con lo que mayormente se le asocia es con los animales; entre otros, tenemos:
La mujer como la vaca, se busca por la raza.
La mujer, alta, delgada; y la yegua, colorada.
Mujer enamorada, es una mula en bajada.
La mujer y la sardina, cuanto más pequeñas, más finas.
La mujer menudita, siempre pollita.
En cojera de perro y en lágrimas de mujer, no hay que caer.
Entre la mujer y el gato, ni a cuál ir de más ingrato.A la mujer y al caballo, no hay que prestarlos. El que presta la mujer para bailar o el caballo para torear, no tiene que reclamar.Ni mujer que otro ha dejado, ni caballo emballestado.La mula y la mujer, a palos se han de vencer.
Lo que indica la categoría en la que se ubica a las mujeres en el imaginario del pueblo de habla hispana. De igual manera se le asocia con cosas (objetos), lo que refuerza la concepción de poca valía de la mujer, que se comunica y se transmite en el uso del lenguaje popular:
La cobija y la mujer suavecitas han de ser.
La mujer y la espada nunca han de ser probadas.
Mujer hermosa y buena espada, de muchos es codiciada.
La mujer es como los zapatos, con un poco de alcohol aflojan.
El horno y la vieja, por la boca se calientan.
Fuego, mar y mujer es trío malo.
Mujer, viento y ventura, presto se muda.
La mujer mala es como la falsa moneda que de mano en mano va y ninguno se la queda.
La mujer y el vidrio, siempre en peligro.
La guitarra y la mujer para hacerlas vibrar hay que saberlas tocar.
La mujer y la sartén en la cocina es donde están bien.
La mujer y el oro lo pueden todo.
Algunos refranes señalan las características que deben distinguir a las mujeres, establecen el ideal de mujer; así, desde la perspectiva masculina las mujeres deben ser suavecitas (la cobija y la mujer suavecitas han de ser), finas (la mujer y la sardina, cuando más pequeñas, más finas), altas y delgadas (la mujer, alta y delgada; y la yegua colorada), menuditas (la mujer menudita, siempre pollita), calladitas y tranquilitas (el varón, varón sea, la mujer, estese queda, mujeres y almendras, las que no suenan).
Otros refranes, por su parte, coadyuvan en la construcción de la definición de la mujer a través del uso de adjetivos que destacan cualidades negativas, con lo que fijan el concepto colectivo —negativo y de subordinación— del ser mujer, según la mentalidad patriarcal. En ellos encontramos que la mujer es soberbia (mujer hermosa, soberbia, contenciosa), vanidosa (mujer hermosa, mujer vanidosa), tonta (mujer hermosa nunca es pobre; y si lo es, es que es tonta), puta (puta y buena mujer, ¿cómo puede ser?), avariciosa y gastona (la mujer es avariciosa, para ser en lo suyo gastosa), golosa (la mujer que no es hacendosa, o puta o golosa), revoltosa (las mujeres son como las gaseosas: unas caseras y otras revoltosas), traidora (sin contar a la mujer, lo más traidor es el vino), vana (mujeres y avellanas, muchas salen vanas), ladrona (mujer llorona, es puta o ladrona), falsa (la mujer mala es como la falsa moneda que de mano en mano va y ninguno se la queda), ingrata (entre la mujer y el gato, ni a cuál ir de más ingrato), burra (la mujer y la burra apostaron a correr, a correr ganó la burra, a burra la mujer), y mala (el melón y la mujer malos son de comer); es mula en bajada cuando está enamorada (mujer enamorada, es una mula en bajada), es gente, sí, pero en la letrina, en el excusado (la mujer es gente en la letrina) fuera de ahí… no lo es; es el diablo, es la tentación de Lucifer (la mujer es el diablo, tentación de Lucifer, se viste por la cabeza y se desnuda por los pies); más aún, las mujeres son peor que Lucifer (las mujeres de hoy en día son muy malas de entender y las que parecen buenas, son peor que Lucifer) porque No hay mujer sin pero, ni sin tacha caballero.
En este mismo tenor, descubrimos que, en la perspectiva masculina, la mujer es el ser que genera desconfianza, pues:
En cojera de perro, en lágrimas de mujer, no hay que creer.
Mujer, viento y ventura, presto se muda.
Fuego, mar y mujer, es trío malo.
La mujer y el vidrio, siempre en peligro.
Hasta la mujer más honesta, también le gusta la fiesta.
Mujer al volante peligro constante.
En los refranes también encontramos alusiones al comportamiento y acciones que realiza:
La mujer sabe sin maestro llorar, mentir y bailar.
La mujer y la gallina siempre pican.
Nunca les falta qué hacer ni al cura, ni al diablo, ni a la mujer.
Lo que la mujer no logra hablando, lo logra llorando.
De igual manera aparecen, en este tipo de frases hechas, las actitudes que el punto de vista masculino señala como inherentes al ser mujer:
Mujer que al andar culea, bien sé yo lo que desea (sexo).
Mujer que al andar culea, cartel en el culo lleva (se vende).
La mujer que al andar las ancas menea, bien sé yo del pie que cojea.
La mujer que en la ventana se pone, de rato en rato, venderse quiere barato.
Ahora bien, cabe señalar que, al parecer, la verdad o falsedad de lo que manifiestan estos refranes, poco o nada importa a la sociedad que los utiliza sin ningún miramiento.
Localizamos también algunos refranes que aluden al cuerpo y a la imagen física de la mujer, a su belleza o fealdad; y descubrimos que:
[a la] Mujer barbuda, de lejos se saluda.
[la] Mujer vellosa, [es una] hembra lujuriosa.
[la] Mujer que no tiene encantos, se queda para vestir santos.
[la] Mujer graciosa, vale más que hermosa.
[la] Mujer pecosa, [es una] mujer hermosa.
[y la] Mujer hermosa y [la] buena espada, de muchos es codiciada.
Como vemos, en la concepción machista sólo hay cabida para las mujeres hermosas, pues así deben ser para el solaz de los señores; las barbudas, vellosas, las que no poseen encantos no tienen cabida en el imaginario del mundo masculino. En este sentido, Bourdieu señala:
"La dominación masculina, que convierte a las mujeres en objetos simbólicos, cuyo ser (esse) es un ser percibido (percipi), tiene el efecto de colocarlas en un estado permanente de inseguridad corporal o, mejor dicho, de dependencia simbólica. Las mujeres existen fundamentalmente por y para la mirada de los demás, es decir, en cuanto que objetos acogedores, atractivos, disponibles. Se espera de ellas que sean “femeninas”, es decir, sonrientes, simpáticas, atentas, sumisas, discretas, contenidas, por no decir difuminadas. Y la supuesta “feminidad” sólo es a menudo una forma de complacencia respecto a las expectativas masculinas, reales o supuestas, especialmente en materia de incremento del ego" (Bourdieu, 1998, p. 50).
Lo anterior nos conduce a pensar en la concepción de la mujer como objeto que se reproduce en los referentes populares. Si analizamos las siguientes frases hechas (refranes), no podemos más que aceptar la revelación de la mujer-objeto:
La guitarra y la mujer para hacerlas vibrar hay que saberlas tocar.
La mujer como la vaca, se busca por la raza.
A la mujer y al caballo, no hay que prestarlos.
El que presta mujer para bailar o el caballo para torear, no tiene que reclamar.
Ni mujer que otro ha dejado, ni caballo emballestado.
Y la poca valía que tiene en la estima masculina, lo que queda aún más claro cuando el siguiente refrán expresa: “Un consejo me dio un viejo que yo nunca olvidaré: más vale un pellejo de vino que un pellejo de mujer”.
Descubrimos, asimismo, que los refranes estudiados promueven las expresiones de violencia y dominación masculina; en ellos encontramos que a las mujeres hay que tratarlas a rempujones (a golpes se hacen los hombres y a rempujones las mujeres), a palos (la mula y la mujer, a palos se han de vencer), con la espuela (al caballo, con la rienda, a la mujer, con la espuela). Además:
La mujer sea igual o menor si quieres ser señor.
A la mujer veterana, tuércele el cuello si la quieres buena.
La mujer en casa con la pata quebrada.
La mujer como la escopeta: cargada y en un rincón.
A la mujer, ni todo el amor, ni todo el dinero.
A la mujer casada y casta, con el marido basta.
La mujer y la sartén en la cocina es donde están bien.
La mujer, en sus quehaceres, para eso son las mujeres.
La mujer cuando piensa sola, mal piensa.
Mujer infiel: puta; hombre infiel: héroe.
No hay mujeres feas, sólo poco alcohol.
De este grupo de refranes, destaco principalmente tres: La mujer en casa con la pata quebrada; La mujer y la sartén en la cocina es donde están bien; La mujer, en sus quehaceres, para eso son las mujeres, porque en ellos se manifiesta claramente el espacio destinado a las mujeres: el espacio privado que es, en la conciencia masculina, el único donde deban desenvolverse, es decir, el doméstico (Barbieri, 1992, pp. 203-224).
Aparece asimismo, otra “cualidad” de las mujeres: son interesadas (mujer hermosa, niña e higuera, no las guarda cualquiera; viejo con joven en la cama, muy repleta tiene el arca) y son capaces de hacer bastante daño, en muchos sentidos, pues:
Cuando una mujer hermosa ríe, la bolsa de alguien llora.
Tabaco, vino y mujer, echan al hombre a perder.
En mala mujer mucho mal puede caber.
Al hombre de más saber, una mujer sola le echará a perder.
De la mala mujer guárdate y de la buena, no te fíes nada.
Mujeres y malas noches matan a los hombres.
Mujeres y vino hacen que los hombres pierdan el tino.
Ira de mujer, ira de Lucifer.
De ahí que se les satanice y se les reconozca cierto poder:
La mujer siempre es más lista, que el hombre que la conquista.
Tira más un pelo de concha que una yunta de bueyes.
El hombre persigue a la mujer hasta que ella lo caza.
No te cases con mujer que te gane en saber.
La mujer que quiere a dos no es tonta sino entendida; cuando una vela se apaga la otra se queda encendida.
La mujer y el oro lo pueden todo.
Mujeres juntas ni difuntas.
Incapaces de subvertir la relación de dominación, dice Bourdieu, al menos, confirmar la imagen dominante de las mujeres como seres maléficos, cuya identidad, completamente negativa —como hemos visto—, está constituida esencialmente por prohibiciones, muy adecuadas para producir otras tantas ocasiones de transgresión. Hablamos aquí de las formas de violencia suave, casi invisible a veces, que las mujeres oponen a la violencia física o simbólica ejercida sobre ellas
por los hombres (Bourdieu, 1998, pp. 26-27). Sin embargo, siguiendo a Bourdieu, este cierto poder que se le concede a la mujer se vuelve en la prueba de su malignidad, lo que exige que la realidad social que produce la dominación acabe a menudo por confirmar las imágenes que defiende para realizarse y justificarse (Bourdieu, 1998, p. 27). Así se legitima de nuevo la visión androcéntrica que prevalece en nuestra sociedad.
Localizamos también dos refranes que aparentemente son positivos:
Digan lo que digan la mujer bella siempre tiene la razón.
No hables mal de las mujeres, porque hijo de mujer eres.
Sin embargo, pensamos que en realidad no son tan positivos. El primero señala que la mujer “debe” ser bella para concederle la razón, y en todo caso, se le concede por ser bella, y no por ser inteligente y tener, efectivamente, la razón. Mientras que el segundo (no hables mal de las mujeres, porque hijo de mujer eres) enfatiza que las mujeres merecen respeto, no por ser mujeres sino por ser madres de hijos varones.
En nuestro corpus encontramos sólo dos refranes positivos; uno en el que hablan dos mujeres, por tanto, el punto de vista es femenino: “Madre, ¿qué cosa es casar? Hija, hilar, parir y llorar”. Y el otro que dice: “Mujer precavida vale por dos”.
Por supuesto, no todos los refranes se utilizan en la misma proporción, pero todos pertenecen a la lengua española, lo cual quiere decir que en los países de habla hispana ésta es la imagen de la mujer que subyace en la ideología androcéntrica, que resalta la visión masculina como predominante y se transmite de generación en generación a través del uso del lenguaje popular, aún sin darse plena cuenta de ello, lo que refuerza y justifica las diversas formas de segregación y violencia contra la mujer.
El uso de los refranes legitima la ideología sexista y dominante, y deslegitima a la mujer a través de las formas de designación que utiliza, los atributos y acciones negativas que destaca en ellas. Desde el punto de vista masculino, pues el hombre es el sujeto enunciador en este tipo de locuciones, aparece como “normal” y “natural” que a la mujer se le devalúe, se le denigre y se le violente; así se mantiene el orden social establecido —masculino, por supuesto—, y se refuerza el status quo de los hombres en la sociedad (Íñiguez, 2006, p. 169). A través de estrategias negativas, utilizadas en forma explícita, el orden social del discurso en los refranes instituye el poder y la autoridad de quienes producen el discurso (los hombres), que se asienta sobre un principio de desigualdad de los géneros (Íñiguez, 2006, p. 172).
Así pues, encontramos que los refranes, como prácticas discursivas, refuerzan el estereotipo femenino del que resaltan la belleza/fealdad de la mujer, sus características corporales y actitudinales, así como las cualidades que debe poseer según la concepción patriarcal, machista, dominante y tradicional de la sociedad de habla hispana; aspectos que nos permiten visualizar la imagen de la mujer, tal y como ha sido construida y transmitida a través del lenguaje, así como las relaciones de género, que se constituyen como relaciones de poder y dominación, obviamente de los hombres hacia las mujeres.
Notas
Tomado de: Cantú Ortiz, L. (enero-diciembre de 2017). “Mujer que sabe latín...". CATHEDRA. Revista de Humanidades y Ciencias Sociales de la Facultad de Filosofía y Letras. Universidad Autónoma de Nuevo León (Nueva época, Núm. 22), 337-341.
Índice de ilustraciones
Pág. 77 Wikipedia (imagen del siglo XVIII) Fotografía tomada de la página: https://es.wikipedia. org/wiki/Muladona#/media/Archivo:Muladona.png
Pág. 78 Sánchez Edith (Septiembre 2017) Fotografía tomada de la página: https://lamenteesmaravillosa. com/mito-la-mujer-fatal/
Pág 79 Rinaldi, Agustina ( Abril 2018) Fotografía tomada de la página: https://borderperiodismo. com/2018/04/20/feminismo-light-cuando-el-machismo-invisible-ataca-entre-nosotras/
Pág. 80 Psicología y mente / Fotografía tomada de la página: https://psicologiaymente.com/reflexiones/ frases-maria-felix
Pág. 81 Cordon Press / Mujer hoy ( Julio 2019) Fotografía tomada de la página: https://www.mujerhoy. com/vivir/protagonistas/201807/12/frases-inolvidables-frida-kahlo-60327065937-ga.html
Pág 82 Seara, Marita / Voces Visibles / Fotografía tomada de la página: https://www.vocesvisibles.com/ la-violencia-contra-la-mujer-una-pandemia-mundial/
Referencias
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