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Conocer el cine, conocer el mundo, por Nazario Sepúlveda
No puedo olvidar un hecho que sucedió durante los años 80 y no recuerdo cuando fue exactamente, pero sí sé que pasó durante la segunda mitad de esta década. Fue el encargado de una sala de cine que entonces existía, el responsable de que ocurriera en el área metropolitana el hecho de que allí se exhibiera cine internacional de calidad y que el público asistente –bueno, no toda la gente– respondiera positivamente ante un asunto tan infrecuente y la respuesta que motivó en una persona de la ciudad ante este caso.
Una sala de cine que se llamaba “Cinema del Valle”, que funcionaba como tal desde los años 60 y que era el único cine de la Colonia del Valle, en su última etapa de existencia se convirtió en la única sala de arte, ya que la persona que la administraba y dirigía, amaba las películas de otros países que por su origen y su temática eran rechazadas y despreciadas por los que manejaban entonces las mejores y más grandes salas de la ciudad; y decidió exhibirlas, ya que muchas de éstas se hallaban enlatadas y olvidadas en muchas distribuidoras de films que sólo se ocupaban de manejar el omnipresente cine de Hollywood. De esta suerte, el “Cinema del Valle” empezó a proyectar películas de China comunista, Polonia, Nueva Zelanda, Dinamarca, Colombia y recuerdo cómo me impresionó conocer el film Yol, que venía de Turquía, ya que nada sabía de este país y pude disfrutar de un cine excelente que había ganado premios importantes en festivales, y lo mismo me ocurría con el cine soviético de los años 70 y 80 y que a causa del anticomunismo furibundo de los censores que manejaban esta ciudad, no podía ni debía tener distribución comercial. El público de la Colonia del Valle y de muchas partes de Monterrey, llenaba con frecuencia las funciones de la mencionada sala y cuando se anunció el par de funciones ocurrentes en la tarde y la noche de la monumental película francesa Napoleón, hecha en 1926-27, por el francés Abel Gance y reconstruida y sonorizada por los norteamericanos, la sala tuvo un lleno total durante las cuatro horas que duraba la cinta y el esfuerzo del administrador del cine había sido recompensado. Pero, ¿cuál fue la respuesta de la prensa local de entonces ante el interés que había despertado en los regiomontanos el cine de arte? Ocurrió que un periódico local era el enemigo nada oculto de las películas que no fueran de Hollywood, y se dio el caso de la total ignorancia al estreno del film danés El festín de Babette, ante el cual se hizo un silencio absoluto, a pesar de lo mucho que le gustó al público y el remate fue una nota de la prensa en la que un dizque crítico se preguntaba qué podía haberle ocurrido –el tono era de preocupación– al administrador del “Cinema del Valle” para que estuviese programando películas extrañas en las que aparecían culturas y personajes con una idiosincrasia totalmente distinta a la de los mexicanos y “con la que no tenemos que ver” (sic). Era evidente que sólo Hollywood era comprensible y aceptable para esta persona que proclamaba su derecho absoluto a ignorar lo que el cine internacional mostrara aquí de Europa, Asia, África, Oceanía y Latinoamérica. Yo, mientras tanto, aprendí mucho sobre la forma de ser y actuar de los que vivían en Nueva Zelanda, Dinamarca, China y muchas más partes del planeta que no conocía, mientras alguien proclamaba su derecho a la ignorancia y el gusto en proclamarla. Mucho tiempo ha pasado desde entonces y todavía desconozco el cine de países que no sé cómo son, y cuando hace días llegó aquí el film que sucede en un país que se halla al sur de la península que ocupa casi toda la Arabia Saudita y que se llama Yemen, lo fui a ver con gusto el primer día de sus funciones y este fue el resultado. El título original, traducido, es largo y explica mucho acerca de la protagonista principal: Me llamo Nojoom, tengo diez años y quiero el divorcio. Sin duda no faltarán los moralistas escandalizados que observen la edad de Nojoon (se pronuncia Niyúm) y la situación de que ella, una niña campesina, desee divorciarse y que es esta primera película yemenita que aquí se conoce; es una descripción muy real y sincera de la sociedad que vive en ese país árabe, y quien dirigió el film se ocupa en mostrar a las comunidades campesinas dedicadas al cultivo del café que habitan en montañas muy empinadas y peligrosas en las que es fácil desbarrancarse; luego, sale el contraste de la vida en Saná, la capital del país, que es bastante occidentalizada y la niña Nojoom es muy influida por el cambio de sociedad, sobre todo porque en Saná, el padre de ella decide venderla a un viudo campesino de treinta años que paga por tenerla y el padre deja de tener derechos sobre ella; el film denuncia la condición de las niñas que son casadas sin poder oponerse a ello, ya que la sociedad yemenita, por lo menos la muy tradicionalista, las ve como objetos que están para el consumo de los muy machistas y sexistas varones que se ostentan como muy fieles a Alá y a las costumbres que, al menos en el film, son criticadas y consideradas crueles e inhumanas. La historia de Nojoom es auténtica y quien dirigió y escribió el film, es una cineasta llamada Khadija Al-Salami, que al igual que la niña también fue casada muy joven y ahora lucha con su trabajo fílmico para evitar que esta barbaridad siga pasando, sobre todo entre el pueblo campesino y el film, que logra evitar el melodrama lacrimoso y sentimental, ha ganado el reconocimiento internacional que merece y espero que Khadija Al-Salami haga más cine como éste.
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El caso de Nojoom, que a pesar de ser tan pequeña tenía una gran fuerza de voluntad, logró contar con la fortuna de hallarse un juez liberal y de ideas occidentales que decidió apoyar a la niña y batalló para lograr convencer al padre y al marido de Nojoom de que lo que habían hecho con la niña era un delito y al concederle a ella el divorcio, se establecía un precedente en la sociedad yemenita y por el resultado, el caso pudo ser filmado y la película se hizo en coproducción con Francia, lo cual le aseguró una mejor distribución mundial. Pero las copias del film, aquí son sólo dos y resulta que el periódico que hace años rechazaba el cine internacional de calidad lo sigue haciendo y el estreno fue ignorado sin concederle recomendación alguna y Khadija Al-Salam no existe para los que insisten en que el cine internacional es el que se realiza en Hollywood, en Hollywood y en Hollywood. Cosas de la idiosincrasia ¿no es así?
Volviendo a la obra de Khadija Al-Salami, le admiré lo bien que empleó la técnica del flashback para explicar lo sucedido en la aldea a la familia de Nojoom y luego para mostrar el infierno de la vida matrimonial de la niña al lado del marido y de una odiosa suegra.
La narración fílmica es tradicional, lo cual no es un defecto, y la lectura del film sigue la estructura de un relato hecho con una fotografía impecable y una edición muy cuidadosa. No hay que dejar pasar que la niña, llamada Reham Mohammed, está muy bien dirigida para convencer al público que hasta que fue abusada por el marido, ella era tan inocente que abandonó la ceremonia de su boda para ir a jugar con las amigas de su edad, y es la pérdida de esta inocencia el detalle más dramático de una historia que tuvo un final afortunado. Cuando salí de la sala de cine en esa calurosa tarde de verano, supe que había conocido una parte del mundo que me faltaba, y disfruté, además, una muy buena muestra de lo que es el cine internacional contemporáneo. Al ya fallecido administrador del desaparecido “Cinema del Valle”, le hubiera encantado el film yemenita, y con gusto lo hubiera exhibido en esa sala y el público hubiera asistido a verlo, a pesar de que Yemen tiene una idiosincrasia rara (?) y que no va para nada con el espíritu (?) de Hollywood. Mientras tanto el film yemenita estará unos cuantos días en sólo dos salas y luego pasará por breve tiempo en la Cineteca para desaparecer pronto y en las muchas e inútiles salas del área metropolitana seguirán predominando las mediocres y estúpidas gringadas que, eso sí, tienen una idiosincrasia adecuada (?) para el público local. Así están las cosas.