26-07-2015

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¡A bailar se ha dicho!

Para el éxito de esta experiencia se requiere de: 1) Música en vivo, lo que le dará trabajo y promoverá los nuevos talentos de música popular en el país, a diferencia de las minitecas. Aunque, por supuesto, la música en vivo se alternará con la grabada. 2) Los ritmos deben ser transgeneracionales. La salsa y el merengue, por el peso que tienen en nuestra cultura reciente, serían los grandes géneros integradores, aderezados con versiones contemporáneas, o fusiones, donde aparezca nuestra música tradicional, desde merengues clásicos caraqueños, pasando por unos “arañaos” o música folclórica, hasta otros clásicos más cercanos, como la música de Billo, Los Melódicos, la Dimensión Latina, entre otras memorables orquestas venezolanas. Y, por supuesto, más música latinoamericana que enriquezca el repertorio y le imprima sabor a la experiencia: bienvenidos el vallenato y la bachata. 3) Contar con promotores. Hombres y mujeres de varias edades que no solo con el boca a boca, sino con el paso a paso y el tongoneo, inviten a los demás a bailar. En las fiestas siempre tiene que haber un primer chicharrón. 4) Garantía de seguridad como forma de retomar la confianza en el espacio público. En esos momentos se excluiría el consumo de alcohol y la vigilancia sería permanente.

POR Leoncio Barrios @Leonciobarrios ILUSTRACIÓN FRANKLIN ALVIáREZ

Esta propuesta consiste en hacerle no una fiesta anual, sino una semanal a la gente de Caracas. La idea tiene que ver con recreación y convivencia. Es un aporte para hacer más humana, más alegre a la gente de la ciudad. Lo que se quiere es que los espacios públicos, las plazas, particularmente, sean no solo para hablar y ver sino para bailar una vez a la semana. El antecedente de esta idea está en las retretas que se daban en las plazas hace muchos años. Los domingos en la tarde, o alguna noche, la gente acudía a la plaza a escuchar música y, a veces, la más atrevida bailaba al sonar algún pasodoble o merenguito. Pero ir a la retreta era más que ir a oír música, era encontrarse con los otros, convivir. Ahora queremos que vaya a eso y a un poco más: a bailar. Referencias de esta propuesta existen en ciudades de México, donde las alcaldías o vecinos organizados promueven encuentros comunitarios, a través del baile —particularmente de danzón, interpretado por orquestas danzoneras—, en las plazas. Que el baile sea en un espacio público lo diferencia de los que se dan en los salones de baile de esas ciudades. La idea, entonces, es invitar a gente de todas las edades para que venga a bailar a la plaza. Tipo matiné o vespertina bailable. Lo intergeneracional en el espacio público es fundamental para darle un nuevo carácter a fiestas asociadas a minitecas solo para jóvenes y, paradójicamente, para la violencia. Vamos a reivindicar la fiesta comunitaria.

Por supuesto que poner en práctica esta idea cuesta dinero. Pero de eso no digo nada, porque de eso no sé nada.

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Edición Número Ciento treinta y nueve. Año 03. ÉPALE CCS

Caracas, 26 de julio de 2015.

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Calles como gradas POR Rodolfo Porras porras.rodolfo@gmail.com ILUSTRACIÓN jessica mena

A la hora de hacer trazos para graficar nuestra ciudad, prevalece la línea vertical, dado el número infinito de edificaciones de más de cuatro pisos que componen nuestro paisaje urbano. La línea horizontal es fundamentalmente aérea, a manera de techo de las innumerables construcciones. La otra prevalencia es la línea diagonal definida por la topografía del gran valle.

actividad política o cultural de la ciudad. Ahora bien, el uso de la tarima ha significado que los eventos de calle se realicen en lugares planos, es decir, en los espacios que menos hay en la ciudad. Entonces, siempre estamos llevando la actividad a las avenidas, a los bulevares y nos alejamos de sectores por el mero hecho de la inclinación de la calle.

La idea que presentamos tiene que ver con esa línea diagonal que caracteriza a nuestra capital, con la creencia en que el hecho artístico-cultural tiene la necesidad y la capacidad de modificar el paisaje urbano, bien de manera permanente o de manera ocasional. Mientras una escultura tiende a convertirse en una referencia visual que se integra al espacio del caraqueño, otras actividades intervienen el espacio por momentos. Y el evento queda en la memoria de quien fue testigo o participó del acontecimiento.

Proponemos convertir cualquier calle inclinada en una grada natural. La diagonalidad garantiza el desnivel necesario entre fila y fila de asientos, para que nadie obstaculice la visión. Al final de la calle transformada en gradas se coloca la tradicional tarima.

La tarima se convirtió en una herramienta y en un ícono que caracteriza cualquier

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ocupante. Estos asientos tienen la ductilidad necesaria para adaptarse a la inclinación natural de la calle. El requerimiento es que la parte delantera de las sillas alcance un máximo de 45 centímetros de altura, pero adaptables para ser más cortas y con unos dispositivos antirresbalantes en su parte inferior que complementen la tarea del tubo que funciona como eje de cada fila. La parte de atrás, que va engarzada al tubo, baja o sube en relación a la inclinación de la calle y la relativa horizontalidad del asiento.

Así tendremos a los vecinos cómodamente sentados disfrutando de la actividad, entendiendo que la intervención humana puede modificar la geografía natural adapPara ello proponemos un sistema que con- tándose a ella y no siempre modificando de manera permanente el entorno. Una siste en lanzar tubos de pared a pared (en realidad de borde exterior de acera a borde vez terminado el evento, se sacan los asienexterior de acera), sostenidos a presión por tos, se quitan los tubos y la calle recupera su uso de vialidad. Con una experiencia los dos extremos y con ganchos a lo largo así, no solo el espectáculo sino la misma que evite su deslizamiento. Cada tubo topografía serán parte de la memoria afecde estos es capaz de sostener un número determinado de asientos, con su respectivo tiva de la ciudad.

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“Ojo por Hoja” POR rubén wisotzki rubenwisotzki@gmail.com ILUSTRACIÓN OSCAR HERNáNDEZ

En plena lectura de Construyendo utopías reales, de Erik Olin Wright, quien plantea tomar en cuenta tres aspectos fundamentales —deseabilidad, viabilidad y factibilidad— para desarrollar la “tensión entre los sueños y el mundo práctico”, proponemos desarrollar el espacio “ojo por hoja”. “Ojo por hoja” es un proyecto determinado por su sencillez en el cual se invita/se convoca/se conmina (tachar la que no corresponde) a todos los comerciantes del casco central de la ciudad a colocar un matero frente a su local, en plena acera, en plena vía pública. Nada más. La idea central radica en la búsqueda de una iniciativa colectiva que signifique, sin mayores esfuerzos, un bien común y un punto urbano de encuentro. Como es bien sabido por todos, la planta vegetal, el verde, lo natural, es un elemento de inmediata de cohesión social y la oportunidad —en su mantenimiento, cuidado, embellecimiento— de contar con un punto de encuentro ciudadano.

La Alcaldía facilitaría la adquisición, préstamo o donación del matero, o los materos, que deberían ser del mismo diseño, para contener un orden físico y visual y que podría variar según el tamaño: pequeño, mediano o grande, de acuerdo al espacio y/o posibilidades del comerciante. La planta vegetal, que podría ser de carácter ornamental (orquídeas, por ejemplo) o comestible (albahaca), la facilitaría el comerciante y, en caso de considerarse pertinente, podría llegarse a un acuerdo entre autoridad y comercio para el uso de semillas.

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La disposición de los materos podría plantearse de manera individual, como ya se indició, o de manera conjunta, es decir, todos juntos en un espacio a designar, con las responsabilidades del cuidado muy bien estipuladas: cada quien es responsable de su planta vegetal en el riego, remoción de tierra y limpieza de hojas, etc., o se divide la tarea por semana o mes. “Ojo por hoja” es deseable, viable y factible. “Ojo por hoja” y no nos sacaremos los ojos.

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orines fertilizantes POR José Roberto Duque @jrobertoduque fotomontaje aLFREDO rAJOY

Una de las perversiones más lamentables de todas las grandes ciudades es que nos ha obligado a desechar, masiva y cotidianamente, al menos tres elementos de valor incalculable: el agua, los desechos vegetales (las hojas de los árboles) y la orina. Esta breve propuesta plantea la posibilidad de utilizar estos tres productos naturales para producir, con procedimientos agroecológicos, gran cantidad de fertilizantes para la agricultura.

Cada vez que un ser humano orina en una poceta y hala la palanca, está desperdiciando 15 litros de agua. Sírvase multiplicar por la cantidad de personas que usan la poceta diariamente. Dejemos para después la cuenta de las lavadas de manos y de platos, las defecaciones y cepilladas de dientes. Y dejemos para después el relato del daño ambiental.

Cuando orinamos, estamos expulsando un compuesto orgánico rico en nitrógeno, urea, potasio, fósforo: justo los elementos que contienen los fertilizantes industriales. Por estos elementos que nuestro cuerpo desecha, y que son importantes para la agricultura, se invierten anualmente millones de dólares y los beneficiarios de esta insensatez son las grandes transnacionales que nos venden fertilizantes químicos. Desechamos también toneladas de hojas secas recogidas de las calles, aceras y parques. La orina es capaz de acelerar los procesos de descomposición de la materia vegetal y producir en corto tiempo un humus de altísima calidad y riqueza y, además, orgánico; esto puede comprobarse en experimentos a pequeña o gran escala. La proporción estándar, internacionalmente aceptada para el uso de la orina humana en este tipo de procesos, es de 1:10. Es decir, una medida de orina por diez de agua. Se propone entonces: 1) La implementación de urinarios públicos en un eje determinado. Por ejemplo: alguno de los bulevares y paseos más concurridos (Los Caobos, Los Próceres). Los baños portátiles utilizados en conciertos y actividades al aire libre pueden funcionar como recolectores. 2) La recolección de toda la materia vegetal en los parques y ejes seleccionados. 3) La habilitación de espacios no poblados, en la periferia de la ciudad, para realizar la mezcla y remoción de ambos materiales (orina y desechos vegetales). El objeto y misión de este proyecto sería la producción masiva de un producto que puede utilizarse en las muchas experiencias de huertos organopónicos e, incluso, en sembradíos que surtan a Caracas de vegetales y, eventualmente, reducir nuestra dependencia de las transnacionales de fertilizantes químicos. Al mismo tiempo se estaría disipando la injusta sentencia que afirma que Caracas no aporta nada para su propio sustento ni para la soberanía alimentaria.

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Caracas, 26 de julio de 2015.

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Caracas verde y socialista POR Carlos Pou Ruan carlospouruan@gmail.com ILUSTRACIÓN franklin alviarez

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Hoy en día Caracas, para el asombro de propios y extraños, independientemente de su empuje socialista, es la capital latinoamericana con menos área verde pública por habitante. Apenas 0,5 m2 por cada habitante, cuando lo deseable sería, según algunos parámetros internacionales, 10 m2 por cada uno. Se hace impostergable, entonces, promover la construcción de un vigoroso sistema de plazas y parques, que vaya atendiendo los distintos sectores de la ciudad de Caracas y democratizando su disfrute. Para ello hay que identificar pequeños, medianos y grandes espacios, que hoy se encuentran en el tejido urbano, como oportunidades que han estado adormecidas por décadas y que pudieran contribuir a la construcción de una Caracas de acento social, de calidad socialista y revolucionaria.

No habría que perder de vista que la ocupación pública de esas áreas puede permitir desarrollar muy variadas conexiones viales este-oeste, absolutamente necesarias para la movilidad del norte de la ciudad, entre las zonas altas, medias y bajas de La Florida y La Castellana, dentro de las cuales se incluyan la muy importante conexión de la prolongación de la avenida Andrés Bello (que pasa frente a la iglesia de La Chiquinquirá) con la avenida Blandín (que pasa frente al Centro Comercial San Ignacio).

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La expropiación con fines de utilidad pública de esos terrenos no parece conllevar problemas políticos de envergadura, que no sean los legítimos reclamos de los jugadores de golf y unos 300 propietarios de inmuebles.

Con cabeza fría, con la mayor serenidad posible y quitándole todo viso que pueda parecer una revancha política, decisiones como 2 Una de esas oportunidades, de casi inmediata esta tienen, efectivamente, una incidencia implementación, es la que ofrecen los campos muy importante en la calidad de vida de miles y miles de potenciales usuarios al año. de golf del Caracas Country Club. Habilitar las inmensas superficies de área verde del Hoy existe el consenso social para entender club para un gran parque urbano de escala metropolitana, para el uso y disfrute de todos que es una necesidad impostergable aumenlos habitantes, se constituye, sin lugar a dudas, tar los índices de estos espacios verdes de uso en una de las opciones con mayor rendimien- colectivo. Se tratará de un hecho histórico en la vida de nuestra ciudad cuando esas to ciudadano. áreas verdes, de poco más de 50 hectáreas, se materialicen en un nuevo parque. Con esas El parque podría organizarse de acuerdo a distintas formas de ocupación: desde grandes dimensiones y esa centralidad, la operación será un inmenso triunfo en la batalla por espacios abiertos orientados a las concentraciones públicas (conciertos y mítines), que se democratizar los espacios de la ciudad. pueden ubicar hacia la avenida Francisco de Miranda, hasta áreas deportivas de diversa índole ubicadas cerca de la Cota Mil. Adicionalmente, y reconociendo los valores paisajísticos preexistentes, la operación del parque puede también incorporar grandes áreas para el uso pasivo y el disfrute contemplativo, que incluyan la habilitación del trayecto de la quebrada Chacaíto como un paseo natural que conecte áreas urbanas centrales de la ciudad con el Parque Nacional Waraira Repano.

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Caracas, 26 de julio de 2015.

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VENEZUELA SIRVE POR Rafael Sáez FUNDACIÓNSIRVE@GMAIL.COM ILUSTRACIÓN OSCAR HERNáNDEZ

Desde hace dos años estoy desarrollando una idea que sirve para contrarrestar la situación económica que atravesamos. Se trata de Sirve (Sistema de Reciclaje Venezuela Ecológica), proyecto que además solucionaría el problema de la basura en Venezuela. Si hay algo que es seguro es que tenemos que hacerlo entre todos. Hay que hacer lo que dijo Chávez en la Cumbre de Copenhague en 2009: “No cambiemos el clima, cambiemos el sistema (capitalista)”. Tomé el 5to Objetivo del Plan de la Patria (“Preservar el planeta y salvar la especie humana”) como base de inspiración. El planteamiento consiste en darle un cambio rotundo al manejo de los desechos, que nos hicieron considerar como basura y que han estado a cargo de empresas como Sabenpe, Fospuca, entre otras. Estas prestan un servicio pésimo de recolección de basura y el uso que le dan posteriormente, en rellenos sanitarios o vertederos, es nefasto. Son como un cáncer directo al planeta y, para colmo, tenemos que pagar. El momento histórico llegó. Nuestro Comandante nos dio un camino y legado maravillosos, que ha cambiado nuestra forma de pensar, de ser y de hacer las cosas para el bienestar de nuestro país. Los desechos, hoy por hoy, tienen un valor interesante en el mercado, pero no se le dice a nadie. A través de la participación del Poder Popular, podemos encargarnos directamente del manejo y uso eficiente de los desechos mediante centros de acopio de desarrollo ecológico del Sirve en todos los consejos comunales, usando un sistema biométrico monetario virtual llamado biobonos (los desechos se pesan, se digitaliza la información y se transfiere el valor a una cuenta corriente), que nos garantice que todos seamos partícipes en salvar nuestro planeta. La idea es entregar los desechos de una manera organizada, cada día para un rubro específico (plástico, papel, vidrio, aluminio, etc.) y los orgánicos todos los días. Así generaremos recursos que canjearemos por productos de la red Mercal, Mi Casa Bien Equipada, computadoras VIT, celulares Orinoquia, etc. Incluso, productos que generemos directamente mediante nuevas Empresas de Producción Social (EPS) en el área de agroecología y de reciclaje. Tenemos que empezar a producir nosotros mismos. Mediante el desarrollo agroecológico y técnicas como la de los composteros crearemos abonos orgánicos, humus y diferentes acciones agroecológicas según el espacio donde quede el consejo comunal. Esto creará fuentes de trabajo y una producción como nunca la habíamos tenido, para ir saliendo del sistema rentista petrolero. La idea es que se cree un sistema económico paralelo basado en un ecosocialismo sustentable, con un criterio humanista, ecologista y profundamente socialista.

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energía eléctrica a punta de pedal POR Mauricio Sánchez diaz.mauricio@gmail.com ILUSTRACIÓN JESSICA MENA

En Caracas tenemos problemas con la luz. Pasearse de noche por la ciudad da, por decir lo menos, culillo. Hay parroquias en las que no aparece la luz ni siquiera en las avenidas principales. Cito, por ejemplo, las avenidas Francisco de Miranda, Urdaneta, México y los alrededores de Bellas Artes, en el municipio Libertador; y la Rómulo Gallegos en Sucre. Ante esta situación, debemos buscar soluciones efectivas, permanentes, de bajo coste en el mantenimiento y de múltiples beneficios.

De costos, no tengo idea. Hay muchísimas empresas en el mundo que ya comercializan estas tecnologías. ¿Por qué no podemos hacerlo nosotros? Además, crearíamos fuentes de trabajo y contribuiríamos al Quinto Objetivo de la Patria: salvar el planeta generando energía limpia. Para hacer socialismo tenemos que soñar, debemos atrevernos a vencer paradigmas incrustados en nuestro ADN.

Como sabemos, somos generadores de energía, y montando bicicleta generamos muchísima más, que pudiese transformarse en energía eléctrica. De hecho, en la red podemos encontrar grandes cantidades de información referentes a cómo aprovechar el uso de la bicicleta, especialmente la estática, y transformar nuestro esfuerzo en corriente eléctrica, limpia. Entonces, ¿porqué no pensarnos algo chévere para nuestra ciudad? La propuesta consiste en colocar bicicletas estáticas en plazas, calles y distintos lugares públicos, donde las personas puedan acercarse, montar bicicleta, hacer ejercicio y, además, contribuir con la generación de energía que será utilizada en esos mismos sitios. Para comprender mejor el proyecto: una persona sana, sin hacer nada muy vigoroso, a un ritmo constante, podría generar unos 100 watts por una hora de pedaleo, según se desprende de diversas fuentes de la red. Diez personas montadas en sus bicis generarían energía suficiente para que 10 bombillos de 100 watts se enciendan por un espacio de diez horas. Unos 30 minutos de pedaleo pudiesen mantener conectados nuestros equipos electrónicos o recargar nuestros teléfonos inteligentes —de baterías idiotas— por, al menos, una hora. ¡Imaginen la cantidad de energía que se pudiese generar instalando estas bicicletas en lugares públicos! Claro, se debe tomar en cuenta el tema de la transformación de la energía y cómo guardarla en baterías. Esta información existe y estoy convencido de que acá tenemos personal de sobra para realizar estos “kits generadores de electricidad”. El beneficio es mayor pues las personas se sentirán más vigorosas, tendríamos quizá menos problemas de obesidad y todo lo que en términos de salud pública esto conllevaría. Venezuela está en la lista de los países con mayor cantidad de obesos. Imagino cómo los clubes de la tercera edad irían a plazas y lugares acondicionados para esta actividad; cómo los chamos de los liceos le darían durísimo a los pedales. Veo espacios de diversión y esparcimiento, con gente en las calles, todo gracias a las bicicletas estáticas.

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Caracas, 26 de julio de 2015.

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¡Muros Abajo! POR Dulce Medina dulceyara@gmail.com ILUSTRACIÓN L. "RAZOR" BALZA

Desde hace mucho tiempo en Caracas algunos parques, escuelas, edificios, casas y obras patrimoniales han pasado a ser espacios sacrificados por muros y rejas que se levantan sobre la base de obtener mayor “protección”. Es difícil identificar cuándo se inició todo esto, pero actualmente este asunto de esconder hermosos espacios y edificaciones detrás de paredes es tan cotidiano y natural que cualquiera que tenga los materiales necesarios levanta un muro en cualquier esquina; sin ser cuestionado, porque ya estamos condicionados a que eso es “normal” y, seguramente, muchos piensan que está bien así.

Al caminar la ciudad, nos debemos enfrentar a una acera angosta acompañada por un desagradable muro, con la sensación de que vamos a quedar aplastados en cualquier momento. La seguridad o la inseguridad, según el punto de vista que cada quien tenga, es el argumento fundamental para justificar nuestro encierro y el de nuestros espacios, fragmentando y limitando la ciudad, como a nosotros mismos. Los modos también han variado, y quienes piensan que le hacen un aporte a la estética de la ciudad, han incorporado las rejas como parte de ese conjunto de barreras que se construyen constantemente. Y luego de un tiempo, ya como una práctica instaurada, los muros también empiezan a cubrir espacios sub-utilizados y algunos antros que terminan pasando desapercibidos en medio de la trama urbana. Pero, ¿realmente da seguridad estar detrás de un muro en el que nadie pueda verte o escucharte en una situación de emergencia? Particularmente me siento más segura en un espacio en el que todos estemos a la vista y con posibilidad de apoyarnos en cualquier circunstancia y, adicionalmente a eso, estaría feliz de poder disfrutar de mi ciudad sin tropezarme en cada

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Caracas, 26 de julio de 2015.

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tramo con una pared y una reja. No sé si alguien se ha preguntado qué pasa detrás de esos muros. De seguro pudiéramos sorprendernos de algún espacio extraordinario o, incluso, descubrir algún terreno escondido con potencialidades inmensas que ofrecer a la ciudad. Yo me imagino a Caracas libre de barreras construidas, me imagino que ir al parque no signifique entrar por una pequeña puerta a un inmenso espacio verde, sino que sea la ruta de todos los días para caminar desde Bellas Artes hasta Plaza Venezuela, sin necesidad de entrar y salir. Me imagino subir al Waraira Repano pasando por nuestro hermoso parque Arístides Rojas y no caminando por la pequeña acera con la reja que lo encierra. Me imagino a Caracas luciendo sus patrimonios abiertos completamente al público; que desde el autobús, al pasar por la avenida Universidad, podamos todos disfrutar del hermoso liceo Andrés Bello junto al Parque Carabobo y que desde el bulevar César Rengifo, quienes vamos caminando podamos observar las esculturas y mausoleos del camposanto más antiguo de la ciudad. Me imagino a Caracas muros abajo…

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Mi Caracas POR María Centeno @mariacent fotomontaje alfredo rajoy

Veo a Caracas como la ciudad de los techos verdes. Todos los techos estarán cubiertos con sembradíos de hortalizas y frutas. Además de contribuir a la salud y la soberanía alimentaria, estos techos verdes ayudan a bajar las temperaturas en los espacios cubiertos y, por consiguiente, se ahorrará energía y tendremos un aire más limpio. Será casi imposible conseguir permisos para talar árboles y se incentivará la siembra en todo espacio baldío, con premios y promoción. Se harán concursos de jardinería y exposiciones de los mejores pimentones, auyamas y ponsigués. Se eliminará 90% de la circulación vehicular privada y se creará un sistema de transporte público superficial y subterráneo puntual, cómodo y seguro, con trenes elevados y buses para las rutas secundarias. Será carísimo el uso del vehículo privado y baratísimo el transporte público. Caracas dispondrá de un sistema de circulación peatonal y de bicicletas que atraviese toda la ciudad y que enlace los diferentes parques ya existentes y los que sean creados. Es decir, se podrá atravesar la ciudad a pie sin cruzar vías vehiculares a través de un corredor verde con amenidades urbanas como cafés, juegos infantiles y gimnasios al aire libre. Las ciclovías abarcarán toda la ciudad. Todos los barrios deben tener canchas deportivas como prioridad, así como espacios de baile, protección civil y reuniones comunales. La ciudad será un museo al aire libre, donde las obras de arte producidas por la comunidad convivan con el tiempo libre y el trabajo de sus habitantes. Cada persona que habite una casa o apartamento tendrá la responsabilidad de mantener el frente limpio y bonito. Las jornadas de limpieza se organizarán en los edificios y urbanismos en forma de brigadas de fin de semana, acompañadas de eventos de índole cultural como conciertos, bailes o películas. Utopía o barbarie.

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Toque en esta estación POR Mercedes Chacín @mercedeschacin ILUSTRACIÓN FRANKLIN ALVIáREZ

La música no deja mal a nadie. Y una idea musical para Caracas pasaría por llenar de música espacios de mucha afluencia de ciudadanos. Uno de esos lugares es el Metro de Caracas. Sabemos que en el Metro a la gente la fastidia que le vendan, que la toquen, que le hablen. Esta idea no es para las horas pico ni es para los vagones. En los vagones, cuando mucho, se distraen viendo a la gente cantar, leyendo u oyendo música solo en sus oídos. En nuestro Metro, no entiendo muy bien por qué no se permite a los cantantes cantar en los vagones, como suele suceder en otros subterráneos del planeta. Por eso la propuesta va para las autoridades del Metro de Caracas: pongan ustedes mismos la música. Lo ideal sería que fuera en los espacios abiertos, en estaciones donde se pueda colocar, por ejemplo, un piano de cola. ¿Por qué un piano de cola? Porque es pesado, porque puede estar allí solo. Un cuatro sería una maravilla, pero ¿cómo controlar que no se lleven el cuatro? Sabemos que existe en los metros de París y Londres. Para tocar piano se necesita un banquito. Y saber tocar. La gente del Metro podría invitar a los músicos a tocar el piano y, poco a poco, se irían organizando para incorporar otros instrumentos y hacer música subterránea. Armar un guateque subterráneo. Un piano, una conga y una trompeta. Música para los oídos, música para compartir. Sí hay que invertir. Se necesita el piano. Los demás instrumentos llegan solos. Se necesita también voluntad para transformar la dinámica de algunos espacios en los que, como el Metro de Caracas, la gente anda apurada y a veces no lo está. Épale, toque en esta estación.

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Una ciudad que se mueva 24X7

Es decir, en la actualidad la mayoría de los autobuses, camioneticas, piratas, expresos, son unidades exprimidas hasta el límite de su capacidad, son de carácter privado, manejados por dueños o empleados que muchas veces olvidan su origen de clase.

POR jessica dos santos @jessidossantos ILUSTRACIÓN L. "RAZOR" BALZA

La idea es tener un transporte que realmente sea público, manejado por el Estado, con niveles de seguridad que comprendan cámaras, dispositivos de seguimiento y operadores entrenados para este tipo de tareas (como el Sitssa). Que funcione las 24 horas del día sin importar que la ruta sea urbana, extraurbana o troncal (yips que suben a los barrios), como otra manera para combatir la inseguridad que se apodera de las noches citadinas.

Por eso, la ciudad debería implementar horarios alternos. Por ejemplo: que los bancos trabajen en rangos temporales distintos a los de los colegios o que los entes tengan dobles turnos de atención al público, entre otros. También podría implementarse que al centro de Caracas solo se llegue en transporte público (como en Buenos Aires) Entonces, cada uno de nosotros pierde, en y que algunas de esas unidades se muevan por el centro de la ciudad sin cola, por vías promedio, cuatro horas al día sumergidos propias (al igual que el BusCaracas o los en el tráfico, lapso que podríamos utilizar autobuses de Curitiba, capital del estado de para compartir con nuestros seres queridos, militar de forma activa, hacer ejercicio, Paraná, al sur de Brasil). cocinar y deslastrarnos de la comida rápida A esto se suma un problema mayor: nueso practicar el “ocio liberador”, porque la vialidad urbana no puede deslindarse de la tra ciudad requiere soluciones de carácter estructural que apunten a lo colectivo. recreación y convivencia de los citadinos. En nuestra ciudad, el parque automotor supera los 5.350.000 vehículos, de los cuales 73,35% son de uso particular, y la gran mayoría viaja solo con una o, a lo sumo, dos personas a bordo. De esos vehículos, 2.200.000 millones circulan diariamente en Caracas.

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Fíjense: según las más recientes cifras, de las 325 “organizaciones” (muchas desastrosas) que cubren las rutas en la Gran Caracas, solo dos laboran hasta el amanecer: Chacaíto-Propatria y los Guerreros Nocturnos, esta última troncal y cubre la ruta Plaza Catia-barrios de Gramoven. El resto culmina sus funciones, a más tardar, entre 8 y 9 pm. ¿Cómo no abandonar los espacios? Necesitamos una Caracas que se mueva 24x7.

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Tratamiento curativo de emergencia POR MALú RENGIFO @malurengifo ILUSTRACIÓN jessica mena

Clínico de relativa gravedad. Se sugiere tratamiento sintomático y de sostén, cuidados ciudadanos intensivos y mucho, pero mucho compromiso, tanto por parte de las autoridades gubernamentales y del orden público, como de civiles en general. Para curar a la ciudad de los males que la afectan es imperioso que cada uno de sus habitantes tome su turno diariamente para aplicar la correspondiente dosis de los remedios indicados. Se adjunta, entonces, una lista de los síntomas presentados por la paciente, seguidos cada uno por el tratamiento sugerido para aliviarlos: 1) Fiebre alta y sudoración nocturna. Se sugiere, en altas dosis, la siembra de semillas de especies vegetales grandes en donde quiera que quepa un árbol, así como la aplicación de compresas o los, mejor llamados, techos verdes en cada terraza de la ciudad. 2) Enrojecimiento de ciertas zonas, comezón y salpullido purulento con tendencia a esparcirse por déficit de vigilancia policial y abandono ciudadano. Para esto es esencial la profilaxis inmediata de cada mínimo foco de infección a través de la denuncia, no solamente de las pústulas locales sino también de las que puedan afectar los anticuerpos policiales. El fortalecimiento del sistema inmune de la ciudad, representado en una ciudadanía activa que tome las calles para sí, para el disfrute y la participación, acarreará,

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en consecuencia, la desaparición inmediata del virus de la criminalidad. 3) Obstrucción profunda de nuestras principales arterias viales. Las iniciativas gubernamentales para tratar esta patología han sido tan numerosas como insuficientes a causa de la escasa colaboración ciudadana. Se sugiere, por parte de los usuarios, la reducción del uso de vehículos particulares a su mínima expresión, así como un uso consciente de las aceras para el aparcamiento de vehículos. 4) Elevado tono de voz, aullidos y cornetazos. Para favorecer la salud mental de las comunidades que habitan los puntos más concurridos de la ciudad, se sugiere la ingesta de té de cayena, lechuga y cualquier otro remedio para aplacar los nervios por parte de transeúntes y conductores en general, acostumbrados a drenar la ansiedad causada por el tráfico a través de molestos ruidos que solo empeoran el cuadro clínico de la ciudad. Llévese a cabo este tratamiento por el lapso de ocho meses, tómelo para sí, hágalo costumbre hasta que ya no le resulte un esfuerzo aprender a vivir de esa manera. Luego, proceda a realizarse un examen de autoevaluación. Tóquese, palpe sus sentimientos con respecto a la ciudad que habita y proponga usted el remedio para los síntomas que le afecten como ciudadano.

Caracas, 26 de julio de 2015.

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ARCOS Y AROS POR Mirko Casale @okrimopina ILUSTRACIÓN oscar hernández

Puede parecer una obviedad, y seguramente lo sea, pero los espacios se ganan ocupándolos. Hace unos años mi primo me contó cómo en cierto barrio los vecinos, cansados de vivir escondidos en sus casas por miedo a la famosa inseguridad —la más perversa combinación de realidad y fantasía que existe—, decidieron que era hora de recuperar lo que legítimamente les pertenecía, porque eran mayoría y las mayorías nunca deben dejarse someter por las minorías. De modo que se pusieron de acuerdo y, cada vez que se ocultaba el sol, todos los habitantes del sector sacaban sillas y mesas a la calle, se sentaban a conversar, a jugar naipes o dominó; los más chicos fútbol, pelotica de goma o simplemente corretear por ahí. Los delincuentes que pululaban habitualmente por aquellas calles desiertas en busca de una víctima apenas unos días antes, tuvieron que buscarse otros lugares de actividad ante la abrumadora presencia vecinal. Sin policías, sin un gran sistema de alumbrado y sin un costosísimo plan de seguridad impulsado desde las autoridades, el pueblo organizado logró cambiarle la cara a la comunidad.

forma sencilla y relativamente accesible. Así como existe la pelotica de goma como una variación popular del beisbol, que puede jugarse prácticamente en cualquier parte, hay formas de jugar fútbol y básquet sin la necesidad de un terreno de 30x15 metros ni infraestructura y mantenimiento complejos. En el caso del baloncesto, y esto lo saben muy bien en los barrios, lo único que se necesita es un terreno razonablemente allanado y una pared donde colocar aro y —no siempre— tablero. Y si hay algo que le sobra a Caracas son calles y paredes. Lo de pintar el suelo con la raya para los tiros libres, el perímetro para el triple y todas las medidas estandarizadas es circunstancial. Podrán ser requisitos imprescindibles para un campeonato oficial, pero para la práctica diaria y recreativa no dejan de ser ornamentales. Los invito a recorrer Caracas con ojos de

basquetero, imaginando lugares donde puedan instalarse un aro —con o sin tablero— para jugar un tres pa’ tres, un dos pa’ dos o simplemente ensayar tiros libres. Se sorprenderán, porque verán un lugar propicio cada pocos metros. Los límites amurallados de una plaza, los terrenos asfaltados o con concreto de un parque son idóneos; pero también solares entre casas o edificios, esquinas sin tránsito vehicular, patios traseros sin mayor uso, recodos entre construcciones por pequeños que puedan parecer, ¡y eso es todo! Un espacio de 4x4 metros es más que suficiente. Si logramos masificar la presencia de aros y tableros de básquet, con un poste cuando lo amerite, aprovechando los resquicios urbanos que nos regala nuestra capital, la práctica de este deporte —que sería mucho más extendida— y la recuperación de espacios irían de la mano. ¿Y el fútbol? Ya sé lo que pensarán algunos: “Con un pequeño terreno no basta, es necesario un espacio amplio, mínimo 10x10 metros, o más”. Sin embargo, existen variantes para practicar fútbol en terrenos asombrosamente reducidos, ¡incluso más pequeños que el caso del baloncesto urbano! Existe una modalidad de fútbol que se practica en terrenos extremadamente limitados, para la que solo es necesaria una pequeña jaula metálica poli-

gonal. Tiene una puerta de entrada y dos miniarcos que forman parte de la estructura. Es ideal para situar en parques y plazas, así como también en mínimos terrenos urbanos sin uso. Permite que dos equipos de dos jugadores (o uno contra otro) se enfrenten en un terreno de aproximadamente tres metros de diámetro. ¡Casi cualquier esquina sirve para situar este módulo! Esta modalidad, además, permite desarrollar habilidades muy necesarias en la práctica del fútbol en cualquiera de sus variantes (fúbol 11, fútbol sala), como el regate en corto, el pase rápido, la “pared” (tanto con otro jugador como con los límites de la estructura), etc. Además, al ser un terreno cercado, la práctica de este estilo no incomoda a los transeúntes que pasen por los alrededores, porque rara vez la pelota (y mucho menos los jugadores) escapará del recinto. Los materiales para su construcción tampoco son un gran problema y se podrían fabricar masivamente dentro del país (Sidor, Pequiven u otras industrias venezolanas podrían involucrarse en su fabricación). La infraestructura deportiva pública atrae a la gente a las calles sin mayor promoción que su propia existencia. Si podemos hacerlo de forma sencilla y masificada, Caracas y sus habitantes serán los principales beneficiados.

No todos los espacios a recuperar funcionarían como el caso anterior. Pero lo pongo como ejemplo de que muchas veces un problema grave se puede solucionar de forma sorprendentemente sencilla. Es indudable que en Caracas se han hecho progresos impresionantes en la democratización de los espacios públicos en la última década. Soy residente de esta ciudad desde 2006 y, muchas veces, no dejo de sorprenderme al pasear por lugares recuperados y recordarlos tal como eran hace no tanto. Bulevares antaño abandonados e intransitables son hoy una invitación a compartir con familia y amigos; edificios en ruinas son hoy teatros y cines; plazas dignas de películas sobre apocalipsis zombis hoy son espacios para la música y el encuentro. Sin embargo, todavía queda bastante por hacer. Seguramente por ser fanático del deporte como lo soy, considero que crear facilidades para practicar el ejercicio físico es una de las mejores formas de devolver los espacios públicos de Caracas a sus legítimos dueños: las caraqueñas y los caraqueños. Generalmente por “espacio deportivo” entendemos un terreno relativamente amplio, allanado, donde se construya una cancha con todos sus elementos, incluso graderíos para sentarse, y que amerita una gran inversión, un largo tiempo de ejecución y, por supuesto, una inauguración oficial a la altura de la inversión. Pero, retomando el ejemplo inicial, muchas veces la solución es más sencilla de lo que parece. Afortunadamente para nosotros, los deportes más populares en nuestro país no son los que necesitan una infraestructura compleja. Si el deporte nacional fuera el waterpolo, el tenis o la equitación, tendríamos un grave problema. Pero el beisbol, el fútbol y el básquet tienen la facilidad de ser practicados de

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Caracas, 26 de julio de 2015.

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500 años despues de la última guerra POR ALFREDO RAJOY @hakesburundanga collage ALFREDO RAJOY

Cuando Tel Aviv borró de la faz de la Tierra a Teherán con una decena de ojivas nucleares, no pasaron más de 20 minutos para que Pyongyang, Washington, Moscú, París, Londres y Beijing desplegaran sus arsenales atómicos, en fuego cruzado, apuntando a más de mil objetivos transcontinentales. Al poco tiempo, América del Sur perdió contacto con los hemisferios norte y oriental del planeta debido a la distorsión electromagnética producto del holocausto y los ataques por medio de la tecnología Haarp. Después de la Tercera Gran Guerra, que se inició a la par del aumento de las emisiones solares y la triple conjunción Júpiter, Saturno y Plutón de 2020, Venezuela se convirtió en una provincia más de la Unión de Repúblicas Revolucionarias del Sur. La antigua Ciudad de La Paz se convirtió en su capital, rebautizada como la Ciudad del Nuevo Alba. La Confederación de Ejércitos de la Unasur, con apoyo de flotas rusas, chinas e iraníes junto a los colectivos y ejércitos populares del continente, lograron derrotar a la coalición de la Cuarta Flota, la OTAN, las tropas de infantería y las unidades aéreas apostadas en todas las bases gringas desplegadas en la región junto a mercenarios paramilitares compuestos por batallones irregulares del Mossad, Blackwater y las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). En las alturas de la Ciudad del Nuevo Alba, que se extendía desde El Alto boliviano hasta la antigua ciudad de Cuzco, en el Perú, sucedía un fenómeno electromagnético relacionado con la ionósfera, que protegía del invierno nuclear a los territorios comprendidos por varias centenas de kilómetros a la redonda, haciendo epicentro en el lago Titicaca, donde se manifestaba una aurora boreal de manera permanente. Los amautas y yatiris de la Orden Blanca, así como babalawos, chamanes Kogi, Piaroa y de tribus diversas, llegaron en éxodo y volvieron a enseñar a curar con cristales.

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La tecnología psicomagnética y oracular cobró nuevamente relevancia. La quinoa y la hoja de coca, el ayahuasca, la chacropanga, el yopo y la chacruna demostraron ser tratamientos efectivos contra la radiación. Caracas quedó devastada por los vientos alisios —ahora radioactivos— del sureste.

cal devoró el gris del concreto armado, el naranja de los ladrillos y el brillo metálico de las placas de zinc. En la guerra habían muerto dos tercios de la población de Venezuela y 80% de la población restante emigró en éxodo hacia el sur.

Las lagunas que se formaron en los campos de golf del Country Club, CaraLa que fuese alguna vez la cuna del Liberballeda, Izcaragua, El Junko y La Lagunita tador se convirtió en un valle de muerte. servían de abrevadero para dantas, venaTuvieron que pasar más de cinco siglos para volver a ver vida animal en la superfi- dos, chigüires, rabipelados y demás macie. Como la ciudad maya perdida de Tikal, míferos autóctonos, muchas de ellos con desde Petare hasta Caricuao el verde tropi- deformaciones y mutaciones congénitas,

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lo que no era excusa para que cunaguaros —también mutantes— los cazaran de vez en cuando. A las 5 de la tarde, lo que alguna vez fueron las Torres de El Silencio se convertían en el anfiteatro para el canto de araguatos aulladores. La pira cubría todo el casco histórico, desde el Capitolio hasta La Candelaria. La Asamblea Nacional y la Catedral de Caracas habían sido devastadas por bombardeos, y muchos de los antiguos sectores populares habían sido arrasados por las nubes de fósforo blanco desplegadas a través de bombas de racimo. Durante muchos años, los esqueletos serpenteantes

de los carros que quedaron abandonados en la autopista Francisco Fajardo funcionaron como comedero de zamuros desplumados por la tiña y la radiación. Los insectos crecieron, las cucarachas se apoderaron por completo de lo que quedó de las construcciones humanas. Al atardecer, enjambres de zancudos desbordaban las riberas del río Guaire, que volvía a ser transparente, mientras las garzas hacían su comida diaria con el ojo avizor por cualquier caimán merodeador que, a su vez, se las quisiera cenar.

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Una mañana, al despuntar el amanecer, un niño con ojos de gato y la piel gris cubierta con manchas camufladas azul eléctrico, salió corriendo como una bala desde la antigua estación del Metro de Capitolio, protegido con un casco desvencijado modelo Sandoval, un respirador de submarinista con su tanque de oxígeno y, terciado a la cintura, un bate de madera con apenas un recuerdo distorsionado de lo que alguna vez fue el logo de los Leones del Caracas y cientos de signos tallados a la manera de petroglifos.

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Caracas en defensa propia POR Marlon Zambrano marlonzb@gmail.com ILUSTRACIÓN FRANKLIN ALVIáREZ

A Caracas que la dejen como está. Planificarla, como han hecho varias generaciones obsesionadas, quizás signifique un cambio irreversible hacia una ciudad imposible, que termine “mejorando” solo en las discusiones de barra, en las tertulias de intelectuales, en las quejas de las comadres. Caracas es lo que es. ¿Acaso es imposible que nuestro orden sea el caos? ¿Que los proyectos de desarrollo, esos que pasan por “reinventar la ciudad” para “superar sus males estructurales”, sean los responsables de nuestra versión de La raza cósmica de Vasconcelos? ¿No es probable que la autorregulación de nuestro ecosistema urbano esté urdido, indefectiblemente, por la colita de la Fajardo, los misterios insondables de los estacionamientos del Sambil, la muchedumbre acechante de la redoma de Petare? Marco Polo le contaba cuentos chinos a Kublai Jan para ganarse sus favores; así le describió ciudades donde todo era posible entre lo fantástico y lo exótico. Caracas podría ser una de esas ciudades o, mejor aún, alguna de las ciudades invisibles de Calvino, donde se suman muchas cosas menos un plan estructurado: recuerdos, deseos, palabras. Caracas debería zafarse de una vez por todas de la razón o, mejor dicho, asumir que la sinrazón es su destino. Así, podríamos superar el permanente inventario de frustraciones que nos impusieron el pensamiento ilustrado y, su hijo avenido, el positivismo, para darle paso a la era de las sensaciones donde el camino al progreso sea dirigido por los poetas y los niños, en guerra permanente contra la nostalgia. Si no, ¿cómo se construye al hombre nuevo? Nos llamaron flojos, salvajes, desorganizados y aún lo creemos. José Domingo Díaz se licenció en Filosofía en la Universidad de Caracas a finales del XVIII para venir a acusarnos de ser el centro de todos los males. Gil Fortoul, Vallenilla Lanz y hasta Rómulo Gallegos lo atajaron en los primeros innings del siglo XX para rematarnos con citas de Letourneau y Speneer, y hacernos sentir culpables de ser llaneros iletrados e inestables, gauchos sin Martín Fierro y tapatíos sin Sor Juana Inés. En los días en que ya no hay imaginarios del allende sino en los perfiles del “feisbu”, Caracas podría tejerse en el vaivén de los andenes del Metro y sus 495 millones de usuarios al año, colectivismo alegre y respondón que nos ilustra la idea del socialismo del siglo XXI mejor que cualquiera de los tratados intratables: 495 millones de alientos, de ansiedades y enamoramientos súbitos, una coreografía continua que consagra el roce de los cuerpos y glorifica el acuerdo tácito del pueblo que necesita la solidaridad y los pactos casuales para no atascarse en las escaleras mecánicas.

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Los planos de la nueva ciudad deben dibujarlos los niños. Sus montañas verdes, ristras de pajaritos amarillos, casitas colgadas en el aire bordeadas por araguaneyes azules y autopistas que se dirigen al cielo, deben constituir el dogma de los despachos de arquitectos e ingenieros, bajo las órdenes insobornables de un consorcio de muchachitos menores de 6 años que saben a rajatabla dónde va cada cosa en el universo. ¿No se quejó Enrique Bernardo Núñez del destino del pájaro taramayna, expulsado hacia las cumbres del Waraira Repano debido al estertor del fuego de Fajardo diezmando a los Caracas? ¿No se asqueaba Picón Salas del muestrario caótico de fachadas de todo el mundo en dos cuadras de la capital de la República? ¿No aseguraba Aquiles Nazoa que la nueva Caracas iba surgiendo como una ciudad improvisada, hecha para satisfacer pequeños caprichos y ambiciones? Caracas, la ciudad negociada, la que surgió de la depredación, la especulación y el pillaje, tiene el derecho sagrado de que la “desplanifiquen” los gestos espontáneos de sus gentes, que todo vuelva al principio evocador de la palabra cuando primero era el verbo y el verbo era con Dios, y el desconcierto apocalíptico de los días iniciales vertebró el nombre de las cosas, sus olores, sus sabores, sus formas y le dio paso al mundo nuevo.

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