10-04-2016

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contenido Consejo Editorial

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Mercedes Chacín

Abril 11: silencio informativo

Mancheta y demás

Editor Jefe

Edarlys Rodríguez

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COORDINADOR DE FOTOGRAFÍA

Cada quien tiene su película de abril

— música José Delgado en el Celarg

Asesor Editorial

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La paranoia común

La mujer más buena del mundo

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El día que duró 47 horas

Mirarnos con otros ojos

Ilustrador

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Fotógrafo

Vivir la ciudad... vivir Caracas

Buche lésbica

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Pichones de sibarita

Cine y teatro

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Jorge Rodríguez Gómez Felipe Saldivia Gustavo Borges Revilla

Directora

— perfil

Carlos Cova

DirecTORa de Arte

— ciudad

Jesús Castillo

Reinaldo González

Coordinadora web

Yanira Albornoz

— mitos

MANEJADORA DE REDES

Bárbara Baralt

Redacción

Kay Yam Hung Nathali Gómez Moscoso Gustavo Mérida Ander De Tejada Marlon Zambrano

— minicrónicas

DiseñadorEs

Lisbeth Montell Óscar Hernández Alfredo Rajoy

— desde la raíz

Michael Mata

CORRECTOR

Rodolfo Castillo

LOGÍSTICA

— gastronomía

Idania Bracamonte Daniela Fernández Edi Cordero

Colaboran en esta edición

Clodovaldo Hernández, Ángel Méndez, María Gabriela Blanco, Dulce Medina, Rodolfo Porras, Indira Carpio, Enrique Hernández, Henry Rojas, L. “Razor” Balza y Andrés Palacios. Archivo Ciudad CCS. Fotografía de portada: Nica Guerrero.

Impresión

Complejo Editorial Alfredo Maneiro Editorial Metropolis, C.A. epale.ciudadccs@gmail.com

Comercialización y Ventas: 0212-8080323/0426-5112114 Distribución: 0212-8085843 Depósito Legal: pp201202dc4166 Una publicación de la

@epaleccs

@epaleccs

— EL MENJURJE

— mIradas

— entrevista

— sexodiversidad

— crítica y media

Historias de la calle Lincoln (XXXII)

— poesía o nada

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— novela

— cruciverbo’s

Crucicentrifugado

— El rumor de las bolas

Revista Gratuita Circula los domingos con el Diario Ciudad CCS búscala de lunes a viernes en nuestra sede: esq. san jacinto, edif. gradillas “c”, piso 1, al lado de la taquilla única de servicios municipales y en la librería-Bar el techo de la ballena, edif. Gradillas “A”, planta Baja, Bulevar del Eterno Retorno

Premio Nacional de Periodismo “Simón Bolívar”, 2014 y 2015. Premio Municipal de Periodismo “Guillermo García Ponce”, 2014.


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(ANTI) PERFIL


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Silencio informativo el día en que Tom y Jerry trabajaron horas extras En abril de 2002 los medios prefirieron callar antes que decirle al país lo que estaba pasando, es decir, que su golpe de Estado había sido un estrepitoso fracaso. Muchos periodistas experimentaron en esos días uno de los grandes desengaños de su vida. Durante 14 años las infamias ocurridas entonces han sido un tema sobre el que el gremio prefiere —también— guardar silencio POR Clodovaldo Hernández • clodoher@yahoo.com / ILUSTRACIóN ALFREDO RAJOY

Trabajaba entonces en El Universal, así que puedo hablar como testigo. En torno al rol de los periodistas, pienso que una parte de ellos, pese a ser gente muy avispada, no habían comprendido a cabalidad hasta qué punto los propietarios de medios eran protagonistas en lo que se perfiló rápidamente como un golpe de Estado. De allí que se llevaron el 11, 12 y 13 de abril de 2002 uno de los grandes desengaAntes del golpe, fueron el factor clave para envenenar a grandes ma- ños de su vida. sas en contra de un gobierno legítimo, en contra de una Constitución que apenas entraba en su tercer año de vigencia y, sobre todo, Esos comunicadores entraron al trepidante momento histórico conen contra de la porción mayoritaria del pueblo que respaldaba a ese vencidos de que estaban librando una batalla heroica por la libertad de expresión, en la que el adversario era un gobierno dictatorial. Sagobierno y a esa Carta Magna. lieron cacheteados por la cruda verdad: los genuinos enemigos de Durante el golpe, la actuación de los medios privados fue igual- esa libertad eran sus jefes, los dueños de los poderosos medios de mente perversa: en complicidad con los conjurados civiles y mi- comunicación que habían participado abiertamente del derrocalitares, perpetraron una de las más nefastas manipulaciones de miento y que, tan pronto tuvieron la sartén tomada por el mango, pisotearon todo cuanto habían proclamado en los meses precedennuestra historia. tes en torno al derecho del pueblo a estar bien informado. Después del golpe, establecieron la censura y se disponían a encubrir la terrible ola represiva que ya se había desatado. Cuando el gobierno El 11, y los días previos, los periodistas y los dueños de medios vide facto comenzó a derrumbarse precozmente, realizaron la juga- vieron una luna de miel. En las redacciones de los grandes medios da más criticable que pueda hacerse en esta industria: como no les reinaba un espíritu épico. Los dueños se mostraban espléndidos gustaba lo que estaba ocurriendo, cerraron sus propias puertas para en la asignación de páginas, así como en el pago de horas extras, no informar nada. El país, luego de una larga etapa de intoxicación viáticos y refrigerios para los reporteros que cubrían las agotadoras comunicacional, quedó sumido en una ausencia absoluta de noti- jornadas de marchas y concentraciones. En esos días abundaron cias, en un silencio informativo, en un blackout, como le dicen los las ediciones extraordinarias de los periódicos, algo que generaba grandes emociones a los periodistas, pues los trasladaba a épocas aficionados a los anglicismos. Desde que ocurrieron los hechos, muchos de quienes tuvimos el privilegio de vivirlos, “en las entrañas del monstruo”, estamos convencidos de que el golpe de Estado de 2002 fue, más que nada, una gran operación mediática. Los medios de comunicación tuvieron una vergonzosa participación antes, durante y después.

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Edición Número Ciento setenta y tres. Año 04. ÉPALE CCS


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románticas del diarismo, que muchos de ellos ni siquiera habían A media tarde, la cosa se puso color de hormiga, en especial porque las televisoras empezaron a pasar interminables ristras de dibujos vivido de veras. animados. Todo había cobrado un aire surrealista: los mismos teEn El Universal el buen clima se mantuvo durante el día 12 por levisores que hasta horas antes habían escupido sin cesar noticias y una sencilla razón: la mayoría de los periodistas era rabiosamen- más noticias, entrevistas y más entrevistas, recuentos y más recuente antichavista, así que poco les importaba (más bien, mucho les tos de los acontecimientos nacionales, ahora nos mostraban al pícaagradaba) que un reyezuelo como Pedro Carmona se hubiese jura- ro ratón Jerry fastidiándole la vida al idiota gato Tom. mentado a sí mismo y que en su primer decreto hubiese derogado la Constitución y guillotinado todos los poderes. Hasta aplausos y La expresión “no aclares que oscureces” vino como anillo al dedo vítores hubo esa sombría tarde en la sala de redacción. Solo algu- en algún momento de aquel día, cuando el locutor Juan Eleazar Fínos colegas con conciencia política marcaron distancia de aquella gallo, con la voz más engolada que de costumbre, leyó una suerte de euforia tan teñida de fascismo, tan divorciada de una verdadera de- pronunciamiento de la directiva de Globovisión en el que pretendían fensa de la democracia. Uno de ellos se acercó a mi puesto con cara explicar que no estaban ofreciendo información para no aumentar la de angustia y me dijo: “¡Pana, esto es un golpe de Estado!”. A pesar confusión y la incertidumbre en un momento en el que se requería de las circunstancias tan dramáticas, no pude resistir la tentación calma y serenidad. “Me extraña, chaleco, porque te conocí sin mande burlarme un poco de su ingenuidad, y le respondí: “Y dime: ¿tú gas”, dijo en la redacción de El Universal una periodista, pese a que había celebrado la caída de Chávez. hasta ahora qué creías que era?”. El sábado 13, en horas de la mañana, en las redacciones comenzó a tomar cuerpo la sospecha de que la tortilla se estaba volteando. Y con esas tempranas versiones (que si Baduel estaba preparando los tanques, que si los barrios empezaban a bajar) afloraron los primeros síntomas del fin de la luna de miel. Los jefes en todas las redacciones tenían instrucciones precisas de no difundir, bajo ningún respecto, ese tipo de informaciones. Los mismos jefes que en días previos habían sido fanáticos de los runrunes más desaforados, los mismos que habían publicado sin pudor hasta los chismes más balurdos, se mostraban ahora extremadamente cuidadosos, verdaderos ejemplos de la ética periodística. Algo raro estaba pasando.

Cerca del atardecer voló otro rumor: los diarios no circularían el domingo. En El Universal, los jefes reunieron al personal y le dijeron que se suspendía la guardia sabatina, que todos se fueran derechito a sus casas. “Es por razones de seguridad”, argumentaron, señalando como factor de riesgo inminente la incesante corriente de pueblo que había estado pasando frente al diario, en la avenida Urdaneta, rumbo a Miraflores. La verdad es que no hubo ninguna agresión, salvo que se consideren como tal algunos gritos de “¡digan la verdad!”. Nadie lanzó piedras contra los ventanales, nadie pretendió quemar la sede, pero, como suele decirse, “el miedo es libre”.

Un momento definitorio fue la rueda de prensa del fiscal general Isaías Rodríguez, cortada abruptamente por las televisoras cuando el funcionario, en un alarde de astucia, denunció el golpe de Estado, tras haberles hecho creer a todos que iba a renunciar públicamente. En El Universal se oyó una exclamación general. Fue algo parecido al grito ahogado en los estadios de beisbol cuando la pelota parece que se va de jonrón, pero se va de foul.

Se nos ordenó salir por la puerta de atrás, la del callejón Manduca, la de los camiones que reparten el diario. Nunca olvidaré aquella escena porque tuvo algo de ratonesca, aunque el pequeño Jerry no nos acompañaba, pues él y Tom seguían haciendo hora extras en la TV. Recuerdo que una vecina nos gritó: “¡No se vayan, cobardes!” y golpeó su cacerola. La misma cacerola que había hecho tronar en días previos pidiendo la cabeza de Chávez.

Al ver el extraño clima, varios de los jefes salieron a preguntar qué había pasado. Cuando se enteraron, sus caras eran verdaderos poemas. Una de las jefas intentó darles ánimos a los otros, diciendo: “¡Tranquilos, a ese lo meten preso ahorita mismo!”. Me hizo gracia y me reí, y mi risa no le hizo gracia a ella. “¿De qué te ríes?”, me retó. Yo le respondí que lo dicho por Rodríguez era noticia, lo metieran preso o no, pero que si lo metían preso, lo sería más todavía. “¿No te parece?”, le dije.

El cierre de Venezolana de Televisión y de Radio Nacional de Venezuela, los ataques contra Radio Perola y otras emisoras comunitarias, más el blackout que se aplicaron a sí mismos los medios privados, fueron una clara demostración de los verdaderos propósitos de los dueños de medios, de su real concepto de la libertad de expresión. En cuanto a los periodistas, bastará con decir que el silencio informativo de abril de 2002 es un tema tabú acerca del cual el gremio prefiere —valga la redundancia— guardar total silencio.

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el menjurJe

premio al pensamiento Juan José Bautista Segales es el nombre del filósofo boliviano que ganó el Premio Libertador al Pensamiento Crítico 2015. Recibirá su reconocimiento oficialmente en el Teatro Teresa Carreño por su obra ¿Qué significa pensar desde América Latina? Es un trabajo que, según Abdiel Rodríguez Reyes, profesor de Filosofía, revisa “un mundo que implora justicia en todos los ámbitos, un mundo que está sufriendo las consecuencias sociales y ecológicas de la modernidad capitalista”. El premio incluye un metálico de 150.000 dólares y la edición del libro. Al concluir el acto, todos los asistentes recibirán el libro ganador.

ta'fino

Que se desaten las lluvias

El Patrullero

Taller en Cotrain

Cuando terminaba una fiesta de joropo, contaba que él había visto de frente al caimán, que era tan grande que tenía una palmera en el lomo. Esa madrugada iba de regreso al comando con dos de sus soldados. Uno le dijo: “Capitán Chávez, deje de estar diciendo esa vaina del cocodrilo, mire que los coroneles cuando se echan tragos se burlan de usté, y que inventa vainas que no existen”. Se detuvo, volteó la vista y le dijo: “Mire soldado. El patrullero no existe, pero la igualdad tampoco, oyó. Pero, si tenemos voluntad, seguro podemos verla directica a los ojos”.

“El lenguaje de la fotografía en el cine” se llama el taller y se realizará entre el 15 de abril y el 15 de mayo, los días viernes de 5 a 8 pm y los sábados de 4 a 7 pm. Tiene como objetivo acercar a los participantes a la comprensión del funcionamiento del lenguaje fotográfico en el cine. Será dictado por el director de fotografía de ficción y documental y profesor de Unearte César Padilla. Para más información, escriba al siguiente correo: cursosencotrain1@ gmail.com.

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Carlos Duque Cuento ganador del concurso “Chávez en 100 palabras”, de la Fundación La Bicicleta

Abril de película «

Que se haya eliminado la exoneración del pasaje en el transporte terrestre a la tercera edad y personas con discapacidad, según Gaceta Oficial extraordinaria Nro 6.221 del pasado 17 de marzo de 2016

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CIUDAD

Cada quien tiene su película de abril Hace 14 años una película de terror se vivió en Caracas. Murieron 19 personas, 72 más recibieron balas, la información y la verdad fueron ametralladas a mansalva y, sobre todo, se intentó asesinar la democracia. Sin embargo, la cinta tuvo final feliz al convertirse en una historia épica protagonizada por el pueblo concienciado POR Marlon zambrano • @marlonzambrano/ FOTOGRAFÍAs enrique hernández

Titanic

Éramos dos desprevenidos en la avenida Universidad la tarde del jueves 11 de abril en una Caracas que parecía Londres en junio del 44, cuando el aullido de angustia de una sirena intermitente obligaba a la población a saborear el té en los andenes del Metro mientras, arriba, los aviones alemaEdición Número Ciento setenta y tres. Año 04. ÉPALE CCS

nes dejaban su estela de bombas y destrucción. Nos tocó correr por entre paisanos y mercachifles quienes, a su vez, hicieron lo mismo por entre policías y manifestantes. A media cuadra de la puerta sur del Capitolio sentí hambre y supuse, junto a mi esposa de entonces, que una empanada con su respectiva malta fría no harían más ni Caracas, 10 de abril de 2016.

menos por una marcha escuálida y una resistencia soberana. Qué va: un chorro sanguinario del chorizo que rellenaba la mía untó sus miasmas sobre mi camisa blanca, la que usaba para los trámites oficiales, como el de ese día, cuando intentaba sacar un documento en un ministerio del centro de la ciudad.


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No sabíamos a esa hora, 2 de la tarde, cómo iba una u otra concentración, porque mientras decidíamos nuestra neutralidad con una moneda al aire, nos vimos sentados cómodamente sobre un muro de El Calvario, con la mirada zigzagueante entre el puente Pagüita y la esquina de Pedrera. Desde allí, sin duda, un acto osado: el frente de vanguardia de la marcha “por la libertad” no era más que Las fotos de Hernández han sido usadas como pruebas de la verdad sobre abril un piquete de bellos y esbeltos veinteañeros en pareja sobre sus harleys y suzukis aceitadas. Mientras ellos hacían rugir sus bólidos, a ellas, de copiloto, les correspondía ondear el tricolor y vociferar alguna consigna, avanzando con increíble atrevimiento sobre el territorio de los bolivarianos. Y llegaban así, por gotera, casi una estupidez frente a las ganas de los otros que esperaban impacientes, palo en mano.

Ciudad de Dios

El Calvario, hay que decirlo, no era precisamente el sitio más neutral. Desde allí otros curiosos que, poco a poco, se fueron sumando, sacaron una conclusión incuestionable: “De esa vaina van a salir varios muertos”. A nuestros acompañantes circunstanciales los pilló una duda: “Y ustedes, ¿son chavistas o escuálidos?”, nos preguntaron dos liceístas. Mi exmujer me miró, yo la miré, ellos nos miraron, nosotros los miramos, un jodedor destapó una cerveza en lata y cuando empezamos a balbucear una respuesta aceptable, El pueblo se constituyó en la vanguardia defensiva de la revolución un hilo de detonaciones desvió la atención de todos. Eran los primeros plomazos. Manos arriba. Me aturdió un sobresalto: danzar sobre la preciosa tarde abrileña de esa Fue una danza pendular. Los manifestantes ¿pero qué coño hacíamos, como Nerón, Caracas mortuoria sus esquirlas defensivas buscaban subir por el viaducto hasta la es- tocando la lira mientras se incendiaba la ante la amenaza que se cernía sobre el goquina oeste del Palacio Blanco, sede de la ciudad? ¿Con qué derecho nos conformá- bierno revolucionario. Guardia de Honor. Desde allí la Guardia bamos, fisgones, con el espectáculo de una Nacional repelía con lacrimógenas, y arri- Caracas cosmopolita ofreciendo su show Observé ese abril encantado desde la priviba los chavistas coreaban algo con zumbido semanal? “Soy periodista”, me respondí, legiada colina que marcó alguna vez el Gólde enjambre. En la plaza O’ Leary se amon- pretendiendo convencerme de que con esa gota en el extremo occidental de la ciudad, tonaban los muchachos bien, las señoras patente de corso tenía el salvoconducto para desde donde Joseph Thomas trazó los primede alhajas, las catiras explotadas, algunos no actuar, para ser testigo, para mirar los to- ros dibujos de Caracas y donde más de un niños con un riesgo inútil. La estación del ros desde la barrera. Eso pensaba hasta que daguerrotipista inmortalizó los techos rojos Metro de Caño Amarillo, donde habían una banda de motorizados de rostros pinta- de Bernardo Núñez. Colina desde donde aldado puerta franca, dejaba salir oleadas rrajeados con dos franjas rojas por mejillas guna vez un nativo caribe avistó una danta y de hombres y mujeres que gritaban “¡Viva invadió nuestra pequeña meseta para tomar le dio cacería con piedras y lanzas que, igual Chávez!” y subían a insuflar el colchón de piedras de todos los tamaños y, a la orden de que aquel jueves, abrieron una brecha invisila resistencia. “plomo” de un abuelito engorilado, hicieron ble entre los instintos y la supervivencia. Caracas, 10 de abril de 2016.

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Para Ernesto Villegas, abril debe constituirse en un homenaje permanente a la memoria

Nos asustamos. Tuvimos que emprender la huida por un atajo mientras el Metro nos recordaba que no estábamos en 1510 sino en 2002, presenciando el comienzo de una historia que a muchos graduaría de chavistas y a otros los comprometería con la traición, el silencio cómplice, el odio.

La ventana indiscreta

Alguna gente dice que las esquinas tienen aún mucho que contar. Lo hizo con bastante precisión Puente Llaguno, claves de una masacre, el sorprendente documental de Ángel Palacios que parece una autopsia de los acontecimientos, permitiendo derrumbar casi todas las afirmaciones infundadas y leyendas negras que se tejieron en el imaginario colectivo luego de los hechos. Increíblemente aún hay gente que afirma que los “pistoleros” de Puente Llaguno mataron a 19 personas el 11 de abril. Hizo lo propio La revolución no será transmitida, el vibranEdición Número Ciento setenta y tres. Año 04. ÉPALE CCS

te documental irlandés de 2003 que registra los acontecimientos en primera persona, desde el centro de los hechos, desmontando a su vez el silencio informativo que generaron, al unísono, los medios de comunicación social privados.

sonajes y 37 protagonistas, uno de ellos, el propio presidente Chávez, personificado por Alí Basán, un taxista aragüeño que fue extraído de su ruta para encarnar al líder de la Revolución y cuyo parecido es, por lo menos, turbador. “Parece que Chávez hubiera revivido”, me dice al oído Margarita Para José Antonio Varela, “todavía, en mu- Carrero, vocera de un comité de comunichos sentidos, abril es un crimen sin re- cación alternativa, mientras observamos solver”. Es el director de la película basada un avance de la película de Varela. en el best seller de Ernesto Villegas, Abril golpe adentro, que se estrenará el próxi- Domingo mo mes de junio en el circuito comer- de resurrección cial, aunque estará lista en los próximos Aún caliente la Ley de Amnistía, recién sadías y, posiblemente, sea presentada para cada de los hornos de la Asamblea Naciorememorar el golpe de Estado contra el nal, cuyo objetivo primordial es sobre todo presidente Hugo Chávez. Es una película liberar de culpa a los responsables de los sobre la conspiración militar, básicamente, crímenes que se han cometido en el país basada en el libro y las investigaciones del durante los últimos 16 años en nombre de propio Varela, cuya producción acarreó la “política”, para Varela, tanto el libro como 440 días de trabajo, mil decorados, 140 la película son un reencuentro con la histoescenas, con la participación de 150 per- ria. Además, está construida a partir de los Caracas, 10 de abril de 2016.


09 hechos registrados y el aditamento de los testimonios que cada protagonista directo o circunstancial ha ido aportando a partir de su propio relato de los hechos. Como el testimonio de Enrique Hernández, el fotógrafo de estas páginas, quien estuvo allí haciendo su propia película, que debió llamarse el “revivido”, pues tras recibir un disparo en su abdomen mientras cubría los acontecimientos como fotorreportero de la para entonces agencia oficial de noticias Venpres, renació ese día junto a su hermano Luis que, casualmente, también recibió disparos y sobrevivió. De los cinco miembros del gremio de la comunicación baleados en la jornada, dos hermanos resucitaron, y eso, además de argumento para una buena película con olor a Oscar, lo señala Villegas como un acto mágico y la prueba viviente de que uno de los objetivos primordiales de los golpistas era la información.

PARA JOSÉ ANTONIO VARELA, “TODAVÍA, EN MUCHOS SENTIDOS, ABRIL ES UN CRIMEN SIN RESOLVER”. ES EL DIRECTOR DE LA PELÍCULA BASADA EN EL BEST SELLER DE ERNESTO VILLEGAS, ABRIL GOLPE ADENTRO, QUE SE ESTRENARÁ EL PRÓXIMO MES DE JUNIO EN EL CIRCUITO COMERCIAL, AUNQUE ESTARÁ LISTA EN LOS PRÓXIMOS DÍAS —

Ernesto Villegas, periodista, ex ministro de Comunicación y autor del libro, con roles

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protagónicos en 2002 con la reconquista de Venezolana de Televisión, afirma que el 11 de abril fue el bautizo de la Revolución Bolivariana. “Yo reivindico el derecho a la memoria: ese esfuerzo por el rigor histórico, el respeto a los hechos y a las distintas miradas incluso controversiales, los percibo en la película. Por ello me siento muy feliz de que el destino haya puesto a esta gente en la tarea de realizarla, respetando el germen inicial”. Varela, también director de La clase, una bella película que habla del antiguo dilema del amor estigmatizado por las diferencias sociales en un país contaminado de contrastes, tiene alto vuelo. Propone que abril se constituya en un sistema de películas, series, libros, que elabore cada quien con su propia historia. Todo el mundo tiene algo que decir, todo el mundo tiene su epopeya, debe haber un abril por cada testimonio, por cada hallazgo, por cada recuerdo. Debe ser, coinciden Ernesto y José Antonio, un homenaje permanente a la memoria.

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MÚSICA

Algo muy especial sobresalió en el celarg El joven cantautor José Delgado presentó su quinto trabajo discográfico en un lúdico ambiente de teatro y música POR Ángel Méndez• @swing_latino / FOTOGRAFÍAs nica guerrero

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El muchacho tiene seguidores porque la Sala 1 del Celarg, en Altamira, estaba hasta los “teque teques”. Mucha gente decidió sentarse en los escalones. En verdad el ambiente se prestaba para el desparpajo, ya que en la presentación de su disco Algo sobraban las corbatas, zapatos de patente o grandes tacones. Una que otra damisela hermosa lucía su fina blusa de seda sobre el bluyín raído y maltrecho. Otras, como la beldad que ocupó el puesto alterno al asignado a este cronista, exhibían chores de distintos colores. Creo que era negro el chor de la beldad señalada, pero es que solo deambula en mi mente la imagen de dos piernones que temblaban en cada estornudo. Tenía gripe. Distracción a un lado, una de las productoras del espectáculo ordena bajar la pantalla donde se ha de proyectar el primer número de Algo. Un videoclip en blanco y negro que muestra situaciones rutinarias en la relación de pareja, en tanto el “muchacho” de la película, José Delgado, el mismo de A pedal y bomba, deja correr su voz en la pieza que le da nombre al CD. Un buen trabajo de la gente de Enjoy Producción Audiovisual (www. youtube.com/watch?v=xFPTQm50ThQ). Como es de suponer, el video permitió la entrada al magno evento. José Delgado quien, por lo visto, se deshizo del segundo nombre, comenzó el espectáculo respaldado por una poderosa banda que me impidió continuar poniendo atención a las doradas piernas de mi joven y engripada vecina. A lo largo de las canciones, sobresalieron los solos del gurú de la percusión “Nené” Quintero; el bajista y cómplice de Delgado, Edwing Arellano; la bella trombonista franco-venezolana Isabel Roth y el trompetista Werlink Casanova. El resto de la banda estuvo conformada por Raimundo Pineda (flauta transversa), Sam Hernández en el piano, órgano y teclados; Luis Germán Aponte sobresaliendo en la guitarra y Abelardo Bolaño en la batería. Imposible olvidar los coros: Chris Gómez y Andrea Lovera. Todos formaron un colectivo musical que a la hora y pico arrancó los debidos aplausos y el consabido “otra, otra, otra”, porque en verdad uno que-

José Alejandro Delgado viene luchando duro para imponer su música y su estilo. Lleva ya diez años en el trajín musical, siempre comprometido con la irreverencia —

dó con “Algo” de gusto por seguir escuchando la propuesta del cantautor. Un detalle que no se puede dejar de lado fue la dramatización de cada pieza. Cinco actores se encargaron de darle vida a la música en un escenario superpuesto, al mejor estilo del bien llamado café-concert. Surgieron los personajes de “Mediocre”, “Si me miras tú”, “Aeromoza”, “El Rey” y “La Alacrana” a medida que fueron identificándose con las canciones, 11 en total, que conforman el CD, a saber: “Mi poder”, “Prender fuego y esperar”, “Si me miras tú”, “Coffe and tea”, “Soy de esta ciudad” (tema dedicado a nuestra bulliciosa capital), “Las malas lenguas”, “El Rey”, “No te vayas lejos”, “Cuestión de segundos”, “Alacrana” y “Cuando todo vuelva al centro”. El número “Algo” estaba reservado para la aclamación que se produjo, por la cual se cantó. José (Alejandro) Delgado viene luchando duro para imponer su música y su estiCaracas, 10 de abril de 2016.

lo. Lleva ya diez años en el trajín musical, siempre comprometido con la irreverencia. Esa manera de ser, su manera de decir ha conquistado al público, tanto nacional como internacional. El trabajo presentado demuestra su capacidad de juego musical y queda plasmado su estilo de hacer canciones, como bien lo señalara en rueda de prensa: “No todo el mundo se aparta de su vida diaria para componer una canción y digamos que ese es mi rol en la sociedad. No soy el artista que ocupa el centro de la canción, sino que estoy como dando vueltas dentro de ese marasmo existencial, escribiendo frases y revisando mi música una y otra vez. Voy colocando la lupa en esos aspectos emocionales… hay muchas canciones que guardan un humor especial, que lo he aprendido de cómo habla nuestra gente, de nuestro refranero popular”. En síntesis, fue una excelente presentación. Un trabajo bien cuidado y con la mejor atención para con los espectadores. Gente que exudaba buena vibra —como mi vecina con esos piernonones tan hermosos que, a ratos, desviaban mi atención— se dio cita ese miércoles, en el Celarg, para degustar un buen plato musical con un chef definitivamente talentoso, quien supo combinar su producción con la variedad de ritmos conocidos, como el jazz, la balada, el pop rock, el joropo y la infaltable música caribeña, donde los metales se expandieron por toda la sala para que más de uno se alborotara en sus asientos con demasiadas ganas de echar un pie. Yo estaba a tirito de solicitarle una pieza a la piernona, pero decidí quedarme tranquilo y disfrutar de la sabrosura hecha música a cargo de José Delgado. ¡Felicitaciones! ¡Saravá! Edición Número Ciento setenta y tres. Año 04. ÉPALE CCS


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MITOS

La paranoia común POR ander de tejada @epaleccs ILUSTRACIÓN L. “RAZOR” BALZA

En aquellas épocas era muy simple todo para el poder: más bien, ¿cuándo no lo ha sido? Más cuando, obviamente, contaban con un poderío informativo e ideológico que sembraba un miedo irracional, a lo que la burguesía más temía. Ese temor, muy ideológico, se transmitía entonces como una gripe en un salón de preescolar. Ya no eran los negros, ya no era el nazismo, ya no eran los indígenas ni los bárbaros ni los poco humanos; ahora el miedo lo reflejaban los seres que concordaban, con Marx, en que las relaciones de producción son injustas. Los comunistas, entonces, pasaron a ser los transmisores del mal ante los ojos de todo el pueblo alienado por las burguesías mundiales. Así, todo aquel que tuviera un trabajo en donde las relaciones opresivas no fueran tan evidentes: un jefe que se autodenominara “líder’’ y un horario más o menos flexible, de esos que apenas te deja tiempo para llegar a tu casa, hablar un rato con tu mujer, pero sin energías para hacerle el amor ni jugar con los chamos, pensaba que la salvación se encontraba en la repulsión del comunismo y en la abertura total del cuerpo a las garras del capital, porque los come-niños, tan bárbaros como eran, podían despojarlo de su derecho legítimo de vivir en aquel concepto tan extraño de libertad. Pero no tenías que ser comunista para que el poderío imperial del momento (y esto no es cuento ni propaganda madurista; esto existe) te callara la boca a machetazo limpio. Los métodos, en ese entonces, eran directos, aunque se mantenían las técnicas de desestabilización silente. Pero, en general, consistían en darle apoyo Edición Número Ciento setenta y tres. Año 04. ÉPALE CCS

a un poco de militares conservadores, ofrecerles sumas de dinero mientras se diseminaba información anticomunista y bien publicitada y se esperaba a que los sicarios del país en cuestión terminaran su trabajo para montar el reino en la tierra profanada. Después, se reían todos mientras se acariciaban sus grandes barrigotas e instalaban una dictadura cómplice. Pero como venía diciendo, en ese entonces no importaba si eras o no comunista: bastaba con que te negaras a algunas políticas demasiado neoliberales, expropiaras algunas tierras y propusieras una enmienda para que la gente viera en tu rostro la figura exacta del mismo Lenin. En ese entonces, el afectado fue Joao Goulart, un 31 de marzo de 1964, un presidente que, a lo sumo, llegó a aquello que mencioné antes: expropió unas tierras, quiso cambiar la Constitución y acercarse a países como la Unión Soviética y Cuba, pero sin cortar relaciones con los Estados Unidos. Fue corrido de su propio país por una rebelión militar auspiciada por los gringos bajo el nombre de Operación Brother Sam. Joao, casi sin apoyo de sus tropas —tan bien planeado había sido el golpe que esperaron al momento en que la mayoría de sus leales estuvieran de vacaciones o no prestaran servicio—, tuvo que huir a la frontera con Uruguay, sin querer cruzarla, claro, esperando un último pedazo de esperanza, pero teniendo que irse al país vecino porque ya era inevitable y así ver cómo se iniciaba la dictadura militar que sacudió a los cariocas por 20 años.

Caracas, 10 de abril de 2016.


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MIRADAS

No es no: la mujer más buena del mundo La avenida Las Acacias (uno de los límites entre los municipios Libertador y Baruta) es también conocida como “la Calle de los hoteles”: una calle que el imaginario colectivo, en la cotidianidad, adorna cuando la luz se encrespa y los tacones no suenan POR gustavo mérida • @gusmerida1 / fotografías michael mata

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A Alí Primera, por su coherencia “…y Elia se pone vieja y me ama, dice ella, porque soy el hombre más bueno del mundo y pasa mil años sobándome las bolas y soy, cuando me acaricia el miembro soy”. Marlon Zambrano El olor es nauseabundo. Hay una mezcla de basura, agua podrida en movimiento y pasos cansados que se alejan de Baruta y van hasta la Casanova, a través de la ciclovía, que es la única vía libre para caminar por la acera derecha de La Calle de los Hoteles —que están a la izquierda—, disponible para cuando (que es todos los días) cualquier venezolano o venezolana de a pie quiera caminar hacia el norte. La única ventaja de no ser de los de “apié” es que el hedor aquel no lo hueles porque el dispositivo del interior de un vehículo con aire acondicionado, que bloquea la entrada de aire, no lo permite; ergo, gente que vaya en moto, en autobús o detrás, en una picó, es gente de a pie. La única desventaja es obvia: te desvinculas de lo humano. Es desde el hotel Odeón, caminando hacia el sur por la acera derecha, la de los hoteles, la del mal olor, la limitada por las aguas servidas —que cuando te salpican sientes que duele— y los vehículos siguen cayendo en todos los huecos, que empieza esta crónica.

¿Y si los dueños de los hoteles hacen una vaca y arreglan el bote?

A las 4 pm empieza a engrosarse la luz del sol con ese espesor que diluye, de cerca, a la calima. Es la hora en la que quienes quieren disparar, deben salir a trabajar y después publicar cada foto seleccionada en la página web de Caracas, que no existe y que ven todos los turistas que no llegan y pasean por la famosa Calle de los Hoteles, que no es esta por donde no pasan carros ni motos sino gente de a pie. Por ahora hay una cauchera que, en hermosas letras de neón, Edición Número Ciento setenta y tres. Año 04. ÉPALE CCS

De norte a sur. foto jonathan mendoza

anuncia que trabaja 24 horas, diagonal a un local de batitubos al que, necesariamente, debo ir pronto para poder contarles: asumo el compromiso. Es muy ancha La Calle de los Hoteles. Tiene, en la misma dirección sur, un canal de circulación vehicular (el que tiene todos los huecos del mundo) más dos que van al norte, además de las aceras y la ciclovía. En esta acera, el primer hotel es el Odeón. Sigue La Caracas, 10 de abril de 2016.

Naranja, luego El Gabial, el Terminus, Bruno, Yare, Liana, Alse, La Mirage, Embassy y, finalmente, el Ariston. Más adelante, se pasa por debajo del puente permanente, que sustituyó al de hierro que tenía muchos años y por el que era un escándalo pasar por arriba, y luego se pasa por encima del puente Las Acacias, al que le pasa por debajo el Guaire, justo después de unirse con el río Valle. A la izquierda Ciudad Banesco, como en Panamá y a la derecha sigue la ci-


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clovía, libre desde allí. Devolviéndose por la acera derecha, otra vez hacia el norte, solo está el hotel Vox y su inseparable compañero: el bar Mi Fantasía.

hoteles con su propia calle de los hoteles, una calle que el imaginario colectivo relaciona íntimamente (no podría ser de otra manera) con el sexo. Del bueno, el rápido y furioso, el romántico, el eficiente, del que te arrepientes, te solapas, te infla, te desbarata. ¿A pie? Con una dinámica de trabajo pequeño- Y también del malo. Con ese también se reburguesa compruebo que el aire exterior laciona esta calle. no entre al interior del aire acondicionado y enfilo hacia la Casanova en gira de pre- Sobre el puente que ya no es provisional, la producción. Primera a la derecha, calle El vista de La Calle de los Hoteles es cualquier Colegio. Al lado del hotel Madrigal vi, por cosa, aun con esta luz espesa. Adelante, el primera vez en mi vida, de cerca, un hostel hotel Berna; cruce a la derecha, el hotel Jos(léase jóstel), un establecimiento pensado ca, esquina del restaurante peruano José Anpara gente joven, por tanto, funciona dis- tonio; cruce a la derecha, calle de los edificios tinto y es una opción más económica. El de la Misión Vivienda (¿o usted cree que no Escorial, más adelante, al final de la calle existen?); y llegamos al hotel Odeón, que es y a la derecha está, con todo el hollín que dónde empezó todo. Desde ahí la llamé y le puede soportar la estructura sin caerse, lo pregunté: “¿Puedes acompañarme a hacer que otrora fue la Galería Viva México, en una pauta?”. “¿En dónde?”, me preguntó. la época en que no había franquicias como Ella, joven y bella, nunca había estado en un Las Patanas. Toda esta zona es una zona de hotel de estos. Caracas, 10 de abril de 2016.

Desde el Odeón —donde la habitación cuesta “4.000 toda la noche” y hay 48 habitaciones— empieza el olor. En el de al lado, La Naranja, donde no hay paso de motos, la habitación cuesta 3.000 y un rato la mitad. Sigue El Gabial, 80 habitaciones, a 5.000 “hasta mañana a las 2 de la tarde”. Los precios van desde 1.200 por un rato (tres horas) hasta 5.000 por la pernocta. El hotel Yare anuncia desde la acera la oferta: habitaciones desde 1.400. Esos precios varían de acuerdo a los días: es un poco más caro durante los fines de semana. Obviamente que, a los días, hay que sumarle el estado de las habitaciones. La mayoría de los establecimientos tienen una estrella, hay otros que llegan a tres y uno que no debería tener la única que tiene. En el estacionamiento del último hotel, amigos motorizados y motorizadas, sí aceptan las motos, pero tomen en cuenta que en los que no, explican que es “porque se roban los espejos, las baterías, es un peo”. Edición Número Ciento setenta y tres. Año 04. ÉPALE CCS


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En el Vox, que es el único que está subiendo, hay un estacionamiento perfecto. Allí “el rato” costaba, recuerdo perfectamente, 1.500. Pregunto de modo que ella, que nunca había estado aquí, “pero en otros sí, claro” —y los nombró—, no percibiera que ya yo lo sabía. “3.000”, responde el recepcionista, oculto tras un vidrio oscuro y grueso. Qué importa lo que ella crea: “¿No me habías dicho 1.500?”. “Sí, pero eso es antes de las 6; a esta hora, no”.

Piso 3, hab. 18

Empieza a anochecer

¿Y si el contrato del Estado con la contratista que arregla la calle incluye una cláusula que diga: “La calle debe quedar sin ninguna tapa de drenaje o alcantarilla desnivelada porque si queda así, no le pagamos”? A esta hora, poco antes de las 6 pm, desde Plaza Venezuela, se ve al sol besar la torre Este de Parque Central. Hay que irse para no despertar sospechas y esperar hasta las 9 pm, que es cuando ella, que dijo sí, puede. Dijo sí. Como con el movimiento, que cuando te quedas quieto dejas de ver cosas, rodar hizo que viera la calima al lado del beso del sol, justo al pasar frente al hotel Cuatricentenario, donde funcionaba, hasta hace poco, un burdel en el primer piso. Lo que sí tiene La Calle de los Hoteles es iluminación y seguridad. Para los incrédulos: lo que sí tiene son —permitan el romanticismo— algunos faroles que funcionan y un toldito —excusen el diminuEdición Número Ciento setenta y tres. Año 04. ÉPALE CCS

tivo— con funcionarios de la GNB. Algunos hoteles tienen una entrada antipática, excepto el Yare; precisamente por eso fue el seleccionado para ingresar en una habitación y completar la tarea. La idea de ir acompañado tiene mucho sentido, sobre todo para no despertar sospechas, y por eso la llamé desde donde empezó todo, allá en el Odeón. Protegida por la cabina llena de aire acondicionado sin aire exterior, ella se baja sin pena, en plena Calle de los Hoteles, donde nunca había estado. Gastar 1.400 estaba bien. “Señor, no puede estacionar el carro allí —me dicen desde la ventana del frente—. Que no hay estacionamiento, que lo lamenta, disculpa, nos vamos, ¿por qué?, crucemos entonces, señor que le dije que no podía dejar el carro aquí, es verdad disculpe, los guardias viendo, La Calle de los Hoteles despertando, vamos a dar la vuelta aquí mismo y veo el puente nuevo, el que sustituyó al provisional, de hierro, roto por un camionero que pasó, también, rozando el frenesí en cualquier habitación”. Caracas, 10 de abril de 2016.

Por no ser fin de semana, a la calle, iluminada y segura, le faltaba ese movimiento parecido al que hay en la Libertador. Frente a los batitubos unos policías comían perros calientes con todas sus motos atravesadas en la ciclovía, por donde a esta hora no pasa nadie. El ascensor es de esos en los que se ve bajar rectángulo de pared, puerta de ascensor, rectángulo de pared, puerta de ascensor y así sucesivamente hasta darse cuenta de que no nos miramos nunca. “¿Una sola toalla? Pero somos dos”. “Sí, panita —y me mira a los ojos—, es por la escasez de jabón”. Había pagado 3.000 bolos. Surge de repente —así es como ella aparece: después se decide— la ética: ¿esta habitación debo costearla yo? ¿Y si no pasa nada? ¿Y si pasa? ¿Pido una factura? Igual la pedí. Después decido, todavía falta mucha información. Tiene toda la pinta de una farsa. “Ay, sí, no va a saber a qué va”, pudiera pensar cualquiera. Pero, ¿y si se arrepiente? Arrugar es siempre una opción. ¿O no? Cuando y donde ella quiera. Es ella quien decide cuándo y dónde permite una penetración en su cuerpo. ¿O no es de ella? Ella con ropa, yo sin, por aquello de que nunca se sabe, por aquello de “estar más cómodo”. Aunque cierto, no es tan importante. Hablamos generalidades y, mientras, encen-


PLAZA VENEZUELA

AVEN IDA C ASAN OVA

La Estación del Pollo

Arepería Las 24 Horas

Hotel Tanausu

AVEN IDA C ASA NOV A

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Frenos Élite C.A. Hotel La Naranja

Hotel Gabial

Hotel Sil

Hotel Sur

Hotel Terminus

Hotel Merey

GOS LOS MAN

Que una mujer te diga que no dentro de la habitación de un hotel, sea que este quede en La Calle de los Hoteles o no, es algo que puede pasar en cualquier momento, incluso en estos momentos, en los que hay que afinar la puntería con los gastos. No es no.

Hotel Bruno

Hotel Vox

Hotel Yare

CALLE SA N ANTONIO

LES HOTE LOS

Edificio del Hotel Sur

NIDA AVE

La habitación estaba limpia. Una cama de sábanas estiradas y nuevas, una toalla pequeña que subí (“Recuerde bajar las toallas”, decía un cartelito en la recepción. Era la época en que a dos personas le daban sendas toallas). Tres espejos pegados a la pared, el del medio roto, como el puente, el televisor viejo y el baño destartalado. Todo limpio y sin chiripas. Ella, de tanto en tanto, volteaba y a veces su mirada se quedaba un ratito —excusen el diminutivo— más de lo que merecía la escena con tanta gente en movimiento. “¿Me das una habitación con vista a la avenida?”, le había preguntado al recepcionista, que se quedó pensando un rato. Desde la ventana, se soslaya el farol. Dispensen el romanticismo.

Hotel Odeón

LE CAL

dí el televisor en el que todos los canales se ven mal excepto el de pornografía, que dejé, sin volumen.

AV EN ID A

LA S

AC AC IAS

Restaurante Kung Hey

Hotel Liana Hotel Alse Hotel La Mirage Telo Café Hotel Embassy Hotel Ariston

IAS AC C A PUENTE LAS

Ella sacó su celular y se metió allí. Yo vi la tele sin subirle. Había dos jabones y un aire acondicionado viejo, de ventana, ruidoso que, casualmente, no dejaba pasar el aire exterior. Luego se colocó en esa extraña posición y, al rato, la dejé frente a su casa. Casi a las dos de la madrugada del otro día de este mes de abril, la autopista está tan solitaria como La Calle de los Hoteles. Parque Central se desdibuja entre la calima, esa bruma que parece armonizar con la inacción y que si uno la respira mucho, se le llena de humo el corazón. ¿Con cuáles muchachos y muchachas se va uno a hacer la Revolución, Alí? Si no lo hacemos, no solo vamos a morir con el corazón lleno de humo, sino que los hijos y las nietas no van a poder respirar. Ella creo que no lo sabe. Caracas, 10 de abril de 2016.

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AUTOR: kevin jesus molina FACEBOOK: Kevin artes INSTAGRAM: @kevin_artes

ENVíE SU ARTE A epale.ciudadccs@gmail.com (Medidas 42cm x 27cm A 300 DPI)


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minicrónicas

El día que duró 47 horas Cuando llegué a cubrir la marcha de la oposición en Chuao, percibí una atmósfera pesada, cargada de rabia e ira. El odio a flor de piel lo reflejaban en sus rostros con gritos y consignas contra el gobierno. Sentí miedo de ser descubierto por la polarización existente y de ser agredido. La locura generalizada fue producto de la disociación psicótica trabajada meses antes por los canales televisivos. Los dirigentes, a sabiendas de que en las cercanías del Palacio estaba el pueblo bolivariano en vigilia días antes, desviaron a la muchedumbre hacia Miraflores. Querían el enfrentamiento del pueblo contra el pueblo. “Un choque de trenes” estaba entre sus planes macabros.

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Blanco, donde había un pequeño hospital de campaña. Los médicos me dicen que la bala solo perforó la pared abdominal y que no tocó ninguno de los órganos vitales.

Me entero por una llamada telefónica de que mi hermano Luis fue herido. Es cuando salgo de Palacio Blanco y cruzo puente Llaguno en plena balacera. Le cuento a un pana motorizado lo que pasó y me ofrece la cola hasta el hospital Vargas. Al llegar busco a Luis y me encuentro a mi amigo reportero gráfico Jorge Tortoza. Él estaba postrado en una cama con un aparato de oxígeno y una sonda. De inmediato nos unimos los reporteros y periodistas en hacer presión para que pasaran a Jorge a quirófano. Cuando se lo llevaron hice tres fotos. Mi hermano salió a En la esquina de Piñango fui herido de bala las 9:30 pm. A esa misma hora me entero de en el abdomen por disparos realizados por que el golpe de Estado se había consumado. los efectivos policiales. Dos compatriotas me auxiliaron y me llevaron hasta el Palacio Por Enrique Hernández

FOTO eNRIQUE hERNÁNDEZ

El pueblo chavista noble y guerrero combate en el puente Guanábano (extremo norte de la Baralt). Los guardias leales al

gobierno replegaron a los manifestantes a punta de perdigones y bombas lacrimógenas. No lograron pasar. Fui herido en la cabeza por una piedra que lanzaron desde el bando opositor, salí con los bomberos en una ambulancia para el hospital Vargas, donde me tomaron cuatro puntos de sutura. No me amilané, salí al combate con mi cámara para registrar el momento histórico que estaba viviendo mi pueblo. Llegué al puente Llaguno, avenida Baralt, donde las balas silbaban y los camaradas con boinas rojas caían heridos. La Policía Metropolitana era la vanguardia, la punta de lanza de la marcha. Nos atacaba con balas, bombas, perdigones y las ballenas con sus potentes chorros de agua.

Caracas, 10 de abril de 2016.


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ENTREVISTA

mirarnos con otros ojos EL CARNAVAL ATRAPÓ A ESTE FOTÓGRAFO Y AÚN LO TIENE CAUTIVO EN CARACAS. cADA DÍA BUSCA NUEVAS HISTORIAS PARA EL PROYECTO sOY VENEZUELA POR NATHALI GÓMEZ • @laespergesia / Fotografías mICHAEL MATA

Caracas, 10 de abril de 2016.

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Cuando el obturador de su cámara fotográfica se cierra, la imagen en frente de sus ojos, que llegó como un golpetazo de luz, queda ahí. En frente de él, una mujer amamanta a su hijo. No necesita sonreír ni posar. Su rostro es el significado más claro del amor. Mientras el bebé succiona la teta, no cesa el movimiento continuo de millones de venezolanos que viven millones de historias.

para que otra gente lo conozca”, explica. Como diría Juan Marsé en Últimas tardes con Teresa: “Uno escribe (o fotografía) porque sospecha que la vida podría ser de otra manera”. Aunque la proximidad, en algunos casos, permite apreciar la realidad de una forma más nítida, muchas veces quien no pertenece a ella, por estar más alejado de su influjo, tiene una mirada más desprejuiciada. Algo así como estar lejos pero mirar de cerca. “Uno está acostumbrado a escuchar otras historias. Cuando estás acá, puedes ver más de cerca y darte cuenta de que puedes ver otros acentos, otros énfasis. Otras cosas que suceden y pasan desapercibidas. Pienso que vale la pena contarlas”, dice.

Nuestro ojo muchas veces se distrae y deja de ver. Solo en unos minutos en la Plaza Bolívar, bajo la luz de melaza de las cinco de la tarde, un hombre dialoga con la rueda rota de su bicicleta; un niño se asombra ante una ardilla de pelaje azabache; dos hombres hablan, con la sabiduría que suponen las canas; un abuelo carga una bolsa tan pesada como sus pies al final del día; un par de fotógrafos se baten a duelo y alguien abre una botella. Durante estos meses Rodolfo ha encontrado gente dispuesta a compartir lo que consideCuántas historias delinean a Venezuela. ra importante. “Sus profesiones, sus gustos, Rodolfo Barboza no es de aquí. Llegó de otro las pequeñas anécdotas, las experiencias de país y quedó atrapado por el Carnaval de Ca- vida, el amor, la sensibilidad por el arte, la racas. El colorido, que una vez al año baña al música, la arquitectura, el deporte. Historias adusto paseo Los Próceres, llamado “Copó- de historias que no esperaba encontrarme”. dromo” por Aquiles Nazoa, lo impresionó. Papelillos, sonrisas de niños disfrazados y Esos relatos, acompañados de fotografías, pohasta la inoportuna tángana eran algo nue- drían tenderse como puentes colgantes para vo para él. “Empecé a tomar fotos. Me sentí caminar y mirarse. Incluso existe la cuenta muy seguro. Venía con una imagen de que soyvenezuelafb@gmail.com para quien desee había una inseguridad muy grande y de que contar su pequeña historia o enviar una foto, lo haga. “La idea es que nos veamos, que la si sacaba mi cámara, iba a ser peligroso”. gente conozca las historias de otra gente en Ese día de Carnaval, Rodolfo terminó ha- otros lugares y se sienta identificada, y se cociendo fotos de personas que se le acercaban nozca. Es como presentar amigos”. y que incluso hicieron cola para que el obturador sonara otra vez. Eran tantas las his- Otra mirada torias y miradas que bullían a su alrededor. “La gente se ve a sí misma con otros ojos”, Fue allí cuando surgió la idea de plasmar los dice Rodolfo, tras recordar la reacción de rostros de Venezuela, “que tienen una varie- un mototaxista del centro de Caracas al dad enorme”, y realizar pequeñas entrevistas que le tomó una foto. Relata que la primepara ser incluidos en el proyecto Soy Vene- ra vez que se le acercó para entrevistarlo y zuela, que se encuentra en el Facebook con fotografiarlo, sus compañeros motorizados el mismo nombre y en Twitter con el usuario se burlaron de él. Días después, cuando le @hoysoyvenezuela. entregó la imagen impresa, escuchó al mototaxista decirles a los demás: “Vieron que “Las historias que me cuentan me sorpren- no quedé tan mal en la foto”. den. Siempre hay algo hermoso, novedoso, algo que no me imaginaba que iba a estar “He topado con reacciones positivas, la ahí, que vale la pena rescatar y compartir gente se deja fotografiar, hay una gran neceEdición Número Ciento setenta y tres. Año 04. ÉPALE CCS

Caracas, 10 de abril de 2016.

Nuestro ojo muchas veces se distrae y deja de ver. Solo en unos minutos en la Plaza Bolívar, bajo la luz de melaza de las cinco de la tarde, un hombre dialoga con la rueda rota de su bicicleta y un niño se asombra ante una ardilla —


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El mototaxista que no salió tan mal en la foto

sidad de contar, de compartir. Ellos se abren y te regalan su imagen, sin conocerte. Es un acto de confianza muy grande. No hay vínculo monetario y, por ética, lo menos que puedo hacer es devolver la imagen”. Rodolfo se define como un observador que piensa en imágenes. Al caminar sigue los pasos que le marca la intuición, va por la ciudad, ve sitios que le pudieran interesar, las variaciones de la luz, la arquitectura, las zonas verdes, los niños y los caminantes. “Si me agrada, me quedo durante un rato, observo a mi alrededor y voy identificando a los personajes que se están moviendo en el entorno. Algunos están ahí, otros van de paso. Si veo a alguien que me llama la atención, lo abordo.

Le explico de qué se trata el proyecto y lo hora pico. Esas imágenes cotidianas también que vamos a hacer”. están presentes, junto a otras que pudieran causar sentimientos contradictorios y que Habría que imaginar una cámara que revolo- no siempre terminan en sonrisa. Es la matea con pícara gracia sobre una flor. Hay una raña que Rodolfo tiene que desmadejar aún. resistencia inicial que luego se diluye con Sumergirse en esta Venezuela que inhala y una sonrisa de pétalos. “Hacer la foto es un exhala, y que queda atrapada tras el sonido diálogo bonito. A través de la complicidad seco del obturador. La idea de aprender a mipuede lograrse que la persona se relaje y sea rarnos con otros ojos queda revoloteando, al ella misma”. El ojo busca lo que quiere: “Me igual que la de recorrernos con los propios. interesa mostrar a la persona en su contexto, Lo que encontremos pudiera ser el principio o mostrar su sonrisa, o la interacción con su de historias que aún desconocemos. oficio o la variedad y la riqueza cultural que tiene Venezuela”, explica Rodolfo. Una vez más Rodolfo se acerca, cámara en mano, a una niña y le pregunta qué quiere ser. Cuando habla del “ritmo de las grandes ciudades que distancia a las personas”, solo —Mariposa —le responde, mientras extienqueda pensar en la avenida Urdaneta en una de sus brazos, que en realidad son alas. Caracas, 10 de abril de 2016.

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Desde la Raíz

Vivir la ciudad… vivir Caracas Por Dulce Medina @ccsdesdelaraiz

Cuando hablamos de la ciudad, inevitablemente nos concentramos en su estructura urbana, sus edificios, los espacios públicos, la movilidad y el equipamiento. Ciertamente son elementos que construyen la ciudad, pero no los únicos. Pocas veces hablamos de quienes la habitamos y cómo nuestras acciones también construyen ciudad, para bien o para mal.

bitat digno para su población. En ese sentido, quienes vivimos en Caracas fuimos condicionados a desarrollar un desarraigo muy fuerte a nuestro terruño. Lógicamente, si no amas el lugar donde vives no lo conoces, no lo entiendes, entonces no lo respetas y no te interesa. Así es que Caracas, además de los problemas que pueda tener en cuanto a sus aspectos propiamente físicos, también carga con la realidad negativa Es común escuchar, entre amigos y familia- de una población que la maltrata diariares que han viajado o viven en otros países, mente. Panorama difícil para la capital de cómo, en diferentes ciudades, todo funciona la revolución latinoamericana. muy bien. Frases tan antipáticas como “es que en tal ciudad la gente sí cruza por el ra- Gracias al comandante Chávez y a la Revoyado peatonal” o “en tal ciudad sí se respeta lución Bolivariana, Caracas está cambiando. el semáforo” y “por tal otra ciudad la gente En estos últimos años, con voluntad política no tira la basura en la calle”. De seguro us- y una importante inversión, se vienen recutedes pueden seguir sumando comentarios perando parques, plazas, patrimonios y se igual de hipócritas a estos ejemplos, y digo garantizan actividades deportivas y culturahipócritas porque, en la mayoría de los ca- les como la ciclovía, el Festival de Teatro y sos, vienen de personas que solo esperan el Suena Caracas, para reencontrarnos, desalir del país para comportarse como gente sarrollar una convivencia armoniosa de paz decente, respetuosa y tolerante. y empezar a amar nuestra ciudad. No dudo que ya estemos cosechando logros sobre Nuestra ciudad viene de un maltrato histó- esto, pero aún falta mucho. Si bien todavía rico relevante. Su patrimonio fue destrui- tenemos que mejorar en aspectos de equido, sus espacios públicos abandonados, los pamiento, servicios y mantenimiento, no es intereses económicos de grupos políticos menos cierto que debemos avanzar urgente y empresariales privaron siempre sobre el en una transformación radical de convivendesarrollo óptimo de la ciudad y de un há- cia. Creo que ninguna ciudad, por más her-

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Caracas, 10 de abril de 2016.

mosa que sea, por más parques y edificios espectaculares que tenga, aguanta el maltrato que recibe Caracas de parte de habitantes y transeúntes. Es por eso que, con estas líneas escritas desde el corazón, queremos invitarlos a Amar Caracas.

Tips elementales de convivencia

1. Caracas no es un baño gigante, no puede ir orinando sus calles y esquinas. 2. La basura no se recoge sola y es inviable tener un barredor detrás de cada transeúnte. Coloque la basura en su lugar y a la hora. 3. Aquí también hay rayados peatonales y semáforos, solo tiene que respetarlos. Rojo: párese, verde: pase, amarillo: tenga precaución. 4. No fomente la economía informal, es ilegal y ocupa el espacio de todos. 5. Si conduce autobús, taxi, moto o carro particular, no se meta en bulevares, no se atraviese en cruces, no se pare sobre el rayado peatonal. 6. En términos generales, respeto y tolerancia. Inténtelo. No es complicado.


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SOBERANÍAS SEXUALES

Buche lésbica POR María Gabriela Blanco @PilarTosh @asgdre ILUSTRACIÓN L. “RAZOR” BAlZA

Inti cegaba como nunca en Barlovia. El peñero, en su flemático andar, mojaba nuestros cuerpos, simulando ser un prodigio marino con dos motores fuera de borda de 120 hp cuando, a duras penas, llevaba uno de 50 hp fabricado en 1970. El descenso a la orilla, aunque rutinario, complicó el trayecto hasta el quiosco: 15 kilos de verduras, unos 30 en pescado, media panela de hielo, 10 cajas de bebida fermentada, tres de la nociva gaseosa y dos del líquido vital. Misceláneas de salsas, condimentos, harinas, cereales y cubiertos plásticos. Era de esperarse, todo prestador de servicio turístico anhelaba este septenario. Se acercaba la temporada más importante, después de diciembre, para los habitantes de Higuerote: Semana Santa. Esperaba visita. “Cuando Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma”, me dijeron por teléfono panas de Caracas. Querían corroborar que estaba vendiendo pescado frito en Buche, como si el intento de hacer turismo en el pueblo era el cumplimiento de una orden mayor, un trabajo sugerido por un ente superior y no un sueño de vida a futuro que excluía a la capital como destino último. Allí me encontraba, de pie frente al mesón, observando por los dos ventanales de la barra. Centinela del establecimiento. Ansiosa por la llegada de las muchachas. Alerta ante la visita de turistas. Sonrisa a cada rostro que modelaba frente al negocio. Cuchillo en mano derecha, plátano verde en la siniestra, tres cortes verticales al tierno para desconcharlo, hacer cuatro cortes perpendiculares a la fruta y echar cinco futuros tostones al tazón. Abstraída estaba cuando, media hora después, un “bueeenas” me sacó de la inercia. Volví la mirada a la barra y por primera vez tuve el paisaje que extrañaba. Sonreí, miré a mi socio que nada sospechaba de mi visión y agarrándole la cara le dije: “Voltea a la barra y dime que el quiosco no parece un local de maricos y lesbianas”. Se echó a reír, conocía a la mayoría de mis amigxs y, como gente seria que es, fue a saludar. Cambiaron la música que teníamos, lesbianizaron el ambiente, bailaban, se besaban. Nos devolvieron dos lebranches porque, y que, el mesonero las había olvidado: las clientas enclosetadas estaban sentadas a unos 20 pasos de la barra y sabían que el mesonero trabajaba conmigo. Creo que muchas plumas pondrían su amistad en duda con su familia y decidieron cortar toda relación comercial. —Los lebranches salieron a la hora, chica. —Sí, pero el mesonero no volvió a pasar para saber cómo estábamos. —No soy un esclavo de los clientes, señora, tengo otros que atender. —Sí, pero queremos devolver los lebranches, pues. —Está bien, no paguen nada, aunque la comida estaba lista y ustedes pudieron acercarse. No tienen que cancelarlo, nos lo comemos nosotros aquí que estamos de fiesta —culminó el diálogo. Al mesonero no le gustó mi reacción. A mí tampoco. La sonrisa de la lesbiana cuarentona de clóset ya la conocía. Mi amiga, la de la montaña, concluyó: “Se irá hoy enclosetada, mañana vendrá sola a echarte los perros”. Así fue. Caracas, 10 de abril de 2016.

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GASTRONOMÍA

PICHONES DE SIBARITA

PizzÁvila: algo más (y menos) que pizzas POR RODOLFO CASTILLO @magodemontreuil FOTOGRAFÍAs ENRIQUE HERNÁNDEZ

Cuando nos dirigíamos a nuestro destino para realizar el trabajo de campo de la presente pauta (“trabajo de campo” en absoluto desdeñable: se trata de comer. El término trueca en agradable eufemismo), el fotógrafo Enrique Hernández y mi persona, mientras bajábamos por la avenida Urdaneta desde la esquina de Las Ibarras, conversábamos sobre el costo de todo y la necesidad de ubicar cualquier local que pueda proveernos de un almuerzo decente a un precio razonable, amén de los trucos para sostener la economía doméstica. Y así, sin darnos cuenta, arribamos a la esquina de Candilito (extremo noroeste de la plaza Candelaria). De allí nos dirigimos, en dirección norte, hacia la cuadra comprendida entre las esquinas de Avilanes y Mirador, para finalmente arribar al objeto de nuestro deseo: PizzÁvila. Se trata de un sitio de proporciones reducidas, de unas cinco mesas y sin ninguna pretensión en su ornamento. En principio, su oferta culinaria se limitaba a la pizza para, luego, adicionar el tan anhelado “menú ejecutivo” (sopa, seco y jugo) a su carta. Considerando la dinámica de la zona (ingente actividad durante el día y apenas cae el sol se transforma en un pueblo fantasma: efecto vampiro invertido), es fácil suponer que la adición de la alternativa menú obedece a propósitos estrictamente comerciales. Antes de que me tomen la orden, le hago referencia al que me la pide del objeto de nuestra visita: tomar las impresiones del sitio para reseñarlo en una revista. Debo mencionar que la actitud de quien toma el pedido —y, al parecer, encargado de lugar— fue bastante hostil y, como jefe siempre consigue quien le haga la Edición Número Ciento setenta y tres. Año 04. ÉPALE CCS

comparsa, mientras Enrique tomaba fotos de la carta y del local, otro empleado preguntó si pagábamos por retratar el restaurante. El fotógrafo explicó que más bien se trataba de una publicidad para la pizzería, a lo que agregué que se hacía sin costo alguno. Típico en estos casos, el adulador se desvaneció. Pese a la hostilidad, le pedí el favor que, para efectos de fotografía, sirviera el menú en su totalidad y no por entregas, como usualmente se hace. Con la guardia un poco más baja, accedió. Al tiempo que aguardábamos, Enrique aprovechó para retratar la fachada. Al regresar, otro mesonero, sin duda más amable, le permitió ser fotografiado con los platos que llevaba a otras mesas. Lo propio hizo el pizzero, cuyo centro de operaciones estaba adyacente a nuestra mesa. Caracas, 10 de abril de 2016.

La oferta proteica de la carta de ese día —y supongo que siempre es así— era de una moderada variedad: bistec a la plancha, bistec encebollado, pollo en salsa champiñón, costillas de cochino fritas, chuleta de cochino al champiñón y chuleta ahumada con queso guayanés. Los contornos, invariablemente, eran los mismos cualquiera fuese la escogencia: arroz, tajadas y ensalada. Completaban el menú sopa de res y papelón con limón; todo por 1.000 bolívares. Siempre pensando en la parte visual de la reseña, decidimos pedir diferentes platos para que gráficamente se distinga de un comedor popular. Enrique se me adelanta y se decanta por el pollo en salsa de champiñón. No me quedó más remedio que pedir bistec encebollado (la única otra opción que en ese momento me atraía).


o ir e sg bl de e la rie u e u p p s A Im Se Calidad Precio Ambiente Atención

Esq. Mirado r

Buena sopa, carne dura

PIZZÁV ILA Esq. Avilanes

Fundafarma cia La Candela ria

Banco Venezu ela

LA CANDELARIA NORTE Banco Banesco

AVENID A URDA

NETA

Plaza La Ca

ndelaria

Una vez servida la comida, el sabor de la sopa me hizo pensar que valió la pena la espera. De una proporción algo elevada (tratándose de una sopa que va incluida en un menú) y de un exquisito sabor casero. Casi que me hizo olvidar la innecesaria arrogancia del encargado. Cuando me enfrento al El único mesonero atento segundo plato (el seco), en lugar de cuchillo debieron proveerme de un bisturí de diamante: el bistec resultó tener la textura de una chancleta. Por fortuna, siempre he sido “buen diente”. El trato hostil que suponía olvidado regresó a mi memoria. Mi pana Enrique corrió con mejor suerte: su pollo en salsa de champiñón estaba sencillamente espectacular.

Se ubica de Avilanes a Mirador

Como triste epílogo de una nefasta atención, al momento de cancelar la cuenta el cajero me increpa: “Se le olvida algo”. Ante mi cara de asombro, dice: “La propina”. Sin duda, cualquier pago adicional era inmerecido; sin embargo, recordé al mesonero amable y se la di directamente a él. De regreso a la redacción, justo en la esquina de Candilto, Enrique me brinda un helado de coco como inesperado postre. Una delicia. La jornada no terminó mal del todo. Sala de comensales austera Caracas, 10 de abril de 2016.

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crítica y media

La Trama Cotidiana

El bachaco fundillúo El teatro y el arte, en general, sea cual sea la intención del artista, se hace a partir de ponerle una lupa a un pedazo de nuestro derredor. Puede ser un sentimiento. Digamos, el amor, y entonces tenemos Romeo y Julieta; o colocamos la lupa sobre la libertad y entonces la humanidad termina frente a Casa de muñecas; o la puesta de atención se hace sobre un hecho histórico y tendremos Las torres y el viento. Es la realidad y la mirada sobre ella la que va generando piezas teatrales, que luego serán llevadas a escena para que la lupa se coloque sobre los espectadores y el impacto que la pieza causa en ellos. Esta mirada hecha teatro tiene como mediador el conflicto dramático, es decir, las dos fuerzas en pugna que se ponen en acción para lograr un objetivo opuesto. A partir de las circunstancias vinculadas al abastecimiento se podría escribir, por ejemplo, una pieza cuyo personaje central sea “El Bachaco Fundillúo”, que nos presentó Alí Primera hace ya bastante tiempo en una de sus canciones. Este personaje tendría unos secuaces llamados bachaqueros: una banda de delincuentes que, además de enriquecerse vergonzosamente a cuenta de las necesidades de su prójimo, actúa de una manera muy desleal y perversa en el campo político. Por supuesto, que el fondo musical de la representación es la canción de Alí

sobre este personaje. Las hormiguitas de la canción, en vez de estarse para allá y para acá atareadas, están inmóviles haciendo una larga cola. Muchas de las hormiguitas se quejan del gobierno, otras de El Bachaco Fundillúo, pero todas están ávidas de comprar harina hecha de conchas, sin ningún nutriente que —para más mal de males— fabrica el mismísimo Bachaco Fundillúo y que, por supuesto, reparte entre su banda de bachaqueros antes de enviarla a los centros de distribución final. Las hormiguitas, las verdaderas protagonistas de esta historia, han estado demasiado tiempo inmóviles, cosa que va contra su naturaleza… moverlas hacia los fines del Bachaco Fundillúo y su banda de bachaqueros es la fuerza que lleva la pieza hacia el desastre. Pero las hormiguitas, dispuestas a no desbarrancarse, poco a poco van buscando alternativas motu proprio. Eso les devuelve su natural propensión a moverse, pero no lo hacen a ciegas. El Bachaco Fundillúo se desespera, los bachaqueros tratan de azuzarlas hacia otros derroteros… aquí la pieza alcanza el clímax. ¿Cómo termina esta historia? Eso lo decide el lector. El teatro, además de una lupa, puede ser un motor que ayuda a avanzar la Historia. Por Rodolfo Porras

Tras el discurso Dirección enajenante. Michael Bay se ha caracterizado por ser un exponente más que fiel del modo de representación institucional: ese cine que reúne las más altas dosis de panfletos ideologizantes, cuyo (des)argumento gira en torno a la entronización de su cultura, sobre todo en lo concerniente al manejo de la libertad, de los “buenos” y de lo políticamente “correcto” en contraposición a los “malos” (huelga aclarar: lo no estadounidense o aquello que represente una vía alterna al statu quo). Su cine es un monumento a la intrascendencia fílmica: Bad Boys (1 y 2), Armagedón, Pearl Harbor y la saga Transformers. No conforme con constituir una inquina en sí mismos, poseen un insufrible lugar común: una extrema duración que lleva la enajenación a niveles torturantes. Su último filme (13 horas: los soldados secretos de Bengasi, EEUU, 2016) no escapa a su visión como director. De entrada, el título representa una impostura. Los “soldados secretos” no son otra cosa que mercenarios contratados por elementos del imperio apostados en Libia, luego de la invasión y el ulterior asesinato de Muamar el Gadafi. Lejos están de ser unos simples militares; además, estos —al edificar los personajes— son bañados por un aura de sacra humanidad: el plomero con familia que vino a reparar. Los elementos técnicos del filme son de primera (frenética edición de imagen y sonido), pero en nada contribuyen a la narración; por el contrario, edifican un batiburrillo cinematográfico en el que se habla mucho para decir nada. Es obvio que la audacia técnica no puede compensar la ausencia de discurso: la cinta es una mirada muy pobre — por no decir mediocre— de la guerra y el terror, la falta de un cine apenas aceptable es asfixiante. Por lo regular, el cine bélico, incluso en su versión más capciosa, trae en su contenido algún tinte político. 13 horas… es tan insustancial que reduce una compleja situación geopolítica (la ocupación libia postgadafi) a un conflicto interno entre los ocupantes: mercenarios valientes y todoterrenos versus burócratas cobardes y calculadores (escritorio versus “trabajo de campo”). Como siempre, la postura —cualquiera que esta sea— sobre el drama que significa la guerra se desvanece en la bruma, queda opacada por el drama del terror… islámico, por supuesto. Rodolfo Castillo @magodemontreuil

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Caracas, 10 de abril de 2016.


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NOVELA

Historias de la calle Lincoln (XXXII) DE CARLOS NOGUERA / ilustraciones Henry Rojas

Caracas, 10 de abril de 2016.

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30 Viene del número anterior

—¿Una iguana?

—Por eso es que la gente se vuelve loca —dijiste en voz alta, como si siguieras siendo el ser anónimo en el lugar anónimo que habías imaginado.

—No he visto ni una por aquí. Hacía pulso.

—¿Que, qué? —cacofoneó El Gato, encarnándose en el segundo ser que empezaba a poblar el mundo.

—Tú no eres ninguna plumita ni ningún bailarín de balet, loco, tengo el brazo encalambrado de tanto meterte el hombro. Cómo va eso —dijo El Gato, señalándote la pierna con un movimiento de la cabeza.

—Para qué coño haces pulso: ni se ve ni puedes disparar; para qué coño.

La voz era grave, con ese matiz que cualquiera que conociera a El Gato no hubiera dudado en catalogar de inevitable, quiero decir, de inevitable que fuera él, precisamente, quien la tuviera, pero tú estabas tan ido que más que la voz de El Gato lo que escuchaste fue el recuerdo de la voz de El Gato.

Te observaste la rodilla como si no fuera tuya: —Para mí que bien. —Por un momento creí que te la habían vuelto mierda. Ese sangrero y esa hinchazón, a éste se lo sonaron, palabrita que fue lo que pensé.

—¿Que, qué, qué? —replicaste magistralmente (agrego este adverbio, alevoso, irónico, no sin pedirte excusas, porque comprenderás, Ernesto, que no es lo mismo tener la experiencia directa de una desyoización, al anochecer, herido tú en medio de una montaña, que simplemente ensamblar ante una taza de café, cómodamente sentado yo, la reseña de una desyoización, seis años después, ante la máquina).

—Si me la volvieron mierda es que la mierda es un anestésico de pinga, porque ya ni me la siento, palabrita. —De todos modos te sale un reposo para largo, y hay que ver lo que te manda Rodríguez, a lo mejor tienes que bajar.

—Que qué dijiste —dijo El Gato, tal vez cansado de los qué.

—Deja el vacile que no es para tanto, yo no bajo ni de vaina.

—Bolserías —abriste los ojos pesadamente, como si tuvieras los párpados cosidos, porque a pesar de todo tuviste de pronto lo que se dice un pálpito y te pegaron unas ganas irreprimibles de constatar si de verdad estabas en aquel estrecho farallón, si de verdad atardecía, si de verdad estabas vivo y el que te respondía era El Gato, corpóreo y único, y no simplemente un sueño.

—Ojalá que no. Pero todavía tenemos que darle la vuelta al cerro, me huele que con el agite te va a quedar como barriga de perro envenenado. Por un momento calculaste la trayectoria aunque sabías que era una tentación fallida, el error sería tal vez de kilómetros y de cualquier manera la simple operación imaginaria te descomponía ya no la rodilla, sino hasta el último rincón del espíritu mismo, así que dijiste qué carajo, para adentro, y te relajaste.

Para tu alivio, nuevamente los ojos volvieron a comunicarte con la realidad y allí estaba El Gato, y el sol que declinaba y el arroyo escurridizo y el tupido monte y las sombras y los animales sin nombre y las piedras, estaban el mundo y la vida, más allá de toda duda razonable. Miraste cómo El Gato apuntaba su fusil hacia lo alto y sin querer te estremeciste esperando el disparo que no llegó. Edición Número Ciento setenta y tres. Año 04. ÉPALE CCS

—Palabra que me arrecha. —¿Qué?

Caracas, 10 de abril de 2016.


31 rostro muy distinto al que pondría años después, en la fiestecita de Arle, cuando todavía con tu pierna adolorida, en esa recaída que te habría obligado a bajar, le recordarías el viejo incidente, y él, esos eran otros tiempos, hermano, te diría y te tomaría del hombro y te obligaría a cambiar de sitio y pediría otro trago para cambiar el tema y tú sabrías o intuirías que ya de eso no se le puede hablar y casi escondería la mirada y haría un comentario cualquiera sobre Graciela o Patricia o Mónica, quién sabe, esa jevita está durísima o algo así, y te preguntaría por qué no se la presentas, sin mucha convicción, más bien con unas ganas horribles de irse de allí, y la conversación se transformaría, inevitablemente, en un diálogo frívolo, y estoy encuerado, ¿sabes?, tal vez te diría, y te verías entonces obligado a pedirle razón de la mujer y él, El Gato, te contaría, casi con nostalgia te contaría prolijamente de sus hijos, un tanto nervioso, la pequeña historia de una vida enrevesada, deteriorada a fuerza de errores y de oscuras jugarretas del destino, yo ya no doy para otra cosa, y de nuevo inevitablemente tendrían que despedirse, con tristeza, más bien lamentando un encuentro que no debió haber ocurrido, le estrecharías la mano sin juzgarlo, qué carajo, pensarías como siempre, y cuando le dijeras que de cualquier manera nunca olvidarías que le debías la vida, él, El Gato, tal vez por los tragos que tendría, que tendrá encima, volverá, a sonreír con esta misma mueca de ahora, en la montaña, y tú lo verás por última vez desde la puerta del apartamento de Arle, mientras el prenotado del ascensor se apague, hasta la vista hermano, sin sospechar nada, mientras el ruido que provenga del interior apenas te permita escuchar una final palabra de despedida y tú le preguntes a Arle, qué coño hacía El Gato en la fiesta, y Arle: vino a traerme los puchos que me debía, está en el negocio, mano, qué es lo tuyo; pensarás por un momento las vainas que tiene la vida, mejor: lo dirás en voz alta, y la soliradidad de recuerdo pasará a nostalgia y de nostalgia pasará a olvido, como cualquier otra vulgar emoción humana. Pero mucho antes de la fiesta, mucho antes del olvido, éste de ahora no es un sentimiento bastardo y éste de ahora es El Gato que tú siempre has conocido aunque en el tiempo, en el futuro, su personalidad poste-

—Qué va a ser: tener que joderte con esta pierna, si no fuera por mí ya hubieras hecho contacto, ahora quién sabe. —No digas pendejadas, te sonaron y a mí no, yo estoy contigo, por lo tanto tengo que ayudarte, ¿no?, somos dos y punto. —Pero si no me hubieran dado. —Pero te dieron, ¿estamos? —¡Coño! Ya sé, claro que me dieron, pero si por lo menos pudiera echarle bolas solo o fuéramos tres. —¡Vuelta a lo mismo! Es una pendejada que estés pensando en lo que pudiera haber pasado o en por qué pasó lo que pasó. Lo que pasó, pasó y ya está. Hay una vaina que llaman soliradidad. Definitivamente, El Gato era un tipazo, te sonreíste con cariño pensando en las veces que lo habías corregido, solidaridad en vez de soliradidad, página treinta y cuatro de la edición en multígrafo del manualito, qué carajo podría importar ahora. Qué carajo podía importarme entonces, que lo dijera como le saliera, lo que contaba para mí, aunque resulta cursi decirlo, pero es que no hay otra forma, era aquella traducción viviente de lo que en otras circunstancias hubiera resultado un vocablo inerte. Recuerdo que me conmovió la amistad, la seguridad, algo parecido a una corriente tibia que aquella tarde de junio del 65 me comunicaba invariablemente con aquel tipo espontáneo que por los azares y por la historia se encarnaba en mi salvador; es lo que se llama un tipazo, pensé, y se me ocurrió que no podía haber otro sentimiento más parecido a la camaradería, por su parte, y al agradecimiento, por la mía. —Gracias, loquito —le dije. El Gato ejecutó entonces un gesto de fastidio, el símbolo más frecuente de su lenguaje. —Gracias hacen los monos, panadería, ya me tocará a mí, no te preocupes —dijo un poco sonriente, un poco orgulloso, con un Caracas, 10 de abril de 2016.

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32 rior te sorprenda como un estallido disímil, casi aislado: ahora es junio, es el año 65 y la fiesta de Arle no es todavía un pretérito inamovible. De manera que —Okey —dices—, pero ya te veré mañana. Si la rodilla me sigue así te puedes ganar la vida, después de la revolución, como levantador de pesas. —Ya habrá tiempo para ganársela, ahorita lo que nos sale es salvar el pellejo. Hay dos vainas: descansar y poner la mente en blanco, mañana ya veremos. Así que olvídate de la rodilla y déjale esa vaina a Rodríguez, si no se lo sonaron, él sabrá lo que tienes que hacer. Rodríguez rasga todo lo que te queda de pantalón, toma el porta-instrumentos y te ordena descansar hacia atrás, los músculos relajados. Contigo son tres los heridos, ninguno de gravedad. Cuando despertaste a mediodía, sentiste la pendulación de la hamaca y por un momento creíste que te habías mareado, más allá de la tiendita semidesplegada habías visto el cuerpo de El Gato extendido a lo largo de aquella especie de encerado, recién adquirido con el contacto de Los Pocitos, que había subido quince días atrás hasta la mitad, tal vez hasta El Bejuco. Habías reconstruido de una manera bastante torpe, aunque adecuada si consideramos tu estado, toda la caminata desde la hondonada donde habías descansado —¿el día anterior?— junto a la quebrada, hasta este sitio que no alcanzaste a reconocer hasta bien entrada la tarde, es decir, hasta este momento en que la delgada y filosa silueta de Rodríguez se inclina sobre tu pierna, y te tantea la rodilla y remueve nuevamente en ti este dolor que ya es un antiguo camarada, y más que una terapia lo que intenta suministrarte es una cierta dosis de sosiego, apelando a tus últimas reservas de confianza. Claro que no tiene que esforzarse mucho, bastan los rostros sucios y barbudos, basta el olor familiar del sudor de las ropas de campaña, bastan las bromas y la reconstrucción de las anécdotas, basta esta hamaca y esta camaradería para retomar la paz: por momentos recuerdas que salvaste el arma y que supiste retirarte a Edición Número Ciento setenta y tres. Año 04. ÉPALE CCS

Por un momento calculaste la trayectoria aunque sabías que era una tentación fallida, el error sería tal vez de kilómetros y de cualquier manera la simple operación imaginaria te descomponía ya no la rodilla, sino hasta el último rincón del espíritu —

—Lo que a mí me interesa es caminar.

tiempo, lo demás poco importa. Le gritas un coño a Rodríguez que te aplica una inyección quién sabe para qué, y esperas el dolorcito en la bajada para preguntar por los otros. Dos bajas: Joaquín se quedó en el puente mismo, y Diógenes mientras lo transportaban, hamacándolo entre dos.

Rodríguez te dio una palmadita por el estómago y se acercó al fuego, tenía razón: si algún día, por cualquier circunstancia, te veías obligado a bajar, tendrías pocos problemas.

Rodríguez se mueve con facilidad, mientras Dianora lo auxilia tratando de hacer valer cualquier vaina para que no la bajen, piensas, y le sonríes: la única mujer del grupo. —Okey, ahora trata de moverla hacia atrás a ver hasta dónde te llega —te dice Rodríguez. Abanicas la pierna hacia atrás y hacia adelante y no entiendes lo que te dice del menisco y de la rótula, así que —¡Ya! —le gritas, con unas ganas tremendas de mentar madre en genérico—, ¿cómo la ves tú? —Hay dos lesiones, una del disparo y otra traumática, debe haber sido una caída, la del disparo es arriba y no te afecta la rodilla, la otra fue más abajo y debe ser la que te molesta más —dictamina Rodríguez, mientras te sonríe y continúa diciendo sí con la cabeza, como siempre, un gesto que siempre te arrechó en él, sin que supieras muy bien por qué. Caracas, 10 de abril de 2016.

—Tú ves, eso sí que va a estar difícil. Yo soy partidario de que bajes, aquí no te puedo hacer gran cosa. —¿Entonces? —le dices, mientras te comienza a llegar el vaho tibio y agradable de la fogata que prepara Dianora. —Entonces nada, compadre, a Ud. le sale berlina de honor cuando arranquemos. Nada de caminatas ni de agites: palo atravesado, hamaca y dos buenos hombros como los de El Gato y estamos hechos. Ya veremos cómo evoluciona la hinchazón —y se pasa la mano por el mechón lacio, el que venía con fijador en la foto—. De todos modos tú puedes bajar sin problemas, no tienes tanta publicidad como yo.

Ernesto el anónimo, el que nunca ha sido apresado; lo que son las vainas, pensaste y te fuiste quedando dormido, escuchando el ruido de las brasas cuando ardían, un diminuto punto de luz en la montaña. Cuando despertaste, era El Gato el que manejaba la pala. —Quiubo, loco —te dijo—, ¿todavía vivo? —Todavía y para largo —respondiste, sonriéndole. —Ya arrancamos, porsia: el radiecito tiene armado un alboroto con la emboscada. Les dimos duro. La pala enterró las brasas apagadas y las latas de sardina. La vanguardia ya había salido, te dijo Dianora, todo estaba listo para seguir. Te tocaste la pierna o imaginaste que te tocabas la pierna. Justo y Gregorio te levantaron para transportarte y desde el lecho móvil le sonreíste a El Gato, mientras las copas de los árboles comenzaban a viajar lentamente hacia atrás, diluyéndose, bajo la lluvia.


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Capítulo 26 LA DULCE LOCURA (XII)

(O: consagración de la primavera frente al mar) De nuevo el viento soplando contra las ventanas, suspendiendo los cortinajes hasta lanzarlos a volar como fantasmas en el centro de la sala, Graciela y Patricia ahora desnudas recorriendo el ámbito, sus gestos de danza creando una atmósfera irreal que insiste y se transforma a plazos como un calidoscopio, Vivaldi resurgiendo desde el tocadiscos, obedeciendo el mandato de Mónica envuelta apenas en su diminuto traje, sazonada de arena y sal su piel, los cuerpos que se desperezan contra las paredes, sentados sobre el suelo, tú, Ernesto, desde la habitación del fondo, reconstruyendo la playa, la cintura de Mónica, su sexo, el áspero tacto del polvo en su cabellera, su sinuosa duración volviendo sobre ti, cantando, los collares vibrando sobre los senos desnudos de Graciela y Patricia, Guaica pasándole el cigarrillo de hierba a Henrique, Henrique pasándolo a Patricia, Patricia tomándolo, aspirándolo, corriendo descalza y desnuda sobre el aire, flotando, pasándolo a Graciela, sonriendo, arqueando los brazos, bailando alrededor de Guaica y volviendo, feliz, aspirando y dejando caer su cuerpo sobre el piso, el collar de cuentas deshaciéndose y miles de puntos luminosos arrastrándose sobre el granito pu-

lido, Graciela asando el cigarrillo a Adrianita, Adrianita a Elizabeth, Vivaldi persistiendo, continuando la lluvia, la realidad afuera, más acá del mar y sus sonidos, del silbido lánguido y armónico de las palmeras, tú, Ernesto, acercándote, recibiéndolo de Elizabeth, volviéndote, saltando sobre Graciela, entregándolo a Mónica, transportando tú la nube que era Mónica entre tus brazos hacia la cuna en la habitación del fondo, colocándola allí, besándola, meciéndola, Mónica chupándose el pulgar y entrecerrando los ojos, volviendo al seno materno, a la primera oscuridad en busca de la nada, afuera el mar, la lluvia, el viento, y las cortinas dentro, evaporándose sobre la sala, Vivaldi, la tormenta y el viento soplando entre los brazos, el salitre, la neblinosa penumbra en el jardín, los cuerpos desnudos de Patricia y Graciela danzando por la habitación toda, diminutas gotas de lluvia deslizándose sobre la piel, una humedad dulce cuyo olor se fusiona y retorna con el del césped mojado, en el jardín, los dos cuerpos saltando a través de la puerta, a través del corto espacio que media entre el umbral y el invernadero, antiguas recolectoras de cosechas rescatando un collar de flores diversas, decorando con ellas su piel, una flora polícroma enmarcando ahora las cabelleras, esta vez los rostros de regreso, sonrientes y frenéticos, asomando de nuevo desde el invernadero, Patricia distribuyendo flores, deshojando las ramas, recubriendo con Caracas, 10 de abril de 2016.

dos inmensos pétalos desconocidos sus senos, Graciela arrodillándose en el centro, Guaica aproximándose en una pantomima de baile, flotando casi, Henrique tomando a Patricia; Adriana recostándose de Elizabeth, tú, Ernesto, celebrando a Mónica, sobre la cuna ella, adormilada y distante, adentro otro paisaje, otra realidad, el recuerdo apenas lejano de que están vivos, mirándose, tocándose, besándose de nuevo, acariciándose, todo olor y todo color recreados reencontrándose bajo una nueva percepción, esta realidad escurriéndose y deslizándose hasta el fondo de la pupila, hasta el fondo mismo del oído y del tacto, dos, tres, cuatro cuerpos siendo una sola realidad danzante, amante, sobre el granito pulido entre las cuentas de los collares, ahora dispersas, resbalando por toda la sala, y las flores, con este nuevo hábitat irreal, respirando sus propios perfumes y donándolos, compartiendo y multiplicando todo acto y no dejando, por fin, otra realidad que la imaginada, otro espacio que esta penumbra rodeada de viento y de lluvia, persistente, que satura cada cuerpo, cada espíritu, cada sensación antigua o recobrada, hasta ensamblarla en una sola respiración, en una flor única que compendia y celebra todo hálito, toda esperanza, toda felicidad que flota y renace, pura, sobre el mar. Fin Edición Número Ciento setenta y tres. Año 04. ÉPALE CCS


POR INDIRA CARPIO @indira_carpio

ORACIÓN Por María Mercedes Carranza (Colombia)

CANTO NUPCIAL

Por Susana Thénon (Argentina)

Edición Número Ciento setenta y tres. Año 04. ÉPALE CCS

No más amaneceres ni costumbres, No más luz, no más oficios, no más [instantes. Solo tierra, tierra en los ojos, entre la boca y los oídos; tierra sobre los pechos aplastados; tierra entre el vientre seco; tierra apretada a la espalda; a lo largo de las piernas entreabiertas, [tierra; tierra entre las manos ahí dejadas. Tierra y olvido.

PoemA

me he casado me he casado me he dado el sí un sí que tardó años en llegar años de sufrimientos indecibles de llorar con la lluvia de encerrarme en la pieza porque yo —el gran amor de mi [existencia— no me llamaba no me escribía no me visitaba y a veces cuando juntaba yo el coraje de llamarme para decirme: hola, ¿estoy bien? yo me hacía negar llegué incluso a escribirme en una lista de clavos a los que no quería conectarme porque daban la lata porque me perseguían porque me acorralaban porque me reventaban al final ni disimulaba yo cuando yo me requería me daba a entender finamente que me tenía podrida y pasó tanto tiempo que me extrañé entonces dije ¿cuánto hace que no me llamo? añares debe de hacer añares y me llamé y atendí yo y no podía creerlo porque aunque parezca mentira no había cicatrizado solo me había ido en sangre entonces me dije: hola, ¿soy yo? soy yo, me dije, y añadí: hace muchísimo que no sabemos nada yo de mí ni mí de yo ¿quiero venir a casa? sí, dije yo y volvimos a encontrarnos con paz

TRINOS

Ángeles Mastretta @magamastretta

Me puse la mano en el timbre y la moví. Todo lo importante estaba ahí. Por ahí se miraba, por ahí se oía, por ahí se pensaba.

COTIDIANA

Por Luz Helena Cordero Villamizar (Colombia)

yo me sentía bien junto conmigo igual que yo que me sentía bien junto conmigo y así de un día para el otro me casé y me casé y estoy junta y ni la muerte puede separarme

Caracas, 10 de abril de 2016.

Pasa una ambulancia en busca de un [herido, da vueltas el sonido rojo ávido de golpes, de caídas, buitre que ruega al cielo su alimento. Todos nos revisamos el cuerpo no sea que exista un agujero y por ahí se nos escapen las ganas de [movernos, de empujar los zapatos. Alguien ha visto pasar nuestro nombre en el desfile de los rezos. Es posible que ya estemos muertos y sigamos erguidos como troncos que engañan a los pájaros.


Instrucciones Comenzando por el cuadro central se sigue el sentido del laberinto, tomando como inicio de la siguiente palabra la última sílaba de la anterior

POR ANDRÉS PALACIOS

cruciverbonay@hotmail.com

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Liberal, generosa Persona despreciable (coloq.) Dolor de cabeza recurrente e intenso Hombre famoso por sus aventuras amorosas Pereza y falta de ganas de hacer algo Sal del ácido cianhídrico En Música: aria de carácter sencillo y tierno Pieza cubierta de la casa que sirve de vestíbulo Provincia y ciudad del sureste de Cuba Bolso que se lleva en la espalda Herir o hacer daño Ave zancuda parecida a la garza Cubierta de tejas de una casa Doblar o torcer encorvando Gabriel … Márquez, el “Gabo” Propio o natural de Alemania Paño con que se cubre el lomo del caballo

SOLUCIÓN DEL ANTERIOR

1 Nombre dado al frío caraqueño del mes de diciembre 2 Capitán de navío cuando manda más de tres buques 3 Rallo de la regadera 4 Judía blanca con manchas blancas 5 Ave rapaz nocturna 6 Oscuro, tenebroso 7 Parte superior de la garganta 8 Sistema de comunicación para mensajes codificados 9 Auxilio, protección 10 … de Lerdo, ciudad mexicana, capital del estado de México 11 Cuerpo muerto 12 Breve división de las Sagradas Escrituras 13 Averigua el lugar en que se halla alguien o algo 14 Cosa que causa ruido estrepitoso

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POR NATHALI GÓMEZ @laespergesia Ilustración: L. "Razor" Balza

Minimanual para dar golpes (de los que joden)

Imaginario

A usted no le gusta lo que hay. Sus aspiraciones siempre están por encima de la calima. En cualquier reunión siempre lo escucharán diciendo: “Es que aquí tiene que armarse un peo…”, cuando en realidad debiera decir: “Es que aquí moveré todo para armar un peo”. Además, tiene amigotes que están dispuestos a meterse hasta las dos manos en los bolsillos para ayudarlo, con la firme promesa de que después usted sabrá cómo pagarles el favorcito.

Cómete esta pluma

1. La democracia llega hasta donde llegan sus intereses. De allí en adelante, es flexible como yogui. 2. La manipulación es lo suyo. En el extranjero se presenta como Bambi y aquí, por más que se tongonee, siempre se le sale el gorila. 3. Su relación con su país es básica: si le da oportunidades para enriquecerse sin mucho esfuerzo, es su lugar. Si no, que lo invada quien sea. 4. Es capaz de vender hasta a su mamá para conseguir su beneficio. Los sentimentalismos son para las quinceañeras. 5. Admira hasta las lágrimas a los políticos de derecha, pero se define como “apolítico y progresista”.

que no se encuentra gatarina

6. Se presenta como defensor de los derechos humanos hasta que se le atraviesa algún humano. 7. Condena la violencia “en todas sus formas”, pero sabe que la violencia que más golpea es la psicológica. 8. Su grupo de amigos está compuesto por lobos de todos colores y nacionalidades. La cosa que muchas veces se le escapa es que ellos también tienen los colmillos afilados.

TUIT DE

9. Por donde mire, siempre habrá tontos útiles.

Edición Número Ciento setenta y tres Año 04. ÉPALE CCS

Caracas, 10 de abril de 2016.

¿

Por qué cuesta tanto creer en la honestidad de los empresarios

¿

pregunta de la semana

10. Lo igualitario le da asquito. A cada quien según el apellido de su familia.




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