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MI PAPÁ ME HIZO UNA superheroína Por Patrizia de Jesús Castillo Torres

Tuve la fortuna de contar con un padre presente. Pero más allá de todo lo que significa e implica estar presente como progenitor, la adoración que mi padre sentía por mí me resultaba algo tan natural y automático, que nunca me detuve a pensar cuán determinante fue para convertirme en la mujer que hoy soy.

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Mi padre estaba a mi lado siempre, sentía su apoyo y su guía como todo aquello que das por sentado y se te vuelve costumbre. Creces rodeado o rodeada de cosas que por más maravillosas o aberrantes que en realidad sean, las asumes como normales.

Sólo hasta “ahora”, cuando pienso en él cada noche, y me pesa su ausencia al comprender que está definitivamente ausente, dimensiono su influencia, su legado, y caigo en cuenta de que mi padre sigue presente… a través de mí. Se repite y expresa en pequeñas y grandes cosas que forman parte de mi cotidianidad: hábitos, gestos, actitudes, como mi risa (que es la suya), mis modales pausados en la mesa, cierto histrionismo para afrontar eventos indeseados, la pasión por el conocimiento y por la vida misma…

Sólo hasta hoy, motivada por la escritura de este artículo, me detengo y reflexiono sobre lo definitivo que es el padre (presente o ausente, bueno o malo) en la construcción de la mujer en la cual te conviertes.

Si bien es cierto que el amor de la madre es crucial para transmitir ese sentido de aceptación, merecimiento y propia valía tan necesario para el desarrollo emocional de todo ser humano, el amor, la compañía, el apoyo y el ejemplo del padre (en especial para las mujeres) son sólidos pilares que nos permiten crecer fuertes, y proyectarnos hacia el futuro con seguridad y confianza.

En su libro “Ladies who punch”, la autora Yasmin Alibhai expone cómo la creencia de que las mujeres son empoderadas por sus madres es sólo una parte de la historia. A través de distintas entrevistas con mujeres exitosas que tuvieron buenos padres y fueron influidas por ellos, destaca cómo un padre maravilloso es un ingrediente clave cuando se trata de “crear” mujeres fuertes.

Todos conocemos historias de mujeres tenaces que han tenido que ser padre y madre al mismo tiempo, y enfrentar desafíos inimaginables para sacar sus proles adelante. Sus vidas han sido glorificadas y enaltecidas por sus propios hijos: indistintos modelos de éxito que reconocen en sus progenitoras la inspiración y ejemplo que los llevó a convertirse en grandes líderes o figuras públicas de influencia. Michelle Obama, y Oprah Winfrey son una representación de este fenómeno.

De acuerdo con Yasmin Alibhai, durante mucho tiempo la mujer en su rol de madre, ha sido idealizada por la sociedad, mientras la figura del buen padre ha permanecido en la sombra prácticamente ignorada.

Pero estudios y textos, como “Ladies who punch”, centran la mirada en una realidad llena de matices, en la que el padre y la madre son igualmente relevantes para la concepción de un modelo de mujer segura y confiada en su poder.

Tres casos locales nos dan una clara idea de ello: Andrea Jaramillo, ex reina del Canaval de Barranquilla, y presentadora; Paola Alcázar, directora de Extensión Universitaria de la Universidad del Norte, y Natalie Ackermann, ex señorita Atlántico, y presidenta de la organización Miss Universe Colombia.

Ellas son la encarnación de mujeres exitosas cuya inspiración y modelo a seguir fueron sus padres, a los cuales, de alguna manera, les atribuyen haber marcaron su derrotero.

Buenos padres =hijas fuertes

ANDREA JARAMILLO

Andrea Jaramillo afirma que desde niña siempre ha tenido un fuerte vínculo emocional con su padre, Juan José Jaramillo. Además de tener con él una gran afinidad en cuanto a temperamento y gustos, “Juancho” la ha dejado volar y la ha animado a perseguir sus sueños, uno de ellos fue ser reina del carnaval.

“Mi papá y yo siempre hemos sido muy unidos porque tenemos muchas cosas en común. Nos gusta cocinar, atender a los amigos, la música, el baile, el arte, la cultura, el carnaval… Nuestras personalidades son muy parecidas”, recalca Andrea.

Pero también ha sido su padre su polo a tierra tanto en los buenos, como en los malos momentos. Él le ha dado el coraje y seguridad para creer en sí misma, y, sobre todo, le ha enseñado a dar y a ayudar; a asumir el respeto hacia los demás como un principio esencial; y a tener presente que jamás se debe atropellar a nadie en aras de lograr lo que se quiere.

En respuesta a esos valores inculcados por su padre, Andrea se ha convertido en una mujer decidida, generosa, y encantadora “Mi padre me ha dicho siempre que con una sonrisa se abren todas las puertas”. Y a ella, por ser fiel a ese consejo, y gracias a su carisma, se le han abierto todas.

Andrea y su papá, Juancho Jaramillo

Ha sido su padre su polo a tierra tanto en los buenos, como en los malos momentos. Él le ha dado el coraje y seguridad para creer en sí misma, y, sobre todo, le ha enseñado a dar y a ayudar; a asumir el respeto hacia los demás como un principio esencial.

Paola y su papá, Javier Alcázar

“Mi papá fue y sigue siendo determinante en mi vida. Desde que era niña me metió en la cabeza que lo único que necesitaba en la vida para lograr mis sueños era estudiar. Por eso él hacía por mí los oficios de la casa cuando mi mamá me pedía que la ayudara con lo doméstico”.

PAOLA ALCÁZAR

Paola Alcázar, directora de Extensión universitaria de la Universidad del Norte, y abanderada del Programa de Inclusión de la misma institución, es el fiel ejemplo de mujer exitosa y enfocada en sus metas. Su carrera en el mundo empresarial, desde el ámbito de las comunicaciones y la educación ha ido en ascenso de manera consistente. Entre los cargos que ha ocupado figuran el de directora de Comunicaciones y Gobierno Corporativo en Electricaribe, y directora de Comunicaciones en Gas Natural, Naturgy, en México.

El fuerte vínculo afectivo entre Paola y su papá, Javier Alcázar, es el terreno sobre el cual edificó la seguridad en sí misma para convertirse en la mujer disciplinada, optimista y emprendedora que hoy es.

“Mi papá fue y sigue siendo determinante en mi vida. Desde que era niña me metió en la cabeza que lo único que necesitaba en la vida para lograr mis sueños era estudiar. Por eso él hacía por mí los oficios de la casa cuando mi mamá me pedía que la ayudara con lo doméstico”, cuenta Paola con una sonrisa.

“Ella (mi madre) quería que yo aprendiera a “defenderme” como ama de casa, y mi papá decía que me dejaran quieta para que no me desconcentrara de mis estudios, que cuando yo creciera, iba a tener de sobra para pagar porque me hicieran los oficios”. (risas).

Paola heredó de su padre su increíble optimismo, su sentido del humor, y la determinación para no “arrugársele a nada”.

“Mi papá es un convencido de que todo en la vida se puede lograr si se le pone inteligencia, y lo más importante, alegría. También me ha enseñado que hay que ser humilde, que debemos ayudar a quien lo necesite, y que cada uno puede brillar sin hacerle daño al otro”.

NATALIE ACKERMANN

Natalie Ackermann y su papá, Rudolf Ackermann

Natalie Ackermann es una mujer emprendedora e intrépida, de no serlo no se le hubiera medido a la franquicia de Miss Universe Colombia, ni mucho menos a celebrar el certamen de belleza en plena pandemia. Esto, sin lugar a duda, se debe a un recuerdo muy vívido que tiene de su padre Rudolf Ackermann.

“Cuando tenía 4 años, mi padre me enseñó a nadar. Recuerdo que al principio tenía miedo a ahogarme. Pero él me dijo: ‘El que tiene miedo, se hunde’. Debo reconocer que desde entonces esa frase suya la aplico para todo en mi vida. Mi padre me enseñó a manejar mis miedos.

Rudolf Ackermann en palabras de su hija “es la persona más trabajadora y correcta que he conocido. Una persona que demuestra su cariño y amor con hechos más que con palabras, y el mejor ejemplo a seguir; pues además de ser sociable, súper extrovertido, inteligente y muy culto, es alguien impecable”.

A pesar de vivir en diferentes países, Natalie y su padre siempre han tenido una relación en la que la comunicación ha sido constante y cercana, marcada por el respeto y el agradecimiento, “porque gracias a él, al haber exigido siempre lo mejor de mí, con el consejo: ‘hagas lo que hagas, siempre hazlo en excelencia’, hoy en día tengo en el campo laboral una larga lista de metas cumplidas, y por supuesto, también muchas por cumplir”.

“Cuando tenía 4 años, mi padre me enseñó a nadar. Recuerdo que al principio tenía miedo a ahogarme. Pero él me dijo: ‘El que tiene miedo, se hunde’.

OTRA ÉPOCA, OTROS PADRES

En estos tiempos de empoderamiento femenino y de una marcada tendencia a crear conciencia sobre la equidad de género en cuanto a derechos y oportunidades, somos testigos de la evolución que el rol del padre experimenta en la cultura occidental. Son cada vez más los hombres que por distintas circunstancias, cumplen con un amor consagrado el doble papel de padre y madre como padres solteros, o solos. También observamos cómo el padre moderno se aleja del paradigma de figura de autoridad distante del universo del hogar, al involucrarse de manera decidida en lo nimio y lo doméstico, tanto, como en el cuidado y crianza de los hijos. En mi caso, pese a que el modelo de familia en el que crecí se identificaba con la definición de roles basada en lo “políticamente correcto” acorde con el género: la mujer en la casa, el hombre en el trabajo; el hombre proveedor, la mujer mantenida, mi padre fue el equilibrio de una niña melancólica, y en algunos aspectos insegura. Gracias a él aprendí a creer en mí, y al mismo tiempo, a ser empática, a enfocarme y persistir en lo que quiero lograr y, sobre todo, a hacerme respetar. Hoy, aún distante de alcanzar mis sueños más ambiciosos, me considero una mujer exitosa no en términos de reconocimiento o fama, sino en la medida en que he hecho de mis pasiones mi motor, y fiel a mi propósito, trabajo en ser cada día alguien mejor, alguien feliz. Eso intentó mi padre hasta el último día de su vida.

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