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Margarita Michelena viajera Texto: Elvira Hernández Carballido Margarita Michelena nació el 21 de julio de 1917 y este mes que hay un espacio para las vacaciones de verano nada mejor que evocarla viajando. Por supuesto, uno de los lugares que amaba fue la erra donde nació. Bien evocó su hija Adriana Cataño: Mi mamá siempre que hablaba de Hidalgo sen as su amor y su nostalgia. Me pla caba de su infancia donde su mirada descubría la magia, gracias a la belleza generosa de Mineral del Chico, donde pasó su primera infancia. Le gustaba pla carme de la manera en que el viento de Pachuca le susurraba relatos de minas que se enamoraban de los hombres que las irrumpían temerosos de su conquista. Se acordaba del sor legio en que Molango lograba envolverla para arrullarla. Tuvo una nana Otomí que la hizo amar sus raíces. Palpó nuestra cocina hidalguense y aprendió a hacer pastes y hasta preparaba un mole verde suculento en una olla para ella sagrada porque era una olla otomí. Incluso le enseñaron a hablar en otomí. En toda entrevista que ofreció la querida poeta hidalguense, constantemente repe a que la mejor manera de conocerla era leyendo sus poemas. Sin embargo, también se delató en sus textos periodíscos. Sí, ella escribió en la página editorial de Excélsior hasta el úl mo día de su vida, marzo de 1998. Un amigo suyo
aseguraba que las prosas de Michelena inspiraban simpa a por su verba y brío, por su vigorosa cas za dicción, por su corrosivo sen do del humor, también por su furia valiente. Fue en esos espacios periodís cos donde delató otra de sus grandes pasiones: los viajes. De manera constante avisaba a sus lectores que se iba de vacaciones y compar a crónicas de cada lugar que buscaba para descansar, generosa con el discurso nos permi a explorar con ella cada lugar. México a través de su palabra parecía ser otro, más bello y curioso, lleno de historias dignas de compar rse, de lugares para descubrir, para visitar lo más pronto posible: Entonces, en Jalapa, me encontré con Emma Godoy y con ella precisamente acabo de volver a los si os en que, a lo largo de un año, estuvimos las dos con Gabriela Mistral. Caminamos las calles de una Jalapa hoy infestada de ruido y movimiento, ciudad recoleta, azul y verde, densamente perfumada de azahar, en cuyo parque México nos sentamos a contemplar la serenidad de sus esmeraldas inacabables… Fuimos también a El Lencero, de habitación en habitación, hicimos una visita a los fantasmas. Allí está como entonces la gran cama victoriana, recuerdo a Gabriela con su aldeana comisión de franela rosada.
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Volví a ver el enorme amate del pa o, prodigiosa obra de ingeniería natural, en torno del que daba alegres vueltas el duque, el perro de la finca, hoy polvo del polvo como los ojos de Gabriela, que lo miraban desde el balcón. Gabriela es una sombra como la de la neblina que desdibuja y abisma los laureles. El estanque sigue allí con el mismo “semblante plateado” y solamente lo fugi vo permanece y dura” según las palabras de Quevedo. También abordaba, teniendo como pretexto los viajes que hizo por el mundo, situaciones co dianas en otros países; por ejemplo, cri caba la obesidad en Estados Unidos o le gustaba la limpieza y la educación vial en las ciudades europeas: Cuando estaba yo en Nueva York ya para concluir la Segunda
Guerra Mundial, la juventud estadounidense era muy bella. Y aún la gente madura conservaba un exterior decoroso, resultado quizá de la voluntad de no abandonarse, así como así, a los estragos de la edad… Y eso que todavía no les daba por allá por el “jogging” ni por prohibir el cigarro. Recuerdo que uno de los anuncios más llama vos, cerca de Times Square, era el de una enorme cara humana, que echaba rítmicamente humo por la boca para recomendar una marca de cigarrillos muy malos —los Lyons— y encima había que hacer cola para adquirirlos como, cuarenta y tres años más tarde, hay que efectuar el mismo engorroso trámite, en los países llamados “socialistas”, para comprar una barra de pan. Ay Margarita viajera, sensible y exquisita, inolvidable, bella y airosa por siempre.
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EL GUSTO ES NUESTRO
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