Intervalo 2 final

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in tervalo Coordinación Aída Suárez

Re Veces

Enrique Rivas Paniagua

Post-mórtem Quería pasar a la Historia a cualquier precio, por la buena o por la mala. Durante treinta años su cerebro no tuvo cabida para otra obsesión. Desesperado ya de fracasar en mil y un campos, probó el de la guerra. Una traición a la Patria, un asesinato a mansalva al comandante supremo del ejército: con cualquier felonía que le brindara notoriedad e hiciera perdurable su nombre, se daría por bien vivido. Y lo logró. Fue enterrado con todos los honores militares, discursos, desfile de dolientes, veintiún cañonazos, bandera a media asta, duelo oficial por tres días, timbre postal conmemorativo. Sobre el frío y venerable mármol de su tumba grabaron en letras de oro una estrofa magnífica que empezaba con estas heroicas palabras: “Al soldado desconocido…”

PERSPECTIVA (1ª de 2 partes)

El centro del cuadro siempre está fuera del cuadro Ernesto Anaya Mario Flores

Elvira Hernández Carballido*

La Güera Rodríguez… y fue patriota María Ignacia Javiera Rafaela Agustina Feliciana Rodríguez de Velasco Ossorio Barba Jiménez Bello de Pereyra Fernández de Córdoba Salas Solano Garfías, nació el 20 de noviembre de 1778. Se casó tres veces y tuvo siete hijos. Fue una mujer de carácter desinhibido, natural coquetería, tacto irreprochable, gran sentido de oportunidad, inteligencia envidiable, ingenio desbordante, sabia y experta en intrigas femeninas para enloquecer a cualquier hombre. La historia oficial solamente la dibuja como mujer fatal y amante de personajes destacados, un factor determinante que la hace una de las mujeres patriotas dignas de recuperar fue mostrar abiertamente ante la sociedad de la Nueva España su gran simpatía por el movimiento insurgente. Ayudó a transportar armas y posiblemente donó dinero para la causa. Públicamente alababa a Hidalgo y a Morelos. Por eso fue llamada a comparecer ante la Inquisición y tuvo que exiliarse en Querétaro. Si bien no existen documentos que permitan reproducir el discurso de María Ignacia Rodríguez cuando enfrentó a la Inquisición de la Nueva España acusada de conspirar contra el gobierno y de apoyar la causa insurgente, la novela de Artemio del Valle-Arizpe reproduce de una manera confiable lo que pudo ocurrir en ese momento. El autor asegura que los alegres devaneos de la Güera no eran mal vistos por la sociedad de la época, “exigente y pecata”, su belleza bastaba para que la toleraran. Pero lo que no le permitieron fue el desentono de proclamarse públicamente simpatizante de los insurgentes. La osadía y actitud de esta bella mujer causó escándalo e indignación, por lo que fue citada a la Inquisición por la denuncia del espía Juan Garrido, quien la acusó de ser una de las mujeres que apoyaba la causa insurgente. Del Valle-Arizpe describe que Güera no se preocupó ni se asustó. De igual manera Don Artemio aseguraba que uno de los tres jueces había querido tener un romance con ella, otra resultó ser su allegado y ella le sabía algunos secretos. Por eso, esos tres hombres no la espantaban. Y los enfrentó así: Les atronó las orejas al preguntarles con la mayor naturalidad del mundo y gran dulzura en la voz, si ellos que eran esto y lo otro y lo de más allá y que habían hecho tales y cuales cosas, ¿serían capaces de abrirle causa y sentenciarla? Y esto y lo otro y lo de más allá y aquellas cosas lindas y apetitosas que habían ejecutado, se las soltó con nimio detalles que dejaron turulatos a los tres señores, y una a una se las fue enumerando con brusquedad, sin cuidados, eufemismos, ni suavidades emolientes. La Güera Rodríguez pasó sus últimos días en un convento, buscando la paz en su alma. Murió en el año de 1850, a los 71 años. *Profesora investigadora de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo

Ga lería

Julia Caporal.

de pie ante el cuadro, parados en el lugar que debieran ocupar Felipe IV y Mariana de Austria. El centro de la pintura no es la princesita, la obra cuenta con varios destellos pero en el cuadro hay otro cuadro y los asistentes atestiguaban el trabajo del pintor pero el pintor nos mira, Velázquez deja que el espectador sea el centro de atención, tal vez el rey, tal vez nosotros. Las Meninas no sólo es la más elaborada composición de Velázquez, representa la aspiración del autor a enaltecer al pintor y su trabajo; tal es su trascendencia que ha sido reinterpretada por diversos artistas en disciplinas diferentes, incluido el teatro y hasta la fotografía con fines publicitarios.

Son neto número uno Jorge Skinfield Escamilla (El Bicho malo)

Prescindes del esmerado adorno cuando esperas, ardiente, mi regreso. La soledad afronta el retroceso y de lujuria y pasión es el entorno. Es fiesta de salivas mi retorno me santificas con lascivo beso (ya que por tus humedades es que rezo) el deseo se aloja en tu contorno.

"El vuelo de los insectos hacen fiesta inolvidable" Medidas 30x20. Papel de algodón. Xilografía y linóleo año 2013

Eres pléyade, volcán incandescente, sierpe, lengua de fuego tan aviesa; luz, metáfora, orgasmo refulgente, con afanes de fémina traviesa; pecado delicioso, impenitente; toda eres, mi universo, mi certeza.

Diseño gráfico Enrique Garnica / 2013

Be llas y airosas

Bajo motivos que dejan aparte la salud emocional, el comercio orientado a las niñas (algunos niños y bastantes adultos) explota sin pudor la imagen pero sobre todo la idea de las “princesas” cuando en realidad los cuentos de hadas e historias con princesas no vienen de los estudios Disney, tienen su origen en la edad media y continúan hasta nuestros días con notas sensacionalistas y fotografías de paparazos: Blanca Nieves muere envenenada, la Bella durmiente es violada luego de despertar, no hay hada madrina que rescate a Cenicienta, aquel monarca manda decapitar o encerrar reinas porque sólo le dan hijas princesas y ningún príncipe, las familias reales son ejecutadas por revolucionarios, un coche más frágil que la zapatilla de cristal se estrella llevando una princesa que huye, etc; las palabras felices y para siempre no acostumbran mezclarse. En la España del siglo XVII nació, entre otras princesas, la infanta Margarita, y aunque no llegó a cumplir veintidós fue retratada varias veces por el pintor de la corte Diego Velázquez, la princesa quizás no fue feliz pero permanecerá para siempre en las pinturas. A sus cinco años la infanta aparece en una famosa escena pintada (inventada, quizá) por el artista en 1656: en primer plano y cerca del espectador se muestra un caballete, retrocediendo está el pintor mismo pincel en mano, tomó distancia para comparar la pintura con el modelo, detrás de él lo que quizá sea un espejo sugiere que Velázquez pinta al rey y a la reina; en un plano intermedio pero al otro extremo esta uno de los tantos bufones de la corte, la enana Maria Bárbola, quien dejó de sonreír por un momento; en lo que pareciera el centro de la pintura se encuentra la pequeña princesa flanqueada por sus jóvenes damas de compañía quienes dan nombre al cuadro Las Meninas. La menina más cercana ofrece algo en una charola de plata a la infanta, parece decir “¿quiere la princesa...?, la otra menina se distrae un poco de su deber y nos mira de reojo en un momento particular pues también nos miran la enana, Velázquez y la infanta, incluso alguien que pasaba se detiene y voltea a vernos, el tiempo se detuvo justo ahora en que estamos


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