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MÉXICO EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL.

México en la

Segunda Guerra Mundial

Por: Alfonso Flores Vicepresidente de la Sociedad Mexicana de Estudios Aeronáuticos Latinoamericanos y miembro fundador.

Mucho se ha dicho sobre la participación de México en la Segunda Guerra Mundial, responsabilidad que recayó en el multicitado y famoso Escuadrón Aéreo de Pelea 201, con el que la Fuerza Aérea Expedicionaria Mexicana se convirtió en el primer y único contingente que ha participado en un conflicto armado fuera del territorio nacional. ¿Pero cómo fue que México llegó a esto si una de sus características ha sido el respeto a las decisiones de los pueblos apoyando el ideal de no-intervención?

La respuesta parecería fácil si explicáramos que el país fue agredido, pero ¿qué tan grave fue que nos orilló a esta acción?

Recordemos que desde tiempos remotos este

territorio rico en recursos naturales, vasta flora y fauna, bañado por los océanos más grandes del planeta y con una geografía tan diversa, ha sido blanco del interés de pueblos de otras latitudes que ambicionando sus riquezas, han venido en busca de ellas.

Tras la conquista y la colonia, la explotación de nuestros recursos naturales fue llevada al extremo. Una Independencia no fue suficiente, intervenciones y una guerra con Estados Unidos, culminaron quitándole a México buena parte de su territorio. Una cruenta revolución sacó a la luz las diferencias existentes, rezagos y marginación heredados de antaño. Corría ya el Siglo XX y en el mundo los conflictos crecían al tal punto que estalló la que se conocería como la Gran Guerra.

Esa Primera Guerra Mundial causó estragos en Europa, en tanto que en América, la intervención de Estados Unidos en el conflicto llamó la atención y entonces surgieron nuevos intereses hacia México. Es por muchos conocido el telegrama “Zimmerman”, famoso por su contenido, en el cual el imperio germano ofrecía a nuestra nación ayudarle a recuperar los territorios arrebatados por el país del norte a cambio de apoyarles, atacando desde aquí como medida distractora al territorio vecino.

Esto era una muestra de lo que se fue dando con el tiempo en un mundo convulsionado en donde surgían nuevas naciones e ideologías diversas, corrientes que siguieron crispando con los años los ánimos de quienes querían un mundo en paz.

Fascismo, nazismo, socialismo, capitalismo, eran algunas de las palabras que inundaban las notas diarias, surgían personajes y grupos que se fueron adueñando del escenario internacional. Organizaciones y partidos adheridos a gobiernos comenzaron a inundar por doquier con sus doctrinas e ideales. Con ello llegó el espionaje y la propaganda.

En el México de los años treinta, se infiltraron personajes y grupos provenientes de varios países que buscaban conseguir apoyo para sus gobiernos y corrientes ideológicas. Inició entonces una guerra oculta, mensajes en diarios periodísticos, revistas con tendencia, emisiones radiofónicas y una vasta red de espías intentaban conseguir adeptos para su causa, en un mundo que estaba al borde de una nueva Gran Guerra.

Al estallar ésta, México mostró su postura de no-intervención sin dejar de condenar el conflicto. Para entonces, el gobierno del General Lázaro Cárdenas ya había nacionalizado el petróleo en 1938 y con esta medida, el energético se convertía en un recurso exclusivamente explotable por la Nación; las empresas afectadas comenzaron a ser indemnizadas y, para cubrir las necesidades de la nación, varias embarcaciones de empresas italianas y alemanas. fueron requisadas para su uso en la naciente industria.

Este antecedente muy probablemente marcaría el destino de algunas de las naves al crecer el conflicto bélico y alcanzar a Estados Unidos, país que había mostrado una postura de apoyo incondicional al gobierno británico ante las agresiones de las potencias del Eje. Como acicate, los japoneses atacaron la base naval norteamericana de Pearl Harbor, en donde se encontraba buena parte de su potencial marítimo, este suceso culminó con la declaratoria de guerra y por consiguiente, con el involucramiento de esa Nación en el conflicto.

Como México apoyó los reclamos de los norteamericanos y estaba en contra de las acciones bélicas por parte de Alemania, Japón e Italia, decidió romper relaciones con estos pueblos totalitarios y, como era lógico, la respuesta de éstos no tardó en llegar. Nuestro país distribuía petróleo crudo a Estados Unidos en buque-tanques, los mismos requisados años atrás tras la expropiación. Ésos navíos partían con frecuencia desde puertos del Golfo de México hacia puertos norteamericanos con los que se contribuía a que la industria,

principalmente la bélica, siguiera su marcha.

El rompimiento de relaciones con los países del Eje en diciembre de 1941 llevó al gobierno del entonces presidente general Manuel Ávila Camacho a tomar medidas más drásticas. Entre un país beligerante, aclarándose que dicha medida se tomaba por las afectaciones causadas a la economía ante la dificultad en las vías de comunicación marítima provocada por el conflicto que complicaba exportar el petróleo y por la incautación previa de tres embarcaciones

ellas, intervenir cuentas bancarias e incautar propiedades y todas las embarcaciones ancladas en puertos mexicanos de los súbditos del Eje, argumentado el derecho internacional de “Angaria” que concede a los estados beligerantes el requerimiento para su propio uso de los transportes que están bajo su jurisdicción que pertenecen a estados neutrales.

En este caso, el derecho de “Angaria” se aplicó a la inversa, al no ser todavía en ese momento México ordenadas para su construcción a los astilleros Ansaldo de Génova, Italia, en 1939.

La noche del 13 de mayo de 1942 fue infame, la quietud en el puente de mando del tanquero “Potrero del Llano” (antes Lucífero) quedó rota por un estruendo, después, sobrevino una explosión y el parcial hundimiento del barco. Catorce marinos mexicanos perdieron la vida en costas de la Florida y los sobrevivientes rescatados fueron trasladados días después a México. La misma suerte corrió el buque “Faja de Oro” atacado la noche del 20 de mayo, en donde sucumbieron 10 marinos. Ambas embarcaciones fueron atacadas por sumergibles alemanes que merodeaban estas aguas para impedir el suministro de recursos a los norteamericanos.

La reacción no se hizo esperar, una enérgica misiva de reclamo se entregó a través de la legión sueca encargada de los asuntos de estas naciones, como era de esperarse, ni siquiera se recibió por parte del gobierno alemán.

LA AVIACIÓN

Meses antes de los ataques citados, se había reforzado la vigilancia aérea por todo el territorio nacional, ya que existía el temor de una invasión nipona a Estados Unidos por la costa Oeste, para ello, se asignó un escuadrón de aparatos Vought V-99-M “Corsair” a las tareas de patrullaje en las costas de Baja California. El equipo con que disponía la Fuerza Aérea Mexicana (FAM) fue alistado para resguardar la soberanía y mantener un enlace entre las diversas regiones militares, aunque era inadecuado y obsoleto para el momento que se estaba viviendo.

El 28 de mayo de 1942, el Congreso Mexicano proclamó la existencia del estado de guerra entre México y el Eje, tras la negativa alemana de responder a los ataques perpetrados a los dos barcos petroleros, de inmediato por nuestras calles se pregonó ¡Estamos en guerra!

Desde marzo último se había firmado un convenio con Estados Unidos para la adquisición de equipo bélico para modernizar el Ejército. La FAM, poseedora de una de las armas más valiosas en esta guerra, fue de las primeras beneficiadas. Una nota de prensa señalaba: “Han sido entregados al gobierno de México algunos aviones de combate, de entrenamiento, fabricados en las plantas que tiene la North American Aviation en Texas”.

El artículo decía que las aeronaves se ordenaron tres días después de declararse la guerra a Alemania y prosigue diciendo “Los esbeltos AT-6B, tienen ya las insignias de la FAM pintadas en las alas. Se trata de modelos recientes, equipados con ametralladoras y compartimento para bombas”. La rápida entrega de los aparatos significó una demostración patente de la estrecha cooperación que existió entre los gobiernos de México y Estados Unidos y aterrizaron en el Campo Aéreo Militar de Balbuena el 14 de junio de ese mismo año.

Cabe mencionar que desde el primero de abril de 1941, cuando ninguna de las dos naciones entraba a la guerra, se firmó un acuerdo bilateral con el Subsecretario de Estado Norteamericano en el sentido de facilitar el libre tránsito de aeronaves militares entre ambos territorios de manera recíproca, otorgando al otro las facilidades del caso y previo aviso oficial con un mínimo de veinticuatro horas.

El uso de aeródromos e instalaciones formaban parte del apoyo avalado del lado mexicano por el doctor Francisco Castillo Nájera, quien era el embajador ante el gobierno de Washington. Una de las cláusulas del convenio firmado - para la defensa del Continente Americano dadas las circunstancias del conflicto (entonces) europeo- señalaba que, si alguno de los gobiernos requería material o equipo para proteger los puntos de aterrizaje o amarizaje de las naves aéreas, el otro lo suministraría dentro de sus posibilidades, lo que de inmediato se puso en práctica en México.

A partir de esto se habilitaron, adecuaron, e incluso se construyeron, pistas de aterrizaje en puntos estratégicos, siendo las principales Tampico, Cozumel, Mérida, Chetumal, Tapachula, Ixtepec y Ciudad del Carmen, labor que en buena parte recayó en la Compañía Mexicana de Aviación (CMA), que contaba con importante infraestructura aeroportuaria por ser agente de la Pan American World Airways (PAA), línea aérea al servicio del gobierno norteamericano que tenía con todos los recursos necesarios.

Mexicana prestó adicionalmente otros servicios: las oficinas de operaciones y radio trabajaban las 24 horas del día para apoyar las ope-

raciones de aeronaves militares a todo lo largo y ancho del territorio nacional. El personal se capacitó, aunque una buena parte provenía de la milicia. Incluso el 25 de julio de 1942, la CMA inauguró su escuela de mecánicos con 150 alumnos, evento al que asistieron autoridades de las Secretarías de Comunicaciones y de Educación Pública acompañados de los directores de aeronáutica civil y militar; generales Roberto Fierro y Alberto Salinas.

Nuestro litoral oriente contaba con varios puertos importantes, así como con refinerías en plena producción pero los de Veracruz, Tuxpan y Tampico eran vulnerables a un ataque submarino. Para evitar que esto sucediera y a la vez reforzar la salvaguarda de las embarcaciones que partían hacia el norte, se formó el primer escuadrón de aviones North American AT-6 “Texan” destacado en el Golfo de México.

La responsabilidad de encabezar esta escuadrilla recayó sobre el Mayor Piloto Aviador Luis Noriega Medrano, quien fue designado Comandante del Segundo Escuadrón del 2/o. Regimiento Aéreo y a las órdenes del General Anacleto Guerrero, Comandante de la Octava Región Militar, encargado a partir de ese momento de patrullar las costas.

Apenas la noche previa del 26 de junio, había sido atacado a unas 40 millas mar adentro frente a La Barra de Tecolutla, el buque-tanque “Tuxpan”, por parte del sumergible alemán U-129 al mando del teniente Hans Witt, nave que lanzó un torpedo que pegó certero en la popa. Cuatro marinos mueren. Los sobrevivientes que se lanzan a los botes salvavidas, indefensos, ven como el sumergible se les acerca, dos figuras están sobre la escotilla. Una les apunta con una ametralladora mientras que la otra les interroga, luego, les deja ir y reman hacia la costa. Al amanecer ven a lo lejos humo, pensando que un buque va en su auxilio, pero no es así. Se trata de otro barco mexicano, “Las Choapas”, atacado esa misma mañana y en el que también mueren tres hombres.

Como consecuencia de los dos ataques se redoblaron las medidas de seguridad. Noriega y su gente recién enviados a la zona, sobrevolaron la costa en busca del cobarde asesino que sumergido se ocultaba cerca de ahí. Fue el 5 de julio de 1942 cuando se le notifica el avistamiento de un submarino nazi por el rumbo de Tampico, por lo que pide autorización y ataca al sumergible, “pica” su aeroplano y arroja dos bombas de 100 libras cada una con un radio de acción de veinticinco metros.

En un reporte entregado ese día por el piloto al General Anacleto Guerrero, declara que dichas bombas cayeron, una como a quince metros del submarino y la otra a un medio metro, en el centro de la banda de babor, por lo que se cree que aquélla hizo efecto, ya que de inmediato el submarino se sumergió y quedó flotando una gruesa capa de aceite.

A la mañana siguiente durante un vuelo de reconocimiento en la zona, se observó flotando un bote neumático a cierta distancia del lugar del incidente, estaba aparentemente abandonado, suponiéndose por sus características que pertenecía al submarino, el cual, se supo años después, fue lanzado junto a una mancha de aceite para distraer la atención y poder escapar del lugar del ataque y seguir merodeando para cazar más embarcaciones, esto quedó registrado por la tripulación del sumergible nazi en su bitácora.

Luego de este único encuentro, la Fuerza Aérea Mexicana se reorganizó incorporando más aviones para la vigilancia de las costas y el territorio nacional. Poco tiempo después fue conformado un grupo de perfeccionamiento aéreo que fue enviado a Estados Unidos para que pilotos, mecánicos y personal militar especializado fuera entrenado y preparado para la guerra, grupo que a la postre se convirtió en el Escuadrón de Pelea 201, el cual participó en 1945 en la liberación de las islas Filipinas, utilizando como su aeronave principal el avión Republic P-47 “Thunderbolt”.

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