Revista Awen - Número IV

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AWEN REVISTA LITERARIA NÚMERO IV AGOSTO 2018

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EDITOR EN JEFE

JORGE MORALES CORONA @JORGEMORALESCORONA

EDITORA ADJUNTA VERÓNICA VIDAL @VERONICAT2727

DIAGRAMACIÓN Y DISEÑO EDICIONES PALINDROMUS @EDICIONESPALINDROMUS

PORTADA

JORGE MORALES CORONA

Los textos e imágenes que acompañan este número no pueden ser reproducidas bajo ningún motivo sin la autorización del propietario. El copyright pertenece a los creadores.


EDITORIAL Diría Isaac Asimov: «Sólo existe una guerra que se le puede permitir al ser humano: la guerra contra su extinción» y aprovecharíamos ese pensamiento lúcido para construir conjeturas en cuanto al imaginario humano que, desde tiempos antiguos, ha estado supeditado al miedo. Sentimiento que nace a partir de las heridas del pasado y de la bruma que lo separa del futuro; este último cada vez más oscuro

LA FILOSOFÍA DEL QUE DUERME

con el devenir del tiempo, los acontecimientos históricos y esa necesidad de unir progreso con destrucción. Sea como fuere, los escritores han tenido la necesidad de adelantarse a su tiempo; con la filosofía de quien se inmiscuye en lo abstracto han podido prever adelantos tecnológicos, maniobras de supervivencia o la propia extinción humana fuera de oráculos o magia. La extinción de nuestra raza parece estar siempre a la vuelta de la esquina, a dos minutos antes de la medianoche, pero el único rasgo que prevalece en nosotros es el de la supervivencia. El escritor es un ser que siempre duerme, que hace de la literatura su forma de supervivencia. Ella ha prevalecido ante gobiernos tiránicos, pensamientos ortodoxos y guerras mundiales. La filosofía del que duerme y crea es la misma que se traduce en las ideas que después de escritas se han convertido en una realidad. Tal vez el futuro donde se las imaginó fuera distinto a donde se desarrollaron, pero la idea es la única arma indestructible que sirve de salvamento ante la insinuación de la posible extinción.


EDITORIAL

LA FILOSOFÍA DEL QUE DUERME

Habrán otros mundos, tecnologías más avanzadas, especies más desarrolladas o un filo que nos separa de algún posible daño entre nuestra especie pero toda creación tiene un don benigno y uno maligno, cada uno elige cuál es mejor para la humanidad. Con esto citamos los textos que conforman este cuarto número de la Revista Awen, enmarcada en la ciencia que aún no ha llegado (o que está a las puertas) de ese encuentro del tercer tipo con lo que aguarda más allá de nuestro pensamiento. ¿Sabía usted que en poco tiempo todos sus recuerdos podrán serle implantados? ¿Hasta dónde llegará la

humanidad y comenzará una creada por la tecnología? ¿Un robot cree en alguna religión o, si lo hace, es por creencias innatas o adquiridas? ¿Habrá sucedido ya la extinción y nosotros somos un remanente en el circuito de una matrix? Estas preguntas no son parte de alguna historia inventada, es parte de la nuestra. Y si no está seguro, o piensa que está despierto ante todo estímulo, pregúntese: ¿Es usted realmente humano?

JORGE MORALES CORONA


SUMARIO 08

DE ALGÚN PLANETA

MOISÉS CÁRDENAS CHACÓN

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LA LIBRERÍA

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LA VIDA FÁCIL

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VIRUS

20

JORGE URBINA SOSA

MARIAN PEYRÓ

JUAN ZAVALA

FRENTE A FRENTE NELSON NAVARRO DÍAZ

22

LO QUE NO VIO FLEMING

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GRIETA

VICTOR PARRA AVELLANEDA

JAIR GAUNA QUIROZ

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PIENSO, Y LUEGO EXISTO

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EL FIRMAMENTO EXTRATERRESTRE

JOAN GARCÍA

ARTHUR C. CLARKE


CO LABO RA DORES

MOISÉS CÁRDENAS CHACÓN (San Cristóbal, Táchira, Venezuela, 1981). Profesor y licenciado en Educación Mención Castellano y Literatura. En el 2006 fue Presidente de la Asociación de Estudiantes de Castellano y Literatura (ASOCAST). Ha publicado en antologías de Argentina, España y Estados Unidos. Colaborador de la revista Incomunidade, Oporto-Portugal.

JORGE URBINA SOSA

(Venezuela. 1977) Licenciado en Historia (ULA) Magíster en Historia de Venezuela (ULA). Archivista en Jefe del CDCHTA. Fue galardonado en el Concurso Historias de Barrio Adentro con su libro “Especies reguladas por el Estanco del

tabaco” (Fund. Editorial el Perro y la Rana, 2009). Ha publicado su Memoria de Grado: “Contrabando y Comiso de urao en la Provincia de Mérida durante la vigencia del Estanco del tabaco (1781-1833)”.

MARIAN PEYRÓ

(España,1971) Licenciada en Jurídico-Empresarial. 1er premio del certamen de microrrelatos Getafe Negro (2017), finalista del VI concurso de microrrelatos

ELACT (2018); Ha publicado relatos y microrrelatos en la Ed. El libro feroz (2017), las revistas La sirena varada, SNN, El narratorio, Zubyah, Letralia, Monolito y el blog Aire Nuestro.

JUAN ZAVALA

(Punto Fijo, Venezuela. 1996). Cursante del 8vo semestre de Ingeniería Industrial en UNEFM. Se cuenta con artículos deportivos publicados en Copero, Cultura

Redonda y VAVEL-Alemania. Tiene colaboraciones como “La Última Prueba” en el Blog Literario Yukali (México) y próximamente en la Revista Extrañas Noches (Argentina).


NELSON NAVARRO DÍAZ (Astrea, César, Colombia. 1996). Ingeniero mecatrónico de la universidad nacional de Colombia. Amante de la literatura, ha obtenido mención en el concurso de cuento corto para esperas largas (Pereira, Colombia, 2017) y publicación en revistas de países como Argentina y México (2018).

CO LABO RA DORES

VÍCTOR PARRA AVELLANEDA

(Tepic, México. 1998) Estudiante de Biología, en el Centro Universitario de Ciencias Biológicas y Agropecuarias (CUCBA) de la

Universidad de Guadalajara (U de G). En 2018 publicó en el no. 6 de la Revista Literaria La Sirena Varada.

JAIR GAUNA QUIROZ (Venezuela, 1992). Escritor y ensayista, miembro de la Cátedra de Literatura Agustín García desde el 2014. Además, investigador y crítico de arte que ha realizado varios textos curatoriales para

exhibiciones individuales y colectivas del Instituto de Cultura del estado Falcón y el Museo de Arte Coro. Colaboró previamente en el número II de la Revista Awen.

JOAN GARCÍA (Santa Ana de Coro, Venezuela, 1990) Ingeniero químico egresado de la UNEFM, escritor joven, colaborador con el consejo editorial de ‘El Perro y la Rana’ del estado

Falcón, organizador y fundador de la Feria Falconiana del Libro (FEFAL), mantiene el blog personal joanmanuelgarcia.blogspot.com


Moisés Cárdenas Chacón

DE ALGÚN P L A N E TA


Hace cientos de años se habían comunicado mediante símbolos en las cuevas de los mortales. Revelaron que llegarían. Después de varios siglos de espera, el momento indicado se manifestó. Entonces se hicieron los preparativos en la ciudadela. Se extendieron los papiros en la biblioteca, colgaron cristales en las calles, esparcieron piedras y colocaron oro en las casas. Los habitantes llamaron a los poetas para que escribieran versos a los planetas. Cuando terminaron los cantos, desde el cielo cayó una luz azul. En el suelo se formó un círculo. Sonó el sistema binario, los habitantes de Madrugada salieron de sus aposentos. Se dirigieron a la plaza principal y esperaron. Las puertas de la fortaleza se abrieron. Los visitantes entraron: eran dos robots metálicos de color amarillo, de dos metros de altura cada uno. Ambos sujetaban espadas resplandecientes y llevaban en su frente las letras A. Z. U. Se detuvieron frente a todas las personas que estaban allí y alzaron sus brazos al cielo. —Tranquilos, somos del planeta Akinash —dijeron.

Un poeta salió entre la multitud, observó a los visitantes y exclamó: —¡Deseamos la paz! —Que la paz reine en todos — pronunciaron los robots. Una suave brisa cubrió la ciudad. Uno de ellos subió hasta la azotea de un gran edificio. Desde la cima lanzó numerosos cristales que, al golpear contra el piso, se transformaron en pequeños hombrecillos. El otro ser del espacio escaló la edificación, se unió a su compañero, y juntos construyeron un tercer ser metálico. Los habitantes los observaron admirados. Un fuerte temblor sacudió la tierra. La multitud se tomó de las manos. —No tengan miedo, les enseñaremos a crear —pronunció uno de los visitantes. Luego saltaron hasta la muchedumbre reunida. Vieron a un niño que vestía de blanco, le entregaron un pergamino y expresaron: —Que él escriba y publique los nuevos mundos.~


LA

LIBRERÍA

Jorge Urbina Sosa


La empresa Cerberox fue la única autorizada por todos los gobiernos para escanear y digitalizar todo documento escrito en papel. La medida había sido promovida por todas las naciones para evitar la deforestación. A partir del año 2023 toda forma de escritura sólo podía ser digital, el compromiso fue global, la gran mayoría acató la orden, las penas fueron incrementándose para los pocos que se negaban a entregar los libros o documentos; las librerías, bibliotecas, archivos, y cualquier otro espacio contentivo fue progresivamente visitado para recoger todo ejemplar escrito. Luego del escaneado se procedió a la eliminación y así aconteció en cada país del mundo. Pasaron las décadas y la escritura digital fue el único medio autorizado, poco a poco la gente fue olvidando lo que era el papel, un libro, un lápiz, incluso en la Gran Red fue desapareciendo las referencias y significado de estos objetos: el olvido orientado fue casi total. Cerberox diversificó sus actividades: al terminar el escaneado y la eliminación del documento escrito en papel, se hizo con el control de la

Gran Red; sin ser un país, ingresó como miembro de las Naciones Unidas, su poder fue incrementándose. La educación mundial le fue asignada; se convirtió en conglomerado mundial, controlado por unas tres personas que nadie sabía quiénes eran, pero en la Gran Red se fue creando una leyenda sobre ellos y su larga vida. Al tener el control de la escritura digital, podían manipular a conveniencia la historia, siempre el vencedor la ha escrito; sin embargo, al no existir ya el documento en físico, podían reescribir, modificar, alterar, transformar, falsificar, inventar o controlar el conocimiento; pero también podían apropiarse de bienes materiales por tener el control de los archivos y todo aquel registro de propiedades en el planeta. El monopolio tangible e intangible de Cerberox era casi total, casi porque un grupo se resistió a entregar ese legado físico de los textos. Se les conocía como los amanuenses, estaban proscritos y eran perseguidos por su rebeldía. Habían conservado libros, legajos documentales, periódicos y algunos otros documentos en


AWEN • número iv sitios bajo tierra, los cuales eran cuidadosamente protegidos por este grupo. Para conservar los secretos de los amanuenses, crearon una serie de rituales para identificar a sus miembros para comprobar que un individuo era miembro valiéndose de los cinco sentidos en el reconocimiento. La sensibilidad jugaba un rol importante entre los amanuenses: vista, tacto, olfato, gusto y la audición privaba para la identificación. Se tatuaban pequeñas marcas como lunares en las manos, imperceptibles para aquellos que no eran amanuenses; la rugosidad en algunos de los dedos mostraba el uso de un lápiz; con el olfato intervenía el aroma a vainilla, por el olor parecido a los libros, por lo que usaban perfumes con esencia de esta orquídea; si querían estar seguro se invitaban a comer, momento donde también se agregaba una específica variedad de vainilla; al hablar los amanuenses hacían sonidos particulares con las “S” y elaboraban oraciones teniendo en cuenta la métrica. Para identificarse usaban como mote secreto el nombre de los personajes secundarios de novelas clásicas del siglo xix, al cual le agregaban una “s” al final. La resistencia de los amanuenses había iniciado desde el momento que se había prohibido la escrita física. Cerberox incentivó su persecución, y las medidas fueron incrementándose para controlar la actividad de los que no estaban de acuerdo, la promoción

mediática fue acallando el apoyo hacia los contraventores, los gobiernos fueron entregando la responsabilidad de controlar las actividades rebeldes y se creó una policía internacional exclusiva para este fin. Se le brindó un gran financiamiento para la dotación tecnológica necesaria para así reprender y perseguir a los amanuenses. Sin decirlo públicamente, se les consideraba un grupo en el rango de terrorista sin que sus acciones tuvieran un rasgo violento, pero el beneficio de controlar la información y la historia era un gran privilegio que no podían poner en riesgo. Cerberox tenía bajo su mando un importante material humano y tecnológico para dirigir y controlar la resistencia: drones autónomos recorrían el planeta en búsqueda de las librerías donde los amanuenses escondían el acervo documental. A pesar a tener una red de espionaje, toda la maquinaria a su disposición y la autoridad para perseguirlos no lograban hallarlas, por lo que se ideó un plan ultrasecreto para acabar con la disidencia por medio de la infiltración. Habían logrado organizar la

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»Pese al control total de la escritura digital, nació la leyenda de las librerías«


La librería • jorge urbina sosa

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misión Malinche, con la cual ubicarían a todos los amanuenses y un día determinado darles un golpe certero. El momento para llevar la operación fue el viernes 13 del 2030 en la final de la Copa Mundial Cerberox de fútbol, al momento de dar inicio el partido, se inició la captura de los rebeldes. La aprehensión fue exitosa: todos los miembros fueron capturados; pero los amanuenses ya sabían qué hacer. Antes de entregar el secreto de la ubicación de las librerías, tomaban la cápsula llamada Quijote que inmediatamente les generaba demencia total. Para ellos era preferible perderse entre sus mentes que entregar su gran tesoro: los libros, los documentos. Con la demencia de todos los amanuenses se perdió el secreto de la ubicación de las librerías, nadie a parte de ellos sabían dónde estaban ubicadas. Cerberox por más que intentó que los detenidos delataran la localización, no logró que lo hicieran, su locura era total, el pacto y el acto de tomar la cápsula había sellado el secreto. Las librerías quedaban así seguras, ocultas. Con el tiempo, los amanuenses fueron falleciendo encerrados en manicomios, sin revelar la ubicación. Por más intentos de hallarlas, Cerberox no lo logró. Pese al control total de la escritura digital, nació la leyenda de las librerías; oralmente se transmitía el relato sobre esos lugares llenos de tesoros escritos, sobre las obras sin interpretaciones

ni modificaciones, sobre los archivos originales sin reescrituras, sobre los periódicos sin transformaciones, sobre todos aquellos documentos sin que Cerberox los haya manipulados.~

»Al tener el control de la escritura digital, podían manipular a conveniencia la historia, siempre el vencedor la ha escrito; sin embargo, al no existir ya el documento en físico, podían reescribir, modificar, alterar, transformar, falsificar, inventar o controlar el conocimiento«


LA

VIDA Fร CIL Marian Peyrรณ


Cuando nuestro descendiente nos preguntó qué era el Amor, su padre y yo nos miramos mientras nos pasábamos el aceite de oruga natural. Fue un momento muy incómodo en el desayuno. Tener que callar con toda la zozobra que llevábamos dentro. Y pensar si Él le habría escuchado. Conozco bien a su padre, aunque solo hayamos convivido en los períodos escasos que se nos permiten desde que nos asignaron. Si no le paro con los ojos en ese instante, le agarra allí mismo por el collar y le entrega. Pero tener un descendiente nos asegura tranquilidad —un suministro suficiente de víveres—, y aún debíamos ver si había opciones, quizá el Supervisor no le había escuchado. Aún así, aquella pregunta significaba que el niño se había juntado con malas compañías. ¿Pero quiénes? Su padre y yo nos cuidábamos mucho de eso; está en una edad difícil, hasta los quince años deben ir a las clases de Aceptación después de la jornada escolar. Hacerse preguntas es malo, pero es una etapa, y hay que lidiar con ella mientras aprenden lo que es más conveniente. Yo misma recuerdo aquellos años con un cosquilleo molesto y cierto bochorno, me parece mentira haber sido nunca así. Mientras empapaba el pan de raíces con aquel aceite moreno, intentaba pensar deprisa en todo esto, en la posición en la que estábamos y en qué pasaría si al crío le daba por seguir hablando; o si alguien advertía que estaba mostrando interés por el Mundo

Antiguo. No sé, había rumores, y ninguno bueno. ¿Nos terminarían? ¿Debíamos entregarle, entonces? ¿Sería mejor morir de hambre o morir tras un juicio sumarísimo? La leche de chufa me supo agria pero me la tomé igual. Tirar cualquier cosa está prohibido. En realidad no sabíamos si había juicios, y si los había qué pasaba después de ellos. La gente hablaba. Todo el mundo conocía a un tipo que vivía en Orfiour, en Septencils o en Humbria que había desaparecido. O alguien se lo había contado. Que una noche estaba allí, encendiendo las luces para irse a descansar bajo el ojo amable del Supervisor y al día siguiente ya nadie supo. Pensar en la propia desaparición es algo escalofriante, sobre todo porque el proceso puede ser muy doloroso si deciden la terminación. Cuando desapareces por causas naturales —es decir, cuando ya has dejado de ser útil al Supervisor—, tu cuerpo se ablanda y ocurre como cuando pares un descendiente, que tienes ganas de acabar con todo, que todo pase rápido y creo que eso hace el proceso bastante indoloro, el proceso de terminación: el Trámite. Pero así, estando en estado óptimo de trabajo, con todos los miembros alerta y sin anestesia alguna creo que puedes durar varios períodos útiles. ¡Por supuesto que sin anestesia! No debería hablar de ella, pertenece al Mundo Antiguo, pero se me escapa... Por eso los adultos también tenemos


AWEN • número iv que reciclarnos de vez en cuando, hay que insistir muchísimo con las clases de Aceptación para dejar de hablar del maldito dolor. Yo a la anestesia me la imagino como una droga, como fumar semillas de tulipán morado, pero mejor. ¡Drogas! ¡Eso es! Una pastilla de esas es lo que se ha tomado nuestro descendiente. Se habrá juntado con algún Insumiso, o la pandilla de los Descarriados, y le habrán dado una pastilla de Mundo Antiguo, de esas que hacen florecer las preguntas, sueltan la lengua y dicen que abren la mente y puedes ver. ¡Ver! ¡Tonterías! ¡Ay, Ente, Gran Esperanza, cuídanos, danos vida después del Trámite! ¡Qué habremos hecho su padre y yo para merecer esto! ¿Hemos sido acaso indolentes en nuestra supervisión? ¡No se nos pide tanto! Deberemos aceptar lo que imponga Él, acataremos, claro. Todo esto lo seguí pensando mientras mi asignado cumplía con la tarea de cubrirme tras el desayuno. Los humanos tenemos una escasa vida útil y hay que aprovecharla. Sobre todo porque nuestro tiempo juntos está marcado. Nuestros asignados deben partir de vez en cuando a acompañar al Supervisor a revisar las Máquinas. Pero en eso no pensamos mucho. Es fácil aceptar que somos productivos muy poco tiempo, y que en ese tiempo debemos trabajar y reproducirnos para asegurar un reemplazo suficiente de humanos. La obligación se impone tras el desayuno y la cena cada vez

que estamos juntos, y viene muy pautada. Para lograr resultados óptimos, es decir, parir dos descendientes durante nuestro período fértil, hemos debido aprendernos el manual que te entregan cuando cumples la edad y te imponen a un asignado por primera vez. En fin, es una obligación que no me resulta engorrosa, aunque reconozco que parir otro descendiente no es algo que me apetezca, pero esta vez me estoy encomendando a la Gran Esperanza, porque si nuestro descendiente persiste en hacer preguntas sobre el Mundo Antiguo, en cuestionarlo todo, en hablar sin parar, en...¡filosofar! y el Supervisor le escucha, ay, nuestra única esperanza será un nuevo embarazo. A nuestro descendiente le queda aún un año para la Ceremonia de Asignación y un año es mucho tiempo, demasiados periodos útiles para arriesgarnos. Cuando mi asignado acaba, permanece aún un rato dentro de mí, tal y como dice el Libro. Después se retira y yo alzo mis piernas y cuento y recito en voz baja las plegarias al Amable, y en todo ese rato debo dejar las piernas así y aceptar que crezca la vida dentro de mí, si ese es el designio. Obviamente lo hago aunque las piernas me tiemblan por la deshonra de nuestro descendiente, y no acierto más que a murmurar palabras inconexas esperando que el Supervisor esté a otras cosas o sepa ser clemente. Sólo pensar que haya podido escucharle me hace sacudirme, sentirme impura, marcada por un baldón. Mucho más que cuando Él habla a través del hilo de la casa y nos obliga a hacer cosas para

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»Pensar en la propia

desaparición es algo escalofriante, sobre todo porque [...] puede ser muy doloroso si deciden la terminación.«

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demostrarle que hemos aprendido a aceptar, aunque sean cosas tan raras como repetir la obligación a deshoras o darle cumplimiento por lugares por donde no se genera vida. Aceptamos. Aceptamos. Aceptaremos. Acataremos lo que se nos indique, todo es mucho más sencillo así. Le digo a mi asignado que debemos entregarle y acatar. Y él asiente. De algún modo los dos lo sabíamos. Sin embargo, lo que ocurre a continuación me es muy difícil contarlo. Si lo cuento es ahora; ahora que ya ha pasado todo y en este Círculo de Aceptación, en estas Jornadas Máximas a las que el Supervisor nos ha permitido asistir para aliviar la vergüenza y, sobre todo, para que los demás no bajéis la guardia con vuestros descendientes. Quizá no seguimos bien las instrucciones del Libro, y la vida que creamos no alcanzó la bondad suficiente para aprender a aceptar. Lo digo del modo más contrito que puedo. Porque aquel día nos respondió, nuestro descendiente nos recriminó con las peores palabras del Mundo Antiguo. Nosotros solo queríamos entregarle. Era nuestra obligación. Y las obligaciones hay que aceptarlas. Se lo dijimos: Hijo, hemos

La vida fácil • marian peyró de entregarte hoy. Y nos dijo —casi no puedo hablar, me emociono—, nos dijo —por favor, perdonadme, porque esas palabras no fueron mías—, nos dijo: ¡no me queréis! Eso dijo. Y lo gritó. Por eso el Supervisor lo oyó, lo oyó perfectamente. Y nos habló. Nos habló en aquel trance y nos ordenó dejarle ir. Y después nos dijo que repitiéramos la obligación varias veces porque con la vergüenza a nuestras espaldas ya solo podríamos aportar otro descendiente, el primero era un Descartable. Le hicimos caso en todas las formas en las que nos indicó y desde entonces buscamos activamente otro descendiente que ofrecerle, un reemplazo válido. Pero el tiempo vuela, ¿se nos estará acabando? No puedo decir que eche de menos al descendiente. Quizá sea uno más de los Descarriados. Dicen que ya son muchos. Y no, no puedo decir que le eché de menos porque eso supondría saber qué es el Amor y eso ya lo olvidamos. Pertenece al Mundo Antiguo, el mundo donde teníamos que pensar y todo era complicado. Ahora todo es mejor, qué duda cabe. Aprovechamos todo y todo se nos da hecho. Solo hay que obedecer y aceptar a cambio. Los humanos que quedamos somos los privilegiados, debemos ser conscientes de ello y dar gracias al Supervisor. Además para las dificultades tenemos apoyo. O castigos. El castigo es necesario ¡Oh Amable, danos vida después del Trámite! ¡Déjanos aceptar el dolor y la vida fácil! ~


VIRUS Juan Zavala

Mientras recorro, paso a paso, el húmedo camino que me llevará al caldo degradador y que me convertirá a mí y al resto de los sobrevivientes de mi raza en composta psíquica destilada como alimento para la raza de Los Kief, no puedo contener una amarga sonrisa por lo que esta sencilla y fúnebre marcha representa para todos: el fin de la raza humana. Hace 70 años eso se hubiera escuchado muy trágico y bastante remoto, en especial cuando éramos la raza dominante sobre la tierra y de las más prolíficas; igual que lo fueron en sus tiempos los pájaros dodo de su isla, como lo eran los tigres,

los elefantes y los delfines, o más preocupante aún, como lo fueron las vacas, los perros y las gallinas antes de su desaparición de este planeta a causa de nuestro aprovechamiento de recursos naturales y consumo irresponsable de proteínas. Siempre pensábamos en ese entonces: —¿Qué es una especie menos en la tierra cuando quedan otras más que pueden usarse?—; o, mejor aún, clonarse a base de células madre de las razas originales ya extintas, fabricarlas y comercializarlas en masa.


Con el único inconveniente que eran menos nutritivas que las originales y mucho más aburridas, como la carne de pollo clonada con menos nutrientes que la de los originales, y los perros que si bien aprendían a hacer suertes y piruetas carecían de la lealtad, ternura y fidelidad que sus antepasados genéticos tenían; tal parecía que se podía duplicar la raza pero no la esencia de la misma, y por ser solo para uso práctico eso no importaba realmente. Pero, ¿qué más daba? Qué más daba cuando la especie dominante en turno pudiera usarla y luego prescindir de ella; tal vez conservar un espécimen original disecado en algún museo para que los niños vieran lo curiosa que esa especie era en su tiempo. Esto era lo normal, hasta que ese destino nos alcanzó a nosotros. Igual que otra especie antes de su ocaso, estuvimos en reservas confinados y siendo estudiados. Sacaron de nosotros cuanto necesitaban, muestras, información, y hasta conocimiento de nuestra tecnología que les ayudo a perfeccionar la máquina que filtra nuestros impulsos mentales y emociones y los convierte en destilado de energía y alimento para la nueva raza dominante: organismos cibernéticos invasores de planetas que absorben la energía de sus habitantes para el alimento y perfeccionamiento de sus mentes y cuerpos. Hasta ahora no se habían topado en sus conquistas con seres tan complejos y exquisitamente

sensibles como nosotros. Somos como una droga para ellos y sus cables hipotalámicos; lástima que somos los últimos naturalmente formados sin ser sacados del laboratorio en producción en masa como los que nos seguirán gracias a nuestras muestras. Ahora mientras a mi alrededor algunos luchan por no ser lanzados, y otros rompen en llanto antes de ser arrojados al caldo, yo me sumerjo lentamente como si de un lago tibio se tratase, y antes de que el liquido viscoso y corrosivo cubra mis ojos y oídos, la escena de uno de esos seres superiores luchando con otro por una dosis mayor de nuestro destilado me llena de gozo, de envidia, ira, deseo, desesperación, rencor y, tal vez, esperanza, emociones demasiado complejas para sus fríos y lógicos softwares. Hoy tal vez la raza humana llegue a su fin, pero solo es una simple inoculación fortuita de un organismo a otro no inmunizado, este es el fin de la raza humana pero el comienzo de la inevitable pandemia como legado para las nuevas razas y futuras generaciones, nuestra punzante y siempre agridulces esencia: el virus de la humanidad.~


FRENTE A

FRENTE Nelson Navarro Díaz


Frente a frente: perfección y desastre, máquina y creador, él y yo. Él, reflejo de mis mejores deseos, de aquello que imaginé cuando decidí estudiar mecatrónica. Yo, una acumulación de errores sistemáticos a través de los años, soy eso que siempre odié y él, mi conciencia, una de brillo cromado que me clasifica: escoria; eso soy. Está dispuesto a matarme, y eso me hace feliz. Hace 20 años inicié mi proyecto: la concepción de una herramienta de bien para el bien, que clasificara a cada ser humano y si este no era perfecto, lo asesinara; todo motivado por mis deseos de una especie humana perfecta sin errores. Un procesador hecho a base de neuronas humanas alimentado por algoritmos de autoprogramación son el control de una perfecta mecánica, esa dotada de los grados de libertad necesarios para ejecutar la precisa danza de la muerte. Durante años he sido aclamado por la comunidad científica, pero ninguno de esos halagos ha sido tan gratificante como escribir ahora la carta de mi partida, esa misma que tú desafortunado lector tienes en tus manos mientras mi perfecto robot decide si mueres.~


LO QUE NO VIO

FLEMING Víctor Parra Avellaneda


I Qué desagradable hubiera sido toparse con ese tipo de seres hace más de 100 años, cuando proliferaban y asaltaban las casas, las calles, las escuelas, los basureros y principalmente los restaurantes. Nadie estaba a salvo de su omnipresencia: eran odiados y repudiados por su abrupta intromisión en los momentos más delicados de la vida social. Aparecían sin advertir entre la tranquilidad de las pláticas, entre las caminatas por el parque, entre la lectura de un libro en el transporte urbano; se manifestaban sin que nadie lo notara, salían de los entornos más oscuros, ruines, sucios y repugnantes de todo rincón poblado y se abalanzaban acérrimamente sobre las indefensas personas; las atacaban de improvisto, las aturdían, iban bruscamente sobre la nuca, sobre los oídos, sobre los brazos, sobre la nariz y sobre los ojos. Nadie escapaba de estas constantes agresiones. El diálogo era inútil, era perder el tiempo, era algo innecesario, propio de necios y opacado por los vituperios, maldiciones y estériles ademanes defensivos que pretendían evitar la profanación de sus cuerpos. Sus manos sucias manchaban su piel, ultrajaban su ropa y luego se iban; se fugaban entre el viento, dejándolo a uno desorientado e impotente sin lograr hacer nada, sabiendo que

posiblemente, a la vuelta de la esquina, nuevamente sería asaltado por aquel gran compendio de despreciables criaturas ínfimas de la categoría humana. Tenían miles de ojos amenazantes e indiferentes, cabezas pelonas, bocas llenas de viscosa baba rabiosa. Nadie podía hacer nada, solamente resignarse a los constantes asaltos dentro de un entorno tan sucio y lleno de podredumbre. Estos hechos ahora eran simples anécdotas curiosas de un pasado transfigurado y olvidado.

II El hongo imponente que se erigió como la mayor arma de destrucción se transformó en leyenda; era ya una broma para los enemigos de la humanidad, quienes no sufrían ningún daño. La guerra estaba a la vuelta de la esquina y se hizo inminente la muerte de miles de personas que seguían ingiriendo la pastilla milagrosa, que en las excretas pasaba inalterada hacia el agua y del agua a la tierra y de la tierra a los alimentos. Con la prohibición de los pesticidas tradicionales se emplearon los servicios de estos monstruos. Al inicio su efectividad contra las plagas fue exitosa, pero pronto se comprendería este nefasto error. ¿Quién hubiera pensado que estas bacterias diseñadas para matar plagas desarrollarían resistencia a los remanentes de antibióticos disueltos


AWEN • número iv en el ambiente y en la biomasa?; esto era comprensible. Las bacterias, como todos los seres vivos, cambian ante el estrés de su ambiente, modifican su genética por medio de diversos procesos de intercambio genómico como son la transformación, transducción y conjugación. En las aguas contaminadas este proceso sucedía entre miles de patógenos distintos, que se dispensaron con genes codificantes de la resistencia a los antibióticos. Los insectos, que se alimentaban de las cosechas, sucumbían ante la infección del pesticida bacteriano; después, la bacteria mutó e infectó a diversos pájaros y mamíferos. De matar a un insecto en particular, el microorganismo terminó por convertirse en un peligroso agente infeccioso en más de 15,000 especies distintas. Se estimó que habría 10 millones de muertes anuales causadas por bacterias multi-resistentes, sin embargo, la realidad es que la mortandad fue de 35 millones. La razón de este error fue no contemplar el descongelamiento del permafrost circumpolar, que liberó al ambiente gran cantidad de virus y bacterias con una antigüedad mayor a 11,000 años. Los seres humanos y muchos otros animales carecían de defensas inmunológicas que enfrentaran estos agentes patógenos completamente desconocidos. Fue preciso investigar y aplicar el uso de bacteriófagos diseñados

»Mientras que antes las

moscas eran vistas como seres desagradables, ahora ver una se ha vuelto sinónimo de buen augurio« en laboratorios como alternativa a los antibióticos tradicionales. El gran problema de estos virus era su alta especificidad con las bacterias a las que infectaban, es decir, que solo infectaban a una en particular; es por ello que cuando se terminaba por diseñar un fago, la bacteria diana mutaba y engendraba una progenie totalmente distinta, careciendo el fago de algún efecto. El problema principal era que había más bacterias desconocidas que el número de fagos diseñados para atacarlas. Ya no había control alguno.

III La guerra del siglo xxi no fue por el agua. Para invadir a un país se argumentaba la existencia de mantos acuíferos contaminados con microorganismos pan-resistentes, lo cual significaba un enorme riesgo de contagio a otros países. Pero, ¿qué saben realmente los militares sobre los mecanismos de la adaptabilidad bacteriana? La destrucción que causaron las guerras propiciaron y aumentaron la incidencia de enfermedades infecciosas,

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Lo que no vio Fleming • víctor parra avellaneda solo basta recordar las epidemias que se produjeron tras la primera y segunda guerra mundial.

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Actualmente, antibiótico se ha vuelto una palabra casi maldita y odiada, al igual que el nombre de Alexander Fleming. Para no infectarnos portamos máscaras que protegen nuestra cara y vestimos una ligera pero resistente túnica de grafeno que nos aísla del contacto directo con el medio y evita que se produzcan cortes y subsecuentemente infecciones; por ende, ya no se consumen antibióticos, son completamente ineficientes. Cuidamos de no infectarnos con alguna lesión comprometedora. En cuanto a la alimentación, consumimos suplementos nutricionales artificiales altamente purificados.

IV De repente dejo de pensar en todo esto pues, frente a mí, sucede algo insólito: uno de esos seres desagradables que mencioné al inicio de este relato aparece fortuitamente. Voy rápido por mi cámara fotográfica y logro capturar la imagen de una mosca que se ha posado en mi escritorio. Este insecto es un animal rarísimo de encontrar, pues se presume extinto por la pandemia bacteriana de hace varias décadas. Mientras que antes las moscas eran vistas como seres desagradables, ahora ver una se ha vuelto sinónimo de

buen augurio; son bichos admirados, halagados por su belleza: las personas dejan de hacer sus actividades con el fin de poder contemplar este ser alado con vuelo aleatorio. Esto me hace recordar la ocasión en la que estuve dentro de las alcantarillas de una ciudad abandonada, iba junto a varias personas en una excursión de observación de cucarachas, recuerdo bien que vimos a unas 15 en las paredes de las cloacas, las sostuvimos con la mano, les tomamos fotografías e incluso pudimos alimentarlas. Aquel fue un momento hermoso que permitió conectarme con la naturaleza.~

»Pero, ¿qué saben realmente los militares sobre los mecanismos de la adaptabilidad bacteriana? La destrucción que causaron las guerras propiciaron y aumentaron la incidencia de enfermedades infecciosas.«


G R I E TA Jair Gauna Quiroz


En aquel lugar no había horca ni guadaña. Una pared de cristal dividía los asientos y al otro lado sólo había un ducto de ventilación, varios equipos de hospital y una silla metálica con amarres de cuero. Vi a Gustavo por última vez, él siempre había sido el tío más subversivo, y ahora lo condenaban por locura durante el tercer mes del 122º año de la Conformación de las Naciones Humanas Aliadas. Mientras sostenía la mano de mamá, me di cuenta que habría preferido que muriese sin nuestra presencia en aquel cuarto frío, oloroso a las miles de almas que seguro revoloteaban en ella. Las puertas se sellaron para impedir el paso de cualquier contaminante. Los ojos de Gustavo estaban a punto de salirse de sus órbitas, tenía el rostro enrojecido mientras apretaba los dientes, intentaba no respirar lo que provenía del ducto. Ante mis ojos aterrados, desfalleció y murió. Luego de un rato, sus ejecutantes dieron órdenes de cerrar la ventilación y limpiar el aire. Las máquinas hacían un pitido largo, entonces una vecina dijo a Sofía «por eso no salimos de la atmósfera artificial, el aire allá afuera está viciado». Sus palabras me hacían pensar en el cielo siempre rojizo, sus vientos huracanados y las lluvias de ceniza, recordando que estábamos separados del resto del planeta por láminas unidas de gruesísimo cristal. Me sentí vulnerable. Apenas llegamos, mis padres se encerraron en su habitación, y desde la

sala podía escucharlos discutir mientras veía TV. Esperé que todos durmiesen para leer el diario del tío Gustavo, él me entregó sus notas sueltas en la cárcel, y mamá estaba distraída mientras yo intentaba que no se notaran las páginas bajo mi camisa. Miguel, nunca leas esto con otra persona en la habitación. Tampoco menciones nada. No rechaces mis palabras, también fui un escéptico en aquel momento… Interrumpí la lectura y fui hasta la puerta para poner el seguro, entonces continué: …Hace 122 años se crearon las Naciones Humanas Aliadas, pero tu escuela miente cuando enseña que reinó la paz desde ese primer decreto. En mi juventud, mi padre me entregó sus memorias escritas, tal como yo las comparto contigo. Lo que han intentado ocultarte es que los militares humanos robaron tecnología de destrucción masiva de los Anansi, seres inteligentes de un planeta que fue llamado Ross 128 b... Tal parece que mi tío era ufólogo, vaya locura. Olvidé el asunto y escondí el diario bajo el colchón, el resto del fin de semana pasó en silencio, mis padres apenas salían de su habitación para ir al baño o la cocina. El lunes en la mañana llegó la facturación del oxígeno por correo: 30.000 créditos. Mi padre culpó a mamá por haber escondido un criminal en casa. Ahora nos cobraban el doble como castigo; sin pago, seríamos expulsados fuera de la ciudad, donde la radioactividad en el aire nos mataría.


AWEN • número iv Durante clases todo parecía una grave coincidencia: el tema de examen era la fundación de las Naciones Humanas Aliadas. La voz monótona del profesor recorría el aula mientras algunos bostezaban y otros tomaban apuntes. Yo me limité a escuchar, oyendo que hubo una contienda de naciones del mundo y que fue resuelta con ofrendas de paz, pero aquello me parecía dubitable. ¿Cómo tuvieron tiempo de construir una atmósfera artificial en medio de una guerra? ¿Por qué decía que el suelo más allá del cristal está contaminado, pero omitía en explicar cómo el nuestro está limpio? Comenzaba a rebelarme tras cada palabra, por primera vez comenzaba a analizarlo todo, aunque hace unos años creía por completo en esas enseñanzas. «Mamá, ¿por qué nadie piensa que puede haber vida en otros planetas?» pregunté mientras pasaba por la cocina, dejando mi bolso sobre una silla, pero ella pareció no escucharme y seguía dándome la espalda, añadiendo ingredientes a la sopa. Apenas entré en mi habitación, olvidé mi tarea de la escuela y saqué los papeles de mi tío. …Con la tecnología Anansi en sus manos, Sauro, el líder de nuestra nación mostró sus intenciones a los visitantes: usaría esa arma para destruir el planeta de ellos, así como acabaría con toda vida alienígena cercana… Los demás líderes humanos se rebelaron contra él, instaurando luego la Congregación Intergaláctica Libertaria, de la que nunca escucharás hablar porque todos temen ver más allá de la enorme jaula que

»¿Cómo tuvieron tiempo de construir una atmósfera artificial en medio de una guerra?« los oprime. Si te sientes inconforme, sal, allí fuera nadie cobra el oxígeno, hay paz… Justo allí terminaba su diario, y el resto de la página parecía haber sido borrado, sólo que no había rastros de grafito. «¿Qué lees?» preguntó Sofía mientras entraba a la habitación. Aún sostenía las páginas sueltas en mi mano. Se las acerqué sin dudar y, aunque ella era dos años menor que yo, leyó todo de un solo vistazo. De inmediato me miró con ojos centellantes y dijo «Tío nos está pidiendo que escapemos de la ciudad» —¿Qué? ¿estás loca? —Cuando la picada de una abeja te causó alergia, ¿quién supo cómo curarte? Cuando te maltrataban en la escuela, ¿quién fue el único que lo denunció? Dejé de escucharla. Sabía la respuesta a esas preguntas. —Sé cómo podríamos salir de la ciudad. Una noche mientras seguía a nuestro tío en la oscuridad, lo vi caminar detrás de un granero. Vístete. —¿Y si el aire realmente está viciado? Pero ella ni siquiera se detuvo a escucharme, corrió a su habitación y

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Grieta • jair gauna quiroz regresó vestida como una hacker de película. Cubrió su rostro con su hoodie e iluminó mi cara con una linterna, entonces supe que debía seguirle la corriente. Admiraba su valentía y sentido de la aventura, ella era así desde que papá le leyó Las Aventuras de Tom Sawyer. Además, había comenzado a creer en cada palabra de mi tío, y sería injusto que luego de su muerte quedase como un loco embustero.

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Tenía 16 años y podía salir de casa luego de las 7 de la noche, sólo si explicaba a mis padres a donde iría. Pero no podían verme salir con Sofía, así que ella se escondió en la sala mientras le inventaba alguna excusa a mamá. Apenas salí de casa, ambos corrimos por un callejón cercano que, según mi hermana, había visto usar a Gustavo. El atajo fue excelente. Mi forma de llegar al sitio hubiese tomado más tiempo e incluso todos en el barrio nos habrían visto. Detrás del granero indicado, se extendía un bosque espeso, y aunque temía ser sorprendido en cualquier momento, seguí el camino iluminado por nuestras linternas, percatándome luego de un claro inusual luego de cuatro hileras de árboles.

»La imagen detrás del muro me dejó desconcertado: no había cenizas ni colinas austeras, sino un llano lleno de grama verde«

«¿Un bosque falso?» murmuré, «Sí, y la municipalidad nunca ha vendido el terreno» respondió Sofía con sospecha. Al otro extremo del claro estaba el muro de cristal, y tras él se extendía un horizonte amenazante de colinas desérticas y relámpagos sobre el cielo rojizo. Enseguida me di cuenta de algo inusual, una luz blanca parecía escapar de una grieta sobre el cristal. ¿De dónde vendrá esa luz? «Si tan sólo pudiésemos…», y Sofía hizo tanta fuerza sobre la lámina que logró agrandar la grieta. Entonces ella se asomó, como una niña curiosa que mira por algún cerrojo. Quedó paralizada por un rato, y luego, muy emocionada, me hizo señas para que yo también viese. La imagen detrás del muro me dejó desconcertado: no había cenizas ni colinas austeras, sino un llano lleno de grama verde, y más allá un campo de girasoles, sólo que eran más grandes que los de nuestra pequeña jaula. El cielo cerúleo era surcado cada segundo por muchos objetos inusuales que no dejaban una estela de humo como el Fiat Palio de papá. Mi corazón se aceleró terriblemente. Quería correr a ese paisaje desconocido. «¿Quién anda allí?» escuchamos de nuestro lado del mundo y tuvimos que apagar nuestras linternas. Sofía tapó la luz de la grieta con su hoodie. Luego de unos minutos no volvimos a escuchar la voz, pero sabíamos que era hora de volver a casa.~


PIENSO,

Y LUEGO EXISTO Joan García


~A Voltaire y a Descartes El procedimiento de despertar casi siempre es el mismo: me hago consciente sin abrir los ojos, me contorsiono como un gato sobre mi cama, como encendiendo algún sistema interior, ya cansado del estiramiento, llevo hasta el lavamanos mi cuerpo aún entumecido y verifico mis condiciones generales en el espejo: la notoriedad de los signos de la vejez, el desorden de los cabellos, la sensación del vapor que exhala mi cuerpo y que aún el día no me ha hecho sentir imperceptible. Me meto al baño, desnudándome y colocándome bajo el torrente de agua que cae sobre mí, el agua fría humedece mi cuerpo y se adhiere de manera casi mágica, el despertar se concreta y me masturbo para terminar. Al llegar a la nevera hago inventario rápido: dos huevos, tomates, una cebolla, un cuarto de pimentón y un solo diente de ajo, por lo cual decido picarlo todo y cocinarlo con un huevo, aparto la mitad del picadillo en un envase para que Ana pueda comerlo cuando vuelva, ese día había madrugado y siempre es bueno que piensen en ti para la comida. Leí un grupo de artículos en internet, en donde el número 1000 de Awen celebraba el inmenso logro con una edición sobre los primeros números de la revista, hace ya, tantísimo tiempo. Mientras pensaba, las imágenes se iban reproduciendo en mi mente como recuerdos, cuando se hicieron las 9 fui a caminar. Me gustaba caminar por la avenida Josefa Camejo, modificada en el 2109, que seguía conservando ese aire natural que fue desapareciendo luego de la revolución temporal y el inicio de la comunicación inter temporal. En fin, la avenida tenía zonas donde la tierra se exponía de forma natural y árboles de diferentes especies a lo largo de sí.


AWEN • número iv Al llegar a un cierto nivel de la avenida cruzaba y daba con un bosquecillo que llegaba hasta los límites del antiguo aeropuerto. Hoy cuando llegaba al bosquecillo empezó a llover, la lluvia en principio crepitaba al contacto con el pavimento ardiente y sentía cómo el sagrado olor de la tierra iba invadiendo el ambiente hasta apropiarse de él. Me refugié bajo una mata de mango que permanecía quieta y debajo parecía anochecer la mañana por lo tupida de la oscuridad atmosférica. Los pájaros guardaron silencio y animado por mi cansancio, el trote y por el ambiente que poco a poco se formó en el bosquecillo me quite los zapatos para sentir la tierra, el tiempo que sucedió a este momento corresponde a eso lapsos relativos e inconmensurables. Aún entre el bosquecillo, vi aparecer la silueta de una mujer delgada y joven, sus cabellos enroscados se posaban alternativamente sobre sus hombros mientras trotaba. La clara serenidad de sus ojos no podía sospechar mi presencia allí pues el verdor me ocultaba bastante bien; la camisa húmeda me explicaba calmadamente el volumen de su cuerpo, las proporciones de sus senos y mi mente distraída se erizó en ese instante comprendiendo el deseo, y viéndola alejarse me puse los zapatos para retornar a casa. Al llegar, encontré las cosas como las había dejado. Ana seguía sin llegar,

preocupado las cavilaciones empezaron a engendrar hipótesis descabelladas, pero maticé el pensamiento preparándome una infusión de toronjil y limón, me acosté para leer algunos textos de Leibniz que había conseguido en físico; aún cuando el libro fuera un artilugio tan sofisticado e inaccesible siempre lo he preferido a descargarlos en mi memoria como la mayoría de la gente. Me quedé dormido, aún para mí la lectura es una meditación y en mi torpeza la paz me lleva al sueño. Recuerdo haber estado parado en las riberas de un río, la princesa Leia se acercaba y movía el avión con ayuda de la fuerza, al verla creí ver a Ana, intenté moverla también pero yo no tenía la fuerza, y Leia me dijo que la fuerza es lo que une todo lo vivo, que yo no vivía, porque yo no existía y siendo así yo no podría mover nada nunca. Me desperté y vi a Ana sobre la cama, parecía haberme visto dormir, las escleróticas totalmente enrojecidas delataban un llanto cercano, en su mano se encontraba un papel humedecido por las lágrimas, lo tomé de ella un poco contagiado de su desoladora mirada, reconocí de inmediato mis planos de diseño, mi año de fabricación, los modelos estructurales y los paquetes bajo los cuales se había desarrollado mi inteligencia artificial, dejé entrever una efímera sonrisa que comprendía la circunstancia en la que se hallaba, preparé el café sin mediar palabras, hasta que ella rompió el silencio luego de un sorbo.

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Pienso, y luego existo • joan garcía —¿Cuándo me pensabas decir que eras un androide, acaso no pensaste que me sentiría engañada y destruida; cómo sé si todo el amor que dices sentir por mí es real o es una simple respuesta programada hace tanto tiempo; cómo sé que todo pensamiento tuyo no es otra cosa que la extensión del pensamiento de otro hombre hace mucho tiempo y que tú no eres otra cosa que el cascarón en el que subsiste su pensamiento?

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—Pensaba que te ves muy bella cuando despiertas y los ojos se te anegan de luz, entonces no pienso en otra cosa que, qué voy a hacer de desayuno, algo que te guste a ti y a mí, que tarde poco porque me gusta aprovechar el tiempo que sobra para compartir contigo y que sea sabroso porque amo comer y sé que tú también; luego pienso en mis palabras, las saboreo y las extiendo en mí. Sé que tengo miedo, dudo de mi existencia, de la posibilidad de mi alma, después vuelvo a tu sonrisa y lo olvido todo. —Eso no responde nada. —Lo sé, supongo que es algo que tienes que decidir, si existo y me sostengo en el mundo por mí o si, por el contrario, soy solo la extensión de la memoria de otro hombre de otro tiempo, que si eso de «pienso, luego existo» se invalida con la posibilidad de que todo mi pensamiento haya sido desarrollado como una suerte de destino, que solo sigo los caminos instaurados en el código que sustenta mi psique y este cuerpo que ha sido desarrollado de forma gradual para mí.

Para ese momento, aún cuando mis palabras salían de mi boca con seguridad y precisión, era un mar de lágrimas, mi tristeza ungía el momento y Ana lloraba conmigo, la conversación se extendió hasta que anocheció y me dijo: —No soy lo suficientemente segura para que con mi voluntad pueda decidir estar con alguien que podría o no existir; lo cual me entristece, porque en verdad llegué a sostener un sentimiento por ti, tú que hoy te deformas y te transformas en un objeto para mí, y de igual manera este sentimiento se sostiene de manera irracional. Es entonces cuando comprendo que me he obsesionado con un objeto y liberarnos es lo fundamental y quizá sea el precio más difícil de pagar en esto, porque es la duda la que carcome mi alma y mi existencia, no podré vivir por ella y es en ello que sostengo mi decisión de irme para no volver. La vi en cierta manera enternecido y me acerqué a ella para abrazarla. Su llanto cesó en la madrugada, la vi sonreír en sueños, porque esa noche tuve insomnio, sospechando la dulzura de sus besos y pensando en la prontitud en que llegado el amanecer se rompiera el mito. La próxima mañana desperté, y Ana había traído el desayuno a la cama. Se veía radiante, la blusa sobre sus senos dejaba traspasar la luz y me hacía sentir sensualmente atraído, me besó en la boca y comimos berenjenas con pan tostado, Para mi alivio y debido al fuerte trance, su programación se restauró a un momento de mayor estabilidad.~


EL FIRMAMENTO E X T R AT E R R E S T R E

ARTHUR C. CLARKE*

* Autor invitado

(Inglaterra.1917 – Sri Lanka. 2007) Cursó estudios de física y matemáticas en el King’s College de Londres. Desde niño fue aficionado a la astronomía y en 1949 su apartamento se convirtió en la sede de la Sociedad Interplanetaria Británica. En sus inicios escribió bajo el seudónimo de Charles Willis y E.G. O’Brien a finales de los ’40. Es autor de títulos cupo tema era el progreso tecnológico como Expedición a la tierra (1953), 2001: una odisea espacial (1968), llevada al cine por Stanley Kubrick; Cita con Rama (1973) que le hizo acreedor de los premios Nébula, Hugo, Locus y John W. Campbell Memorial, A la caída de la noche (1946), La ciudad y las estrellas (1956), Venus Prime (1987), Las fuentes del Paraíso que le hizo acreedor de un nuevo premio Hugo en 1980, entre muchas otras.


Fragmento de la novela “2001: una odisea espacial” (1968)

CAPÍTULO 42 El firmamento extraterrestre

Muy lejos, al frente, las paredes de la hendidura se estaban haciendo confusamente visibles de nuevo, a la débil luz que se difundía hacia abajo, procedente de alguna fuente oculta aún. Y luego la oscuridad rasgóse bruscamente, al lanzarse la cápsula espacial hacia arriba, en dirección a un firmamento constelado de estrellas. Se encontraba, pues, de nuevo en el espacio, pero una simple ojeada le dijo que estaba a siglos luz de la Tierra. Ni siquiera intentó encontrar ninguna de las familiares constelaciones que desde el comienzo de la historia habían sido amigas del hombre, quizá ninguna de las estrellas que destellaban alrededor suyo había sido jamás contemplada por el ser humano a simple vista. La mayoría de ellas estaban concentradas en un resplandeciente cinturón, cortado acá y allá por franjas de oscurecedor polvo cósmico, que daba la vuelta completamente al firmamento. Era como la Vía Láctea, pero docenas de veces más brillante; Bowman se preguntó si sería su propia Galaxia, vista desde un punto más próximo a su rutilante y atestado


AWEN • número iv centro.Esperaba que lo fuera, en tal caso no se hallaría tan lejos de casa. Pero al punto se dio cuenta de que este era un pueril pensamiento. Se encontraba tan inconcebiblemente lejos del Sistema Solar, que suponía poca diferencia que se hallase en su propia Galaxia, o en la más distante que cualquier telescopio hubiera vislumbrado. Miró hacia atrás, para ver la cosa de la que estaba elevándose, y experimentó otra conmoción. No había allí un mundo gigante de múltiples facetas, ni cualquier duplicado de Japeto. No había nada... excepto una sombra, negra como la tinta sobre las estrellas, como una puerta que se abriese de una estancia oscurecida a una noche más oscura aún. Mientras la contemplaba, la puerta se cerró. No se retiró ante él, sino que se llenó lentamente con estrellas, como si hubiese sido reparada una grieta en la fábrica del espacio. Luego quedó sólo bajo el cielo extraterrestre. La cápsula espacial estaba girando lentamente, y al hacerlo, presentaba a su vista nuevas maravillas. Fue primero un enjambre estelar perfectamente esférico, cuyas estrellas se apiñaban más y más hacia el centro, hasta convertir su corazón en un eterno fulgor. Sus bordes exteriores estaban mal definidos... un halo de soles que se atenuaba lentamente, emergiendo imperceptiblemente sobre el fondo de estrellas más distantes. Aquella magnífica aparición, Bowman lo sabía, era un cúmulo globular.

»Su destino no estaba allí... sino más adelante, en el inmenso sol carmesí hacia el cual estaba yendo ahora, inconfundiblemente, la cápsula espacial.« Estaba contemplando algo que ningún ojo humano había visto jamás sino como un borrón luminoso en el campo de un telescopio. No podía recordar la distancia del más cercano cúmulo conocido, pero estaba seguro que no había ninguno en un radio de mil años- luz del Sistema Solar. La cápsula continuaba su lenta rotación, para revelar una vista más rara, un inmenso sol rojo varias veces mayor que la Luna vista desde la Tierra. Bowman pudo mirar su cara sin molestia; a juzgar por su color no era más caliente que un carbón incandescente. Acá y allá, encajados en el sombrío rojo, había ríos de brillante amarillo... incandescentes Amazonas, serpeando por meandros de millones de kilómetros

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El firmamento extraterrestre • arthur c. clarke antes de perderse en los desiertos de aquel agonizante sol.

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¿Agonizante? No... esa era una impresión totalmente falsa, nacida de la experiencia humana y de las emociones despertadas por las tonalidades de las pinceladas de las puestas de sol, o el resplandor de los evanescentes rescoldos. Era una estrella que había dejado tras de sí las ardientes extravagancias de su juventud, había recorrido los violetas, azules y verdes del espectro en unos cuantos y fugaces miles de millones de años, y se había instalado ahora en una pacífica madurez de inimaginable duración. Todo cuanto había sucedido antes no era ni una milésima de lo que estaba por venir; la historia de esa estrella apenas había comenzado.

»No había nada... excepto una sombra, negra como la tinta sobre las estrellas, como una puerta que se abriese de una estancia oscurecida a una noche más oscura aún.«

La cápsula había dejado de girar, el gran sol rojo se hallaba directamente enfrente de ella. Aunque no había sensación alguna de movimiento, Bowman sabía que estaba aún bajo el poder de una fuerza que lo había llevado allí desde Saturno. Toda la habilidad y pericia ingenieril de la Tierra parecía ahora desoladoramente primitiva ante los poderes que le estaban llevando ante un inimaginable sino. Miró con fijeza al firmamento de enfrente, intentando descubrir la meta a la que estaba siendo llevado... quizás algún planeta en órbita alrededor de aquel gran sol. Mas no había nada allí que mostrase cualquier disco visible o una excepcional brillantez; si había planetas en órbita no podía distinguirlos sobre el fondo estelar. Diose cuenta de pronto que algo raro estaba sucediendo en el mismo borde del disco solar carmesí. Había aparecido allí un blanco fulgor, cuyo brillo aumentaba rápidamente, se preguntó si estaba viendo una de aquellas súbitas explosiones o fogonazos, que perturban a la mayoría de las estrellas de vez en cuando. La luz se hizo más brillante y azul, comenzando a esparcirse a lo largo del borde del sol, cuyas tonalidades rojo sangre palidecieron rápidamente por el contraste. Era casi, se dijo Bowman, sonriendo ante lo absurdo del pensamiento, como si estuviera contemplando alzarse el sol... en un sol.


AWEN • número iv Y así era, en verdad. Sobre el inflamado horizonte se alzaba algo no más grande que una estrella, pero tan brillante que el ojo no podía soportarlo. Un simple punto de radiación blanquiazul, como la de un arco voltaico, estaba moviéndose a gran velocidad a través de la cara del gran sol. Debía de hallarse muy próximo a su gigantesco compañero, pues inmediatamente debajo de él, arrastrado hacia arriba por su tirón gravitatorio se alzaba una columna ígnea de miles de kilómetros de altura. Era como si la ola de una marea de fuego discurriese constante a lo largo del ecuador de aquella estrella, en vana persecución de la extraña aparición que cruzaba a gran velocidad por su firmamento. Aquella cabeza de alfiler de incandescencia debía ser una Enana Blanca... una de aquellas extrañas y fogosas estrellitas no mayores que la Tierra, pero que tenían un millón de veces su masa. No eran raras tan mal aparejadas parejas estelares, pero Bowman no soñó siquiera jamás que un buen día estaría contemplando un par de ellas con sus propios ojos.

»Había visto ya maravillas por cuya contemplación habrían sacrificado sus vidas muchos hombres.«

La Enana Blanca había cruzado casi la mitad del disco de su compañera –debía necesitar sólo minutos para describir una órbita completa-, cuando Bowman estuvo por fin seguro que también él estaba moviéndose. Frente a él, una de las estrellas estaba tornándose más brillante con rapidez, y comenzaba a derivar contra su fondo. Debía ser algún cuerpo pequeño y redondo..., quizás el mundo hacia el cual estaba viajando él ahora. Llegó a él con insospechada velocidad; y vio que no era ningún mundo en absoluto. Una telaraña o celosía de metal de resplandor opaco, de cientos de kilómetros de extensión, surgía de la nada hasta llenar el firmamento. Desperdigadas a través de su superficie, vasta como un continente, había estructuras grandes como ciudades, pero que tenían el aspecto de máquinas. En torno a muchas de ellas había reunidas docenas de objetos más pequeños, alineados en pulcras hileras y columnas. Bowman pasó ante varios de tales grupos antes de darse cuenta que eran flotas de astronaves; estaba volando sobre un gigantesco aparcamiento orbital. Debido a que no había objetos familiares por los cuales pudiera estimar la escala de aquella escena rutilante, le resultaba casi imposible calcular el tamaño de las naves suspendidas allá en el espacio. Pero desde luego, eran enormes, debiendo tener algunas de ellas

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El firmamento extraterrestre • arthur c. clarke varios kilómetros de longitud. Eran de diversas formas... esferas, cristales con facetas, afilados lápices, ovoides, discos. Aquel debía ser uno de los puntos de reunión para el comercio interestelar. O lo había sido... quizás hacía un millón de años. Pues Bowman no pudo apreciar en ninguna parte señal alguna de actividad; aquel extensísimo aeropuerto espacial estaba tan muerto como la Luna.

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Lo sabía no sólo por la ausencia de movimiento, sino por signos inconfundibles como eran los grandes boquetes abiertos en la metálica tela de araña, semejantes a aguijonazos de asteroides que la hubieran traspasado hacía siglos. Aquel no era ya un lugar de aparcamiento, sino un cementerio de chatarra cósmica. Sus constructores habían muerto hacía siglos, y al percatarse de ello, Bowman sintió que se le encogía el corazón. Aunque no sabía que era lo que había que esperar, cuando menos si había creído poder hallar alguna inteligencia en las estrellas. Mas al parecer, había llegado demasiado tarde. Había caído en una trampa antigua y automática, colocada con algún propósito desconocido, y que seguía funcionando mucho después de que sus constructores desaparecieran. Ella le había hecho atravesar la Galaxia y lo había echado - ¿con cuántos otros?-, a aquel celeste mar de los Sargazos, condenándole a morir muy pronto, cuando se le agotara el aire.

Bien, era irrazonable esperar más. Había visto ya maravillas por cuya contemplación habrían sacrificado sus vidas muchos hombres. Pensó en sus compañeros muertos; él no tenía motivo alguno de queja. Luego vio que el abandonado aeropuerto espacial estaba deslizándose aún ante él a velocidad no disminuida. Pasaron entonces los suburbios, y luego su mellado borde, que no eclipsaba ya parcialmente a las estrellas. Y en pocos minutos, todo quedó atrás. Su destino no estaba allí... sino más adelante, en el inmenso sol carmesí hacia el cual estaba yendo ahora, inconfundiblemente, la cápsula espacial.

»Ni siquiera intentó encontrar ninguna de las familiares constelaciones que desde el comienzo de la historia habían sido amigas del hombre, quizá ninguna [...] había sido jamás contemplada por el ser humano a simple vista.«


AWEN

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