Revista Awen - Número VI

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AWEN

REVISTA LITERARIA NÚMERO VI JUNIO 2019 www.revista-awen.webnode.com.ve revistaawen@gmail.com @revistaawen Revista Awen

EDITOR EN JEFE Jorge Morales Corona @jorgemoralescorona EDITORA ADJUNTA Verónica Vidal @veronicat2727 DISEÑO Y DIAGRAMACIÓN Ediciones Palíndromus @edicionespalindromus FOTO DE PORTADA Román Hernández Herrán

■ Los textos e imágenes que acompañan este número no pueden ser reproducidas bajo ningún motivo sin la autorización del propietario. El copyright pertenece a los creadores.


cuerpo, antítesis de lo visible POR VERÓNICA VIDAL

Osiris, el dios de la fertilidad de la mitología egipcia, fue arrojado al Nilo y sus miembros dispersos generaron buenas cosechas. La mejor de las muertes para un hindú sería a orillas del Ganges, para esparcir sus cenizas en la corriente del río sagrado. La figura del río es recurrente cuando se propone representar el transcurrir del tiempo; el símbolo de su desembocadura en el mar: la fusión con el infinito. El cuerpo es el ente final y comienzo en diversas culturas; el final, la muerte o transfiguración de la substancia contenida en el armazón que se alimenta de agentes po(y)éticos que, al menor contacto con el río calmo interior que hay en todos los cuerpos, la ignición resulta en estallido; o es la apoptosis que se gesta en nuestro cuartel de automutilación programada para huir, girar en una singularidad eterna o evolucionar. En el cuerpo habitan los sedimentos y las erosiones; el caudal que a momentos ruge y calla. Que tarde o temprano se desborda y forma nuevos territorios en la psique, en el accionar y en el arte. La arena de la piel se amontona en dunas ardiendo en el pecho, donde el núcleo del poema asfixia; en la parte baja de la espalda, donde precisamos cama para soportar el peso que nos toca del mundo visible y de esta porción de realidad, igualmente dudosa si cuestio-

namos su materia sólida. Con el leitmotiv del rumor de voces terminamos formando el hermano del rumor que emite el caudal interno. Vibramos con la zumba que nos ofrece nadar entre cuerpos dispersos, proyecciones de nuestros fragmentos escondidos bajo la cama. Somos lagos de la misma Rusia y témpanos de la misma Antártida: somos parte del tejido de las montañas. Aun siendo espejos de un único hielo, el rayo de Sol no nos hace a todos el mismo agujero; no en el mismo lado ni tampoco el mismo día. Pero sí queda el sangrado, el ombligo por donde se renueva el mundo cada vez, con otro aporte: los pedazos que nos va arrancando la vorágine, ahora convertidos en peces del Ganges exportados al hacer literatura, al construir imágenes, cuando posamos un pie en el suelo tras una noche de lágrimas. Así, lo que llamamos Cuerpo es la semilla que debe morir para dar frutos; es el escudo que a diario nos defiende de las olas reventando en la puerta. En el número que les presentamos en esta oportunidad, los colaboradores se fragmentan en la intemporalidad y se dejan arrastrar por las supernovas: sus cuerpos que de tanto callar, reventaron… y ahora la estrella es fértil a los ojos del gran ciclo que alimentamos con instantes desde el momento en que agregamos otra cifra al número 3.14159265359.


06

Juan Rey Lucas

10

Liwin Acosta

14

Mario Serrano A.

20

Miguel Cova R.

3.14159265359...

24

Francisco Toro

Retratos post-captura N° 3, 7 y 12

28

Román Hernández H.

Awen 3

El cuerpo sin órganos: un monstruo fértil por el lienzo desde la lógica de la sensación por Gilles Deleuze. Yulia: Las heridas y Yulia remojada

Katsukawa Shunchō, maestro de Mathias Goeritz


32

Daniela Arellano P.

36

Salvatore Cajiao

Sin poesía ni cuerpo

38

Beatriz Sánchez A.

Mi piel sola

40

Mariela Puzzo

Poema 26

42

Fidel Eslava B.

Mi cuerpo a la deriva

44

Miyó Vestrini

De Letanías y pocas virtudes

El cuerpo, manifestación de la memoria


Juan R ey Luc a s


BIOGRAFÍA

(México, 1978) Filósofo, ensayista, cuentista, poeta. Estudió en la Facultad de Filosofía y Letras, en la Universidad Nacional Autónoma de México. Columnista para diferentes semanarios de la red como: Concepto Arte, Monolito, Areté, Nudo gordiano, Diversidad Literaria, Libertiry Prose Latinoamericano, Pravia Magazine, Enpoli, Sentido Figurado.


G. Deleuze | Filósofo

El cuerpo sin órganos: un monstruo fértil por el lienzo desde la Lógica de la Sensación por Gilles Deleuze

Editado en 1981, el filósofo francés Gilles Deleuze de-construye un libro que se adhiere al arte para poder desenvolver su pensamiento con respecto a él; exactamente en el apartado VII. Campearemos éste pues es dónde escudriña su pensamiento sobre el soma en específico: es el cuerpo sin órganos (concepto que se agencia del pensamiento poético de Antonin Artaud) el que se emana de la pintura. Más en peculiaridad en la máquina-pictórica de Francis Bacon. Es solamente el cuerpo como tal insuficiente para desembocar las potencias e intensidades que la vida logra proveer; aquellas que se ocultan en el caos insoldable. El cuerpo sin órganos es quién libera a la existencia con descomunal violencia, ya sea serena o intempestivamente. La sensación (en antagónico a lo chocante) ya no es percibida como brutalidad, sino la interacción de energías que atraviesan al corpus para su maravilla auto creadora: anatomía suigeneris. Deleuze en una de sus tantas referencias alude a la línea Clásica que es sometida a una Deidad o Esencia; en contra de la línea Barroca la cual se sumerge para volcarse en la complejidad o enrevesado pero para efecto de riqueza y multiplicidad. Una vírgula que no deja de cambiar de patrones. Topografía que en su trayecto se suelta de su composición lineal, renegando de su organización para irse a zonas indiscernibles. Pero también contará con una virtud cargada de espiritualidad in-orgánica para poder lograr la exploración hacia otros elementos. Gilles Deleuze destaca que existen muchas manifestaciones por el que se percibe el cuerpo sin

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“El arte es lo que resiste: resiste a la muerte, a la servidumbre, a la infamia, a la vergüenza…”


La transformación de los tintes y contextura sobre los cuerpos o en algunas de las zonas de los cuerpos de los cuadros de Bacon es como se da la emanación del tiempo: donde cronos es pintado. La duración es plasmada en la Figura (concepto que trabaja en el apartado dos del libro); la corpulencia de los torsos por sus circunvalaciones. Las percepciones se ponen a trabajar en sus distintos campos de nivelación, y en el paso de una a otra demarcación: así la extensión de la espalda funge como alterable; de igual las bocas como anos y viceversa. Cualquier acto sea desencadenado en su quietismo o presteza dará la procreación de la magnificencia del cuerpo sin órganos: contracciones, parálisis, hiperestesias, anestesias sean ligadas o roladas, en estática o relegadas; a según sea también el ramal de la onda vital en su carga o evacuación. De igual los eventos aberrantes de arrebato, dilación, outsiders, etc. El zigoto tántrico (como también lo denomina Gilles Deleuze al cuerpo sin órganos) habita desde lo subrepticio con el cuerpo orgánico para ser expulsado o manifestado desde lo provisional y soterrado para resquebrajar las fijaciones de estructura tanto de lo externo como lo intrínseco. Aquellas imbricaciones serán discernidas en los procesos autoscópicos. La estrategia de ofensiva del cuerpo sin órganos es desertar, la forma de eludir del ente montepío que acomete su poder de subyugación en todo proceder. La exhalación gráfica de la temporalidad no-lineal, así la presentación

de su estado en todas sus posibles dimanaciones. Dos cualidades son reiteradas: la Presencia pero siendo encarnado (más no representado) en estado pantagruélico; de igual la condición de Histeria (los síntomas del padecimiento devenidos coordenadas pictóricas-artísticas), por las que surcan los seres, la materia, los territorios. Un cosmos perturbado. Una Presencia no presente, sino en constante aparición, y diferida para actualizarse en todo instante. Esa apariencia que permea en las emociones e incomoda tanto el lugar como la encomienda. Ello es que la pintura, el soma, la histeria discurren o son filtrados por el cuerpo sin órganos para advertirse –y advenirse– exponenciales en sus creaciones particulares para singlar el lino con proyecciones infinitas de distancia y cambios. Las gradaciones se sobreexcitan en carácter acrisolado desde la furtividad de un incorpóreo. El suceder elevado. Lo degradado acontece con fulgor. Lo que el entendimiento canaliza a manera de pesimismo por el arte es capturado y emancipado por la pintura como aquello in-soportable, y así jamás dejar de colmar al cuerpo no-orgánico; pues la máxima es no claudicar, no para vencer o ser vencido sino para jamás dejar de contender en el universo mismo. La Presencia de toda la materia pictórica sobreviene exacerbada para el ojo, por lo que su funcionalidad requiere ser trasmutada: al ser saturado de color, textura, líneas, puntos, se desprende la anatomía de la observación y la arquitectura del óleo, por lo tanto de ambas materialidades. Trocándose en el miembro versátil, incrustando atalayas en toda circunscripción. El balance de la in-consistencia entre los choques, demoliciones, combates, y envestidas de todo componente para su composición artística-pletórica.҉

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órganos: el alcohólico, el drogadicto, el esquizofrénico, el sadomasoquista, etc. La sinuosidad de la variabilidad son cruzadas por el cuerpo sin órganos que crean coordenadas según variantes de amplitud. El órgano es anulado tanto de su posición como de su cometido; por ende el organismo mutará de pigmentación y urdimbre. Pero la prioridad no es la desaparición o aniquilación de ellos, sino la revocación temporal de sus funciones.


Liwin Aco s t a


BIOGRAFÍA

(Venezuela, 1990) Escritor. Licenciado en Educación Mención Lengua, Literatura y Latín por la UNEFM (Coro) y estudiante de Cine en la Escuela de Medios Audiovisuales (EMA) en la ULA (Mérida). Fue miembro de la Cátedra de Literatura “Agustín García” y del grupo de intervención cultural “Febrero”. Forma parte de la Antología Amanecimos sobre la Palabra (TeamPoetero, 2017). Recibió una mención especial en el III Premio Rafael Cadenas (TeamPoetero, 2018). Es autor de la plaquette El Hogar de las Cenizas (Ediciones Awen, 2018).


El cuerpo de Yulia es un mapa cartografiado con sus heridas. Salpicaduras pequeñas, grandes cortes, raspones, costras imbatibles y múltiples quemaduras cubren una piel que ella cree de tigre o cebra. A ella le gusta imaginarse animal salvaje corriendo desenfrenada por alguna sabana africana. A Yulia le molesta el dolor cuando surca su piel, sin embargo se alegra ante el nacimiento de una herida y sabe que todo contacto con el mundo deja huella en nosotros. Cuando una herida surge ella la mira detenidamente, clasifica sus líneas según el grosor, les coloca nombres a sus grietas y a veces les inventa una canción. Yulia puede pasar horas mirando una diminuta quemadura hecha con la colilla de un cigarro suyo de esos mojados. Yulia las ama. Las ve oscurecerse y siente sus ardores, comprende cuando se quejan. El lenguaje de las heridas es un enigma que Yulia no ha podido comunicar a nadie, para eso tendría que vivir en el cuerpo del otro, y hasta ahora, que ella sepa, nadie lo ha logrado todavía. Platanote hinca sus dedos y a veces convierte heridas pequeñas del cuerpo de Yulia en grandes aperturas acuosas y nada prudentes. Yulia sabe que él no lo hace por maldad, igual que ella, él espera a que por fin esa piel que ella siente que le sobra se caiga de una vez y por fin pueda salir la mariposa que Yulia es. Yulia, como todos, también es herida. Una por una, Yulia las ha visto envejecer a todas. Algunas se hicieron protuberancias y relieves en su piel. Otras, hermosos lunares como planetas y otras apenas sombras invisibles que solo ella es capaz de distinguir. Hay heridas más evidentes que otras. ¿Quién realmente se mueve por los relieves de una piel ajada? Amar para Yulia no es ocultar las propias heridas sino mostrarlas para que el otro nos ayude a ver la mariposa y no la oruga. Cuando nace el amor también nace una herida. Lo difícil luego de salir es emprender el vuelo y que el otro se quede oruga, o al revés.҉ 03 | 06 | 2017

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Yulia: Las heridas


Como pajarito ensopa’o baila Yulia al son de los truenos. De sus pestañas gotas saltan hacia el suelo bailando en el aire. La lluvia se desliza por su cuerpo triste de tener que caer, de dejar de lavar por instantes. El agua lava el cuerpo de Yulia de la intemperie. Baila sola en el centro de la plaza y poco a poco Lagarto se le acerca, pero no se le une. Está muy fría esa lluvia, es solo para la gente que lleva un sol por dentro. Yulia abre la boca. Calma una sed que solo ella conoce. Muchos incautos la ven desde su ventana, o desde el alero de una casa vecina, o desde el interior de un restaurante. Pero están impedidos, sus compañías anclas no miran la lluvia, no la oyen, mucho menos la saborean, le temen al tacto de las gotas frías y detestan llegar a casa con los pies mojados. Yulia sonríe, su cintillo de flor de papiro está empozado y en él se ve el reflejo de las nubes negras ahogando al próximo trueno. Una enredadera brota del cintillo de Yulia apuntando al cielo. Yulia es hija de la lluvia y el relámpago, su cuerpo es uno con la lluvia y solo bajo ella a Yulia no le duele bailar sola. ҉ 10 | 10 | 2017

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Yulia remojada


M a ri a n o S e rra n o Ave l a r


BIOGRAFÍA

(Ciudad de México, 1983) Escritor, historiador y promotor cultural. Ganador del Premio “Laura Méndez de Cuenca” en la categoría de Novela, del Premio “Miguel León Portilla” de ensayo y autor de dos libros de difusión cultural. Escribe una página de su trabajo literario y de difusión: marioserrano.atavist.com


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Katsukawa Shunchō, maestro de Mathias Goeritz

Esa mañana, al abrir de par en par los postigos de su casa en Tlalpan, Goeritz sintió una rara felicidad. Mientras bajaba al comedor respiró la bocanada de ese aire húmedo y pétreo del barrio diciendo que México no había sido un mal lugar después de todo. Recordó su Gran Encargo, el Coyote. Era una escultura que, no obstante el ser emblema de sabiduría y generosidad, en términos del ansia mexicana por darle forma y cuerpo a todo, terminó convertido en una historia popular: el coyote burlado por el conejo. El cuerpo gigante vencido por el minúsculo roedor. Por ende, el coyote gustó muchísimo. Goeritz se sentó en el soberbio comedor. »Ya no podría vivir en otro lugar«, se dijo a sí mismo, pero eso lo hizo pensar nuevamente en el coyote. Porque la escultura buscaba ser abstracta y terminó convirtiéndose en la entrada para un lujoso barrio que él y su socio vendieron a precio de oro. Dio un enorme sorbo de café que le resultó de un sabor especialmente amargo: sus proyectos más fantásticos reducidos a obra decorativa, al uso que más le repugnaba de todas las artes: un cuerpo. Después de desayunar frugalmente salió de su casa. El día era espléndido y decidió ir a San Ángel, ese otro barrio provincial dentro de la urbe. Mientras subía a su automóvil la sensación de vivir


Luego de un breve recorrido llegó a San Ángel sintiendo sus dedos agarrotados. México, pensó nuevamente, es un cuerpo completo que tiene ritmo, respira, le sudan las manos y de vez en vez se excita brutalmente salpicando su baba seminal entre los muslos. ¿Cómo pueden pasar de un frío penetrante a un calor meridional en cuestión de minutos? Pueblo bravo. Por eso no le sorprendió leer en una placa alusiva, que un batallón de soldados irlandeses había sido fusilado en ese lugar, el jardín de San Jacinto, porque el repentino amor por el cuerpo llamado México les hizo abjurar del otro cuerpo, el de los Estados Unidos, que no solo era cuerpo-invasor sino un violador vulgar y ruin. Los fusilaron. ¿Pero no es cierto que este pueblo loco también requería sacrificar cuerpos para que el universo siguiera moviéndose perpetuamente? Delirio corporal. Este país amado y maldito representa la danza de los cuerpos y el animismo de las piedras. ¡Dios!, ¡qué contradicciones!, se dijo moviendo la cabeza. Vagó por ahí y allí hasta que al fin se acercó a los tenderetes de pinturas y arte, en el centro de la plaza. Vio muestras desiguales de su amor por la no-representación-delcuerpo. Pero este país, amante a ultranza de la corporalidad, ¿cómo iba a entusiasmarse una forma abstracta? Riendo Goeritz pensó que, en el colmo, México significa literal, »ombligo de la luna«, así que hasta el cuerpo estaba en su esencia y epistemología. De pronto, sin querer, vio una soberbia estampa japonesa. Era una mujer bellísima

que se contorsionaba en una pose imposible. La sutileza de su cuerpo era tan indescriptible como imponente, pues obligaba a verla pero impedía que la vieran con descaro. Se acercó y el vendedor comenzó su faena. Estas obras se llaman Ukiyo-e, son grabados japoneses a color. ¿Cuánto?, le respondió desganado. Una ganga, aunque claro, con lo que ganaba por sus encargos, todo era barato. El vendedor, por cierto, absolutamente mexicano y nada oriental, le explicó magistralmente, Ukiyo significa “sociedad” y e, pintura. La pintura de lo cotidiano. El tipo era muy bueno para vender pero malísimo para capturar otras sensibilidades. No, originales no por supuesto, ¡quién los tendría!, pero como puede ver, son litografías de excelente calidad. Goeritz compró todo. El cuerpo es la máxima representación del realismo, debería de abominarlos, pensó mientras iba nuevamente a su auto, pero ya estaba invadido de ellos. Llegando a su casa, con el ánimo achispado comenzó a investigar. Los grabados no eran simples encargos sino el ánimo popular, el deseo imantado de conocer lo que había en esos lugares donde no todas las personas podían estar. Viéndolo así, serían retratos, pero tampoco lo eran simplemente, porque al ser grabados podían circular y alcanzar el rango de cosa mercantil, incluso considerarse objetos de culto. Goeritz se sintió fascinado. Se pensó él mismo en el siglo xviii japonés, atónito porque estando en una plaza cayó entre sus manos una obra de gran sutileza que representaba el delicioso cuerpo de una mujer madura. No solo era el cuerpo de la mujer sino la vibración íntima de su peso, la cercanía de la desnudez, eso que solo se sabe en vivo; pero aquí en el fabuloso grabado parecía gravitar y tentar al espectador. Por si fuera poco, Goeritz sabía que la sutileza se debía por el uso de técnicas novedosas y únicas. Animado como pocas veces, se sentó en su estudio para definir al autor de sus copias. Después de un rato supo que había adquirido un Ukiyo-e de Katsukawa Shunchō, un portento. El maestro usó fondos tan suaves como el durazno y emulando la piel de melocotón que

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se impuso en su cuerpo. Bajó la ventanilla para sentir que la vitalidad se imponía sobre la cultura: el cabello queriendo despegar, los ojos palpando lo invisible, el aroma de un soto inexplicablemente bien conservado para este país. Mi cuerpo, pensó, soy yo mismo y al mismo tiempo es otro aquí en México. ¿A dónde se habrá ido a descansar mi cuerpo perseguido por las guerras?, ¿a dónde podría regresar?


Goeritz siguió repensando los cuerpos. Otra de sus copias, según se enteró, retrataba a la más grande belleza de la época. Dejó de reírse para buscar definición en lo que su manual decía al respecto. Porque sí, la diosa representada tenía ojos rasgados, nuca sugerente y cabellos lacios finamente recogidos en tanto el kimono se abría sugerente para dejar ver el nacimiento de los senos. Pero la auténtica belleza no residía en el fabuloso cuerpo que se intuía debajo de los abalorios, sino el deleite que flotaba al repasar una y otra vez la estampa, la mujer, la diosa; de hecho le decía al espectador: el cuerpo no es sino la sensación plena de ser parte de un universo absoluto: el mío. Goeritz tiró el manual y los grabados. De golpe pensó si no fue el momento de Shunchō donde se alcanzó legítimamente el Arte Total (que se supone Goeritz estaba fundando); ¿la misma realidad puede engendrar un cambio de la realidad? ¿No estaba yendo muy lejos?, ¿el cuerpo anula al cuerpo? Un tanto alelado y cansado por no poder memorizar bien a los maestros (Suzuki Harunobu, Kamoi Seicho, Kitagawa Utamaro…) se sintió derrotado por estos grandes que pudieron ir más allá de lo evidente porque mostraron la transparencia sin

necedades ni artificios. Goeritz se llevó las manos a la cara: sus excesivas racionalidades no tenían nada que hacer frente al cuerpo desnudo, incluso en la evidencia más gráfica de Utamaro, que cualquiera pensaría que es pornografía (y no una glorificación de los cuerpos, ¡carajo!), existe una emotividad y un roce de la más alta calidad sensual; es decir, con una muestra perfecta de humanidad. Eran humanos porque tenían cuerpo, ¡carajo!, y yo divagando sin sentido. Goeritz, cansado, harto de esa búsqueda que podría prolongarse infinitamente, tiró a la basura sus grabados que en realidad eran litografías de excelente calidad. ҉

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tienen algunas mujeres, capturó esas líneas tan fuertes y sensuales que solo puede tener el cuerpo femenino. Goeritz estaba verdaderamente emocionado, el color era inaprensible, sus mujeres eran etéreas, pero Shunchō sabía penetrar en los cuerpos y traducir el peso específico de la piel, el tacto, el aroma, las costras formadas por las guerras amatorias para que todos los mortales se rindieran a esos cuerpos etéreos que tanto amó. Era mágico en verdad cómo la expresión facial de los labios entreabiertos se quedaba congelada un instante y en cambio, la línea que deja un kimono en movimiento estuviera moviéndose, el mismo movimiento altamente sensual del cuerpo de la mujer.


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▪ En esta edición hemos querido rendir homenaje a Katsukawa Shunchō y a la hermosa cultura japonesa que retrata el cuerpo desde la costumbre, el día a día y la universalidad de su sociedad. Por ello reproducimos una de las obras de este magnífico pintor y agradecemos a Mario por esta hermosa pieza de literatura.


Miguel Cova R o d rĂ­ g u ez


BIOGRAFÍA

(Venezuela, 1998) Cuentista venezolano, estudiante de Ingeniería Mecánica en la Universidad Metropolitana (Caracas). Participó en diversos festivales a nivel nacional en la categoría Cuentos. Escritor inédito y oximorónico. Posee un blog —llamado Las flores del Matorral— donde publica regularmente: www.lasfloresdelmatorral.wordpress.com


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3.14159265359...

De repente, sentí miedo; creo que nunca lo había sentido antes. Pero estoy seguro que sentí un escalofrío que me congeló el cuerpo y me comprimió el alma en el estómago. Me sentía denso, pegajoso, mi boca sabía a desconocido. Empecé a respirar más fuerte de lo normal, me empezó a faltar el aire, no podía ver nada, escuchaba unas voces distantes en un idioma que aún no había aprendido. Traté de palpar el piso, rugoso, y las paredes en busca de salida; estaba encerrado. Un halo de luz se coló en mi campo visual como el vuelo de una mariposa se cuela en una habitación y que lentamente se va difuminando hasta que lo único que queda en el espacio es aire de mariposa. Me descubrí envuelto en algún tipo de baba blanquecina, no sabía muy bien qué estaba pasando. Escuché gruñidos y voces monótonas del otro lado de la pared, sentí miedo otra vez. Acerqué mi cabeza a la fuente de luz que poco a poco me descubría; quería ver, quería escuchar, quería sentir.


De un momento a otro se escuchó un silencio azul y demoledor, el vértigo invadió el vacío que el caos estaba formando en mi alma. La cantidad creciente de luz que pasaba por la rendija me permitió observar mi cuerpo; con tristeza me vi desnudo y débil, terso y arrugado, curvo y recto, frío y caliente, increíblemente ordinario, normalmente hermoso; más que nada hermoso. Sucumbí (ya con lágrimas en los ojos) ante las atrocidades del azar. Un gran grito y una voz comandante fragmentaron el silencio que se había asentado en mi corazón. Me sentí empujado hacia la luz, atascado entre murallas que se cerraban catatónicamente. Sentí miedo y, al mismo tiempo, esperanza. Esto iba a cambiar, me iba pero sabía que estaba llegando. Los gritos me desgarraron los tímpanos de una vez por todas. Sentí dos manos jalándome hacia el futuro, la luz invadió mi cerebro con alegría desmesurada. Lloré, no pude hacer otra cosa, sentí cómo mis ancestros despertaban en mí. Aprecié la viscosidad del tiempo deslizándose sobre mis hombros, cómo la humanidad desparramaba milenios de sangre sobre mi cabeza. Sentí que nunca antes había sido amado. Fui el centro del mundo, de la galaxia, del universo. También me convertí en la razón por la cual todos los humanos habían vivido: para ser yo. En ese instante, yo era todo lo que importaba y todo lo que estaba bien en el mundo. Fui, por un momento incalculable, la singularidad; el principio y el fin, hasta que sentí una nalgada. Seguía llorando desconsolado y desorientado. Analicé ojos extraños hasta que observé unos que se parecían a los míos. Con inocencia traté de llamarlos, quería que me salvaran.

Cuando me acerqué escuché el ritmo de un corazón sincopado que, a partir de ese momento, me necesitaba para vivir. Sentí la piel corrugada de un dedo que se paseaba parsimoniosamente por mi cara. Olí las noches de insomnio, los amores y las guerras que nos habían traído a este lugar. Sentí miedo, estaba vivo. ҉

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Los gemidos, gruñidos y gritos se hicieron cada vez más cercanos mientras trataba de analizar qué pasaba afuera. Por un momento pensé en salir, pero era imposible que todo mi cuerpo se deslizara por una abertura de tan mínima magnitud. Estaba intentando saber.


Fra n c i s co To ro

BIOGRAFÍA

(México, 1991) Es Técnico en Diseño Gráfico por la UDC. Ha publicado en revistas impresas y digitales, catálogos y antologías de México, EEUU y Venezuela. Ha expuesto su obra en Tijuana, Ensenada, Ciudad de México (Mx) San Ysidro, California (EEUU). Es miembro de la Sociedad Mexicana de Collagistas.


©2017, Francisco Toro. Retratos post-captura N° 07

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©2017, Francisco Toro. Retratos post-captura N° 03

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©2017, Francisco Toro. Retratos post-captura N° 12

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Romรกn Hern รก n d ez H e rrรก n


BIOGRAFÍA

(México, 1980) Escritor y artista visual especializado en fotografía escénica. Realizó estudios en la Escuela Activa de Fotografía, en la Ciudad de México y posteriormente en el Centro Internacional de Fotografía y Cine en Madrid, España. Ha participado en diversas exposiciones colectivas e individuales y publicado artículos y relatos en diversos medios, tanto impresos como digitales.


©2019, Román Hernández Herrán.



Daniela A re l l a n o Pa d i l l a


BIOGRAFÍA

(México, 1995) Es artista plástico sumamente interesada en la fotografía. Sus obras plásticas han sido expuestas en diversos lugares como el Museo Pantaleón Pan Duro Tlaquepaque (Jalisco, 2017), Patronato del Centro Histórico (Guadalajara, Jalisco, 2019) y Centro Cultural Ajijic (Jalisco, 2019).


Š2019, Daniela Arellano Padilla. El cuerpo, manifestación de memoria



S a l va to re Ca j i a o

BIOGRAFÍA

(Ecuador, 1997) Actualmente cursa la carrera de Psicología Clínica. Se ha presentado en varios recitales poéticos nacionales, y se encuentra próximo a debutar en la escena poética con su libro Matamuertes. Su obra actual busca desnudar nuevas caras del concepto de ‘muerte’ y entendimiento de la ‘otredad’.


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Sin poesía ni cuerpo

Mi lengua es habla y beso un invertebrado que empuja el texto y la nada, que es texto ahora. Ni los versos fueran versos sin los dédalos de la especie hecha palabra lo sé por ser agua buscando reafirmarme en papel. Recitándole al rompimiento todas sus superficies toco el mundo tratando de ser tocado y el viento del niño se hace agua en los ojos del hombre El pecho se hace mollera los ojos llagas y la muerte boca. Regreso al piso como se regresa al útero pero en este caso la caída es esperada porque el piso siempre ha sido la comarca ~de poemas Una vez hecho feto ansío el aborto porque no venir al mundo es hacerse idea pero no venir del mundo es ser poesía. ҉


B ea t ri z S á n ch ez A ntó n

BIOGRAFÍA

(España, 1970) Profesora de Lengua, Literatura en Enseñanza Secundaria y Bachillerato. Publica sus poemas en revistas literarias como Piedra del Molino y participa en numerosos recitales poéticos. Creadora del recital Fray Luis de León. Su poemario Da-me de beber se encuentra en trámites de publicación.


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Mi piel sola

No sabría decir si estoy flotando. En el límite del ser y de la brisa mi piel sola. Anudando los restos del destino con mil signos, sube un surco de sed hacia el cabello que penetra en los ojos y en el alma. Es el pecho un rescoldo del olvido; no sientas lo que fue para revivirlo en la espalda curvada hacia soles tempranos como un arco neófito, fascinado. En la raíz de mis manos abiertas nace un grito enardecido hacia la lírica redentora como la brisa de tu infancia. No estamos dormidos, con el cuerpo acodado a los retiros; Despertamos hace tiempo y cada gajo de carne lo declama. Nuestra boca se suelda a lo creado cuando brota bajo la punta de los dedos, parecido a la vida o incondicionalmente diverso. Hoy corría por una calle estrecha y gris de piedra. Todo mi ser pedía a voces la existencia, realizada en mil acciones incesantes. Hoy he oído a una anciana: »Lo importante es tener fuerzas para ir caminando poco a poco y nada más«. Y nada más. ҉


M a ri e l a P u z zo

BIOGRAFÍA

(Argentina, 1971) Recibió la Faja de Honor de los escritores de la provincia de Buenos Aires en 2017. Es autora de los poemarios »A través del iris«, »El vientre de las cosas«, »Signo develado«, »Solo la lengua teje infinito«; de la novela »El monte« y del ensayo »Sobre el decir y la escritura« (en proceso de edición).


Escribo con las manos afiebradas como quien camina sobre las tumbas de sus otros entierro cadáveres con las manos cancerosas No quieren ceder, me recorren, me alteran, ~me circundan cruzan la penumbra laten detrás de los ojos, en la piel herida y ~la boca cansada he tenido que ser tan fiel a su escritura que nada me enferma más que estar tentada a sus naderías o a su orgullo Soberbia existencia bajo mis manos garabatea ~en la sombra este trozo de vida No he debido llamarlos nunca y enterrarme solitaria y viva en su sed siniestra Las pestes de mis dedos tocan el cuerpo no es un cuerpo si no se siente su vacío, su enfermedad soy una peste con todo mi cuerpo soy cuerpo y mi misma peste circundándome como materia descompuesta el gusano albergando la morada de mi cuerpo cuerpo austero, sin nombre mi gusano de muerte He debido hablar de mí sin hablar de la muerte La casa de este páramo arde en toda la mente naufragio silencioso abarcador que no se abastece solo boca mentirosa que exalta sus mendicidades Estoy enferma de mí/ todo boca sin puerto sin estación junco fijo en el lago de sombra ҉ ▪ Este poema pertenece al poemario »Signo develado«. Editorial Milena Saserola, 2015. 2da. edición. Buenos Aires, Argentina.

REVISTA AWEN: CUERPO [41]

Poema 26


Fi d e l Es l ava B e rn a l

BIOGRAFÍA

(Colombia, 1951) Jubilado de la Policía Nacional, publicación en letras para el mundo (2019). Fugitivo de un paisaje de montañas, libro que se escribe día a día, espacio vivo que busca un refugio de papel, sueña con agregar gotas al mar y arena a los desiertos.


Mi cuerpo a la deriva

El centro de mi cuerpo no equidista los extremos de mi piel. No se resuelve contando los poros ni asignando vicios y virtudes a cada agujero. Mi instinto me dibuja una flecha atravesando una liebre. Mis catástrofes se gestan en los acantilados del corazón. Mi avaricia es un águila desplumando una gallina. El asaltante del silencio que soy apedrea las ~nubes de Dios. El Adán que soy se abstiene de inventar el mundo. Mi vientre es una caverna de palabras reprimidas. Soy un peñasco que repite los ecos de ~las voces ajenas. Mi rebaño de emociones son fieras domésticas. Mis aguas mansas, mis borrascas, mis espectros ~desconocidos, se agazapan en la sombra de mi consciencia... Todos reclaman mi lugar. Siendo mi refugio y mi centro, soy a la vez mi huésped desconocido. ҉


M i yรณ Ve s t ri n i


BIOGRAFÍA

*Escritora invitada

(Nimes, Francia 1938 - Caracas, Venezuela 1991) Seudónimo de Marie-Jose Fauvelles. De origen francés formó parte de los grupos Apocalipsis (Maracaibo), El Techo de la Ballena, Sardio y La República del Este (Caracas). Se desempeñó fundamentalmente como periodista, pero también se dedicó a la poesía y la escritura de guiones para televisión; en los años ‘70 dirigió la página de arte del Diario El Nacional (Caracas) y posteriormente la revista Criticarte. Publicó los poemarios Las historias de Giovanna (1971), El invierno próximo (1975), Pocas virtudes (1986) y Valiente cotidiano (1994, póstumo); el libro de narrativa Órdenes al corazón (2001, póstumo); libros biográficos como Más que la hija de un presidente: Sonia Pérez (1974) o Salvador Garmendia, pasillo de por medio (1994, póstumo).


REVISTA AWEN: CUERPO [46]

De Letanías y pocas virtudes*

Son tantos quienes han de saltar a la batalla y herirme a muerte muerte de grandes ciudades y pocas virtudes con sus siete cuadrantes a la deriva su paz funesta del reciente octubre su carne elástica dulce y colérica colérica la arena volando en Ostia empañando globos de cristal en las vidrieras un ojo ya sin vida el otro abierto en la avenida avenida por donde viene

el agua

agua de todos los días acercada a mi boca

*Poema perteneciente al poemario »Pocas virtudes« recogido en el libro »Todos los poemas«. Monte Ávila Editores Latinoamericana, 1era. edición, 1994. Caracas, Venezuela.

boca triste de grandes palabras lenguas duras como madera recién cortada se ocupan de mi mi delito delito de largas y profundas noches cuando la lluvia tarda en caer y todo me hace pensar en mi padre


cerrada por cuatro malhechores no identificados identificados tu nombre el mío los otros la gente gente amada ausente presente ida ida como mi tía la de la roja cabellera de Burdeos en la casa casa de pisa duro donde se trata de no llorar a despropósito mientras un poco más arriba campiñas y pequeños monstruos festejan a diario un saludo un escrito un vilipendio vilipendio: quien lo haya escrito por primera vez lance la primera piedra piedra de mi única morada cuando brazos tenaces me enseñaron el desafecto la casa de empeño la incertidumbre el regreso regreso del último acto

REVISTA AWEN: CUERPO [47]

en mi madre en la tierra mal cerrada


acto de ser tan triste y tan muerta como soledades de otros paĂ­ses paĂ­ses a los que no me dejaron

ir

ir con el asombro para una o dos palabras palabras espera te las voy a enseùar boleros o saudades o melancolías descaradas o audacia audacia es de bares de lugares amados de encontrar al hombre de tu vida de maltratar a la que fue tu madre madre una vez muerta no hubo soledad ni rigurosos ejercicios para olvidar olvidar a los miserables ajenos al amor amor ҉


In memoriam

En memoria de JosĂŠ MarĂ­a Sebastiani (1987-2019), hombre de palabra inextinguible y nexo inquebrantable con el recuerdo.


҉ CUERPO: altar de advenimientos

Revista Awen es una publicación cuatrimestral venezolana, lanzada en abril de 2017 a nivel internacional. Los números anteriormente publicados son: ■ I: Literatura internacional. ■ II: Soledad. ■ Ecos de la luz 2017. ■ III: Misterio. ■ IV: Ciencia ficción. ■ V: Fronteras. ■ Ecos de la luz 2018.


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