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El Creador no es animalista
Por: Brenda María Cervantes Hoyos
En la historia de la humanidad resulta perturbador cómo se han desarrollado cosas, que nunca debieron pasar y aunque parezca increíble, eran normales. Las masas no se inmutaban, mientras no fueran ellos los afectados, no importaba la pérdida de la dignidad humana, sujeta o controlada por ideas bárbaras, como la esclavitud o la supremacía en la raza, siempre dos bandos peleando por mantener o derrocar, oprimir o liberar.
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De manera aparente eso se ha resuelto, pues es muy difícil erradicar la desigualdad y el maltrato a ciertos sectores de las poblaciones, derivado de las ideologías políticas, religiosas y algunos modelos económicos. No podemos extraer a todos los hombres y privarlos de la necesidad, del sufrimiento o la desigualdad, es utópico. A pesar de los siglos, no todos los hombres pueden contar con una vida digna y respetable, en lo sencillo o básico, descartando el materialismo, no se trata de que todos cuenten con una mansión, sino de lo que es importante.
En la actualidad siguen vigentes y en incremento las injusticias, robos, homicidios, violaciones, millones de expedientes sin resolver y tres veces más de esos sin registro, que no se denuncian por temor a las consecuencias. Es un mundo lleno de impunidad. Ante esto, resulta bastante risible que en condiciones así de complicadas, cuando no se cuenta con los recursos suficientes, se comience a poner de moda y se legisle para los animales, para evitar su maltrato e incluso se busque castigar al responsable y se persiga como delito. No digo que sea malo, los seres vivos son parte de la creación a la que también se debe procurar atención, dignidad y respeto, pero no es más importante que el hombre, no cuando todo queda impune, pero sí se pretenden consecuencias para el maltrato animal, con penas de 6 meses a 2 años de prisión, pero qué importa si un violador está libre porque no se integró bien el expediente.
Es bueno tener mascotas, amarlas, mimarlas, claro, son para disfrutarlas, es indignante el maltrato en seres tan indefensos, estoy de acuerdo, pero de qué sirve tanta legislación que no se puede cumplir. No creen que sea bastante indignante buscar el castigo para el que torturó a un animal, pero queden impunes todos esos muertos que aún están a la espera de ser encontrados en las fosas, esos que fueron torturados, perdón, pero esas energías en legislar temas de moda, las deberían empeñar en la problemática real del mundo, en México. Por una parte, lo que se ha salido de la borda y no se puede controlar, las vilezas del crimen no se resuelven, pero pobres mascotas, legislemos para ellas, es más cómodo popularizar temas mundanos, mientras que se destruye el mundo, el hombre.
He escuchado opiniones de que los humanos merecemos lo peor, que prefieren ayudar a un animal que, a una persona, porque las personas son malas y los animales inocentes y leales, qué hipócritas somos ante declaraciones que buscan evadir el libre albedrío, la ruptura social y emocional que nos lleva a la maldad. Es muy extraño que una persona que se desarrolle en un hogar lleno de amor y derrama de valores termine matando a alguien o golpeando animales.
En redes sociales se burlan del torero cornado, del hombre atropellado señalando que si cuando les pasa a los animales no es nada, porqué con los hombres sí, pobre gente, me da pena, solo es falta de conocimiento y se dejan arrastrar por una moda que solo pretende seguir quitando la dignidad del hombre y enaltecer a los animales.
Desde una perspectiva católica, el hombre es y será siempre el más importante de toda la creación sobre la tierra, en la Biblia, en el libro del Génesis y su literatura de teología fantástica, Dios crea al hombre a su imagen y semejanza, esto habla del alma, no de la parte física. Entrega la creación al hombre, poniéndolo por encima de ella, para que la nombre y la someta para su uso. Esto, acompañado de la idea de amor, no dañamos lo que amamos y solo utilizamos lo necesario. De igual modo cuando Jesús fue a Gadara, se encontró a unos hombres endemoniados, al expulsar a los demonios, ellos le dijeron déjanos meternos en esos cerdos y les dijo: vayan, los cerdos se aventaron al lago por la pendiente, Jesús no era animalista.
Y todavía lo más importante de esto es, que Dios mismo elevó la dignidad del ser huma- no al hacerse hombre, cómo iba Dios a convertirse en algo tan insignificante y limitado como un hombre, sino era para exaltar esa creación como privilegiada, acción de tanta importancia y a la vez tan gravosa que por ello se apartaron las legiones de demonios. Tanto amó al hombre que nos dio un paraíso.
Por eso, cuando la gente cae en el extremo y trae a los animales con ropas, disfraces, los trata como bebés, les hace fiestas de cumpleaños, presumen que su alimento especial es más caro que la comida de la despensa familiar que consumen y algunos hasta les llaman “perrijos”, actos que dañan la naturaleza y temperamento del animal, trastornándolo, gastos tan excéntricos y banales que pudieran tener un mejor destino que desperdiciarlo en algo que no es parte de las verdaderas necesidades de una mascota, alimento, cuidados y amor, eso sí es importante.
Con estos actos tan extraños, es imposible no pensar en lo absurdo, en especial cuando en todo el mundo existen colonias enteras de humanos que viven sin poder cubrir las necesidades básicas, hogar, servicios de salud o justicia.
Parece que la modernidad ha traído cierto estancamiento, un retroceso mental en lo que es real, valioso e importante, es triste que se sigue colocando al hombre fuera de las priori- dades, sin saber que a pesar de todos los animales y las ideas absurdas que adopta la humanidad moderna, siempre prevalecerá una verdad poco sabida, el hombre corona la creación.