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En la era de la ansiedad y los ataques de pánico
Me levanté y sin ningún motivo, estaba en mi cama y comencé a sentir que me faltaba el aire. Me sorprendí y empecé a preocupar porque no sabía que me pasaba, el corazón me latía cada vez más rápido. Fueron solo unos minutos, pero me parecieron horas, y me asusté muchísimo porque pensé que me iba a dar algo en ese momento” (relato de una paciente en mi consultorio). Este tipo de consultas, con el paso del tiempo y en este momento complicado, se están haciendo cada vez más recurrentes. ¿De qué hablamos cuando escuchamos una persona con este tipo de síntomas? Son síntomas que tienen que ver con lo que denominamos “trastornos de ansiedad”. Estamos viviendo algo que me gusta denominarlo como la nueva pandemia o como bien se titula este artículo, “la era de la ansiedad”.
¿Qué es la ansiedad?
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Es necesario primero hablar de lo que es el estrés, como una respuesta de nuestro cuerpo frente a una amenaza. Hace miles de años atrás, nuestro cerebro evolucionó para defendernos cuando un animal o el medio ambiente ponían en peligro al ser humano. Podemos decir entonces que el estrés es una respuesta esperable y normal propia de la evolución del cerebro. Algunos de los síntomas como defensa son: Dilatación de pupilas, aceleración del ritmo cardiaco, tensión en los músculos, focalización en la amenaza, etc. Pero lo que está pasando actualmente es que el estrés como respuesta fisiológica y psíquica se estaría activando frente a ningún acontecimiento amenazante “real”. Conseguimos decir entonces que, si el estrés y la preocupación son los síntomas, la ansiedad es la culminación de todos estos. La ansiedad tiene un elemento a nivel cognitivo (seria la preocupación) y una respuesta a nivel fisiológica (seria el estrés), lo que podría significar que experimentamos ansiedad tanto en nuestra mente como en nuestro cuerpo. La ansiedad podríamos definirla como lo que ocurre cuando te enfrentas a mucha preocupación y estrés.
¿Cómo funciona la ansiedad? Si decimos que el estrés es una respuesta natural y esperable frente
a una amenaza, podemos entonces decir que la ansiedad es lo mismo, pero que sin que exista ninguna amenaza real. Por ejemplo, en alguna situación donde nos encontramos con nuestra pareja y esta se comporta de manera extraña con nosotros o nos dice algo desagradable que nos deja pensando, nuestro cuerpo comienza a manifestar toda una respuesta fisiológica y psicológica al estrés, porque internamente te dices que tu pareja está molesta o podría ponerse en riesgo la relación. La sangre comienza a fluir con rapidez, tus músculos se tensan, comienzan a aparecer cataratas de pensamientos, tus pupilas se dilatan, transpiras, tu cuerpo está en un estado de lucha o huida, pero no habría ningún depredador en los arbustos ni ninguna tormenta climática amenazándote. Sentirse ansioso forma parte de la vida cotidiana, pero tener un trastorno de ansiedad generalizada (TAG) ya es hablar de una patología mucho más complicada. En este último caso como la misma palabra lo dice “trastorno”, viene a trastornarnos nuestro día a día. Es decir que nuestro día se vuelve más intolerable y se dificultan hacer nuestras actividades diarias.
Preocupaciones, estrés y ansiedad Podemos llegar a la conclusión que
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las preocupaciones ocurren en tu mente, el estrés en tu cuerpo y la ansiedad en tu mente y cuerpo. En pequeñas dosis, la preocupación, el estrés y la ansiedad son esperables y necesarias en nuestro día a día, pero hay muchas investigaciones que sugieren que estamos más preocupados, estresados y ansiosos que años anteriores.
¿Cuáles son los síntomas de un trastorno de ansiedad generalizada?
Teniendo en cuenta todos los criterios para el TAG como se define por el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales DSM-V, los síntomas son los siguiente:
•Inquietud o sentirse agitado. •Fatigarse fácilmente. •Dificultad para concentrarse o tener la mente en blanco. •Irritabilidad. •Tensión muscular. •Trastornos del sueño (dificultad para conciliar o mantener, dormir poco o inquieto).
¿Qué podemos hacer?
Uno cuando empieza a notar estos síntomas ansiosos que al principio parecen “extraños”, lo primero que se tiende a hacer es a asustarse y esconder ese mal estar por miedos al que dirán o a no sentirnos comprendidos. Podríamos hablar de una cierta resistencia frente al ceder y pedir ayuda. Me refiero con esto a que es importante inculcar el que a veces solo no se puede, que en este tipo de casos es sustancial pedir consulta con un profesional que primero descarte cualquier desencadenante orgánico, y una vez descartado realizar un tratamiento con un profesional de la salud Mental como son los psicólogos y psiquiatras. Siempre recomiendo un tratamiento multidisciplinario. En relación a cuál sería la corriente psicológica más acorde para estos casos, seria abrir un debate interminable y muy subjetivo. Mi punto de vista como psicólogo es que el paciente elija el camino de la salud, que muchas veces no tiene nada que ver con soluciones rápidas sino con un camino bastante largo y difícil de transitar. La herramienta fundamental para abrir una puerta a una posible solución es la responsabilidad con el tratamiento. Es importante a mi parecer dar a conocer que es posible complementarlo con tratamientos alternativos como las técnicas de relajación, la meditación o el yoga, que pueden resultar productivos en combinación con la terapia psicológica. Recuerda que la ansiedad ocurre en tu mente y tu cuerpo, y tratar de pensar en cómo escapar de ella no
sería de mucha ayuda.
Lic. Tulli, Esteban Nicolas Psicólogo Clínico M.P. 699 Posgrado de Certificación Internacional en Psicoterapia de la relación padres e hijos, niñez y adolescencia.