INDICE 1. El buscador 2. El rey y la peste 3. Los pescadores y las piedras 4. La sombra 5. Pereza y testarudez 6. El príncipe y el mago 7. La bobina maravillosa 8. Los dos reyes y los dos laberintos 9. El país donde todos eran ladrones 10. El desafío 11. Urashima y la tortuga 12. El ruiseñor y la rosa 13. La paradoja de Abilene 14. La prueba
1. El buscador Esta es la historia de un hombre al que yo definiría como un buscador… Un buscador es alguien que busca; no necesariamente alguien que encuentra. Tampoco es alguien que, necesariamente, sabe qué es lo que está buscando. Es simplemente alguien para quien su vida es una búsqueda. Un día, el buscador sintió que debía ir hacia la ciudad de Kammir. Había aprendido a hacer caso riguroso de estas sensaciones que venían de un lugar desconocido de sí mismo. Así que lo dejó todo y partió. Después de dos días de marcha por los polvorientos caminos, divisó, a lo lejos, Kammir. Un poco antes de llegar al pueblo, le llamó mucho la atención una colina a la derecha del sendero. Estaba tapizada de un verde maravilloso y había un montón de árboles, pájaros y flores encantadores. La rodeaba por completo una especie de pequeña valla de madera lustrada. Una portezuela de bronce lo invitaba a entrar. De pronto, sintió que olvidaba el pueblo y sucumbió ante la tentación de descansar por un momento en aquel lugar. El buscador traspasó el portal y empezó a caminar lentamente entre las piedras blancas que estaban distribuidas como al azar, entre los árboles. Dejó que sus ojos se posaran como mariposas en cada detalle de aquel paraíso multicolor. Sus ojos eran los de un buscador, y quizá por eso descubrió aquella inscripción sobre una de las piedras:
Abdul Tareg vivió 8 años, 6 meses, 2 semanas y 3 días
Se sobrecogió un poco al darse cuenta de que aquella piedra no era simplemente una piedra: era una lápida. Sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad estaba enterrado en aquel lugar. Mirando a su alrededor, el hombre se dio cuenta de que la piedra de al lado también tenía una inscripción. Se acercó a leerla. Decía:
Yamir Kalib vivió 5 años, 8 meses y 3 semanas
El buscador se sintió terriblemente conmocionado. Aquel hermoso lugar era un cementerio, y cada piedra era una tumba. Una por una, empezó a leer las lápidas. Todas tenían inscripciones similares: un nombre y el tiempo de vida exacto del muerto. Pero lo que lo conectó con el espanto fue comprobar que el que más tiempo había vivido sobrepasaba apenas los once años… Embargado por un dolor terrible, se sentó y se puso a llorar. El cuidador del cementerio pasaba por allí y se acercó. Lo miró llorar durante un rato en silencio y luego le preguntó si lloraba por algún familiar. -No, por ningún familiar —dijo el buscador—. ¿Qué pasa en este pueblo? ¿Qué cosa tan terrible hay en esta ciudad? ¿Por qué hay tantos niños muertos enterrados en este lugar? ¿Cuál es la horrible maldición que pesa sobre esta gente, que les ha obligado a construir un cementerio de niños? El anciano sonrió y dijo: – Puede usted serenarse. No hay tal maldición. Lo que pasa es que aquí tenemos una vieja costumbre. Le contaré…: “Cuando un joven cumple quince años, sus padres le regalan una libreta como esta que tengo aquí, para que se la cuelgue al cuello. Es tradición entre nosotros que, a partir de ese momento, cada vez que uno disfruta intensamente de algo, abre la libreta y anota en ella: A la izquierda, qué fue lo disfrutado. A la derecha, cuánto tiempo duró el gozo.
Conoció a su novia y se enamoró de ella. ¿Cuánto tiempo duró esa pasión enorme y el placer de conocerla? ¿Una semana? ¿Dos? ¿Tres semanas y media…? Y después, la emoción del primer beso, el placer maravilloso del primer beso…¿Cuánto duró? ¿El minuto y medio del beso? ¿Dos días? ¿Una semana? ¿Y el embarazo y el nacimiento del primer hijo…? ¿Y la boda de los amigos? ¿Y el viaje más deseado? ¿Y el encuentro con el hermano que vuelve de un país lejano? ¿Cuánto tiempo duró el disfrutar de estas situaciones? ¿Horas? ¿Días? Así, vamos anotando en la libreta cada momento que disfrutamos… Cada momento. Cuando alguien se muere, es nuestra costumbre abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado para escribirlo sobre su tumba. Porque ese es para nosotros el único y verdadero tiempo vivido”.
Jorge Bucay
2. EL REY Y LA PESTE Un rey árabe atravesaba el desierto cuando de pronto se encontró con la peste. El rey se extrañó de encontrarla en aquel lugar: - Detente, peste, ¿a dónde vas tan deprisa? - Voy a Bagdad- respondió entonces ella- Pienso llevarme unas cinco mil vidas con mi guadaña. Unos días después, el rey volvió a encontrarse en el desierto con la peste, que regresaba de la ciudad. El rey estaba muy enfadado, y dijo a la peste: ¡Me mentiste! ¡Dijiste que te llevarías cinco mil personas y te llevaste cincuenta mil! - Yo no te mentí- dijo entonces la peste- Yo sesgué cinco mil vidas…. y fue el miedo que mató al resto.
3. Los pescadores y las piedras Un día, unos pescadores fueron de pesca. Cuando tiraron de su red, la sentían muy pesada. Esto los alegró tanto que se pusieron a bailar y gritar creyendo satisfactoria su pesca. Al arrastrar la red hacia su bote, su sorpresa fue tan grande que, en lugar de tener peces, tuvieron piedras y otros objetos. Los pescadores, estuvieron muy decepcionados y molestos al no ser los peces que tanto deseaban. El viejo y sabio pescador que los acompañaba, les dijo: "Basta de afligirse muchachos. Como sabrán, la alegría tiene por hermana la tristeza. Y después de habernos alegrado tanto tiempo, era de esperar que tropezáramos con alguna tristeza."
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4. La sombra Un hombre, joven pero muy sabio, decidió pasar un tiempo en un país cálido, ya que él vivía en una región muy fría y estaba deseando vivir días más largos y soleados. Una vez que llegó al país cálido, en donde las personas son de color caoba o incluso negras, comprendió que durante el día apenas se podía hacer vida, ya que el calor era sofocante. En cuanto el sol se ponía y salían las estrellas, las calles se llenaban de bullicio. Así que, el sabio, pasaba mucho tiempo durante el día en su habitación, observando el balcón que tenía en frente y jugando con su propia sombra, que evidentemente, se movía al tiempo que él lo hacía. Cuando él se estiraba, la sombra se alargaba hasta casi tocar el techo; y cuando él se sentaba, la sombra, cuya luz de las bombillas tenía detrás, se dirigía hacia delante hasta casi rozar el balcón de hermosas flores que cada día observaba el extranjero. El hombre, aburrido de pasar tanto tiempo allí solo, comenzó a hablar con su propia sombra. - Ay, si al menos tú pudieras mirar qué hay dentro de esa casa… Al joven sabio le llamaba mucho la atención ese balcón cuya puerta siempre estaba semiabierta. Las flores eran delicadas y hermosas y bien cuidadas, pero nunca había conseguido ver a nadie. ¿Quién viviría allí? Por más que había preguntado, nadie parecía tener la respuesta. De hecho, a esa vivienda no se podía acceder de ninguna forma, ya que debajo solo había tiendas y no había ningún portal. Desde luego, era un misterio….
5. Pereza y testarudez Había una vez un matrimonio que vivía feliz y estaba muy compenetrado. Y todo sería perfecto de no ser porque ambos tenían los mismos defectos: los dos eran muyyyy perezosos y muyyyy testarudos. Y aquí empezó nuestra historia… Resulta que un día, la mujer se levantó sin ganas de hacer nada. Ambos se dieron cuenta de que apenas quedaba pan para desayunar. Y el hombre dijo a su mujer: - María, ¿No ves que no queda pan para esta noche? Tendrías que amasas esta misma tarde. Y la mujer, que no tenía ganas de amasar, respondió: - No serán estas manos las que amasen.. Hazlo tú si quieres. - Pero María, que no tendremos pan para comer… - Amasa tú, le digo, que tienes unos brazos muchos más fuertes que los míos. - María, ¡no me enfades! - Quico, ¡no me pongas de los nervios! - Pues yo no amaso. - Y yo tampoco. - Nos vamos a enfadar. - Depende de ti… - Muy bien, pues algo debemos hacer para no reñir. - Pues tú verás. - Como ninguno tenemos ganas de amasar, lo hará el primero que hable.
6. EL PRÍNCIPE Y EL MAGO Érase una vez un joven príncipe que creía en todo, excepto en tres cosas: no creía en princesas, no creía en islas y no creía en Dios. Su padre, el rey, le había dicho que esas cosas no existían. Como no había ni princesas ni islas en los dominios de su padre, y ni un solo signo de Dios, el joven príncipe creía en su padre. Pero un día el príncipe salió de su palacio y llegó al territorio vecino. Allí, para asombro suyo, desde cada lugar de la costa veía una isla; y en esas islas había criaturas extrañas y turbadoras que no se atrevía a nombrar. Mientras buscaba una barca, un hombre con un traje de noche se le acercó por la orilla. – ¿Eso de allí son islas de verdad? – preguntó el joven príncipe. -Claro que son islas de verdad – Dijo el hombre con el traje de noche. – Y esas criaturas extrañas y turbadoras? – – Son todas princesas auténticas y genuinas – – ¡Entonces Dios debe existir! – gritó el príncipe. – Yo soy Dios – contestó, inclinando la cabeza, el hombre del traje de noche. El joven príncipe volvió a casa lo más rápidamente que pudo. -Así que has vuelto – dijo el padre. – He visto islas, he visto princesas y he visto a Dios – dijo el príncipe en tono de reproche. El rey no se inmutó. -No existen ni islas reales, ni princesas reales, ni un Dios real. -¡Yo los he visto! -Dime cómo iba vestido Dios.
-Llevaba un traje de noche. -¿Se había arremangado las mangas del abrigo? El príncipe recordaba que sí. El rey sonrió. -Ese es el uniforme de un mago. Te han engañado. Viendo esto, el príncipe volvió a la tierra vecina, y volvió a la misma costa donde, de nuevo, se encontró con el hombre del traje. -Mi padre, el rey, me ha dicho quién eres – dijo el joven príncipe indignado. – Me engañaste una vez, pero no lo volverás a hacer. Ahora sé que esas no son islas reales ni princesas reales, porque eres un mago. El hombre sonrió. -Eres tú el que te engañas, hijo. En el reino de tu padre hay muchas islas y muchas princesas; pero estás bajo el hechizo de tu padre y no las puedes ver. El príncipe volvió a casa pensativo. Cuando vio a su padre lo miró a los ojos. -Padre, ¿es verdad que no eres un rey de verdad sino solamente un mago? El rey sonrió y se arremangó las mangas. -Sí, hijo mío; sólo soy un mago. -Entonces el hombre de la costa era Dios. -El hombre de la costa era otro mago. -Tengo que saber cuál es la verdad, la verdad más allá de la magia. -No hay verdad más allá de la magia – dijo el rey. El príncipe se entristeció y exclamó: -Me voy a matar. El rey, con su magia, hizo aparecer a la muerte. La muerte se puso en la puerta e hizo señales al príncipe. El príncipe se estremeció; recordó las hermosas islas irreales y las hermosas princesas irreales. -Muy bien – dijo -. Creo que lo podré soportar. -¿Ves, hijo? – dijo el rey -, ahora también tú empiezas a ser un mago.”
7. LA BOBINA MARAVILLOSA Erase un principito que no quería estudiar. Cierta noche, después de haber recibido una buena regañina por su pereza, suspiro tristemente, diciendo: - ¡Ay! ¿Cuándo seré mayor para hacer lo que me apetezca? Y he aquí que, a la mañana siguiente, descubrió sobre su cama una bobina de hilo de oro de la que salió una débil voz: - Trátame con cuidado, príncipe. Este hilo representa la sucesión de tus días. Conforme vayan pasando, el hilo se ira soltando. No ignoro que deseas crecer pronto... Pues bien, te concedo el don de desenrollar el hilo a tu antojo, pero todo aquello que hayas desenrollado no podrás ovillarlo de nuevo, pues los días pasados no vuelven. El príncipe, para cerciorarse, tiro con ímpetu del hilo y se encontró convertido en un apuesto príncipe. Tiro un poco más y se vio llevando la corona de su padre. ¡Era rey! Con un nuevo tironcito, inquirió: Dime bobina ¿Cómo serán mi esposa y mis hijos? En el mismo instante, una bellísima joven, y cuatro niños rubios surgieron a su lado. Sin pararse a pensar, su curiosidad se iba apoderando de él y siguió soltando más hilo para saber cómo serían sus hijos de mayores. De pronto se miró al espejo y vio la imagen de un anciano decrépito, de escasos cabellos nevados. Se asustó de sí mismo y del poco hilo que quedaba en la bobina.
¡Los instantes de su vida estaban contados! Desesperadamente, intento enrollar el hilo en el carrete, pero sin lograrlo. Entonces la débil vocecilla que ya conocía, hablo así: - Has desperdiciado tontamente tu existencia. Ahora ya sabes que los días perdidos no pueden recuperarse. Has sido un perezoso al pretender pasar por la vid a sin molestarte en hacer el trabajo de todos los días. Sufre, pues tu castigo. El rey, tras un grito de pánico, cayó muerto: había consumido la existencia sin hacer nada de provecho.
8. Los dos reyes y los dos laberintos Cuentan los hombres dignos de fe (pero Alá sabe más) que en los primeros días hubo un rey de las islas de Babilonia que congregó a sus arquitectos y magos y les mandó a construir un laberinto tan perplejo y sutil que los varones más prudentes no se aventuraban a entrar, y los que entraban se perdían. Esa obra era un escándalo, porque la confusión y la maravilla son operaciones propias de Dios y no de los hombres. Con el andar del tiempo vino a su corte un rey de los árabes, y el rey de Babilonia (para hacer burla de la simplicidad de su huésped) lo hizo penetrar en el laberinto, donde vagó afrentado y confundido hasta la declinación de la tarde. Entonces imploró socorro divino y dio con la puerta. Sus labios no profirieron queja ninguna, pero le dijo al rey de Babilonia que él en Arabia tenía otro laberinto y que, si Dios era servido, se lo daría a conocer algún día. Luego regresó a Arabia, juntó sus capitanes y sus alcaides y estragó los reinos de Babilonia con tan venturosa fortuna que derribo sus castillos, rompió sus gentes e hizo cautivo al mismo rey. Lo amarró encima de un camello veloz y lo llevó al desierto. Cabalgaron tres días, y le dijo: - “¡Oh, rey del tiempo y substancia y cifra del siglo!, en Babilonia me quisiste perder en un laberinto de bronce con muchas escaleras, puertas y muros; ahora el Poderoso ha tenido a bien que te muestre el mío, donde no hay escaleras que subir, ni puertas que forzar, ni fatigosas galerías que recorrer, ni muros que veden el paso.” Luego le desató las ligaduras y lo abandonó en la mitad del desierto, donde murió de hambre y de sed. La gloria sea con aquel que no muere.
9. EL PAÍS DONDE TODOS ERAN LADRONES Hay un cuento de Italo Calvino que habla de un país donde todos eran ladrones. Relata el escritor que por la noche cada uno de los habitantes salía con una ganzúa y una linterna sorda, para ir a saquear la casa de un vecino. Al regresar, al alba, cargado, encontraba su casa desvalijada. Allí todos vivían en concordia y sin daño. Uno robaba al otro y éste a otro, y así sucesivamente, hasta llegar al último que robaba al primero. Así transcurría la vida: ni había ricos ni pobres. Sólo había ladrones. Pero he aquí, cuenta Calvino, que apareció en el país un hombre honrado. Por la noche, en lugar de salir con la bolsa y la linterna, se quedaba en casa fumando y leyendo novelas. Llegaba el ladrón al que le tocaba su casa, veía la luz encendida y no subía, lo que provocó un hondo malestar entre los otros habitantes. Cada vez que el hombre honrado se quedaba en su casa, una familia al día siguiente no comía. De ahí que le convencieron para que, si no robaba, al menos saliera de noche para que le pudieran robar a él. El problema parecía solucionado: el hombre honrado moría de hambre, pero era decisión suya. Sin embargo, apareció un segundo problema: como él no robaba, cada noche había una casa intacta, la que el hombre honrado debía desvelar y no la desvalijaban. Al cabo de un tiempo, la aparición de este hombre honrado provocó un caos en el país. Los que no eran robados cada noche llegaron a ser un poco más ricos que los otros, por lo que no quisieron seguir robando. Y los que iban a robar a la casa de los que no robaban, se volvieron un poco más pobres. Transcurridos unos años, los ricos comprobaron que si no seguían robando se volvían pobres, así que decidieron pagar a los pobres para que robaran por ellos. Y se firmaron contratos y se establecieron salarios… Y los ricos se hicieron cada vez más ricos y los pobres más pobres.
10.EL DESAFÍO Mario Vargas Llosa Oí una parábola antigua. Y debe ser muy antigua porque en aquellos días Dios acostumbraba a vivir en la tierra. Un día un viejo campesino fue a verle y le dijo: ―Mira, tú debes ser Dios y debes haber creado el mundo, pero hay una cosa que tengo que decirte: No eres un campesino, no conoces ni siquiera el ABC de la agricultura. Tienes algo que aprender. Dios dijo: ― ¿Cuál es tu consejo? El granjero dijo: Dame un año y déjame que las cosas se hagan como yo quiero y veamos qué pasa. La pobreza no existirá más. Dios aceptó y le concedió al campesino un año. Naturalmente pidió lo mejor y solo lo mejor: ni tormentas, ni ventarrones, ni peligros para el grano. Todo confortable, cómodo y él era muy feliz. El trigo crecía altísimo. Cuando quería sol, había sol; cuando quería lluvia, había tanta lluvia como hiciera falta. Este año todo fue perfecto, matemáticamente perfecto. El trigo crecía tan alto…que el granjero fue a ver a Dios y le dijo: ¡Mira! esta vez tendremos tanto grano que, si la gente no trabaja en diez años, aun así, tendremos comida suficiente. Pero cuando se recogieron los granos estaban vacíos. El granjero se sorprendió. Le preguntó a Dios: ¿Qué pasó, qué error hubo? Dios dijo: Como no hubo desafío, no hubo conflicto, ni fricción, como tu evitaste todo lo que era malo, el trigo se volvió impotente.
11.
Urashima y la tortuga
Había una vez, un joven pescador llamado Urashima Taro quien vivía con su anciana madre. Un día, cuando caminaba por la orilla del mar, vio a unos niños jugando con una tortuga a la que hincaban y la ponían patas arriba. Entonces, Urashima Taro les dijo a los niños: - ¡Oigan, dejen libre a la pobre tortuga! Urashima Taro salvó a la tortuga y la soltó en el mar. Días después, cuando Urashima Taro estaba pescando, llegó nadando hasta él una tortuga y le dijo: -Muchas gracias por salvarme el otro día. Como agradecimiento, dijo la tortuga, te llevaré a Riugú, el Palacio del Dragón. Urashima Taro muy contento se montó en el caparazón y la tortuga fue nadando hacia el fondo del mar. Cuando se dio cuenta, se veía un palacio brillante. Al bajar Urashima Taro del caparazón de la tortuga, apareció una bella princesa de nombre Otohime acompañada de varios peces. ¡Bienvenido!-le dijo- ¡Quédese todo el tiempo que desee!, le dijo. En el salón del Palacio del Dragón, le sirvieron deliciosas comidas, una tras otra, mientras los peces bailaban preciosas danzas. Pasaba los días, Urashima Taro estaba encantado como si estuviera soñando. Pero después de tres años, empezó a preocuparse por su madre y decidió regresar.
La princesa Otohime le dio de regalo, una hermosa caja y le dijo: -Esta es una caja de tesoro, pero no debes abrirla jamás. Urashima Taro subió al caparazón de la tortuga llevando en sus brazos la caja y pronto estaba de regreso en la playa. Cuando Urashima Taro regresó rápidamente a su casa, la aldea estaba distinta, tampoco encontraba su propia casa. Decidió preguntarle a una persona y ésta le contestó: - ¿Urashima Taro? He escuchado que hace unos cien años, había una persona con ese nombre, pero un día fue al mar a pescar y no regresó más. Al oír esto, Urashima Taro se asustó tanto que no podía hablar. Los tres años en el Palacio del Dragón, eran en realidad cien años en la tierra. Urashima Taro, muy triste regresó a la orilla del mar y se sentó. Entonces, se acordó de la caja de tesoro y la abrió un poco olvidando lo que le había dicho la princesa Otohime. En ese momento, del interior de la caja empezó a salir un humo blanco, muy denso, inmediatamente el cabello de Urashima Taro se volvió blanco convirtiéndose en un anciano lleno de arrugas y encorvado.
12.La paradoja de Abilene Durante una calurosa mañana de verano, en Coleman (Texas), una familia compuesta por un matrimonio y los suegros, están jugando al dominó tranquilamente junto al porche. Beben limonada y no hacen más que dejar pasar el tiempo de forma perezosa. Su casa se encuentra a unos 53 kilómetros de Abilene. Entonces, al suegro se le ocurre algo: – Podríamos hacer algo más interesante. Por ejemplo, ir hasta Abilene y comer en la cafetería del pueblo… Todos le miran un tanto sorprendidos. El yerno, aunque piensa que es una locura, cree que debe quedar bien con su suegro: – Claro, sí, ¿por qué no? Entonces su mujer, por no llevar la contraria, añade: – Buena idea, cariño… Y por supuesto, la madre, al ver que todos quieren ir, decide no ser la nota discordante para no romper la armonía del grupo: – ¡Iremos! Así que toda la familia se sube al coche, que no tiene aire acondicionado, y conduce hasta Abilene a pesar del agobiante calor. Recorren largos y polvorientos caminos y llegan acalorados al pueblo. Comen un menú mediocre en la cafetería y regresan a Coleman por los mismos largos y polvorientos caminos. Al llegar, todos se retiraron extenuados y acalorados, sin decir nada, pensando en por qué habían hecho ese ridículo viaje que no querían hacer.
13.
El ruiseñor y la rosa
Había una vez un ruiseñor que vivía en un jardín. El ruiseñor comía las migas de pan que caían de la ventana donde un joven estudiante comía pan cada mañana. El pajarito pensaba que las dejaba para él y por eso no tenía miedo de posarse a comer en el alféizar de la ventana. Un día el joven se enamoró. El joven pidió a la doncella que bailara con él. Ella le dijo que lo haría a cambio de una rosa roja. -Dijo que bailaría conmigo si le llevaba una rosa roja -se lamentaba el joven-, pero no hay una sola rosa roja en todo mi jardín. Desde su nido, el ruiseñor oyó la pena del muchacho. -¡Ah, de qué cosa más insignificante depende la felicidad! -lloraba el joven-. El príncipe da un baile mañana por la noche y mi amada asistirá a la fiesta. Si le llevo una rosa roja, bailará conmigo y la tendré en mis brazos. Pero no hay rosas rojas en mi jardín, así que la perderé para siempre. -¿Por qué llora? -preguntó la lagartija verde, correteando cerca de él. -Si, ¿por qué? -decía una mariposa que revoloteaba por allí. -Eso digo yo, ¿por qué? -murmuró una margarita. -Llora por una rosa roja -dijo el ruiseñor. -¿Por una rosa roja? ¡Qué tontería! -dijeron la lagartija, la mariposa y la margarita a la vez, echándose a reír. Pero el ruiseñor, que comprendía el secreto de la pena del estudiante, permaneció silencioso. De pronto desplegó sus alas oscuras y emprendió el vuelo hasta el prado, en cuyo centro había un hermoso rosal.
-Dame una rosa roja -dijo el ruiseñor al rosal-, y te cantaré mis canciones más dulces. -Mis rosas son blancas -contestó el rosal-. Ve en busca del hermano mío que crece alrededor del viejo reloj de sol y quizá el te dé lo que quieres. El ruiseñor voló al rosal que crecía entorno del viejo reloj de sol. -Dame una rosa roja -dijo el ruiseñor al rosal-, y te cantaré mis canciones más dulces. -Mis rosas son amarillas -respondió el rosal-. Ve en busca de mi hermano, el que crece debajo de la ventana del estudiante, y quizá él te dé lo que quieres. Entonces el ruiseñor voló al rosal que crecía debajo de la ventana del estudiante. -Dame una rosa roja -dijo el ruiseñor al rosal-, y te cantaré mis canciones más dulces. -Mis rosas son rojas -respondió el rosal-, pero el invierno ha helado mis venas, la escarcha ha marchitado mis botones, el huracán ha partido mis ramas y no tendré más rosas este año. -No necesito más que una rosa roja -dijo el ruiseñor al rosal-, una sola rosa roja. ¿Hay alguna forma de conseguirla? -Hay un medio -respondió el rosal-, pero es tan terrible que no me atrevo a decírtelo. -Dímelo -contestó el ruiseñor-. No soy miedoso. -Si necesitas una rosa roja -dijo el rosal -, tienes que hacerla con notas de música al claro de luna y teñirla con sangre de tu propio corazón. Cantarás para mí con el pecho apoyado en mis espinas. Cantarás para mí durante toda la noche y las espinas te atravesarán el corazón: la sangre de tu vida correrá por mis venas y se convertirá en sangre mía. -La muerte es un buen precio por una rosa roja -replicó el ruiseñor-, y todo el mundo ama la vida. Sin embargo, el amor es mejor que la vida. ¿Y qué es el corazón de un pájaro comparado con el de un hombre? Entonces desplegó sus alas y emprendió el vuelo hasta donde estaba el joven.
-Sé feliz -le dijo el ruiseñor-, tendrás tu rosa roja. La crearé con notas de música al claro de luna y la teñiré con la sangre de mi propio corazón. Lo único que te pido es que seas un verdadero enamorado. El estudiante no pudo comprender lo que le decía el ruiseñor. El joven volvió a su habitación y se quedó dormido. Cuando la luna brillaba el ruiseñor voló al rosal y colocó su pecho contra las espinas. Y toda la noche cantó con el pecho apoyado sobre las espinas hasta que nació una rosa roja, la rosa más hermosa de cuantas hayan existido jamás. Mira, mira -gritó el rosal-, ya está terminada la rosa. Pero el ruiseñor no respondió, pues yacía muerto sobre las altas hierbas, con el corazón traspasado de espinas. A mediodía el estudiante abrió su ventana y miró hacia afuera. -¡Qué extraña buena suerte! -exclamó-. ¡He aquí una rosa roja! E inclinándose, la cogió. Con ella en la mano fue a ver a su amada para ofrecérsela. -Dijiste que bailarías conmigo si te traía una rosa roja -le dijo el estudiante-. He aquí la rosa más roja del mundo. Esta noche la prenderás cerca de tu corazón, y cuando bailemos juntos, ella te dirá cuánto te quiero. -Temo que esta rosa no combine bien con mi vestido -respondió ella-. Además, hay otro que me ha traído joyas de verdad, que cuestan más que las flores. -¡Oh, qué ingrata eres! -dijo el estudiante lleno de cólera. Y tiró la rosa al suelo, donde fue aplastada por un carro. -¡Qué tontería es el amor! -se decía el estudiante a su regreso-. No es ni la mitad de útil que la lógica, porque no puede probar nada. Habla siempre de cosas que no sucederán y hace creer a la gente cosas que no son ciertas. Realmente, no es nada práctico, y como en nuestra época todo estriba en ser práctico, voy a volver a la filosofía y al estudio de la metafísica. Y dicho esto, el estudiante, una vez en su habitación, abrió un gran libro y se puso a leer.
14.
La prueba
Un día, el gran maestro le dijo a sus discípulos: – Atended un momento, quería pediros una cosa… Soy viejo ya y es vuestro deber ayudarme a sobrevivir de la mejor manera posible. No tengo dinero, y lo necesito. – Pero maestro- dijo entonces uno de los discípulos- Con lo poco generosos que son aquí… ¿cómo conseguiremos reunir el dinero? – Sí, ya sé que la forma más natural de conseguir el dinero es pidiéndolo, pero hay otra forma… ¡cogiéndolo! En realidad, es algo que nos correspondería tener, ¿no es así? Una especie de paga por nuestros servicios… Lo que pasa es que yo soy mayor y no puedo hacerlo, pero vosotros sois jóvenes y no os costará tanto. No es muy difícil, solo tenéis que escoger a algún hombre rico y apropiaros de su bolsa en algún lugar en donde nadie os vea. Es sí, sin hacerle daño… Al principio todos se quedaron un tanto sorprendidos de que su maestro les pidiera robar, pero al cabo de un rato, la mayoría de los discípulos estaba conforme con la petición: – Claro, maestro, por ti haremos todo lo que haga falta. Iremos a por el dinero. Sin embargo, uno de los discípulos se mantenía en silencio. El maestro, al darse cuenta, preguntó: – Todos tus compañeros son muy valientes y han decidido ayudarme con el plan. Pero tú sin embargo, tú no dices nada. ¿Por qué? – Lo siento, maestro. Si no dije nada es porque veo el plan inviable… – ¿Inviable? – Sí, maestro. Tú mismo dijiste que escogiéramos un lugar en donde nadie nos viera robar… pero no existe tal lugar. En cualquier lugar en donde yo
esté mi Yo me verá robar. Preferiría mendigar que permitir que mi Yo vea que hago algo con lo que no estoy de acuerdo. El maestro entonces sonrió y dijo muy contento: – ¡Qué alegría! Me enorgullece comprobar que al menos uno de mis discípulos lo ha entendido todo… Entonces, el resto agachó la cabeza al darse cuenta de que su maestro les había puesto a prueba y se sintieron muy arrepentidos de haber caído en la trampa. Desde entonces, cada vez que escuchaban en su cabeza un pensamiento indigno, o sentían tentaciones de obrar mal, recordaban eso que su compañero dijo: ‘Mi Yo me ve’, y lo desterraban de su mente.
KARLOS ARAUJO DE LA SERNA JULEN BERRIOS GUERRERO AINTZANE CANTALAPIEDRA TELLECHEA ALEX GARCIA BARRIOS OIER GARCIA BARRIOS MAITANE GARCIA SANCHEZ IKER GONZALO FERNANDEZ SARA HANNANA ELAATI ELLAH AINARA HAZA GOIKOETXEA ENERITZ ISASI PEREZ OIER LOPEZ CAÑOTO YASMINA MARTINEZ MARTIN PAOLA MERINO LORENZO IRUNE PEDROSA QUESADA ARITZ PEREIRA GARCIA GOIZANE SANCHEZ RAMOS NICOLE SANCHEZ SALAZAR IRUNE ZAPATA ORTEGA