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Antecedentes

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Conclusiones

Conclusiones

Capítulo XII. Compromiso de estudiantes Universitarios en tiempos de Pandemia.

Cuando se escribe este capítulo, estamos viviendo la primavera en medio de la pandemia que ya tiene un año de duración. Lamentamos profundamente las pérdidas de vidas humanas en todo el mundo a causa del COVID-19. Esta es nuestra realidad y la de nuestros y nuestras estudiantes. La experiencia que referenciamos en este texto se hace desde la perspectiva de la condición de alumnas y alumnos que viven en un contexto sociogeográfico y geopolítico mexicano. Se trata de describir el compromiso de los estudiantes en la universidad, que ven en este nivel escolar las posibilidades de superación de su condición social, demarcada por las desigualdades socioeconómicas y la pandemia. El compromiso ha aparecido en la investigación como la variable transversal más influyente en los resultados de aprendizaje y la permanencia en los estudios. Es un factor vinculado a la calidad de la experiencia de los estudiantes en su trayectoria universitaria que permite ir más allá de los resultados académicos y analizar otras dimensiones importantes del contexto universitario (participación, sentimiento de pertenencia, calidad de los aprendizajes, relaciones interpersonales; se ha convertido en foco actual de investigación de gran relevancia en la formación universitaria: la calidad de los aprendizajes, los motivos del abandono, la riqueza de las coreografías didácticas, la adaptación del currículo a las expectativas de los estudiantes, etc. Leach y Zepke, (2011) afirman que el compromiso no cabe en una definición y ha llegado a constituir un nuevo “paradigma del aprendizaje”, ha señalado que se ha convertido en la “nueva ortodoxia académica”. Como señalan McCormick, Kinzie y Gonyea (2013) los estudios sobre el tema surgieron como forma de desplazar la atención de los aspectos más materiales y burocráticos hacia los procesos de enseñanza y las condiciones y prácticas asociadas al aprendizaje de los estudiantes. Se trata de dar la palabra a los estudiantes para que relaten su experiencia y valoraran la calidad de la oferta formativa que les ofrecen las universidades en las que cursaban sus estudios. La idea de partida es que la formación que se ofrece a los estudiantes está mediada, por la forma en que éstos viven su experiencia universitaria en lo que se refiere a su implicación efectiva. Con base en lo anterior nos propusimos conocer el compromiso de los y las estudiantes universitarios. Los datos estadísticos muestran altos niveles de abandono de los estudios, poca participación y asistencia a las clases sincrónicas, así como las condiciones socioculturales e institucionales en las que los actores educativos se encuentran en este tiempo de pandemia. El objetivo de un estudio más amplio es indagar qué factores influyen en la permanencia, el compromiso de los estudiantes y qué les impulsa para continuar con su proceso formativo en la universidad. Nos parece importante incorporar la perspectiva y experiencia de los estudiantes en la valoración de su trayecto de formación en la universidad con base a variables de tiempo que se dedica a las tareas académicas; la significación que tienen para el y la estudiante las propuestas de aprendizaje y las características contextuales, la adaptación del currículo a las expectativas de los estudiantes, las coreografías didácticas entre otros ejes. En este texto sólo nos centraremos en responder ¿Qué aprendizaje se ha propiciado durante la carrera en tiempo de pandemia? ¿Qué características presenta el aprendizaje reflexivo e integrador? ¿Qué estrategias aprendieron en este tiempo de Covid-19? ¿Cómo ha sido el aprendizaje colaborativo con compañeros? Para dar respuestas a estas interrogantes procedimos a adaptar al contexto universitario mexicano el principal instrumento internacional de análisis del compromiso estudiantil: el Encuesta Nacional de Participación de los Estudiantes (NSSE) de Askin, Chickering, Ewell, Kuh y Pace en su nueva versión de 2017, aplicado a 165 estudiantes de primero y de cuarto año, de dos licenciaturas de la Universidad Pedagógica Nacional.

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Ant ec e de nte s

La palabra implicación (in-plica-ción), proviene del latín y viene a indicar el proceso (acción-cion) por el que alguien se vuelve (doblar-plicare) hacia dentro (in). Por eso tendemos a vincularlo con la concentración, con la atención mantenida, con el esfuerzo por sustraerse a las distracciones. Posteriormente se han ido adhiriendo otros significados que lo vinculan con aspectos psicológicos de la conducta (la satisfacción, el sentimiento de pertenencia, la adhesión activa a la actividad) y del aprendizaje (aprendizaje profundo, aprendizaje activo). Al estar la implicación muy vinculada a la atención y a la satisfacción, también las neurociencias han resaltado su importancia como contexto y consecuencia de ciertas modalidades de funcionamiento del cerebro. De acuerdo con otros autores el compromiso) se refiere a la calidad del esfuerzo educativo que los estudiantes hacen para lograr resultados académicos positivos (Kuh y Hu, 2001) a partir de la interacción en los procesos de aprendizaje, Finn (1989) señala que es el compromiso del alumno con el centro escolar que está integrado por lo conductual en el que refiere la participación en la escuela (a nivel institución, salón, actividades extraescolares, asistencia, relaciones con los compañeros); el psicológico o emocional alude a la identificación con la escuela (identificación con la escuela y sentido de pertenencia). Kahn lo definió) como la energía concentrada que se dirige hacia metas organizacionales; expresan su ser entero-física, cognitiva y emocionalmente- en el papel que desempeñan (Kahn, 1990); Sonnentag, Dormann y Demerouti, (2010) lo definen como un estado transitorio en lugar de una experiencia estable. Connell, (1990); Finn, (1993) señalan que la participación en el comportamiento se basa en la idea del compromiso, incluido en actividades académicas, sociales o extracurriculares.

Por su parte Krause y Coates, (2008) dicen que se caracteriza a través del vigor (alta activación), la dedicación y la concentración en la experiencia académica. El vigor se caracteriza por altos niveles de resiliencia mental y energía mientras se realiza un trabajo, involucrando la voluntad a invertir esfuerzos y persistencia aun cuando se enfrenten dificultades (Schaufeli, Salanova, Gonz, Roma y Bakker, 2002). La dedicación considera un fuerte sentido de compromiso o involucramiento (Kanungo. 1982), trascendencia, significancia, entusiasmo, inspiración, desafío, orgullo y reto. Estos conceptos son un referente importante para entender la razón por la que estudiantes que han sufrido pérdidas familiares, sufren maltrato o viven problemas económicos en pandemia, continúan en la universidad a pesar de todo. Es decir, qué elementos o factores los impulsan a permanecer, a asistir a clase, a continuar con el trabajo final. En ese contexto el compromiso ha ido adquiriendo una notable importancia a la hora de tratar de comprender cómo se producen los procesos de enseñanza y aprendizaje en la universidad y cuáles son los factores que influyen de una manera más significativa en sus resultados. Alexander Astin (1984, p.518), lo define como “la cantidad de energía física y psicológica que el estudiante dedica a la experiencia académica” y unos años más tarde establecía su vinculación con el aprendizaje: el nivel de aprendizaje que un estudiante logra está condicionado por el nivel de motivación que aplica a las acciones que desarrolla y, por tanto, del “tiempo y energía que invierte en el proceso de aprender” (1993, p. 305). Nos aventuramos a sugerir que los estudiantes aprenden en función del nivel de implicación (motivación, tiempo y energía) que aplican al proceso de aprender. Según Astin (1984) un estudiante implicado:

1) dedica una energía y tiempo considerable a estudiar; 2) se siente bien en el contexto universitario e invierte tiempo y energía en él; 3) interacciona frecuentemente con otros estudiantes y con el profesorado; 4) participa activamente en las organizaciones de estudiantes.

Según Skinner y Belmont (1993, p. 572) los estudiantes:

a) se involucran de forma sostenida en actividades de aprendizaje; b) lo hacen con un tono emocional sostenido; c) seleccionan tareas al límite de sus competencias; d) se ponen en acción en cuanto tienen oportunidad; e) abordan con esfuerzo y concentración las tareas de aprendizaje; f) muestran emociones positivas durante la actividad: entusiasmo, optimismo, curiosidad e interés.

Lo que hace más problemático este planteamiento basado en las características individuales de los sujetos es que, en el fondo, las cualidades que se señalan son solo propias de estudiantes exitosos. Es poco pensable que un estudiante con problemas actúe de ese modo. Y si eso fuera así, la implicación sería tanto una consecuencia del éxito como una condición previa del mismo. Como puede comprobarse, el compromiso se vincula con condiciones personales de los sujetos (su esfuerzo, el contenido e intensidad de las acciones que realiza, la gestión de su tiempo). Podríamos decir, que esta primera versión del compromiso es más una característica personal de los sujetos que una variable del contexto por las razones expuestas arriba. Y en esos términos se va planteando el concepto durante sus primeros años de desarrollo. Kuh y Hu (2001, p. 555) hablan de la “calidad del esfuerzo que los estudiantes invierten en actividades valiosas desde el punto de vista educativo que contribuyen directamente al logro de los resultados deseados”. Bempechat y Shernoff (2012, p. 318) vinculan la implicación a las emociones positivas. Mann (2001) contrapone implicación a alienación y vincula la implicación al potencial individual, al desarrollo del autoconcepto, la autonomía y la confianza por parte de los sujetos. Diversos autores (Fredricks, Blumenfeld y Peris, 2004; Trowler, & Trowler, 2010) destacan que la implicación, como característica individual incluye y contiene diversas dimensiones: a) Conductual: participación en actividades curriculares y extra-curriculares; b) Emocional: reacciones afectivas de interés, disfrute o sentimiento de pertenencia en relación a compañeros, profesorado, actividades; así como la actitud de compromiso con el propio aprendizaje; c) Cognitiva: apropiación del propio aprendizaje y disfrute del reto intelectual, ir más allá de lo exigido y estar dispuesto a hacer un esfuerzo para comprender ideas complejas y adquirir competencias de alto nivel. En cualquier caso, la implicación no deja de ser una modalidad de respuesta de los sujetos a las condiciones del ambiente con el que interactúan. Aunque se puede constatar que distintos sujetos reaccionan de distinta manera al mismo contexto, también es constatable que el mismo sujeto reacciona de manera diferente a distintos contextos. Pescarella y Terenzini (2005)) parten de la idea de la corresponsabilidad entre sujetos e instituciones a la hora de estudiar el engagement. Es decir, la implicación depende de los factores personales, psicológicos, cognitivos de los sujetos, pero, también, de las características institucionales. Leach y Zepke (2011) afirma que la responsabilidad de la

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