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El mito de Cassandra
El mito de Casandra nos enseña que es más importante la credibilidad, que la misma clarividencia. Se puede ver más allá de donde ven otros, pero esto solo tiene una verdadera utilidad si los demás le dan credibilidad a nuestras palabras. El mensajero a veces es más importante que el mensaje. El mito de Casandra es otra de esas historias fantásticas que nos legaron los griegos y que nos permiten conocer un poco mejor la naturaleza del ser humano y de la cultura. Como suele suceder con estos relatos, existen varias versiones y cada una de ellas es, de una u otra manera, fascinante. En las dos principales versiones del mito de Casandra se dice que ella era hija de Príamo y Hécuba, dos nobles troyanos. Una de las historias dice que nació junto con un hermano gemelo, de nombre Héleno. Los padres hicieron un gran festín
en el templo de Apolo y al final del día olvidaron a los niños y los dejaron allí toda la noche. Al día siguiente, notaron su error y volvieron al templo a recogerlos. Al llegar allí, vieron que dos serpientes se deslizaban por sus cuerpos, pasando principalmente sobre los órganos vinculados con los sentidos. Era un hecho mágico que los purificaba y le concedía un don: el de la profecía. Los padres gritaron y las serpientes se fueron. La versión más popular del mito de Casandra La versión más popular del mito de Casandra narra una historia distinta. Dice era hija única y también singularmente hermosa. Así, Apolo, que era el dios del sol, se enamoró de ella en cuanto la vio. Por otro lado, ella acudía frecuentemente a su templo para pedirle que le concediera algún don.