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de la agencia Cuartoscuro
PORTAFOLIO
Septiembre 7 y 19 LOS DÍAS QUE MÉXICO SE CIMBRÓ
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Martha Patricia Montero
Cientos de personas se congregaron en avenida Juárez, en el centro de la ciudad, minutos después del sismo de 7.1 grados. Todos intentaban comunicarse con sus seres queridos. Ciudad de México. Septiembre 19, 2017. © MOISÉS PABLO / CUARTOSCURO.COM
Un rumor sordo fue creciendo desde lo profundo de las placas terrestres, hasta estallar en un grito de magnitud 8.2. Eran las 11h 49min 18s de la noche del jueves 7 de septiembre y los pobladores de la costera Pijijiapan apenas alcanzaron a salir de sus casas, para reconocer en los rostros vecinos el mismo temor que los había azuzado. Casi enseguida, la sacudida dañaba la región istmeña de Oaxaca, otros poblados costeros de Chiapas, Tabasco y Veracruz, dejándose sentir incluso en la Ciudad de México. Después de ese primer rugido, en esa misma noche las miradas fueron reconociendo las graves afectaciones, que con la luz del sol se harían más visibles. Perdieron la vida 100 personas y miles de familias registraron daños parciales o totales en sus hogares y centros de trabajo. Por la severidad de las afectaciones en el municipio oaxaqueño de Juchitán de Zaragoza, la Presidencia de la República declaró tres días de luto nacional, mientras que el ejército, la Coordinación Nacional de Protección Civil y el Fondo Nacional de Desastres activaban protocolos de emergencia.
Las imágenes de la devastación se sucedían y, nuevamente, esa sensación de impotencia ante la fuerza de la naturaleza recorría la médula de víctimas y testigos. Los lamentos podían escucharse en español, tzotzil, zapoteco… el dolor ante las pérdidas era
Pacientes del Hospital Álvaro Obregón fueron desalojados y atendidos sobre el camellón, en la colonia Roma. Ciudad de México. Septiembre 19, 2017. © ISAAC ESQUIVEL / CUARTOSCURO.COM
Arriba: La ciudadanía participó en el rescate de personas sepultadas en una fábrica de cuatro pisos en la calle Bolívar.
Ciudad de México. Septiembre 19, 2017. © DIEGO SIMÓN SÁNCHEZ / CUARTOSCURO.COM Abajo: Búsqueda entre los escombros de un local colapsado en las Miramontes y Calzada de las Brujas. Ciudad de México. Septiembre 19, 2017. © SAÚL LÓPEZ / CUARTOSCURO.COM
el mismo. Pronto, en todo el territorio y allende las fronteras se instalaron centros de acopio y la ayuda comenzó a fluir con celeridad hacia los puntos que permanecían en carne viva. En Oaxaca, el hijo pródigo sembrador de espacios culturales y artista, Francisco Toledo, asumió la tarea de apoyar a sus coterráneos desde el primer instante. Además de difundir una cuenta bancaria para recibir donativos, cuyo uso ha transparentado periódicamente, activó una serie de cocinas comunitarias en la región dañada y comenzó a promover que el rescate de los inmuebles se diera con base en la tradición y no con patrones propuestos por los desarrolladores.
Mostrando la fuerza cultural que emana ese estado, otros artistas se fueron sumando, como la propia hija de Toledo, Natalia, poeta que, junto con el artista plástico Demián Flores, el cantautor zapoteco Feliciano Carrasco y el poeta veracruzano Mardonio Carballo, hicieron llamados desde el Zócalo de la Ciudad de México, donde se celebraba la Feria de las Culturas Indígenas, para llamar a la población a ayudar, porque como decía Natalia: “Hay mucha gente en la desesperación porque la desgracia fue muy grande. Juchitán desapareció”.
Los gobiernos de los otros estados afectados hacían lo suyo, sumando donativos en especie para hacer llegar a sus propias comunidades. Era un mes sensible, marcado desde 1985 por un sismo de 8.1 grados, una de las más graves tragedias que han tenido lugar en la capital del país, cuando la falta de una reglamentación adecuada y una estrategia pertinente para responder al acontecimiento dejó en manos de la sociedad civil —término acuñado por Carlos Monsiváis— la carga de las acciones. Hecho que, aunque fracturó la urbe, se convirtió en historia; el transcurrir de 32 años había distanciado a las nuevas generaciones de ese impacto.
Ahora se esperaba el simulacro obligado para el 19 de septiembre con otro talante. El rostro de la ciudad estaba transformándose nuevamente, pero en este caso por la gentrificación y por una efervescencia inmobiliaria que proponía reutilizar el suelo para crecer hacia arriba. Las grandes casonas de las colonias emblemáticas —Roma, Condesa, Juárez, Narvarte, Nápoles, Del Valle…— se compraban a los antiguos dueños, con economías desgastadas para mantenerlas, como terrenos listos para edificios de departamentos u oficinas. Una nueva forma de habitar se imponía y la arteria que había testificado los tiempos de Don Porfirio, ahora veía empequeñecer las residencias francesas para dar paso a torres de diseño.
En esa sensación de confort millenial muchos se mantenían atentos al Istmo, enterándose que, para reconstruir, primero había que derribar lo que ya no tenía remedio. Era el caso del Centro Escolar Juchitán, que llegaba a los 79 años de edad con heridas imposibles de reparar. Elementos del ejército utilizaban maquinaria para demolerlo. Los juchitecos agrupados alrededor desgranaban, casi inconscientemente, historias de sus travesuras de niños, mientras grupos de maestros veían desaparecer su fuente de trabajo y añadían a sus preocupaciones una angustia más.
El #TodosConOaxaca se popularizaba, mientras poblaciones de los municipios chiapanecos Arriaga, Tonalá y Pijijiapan, los más cercanos al epicentro, se destinaban al olvido. Hasta para brindar ayuda las diferencias sobresalían.
Como parte de sus preparativos anuales, Protección Civil daba a conocer los pormenores para el mega simulacro del martes 19, con una instrucción nueva: en solidaridad con las poblaciones afectadas por el sismo del día 7 y para no generar alarma entre sus habitantes, la alerta sísmica no sonaría en los Estados de México, Michoacán, Guerrero, Oaxaca y Puebla donde, además, seguían registrándose réplicas. Con el lema #PrevenirEsVivir se promovían flyers que indicaban qué hacer antes, durante y después de un probable sismo. No correr, no gritar, no empujar se pueden seguir cuando la vida personal no está en riesgo; incluso se puede optar por hacer caso omiso a la señal y seguir frente a la computadora, trabajando. Total, no es algo real.
La Tierra no estaba de acuerdo. Apenas dejó que todos regresaran a sus lugares cuando emitió un nuevo rugido de 7.1 grados cerca de Axochiapan,
en los límites entre Puebla y Morelos. Eras las 13h 14min 40s y nada volvería a ser igual. Esta vez, la lista de las entidades alcanzadas por la onda sísmica era más larga: Ciudad de México, Morelos, Puebla, Estado de México, Guerrero, Oaxaca —nuevamente Oaxaca—, Veracruz, Tlaxcala, Michoacán e Hidalgo. La caída de las señales telefónicas encontró a todos en la calle, asustados, nerviosos y dispuestos a caminar lo necesario (el transporte y las vialidades eran sinónimo de caos), para llegar a verificar que sus familiares y patrimonios estuvieran bien. No todos corrieron con esa suerte; hubo esquinas que cambiaron para siempre, vidas que perecieron y bienes que desaparecerían sin remedio.
Por el centralismo y la densidad poblacional, la capital mexicana absorbió la primera atención mediática, sin alcanzar a medir la dimensión y profundidad del daño local y nacional. En paralelo, una fuerza especial comenzó a destacar casi al unísono de la devastación: se enlistaban los inmuebles caídos y se solicitaban apoyos específicos para las numerosas brigadas de voluntarios que ya no se moverían de los sitios siniestrados, hasta tener la certeza de que todo ser vivo bajo los escombros fuera rescatado. Pronto aprenderían nuevos gestos, como el puño en alto para exigir ¡Silencio! Los actos desprendidos también se hacían sentir en las redes sociales, que bullían entre el asombro, la solidaridad y los avisos que como velas blancas en altamar rezaban: #EstoyBien.
El dueño de la Ferretería Materiales del Parque, ubicada a unos pasos de Álvaro Obregón 286 y de la esquina de Ámsterdam y Ladero, dos puntos que habían colapsado, les decía a los espontáneos que corrían a levantar cascajo: Tomen todo lo que tengo. Y junto con picos, palas, cubre bocas, entregaba el corazón, lo mismo que cientos de personas cuyo anonimato ahora duele, porque habría que formarse para abrazar a cada uno y agradecerles esa #FuerzaMéxico que encarnaron tan prodigiosamente, rescatando al país de una desesperanza que cimbraba de tiempo atrás.
Los centros de acopio, los negocios y los voluntarios que hacían lo propio para alimentar, hospedar, escuchar, atender… se multiplicaban al ritmo de las apremiantes necesidades, de poblaciones que a la marginación ahora sumaban la destrucción: Jojutla, Tetela del Volcán, Ocuituco, Tepalcingo, Yecapixtla y muchos más, en Morelos; Tizayuca, Mixquiahuala, Mineral de la Reforma y otros, en Hidalgo; Malinalco, Ocuilan, Tenancingo, Tonatico, Ecatzingo, Zumpahuacán y otros más en el Estado de México; Alcozauca, Copalillo, Cualác, Pilcaya, Taxco, Huitzuco, Olinalá y muchos más en Guerrero; Atzala, Jolalpan, Piaxtla, Tehuitzingo, Atlixco, Chiauxingo y muchos más en Puebla; San Mateo del Mar, Cosoltepec, Calihualá, San Andrés Laguna, Tlacotepec Plumas, Asunción, Zapotitlán Lagunas y muchísimos más en Oaxaca; y once de las 16 delegaciones de la Ciudad de México, con casos devastadores, como el Colegio Rébsamen, la comunidad de San Gregorio Xochimilco, el Multifamiliar Tlalpan, así como edificios de departamentos de reciente factura, que demostraban que, en México, después de los sismos de esta magnitud los otros terremotos que merman y se llevan vidas humanas tienen su epicentro en la corrupción y la impunidad.
Un reto para los responsables del patrimonio histórico cultural lo constituyen los conventos de Morelos, Guerrero y Puebla, cuyas paredes, torres y altares se resquebrajaron. En este interés, diversos grupos de arquitectos han generado propuestas, en especial iniciativas para rescatar y no tirar.
Por otro lado, trascendiendo los dichos racistas de Donald Trump hacia México, cerca de 450 voluntarios de 13 países se sumaron a la tarea de rescate y ayuda, para conmoverse en el proceso y regresar, como dijera Toshihide Kawasaki, líder del equipo japonés, con cuates para toda la vida. No fueron los únicos que dejaron huella en los mexicanos: tras encontrar a una mamá y su hija ya fallecidas, el soldado Moctezuma Luis Hernández se soltó a llorar con el cuerpo quebrado, mientras varios hombres lo sostenían y sin saberlo encontraba la empatía de miles de compatriotas; mientras los perros de rescate de la Marina, Frida, Eco y Evil, se ganaron reconocimiento y corazones.
Las geografías tocadas por los sismos del 7 y el 19 de septiembre tienen heridas abiertas. Los planes de
Arriba: Rescate en la calle de Bolívar. Ciudad de México. Septiembre 19, 2017. © DIEGO SIMÓN SÁNCHEZ / CUARTOSCURO.COM Abajo: Aspectos de los trabajos de búsqueda y rescate de los escombros del edificio ubicado en Ámsterdam y Laredo, en la colonia Condesa. Ciudad de México. Septiembre 20, 2017. © GALO CAÑAS / CUARTOSCURO.COM
Labores de rescate en el edificio 1-C del Multifamiliar Tlalpan. Ciudad de México. Septiembre 25, 2017. © MARIO JASSO / CUARTOSCURO.COM
Cadenas de solidaridad en Torreón, Medellín y Viaducto. Ciudad de México. Septiembre 20, 2017. © MARIO JASSO / CUARTOSCURO.COM
reconstrucción no se terminan de perfilar por parte del Gobierno y numerosas familias permanecen en las calles, observando desde lejos como su patrimonio se hizo polvo o como permanece dentro de estructuras a las que les está prohibió ingresar, por su fragilidad. La poca confianza que aún se le tenía al gobierno se fue por una de las grietas más profundas, porque la mayoría se pregunta dónde están los donativos económicos que llegaron de todo el mundo, mientras como apoyo les ofrecen créditos para endeudarse. Más allá de los aprendizajes individuales y como sociedad civil revitalizada —los actos para reunir fondos o donativos en especie continúan dándose— hay que atender las cintas amarillas en las calles, cuyo mensaje se mantiene fresco para todos, en más de un sentido: Precaución. n
Centenares de ciudadanos participaron en la remoción de escombros para buscar sobrevivientes en los restos del edificio ubicado en la calle de Torreón y Viaducto, en la colonia Narvarte. Ciudad de México. Septiembre 19, 2017. © MOISÉS PABLO / CUARTOSCURO
280 kilómetros entre la capital de Oaxaca y Juchitán de Zaragoza. Tras el sismo del 7 de septiembre, el viaje más peligroso que he tenido en mi vida: más de 20 vehículos –particulares y de transporte– chivados, volcados e incluso atravesados en los dos carriles, además de una gran cantidad de deslaves. Nunca imaginé el nivel de destrucción del Istmo: edificios, casas, el palacio municipal… No había coordinación, la gente no sabía qué hacer, algunos dormitaban en las calles, otros recogían escombros. La estampa de daños y desesperación se repetía en otros municipios de la región: Unión Hidalgo, Santiago Ixtaltepec. Más de 800 mil afectados. ARTURO PÉREZ ALONSO
Ciudadanos buscan sobrevivientes entre los escombros de un edificio colapsado en San Luis Potosí y Medellín, en la colonia Roma. Ciudad de México. Septiembre 19, 2017. © ISAAC ESQUIVEL / CUARTOSCURO.COM
Arriba: En el Multifamiliar Tlalpan los equipos especiales de rescate de la Marina, Policía Federal y Bomberos rescataron los cuerpos de dos niños que quedaron atrapados en los escombros. Ciudad de México. Septiembre 20, 2017. © MOISÉS PABLO / CUARTOSCURO.COM Abajo: Huellas de muerte en el edificio colapsado en un edificio de la colonia Roma. Ciudad de México. Septiembre 20, 2017. © MARIO JASSO / CUARTOSCURO.COM
Rescate de un perro en el edificio colapsado en la calle Ámsterdam, colonia Condesa. Ciudad de México. Septiembre 19, 2017. © GALO CAÑAS / CUARTOSCURO.COM
Brigadas japonesas e israelíes participaron junto con militares, Topos y otros grupos de rescate en las labores de rescate en el edificio Multifamiliar de Tlalpan. Septiembre 24, 2017. © CHRISTIAN SERNA / CUARTOSCURO.COM
Un mensaje de WhatsApp me alertó sobre el derrumbe de un edificio de la colonia Condesa. Por los paramédicos del erum supe que al menos ocho edificios habían colapsado. Fui a la fábrica que se cayó en Chimalpopoca y Bolívar, a un centro comercial derruido en Calzada de las Brujas y Miramontes, al Colegio Rébsamen, al multifamiliar de Tlalpan, al Soriana de Tlalpan y Taxqueña, a una edificación en la calle Bretaña, en la colonia Zacahuitzo, y a la estructura derrumbada en Viaducto y Torreón. Eso fue sólo el día del tradicional simulacro, cuando la tierra se movió. Le seguirían luego los rostros de tristeza y los destrozos de casas humildes en Amecameca, Tlalmanalco, Tepecoculco, Ecatzingo, Hueyapan, Tetela del Volcán y Ocuituco... SAÚL LÓPEZ
Entrega de víveres en zonas afectadas de las chinampas de Xochimilco. Ciudad de México. Septiembre 23, 2017. © JUAN PABLO ZAMORA / CUARTOSCURO.COM
Improvisados trabajadores y trabajadoras participaron en la remoción de escombros en el poblado de San Gregorio Atlapulco, en la delegación Xochimilco. Ciudad de México. Septiembre 25, 2017. © SAÚL LÓPEZ / CUARTOSCURO.COM
El puño en alto para pedir silencio. Escena durante el rescate en el edificio colapsado en la calle de Chimalpopoca, en la colonia Obrera. Ciudad de México. Septiembre 22, 2017. © ISAAC ESQUIVEL / CUARTOSCURO.COM
Todos —sociedad civil, rescatistas y elementos del Ejército— participaron en la remoción de escombros en la calle Chimalpopoca, en la colonia Obrera. Ciudad de México.
Organizando las labores de rescate. Ciudad de México. Septiembre 22, 2017. © ISAAC ESQUIVEL / CUARTOSCURO.COM
¿Cómo era posible que en 19… de nuevo? Parecía una broma pesadísima, los simulacros se volvieron realidad. Cuando el movimiento paró, tomamos las cámaras para hacer lo nuestro y la solidaridad dio sus primeros avistamientos: albañiles en zonas cercanas a derrumbes se trasladaron a los escombros con sus herramientas, intentando ayudar a salvar vidas. Con el ejemplo como guía, los transeúntes y vecinos del caos se sumaron, y de ahí en adelante nos volvimos noticia a nivel internacional. Más allá de simples actos banales y de caridad, los mexicanos capaces de unirse y organizarse para llevar a cabo la gran tarea de reunir víveres, repartirlos, limpiar predios, escarbar, brindar información y todo tipo de ayuda —sicológica, médica, alimenticia, etcétera—, a familiares y víctimas. Gente confiando en la gente. TERCERO DÍAZ
Al menos siete personas con vida se encontraban bajo los escombros del edificio C1 de la Unidad Habitacional Tlalpan, en cuyo rescate colaboraron rescatistas de El Salvador y del estado de Jalisco. Ciudad de México. Septiembre 21, 2017. © ADOLFO VLADIMIR / CUARTOSCURO.COM
Cuerpos de rescate y sociedad civil ayudan a retirar escombros de un edificio multifamiliar ubicado en Tlalpan, frente a la estacion Ciudad Jardín. Ciudad de México. Septiembre 19, 2017. © SAÚL LÓPEZ/CUARTOSCURO.COM
Rescate de una persona en el edificio colapsado, ubicado en Álvaro Obregón , colonia Roma. Ciudad de México. Septiembre 19, 2017. © MARIO JASSO / CUARTOSCURO.COM
Suspensión en las labores de rescate en el edificio colapsado en la calle Coquimbo 911 en Lindavista. Ciudad de México. Septiembre 21, 2017. © MARIO JASSO / CUARTOSCURO.COM
Estaba en la agencia cuando comenzó a moverse el edificio. Antes de salir, recordé el comentario del editor, hace unos días: “En un caso así, agarren su cámara”, así que regresé inmediatamente por la mía. Al salir, el piso aún se balanceaba. Toda mi vida había escuchado historias sobre el sismo de 1985; hoy, yo estaba viviendo un evento semejante. Algunos dicen que muchos periodistas, reporteros y fotógrafos han esperado presenciar un evento como este y que debo sentirme afortunado. No lo sé. Yo lo veo y vi como una oportunidad para comunicarlo a través de la lente. Lo contaré por siempre en mi labor como fotoperiodista de Cuartoscuro. MARIO JASSO
Luego de trabajar toda la noche y madrugada, los rescatistas lograron sacar el cuerpo de una maestra fallecida en la Escuela Enrique Rébsamen. Septiembre 21, 2017. © TERCERO DÍAZ / CUARTOSCURO.COM
Rescate de una persona viva en el que fue un edificio en las calles de Petén y Zapata, en la delegación Benito Juárez. Ciudad de México. Septiembre 20, 2017. © JUAN PABLO ZAMORA / CUARTOSCURO.COM
Eran las primeras horas después del sismo y decenas de personas se habían ya organizado, sin autoridad de por medio, para rescatar a personas que quedaron bajo los escombros en la calle Chimalpopoca. Ciudad de México. Septiembre 19, 2017. © DIEGO SIMÓN SÁNCHEZ / CUARTOSCURO.COM
Rescate en una fábrica de cuatro pisos que se colapsó dejando sepultadas a varias personas, en la calle de Bolívar. Ciudad de México. Septiembre 19, 2017. © DIEGO SIMÓN SÁNCHEZ / CUARTOSCURO.COM
El sismo del 19 de septiembre —fecha en la cual nunca jamás podía temblar—, desnuda otra vez que la corrupción, omisión y ambición de unos pocos provocó la mayoría de las muertes: antenas pesadísimas sobre edificios no aptos para cargarlas, espectaculares montados en inmuebles de más de 40 años, losas del doble de espesor a lo permitido, pisos anexados sin estudios previos… y la lista no termina. Me pregunto si en un futuro sismo volveremos a tropezar con esta gran piedra llamada corrupción. Sin ser un profeta, parece que no acabaremos de entender que vivimos en una zona de alta actividad
sísmica. MOISÉS PABLO
Ciudadanos convertidos en rescatistas mueven un árbol para facilitar la remoción de escombros en la calle de Chimalpopoca. Ciudad de México. Septiembre 19, 2017. © DIEGO SIMÓN SÁNCHEZ / CUARTOSCURO.COM
En uno de los 39 edificios derrumbados en la capital tras el sismo, buscaron sobrevivientes. San Luis Potosí y Medellin, en la colonia Roma. Ciudad de México. Septiembre 19, 2017. © ISAAC ESQUIVEL / CUARTOSCURO.COM
Una mujer sobrevivió al colapso del edificio de Ámsterdam y Laredo, de la colonia Condesa. Ciudad de México. Septiembre 19, 2017. © ADOLFO VLADIMIR/ CUARTOSCURO.COM
Una presunta sobreviviente del derrumbe del edificio de Álvaro Obregón, regresó al lugar acompañada de su bebé para observar los trabajos de búsqueda que continuaban en el inmueble. Ciudad de México. Septiembre 28, 2017. © GALO CAÑAS / CUARTOSCURO.COM
En mi corta vida, no puedo encontrar algo comparable al pasado 19 de septiembre. Lo único que me dio estabilidad tras el siniestro fue una llamada de mi madre para hacerme saber que se encontraba bien, tras ello perdí comunicación con todos. Sin embargo, la adrenalina de retratar un hecho que pasaría a la historia reciente me dio fuerza y calma. Sin duda, he cambiado desde aquel día. GALO CAÑAS
La sobreviviente del edificio de la colonia Condesa fue rescatada. Ciudad de México. Septiembre 19, 2017. © ADOLFO VLADIMIR/ CUARTOSCURO.COM
Dolor y cansancio. Ciudad de México. Septiembre 22, 2017. © ISAAC ESQUIVEL / CUARTOSCURO.COM
Uno nunca está preparado para estas situaciones, ni como ser humano ni como periodista. El Centro Histórico me recibió con piedras y polvo, iglesias a medio caer y desinformación. Los días siguientes fueron fuertes, emocional y físicamente. Trasladarse a municipios destrozados para documentar el daño y la perdida de patrimonio, o peor aún, de familias. El dolor aún se siente, pero me queda claro que el mexicano, cuando quiere, es fuerte, resistente, indestructible. Presenciar la sinceridad con la que las personas se ayudaron, sin importar el tiempo o el esfuerzo, es el acto de fe y bondad más grande que he presenciado en mi vida. HILDA RÍOS
Tras el rescate de los cuerpos de tres personas fallecidas en el edificio de Álvaro Obregón. Ciudad de México. Septiembre 29, 2017. © LUIS CARBAYO / CUARTOSCURO.COM
En espera de noticias por parte de las autoridades respecto a las personas rescatadas y atrapadas en el edificio de Álvaro Obregón 286. Ciudad de México. Septiembre 20, 2017. © GALO CAÑAS / CUARTOSCURO.COM
Página opuesta: Ciudadanos, voluntarios y personal de seguridad durmieron en los alrededores de la colonia Condesa, en espera de noticias o para continuar brindando su apoyo a los labores de búsqueda y rescate. Ciudad de México. Septiembre 21, 2017.
© GALO CAÑAS / CUARTOSCURO.COM
Arriba: Familiares de las 40 personas atrapadas en el edificio de Álvaro Obregón 286, en la colonia Roma, durmieron en el lugar en espera de noticias de sus seres queridos. Ciudad de México. Septiembre 25, 2017. © CHRISTIAN SERNA / CUARTOSCURO.COM Abajo: Debido a los daños estructurales ocasionados por el terremoto del 7 de septiembre y sus constantes réplicas, las familias decidieron vivir en las calles, patios y canchas. Juchitán de Zaragoza, Oaxaca. Septiembre 9, 2017. © ARTURO PÉREZ ALFONSO / CUARTOSCURO.COM
Arriba: Descanso de un brigadista. Tetela del Volcán, Morelos. Septiembre 22, 2017. © SAÚL LÓPEZ / CUARTOSCURO.COM Abajo: Receso en las labores de rescate en el edificio colapsado en la calle Coquimbo número 911 en Lindavista. Ciudad de México. Septiembre 21, 2017. © MARIO JASSO / CUARTOSCURO.COM
La barda de una vecindad ubicada en la calle de Zaragoza en la colonia Guerrero se vino abajo tras la sacudida del sismo. Ciudad de México. Septiembre 19, 2017. © MOISÉS PABLO / CUARTOSCURO.COM
Iba a un costado del Ángel de la Independencia, en mi bicicleta, cuando comenzó a sonar la alerta sísmica. Saqué mi cámara para tomar fotos de las personas que salían de los edificios. Nos mirábamos muy sorprendidos y luego en pánico, porque por todos lados olía a gas. Me dirigí a la colonia Doctores; ahí supe que en el centro se había caído un edificio grande. Fui rodando sobre avenida Fray Servando y encontré la fábrica de la calle Chimalpopoca. Ya había mucha gente quitando escombros. Estuve haciendo fotos y por algunos momentos me tocó ayudar. Me asombró la solidaridad de las personas para colaborar con todo lo que se necesitaba. DIEGO ISRAEL SIMÓN
Decenas de casas y el palacio municipal resultaron afectados tras el sismo. Hueyapan, Morelos. Septiembre 22, 2017. © SAÚL LÓPEZ / CUARTOSCURO.COM
Es la delegación de Tecomatlan, municipio de Tenancingo, realizaron una revisión de la iglesia principal, fue a un mes del sismo, y estaban realizando labores de limpieza. La iglesia es de San Miguel Tecomatlan, y fue perdida total, Estado de México. Octubre 19, 2017. © ARTEMIO GUERRA BAZ / CUARTOSCURO.COM
Se vino abajo la idea de muchos, de que podría caerse la Ciudad de México, pero que aquí, en Morelos, no pasaría nada. Incluso el sismo del 7 de septiembre, apenas nos hizo mirar el movimiento hipnótico del foco. Eso acabó a las 13:14 del 19. En Cuernavaca, la Torre Latinoamericana, se vino abajo; al poniente un peñón se derrumbó, sepultando casas. Asistíamos al derrumbe de nuestra tranquilidad y era tristísimo; pero incomparable con el sentimiento que se instaló al llegar a Jojutla. Dolía mirar, pero era indispensable. Durante varios días, constaté que el sismo fue vasto, que cimbró la tierra con una fuerza que deja una cicatriz grande. MARGARITO PÉREZ RETANA
La Parroquia de San Pedro y San Pablo, edificada en 1564 y protegida por el inah, quedó reducida a escombros. Ecatzingo, Estado de México. Septiembre 20, 2017. © SAÚL LÓPEZ / CUARTOSCURO.COM
Más de 400 damnificados permanecieron en el albergue ubicado en el deportivo de la Delegación Benito Juárez. Ciudad de México. Septiembre 23, 2017. © MARIO JASSO / CUARTOSCURO.COM
Arriba: Ciudadanos participando en las labores de auxilio. Ciudad de México. Septiembre 19, 2017. © MARIO JASSO / CUARTOSCURO.COM Abajo: Jóvenes y miembros del Movimiento Nacional por la Esperanza llevaron a cabo la jornada de las “columnas de solidaridad” para los damnificados del sismo. Brigadas de distintos estados del país se dieron cita en el Monumento a la Revolución para distribuir víveres, ropa y medicinas a los distintos lugares afectados. Ciudad de México. Septiembre 30, 2017. © MARIO JASSO / CUARTOSCURO.COM
El patio central del palacio municipal de Tijuana sirvió como centro de acopio de víveres que fueron enviados a Oaxaca. Tijuana, Baja California. Septiembre 26, 2017.
Arriba: Daños en las viviendas. Septiembre 22, 2017. Chietla, Puebla. © HILDA RÍOS / CUARTOSCURO.COM Abajo: Por el sismo, cientos de afectados perdieron sus viviendas y bienes materiales. Entre los escombros se observaban muebles, cuadros y objetos familiares... Juchitán, Oaxaca. Septiembre 12, 2017. © TERCERO DÍAZ / CUARTOSCURO.COM
Debido a los daños ocasionados por el terremoto, los trabajadores derriban parte de la estructura de la fachada de la Iglesia de Guadalupe, en la capital chiapaneca. Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Septiembre 14, 2017. © JACOB GARCÍA / CUARTOSCURO.COM
Decenas de viviendas colapsaron durante y después del sismo. Amecameca, Estado de México. Septiembre 20, 2017. © SAÚL LÓPEZ / CUARTOSCURO.COM
En Tenango Del Valle, la gente removía escombros. En Tenancingo, pedían que fuéramos a sus casas, derrumbadas por completo. No sabían dónde dormirían y tenían miedo de una réplica. En Joquicingo había un panorama más desolador: muchas casas quedaron inhabitables, hacían falta alimentos, agua, cobijas, colchonetas. El Estado de México había resultado severamente dañado. Se podía ver el dolor en el rostro de cada uno de los damnificados. Después, fue contrastante verlos de nueva cuenta, cuando la ayuda estaba llegando. En medio de un panorama desolador, que nos deja marcados a todos, estaba pasando algo importante. ARTEMIO GUERRA BAZ
Arriba: En la zona donde se derrumbó una fábrica de costureras en las calles de Chimalpopoca y Bolívar. Ciudad de México. Septiembre 26, 2017. © TERCERO DÍAZ / CUARTOSCURO.COM Abajo: Mensajes de aliento y motivación para las víctimas del sismo. Ciudad de México. Septiembre 28, 2017. © DIEGO SIMÓN SÁNCHEZ / CUARTOSCURO.COM
Los carritos del supermercado se usaron para la remoción de escombros y entrega de víveres, como en el poblado de San Gregorio Atlapulco, delegación Xochimilco. Ciudad de México. Septiembre 25, 2017. © SAÚL LÓPEZ / CUARTOSCURO.COM
Hubo un apoyo instantáneo entre desconocid0s, muchos que ni siquiera se volverán a cruzar en el camino del damnificado o del rescatista. Junto a este desborde, aparecieron facetas oscuras: rapiña, asaltos, robos a casa habitación. También se vio el agandalle: casas de materiales subiendo costos por la demanda para reconstruir, autoridades que por corrupción cambiaron unas monedas por vidas, otras apañando los donativos que las buenas conciencias aportaron, con corazón. Este sismo nos sacudió el alma… y dejó al descubierto mucho de lo oscuro que poseemos como seres humanos, también, por supuesto, como mexicanos. JUAN PABLO ZAMORA
Cruz improvisada en el lugar donde falleció Bertha, una mujer comerciante, durante el derrumbe de una barda perimetral del jardín central de San Gregorio, en la delegación Xochimilco. Ciudad de México. Septiembre 27, 2017. © ADOLFO VLADIMIR / CUARTOSCURO.COM
Familiares y amigos de fallecidos en el terremoto en el Instituto de Ciencias Forenses (Incifo) para realizar el reconocimiento de los cuerpos. Ciudad de México. Septiembre 22, 2017. © GALO CAÑAS / CUARTOSCURO.COM
Desde el principio, tuve claro mi papel: registrar lo que sucedía, con respeto y honestidad. En el desplome de Ámsterdam y Laredo encontraron a una mujer arriba de los restos, sólo con raspones. Disparé. Llegó el rescate de los heridos y surgieron las dificultades: algunos cuestionaban mi trabajo. Los reclamos se hicieron más insistentes y agresivos. Todos los compañeros y compañeras estuvimos así en los lugares de desplome. No se comprendía nuestro papel. Me pregunto por qué teníamos que ir contra todo, e incluso contra la autoridad —que era la que más estorbaba— y contra los mismos brigadistas, que nos veían como enemigos
permanentes. ADOLFO VLADIMIR Página opuesta: Personal de la Cruz Roja Mexicana, Ejército Mexicano y brigadas de voluntarios repartieron las primeras despensas con víveres para los afectados. Ecatzingo, Estado de México. Septiembre 22, 2017.
© SAÚL LÓPEZ / CUARTOSCURO.COM
Vecinos de la colonia Condesa colocaron un altar en el cruce de la calle de Ámsterdam y Parras, dedicado a los fallecidos durante el derrumbe del edificio de Laredo y Ámsterdam. Ciudad de México. Septiembre 24, 2017. © GALO CAÑAS/ CUARTOSCURO.COM
Fui a Chimalpopoca y Bolívar a ayudar. Aunque esa era mi intención, llevé mi cámara. Lo que más me impresionó fue la gran cantidad de civiles que se habían reunido a apoyar. Había una señora que aún tenía puesto su saco, falda y medias del trabajo, estudiantes de medicina todavía uniformados y niños repartiendo agua. Todos auxiliaban de una forma u otra. En ese momento, sentí la necesidad de hacer foto como mi manera de aportar algo y retratar esa unión dentro de la tragedia. SANDRA MARTÍNEZ
Página opuesta: Entierro de 11 personas fallecidas tras el sismo. Atzala, Puebla. Septiembre
20, 2017. © HILDA RÍOS /
CUARTOSCURO.COM
Arriba: El Hotel Sensación y la Abarrotera del Sur quedaron destrozados en su totalidad. Matías Romero, Oaxaca. Septiembre 8, 2017. © ÁNGEL HERNÁNDEZ / CUARTOSCURO.COM Abajo: Edificio derrumbado en la colonia Narvarte. Ciudad de México. Septiembre 19, 2017. © ARMANDO MONROY / CUARTOSCURO.COM
La noche del 19 de septiembre de 2017 tomé la calle con rumbo a mi departamento. No había energía eléctrica y la noche oscura era más oscura que siempre en la ciudad. Sabía que mis dos perros, Simone y Niño, estaban bien, que el edificio donde vivo estaba bien, que Dani estaba bien. Todo lo que viniera a mi imaginación, a partir de esos datos, lo podía asimilar.
Decidí encaminarme hacia el Parque México. La Condesa es mi barrio; a la sombra de esos árboles y edificios he gastado gran parte de mi vida adulta. Fui con la esperanza de que las cosas no estuvieran tan mal. Que estuvieran bien. Y lo estaban, a su manera.
Pasé por la Taquería El Greco; llegué a la esquina de Ámsterdam y Michoacán y me detuve junto al puesto de flores, donde los fines de semana se detiene una troca con productos de Oaxaca. Vi a la derecha: destrucción. Vi a la izquierda: más destrucción. Pero no había una sola autoridad cerca, hasta donde vi; sólo civiles, mujeres y hombres con ropa de día: trajes sin corbata, zapatos boleados (y ahora con polvo), vestidos. Vi a mi alrededor y escuché órdenes, muchas pero coordinadas. Gente como hormigas, cargando piedras y ladrillos, cemento y ramas. —¡Sólo manos que trabajan! —escuché un grito. Era para mí. Venía de una mujer de unos 60 años, evidentemente vecina.
Luego empecé a ver rostros: oficinistas, madres, padres, empleados de los negocios cercanos y jóvenes, muchos jóvenes, tantos jóvenes que empecé a preguntarme de dónde habían llegado. Pensé que habían vaciado el Estadio Azteca.
Atraídos por las ganas de ayudar, muchos caminaron de las colonias aledañas hacia Condesa o Roma, y ahora sé que así lo hicieron en otros puntos de mi ciudad adoptiva. Y era gente que no llegó con las manos vacías: el primer centro de acopio se instaló en ese camellón de Ámsterdam con agua, ropa, palas y otro tipo de herramientas. Había muchas cosas nuevas y pregunté: ¿de dónde? Del dueño de la Ferretería “Materiales del Parque”, quien regaló todo, que abrió de par en par las puertas de su negocio. Y había alimentos de sobra en recipientes desechables y me pregunté de dónde; venían, calientes, de los restaurantes cercanos.
Caminé hacia el Parque España. Me conmoví desde antes de llegar porque eran ríos de personas de todas las edades, pero sobre todo de jóvenes, que improvisaban tapabocas y se remangaban las camisas para ayudar. Recorrí el parque; lo conozco bien, así que no se me dificultó en la oscuridad.
Entonces saqué el celular y escribí, en mi cuenta de Facebook:
“Esta noche recordé que los sátrapas son un puñado y millones somos los demás; que los corruptos son unos cuantos, y millones los demás. Que el brazo solidario del mexicano es robusto, y robusto es su corazón. Vi una ciudad con futuro (y no soy ningún político), un país que se mueve. Los jóvenes me llenaron de vida hoy, cuando veía sólo adversidad”.
Todos estamos bien, pensé. Todos estamos bien, repetí.
Me di cuenta, en ese momento, que a lo lejos, en contra esquina de donde me hallaba, un hormiguero luchaba contra el tiempo y los escombros. Hormigas que arañaban la tierra, jalaban ladrillos, empujaban palas.
Álvaro Obregón 286. El edificio había colapsado. Algunos lloraban.
Cuando me dirigí a mi departamento caía una lluvia muy leve y alcé los ojos al cielo y pedí que no lloviera. El hijo de alguien, el padre de alguien, el hermano de alguien estaba todavía debajo de toneladas de escombro.
Simone y Niño me escucharon abrir la puerta y empezaron a llorar. No eran ladridos cortos de bienvenida: eran lamentos, eran reclamos. Era un: “¿en dónde estuviste hoy?”
Me recosté en la cama y recordé tantos brazos, tantas almas, tantos corazones unidos en esa noche de tragedia en la ciudad. Me dije: No estamos del todo bien, pero de alguna manera lo estamos.
Tuve la primera noticia de un sismo cuando tenía 17 años. Estaba haciendo cola en un banco de Paseo Triunfo de la República, en Ciudad Juárez, Chihuahua. Era el 19 de septiembre de 1985. Una cajera estaba pálida, de pie, explicando que no había manera de hacer operaciones, que puro efectivo, que “la central” no contestaba y que ella había visto en la tele cómo la iluminación del set daba brincos y los periodistas se ponían nerviosos y hasta gritaban tratando de explicar a la audiencia lo que pasaba. —Que tembló en el dé efe —dijo—. Muy fuerte.
Un grupo se retiró del banco y otro se acercó a la cajera. El gerente, un hombre de edad, repetía: “todo está bien, todo está bien”.
Yo trabajaba en un periódico de la Organización Editorial Mexicana: El Fronterizo. Llegué poco después de la escena del banco, corriendo, excitado por conocer las noticias directamente del teletipo. El director, Alberto Segovia, dio una orden: “Si alguien pregunta qué está pasando, díganle que todo está bien”.
Recuerdo que la señora Mares, quien atendía la recepción y el conmutador (un empleo sumamente importante en esos años, cuando no existían los celulares), le dijo: —Están llamando mucho a preguntar que qué pasa en México. (México se le llama a la capital del país). (Internet no existía). Yo, metiche: —Y en el banco, la señorita dijo que…
Segovia, que era un hombre de mirada fiera y decisiones idiotas (me enteré con los años… y conste que he querido y respetado a todos mis directores), repitió: —Todo [me vio fijamente] está [devoró con la vista a la señora Mares] ¡bien! [vio a la Redacción, en realidad al Hombre Lobo, que era el del teletipo].
No recuerdo muy bien, pero casi estoy seguro que El Fronterizo publicó, el 20 de septiembre de 1985, una cabeza principal que decía algo así como “todos están bien” o “todo está bien”.
No hubo cables desde el Distrito Federal y llenamos las página de Nacional con recortes. Editoriales viejos, notas anteriores.
El diario había renunciado a informar o, mejor dicho, el director del periódico se había negado a informar sin línea editorial desde la capital del país, que a su vez tomaba dictado de la Secretaría de Gobernación.
Nada estaba bien, por supuesto.
Miles murieron y decenas de miles quedaron en el desamparo.
Y el sistema político, que siempre piensa que todo está bien, empezó a crujir ese mismo día y dos años después, estaba desguazado.
Debido a daños estructurales tras el sismo, viviendas y edificios del centro histórico han sido demolidos en su totalidad. Septiembre 24, 2017. Puebla, Puebla. © HILDA RÍOS / CUARTOSCURO.COM
Durante la búsqueda de niños y maestros en la Escuela Rébsamen, ubicada al sur de la ciudad, donde se estima que quedaron sepultados más de 50 alumnos. Ciudad de México. Septiembre 20, 2017. © DIEGO SIMÓN SÁNCHEZ / CUARTOSCURO.COM
Arriba: Destrozos por el sismo de 8.2 grados. Septiembre 12, 2017. © TERCERO DÍAZ / CUARTOSCURO.COM Abajo: Toda una vida dejada en el hogar destrozado. Septiembre 14, 2017. Ixhuatán, Oaxaca. © MARCELA TABOADA / ESPECIAL
Huellas del sismo. Cuernavaca, Morelos. Septiembre 19, 2017.
Durante el terremoto del 7 de septiembre, mi experiencia fue como un cóctel de emociones. Registré las afectaciones de Coatzacoalcos, donde vivo, y más tarde viajé a Matías Romero, Oaxaca, con Félix Márquez, colega y amigo, y su novia fotógrafa. Fuimos los primeros en documentar y mandar imágenes de la gravedad de los daños. Más tarde decidimos irnos a Juchitán, donde vi destrucción, muerte, tristeza. Sin embargo, también vi mucha unión, gente que se preocupaba por los demás, a mucha gente que a pesar de todo se mantuvo fuerte. Fue un día muy largo, donde pudimos documentar varias historias, de esas que estremecen el alma. ÁNGEL HERNÁNDEZ DOMÍNGUEZ
Maestros y padres de familia de la escuela primaria Juan Benavides bloquearon la Avenida Central para exigir al gobierno un dictamen especializado que garantice la seguridad de los alumnos, debido a que la institución sufrió daños estructurales durante el terremoto del 7 de septiembre. Esta manifestación escolar se suma a la de la escuela primaria “Restauramiento de la República” y a la del Jardín de Niños “Nicolas Bravo”, en la capital chiapaneca. Tuxtla Gutiérrez,
Chiapas. Octubre 19, 2017. © JACOB GARCÍA / CUARTOSCURO.COM
Escena en los albergues. Ocuituco, Morelos. Septiembre 22, 2017. © SAÚL LÓPEZ / CUARTOSCURO.COM
Terminó el sismo y todos salimos con cámara en mano a reportear lo que había pasado. La intensidad del movimiento nos hizo imaginar la magnitud de la catástrofe, pero no sabíamos a qué íbamos a enfrentarnos. Recorrer las calles de la ciudad sin saber bien a bien qué es lo que había pasado fue una sensación frustrante; ni el celular ni el Internet funcionaban y no sabía a dónde dirigirme. Imagino que la mayoría de mis compañeros pasó por la misma situación. Sin embargo, la experiencia en este oficio nos hizo llegar a las llamadas zonas cero y realizar una cobertura de forma responsable y comprometida. Creo que el trabajo en equipo y coordinado en la Agencia se vio reflejado. ISAAC ESQUIVEL
Además de los daños causados por los sismos, decenas de pobladores en la sierra baja mixe han tenido que realizar reparaciones conforme a su capacidad, es este caso, sosteniendo las paredes de adobe con polines. Además del aislamiento en que viven, incrementado por los derrumbes y fuertes lluvias que afectaron su camino de terracería, aseguran que, quizá por no ser un destino turístico, no han recibido apoyo de ninguno de los tres niveles de gobierno. Santa Margarita Huitepec, Oaxaca. Octubre 31, 2017.
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Asunción Ruiz López y Víctor Sánchez, de 51 y 63 años respectivamente, perdieron su casa durante el sismo del 7 de septiembre, por lo que ahora —a tres meses— viven en su lote baldío sin un techo que los protega del clima. Juchitán de Zaragoza, Oaxaca. Octubre 29, 2017. © TERCERO DÍAZ / CUARTOSCURO.COM
Rescate en el edificio colapsado en las calles de Laredo y Ámsterdam, en la colonia Condesa. Ciudad de México. Septiembre 19, 2017. © GALO CAÑAS / CUARTOSCURO.COM
Yo nací sobre una piedra. En sus grietas crecieron las plantas de maíz; en sus llanos corrieron los caballos, los búfalos, las manadas de humanos. A lo alto de la piedra, las sierras nevadas; en las planicies, la arena y los chamizos; los ríos y las hondonadas; las cañadas, los pueblos.
A esa piedra que es Chihuahua no llegan los huracanes, no sorprenden los temblores. (Y nadie dice, por supuesto, que la tragedia humana no se presente con otros rostros, que todo nos faltará, menos la tragedia).
Mi padre fue un hombre simple. Mi madre y él nos enseñaron cosas muy sencillas con su ejemplo. Una de ellas es compartir amor por el otro, quien sea ese otro.
La lección toma sentido en una ciudad de migrantes, como Juárez. La gente sabe, en esa piedra sin sismos ni huracanes, que siempre dependeremos de la buena voluntad de los extraños, como la Blanche DuBois de Tennessee Williams en Un tranvía llamado Deseo.
Un día tienes patria, hogar, familia. Y otro día eres migrante. Y eso nos pasa a todos.
Y cada kilómetro andado es una bendición; y cada vaso con agua, cada taco, cada gesto de compasión es un baño largo en una tina de leche tibia.
Mi madre vive, mi padre falleció pero vive. Los dos viejos son, también, mi piedra y mi bendición. Sobre ellos me pongo a salvo en las noches cuando el río crece; de ellos me agarro cuando tiembla de día y la tarde se vuelve gris y luego la madrugada es la boca de un lobo.
La noche del 19 de septiembre de 2017, cuando tomé la calle con rumbo a mi departamento, no me imaginaba que mi concepto sobre la ciudad iba a dar un vuelco tan dramático. Tantas manos, eran las manos de mis padres; tanto amor, era el amor de ellos, también.
Ahora siento la Ciudad de México como una piedra. Llegan colas de huracán, la tierra se cimbra, sí. Y en el día a día nos peleamos, discutimos, nos empujamos.
Pero en la noche más oscura, cuando el río furioso se está desbordando, nos abrazamos. ¿Por qué, qué nos da por amarnos en la tragedia? No lo sé, pero así somos: cae la noche más terrible, y nos damos la mano.
Qué bueno es —pienso ahora, mientras escribo— depender de la buena voluntad de los extraños; de ésos extraños.
Quizás no estamos tan bien ahora. Pero por lo que vi en esos días de septiembre, tan cansados, puedo decir que sí, que hay esperanza. Que quizá mañana estaremos bien. n
Arriba: El primer sismo, de 8.2 grados, dejó graves daños en Chiapas y Oaxaca, mientras que en la capital sólo fueron evacuados algunos edificios y cayeron bardas. Ciudad de México. Septiembre 8, 2017. © LUIS CARBAYO / CUARTOSCURO.COM Abajo: Grietas de considerable tamaño en la autopista Siglo xxi producidas por el sismo. La vía, que une el oriente del estado con el sur, tenía que ser entregada en agosto pasado, pero la obra sufrió grietas y derrumbes en varios tramos. Tlaltizapan, Morelos. Octubre 14, 2017. © MARGARITO PÉREZ RETANA / CUARTOSCURO.COM
Una semana después del sismo, continuaban los trabajos de censar las casas que serían demolidas. Jojutla, Morelos. Septiembre 26,
2017. © MARGARITO
PÉREZ RETANA / CUARTOSCURO.COM
EPÍLOGO
Pedro Mera LAS MANOSDE MÉXICO
Martha Patricia Montero
Página opuesta: Rescate de una persona viva, colonia Miravalle, Ciudad de México, 19 de septiembre, 2017. © PEDRO MERA Sucedió a unas cuadras de mi casa. Los primeros en llegar fueron los albañiles, luego se sumaron otros: vecinos, brigadistas, policías, bomberos… Al principio había una ansiedad por participar, eran muchísimas más manos, el doble o incluso el triple. Luego varios entendieron que debían hacerse a un lado para dar paso a la camilla. Rescatar a una persona viva produce una alegría especial y todos querían ser parte de ello. Yo disparé varias tomas, unas a color y otras en blanco y negro. No fue de una manera intencional, era algo que había planeado desde antes de salir de casa. En ese momento esta imagen me pasó inadvertida, porque estuve registrando otros momentos. Hasta que llegué a casa y pude revisar las imágenes; entonces la vi. Me pareció estética y la compartí. Para mí, fue sorpresiva la manera en que la gente se la apropió, el modo en que la hizo suya. La forma en la que se viralizó habla mucho de cómo nos sentíamos en ese momento. Creo que es porque genera una emoción de esperanza, nos invita a seguir”: Pedro Mera, autor de la fotografía de la portada de esta edición especial de Cuartoscuro. Su presencia se multiplicó de manera espontánea en las redes sociales, convirtiéndose en un símbolo de todo lo acontecido. Las frases que la acompañaban, coincidían en afirmar: @ Manos diversas, diferentes tipos de hermanos unidos en la desgracia, luchando por ayudar, ¡eso es méxico!; @ La foto más emblemática del 19s; @ Espectacular toma del esfuerzo y la solidaridad. Gracias por enseñar tanto de nuestro México, @ Las manos de la gente me hicieron sentir muchas emociones, eso somos…
Cabe mencionar que, el 28 de octubre, en el Centro de la Imagen se llevó a cabo una subasta de obra para apoyar al fotógrafo Wesley Bocxe, cuyo hogar estaba en el edificio de Ámsterdam y Laredo en la colonia Condesa. A causa del sismo, falleció su esposa Elizabeth Esguerra, y él resultó gravemente herido. Pedro Mera aportó una copia impresa de esta imagen, la cual alcanzó —en una puja muy reñida— la cifra de 22,600 pesos. n