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FELAFACS da un paso mas en su permanente esfuerzo por servir mejor a las Facultades de Comunicación y los comunicadores sociales, en especial a aquellos de América Latina. Aparece hoy nuestra revista Dia-logos, de la Comunicación, cumpliendo con un compromiso que nos habíamos trazado cuando aún contábamos con nuestro boletín, al que queremos referirnos porque sirvió eficazmente para producir un encuentro de opiniones y de informaciones que se convirtió -en muy poco tiempo en el antecedente inevitable de la revista que ahora colocamos en manos de todos nuestros lectores. "Dia-logos" inicia su existencia alimentada por ese proceso, nutriéndose de una experiencia desarrollada a lo largo de los 16 números de ese boletín. Este hecho explica largamente nuestra decisión de "iniciar" esta revista desde el número 17, precisamente porque nos sustentamos en ese aporte. "Dia-logos" tiene una especificidad que resulta indispensable sentar como punto de partida, Nuestra revista pretende -en primer lugar- servir al conjunto de las Facultades y Escuelas de Comunicación de América Latina y en particular a aquellas que estando integradas dentro de FELAFACS se encuentran empeñadas en la construcción de un proyecto académico de enseñanza de la comunicación comprometido con la realidad social y las propuestas de transformación integral que hoy reclaman nuestros pueblos. En este marco tendrán preferente lugar las reflexiones y estudios que desde el interior de la propia Escuela se hacen para atender más adecuadamente nuestros actuales procesos de enseñanza pero, también los retos que nos impone la situación actual de la Comunicación Social en América Latina.

Decir que "Dia-logos " busca servir a las Escuelas de Comunicación no supone afirmar que sólo atenderemos cuestiones de comunicación y educación en el sentido más restringido de la palabra, Decir que "Dia-logos" es la revista (de las Escuelas de Comunicación equivale sí a reconocer que desde esta especificidad nos comprometemos a abordar todos aquellos temas o cuestiones que constituyen objeto (de preocupación y (de atención para el conjunto de los comunicadores sociales cruzando puentes de acercamiento y cooperación con la más amplia gama de organismos democrátícos que confluyen en el camino por el cual, también nosotros, hemos optado. Tratar de satisfacer las necesidades de un público tan diferenciado como los que podemos registrar en el espacio académico y servir además a otros sectores de profesionales no es una tarea fácil en América Latina, en primer lugar porque durante, mucho tiempo nos hemos acostumbrado -en la universidad- a una retórica de la denuncia que encontraba su sentido en sí misma, entrampando a nuestras instituciones en un proceso de aislamiento social que ha terminado por ahogar proyectos académicos muchas veces bien intencionados, pero totalmente separados de la realidad, El esquematismo cuando no la intolerancia ha sido, -en buena medida- una expresión concreta de ese aislamiento que ahora nos corresponde superar, porque sólo en íntima vinculación con la sociedad-real, con sus conflictos y logros, con sus diferencias y acercamientos, estaremos en condiciones de gestar proyectos académicos de efectiva utilidad para América Latina. Día-logos se impone -por ello- una postura que puede resultar molesta para unos y adecuada para otros. Nuestra revista estará abierta a todas las ideas, a las diferentes tendencias, a los más diversos aportes, por muy opuestos que sean nuestros enfoques, FELAFACS estima que el único modo posible de fortalecer un foro como el nuestro reside en el más absoluto respeto que debemos mostrar por todos los proyectos que se desarrollan en la región. Y esto no supone


neutralidad, supone sí confrontación de ideas, de conocimientos, desarrollo del diálogo, que apunta en la perspectiva de un compromiso diferente, en el marco de la búsqueda de un Nuevo Orden Internacional de la Comunicación, que contribuya a consolidar los procesos democráticos que hoy reclaman nuestros pueblos. Por lo anterior, en esta primera entrega hemos querido centrarnos en el tema de la Cultura, por la enorme importancia que le asignamos a esta en la formación de nuestros Comunicadores Sociales, aunque debemos advertir que no nos será posible desarrollar una revista mono-temática porque ya antes de que este número entrara en imprenta, contábamos con el aporte de muchos investigadores latinoamericanos, europeos y norteamericanos que han ofrecido hacernos llegar sus más recientes ensayos o investigaciones en muy diferentes áreas de la comunicación social. No obstante intentaremos -en cada entrega poner énfasis, por supuesto, en un tema que a todos nos preocupe. Día-logos será distribuida en 50 países de cuatro continentes, porque aunque nuestra prioridad se centra en las demandas de 20 países de América Latina en que actúa FELAFACS, hemos venido recibiendo solicitudes de envío que nos van afirmando en la posibilidad de llegar a otras realidades con los aportes que América Latina puede mostrar hoy, a la comunidad internacional, en materia de Comunicación Social. "Dia-logos ", constituye pues el esfuerzo conjunto de las Escuelas de Comunicación Social de América Latina que irrumpen así, orgánicamente integradas, en el consenso de los esfuerzos mundiales que hoy se hacen para hacer de la comunicación un instrumento social al servicio del desarrollo integral del hombre y de nuestros pueblos. Walter Neira Bronttis Secretario Ejecutivo -FELAFACS


ESCUELAS DE COMUNICACIÓN Y BRECHAS TECNOLÓGICAS EN MEXICO

Raúl Fuentes Navarro Retomando la hipótesis de Antezana respecto al erratil devenir de las Ciencias de la Comunicación, Raúl Fuentes confronta la experiencia académica mexicana al nuevo objeto de estudio: las nuevas tecnologías de comunicación. Es entonces cuando la hipótesis mencionada se hace tremendamente evidente; la oscilación permanente entre las aproximaciones sociológicas y las manifestaciones tecnológicas repentinamente se inclina exigiendo a las Escuelas de Comunicación respuestas en razón de las demandas tecnológicas. Desafortunadamente éstas no responden de acuerdo a las expectativas y más de un remedo de capacitación técnica generó frustraciones que no alcanzan a comprender que el problema trasciende de lo económico hacia lo estructural. Y es que desde los sesenta -con McLuhan y Marcuse- nos acostumbramos a pensar la tecnología de los media en razón del papel central que cumple en la sociedad industrial. Pero la crítica latinoamericana no ha dejado pasar el fenómeno, reconociendo la función de la innovación en la consolidación del sistema multinacional y en la de intensificar la dependencia de la periferia respecto al hardware y software. La tecnología ejerce determinaciones sobre los mensajes y la comunicación a través de la mediación entre la expresión y los contenidos y la mediación entre los sujetos sociales que toman parte en el proceso. Cuanto más dure la creencia de que estamos disfrutando de un sistema de información bondadoso y benigno, que nos ofrece generosamente una mejor comprensión de la realidad social; mientras sigamos separados por cierto velo de “responsabilidad social” y neutralidad tecnológica de la


estructura del poder de la propiedad y del control político que domina en todos los demás sectores del sistema, mayor será el peligro en que nos hallemos.(1) INTRODUCCIÓN Una de las observaciones más cuestionantes sobre la formación universitaria de comunicadores sociales es sin duda aquella que al comparar la influencia que ésta ha tenido sobre el medio socioprofesional con su recíproca, da primacía a la segunda. Es mucho mayor la presión del “mercado de trabajo” sobre las escuelas que la de las escuelas sobre el mercado en cuanto a definición del perfil del comunicador.(2) Además, la referencia social de la profesión en ese mercado se ha movido aceleradamente, de acuerdo a dinámicas ajenas, y las escuelas han sido incapaces de siquiera seguirle el paso. Si confrontamos las estructuras vigentes de información y comunicación social (públicas, privadas y sociales) con los conceptos alrededor de los cuales se constituyó nuestra carrera hace 25 años, veremos que la transformación de nuestra sociedad a través de los medios masivos no ha recibido de los comunicadores el impulso pretendido. Ciertamente no ha predominado el intelectual descrito en 1959 por José Sánchez Villaseñor: Un hombre capaz de pensar por sí mismo, enraizado en su época, que gracias al dominio de las técnicas de difusión, pone su saber y su mensaje al servicio de los más altos valores de la comunidad humana. La aportación al cambio social por parte de los comunicadores ha sido formulada de muy diversas maneras, pero de acuerdo con análisis como el de Rubén Sergio Caletti, es poco constatable:


“Simplemente queremos subrayar que los grandes hitos de asociación entre experiencias de comunicación y experiencias de cambio provienen preponderantemente de las experiencias, necesidades, intuiciones de los protagonistas del acontecer social y político, o de otras teorías extracomunicacionales, que poco se emparentan de manera directa con nuestras propias elaboraciones o investigaciones. En otras palabras, el aporte realizado por las llamadas ciencias de la comunicación en este sentido ha estado considerablemente por debajo de sus propias ambiciones e, inclusive, también por debajo de la importancia y dimensión política objetiva de los procesos que estudian”.(4) Hay entonces un desplazamiento creciente de la carrera con respecto a la dinámica social y una notable pérdida del objeto académico en lo científico y en lo profesional. Y esto, aunado al explosivo crecimiento del número de instituciones y de estudiantes de comunicación en los últimos años, ha confundido enormemente el campo, acercando la situación a un verdadero caos, sin sentido y sin remedio. Los datos más actualizados de que disponemos, al mes de junio de 1984, hablan de un mínimo de 14,000 estudiantes de comunicación en 47 instituciones a nivel de licenciatura. Sólo 13 de estas instituciones ofrecían la carrera en 1974 y 4 en 1964, aunque en tres de ellas se trataba estrictamente de Periodismo.(5) No quisiera parecer apocalíptico a pesar del año que corre; pero es cada día más urgente reflexionar en serio sobre la articulación de nuestra carrera con las necesidades sociales para definir las posibilidades reales de ofrecer satisfactores en el futuro próximo; es decir, cuestionar la inserción y efectividad social de las instituciones educativas y sus productos. Esta urgencia ha sido insistentemente remarcada muchas veces: reitero en ese sentido lo que Beatriz Solís dijo bien claro en el I Encuentro CONEICC, hace dos años y medio:


“Frente al azaroso camino recorrido por la comunicación social en nuestro país, frente al abandono de la responsabilidad del Estado como rector, y frente a la marginación obligada o voluntaria de los profesionales, debemos decidir nuestro papel: ser cómplices del estado actual de la comunicación social, de críticos y meros denunciadores del modelo de comunicación dominante, o bien asumir la alternativa de consolidar las experiencias, fortalecer un trabajo académico y sistemático de los profesionales y articular una práctica a las exigencias de una comunicación más democrática en nuestro país”.(6) En este sentido, el tema de las brechas tecnológicas me parece un excelente pre-texto, por los nuevos retos que implica, para discutir a fondo lo que hacemos. En este trabajo propongo, primero, una crítica de algunos presupuestos muy comunes y, consecuentemente, una serie de sugerencias que, a manera de hipótesis, dieran pie al trabajo en común y a cierto aprendizaje sobre el futuro en nuestras escuelas. LOS PUNTOS DE PARTIDA Dada la intención de ubicar el tema de este trabajo en una reflexión más general, es necesario empezar por romper conceptualmente con, al menos, tres supuestos: a) que la comunicación se reduce a los medios y éstos a la tecnología; b) que la tecnología es neutral políticamente y que se reduce al empleo de aparatos; c) que para integrar algo al estudio basta con incluirlo como materia en el curriculum. El primero de estos supuestos, que la comunicación se reduce a los medios. ha sido claramente resuelto en lo conceptual por Antonio


Pasquali, al proponer una base crítica para desenmascarar una confusión no del todo inocente: “La aberrante reducción del fenómeno comunicación humana al fenómeno medios de comunicación constituye un caso de perversión intencional de la razón, de tosco artificio ideológico (...). El distanciamiento, la dependización del perceptor por el emisor (facilitadores del control y de la manipulación), y la pseudo-fascinación por la complejidad tecnológica de los medios (fetichizados e hipostasiados cual si tuvieran una dimensión per se) problematizan ciertamente en nuestros días la dimensión antropológica, social y política del proceso. Pero éste, en su esencia última, no ha quedado alterado por la química, la física y la electrónica de los medios”.(7) En una formulación distinta, pero coincidente en su sentido, Mauricio Antezana propone distinguir el “fenómeno” de sus “operaciones”, y lo hace a partir de los términos comunicaciones y comunicación: “El término plural designaba, y aún lo sigue haciendo, la realidad de los operadores comunicacionales (técnicos, ingenieriles, artísticos), mientras que el término singular enuncia el fenómeno comunicacional (histórico y social). Bajo esta diferenciación de género se fue incubando la gran impronta de indeterminaci6n que marca al mundo de la comunicación social”.(8) De esta indistinción surge, según Antezana, la “errátil circunstancia de las Ciencias de la Comunicación”: es decir, la continua oscilación entre el estudio (sociológico) de los fenómenos comunicacionales y la atención a las manifestaciones (tecnológicas) de sus operadores en una formación social específica; oscilación, vale decirlo, inestable y no resuelta.


Tal hipótesis merece nuestra más detenida atención, sobre todo cuando constatamos hechos tan generalizados y profundamente arraigados en nuestras escuelas como la expectativa de los estudiantes de incorporarse al trabajo en los medios y la vana intención de las instituciones de responder a tales expectativas con falsas esperanzas y remedos de capacitación técnica en la mayor parte de los casos; como la imposibilidad absoluta de contar en las universidades con los equipos, recursos y condiciones de producción con que los medios operan; como la creciente oposición, experimentada y expresada como irreconciliable por profesores y alumnos, entre la teoría y la práctica: “Como en ninguna otra especialidad, la incompatibilidad entre teoría práctica que fraguó la presencia de fuerzas centrífugas intra-academia, colocó en la indecisión a los protagonistas de la caracterización del objeto de estudio. Por tanto, el objeto académico se dilató y de un contenido eminentemente periodístico-informativo, se convirtió en un espectro en el que se podía incluir desde técnicas operativas puras hasta reflexiones teoréticas heterogéneas.(9) Una revisión de los planes de estudio vigentes ilustra la verosimilitud de esta hipótesis: desde los objetivos generales hasta la descripción de los laboratorios, pasando por las series y programas de materias; más allá de la enorme diversidad superficial y a pesar de que resaltan algunas (muy pocas) excepciones, “un problema generalizado es el distanciamiento de la formación teórica, la investigación y la capacitación técnica”.(10) Esto, independientemente de que el énfasis institucional esté puesto en la formación de comunicadores o de comunicólogos, dicotomía que, evidentemente, admite la existencia de muchos puntos intermedios, dada su maniquea imprecisión. Otra evidencia que viene a reforzar la hipótesis de Antezana proviene de un análisis más detallado de los programas de los cursos teóricos y la


bibliografía empleada en ellos. No es sorprendente que prevalezcan los enfoques reduccionistas: los que ignorante o deliberadamente identifican comunicación con medios y medios con tecnología, excluyendo la consideración sobre la comunicación como fenómeno humano y social esencial, y dejando fuera también la posibilidad de ubicar históricamente a los medios masivos como instituciones sociales determinadas política, económica y culturalmente en su racionalidad tecnológica. Cuando no se trata de la prensa, cine, radio o televisión, sino de la comunicación en organizaciones, este reduccionismo llega al extremo. Y paradójicamente, la bibliografía de los cursos más técnicos es generalmente pobre y abstracta.(11) Más allá de los Berlos y los Schramms, cuyos textos de los sesentas siguen usándose como manuales a pesar de que sus mismos autores han modificado sustancialmente sus conceptos; y más allá también de la pesada corriente teoricista que no para de abstraer, ante la cual nos ha alertado Daniel Prieto,(12) quisiera recordar, como Pasqualli,(13) dos libros publicados originalmente en 1964 -hace veinte años- cuya influencia en las escuelas mexicanas de comunicación sigue siendo de alguna forma representativa en cuanto a la comprensión del factor tecnológico. Me refiero, por supuesto, a La comprensión de los medios como extensiones del hombre de Marshall McLuhan, y a El hombre unidimensional de Herbert Marcuse. Ambos interpretaban el papel central de la tecnología en los medios como clave para caracterizar a la cultura de la sociedad industrial contemporánea. Pero sus perspectivas diferían, tanto, que mientras el canadiense se convirtió en “el oráculo de la Era Eléctrica”, el berlinés fue adoptado como padre de la contracultura por la generación del 68. Así, los debates entre apocalípticos e integrados norteamericanos y europeos fueron reproducidos en México, en escuelas de comunicación que buscaban definirse ante los medios masivos, al


mismo tiempo que estos avanzaban en su tendencia hacia la concentración monopolista. La “magia” de la palabra de McLuhan predominó en aforismos tales como “el medio es el mensaje”, “el mundo es una aldea global” o “el medio se posee, no se usa”, y nos puso por un tiempo a definir lo “frío” o “caliente” de los medios. Pero Marcuse, menos adoptable por los publicistas, dejó en algunos la certeza de que “en el medio tecnológico, la cultura, la política y la economía se unen en un sistema omnipotente que devora o rechaza todas las alternativas. La productividad y el crecimiento potencial de este sistema estabilizan la sociedad y contienen el progreso técnico dentro del marco de la dominación. La razón tecnológica se ha hecho razón política”.(14) Es una lástima que las secuencias del pensamiento crítico hayan sido devoradas o rechazadas en su mayor parte, o que convertidas en teoricismo, hayan contribuido a separar los conceptos teóricos de la comunicación de la habilitación práctica, en una victoria del maniqueísmo más destructivo. Caricaturizando una deformación muy seria, hay quien habla de “lucha de clases” en las escuelas, refiriéndose a las clases teóricas en su pugna irreconciliable con las clases de talleres, y por tanto, de dos tipos, también irreconciliables, de luchadores estudiantes: los técnicos y los rudos. Esta metáfora político-deportiva no tendría razón de ser si se asumiera, con verdadero sentido crítico, por ejemplo, que “Las nuevas tecnologías son inventadas y exhibidas como si se tratase de productos independientes y autónomos capaces de generar luego, por irreversible y espontánea evolución, nuevas sociedades y nuevas condiciones humanas. Desde el primer episodio mítico de convivencia a hoy, la actualización del potencial social del hombre ha dependido siempre de su propia capacidad de comunicarse y de los concretos poderes humanos que controlaban los medios; nunca de los medios en sí. Lo que en realidad sucede es otra cosa: la racionalidad propia de los medios en instrumentada por el poder como racionalidad de dominio”.(15)


Y esto nos pone de lleno en la discusión del segundo de los supuestos planteados al principio: aquel que afirma que la tecnología es neutral políticamente y que se reduce al empleo de aparatos. Plantearía ante tal supuesto dos diferentes niveles: el macro-social o contextual, y el propia y específicamente comunicacional que, ubicado dentro del primero, suele ser menos atendido. Por una parte, respecto a ese nivel macro-social, cuyo desarrollo en este Encuentro ha sido encomendado a Fátima Fernández, sólo me interesaría resaltar aquí que los productos tecnológicos que contínuamente aparecen en el campo de la información y la comunicación se encuadran en una lógica político-económica impuesta, cada día en mayor escala, por las corporaciones transnacionales (entre las que hay que incluir a Televisa, nuevo actor protagonista en el sistema político mexicano);(16) que la tecnología fundante de la Informática, Telemática, Comunicación y similares sirve, según Schiller, una doble función: “En primer lugar, para consolidar el sistema empresarial de las multinacionales y, en segundo lugar, para intensificar la dependencia del mundo periférico respecto a hardware, software, formación técnica y administración, todo ello suministrado por dicho sistema”.(17) No hay en esto gran novedad, excepto que las nuevas tecnologías actuales imponen su lógica en condiciones mucho más avanzadas que cuando otras “nuevas tecnologías” fundaban la radio o la televisión. La profundización y ampliación de la dependencia, y el consecuente ensanchamiento de las brechas políticas, económicas y culturales que caracterizan interna y externamente a nuestro país, reciben con ellas un impulso notable. Independientemente de cargas ideológicas al respecto, no se ve en las escuelas mexicanas de comunicación la capacidad de entender la situación y ubicarse ante ella, desde la perspectiva que he mencionado como


específicamente comunicacional; pero antes de abordarla, recurro nuevamente a Schiller: “Bajo el estímulo de criterios de mercado, las nuevas tecnologías de información, a pesar de todas sus características y potencial estimulantes, acaban por facilitar las actividades y ampliar la influencia de los elementos ya dominantes dentro del orden social. Al mismo tiempo, la costumbre de tratar la información como un lujo, consecuencia de aplicar criterios de mercado a la misma, presagia una exacerbación de viejas injusticias en nuevas modalidades”.(18) La cuestión de que en la tecnología hay algo más que aparatos costosos y sofisticados es importante. Por ejemplo, la informática ha llegado ya en México al punto en que es evidente y reconocido que, más que contar con computadoras y circuitos (lo que los expertos del área llaman “fierros”), deben trabajarse sistemas y programas, y que la capacidad de operar tales herramientas (genéricamente llamadas software), no es fácilmente socializable. En cualquier oficina pública o banco puede observarse todos los días la absoluta paralización de actividades que produce una “caída de línea” en las terminales de un sistema computarizado, contingencia ante la cual ni empleados, ni funcionarios, ni clientes, ni nadie, tiene la mínima posibilidad, no digamos de encontrar una solución al trámite de que se trate, sino de siquiera explicar la situación. Bajemos a un nivel todavía más cotidiano y común y pensemos en la cada día más generalizada incapacidad para realizar operaciones aritméticas sencillas sin una calculadora electrónica a la mano. Ya en 1981, en el Diagnóstico sobre la enseñanza de la comunicación social en México, el Comité de Asuntos Académicos de CONEICC señalaba que:


“Los desafíos políticos, sociales y culturales que plantea el desarrollo tecnológico es otra realidad ausente en la formación de comunicadores. En este sentido, no sólo se deja fuera el análisis de lo que pueden ser los aportes de las tecnologías actuales y futuras para la comunicación sino además no se abre un espacio de reflexión y análisis respecto al mejor marco político y social consecuencias principales que esto tiene es la carencia de oportunidades para que el estudiante trate de imaginar nuevos modelos de comunicación, a partir de las posibilidades que las nuevas tecnologías pueden ofrecer en la búsqueda y desarrollo de una comunicación pluralista, democrática y participativa”.(19) Entonces, si por “tecnología” no podemos entender sólo el aparato, sino que necesariamente debemos considerarla corno un “saber hacer” que responde a una lógica específica que provee de satisfactores a ciertas necesidades, podremos encontrar lo específicamente comunicacional de las nuevas tecnologías de información y comunicación a partir de esa lógica y su manera de operar, de implantarse, en las relaciones sociales y concretamente en sus formas de mediación.(20) En otras palabras, si el medio no es el mensaje, y mucho menos la comunicación, sí hay determinaciones que la tecnología impone a los mensajes y a la comunicación a través de la mediación que efectúa entre las expresiones y los contenidos (codificación) de los mensajes, y de la mediación entre los sujetos sociales que tornan parte en el proceso. Estas determinaciones no tienen su origen en la mediación, sino en las condiciones en que ella se establece. En un párrafo citado más arriba, Pasqualli afirma que “la racionalidad propia de los medios es instrumentada por el poder como racionalidad de dominio” y lo es desde su origen: desde la definición de las necesidades que la nueva tecnología vendrá a satisfacer, definición hecha, por principio, a espaldas de la sociedad. Los medios de información y comunicación colectivos tienen delimitadas, de entre todas las posibles funciones y formas de mediación


que podrían servir, aquellas que corresponden a la racionalidad de dominio de quienes los manejan. Y esta condición impone, al mismo tiempo que límites en el contenido, asimetrías en la participación, de donde surgen las llamadas “brechas comunicacionales”: los ya privilegiados reciben en mayor medida los “beneficios” que los que más los necesitarían. Dadas las condiciones de desigualdad social creciente en México, esta argumentación no debería ser ajena a nadie en el ámbito de la comunicación. Recordemos, con Cassirer, que “... el comunicarse requiere una comunidad en determinados procesos, no en la mera igualdad de los productos”.(21) En tanto que una tecnología dispone su mediación entre sujetos o grupos sociales de tal manera que diferencia los procesos de significación propios de las funciones emisora y receptora de mensajes, en esa medida tiende a incomunicar, independientemente de que facilite la igualdad de los productos, es decir, de que produzca las respuestas intentadas. En tanto que separa los procesos por los cuales se produce sentido en ambos extremos del canal, separa a los sujetos que tienen acceso a cada uno de tales extremos. Desde la perspectiva de la “interioridad” de los procesos de comunicación, la mediación tecnológica, tal como nos ha sido impuesta, tiende a establecer e incrementar brechas entre los participantes, no sólo a partir del acceso diferencial a los aparatos (emisor-receptor), sino sobre todo por la participación en el “saber hacer”, en la racionalidad impuesta, desde su “exterioridad” al proceso de producción de sentido. Ejemplos claros que fuera de los medios masivos los encontramos en los programas de comunicación interna al estilo de las corporaciones transnacionales. En los medios masivos es notable, pero no exclusivo, que cada innovación tecnológica genera innovaciones en el “lenguaje” y en ambos niveles, el de la transmisión de información y el de los códigos empleados, el


receptor es reducido a consumidor de novedades. La Guerra de las Galaxias deja muy atrás los efectos visuales de 2001 Odisea del Espacio, pero también mucho más al margen la actividad del espectador en el desentrañamiento de su contenido. La racionalidad propia de los medios emplea los avances tecnológicos para sofisticar sus emisiones, nunca para promover una mayor interlocución con sus receptores, permitiéndoles ampliar sus capacidades de significación, lo cual sucede frecuentemente en otros sistemas de comunicación.(22) Así, el pensar la comunicación como transmisión lineal de mensajes-estímulo y reducirla a los medios masivos, excluye la posibilidad de ubicarla como “elemento constitutivo y no superestructural de lo social”,(23) es decir, como forma esencial de relación social a través de la cual se produce en común sentido sobre el mundo y se define la identidad de los sujetos, tanto individuales como colectivos, a través de la con-vivencia, origen de la dimensión política. Y al excluir esta ubicación, las formas de la comunicación se reducen a una: la vigente en los medios masivos, lo cual a su vez hace imposible pensar en emplear la tecnología en un contexto de necesidades y satisfactores diferente. 0 lo que es mucho más grave aún, impide generar tecnologías más adecuadas, apropiables por sus usuarios y por tanto, más productivas y eficientes.(24) Y en esta trampa hemos caído las escuelas y los comunicadores desde hace muchos años: respondiendo a las reducciones acríticas mencionadas, hemos tratado, por ejemplo, de canalizar contenidos “educativos” o “culturales” a través de los medios, sin cuestionar las tecnologías y los códigos asociados a ellas, tratando de comunicar de una misma manera contenidos y propósitos muy diversos: en el extremo, tratando de “vender” higiene como se vende coca-cola, de promover la planificación familiar en forma similar a como se promueven las bebidas alcohólicas, de programar clásicos como si fueran las últimas novedades de consumo comercial.


Pero eso no es todo, ya que también hemos tratado de aplicar la lógica de dominación de los medios masivos en otros ámbitos, con buenas intenciones para no ir más lejos, tecnologizando similarmente la educación. Daniel Prieto cita algunas conclusiones de un estudio sobre estos intentos en instituciones mexicanas: “Si hay algo que puede caracterizar a las acciones educativas en el uso de medios es, en general, el desorden. (...) La estrategia de uso de medios no sirvió para generar procesos de comunicación en los centros en que fue implantada; no sirvió para promover la participación de los propios docentes en la elaboración de sus mensajes, y no sirvió, sobre todo, para que los estudiantes utilizaran creativamente los medios.(25) Una cuestión es clara: la clave del éxito en la comunicación vertical, autoritaria, dominante, está en buena medida en el ocultamiento del “saber hacer” y en la consecuente imposición de formas programadas de responder. Podremos discutir si a eso le llamamos o no comunicación, pero no que se ha impuesto como modelo hegemónico en nuestra sociedad. Por otro lado, queda claro también que si lo que hay que buscar es otra forma de comunicación, el “saber hacer” debe ser compartido y apropiado por los sujetos participantes. Y esta otra forma también existe en nuestra sociedad, a pesar de las deformaciones que en ocasiones le imponemos para no verla. El asumir acríticamente las reducciones de comunicación a medios, de medios a tecnología, y de tecnología a aparatos, convierte el estudio de la comunicación en una frívola rutina que no va más allá de la búsqueda de aplicaciones nuevas a viejas e inválidas recetas, y como dijo un ilustre filósofo de la Ciencia, “quien se compromete con rutinas no puede partir en una exploración a campo traviesa, y la abstracción lleva a hacer abstracción de algo a lo que ya no se le pone atención”.(26) De ahí que el tratamiento de la tercera


reducción que mencioné al principio no tenga que ser muy extenso: tendría que ser muy claro ahora que para integrar algo como las nuevas tecnologías al estudio de la comunicación, no basta con incluir nuevas materias en el curriculum. Esta tendencia de adosar nuevas asignaturas cada vez que caemos en la cuenta de que algo falla en la formación de comunicadores, que podríamos llamar “materialismo”, es fácilmente documentable recurriendo a tres fuentes: primero, observando cómo un plan de estudios cualquiera va inflándose para incluir nuevos contenidos, pero sin modificar su estructura, algo así como poner parches nuevos en un pantalón que no nos queda; segundo leyendo ponencias que propugnan la inclusión como materias de contenidos que debían ser ejes integradores del aprendizaje, como la ética o la investigación: adornos en un pantalón que no nos cubre; tercero, analizando los programas de aquellas inserciones que se limitan a nombrar los contenidos, pero que no los tratan, quizá porque no hay un maestro que sepa de eso: parches de la misma tela de la que está hecho el pantalón del rey que va desnudo. El problema de las brechas tecnológicas, ante el cual la atención de las escuelas de comunicación mexicanas es todavía muy incipiente, aún a nivel de parches, es sólo una muestra de un problema fundamental y generalizado en el estudio de la comunicación y en la educación superior en su conjunto, un problema gnoseológico: “Una formación que se funda en la ordenación formal y abstracta del conocimiento y en la transmisión del saber a través de procedimientos informativos estáticos, se enfrentará a la contradicción que resulta del conocimiento parcelado frente a la realidad como instancia objetiva totalizadora, dinámica y contradictoria (...) el estudiante recibe contenidos, pero no los integra como conocimientos ya que la falta de contacto con el objeto concreto imposibilita la crítica en cuanto al grado de


correspondencia con los procesos objetivos y en cuanto a la eficacia en la explicación de los mismos (...) el profesionista resultante solo “conoce” en la medida en que él mismo pueda definir su objeto de conocimiento, es decir, aquel para el cual ha sido informado, entrenado y dirigido; las más de las veces es incapaz de generar alternativas de conocimiento y de práctica diferentes a las aprendidas. (27) Con esto quisiera dejar asentadas dos cosas a manera de síntesis: que la incapacidad de abordar problemas y necesidades sociales de comunicación, como las brechas tecnológicas, de una manera crítica y eficaz, no es fácil de superar porque las escuelas de comunicación, como instituciones sociales, están insertas en un contexto que integra la formación universitaria en un conjunto muy amplio y contradictorio de determinaciones; pero también, que esto no justifica la ignorancia o la indolencia para, dentro de ese mismo conjunto de determinaciones, buscar soluciones más adecuadas, comenzando por practicar en su seno aquello que se supone enseñan: la comunicación. En este sentido, presento como última parte de este trabajo, algunas sugerencias al respecto. LAS METAS A ALCANZAR Por afán de simetría, y conservando la intención de ubicar el tema de las brechas tecnológicas en una reflexión más general sobre la formación de comunicadores, resumo también aquí mis propuestas en tres hipótesis a explorar: a) En la medida en que se atienda a que la formación teórica lo sea verdaderamente, las aportaciones prácticas de las escuelas y sus egresados podrán tener mayor sentido y eficacia;


b) El problema de las brechas tecnológicas solo podrá ser abordado adecuadamente en relación con el contexto socio-político-económico que las genera, y desde una perspectiva ética; c) La consolidación de la carrera universitaria de Ciencias de la Comunicación debe comenzar por la definición y delimitación en la práctica de su objeto académico. Con respecto a la formación teórica, valdría recordar aquello de que “no hay nada más práctico que una buena teoría”. La capacidad de explicarse la totalidad de una situación concreta y de representarse en un modelo las interrelaciones específicas de los factores y elementos que la componen, permite a quien la posee encontrar formas adecuadas de intervención, utilizando criterios antes que técnicas; generando conocimiento y no simplemente aplicando recetas. Pero esta formación teórica, para no ser reduccionista o convertirse en teoricismo, debe producirse en condiciones que propicien su apropiación, debe estar estrechamente vinculada con la práctica; es más, debe surgir precisamente de ella.(28) Al hablar de práctica me refiero a la realidad de las relaciones sociales y de las mediaciones que las determinan, no a las técnicas que, dentro de las mediaciones, informan a esas relaciones sociales; este nivel depende del anterior y tiene sentido sólo a partir de él. Al hablar de formación teórica y de sus condiciones de apropiación, hablo de la necesidad de referir los hechos a conceptos o categorías que los expliquen, de analizar las situaciones y generar modelos abstractos que permitan conocer su estructura, de detectar la interrelación de factores que determinan su ocurrencia, y no de tratar de ajustar la realidad a recetarios simplificadores. Una formación teórica apropiada, hecha propia, es necesariamente crítica y, aunque la inercia de la educación y muchas influencias provenientes del entorno cultural imponen la asimilación acrítica, es posible generar aprendizajes significativos en nuestras


escuelas, meta que puede ser facilitada mediante la integración de cuatro acciones: Primero, asumiendo que no podemos comunicar nada acerca de la comunicación, al margen de la comunicación misma: entender la enseñanza y el aprendizaje de la comunicación como comunicación y aprender de cómo lo hacemos, nos pondría en un primer contacto, inmediato, con la práctica; Segundo, considerando a la investigación como “parte integral (no accesoria), fundamental (no opcional o terminal) y generalizada (no articular) del curriculum académico”,(29) en tanto actitud ante la realidad social, ante el conocimiento y sus aplicaciones, y como metodología de trabajo en comunicación. Tercero, recurriendo críticamente a la bibliografía y hemerografía que con mayor precisión y solidez nos apoye en la comprensión y explicación de la comunicación y sus manifestaciones concretas en esta sociedad. Y cuarto, buscando la ubicación adecuada del desarrollo de habilidades técnicas y expresivas en relación con los conceptos teóricos sin separarlos tan tajantemente en la formación corno hasta ahora. De ahí surgirían, por una parte, conceptos claros sobre el papel que desempeña la tecnología en la comunicación social y, por otra, nuevos y más adecuados perfiles profesionales que tomen en cuenta que muchas de las actividades que anteriormente se realizaban “a mano” en los medios masivos, están siendo automatizadas por tecnología electrónica. Entre otras aportaciones al respecto, Raquel Salinas afirma que: “las nuevas realidades implican que es preciso modificar los enfoques de la formación de los comunicadores profesionales. Por cierto, no se trata de convertirlos en técnicos de programación de computadoras, sino de entregar marcos conceptuales capaces de integrar estos fenómenos en su comprensión de la información y la comunicación”.(30)


Pero la formación teórica no podría ser toda la formación de un comunicador. Mi argumentación la propone como elemento fundamental para sustentar la práctica, no para quedarse en ella. Y si la práctica real, las relaciones sociales y sus mediaciones comunicacionales, es el ámbito en que el ejercicio profesional debe aportar satisfactores adecuados a necesidades específicas, la ubicación social y valoral es esencial. De ahí la segunda de mis hipótesis, según la cual el problema de las brechas tecnológicas, o cualquier otro referido a la comunicación, sólo podrá ser abordado adecuadamente en relación con el contexto socio-político-económico y desde una perspectiva ética. Porque sabemos que lo que es bueno para los grupos dominantes no necesariamente es bueno para el conjunto de la sociedad; que, más aún, las brechas suelen surgir precisamente de esa creencia; que lo que es bueno para los intereses transnacionales suele ser perjudicial para la humanidad y la actual crisis del Orden Económico Mundial y su actualización mexicana lo prueban. Los nuevos desequilibrios se imponen sobre los viejos y así, la Era Tecnotrónica, Sociedad de la Información, o Era Paleo-Cibernética, no pueden entenderse igual desde las esferas dominantes que desde la “periferia del Imperio”.(31) La dimensión ética es fundamental para valorar las estructuras, sus innovaciones y transformaciones, y las consecuencias que acarrean para los diversos grupos sociales, valoración que para el comunicador se traduce en la responsabilidad de ocupar, de cierta manera, un determinado lugar social. Armand Mattelart asigna un lugar muy relevante a los mediadores de las nuevas tecnologías en el contexto de la democratización de la comunicación en Francia, definiéndolos así: “El o ella es, al mismo tiempo, un experto que domina la nueva técnica y el lenguaje asociado a ella, un intérprete, quien sobre la base de las posibilidades técnicas y de las aspiraciones sociales; bosqueja y estructura el campo de las aplicaciones posibles; y finalmente, un pedagogo que, a


través de la capacitación de otros, desmistifica la innovación para que pueda ser apropiada por los usuarios”.(32) Con toda claridad, Mattelart explicita que este perfil es un ideal, además de ubicarlo en las condiciones específicas de la sociedad francesa que, desde los niveles más altos del Estado ha definido políticas ante la incorporación de las nuevas tecnologías informativas. En ese contexto, Mattelart matiza su aportación advirtiendo que el perfil “sugiere una relativa neutralidad que es imposibilitada por el propio interés de los mediadores, por sus afinidades con otros actores sociales, y sobre todo por la desigual distribución de los códigos necesarios para la apropiación de la tecnología por una institución o grupo social. Esta mediación tiende a ser no-comercial, y quienes la realizan son remunerados por actores institucionales (el Estado, organismos locales u organizaciones sociales)”.(33) En los países menos desarrollados que Francia, como los latinoamericanos, el contexto impone aún condiciones previas a las mediaciones profesionales alternativas: aquellas que tienen que ver con las políticas nacionales de comunicación. Emile McAnany cita por ejemplo el caso de Venezuela, que en su Plan 1981 -1985, “por primera vez incluye una sección comunicacional y está dando pasos para establecer algún tipo de entrenamiento de funcionarios gubernamentales para administrar los recursos comunicacionales del país. Entre otras tareas podrían delinear la política de comunicación del país sobre la importación de tecnología, o el problema de los flujos de datos transfronteras, o de la asignación de frecuencias en satélites, o muchas otras decisiones críticas para la comunicación. Esta clase de tareas requiere personal capacitado de una manera totalmente distinta a lo que previamente se había concebido como una carrera de comunicación”.(34)


En México la historia ha sido distinta y las decisiones sobre nuevas tecnologías alejan todavía más a las escuelas de comunicación del punto en que confluirían la formación que imparten y las prácticas orientadoras y transformadoras de la realidad. En este contexto, lo menos que se puede pedir es la capacidad de entender y explicar la situación, desde una postura que defina las responsabilidades e irresponsabilidades, con respecto a los valores humanos y políticos implicados. Después de todo, no es con cables, lentes y hojas de papel con lo que trabaja un comunicador, sino con significaciones, valores y mediaciones entre sujetos. Al menos, con esto es con lo que debería trabajar, generando satisfactores a las necesidades de comunicación de los actores sociales. Los instrumentos son inútiles si no se sabe usarlos pero peligrosos si sólo se sabe usarlos pero no se sabe para qué. Por ello la aportación universitaria limitada a la preparación acrítica de técnicos es no sólo una muy pobre aportación a la sociedad, sino un obstáculo para la satisfacción de sus necesidades. No niego la necesaria, indispensable habilitación de los comunicadores en cuanto a la expresión: no podría concebirse un comunicador incapaz de hablar, escuchar, leer y escribir, de dominar los lenguajes básicos de la comunicación. Lo que niego es la posibilidad de concebir un comunicador incapaz de pensar, de indagar, de valorar los hechos y de inscribirse responsablemente en la transformación de la dinámica social. Por ello la hipótesis con que concluyo este trabajo enfatiza la definición y delimitación en la práctica del objeto académico de la carrera. En otro trabajo he propuesto un modelo para la estructuración dinámica del diseño curricular en comunicación, según el cual el Marco Valoral adoptado por la institución, en relación con la Teoría de la Comunicación y una caracterización de las prácticas profesionales deseables, guía la


delimitación del Objeto de la Carrera; mientras que en relación con las Necesidades Sociales y las condiciones del Mercado Profesional, define el Perfil del Egresado que esa institución pretende formar.(35) Retomo ahora ese modelo para bosquejar algunos elementos que la práctica misma puede ofrecer a la consolidación académica de nuestra carrera, desde la perspectiva de las nuevas tecnologías y su inserción en los sistemas de comunicación en México. La proliferación de antenas parabólicas en los barrios residenciales urbanos, la forma en que se ha decidido la implantación del Sistema de Satélites Morelos, la comercialización creciente de innovaciones para uso doméstico como las videograbadoras, la expansión de las redes de procesamiento de datos, la extensión de la telefonía rural y otras manifestaciones de este tipo, parecen responder a una lógica irracional: primero se adquiere e instala la tecnología y luego se busca para qué puede servir. Difícilmente se satisfacen así necesidades sociales, y la irracionalidad provoca en cambio nuevos problemas. Los tres ámbitos sociales en que las nuevas tecnologías de la información y la comunicación se han implantado: el de los medios masivos, el de las interacciones interpersonales y el de los sistemas informáticos, presentan en México disparidades muy acusadas, que las innovaciones han tendido a reforzar, ensanchando las brechas internas, y los comunicadores han puesto atención sólo al ámbito de los medios masivos; en parte porque su formación se limita a ese enfoque, y en parte por incapacidad de abordar necesidades sociales de comunicación. Esta incapacidad tiene que ver directamente con la irracionalidad en la implantación de las tecnologías, ya que la carencia de los asesores, investigadores o planificadores competentes en comunicación deja libre el paso a la toma de intereses, tanto en las esferas gubernamentales como en


las empresariales e industriales, en las organizaciones sociales intermedias, y con mayor razón, en las clases populares. Una alternativa ante la saturación de los mercados tradicionales de trabajo de los comunicadores podría pasar por ahí, por la recuperación de una lógica que, ante las necesidades, busque la generación de satisfactores, y no al revés. Encontrar usos adecuados de los medios para el logro de fines sociales, promover la apropiación de las tecnologías por parte de sus usuarios, diseñar alternativas tecnológicas y de mediación, no tienen por qué ser tareas ajenas a los comunicadores, ni imposibles de abordar. Hay un cierto número de experiencias ya realizadas en ese sentido y, dentro o fuera de las escuelas, oportunidades abiertas para estudiarlas, sistematizarlas y darles continuidad. Quizá, en el fondo de todo, lo que falta es capacidad comunicativa para significar la oportunidad. Los ámbitos de acción profesional, y los empleos específicos dentro de ellos, no existen antes de que alguien los ocupe y con su actividad los signifique socialmente. No es de otra manera como se han formado los mercados de trabajo, y no se ampliarán sino a través de la propia práctica de los profesionales. Muchos de los actuales empleos para comunicadores responden más a otros intereses que a la atención de la problemática comunicacional del país. Ante el impacto de la crisis, muchos de estos empleos “artificiales” han tendido a restringirse, pero la propia situación nacional ha puesto en evidencia la desatención a campos más importantes para el ejercicio profesional de la comunicación social. A partir de esta evidencia, uno de cuyos factores es el ensanchamiento de las brechas tecnológicas y comunicacionales, la delimitación y definición en la práctica del objeto académico implica la urgencia de consolidar la carrera, a riesgo de que termine por desvanecerse totalmente su carácter universitario y su función social.


Hay entonces por delante un reto que nos compromete -a profesores, estudiantes, directivos, egresados- a recuperar en la práctica un concepto y una teoría de la comunicación social no reduccionista ni falseante de la realidad, que dé soporte a la formación que hace falta; y que nos compromete también a diversificar sistemáticamente los esfuerzos para acercar la formación, nuestra propia formación, a las necesidades manifiestas en los diversos ámbitos de la problemática comunicacional del país y sus regiones. No es posible esperar a que las soluciones surjan de decretos, aunque éstos fueran académicos al interior de nuestras escuelas. No es posible esperar con los brazos cruzados, y con la boca abierta pero los oídos cerrados, a que alguien consolide académicamente, como por arte de magia, a las Ciencias de la Comunicación. No es posible tampoco seguimos deslumbrando con las cuentas de vidrio y los espejitos que los conquistadores nos ponen enfrente, sin saber al menos cuánto nos cuestan y para qué nos sirven. Es urgente que todos, especialmente los estudiantes, reflexionemos a fondo y analicemos qué estamos haciendo y cómo para construir el futuro. NOTAS.1. SCHILLER, Herbert. El Poder Informático. Imperios tecnológicos y relaciones de dependencia. Gustavo Gili, México, 1983. P. 16. Si bien el “nosotros” en la cita se refiere a la sociedad civil estadounidense contrapuesta a las empresas transnacionales me parece extrapolable a la posición de las escuelas mexicanas de comunicación con respecto a las mismas corporaciones y su lógica. 2. BALDIVIA, José. “La formación de los periodistas en México”, en La formación de los periodistas en América Latina. CEESTEM/Nueva Imagen, México, 1981. p.17.


3. SANCHEZ VILLASEÑOR, José. “La técnica sometida al espíritu”. Carta sobre la fundación de la carrera de Ciencias de la Comunicación en la Universidad Iberoamericana, 1959. 4. CALETTI, Rubén Sergio. “Reflexiones sobre teoría y cambio social”. Ponencia en el I Encuentro CONEICC (Monterrey, 1982). En Comunicación y Cultura Nº 10. UAM, México, agosto de 1983. P.179. 5. FUENTES NAVARRO, Raúl. “Instituciones dedicadas a la formación universitaria de comunicadores sociales en México (1984)”. Reporte sobre datos preliminares de FELAFACS, CONEICC, mimeo, 1984. 6. SOLIS, Beatriz. “Notas sobre la enseñanza de la comunicación”. Ponencia en el I Encuentro CONEICC (Monterey, 1982). En Connotaciones Nº 4, AMIC. México, abril de 1983. p.60-61. 7. PASQUALI, Antonio. Comprender la comunicación. Monte Avila, Caracas, 1978. p.11. 8. ANTEZANA, Mauricio. “La erratil circunstancia de las ciencias de la comunicación”. Ponencia en la II Reunión Nacional de Investigadores de la Comunicación, AMIC, México, 1982. p.4-5. 9. ANTEZANA, M. Op.cit. p.5 10. FELAFACS. La formación universitaria de comunicadores sociales en América Latina. Reporte, noviembre de 1982. P. 32. 11. Estas evidencias surgen del análisis preliminar de las encuestas realizadas por FELAFACS en junio de 1984 y confirman tendencias previamente detectadas. 12. PRIETO CASTILLO, Daniel. “Teoricismo y autocrítica: en busca del tiempo perdido”. Ponencia en el I Encuentro CONEICC (Monterrey, 1982). En Connotaciones Nº 4, AMIC, México, abril de 1983. 13. PASQUALI, Antonio. Op.cit. Caps. VIII y IX. 14. MARCUSE, Herbert. El hombre unidimensional. Joaquín Mortiz, México, 1968, p.18. 15. PASQUALI, Antonio. Op.cit. p.12. 16. FERNANDEZ CHRISTILIEB, Fátima. “Televisa, nueva pieza del sistema político mexicano”. En Proceso Nº 400, julio de 1984. p. 18.


17. SCHILLER, H. Op.cit. p. 38. 18. SCHILLER, H. Op.cit. p. 14. 19. CONEICC. Comité de Asuntos Académicos. Diagnóstico sobre la enseñanza de la comunicación en México. Reporte, noviembre de 1981. 20. MARTIN SERRANO, Manuel. La mediación social. Akal, Madrid, 1977. 21. CASSIRER, Ernst. Las ciencias de la cultura. Fondo de Cultura Económica. México, 1951. p. 163. 22. MARTIN BARBERO, Jesús. “Prácticas de comunicación en las culturas populares”. En SIMPSON, Máximo (comp): Comunicación alternativa y cambio social. I América Latina. UNAM, México, 1981. 23. PASQUALI, Antonio. Comunicación y cultura de masas. Monte Avila, Caracas, 1976. p. 47. 24. ZAID, Gabriel. El progreso improductivo. Siglo XXI, México, 1980. 25. PRIETO CASTILLO, Daniel. “Educación, tecnologías y futuros”. En Chasqui Nº 5, octubre-noviembre de 1982. CIESPAL, Quito. p. 67. 26. WHITEHEAD, A. N. Science in the Modern World. 27. ROJAS, Alberto. La formación y el ejercicio profesional de los recursos humanos de la comunicación social en México. Reporte de la Coordinación General de Comunicación Social de la Presidencia de la República, México, 1981. p. 150-152. 28. PRIETO CASTILLO, Daniel. “Teoricismo...” op.cit. 29. FUENTES NAVARRO, Raúl. “El papel de la investigación dentro de la enseñanza de la comunicación en México.” En Estudios del Tercer Mundo, Vol. 3, CEESTEM, México, p. 138. 30. SALINAS BASCUR, Raquel. “Nuevas tecnologías de información y desequilibrios de poder mundial”. En Comunicación y cultura, Nº11. UAM-X, México, marzo de 1984. p. 64. 31. Los términos citados refieren a conceptos o fórmulas usados por Zbignew Brzezinsky, Simón Nora y Alan Minc, Gene Youngblood y Umberto Eco.


32. MATTELART, Armand. “Technology, Culture and Communication: research and policy priorities in France”; En Ferment in the Field. Journal of Communication. ICA. Vol. 33, Nº 3, Summer 1983. p. 67. 33. MATTELART, A. Opc.cit. p. 67 34. McANANY, Emile. “New Technologies for the Third World: policy development needs” Ponencia en la Conferencia de la ICA, Minneapolis, mayo de 1981. p. 11-12. 35. FUENTES NAVARRO, Raúl. “El diseño curricular en la ofmraicdn universitaria de comunicadores sociales en América Latina. Realidades, Tendencias y Alternativas.” Poneencia en el III Encuentro Latinoamericano de Facultades de Comunicación Social, México, setiembre de 1982.


FELAFACS Y LA ENSEÑANZA DE LA COMUNICACIÓN EN AMÉRICA LATINA Joaquín Sánchez García ¿Cuáles son, a su juicio, los principales componentes del marco contextual (Social y Comunicacional) en el que se inserta hoy la enseñanza de la comunicación en América Latina? Los principales componentes del marco contextual social y comunicacional son bien conocidos por los que tenemos que trajinar con la comunicación de nuestros países, en nuestra cultura. Por un lado encontramos un marco social bien interesante, que nos obliga a pensar en una realidad impregnada de profundas desigualdades e injusticias en donde el quehacer del comunicador social no puede estar al margen, con los ojos tapados, ante esta realidad. Todos los países de América están viviendo esta realidad algunos en grado muy crítico, de tal manera que el reto es para todos los programas de formación universitaria que está planteada sobre un "tipo" de sociedad que tiene poco o nada que ver con la que estamos viviendo. De ahí que el contexto social sigue siendo un imperativo para la formación profesional y debería ser un punto de referencia permanente, al cual no debemos aproximarnos teóricamente sino buscar a través de la academia, de la investigación de la capacitación profesional. soluciones reales. El contexto comunicacional, no se puede extraer de lo social. No está separado de éste, sino que es parte del mismo, de tal manera que cobra la importancia que en una sociedad tiene el manejo de la comunicación, el uso de las tecnologías, las libertades fundamentales de expresión y de información; en fin todo un cuerpo de exigencias que deben ser conocidas por los que deben estudiar la comunicación hoy. Estos marcos anteriores tienen su profundo sentido en una interpretación no aislada sino que debe ser pensada en el gran contexto universal en el que se juegan intereses para entender correctamente lo que ocurre en nuestros países ciudades y pueblos. ¿Cuántas Facultades de Comunicación existen en América Latina y qué factores explican este acelerado desarrollo? Existen en el momento (enero de 1987) 207 Facultades de Comunicación (Escuelas o Programas) en la región. Nuestras cifras no son totalmente precisas debido a los cambios que se presentan ya sea por el nacimiento o por el cierre de algunos programas en América Latina. El crecimiento acelerado de Facultades de Comunicación responde básicamente a un incremento del número de estudiantes que terminan la enseñanza secundaria o bachillerato. Esto se vuelve contra la universidad que no tiene posibilidad de responder a tantos estudiantes, de tal manera que se crean facultades para dar oportunidad a quienes quieran hacer una carrera universitaria, también se explica por una cierta "moda" que existe de estudiar la carrera y de manejar los medios de comunicación, y por un propósito de algunas entidades universitarias de abrir programas no con un criterio académico serio sino corno un afán comercial de graduar profesionales' y de mejorar sus ingresos. Otras razones son: Algún proyecto de ciertos sectores sociales políticos de ofrecer estudios de Comunicación con orientación muy particular para contrarrestar el influjo de otros programas. Un marcado interés, cada día mayor, por parte de la sociedad que comprende la importancia de la comunicación para los programas de desarrollo en las empresas, organizaciones, entidades oficiales o públicas, etc.


Una exigencia legal por parte de lo distintos países para profesionalizar el trabajo del periodista y del comunicador social. ¿Se puede hablar de una vocación común de las Escuelas en América Latina, o, por el contrario se perciben diferencias notorias?¿Cuáles son? Se puede hablar de una vocación común de todas las Escuelas de Comunicación en algún sentido. Diría que a partir de la creación de FELAFACS las Escuelas han apuntado de una manera mucho más organizada hacia un actualización de sus programas par responder mejor a las necesidades sociales. Es decir hay una conciencia común en la mayoría de las escuelas de lo que significa la formación profesional. Existen sin embargo, diferencias importantes que dependen básicamente de la legislación sobre los estudios superiores en cada país y las que particularmente quisieran darle cada una de las escuelas de acuerdo con la filosofía de la universidad. En términos muy generales, las diferencias importantes estarían en el enfoque de los estudios de comunicación. Para algunas es mucho más claro el enfoque teórico e investigativo para otras es mejor el técnico o práctico. Sin embargo, sí hay una clara definición en cuanto a que los programas deben tener una fundamentación en las ciencias humanas y sociales y no ser simplemente institutos técnicos. En este sentido en casi todos los programas conocidos por la investigación que realizó FELAFACS, se encuentra los dos aspectos. ¿En qué medida los proyectos de enseñanza de la comunicación que ahora se ejecutan en América Latina parten de un diagnóstico que permita revelar las demandas reales del mercado y las necesidades sociales que se tienen en el área de la Comunicación Social? Los programas actuales que funcionan en América Latina, me atrevo a decir, no han partido de este tipo de consulta, ni han establecido diagnósticos para conocer las demandas reales de mercado ni las necesidades sociales Están construidos más bien sobre hipótesis que se plantean en forma muy vaga en cada una de las instituciones universitarias y no escapan a la forma como también han nacido otros programas universitarios diferentes a Comunicación. Actualmente hay una conciencia que va calando cada día más en nuestras escuelas por realizar estas consultas, confrontar las decisiones tomadas con la realidad profesional y social para mejorar los programas y fundamentarlos en algo sólido. Es claro que cualquier estudio que se quiera hacer sobre el asunto demanda una inversión importante para las instituciones y en ocasiones difícil asumirlas. ¿Qué es FELAFACS, por qué surgió, qué fines persigue? FELAFACS, Federación Latinoamericana de Asociaciones de Facultades de Comunicación Social, surgió como una necesidad sentida por parte de los Decanos de algunas Facultades de Comunicación que nos reunimos por primera vez en 1979 en la ciudad de Lima, Perú y que veníamos pensando ya en la búsqueda de mecanismos que permitiesen la promoción de vínculos permanentes para el intercambio de experiencias entre nuestras Escuelas. Igualmente, al decidir la creación de FELAFACS, luego de un trabajo muy serio de estudio y planificación, nos proponíamos contribuir al mejoramiento integral (en lo científico y tecnológico) de la enseñanza de la Comunicación, pero entendiendo también por integral aquel tipo de proyecto académico que no puede ignorar la adquisición de una conciencia social de actitud favorable al desarrollo independiente y al progreso social. En la perspectiva anterior FELAFACS buscó desde sus inicios no sólo un apoyo a los propios cursos universitarios de Comunicación Social, sino también a los post-grados y a los más diferentes proyectos de investigación científica, particularmente aquellos vinculados a la docencia y/o que realicen contribuciones originales en el campo de la cultura y de la Comunicación Social. Y finalmente, aunque no por ello menos importante, FELAFACS entiende también que resulta necesario promover la participación de la Federación y/o de sus miembros en la formulación de políticas de comunicación, en la elaboración de normas que rigen el desempeño de la profesión y en la tarea de velar porque los derechos fundamentales de la profesión puedan ser ejercidos individual y socialmente. ¿Es posible pensar en un currículum único para todas las Escuelas de Comunicación? Cuál sería la propuesta de FELAFACS? No es posible pensar en un currículo único para todas las Escuelas de Comunicación de América Latina. FELAFACS, después de estudiar seriamente esta posibilidad y de conocer lo que están realizando cada una de las instituciones de formación profesional en este campo, determinó que era preferible presentar a todas las escuelas de la región algunas líneas orientadoras de los programas de comunicación sin entrar en los detalles de la conformación de los planes de estudio y las correspondientes metodologías. Cada país, cada institución tiene su propia realidad, su propia orientación lo cual hace que un programa igual para todas las escuelas sea sencillamente imposible. Prefiere FELAFACS, hablar de problemas comunes, de enfoques teóricos y metodologías de los programas


de capacitación docente, es decir de aquellos aspectos que nos son comunes y que podemos solucionar conjunta-: mente admitiendo la diversidad existente en cada una de las Facultades o Escuelas. ¿Cuál es el nivel actual de los cursos de post-grado en comunicación en América Latina y de qué manera vienen siendo apoyados por FELAFACS? Los cursos de post-grado en comunicación en América Latina se encuentran en una etapa de consolidación bien importante-. Son actualmente 12, (4 en Brasil, 4 en México, 2 en Chile, 1 en Venezuela y 1 en Puerto Rico.) Cada una de las instituciones que tiene post-grado ha orientado su programa de acuerdo con las necesidades particulares del país y con las orientaciones propias de la institución. No hay propiamente un criterio regional o latinoamericano que inspire actualmente los programas de post-grado sin embargo, las reuniones que ha propiciado FELAFACS han servido para poner en común experiencias muy ricas y orientar un poco la revisión de los actuales post-grados así como ofrecer criterios para la creación de los nuevos. ¿El hecho evidente de que en FELAFACS se integran Facultades pertenecientes a universidades estatales, privadas, laicas, confesionales y federales y la diversidad de posturas ideológicas, políticas y académicas que existen dentro de ellas, no constituye un obstáculo para un proyecto que pretende probar su utilidad efectiva? La diversidad de las Escuelas no ha sido un obstáculo para el trabajo que realiza FELAFACS. En realidad de verdad no hemos entrado a determinar líneas o enfoques ideológicos que puedan afectar a una u otra escuela asociada. Nuestros enfoques son netamente académicos sin que por esto pretendamos decir que son ajenos a una postura firme frente a una profesión comprometida socialmente, cosa que caracteriza definitivamente los estudios de Comunicación. FELAFACS respeta, pues los diversos enfoques y orientaciones, traza líneas de acción que puedan ser asumidas o no por las instituciones, se mantiene en un verdadero diálogo democrático en donde cada una de las instituciones puede aportar su experiencia y enriquecerse con la de los demás. Creo que este es el clima verdadero de lo que es la comunicación, objeto de nuestro estudio y de nuestro quehacer profesional. Con las mismas premisas de la pregunta anterior ¿es posible pensar en una postura crítica de FELAFACS frente a la Comunicación Social en América Latina? ¿En qué medida está contribuyendo ella en la lucha por un Nuevo Orden de la Comunicación? ¿Acaso está reducida a la neutralidad? FELAFACS, como manifesté anteriormente no puede marginarse de una postura crítica frente a la comunicación. Precisamente porque sus estudios están siendo abordados, en un buen número de programas, desde esta perspectiva. No es posible para una Federación Internacional estar al margen del desarrollo crítico de la Comunicación. Así por ejemplo, nuestra posición frente a la reflexión que se ha hecho en los últimos tiempos sobre el Nuevo Orden Internacional de la Información, sobre la creación de la Nueva Agencia Latinoamericana de Servicios Especiales de Información (ALASEI) son una manifestación clara de los principios que respalda la Federación.


No podemos hablar pues de una neutralidad. Cosa imposible de manejar porque en algún principio debemos creer y podemos defenderlo sobre todo si este es razonable y puede ser asumido fácilmente por la mayoría de los asociados. Sin embargo, el terreno en que se mueve la Federación no le permite estar políticamente identificada con una línea de acción que busque otros intereses distintos a los académicos y profesionales, puesto que está creada para estos fines. Todo lo que incida en esta preocupación fundamental, será lugar para que la Federación esté presente cumpliendo con los objetivos para los que fue creada. ¿Cómo asume FELAFACS la cuestión del financiamiento, un asunto tan delicado y al mismo tiempo tan importante para el desarrollo de este tipo de organismos? ¿De dónde se obtienen los recursos? ¿Se procura diversificar las fuentes de cooperación? ¿Cómo se van incorporando a las Escuelas en el proceso gradual de autofinanciamiento? y finalmente ¿en qué medida la cooperación que recibe condiciona o no las políticas y tareas de la Federación? El financiamiento de la Federación se realiza a través de fondos de entidades internacionales, y de aportes por concepto de cuotas de inscripción y anuales que pagan las Asociaciones Nacionales o las Facultades en donde no hay Asociación Nacional, así como de aportes nacionales o institucionales para eventos. Podemos decir que en la historia de FELAFACS la entidad que más ha aportado para la realización de eventos y posteriormente cuando se creó la Federación para la organización de la sede, gastos de personal, etc., es la Fundación Konrad Adenauer. Gracias a esta ayuda se financia un 80% de las actividades de la Federación. El otro 20% se reparte entre entidades como UNESCO, WACC (World Association for Christian Communication) y los aportes de los asociados. Para varias actividades nacionales (Seminarios, Cursos, Encuentros, Talleres, etc.), que ha promovido la Federación, existe una contribución de las entidades nacionales, ya sea Asociaciones o Facultades. Gracias a esta contribución, que es la contrapartida natural se equilibran los gastos para realizar determinados eventos de la Federación. Sin la ayuda de la Fundación Konrad Adenauer no sería posible presentar los resultados tan importantes para FELAFACS en estos seis años de vida de la Federación. Las cuotas y aportes no alcanzaría a financiar estas actividades. La Federación trata de buscar nuevas fuentes de financiación para sus actividades. En este sentido ha mantenido contactos importantes con organismos internacionales para estas ayudas. Las Escuelas y Asociaciones van tomando conciencia progresivamente de la posibilidad de autofinanciar sus actividades ya que la Federación es conciente de que este impulso que ha generado en todos los países y escuelas sólo puede mantenerse con la ayuda propia de cada organización y ocasionalmente con el apoyo internacional. ¿Qué rol le asigna FELAFACS a la vinculación con otras instituciones que actúan en el campo de la Comunicación en América Latina? FELAFACS, tiene como uno de sus objetivos establecer relaciones con otras organizaciones que están en el área de la Comunicación Social. Así por ejemplo, está en permanente contacto con organizaciones latinoamericanas como-, ALAIC (Asociación Latinoamericana de Investigadores de la Comunicación), CIESPAL (Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina), UNDA-AL (América Latina), IPAL (Instituto para América Latina), INTERCOM (Sociedad Brasileña de Estudios Interdisciplinarios de Comunicación), ULCRA (Unión Latinoamericana de Radiodifusión), ALER (Asociación Latinoamericana de Educación Radiofónica), ALATU (Asociación Latinoamericana de Teleducación Universitaria), ALASEI (Agencia Latinoamericana de Servicios Especiales de Información), ILET (Instituto Latinoamericano de Estudios Transnacionales), CIID (Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo), etc. También vale la pena mencionar su relación con otras entidades internacionales como: WACC (World Association for Christian Communication), CSCC (Centre for the Study of Communication and Culture), ASUMC (Association of Schools of Journalism and Mass Communication), AIERI (Asociación Internacional de Estudios en Investigación sobre la Información), UNESCO (United Nations Educational, Scientific and Cultural Organization). ¿En qué línea de trabajo ha venido actuando FELAFACS? ¿Cuáles son los principales aciertos y errores tenidos en estos cinco primeros años de existencia? Básicamente la Federación está actuando en varios campos o líneas que cubren las necesidades de formación: - Investigación sobre formación profesional - Capacitación -Cursos o talleres y Becas - Recursos bibliográficos: libros, revista y proyecto de libros - Evaluación: pre-grado y post-grado - Planeación y Diseño Curricular: Cursos y Talleres en toda América Latina - Asistencia a Escuela y Facultades: a través de visitas periódicas - Presencia de los directivos en Seminarios, Cursos, Congresos.


Entre los aciertos podemos mencionar: despertar un interés en todas las escuelas de la región por actualizar y renovar los estudios de Comunicación, creación de Asociaciones Nacionales y preparación de otros países para crear nuevas, foro para discusión de los grandes temas de la Comunicación en América Latina y en el mundo. Y entre las dificultades que podríamos mencionar: la poca participación de algunas escuelas asociadas en estos procesos de asociación, una actitud pasiva de algunas escuelas que esperan recibir pero no ofrecen nada, dificultad de vinculación de algunas escuelas por razones ideológicas ya sea porque nos ven en la izquierda o porque nos ven en la derecha. Todo esto sin embargo, forma parte de nuestro compromiso permanente con la enseñanza de la comunicación y nos atrevemos a afirmar que el balance es sumamente alentador.


INDUSTRIAS CULTURALES: TRANSVERSALIDADES Y REGÍMENES DISCURSIVOS Mabel Piccini Intentar precisar aquello que suponemos propio de la comunicación, procurar definir un ámbito o, mejor aún, su especificidad, sin caer en las clásicas repeticiones de entendería a partir de espacios rígidos y limitados por una determinada perspectiva de análisis, resulta ser una tarea que no ha sido tratada en rigor por los profesionales e investigadores que desarrollan su actividad principal en este campo. Y son menos aún los casos en que los Intentos de precisión Implican un replanteamiento agresivo de los términos del debate, del contenido y metodologías de estudio del espacio, o los espacios, asignados a la llamada comunicación social. Esta postura es justamente lo que merece destacarse en este ensayo en que nos introduce la Investigadora Mabel Piccini. Sus aportes nos llevan o la necesidad de puntualizar los riesgos de amenazas que hoy penden sobre este impreciso campo de estudio. Asistimos a un creciente proceso de descrédito que atraviesa a muchas de las investigaciones sobre comunicación social, descrédito ocasionado entre otros factores por la atomización del campo de estudio, por la predominancia de teorías totalizadoras, por la dispersión de los hechos y otros aspectos más que serán tratados por la autora del presente trabajo. Una cultura, en general, construye, en su historia y a través de ella, una intersección original entre tales variedades, un nudo de conexiones muy preciso y particular. Esta construcción ( ... ) es su historia misma. Lo que diferencia las culturas es la forma del conjunto de los enlaces, su funcionamiento, su ubicación y, también, sus cambios de estado, sus fluctuaciones. Pero lo que tienen en común y que las instituye como tales es la operación misma del ligar, de conectar. Aquí surge la imagen del tejedor. Imagen de ligar, de anudar, de construir puentes, caminos, pozos o postas entre espacios radicalmente distintos. Michel Serres Discours et Parcours

1. LOS SABERES INSTRUMENTALES 1.1 Perspectivas Situados en medio de un largo trayecto cuyos objetivos tienden a desvanecerse a medida que avanzamos y también si retrocedemos en la reconstrucción de lo realizado, las preguntas relativas al dominio de las comunicaciones son, en la actualidad, más numerosas y consistentes que las conclusiones. Porque, en efecto, ¿de qué hablamos cuando hablamos de comunicación colectiva? ¿Cuáles son esos objetos desprendidos de diversos troncos disciplinarios han llegado a poblar esta nueva región del saber que no termina de definir sus confines? ¿Qué incitaciones -de qué procedencia- han estimulado la reflexión sobre el orden tecnológico aplicado a la producción cultural? ¿Cuáles son las acechanzas que hoy se ciernen sobre este difuso territorio? Imposible ignorar que estas interrogantes nos llevarían a una larga, y seguramente agotadora, disquisición sobre la materia que, por lo demás, ya ha sido objeto de muchas reflexiones. Volver sobre lo actuado -y sobre lo dicho- tiene todo el cariz de un ejercicio ocioso y, en lo particular, repetitivo; reiniciar la tarea de excavación de lo que por décadas ha constituido el sustrato de ciertas certidumbres disciplinarias representaría una pretensión que excede los límites de este trabajo. Por lo tanto me limitaré a señalar preocupaciones fragmentarias y determinados lugares comunes a los que casi nadie ha sido ajeno y, sobre todo, intentaré plantear, otras posibilidades de acceso a estos objetos erráticos cuya misma designación ya contiene en germen su condición inaprensible y dispersa. Sin duda el primer equívoco emana de la misma denominación de la disciplina y de sus objetos. Tal vez habría que añadir que dichos objetos, sometidos, según el momento y la oportunidad, a exploraciones y búsquedas epistemológicas o pragmáticas, han brillado con la misma fugacidad que los requerimientos políticos o académicos de turno. Hablar de "comunicaciones masivas" o de "objetos comunicativos" o de "lo masivo" en su extrema desviación semántica, ha sido, y sigue siéndolo, el principio de un malentendido que a la vez que recortaba hechos empíricamente observables (artefactos, tecnologías, políticas, mensajes en serie) introducía en la misma mirada una finalidad restrictiva o, si se quiere, un sistema de concentración y formalización de elementos heterogéneos. Quizás no sean otros los objetivos disciplinarios en los diversos campos del saber: establecer fronteras permanentes y cortes incisivos sobre los cuerpos extraños, aquello que es ajeno a un ámbito de reflexión, a ciertos objetos y a la economía intelectual de los saberes instituidos e institucionalizados. La propia sobrevivencia de las disciplinas sociales parece descansar en estos procedimientos de compartimentación, clasificación y límite y de delimitación de saberes que instituyen regímenes de normalidad y regularidad sobre lo discontinuo o lo múltiple de la vida individual y colectiva.


El caso de las llamadas comunicaciones colectivas ofrece, sin embargo, características particulares en los rigores disciplinarios que se disuelven, finalmente en la paradoja. Por un lado observamos la pertinacia desplegada en la delimitación de un campo "propio", según reglas de propiedad, pertinencia y legitimidad teórica e institucional y, por el otro, la convergencia de numerosas disciplinas "extrañas", y en todo caso heterogéneas (saberes sociales y antropología, semióticas, cibernética y teoría de la información, psicoanálisis y teorías políticas y económicas ...), en la tentativa de explicar, desde sus propias claves y su propio rigor, este espacio sin centro que desplaza permanentemente sus límites y sus registros. Los resultados están a la vista y se ofrecen a la percepción con una inocultable evidencia: la existencia empírica de los medios de comunicación no constituye por un mero efecto la realidad el sustrato de un campo de estudio ni las tentaciones de formalizar "los componentes del sistema de comunicación" garantizan la homogeneidad de unos objetos que se resisten a los rigores de un orden y de un ordenamiento sistemáticos. De este modo asistimos a un vaivén interminable entre las pretensiones de las teorías totalizadoras y la pulverización del campo según los enfoques fragmentarios que se le impongan y, en uno y otro caso, al progresivo agotamiento de los saberes que han intentado circunscribir el fenómeno y qué llegan al límite de lo enunciable y a la extenuación de ciertos paradigmas que reenvían, cíclicamente, a la infinita reproductibilidad del sistema. El itinerario recorrido por los aparatos de conocimiento y de investigación y sus, consiguientes categorías de análisis ha ido dibujando, en efecto, sucesivos , deslizamientos que recubren tanto la totalidad estructurada de los colectivos sociales como los hechos locales, los estudios macrofísicos sobre los dispositivos hegemónicos como el minucioso enfoque de las reglas discursivas de un mensaje particular. Generalidad del calco -lo total como resultado de la suma de las partes- y fragmentación de los hechos, aunque la dispersión de los hechos no refleje, en la mayoría de los estudios, sino las generales de la ley (llámense estado, economías transnacionales, ideología (s) o dependencia cultural). Desde este enfoque, sumamente arraigado en la reflexión sobre comunicaciones, cada una de las partes es sólo una resonancia de esa totalidad de la que emana y a la que no puede sino multiplicar o reproducir. A partir de estas perspectivas el territorio de estudio se ha ido poblando de diversas modalidades de reducción y clasificación. Dependiendo de la disciplina que se pone en juego asistiremos a la presentación de artefactos de signo distinto aunque ligados, en la mayoría de los casos, por una común necesidad de domesticar la errancia de los sentidos y la complejidad de dispositivos culturales que no sólo se despliegan en los confines de los medios sino que por lo regular alcanzan proyecciones mucho más vastas. Se habla entonces del orden tecnológico y las resonancias cibernéticas lo reducen al circuito fuente-canal-ruido-receptor. Ciertas corrientes lingüísticas recogen residuos de la teoría de la información y reestructuran sus paradigmas según las claves unidireccionales de emisor-código-mensaje-referente-destinatario. Algunas corrientes sociológicas y políticas construyen una noción omnicomprensiva del poder ideológico explicándolo desde la perspectiva uniforme de los aparatos de hegemonía y a los medios corno parte de esta totalidad. Otras vertientes sociológicas, con inflexiones antropológicas apelarán a metáforas económicas para analizar los modelos comunicativos y culturales: se hablará entonces de producción simbólica mercados intercambio desigual, capitales acumulados o en vías de acumulación y consumo cultural. Algunas más operarán el corte entre estrategias políticas, concebidas como acción racional e instrumental, y orden simbólico, efecto residual o subordinado. La mayoría de las tendencias: la sociología de la cultura, la antropología, y aún ciertas estéticas, producirán sucesivas fracturas sobre los dominios -los llamados "niveles culturales"- para clasificar la producción simbólica en términos de "culturas superiores" (o legítimas), "culturas masivas" (con bajas cuotas de legitimidad) y -culturas populares" (aquellas procedentes de un campo indiscernible de realidades fuera de los registros del poder constituido). Finalmente, desde el marketing, las políticas contingentes y ciertas vertientes sociológicas preocupadas por el control social, proliferarán los sondeos de opinión, o el estudio de los efectos de los medios y los mensajes a partir de una concepción, cuantitativa, estadística, de lo consumido o que es objeto de consumo y supuestamente moviliza las expectativas, y las pulsiones, de vastos segmentos colectivos. 1.2 Encrucijadas ¿El campo? ¿Los campos? ¿Crisis de las disciplinas? ¿Disminución de la credibilidad en los saberes consagrados? ¿Incapacidad de las teorías sociales y políticas para dar cuenta de aquellos factores que no son susceptibles de previsibilidad o de cálculos formales: el acontecimiento único o el azar pero también, y fundamentalmente, las dimensiones oníricas y simbólicas de la realidad? Sin duda todos estos aspectos confluyen en el descrédito generalizado que rodea a los estudios sobre comunicación social y al escepticismo de muchos de sus investigadores pero no indican, más específicamente, cuáles son las liviandades o, si se quiere, las inconsistencias propias de esta región del saber. Tal vez, podríamos postularlo, porque esta "región del saber" es inexistente o, para decirlo de un modo menos aventurero, porque su propia constitución y la constitución de sus coordenadas teóricas, lejos de derrumbar los lugares


comunes más acendrados, de las disciplinas sociológicas, antropológicas o semióticas, los ha conducido hasta su exasperación, al límite del sin sentido o, en el mejor de los casos, a la repetición sin límites. Es probable que esta circularidad de los saberes acumulados, y en vías de acumulación, obedezcan en buena medida a la magnitud del poder -real, virtual o figurado- que emerge en las distintas dimensiones de los circuitos de comunicación colectiva: en este vértice se entrecruzan diferentes saberes pero fundamentalmente aquellos saberes plurales que tratan de justificar o combatir mediante la acción racional y las prácticas de la racionalidad formal las acechanzas del orden tecnológico y sus despotismos sobre la vida política, económica y cultural de las sociedades contemporáneas. Pero, a la vez, este poder que se denuncia o se soslaya, que es objeto de contiendas políticas y hasta de las pulsiones menos conscientes de los ámbitos del saber, llega a constituirse, en numerosos casos, en la coartada que concentra la atención sobre ese blanco inmóvil -los medios en este caso- desviándola simultáneamente de la compleja trama de poderes simbólicos, institucionales, materiales, que hacen posible, en reticulaciones bastante más intrincadas, esa emergencia fulgurante, incuestionable de ciertas tecnologías o determinados mensajes o la apropiación de los circuitos comunicativos por parte de minorías, burocracias, o grandes corporaciones multinacionales. La mirada y las exploraciones se detienen la mayoría de las veces en la acción instrumental: por algo el singular nombre de la disciplina de "las comunicaciones masivas -o colectivas- o sociales". Vías de comunicación, finalmente, fuente y canal, transporte que une dos o más puntos en el espacio, orden tecnológico concebido como vehículo que acorta las distancias físicas, culturales y políticas, en un ordenamiento intercambiable. Los medios antiguos y los electrónicos y los satélites no serían, al fin de cuentas, más que una extensión privilegiada -tal vez por los "objetos" que transportan- del telégrafo y el ferrocarril, en este sentido máquinas autorreguladas cuyas magnitudes son susceptibles de cálculo, medida y previsión y, en otras claves, espacios de la racionalidad de los medios y los fines, del control posible y, en suma, de estrategias -las del estado, la iniciativa privada o no importa qué gestión política- concebidas como acción y planificación conscientes sobre las demandas, reales o imaginarias, de los diversos eslabones sociales. ¿Cómo doblegar la discontinuidad? se preguntaba Max Weber, ¿de qué modo transformar en institución durable la emergencia única que impide la visión de la regularidad en la historia? Si este desafío estaba en el centro de las preocupaciones de un científico social tan imaginativo como Weber, qué decir de los exhaustos continuadores que todavía recurren, mediante sostenidos abusos, a principios causales y totalizadores para analizar -controlar sofocar según los casos- lo que es propiamente el vértigo de las producciones culturales en las sociedades contemporáneas. Y este es otro flanco vulnerable en las disciplinas de la comunicación social: la búsqueda de regularidades en los múltiples y dispersos acontecimientos culturales significa, en muchas ocasiones, suprimir de cuajo, o al menos reprimir casi hasta su extinción, las dimensiones simbólicas inherentes a los procesos colectivos. Antes bien, la razón política o las políticas de la racionalidad privilegiarán el estudio del control posible sobre los medios, tecnologías o útiles, sobre los mensajes y los públicos, instancias finalmente asimilables a la previsión y el cálculo y también a los modelos económicos que han proliferado notoriamente en los discursos de la sociología de la cultura y hasta de la semiótica, sin hablar de los sondeos de opinión y las encuestas de mercado. Los saberes desplegados alrededor del control de los medios, dejando de lado las disputas políticas de distintas fracciones que desplazan hacia ese centro enfrentamientos de mayor envergadura, presentan por cierto una turbadora complejidad. Desde la razón política, estos saberes simulan pertenecer al orden de las contiendas por el poder tecnológico o por la disminución de esos poderes y sus derivaciones en las escenas sociales y culturales. Desde una razón -o acaso sinrazón- simbólica, el control es inimaginable; si alguna medida pudiera ejercerse sobre las tecnologías, sus usos y sus utilidades, sobreviven todavía a esa empresa "residuos" más o menos irreductibles, esa dimensión de lo real que se suspende habitualmente pero que actúa en las sombras haciendo estallar muchos de los paradigmas en vigencia: los procesos culturales en sus múltiples manifestaciones, las redes significantes y sus desplazamientos en diferentes dominios, la inapresable dispersión del sentido. 1.3 Acción racional y dimensión simbólica La disyuntiva política/cultura, cuerpos distanciados por rigores clasificatorios de larga data, se manifiesta con cierta exuberancia en el campo de las comunicaciones, hecho, por lo demás, que no debería asombramos si recordamos que esta disciplina es el resultado de préstamos teóricos y conceptuales de saberes que han hecho de esa fractura un principio de sobrevivencia, o lo que tal vez sea lo mismo, un principio de identidad. Algo similar todavía acontece con la barra que distancia sociedad/cultura aún en vertientes de la sociología de la cultura que han dado particular preponderancia al estudio de las simbólicas colectivas y su particular eficacia en la constitución y reproducción de las sociedades. Me refiero concretamente a la obra de Pierre Bourdieu, que aunque casi no traducida al español, tal vez por intraducible, ha marcado de manera notoria muchas de las recientes investigaciones sobre procesos culturales de diferente naturaleza. Creo que esta obra, notable en algunos aspectos, es ilustrativa de una reiterada omisión en los saberes sociológicos -ya sea por disciplina, confines o confinamientos- de territorios enteros de los imaginarios sociales: en particular los campos del lenguaje y la específica energía que concentran, y despliegan, en todos los ámbitos de la vida individual y colectiva. A lo largo de su extensa obra, Bourdieu entreteje minuciosamente, en un acabado ejercicio intertextual, saberes procedentes de diversas


filiaciones teóricas. No obstante, la perspectiva transdisciplinaria se desvanece toda vez que impone la determinación de lo sociológico sobre el cúmulo de observaciones y saberes heterogéneos que confluyen en su discurso. De este modo, intentando definir el sistema de "relaciones objetivas" que hace posible la emergencia de determinadas simbólicas colectivas, su ejercicio y sus reglas de juego, Bourdieu procede como sus propios sujetos de estudio y observación: desconoce/reconoce el sentido del sentido y sus múltiples y específicas formas de materialización. "Lo esencial de lo que pasa en la comunicación -escribe- no está en la comunicación (...) sino en las condiciones sociales de posibilidad de la comunicación"(1), y en otro texto, "... el poder de las palabras reside en la creencia, en la legitimidad de las palabras y del que las pronuncia, no en las palabras mismas".(2) Como es visible en toda su obra, incluido, paradójicamente, el texto Ce que parler veut dire(3), la apertura hacia las vertientes simbólicas de los fenómenos sociales encuentra sus límites -y sus limitaciones- en las propias reglas de la disciplina que la propician. Si bien es cierto que las condiciones de enunciación son aspectos fundamentales en cualquier proceso comunicativo puesto que suscitan la adhesión y las creencias de los destinatarios, establecen reglas de aceptabilidad de lo enunciado y otorgan una cierta autoridad a los mensajes, también lo es que los campos del lenguaje remiten a esa "materialidad social que no deja de producir acciones, síntesis vivientes o heridas mortales".(4) Producir -señala J. P. Faye-, supone saber que se produce, "este saber en el tiempo es historia: el histor es el que sabe decir"; la producción de herramientas y la producción del lenguaje es un único y mismo proceso.(5) Textualidades e intertextualidades, narraciones generalizadas en el curso de la historia: finalmente, en esas texturas -la imagen del tejedor- una sociedad elabora sus redes de saber, de verdad y de sentido. Sin embargo la dimensión discursiva de lo social sigue siendo, en buena medida, la zona oscura de las disciplinas sociológicas y "comunicativas". Objeto de un rechazo y de un desconocimiento que justifica su sentido en la exploración, ciertamente. legítima, del poder como condensación de "relaciones objetivas", el poder del lenguaje es, todavía, un territorio político-estratégico ignorado o, al menos, subordinado al estudio de las instancias piramidales de control. 2.

LA DISOLUCIÓN DEL CAMPO

2.1 Medios: espacios de condensación Otra vuelta de tuerca: a partir de los saberes acumulados y los objetos, expectativas e intereses que engendran, y de esa atmósfera frecuentemente enrarecida que irradian los modelos instrumentales, habría quizás que considerar nuevas vertientes de reflexión. Y, antes que nada, proceder a descentralizar los medios de comunicación, sus técnicas y sus obras: es decir, se trataría de sustraerlos de ese centro imaginario donde los han erigido y petrificado -como monumentos de la "cultura postmoderna". Lo que no implica negar su gravitación y sus reiterados despotismos en las diversas gestiones de nuestras sociedades sino, por el contrario, representaría reconocer de otro modo la implantación duradera y si se quiere eficaz de estas maquinarias despóticas en la vida colectiva. Los medios, desde este enfoque, podrían ser concebidos como espacios de condensación e intersección de redes culturales múltiples o, de otro modo, como ámbitos poblados de objetos polimorfos, aquellos que construyen y desconstruyen cotidianamente una pluralidad de voces procedentes tanto de las instituciones oficiales, las burocracias o las grandes corporaciones como de las prácticas y los rumores más difusos de la cotidianeidad. El campo, o quizás más propiamente, los campos de las industrias culturales, son sólo un segmento en las cadenas más vastas de los procesos simbólicos de una sociedad en los que confluyen registros heterogéneos y ordenamientos y dispositivos complejos. Sólo a costa de un pertinaz ejercicio de simplificación, revestido muchas veces de justificaciones metodológicas, es posible separar la racionalidad económica y política -"la razón de Estado"- de los procesos locales de simbolización y enunciación, las culturas superiores de las culturas masivas, concebidas como objetos híbridos dentro de las jerarquías y estratificaciones culturales en vigencia o las políticas culturales "hegemónicas" de las prácticas cotidianas de los llamados sectores populares y sus redes de resistencia o de "servidumbres voluntarias". Plantear otro enfoque que reubique en un sitio diferente los objetos comunicativos implicaría, por el momento, suspender las evidencias que han tramado este espacio de equívocos y equivocaciones, y elaborar nuevas rejillas de inteligibilidad que hagan posible la emergencia de "singularidades" y de acontecimientos liberados, en el mejor de los sentidos, de las constantes y regularidades históricas y del rigor de ciertas clasificaciones antropológicas o sociológicas. Analizar los acontecimientos culturales según los múltiples procesos que los constituyen y más allá de una remisión en cadena a las totalidades que los reducen a su imagen y semejanza (centralidad de los medios - aparatos de hegemonía - estado - iniciativa privada - democracia - derecho a la información - dependencia cultural - y así sucesivamente) significa tal vez, como una de las vías posibles, "disminuir el peso de la gravedad causal". Frente a los procesos culturales y al carácter polimorfo de los objetos que allí, en esa específica regionalidad, se dibujan se trataría de definir otros principios analíticos y metodológicos que actuarían a partir de un polimorfismo creciente: de los elementos que se ponen en relación, de las relaciones descritas, de los ámbitos de referencia.(6) El "poliedro, de inteligibilidad" como Foucault designaba a este tipo de operaciones y procedimientos analíticos, requiere necesariamente la convergencia de diversos


saberes y la transgresión de las fronteras que tradicionalmente los han segregado de modo de evitar la suma de saberes fragmentarios y la pulverización indefinida de los campos de estudio. El poliedro de inteligibilidad, por el contrario, así como los corpus o los universos, construidos en esta clase de estudios, nunca puede considerarse como totalmente acabado ya que su número de caras no está definido de antemano. Se trata, de otra manera, de proceder por saturaciones progresivas y forzosamente incompletas.(7) Este ejercicio de desarticulación gradual de los saberes consagrados, -y de las evidencias que los consagran- en la materia que nos ocupa, y en cualquier materia social o cultural que haya sido sometida a los abusos disciplinarios, pone al descubierto muchas de las coartadas con que las disciplinas y sus categorías unificadoras cierran las brechas y tratan de reprimir las amenazas de los sentidos y los acontecimientos dispersos. Intentemos situamos ahora en otro ángulo de visión y procedamos, progresivamente, por saturaciones incompletas, a reconstruir los objetos, saberes y conceptos erráticos de la comunicación colectiva. Si no obtenemos explicaciones globales, si sólo entrevemos iluminaciones fragmentarias de objetos que se desplazan entre dominios diversos, al menos no habremos incurrido en la repetición del modelo que tiende a explicarlo todo según la regla de las muñecas rusas. La última de la serie es exactamente igual a la primera sólo que en miniatura. 2.2 Diagonales En 1985, "Año internacional de la juventud" según políticas de la UNESCO ocupada en rastrear, como anteriormente con la mujer, los segmentos frágiles de los universos sociales, el CREA (Consejo Nacional de Recursos para la Atención de la Juventud) nos encomendó a Raymundo Mier y a mi realizar una investigación sobre televisión y juventud en México. Se trataba, nos parecía, de ese tipo de investigaciones que tiene un espacio asegurado en cualquier institución nacional o internacional, estatal o privada que intente describir y analizar algunos de los signos privilegiados de la modernidad. En estos casos, como se sabe, los medios de comunicación no pueden estar ausentes, ya forman parte del fetichismo de una corriente pragmática de investigación que establece curiosas vecindades -puesto que no son articulaciones- entre medios y cualquier problema social o político contingente, real o figurado: los niños, las mujeres o los jóvenes, el aumento de la violencia o el desarrollo rural, las minorías étnicas, las sexuales o las culturas populares, los nuevos sistemas educativos o las opiniones políticas de una comunidad. Asediados por el riego de incurrir en el más elemental sentido común (y por la falta de tiempo que lo volvía aún más factible) coincidimos en una experiencia de aperturas múltiples sobre el fenómeno y, particularmente, en la necesidad de desarticular o desconstruir algunas de las principales categorías con que se manejaban este tipo de investigaciones. En este proceso intentamos establecer nuevas conexiones entre los elementos y objetos de estudio al punto que la investigación se constituyó en un sistema de reenvíos en el que se multiplicaron las perspectivas; los procedimientos de transversalidad nos permitieron iluminar un conjunto de consideraciones que, puesto que actuábamos por saturaciones progresivas e incompletas, no habíamos previsto. El itinerario de estas elaboraciones y de algunos de sus desplazamientos quedó consignado, aunque mínimamente en las notas introductorias al texto.(8) Dejando de lado las reflexiones que elaboramos alrededor de la compleja noción de "juventud", querría rescatar aquellas referidas a la televisión de modo de ilustrar lo que fue aquel proceso y, quizás, otras vías posibles de análisis. "... la televisión no es sólo ese juego impenetrable de mecanismos, de circuitos, ese orden tecnológico. La televisión pone en juego otras tecnologías: tal vez aquellas que señalan la reticencia de nuestras culturas a la muerte, a su densidad en el tiempo (...) La televisión ha constreñido, tal vez como pocos de los artificios contemporáneos, a la reinversión de la evidencia. Ha trocado una evidencia, la de los actos, por otra, la de lo contemplado. Más aún, ese trueque ha impreso a nuestra imagen de experiencia otro clima, otras atmósferas. Se hizo inevitable preguntarse ¿qué mantiene a la gente hundida durante horas frente a esa sucesión de imágenes? Se comenzó entonces a medir la fatiga de las miradas, la sintaxis de los actos colectivos e individuales, frente al televisor; se trazaron los trayectos seguidos por la pupila, se imaginaron modelos de la minuciosidad de las percepciones, de los ritmos, los tiempos, las duraciones óptimas de las imágenes en pantalla. (...) Se conjeturó acerca de los tiempos necesarios para que la memoria retuviera las figuras, las frases, para que reconstruyera las anécdotas, se observaron y clasificaron las reiteraciones, los apegos; se los enumeró con el irrespirable nombre de preferencias del auditorio. (...) Para esto no se evitaron los laboratorios, las encuestas de los sociólogos, los registros de la mercadotecnia, las medidas y patrones corporales de, la antropología física, los datos de la fisiología y la anatomía, las consideraciones acerca de la economía de los gastos, los actos y las posiciones corporales (la ergonomía: se pudieron diseñar los muebles más funcionales, los sillones más adecuados), la arquitectura contribuyó a fijar un lugar al "cuarto de la televisión". La Psicología contribuyó a proponer el inventario de lo deseable, de lo repugnante, de lo atractivo. El psicoanálisis aportó sus fantasías acerca de la fascinación por las transgresiones y el Edipo hizo su modesto aporte a la idea dominante sobre las narraciones más arraigadas en el inconsciente del público. La televisión no podía dejar de aparecer en la voluntad de la época como algo que excedía notablemente los límites de un simple artefacto electrónico ... Las características de la acumulación de la vida urbana y los nuevos patrones de relación fueron convirtiéndola en el punto imaginario de convergencia de todos los otros ámbitos de la cultura. Esta es una historia extraordinaria y opaca, resistente a las


reflexiones. Una historia que sólo podrá cobrar la apariencia de la suspicacia o de una obsesión por reconocer los documentos, los monumentos, aquellos restos (artículos, archivos, reflexiones registradas, cuerpos, imágenes) que van testimoniando en presencias súbitas y poco perceptibles la crónica de ese trayecto; esa paulatina convergencia, ese conjunto de actos, de episodios, de decisiones, de concepciones, es decir, de estrategias, que fueron colocando a la televisión en ese lugar imaginario: como centro virtual de los procesos culturales en nuestras sociedades urbanas. La televisión cobró los perfiles de una red cuyo centro, las imágenes televisivas, encontraba resonancias siempre excesivas que irrumpían en los más diversos y próximos órdenes. Se convirtió en un dispositivo que imponía patrones, que engendraba relaciones en esferas heterogéneas de la vida; pero lo que es más importante: ese dispositivo se reveló como un medio que suscitaba conductas regulares, que disciplinaba, que engendraba hábitos. En el seno de la familia la televisión arraigaba representaciones del cuerpo al mismo tiempo que imponía a los cuerpos una posición y les prescribía un espacio. Fundaba a la vez una imagen del cuerpo y los procedimientos para el control -un control restringido al ámbito familiar- de los cuerpos. Se hizo evidente que la televisión era un recurso para la gestión, para regular, ordenar, administrar, las esferas más próximas. Involucraba entonces una disciplina, pero también, en consecuencia, una pedagogía. En efecto, trazaba, incluso inadvertidamente, fronteras para la exclusión de ciertos lenguajes, ciertas imágenes: definía -y define- lo normal/lo habitual/ lo patológico/ lo radicalmente extraño, incluso señala con el vacío lo irrepresentable, lo que ni siquiera es pensable dentro de los límites de la pantalla. Ponía en juego una ética, no menos que una terapéutica (levantada sobre los criterios de normalidad/patología implícitos en la televisión). De manera no poco extravagante, la televisión demanda que se la conciba como una modalidad de la cura (de la confesión, del desfogue de compulsiones a la violencia; para algunos la televisión está dotada del extraño poder de provocar la catarsis de todas las tensiones cotidianas). No sólo representa en imágenes esa cura, sino que incluso la provoca. Se ampara asimismo en una concepción moral (lo que no puede ser visto sino por mayores, o ni siquiera por ellos) y una estética. (...) Esa red tejida por la televisión, con ella como centro, es demasiado vasta. Ha tomado además las dimensiones y ha cobrado los recursos de una industria. Se ha levantado también con sus criterios, con sus disciplinas, con sus saberes. Construida en torno de la eficacia, la productividad, la rentabilidad, da lugar a una administración de las imágenes: un saber acerca de cómo administrar las presencias que se congregan alrededor del televisor o de la radio, en los centros nocturnos o en la lucha libre, incluso alrededor de la escritura. Se trata de una industria capilar y cuyo centro, la televisión, ha podido finalmente erigirse sobre otro centro: la televisión respira a través del acontecimiento, o más bien, cierto orden del acontecimiento. Sus nombres dentro de las industrias culturales han sido: noticia, moda, estrellato, fama, genialidad y su forma transitoria, precaria, adquiere la equivalencia de lo efímero: la juventud aparece entonces como ese orden de la experiencia marcado por esta condición, por su tiempo provisorio. Las industrias culturales parecen haber encontrado su cifra en un conjunto de equivalencias: aquellas que hacen de la eficacia una forma de gestión de una identidad ficticia realizada gracias al orden imaginario de la televisión, ahí donde lo sorpresivo aparece como la sustancia misma de lo espectacular (...)". 2.3 Configuraciones interdiscursivas: topografías Siguiendo con la perspectiva vislumbrada, y seguramente incompleta y fragmentaria por varias razones, en el proceso de reflexión que iniciamos con El desierto de espejos (Televisión y juventud en México) estoy realizando, en la actualidad, un recorrido teórico para sustentar una investigación empírica acerca de los regímenes de intertextualidad en las industrias culturales. Aunque esta designación con que enuncio el proyecto no aclara con demasiada precisión ni sus objetivos ni las dimensiones que pretendo, abordar en el estudio. De todos modos se trataría, en primera instancia, de un trabajo de exploración y de recuperación de los campos del lenguaje, de las configuraciones interdiscursivas o, si se quiere, de las redes semióticas, que atraviesan ámbitos, instituciones o campos simbólicos y en ese itinerario van produciendo los puntos de conexión, de enlace o de fuga, las fluctuaciones y las regularidades de un estado de cultura determinado. La tentativa radica en reconstruir, a partir de un estudio sincrónico de la escena cultural mexicana, un "croquis topográfico" de los puntos fuertes y de las líneas de fragilidad por los que transitan los poderes de los campos culturales y su conexión con otros dominios (políticos, económicos, sociales) y otros registros no necesariamente homogéneos de la vida colectiva (los dispositivos urbanos, ciertas realidades cotidianas, los ámbitos familiares, los espectáculos y el ordenamiento del tiempo libre...). De tal modo, como he intentado esbozarlo a lo largo de este escrito, las industrias culturales, y los medios de comunicación en particular, son concebidos como dispositivos culturales complejos cuyos linderos, por lo tanto, no comienzan ni acaban en los estrechos marcos de un orden tecnológico o empresarial o político ni tampoco en las configuraciones discursivas que los atraviesan. Por el contrario, se trataría de difuminar las fronteras que se han erigido entre las categorías más recalcitrantes de la disciplina: culturas superiores/culturas masivas/ culturas populares, políticas/ realidades simbólicas, emisores/ destinatarios, prácticas sociales/discursos... y en ese mismo proceso exhibir sus intersecciones y los desplazamientos que se operan entre los diversos dominios y registros. En otras palabras, intentaría diseñar una especie de cartografía de los poderes simbólicos, de los lugares en los que estos poderes se encarnan -sus superficies de emergencia y delimitación y de las redes que materializan determinadas configuraciones interdis-


cursivas. Resituar, pues, las energías específicas de los lenguajes y los saberes consagrados y aquellos otros saberes sometidos que de algún modo los sustentan y exponerlos en sus procesos de circulación significa, en primera instancia, entrar en la "economía de los enunciados". La perspectiva se aproxima a lo que Faye denomina las narraciones generalizadas de un momento histórico, o sea, al estudio de las figuras que se van tejiendo a través de la fluencia y circulación de múltiples enunciados, contemporáneos los unos de los otros, los cuales en función de su propia distancia o vecindad, vuelven enunciables y aceptables ciertas decisiones o cierta combinación de decisiones. Enfoque que naturalmente incluye la referencia a los diferentes campos sociales que los producen y sobre los que producen su acción, esto es, el estudio de las relaciones y los desplazamientos de las relaciones entre los grupos, las clases y los dominios que intercambian estos lenguajes en un momento dado.(9) Implícitamente este enfoque significa una reconsideración, en otras claves, del concepto clásico de hegemonía y de la noción, no menos tradicional en las ciencias políticas y sociales, de estrategias. Ni propagación vertical de las "ideas dominantes", ni gestiones preconcebidas según un orden racional y planificado, antes bien, el análisis de las integraciones estratégicas de intensidades anónimas, de segmentos muchas veces discontinuos del discurso social común en función de lo que se constituye en "materia para hablar", aquello que es pensable y enunciable en un momento histórico dado. La convergencia e interacciones de los discursos, las imágenes o los gestos y su fortalecimiento recíproco, su capacidad de migración y amplificación a través de sus ámbitos naturales y de aquellos en los que no fueron inicialmente enunciados o, a la inversa, las líneas de ruptura que emergen súbitamente en ciertos espacios culturales, implica, como perspectiva, una apertura hacia las topologías discursivas y las acciones que despliegan en un determinado, paisaje antropológico y cultural. Lo que a su vez tiende a un doble objetivo: por un lado, restituir una dimensión política a las realidades simbólicas de la vida colectiva y, por el otro, reconstruir la dimensión histórica de los fenómenos culturales a través del análisis de la sedimentación y superposición de diversas geologías discursivas en cada texto particular y de las migraciones de "idieologemas" (Kristeva) de un dominio a otro dominio simbólico. Desde estos ángulos apenas entreabiertos, los territorios culturales que se configuran con la emergencia de las nuevas tecnologías de comunicación a distancia: podrían ser concebidos, antes que nada, como espacio de intersecciones y, en este sentido, como dispositivos. Las industrias culturales no formarían sistema como lo postulaban los análisis totalizadores de Adorno y Horkheimer puesto que si admitimos la idea de dispositivo importan menos las filiaciones que las alianzas y los aliados y disminuye el peso causal de las estrategias o los poderes institucionales en favor de la circulación y distribución de los enunciados y de las fuerzas que los invisten en los diferentes campos sociales. Como lo he venido sosteniendo se trataría, en todo caso de aproximaciones parciales que permitan iluminar el co-funcionamiento de registros heterogéneos y de ordenamientos plurales a partir de los cuales se dibujan líneas de concentración del sentido y líneas de fuga que no preexisten a su realización ni son remisibles a un código preestablecido de manera unívoca. Por otro lado, el cambio de enfoque obligaría a pensar los territorios de las industrias culturales como espacios sin límites fijos o, si se quiere, con los límites que recorren y fijan las múltiples perspectivas de análisis. El cambio de mira -y de mirada- exige, por de pronto, admitir un blanco móvil, es decir, un lugar sin centro. 0 con otras palabras, descentralizar, como objetivo fijo, a las maquinarias de sometimiento y a los enclaves del derroche material, moral y simbólico para percibir, desde nuevas perspectivas, la fluencia ininterrumpida de dominaciones y servidumbres, las complejas circulaciones y distribuciones de mensajes y bienes, de complicidades, gestiones opresivas y políticas de la opresión en las distintas redes del cuerpo social, así como, también aquellos saberes irreductibles a la normalidad que hacen estallar líneas, itinerarios recurrentes, zonas sagradas. Si acaso es posible admitir todavía una supuesta centralidad de los medios de comunicación como artefactos modernos de multiplicación de mensajes es quizás a partir de una perspectiva de este tipo. Cajas de resonancia, conectores y espacios donde se propagan los ecos de las diversas escenas culturales y por extensión de las escenas políticas a las que no sólo constituyen como soportes de discursos referidos sino también al producir las condiciones de aceptabilidad, por las vías más directas o más insospechadas, de prácticas y gestiones concretas. En ese sentido los ámbitos de las industrias culturales se manifiestan como los dispositivos modernos de propagación y amplificación de saberes heterogéneos y de los residuos de estos saberes y como zonas de convergencia de múltiples objetos del decir que transitan de un ámbito a otro, dibujando en su trayectoria las constelaciones culturales más densas, o tal vez sólo las más recurrentes, de las historias contemporáneas. Notas 1. Questions de Sociologie, Minuit, Paris, 1980, pp. 101. 2. "Sur le pouvoir symbolique", ANNALES, Extrait du numero 3, Mal/Juin 1977, Libraire Armand Colin. 3. Fayard, Paris, 1982. 4. Jean-Pierre Faye, Los lenguajes totalitarios, Taurus, Madrid, 1974, pp.119. 5. op. cit. pp. 28. 6. La imposible prisión: debate con Michel Foucault, Cuadernos Anagrama, Barcelona, 1983, pp. 63. 7. op. cit., pp. 62.


8. Raymundo Mier y Mabel Piccini: El desierto de espejos (Televisión y juventud en México). Ediciones CREA, (en prensa). Me tomo la libertad de transcribir un largo párrafo de este texto por el carácter limitado que tendrá la edición, en término de volúmenes y de circulación. 9. ver Los lenguajes totalitarios.


LA INFLUENCIA CULTURAL DE LA TELEVISIÓN Valerio Fuenzalida La televisión ha pasado a ocupar un lugar privilegiado en nuestras sociedades, dinamizando o alterando procesos económicos, irrumpiendo en los espacios políticos, efectuando lecturas diferentes de la cotidianidad que nos rodea, expresada en la producción de diversas formas de producción de mensajes, pero también en la instalación de un modo de vinculación con sus públicos, que no hemos llegado a interpretar en toda su significación, De allí la abundancia de estudios que han intentado "medir" el impacto cultural de la televisión como medio. Estos trabajos han mostrado -en muchos casos- limitaciones de enfoque que han impedido una comprensión cabal de los niveles y planos que es preciso contemplar cuando se pretende entender la influencia cultural de la televisión. Valerio Fuenzalida toma aquí -como punto de partida- el señalamiento de algunas concepciones reduccionistas de la influencia de la TV en la cultura, para intentar luego destacar el papel del receptor y del contexto en la construcción del significado televisivo.


Este ensayo desea presentar en forma sistematizada algunas reflexiones y problematizaciones que mi experiencia de trabajo comunicacional en TV me obliga a enfrentar. El ensayo, entonces, está situado en una Sitz im Leben: está marcado por su experiencia originante. La cual es compleja, aún cuando esa complejidad sean variaciones en torno a un labor permanente en tomo al medio televisivo. En efecto, desde 1970 he trabajado en producción de TV Broadcasting, en producción de video para uso educativo, en investigación acerca del sistema televisivo chileno, en el diseño de políticas para TV, y en el campo de la formación para una actitud crítica -o activa, como preferimos conceptualizarla nosotros en CENECA- ante la TV. Este texto, entonces, no se origina en una revisión bibliográfica acerca de tema de la influencia cultural de la TV no es la discusión de un docente sistematiza las tendencias, tal como ellas se presentan en un determinado Corpus de Literatura. No se trata de desacreditar esa posible tentativa, sino de precisar el ángulo desde el cual se abordará el tema en este artículo. Se entrará en diálogo con algunas tendencias teóricas generales, pero ese diálogo será para este ensayo una cierta referencia algo marginal. Estas indicaciones acerca de la Sitz im Leben del presente ensayo proporcionan antecedentes para comprender tanto sus aportes novedosos como sus potenciales insuficiencias. Caveat lector. El ensayo se ordenará en tres secciones; una primera sección presentará algunas concepciones reduccionistas de la influencia de la TV en la cultura. Una segunda sección presentará algunas hipótesis que destacan el papel del receptor y del contexto en la construcción del significado televisivo. Y la última sección presentará algunas hipótesis y líneas posibles de acción en relación a la Influencia Cultural de la TV, postulando que esta influencia debe ser historizada y entendida en un sentido más global. 1. CONCEPCIONES REDUCCIONISTAS DE LA INFLUENCIA CULTURAL DE LA TV. Queremos referimos a algunas expectativas sociales acerca de la potencial influencia cultural de la TV; a las ideas que ciertos grupos sociales tienen acerca de la afectación cultural del medio televisivo: lo que se espera de la TV lo que se desea, el deber ser decisivo que se asigna al medio, y lo que se teme. Para importantes grupos sociales, la gran expectativa cultural ante la TV es su potencial capacidad educativa. El mayor deber ser asignado al medio es contribuir a difundir la enseñanza escolar y los bienes de la llamada 'Alta Cultura´, escasamente compartidos por su costo y condiciones de ejecución. La lucha por llevar a cabo los ideales y las esperanzas del Estado Docente, parece trasladarse desde la Escuela a la TV; lo que la Escuela no habría cumplido, o habría satisfecho deficientemente, se estima que ahora podría ser logrado a través de la TV. Educadores, sicólogos y otros expertos en la formación y en el desarrollo humanos, constituyen profesiones que sustentan y son portadoras de esta expectativa cultural. Los espacios didácticos por TV, los programas de Teleescuela y de enseñanza infantil, la transmisión de obras clásicas de la Alta Cultura, estos son los géneros televisivos valorados, cuya presencia se anhela y cuya ausencia se denuncia. Otros grupos sociales valoran prioritariamente la información noticiosa por TV: ésta constituye su mayor preocupación en relación a la influencia cultural de la TV. Los géneros informacionales -noticiarios, reportajes, documentales- son valorados como los más importantes. El personal que trabaja en estos departamentos, sustancialmente periodistas, es considerado el agente profesional decisivo de la TV. Se siente gran temor a la distorsión que pudiere introducir la TV, a la disuasión o a la persuasión en un sentido determinado, a la construcción de imágenes positivas y negativas. Los partidos políticos y otros grupos sociales, los gobernantes y agentes públicos, los representantes civiles, diplomáticos o sindicales, las grandes corporaciones privadas, todos ellos son extremadamente sensibles a la información noticiosa. Son grupos sociales portadores de esta concepción que valora básicamente la información televisiva como el área más determinante y. más peligrosamente eficaz en la vida cultural. Los dos reduccionismos comparten cuatro rasgos comunes: - Son incapaces de trascender una concepción instrumentalista de la TV; la TV no es concebida como medio de comunicación sino más bien como un instrumento traspasador de contenidos; en, realidad, constituiría el más importante y el más poderoso instrumento cultural, educativo y concientizador. - Correlativamente a la concepción instrumentalista de la TV, ambos reduccionismos ignoran una semiótica del medio; este desconocimiento no permite ubicar la TV entre los demás medios de comunicación, perfilando sus códigos distintivos, los géneros con sus verosimilitudes y las eficiencias diferenciales y posibles. 11. Ambos reduccionismos tienen una concepción racionalista del televidente receptor; privilegian la influencia cultural ideológica, se interesan en la posibilidad de afectar al ser humano en su nivel racional a través de procesos de "concientización". La


TV sería un formidable instrumento de educación y concientización, por desgracia mal utilizado. Se desconfía de los géneros ficcionales y de los programas de entretención, abundantemente presentes en la TV de América Latina. - Correspondiente a esta concepción racionalista de las necesidades del televidente, ambos reduccionismos exhiben también una concepción idealista acerca de la empresa televisiva; son ajenas a sus preocupaciones las dimensiones económicas e industriales de la TV; los problemas de financiamiento y recursos, la gestión de producción, el consumo del producto cultural emitido, los circuitos de circulación e intercambio del material, y el retorno económico y cultural. Estas concepciones de la influencia cultural de la TV son reduccionistas justamente porque restringen a ciertas zonas humanas y sociales la potencialidad cultural del medio; o las privilegian otorgándoles carácter fundante. Otras áreas humanas y sociales de potencial afectación cultural serían zonas secundarias en relación a lo que se ha definido como determinante. Y otras concepciones complejizadas de la TV incluyen cuestiones cuyo valor cultural es imposible aprehender en esta matriz idealista del medio y del televidente. Nos interesa, en este artículo, intentar superar estos reduccionismos; y avanzar hacia concepciones más integrales que den cuenta de la cabalidad de la Influencia Cultural de la TV. Para ello será preciso revisar rápidamente algunos modelos de influencia elaborados entre los comunicólogos; esta vez, pues, no se trata de las concepciones que los grupos sociales, difusa y vulgarizadamente se hacen de la influencia cultural de la TV, sino de los modelos elaborados por las Ciencias de la Comunicación. 2.

INSUFICIENTE ELABORACIÓN CIENTÍFICA

Los esfuerzos de quienes cultivan la Ciencia de la Comunicación no han logrado aún entregarnos un modelo comprehensivo y satisfactorio de la influencia cultural de la TV. A pesar de la vigorosa crítica realizada en los últimos veinte años al modelo de la Manipulación, del Emisor Omnipotente, estas ideas continúan vigentes entre los comunicadores de tendencia behaviorista y entre los conductistas de inspiración pav1oviana. Como lo ha repetido tantas veces Armand Mattelart, muchos marxistas han asimilado sin darse cuenta el conductismo, sin percatarse tampoco que de esta manera otorgan a la superestructura una primacía determinante. Las periódicas denuncias sensacionalistas acerca de la manipulación subliminal que efectuaría la TV muestra la persistente acogida de estas concepciones. Amplios sectores, especialmente aquellos que, no se han mantenido al tanto de los debates en esta materia, continúan concibiendo los mensajes televisivos como `estímulos' maquiavélicamente elaborados para afectar conciente o subliminalmente a los pasivos e indefensos receptores. La Semiótica no ha cambiado sustancialmente estas ideas acerca de la Influencia de la TV. Al contrario, parece haberlas reforzado. Pues, aun cuando trasladó el objeto de análisis desde las intenciones del emisor hacia el texto objetivo, este desplazamiento no puso en cuestión la eficacia del mensaje en relación al receptor. Incluso confirmó y agravó los temores apocalípticos, pues las técnicas de análisis semiótico permitían descubrir con mucha precisión las significaciones objetivas del texto, las cuales a menudo eran imperceptibles para el propio emisor o contradictorias con sus propósitos intencionales. Además, al reducir la Semiótica la realidad del significado a la estructura profunda del texto estimaba accidental e irrelevante los significantes del mensaje, las estructuras de manifestación o apariencia -en definitiva, también la Estética de la TV. El análisis semiótico tradicional destacaba el aspecto cerrado y unívoco del texto televisivo, no dejaba lugar para la presencia de la disputa por el significado del acontecer cotidiano ni del conflicto social. Sin embargo, recientes estudios más sensibles a la lucha por la hegemonía en la significación y más sensibles a las formas expresivas y estéticas de la TV, ofrecen análisis textuales en los cuales se descubre la presencia más balanceada de lo cerrado y de lo abierto en la TV, la estabilidad y el cambio; para Horace M. Newcomb "La Televisión debe ser vista más bien como dinámica que como estática, como proceso más que meramente producto, como ideología fisurada y contradictoria más que monolítica, polisémica más que unívoca".(1) A tales conclusiones es posible arribar si como unidad de análisis se toma un programa determinado pero al interior de un "texto" constituido por franjas amplias de programación, de este modo la significación particular puede ser alterada por la yuxtaposición de otros elementos significativos. Por otra parte, el análisis del diálogo televisivo muestra la naturaleza heterodiscursiva de la TV, al punto que una serie como "Magnum" en muchos episodios tiene una trama que es casi un pretexto para examinar complejas relaciones e ideas acerca de la cultura contemporánea. Pero yuxtapuesto un episodio de un determinado programa a otro determinado programa el discurso varía y puede ser contradictorio; aparece, entonces, la naturaleza heterodiscursiva de la TV y esta especie de "discusión" al interior de la programación acerca de la ley y el orden, la autoridad y el poder, lo masculino y lo femenino, la familia y la comunidad, *etc., discusión que continúa día tras, día sin terminar jamás,. Newcomb sugiere que "esta conflictiva mezcolanza de significados y problemas e ideas socio-culturales es la esencia de la televisión".(2) Mientras las estructuras de los programas constituyen el elemento estable y redundante de la TV, la heterodiscursividad de la TV constituiría el elemento de innovación y variación; pero, paradójicamente, la misma serialidad televisiva constituye a esta variación en siempre lo mismo, con lo cual se retoma a la redundancia y a la estabilidad, pero, esta vez, inextricablemente unida a la variación. Para resolver esta paradoja Newcomb recurre a Eco, quien ha propuesto que la TV obliga a abandonar la Estética romántica que privilegiaba el polo de la variación por


sobre el esquema estable; la TV y otras artes seriales provocarían un retomo a la vieja Estética prerromántica, que apreciaba el valor de la repetición y de la redundancia: "Ahora el énfasis debe ser colocado en el inseparable nudo de esquemavariación, en el cual la variación no es más apreciable que el esquema".(3) Los nuevos análisis textuales de la TV parten de bases teóricas más amplias que les permiten reconocer el conflicto social y no solo la voz unívoca de la dominación al interior de los mensajes; estos nuevos conceptos teóricos han exigido técnicas de análisis capaces de dar cuenta y de descubrir en la textualidad misma la presencia de las fracturas. Sin embargo, permanecemos en la inmanencia del mensaje o del medio, aún cuando complejizado y atravesado por la heterodiscursividad. Los incipientes estudios sobre la Recepción de los programas televisivos abren promisorias perspectivas para tener una visión más cabal de la Influencia Cultural de la TV. Desearía presentar en los párrafos siguientes algunas conclusiones e hipótesis a las cuales hemos ido llegando a través de nuestro trabajo de exploración de la relación entre mensajes y televidentes en el Programa de Educación para la Recepción Activa de la TV. 12. La TV es un medio que transmite programas y géneros muy diversos entre sí; la información presenta géneros diferentes como el noticiario, el reportaje, el documental, el debate. La narrativa se ofrece a través de films, telenovelas, teleseries, obras dramáticas. La entretención entrega programas tan diversos como la transmisión de un evento deportivo, shows musicales, espectáculos misceláneos, espacios de humor y otros. 13. Ante la multiplicidad de géneros, el televidente va realizando un proceso diacrónico de aprendizaje y tipologización de la diversidad. Este proceso de reconocimiento conduce al televidente a una relación diversificada según los géneros que se le ofrecen. La antigüedad o recencia social de la TV influyen en este aprendizaje, en la atracción de los géneros o en la saturación y cansancio. Los géneros tienen una historia social y cultural pretelevisiva; los productores de TV no han fabricado "in vitro" los actuales géneros, los han tomado de la historia cultural y de los gustos populares extratelevisivos -tal como ha sido comprobado en los estudios de Jesús Martín Barbero. Ellos han sido reelaborados para el nuevo medio televisivo. "Los misceláneos trasladan a la TV ingredientes de entretención que han sido muy masivos y populares en otros espectáculos: el Circo (humor, acrobacias, magos e ilusionistas, etc.), la Revista Musical (canto, bailes, escenografías, trajes, etc.), los titiriteros, el Cabaret, el Show de Variedades, Sainetes, Sketches, etc."(4) Frente, pues, a esta polidiscursividad de la TV el televidente no entabla una relación homogénea y unívoca sino diversificada, con expectativas y gustos diferenciados. No deberíamos, pues, hablar más de la relación con la TV sino de las diversas relaciones con la TV. . Un segundo elemento que conviene destacar es la fuerte influencia del contexto histórico-cultural en la elaboración que el televidente hace de los diversos programas televisivos. Las diferencias entre riqueza y pobreza hacen semantizar diversamente el televisor; para quien dispone de abundantes ingresos el aparato receptor de TV es solo una entre varias alternativas de entretención, agrado e información. Para el pobre que apenas tiene como subsistir y para quien vive confinado territorialmente, como la gran mayoría de las masas urbanas de América Latina, el televisor adquiere un inmenso valor como fuente de contacto con otros horizontes y como gratificación ante una vida con pocas alternativas. Para una persona de recursos, la publicidad televisiva aparece como ofertas posibles de consumo; en situaciones de miseria y hambre, la excitante publicidad de comidas y bebidas aparece como agresión violenta, especialmente hacia los niños, quienes no pueden comprender -pero sufren- la carencia de esos apetitosos alimentos. Lo que semantizamos como "violencia televisiva" no es unívoco; en este caso, ese significado no está dado por el referente, ni por la intencionalidad del emisor ni por la elaboración semiótica; más bien está construido en la interacción entre un determinado mensaje con un televidente situado en un determinado contexto social. Ese mismo mensaje tiene otra significación para otro televidente situado en otro contexto económico e histórico. La presencia de medios de comunicación alternativos a la TV es otro factor del contexto cultural, la TV no tiene la misma significación entre televidentes abundantemente expuestos a los periódicos, revistas, radio y cine. Además, las organizaciones de todo tipo se manifiestan como importantísimas fuentes de información y de elaboración de significaciones socio-culturales. Iglesias, partidos políticos, asociaciones profesionales, sindicatos, grupos de acción en diferentes esferas de la vida civil, todas estas agrupaciones aparecen entregando activamente significados a la vida social. Mientras más rica y densa es una sociedad en estos grupos significantes, menor es la influencia relativa de la TV; ésta tiene que compatibilizarse con otras significaciones valoradas positivamente. Las prácticas sociales se manifiestan como importantísimas fuentes de sentidos extratelevisivos. Frente a una información televisiva oficial censurada y altamente sesgada, frente a las prolongadas campañas de persuasión ideológica por TV, muchos países de América Latina han desarrollado el aprendizaje de la incredulidad. En este contexto, las organizaciones sociales constituyeron la base de resistencia de las significaciones prohibidas y originaron eficientes sistemas de presencia social. Si bien el televidente aparece a menudo físicamente aislado, él es, sin embargo, un receptor culturalmente situado y socialmente constituido. Y este diversos mensajes televisivos para elaborar finalmente el significado existencial y concreto.


- Un tercer elemento que desearía destacar es la situación de recepción televisiva en el hogar. La desatención hacia la situación de recepción y hacia el destinatario del mensaje televisivo llevó a querer aplicar a la TV la Estética del Cine; la TV era "la pantalla chica"; muchos realizadores de TV eran considerados ignorantes por supuesto abuso del código lingüístico y el género de la telenovela latinoamericana era considerado subdesarrollado por su redundancia verbal, en base a una Estética del Cine que afirmaba la primacía de la imagen por sobre la palabra. Pero si bien Cine y TV comparten los mismos códigos semióticos fundamentales -imagen visual, lenguaje y sonido-, es el contexto de recepción y la diferente relación con el destinatario lo que altera el trabajo "poético" (en el sentido de Jakobson) con los códigos. Ya el trabajo de codificación de la imagen visual debe adaptarse al contexto de la pantalla televisiva, pero es fundamentalmente el código de la palabra quien es alterado para asumir haz de relaciones socio -culturales que es el televidente interactúa con los destacada y explícitamente la función de "contacto" con un destinatario huidizo y solicitado por los múltiples "ruidos" perturbadores del hogar. Para el destinatario cautivo del Cine, acomodado en un contexto especialmente acondicionado para impedir su distracción, la función de contacto podía descansar en la visualidad de las imágenes en la pantalla gigante y en la capacidad de atracción dramática de la narración. Pero en la TV, la pequeñez de la pantalla, la situación de cotidianeidad "ruidosa" del hogar, la tentación de la competencia televisiva y la pérdida de atención ante la prolongada programación, este contexto del destinatario obliga al realizador a poner de relieve la función de contacto trabajándola destacadamente a través del código lingüístico. Es el destinatario y la situación de recepción, en consecuencia, lo que ha conducido a una poética televisiva diferente a la Estética del Cine. Ni los géneros televisivos ni las realizaciones para TV pueden ser enjuiciadas a partir de la Estética cinematográfica. Nuevamente, pues, las condiciones de recepción se nos aparecen no como externas a la Comunicación televisiva sino constitutivas -al proceso de significación. 14. Un elemento final que desearía destacar es la relación básicamente emocional entre el televidente y la TV. Comenzando con las expectativas y emociones generales ante la adquisición de un receptor, para lo cual se hacen esfuerzos económicos desmesurados y desproporcionados en relación a una escala racional de necesidades. La misma información televisiva -la zona más racional de la TV- es recibida más emocional que analíticamente. Ante una información sesgada, la rabia es la reacción primaria por sobre consideraciones éticas o de frío cálculo de motivaciones. Los eventos deportivos despiertan excitación, ansiedad suspenso. Los reportajes y documentación despiertan curiosidad por lo otro, se enraizan en la motivación al descentramiento. Las narraciones ficcionales presentan el atractivo de otros mundos, horizontes y problemas. Los personajes provocan identificación, reconocimiento, exploración de otras situaciones y otras soluciones a problemas compartidos. pero también emoción de la aventura, del suspenso, odio y amor. La redundancia de las series hace racionalmente inexplicable su atractivo; pero su interés es justamente emocional: la novedad de la trama, las habilidades en pugna, las astucias en competencia, la maldad o crueldad que provoca rechazo, el desenlace pleno de ansiedad y distensión. El juego emocional de la TV tampoco es una creación propia y original, es heredada de otras manifestaciones culturales probadamente atractivas; el teatro, el cine, el radioteatro, la novela policial y la moderna narrativa, las competencias deportivas, los juegos riesgosos y de azar, las acrobacias, etc. Para provocar emoción en el destinatario, la TV recurre al antiquísimo recurso de la técnica dramática, usado exitosamente en el teatro, la literatura y el cine. También la música y el sonido cumplen una función básicamente emotiva. Los diversos géneros de la TV prioritariamente emocionan al destinatario, incluso antes del programa con las expectativas despertadas; durante la emisión pero también en la elaboración posterior del recuerdo emocional, individual o comentado. Los análisis que se interesan por el receptor y el contexto de la comunicación televisiva pueden contribuir a iluminar algunas deficiencias constatadas en los anteriores estudios acerca de la influencia cultural de la TV. Estos estudios vuelven a poner en duda la concepción de la TV como un aparato homogéneo de dominación ideológica y con poderosa eficacia alienadora. Los grupos y las prácticas sociales aparecen como importantes fuentes elaboradoras de significación, capaces de resistir y de derogar la credibilidad de los mensajes masivos. En muchos países de América Latina y de Europa las significaciones sociales y políticas prohibidas han terminado por vencer en la lucha contra la persuasión ideológica impulsada por las dictaduras. Paralelamente, también aparece desacreditada la idea de una TV, como nuevo instrumento del Estado Docente, que trae la verdad, la luz y el progreso a las masas ignorantes y primitivas. Los grupos sociales elaboradores de poderosas significaciones extratelevisivas, muestran la, debilidad de las concepciones que pretenden establecer solo a algunos grupos o funcionarios corno las únicas fuentes de la significación social correcta, excluyendo e intentando acallar las voces disidentes. También los estudios de Recepción están contribuyendo a precisar mejor una Estética televisiva autónoma. Es justamente la situación de recepción en el hogar y con un determinado destinatario lo que obliga a una elaboración poética diferente a la cinematográfica. Esta nueva Estética tiene que reconsiderar los temas de la innovación y de la redundancia, exigida por la serialidad televisiva.


Igualmente la sobreabundancia de ficcionalidad televisiva -en especial la ficción elaborada típicamente para TV, como la telenovela y la teleserie- obligará a precisar una Estética de la narrativa para TV diferente a la Estética para la ficción literaria o cinematográfica. Ya se ha comenzado a reapreciar la narrativa ficcional (story telling) como uno de los más populares e importantes modos de actividad cultural, la cual previamente había sido descalificada como entretención meramente evasiva y como fantasía placentera proporcionada por las clases dominantes para alienar al televidente. Daniel Prieto ha podido rastrear la historia occidental de esta desconfianza hasta la filosofía racionalista griega, que divide el mythos del logos y solo confiere a este último la calidad de percepción científica reveladora de la verdad.(5) Lo que muestran en definitiva, los estudios de Recepción es que el receptor socio-cultural y el contexto de la recepción televisiva son constituyentes activos del proceso de Comunicación. No son "recipientes" o "variables intervinientes". Frente al significado intencional querido por el emisor, frente al significado inmanente al texto detectado por el análisis semiótico, también existe el significado concreto y existencial, construido por el receptor en interacción con el mensaje y con su emisor. Hay, pues, una producción de significación en la recepción; la producción, del significado no se agota en el trabajo del emisor ni en la elaboración semiótica. Ello implica reconocer la historización del proceso de recepción y de la influencia cultural de la TV. El descuido de la investigación por la recepción, proviene de una epistemología deshistorizada acerca de la recepción y acerca del contexto cultural; la recepción había sido concebida según los modelos lineales-monocausales que el positivismo del siglo pasado aplicó a los fenómenos naturales. En esa concepción, la recepción era un producto o resultado que podía ser previsto y deducido a partir de los supuestos deterministas causales manipulados por el emisor. La historización de la recepción y de la influencia cultural nos muestra, en cambio, que la causalidad lineal y omnipotente no se verifica, que ocurre un proceso de recepción constructivista, dialéctico y conflictivo. Y que este mismo contexto socio-cultural heterogéneo penetra semióticamente los textos televisivos, manifestándose en una heterodiscursividad. Esta concepción socio-cultural de la historización de la recepción se sitúa al otro extremo de las preocupaciones de la llamada "Escuela de Constanza", la cual se interesa por constituir solo de modo analítico y a priori un "lector trascendental".(6) 3. NUEVAS EXPECTATIVAS CULTURALES El notable avance que representa la historización de la recepción televisiva no es suficiente, sin embargo, para dar cuenta cabal de la influencia cultural de la TV. Incluso este avance podría ser frivolizado y bagatelizado al ser reducido a alguna variante de la "Hipótesis Mínima". Es preciso, además, hacerse cargo de la condición histórica industrial de la tecnología televisiva. Asumir la condición histórica industrial de la empresa televisiva significa, en primer lugar, que no es más aceptable la concepción demonizadora de la industria cultural "per se" ni de la industria televisiva específicamente. En segundo lugar, significa que es preciso concretizar aún más la Comunicación Televisiva de modo que los elementos de] proceso de comunicación tengan que ser considerados a la luz de los procesos productivos industriales y de las condiciones del valor e intercambio económico. La innovación en los recursos técnicos de producción televisiva -los cuales son determinantemente influyentes en la organización de la empresa y en los operadores humanos- introduce dinamismos históricos, en nuestra opinión, de gran trascendencia cultural. Una concepción televisiva a -industrial o meramente limitada a los elementos comunicacionales genéricos no sería capaz de dar cuenta de esta Influencia Cultural- Industrial y macro social de la TV. Tampoco se trata de reeditar una nueva versión de "el medio es el mensaje", aún cuando de McLuhan se rescata la idea que la TV tiene influencias culturales más amplias e irreductibles a los mensajes específicos. Pero, McLuhan negaba, justamente, el carácter social del medio, lo veía como una tecnología abstracta, ahistórica y sin una organización social determinada. Acá, por el contrario, destacaremos que la tecnología se organiza socialmente, que se concretiza históricamente y puede evolucionar hacia otras formas de organización social, posibilitadas por las nuevas condiciones que ofrece la cambiante tecnología, pero posibilidades sometidas también a las tensiones de las voluntades y proyectos sociales. La tecnología televisiva y su potencial influencia cultural esta traspasada por la conflictividad social. De esta forma, nos parece, es posible recuperar la influencia cultural macrosocial de la tecnología, intuida por McLuhan, pero superando también su optimismo determinista ingenuo. Desde la década del 70 en adelante, la industria fabricante de equipamiento para televisión ha miniaturizado progresivamente el hardware y ha bajado sustancialmente el costo de las máquinas de producción y transmisión de TV; y éste es un proceso que continúa. Previamente a estos cambios, las voluminosas dimensiones físicas de las máquinas, los enormes espacios requeridos para su instalación, los numerosos recursos humanos para su operación, todo ello contribuía convergentemente a elevar el costo de una estación de TV; como resultado de estas condiciones tecnológicas, la TV se organizó centralizando el equipamiento y muy a menudo realizando las tareas de programar y transmitir conjuntamente con la tarea de producir programas.


La baja de costo en el hardware de TV está provocando la desconcentración del equipamiento productor, antes exclusivizado por las estaciones televisoras; están apareciendo centros productores de TV, independientes y autónomos de los canales. De esta manera, se crea una contradicción entre la organización social centralizada de la TV y la capacidad productiva tecnológica descentralizada. Esta contradicción genérica necesitará ser estudiada con más detalle así como los dinamismos que suscita; pues nuestros países latinoamericanos difieren en la propiedad y en la cobertura de los tradicionales sistemas televisivos, así como en la disponibilidad, calidad y competitividad del nuevo equipamiento productor. Pero, además será preciso analizar los intereses concretos que desean mantener una organización social centralizada de la tecnología, las ansiedades de quienes quieren mantener monopolizada la capacidad tecnológica de producción cultural. Pero también las falsas utopías de quienes bajo la promesa de multiplicar los emisores de TV solo buscan vender equipos e insumos televisivos; éstos no buscan dinamizar la producción cultural sino dinamizar el mercado de productos electrónicos en favor de su propio interés y lucro. En los siguientes párrafos desearía mostrar la potencial influencia cultural de una organización social diferente de la TV. · En primer lugar, desde un punto, de vista económico y tecnológico es más factible actualmente la regionalización geográfica de la TV; entendiendo por regionalización la constitución de emisores-productores locales de mensajes televisivos y no la tradicional retransmisión de programas producidos en los estudios centrales. América Latina presenta, en general, un severo cuadro de concentración metropolitana y de marginalización de extensas zonas geográficas; este cuadro implica también subdesarrollo económico, centralización del poder político en elites urbanas, alienación cultural, etc. Para el economista Alejandro FoxIey, la descentralización ya no puede ser considerada como una tarea postergable sino como una de las nuevas condiciones indispensables para enfrentar exitosamente la magnitud de los problemas. El umbral crítico para que una regionalización adquiera dinamismo propio es, para el economista mencionado, el incremento de la identidad colectiva local y la percepción de la necesidad de forjarse un destino común.(7) La TV regionalizada puede hacer una importante contribución cultural a los procesos de descentralización por vía de la comparecencia pública de las realidades locales: los problemas regionales, tal como son percibidos localmente, el debate con los actores y sus iniciativas de solución. La exhibición de experiencias creativas y producciones genera autoconfianza en las propias capacidades, permite reconocer agentes y organizaciones que invierten energía innovadora; en ese sentido se produce una sana desatención hacia las burocracias centrales y una concentración de interés en los actores y agencias locales. El aporte cultural de una TV regionalizada no es la imitación desdibujada de las producciones centrales, sino el hacer presente la capacidad creativa local. Y por cultura local se entiende todas las diversas manifestaciones de la sociedad con sus problemas e iniciativas, asuntos económicos y políticos, organización social, educación, deporte, entretención, música popular, cocina, vivienda, etc. La exclusión de esa referida producción cultural y la teledifusión masiva de lo central y de lo foráneo, no tiene como la más importante influencia lo que antes se llamaba el "efecto de demostración" -a menudo inviable. En cambio, favorece las tendencias a la imitación bastarda, y a la disuasión de la búsqueda original; genera un medio cultural propicio ala desconfianza en las capacidades propias, desanimando la productividad de alternativas. Una TV regionalizada, por el contrario, puede constituir una importante influencia cultural activadora de la autoidentidad y de la autoconfianza en las propias iniciativas. ´Puede constituir´, pues como ya se ha dicho, la posibilidad tecnológica está mediada por los intereses sociales: la energía para desarrollarse como actor social regional frente a los poderes centrales cristalizados. · En segundo lugar, la producción independiente y autónoma de las estaciones de TV puede ampliar la creación cultural televisiva nacional en América Latina. Es posible, aprovechando la nueva infraestructura tecnológica, aumentar la cantidad de creadores -productores para TV. En el hecho, algunos países están impulsando deliberadamente la separación de la programación televisiva -tarea específica de la estación- de la tarea de producción de programas. En Canadá, Inglaterra, Francia y otros países, se constata una tendencia a desmantelar los grandes y costosos canales de producción - transmisión;, se tiende a constituir canales que se alimenten con programas creados externamente en pequeños centros productores, introduciendo así mayor oferta cultural a menor costo. Lo que puede lograr esta organización descentralizada de la TV es desconcentrar la capacidad de crear productos culturales televisivos; es decir, ampliar el grupo de creadores-productores que nutren la programación televisiva. Introducir nuevas ideas y nuevas perspectivas culturales ampliando el número de creadores y de productores de programas. La empresa televisiva organizada de manera autosuficiente muy a menudo ha sido acusada de aislarse del resto de la sociedad, de convertirse en enclave auto-referido con sus criterios sociales de éxito, y de constituir grupos cerrados que marginan y excluyen a la


mayoría de los innovadores culturales. Esto constituye, según la fuerte expresión de James Halloran "una forma de incesto profesional".(8) La producción independiente permitiría romper esta relación incestuosa que ocurre por la autosuficiencia de los actuales canales. Nuevamente aquí es importante precisar el tipo de tecnología estratégica que permite una organización social diferente y posibilita efectivamente una ampliación de la capacidad productiva cultural. La experiencia italiana de permitir cientos de pequeños canales televisivos independientes, bajo el supuesto que la diversidad de canales provocaría la diversidad cultural, ha culminado exactamente en un proceso de concentración y de constitución de monopolios privados; estos han obtenido grandes ganancias económicas pero no han aportado ni a la mayor diversidad programática ni a la mayor innovación cultural; según Giusepe Richeri "ninguna diversificación sustancial de programas acompañó a la multiplicación de canales".(9) De acuerdo al estudio de Elizabeth Fox sobre los cambios en los sistemas televisivos de Francia, Italia, España, Bélgica y Canadá, la introducción de mas canales de TV -es decir, el incremento en la tecnología de distribución- no ha estimulado la creación televisiva doméstica; la introducción de este tipo de innovación tecnológica es útil mas bien a los intereses de la publicidad, de la industria electrónica, de empresarios inversionistas, y de los productores o distribuidores de software para TV, especialmente de origen norteamericano y japonés.(10) En mi opinión personal es preciso distinguir las tecnologías de distribución de las tecnologías de producción y advertir con claridad que ambas no tienen las mismas consecuencias económicas y culturales, Con base en las evaluaciones de los cambios en varios sistemas televisivos, aquí se presenta la tesis que las nuevas tecnologías de producción permiten una diferente organización social de la TV, posibilitan do la multiplicación de emisores, el aumento de la producción doméstica y local, y la diversificación de la oferta cultural. ·Y, finalmente, una tercera perspectiva para reflexionar sobre esta influencia cultural más amplia de la TV en conexión con las nuevas tecnologías. Con la digitalización del soporte material de la electrónica se ha-encontrado un canal multiportador de todo tipo de comunicaciones; como éstas antes tenían soportes materiales diversos podían, entonces, constituir industrias diferentes. Pero ahora el soporte digitalizado de la electrónica introduce un dinamismo hacia un monosistema multiportador de diversas telecomunicaciones e integrador de diversas industrias. Este dinamismo provoca un desplazamiento del medio televisivo, tal como le hemos experimentado hasta ahora. La TV pierde importancia como medio hogareño de información y entretención y pasa a adquirir mayor centralidad la potencial dimensión de telecomunicaciones y la dimensión de industria cultural integradora de otras producciones. La dimensión de telecomunicaciones se ilustra con la transformación del aparato receptor de TV, el cual ya no solo sirva para sintonizar programas televisivos tradicionales sino también para recibir señales de video, radio, teléfono, video-disc, programas de computación e informática. Físicamente este desplazamiento se expresa en la salida del televisor del hogar y su creciente presencia en otros variados ámbitos de la vida social. La dimensión de industria cultural de la TV parece algo menos perceptible; pero ella se manifiesta por lo menos en dos tipos de procesos. Por una parte, la TV está probando procesos de integración horizontal y vertical de productos culturales que anteriormente tenían presencia social autónoma: cine, teatro, prensa periódica, música y fonografía, deportes, libros y revistas, mensajes religiosos de la "iglesia electrónica", etc, Por otra parte, la magnitud de esta industria cultural genera procesos propiamente económicos y financieros. En las sociedades occidentales desarrolladas, el sector de la industria cultural y telecomunicaciones es probablemente el área más dinámica de la economía; por la magnitud de los recursos movilizados directa o indirectamente por la generación de empleo, por su tasa de crecimiento, por su participación creciente en el comercio exterior. Las enormes sumas de dinero dejadas de percibir están induciendo a las empresas distribuidoras a codificar las señales de satélites para impedir su recepción directa; la misma ganancia no recibida, y estimada en la cuarta parte del mercado norteamericano actual, introducirá en el corto plazo interferencias que no hagan posible grabar video y audio de modo doméstico. Esta importancia económico-industrial está en la base de los esfuerzos que emprenden algunos países para desarrollar y fortalecer competitivamente su industria televisiva. La producción televisiva nacional o local es considerada necesaria no solo en términos de "identidad cultural", argumentación con la cual ha sido tradicionalmente reivindicada, sino en términos de generación de empleos, dinamización de otras industrias culturales -como es patente en el caso del cine y otras producciones audiovisuales, música, publicidad, etc. -sustitución de importaciones y constitución, de áreas de exportación. En consecuencia es posible advertir algunas nuevas sensibilidades y tendencias en la política pública de inversión en comunicaciones; de la tradicional inversión en infraestructura de hardware para transporte y distribución de la señal se observa algún desplazamiento hacia inversiones directas o incentivos y exigencias para los productores de software televisivo.


Esta, readecuación en las funciones sociales y económicas que ha desempeñado hasta ahora la TV nos obliga a constatar también un desplazamiento desde la tradicional consideración que acentuaba el carácter semántico-cultural del medio -y sus capacidades de significación social- hacia su carácter industrial-cultural, integrador y dinamizador de otras industrias de cultura y telecomunicaciones. Previamente la TV había sido un lugar de disputa por la significación, involucrando a educadores, políticos, artistas, periodistas. Ahora, además, interesa crecientemente a macroeconomistas, empresarios, inversionistas y planificadores industriales. Estos dinamismos son objeto de la disputa social, pues hay fuertes tendencias a privatizarlos en beneficio de intereses sectoriales y transnacionales. Al interior de la industria cultural y de telecomunicaciones la TV es codiciada para constituirla como empresa proveedora de grandes excedentes, necesarios para equilibrar pérdidas de compañías deficitarias o generar capital fresco de inversión. También es codiciada por los fabricantes y revendedores de equipos electrónicos y por los productores y distribuidores de programas televisivos para dinamizar su mercado sectorial. Pero estos dinamismos también tienen la posibilidad de contribuir a potenciar industrias culturales nacionales, generando empleo, dinamizando sectores deprimidos, redistribuyendo ingreso, ampliando los creadores con acceso a la producción y a la circulación,(l 1) Es difícil saber si en otra época histórica la cultura y la economía han estado tan íntimamente ligadas como ahora. Siempre se han influido recíprocamente. Pero ahora, como nunca antes, se ha constituido un fuerte sector de industrias productoras de bienes económico-culturales en el sentido estricto, es decir, bienes cuya función de uso primaria es cultural. Y éste aparece como el sector industrial y financiero más dinámico de las economías, occidentales. Nuestra tesis es que la televisión ha pasado a desempeñar un rol clave en esta área y se produce un desplazamiento desde la tradicional función semántica del medio hacia un relieve de su carácter industrialcultural. La influencia cultural de la TV sobrepasa y transciende la comunicación simbólica para influir determinantemente en el conjunto de la industria cultural y al través de este sector incide en el desarrollo económico-cultural más global de la sociedad. Un estudio más historizado de la influencia de la TV no sólo nos obliga a situamos en la perspectiva del receptor social y culturalmente contextualizado, sino además nos desafía a asumir los rasgos industriales y los desplazamientos que ocurren en el medio por las innovaciones tecnológicas. De este modo la tecnología televisiva y su organización socio-industrial no son conceptualizadas sólo como instrumentos electrónicos sino como un Medio Cultural,- con un aspecto semantizador de la vida social con sus conflictos y luchas de significación, y con otro aspecto estructurador y activador económico-industrial. Es en ambos niveles culturales en donde ocurre realmente la influencia de la TV. Notas 1. Horace M. Newcomb. One Night of Prime Time. An Analysis of Television's Multiple Voices. Paper presented at the Conference "Popular Culture-East and West". Indiana University. 1986. (p 4). 2. Ibidem p. 26. 3. Umberto Eco. Innovation and Repetition: Between Modern and Post-Modern Aesthetics. Daedalus. Winter 1986. p. 180. 4. Valerio Fuenzalida - Paula Edwards. TV y Recepción Activa. CENECA. Santiago, 1985. p. 66. 5. Daniel Prieto. Voluntad de Verdad y Voluntad de Espectáculo. CIESPAL. Quito. 1984. 6. Robert C. Holub. Reception Theory. A Critical Introduction. Methuen. London. 1985. 7. Alejandro Foxley. Un Desafío a las Regiones. Revista de CIEPLAN. Santiago. 4/1986. 8. James Halloran. What can Research tell us?. Paper for the Australian Children's TV Foundation. International Conference on "The Challenge of Kids TV". Melbourne. Australia. May 1985. (p.6). 9. Giuseppe Richeri. New Trends in Television Consumption. Paper presented to the II International TV Studies Conference. London. July 1986. (p. 4). 10. Elizabeth Fox. Televisión y Comunidad: Cinco Falacias. CENECA. Santiago. 1987. 11. Valerio Fuenzalida. Problemas y Desafíos a la Televisión Chilena. CPU. Santiago. 1986.


LA TELENOVELA EN COLOMBIA: TELEVISIÓN, MELODRAMA Y VIDA COTIDIANA Jesús Martín Barbero La telenovela se ha consolidado en América Latina como el tipo de programa no sólo más legitimado en las preferencias de sintonía, sino además como la forma de producción local que mayor éxito comercial ha alcanzado en nuestros países y en otros mercados que sorprendentemente han empezado a consumir telenovelas latinoamericanas de un modo cada vez más creciente. Hoy ya no resulta extraño observar en la televisión norteamericana, europea o asiática producciones de esta naturaleza creados en México, Argentina, Brasil, Venezuela, Colombia y Perú. ¿Desde qué matrices es posible medir este éxito? ¿Qué implica y hasta dónde llega la telenovela como espacio de expresión de la vida cotidiana? ¿Cómo se inserta la telenovela en la lógica de comportamiento y desarrollo de la televisión? Estas y otras interrogantes son asumidas con todo rigor en una valiosa investigación que viene dirigiendo, en Colombia, el Doctor Jesús Martín Barbero. Investigación que viene siendo abordada también en Perú, México y Brasil, donde equipos similares de investigadores se encuentran en una fase de interpretación nacional, que tendrá -como siguiente etapa- la confrontación que permita distinguir elementos comunes pero sobre todo las características de la diversidad. La investigación que aquí se presenta es trabajo aún en marcha y en equipo. En ella participan profesores e investigadores de Cali, Bogotá y Medellín, de Facultades de Comunicación (Universidades del Valle, de Antioquia, Javeriana y Bolivariana, de un centro de investigación, el CINEP, y de instituciones de Acción Comunal. Iniciada a comienzos del año 86 se espera finalizarla al término del 87. Así mismo esta investigación se inserta en un trabajo conjunto con grupos coordinados desde la Universidad de Colima en México, de Lima en Perú y de Sao Paulo en Brasil. El carácter innovador tanto del marco conceptual como de las propuestas metodológicas ha convertido la investigación en un espacio de formación, abierto a la búsqueda y la experimentación en cada grupo. 1. EL POR QUÉ Y PARA QUIÉNES La importancia social de la televisión rebasa cada día más el "impacto ideológico" al que suelen estar referidos aún la mayoría de los estudios críticos sobre el tema. La televisión es hoy un espacio particularmente significativo de reconversión económica, de preocupación política y de transformación cultural. Sobre la significación política de la inversión económica en televisión comienza a haber estudios tanto a nivel nacional como latinoamericano. El estudio de Roldan Moldrak(1) por ejemplo muestra que si se tomara la televisión colombiana como una empresa bajo la explotación de un solo propietario ésta ocuparía el décimo lugar por volumen de ventas, con un total de 5.244 millones de pesos colombianos al año (Codipetróleos sería la primera con 17.902 millones en 1980) y estaría por encima de empresas del peso de Acerías Paz del Río, Coltabaco, Cervecerías Aguila o Carulla. De otra parte, la inversión publicitaria en TV representa más de la mitad de la facturación total del sector: para 1973-1982 de un total de 22.162 millones de pesos, 12.133 millones corresponden a la televisión.(2) Lo que eso significa en relación a propuestas de democratización del medio ha sido estudiado por A. Cadavid y R. Espinosa.(3) Y en el ámbito latinoamericano los estudios de Diego Portales(4) Noreene Janus y Rafael Roncagliolo muestran cómo la televisión se constituye en lugar codiciado de inversión para el capital trasnacional y el entramado político de sostenes y cambios que ahí se hacen visibles. Si como lo exige la lógica comercial aquellos programas que se colocan en los veinte primeros lugares de sintonía son los que copan la casi totalidad de la inversión publicitaria, en Colombia las telenovelas constituyen en conjunto el programa de mayor sintonía: agrupadas por frecuencias obtienen el 40% del total constituyendo la fuente de ingreso más segura para las programadoras. Pero además la telenovela se ha convertido en un elemento clave del desarrollo de la industria televisiva en el país. Si en términos económicos para una programadora de televisión es muy importante que le concedan una telenovela, ya sea para producirla o para importarla de otros países, en términos del desarrollo de la industria misma el compromiso de producir una telenovela nacional está obligando a las programadoras a establecer una infraestructura técnica y profesional mucho más grande y sólida que para la producción de cualquier otro tipo de programa. De manera que no solamente se ponen las bases para producir telenovelas sino otra serie de programas dramatizados y en general cualquier otro tipo de programa que requiera de profesionales y técnicos especializados y de una seria infraestructura. En términos latinoamericanos las telenovelas constituyen el primer tipo de programa que ha comenzado a comercializarse con éxito no sólo en otros países de la región sino también en los Estados Unidos y en Europa. Rede Globo del Brasil y Televisa de México sobre todo, pero también la televisión venezolana, argentina y colombiana están difundiendo ampliamente en América Latina sus telenovelas. De esta manera, además de ser programas transclasistas localmente muchos de ellos logran llegar a un continente entero. "La esclava Isaura', ' de Rede Globo, "Los Ricos también lloran" de Televisa, "Leonela" de Venezuela y "La mala hora" de R.T.I. - Colombia, son ejemplos de telenovelas vistas por pueblos de varios países latinoamericanos y que actualmente han llegado a reemplazar en los primeros lugares de sintonía a los enlatados norteamericanos que antes los ocupaban exclusivamente.


En síntesis, la telenovela está dejando de ser un "entretenimiento" para amas de casa y transformándose en un programa que le hace competencia a las grandes series norteamericanas y europeas en las horas de mayor audiencia diaria de la televisión. Se convierte en un producto económicamente importante por la inversión publicitaria que allí se hace y los resortes de desarrollo industrial que moviliza, políticamente significativa porque cada día un mayor número de personas y sectores la ven como un espacio de intervención y culturalmente ofrece un campo fundamental para la introducción de hábitos y valores. El tomar la telenovela como un lugar en el que se manifiestan cambios importantes que atañen a la industria cultural de América Latina permite "tomar el pulso", desde un producto concreto, a las relaciones entre cultura, comunicación y una sociedad como la colombiana. Más que en las razones expuestas será en la perspectiva y en la trama conceptual escogida para el análisis donde podrán leerse las implicaciones políticas y éticas que nos llevan a tener como interlocutores prioritarios y beneficiarios de esta investigación a: - grupos y organizaciones populares en sus trabajos de educación, comunicación y promoción cultural, ya sea a nivel vecinal, barrial o sindical. A los que la investigación busca ofrecer elementos nuevos en la comprensión del espacio y los conflictos culturales en que se mueven además de una revaloración de sus modos propios de percibir y de narrar su experiencia; - asociaciones de maestros y educadores que siguen con frecuencia pensando la cultura y la educación misma al margen de la vida cultural cotidiana de sus alumnos, en la que los medios masivos de comunicación y en especial la televisión tienen una presencia modeladora cada vez mayor; - entidades estatales encargados de diseñar políticas e implementar proyectos en las áreas de la cultura y la comunicación como Colcultura, Inravisión, Secretarías de Educación, Casas de la Cultura, etc. - canales regionales de televisión cuya finalidad cultural les exige explícitamente plantearse el sentido de la relación entre la televisión y las culturas regionales y las diferentes subculturas de grupo. 2. PERSPECTIVA DE ANÁLISIS: LOS OBJETIVOS Y LOS OBJETOS El espacio de la cultura se ha convertido estos últimos años en América Latina en un lugar fundamental de la interrogación sobre el sentido de las transformaciones que conlleva la modemizaci6n de nuestras sociedades. Y dentro del espacio cultural la televisión constituye un medio estratégico para comprender los dispositivos de una modernización, cuya lógica se articula, a la vez que entra en conflicto, con las diversas lógicas culturales de cada sociedad. Es además la televisión el medio de punta en los procesos de renovación tecnológica. Pero ¿qué sabemos acerca de esos conflictos y dispositivos de modernización? Hasta el momento la mayoría de los estudios acerca de la televisión se han hecho desde la perspectiva de su naturaleza jurídica, su estructura económica y sus efectos ideológicos. Pero estos estudios difícilmente pueden explicar fenómenos de manifestación, de modernización y de configuración de los gustos y los usos sociales. Lo que se plantea ahora es la necesidad de abordar un producto concreto de la industria televisiva, de indudable éxito popular como lo es la telenovela, para observar en él la manera como se articulan las lógicas comerciales de su producción con las lógicas culturales de su consumo. Este modo de abordar la telenovela permitirá enriquecer y aterrizar los debates levantados recientemente en tomo a: lo cultural entendido no sólo como conjunto de productos sino como matrices de conocimiento y comportamiento; lo popular entendido como modo de existencia de competencias culturales diferentes a la hegemónica; el melodrama como expresión de la vigencia de "otras" matrices narrativas. La telenovela se presenta además como un espacio de confrontación entre el sentido de lo nacional (el "sentirse colombiano", las temáticas y personajes que se consideran "propios") y lo trasnacional (los modelos y formatos de melodrama televisivo en su capacidad de trascender las fronteras nacionales). Desde esa perspectiva podemos definir el objetívo general del proyecto en esta forma: investigar las mediaciones en que se materializan las constricciones que vienen de la lógica económica e industrial en su articulación a las demandas y los modos de ver de diferentes grupos sociales. Las mediaciones son entendidas aquí como ese "lugar" desde el que es posible percibir y comprender la interacción entre el espacio de la producción y el de la recepción: que lo que se produce en la televisión no responde únicamente a requerimientos del sistema industrial y a estratagemas comerciales sino también a exigencias que vienen de la trama cultural y los modos de ver. Estamos afirmando que la televisión no funciona sino en la medida en que asume -y al asumir legitima- demandas que vienen de los grupos receptores; pero a su vez no puede legitimar esas demandas sin resignificarlas "en función" del discurso social hegemónico. Ese objetivo general se desglosa a su vez en los siguientes planos o niveles: - Describir y analizar las etapas de conformación y producción de las telenovelas en Colombia tanto en el contexto económico de la producción y la distribución como en el de las dinámicas institucionales y profesionales que regulan el funcionamiento del campo cultural.


- Analizar los modos como ideologías generales se convierten en relatos particulares de televisión, en los que formas arcaicas dan cabida a contenidos modernizadores. - Analizar las diferentes formas de apropiación que diversos grupos sociales y culturales hacen de la telenovela, formas en las que se expresan diferencias de clase y de cultura cuyo sentido remite a la imbricación de la industria cultural en la vida cotidiana. La traducción de esos objetivos en problema-objeto de estudio configura el siguiente cuadro: a. La industria televisiva: estructura y dinámica de la producción. - reglas de funcionamiento y niveles de decisión de las empresas que producen telenovelas, - ideologías profesionales y rutinas dé operación,


- competitividad industrial y competencia comunicativa de las empresas, - estrategias de comercialización de las telenovelas. b. Grupos culturales: usos sociales y modos de ver - Hábitos de clase que atraviesan los usos de la televisión organizando el espacio y el tiempo cotidianos de la recepción, - rutinas familiares en que se inserta el consumo de telenovelas, - competencias culturales en que se inscriben los dispositivos de reconocimiento y a las que responden los diferentes modos de ver y de narrar. c. Productos culturales: composición textual de la telenovela - los géneros televisivos como mediaciones entre la lógica de los formatos y los dispositivos del reconocimiento, - el discurso de la telenovela como espacio de dramatización/ poetización de la cotidianidad, - el melodrama como anacronía expresiva y lugar de activación de matrices culturales populares. El análisis de esos tres objetos-problema estará acompañado por la elaboración de un doble mapa: un mapa diacrónico que contendrá las etapas en la historia de la producción de telenovelas en Colombia, señalando los grandes cambios que se han producido en ese proceso en el aspecto temático, el tecnológico y de lenguaje; un mapa sincrónico que contendrá el análisis del consumo de telenovelas en Colombia durante los años 19861987, no sólo de las novelas producidas en el país sino de todas aquellas que se hayan emitido durante ese tiempo por las cadenas nacionales. 3. TRAMA CONCEPTUAL: CONCEPTOS Y TRAYECTOS Los conceptos-matrices de esta investigación no "enmarcan" sino forman una red, una trama con varios trayectos. Pues estamos tratando de pensar el espacio de la producción desde el tiempo de la cotidianidad, a la vez campo del trabajo y del ocio, donde las demandas sociales y las competencias culturales son convertidas en la materia prima con que la industria cultural configura el sistema discursivo de un medio y elabora sus formatos. Lo que implica ir al medio TV desde una doble cotidianidad, la de los productores y la de los consumidores, y abordar el discurso televisivo y los textos de los diferentes géneros más que como estructuras de significación como prácticas de enunciación de unos sujetos y como formatos de sedimentación de unos saberes narrativos/expresivos/técnicos. En forma esquemática se exponen los contextos teóricos en que desarrollan su trayectoria los conceptos-matrices. ·

La cotidianidad desde el consumo y los usos

"Lo que indagamos es cómo la violencia del orden se hace tecnología disciplinaria pero también red de antidisciplina, posibilidad de juego, de resistencia y de desplazamiento " Michel de Certeau En varios de sus últimos trabajos N. García Canclini ha ido reuniendo elementos para la configuración de una concepción no reproductivista ni culturalista del consumo. Siguiendo de cerca la concepción de Bourdieu pero rebasándola para dar entrada a la práxis, a la transformación y sus formas de producción en las culturas populares de América Latina. Hemos de comenzar por ubicar el verdadero alcance de lo que buscamos, su diferencia con las teorías funcionalistas de la recepción: "No se trata sólo de medir la distancia entre los mensajes y sus efectos sino de construir un análisis integral del Consumo, entendido como el conjunto de los procesos sociales de apropiación de los productos".(6) No estamos en el terreno de la tan denostada "compulsión consumista", ni en el del repertorio de actitudes y gustos que recogen y clasifican las encuestas de mercado, pero tampoco en el gaseoso mundo de la simulación y el simulacro baudrillardianos. El espacio de la reflexión sobre el consumo es el espacio de, las prácticas cotidianas en cuanto lugar de interiorización muda de la desigualdad socia1,(7) desde la relación con el propio cuerpo hasta el uso del tiempo, el habitar y la conciencia de lo posible en cada vida, de lo alcanzable e inalcanzable. Pero lugar también de la impugnación de esos límites y de expresión de los deseos, de subversión de códigos y movimiento de la pulsión y del goce. El consumo no es sólo reproducción de fuerzas sino producción de sentido: lugar de una lucha que no se agota en la posesión de los objetos pues pasa aún más decisivamente por los usos que les dan forma social y en los que se inscriben demandas y dispositivos de acción que provienen de las diferentes competencias culturales. M. de Certeau ha elaborado una teoría de los usos sociales como operadores de apropiación que, siempre en relación a un sistema de prácticas, pero también a un momento y a un lugar, instauran una relación de sujeto con los otros. Es la otra cara de la cotidianidad, la de la creatividad dispersa, oculta, sin discurso, la de la productividad inserta en el consumo. Marginales al discurso


de la racionalidad dominante, reacios a dejarse medir en términos estadísticos, existen modos de hacer cuya lógica remite, según de Certeau (8) a la cultura popular en cuanto resto y estilo. Un resto: memoria de una experiencia sin discurso, que resiste al discurso de la razón y se deja decir solo en el relato; resto hecho de saberes inservibles a la colonización tecnológica pero que aún marginados cargan simbólicamente la cotidianidad y la convierten en espacio de una creación muda. Y un estilo, esquema de operaciones, maneras de caminar la ciudad, de habitar la casa, de ver televisión, un estilo de inventiva técnica y de resistencia moral. Para abordar, las lógicas (en plural) de los usos debemos diferenciar nuestra propuesta de aquel análisis denominado "de los usos y gratificaciones "(9). Puesto que de lo que tratamos es de sacar el estudio de la recepción del espacio acotado por una comunicación pensada en términos de mensajes que circulan, de efectos y reacciones, para reubicar su problemática en el campo de la cultura: de los conflictos que articula la cultura, de los mestizajes que la tejen y las anacronías que la sostienen, y en últimas del modo en que trabaja la hegemonía y las resistencias que moviliza, del rescate por tanto de los modos de apropiación y réplica de las clases subalternas. El plural de las lógicas del uso no se agota en la diferencia social de las clases pero esa diferencia articula las otras. Los habitus de clase(10) atraviesan los usos de la televisión, los modos de ver, y se hacen manifiestos -observables etnográficamenteen la organización del tiempo y del espacio cotidianos. ¿Desde qué espacios mira la gente la televisión: privados o públicos, la casa, el bar de la esquina, el club del barrio? Y ¿qué lugar ocupa la TV en la casa: central o marginal, preside la sala en que se hace la vida "social" o se refugia en el dormitorio, o se esconde en el armario de donde se saca solamente para ver algo muy especial? La lectura de la topografía posibilita el establecimiento de una topología simbólica configurada por los usos de clase. Del mismo modo es posible trazar una tipología social de los tiempos: desde la pantalla encendida todo el día hasta el encendido sólo para ver el noticiero o la serie de la BBC, puede observarse una gama de usos que no tiene que ver únicamente con la cantidad de tiempo dedicado sino con el tipo de tiempo, con el significado social de este tiempo (11) y con el tipo de demanda que las diferentes clases le hacen a la televisión. En los usos no habla sólo la clase social, habla también la competencia cultural de los diversos grupos que atraviesa las clases, por la vía de la educación formal en sus distintas modalidades, pero sobre todo las que configuran las etnias, las culturas regionales, los "dialectos" locales y los distintos mestizajes urbanos en base a aquellos. Competencia que vive de la memoria -narrativa, gestual, auditiva- y también de los imaginarios actuales que alimentan al sujeto social femenino o juvenil. ·

La televisión desde la repetición y el fragmento

"El funcionamiento de la televisión ofrece la seguridad emocional de que el mundo cotidiano permanece". M. Martín Serrano "La repetición es el principio de organización de una poética, pero a condición de que se sepa reconocer cual es su orden" Omar Calabrese Mientras en nuestra sociedad el tiempo productivo, el valorado por el capital es el tiempo que "corre " y que se mide, el otro, del que está hecha la cotidianidad es el que se repite y está conformado no de unidades contables sino de fragmentos.(12) ¿Y la matriz cultural del tiempo que organiza la TV no es acaso esa: la de la repetición y el fragmento? ¿y no es insertándose en el tiempo de la rutina como la TV inscribe la cotidianidad en el mercado? El tiempo en que organiza su programación la TV contiene la forma de la rentabilidad y la del palinsesto, esto es de un entramado de géneros, cada programa o mejor cada texto televisivo, remite su sentido al cruce de los géneros y los tiempos. En cuanto género pertenece a una familia de textos que se replican y reenvían, uno a otro desde los diversos horarios del día y la semana. En cuanto tiempo "ocupado" cada texto remite a la secuencia horaria de lo que le antecede y le sigue o a lo que aparece en el palinsesto otros días a la misma hora. Mirado desde la televisión el tiempo del ocio cubre pero devela la forma del tiempo del trabajo: la articulación del fragmento a la serie. Dice Foucault que el poder se articula directamente sobre el tiempo porque es en él donde se hace más visible el movimiento de uniformación que atraviesa la diversidad de lo social. Pero el tiempo de la serie no habla sólo el idioma del sistema productivo -el de la estandarización- pues bajo él pueden oirse también otros idiomas, desde el del cuento popular y el relato de aventuras hasta el, de la canción con estribillo: aquella otra serialidad propia de una estética "donde el reconocimiento funda una parte importante del placer y es, en consecuencia, norma de valores de los bienes simbólicos"(93). Y aún otro idioma más, el que según Benjamin se hace posible con la reproductibilidad técnica, aquel sensorium o experiencia cultural del nuevo público que nace con las masas.(14)


Podría hablarse entonces de una estética de la repetición que, trabajando la variación de un idéntico o la identidad de varios diversos "conjuga la discontinuidad del tiempo del relato con la continuidad del tiempo relatado"(15). Lo que remite al sentimiento de duración que inaugurará el folletín del siglo XIX permitiendo al lector popular hacer el tránsito del cuento a la novela "sin perderse". Es el oficio que desde la televisión cumplen ahora los géneros producidos en serie, el oficio de mediación entre la lógica del sistema productivo y la lógica de consumo, entre la del formato y las de los modos de leer, las de los usos. La noción de género que estamos trabajando tiene entonces poco que ver con la vieja noción literaria del género como "propiedad" de un texto, y muy poco también con la reducción a taxonomía que del género hizo el estructuralismo.(16) En el sentido en que estamos trabajando un género no es algo que le pase al texto sino algo que pasa por el texto, pues es menos cuestión de estructura y combinatorias que de competencia. Asumimos entonces la propuesta de un equipo de investigadores italianos según la cual un género es ante todo una estrategia de comunicabilidad, y es como marcas de esa comunicabilidad que un género se hace presente y analizable en el texto.(17) La consideración de los géneros como hecho puramente "literario" -no cultural- y desde el otro lado, su reducción a receta para la fabricación o etiqueta para la clasificación, nos han estado impidiendo comprender su verdadera función en el proceso y su pertinencia metodológica: clave para el análisis de los textos masivos, y en especial de los televisivos. En cuanto estrategias de interacción, esto es "modos en que se hacen reconocibles y organizan la competencia comunicativa los destinadores y los destinatarios"(18) el estudio de los géneros no puede llevarse a cabo sin replantear la concepción misma que se ha tenido de comunicación. Pues su funcionamiento nos coloca ante el hecho de que la competencia textual, narrativa, no se halla sólo-presente, no es condición únicamente de la emisión sino también de la recepción. Cualquier telespectador sabe cuándo un texto/relato ha sido interrumpido, conoce las formas posibles de completarlo, es capaz de resumirlo, de ponerle un título de comparar y de clasificar unos relatos. Hablantes del "idioma" de los géneros los teleespectadores, como indígenas de una cultura textualizada,(19) "desconocen" su gramática pero son capaces de hablarlo. Lo que a su vez implica un replanteamiento en el modo de aproximación a los textos de la televisión. Momento de una negociación, los géneros no son abordables en términos de semánticao de sintaxis: exigen la construcción de una pragmática que es la que puede dar cuenta de cómo opera su reconocimiento en una comunidad cultural. Así mismo, el texto del género es un stock de sentido que presenta una organización más complexiva que molecular y que por tanto no es analizable siguiendo una lista de presencias sino buscando la arquitectura que vincula los diferentes contenidos semánticos de las diversas materias significantes. Un género funciona constituyendo un "mundo" en el que cada elemento no tiene valencias fijas. Y más aún en el caso de la televisión donde cada género se define tanto por su arquitectura interna como por su lugar en la programación: en la estructura horaria y en la trama del palinsesto. De ahí la tercera exigencia que acarrea el abordaje de los géneros: la necesidad de construir su sistema en cada país. Pues en cada país ese sistema, responde a una configuración cultural, a una estructura jurídica de funcionamiento de la televisión, a un grado de desarrollo de la industria televisiva nacional y a unos modos de articulación con la trasnacional. · El melodrama desde el reconocimiento y la anacronía "Algunos se esfuerzan por exorcizar la lógica de aquella narrativa popular que la historia del pudor y la racionalidad del triunfo de la burguesía nos acostumbró a descartar como populachera y de mal gusto. Narrativa de la exageración de la paradoja, del registro ético en que la diferencia social y la desigualdad política, como las penas de amor, aparecen siendo expresiones ejemplares de situaciones que revelan virtudes y vicios ". Marlyse Meyer Melodrama y cotidianidad: ¿qué sentido puede tener ahí la conjunción? ¿No es acaso el melodrama, según los "críticos" el relato más alejado de la vida, el más ensoñador? Y sin embargo el melodrama toca la vida cotidiana, enchufa en ella no sólo como su contraparte, como su sustituto, sino como algo de lo que está constituida pues como ella vive del tiempo de la recurrencia y de la anacronía y es espacio de constitución de identidades primordiales. De los dos planos de significación que articula la noción de reconocimiento el racionalismo imperante solo atribuye sentido a uno: al negativo. Pues en el plano del conocer, re-conocer es pura operación de redundancia, costo inútil. Y si a esa isotopía se la proyecta sobre la cuestión ideológica, entonces el resultado es aún más radical: estamos en el reino de la alienación, aquel en que re-conocer consiste en des-conocer. Existe sin embargo otra matriz que atribuye al reconocer un muy otro sentido: aquel en que reconocer significa interpelar, una cuestión acerca de los sujetos, de su modo específico de constituirse. Y no sólo los individuales, también los


colectivos, los sociales, incluidos los sujetos políticos. Todos se hacen y rehacen en la trama simbólica de las interpelaciones, de los reconocimientos. Todo sujeto esta sujeto a otro y es a la vez sujeto para alguien. Es la dimensión viva de la socialidad atravesando y sosteniendo la institucional, la del "pacto social". Ahora podemos retornar al melodrama, a lo que allí está en juego, que es precisamente el drama del reconocimiento.(20) Del hijo por el padre o de la madre por el hijo, lo que mueve la trama es siempre el desconocimiento de una identidad y la lucha contra los maleficios, las apariencias, contra todo lo que oculta y disfraza: una lucha por hacerse reconocer. ¿No estará ahí la- conexión secreta del melodrama con la historia de ese subcontinente? En todo caso el des-conocimiento del "contrato social" en el melodrama habla, y habla bien alto, del peso que para aquellos que en él se reconocen tiene esa otra socialidad primordial del parentesco, de las solidaridades vecinales y la amistad. Pero esa socialidad nos remite a la anacronía que viven las culturas populares. Aquellas en que el tiempo familiar es "ese tiempo a partir del cual el hombre se piensa social, un hombre que es ante todo un pariente. De ahí que el tiempo familiar se reencuentre en el tiempo de la colectividad"(21). De manera que entre el tiempo de la historia -que es el tiempo de la nación y del mundo, el de los grandes acontecimientos que vienen a irrumpir en la comunidad- y el tiempo de la vida -que es el que va del nacimiento a la muerte de cada individuo y que jalonan los ritos que señalan el paso de una edad a otra- el tiempo familiar es el que media y hace posible su comunicación. Dice Hoggart, a propósito no ya de campesinos alejados del tiempo del progreso sino de los sectores obreros en la ciudad, que "los acontecimientos no son percibidos más que cuando afectan la vida del grupo familiar"(22). Una guerra es, entonces percibida como "el tiempo en que murió el tío" y la capital como "el lugar donde vive la cuñada". De ese modo familia y vecindaje -pues este último es hoy en los barrios populares de las grandes ciudades, dada la migración brutal, el desarraigo y la precariedad económica, una especie de "familia extensa"- representan en el mundo popular aún con todas sus contradicciones y conflictos modos de la socialidad más verdadera. Frente a esa concepción y esa vivencia, las transformaciones operadas por el capitalismo en el ámbito del trabajo y del ocio, la mercantilización del tiempo de la calle y de la casa y hasta de las relaciones más primarias, parecerían haber abolido aquella socialidad. En realidad no han hecho sino tornarla anacrónica. Pero esa anacronía es preciosa, es ella la que en "última instancia" le da sentido hoy al melodrama en América Latina -desde la permanencia de la canción romántica al surgimiento de la telenovela-, la que le permite mediar entre el tiempo de la vida, esto es de una socialidad negada, económicamente desvalorizada y políticamente desconocida, pero culturalmente viva, y el tiempo del relato que la afirma y le hace posible a las clases populares reconocerse en ella. Y desde ella, melodramatizando todo, vengarse a su manera, secretamente, de la abstracción impuesta por la mercantilización a la vida, de la exclusión política y la desposesión cultural. 4.

ESTRATEGIAS METODOLÓGICAS Y MODOS DE OPERACIÓN

Hacemos un recuento de los diversos tipos de aproximación requeridos por la diversidad de problemas-objeto, y de los modos operativos del análisis. Lo que a este respecto se expone es ya en buena parte resultado de la investigación misma, del camino recorrido en el ajuste de la formulación y en la apropiación de instrumentos adecuados a ella. Seguimos para la exposición el cuadro de delimitación de los objetos de estudio enunciados en el segundo apartado. · Estructura y dinámica de la producción Se trata aquí del estudio de las condiciones de producción de las telenovelas, del hecho laboral(23) en cuanto mundo de ideologías corporizadas, de técnicas y procedimientos, de jerarquías ordenadoras, de etapas y recursos. Lo que implica dos operaciones: a. una reconstrucción etnográfica y sociológica de las prácticas y los dispositivos, de las rutinas y las formas de división del trabajo tal y como se efectúan actualmente. b. otra de construcción de una historia de los cambios habidos en esas condiciones y en los modelos culturales a que respondían. Para la primera, los dispositivos y las instancias concretas a estudiar -mediante la observación, el diario de campo, el cuestionario en algunos casos y la entrevista en profundidad en otros son: - la competitividad industrial, entendida como la capacidad de producción expresada en el grado de desarrollo tecnológico, capacidad de riesgo para la innovación y grado de diversificación- especialización profesional de una empresa, - la competencia comunicativa: lograda en términos de reconocimiento por los públicos, y no basada únicamente en el grado de competitividad ni mediable enteramente por los rating de audiencias, - los niveles y fases de decisión en la producción del género: quiénes, en qué momentos y con qué criterios deciden lo que es telenovelable, . las ideologías profesionales como componentes y campo de tensión entre las exigencias del sistema productivo, las reglas del género, las demandas sociales y la iniciativa y creatividad -las formas de resistencia- de los productores: directores, libretistas, actores, escenógrafos, camarógrafos, etc.


- las rutinas productivas o la serialidad mirada desde los hábitos de trabajo que ella impone, como exigencias de la rentabilidad sobre el tiempo de la producción y las formas de actuación, pero también como esguinces por donde la experimentación y el "estilo" se incorporan a las prácticas, - las estrategias de comercialización no como algo que viene a añadirse "después" para vender un producto ya terminado sino como algo que ha puesto sus huellas en la estructura del formato, desde la forma que toma el corte narrativo para la publicidad, a las que vienen exigidas por el lugar que va a ocupar en la programación o los ingredientes diferenciales que introduce la diversificación entre lo que sólo se verá dentro de un país y lo que aspira a ser exportado. Para la segunda operación, la historia a construir, son dos los modos operativos de abordaje: - la recolección de información suministrada por los libros, periódicos, revistas (atención especial a las de "farándula"), documentación de los productores, etc. - el cuestionario y sobre todo la entrevista (organizada desde una "guía") a los que toman decisiones administrativas con incidencia en la producción, en sus procedimientos para repetir o cambiar, y a los que hacen la producción en sus diversas etapas, desde la pre hasta la post-producción. · Usos sociales y modos de ver Es ésta sin duda la parte más innovadora de la investigación, para la que se cuenta con menos estrategias formuladas, con menos experiencias en las que apoyarse. Ello hace más notorio el aporte de la investigación sobre los modos en que las mujeres de un barrio popular de Cali usan los medios de comunicación y los inscriben en su cotidianidad realizada por Sonia Muñóz (24) quien ha sistematizado las líneas de esta propuesta. Lo que se trata de indagar aquí son los procesos de, apropiación de la telenovela en su diversidad, esto es en la pluralidad de condiciones sociales y de matrices y competencias culturales, de hábitos de clase, modos de comunicar y gramáticas narrativas. a. Tipología de los barrios: Para abordar la diversidad sociocultural de lo urbano se está construyendo un mapa en base a estos criterios: - estrato social (para lo que se ha partido de la propuestas de estratificación formuladas por e Departamento Nacional de Estadística y su adaptación a las ciudades por las Empresas municipales de servicios públicos); - forma de asentamiento: como invasión, urbanización estatal o privada, reubicación, condominio, etc.; - años de fundacián: antiguos, nuevos, en formación; - composición étnica y/o procedencia de los habitantes; - formas de organización barrial: de supervivencia, de educación, de mujeres, de jóvenes, etc. La elaboración de la tipología está siendo llevada a cabo en base a: - información escrita (DANE, archivos de planeación municipal, Acción Comunal, historias de barrio publicadas, literatura urbana, etc.); - testimonios (grabados) de habitantes fundadores del barrio, de dirigentes comunales, de pobladores; - observación participante: a través de la participación de los investigadores en actividades barriales y de la convivencia; b. Hábitos de consumo de la televisión y vida cotidiana: Tomando a la familia como unidad básica de audiencia y situación primordial de reconocimiento, esta etapa es operacionalizada mediante un cuestionario que se aplicará al ama de casa o a quien haga sus veces. El universo se define en base a los seis estratos sociales delimitados en la documentación antes citada y que, por ejemplo para la ciudad de Cali presenta el siguiente cuadro: I. Bajo - bajo: 11.000 hogares en 33 barrios 8% II. Bajo: 60.000 hogares en 41 barrios 37% III. Medio-bajo: 42.000 hogares en 40 barrios 28% IV. Medio: 8,000 hogares en 42 barrios 6% V. Medio-alto: 24.000 hogares en 43 barrios 16% VI. Alto: 7,000 hogares en 47 barrios 5%


Lo que implica que, tornando una muestra de 1 x 1.000, en Cali se aplicaría el cuestionario a 152 hogares. El cuestionario interroga sobre: - datos básicos acerca del tipo de vivienda y composición de la familia, - grado de exposición a la televisión de los diferentes miembros de la familia, - integración del ver televisión en las rutinas domésticas, - decisiones sobre la televisión que se ve y relaciones de poder en la familia. - programación seleccionada por la familia y por los diferentes integrantes de la familia, - el uso de otros medios de comunicación. La aplicación del cuestionario deberá ser complementada con una indagación etnográfica del habitat familiar para recoger visual, y a ser posible fotográficamente, la organización del espacio que ocupa o "invade" la TV, su incidencia sobre el espacio de la casa y su articulación al sistema de objetos -muebles, radio y equipo de sonido, objetos de "recordación", decoración, de "arte", etc.- a la estética y los rituales del hogar. c. Espacios de circulación y resemantización: La telenovela "es un género que más que cualquier otro se vive por fuera de su ámbito propiamente textual"(25), es decir cuyo sentido remite tanto o más al contexto familiar, vecinal, de amistad o de trabajo que al texto mismo. Puesto que vista, la telenovela es objeto de reaparición constante en las comunicaciones cotidianas, objeto de transformación, de resemantización dentro y fuera de la casa. Se trata entonces de indagar qué espacios y qué actores intervienen en la circulación y resemantización de las telenovelas, sobre qué dimensiones gira la atención y el interés, en que preocupaciones ancla, sobre qué actividades o comportamientos principales recae su peso, qué personajes catalizan deseos/fobias, etc. Los principales espacios a indagar podrían ser: - la casa, cuyos actores son los miembros de la familia pero en ocasiones también -especialmente en los estratos populares,vecinos y amigos, - el barrio o sea la puerta de la casa, la tienda de la esquina, el mercado, el bar o la cantina, y cuyos actores son los vecinos, grupos, de mujeres, de jóvenes, de amigos, - el lugar de trabajo, cuyos actores son los compañeros y compañeras sobre todo en las pausas y tiempos de descanso, - otros lugares, como las peluquerías de señoras o ciertos sitios de reunión de grupos sociales. Desde el punto de vista operativo se propone que esta etapa se desarrolle sobre una selección de barrios (de acuerdo a la tipología señalada) y de grupos constituidos por familias, grupos de jóvenes y grupos de mujeres. Las estrategias apropiadas en este caso son: - guías de observación y de organización de testimonios (a ser posible grabados). - actividades que hagan posible la inserción del investigador en los diferentes contextos y ambientes por los que circula y en los que se produce la resemantización de la telenovela. d. Competencias culturales e imaginarios colectivos: Nos referimos aquí a los haberes, saberes y gramáticas que constituidos en memoria median la lectura de las clases sociales, y a los imaginarios con los que arman su identidad grupos como los femenino/feministas, o los de jóvenes. Se trata de indagar desde dónde los sujetos, los diversos tipos de sujetos, ven, miran y "leen" las telenovelas: ese tejido de códigos y de inflexiones, de gramáticas y de desviaciones. Ahora bien, el acceso tanto a las competencias como a los imaginarios pasa por los relatos de la gente ya que es en ellos donde son activados los códigos y "citados" los textos a los que nos remiten las lecturas. De ahí que el trayecto metodológico en esta etapa se realiza entre el ver con la gente y el darle a la gente la posibilidad dé contar lo visto. Aproximarnos a sus modos de ver se resuelve operativamente en hacer posible que los diversos "públicos" nos relaten su experiencia, nos la den a ver. Lo que implica de parte del investigador implementar estrategias que activen la competencia narrativa del telespectador Esas estrategias pueden ser de dos tipos: - RELATOS DIRECTOS - la narración por parte de un grupo de la telenovela que más les haya gustado, - la narración individualizada de capítulos de una telenovela actualmente en programación, - la vista en grupo de un capítulo de telenovela en betamax de manera que pueda cortarse en un momento de la narración y se permita al grupo dar continuidad a las diferentes "salidas" del relato, completarlo, resolver sus conflictos. - solicitar resúmenes de lo que va corrido de una telenovela. - historias de vida que tengan como eje la relación telenovela/vida cotidiana.


B. RELATOS MONTADOS - talleres de producción de cuentos, historietas o fotonovelas construídas con personajes/situaciones/conflíctos de alguna telenovela. - talleres de foto-idea en los que un grupo partiendo de fotos, publicadas en revistas, de actores/ actrices o publicidad de las telenovelas hagan relatos que involucren "lo que pasa en/con" las telenovelas. COMPOSICIÓN TEXTUAL El análisis que proponemos del texto de la telenovela no tiene su eje ni en una problemática -lo ideológico-.ni en una disciplina -la semiótica- sino en un movimiento de construcción que lleva de aquello que hace la diferencia de la telenovela, como género, de otros géneros televisivos, a aquello que en la telenovela hace referencia al mundo de la gente. Ello implica no olvidar en ningún momento que lo que estamos analizando no son obras sino géneros pues "mientras en la cultura culta la obra está, al menos hoy, en contradicción con su género, en la cultura de masa la regla "estética" es aquella de la mayor adecuación al género. Se podría afirmar que el género es justamente la unidad mínima de contenido de la comunicación de masa (al menos a nivel de la ficción pero no solamente) y que la demanda de mercado de parte del público (y del medio) a los productores se hace a nivel del género. Para los investigadores es a través de la percepción del género como se accede al sentido latente de los textos massmediáticos". (26) Y en segundo lugar, ello implica que la referencia de la telenovela al mundo y a la vida de la gente no se produce a través de indicadores inmediatos de realidad trasplantada o transplantable pues "no es la representación de los datos concretos y particulares lo que produce en la ficción el sentido de realidad sino una cierta generalidad que mira para ambos lados y le da consistencia tanto a los datos particulares de lo real como al mundo ficticio".(27) Como mediadora entre el mundo del género y el mundo de la vida, esta investigación coloca al melodrama, entendido como matriz narrativa y escenográfica. De manera que estudiar la telenovela en América Latina es indagar el movimiento de transformación de una narrativa: la fidelidad a una memoria y el apego a un formato pero también al movimiento de innovación y adaptación -la riqueza de subgéneros- que hace posible el reconocimiento de la memoria y el éxito del formato. Se trata entonces de un análisis que nos permite la construcción de una tipología de la telenovela latinoamericana, teniendo como parámetro la modernización tanto en la trama de contenidos como en las formas de la expresión. Proponemos entonces los siguientes niveles para el análisis: MATERIA DE LA PRESENTACIÓN ¿qué de la vida es lo dramatizado? FORMA DEL RELATO: ¿cómo es contada la historia

ESTRUCTURA DEL IMAGINARIO: ¿qué es lo dado a ver en el sistema de imágenes? LENGUAJE DEL MEDIO: ¿con qué tipo de recursos televisivos?

MATERIA DE LA REPRESENTACIÓN A este nivel la pregunta central, señalada en el cuadro, se desglosa en estos aspectos: - qué actores sociales aparecen como protagónicos de una telenovela, de tipo de telenovelas: pertenecientes a qué clases sociales, a qué oficios o profesiones, urbanos o campesinos, hombres o mujeres, viejos y jóvenes, etc., - qué conflictos nuclea la representación: de parentesco o de familia, de trabajo, de amor, de ascenso social, - qué lugares de encuentro sitúan la acción: la casa, la calle, el lugar de trabajo, de ocio, de ciudad, de pueblo, - qué cotidianidad construye la telenovela: de qué comportamientos está hecha la cotidianidad de los personajes. ESTRUCTURA DEL IMAGINARIO Lo convertido en imágenes lo es a través de un sistema de: - espacios y objetos que "puestos en escena" producen "atmósferas", "climas", etc., - tiempos referidos o eludidos (por presencia o ausencia de referencias materiales) en una producción de diferentes verosímiles, - oposiciones identificatorias entre lo noble y lo vulgar, lo masculino y lo femenino, lo colombiano y lo extranjero, lo moderno y lo tradicional, lo rural y lo urbano, etc.. FORMA DEL RELATO. A través de qué dispositivos se lleva a cabo y en qué formas: - la nominación de la telenovela: título, créditos, tema musical, denominación de personajes, - la fragmentación del relato en cuanto organización de la duración y "facilitación" de la lectura,


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la composición o construcción de la continuidad: cuáles son y de qué están hechos los "conectivos" del relato, los que después de meses son aún el soporte de su unidad, el anclaje o la apertura, la porosidad del relato a la actualidad y a las condiciones de producción, la efectuación: predominio de la actuación o de la espectacularización, la retorización verbal: según el tipo de lenguaje: elaborado, standard, coloquial, técnico, regional, proverbial, etc. LENGUAJE DEL MEDIO

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lenguaje prestado (del teatro, del cine) o buscado en las posibilidades expresivas de la TV predominancia de interiores o exteriores, predominancia de la cámara continua o de los cortes, de los planos alejados o los cercanos, construcción por montaje funcional o expresivo, aplicación de una escenografía implicada o decorativa.

El análisis de los dos últimos niveles no puede quedarse en lo formal sino que debe ser remitido pragmáticamente al mundo de la vida: qué significan esas operaciones del relato o del medio en cuanto operadores de supervivencia/transformación de unos modos de ver y de contar la experiencia. Sólo así el análisis del texto se hace coherente con la perspectiva global: investigar las huellas que la estructura productiva deja en los formatos y los modos en que la industria televisiva recicla y semantiza demandas sociales. Notas.1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10.

11. 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18. 19. 20. 21. 22. 23. 24. 25. 26.

Roldan Modrak. Movimiento de capitales en los medios de comunicación en Colombia. Bogotá, 1980. Rev. “Publicidad y mercadeo”, Nº29, febrero 1985. A. Cadavid y R. Espinosa, Televisión y democracia en Colombia, Bogotá, 1982. D. Portales, Poder económico y libertad de expresión, Santiago, 1985. Ver también: La contribución democrática de la televisión, Santiago, 1985. R. Roncagliolo y otros, Comunicación transnacional: conflicto político y cultural, Lima,1982. R. Roncagliolo, N. Janus y D. Portales, Publicidad, economía y democratización de las comunicaciones, Lima, 1982. N. García Canclini, Cultura y poder: dónde está la investigaicón, mimeo,p. 25. N. García Canclini, “Gramsci con Bourdieu: hegemonía, consumo y nuevas formas de organización popular”, en Nueva Sociedad Nº 71, p. 74. M. De Certeau, L’invention du quotidien, p. 70 yss. para una unicación crítica de ese análisis en relación a los límites de la teoría funcionalista, ver M. Wolf, Teorie delle comunicazioni di massa, págs. 58 y ss. El habitus es definido por Bourdieu como un sistema de disposiciones durables que integrando todas las experiencias pasadas funciona como matriz de percepciones, de apreciaciones y de acciones, y vuelve posible el cumplimiento de tareas infinitamente diferenciadas”, en Esquisse d’une theorie de la pratique, p. 178. Ver a ese propósito: M. Thiolent y otros, “Televisisao, poder e clases trabalhadoras”, Cuadernos de Intercom, 1982 “A nocao de tempo e o cotidiano”, en T. Pires do Rio Caldeira: A politica dos outros p. 114 yss. B. Sarlo, Lo popular como dimensión, mimeo, p. 5 W. Benjamin, “La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica” en Discursos interrumpidos I Madrid, 1982. O. Calabrese, “Los replicantes” en rev. Analisi Nº 9. Sobre ese tratamiento: T. Todorov, “Tipologie du roman policier” en Poetique de la prose, Paris, 1978. F. Casetti, L. Lumbrelli, M. Wolf, “Indagine su alcune regole di génere televisivo”, en Ricerche sulla comunicazioni nº 2 y 3, Milano, 1980 y 1983. También M. Wolf “Géneros y televisión”, en Analisi Nº 9. M. Wolf. Obra citada. Sobre esa noción y su diferencia con la de cultura “gramaticalizada” ver J. Lotman y B Uspenskij, Semiótica de la cultura, p. 67 y ss. Para esa perspectiva sobre el melodrama: P. Brooks, “Une sthetique de l’etonement; le melodrame”, en Poetique Nº 19, 1974. F. Zonabend, La memoire longue, p. 308 R. Hoggart, The uses of literacy, p. 70. N. Casullo, “Comunicación y democracia: de la maquinaria cotidiana al debate mundial”, en Comunicación: la democracia difícil, pags. 12 y ss. S. Muñoz, El sistema de comunicación cotidiano de la mujer pobre, mimeo, Cali, 1986. Ibidem, p. 294. P. Fabri, “Le comunicazioni de massa in Italia: sguardo semiotico e malocchio de la sociologia”, en Versus Nº5, p.77.


27. J.G. Canton Magnani, Festa no pedaco, p. 175.


NI FOLKLÓRICO NI MASIVO ¿QUÉ ES LO POPULAR? Néstor García Canclini

El tratamiento de lo popular, como especificidad de la cultura y como expresión de la comunicación, ha venido siendo abordado por comunicadores sociales y antropólogos desde distintas matrices de interpretación y desde premisas que no siempre han contribuido a profundizar en el estudio de sus implicancias; y su íntima vinculación. En esta ocasión el destacado investigador Néstor García Canclini asume el análisis de este hecho descubriendo las limitaciones que han estado presentes y reclamando una metodología de trabajo transdisciplinario como condición Indispensable para una investigación integral sobre las culturas populares.

Hay éxitos tristes. Por ejemplo el de palabras como popular, que casi no se usaba, luego fue adquiriendo la mayúscula y acaba escribiéndose entre comillas. Cuando sólo era utilizada por los folcloristas parecía fácil entender a qué se referían: las costumbres eran populares por su tradicionalidad, la literatura porque era oral, las artesanías porque se hacían manualmente. Tradicional, oral y manual: lo popular era el otro nombre de lo primitivo, el que se empleaba en las sociedades modernas. Con el desarrollo de la modernidad, con las migraciones, la urbanización y la industrialización (incluso de la cultura), todo se volvió más complejo. Una zamba bailada en televisión ¿es popular? ¿Y las artesanías convertidas en objetos decorativos de departamentos? ¿Y una telenovela vista por quince millones de espectadores? Hay una vasta bibliografía que habla de cultura popular en espacios muy diversos: el indígena y el obrero, el campesino y el urbano, las artesanías y la comunicación masiva. ¿Puede la misma fórmula ser usada en tantos territorios? Hasta ahora estas preguntas han recibido, más que soluciones científicas, respuestas editoriales e institucionales. Se reúne un grupo de artículos heterogéneos o se organiza un simposio multimático y se les coloca como título -la cultura popular-. Estos agrupamientos no siempre son arbitrarios. A veces, los provoca el interés de responder a una disponibilidad del mercado editorial o académico. En otros casos, se quiere enfrentar una necesidad cultural o política: cuando se crea un museo para difundir las diversas culturas de un país, o cuando se organiza un movimiento popular urbano que agrupa a sectores subalternos con objetivos -comunes más allá de sus diferencias étnicas o laborales. El éxito público de la denominación radica justamente en su capacidad de reunir a grupos tan diversos, cuya común situación de subalternidad no se deja nombrar suficientemente por lo étnico (indio), ni por el lugar en las relaciones de producción (obrero), ni por el ámbito geográfico (cultura campesina o urbana). Lo popular permite abarcar sintéticamente todas estas situaciones de subordinación y dar una identidad compartida a los grupos que coinciden en ese proyecto solidario. Por eso, el término popular se ha extendido como nombre de partidos políticos, revoluciones y movimientos sociales. En esta polisemia reside también su debilidad. Lo popular no corresponde con precisión a un referente empírico, a sujetos o situaciones sociales nítidamente identificables en la realidad. Es una construcción ideológica, cuya consistencia teórica está aún por alcanzarse. Es más un campo de trabajo que un objeto de estudio científicamente delimitado. No obstante, debiéramos poder plantear el problema científico con cierta independencia de las presiones y los intereses históricos que condicionan excesivamente las maneras en que las ciencias sociales se interrogan por lo popular. No estamos pretendiendo una imposible asepsia del discurso científico respecto del entorno en que es producido, circula y se usa. Si bien ninguna práctica social puede desentenderse enteramente de su contexto, pensamos que una propiedad de trabajo científico es volver visible y discutible, y por tanto un poco más neutralizable, la relación entre su discurso y las condiciones en que se engendra. Para encarar la crisis actual de la teoría sobre la cultura popular, uno de los problemas claves es la divergencia entre dos tendencias científicas opuestas: la antropología y los estudios sobre comunicación. Hay que preguntarse por qué se desarrollaron Í separadas, con estilos de trabajo tan distintos. Señalaremos brevemente los rasgos propios de cada paradigma y sus modos de ocuparse de lo popular. Analizaremos luego qué ha significado para cada uno su parcialidad y que cambios les provocaría tomar en cuenta la mirada opuesta. A partir de este debate intentaremos, ver si un enfoque transdisciplinario nos ayudaría a definir mejor qué entendemos por cultura popular -y también por cultura masiva-, si aún pueden sostenerse esos nombres, y cómo estudiarlas en una época que reformula las relaciones entre tradición, y modernidad, entre las formas locales de sociabilidad y las que promueven las nuevas tecnologías. LA REDUCCIÓN DE LO POPULAR A LO FOLKLÓRICO


Cuando lo popular todavía no era lo popular -se lo llamaba cultura indígena o folclore- la antropología y esa pasión coleccionista y descriptiva por lo exótico denominada precisamente folclore eran las únicas disciplinas dedicadas a conocerlo. Así fue en las metrópolis y en América Latina. En Europa, el estudio de lo popular no era, hasta el siglo XVIII, un interés de las personas "educadas". Las fascinaban a veces las culturas de pueblos lejanos (celtas, indios americanos, negros del África), pero la información sobre sus costumbres fue producto de una curiosidad errática y tarea de anticuarios(1). En el XIX, la formación de estados nacionales, que trataban de unificar a todos los grupos de cada país, suscitó interés por conocer a los sectores subalternos para ver cómo se los podía integrar En la misma época, los románticos impulsaron el estudio del folclore exaltando, frente al intelectualismo iluminista, los sentimientos y las maneras populares, de expresarlos; ante el cosmopolitismo de la Literatura clásica, las situaciones particulares, las diferencias y el valor de la vida local. Sólo a fines del siglo XIX, cuando se fundan sociedades para estudiar el folclore en Inglaterra, Francia, e Italia, lo popular entra en el horizonte de la investigación. Bajo las exigencias científicas del positivismo, se buscó conocer empíricamente los mitos y leyendas, las fiestas y las artesanías, los hábitos y las instituciones. Pero las frondosas descripciones casi nunca trascienden la enumeración y el catálogo, no llegan a explicar el sentido de lo popular al no situarlo en las condiciones generales de desarrollo socioeconómico(2). América Latina repite esta historia. En países tan dispares como la Argentina, Brasil, Perú y México los estudios antropológicos y folclóricos dieron un vasto conocimiento empírico sobre los grupos étnicos, sus estructuras económicas, sus relaciones sociales y aspectos culturales como la religiosidad, los rituales, los procesos simbólicos en la medicina, las fiestas y las artesanías. En muchos de esos trabajos se percibe una compenetración profunda con el mundo indio, el esfuerzo por reivindicar su lugar y su valor dentro de la cultura nacional. Pero gran parte de esos textos presentan dificultades teóricas y epistemológicas que limitan el valor del conocimiento obtenido. Los estudios antropológicos son generalmente monografías de orientación culturalista que describen comunidades locales o grupos étnicos. Seleccionan los rasgos tradicionales, "primitivos", de una comunidad aislada y reducen su explicación, cuando la buscan, a la lógica interna del grupo estudiado. La recolección de datos es sesgada por la intención de concentrarse en los aspectos "puros" de la identidad étnica y prestar atención únicamente a lo que diferencia a ese grupo de otros o resiste la penetración occidental; dejan de lado, por lo tanto, la creciente interacción con la sociedad nacional y aún con el mercado económico y simbólico transnacional. 0 la reducen al aséptico "contacto entre culturas" ante la falta de conceptos adecuados para interpretar las formas en que los ,grupos indígenas reproducen en su interior el desarrollo capitalista o construyen con él formaciones mixtas. Los conflictos, cuando se admiten, son vistos como si sólo se produjeran entre dos bloques homogéneos: la sociedad "colonial" y el grupo étnico. En el estudio de la etnia, registran únicamente las relaciones sociales igualitarias o de reciprocidad que permiten considerarla "comunidad", sin desigualdades internas, enfrentada compactamente al poder "invasor". En algunas versiones recientes, que intentan dar cuenta de los cambios modernizadores, se reconoce -además de la dominación externa- la apropiación de sus elementos -por parte de la cultura dominada, pero sólo se toman en cuenta aquellos que el grupo acepta según "sus propios intereses" o a los que puede dar un sentido de "resistencia" . Por eso, existen tan pocos análisis de los procesos en que una etnia, o la mayor parte de ella, admite la remodelación que los dominadores hacen de su cultura, se subordina voluntariamente a formas de producción o a movimientos religiosos occidentales (desde el catolicismo hasta los pentecostales), e incorpora como proyecto propio los cambios modernizadores y la integración a la sociedad nacional. Menos frecuentes, aún, son las investigaciones que examinan los procedimientos a través de los cuales las culturas tradicionales de los indígenas y, campesinos convergen sincréticamente, con diversas modalidades de cultura urbana (la obrera, las que generan la vida en la ciudad y las comunicaciones masivas), estableciendo formas híbridas de existencia de "lo popular ". En cuanto a los estudios folclóricos latinoamericanos, estuvieron ligados, como en Europa, a la formación, de la conciencia nacional, sirvieron para redefinir el lugar de los sectores populares en el desarrollo de cada país y de los propios intelectuales que se ocupaban de conocerlos. El escaso rigor de estos trabajos deriva de la ideología romántica o la metodología empirista con que fueron realizados, la falta de formación profesional o el saber anquilosado de muchos folcloristas y la subordinación de sus tareas a la fundamentación política de identidades nacionales entendidas como tradiciones embalsamadas. Al examinar los estudios folclóricos en Brasil, Renato Ortiz encuentra tres objetivos principales: a) establecer el terreno de una nacionalidad brasileña como resultado del cruce de lo negro, lo blanco y lo indio; b) dar a los intelectuales que se dedican a la cultura popular un recurso simbólico a través del cual puedan tomar conciencia y expresar la situación periférica de su país; e) posibilitar a esos intelectuales afirmarse profesionalmente en relación con un sistema moderno de producción cultural, del que se sienten excluidos (en Brasil el estudio del folclore se hace fuera de las universidades, en instituciones tradicionales como los, Institutos Históricos Geográficos, que tienen un visión anacrónica de la cultura y desconocen las técnicas modernas del trabajo intelectual). Ortíz agrega que el estudio del folclore va asociado también a los avances de la conciencia regional, opuesta a la centralización del Estado: "En el momento en que una élite local pierde poder, se produce un florecimiento de los estudios de cultura popular; un autor como Gilberto Freyre podría tal vez ser tomado como representante paradigmático de esta élite que procura reequilibrar su capital simbólico a través de una temática regional". (3)


En México, una larga etapa de los estudios antropológicos y folclóricos estuvo condicionada por los objetivos ideológicos post-revolucionarios de construir una nación unificada, más allá de las divisiones económicas, lingüísticas y políticas que fracturaban al país. La influencia de la escuela finlandesa en los folcloristas (recordemos su lema: Dejémonos de teoría. Lo importante es coleccionar") fomentó un empirismo plano en la recolección y catalogación de los materiales, el tratamiento, analítico de la información y una pobre interpretación contextual de los hechos, aún en los autores más esmerados, Vicente T. Mendoza, Martínez Peñaloza y Rubin de la Borbolha. Por eso, la mayoría de los libros sobre artesanías, fiestas, poesía y música tradicionales enumeran y exaltan los productos populares, sin ubicarlos en la lógica presente de las relaciones sociales. Esta descontextualización es aún más visible en los museos de folclore o arte popular. Exhiben las vasijas y los tejidos despojándolos de toda referencia a las prácticas cotidianas para las que fueron hechos. Son excepcionales los que incluyen formas contemporáneas de la vida popular, como el Museo Nacional de Culturas Populares de la ciudad de México, creado hace cuatro años, que rompe con estos estereotipos. La mayoría se limita a enlistar y clasificar aquellas piezas que representan las tradiciones y sobresalen por su resistencia o su indiferencia a los cambios. Pese a la abundancia de descripciones, los folcloristas dan muy pocas explicaciones sobre lo popular. Hay que reconocer su mirada perspicaz sobre lo que durante mucho tiempo escapó a la macrohistoria o a los discursos científicos hegemónicos, su capacidad para percibir lo periférico, lo que en el pasado, desde el trabajo de los marginados, funda el presente. Pero casi nunca dicen por qué lo periférico es importante, qué procesos sociales dan a las tradiciones una función actual. No logran reformular su objeto de estudio de acuerdo con el desarrollo de sociedades donde los hechos culturales raras veces tienen los rasgos que define y valoriza el folclore. Ni son producidos manual o artesanalmente, ni son estrictamente tradicionales (transmitidos de una generación a otra), ni circulan en forma oral de persona a persona, ni son anónimos, ni se aprenden y transmiten fuera de las instituciones. o de programas educativos y comunicacionales masivos. Sin duda, la aproximación folclórica conserva utilidad para conocer hechos que en las sociedades contemporáneas guardan algunos de esos rasgos. Pero si queremos alcanzar una visión amplia de lo popular es preciso situarlo en las condiciones industriales de producción, circulación y consumo bajo las cuales se organiza en nuestros días la cultura. La principal ausencia del discurso folclórico es no interrogarse por lo que les pasa a las culturas populares cuando la sociedad se vuelve masiva. El folclore es un intento melancólico por sustraer lo tradicional al reordenamiento industrial del mundo simbólico y fijarlo en las formas artesanales de producción y comunicación. Esta es la razón por la que los folcloristas casi nunca tienen otra política para proponer respecto de las culturas populares que su "rescate' 'ni encuentran mejor espacio para defenderlas que el museo. EL LUGAR DE LO POPULAR EN LA CULTURA MASIVA Los estudios sobre comunicación masiva se han ocupado de lo popular desde el ángulo opuesto. Para los comunicólogos, lo popular no es el resultado de las tradiciones, ni de la personalidad "espiritual" de cada pueblo, ni se define por su carácter manual, artesanal, oral, en suma premoderno. Desde la comunicación masiva, la cultura popular contemporánea se constituye a partir de los medios electrónicos, no es resultado de las diferencias locales sino de la acción homogeneizadora de la industria cultural. Gracias a las investigaciones sobre comunicación masiva, se han vuelto evidentes aspectos centrales de las culturas populares que no proceden de la herencia histórica de cada pueblo, ni de su inserción en las relaciones de producción, sino de otros espacios de reproducción y control social, como son la información y el consumo. Estos estudios dan un conocimiento valioso sobre las estrategias de los medios y la estructura del mercado comunicacional. Pero su modo de ocuparse de la cultura popular, merece varias críticas. Por una parte, acostumbran concebir la cultura masiva como instrumento del poder para manipular a las clases populares. Asimismo, adoptan la perspectiva de la producción de mensajes y descuidan la recepción y la apropiación. Por último, suelen reducir sus análisis de los procesos comunicacionales a los medios electrónicos. A pesar de las críticas que desde hace quince años se formulan a la tesis de la manipulación omnipotente de los medios, en la mayor parte de la bibliografía analizar la cultura equivale a describir las maniobras de la dominación. Bajo la influencia de la escuela de Frankfurt y de los libros del primer Mattelart, se concibe el poder comunicacional como atributo de un sistema monopólico que, administrado por las transnacionales y la burguesía, podría imponer los valores y opiniones dominantes al resto de las clases. La eficacia de este sistema- residiría no sólo en la amplia difusión que los medios proporcionan a los mensajes, sino en la manipulación inconsciente de los receptores. Los destinatarios son vistos como pasivos ejecutantes de las prácticas impuestas por la dominación. En la base de esta concepción instrumentalista de la cultura masiva hay una imagen del poder que denominamos "teológica", pues lo imagina omnipotente y omnipresente. Dado que éste es el núcleo teórico del problema, la cuestión no se arregla admitiendo que los receptores no son tan pasivos o complejizando un poco la interpretación sobre las acciones de los medios. Es necesario dejar de concebir el poder como bloques de estructuras institucionales, fijados en tareas preestablecidas (dominar, manipular), o como me-


canismos de imposición vertical. A partir de la obra de Foucault, sabemos que el poder es una relación social diseminada, por lo cual no debemos buscarlo en "un punto central, en un foco único de soberanía del cual irradiarían formas derivadas y descendientes". Dado que no es algo que se adquiera", no puede estar atrapado en una institución, en el Estado o en los medios comunicacionales. No es cierta potencia de la que algunos estarían dotados: "es el nombre que se presta a una situación estratégica en una sociedad dada. (4) Son relaciones de fuerza múltiple que se forman y actúan en la producción y el consumo, en las familias y los individuos, que se refuerzan al operar conjuntamente en todos esos espacios. (Sólo queremos aclarar que la radical renovación que el aporte de Foucault puede suscitar en los estudios comunicacionales, no tiene por qué adoptar el descentramiento extremo del poder como él lo formula, ignorando que se concentra en instituciones y agentes sociales. Si sólo vemos al poder diseminado, es imposible jerarquizar las acciones de diferentes "instancias" o "dispositivos", no es lo mismo el poder de las transnacionales de la comunicación que el de un padre de familia). La falta de estudios y de una conceptualización consistente sobre la recepción y la apropiación complementa la deficiencia anterior. Además de reformular las relaciones entre cultura y poder, es preciso conocer las estructuras específicas del consumo cultural. La investigación sobre medios masivos suele reproducir la concepción estadística de la audiencia que tienen los gerentes de esos medios y los sondeos de rating: suponen que si un programa de televisión alcanza a varios millones de espectadores es porque satisface sus necesidades y coincide con sus gustos. Aún en los estudios críticos, se admite fácilmente la eficacia de los emisores sin preocuparse por averiguar lo que efectivamente sucede en la recepción, los modos diversos con que diferentes sectores se apropian de los mensajes. Para replantear las relaciones entre cultura masiva y cultura popular es básico descubrir los desfases, las distancias y reelaboraciones que ocurren entre la producción y la apropiación en los procesos comunicacionales. No basta con admitir que cada discurso es recibido de distintas maneras, que no existe una relación lineal ni monosémica en la circulación del sentido. Si cada discurso posee, como dice Verón, un "campo de efectos" y ese campo no es definible sólo desde la producción, necesitamos indagar los procesos de "mediatización", Ias reglas de transformación entre un discurso y sus efectos".(5) Para esto, debemos construir conceptos e instrumentos metodológicos más sutiles que los de las investigaciones de público y de mercado. Si bien aquí hay un problema específicamente comunicacional, no parece ser resoluble con los recursos habituales en la teoría de la comunicación. Algunos autores han mostrado la contribución que puede salir de la teoría del discurso. Queremos destacar ahora, en relación con el conocimiento de lo popular, que la metodología antropológica sería útil para obtener conocimientos directos, mediante trabajo de campo, donde se observe cómo los medios interactúan con la historia cultural y los hábitos propios de percepción y comprensión que los sectores populares forman en su vida barrial, en el trabajo, en las microinteracciones de la vida cotidiana. En la medida en que reconocemos los múltiples niveles de la acción social que interviene * n en la circulación masiva de los mensajes, los medios de comunicación pierden el lugar exclusivo, o protagónico, que les adjudicaron las teorías de la cultura masiva. Umberto Eco propone un ejemplo: una firma productora de camisetas imprime en el pecho de las prendas una figura icónica, los jóvenes la publicitan al usarla, la televisión muestra la novedad, y luego otros sectores sociales la adoptan multiplicando su difusión. ¿Cuál es el medio de masas? ¿El anuncio comercial en el periódico, la camiseta, los que la llevan, la publicidad televisiva?(6) Lo masivo circula tanto por los medios electrónicos como por los cuerpos, la ropa, las empresas, la organización del espacio urbano. El poder ideológico que asocia un símbolo con la juventud y genera un modo de interpretar lo que significa ser joven no reside únicamente en la publicidad, ni en el diseñador, ni en los medios; circula por esos y otros espacios sociales, actúa gracias a las maneras en que se cruzan y combinan. Luego, la pregunta por el lugar de lo popular en la cultura masiva no pasa sólo por los medios de comunicación.


ANTROPÓLOGOS Y COMUNICÓLOGOS: LOS ENCUENTROS NECESARIOS Durante un tiempo se pensó que la bifurcación entre la antropología y la teoría de la comunicación correspondía a la existencia de dos modalidades separadas del desarrollo cultural. Si por un lado subsistían formas de producción y comunicación tradicional, y por otro circuitos masivos, parecía lógico que hubiera disciplinas diferentes para ocuparse de cada uno. Esta compartimentación se ha vuelto insostenible. La investigación de la cultura popular no puede seguir escindida entre los antropólogos y folcloristas consagrados a rescatar tradiciones "amenazadas" por el desarrollo moderno, y, por otra parte, los especialistas en comunicación que buscan expandir la modernidad, seguros de que los sectores "atrasados" fatalmente van a desaparecer. Hoy sabemos que la "masificación" no logra abolir ,las culturas tradicionales, y que a veces puede expandirlas, como ocurre con las canciones gauchas del sur de Brasil y el vais criollo peruano, beneficiado, por la difusión radial y televisiva. ¿Cómo explicar que en México, un país con varias décadas de industrialización, exista el mayor número de artesanos del continente -seis millones-, y que en los últimos años se haya incrementado la producción? ¿Por qué el Estado multiplica los organismos para fomentar un tipo de trabajo que, ocupando a un 10% de la población, apenas representa el 0.1% del producto bruto nacional? Esta aparente contradicción se explica por las contradicciones del desarrollo desigual del capitalismo: dado que la producción agraria no proporciona suficientes ingresos a indígenas y campesinos, éstos recurren a sus tradiciones artesanales para sobrevivir. Pero también observamos que las artesanías crecen con el avance del turismo y por la exaltación hecha por los medios masivos y el consumo "moderno' del valor simbólico de los diseños, que evocan "lo natural" y "lo manual" en medio de la homogeneidad industrial. El análisis de las artesanías, como también de las fiestas étnicas utilizadas por el nacionalismo político y el turismo, nos demuestra que la modernidad capitalista no siempre requiere eliminar las fuerzas económicas y culturales que no sirven directamente a su crecimiento si esas fuerzas aún cohesionan a un sector numeroso, si satisfacen sus necesidades o las de una reproducción equilibrada del sistema.(7) A la inversa, también sabemos que ya no existen grupos aislados en las sociedades actuales (ni siquiera los indígenas o los contestatarios que se automarginan), capaces de mantener un repertorio totalmente autónomo de prácticas y creencias. Algunas tradiciones desaparecen, otras se descaracterizan por la mercantilización, otras son mantenidas con fuerza y fidelidad, pero, todas son reordenadas por la interacción con el desarrollo moderno. El problema pasa a ser entonces, para los antropólogos y los comunicólogos a la vez, cómo interpretar las leyendas tradicionales que se reformulan en contacto con la industria cultural; coómo las artesanías cambian su diseño y su iconografía al buscar nuevos compradores en las ciudades; de qué modo las fiestas indígenas, que ya en su origen eran una fusión sincrética de creencias precolombinas y coloniales, prosiguen transformándose al interactuar con turistas o pobladores urbanos. Por otra parte, también hay que estudiar de qué manera la cultura masiva se enriquece con la popular tradicional, usando dispositivos de enunciación, narrativos, estructuras melodramáticas, combinaciones de la visualidad y el ritmo tomados del saber que los pueblos acumularon: estoy pensando en los programas de TV o los video clips, cuyo éxito se basa en el uso simultáneo de los descubrimientos de juegos visuales y ritmos populares, del cha-cha-cha al rock, para satisfacer las necesidades de espectacularidad y entretenimiento de los medios masivos. La colaboración entre antropólogos y comunicólogos correspondería a estos cruces entre lo popular y lo masivo, que ya tienen una larga historia. Recordemos que lo masivo es una característica constitutiva de las sociedades actuales y no comenzó con los medios de comunicación electrónica. En el siglo XIX se empieza a hablar de masas para referirse a la irrupción económica y política del proletariado industrial y nuevos sectores medios en las grandes ciudades. Antes de que se inventaran la radio y la TV, la cultura fue transmitida masivamente por la iglesia, la escuela y las grandes campañas educativas de los regímenes populares (por ejemplo, la política cultural postrevolucionaria en el México de principio de siglo). La cultura masiva "no se identifica ni puede ser reducida a lo que pasa en o por los medios masivos", dice Jesús Martín Barbero; "no es sólo un conjunto de objetos, sino 'un principio de comprensión' de unos nuevos modelos de comportamiento, es decir un modelo cultural".(8) Visto de este modo, lo masivo no es algo ajeno ni exterior a lo popular, hecho malévolamente por los grupos dominantes para invadir o sustituir la cultura propia de las clases populares. Lo masivo es la forma que adoptan, estructuralmente, las relaciones sociales en un tiempo en que todo se ha masificado: el mercado de trabajo, los procesos productivos, el diseño de los objetos y hasta las luchas populares. La cultura masiva es una modalidad inesquivable del desarrollo de las clases populares en una sociedad que es de masas. ¿Qué es, entonces, lo popular? No puede identificarse por una serie de rasgos internos o un repertorio de contenidos tradicionales, premasivos. Ante la caducidad de las concepciones esencialistas de la cultura popular, el enfoque gramsciano pareció ofrecer la alternativa: lo popular no se definiría a por su origen o sus tradiciones, sino por su posición, la que construye frente a lo hegemónico. Quien mejor lo ha dicho es Cirese: Ia popularidad de un fenómeno debe ser establecida "como hecho y no como esencia, como posición relaciona¡ y no como sustancia".(9)


En esta perspectiva, las tradiciones dejan de asociarse automáticamente con lo popular, pues también pueden ser el eco de lo hegemónico o del lugar que el poder asigna a las clases subalternas -por ejemplo, las leyendas y los refranes que llaman a contentarse con lo que se tiene. Las costumbres más arraigadas y extendidas en las clases populares son a veces formas de resistencia, pero en otros casos no constituyen más que la rutina de la opresión (pensemos en la "popularidad" del machismo). A la inversa, lo masivo, que tan eficazmente contribuye a la reproducción y expansión del mercado y la hegemonía, también da la información y los canales para que los oprimidos superen su dispersión, conozcan las necesidades de otros y se relacionen solidariamente. Pese al valor de esta redefinición de lo popular por su oposición a lo hegemónico, no siempre nos ayuda a entender sus transformaciones en un mundo masificado. Sobre todo, cuando se interpreta rígidamente la polarización hegemonía/subalternidad y se sustancializa cada término. Entonces, la cultura popular es caracterizada por una capacidad intrínseca, casi congénita, de oponerse a los dominadores, y en cualquier diferencia se cree ver una impugnación. El estilo antinómico del modelo gramsciano, y su endurecimiento populista en muchos textos latinoamericanos, vuelve difícil reconocer la interpenetración entre lo hegemónico y lo popular, los resultados ambivalentes que produce la mezcla entre ambos. LAS NUEVAS CONTRADICCIONES Si la cultura popular y la masiva ya no se oponen, si se entremezclan todo el tiempo, ¿qué sentido tiene seguir usando esos términos? Retornemos la propuesta gramsciana de definir lo popular por su oposición a lo hegemónico, y preguntémonos dónde se sitúa hoy ese antagonismo. La oposición se produce entre dos estrategias de la cultura industrial contemporánea: por un lado, la existencia de un saber científico y tecnológico (microelectrónica, telecomunicación) que reorganiza los procesos productivos, su sentido cultural, y, junto con la monopolización del capital industrial y financiero, concentra en una pequeña minoría el conocimiento necesario para el control social; y otro, la producción -por parte de ese mismo sistema informacional y electrónico- de nuevas redes de comunicación masiva que están reordenando la vida comunitaria, usando a veces las tradiciones locales, los saberes folclóricos, pero subordinándolos a la, lógica de la industria cultural. Dentro de este marco general, se produce otra tensión entre la uniformidad de los códigos culturales y las nuevas subculturas generadas por la afirmación sectorial o local de formas modernas de vida. La producción monopólica de mensajes masivos y el control de múltiples redes comunicacionales (cuyos casos modelo son Televisa en México y 0 Globo en Brasil), la vasta difusión de esos mensajes por TV, video, cassettes, etc. tienden a uniformar las experiencias simbólicas de regiones, clases y etnias. Pero a la vez las culturas locales y las subculturas de sectores tradicionalmente poco reconocidos -jóvenes, mujeres- se afirman y adquieren una presencia fuerte en las redes comunicativas. En parte, estas manifestaciones son contra culturales, o sea que surgen del rechazo a las pretensiones uniformadoras de los grupos hegemónicos; pero al mismo tiempo, se trata de subculturas, internas al sistema, que alcanzan su peso en la medida en que las tecnologías y formas de comunicación modernas encuentran en ellas un amplio mercado. De ahí que entre las principales vías de afirmación y desarrollo de estas culturas, antes marginales, se hallen los discos y video clips con temas juveniles, las revistas femeninas de circulación masiva. La tensión se produce a veces entre las formas marginales o locales y el desarrollo nacional o internacional, pero nos parece que la reorganización reciente de esta interacción lleva a formas fluidas de coexistencia, interpretación y uso recíproco entre ambos niveles. Por eso, la contradicción no se plantea tanto entre la cultura local y la masiva como entre las demandas de autogestión y las tendencias -más que homogenizadoras- burocratizantes y mercantiles autojustificatorias de las grandes máquinas políticas y empresariales. El problema no reside en la masividad con que circula la información, sino en la desigualdad entre emisores y receptores, en las tendencias monopólicas y autoritarias que tienden a controlar cupularmente la circulación para mantener la asimetría social. En relación con nuestro tema, diremos que, si puede seguirse hablando de lo popular en este contexto, consiste cada vez menos en lo tradicional, lo local y lo artesanal; se reformula como una posición múltiple, representativa de corrientes culturales diversas y dispersas, que reclaman dentro de un sistema cuyo desarrollo tecnológico establece una intercomunicación masiva permanente. Miremos la escena política. Casi no existen ya movimientos populares omnicomprensivos, como los partidos políticos que en el pasado concentraban el conjunto de las demandas laborales y de representación cívica de las clases subalternas. La emergencia de múltiples reivindicaciones sociales, ampliada en parte por el crecimiento de los reclamos culturales y referidos a la calidad de la vida, suscita un espectro diversificado de organismos voceros de intereses populares: movimientos urbanos, étnicos, juveniles, feministas, de consumidores, ecológicos, etc. La eficacia de estos movimientos es muy baja cuando se limitan a usar procedimientos de la cultura política tradicional (orales, de producción artesanal o en textos escritos que circulan de mano en mano). Su poder crece cuando actúan en las redes masivas de comunicación: no sólo la presencia simbólica de una manifestación de cien o doscientas mil personas, sino -más aun- su capacidad de interferir el funcionamiento habitual de una gran ciudad, de encontrar eco en los medios electrónicos de información. Lo popular no aparece entonces como lo opuesto a lo masivo, sino como un modo de actuar en él. Y lo


masivo no es, en este caso, sólo un sistema vertical de difusión e información; también es, como dice una antropóloga italiana, la "expresión y amplificación de los varios poderes locales, que se van difundiendo en el cuerpo social.(10) HACIA UNA METODOLOGÍA NO REDUCCIONISTA ¿Qué consecuencias tiene este replanteamiento en la metodología de la investigación y en la organización de las prácticas científicas? En cuanto al método, la oposición entre los estudios sobre lo popular de la antropología o el folclore y los que realizan sobre lo masivo los comunicólogos corresponde a menudo al enfrentamiento entre dos operaciones básicas en la lógica de la investigación científica: la inducción y la deducción. El inductivismo es practicado por quienes estudian lo popular a partir de ciertas propiedades que suponen intrínsecas de las clases subalternas, o de una creatividad que los otros sectores habrían perdido, o un poder de impugnación que sería la base de su resistencia. Según esta tendencia, no sabemos de las culturas populares más que los que las clases oprimidas hacen y dicen. Esta concepción inmanentista de lo popular lleva a analizarlo siguiendo sólo el relato de los actores. Dado que el entrevistado se define corno indígena, la investigación consiste en "rescatar" lo que hace en sus propios términos, duplicar "fielmente" el discurso del informante; o si se define corno obrero, puesto que nadie conoce mejor que él lo que le pasa, hay que creer que su condición y su conciencia de clase son como él las presenta. Se desconoce la divergencia entre lo que pensamos y nuestros actos, entre la autodefinición de las clases populares y lo que podemos saber sobre su vida estudiando las leyes sociales en que están insertas. Hacen como si conocer fuera aglomerar hechos según su aparición "espontánea" en vez de construir conceptual mente las relaciones que les dan su sentido en la lógica social. Los deductivistas, a la inversa, definen a las culturas populares desde lo general a lo particular, según los rasgos que le habrían sido impuestos; por el modo de producción, el imperialismo, la clase dominante, o, como vemos en los comunicólogos, por los medios masivos. Creen legítimo inferir del pretendido poder manipulador del Estado de los aparatos comunicacionales lo que sucede en la recepción popular. No reconocen autonomía o diferencia a las culturas subalternas, a su modo de relacionarse, consumir y resistir. Para el deductivismo, lo único que conocemos de las clases populares es lo que los sectores hegemónicos quieren hacer con ellas. La bifurcación entre estas tendencia se manifiesta también al elegir las técnicas de investigación. Los inductivistas prefieren la etnografía, la observación prolongada en el campo y las entrevistas abiertas, porque les interesa registrar lo específico de pequeños grupos. Los deductivistas privilegian las encuestas y las estadísticas, que permiten establecer las grandes líneas del comportamiento masivo. Sabemos que esta oposición puede parecer esquemática y maniquea (aunque es fácil dar ejemplos de inductivistas y deductivistas puros). Es cierto que existen antropólogos y comunicólogos que hablan de interacciones complejas entre lo micro y lo macrosocial. A fuerza de dejarse desafiar por los hechos, logran romper con los supuestos de su disciplina. Pero la importancia de los procesos de interacción y la pobreza de conceptos y recursos metodológicos para analizarlos, hace pensar que debemos trabajar juntos para construir articulaciones no reductivistas entre inducción y deducción. Una de las conclusiones de este reordenamiento de los vínculos entre lo popular y lo masivo, es que lo popular ha dejado de ser el dominio especializado de los antropólogos y lo masivo de los comunicólogos. Al reconocer que el campo de la cultura popular no se limita a lo manual, lo tradicional y las relaciones íntimas de pequeñas comunidades, al ver cómo se entremezcla con las comunicaciones y las otras formas modernas de vida urbana, se vuelve competencia de varias ciencias sociales. Y la interacción compleja de los mensajes masivos con las creencias y prácticas tradicionales, no permite que los investigadores de la comunicación se ocupen únicamente de los medios electrónicos. La investigación sobre las culturas populares (en plural) debe, ser un trabajo transdisciplinario. No decimos interdisciplinario, porque esto suele significar que los practicantes de la antropología, la sociología, la semiótica y la comunicación yuxtaponen conocimientos obtenidos fragmentaria y paralelamente. El cuestionamiento del modo en que se estudian las culturas populares desemboca en una revisión de lo tabiques que separan a las ciencias sociales. Ni exclusivamente folclóricos ni únicamente masivo, lo popular es hoy un espacio fértil para repensar la estructura compleja de los procesos culturales y para que los científicos sociales liberemos a nuestras disciplinas de los reductivismos que las disgregan. Notas. 1. Natalie Davis, 'Proverbial Wisdom and Popular Errors", Society and Culture in Early Modern France, Stanford, University Press, 1965.


2. Se encontrará un excelente análisis crítico del itinerario de los estudios folclóricos en Renato Ortiz, Cultura Popular: romanticos e folcloristas, Sao Paulo, Pontificia Universidad Católica, 1985. 3. Renato Ortiz, op. cit., p. 53. 4. Michel Foticault, Historia de la sexualidad, 1 - La voluntad de saber, México, Siglo XXI, 1978, pp. 112-115. 5. Leonor Arfuch, "La mediatización y los juegos del discurso. Entrevista a Eliseo Veron", Punto de vista, año VII, No. 24, agosto-octubre de 1985, p.15. 6. Umberto Eco, La estrategia de la ilusión, Barcelona, Lumen, 1986, pp. 197-198. 7. Para una exposición menos apresurada de la refuncionalización de las artesanías y las fiestas populares en México, se puede consultar nuestro libro Las culturas populares en el capitalismo, México, Nueva Imagen, 1982. 8. Jesús Martín Barbero, Cultura popular y comunicación de masas, Materiales para la comunicación popular, 3, Lima, Centro de Estudios sobre la Cultura Transnacional, abril de 1984. 9. Alberto M. Cirese, Ensayos sobre las culturas subalternas, México, CISINAH, 1979, p.51. 10. Carla Pasquinelli "La secoralizzaciones della cultura di masa", La Ricerca Folclorica, 7, Milán, abril de 1983, p.42.


LA REPRESENTACIÓN DEL PUEBLO EN LOS DIARIOS DE MASAS Guillermo Sunkel Lo popular ha venido siendo asumido como un concepto, interpretado de modos diversos desde diferentes discursos políticos e ideológicos, pero utilizado también para legitimar proyectos económicos y sociales muchos veces totalmente contradictorios. Intentar entender la manera en que este proceso se ha cumplido cobra significación real, a partir del análisis concreto de los modos en que esta problemática ha sido trotado, en el desarrollo específico de la comunicación masivo en nuestros países. Guillermo Sunkel ha venido trabajando, en los últimos meses, en una investigación localizada en el espacio de la prensa masiva en Chile (durante el período final de la democracia chilena), justamente buscando comprender los modos de representación de lo popular en los discursos de prensa, o partir de los exigencias que demanda la nueva coyuntura de re-democratización que se vive en América Latina, especialmente desde el año 1980.


1. INTRODUCCIÓN En este trabajo se presenta una síntesis de la metodología y principales resultados obtenidos en una investigación sobre las formas de representación de lo popular en los diarios populares de masas durante el período final de la democracia chilena.(l) Para introducir este tema me parece útil contextualizar la investigación original (la que tiene fundamentalmente un carácter "histórico") en el Chile de hoy. Más concretamente, me parece pertinente comenzar explicitando dos factores que vinculan la investigación original con la situación actual. El primero de estos es que la investigación surge de la actual preocupación por lo popular. No voy a entrar a examinar este tema aquí. Sólo interesa resaltar que la actual preocupación por lo popular en Chile está básicamente determinada por dos tipos de elementos. En primer lugar, esta preocupación aparece estrechamente ligada a la reflexión sobre una derrota política, la cual trae aparejada, de manera fundamental, la crisis de un discurso político sobre lo popular. En segundo lugar, esta preocupación está directamente vinculada al desarrollo de ciertas tendencias estructurales que se han originado durante el régimen autoritario. Entre estas hay que destacar la constatación de una reducción cuantitativa del volumen de la clase obrera y, con esto, el cuestionamiento de su significación como el agente "fundamental" de un proceso de transformación socio-política. Por otra parte, hay que notar que durante este período se ha constatado la aparición de otros sujetos sociales y políticos y con ello una suerte de multiplicación y de dispersión de los conflictos. Lo que me interesa resaltar es que tanto la crisis del discurso marxista sobre lo popular (la que viene aparejada con la derrota del Gobierno de la Unidad Popular) como el desarrollo de ciertas tendencias que han hecho más visible la complejidad del sujeto popular, han tenido como resultado una crisis de los modos en que históricamente se ha pensado lo popular. La profundidad de esta crisis se expresa en preguntas relativamente elementales que se formulan con insistencia y que no parecen tener una respuesta clara. Preguntas tales como -¿Qué es precisamente lo popular? ¿Es el proletariado, son los pobres o son los marginales?- reflejan una falta de claridad en la identificación del sujeto popular. Y junto a este tipo de preguntas se formulan otras de tipo más teórico como: ¿Cuál es el tipo de relaciones sociales a través de las cuales se constituye lo popular? ¿Es el pueblo constituido a través de relaciones de explotación, de exclusión o de represión? Sin duda, ambos tipos de preguntas también expresan un desencanto político, a saber, la falta de equivalencia entre un conjunto de creencias y convicciones sobre el tipo de acción social que "correspondería" asumir a los sectores populares y sus modalidades de acción histórica. Lo anterior sólo sirve para enfatizar que el tema de la investigación surge directamente de la actual preocupación por lo popular. Pero: ¿por qué centrar la investigación en la prensa? Esto me lleva al segundo elemento que vincula la investigación con el presente. En este sentido, hay que señalar que la investigación se realizó como parte de un proyecto en comunicaciones que transitaba de la problemática de la "comunicación alternativa" -problemática que se formuló en la década del 70 en el contexto de las dictaduras latinoamericanas- a la problemática que los procesos de re-democratización que se comenzaron a vivir en el continente a comienzos de la década del 80 planteaban a los medios de comunicación masiva. En este nuevo contexto, el problema ya no era la defensa de una "comunicación alternativa" que se desarrollaba en los márgenes de la cultura de masas sino, más bien, el desarrollo y uso alternativo de los medios de comunicación masiva (vale decir, un tipo de uso que no fuera una mera reproducción de los medios convencionales, tanto de derecha como de izquierda). Y es en este nuevo contexto donde una interrogante se planteaba con insistencia, a saber: ¿Cuál es el tipo de prensa popular adecuada para un período de transición a la democracia? 0, más precisamente: ¿cuál es el tipo de discurso que debía asumir una prensa popular en un período de re-democratización? Se podría decir, entonces, que la investigación buscaba analizar los modos de representación de lo popular en los discursos de prensa a fin de aportar antecedentes concretos que permitiesen formular una política del discurso de prensa consciente de las debilidades de las fórmulas históricas y, por tanto, diferente. a)

ASPECTOS TEÓRICOS Y METODOLÓGICOS

El objetivo central de la investigación era dar respuesta a la siguiente interrogante: ¿Cuáles son las imágenes del pueblo que presentaban los diarios populares de masas durante el régimen democrático? Planteada de una forma diferente, la interrogante que orientaba el estudio era: ¿Cuáles son las formas de representación de lo popular que asumían los diarios populares de masas durante el período final de la democracia chilena? En esta sección voy a describir el modo en que esta interrogante fue abordada en la investigación centrándome en dos aspectos del diseño teórico-metodológico. Estos dicen relación: a) Con la definición del objeto de estudio y b) con la formulación de una hipótesis general sobre la cultura popular chilena y su aplicación a los diarios populares de masas. a) Es conveniente comenzar entregando una definición del objeto de estudio pues quizás ésta no sea del todo evidente. En efecto, la noción de "diarios populares de masas" integra dos tipos de medios que tradicionalmente se han visto como totalmente disímiles. Por una parte, aquellos que son catalogados indistintamente como "prensa amarilla" o "prensa sensacionalista". Por otra parte, aquellos que son comúnmente considerados como "prensa de izquierda" o "prensa revolucionaria". En este trabajo no se pretende negar la diferencia entre ambos tipos de medios. Por el contrario, en la investigación se pone un gran énfasis en describir cómo estos diarios tienen líneas de desarrollo diferentes que se vinculan a distintas matrices existentes en la


cultura popular chilena. Además, se muestra como el diario constituido al interior de una determinada matriz cultural, va a asumir una modalidad de representación acorde con esa matriz, la que va a tener expresión tanto al nivel del lenguaje y la estética como a nivel de los contenidos. Sin embargo, junto con reconocer esta diferencia es necesario reconocer la unidad del objeto. En este sentido, el argumento que se desarrolla es que el principio de unidad de los diarios populares de masas consiste en que todos ellos asumen una determinada modalidad de representación de lo popular como el elemento que justifica su existencia, vale decir, todos ellos se autodefinen en términos de la función de representación. Es así que los cinco diarios cuyos discursos sobre lo popular se analizan, en la investigación se definen en términos de esta, función de representación. Así, El Siglo (órgano oficial del Partido Comunista que fue fundado en 1940 y se publica hasta 1973) se define como un "combatiente de primera fila" y como un medio a través del cual "va a hablar el pueblo de Chile"; Última Hora (diario vespertino de orientación socialista que fue fundado en 1943 y se publica hasta 1973) se define a sí mismo "por la unidad de la izquierda y la defensa de los intereses populares"; Clarín (diario de tipo sensacionalista que fue fundado en 1954 y que se publica hasta 1973) construye su imagen como un diario que está "firme junto al pueblo" y que va a desempeñar una función de ataque a "los enemigos del pueblo"; La Tercera (diario de tipo sensacionalista que fue fundado en 1950 y que mantiene su publicación en la actualidad) se concibe así mismo como "el diario que llega a todos los hogares" y que buscará "el beneficio de los más humildes"; por último, Puro Chile (diario sensacionalista de orientación comunista fundado en 1970) se presenta como "un diario para la mayoría" que está comprometido con la verdad del pueblo".(2) b) Habiendo definido el objeto de estudio parece posible plantear la hipótesis que se desarrolla en la investigación. Esta es que cada uno de los diarios populares de masas constituye una variante específica sobre las matrices culturales y, por tanto, que cada uno de estos diarios va a construir su propia modalidad de representación de lo popular sobre la base de una articulación de los elementos propios a la matriz racional-iluminista y a la matriz simbólico-dramática. Hay que notar, sin embargo, que la hipótesis específica sobre los modos de representación en los diarios está basada en una hipótesis más general sobre las matrices culturales existentes en la cultura popular chilena. Esta es que la matriz racional-iluminista se introduce en la cultura popular como un elemento "derivado" o externo sobre una matriz cultural pre-existente:, la simbólico-dramática. La matriz racional-iluminista se introduce en la cultura popular por dos vías distintas: a través de la creación del Estado Docente y por la vía de la introducción de ideologías políticas de corte iluminista (principalmente el marxismo, el anarquismo, el liberalismo y radicalismo). No intentaremos desarrollar esta hipótesis en más detalle aquí, pero parece necesario hacer una breve caracterización de las matrices e indicar el tipo de relación que ellas tienen con determinadas modalidades de representación. La matriz racional-iluminista tiene cierta unidad a nivel de los contenidos en la medida que expresa algunos elementos muy generales entre los que se incluyen que la "razón" es presentada como un medio y el "progreso" como el fin de la historia; que la "educación" y la "ilustración" son impulsadas como los medios fundamentales de constitución de la ciudadanía política y de superación de la barbarie; que el pueblo es concebido como la expresión física de la barbarie y. por tanto, constituido en objeto de campañas moralizadoras. Al mismo tiempo, hay que señalar que la matriz racional-iluminista se expresa a través de un lenguaje abstracto y conceptual que está regido por el mecanismo de la generalización. Por el contrario, la matriz simbólico-dramática -cuya existencia se aprecia claramente en diversas formas de la cultura popular del siglo XIX a través de las cuales se expresa el rechazo al racional-iluminismo- tiene un lenguaje concreto y de imágenes que deviene de una concepción religiosa del mundo. Así, para esta matriz el mundo se presentará en términos dicotómicos: el bien y el mal, el paraíso y el infierno, el perdón y la condena constituirán elementos básicos de representación de la realidad. Y junto a estas categorías de carácter "divino" se desarrollarán categorías de carácter "humano" que son análogas. Entre éstas se incluirán los ricos y los pobres, los buenos y los malos. los avaros y los generosos, etc. Lo que interesa destacar aquí es que estas matrices culturales dan lugar a determinados tipos de


representación de lo popular. Así, la matriz racional-iluminista (la que utiliza un lenguaje abstracto y conceptual) dará lugar a la representación política de lo popular. En este sentido, es notorio que los discursos provenientes de la matriz racional-iluminista interpelarán fundamentalmente a los actores politizables del mundo popular (i.e. la clase obrera y el campesinado), a través de los conflictos que les son propios (i.e. patrón-obrero o patrón/campesino) y en el espacio de lo político. Por el contrario, la matriz simbólico-dramática (la que utiliza un lenguaje concreto y de imágenes) dará lugar a una representación más cultural de lo popular. Así, los discursos provenientes de esta matriz (los que no son principalmente políticos) interpelarán a una gran diversidad de actores populares (y no principalmente a la clase obrera), a través de sus múltiples conflictos y preferentemente en el espacio de la vida cotidiana. Sobre la base de esta breve caracterización de las matrices culturales y de los modos de representación a que ellas dan lugar interesa retomar la hipótesis específica sobre los diarios desde un punto de vista metodológico. Más concretamente, interesa precisar metodológicamente la proposición de que cada uno de los diarios populares de masas constituye una variante específica sobre las matrices culturales. Básicamente, esto significa que cada uno de los diarios tiene una opción específica frente al pueblo que puede ser de tipo racional-iluminista, o bien, de tipo simbólico-dramática. En términos teóricos, esta opción puede ser definida como una estrategia de apropiación y de resignificación de elementos populares. Ahora, desde un punto de vista metodológico, el problema es como reconstruir esta opción (o estrategia). En la investigación se intentó reconstruir la opción (o estrategia) frente al pueblo de cada uno de los cinco diarios mencionados a nivel de los contenidos(3) y dando respuesta a tres tipos de interrogantes. En primer lugar, el análisis intentaba dar cuenta del tipo de actor popular privilegiado en el discurso de cada uno de estos diarios. Aquí la pregunta central era: ¿Cuál es el tipo de actor popular que "encarna" el concepto de pueblo de cada uno de los diarios? ¿Es el sector obrero, o el campesinado, o son los marginales?(4) En segundo lugar, el análisis intentaba identificar los contextos de significación en que los diarios colocan a los actores populares de forma privilegiada, lo cual remite al problema de los espacios representados en los discursos de los diarios. Aquí la pregunta central era: ¿es el actor popular colocado de forma privilegiada en el contexto de las relaciones laborales, de la lucha política, de la tragedia, del crimen, etc.?(5) Finalmente, en análisis buscaba determinar el modo de definición de los actores populares, lo cual remite al problema de los conflictos. Aquí las interrogantes principales eran: ¿son los conflictos construidos en la forma de un antagonismo o de una diferencia? ¿Son los conflictos construidos en términos de la oposición proletariado vs. burguesía, o pobres vs. ricos, o marginales vs. integrados, etc? ¿Son los conflictos definidos en términos de relaciones de explotación, de exclusión o de represión? 3.

IMÁGENES DEL PUEBLO EN LOS DIARIOS POPULARES DE MASAS

En la investigación se analizó "el material informativo relacionado con el pueblo" que publicaron los cinco diarios mencionados anteriormente en los contextos de la elección presidencial de 1964 y de 1970. Sin entrar a definir los criterios utilizados en los procesos de recolección y de interpretación del material vamos simplemente a entregar las principales conclusiones aportando sólo algunas ilustraciones.(6) La investigación arroja dos conclusiones principales. La primera de éstas es que el concepto que se halla implícito en los "diarios de izquierda"(7)es el producto de una reducción que afecta tanto a los actores populares como a los espacios de representación. A nivel de los actores; el análisis muestra que tanto El Siglo como Última Hora tienden a reducir el concepto de pueblo a la noción de clase trabajadora. Sin embargo, esta noción es connotada de forma diferente por los dos periódicos. Así, mientras El Siglo tiende a limitar la noción de clase trabajadora a la representación del proletariado, Última Hora tiende a concebir la alianza entre todos los sectores asalariados como la condición de transformación del sistema económico-social. Por otra parte, en ambos diarios se constata la ausencia de un principio autónomo de representación del sujeto poblacional-marginal, lo cual tiene como efecto que la problemática de este sujeto tiende a ser asimilada a la de la clase trabajadora. Esto es particularmente evidente en la imagen que El Siglo produce del sujeto poblacional-marginal como sub-proletariado ya que ella implica que la única posibilidad de futuro de este sujeto pasa por la negación de sus condiciones de existencia y su integración a las filas del proletariado. Finalmente, habría que destacar la casi nula presencia, de los actores populares reprimidos en los discursos de los diarios de izquierda, ya sea en términos reivindicativos o de condenación. Pero junto al tipo de reducción descrita anteriormente es necesario destacar aquella que afecta a los contextos de significación. El análisis muestra claramente que la reducción del concepto de pueblo a la noción de clase trabajadora lleva a los diarios de izquierda a la representación casi exclusiva de este sujeto en el contexto de las relaciones laborales. ¡Es como si para los diarios de izquierda la vida del sujeto popular estuviera reducida al enfrentamiento con el sector patronal y a la formulación de reivindicaciones de tipo económico! Obviamente, el hecho que el peso del material informativo esté centrado en el conflicto laboral tiene su explicación: la posibilidad de apropiación de la reivindicación económica en términos políticos. Sin embargo, llama la atención el escaso interés que los diarios de izquierda demuestran por el mundo cultural del sujeto popular. No hay en estos diarios, en el período analizado, un interés por las fiestas populares, por la religiosidad popular, por el arte popular, por


la familia, la sexualidad, etc. Ni siquiera el mundo del trabajo es concebido en su dimensión cultural, vale decir, como un aspecto central de la vida cotidiana del sujeto popular. Lo que interesa destacar es que esta triple reducción que los diarios de izquierda operaban sobre el concepto de pueblo (vale decir, la reducción del concepto a un actor protagónico -la clase trabajadora- que se constituía en un contexto central -relaciones laborales- y a través de un conflicto principal la contradicción capital/trabajo o burguesía/clase trabajadora) implicaba un alejamiento sistemático de ciertos aspectos del mundo popular. Más precisamente, éste era un alejamiento sistemático del modo de representación que los sectores populares tenían de sí mismos: alejamiento que implicaba, dejar de lado la vida cotidiana, olvidar el contenido cultural de las demandas populares, poner al margen la realidad subjetiva de los sujetos y sustituir el lenguaje de lo popular por un lenguaje sobre lo popular. Pensamos que este alejamiento sistemático del mundo cultural del sujeto popular se debía principalmente a lo que podría ser definido como la prefiguración de lo popular en el discurso, vale decir, la sustitución de "lo popular real" por una versión tremendamente ideologizada (y mítica) de lo popular.(8) La segunda conclusión que se desprende de la investigación es que, a diferencia del carácter estrecho del concepto de pueblo operante en los diarios de izquierda, los diarios sensacionalistas tienden a producir imágenes de lo popular de carácter más complejo y que se sitúan más cerca de la realidad cultural del mundo -popular.(9) A nivel de los actores, el análisis muestra que tanto para Clarín como para La Tercera, el pueblo está constituido por una diversidad de actores aun cuando la opción de un diario frente al pueblo necesariamente se "encarna" en determinado tipo de actor. Así, encontramos que si bien el discurso de Clarín representa a una diversidad de actores populares (aquí aparecerán no sólo los sectores obreros y campesinos sino, también, los pobladores, los marginales y aquellos actores populares que hemos denominado como reprimidos), al mismo tiempo esta diversidad se expresa en una opción particular por "los pobres". En el discurso de Clarín, "los pobres" serán representados como un conjunto diverso de sujetos marginados, del proceso de "modernización" económica, política y cultural que se realizó durante el Estado de Compromiso chileno (1930-1973). En este sentido, la opción de Clarín por el pueblo puede ser caracterizada como una opción por los marginales los que son definidos a partir de una condición de exclusión respecto al proceso de modernización. A fin de caracterizar esta opción con mayor precisión interesa resaltar tres importantes rasgos que ella presenta. En primer lugar, hay que notar que si bien en el discurso de Clarín "la clase trabajadora" va a tener una presencia importante ella será representada como una expresión avanzada y, por tanto, minoritaria de lo popular. Y esto porque en el discurso de Clarín las condiciones de vida de "la clase trabajadora" reflejan el acceso a un proceso de modernización que no ha beneficiado a las grandes masas populares. En segundo lugar, hay que notar que en este tipo de discurso el sujeto marginado del proceso de modernización encuentra su héroe en aquellos personajes que están al margen de la ley, es decir, en los actores populares reprimidos. Es así que frente a la figura del pobre como un sujeto que encarna al "sufrido pueblo chileno", Clarín va a desarrollar un discurso romántico que exalta la imagen de aquellos sujetos (particularmente de los bandoleros) que transcienden la ley. Finalmente, hay que destacar que en el discurso de Clarín los pobres se sitúan en oposición a "los ricos". Y dado que para Clarín "los ricos" se constituyen como una minoría de delincuentes que han lucrado robándoles a "los pobres" parece claro que en este tipo de discurso el conflicto fundamental estará centrado en tomo a la ley. En el caso de La Tercera también encontramos la representación de una diversidad de actores populares que se expresa en una determinada opción por "los pobres". Sin embargo, a diferencia de, Clarín -diario que tiende a reivindicar (y, sobre todo, a exaltar) la lucha de los marginales frente a los "ricos"- La Tercera tiende a desarrollar una opción por los pobres de carácter fatalista y apolítica. En este sentido, la opción de La Tercera por el pueblo puede ser caracterizada como una opción por "los desamparados" (o "los humildes") los que son definidos por la falta de acceso al bienestar social. Para precisar esta opción interesa resaltar tres de sus rasgos centrales. En primer lugar, hay que destacar que si bien "los pobres" son presentados por La Tercera como un conjunto de sujetos marginados del proceso de modernización, al mismo tiempo, en este diario van a cobrar singular importancia dos tipos de actores populares cargados de patetismo, a saber, los niños vagos y los trabajadores que han caído en desgracia. En el discurso de La Tercera ambos tipos de actores populares serán caracterizados por su condición de desamparo y su falta de acceso al bienestar social. Sin embargo, esta condición será presentada como una tragedia individual derivada de una casualidad del "destino" o de "la mala suerte". Y si la condición de "los desamparados" es definida como una tragedia individual, entonces, La Tercera también va a proponer soluciones para esta tragedia que sean de carácter individual. Un segundo rasgo que define la opción de La Tercera frente al pueblo se expresa en el hecho que este diario no reivindica la lucha de "los pobres". De hecho, en el discurso de La Tercera la figura de "los ricos" está casi totalmente ausente y, en todo caso, ella no es definida por oposición a "los pobres". Al mismo tiempo, el único tipo de lucha que La Tercera concibe como legítima es aquella que sigue cauces institucionales y que tiene fines reivindicativos. Pero dado que "los pobres" son definidos por La Tercera como un conjunto de sujetos marginados del proceso de modernización (y, por tanto, que se sitúan de alguna manera fuera de las institucionalidad) ellos no tienen, para este diario, una lucha legítima. En el discurso de La Tercera, la única "reivindicación" legítima de "los pobres" es su integración a un sistema que es percibido como desigual, pero cuya legitimidad nunca es puesta en duda. Finalmente, hay que resaltar que la opción de La Tercera por "los desamparados" se presenta en oposición a los sectores populares que han alcanzado un alto nivel de organización y de


presión institucional (básicamente, los sectores obreros, campesinos y poblacionales), los que son percibidos por este diario como una amenaza frente al sistema. Lo que interesa resaltar es que la representación diversa de los actores populares por los diarios sensacionalistas -la que se expresa en opciones específicas por "los pobres"- encuentra eco a nivel de los contextos de significación. Así, por ejemplo, los sectores obreros y campesinos serán representados en los discursos de Clarín y La Tercera ya no sólo en la medida en que se sitúan en el campo de las relaciones laborales. Claramente, Clarín va a representar a los sectores obreros y campesinos en el campo de las relaciones laborales y, más precisamente, va a constituir a estos sectores en actores políticos. Sin embargo, junto a este tipo de representación política Clarín va a hacer el relato periódico de sus tragedias, crímenes y pasiones. Por otra parte, La Tercera Va a dar cuenta de los sectores obreros y campesinos en la medida en que se sitúan en el campo de las relaciones laborales (y, por tanto, en el contexto de la lucha reivindicativa) pero no va a constituir a estos sectores como actores políticos. Y junto con la representación de los sectores obreros y campesinos en el campo de la lucha reivindicativa, La Tercera va a hacer el relato de la lucha del drama humano de estos sectores. Es importante destacar que el énfasis que los diarios sensacionalistas ponen en el drama humano de los sectores obreros y campesinos (y, en general, en los crímenes, las pasiones, las tragedias y todo aquello que constituye el mundo cultural de estos sectores) también va a estar presente en el tratamiento que estos diarios hacen del sujeto poblacional-marginal y de los actores populares reprimidos. Sin entrar a examinar más detenidamente el tipo de contextualización de los actores populares en los diarios sensacionalistas, interesa resaltar que las imágenes del pueblo que éstos presentan son ciertamente más complejas que aquellas que están presentes en los diarios de izquierda. Esta complejidad radica en que estos diarios tienden a representar a una diversidad de actores populares en una diversidad de contextos de significación. Pero además, esta complejidad se expresa en que estos diarios se abren hacia la realidad cultural del mundo popular incorporando una serie de elementos que están presentes en ciertos actores populares. En particular, los diarios sensacionalistas incorporan temas propios de los sectores populares (especialmente, temas de la vida cotidiana, la religiosidad popular, las fiestas populares, las tradiciones populares, etc.), elementos del lenguaje popular (especialmente dichos, palabras, expresiones y, en general, toda la jerga popular), así como ciertas características culturales que están fuertemente enraizadas en estos sectores (por ejemplo: el humor, el machismo, una cierta morbosidad por el crimen y ciertos hechos aberrantes, etc.). Un problema crucial -pero que ciertamente escapa los objetivos de esta síntesis- es mostrar cómo los diarios incorporan y transforman los distintos elementos del mundo popular a través de sus discursos y sus estilos. Digamos que la hipótesis que se desarrolló en la investigación es que en la base de la complejidad de las imágenes del pueblo que presentan los diarios sensacionalistas se encuentra un tipo de representación de la sociedad que es distinta a aquella que se encuentra en los diarios de izquierda, vale decir, ésta no es una representación en términos de clases sociales. Como se ha señalado, los diarios sensacionalistas tienden a representar a la sociedad a través de la división entre ricos y pobres, división que se expresa tanto en el plano de la economía como el de la política y la cultura. Pero lo importante es que ésta no es necesariamente una representación de tipo conservador puesto que ella hace posible distintos tipos de construcción discursiva de los conflictos. Así, mientras Clarín tiende a construir la división entre ricos y pobres en la forma de un antagonismo -lo que da lugar a una suerte de "populismo progresista"La Tercera tiende a construir esta división en la forma de una diferencia- lo que da lugar a una suerte de "populismo conservador". 4. UNA REFLEXIÓN FINAL Para concluir, es necesario reiterar la hipótesis de que cada uno de los diarios populares de masas constituye una variante específica sobre las matrices culturales. Así, no se trata de que los diarios constituidos al interior de la matriz racional-iluminista (i.e. los diarios de izquierda) den lugar a representaciones de lo popular que sean exclusivamente políticas o que los diarios constituidos en la matriz simbólico-dramática (i.e. los diarios sensacionalistas) den lugar a representaciones de lo popular que sean solamente de carácter cultural. Como se ha intentado mostrar, en la opción de un diario por el pueblo se mezclan elementos de ambas matrices aun cuando necesariamente se tiende a privilegiar un determinado tipo de representación. Así, por ejemplo, si bien la opción de Clarín por los marginales recoge de manera central los elementos simbólico dramáticos del mundo popular, simultáneamente, al interior de esta opción Clarín incorpora elementos de la matriz racional-iluminista. Esto es lo que hemos denominado como el "populismo progresista" de Clarín. La articulación de ambas matrices también está presente en la opción de La Tercera por los pobres. Esta opción recoge y articula en un sentido conservador los elementos simbólico-dramáticos del mundo popular. Así, a través de esta opción La Tercera representa la reivindicación de "los desamparados" por su integración al sistema. Y en esta modalidad de representación, La Tercera también va a incorporar elementos de la matriz racional-iluminista. Esto es lo que hemos denominado como el "populismo conservador" de La Tercera.


Finalmente, cabe señalar que a diferencia de los diarios sensacionalistas, la articulación de ambas matrices es mucho menos clara en los diarios de izquierda. De hecho, la opción de El Siglo por el proletariado no parece recoger los elementos simbólico-dramáticos del mundo popular sino en la medida en que tienen relevancia en el contexto de la lucha política. Así, se podría decir que El Siglo es el único entre los diarios analizados que puede ser considerado como la expresión "ideal" de una matriz. Y esto porque El Siglo se constituye como la expresión de una vanguardia "iluminada" que busca transformar radicalmente aquellos que dice representar. La opción de Última Hora por la clase trabajadora es más compleja en la medida que es menos reduccionista. Sin embargo, este diario también demuestra una gran incapacidad por articular los elementos simbólico-dramáticos y, en general, la realidad cultural del mundo popular, de un modo que no sea instrumental a la lucha política.


Notas: 1. Esta investigación se realizó durante 1984 en el Instituto de Estudios Transnacionales y fue publicada con el título de Razón y Pasión en la Prensa Popular. Hay que señalar que en esta publicación no sólo se analizan las formas de representación de lo popular en los diarios durante el período final de la democracia chilena. Además, en ella se examina el tránsito de la antigua prensa popular (aquella que surge a fines del siglo XIX) a la prensa popular de masas en las décadas del 20 y del 30. Este último tema -así como la problemática general de las relaciones entre lo popular y lo masivo- no han sido tratados en el presente trabajo. 2. Es importante señalar que sin bien la auto-definición de estos diarios, en términos de la función de representación de lo popular, es el elemento que da unidad a los diarios analizados y, por tanto, es el elemento central en nuestra definición, al mismo tiempo estos diarios presentan otros dos rasgos en común. En primer lugar, hay que notar que todos estos diarios son nacionales en un triple sentido. Estos son nacionales: a) porque se dirigen a un público "popular de masas" (lo cual implica trascender una definición clasista de público); b) porque tienen una distribución nacional (lo cual implica trascender la distribución localista de muchos periódicos populares) y, e) porque desarrollan "temáticas nacionales" las que son expresadas en un lenguaje nacional". En segundo lugar, hay que notar que estos diarios se constituyen como estructuras de mediación en el sentido de que si bien ellos tienen una estrecha relación como elementos existentes a nivel de la cultura popular, al mismo tiempo, estos diarios han desarrollado estructuras materiales de producción que no "vienen del pueblo". 3. Es importante anotar que el énfasis en la reconstrucción de las opciones a nivel de los contenidos no significa que cuestiones relativas al lenguaje y estilo de los diarios no tengan importancia en la formulación de las opciones. De hecho, el modo de incorporación de elementos del lenguaje popular y su transformación por un determinado estilo periodístico va a determinar de manera fundamental la relación de estos diarios con la cultura popular. Lo que interesa señalar es que este tema fue abordado en la investigación pero sin lograr la sistematicidad que se alcanzó en la reconstrucción de las opciones a nivel de los contenidos. 4. En términos metodológicos, esta interrogante nos exigía identificar el referente empírico que los discursos de los diarios construyen para el concepto de "pueblo". Esto nos hizo recurrir a la conceptualización de lo popular como una realidad heterogénea (esta es desarrollada en el Cap. 1) y, en particular, a las nociones de "lo popular representado", "lo popular no representado" y "lo popular reprimido". Sin entrar a describir esta conceptualización hay que resaltar que ella permitía construir categorías operacionales que hacían posible identificar el tipo de referente que los diarios le atribuyen de forma privilegiada al concepto de "pueblo". En el análisis se utilizaron tres categorías centrales. En primer lugar, la noción de "lo popular representado" nos llevó a examinar el modo de presencia en los discursos del actor obrero-campesino. En segundo lugar, la noción de "lo popular no representado" nos llevó a examinar el modo de presencia de los sectores poblacionales y de dos tipos de actores marginales: los mendigos y las minorías indígenas. Así, examinarnos el tratamiento de lo poblacional-marginal. Finalmente, la noción de "lo popular reprimido" nos llevó a examinar el modo de presencia de dos actores del conjunto que configuran esta categoría, a saber, los presidiarios y las vedettes. Y en este caso examinarnos el modo de tratamiento de lo popular reprimido. 5. Por "contextos de significación" se entiende aquí los espacios en que los actores populares aparecen representados. Las categorías para denominar los contextos fueron tomadas de los diarios y remiten a espacios generales de representación. En la investigación se distinguen dieciocho contextos distintos. Estos son: laboral, vivienda, violencia política, movilización, tragedia, crimen, autoridades, organización, políticos, solidaridad, luchas, policía, salud, educación, fiesta, deportes, miseria y varios. Es importante destacar que en el análisis se reducían los contextos de significación a sub-contextos los que fueron concebidos como espacios de representación específicos dentro de un contexto general. Así, por ejemplo, el contexto de lo laboral podía ser desglosado (dependiendo del diario) en "denuncia despidos ilegales", "denuncia condiciones de trabajo", "denuncia a empresario por explotación", etc. Lo que se buscaba a través de este proceso de reducción de contextos a subcontextos era identificar los temas que organizan los discursos de los diarios. Esta metodología se inspira en el trabajo de Critcher, Parker y Sondhi Race in the Provincial Press (Centre for Contemporary CulturaI Studies, University of Birmingham, 1975) así como en el trabajo de C. Durán y C. Ruíz "Ideología de El Mercurio y la política de la oposición" en Revista de la Universidad Técnica, Nos. 13 - 14, marzo - junio 1973. 6. Algunos de estos ya han sido definidos en las notas anteriores. Sólo interesa agregar que el análisis se realizó sobre la base de un corpus de textos recogidos en los meses anteriores a la elección presidencial de 1964 y de 1970. Sin entrar en detalles, se puede señalar que estos períodos fueron escogidos porque son a la vez homogéneos y significativos. 7. Por "diarios de izquierda" se entiende aquí solamente aquellos que están de alguna manera vinculados a los partidos de izquierda y, por tanto, difunden las ideologías de esos partidos. De los diarios analizados en el estudio hay sólo dos que se incluyen en esta definición, a saber, El Siglo (órgano oficial del Partido Comunista y Última Hora (el que estaba vinculado al Partido Socialista). Es importante resaltar que de esta definición no se desprende que los diarios sensacionalistas sean necesariamente conservadores. Como se verá más abajo, ellos también pueden asumir posiciones progresistas y de izquierda. 8. Si bien no podemos tratar el punto en detalle, hay que destacar que existen diferencias entre El Siglo y Última Hora. En particular, hay que resaltar que Última Hora maneja el concepto de pueblo de forma menos reduccionista que El Siglo tanto a nivel de los actores como a nivel de los contextos de significación. Quizás el hecho que explica esta diferencia es que mientras El Siglo utilizaba el marxismo de manera tremendamente simplificada (construyendo ciertas proposiciones marxistas como verdades


casi religiosas) en el izquierdismo de Última Hora confluía no sólo el marxismo sino también un cierto populismo y una veta social-demócrata. 9. En lo que sigue consideramos solamente a Clarín y La Tercera. Pasamos por alto el diario Puro Chile el que constituye un caso especial en la medida que es la primera fórmula conocida en Chile de "sensacionalismo marxista".


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