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TELECOMUNICACIONES DESCUBRIENDO CAMINOS, ABRIENDO ESPACIOS Los actuales modelos económicos y los procesos de modernidad en los que se instalan muchos de nuestros países se hallan profundamente vinculados con el desarrollo alcanzado por las telecomunicaciones a nivel mundial. Hoy podemos hablar de un tipo y grado de relación entre el capital y las telecomunicaciones capaz de influir, entre otros factores, en aspectos tales como la concentración, la interrelación entre sectores productivos, la distribución y el propio consumo. El desarrollo económico (y en ese marco modelos tan específicos como el de libre comercio y la competitividad que demanda) se asocian a los equilibrios y desequilibrios en el tráfico de las telecomunicaciones o, dicho en otras palabras, al control de la circulación y distribución de la información internacional. Pero el impacto de las telecomunicaciones va mucho más allá todavía. Hay quienes afirman que asistimos a la irrupción de una sociedad informatizada que atraviesa al conjunto de nuestras instituciones y provoca también implicaciones de orden político, social y cultural. El desarrollo actual de las telecomunicaciones nos obliga a repensar los propios términos de democratización de la sociedad y el rol que el Estado debe cumplir. Cuestiones tales como integración, globalización, interdependencia y soberanía adquieren otros matices que deben ser leídos desde las relaciones actuales que se establecen entre Estado, Telecomunicaciones y Sociedad. En el plano social y cultural las relaciones también se hacen más evidentes, las hasta hace poco muy firmes fronteras entre telecomunicaciones y comunicación tienden a diluirse. Y es desde esta perspectiva que accedemos a nuevos procesos en aspectos tan relevantes como las nuevas formas de la narratividad o de producción de mensajes (tratamiento de imagen y sonido), la circulación de mensajes, la modificación en la percepción y el conocimiento de los procesos de recepción o el propio aprendizaje. La expansión de las telecomunicaciones y los universos en los que ahora nos envuelven nos confrontan con la necesidad de darle contenidos diferentes a claves tales como la identidad nacional, la autonomía, la creatividad o las nuevas estéticas. En síntesis, estamos hablando de nuevos procesos de interacción mundial que, sin perder continuidad histórica, se nutren significativamente de un fenómeno -el de las telecomunicaciones- que reclama de una comprensión integral. Una lectura así nos permitirá enfrentar mejor los retos y las demandas que ya se asientan en la enseñanza, en la investigación y en la práctica profesional de la comunicación en América Latina. ¿Cuál es nuestro lugar en esta sociedad informatizada? ¿Cómo entender la convergencia entre telecomunicación y televisión? ¿Qué factores explican la transnacionalización y mercantilización de las comunicaciones? ¿Qué supone la desrreglamentación en las telecomunicaciones, entendida como nueva etapa en la apropiación de la información por el capital? ¿De qué modernidad estamos apropiándonos cuando nos enfrentamos a la video tecnología, al cable o a la televisión de alta definición? Estas son apenas algunas de las cuestiones que son asumidas por nuestros invitados en la presente edición de Dialogos de la Comunicación que ahora presentamos a nuestros lectores. Walter Neira Bronttis Director


EL LUGAR DE AMÉRICA LATINA EN LA SOCIEDAD INFORMATIZADA Migdalia Pineda En las sociedades contemporáneas estamos asistiendo a una nueva división del trabajo que ya no depende de las materias primas tradicionales y de la producción de bienes materiales sino de las actividades vinculadas a la Industria de la Información. En el nuevo esquema de trabajo a los países del Tercer Mundo les corresponde, en mayor o menor grado, la ubicación de algunas industrias de transformación anteriormente centralizadas en los países desarrollados. Mientras que en estos últimos han sido establecidas las nuevas industrias de la información, denominadas «Industrias del Conocimiento», con un uso intensivo de tecnologías informáticas y electrónicas, aptas para labores gerenciales y de producción de información-saber. El reacomodamiento de la organización del trabajo por zonas y la distribución geográfica de tecnologías ha significado para América Latina dos cosas: un primer periodo, iniciado en los años setenta, donde se ha trasladado tecnología pesada a algunos países como Brasil, México,Argentina, Venezuela, Colombia, con un alto coste ecológico y social, recrudecido en los años ochenta y noventa. Y un segundo periodo, a más largo plazo, que puede significar para la región la pérdida de sus ventajas naturales e históricas (mano de obra barata, disponibilidad de materias primas) al trasladar a sus centros de origen a las industrias manufactureras debido a que con la actual automatización no será necesario estar cerca de las materias primas baratas ni depender de un uso intensivo de mano de obra1 La tendencia futura parece ser esta última, sobretodo si América Latina no realiza acciones tendentes a conservar las ventajas comparativas de sus industrias de exportación más estratégicas. Por su parte, para los países desarrollados la redistribución del trabajo internacional ha significado una centralización de tecnologías punta (electrónica e informática) de bajo coste ecológico y energético y una potenciación de sus industrias de innovación con altas cuotas de actividades de I + D. Además de la repartición industrial, también se produce una nueva estratificación vinculada con las actividades de información, según la cual a los países no desarrollados, caso América Latina, les corresponderá exportar hacia el Norte información-base (datos sin procesar) sobre asuntos esenciales para la toma de decisiones y para las negociaciones internacionales. Los países desarrollados, por el contrario, exportarán hacia el Sur información procesada con decisiones ya tomadas, acompañadas de transferencia de capital o tecnologías de la información. Es evidente que la nueva organización de la economía mundial requiere de un intercambio permanente de información y datos. El problema está en que ese intercambio podría inaugurar una nueva forma de dominación sustentada en un nuevo tipo de especialización, el conocimiento, donde el Tercer Mundo en general se encuentra en evidente desventaja. En la actualidad los países industrializados disponen de una concentración de industrias de la información que acumulan saberes, datos e informaciones vitales para la gestión de las sociedades. Información estratégica para la planificación social en los países no desarrollados es hoy recogida y


almacenada en los países centros, incluso sin que los primeros se enteren. Es así como información relativa a los recursos de la tierra, al tiempo, a las condiciones del mercado de las materias primas o a las mismas tecnologías se encuentran disponibles en los centros de poder, especialmente en los Estados Unidos, provenientes de los países no desarrollados, a través de satélites sensores remotos (Landsat o el meteorológico Tiros-N) o de bancos y redes de datos internacionales. El desequilibrio no termina allí, los países no desarrollados que deseen disponer de la información-saber, de la información gerencial, deberán comprarla a los países que la procesan pero, simultáneamente, tienen que importar la tecnología necesaria para recibirla y los servicios de apoyo y logiciales necesarios para su funcionamiento. En América Latina la informatización ha significado, según un estudio de la CEPAL y UNIDO, un aumento en las importaciones de productos electrónicos que entre 1974 y 1978 alcanzó la cifra de un 52% del total de las importaciones y que para los años 80 y 90 se ha incrementado hasta más de un 60%. En la región se comienza a vislumbrar una nueva forma de dependencia frente a un nuevo tipo de tecnología, la del conocimiento, que no penetra solamente en la esfera de la producción de bienes materiales sino también en la esfera de los servicios, de la administración pública, de la gestión privada, en la vida cotidiana y en todos los niveles de cualquier tipo de sociedad. La transferencia de esas nuevas tecnologías ha despertado temores en América Latina. Se señala que la penetración indiscriminada de tecnologías de la información en realidades diferentes a las de donde fueron creadas puede ocasionar distorsiones graves para el desarrollo autónomo, contribuyendo así a ensanchar, en lugar de reducir, la brecha entre países pobres y países ricos en información, añadiendo otra diferencia a las ya existentes entre países desarrollados y países no desarrollados. En la práctica, la posesión centralizada de las nuevas tecnologías de la información por parte de los Estados Unidos y Japón les ha concedido un poder bastante fuerte para orientar los cambios sociales en torno a la informatización de los países periféricos. La ayuda del mundo desarrollado que viene con la transferencia de tecnologías de la información garantiza ese poder. Solamente se transfiere tecnologías aisladas, no paquetes completos, dirigidas a facilitar cierto nivel de desarrollo industrial, quedando en manos de los centros desarrollados los conocimientos estratégicos y las actividades de I + D. Con la política de ayuda condicionada, el desarrollo autónomo del Tercer Mundo se pone a depender del conocimiento, del cómo-hacer, centralizado en los países desarrollados, lo cual se vuelve una ventaja comparativa para las grandes multinacionales de estos países2, y no significa un verdadero reordenamiento de los actuales desequilibrios entre ambos tipos de países. Las nuevas exigencias del aparato productivo basado en el uso de tecnologías punta (expansión del mercado exterior y aumento de la competitividad) necesitan la integración del Tercer Mundo. Para poder hacerlo estos países deberán contar con cierto grado de desarrollo tecnológico que es el único que están dispuestos a ofrecer los países productores de tecnologías punta. Por este camino será muy difícil traducir dicha ayuda en la posibilidad de que América Latina asuma y gestione sus propios recursos de forma autónoma. La dependencia no se sitúa ahora en cómo opera la tecnología sino en la forma de producción misma del conocimiento y del saber, y en sus formas de almacenarlos y difundirlos. El gran desafío futuro de los países latinoamericanos consistirá en poder disponer de infraestructuras


autónomas y de capacidad innovadora propia para procesar por sí mismos la información que reciben y recogen. El disponer de información no resulta ya una condición suficiente para tomar decisiones ajustadas a las necesidades nacionales de los países dependientes. Según la expresión de Hamelink, «conocer no es siempre poder», para que el conocimiento sea poder se requiere disponer de los medios técnicos, institucionales y sociales que hagan posible su aplicación en beneficio de toda la sociedad, y esta es precisamente una de las mayores carencias de América Latina3. Se deberá tener claro también, que la dotación de infraestructuras autónomas no debe ser reducida al mero desarrollo de redes de información y de comunicación alternativas, de bancos de datos propios o de medios de comunicación modernos, sino que deberá centrarse en la formación de recursos humanos, científicos y técnicos que fomenten una Ciencia y Tecnología regionales. El retraso de América Latina en actividades de I + D es de tal magnitud que impide que la transferencia de tecnologías se traduzca en un proceso real de asimilación tecnológica con aplicaciones innovadoras. A pesar de que las nuevas tecnologías se difunden rápidamente en la región, el proceso no responde a los mismos objetivos innovadores seguidos en los países desarrollados (aplicación para el desarrollo económico, aumento de la competitividad, mejoramiento social), dichas tecnologías se aplican mayoritariamente en campos tradicionales (manufactura, producción de bienes pesados) aprovechando la mano de obra barata, de baja cualificación, los altos aranceles y las políticas estatales rígidas en Telecomunicaciones y Tecnologías4. Solamente algunos países latinoamericanos como México, Brasil han hecho aplicaciones innovadoras en campos vitales para su desarrollo como los de la educación y la salud. Las distorsiones introducidas por una inadecuada transferencia de tecnologías punta se pueden ver acrecentadas por el hecho de que, para la realidad latinoamericana, estas tecnologías tienden a ser contradictorias con las condiciones estructurales del subdesarrollo. Las nuevas tecnologías de la información incrementan la productividad pero mediante una drástica reducción del capital humano; el abaratamiento de la mano de obra y su remplazo por la tecnología podría constituirse para esta zona del mundo en un gran obstáculo para superar el atraso, la pobreza y las desigualdades sociales y económicas. La reducción brusca del empleo, especialmente del menos cualificado, eliminaría una de las ventajas comparativas de América Latina y significaría un desmejoramiento del nivel de vida de sectores mayoritarios de esta región, aumentando el peligro de un recrudecimiento de las tensiones sociales. Para evitar esto, en los últimos años ha surgido una nueva forma de legitimación que dota al trabajo de una tecnicidad racionalizadora como condición indispensable para lograr un mejor desarrollo social (5). Habría que añadir el hecho de que con la transferencia irracional de nuevas tecnologías también se puede contribuir a aumentar el endeudamiento de los países latinoamericanos que actualmente sobrepasa la cifra de 600.000 millones de dólares. Según estimaciones de la UNCTAD el crecimiento de los gastos por transferencia de tecnologías en los países de desarrollo ha sido dos veces y media mayor que su producción industrial. Esta tendencia ha incrementado el desequilibrio de la balanza comercial, en la medida en que la adquisición de dichas


tecnologías ha aumentado los gastos por transferencia de tecnologías de punta6. El endeudamiento se podría agravar por el hecho de que la instalación de estructuras tecnológicas complejas requiere, a su vez, infraestructuras y servicios de apoyo que no posee la región y que exigen cuantiosas inversiones de capital. La presencia del capital privado se hace necesaria aquí, sobre todo bajo la forma de préstamos a la banca multinacional7. A pesar de los esfuerzos realizados por América Latina para reducir su dependencia con los bancos internacionales la tendencia parece ser muy difícil de parar. Ni las medidas de ajuste aplicadas a instancias del Banco Monetario Internacional para detenerla crisis económica de la región han podido disminuir el endeudamiento que comenzó a incrementarse en 1972, cuando se concedieron fuertes préstamos al Tercer Mundo, incluso para 1976 el 40% de dicha deuda era frente a sectores privados, aproximadamente unos 75 mil millones de dólares, de los cuales 45 mil millones se adeudaban a la banca norteamericana8. Las condiciones anteriormente descritas permiten concluir que si el modelo de crecimiento seguido actualmente por América Latina no se reformula para potenciar las posibilidades reales y las capacidades autónomas en desarrollo científico-tecnológico y en recursos humanos de información, no será posible disminuir las distancias y la dependencia estructural que nuestros países han mantenido ha lo largo de la historia con los países centrales. NOTAS.1 El segundo proceso se producirá progresivamente y de manera diferente en cada país latinoamericano, dependiendo de si se trata de naciones recién industrializadas (Brasil), productoras de petróleo (Venezuela, México, Ecuador) o exportadoras de otros minerales o cultivos (Colombia, Chile, Uruguay). 2 Dimitriu, Andrés. “Nuevas tecnologías y comunicación y soberanías. ¿Hacia la privatización del conocimiento?” en Telos N° 9, Fundesco, marzo/mayo 1987, Madrid, p. 34. 3 Hamelink, Cees. Finanzas e información. Nueva imagen, México, 1984. 4 Barberá, Gancella. Los países industrializados ante las Nuevas Tecnologías de la información. Tomo II. Fundesco, Madrid, 1986. 5 Sutz, Judith. “El cambio tecnológico en las comunicaciones” en comunicación y cultura N° 9, S/F México. 6 Bécker, Jorg. “Contradicciones en la informatización de la política y la sociedad”. Documentos de RTVE N° 135. Traducido de la revista gazzette. Vol. 32, N° 2, Amsterdam, 1983 pp. 103-118. 7 Gualda, Regina. “Transferencia tecnológica y cambio social” en Chasqui N° 6, Ciespal, enero/junio 1983, Quito, p. 68. 8. Hamelink, Cees. Op. Cit., p. 30.


EL CURRÍCULO: ENTRE LA TEORÍA Y LA REALIDAD SOCIAL Elda Morales y Luz Neira Parra Este documento fue presentado y debatido en el marco de la Reunión Técnica sobre Mercados y Expectativas Profesionales en el Area de Comunicación en América Latina. 1. ¿POR QUÉ Y PARA QUÉ LA INVESTIGACIÓN CURRICULAR EN COMUNICACIÓN? Un reto sin precedentes deben asumir las Escuelas y Facultades de Comunicación Social de América Latina ante los embates de la crisis social, político-cultural y económica que desde la década de los ochenta nos obliga a vivir una misma historia: desequilibrio de poderes, ruptura del referente bipolar, la penetración del enfoque posmodernista de la cultura y su mensaje neutralizador, negador de la historia y de la razón y en consecuencia del sujeto que engrana débilmente sus formas de vida. Ante un mensaje desolador preparado técnicamente siguiendo la lógica del mercado y el saber informatizado (1) somos espectadores de claros potenciales de protesta y reacción de ciertos sectores organizados de la sociedad civil, que en la búsqueda de las respuestas para redefinir el desarrollo democrático en América Latina se oponen al principio secularizador que eterniza el presente y le resta importancia a toda acción política. La Institución Universitaria creadora de conocimientos y difusora de valores ante la crisis de proyectos en los distintos órdenes es permanentemente interpelada en la búsqueda de propuestas alternativas. Ante este panorama es necesario cuidarnos para no quedar atrapados en la incertidumbre promovida, en la política del caos y el desorden. El enfrentamiento a los actuales desequilibrios no puede lograrse siguiendo la moda del desprecio a cualquier modelo de interpretación y de análisis, y mucho menos eludiendo nuestro compromiso con el conocimiento que nos permita superar la irracionalidad en el funcionamiento de las instituciones y las estructuras sociales. No es casual que en la mayoría de nuestras Escuelas y Facultades de Comunicación de toda América Latina se haya gestado un proceso de revisión sobre la orientación actual de la enseñanza de la comunicación. Precisamente porque la comunicación (objeto de estudio e investigación) como el resto de las ciencias sociales atraviesa una crisis de «legitimidad». Sólo en la institución académica tiene cabida la discusión y el replanteamiento de las bases epistemológicas y teóricas de la comunicación, lo cual evidentemente plantearía un desafío en la orientación de la enseñanza y en el diseño de los currículos de nuestras Escuelas. Lo importante de este proceso es no sucumbir ante el principio instrumentalista y tecnocrático que plantea soluciones meramente técnicas a las demandas de conocimiento que se requieren para definir los perfiles profesionales y los objetivos finales de una carrera. Los cambios profundos que modifican permanentemente el contexto social, político, cultural y económico atraviesan de forma irreversible el ejercicio de la profesión del comunicador social. Si no logramos un contacto permanente con esa realidad que define la decadencia, la presencia o la aparición de nuevos campos profesionales, la tendencia de nuestras instituciones sería adaptarse sin réplica a la demanda imperativa del mercado, o por lo menos acercarse por inercia a sus requerimientos. En la Escuela de Comunicación Social de la Universidad del Zulia esta revisión organizada de las actuales orientaciones de la enseñanza de la comunicación había resultado espasmódica. Es vital reconocer que el proceso de investigación emprendido, si bien respondía a la demanda de revisión curricular de la Escuela de Comunicación Social también se ponderaba en el plano de la reflexión, cuál era el papel que debíamos ejercer conscientemente los investigadores y enseñantes en semejante reto. Principalmente porque la investigación curricular (privilegio de pocos) se ha planteado por mucho tiempo como un proceso vertical, oficializado por los planificadores de currículo, y con muy escasa participación de los enseñantes como investigadores, que son en última instancia quienes dinamizan y promueven históricamente el conocimiento que se imparte en la Escuela. Hace exactamente 10 años (1982) la Universidad del Zulia (LUZ) inicia los estudios para su transformación curricular. El trabajo organizado por la Comisión Asesora Central de Currículo nombrada en mayo de 1984 hizo posible que la Normativa Oficial centrada en la Resolución 227 del Consejo Universitario se promoviera institucionalmente y demandara a las Escuelas y Facultades la reestructuración de sus currículos, fundamentados en el proyecto de currículo integral (2). La Escuela de Comunicación Social de L.U.Z. producto de esta exigencia, presenta su rediseño curricular en ese mismo año (1984). El balance que hoy podemos hacer de este proceso nos permute formular las siguientes observaciones, que han sido útiles también para orientar los objetivos de nuestra investigación: a) La verticalidad del proceso provocó un ajuste mecánico al modelo oficial de L.U.Z. b) La revisión curricular no se fundamentó en la investigación promovida de abajo hacia arriba. Es decir, no se logró la participación de los docentes como investigadores activos, que en el pleno reconocimiento de las distorsiones que marginan su propia práctica educativa y el entendimiento de esa práctica, accedieran a su superación. c) Es vital establecer la distancia con un enfoque instrumentalista del conocimiento que pretende mecanizar la práctica educativa llevándola al plano de la mera aplicación, sin comprender que quienes participan en el proceso educativo no son «independientes ni externos» de los valores e interacciones que entran permanentemente en conflicto. d) Un proceso de transformación curricular exigía previamente confrontar el Modelo de Currículo Oficial (Modelo Integral de Walter Peñaloza) con otras propuestas, lo cual permite entender que detrás de todo currículo subyace un saber, un enfoque del pensamiento. Igualmente al currículo lo atraviesan las luchas sociales y los poderes hegemónicos, representantes del interés por la reproducción o transformación de los valores, de los saberes y de las formas de vida (3). e) Otro aspecto que debe ser considerado en el proceso de revisión curricular es la comprensión y racionalización de la concepción educativa que sustenta todo currículo. De modo tal que pueda garantizarse una relación dialéctica entre teoría y práctica, y que ésta se vea reflejada en la práctica educativa y en el entendimiento del papel que deben ejercer los actores del proceso educativo en la superación de la irracionalidad en la comunicación y la insatisfacción en el trabajo. Nerio Vilchez en su trabajo sobre Diseño y Evaluación del Currículo considera que “resulta infructífero responder a la pregunta ¿Qué es el currículo? si previamente no respondemos a la interrogante ¿Qué es la educación?” (4). El análisis que el autor logra del marco teleológico del proyecto de currículo integral (propuesta curricular oficial de L.U.Z.) establece que el currículo es el paso primero para plasmar en la realidad una concepción educativa pero considera al mismo tiempo que es un paso aleatorio, porque o bien puede interpretar cabalmente la concepción educativa de la cual parte, o traicionarla.


Esta referencia nos confirma lo apuntado en cita anterior, los conocimientos y prácticas indispensables en todo proceso educativo responden a un interés, a un enfoque del pensamiento, a valores y saberes comprometidos con prácticas sociales esencialmente contradictorias. f) Es inaplazable para la Escuela organizar un proceso de investigación con el objetivo de estructurar el marco teórico que fundamentará el nuevo diseño curricular. La investigación debe plantearse resolver el equívoco epistemológico que según el planteamiento de Felipe López Veneroni consiste en el uso indistinto de los términos comunicación e información surgido de la indefinición conceptual de la comunicación, profesada por el empirismo funcionalista y un modo instrumental de razonamiento. Efectivamente el trabajo de López Veneroni apunta hacia la necesidad de diferenciar semántica y conceptualmente la comunicación y la información porque este proceso se traspone en el modo en que una formación académica articule o deje de articular sus programas o líneas de trabajo (5). 2. FUENTES QUE ORIENTARON EL DESARROLLO METODICO Y METODOLOGICO DE LA INVESTIGACION Considerando que el modelo de currículo oficial de L.U.Z. (modelo integral de Walter Peñaloza) establecía entre otras sugerencias metodológicas para la revisión de los proyectos curriculares el estudio de ciertas variables e indicadores, entre los cuales podemos mencionar el estudio de la situación, es decir, del contexto histórico, social, económico, político del país; el origen y evolución de la carrera, un estudio de la oferta demanda y situación ocupacional del egresado, emprendimos el estudio de uno de estos indicadores. Nosotros iniciamos la investigación de carácter diagnóstico exploratorio sobre la situación ocupacional de los egresados de comunicación social de L.U.Z. atendiendo a las premisas teóricas y metodológicas de propuestas curriculares vigentes en nuestro país y en América Latina. Precisamente en este sentido, un trabajo que contribuyó al esclarecimiento conceptual que orientó nuestro estudio es la propuesta curricular del profesor Nerio Vílchez denominada VI-LUZ 90. En su propuesta el profesor Vílchez identifica la fase de planeamiento del currículo que incluye un marco teórico conceptual definido por: a) los fundamentos axiológicos y epistemológicos; b) los diagnósticos; c) perfiles profesionales y académicos. Como puede notarse, el autor otorga una importancia fundamental a las investigaciones del entorno que circunda al currículo, es decir «el examen de las condiciones sociales, económicas, culturales, políticas e ideológicas del entorno. Incluye las tendencias geo-demográficas, el análisis de los mercados ocupacionales y la demanda social de estudios» (6). ¿Qué importancia tiene esta fase en el planteamiento de un currículo? Es uno de los cuatro elementos fundamentales para la formulación de los perfiles profesionales y los objetivos de la carrera. 2.1 Un problema a resolver: «saber- saber» «saber-hacer» De acuerdo al discurso de Angel Díaz Barriga en su texto «Problemática Curricular», el diagnóstico de necesidades se ha convertido en un «fetiche» del pensamiento pedagógico actual, en el que se deposita la «esperanza» de dar una solución adecuada a los problemas que presenta la educación. Nuestra proposición central alude de manera muy firme a la insoslayable e imperiosa «necesidad» de articular los requisitos de la formación teórica que un campo disciplinario demanda, con el «saber-hacer» de las prácticas profesionales que deben tener cabida en los currículos. No podemos obviar la esencia de la misma Universidad, la formación conceptual es su baluarte. Permite la posibilidad de un «pensamiento original y creativo» como lo define el mismo Díaz Barriga, y con el cual coincidimos plenamente y aún más, la formación teórico-conceptual es la que permite la trascendencia del ser y posibilita las capacidades creativas, emancipadoras y el poder de transformación de la acción social, sin ella no hay esperanza para el hombre. No obstante no debemos eludir el contexto social, cultural, político, económico que nos demande profesionales críticos, pero que estén capacitados para el desempeño de un conjunto de acciones profesionales, del conocimiento instrumental, la habilidad técnica. En este contexto el estudio diagnóstico de la situación ocupacional aporta significativa información sobre procesos gestados al interior de las prácticas cotidianas de profesionales jóvenes y modernos que deben enfrentarse diariamente con situaciones a las que deben dar respuesta y sólo tienen para ello las herramientas teóricas-conceptuales y las destrezas técnicas que adquirieron, mal que bien en las Universidades. De alguna manera ese es el dilema, ese es el reto de la Universidad, aún en esta etapa postmodernista y con la presencia de las nuevas tecnologías se insiste en la idea de la revisión curricular de las carreras, como es el caso de la Escuela de Comunicación Social de L.U.Z. En este contexto tiene que haber esquemas de re conocimiento que permitan identificar las características que definen a este tipo de profesional, como lo manifiesta el Profesor Jesús María Aguirre en el subtítulo de su investigación sobre perfil ocupacional: ¿Quiénes son los periodistas? (7) El importante trabajo de Jesús María Aguirre apunta sobre aspectos relativos a la profesionalización de periodismo, trata de definir el perfil laboral ocupacional del actual periodista y las subculturas en los puestos de trabajo que surgen por la dinámica propia del mercado de trabajo. La investigación sobre «El Perfil comunicacional de los Periodistas de Caracas» del profesor J.M. Aguirre está referida solamente al conjunto de empresas de periodismo impreso (diarios y revistas) del área metropolitana de Caracas. Sin embargo obliga a replantearnos el rol de investigadores, docentes y por supuesto plantea un reto a las Escuelas y Facultades de Comunicación. Este reto pasa por dar respuestas al entorno profesional impuesto por la necesidad y los cambios tecnológicos ocurridos en el sector ocupacional al mismo tiempo que, al lograr una mayor calidad académica, se convierte en tarea prioritaria que requiere niveles de excelencia en los contenidos del plan de estudio. Dentro de este marco referencial la investigación del Profesor Aguirre arroja datos muy importantes para hacer inferencias suficientemente fundadas sobre las tendencias profesionales que permite una mayor profundización al término de la presente investigación. Para nuestro análisis son particularmente útiles los resultados relativos al perfil ocupacional y a la descripción de los puestos de trabajo por cuanto consideramos importante avanzar sobre la base de estos estudios en la definición del perfil profesional y el mercado de trabajo. 3. FUNDAMENTOS Y METODOLOGIA La reflexión iniciada en el proceso de dar cumplimiento a la normativa de L.U.Z. para organizar el diseño curricular nos llevó al convencimiento de que debemos hacerla a la luz de un correcto balance entre la concepción teórico crítica y las necesidades y demandas del sector empresarial. El estudio que organizamos nos condujo primeramente a la búsqueda y ordenamiento de una información base que no existía en la Escuela de Comunica-


ción Social de L.U.Z. y al mismo tiempo, son las variables fundamentales que han signado nuestra investigación, vale decir, la estructura curricular y el mercado ocupacional. Abordar esta temática nos condujo entonces a un estudio exploratorio sobre «Oferta, demanda y situación ocupacional del egresado de Comunicación Social de L.U.Z.», los objetivos que fundamentan el proyecto se concentran en los siguientes aspectos: - La valoración de los procesos formativos de la Escuela de Comunicación Social de LUZ La formación integral vs. la especialización. - Prioridades y necesidades para la formación de los comunicadores sociales. - La valoración que hace el egresado, el sector empleador y los estudiantes de los últimos semestres sobre el proceso de formación académica de la escuela (validez de la estructura curricular, el contenido curricular, rendimiento institucional adecuado y deseable). - Conocimientos, habilidades y destrezas que debe poseer el profesional de la comunicación social. - Características profesionales y personales del egresado. - El actual diseño curricular y nuevas propuestas. - La determinación de la situación laboral. - La demanda de recursos humanos en el área de la comunicación social. - Las actividades, tareas y funciones que caracterizan la ocupación del comunicador social. - Valorización del ejercicio profesional del comunicador social en relación a otras disciplinas. En este sentido, más que una investigación de mercado de trabajo se trata de un estudio de la situación ocupacional del egresado, lo cual incluye las siguientes variables: tipo de empresa, ubicación por ocupación, descripción de la demanda, mención mayormente demandada, formas de reclutamiento y selección, remuneración: organización de los puestos, actividades, tareas y funciones que cumplen los egresados y los nuevos campos ocupacionales alternativos. Uno de los problemas medulares en la definición del perfil proviene del intento de configurar este, por la definición de la mención y no por su situación ocupacional. En donde las tareas y funciones del comunicador son más globalizantes y no están segmentadas como la presentan los objetivos de la carrera, según nos indican las tendencias que se están perfilando en el estudio. Es decir, en el mercado de trabajo los egresados en la mención audiovisual ocupan diversos roles en los medios impresos o en cualquier otro sector de la comunicación o viceversa. De igual modo un egresado en relaciones públicas ocupa cargos en medios y empresas que no están directamente relacionados con la Publicidad y Relaciones Públicas. Este sesgo hace más complicada la definición del perfil, la inadecuación de las menciones ha sido tratada también en otras investigaciones, como por ejemplo la realizada por la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Católica Andrés Bello. En la presente investigación a través de un muestreo probabilístico se seleccionó una muestra estratificada de 500 entrevistas semidirigidas aplicadas a egresados y estudiantes de los últimos meses de la carrera (distintas menciones). El estudio también incluye al sector empleador en las ciudades de Maracaibo, Costa Oriental del Lago, Area Metropolitana de Caracas, Mérida, Barquisimeto, Valera, Paraguaná y Coro. Esta muestra está debidamente segmentada para que cada sector esté representado: prensa, televisión, radio, agencias de publicidad y prensa del sector oficial y privado, bancos, clínicas, empresas diversas que contratan a comunicadores sociales incluyendo además los nuevos campos de acción del egresado y la autogestión. Este trabajo pretende obtener información necesaria para la construcción de una sólida base de datos que permita tomar decisiones inferidas a partir del análisis de los resultados y las conclusiones del proyecto.


4. TENDENCIAS QUE SE PERFILAN EN EL LEVANTAMIENTO DE LA INFORMACION Quisiéramos destacar el carácter tentativo y de aproximación de estas apreciaciones, producto de un primer acercamiento a la información que en los actuales momentos se está procesando. Las necesarias discusiones sobre el énfasis en los aspectos instrumentales o teóricos se expresan en los requerimientos que demanda el sector empleador; al contrario de lo que pudiera pensarse los empleadores mencionan aspectos básicos de la formación académica que deben poseer los comunicadores sociales. Estos son de carácter muy general, no instrumental, tales como: mayor formación socio-política, cultura general, capacidad de comprensión, análisis, síntesis, ser creativos, manejar otro idioma, tener experiencia y buena redacción, saber expresarse, saber, decir, saber hablar. No exigieron un saber hacer específico, más bien demandaron cualidades y características que puede exhibir cualquier profesional universitario bien formado. Con respecto a las nuevas tecnologías el sector empleador expresó la necesidad de la formación básica en esa área porque ellos podrían especializar al egresado; pero requieren que éste tenga una formación general que permita la inserción del profesional de la comunicación a la informática. En el estudio la respuesta de los egresados no manifiesta una sobrevaloración de las materias que ofrecen conocimientos instrumentales, por el contrario exigen mayor formación en investigación y demandan de la escuela la adopción de las nuevas tecnologías como materias obligatorias en el plan de estudio. Los comunicadores en cargos directivos y los empleadores coincidieron en la necesidad de explorar nuevas temáticas relacionadas con: saber supervisar saber evaluar, saber gerenciar; vale decir, explorar en la cultura corporativa. Esta tendencia se evidenció al establecer criterios bajo los cuales ellos contratarían a un licenciado en comunicación social. Se reconoce un distanciamiento en relación a la especialización temprana, que en realidad se evidencia cuando se contrata egresados sin tomar en consideración la mención elegida. La dinámica del quehacer cotidiano está exigiendo una formación más generalizante, pero con contenidos actuales acordes con el contexto histórico, político, económico, cultural. La formación del profesional de una de las disciplinas más jóvenes (casi 50 años como saber universitario) en unas áreas tan complejas y tan cambiantes como la comunicación y la información requiere poco menos que la dedicación multidisciplinaria y el esfuerzo de todos los integrantes que conforman este submundo: escuela, medios, periodistas, comunicólogos, comunicadores, hacedores de imágenes, profesores, especialistas, investigadores y claro está, los estudiantes. NOTAS.(1) Con el objetivo de abundar en el conocimiento del interesante tema de la postmodernidad como mensaje presentamos la ficha del autor: BRTO GARCIA, Luis. «El Imperio contracultural: del rock a la postmodemidad». Nueva Sociedad, Caracas, 1991, 233 ps. (2) LAREDO, Inés; BECERRA, Margarita; GONZÁLEZ, Marisela. Los nuevos proyectos curriculares: un medio de transformación integral de la vida universitaria. Universidad del Zulia, Maracaibo, 1988, p.32. (mimeo). (3) Es pertinente reconocer el aporte que para nuestra investigación ha representado la siguiente obra: CARR, Wilfred y KEHMMIS, Stephen. «Teoría Crítica de la Enseñanza», Barcelona, 1988. 245 pp. (4) VILCHEZ, Nerio. «Diseño y evaluación del currículo». Fondo Editorial Esther María Osses, Maracaibo, 1991, p 19. (5) LOPEZ VENERONI, Felipe. La comunicación como vacío académico. Dialogos N° 31, p. 19. (6) VILCHEZ, N. Ob.cit., p. 14. (7) AGUIRRE, Jesús María. «El perfil ocupacional de los periodistas de Caracas». Serie «AYAKUA» N° 1, Caracas, 1992.




SOBRE LA CONVERGENCIA ENTRE TELECOMUNICACIONES Y TELEVISIÓN Giuseppe Richeri 1. DOS MODELOS HISTÓRICAMENTE SEPARADOS En todos los países europeos la expansión de las telecomunicaciones y de la radiotelevisión han seguido rutas claramente separadas. Cada sector ha producido su propia cultura, sus propias reglas, sus propios mecanismos de financiamiento y sus propias estructuras industriales. Los servicios de telecomunicación se han desarrollado para abastecer transmisiones bidireccionales «punto a punto», de sonidos y datos, pagadas por el abonado de acuerdo con el uso que hace de ellas y transportadas preponderantemente a través de grandes redes vía cable. Los servicios radiotelevisivos, por el contrario, se han desarrollado para abastecer transmisiones monodireccionales «punto a masa», de programas sonoros o audiovisuales, financiados por sistemas de pago igual para todos y/o por la publicidad y difundidos a través de las ondas. En el caso de las telecomunicaciones la empresa que administra el servicio no se ocupa del contenido de las transmisiones pero sí de los continentes o contenedores, es decir, de las estructuras de emisión. La radiotelevisión, por el contrario, se ocupa precisamente de los contenidos, es decir, de los programas. Por esta razón las telecomunicaciones son reguladas por normas predominantemente económicas e industriales que tienen que ver con las infraestructuras, mientras que la televisión es regulada por normas predominantemente políticas y culturales que tienen que ver con los programas. En Europa la organización de los dos tipos de servicio mantiene hasta hoy dos modelos de referencia netamente separados y a cada uno le han sido atribuidas distintas funciones de interés general. No obstante su desarrollo independiente, en los últimos años se han manifestado signos de convergencia entre los que podemos destacar: a) el uso creciente de las redes televisivas y de las frecuencias a ellas destinadas, para ofrecer servicios de transmisión de datos similares a los transmitidos por los servicios de telecomunicación; es el caso por ejemplo de la RAI y de la BBC que transmiten las cotizaciones diarias de la bolsa y el caso también de la Redvisión de España que usa las redes televisivas para ofrecer servicios de telecomunicación; b) el desarrollo de los satélites destinados tanto a los servicios televisivos como a los de telecomunicación, como es el caso del consorcio europeo Eutelsat y del consorcio internacional Intelsat1; c) el desarrollo de redes de distribución televisiva por cable, que en algunos países como Bélgica y Holanda alcanzan al 80% -90% de las familias y la concesión para utilizar estas redes también para el servicio telefónico como ocurre en el Reino Unido; d) el aumento de canales de televisión que utilizan un sistema de pago basado en el uso del servicio o de los programas televisivos similar al típico de las telecomunicaciones, como es el caso de la televisión por pago y el de aquella pagada según el consumo; e) la realización en toda Europa de las «redes numéricas de banda ancha integradas en los servicios»2 que están capacitadas para transportar cualquier tipo de información alfabética, numérica, auditiva y visual gracias a la numerización de la señal3.


2. POLÍTICA INDUSTRIAL, TELEVISIÓN Y TELECOMUNICACIÓN La perspectiva de la convergencia de telecomunicación y televisión se halla en el centro de la política de innovación tecnológica de algunos de los más importantes países europeos desde el inicio de los años 80 y de aquí es necesario partir para explicar la situación. Hasta ese momento Europa se interesa preponderantemente en las comunicaciones vía satélite y en el caso particular de la televisión se interesa en los satélites para la difusión directa. La presencia de la televisión por cable con excepción de Bélgica y Holanda es todavía un hecho marginal o inexistente. En los países donde se han hecho experimentaciones como Francia y el Reino Unido no parece existir mucha convicción. En cada caso se trata de redes que no tienen nada de novedoso desde el punto de vista tecnológico, que nacen y se desarrollan dentro de la lógica propia de la actividad televisiva de la que está completamente ausente cualquier objetivo ligado a estrategias industriales. Pero los comienzos de los 80 marcan un cambio de posición en las prioridades atribuidas a las nuevas tecnologías de comunicación. La atención se dirige hacia los sistemas de transmisión por cable, mientras que en torno del satélite se empiezan a formar dudas, críticas y temores (Richeri, 1992). Durante 1982 Francia, el Reino Unido y la República Federal Alemana elaboran en modo independiente unos de otros los planes de desarrollo destinados en primera instancia a la distribución de programas televisivos, pero concebidos como eslabones de una gran infraestructura destinada a modernizar las telecomunicaciones. Daría la impresión que es una casualidad el que los gobiernos de los tres países decidieran moverse casi simultáneamente en esa dirección. En realidad en esos tres países hubo recientes cambios de gobierno y las iniciativas tomadas en este campo quisieron dar una señal del cambio político. La atención al sistema cable se convirtió en un hecho distintivo de los nuevos gobiernos respecto de los salientes, que en los tres países mencionados eran de tendencia política diferente. En los primeros años de los 80 se consolidó el proyecto político del gobierno conservador inglés que se formó en el 79, e iniciaron su plena actividad en el gobierno, después de sus respectivas victorias electorales, los socialcomunistas en Francia (1981) y los católicos liberales en la República Federal Alemana (1982). En estos mismos países los partidos que encabezaron los gobiernos precedentes siempre obstaculizaron el desarrollo del cable con la intención de salvaguardar el orden televisivo existente: un fuerte aumento de la oferta televisiva no parecía necesario y, sea como fuere, se temía que el cable rompiera el equilibrio político y económico de los respectivos sistemas televisivos (Hollins, 1984; Dyson y otros, 1988). Pero con los nuevos gobiernos los argumentos acerca de la televisión por cable van más allá del limitado horizonte de las comunicaciones de masa para asumir un rol más importante relacionado con los aspectos económicos e industriales nacionales. Si bien los tres proyectos se distinguen en la estructura y en particular en los roles atribuidos a los cuatro actores principales es decir, el Estado, los poderes locales, las empresas y el capital privado, comparten el hecho de asumir una perspectiva convergente para la televisión y las comunicaciones. Alemania sin embargo está constreñida a desarrollar sólo el aspecto televisivo debido a la división de roles entre el gobierno federal, competente en materia de comunicaciones y los gobiernos de los Lánder, competentes en materia televisiva en el propio ámbito territorial. El caso francés aparece más complejo respecto de los otros porque el desarrollo del cable es parte integrante de los grandes objetivos políticos nacionales y sobre ello se apoyan intereses y expectativas muy heterogéneas. El proyecto de cablear Francia. definido en el Plan Cable, nace en la primera fase de la presidencia de Mitterrand, caracterizada por un fuerte dirigismo estatal y por la nacionalización de las principales empresas económicas y financieras. Los seis grandes objetivos políticos a los que Francia debe apuntar según el nuevo gobierno son:


- la independencia nacional, - la lucha contra la desocupación, - la estabilidad del crecimiento económico, - la descentralización del poder público, - el mejoramiento de la calidad de vida y - la dinamización cultural. Con el fin de lograr estos objetivos se apunta sobre todo hacia algunos sectores claves para «salir de la crisis económica», para «recuperar el retraso», respecto de las grandes potencias extraeuropeas y para crear al mismo tiempo las condiciones favorables para el desarrollo de nuevos servicios de interés social y cultural. Donde es necesario se modifican las leyes que entorpecen el despegue de los sectores elegidos. Uno de estos es la industria electrónica y en particular sus aplicaciones en las telecomunicaciones y por consiguiente en las redes de transmisión por cable. En este cuadro hay que tomar en cuenta dos hechos importantes. El primero crea las condiciones jurídicas para el desarrollo de la televisión por cable: la nueva ley del audiovisual (1982) pone fin al monopolio televisivo público, separando la actividad de programación televisiva que está liberalizada, de la actividad de difusión (transporte de la señal) que es competencia del Estado. Comentando la ley el ministro de la P.T.T. Louis Mexandeu afirma: “Será siempre más difícil en un futuro cercano conservar la separación actual entre comunicación privada (red telefónica) y difusión pública (red televisiva) desde el momento en que cada tipo de comunicación transitará en la misma red: el cable. Es por esto que todos los soportes están sometidos por presente ley al mismo régimen jurídico que es grosso modo, el del Código del Correo y de las Telecomunicaciones” (en Messages N° 318, julio-agosto 1982). El segundo hecho crea las condiciones para dar a las redes de transmisión por cable una relevancia estratégica. El informe Farnoux sobre «Filiére électronique» realizado por encargo del gobierno y presentado en el verano de 1982 hace un profundo análisis de la industria electrónica poniendo en evidencia su mayor alcance respecto de los otros sectores de la actividad industrial, financiera y social y afirma: «Para alcanzar los grandes objetivos de Francia la línea electrónica es un instrumento de acción esencial. Su desarrollo, a condición de ser controlado, se halla en los efectos de la confluencia de estos grandes objetivos. Por el contrario, sin el control de la línea electrónica ninguno de los seis objetivos podrá ser alcanzado». El Plan Cable se convierte para el gobierno en el reto industrial de los 80 y constituye un vector central para el desarrollo de la línea electrónica en plena coherencia con los grandes objetivos de la política nacional. Por esta razón el cable asume en los programas de gobierno una posición prioritaria respecto del satélite y de las innovaciones de las redes televisivas hertzianas, consideradas ambas objetivos a corto plazo. Para empezar, el proyecto que se quiere realizar presenta varias novedades. Hay un salto tecnológico importante porque las redes por cable serán construidas en fibra óptica y con una arquitectura de «estrella» (como aquella de las redes telefónicas) adaptada a la comunicación interactiva entre cada punto de acceso a la red. Esto significa que, además de la distribución de señales televisivas, las redes van a ofrecer servicios de videocomunicación o bien de comunicación interactiva, así como toda la gama de los servicios de telecomunicación viejos y nuevos con una calidad superior a la ofrecida por la red telefónica.


Las administraciones locales en el Plan Cable asumen por primera vez un rol protagónico en el campo televisivo. Además de la iniciativa de cablear su propio territorio, a cada municipalidad se le confía, en sociedad con empresas privadas, la programación televisiva que podrá convertirse en un medio de dinamización de la vida cultural y económica local. El desarrollo de las redes en fibra óptica debería crear una fuerte demanda y por tanto la: condiciones de crecimiento para las industrias audiovisuales y sobre todo para las industrias electrónicas, muchas de las cuales han sido recientemente nacionalizadas (Thomson, CGE, Matra, Dassault, etc.). Las empresas y la administración pública tendrán servicios de telecomunicación nuevos (p.e. videoconferencia) y más eficientes (p.e. mayor velocidad de transmisión), y las familias podrán aumentar su propia elección sobre quince y luego sobre treinta distintos canales de televisión locales, nacionales y extranjeros. Al Estado (Dirección General de las Telecomunicaciones) le corresponderá la realización y el manejo técnico de las redes que quedarán en su poder, aun cuando los interesados contribuyan en parte con su funcionamiento, con préstamos reembolsables. Según el proyecto, en tres años deberían ser enlazadas a las redes locales de cables un millón y medio de familias y sucesivamente se debería proceder al ritmo de un millón de nuevos enlaces al año, para llegar a la segunda mitad de los noventa a más de la mitad de las familias francesas enlazadas al cable. Se espera que cada una de las redes cable deberá estar interconectada creando así una gran infraestructura nacional de soporte de los servicios de comunicación más avanzados para la administración pública, las empresas y las familias que técnicamente recibe el nombre de red numérica integrada en los servicios de banda ancha. El Plan Cable tiene entonces objetivos de largo plazo que consideran la renovación de la infraestructura de telecomunicación del país. La televisión, que en el cuadro general ocupa una posición secundaria, juega un rol determinante en la primera fase del despegue de las redes porque aparece como el único servicio con una demanda real y solvente. Las familias que se enlazan al cable para recibir un mayor número de canales televisivos pagarán y justificarán el desarrollo hasta que se cree una demanda consistente para los nuevos servicios y hasta que sean amortizadas las inversiones por las viejas redes telefónicas (Richeri, 1988). En el caso inglés el proyecto de cableado y su realización y planteamiento es distinto, aun si el objetivo final en términos industriales y de infraestructura es idéntico. En el Reino Unido los problemas económicos y sociales son similares a los franceses y también en este caso las tecnologías electrónicas de la información entran en los proyectos que el gobierno está destinado a resolver. El terreno está preparado por la Information Technology Advisory Panel (ITAP), grupo de consulta del gobierno compuesto en su mayoría por representantes de la industria electrónica. En su informe «Cable Systems» presentado a comienzos de 1982 se afirma entre otras cosas: «Los modernos sistemas por cable basados en cables coaxiales o fibras ópticas pueden abastecer muchos servicios de telecomunicaciones tanto para familias como para el mundo de los negocios. El interés inicial para los abonados domésticos puede ser representado por la oferta de un mayor número de canales de televisión. No obstante el rol principal de los sistemas por cable será la distribución de muchos servicios informativos, financieros y de otra naturaleza a las casas y al mundo financiero a través de conexiones de alta capacidad» (cit. in Hollins, 1984). Según el ITAP las nuevas redes de transmisión vía cable «abastecen la infraestructura del futuro y ofrecen grandes oportunidades a nuevas formas de actividad empresarial y rinden beneficios sustanciales directos e indirectos a la industria.» La industria encontraría así la ocasión de regenerarse económicamente a gran escala si se piensa que para cablear la mitad de Inglaterra se calculan inversiones de


al menos 2 mil millones y medio de esterlinas. Esto produciría algunos efectos deseables como una disminución de las importaciones y un aumento de las exportaciones, y según las proyecciones gubernamentales, un aumento cercano a los 15/18 mil nuevos puestos de trabajo estables en los ocho años sucesivos. En definitiva, el sentido del Informe de la ITAP, si bien más directamente centrado en los sistemas vía cable, es muy similar al Informe Farnoux acerca de la «línea electrónica» en Francia. El gobierno acoge las indicaciones del Informe, pero temiendo que esté demasiado condicionado de los intereses industriales, crea una comisión (Hunt Committee) que debe examinar el impacto del cable en la televisión y debe proponer algunos criterios de reglamentación que evite implicancias negativas en la oferta total de programas (Home Office 1982). Siguiendo esta línea el gobierno da su consentimiento a todos los elementos necesarios para definir su proyecto, que es presentado en el libro blanco The Development of Cable Systems and Services de abril de 1983, y que luego dará lugar al Cable and Broadcasting Bill. En el libro blanco se afirma entre otras cosas lo siguiente: «El gobierno comprende que la necesidad de adaptarse para gozar de los beneficios de las nuevas tecnologías es uno de los grandes retos que el país tiene por delante... no considerar la revolución tecnológica que hay, o abrazarla a regañadientes sería miope... si las oportunidades que se presentan no son aprovechadas este país correrá el riesgo de encontrarse más dependiente de otros, sea en el plano cultural, sea en el plano económico e industrial» (Home Office, 1983). El modelo de desarrollo del cable elegido por Inglaterra es completamente distinto del francés. Todo es confiado a manos privadas que serán reguladas y controladas por una Cable Authority. El rol más importante de la Authority es el de adaptar las normas definidas en modo amplio y flexible a las evoluciones de la situación real, sea en términos de mercado como de tecnologías. No se quiere perjudicar el desarrollo del cable con una ley rígida que podría muy pronto resultar superada o inapropiada. A la ley le corresponderá también definir las áreas urbanas que serán cableadas y expedir las licencias para las que ofrecen mejores garantías en términos de programas, servicios y nivel tecnológico en sus instaladores. Estas últimas podrán ser en cable coaxial o en fibra óptica pero todas las redes deberán tener la misma estructura adaptada a los servicios conmutados (interactivos) y deben poder ser interconectadas a las redes de telecomunicación de la British Telecom y de la Mercury, las dos sociedades telefónicas inglesas. También en este caso la idea es llegar tarde o temprano a la red numérica integrada en los servicios de banda ancha. En efecto, la Cable Authority tiene el instrumento para incentivar la realización de redes más sofisticadas (en fibra óptica y de conmutador) desde el momento en que tiene la facultad de expedir, en este caso, la licencia por veintitrés años, mientras la licencia prevista para las redes tradicionales es de quince años. Además se excluye cualquier tipo de participación en la instalación o administración de las redes por cable, de las entidades locales, de otras entidades públicas, y de todas aquellas entidades que no tienen finalidad comercial. Para incentivar las inversiones se adoptan también otras medidas. La televisión por cable está aliviada de todas las obligaciones de «servicio público» que existen ya sea para la televisión pública (BBC), ya sea para la comercial (ITV). British Telecom, que está por ser privatizada, no podrá obtener licencias, para así evitar la formación de una posición dominante desfavorable al ingreso de nuevos actores al sistema. Para los años 90 las redes de cable dotadas de una tecnología apropiada, además de los servicios televisivos, podrán ofrecer localmente toda la gama de servicios de telecomunicación, desde el teléfono hasta la transmisión de datos. Para adelantar el despegue del cable el gobierno decide expedir, incluso antes de que la Cable Authority entre en funciones, once licencias limitadas en una primera fase a áreas que comprenden no más de cien mil hogares cada una. En esa época los expertos creen que


se darán las condiciones para que el proyecto pueda dar buenos resultados, tomando en cuenta la tasa de población urbana: el 70% de los ingleses vive en áreas urbanas, cerca de 60 ciudades tienen más de 100 mil habitantes y otras cien ciudades tienen entre 50 mil y 100 mil habitantes. Esto hace prever que en 1994 el 55%-65% de los hogares tendrá acceso al cable y que el 55% de estos, es decir 6, 6-7, 7 millones de hogares, estarán ya enlazados a una red cable (Hollins, 1984). En Inglaterra, como en Francia, la televisión asume un rol de arrastre desde el punto de vista industrial. Ante la demanda de un mayor número de canales televisivos se le está confiando el despegue y sostenimiento económico de una infraestructura que está destinada a un tipo de servicio de telecomunicaciones sustancialmente distinto. Las vicisitudes que surgen de la definición y el lanzamiento de los proyecto; son complejas y frecuentemente contradictorias. La realización concreta de las infraestructura: previstas sufre retrasos, rectificaciones, redimensionamientos tales que sólo a fines del decenio entrarán en una verdadera fase de despegue. Habiendo perdido mientras tanto algunos de los elementos que las caracterizaban. Queda el hecho de que en la base de estos proyectos había, y en parte hay aún, la idea de la convergencia de la televisión y de las telecomunicaciones en una única infraestructura. El hecho particularmente interesante es que de la convergencia de las respectivas infraestructuras que se realiza con la instalación de las redes RNIS a la banda ancha se pasa, en los primeros años de los 90, a la convergencia de las funciones y de las empresas. 3. LA CONVERGENCIA DE LAS FUNCIONES Y DE LAS EMPRESAS En los años más recientes aparece con mayor evidencia que el mercado televisivo y el de las telecomunicaciones está en vías de saturación. Y esto ocurre en una situación de costos crecientes que demandarían por tanto un continuo aumento de los ingresos. Para las telecomunicaciones se trata de soportar los costos de las inversiones necesarias para la renovación de las redes (redes para las transmisiones numéricas) y para el lanzamiento de nuevos servicios. En cambio para la televisión se trata de soportar la inflación acelerada de los costos que sigue a la reorganización competitiva del sector4. El carácter de servicio público que guió el desarrollo de las dos actividades garantizó la universalidad, es decir el acceso libre e igual para todos los usuarios, y sean las telecomunicaciones5, sea la televisión, se encuentran unidas por el hecho de haber alcanzado madurez de su desarrollo. En los más importantes países europeos el servicio telefónico de base tiene una tasa de penetración muy elevada, tanto en las familias como en los centros laborales6, y las tasas de crecimiento del comercio están en la fase de neto reforzamiento; más del 94% de las familias de la Comunidad Europea tiene uno o más televisores, el consumo televisivo en los cinco principales países supera las tres horas diarias por telespectador (Carat, 1992) y el crecimiento de los recursos derivados del pago y de la publicidad también están incrementándose. La situación impone entonces a cada uno el proponer prestaciones distintas o más complejas destinadas a nuevos clientes seleccionados y dispuestos a pagar por un servicio que responde mejor a sus exigencias. El objetivo puede ser alcanzado, ya sea con un enriquecimiento de los servicios de base como con su diversificación. El servicio telefónico es largamente la más importante actividad de los administradores de las telecomunicaciones y ofrece notables perspectivas de desarrollo en el sector de los abonados profesionales, en el de los servicios de valor adjunto (por ejemplo validación de las tarjetas de crédito, transferencia de fondos, etc.), y más aún en el campo de la telefonía móvil. Del mismo modo la televisión está buscando encontrar e los servicios profesionales, como en el caso de la business television (7), un servicio de comunicación por grupos seleccionados por medio de la trans-


misión de señales codificadas, mientras espera una ampliación de las actividades por el progresivo paso a la televisión de alta definición. Hasta aquí sin embargo los nuevos espacios de crecimiento reingresan a la actividad originaria de cada uno de los dos servicios, mientras que la novedad está en el hecho de que ambos tienden a entrar en áreas distintas. Las telecomunicaciones buscan desembocar en el campo de lo audiovisual y la televisión busca desembocar en el de las telecomunicaciones. Algunos de los mayores administradores de los servicios europeos de telecomunicación como British Telecom, France Telecom y Deutsche Telecom están directamente relacionados con el desarrollo de la televisión por cable y están mostrando una atención particular a la pay-per-view, que les ofrecería otra buena ocasión para entrar en el sector audiovisual. Por otra parte, diversas entidades televisivas públicas europeas, como ya se ha dicho, proveen de servicios de transmisión de datos, sean de carácter universal como los de teletext, sean de carácter seleccionado como la difusión de datos financieros (p.e. las cotizaciones de la bolsa) o de otro género (p.e. los resultados de las carreras de caballos). Pero más allá de las primeras iniciativas de penetración de un sector del mercado en el otro, está extendida la experiencia de empresas que ofrecen a través de una misma red de transmisión tanto servicios televisivos como telefónicos. Por ahora se trata de una integración de los roles concebida sólo en el Reino Unido, aunque ya en los Estados Unidos se está yendo rápidamente en la misma dirección. Se trata de una realidad que viene siendo observada más en detalle porque prefigura lo que podría ocurrir también en otros países europeos y pone en evidencia la confluencia de lógicas, modelos operativos y estrategias distintas. A fines de 1992 en Inglaterra las empresas que han obtenido las concesiones para instalar y administrar una red de televisión por cable han superado los 550,000 abonados al servicio televisivo y sirven simultáneamente a 26,000 abonados al servicio telefónico. Cifras pequeñas si las comparamos con los 10 millones de abonados a la televisión por cable en Alemania o a los más de 25 millones de abonados telefónicos de la British Telecom y la Mercury (las dos grandes operadoras inglesas de las telecomunicaciones) pero un dato importante en el proceso de convergencia entre telecomunicaciones y audiovisuales. Como hemos visto, hace años que se anunciaba la inminente caída de las barreras técnicas que separan «el teléfono y la televisión», pero este es el primer caso en que se da trámite a una única infraestructura de servicios telefónicos y televisivos. Los 41 pioneros de esta nueva fase de las comunicaciones electrónicas, aceptando construir una red más sofisticada y costosa de la usada normalmente por la teledistribución, obtuvieron a cambio la concesión para dirigir junto con teledistribución el servicio telefónico local en competencia con British Telecom y la Mercury. Esta situación por ahora única en el mundo, es fruto del plan de desarrollo de la televisión por cable puesto a actuar a partir de 1982 y del que ya hemos hablado. En ese entonces las perspectivas de la televisión por cable no ofrecían suficientes garantías de ganancia respecto de las inversiones requeridas para la infraestructura y el gobierno buscó hacer más apetecible el negocio concediendo a los cableoperadores que garantizaban ciertas prestaciones, la administración de la telefonía local junto con la administración televisiva. La situación que se ha creado es interesante no sólo desde el punto de vista de los resultados ya alcanzados y de sus perspectivas de crecimiento, sino también por la calidad de las empresas que han invertido en el sector. Entre estas las más dinámicas son la sociedad de telecomunicaciones norteamericana, como la Bell Canada, US West,


Telecommunication International, Nynex, Southwestern Bell, Pacific Telesis, que entre todas ya han obtenido 22 concesiones para instalar y administrar las redes de cable en otras tantas áreas urbanas que comprenden más de 8 millones de viviendas. El fuerte interés demostrado por las empresas americanas en este caso depende de distintos factores. Sobre todo la legislación estadounidense impidió hasta ahora que una misma empresa trabajara simultáneamente en el campo televisivo y en el telefónico. Una ley que deriva fuertes y continuas presiones fue recientemente derogada por la Federal Communication Commission rompiendo así expectativas para los próximos años. La situación inglesa ofrece entonces a estas empresas la ocasión de ejercitarse en la administración simultánea del teléfono y la televisión, actividades muy distintas (una vende el uso de los continentes, es decir la red, la otra vende el uso de los contenidos, es decir los programas). Pero además de esto el mercado inglés es un mercado que ofrece condiciones de ubicación favorable desde el punto de vista cultural y económico. A esta elección ha contribuido seguramente el hecho de que instalarse en el mercado inglés de las telecomunicaciones significa, para cualquier empresa extra-europea, poner un pie en la Comunidad Económica Europea área geográfica donde los monopolios telefónicos hoy largamente prevalecientes, deberían abrirse progresivamente a los empresarios privados y donde se prevé la más elevada tasa de crecimiento de la facturación de los servicios de telecomunicación en el próximo decenio. No obstante el fuerte flujo de las empresas norteamericanas todavía hay distintos asuntos en discusión. Es cierto que los resultados económicos obtenidos hasta hoy son positivos para quien quiera instalar una red capaz de ofrecer además del televisivo un servicio telefónico. Las inversiones aumentan al 25% y las entradas reunidas hacen que la operación sea largamente ventajosa. La experiencia está todavía en fase de ajuste y coordinación y hay muchos aspectos técnicos, comerciales y regulativos en el ejercicio de los servicios telefónicos en las redes de televisión por cable que deben ser puestos en orden. Los nuevos operadores deben enfrentarse con distintos problemas. Sobre todo entran en un sector ya consolidado en torno a la British Telecom y la Mercury donde pueden administrar sólo una porción limitada del servicio telefónico, que vendría a ser el local, que es también el más pesado en términos de inversiones, de administración de los abonados, de fragmentación del valor adjunto por unidad de servicio erogado. Los problemas actualmente en discusión son de distinta naturaleza y tienen que ver tanto con las decisiones técnicas (la arquitectura de las redes, las centrales de conmutación, las técnicas de interconexión a las redes de transmisión a larga distancia más apropiadas, etc.), como con las modalidades tarifarias (la relación entre precio y calidad de servicio, el tipo de abonado por privilegiar, etc.), como con los aspectos comerciales (cómo orientar la promoción y organizar el marketing del servicio). Además las relaciones con la British Telecom y la Mercury por las conexiones internacionales e interurbanas están por ser definidas con precisión. Se trata de problemas abiertos que plantean una serie de interrogantes interesantes pero que no entran en el tema que es objeto de este ensayo. Lo que sí hay que subrayar es que hasta ahora son sobre todo las empresas de telecomunicaciones las que se han mostrado más dispuestas a la nueva forma de «hibridación» lograda en el Reino Unido y se están ejercitando para unir dos lógicas y dos culturas administrativas tan distintas como las de la televisión y las de las telecomunicaciones. 4. HACIA LA INTEGRACION: LA TELEVISION DE ALTA DEFINICION


En muchos sectores de la industria electrónica el mercado ha alcanzado hoy su madurez. Para encaminar un nuevo y largo ciclo de expansión se espera el nuevo salto tecnológico en la transmisión de las imágenes a distancia, representado por la televisión de alta definición (TVAD). Se inicia un juego de los grandes donde, si vale la redundancia, se pone en juego millones de millones de dólares pero donde los resultado son por ahora imprevisibles. Los tres grandes jugadores en el campo, Japón, Europa y Estados Unidos se hallan aún inseguros en la forma de conquistar el mercado, además los plazos para sustituir el nuevo por el viejo mercado parecen muy lentos y cada uno deberá arriesgar mucho para poder competir, salvo imprevistos acuerdos por repartirse la zona de influencia o alianzas globales de lo que aún no hay señales. Bosquejemos los puntos esenciales de la situación tal como se presenta hoy. Japón, que partió primero en los años setenta inauguró en noviembre de 1991 el primer canal de televisión de alta definición Hi Vision que tiene al día ocho horas de programación vía satélite utilizando una técnica empleada por la televisión pública NHK con apoyo del gobierno. Europa se encamina en esa dirección con varios años de retraso respecto de los japoneses. Pero ante la gran demanda de la Comunidad Europea acompañada por importantes financiamientos, las mayores empresas electrónicas se han puesto a trabajar a partir de la segunda mitad de los años 80. El proyecto de dos partes ha aportado el D2-MAC, standard televisivo de definición mejorada ya operativo en satélite de transmisión directa, y el HD-MAC, la alta definición «modelo Europa» hoy en fase experimental. Se trata de una técnica original e incompatible con la japonesa puesta en marcha gracias a la contribución decisiva de la Philips y de la Thomson, con el fin de proteger8 el mercado europeo y favorecer las industrias de la Comunidad. En los Estados Unidos la Federal Communication Commission (FCC) ha preferido esperar los desarrollos tecnológicos y recién a comienzos de 1992 ha contemplado seis estándares TVAD. Los presentaron varios consorcios constituidos por notables representantes de la industria electrónica y de la investigación americana entre los que estaban la General Instrument y M.I.T., Zenith y AT.T., pero también Philips y Thomson asociadas a D. Sarnoff Research Center y NBC, y la televisión pública japonesa NHK. La situación entonces aún está iniciándose y los aspectos cruciales tienen que ver, por una parte, con las técnicas de transmisión de la alta definición, y por la otra, con los instrumentos de recepción de las imágenes. Las técnicas de transmisión puestas en práctica en Japón y en Europa para la alta definición televisiva a pesar, de ser Incompatibles entre ellas son en ambos casos de tipo analógico y son consideradas “viejas” o bien en vías de ser superadas. Para transmitir en alta definición con técnicas analógicas que demanda la disponibilidad de muchas frecuencias es indispensable utilizar un satélite. Esto implica sustancialmente tres hechos: primero, un lento desarrollo del público potencial desde el momento en que la recepción del satélite es aún marginal e implica de cualquier modo un gasto añadido para las familias; segundo, la exclusión de las transmisiones en alta definición por gran parte de las redes de teledistribución por cable, sustancialmente por razones de espacio y terreno, la exclusión de las otras televisoras por ondas regionales o locales que no podrán utilizar el satélite para cubrir su propia área de referencia. En cambio la técnica de transmisión numérica, hacia la que se está orientando la FCC en Estados Unidos, tiene sobre todo la ventaja que permite comprimir la señal hasta transmitir cuatro señales en el espacio ocupado por un canal televisivo tradicional. Entonces, cualquier estación televisiva nacional o


local, por cable o por ondas, tendrá amplias posibilidades de transmitir en alta definición para un público potencialmente muy amplio y libre de pesados gastos añadidos. Pero además de la demora del estándar analógico respecto del numérico, hay un segundo punto crucial. El éxito de la TVAD como bien de alto consumo está ligado al televisor, a sus dimensiones, a su precio, etc. Las imágenes en alta definición para ser apreciadas deben ser vistas en una gran pantalla, pero ni el uso del tubo catódico, por limitaciones técnicas, ni el uso del proyector, por razones ligadas a los espacios habitados, ofrecen las condiciones necesarias para hacer entrar la TVAD en las casas. La única solución a la vista es la de las pantallas planas, sector en el que las industrias japonesas tienen una gran ventaja Sus puntos fuertes son su supremacía en la componentística y en los semiconductores y en las experiencias de aplicación de las pantallas planas en muchos sectores. Las empresas que producen semiconductores, computadoras y televisores están en las mejores condiciones para obtener grandes beneficios al pasar a la producción en masa de pantallas planas de grandes dimensiones para la TVAD. Es el caso por ejemplo de Toshiba pero no lo es el de los fabricantes de televisores europeos como Philips y Thompson que han abandonado la fabricación de computadoras. En este campo las grandes compañías japonesas (Toshiba, Fujitsu, Sony, Hitachi, Sanyo, Matsushita) están estrechando vínculos en Estados Unidos. Para la electrónica japonesa la TVAD es el nuevo vector para ampliar su presencia internacional. Esta no es una decisión estratégica, hoy es un imperativo. La competencia en el mercado interno es altísima, los márgenes de rentabilidad son pequeños y muchas sociedades han acumulado grandes deudas. Los tiempos en los que para ser fuertes fuera había que ser fuertes dentro de la patria han pasado, y hoy la situación es opuesta: ganar afuera es la condición para sobrevivir en el propio país. En esta situación es aún más improbable que el estándar europeo de TVAD esté en condiciones de proteger las industrias electrónicas de la Comunidad Europea. Viendo las relaciones entre el campo del hardware y el software televisivo entre Estados Unidos y Japón (9) es difícil negar que en Europa la perspectiva siempre más realista parece ser la de ver en alta definición programas americanos gracias a medios japoneses. Pero en perspectiva el problema es más importante y va más allá del ámbito televisivo tradicional. La TVAD es generalmente asociada en Europa con el transporte de programas televisivos a los hogares. Sin embargo se trata de una óptica limitada e incapaz de asumir las implicancias más importantes de la TVAD, las que podrán tener un efecto más profundo en la economía del medio televisivo y una consiguiente redefinición del rol del broadcaster. Como se vio, los Estados Unidos prefieren apuntar directamente al estándar numérico que tiene tiempos de realización más lentos pero que ofrece mejores perspectivas, Japón y Europa han preferido apuntar a un estándar intermedio, el analógico, que permite pasar más fácilmente a la fase operativa y movilizar inmediatamente las industrias electrónicas. Ambos saben, sin embargo, que el paso al estándar numérico es inevitable y sus centros de investigación están ya trabajando para este fin. Seguramente la decisión de pasar por una fase analógica intermedia con sus tiempos de amortización de las inversiones de las empresas y de las familias, retrasará el camino hacia la fase numérica. Pero la aplicación completa del código numérico en la reproducción y en el transporte de las imágenes constituye el punto de ruptura con la televisión tradicional: «Cuando la televisión se hace numérica surgen una serie de consecuencias. El contenido del televisor cambia de naturaleza. Se basa en componentes de tipo informático que tienen la función de recibir los códigos numéricos, de transcribirlos, de recuperar su orden original de transmisión, de calcular los puntos no transmitidos para compactar los volúmenes, de recuperar la imagen» (Lemoine, Dalloz,1990).


Esto significa el fin definitivo de las barreras técnicas que han mantenido a la televisión separada de la informática y de las otras formas de telecomunicación. Con la TVAD numérica se efectúa la convergencia de las funciones de la televisión, del cine, de la fotografía, de la imprenta, del diseño gráfico computarizado, de la elaboración electrónica de datos y de las telecomunicaciones. Para la televisión en particular se abre una posibilidad de integrarse con otros sectores, otros intereses, otras políticas. Los componentes serán los mismos de la informática. Las especificaciones de las nuevas telepantallas serán homogéneas, es decir compatibles con las de la informática y las de las telecomunicaciones. Las características de las redes de transporte de las imágenes serán las mismas de las utilizadas por sonidos y datos. El fin de la separación entre la industria televisiva y la informática fotográfica, editorial, y la de las telecomunicaciones puede traer en el plano internacional nuevas formas de fusiones, adquisiciones y competencias entre sectores y mercados antes «indiferentes» entre sí. La televisión, de sector autónomo e independiente desde el punto de vista de las reglas y recursos, podría así convertirse en un simple segmento de un sector de la información mucho más vasto y complejo, con un desplazamiento de las lógicas y los puntos de referencia de los que dependen las reglas, las direcciones, y las estrategias. 5. DE LA CONVERGENCIA A LA COMPETENCIA A pesar de que la convergencia está dando sus primeros pasos, el desempeño jurídico y la estrategia de la mayor parte de sus actores potenciales no parecen aún influenciados. En la realidad las empresas de telecomunicación han buscado reforzar sus posiciones y sus roles de «transportadores» evitando poner así en discusión su modelo histórico de comportamiento basado en la completa indiferencia hacia los contenidos transportados. Pero esta estrategia se hace más difícil desde el momento en que se quiere entrar en el área de los nuevos servicios audiovisuales, no sólo como transportadores sino también como programadores de servicios de las redes interactivas (p.e. pay-per-view). También las empresas televisivas que pasan de la difusión de los programas por ondas a la distribución de los programas por cable están constreñidas a replantear su modelo de comportamiento indiferente a las características de cada telespectador. Hoy deben en cambio estar en disposición de conocer las características personales de sus espectadores-clientes para poder ejecutar más eficazmente sus acciones de promoción y de marketing. La convergencia anunciada hace tiempo sólo ahora empieza a ser vislumbrada de la manera ya ejemplificada, pero la mayor parte de los protagonistas no parece todavía darse cuenta del significado y del alcance, tanto en términos de oportunidad como de redefinición de los roles y las competencias. Si por el momento la separación entre televisión y telecomunicación no ha sido puesta en debate, cada vez es menos clara la frontera que las separa y que se basa en dos diferencias principales: la que hay entre la función de transporte y de programación y la que hay entre la función de enlace y de difusión. En el primer caso se trata de la distinción entre la actividad de transporte de la señal que corresponde a las telecomunicaciones, cualquiera sea su contenido (tradición del secreto postal) y la actividad de selección y ensamblaje de los programas, que atañe a la televisión. En el segundo se trata de distinguir la actividad típica de las telecomunicaciones que consiste en conectar dos puntos determinados para que puedan intercambiar «señales» de la actividad típica de la televisión que consiste en difundir una señal de un punto a una masa de puntos indeterminados.


Si además de la caída las barreras técnicas tuvieran que caer también las reglas o sistemas que mantienen aún sustancialmente separados los dos sectores se espera una ventaja de las empresas de telecomunicaciones respecto de las televisivas. Es ya un hecho la tendencia a separar la empresa televisiva de la propiedad y la administración de la red que utiliza para la difusión de su programación; desde este punto de vista las únicas excepciones que quedan en Europa son Italia y el Reino Unido. Además la nueva generación de las redes de telecomunicaciones (las RNIS de banda ancha) como se ha dicho, pueden ofrecer tanto servicios de enlace punto a punto de tipo telefónico (bidireccional), como servicio de distribución de programaciones televisivas (monodireccionales) a los abonados enlazados a la red10 y tiene necesidad de administrar todos los servicios posibles para pagar las altas inversiones sostenidas. El régimen de la televisión vía cable en el Reino Unido y las decisiones tomadas por la FCC estadounidense parecen indicar una tendencia que también podría encontrar favorable la CEE muy activa en su deseo de poner fin a los monopolios y de favorecer la competencia en todos los sectores. Esto significa que las empresas televisivas podrían encontrarse tarde o temprano en condiciones de competir con las de telecomunicación en el área de la actividad televisiva que en perspectiva es más rentable, es decir, la televisión pagada. Las empresas televisivas entonces deberán adaptarse a competir en el propio mercado con empresas que tienen dimensiones y facturaciones diez y también veinte veces mayores que ellas, lo que podría volver insoportable la competencia. 6. HACIA UNA ECONOMÍA DE LAS ONDAS Durante 1992 se desarrolló en Torremolinos, España, la World Administrative Radio Conference (WARC 92), donde los países pertenecientes a la Unión Internacional de las Telecomunicaciones discutieron los nuevos problemas de administración del espectro hertziano, es decir de las radiofrecuencias utilizadas por los distintos servicios de comunicación a distancia. El centro de la atención fueron los servicios avanzados de comunicación como la telefonía móvil, la radiofonía digital, la televisión de alta definición, etc. En comparación con la anterior conferencia administrativa mundial, que se dio en 1979, el WARC 92 se desarrolló en una atmósfera distinta. En los últimos años en realidad los modos puramente «administrativos» de distribución de las frecuencias recogieron críticas en distintas partes del mundo y, en particular, en los Estados Unidos. El tema podría convertirse pronto de gran actualidad también en Europa desde el momento en que los modos de administración de las frecuencias aparecen siempre más discutibles y no correspondientes con los criterios de asignación transparentes y eficientes. El Reino Unido ya empezó a aplicar en este campo nuevos criterios más adecuados con una lógica económica. La demanda de servicios de comunicación está creciendo a un ritmo muy sostenido. El incremento es de tipo exponencial si se considera en particular dos tipos de servicios: el telefónico entre abonados móviles y el radiotelevisivo. Es evidente que la necesidad de frecuencias hertzianas crece a una velocidad superior a los recursos disponibles; quien administra estos recursos debe entonces afrontar el problema de administrar racionalmente la ubicación de un bien limitado. ¿Con qué criterios se decide destinar el uso de frecuencias a un servicio antes que a otro? ¿A la televisión o al radiomóvil, por ejemplo? Los criterios que podrían adoptarse son varios: la función social del servicio, el movimiento financiero capaz de generar el crecimiento de la demanda en relación con la disponibilidad de las frecuencias, la existencia de medios de transmisión alternativos, etc. ¿Tiene sentido continuar desarrollando la transmisión local y no destinar mayores frecuencias a los servicios de comunicación móvil? ¿Tiene sentido


ocupar un gran número de frecuencias para servicios de tipo fijo como la televisión que potencialmente tendría un óptimo medio de transmisión alternativo e inhibir el desarrollo de los servicios de transmisión móvil que no tienen otro medio de transmisión alternativo fuera de las ondas? En síntesis el problema se presenta en los siguientes términos. El progreso técnico permite hoy como en el pasado, el crecimiento de la cantidad de frecuencias utilizables gracias a su mejor aprovechamiento, tanto en extensión como en intensidad. Esta expansión tiene sin embargo muchos efectos retardados en cuanto a la disponibilidad real de nuevas frecuencias11. Dadas las características de la propagación de las ondas hertzianas, que es indiferente a los límites políticos de los Estados, su uso es precisado sobre todo en un cuadro de reglas y acuerdos internacionales del que se ocupa la Unión Internacional de Telecomunicaciones. Pero esto impone compromisos rígidos a cada Estado, no sólo en lo que respecta al uso de las frecuencias para las comunicaciones internacionales sino también al uso de las frecuencias dentro del propio territorio. Además los servicios de «interés público» como la defensa nacional, los servicios de seguridad, etc., han gozado de un derecho de preferencia y de un estado de privilegio que hoy hace difícil la racionalización de las frecuencias destinadas a ellos. Al llegar después las redes televisivas privadas y de las comunicaciones móviles disponen de una cantidad de ondas inferior a la necesaria para garantizar su desarrollo. La falta de frecuencias limita su desarrollo tanto más porque el proceso de reacomodo en favor de otros usos es complejo y largo, sea a nivel nacional como internacional. En estos casos se deben definir los criterios que regulan la competencia entre una pluralidad de nuevas entidades y su acceso a recursos naturales escasos. Las leyes actuales, planteadas históricamente para situaciones técnicas y económicas muy diversas, son así puestas en discusión. Los Estados y las autoridades encargados de la administración de las ondas se hallan frente a por lo menos dos cuestiones de fondo: - verificar si las reglas actuales están aún en grado de favorecer el interés colectivo, - decidir cómo armonizar la modalidad de administración de las frecuencias con el nuevo contexto competitivo nacido por la presencia de nuevas entidades, por un lado, y de nuevos servicios, por el otro. En la mayor parte de los países industrializados avanzados hay que contar con dos formas de saturación de la frecuencia. La primera es la saturación debida al crecimiento de los usuarios de frecuencias destinadas a un tipo de servicio como sucede con las bandas de frecuencias reservadas al servicio radiofónico o al televisivo. En estos casos se plantea el problema de administrar una competencia «inter-banda» entre distintos usuarios, cada uno de los cuales pide una frecuencia perteneciente a una misma banda reservada. La segunda es la saturación creada por el desarrollo de nuevos usos de las frecuencias hertzianas como está sucediendo en diversos países con las comunicaciones móviles (p.e. la telefonía celular) en confrontación con la radio y la televisión. En estos casos se plantea el problema de administrar una competencia «inter-banda» entre los distintos usos que requieren la asignación de las mismas frecuencias (Benzoni,1990). Todas las proyecciones de desarrollo de las telecomunicaciones concuerdan en que en Europa y en Estados Unidos la competencia «inter-banda» que confronta usos alternativos de las frecuencias será siempre más aguda. Por un lado habrá una confrontación creciente en el ámbito de los servicios comerciales entre la difusión rediotelevisiva y los servicios radiomóviles (telefonía celular, etc.) y por otro lado la confrontación será entre servicios comerciales y no comerciales (ejército, policía, etc.). Esta


situación implica, según algunos, la necesidad de introducir en la administración del espectro hertziano, criterios económicos. Con este fin se hace ver que las frecuencias empleadas hoy en Europa por los servicios radiomóviles (teléfonos celulares) rinden mucho más que las frecuencias empleadas para la difusión televisiva12. Adoptar criterios económicos no significa en este caso quitar espacio a la televisión para darlo al teléfono celular, sino utilizar más eficientemente los recursos y los medios hoy disponibles. Para los servicios de comunicación entre puntos fijos, es decir, para instalaciones y usuarios que no se desplazan en el espacio como es el caso de la difusión televisiva, sería mejor aprovechar como alternativa a las frecuencias hertzianas las redes de transmisión por cable y dejar las ondas a los servicios radio móviles que no tienen ningún medio alternativo de transmisión. Al definir los criterios de administración de las frecuencias en Europa se ha dado mayor espacio a los aspectos de naturaleza física, técnica y jurídica, mientras que los aspectos de naturaleza económica, a diferencia de Norteamérica (Hazlett, 1990), han recibido hasta ahora poca atención. Pero la situación que se está creando en varios países, sobre todo donde a la escasez de las frecuencias se le añade la presión de nuevos actores que quieren entrar en escena, demanda distintas soluciones para la repartición de las frecuencias. Soluciones que no deben basarse, sólo en criterios administrativos sino económicos. La perspectiva económica, además de ofrecer nuevos instrumentos para la administración de las frecuencias, luce interesante por al menos tres razones. Primeramente, las dimensiones económicas alcanzadas en Europa por los servicios de telecomunicación por ondas con que se abastece a los abonados superan en total los 40 mil billones. Basta pensar que en 1992 sólo el broadcasting televisivo ha superado, según estimaciones, 32 mil billones de liras y que a fines de ese mismo año los abonados al radiomóvil en Europa han superado los 4,5 millones. Además la economía ofrece efectivos instrumentos de intervención porque tradicionalmente la escasez de un bien está en el centro de sus preocupaciones. La situación actual se ha vuelto interesante desde el punto de vista económico porque este raro recurso que permite generar movimientos financieros no tiene precio, está a disposición de quien lo usa, casi gratuitamente, sin excepción. Una administración económica de las frecuencias ofrecería al Estado la ocasión de volver a apropiarse de bienes que hoy son transferidos con los varios tipos de concesión a un número restricto de particulares. Esto es particularmente evidente en Italia, donde el precio atribuido a las emisoras televisivas locales que han obtenido la concesión gubernativa, oscila entre los 15 y 20 millones y que alguno, exagerando un poco, ha llegado a calcular en 300 millones el valor de una red televisiva nacional dotada de concesiones (Maglia, Parcu,1991). En ambos casos el precio supera ampliamente el valor de las instalaciones y de las administraciones. El sobreprecio pagado por los eventuales adquiridores corresponde al derecho de transmisión de las imágenes, por consiguiente, al precio de acceso al espectro hertziano. Esto significa que los concesionarios pueden revender un recurso que obtuvieron gratuitamente del Estado, o bien que el Estado ha renunciado a una riqueza propia en favor de un número restringido de personas. Volvamos ahora al problema de la escasez de frecuencias hertzianas, es decir a los dos modelos de administración de recursos que pueden adoptarse cuando la demanda de frecuencias es superior a la disponibilidad real. En Europa, donde se están discutiendo posibles alternativas13, se aplicó tradicionalmente un modelo administrativo y centralizado para manejar las frecuencias hertzianas. A nivel nacional los gobiernos administran y asignan el uso de las frecuencias y esto se justifica por dos razones: en primer lugar, a nivel internacional la asignación del espectro hertziano a distintos servicios es definido por varios Estados dentro de la Unión Internacional de las Telecomunicaciones. Los Estados son entonces considerados administradores «naturales» de las frecuencias en el ámbito nacional, y también porque son ellos los que utilizan una amplia parte del espectro hertziano para los servicios considerados de interés nacional, como por ejemplo los regidos por los Ministerios de la Defensa, del Interior o de la Protec-


ción Civil. En segundo lugar, el elevado nivel de interferencias en la transmisión debido a las características técnicas de las radiofrecuencias justifica el rol de una administración central que distribuya las frecuencias y garantice el control público de las transmisiones, definiendo las reglas y los estándares técnicos que los aparatos y las transmisiones deben respetar. Un modelo alternativo de administración del espectro hertziano es el del mercado. Este modelo fue propuesto y defendido por un cierto número de economistas norteamericanos14 y revisado críticamente. Según esa perspectiva el modelo de atribución administrativa centralizada de las frecuencias entró en crisis por la tendencia a la saturación del espectro y por la creciente escasez. En el caso de los Estados Unidos el modelo administrativo fue criticado sobre todo por la arbitrariedad que existía en la atribución de las frecuencias (CBC Study, 1992), por la rigidez en la definición de las licencias, por la atribución gratuita de los canales de transmisión y por la incongruencia debida a la inflexibilidad de los planos institucionales respecto de los plazos del cambio técnico (Fowler, 1986; Hazlett 1990; Mosbacher, 1991). Críticas de las que no está exenta la situación europea. Los economistas afirman quo los mecanismos del mercado se rían capaces de resolver estos problemas. El mercado ofrecería una mayor flexibilidad en la repartición de las frecuencias, crearía incentivos para un uso eficaz de los recursos y garantizaría un mejor equilibrio entre el desarrollo de los diferentes usos del espectro hertziano, el desarrollo de los aparatos técnicos de transmisión, y las necesidades de los abonados definitivos. El modelo de mercado permitiría además modificar la repartición de las frecuencias según la demanda de servicios. Esto supondría también una evaluación económica necesaria para discriminar entre posibles usos alternativos de una determinada banda de frecuencias y para unir servicios y canales de transmisión de la manera más eficiente. Los que no creen que existan criterios más objetivos y más eficientes que los del mercado para decidir si destinar por ejemplo más frecuencias para las comunicaciones móviles o para la televisión, se basan sustancialmente en tres afirmaciones de principios (Mellody, 1980): a) las decisiones descentralizadas del mercado son más eficientes que las administrativas descentralizadas; b) si la administración de las frecuencias se hace a través del mercado la distribución es más eficiente porque los recursos serán entregados a la alternativa más capaz y al menor costo, con máxima satisfacción del consumidor; c) la eficiencia económica debe ser el principal objetivo del manejo de las frecuencias. Una administración de los recursos de transmisión basada en la oferta y la demanda y en un mejor aprovechamiento de la innovación tecnológica podría atenuar el problema de la escasez, pero los críticos señalan que debería estar acompañada por derechos de propiedad sobre porciones bien precisadas, exclusivas y transferibles del espectro hertziano y por reglas que garanticen un control sobre niveles de interferencia (Benzoni, Kalman, Picory, 1991). No es éste el momento de entrar en el debate, pero hay que recordar que las hipótesis de un modelo económico del manejo de las frecuencias no es un simple ejercicio académico. Se trata de hecho de un modelo que ha dejado huellas en Europa cuando el año pasado el gobierno inglés puso en subasta las frecuencias destinadas a la televisión regional privada, que así fueron a parar a los mejores ofertantes.


Hay que recordar también que en Italia se amplió un proyecto de ley que propone mecanismos similares de la distribución de las frecuencias a las emisoras radiotelevisivas privadas y que no faltaron propuestas para subastar la segunda red radiomóvil que teóricamente debería ser entregada a particulares15. Traducción: Rosella Di Paolo NOTAS.1. Eutelsat es el consorcio europeo que administra el correo y las telecomunicaciones en Europa creado con el fin de administrar y equipar un sistema de transmisión de satélite a escala europea que actualmente utiliza los satélites de la familia ECS; Intelsat es el consorcio que equipó y administra el sistema de comunicación vía satélite global del que participan más de 115 estados. 2. En realidad las redes numéricas integradas a los servicios, RNIS que se están construyendo actualmente en toda Europa pueden ser en banda estrecha o en banda ancha, y sólo estas últimas tienen una capacidad de transmisión (anchura de banda), que les permite transportar las señales televisivas. 3. Significa que a cada elemento que compone una información alfanumérica, auditiva o visual se le asigna un valor numérico expresado en términos binarios (se emplea el mismo código utilizado por la informática). La totalidad del texto, de las imágenes, etc. que se quiere transmitir es «traducida» en códigos numéricos que pueden transferirse con mayor precisión, velocidad, cte. y son decodificados al llegar, de manera que se restituye el “texto” original. Esto significa que cualquier tipo de mensaje que es traducido en lenguaje numérico puede ser transmitido a través de un único soporte. 4. Se trata sobre todo del fuerte aumento del costo de los programas televisivos y en general de los productos audiovisuales ya sean los adquiridos, ya sean los realizados directamente por las empresas de televisión. 5. En realidad aquí me refiero al teléfono que representa la parte predominante del servicio de telecomunicación. 6. El número de abonados telefónicos de los primeros cinco países de la Comunidad Europea ha superado en total los 120 millones (uso doméstico + uso laboral). 7. La business television tan desarrollada en los Estados Unidos ha hecho sus primeras experiencias en Francia cuando la televisión pública en las horas matutinas no ocupadas por la programación normal ofreció a empresas privadas un servicio de transmisión televisiva directa a sus filiales repartidas por el territorio nacional. Hoy la «business TV» está creciendo rápidamente sobre todo en el Reino Unido y tiene como mayores usuarios a las empresas multinacionales que necesitan comunicar simultáneamente con sus filiales los distintos puntos de sus redes comerciales, etc. 8. Esto sin embargo parece ilusorio desde el momento que las grandes empresas japonesas como Toshiba, Sony y Matsushita han anunciado que desean producir en sus establecimientos europeos, localizados sobre todo en España y en el Reino Unido, televisores en el estándar europeo de alta definición. 9. Me refiero al hecho de que, como se sabe, Sony y Matsushita son hoy propietarios de dos de las mayores industrias de Hollywood, la Columbia y la Universal respectivamente, y que la Toshiba tiene una participación accionaria importante en Time Warner. 10. Después de que se escribió este ensayo la Comunidad Económica Europea anunció su intención de abandonar el estándar analógico europeo HD-MAC por considerarlo obsoleto y poner en funcionamiento un estándar numérico; hacia esa dirección parecen dirigirse también los japoneses. Mientras que en los Estados Unidos la FCC parece necesitar un acuerdo entre los diferentes consorcios que han propuesto estándares numéricos para llegar a una situación de cooperación. 11. Se observa que el aprovechamiento de nuevas frecuencias supone normalmente mayores costos, tanto para el que transmite como para el que recibe, por ejemplo en el caso de las frecuencias puestas a disposición con el uso de los satélites que requieren equipos de transmisión y de recepción más precisos y sofisticados y por tanto más costosos. 12. Según los cálculos hechos por el Centre National d’Etudes en Télécommunications (CNTE) en Francia las frecuencias utilizadas por la radiotelefonía rinden casi el doble que las utilizadas por la difusión televisiva; las primeras producen a la administración del servicio entradas cercanas a los 63 millones 400 mil francos por cada Megahertz empleado, las segundas producen en cambio 33 millones al año. 13. El International Institute of Communication de Londres ha producido algunos documentos sobre el tema así como el Ministerio de Industria y Comercio inglés (Jonscher, 1987); el Financial Time organizó en junio de 1992 una Conferencia sobre “The Allocation of Radio Spectrum». §4. Los primeros trabajos sobre el tema se remontan a los años 50 (Hertzel, 1951; Coase, 1959) y 60 (Minasian, 1969). 15. Aquí me refiero sobre todo al trabajo emprendido hace algunos años en el departamento de economía y administración de France Telecom y, en particular, a los trabajos de Laurent Benzoni, Eva Kalman y Thierry Verlynde.


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LA TELEVISIÓN DE ALTA DEFINICIÓN EN EL PROYECTO DE MODERNIZACIÓN DE LA INDUSTRIA TELEVISIVA MEXICANA Octavio Islas Carmona I EL PAPEL DE LA TELEVISIÓN EN LA MODERNIZACIÓN DE LA SOCIEDAD MEXICANA Desde sus inicios en la década de los cincuentas, la industria televisiva mexicana se ha articulado sobre la base del modelo estadounidense de televisión1. Sin embargo, a diferencia de la abierta competencia que hasta nuestros días todavía sostienen entre sí las principales cadenas de la Unión Americana, en México las condiciones han sido propicias para que un consorcio -Televisa2- , se proyecte como virtual monopolio, dispuesto a acceder a su plena internacionalización durante la presente década. En México la televisión se ha convertido en los últimos treinta años en una de las principales palancas de la sociedad 3. Su discurso ha sido lo suficientemente contundente y eficaz para poder uniformar la conciencia colectiva y dirigir el consumo del país hasta crear, ante la indecisión del Estado, lo que Héctor Aguilar Camín atinadamente denomina como «una zona compartida de la experiencia nacional». Aunque las complejas realidades regionales apenas existen en la lógica del consorcio, Televisa se ha convertido en una especie de sofisticado termómetro, capaz de definir el alcance y sentido de los criterios de lo anacrónico y lo moderno. En la exclusiva pasarela del «Canal de las Estrellas» día con día se verifica una silenciosa ruptura con los valores de la sociedad tradicional premoderna. Por medio de su extraña simbiosis de medio hogareño y vanguardia modernizadora4 Televisa se encuentra en condiciones de establecer una nueva sensibilidad estéticas5 susceptible de ser exportada a la mayor parte de hispanoparlantes en el mundo, gracias a la impresionante cobertura que registra el principal canal del consorcio en tres continentes. Como destacada protagonista de nuestros ambiciosos proyectos de modernidad, donde la televisión participa activamente de la reinauguración de los tiempos mexicanos6, Televisa ha iniciado una delicada reconversión tecnológica, aunque sin modificar algunas de sus terribles prácticas internas7, mismas que irremediablemente limitan el alcance de su pretendida mutación. II LA HDTV DENTRO DE LOS PROYECTOS DE TELEVISA PARA EL FIN DE MILENIO En 1990 se inició dentro de Televisa un ambicioso proceso de reajustes y transformaciones. En el panorama nacional estas inesperadas medidas modificaron de inmediato y sustancialmente la perspectiva del modelo mexicano de televisión posible. Dentro de estos importantes cambios destaca la modificación de la participación de los principales accionistas, resultando significativo el desplazamiento de dos de sus directivos: Miguel Alemán (hijo de Miguel Alemán Valdés, presidente de México en el periodo 1946-1952, que precisamente corresponde al momento histórico en el que el Estado otorgó las primeras concesiones de televisión a particulares), y Rómulo O’Farril Jr. magnate del periodismo en México. Fue así como todo el control de Televisa quedó en manos de su accionista mayoritario y responsable de su formidable despegue: el próspero empresario Emilio Azcárraga Milmo. Por lo que corresponde al escenario internacional, ante el umbral del próximo fin de milenio el poderoso consorcio perfiló sus primeros pasos hacia su conversión como una de las principales cadenas televisivas del mundo, por medio de la incorporación de la HDTV.


Conscientes del inevitable advenimiento de una amplia transformación tecnológica en materia televisiva, en Televisa estudiaron minuciosamente las diferentes alternativas disponibles que seguramente consideraría la industria televisiva mundial para establecer la llamada «televisión del mañana». Estas modalidades estarían encauzadas a reemplazar a los sistemas hoy existentes: NTSC (National Television System Comitee de Estados Unidos), PAL (Phase Alternating Line, desarrollado por el científico Walter Bruch, investigador de la firma Telefunken y cuya presentación pública se realizó en 1963) y el SECAM (Sequentiel Couleur á Mémorie, patentado en 1957 por el investigador francés Henry de France). Una vez realizados los estudios pertinentes Televisa decidió descartar la Improved Definition Television (IDTV) y la Extended Definition Television (EDTV), alternativas que principalmente se han desarrollado en Estados Unidos como una especie de tecnologías televisivas complementarias al NTSC8. Finalmente el poderoso consorcio mexicano se resolvió en favor de la HDTV9. Mediante un comunicado de prensa que se dio a conocer a la opinión pública el 3 de setiembre de 1990 Televisa informó que ese mismo día se habían llevado a cabo exitosamente las primeras transmisiones de HDTV en la República Mexicana. Estas se realizaron desde el Cerro Pico de Tres Padres ubicado al norte de la Ciudad de México y a una altura de 800 metros sobre el nivel de ésta, a las instalaciones de Televisa San Angel (localizadas a unos 25 Kms. de distancia). En este histórico suceso en el que se emplearon las bandas de 12 y 17 gigahertz, los técnicos de Televisa fueron asesorados por los ingenieros de la Nippon Hoso Kyokai - NHK, empresa televisiva japonesa con la que el consorcio mexicano llevó a cabo las negociaciones necesarias10 para adquirir los derechos que le permitirían incorporar el Sistema 1125/60 Alta Vi, o HIGH VISION de alta definición11. La NHK empezó sus investigaciones en materia de HDTV desde 1971 y en realidad es la creadora de la televisión de alta definición. Cabe destacar que el sistema de Alta Vi inicialmente había sido concebido para difundirse vía satélite, sin embargo la referida transmisión se llevó a cabo mediante una antena terrestre. Durante las primeras demostraciones de HDTV a las que Televisa invitó a la cúpula empresarial mexicana, se afirmó que el sistema adquirido estaría operando comercialmente hacia fines de 1992, o principios de 1993. En realidad, como acertadamente afirman Fernando Mejía Barquera y Gabriel Sosa plata12, será entre 1993 y 1998 cuando Televisa habrá puesto en funcionamiento la televisión de alta definición. Resulta imposible explicar las razones por las que Televisa estableció tan corto plazo para dar inicio a sus transmisiones de HDTV. Al momento de elaborar estas notas -principios de abril de 1993- el esperado comienzo de estas aún no se había producido. También por esos días mediante un interesante boletín de prensa que me parece pertinente empezaría a operar la HDTV dentro del área metropolitana de la Ciudad de México: «Durante la visita que recientemente realizó a Japón el presidente Carlos Salinas de Gortari, la empresa NHK (Nippon Hoso Kyokai) llevó a cabo para él una demostración de la tecnología que se ha denominado «Hi Vision» o «High Definition». El Señor Presidente expresó en aquella ocasión que sería conveniente que se hiciera en nuestro país una demostración de esa tecnología que en español la NHK ha nombrado Alta Vi (...) Vale la pena mencionar que esta tecnología desarrollada en Japón ha dado pie a innumerables comentarios tanto a favor como en contra en diversos lugares del mundo, quizá porque se le ha visualizado como una tecnología que sustituye a la televisión actualmente existente ya sea en su modalidad conocida como NTSC, que es la que se utiliza en la mayor parte de los países de América y de Asia, o bien de sus modalidades PAL o SECAM, que se utiliza en Europa.


Televisa no comparte el criterio de identificar esta tecnología como una sustitución técnica de la televisión actual sino como una tecnología que brinda la gran oportunidad de implementar nuevos servicios que ahora no existen, y por esa razón desde 1989 ha solicitado a la Secretaría de Comunicaciones y Transportes la concesión para operar dos canales de «televisión restringida» para ofrecer al público suscriptor en el Valle de México lo que podría denominarse como «cine electrónico», que ofrecería películas y espectáculos y en general imágenes y sonido con la más alta calidad... El cine electrónico permitiría al público disfrutar del estreno de películas en la comodidad de su hogar y con la calidad de imagen y sonido que permite esta nueva tecnología Alta Vi. La implementación en nuestro país de servicios como el «cine electrónico» utilizando esta tecnología para la cual todavía no existe en el mundo producción de aparatos receptores permitiría que esta producción se realizara en nuestro territorio con las ventajas derivadas de la inversión en instalaciones industriales, lo que significaría la apertura de nuevas fuentes de trabajo y, sobre todo, ofrecería la posibilidad de una operación exportadora de gran volumen, situación ahora más necesaria que nunca, cuando tenemos a la vista las negociaciones para el Tratado de Libre Comercio con nuestros vecinos del norte... (Es) posible pensar en implementar el servicio de «cine electrónico» en quizá doce meses y en que merced a ello México consolide una posición de vanguardia en este ámbito. NHK ha aceptado la responsabilidad del diseño del sistema que permitirá la operación de los servicios antes mencionados y de la coordinación en la fabricación de los equipos necesarios. Posiblemente Televisa presentará a través de estos canales de uso restringido eventos deportivos, películas y musicales, o bien el consorcio instale su propia red de salas especiales de «cinema electrónico» -especie de videoteatros- situación que le facilitaría superar el grave obstáculo que hoy representan los elevados costos de los receptores especiales que demanda esta nueva tecnología (que van de 5 mil hasta más de 30 mil dólares), y cuya definición y nitidez le permiten al televidente disfrutar de unas imágenes semejantes a las logradas por el cine, y que hasta ahora han resultado inaccesibles para las normas televisivas contemporáneas. III EL IMPERIO ELECTRONICO Y SU LABERINTO En la actualidad un considerable número de empresas se encuentran involucradas en el desarrollo de la HDTV. Lógicamente cada una de éstas aspira a que su sistema sea adoptado por el mayor número posible de países. La razón nos la dan a conocer claramente Fernando Mejía Barquera y Gabriel Sosa Plata, quienes arman que: «ello traería consigo un gran negocio por el pago de derecho: royalties para utilizar patentes y por la venta de equipos de transmisión y recepción13. La Comisión Federal de Comunicaciones de Estados Unido ha sido prácticamente rebasada en su propósito de determinar el estándar único para regular la televisión de alta definición. Los complicados intereses políticos y comerciales de las empresas y naciones involucradas en el desarrollo de esta sofisticada tecnología categóricamente lo impiden, Inclusive Estados Unidos «ha jugado a la segura» y optará por un sistema evidentemente desarrollado por la misma industria televisiva estadounidense -posiblemente el Digi Cypher-. En esa misma nación, durante el mes de febrero de 1990 se dio a conocer el proyecto Sky Cable, con el que se pretende lanzar a mercado un sistema de DBS con 108 canales de HDTV, que serían recibidos mediante antena; parabólicas pequeñas y planas. En este ambicioso proyecto se encuentran involucradas la NBC Hughes Communications, Cable vision y The News Corporation, propiedad de Rupert Murdoch, célebre empresario australiano de la industria de las comunicaciones.


Además de los sistemas desarrollados por japoneses y estadounidenses, hay que considerar que varios países de la Comunidad Europea iniciaron hace unos años sus propios trabajos en materia de HCTV con el proyecto Eureka 95, en el que participan empresas como Thomson, Philips, Bosch y Thorm Emi14. Sin embargo, así como aún no existe acuerdo en lo relativo a los estándares con los que habrá de operar la HDTV, la industria televisiva mundial también deberá determinar la mejor manera de introducirla, ya sea mediante antenas terrestres, transmisiones por cable, o a través de satélites de difusión directa. Hasta el momento, en México no se han dado a conocer las normas sobre las que habrá de funcionar la HDTV. La delicada situación la exponen perfectamente Fernando Mejía Banquera y Gabriel Sosa Plata: «La pregunta es: ¿Qué sucederá si cuando en Estados Unidos se aprueben las normas técnicas para la HDTV que regirán en ese país, el gobierno mexicano decide adoptarlas considerando la estrecha relación económica entre México y Estados Unidos y el flujo de compraventa de aparatos receptores que existe entre ambas naciones, debido a que comparten el mismo sistema de televisión (el NTSC)?15 Al decidirse Televisa por adoptar el sistema Alta Vi de la NHK del Japón corre el inevitable riesgo de que en Estados Unidos se determine el uso de un sistema diferente e inclusive hasta incompatible. Al parecer México seguramente tendrá que establecer ciertas normas para la HDTV por satélite y otras para la HDTV transmitida por vía terrestre. Es factible que Televisa negocie ante la NHK la posibilidad de comercializar en exclusiva los receptores especiales que demanda el sistema que adquirieron de ésta. Sin embargo, de la firma del contrato del Tratado de Libre Comercio pueden derivarse indeseables incomodidades para Televisa. No sería nada extraño que debido a los nexos de mayor proximidad que pronto estableceremos con nuestros vecinos del norte se desprendan posibles negociaciones en materia de telecomunicaciones -terreno en el que basta ahora el Estado Mexicano ha decidido no transigir-, de las que Televisa podría llevarse una desagradable sorpresa. En fin, de no ocurrir alguna situación desesperada, en los próximos cinco años Televisa, la primera cadena televisiva en el mundo en horas exportadas de programación16 se encontrará operando el sistema de alta definición que adquirió de la NHK. Sin embargo, seguramente será hasta el año 2000 cuando esta tecnología se encuentre en condiciones de sustituir a la televisión convencional que conocemos hoy en día. NOTAS. 1. Pere Oriol Costa afirma que las principales características del modelo estadounidense radican en que éste es de tipo privado y con finalidades comerciales. (La crisis de la televisión pública, España, Paidos, 1986, p.21). 2. El 8 de enero de 1973 se anunció la creación de Televisa, producto de la fusión de los canales 2, 4, y 5, pertenecientes a Telesistema Mexicano, con el canal 8 de Televisión Independiente de México. Los canales 2, 4 y 5 previamente se habían fusionado entre sí el 26 de marzo de 1955, dando lugar a Telesistema Mexicano. Por su parte canal 8 inició operaciones el primero de setiembre de 1968 cubriendo el IV Informe de Gobierno del Presidente Gustavo Díaz Ordaz, aunque sus transmisiones regulares dieron comienzo hasta 1969. Este pertenecía a los prósperos industriales del Grupo Monterrey. 3. Sobre el relevante papel que ha desempeñado Televisa en la modernización de la sociedad mexicana Héctor Aguilar Camin puntualiza que: «en el último cuarto de siglo (la sociedad mexicana) ha visto cumplirse una revolución cultural silenciosa: la implantación de un reinado del aparato de comunicación masiva, cuyo personaje estelar es la televisión.


Ningún medio anterior de comunicación -el ferrocarril o el telégrafo, las carreteras o la radio, el teléfono o el cine- ha tenido el efecto integrador de la conciencia mexicana como el surgimiento de la televisión». (Después del milagro, México, Cal 3 Arena, 1968, p.244-245). 4. Idem. 5. Como tecnología de punta, la televisión es en sí misma innovación y moda. Construye buena parte de las representaciones colectivas del mexicano, dirige su ocio y consumo, articula la cultura popular a partir del establecimiento de la educación informal y los escaparates de la vida deseable. 6. Uno de los más agudos análisis que se han realizado sobre la naturaleza y problematicidad del tiempo mexicano es, sin lugar a dudas, el realizado por Carlos Fuentes a comienzos de la década de los setentas: Tiempo mexicano», publicado por Joaquín Mortiz. 7. La empresa permanece ajena a todo intento democratizador y solidario. En sus prácticas informativas predomina la desinformación. Para colmo, la nueva élite de su «talento artístico» se recluta de los hijos y parentela de los artistas pioneros. Esta misma tendencia se observa en los cuadros directivos. Es la esperada hora de los herederos. 8. La Improved Definition Television (IDTV) presenta algunas mejoras sobre el sistema NTSC sin llegar a reemplazarlo, requiriendo para tal efecto de un mínimo de acciones por parte de la Comisión Federal de Comunicaciones de Estados Unidos (FCC). La Extended Definition Television (EDTV) sí alcanza a comprender algunos cambios a las emisiones bajo estándar NTSC, pero cumplen satisfactoriamente con los ordenamientos dispuestos por la FCC en el sentido de que los receptores deberán ser compatibles con el NTSC. Las modificaciones permisibles se establecerían sobre estos lineamientos: ensanchar la banda, extender la definición de imagen y la resolución vertical emitida por el estándar NTSC, además de todas las mejorías contempladas por los sistemas de IDTV. De acuerdo a un artículo de Sonia Landau, entonces directora del Bureau de Comunicaciones Internacionales e Información Política del Departamento de Estado de la Unión Americana, publicado en el Department of State Bulletin, junio 1989; en la denominación HDTV se incluyen a todos aquellos sistemas que aproximadamente duplican la resolución horizontal y vertical emitida por el estándar NTSC y que pueden suponer implícitas las mejorías contempladas en la IDTV y la EDTV, pero que requiere de la aprobación de la FCC. Cabe destacar que estos sistemas, sin llegar a tener la calidad de la HDTV son superiores a los sistemas convencionales. La industria televisiva estadounidense ha tratado de implantarlos debido a los elevados gastos de reconversión que le representa la HDTV. Por medio de estos sistemas se pretende que los televidentes estadounidenses desechen sus actuales receptores para reemplazarlos por los receptores de HDTV. Esta medida proteccionista en realidad obedece a que a la industria televisiva estadounidense le interesa dilatar por todos los medios a su alcance la incorporación de la HDTV pues en ésta se encuentra en una incómoda situación de desventaja frente al Japón y Europa, debido a su sensible atraso tecnológico en la materia. De cualquier manera, con el objeto de evitar sorpresas desagradables, la NHK también se ha preocupado por desarrollar sistemas de televisión mejorada, como el MUSE 6. (Las siglas MUSE significan Multiple Sub-Myquist Sampling Encoding). 10. En una interesante entrevista que realizó el periodista Javier Martínez Stainess a dos distinguidos funcionarios de Televisa -Alejandro Burillo Azcárraga y Alejandro Sada- publicada en la revista Expansión, el primero de mayo de 1991, los autores afirmaron, refiriéndose a la HDTV que: « Aunque tengamos que pelear con estadounidenses, holandeses y franceses, nos asociaremos a los japoneses para que México sea el primero que implante esta tecnología». 11. En el artículo Radio Digital y Televisión de Alta Definición en México, elaborado por Fernando Mejía Barquera y Gabriel Sosa Plata, publicado en el número 5 de la revista Intermedios, correspondiente al mes de diciembre de 1992, los autores se refieren a una entrevista que sostuvieron con el ingeniero Jaime Robledo, quien puntualizó que el sistema que Televisa adquirió a la NHK es el Muse Narrow. 12. Estos autores señalan que: «los años comprendidos entre 1993 y 1988 serán de enorme importancia para la radio y la televisión en México. En este lapso se colocarán los fundamentos de una transformación tecnológica que repercutirá en los sistemas y equipos necesarios para realizar la transmisión y la recepción televisiva y radiofónica, pero también, por supuesto, en los hábitos de la gente a exponerse a estos medios». Se recomienda consultar el referido artículo de la revista Intermedios. 13. Fernando Mejía Barquera y Gabriel Sosa Plata, op.cit. 14. G. Vannuchi, «A new frontier in image transmission: high definition television (HDTV)» en Rivista Telettra Review (Contributions to Telecommunications Development), 43, junio de 1990. 15. Fernando Mejía Barquera y Gabriel Sosa Plata, op.cit. 16. Conforme a lo señalado al periodista Javier Martínez Stainess por los funcionarios de Televisa en la referida entrevista que se consigna en el número señalado de la revista Expansión.


LA TELEVISIÓN EN CHILE: NOTAS PARA UNA CONVERSACIÓN José Joaquín Brunner/Carlos Catalán I LAS DINÁMICAS DE TRANSFORMACION DEL MEDIO TELEVISIVO EN CHILE EN LOS ULTIMOS AÑOS No es posible, en un breve análisis como éste, dar una visión de conjunto sobre la situación actual de la televisión chilena. Nos limitaremos por tanto a dar cinco opiniones sobre las principales características de su actual desarrollo. PRIMERO La televisión es, junto con la educación, el principal medio de una nueva forma cultural: una cultura relativamente estandarizada y ampliamente difundida que está a disposición de las mayorías. Sin embargo, a diferencia de la educación que se halla ligada todavía a soportes tecnológicos más o menos simples -como la lección impartida por el profesor en una sala de clases, con el apoyo de textos y unos pocos otros materiales didácticos- la televisión supone unas tecnologías de base que no sólo son sofisticadas y complejas sino que, además, se hallan en constante cambio. Además, mientras la educación continúa definiéndose -aunque esto está variando rápidamente- como una empresa limitada a los años formativos de las personas, la televisión por el contrario se dirige a todos sin distinción: pobres y ricos, jóvenes y adultos, niños y ancianos. De allí precisamente, el enorme dinamismo de la televisión: ella se halla espoleada desde el lado de la oferta por unas condiciones y posibilidades técnicas que evolucionan rápidamente y desde el lado de la demanda ella responde a una gran variedad de públicos y sensibilidades pero, sobre todo, responde durante doce o más horas al día a millones de consumidores de imágenes. No debe extrañar, por tanto, que esta nueva forma cultural vehiculizada por la televisión haya logrado encontrar todavía un lugar estable en nuestra sociedad. Es demasiado nueva y abarcante, demasiado vital y cambiante, como para que pueda ser aceptada con comodidad. Como medio de comunicación masiva, que se dirige por tanto a la mayoría y no a grupos selectos en la sociedad, ella no goza tampoco del reconocimiento y prestigio que se otorga a las formas culturales asociadas a los públicos minoritarios, selectos, de elite. Más bien estos grupos suelen sentir amenazada la «alta cultura» por la manifestaciones de esta forma cultural cuya estética, contenidos y efectos suelen calificar de vulgares, banales o, en cualquier caso, de dudosa calidad. SEGUNDO Dentro del campo televisivo nacional tal vez el cambio más dramático que se haya vivido durante los últimos años sea el abandono de la noción de televisión como servicio público y el acceso de la televisión como empresa privada. En Chile la televisión se originó en el seno de las universidades y desde allí se extendió como responsabilidad pública, al momento de crearse el canal estatal. Luego, desde el comienzo hubo una acción casi instintiva contra la televisión privada. Se impuso la idea que la televisión, por su alcance masivo y su potencial para la democratización de la cultura, debía estar en manos de organismos públicos independientes. La aspiración fue crear una televisión que fuera a la vez educativa y público-cultural, en el sentido de elevar las condiciones de vida espiritual de las mayorías. No se quiso, en cambio, que el dinero y el poder privado pudieran «corromper» este medio, que así fue excluido del mercado y de la apropiación por los poseedores de capital. Conviene decir que este mode-


lo -de la televisión como servicio público- no fue una invención chilena ni representó una peculiar ideología estatista que pudiera haber estado en boga en nuestro país. Fue el modelo que siguió inicialmente la televisión en casi todo el mundo, aunque en los Estados Unidos de Norte América pronto dio paso a una televisión organizada privadamente. En Europa, en cambio, el modelo público persistió hasta los años 80 y sigue parcialmente en pie en varios países. En Chile, por una constelación de factores ideológicos, políticos, comerciales y técnicos, la idea de reservar la televisión a un puñado de operadores públicos o cuasi-públicos se desmoronó también a comienzos de los años 80, y dio lugar durante la década pasada a una nueva organización del campo, donde prima ahora la televisión privada y comercial, aun en el caso de los operadores cuasi-públicos como son los canales universitarios y el canal nacional. TERCERO Junto con el desplazamiento de un modelo por otro, estamos asistiendo además a la multiplicación de la oferta televisiva, con la diversificación de los canales VHF, la aparición de la televisión por cable y microonda, y la concesión de canales UHF que aún no empiezan a operar. En Chile se hallan otorgadas más de 170 concesiones, lo cual probablemente represente -al menos por ahora- una enorme sobredotación de canales en relación al tamaño del mercado nacional. Ha ocurrido pues en el campo de la televisión algo similar a lo que ocurrió en el campo de la enseñanza superior, donde contamos con más de 300 instituciones, muchas más probablemente de las que el país necesita o podría llegar a desarrollar y sostener con niveles apenas exigentes de calidad. La apertura del campo televisivo, incluso en su estado actual donde la gran mayoría de esas 170 concesiones no se han materializado y puesto a operar, constituye sin duda uno de los desarrollos más interesantes de los últimos años. Aumenta la variedad de la oferta, la diversidad de programas y las posibilidades del público de elegir. La presión competitiva se eleva asimismo, obligando a los canales a preocuparse por la reacción de los públicos, a innovar y a mostrarse pluralistas y respetuosos, si acaso desean ganar credibilidad y mantenerla. CUARTO Asimismo, se precia desde ya un efecto adicional de los cambios que han venido ocurriendo en el campo televisivo, cual es el ingreso de operadores de televisión de recepción limitada que en su mayoría actúan como “puerta de entrada” para programas transmitidos desde los Estados Unidos y Europa. Estamos aquí frente a un hecho nuevo, que supone una mucho mayor internacionalización del campo televisivo chileno y el contacto de nuestra cultura con culturas y visiones venidas desde el exterior. Hoy día es posible estar conectado diariamente a la CNN y recibir las últimas noticias del mundo a través de un servicio de televisión por cable o microonda, igual como es posible conectarse a un canal exclusivamente deportivo o al MTV que transmite ininterrumpidamente música juvenil. En otras palabras, la televisión está contribuyendo a la apertura del país; a reducir las fronteras, en este caso simbólicas, culturales y de lenguajes; y a incrementar el flujo de imágenes que nos van vinculando al resto del mundo. QUINTO Ese mayor número de canales que ha ingresado al mercado televisivo ha hecho aumentar significativamente también la oferta global de horas de programación televisiva. Sólo en lo que se refiere a televisión de libre recepción las horas anuales de programación han aumentado de 20.000 en 1990 a 49.000 en 1992. Este notable incremento de la oferta televisiva ha implicado una segmentación de la audiencia. En efecto, el aumento de los canales y horas de programación está llevando a que la masa de telespectadores se distri-


buya entre los diversos canales y programas, modificándose con esto la larga tendencia histórica que se verificaba desde el nacimiento de la televisión chilena hacia una concentración de la audiencia en torno a sólo dos canales hegemónicos. Actualmente las audiencias medias de los programas en los dos canales dominantes han caído, incluidos los programas prime time, lo que ha impuesto una disminución de las cotas máximas de audiencias de cada canal específico, como producto de la entrada de los nuevos canales a la competencia. Esta segmentación de las audiencias está teniendo sus primeros efectos de carácter económico al producir -también bajo la misma presión de las nuevas formas de medición electrónica de las audiencias- una redistribución del avisaje publicitario que financia a los canales. II LAS DINAMICAS FUTURAS DEL DESARROLLO DE LA TELEVISION CHILENA ¿Cuáles son algunas de las tendencias que emergen en este escenario y contribuyen a modelarlo? ¿Cuáles son las incógnitas principales de la televisión chilena que no nos permiten por el momento proyectar con certeza su evolución futura? 1. Una primera tendencia que podría acentuarse en el futuro es la segmentación entre telespectadores más homogéneos desde el punto de vista sociocultural e incluso geográfico. Este fenómeno ya aparece en el caso de la televisión de libre recepción y se refuerza con la rápida difusión de la televisión por cable, microondas y la televisión regional. El hecho que se consolide esta tendencia a futuro, haciendo posible que la televisión pueda dirigirse no sólo al gran público masivo de manera indiferenciada sino a públicos diferenciados en términos de gustos y perfiles socioculturales reviste gran importancia cultural. Posibilitaría una mejor adecuación de la oferta televisiva a las expectativas y demandas de los telespectadores, dando lugar a una mayor o más intensa competencia con sus necesarios efectos sobre la innovación y especialización de programas. Hay que tener en cuenta, adicionalmente, que el fenómeno de la segmentación marcará el futuro ordenamiento de la audiencia a escala mundial. Se trata, en otras palabras, de un fenómeno global, que opera transnacionalmente. Aún así hay que estar atento para verificar cómo esa tendencia se desarrolla e implanta en cada lugar. El fracaso de algunas televisiones paneuropeas es demostrativo que no cualquier iniciativa de especialización tiene éxito. 2. Otra incógnita que tendrá que dilucidarse es la del soporte económico-financiero de la televisión chilena y sus tendencias de desarrollo futuro. Se tendrá que ver si el mercado está en condiciones de sustentar el aumento de canales y de la oferta televisiva. De hecho, con el incremento de canales de libre recepción, el aumento de la televisión por cable y la amplia penetración del videocasette, la televisión generalizada enfrenta nuevos desafíos, especialmente fuertes para aquellos canales nuevos que ingresaron hace poco al mercado y para aquellos que deseen hacerlo en el próximo futuro. Son varios los temas que a este respecto pueden plantearse. El primero es si las tendencias futuras de evolución de la inversión publicitaria podrán asegurar el flujo de recursos necesarios para la operación de todos los canales existentes. Se debería poder determinar, a partir de esa tendencia de inversión, y suponiendo tasas relativamente altas de crecimiento, cuál es el límite máximo de canales viables y cuáles son los costos en calidad de programación implicados por las tendencias del financiamiento. Un segundo factor a considerar es si acaso los recursos financieros provenientes del abono o pago directo por parte de los telespectadores va a convertirse o no en una modalidad de financiamiento para la televisión chilena, ya sea bajo la forma de abono a una programación (pay TV) o de pago por los programas individualizados que se consumen (pay view). La pregunta es si esos recursos podrán a futuro financiar televisiones con nación que vaya más allá de la que ofrecen los actuales canales de


cable. Y por último, habrá que seguir de cerca la manera cómo evolucionan las tendencias de costos de producción de programas, por un lado, y por el otro, la baja del valor de las bandas publicitarias, producto de la caída de las audiencias medias. De ampliarse esa brecha podría llegarse al momento en que la calidad de la programación se deteriore, con la consecuente presión sobre los operadores para importar productos envasados de bajo costo. En suma, de estas tendencias del escenario económico de la televisión dependerán en gran medida la viabilidad de nuestra televisión y su calidad. 3. Un tercer desafío que deberá enfrentar nuestra televisión consiste en la manera de integrarse en el cuadro de una creciente globalización audiovisual, lo que en cierta medida se definirá por las modalidades de su inserción en los mercados externos. Si llegara a consolidarse la tendencia que parece estarse dando en otros países de compatibilizar una importante oferta de programación extranjera con una significativa oferta de programación local -se creará una condición positiva para la estabilidad de nuestro medio televisivo, que entonces podría actuar a la vez como foco importador y exportador de programas. Lo último requiere, sin embargo, que la televisión chilena se incorpore más decididamente a los procesos de internacionalización de la producción, cosa que está todavía lejos de ocurrir. 4. Un cuarto elemento que conviene tener a la vista es cómo la sociedad chilena va a enfrentar la regulación de un sistema televisivo afectado por cambios tan rápidos y profundos. Parece natural suponer que la sociedad chilena intentará mantener en el tiempo la opción actual de cautelar los derechos de los públicos frente a unos medios en los cuales ellos no tienen injerencia directa. Asimismo puede esperarse que se insistirá en la necesidad de cautelar en este campo ciertos valores que los chilenos han llegado a definir como núcleo de su propia convivencia, los cuales se hallan expresados en las leyes y las instituciones. El problema consiste aquí en saber cuál será el perfil de la orientación normativa que se adopte para regular a este cambiante sector. ¿Se tendrá una normativa rígida y detallada, corriendo el riesgo de imponer normas que inmovilicen al sector y que en poco tiempo se vuelvan anacrónicas? ¿O se establecerán normas genéricas y amplias con el riesgo de que pudiera abrirse un espacio para prácticas que luego el público y la sociedad rechazan, imponiéndose restricciones aún más fuertes como reacción? Volveremos sobre este último tópico un poco más adelante. 5. En fin, «está por verse» si la televisión chilena asumirá positivamente las condiciones que crea una mayor competencia de canales y una mayor segmentación de los públicos. ¿Se tornará, bajo las nuevas condiciones, más innovadora? De ser un medio típicamente masivo orientado hacia la homogeneización, la televisión chilena puede transformarse ahora en un medio capaz de seleccionar, dentro de una gran audiencia, una variedad de públicos-objetivos en términos culturales, sociales, de edad y preferencias estéticas. Esto permitiría que la televisión se incorpore y responda mejor a la creciente diversificación de los intereses del público, que a su vez se halla incorporado a múltiples procesos de diferenciación a medida que avanzan los procesos de modernización de la sociedad chilena. Aunque a futuro se continúe reuniendo una audiencia masiva en torno a algunos programas, la televisión está ahora en condiciones de dirigirse a segmentos especializados de audiencia, con positivos efectos desde el punto de vista de la diversificación del consumo cultural, la educación, la información de la opinión pública, el libre juego de las preferencias sociales y el desarrollo de un mayor pluralismo de valores, estéticas y sensibilidades dentro de la sociedad. III LOS EFECTOS INDIVIDUALES Y SOCIALES DE LA TELEVISION Cuando hablamos de efectos de la televisión nos referimos a los públicos y cómo reaccionan a los mensajes, tanto a nivel individual como social. La pregunta que se nos formula es relativa al «impac-


to» de la televisión sobre el desarrollo personal y sobre la identidad nacional, o sea, en las dos dimensiones de lo individual y lo colectivo. De entrada, puede decirse casi como un axioma que las funciones de los medios lo que se proponen hacer, esto es, los mensajes que transmiten- son menos amorfos y, por tanto, más evidentes e incluso accesibles, que los efectos y el «impacto». Tanto así que tradicionalmente las funciones de la televisión han recibido gran atención de parte de los estudiosos, en tanto que los efectos han sido más bien objeto de especulaciones, prejuicios y afirmaciones puramente intuitivas. Durante mucho tiempo este desbalance entre el conocimiento de la función y el desconocimiento de los efectos dio lugar a una suerte de mitología que consistió en creer que los poderes de la televisión eran avasalladores. Se llegó a pensar que los operadores de los medios podían manipular -a través de los mensajes- a los receptores, relegando a estos últimos a la condición de sujetos puramente pasivos, moldeables y homogéneamente expuestos a la apabullante fuerza de los mensajes transmitidos. Esta mitología ha hecho mucho mal al debate público sobre la televisión, pues ha llevado a algunos a pensar en la necesidad de proteger al consumidor y de poner frenos al supuesto poder devastador de los medios. La realidad, en cambio, parece indicar que los efectos de la televisión son, primero, muy distintos según las personas, como se percibe cada vez que se averigua sobre la reacción que provoca un programa en receptores individuales. No existen dos reacciones idénticas. Cada receptor es una persona que discrimina, filtra y atribuye sentidos a las imágenes que recibe; las incorpora a su mundo personal, las comparte con otros-relevantes, y las entreteje con las infinitas otras experiencias que constituyen la vida cotidiana de cada quien. En otras palabras, el receptor de mensajes de televisión no es un sujeto pasivo, moldeable y relativamente homogéneo sino un centro activo de vida, deseos, imaginación; socializado cada uno en su medio, con distintos valores y percepciones de las cosas; que comparte con otros experiencias distintas y tiene su propia concepción del mundo. Más bien, cabría partir del supuesto que la gente busca -y encuentra- en la televisión entretención e información, que es lo que la televisión entrega bajo distintas formas y a través de múltiples programas. Entonces, puede decirse -como diría cualquier manual sobre esta materia- que en cierto plano el efecto (nos divertimos) es el resultado de una de las funciones de los medios (la de entretener). ¿Pero basta esto? Ciertamente que no. Pues habría que saber cuánto y cómo nos divertimos cada uno, por ejemplo de cara a Sábados Gigantes. Con qué episodios y personajes nos identificamos, qué tipo de proyecciones de nosotros mismos hacemos en las distintas situaciones, cómo participamos emocionalmente de los dramas y las alegrías en que somos llamados a involucrarnos, etc. Luego, la cadena de efectos. ¿Qué sentido tiene pensar, en este ámbito, en un simple esquema de estímulos y respuestas? Pueden existir reacciones motivadas directamente por el mensaje, como cuando somos invitados, durante la Teletón, a depositar dinero en una cuenta bancaria. Pero se trata de una situación muy especial, en un día particular, con todos los canales convocándonos bajo un mismo mensaje, después de una larga y cuidadosa preparación emocional. Fuera de esas situaciones, ¿no hay que pensar, en cambio, en cadenas infinitamente complejas de funciones y efectos, de estímulos y reacciones? Se trata, además, muchas veces, de «efectos buscados». Así, está quien decide ver una película de terror el sábado por la noche para experimentar una particular sensación de suspenso y miedo, igual


como hace quien decide leer a la PD. James o la Patricia Highsmith. Queremos decir: el llamado «impacto» de la televisión no nos sorprende necesariamente, ni salimos a su encuentro como desprevenidos y vulnerables objetos. La mayoría de las veces seleccionamos, lo buscamos y lo integramos a esa cadena de efectos a la que recién aludía. Asimismo, los efectos de la televisión son seguramente distintos según el contexto y tipo de programas. Una cosa es ver fútbol ocasionalmente como un observador apenas interesado; otra cosa es ser fanático hincha y ver al equipo de mis amores en compañía de un grupo de amigos igualmente fanáticos. Así como distinto es el efecto de un «teleevangelista» sobre su audiencia que el efecto de un político que participa en un programa de debates. Otra cosa, por completo distinta, son los efectos colectivos de la televisión; por ejemplo sobre el electorado antes de una votación o sobre el desarrollo de lo que solemos llamar nuestra identidad nacional. Tampoco aquí el conocimiento de la función va acompañado por un conocimiento similar sobre los efectos. Que lo digan, si no, los publicistas, tanto comerciales como políticos. Hubo quienes estimaron bajo el régimen pasado, por ejemplo, que debido al incontrarrestable poder de una televisión oficialista sería licito esperar un público dócil a la hora de consumir los noticieros de la televisión. Sin embargo el más oficialista de los informativos fue consistentemente el que más bajos ratings de recepción obtenía, precisamente porque su descrédito era mayor y menor su credibilidad. Más difuso es el efecto colectivo -que sin duda existe- de campañas televisivas bien orientadas, como pueden serlo aquellas en torno a problemas de violencia y seguridad ciudadana o en torno a los problemas de la contaminación. Aquí, sin embargo, lo importante es saber si en ausencia de hechos reales y numerosos de violencia, por ejemplo, podría un canal sostener una campaña noticiosa en torno a hechos aislados y escasos de violencia y hacerlos aparecer como una situación masiva de incertidumbre e inseguridad. Lo más probable es que en un campo televisivo abierto, con variedad de ofertas y control por el mercado de la credibilidad de los canales, eso no fuese posible, y un canal que se aventurase en tal dirección saliera pronto derrotado. Luego, puede ser que la televisión logre aumentar o intensificar la conciencia colectiva sobre ciertas situaciones, pero por lo general, nos atrevemos a pensar, se tratará de situaciones que existen realmente y que causan preocupación. Lo que en este caso hace la televisión es crear un vínculo social mediante mensajes, tornando una situación difusa en un asunto público de envergadura, lo que de hacerse con responsabilidad es una contribución al debate público y a la solución de los problemas, y no una amenaza para la libertad o la democracia. Más complejo todavía es el caso de los efectos de la televisión sobre lo que llamamos identidad nacional, entre otras cosas porque tal término remite nada más que a una construcción simbólica y de lenguaje, no existiendo nunca algo que podamos -todos los chilenos- compartir como «nuestra identidad nacional». Lo que la televisión hace sin duda, y hace progresivamente más y más, es poner en contacto nuestra cultura -con todos sus varios componentes de clase, edad, región, sexo, creencia y valor- con componentes variados de la cultura norteamericana, europea y del resto de los países de América Latina. Hay quienes ven ese movimiento de apertura con aprensión y lo miden como un empobrecimiento de lo «nuestro», como una fatal pérdida, un desdibujamiento de nuestras tradiciones, valores, idioma y demás maneras de diferenciarnos de los demás. Hay, por el contrario, quienes vemos ese desplazamiento de lo parroquial a lo universal, de lo folklórico a lo masivo, de lo nacional a lo internacional, como una gran oportunidad para enriquecer nuestro mundo, aumentar nuestra participación en la mo-


dernidad y caminar hacia un mayor pluralismo. Lo importante aquí, nos parece, es cuánto podemos nosotros aportar a ese encuentro de las culturas y el diálogo entre diversos lenguajes, pueblos, tradiciones, creencias, razas y desarrollo. Como en todo lo demás, dependemos también en el campo de la televisión de nuestras propias capacidades para exportar e integrar, sin vernos transformados meramente en un punto fugaz de encuentro, casi como un aeropuerto, dentro de un gran mercado internacional si acaso queremos desarrollarnos como país. Ni podemos tener país si apenas estamos en condiciones de ser un punto de tráfico en el mercado internacional. De allí que decíamos antes que la internacionalización puede ser recibida como un signo positivo en el campo de la televisión, en la medida que nosotros mismos tengamos capacidad de desarrollar nuestras potencialidades internas, y tengamos voz propia y mensajes nacionales en ámbitos relevantes para la cultura: en la literatura y el arte, en las ciencias, en el mundo de los servicios y de la producción. IV LOS PROBLEMAS ÉTICOS QUE PLANTEAN DICHAS DINÁMICAS Y EFECTOS Por último, nos corresponde reflexionar sobre ética y televisión. A este respecto quisiéramos hacer nuestro planteamiento en torno a tres líneas convergentes de argumentación. Primero.- Lo más medular y crucial, pensamos, en el campo de la televisión como en cualquier otro ámbito de la cultura, es la libertad de los actores del campo para producir, transmitir y difundir y la libertad de los públicos para elegir y recibir. Allí reside el núcleo de la comunicación cultural. Más aún: no hay cultura sin libertad. ¿Qué supuestos hacen posible la libertad en el campo televisivo? Mencionaremos rápidamente algunas condiciones imprescindibles: pluralidad de medios con propiedad diversificada, por tanto no control monopólico de los mismos; libertad de expresión, por ende ausencia de censura previa: y diversidad de ofertas programáticas, por tanto, no dirigismo de ningún tipo en materias de televisión. Segundo.- Si la libertad es el eje horizontal en estos asuntos, la cruz que sostiene al campo en una sociedad democrática debe completarse con el eje vertical de la responsabilidad de los actores que en él operan y la responsabilidad de los públicos e individuos que participan desde el lado de la recepción. Desde el ángulo de este segundo eje, que es donde surgen las mayores disputas en torno a cómo asegurar la responsabilidad ética en el funcionamiento de los canales y en la recepción de mensajes, cabe distinguir tres modelos que ofrecen una respuesta relativamente coherente a los desafíos existentes. El modelo dirigista o controlista sostiene que la responsabilidad sólo puede garantizarse bajo la forma de una tuición o tutela sobre los canales, los cuales idealmente deben estar todos, además, en manos de un sólo operador, habitualmente el gobierno. De este modo, son funcionarios políticamente designados los que garantizan la orientación de la televisión, seleccionan los programas y buscan controlar los efectos, sin permitir el libre juego de la diversidad y el ejercicio responsable de los productores y transmisores. Este esquema, típicamente totalitario y autoritario, está desprestigiado en casi todas partes del mundo y puede estimarse que sólo podrá existir, en adelante, como excepción y bajo circunstancias de fuerza. El modelo de responsabilidad pública, en cambio, sostiene que la televisión debe estar en manos de órganos independientes del Gobierno pero que ofrecen un servicio generalizado, bajo administración de un grupo que goza de autonomía para dirigir y programar sus canales y bajo la fiscalización del


Parlamento. Una parte significativa de la televisión europea, incluso de sus expresiones más aventajadas como la BBC de Gran Bretaña se han desarrollado bajo este modelo que la ciudadanía ha estado dispuesta a apoyar a través del sistema impositivo. Por último, el modelo de mercado hace recaer la responsabilidad de las interacciones que se producen entre oferentes privados de mensajes y los demandantes-receptores en estos últimos, los cuales «obligarían» a los canales a ser responsables por sus emisiones a través de los premios y castigos reflejados en los ratings. En el modelo dirigista los públicos no intervienen en la decisión de los canales y estos asumen, por lo general, un papel ideológico-educativo de masas, que puede prolongarse hasta la indoctrinación. En el modelo de responsabilidad pública los canales tienen frente a sus públicos la autonomía que les proporciona la base de subsidios entregados por el Estado, y pueden por eso crear canales de minoría, como son algunas televisiones culturales europeas. Pero están sujetos a las demandas del público cada vez que procuran masificarse o necesitan competir con canales privados, como ocurre hoy día en casi todos los países de Europa. Por último, en el modelo de mercado el supuesto es que los canales responden a la demanda de sus públicos, y que la responsabilidad nace de su sintonía con esa demanda; sería por tanto, una responsabilidad cuasi-plebiscitaria, pues cada programa emitido está sujeto al plebiscito del rating. Por último, la tercera línea de este argumento. Es fácil apreciar cómo en estos días la mayoría de los países se encaminan hacia una modalidad mixta de control de la televisión, donde se combinan mecanismos de mercado y del modelo de responsabilidad pública. La pregunta contemporánea ha llegado a ser, por lo mismo, no cuánto mercado en el campo televisivo sino, más bien, cómo intervenir en ese mercado -de suyo expansivo y dinámico- en nombre de la responsabilidad pública o de la regulación ética de la sociedad. Los argumentos para esa intervención son, a nuestro juicio, poderosos. Citaremos aquí dos que nos parecen de la mayor envergadura. En primer lugar, existe la necesidad de cautelar los derechos de los públicos frente a unos medios respecto de los cuales ellos no tienen injerencia directa. Sobre todo pensamos aquí en los sectores de públicos más expuestos por cualquier motivo que sea, como son los niños, las poblaciones regionales, las minorías étnicas, etc. Así, por ejemplo, en casi todos los países donde prima un modelo de mercado existen normas que regulan la programación exclusivamente para adultos en los canales de libre recepción, o que protegen, de alguna manera, a los niños frente a la exposición a programas de violencia extrema o extrema truculencia. En seguida, existe la necesidad de cautelar ciertos valores que las sociedades han llegado a definir como un núcleo de su propia existencia, y que se hallan expuestos en sus leyes e instituciones, como pueden ser los valores de la democracia, de la igualdad entre las etnias o del respeto sexual. Es evidente que la intervención en los mercados televisivos en nombre de la responsabilidad pública, en cualquiera de esos dos frentes, sea para proteger derechos fundamentales de los públicos o para cautelar valores básicos de la sociedad, es un asunto en extremo complejo. Quién, cómo y cuándo debe hacer esas intervenciones y con qué efectos es algo que se discute apasionadamente en la mayoría de


los países que han optado por una sistema mixto, donde se combinan el modelo de mercado y el modelo de responsabilidad pública, como es el caso de Chile. Tan intenso debate se explica porque nuestras sociedades son plurales y diferenciadas, incluso en el plano de los valores y de las percepciones. No es fácil ponerse de acuerdo sobre qué valores cautelar o con qué medios proteger los derechos de los públicos. No es fácil, tampoco, decidir a quiénes entregar esa función y con qué medios dotarlos para que la cumplan. Existen además, innumerables problemas técnicos para desarrollar cualquier tipo de regulación de esta naturaleza. ¿Cómo abordar, por ejemplo, el problema de los canales pagados, por tanto de recepción limitada, donde un individuo privado contrata con un operador privado un determinado servicio? Para qué decir que aún más complejos que los problemas técnicos son los problemas relativos a los criterios a ser aplicados para el desarrollo de esas funciones regulatorias. Por ejemplo, ¿dónde trazar la línea de demarcación entre lo que es erotismo de nivel masivo y pornografía «light» o liviana? ¿Cuándo la violencia manifestada en una película empieza a ser excesiva y pudiera atentar contra los derechos de los niños a no ser sujetos a una exposición cruel a la misma? ¿Cómo separar lo que es una representación de situaciones existentes en la sociedad -por ejemplo el divorcio, las madres solteras, etc.- de lo que algunos acusan, en cambio, de ser una promoción de esas situaciones o, al menos, su justificación tácita? En fin, más que moverse entre el mercado y el Estado, problema que empieza a ser del pasado, la televisión hoy día se mueve entre la libertad que necesita y debe tener y la regulación que la sociedad reclama y tiene derecho a obtener. No hay caminos fáciles ni expeditos para llegar a puntos de equilibrio. Ni tampoco una vez alcanzados esos puntos, permanecen por mucho tiempo, pues las sociedades y sus culturas evolucionan y cambian, cada vez con mayor intensidad. De allí que exista, a nuestro juicio, un único punto de equilibrio que en cualquier caso necesita ser alcanzado, cual es el del ejercicio responsable de la máxima libertad para crear, transmitir, innovar y difundir y para recibir y criticar. En términos institucionales puede llamarse a ese sistema uno de autorregulación, por cuanto son los propios actores del campo -tanto desde el lado de los emisores como de los públicos- los que ejercen responsablemente sus papeles, al mismo tiempo que la sociedad interviene en nombre de la responsabilidad pública mediante dispositivos adecuados que favorecen desarrollar esa autorregulación. Algo así, imaginamos, debiéramos construir en Chile sin dejarnos tentar por los expedientes dirigistas ni dejarnos arrastrar hacia modalidades de completa desrregulación, extremos ambos que -tal es nuestra esperanza- estamos aprendiendo a evitar.


LA TRANSNACIONALIZACIÓN Y MERCANTILIZACIÓN DE LAS TELECOMUNICACIONES. EL CASO DE MÉXICO Eduardo Barrera Herrera LA CONCESIÓN: OBRA EN TRES ACTOS Primer acto.- En una época en la que se debate el libre comercio un legislador se opone a dicha apertura argumentando que: ...los ciudadanos trabajadores están condenados a ser meros instrumentos pasivos de producción para el lucro exclusivo de los capitalistas... (y que) al decretar la libertad de comercio, industria y otras franquicias se hacen enormes concesiones a los extranjeros, sin pensar en la imposibilidad para nuestra industria de competir con ellos en virtud de tres siglos de atraso, monopolio y servidumbre1. Segundo acto.- Un compañero de legislatura explota la concesión del servicio de telecomunicaciones más avanzado del momento. El nuevo prestador de servicios subraya el papel que jugará dicho servicio para el desarrollo de la industria y el comercio en México. Tercer acto.- Aunque en la concesión se señala que en dicho servicio no podrán participar capitales extranjeros, el legislador obtiene apoyo financiero clandestino de inversionistas de Nueva York. Aunque el episodio anterior tiene sorprendentes similitudes con la explotación de la telefonía celular, las redes digitales o los satélites de comunicación en la era del Tratado de Libre Comercio, es una descripción de la postura del liberal Ponciano Arriaga y la concesión de telegrafía otorgada al español naturalizado mexicano Juan de la Granja en la década de los 1850s.2 Este ejercicio tiene por objeto analizar las telecomunicaciones en México como mercancía y como bien de capital a partir de la identificación de las fuerzas endógenas y exógenas que han desarrollado y moldeado esta infraestructura, examinando a profundidad la privatización de Teléfonos en México. LAS TELECOMUNICACIONES COMO MERCANCÍA Las telecomunicaciones han sido descritas como la infraestructura clave en la llamada era de la información. La concepción de esta infraestructura como factor de desarrollo económico y social ha persistido en el uso de analogías con la infraestructura de transportación. La nueva administración Clinton en los Estados Unidos utiliza el término «carretera electrónica» para describir un proyecto de redes de servicios integrados para impulsar la investigación, desarrollo y transferencia de tecnología. Dicha etiqueta no es nueva, habiendo sido utilizada por un periodista norteamericano hace casi un cuarto de siglo al especular sobre los usos potenciales de la televisión por cable con capacidad interactiva3. A pesar de la continuidad en la nomenclatura, hay enormes diferencias en las premisas y concepciones más de dos décadas después. La «carretera electrónica» de Smith era concebida como un bien público que suponía la aplicación del principio de acceso universal que rige al servicio telefónico en ese país. Esta idea original preveía una sociedad donde se utilizarían las nuevas vías bidireccionales para sufragar, estudiar, vender, comprar y realizar otras transacciones desde el hogar. La actual concepción ha abandonado la idea de las telecomunicaciones como servicio público y puede seguir utilizando la misma etiqueta con la diferencia de que ahora se trata de una autopista de cuota a la que hay un acceso desigual por parte de los diferentes estratos socioeconómicos.


La mercantilización de las telecomunicaciones en México ha traído como consecuencia la privatización y transnacionalización de la infraestructura lo que afecta negativamente a los pequeños usuarios y a los demandantes de servicios básicos. El primer signo de esta tendencia a estructurar mercados de servicios fue la comunicación satelital. El Sistema Morelos consistía en dos satélites híbridos (bandas C y Ku) lanzados en 1985 por el gobierno federal después de haber enmendado la constitución para reservar al Estado dicha actividad y apropiarse del proyecto satelital de Televisa. La inversión de 220 millones de dólares de un país endeudado fue justificada aludiendo la implementación de proyectos de telefonía rural, telemedicina, educación a distancia, etc. Actualmente, los dos satélites están saturados primordialmente por señales de televisión y datos, después que durante el primer tercio de su vida útil eran tremendamente subutilizados, ocupándose sólo una cuarta parte del sistema. De las aplicaciones mencionadas al justificar la inversión hubo sólo esporádicas videoconferencias entre hospitales infantiles. El próximo año serán lanzados los satélites Solidaridad, los cuales han sido diseñados y planeados con una orientación abiertamente comercial. Telecom, la empresa paraestatal que opera la comunicación satelital, tiene ya garantizada la demanda para los 14 años de vida útil de dicho sistema por parte de usuarios a lo largo del continente, incluyendo Chile. La segunda área del sector telecomunicaciones en seguir una orientación eminentemente comercial fue la telefonía celular, caracterizada por la falta de regulación y cuyo concurso resultó en más de 140 ofertas a la Secretaría de Comunicaciones y Transportes. La asignación de concesiones se llevó a cabo tras dividir el territorio nacional en nueve regiones, reservando una banda a Telmex a través de Dipsa, una de sus subsidiarias. Dentro de los inversionistas nacionales figuran poderosos grupos como IUSA, TAMSA y Protexa. Por parte de los inversionistas extranjeros destacan Bell Canada, Bell South, Motorola y Mitsubishi. Los usuarios del servicio telefónico básico han sufrido el abandono de una concepción de éste como servicio público. Las tarifas telefónicas han sufrido incrementos sin precedentes en lo que se refiere al servicio medido y la larga distancia nacional, mientras que la larga distancia internacional ha tenido reducciones. Este cambio afecta negativamente no sólo a los usuarios de bajos ingresos que tienen que destinar una porción significativamente mayor del presupuesto familiar en términos relativos y absolutos sino que descalifica a un gran segmento de la población que demandaba dicho servicio y al que le resultaría prácticamente imposible pagarlo. Los cambios obedecen a la nueva política tarifaria basada en costos que sustituye a la antigua política tarifaria basada en la demanda Las nuevas tarifas recaen en la parte más cara del sistema (red local) liberando a los usuarios de larga distancia internacional, cuya demanda había crecido a una tasa anual del 50 por ciento, que es cinco veces superior a la de la larga distancia nacional. Esta transformación es parte de un fenómeno más amplio que se cristaliza en la reprivatización de Teléfonos de México en 1990. Un análisis más detallado de las circunstancias que rodearon la venta de una de las compañías revela los factores endógenos y exógenos que han moldeado el sector de telecomunicaciones en México. DEL ENDEUDAMIENTO A LA DESNACIONALIZACIÓN: LA REPRIVATIZACIÓN DE TELMEX Telmex no es ni la primera ni la última compañía telefónica que se ha privatizado en América Latina. Chile fue el primer país de la región en llevar a cabo la desincorporación de Entel y CTC en 1988. México y Argentina la siguieron a finales de 1990 y Venezuela en 1991. Otros países de la región que


privatizaron el servicio telefónico incluyen a Jamaica, Bermudas, San Kitts y Belice. Uruguay, Perú y Costa Rica ya han iniciado dicho proceso. Los análisis de las políticas nacionales de telecomunicaciones y el rol de organismos internacionales tienden a plantear la privatización de las telecomunicaciones aislando el sector del contexto económico general y como un fenómeno inminentemente ideológico5. Bajo esta concepción el neoliberalismo económico y el neoconservadurismo político serian exportados por las economías centrales y las organizaciones internacionales dominadas por estos hacia el Tercer Mundo, resultando en la mercantilización, privatización y desregulación de las telecomunicaciones. El fenómeno de desincorporación no es exclusivo del sector telecomunicaciones. En 1991 subsistían en México sólo el 18 por ciento de las 1,155 empresas paraestatales que existían en 1982. Por otro lado, la aplicación del neoliberalismo en la región no ha sido sólo producto de la exportación de una ideología, aunque se haya dado una difusión orquestada por organizaciones como el Banco Mundial, el FMI y la USAID. Aunque dichas políticas anteceden al abierto activismo en el seno de dichos organismos6 y su difusión es efectiva sólo cuando se presentan condiciones materiales apropiadas. Estas condiciones aparecieron en la crisis de la deuda externa de América Latina que estalló en 19827. La deuda externa de América Latina es generalmente aceptada como válida en los círculos académicos y oficiales y se debate solamente acerca de las condiciones y términos del pago de la misma. Concepciones alternativas ven los orígenes de la deuda en la crisis petrolera de los setentas al establecerse mecanismos para transferir valor de los consumidores occidentales a los capitales occidentales vía petrodólares. Estos se invirtieron en actividades especulativas y se disminuyeron las importaciones no petroleras creando un déficit comercial en América Latina. Esto dio lugar a que el FMI iniciara la batalla contra las «rigideces estructurales» como sindicalismo e indexación de salarios. Los países deudores tuvieron que renegociar, siempre con la previa aprobación del FMI que imponía severas reducciones en el gasto público, eliminación de subsidios, «desnacionalización y privatización para romper la cuña de los trabajadores con el Estado»8. En 1985 el gobierno norteamericano presentó el Plan Baker en una reunión del FMI. Este constituía el primer esfuerzo por tratar de manera integral la deuda externa del Tercer Mundo. Diez de los 18 países involucrados eran latinoamericanos y deberían abrir sus economías a la inversión extranjera y privatizar las empresas paraestatales9. El Plan Baker fracasó por la falta de apoyo de la banca comercial y la oposición de gobiernos como los de Brasil y Perú. El Plan Brady sustituyó al anterior en 1989 añadiendo algunas medidas para el alivio de la deuda y el servicio de la misma como los «swaps» de deuda por equidad puestos en práctica desde 1985 por Chile y sus acreedores10. México fue el primer país en renegociar la deuda bajo el nuevo esquema incluyendo la continuidad de «swaps» tras haberlos suspendido en 1987, siguiéndole Venezuela y Costa Rica. La relación entre deuda-renegociación-privatización de telecomunicaciones como patrón se repite en los países latinoamericanos. Aunque no en todos los casos se utiliza el mecanismo de «swaps» en la operación de venta, en el caso mexicano fue utilizado directamente11. El 9 de diciembre de 1990 el Secretario de Hacienda y Crédito Público anunció que el 20.4 por ciento del capital social de TELMEX se adjudicaba al bloque integrado por el Grupo Carso (encabezado por Carlos Slim), la France Cable and Radio (filial de France Telecom) y Southwestern Bell en 1,757.6 millones de dólares. Con ello se ponía fin a 18 años de una telefonía operada por el Estado y 32 de estar en manos nacionales. Se ponía fin también a una subasta donde llegaron a la etapa final sólo otros dos grupos integrados por Acciones y Valores de México12, GTE Telephone Corporation y Telefónica de España13, cuya postura fue inferior en un 4 por ciento a la del ganador y el Grupo Gentor sin compo-


nente extranjero. En el camino había quedado la casa de Bolsa Inverlat, así como una larga lista de compañías extranjeras: Nynex International, Bell Canada, Nippon Telephone and Telegraph (NTT), Cable and Wireless, Singapore Telecomm, United Telecommunications, U.S. Sprint y el Citybank. Todos los anteriores presentaron posturas formales a partir del anuncio de la desincorporación de TELMEX hecho por el propio Presidente de la República en una asamblea general del Sindicato de Telefonistas de la República Mexicana el 18 de septiembre de 1989, mismo mes en el que se concluyó la renegociación de la deuda bajo el Plan Brady. La decisión de Salinas fue el desenlace de una especie de danza en la cual por espacio de más de dos años diferentes funcionarios parecían turnarse para desmentir la posible venta de la compañía. Las negativas que alternadamente hicieron el titular de la SCT, tres sucesivos directores generales de la empresa, miembros del gabinete económico, el Secretario General del Sindicato y el propio Presidente de la República fueron para apagar el rumor de que TELMEX sería añadido a la lista de empresas paraestatales que fueron desincorporadas durante la gestión de Salinas como titular de la SPP. Dichas aseveraciones se originaron en la VII Reunión Corporativa de Planeación en diciembre de 1987, cuando Carlos Cassaús, Sub-director de Planeación Estratégica, presentó dicha idea en la ponencia «El cambio estructural en TELMEX». En mayo de 1988 el entonces candidato Salinas se encargó de dar fuerza a los rumores cuando presidió el foro «Retos a la Modernización: del Sector Industrial, Infraestructura Nacional y Telecomunicaciones e Informática» en Monterrey. En dicho foro, empresarios regiomontanos propusieron la reprivatización de TELMEX a lo que el candidato respondió que existía un serio y preocupante atraso en los servicios telefónicos y expresó que en lo general coincidía con las ponencias. Aunado a lo anterior debe recordarse la campaña en los medios masivos orquestada contra TELMEX, entre los que sobresalieron Televisa y los diarios Novedades y El Norte. Dicha campaña fue tan efectiva en insistir en la ineficiencia de TELMEX que publicaciones como The New York Times y Telephony hicieron eco de ella en el extranjero. Coincidentemente detrás de la televisora privada y el diario capitalino figuraba prominentemente Rómulo O’farril, quien era uno de los principales accionistas de la compañía antes de convertirse en paraestatal en 1972 y es uno de los flamantes socios de Carlos Slim. Caso único en la historia de la publicidad oficial en México fue la contribución del propioTELMEX mediante desplegados que anunciaban que la empresa no había alcanzado metas de instalación, operación y mantenimiento. Esta campaña de desprestigio jamás hizo alusión al hecho de que la empresa era sumamente rentable, alcanzando márgenes de utilidades de 40 por ciento y siendo la compañía que mejor cotizaba en la Bolsa Mexicana de Valores Slim está considerado como el empresario número 54 de México y tiene intereses en más de 43 empresas entre las que destacan Inversora Bursátil (Inbursa), Sanborn’s, Frisco, Cigarros La Tabacalera, Compañía Hulera Euzkadi, Fábricas de Papel Loreto y Peña Pobre y Segumex. No sorprende el hecho de no haber recurrido a capitales no especulativos y más establecidos como se hizo en Argentina con el naviero/banquero/petrolero etc. «Goyo» Pérez Companc o a compradores «naturales» en el sector como Televisa, cuya participación fue vetada. Esto se explica por el hecho de que Salinas ha utilizado la desincorporación del sector paraestatal para reajustar la correlación de fuerzas económicas, creando una nueva generación de capitalistas limitando el crecimiento doméstico de los viejos capitales. El caso de Televisa es claro ya que no sólo no se le permitió presentar postura para la adquisición de TELMEX y se le rechazó la propuesta para que los satélites Solidaridad tuvieran transpondedores para DBS, sino que se alentó el crecimiento del Grupo Vargas otorgándole concesiones sin previo concurso y anunciando la desincorporación de las dos televisoras estatales en un paquete que incluye el diario El Nacional y la Compañía Operadora de Teatros (COTSA). Después de un sexenio de haber crecido sólo en el extranjero, Televisa recibió


finalmente la concesión de varias decenas de televisoras locales a unos días de hacer una contribución multimillonaria para la campaña presidencial del partido oficial que dará inicio en los próximos meses. La misma prominencia de Carlos Slim en Telmex es engañosa, ya que aunque fue el principal comprador en la operación de diciembre de 1990 y frecuentemente se cita su adquisición del 28.2 por ciento de las acciones AA, la mayoría de las acciones de Telmex no está en manos mexicanas. La compra del 49 por ciento de dichas acciones por parte de las dos compañías extranjeras y su posterior compra de acciones A y L aunadas a la venta de nuevos paquetes de acciones en mayo de 1991 y 1992 hacen que la inversión extranjera ascienda a un total del 55.7 por ciento. Más de un siglo después de que la ITT inició la industria telefónica en México seguida por L.M. Ericsson en 1907, el círculo se ha cerrado y según estimaciones del propio Banco Mundial, el 90 por ciento de las utilidades fluyen hacia afuera del territorio mexicano15. UN NUEVO PUNTO CIEGO: LAS TELECOMUNICACIONES COMO BIEN DE CAPITAL La mayor parte de las publicaciones críticas sobre las tendencias de las telecomunicaciones en América Latina tienden a denunciar, como en líneas anteriores, la aplicación de políticas neoliberales en el sector. Vistas de esa manera, las telecomunicaciones son aisladas del contexto económico general y estudiadas sólo como una industria en sí y para sí. Sin embargo el acelerado desarrollo tecnológico del sector obedece, no a dinámicas internas o del mercado general, sino a las demandas de los sectores secundario y terciario. James Carey ha señalado que desde el desarrollo del propio telégrafo las telecomunicaciones se desarrollan primero como un bien de capital antes de convertirse en un artículo de consumo general. En el caso mexicano, la gran transformación tecnológica que ha ocasionado los cambios en políticas tarifarias y por consecuencia las políticas de acceso es la digitalización de la red telefónica.Aunque fue la banca nacional la que primero solicitó líneas digitales de alta velocidad para la transmisión de datos, fue la industria maquiladora de exportación la que presionó fuertemente para tener un flujo transfronterizado de datos confiable16. La revolución de comunicaciones en México se gesta en 1985, no sólo porque coinciden el lanzamiento de los satélites Morelos y la introducción de equipo digital en el Distrito Federal para sustituir la red demolida por el terremoto. Ese es el año en que la General Motors -con 30 plantas en territorio mexicano- inicia un amplio proceso de reestructuración corporativa basada en una mayor globalización de la producción y en las flexibilidades tecnológica y organizativa aunadas a la espacial. Esta reestructuración incluyó la consolidación de «alianzas estratégicas» con compañías japonesas así como la adquisición de empresas líder en los ramos de comunicación satelital y procesamiento de datos. Esta última fue la compañía Electronic Data Systems (EDS) comprada al petrolero texano Ross Perot. Esta nueva subsidiaria vino a intensificar las necesidades de telecomunicaciones avanzadas de General Motors y a revolucionar la estructura del sistema telefónico nacional. EDS desarrolló para la corporación un sistema denominado «manufactura sincrónica» el cual era imposible de llevar a la práctica en México en las condiciones de los servicios de telecomunicación prestados por TELMEX. Fue la presión directa de EDS a nombre de la corporación sobre la SCT la que hizo que se creara un área para prestar atención especial a los grandes usuarios en la industria maquiladora Este nuevo órgano en combinación con la ATT diseñó una red digital de líneas de alta velocidad que cubriría 15 ciudades, es decir, aquellas que contaban con mayor presencia de plantas maquiladoras. Esta red se convivió en la Red Superpuesta con la adición del Distrito Federal y otras ciudades.


Las telecomunicaciones avanzadas han permitido no solamente la implementación de prácticas de producción flexibles, sino la ‘compresión’ del espacio entre las plantas y las oficinas corporativas ubicadas en ‘ciudades transaccionales’. Este ‘acercamiento’ ha hecho que muchas de las decisiones que antiguamente se tomaban en la misma línea de producción se puedan tomar a más altos niveles corporativos. La decisión de acelerar el ritmo de producción es tomada en la planta en solamente una de cuatro plantas. Los despidos masivos son decididos en el lugar en sólo una de cada cinco maquiladoras. De 33 plantas con enlaces privados establecidos antes de que Telmex desarrollara la infraestructura adecuada, todas lo utilizaban para control de inventario, mientras que un 95 por ciento lo hacen además para fax y correo electrónico. La aplicación directa en la producción se efectúa en el 90 por ciento de los casos y una tercera parte está en proceso de establecer sistemas para la transmisión y recepción de video. Aunque los robots son utilizados sólo por una sexta parte y estos casos dependen de telecomunicaciones avanzadas sólo uno en cinco, prácticas de producción como el Justo-a-tiempo (JIT) y los círculos de calidad están presentes en cuatro de cada cinco plantas. El JIT generalmente se encuentra en forma muy imperfecta ya que para ser auténtico requiere de la comunicación en tiempo real y proximidad física con el proveedor, mientras que la mayoría reportó que las telecomunicaciones no eran indispensables para dicho sistema. Por otro lado, las máquinas de control numérico por computadora (CNCs) estuvieron presentes en tres de cada cuatro casos y las telecomunicaciones no fueron consideradas indispensables. Más de la tercera parte reportó alguna actividad de investigación y desarrollo, de las cuales la mitad señaló que requerían telecomunicaciones. Otra estrategia de producción flexible es el incremento en la redundancia mediante el establecimiento de plantas paralelas que cumplan la misma función dentro de la corporación. Esto permite a las firmas con ciclos de producción cortos manejar contingencias como manos de obra, costos y mercados. En sólo el 18 por ciento la planta es única dentro de la corporación, con un número similar teniendo operaciones paralelas en México, mientras el 60 por ciento las tienen en Estados Unidos y sólo una está en la Cuenca del Pacífico. CONSIDERACIONES FINALES Los organismos internacionales que promueven la privatización de las telecomunicaciones en el Tercer Mundo han puesto como ejemplo de éxito a México. Sin embargo, México es también paradigma de las telecomunicaciones que con una orientación eminentemente comercial pierde el antiguo carácter de servicio público. México es también ejemplo de las telecomunicaciones que se convierten en un componente clave del nuevo paradigma tecnológico de producción flexible que dota al capital transnacional de una flexibilidad geográfica que le permite manipular los diferentes mercados laborales nacionales. El capital transnacional apoyado en las telecomunicaciones avanzadas es no sólo el vampiro u hombre lobo descrito en El Capital, sino el usurpador de la figura del fantasma que recorre el mundo. NOTAS.1. 2. 3. 4. 5. 6.

James Cockcroft (1979), pp 51-52. Rafael Mendez Moreno (1967). Ralph Lee Smith (1970). El porcentaje bajo el monto de millones de dólares representa las acciones que se reservan para el Estado. Mosco (1989), Samarajiva (1990) y Hills (en prensa). Hills (en prensa) señala la presencia de ideólogos proponentes de privatización en el Banco Mundial desde los


1960s. Es preciso recordar que, si bien los regímenes de Salinas, Menem y Pérez fueron precedidos por el Reaganismo y el Tatcherismo, estos fueron a su vez precedidos por Paul Volker en la Reserva Federal de los Estados Unidos en 1978 iniciando el desmantelamiento del fordismo global. 7. La crisis de la deuda externa de los 1980s es en realidad la cuarta en la región. Las crisis anteriores ocurrieron en los 1820s, 1870s y 1930s. 8. Harry Cleaver (1990), p. 31. 9. El Plan Baker requería que la banca comercial y los países industrializados otorgaran créditos por 700,000 millones y 300,000 millones de dólares respectivamente. 10. Un swap consiste en la venta de documentos de deuda por las instituciones acreedoras a un precio inferior al normal. Los inversionistas, generalmente compañías transnacionales, negocian con el banco central del país deudor el canje del documento por una inversión en equidad a un valor igual o inferior al nominal. El primer “Swap” en la historia se realizó en 1885, cuando el gobierno de Costa Rica cedió acciones en los ferrocarriles a cambio de deuda 11. Crosse (1992) Tandon (1992) agrega que ocho meses antes de la venta Telmex adquirió 670 millones de dólares de bonos del gobierno mexicano de un banco internacional por 291.4 millones. 12. Esta operadora de bolsa pertenece a Roberto Hernández, mismo que se adjudicó el banco más grande del país sólo unas semanas después de haber perdido Telmex. 13. Telefónica Española ya participa del mercado latinoamericano en Argentina, Chile, Venezuela y Puerto Rico e intenta entrar a Paraguay y Uruguay. 14. Compañías con ventas superiores a los 1,000 millones de dólares para 1989. Las apreciaciones son para el periodo de junio de 1988 a mayo de 1989. 15. Tandon, Op.cit. 16. La industria maquiladora de exportación es la forma más conspicua de inversión extranjera en México y ha desplazado al turismo como la segunda fuente divisas después del petróleo y consta de más de 2 mil plantas. BIBLIOGRAFIA BARRERA, Eduardo. «The privatization of telecommunications in Latin America: The role of domestic capital» in Bella Moddy, Joseph Straubhaar, Johanes Bauer y David McCarthy, eds. The Privatization of Telecommunications the Third World and Eastern Europe (en prensa). CAREY, James. Communication as Culture: Essays on Media and Society Boston: Unwin Hyman, 1989. CLEAVER, Harry. «Close the IMF, abolish debt and end development: A class analysis of the international debt crisis» Capital and Class,1990, pp. 17-50. COCKCROFT, James D. El Imperialismo, la lucha de clases y el estado en México, México City: Editorial Nuestro Tiempo, 1979. GOLFMAN, David. «A revolution you can invest in» Forbes, julio 9, 1990, pp. 48-54. GROSSE, Robert. Private Sector a Solutions to the Latin American Debt Problem, New Brunswick: Transaction Publishers, 1992. HILLS, Jill. «Ideology and Agenda Setting: The World Bank, privatization and telecommunications» en Bella Moddy, Joseph Straubhaar, Johanes Bauer y David McCarthy, eds. The privatization of Telecommunications in the Third World and Eastern Europe ( en prensa). MENDEZ MORENO, Rafael. El telégrafo en el destino nacional. México City: Imprenta Arana, 1967. MOSCO, Vincent. The pay-per Society: Computers and Communication in the Information Age, Norwood, N.J.: Ablex, 1989. PEREZ DE MENDOZA, Antonio. «Teléfonos de México: Development and Perspectives», in Peter F. Cowhey, Jonathan D. Aronson y Gabriel Székely eds. Changing Networks: Mexicos Telecommunications Options, La Jolla, Ca., Center for U.S.- Mexican Studies, UCSD, 1989, pp. 91-99. SAMARAJIVA, Rohan. «Towards a Theoretical Understanding of Telecommunication Policy in the Third World». Ponencia presentada en el 17° Congreso de AIERI, Bled, de Yugoslavia, 1990. SÁNCHEZ, Jesús. «La coordinación de comunicaciones, punta de lanza del esfuerzo modernizador: Salinas» El Financiero, octubre 15, 1987. SMITH, Ralph Lee. «The Wired Nation», The Atlantic, 1970. TANDON, Pankaj. «Mexico. Background, Telmex, Aeromexico, Mexicana». Documento presentado en la World Bank Conference on the Welfare Consequences of Selling Enterprises, junio 11-12, 1992, Washinton D.C. Teléfonos de México, SA de C.V. Informe Anual 1989, México D.F., Telmex, 1990.


DESREGLAMENTACIÓN EN LAS TELECOMUNICACIONES. UNA NUEVA ETAPA EN LA APROPIACIÓN DE LA INFORMACIÓN POR EL CAPITAL Marcos Dantas El primero de enero de 1984, por acuerdo entre la AT&T, la Justicia y el gobierno de los Estados Unidos, caía por tierra el monopolio que aquella empresa ejercía hacía más de un siglo sobre el sistema telefónico norteamericano. Su extensa red a la cual pertenecían el 90% de los teléfonos urbanos del país y sobre la cual se erigía un patrimonio de 148 billones de dólares, fue fraccionada en siete nuevas compañías monopolistas regionales privadas. En compensación la AM retuvo sus centros de investigación -los Bell Labs- en los cuales empleaba, en aquella época, a 13 mil personas e invertía 2 billones de dólares por año. Siguió controlando la mayor industria fabricante de equipos de telecomunicaciones del mundo, la Western Electric Co. Conservó el derecho a seguir operando enfrentando a dos competidores en la lucrativa telefonía interurbana y ganó la libertad que hasta entonces se le había negado, de entrar en el mercado de comunicaciones de datos y en las telecomunicaciones internacionales. Fue una total revolución en el ordenamiento económico, político y jurídico de las telecomunicaciones norteamericanas, con repercusiones internacionales. Presentado como un marco de liberalismo reaganiano, el desmembramiento de la AM fue, principalmente, una consecuencia de la creciente simbiosis entre redes telefónicas digitalizadas y computadores dotados con los recursos necesarios para la comunicación. Gracias ala microelectrónica y a la optoelectrónica, distintos sistemas socio-técnicos de procesamiento y comunicación de información -como prensa, telefonía, correos y la más reciente informática- pudieron converger en un único y nuevo gran sistema tecnológico dentro del cual texto, sonido, imágenes, una vez convertidos a señales electrónicas binarias pueden ser transmitidas por un mismo y único canal, desde cualquier lugar hacia cualquier lugar, a la velocidad de la luz. Esta convergencia tecnológica no sólo pone en cuestión el modelo institucional de las telecomunicaciones en todo el mundo. En el fondo ella es, dialécticamente, causa y consecuencia de una completa revolución por la cual viene pasando el modo capitalista de producción: dentro de él surgió y se consolida lo que tal vez pudiésemos considerar como un «departamento», en el sentido de Marx, exclusivamente dirigido a la generación y uso de la información. La información se autonomiza como factor determinante en la creación de valor y riquezas. Por consiguiente, apropiarse de las fuentes de información y controlar los medios de procesarla y distribuirla se vuelve vital para las corporaciones empresariales que se encuentran en el centro dinámico del sistema. Tal es la razón última de los debates que ahora se suscitan en torno de un nuevo modelo institucional para las telecomunicaciones en el mundo. Este ensayo es un esfuerzo por exponer y analizar este proceso. Se divide en cuatro capítulos. El primero sugiere que en la medida en que el capitalismo evolucionó de liberal a monopolista la información salió del dominio público, siendo apropiada por aparatos sociales, estatales o semipúblicos. El segundo se apoya en la noción de revolución científico-técnica para discutir el actual papel de la información en la valorización de la mercadería y acumulación capitalista. El tercero describe y contextualiza los principales momentos del proceso de desrreglamentación de las telecomunicaciones al que asistimos actualmente. El cuarto y último capítulo son palabras finales presentando resumidamente las fuerzas en contradicción y sus posibilidades. 1. LA DISOLUCIÓN DE LA ESFERA PÚBLICA Los paradigmas sociológicos o económicos aún dominantes en nuestro pensamiento teórico y también


político, sean de extracción marxista o weberianos, walrasianos y aún otros que se quiera considerar, no problematizaron la información, tomándola como un elemento dado del ambiente social. Es que hasta el inicio de este siglo, cuando se consolidaron esos paradigmas en las sociedades capitalistas avanzadas, la información necesaria a los procesos sociales parecía estar socialmente disponible para todos los agentes dotados de un mínimo de competencia específica para localizarla. El mercado capitalista por ejemplo parecía muy concretamente una gran feria donde productos poco diferenciados son vendidos, incluso se negocia en cada caso los precios, con anuncios de los vendedores dirigidos a una grande e indiferenciada audiencia de compradores. En ese ambiente parecía funcionar un sistema de oferta y demanda encaminado a mantener el equilibrio, de acuerdo con Walras y Pareto, cuyos modelos explícitamente consideran la información necesaria para la toma de decisiones como un dato igualmente accesible a todos los agentes involucrados (Arrow, 1979, Jenner, 1979). La población, tanto la empleada en la industria como en la burocracia, se educaba en ambientes formales o informales de enseñanza y aprendizaje sobre todo en la propia experiencia de la familia y del trabajo, que ecualizaban por toda la sociedad el conocimiento necesario para la producción. Braverman (1981) ofrece muchos ejemplos del grado de conocimiento (información para la producción) conservado por los trabajadores industriales del siglo pasado y, así como Coriat (1976), subraya que el modelo taylor-fondista considero exactamente retirar del operario el «saber» (el poder) sobre la producción. La mayoría de los grandes inventores que asociaron sus nombres a la primera revolución industrial eran operarios o artesanos cuyas realizaciones resultaban de esfuerzos experimentales aislados para perfeccionar algún conocimiento colectivo, de los cuales podían reivindicar como premio o pago una patente que, además del derecho a la exploración monopolista temporal del invento, implicaba también una obligación de su divulgación pública (Wiener, 1978). Habermas (1986) describe a la «esfera pública» como un locos entre la esfera privada (de la familia y de los negocios) y el Estado formado por los salones, clubes, bares, teatros, plazas, articulados e interconectados por la prensa (libros y gacetas) donde los propietarios urbanos y su intelectualidad orgánica se encontraban para discutir, en una relación dialógica, las ideas filosóficas, literarias y políticas de la época, extrayendo de ahí sus motivaciones y representaciones culturales y políticas. La información, inferimos, circulaba accesible a todos, en esos espacios de construcción de la ciudadanía civil, al margen del aparato de Estado entonces estamental y discriminatorio, siempre que éste no la obstaculizase a través de la censura a periódicos o cerrando clubes. De ahí la defensa típicamente liberal de la libertad individual de manifestación del pensamiento en Milton, Voltaire y otros. Toda esa realidad caracterizada por el acceso relativamente libre y equitativo a la información en los diferentes campos de la vida social comienza a modificarse a fines del siglo XIX cuando el capitalismo liberal evoluciona a su etapa monopolista, al mismo tiempo que las masas populares no propietarias conquistaban derechos sociales y políticos tendiendo a alargar la esfera de la ciudadanía pública a las dimensiones de una verdadera democracia. El Estado es llamado a intervenir para arbitrar los desequilibrios y asegurar la operacionalidad del sistema como un todo. Asume y, si puede, monopoliza las funciones públicas de brindar educación, salud, saneamiento, transportes, energía, telecomunicaciones, etc. a toda la sociedad, así como organiza un planeamiento económico público y un fomento público a las principales actividades que deben orientar la ubicación de los recursos por los diferentes agentes. El cumplimiento de sus nuevas funciones públicas lleva al Estado a transformarse en un gran centro


almacenador y procesador de información necesaria para la atención programada de las demandas de los diferentes grupos sociales. No por acaso el Estado fue el primero y sigue siendo uno de los mayores mercados de la industria de la información1. Su principal tarea, en rigor, es capturar, codificar, almacenar y posibilitar una rápida recuperación de la información originalmente dispersa en la sociedad. La información estatizada y en principio sólo la información estatizada orientará las decisiones que se pretenden públicas. El público, por su lado, también se organiza y se diluye en organizaciones económicas, políticas o profesionales que asumen junto al aparato del Estado, la representación colectiva de las razones individuales. También esas organizaciones precisan capturar, codificar y almacenar para recuperar rápidamente la información social que les permita articular y promover los intereses que representan. Así, vía el Estado o vía esas entidades semi-públicas, la información va siendo retirada de su ambiente social para retornar, cuando sea necesario, en los formatos determinados y controlados por esos aparatos. La sociedad se escinde entre centrales productoras de información (Estado, empresas, medios de comunicación, sindicatos, partidos, etc.) y una gran masa receptora a la cual le queda poco más que aplaudir o variar, aceptar o rechazar, preferir una u otra entre las decisiones tomadas en su nombre. En cuanto estas transformaciones más amplias se operaban en el conjunto de las sociedades capitalistas avanzadas, otra importante evolución se daba dentro del ciclo de producción mismo. Surge un espacio exclusivamente dedicado, por su naturaleza intrínseca, al procesamiento de informaciones: el laboratorio de investigación. Primero Edison en 1876, después Arthur D. Little, Eastman Kodak, George Westinghouse, los Krupp en Alemania, transformaron la invención en una actividad industrial, realizada por un equipo de científicos y técnicos asalariados “obligado” a inventar continuamente nuevos aparatos o nuevos procesos de producción, como condición para la realización del capital adelantado en forma de salarios e instalaciones. La información generalmente de naturaleza científico-técnica, tanto la necesaria al trabajo de esos equipos como la generada por ellos e incorporada en productos o procesos, pasa a constituirse en un valor a ser apropiado como condición cine-qua-non para el retorno de la inversión realizada. La forma por la cual se da esa apropiación es el reconocimiento de la patente, vista ya no como un premio concedido a un desprendido inventor individual sino como un derecho conferido a la empresa privada para apoderarse del resultado del trabajo colectivo y heterónimo, alienado de su equipo de investigadores anónimos. Durante la gradual maduración de ese proceso histórico y como parte inherente de él, surgen y se desarrollan las tecnologías electro-electrónicas de la información: telefonía con o sin hilos, telegrafía, escritura y cálculo mecánicos, registros sonoro o visual, válvula electrónica, y por fin, el transistor, la televisión y el computador. Los primeros tiempos de la historia de esas tecnologías son marcados por furiosas, poco dignas pero comprensibles disputas judiciales en torno al derecho de las patentes, envolviendo nombres ilustres como Edison, Westinghouse, De Forest, Fleming, Tesla, y otros vencedores o perdedores (Hanson, 1983). De esas pugnas resaltaron no sólo glorias históricas futuras sino, sobre todo, la fundación de los grandes imperios empresariales que hasta hoy dominan la industria mundial de la información: GE, IBM, AT&T, RCA, EMI, Ericsson, Siemens, etc. Las tecnologías electro-electrónicas de la información articularon los aparatos nacidos de la disolución de la esfera pública proveyéndoles de la infraestructura física que conecta, sin necesidad de reunir, lo público y lo privado, ambos incorporados así al mercado regulado por el Estado. El telégrafo y el teléfono, soportados por redes de cables, que sólo permiten la comunicación individualizada punto a punto atienden desde el inicio a los negocios y al cotidiano familiar y doméstico, reduciendo personas jurídicas o físicas a un mismo mercado usuario de los servicios de las empresas que invierten en la


instalación y exploración de las redes. Ya la radio (o telefonías sin hilos) que tenía un extraordinario poder para intercomunicar por toda la sociedad en relaciones no mercantiles, reafirmando o recuperando un espacio público ampliado, conforme llegó a ser percibido por Brecht (Negt, 1980), sólo fue un medio de real comunicación en cuanto su uso quedó restringido a las empresa y a los gobiernos. Su difusión, a partir de los años 20, promovida inicialmente en los Estados Unidos por los grandes fabricantes de equipos electro-electrónicos, como la AT&T, la GE, la Westinghouse, sólo concedió a la sociedad el derecho de oír las emisiones, no de hablar. Estos mismos fabricantes montaron las primeras estaciones emisoras centralizadas y posteriormente las grandes redes radiofónicas. Consolidaron la radiodifusión como un negocio comercial sustentado por la publicidad y dirigido a estimular el deseo de consumo en las masas despolitizadas. Más tarde, obedeciendo al mismo patrón, lanzarían la televisión (De Fleur, 1976, Bagdikian, 1973). Durante los años 20 y 30 la telefonía y la radiodifusión caería, en todos los países capitalistas avanzados, bajo el control de monopolios y oligopolios. En parte porque la centralización y la concentración del capital –aún más reforzado por patentes industriales y destinado a la producción mercantil de la información que se consumaba en esas sociedades. En parte, especialmente en las telecomunicaciones, debido a una limitación objetiva: redes físicas de servicios públicos como calles, canalizaciones, telecomunicaciones, no constituyen estructuras paralelas y competitivas, cumpliendo exactamente idénticas funciones. Como máximo, como pasa entre ferrovía y rodovía, o entre telegrafía y telefonía, hay una cierta competencia de modo, cada una ofreciendo ventajas y desventajas intrínsecas que llevan a un eventual usuario a elecciones más o menos obvias entre ellas. Por esto esas redes son monopolios naturales. Características distintivas del capitalismo norteamericano en relación al europeo -que no cabe aquí analizar pues remitirían a otras digresiones- llevaron a los diferentes Estados a participar de forma diversa en la organización de las redes de telecomunicaciones y radiodifusión. En los Estados Unidos las inversiones y la operación fueron delegadas a empresas privadas, puestas desde 1934, después de la aprobación en el Congreso de la Ley de Comunicaciones, bajo la rigurosa fiscalización gubernamental ejercida por la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC), a quien cabía distribuir las frecuencias de radio y homologar las tarifas telefónicas. La radiodifusión, por acción del oligopolio fabricante de equipos, cayó bajo el control de cuatro grandes redes nacionales: RCA, NBC,ABC, CBS. La telefonía, después de fusiones e incorporaciones cayó interinamente bajo el dominio del grupo AT&T, que prestaba los servicios y también distribuía los sistemas y aparatos. La AM puede ser considerada un ejemplo típico de empresa privada cuasi-política, semi-pública, a la cual se refiere Habermas (1986:156). Su primer presidente, Teodore Vail (de 1907 a 1919), veía con buenos ojos la presencia reguladora del Estado en su negocio a cambio del reconocimiento jurídico de su condición monopolista (Hanson 1983: 227). Para cumplir su responsabilidad pública de prestar un «servicio universal», esto es, colocar una línea telefónica en cada residencia del país, ella crea y consagra el principio del “subsidio cruzado”, según el cual los lucros proporcionados por los suscriptores empresariales -generadores de gran volumen de tráfico, inclusive interurbano, y de los cuales podría cobrar tarifas más elevadas deberían ser usados para subsidiar los costos de las líneas telefónicas para los suscriptores residenciales. Por décadas la AT&T expandió la telefonía en los Estados Unidos y amplió sus negocios, cobrando esa especie de impuesto a quien podía pagarlo. En los países europeos los centenarios monopolios públicos sobre los Correos extendieron sus actividades a las telecomunicaciones y la radiodifusión: y el origen de las radios y televisiones estatales y de las PTT (Postal, Telegraph & Telephone), sigla genérica a través de la cual se designa las autarquías


gubernamentales encargadas de las telecomunicaciones. Por otro lado, la distribución de equipos permanece en manos de carteles privados que, en cada país, se reparten el respectivo mercado monopsónico estatal: EMI y Plessey en la Gran Bretaña, Siemens y AEG en Alemania: Thomson y CGE en Francia, Ericsson en Suecia, Philips en Holanda, etc. 2. MERCANTILIZACIÓN DE LA INFORMACIÓN El gran acuerdo concretado en torno de las telecomunicaciones mundiales, y comprende radiodifusión, a lo largo de los años 20 y 30, perduraría por cerca de medio siglo. Pero la evolución de las fuerzas productivas acelerando la revolución científico-técnica a partir de las décadas del 60 o 70. removería en sus cimientos el edificio levantado y llevaría a su inexorable reconstrucción. La revolución científico-técnica, o «revolución de la información» es el proceso histórico por el cual la ciencia y la tecnología se vuelven fuerzas productivas directas (Richta, 1971), posibilitando al capital sustituir el trabajo simple e inmediato por trabajo complejo (científico-técnico) mediato, como en los Grundrisse anticipara Marx (1973). En términos concretos, recuperar, almacenar, procesar y distribuir información pasa a ser una actividad primaria en el ciclo de producción y reproducción del capital. La realización de la mercadería depende menos del capital adelantado en forma de salarios, materiales e instalaciones y más del capital aplicado en las actividades de investigación del mercado, desarrollo tecnológico, diseño de producto, estudio de procesos, gerencia, etc. lo que cambia la propia naturaleza del capital que en Marx es una relación social basada en el trabajo simple asalariado. La información necesaria para la producción y realización de la mercadería, en principio, no puede ser encontrada u obtenida junto a fuentes bien determinadas como pueden serlo, por ejemplo, los insumos materiales y energéticos, distribuidos por empresas especializadas, a partir de yacimientos minerales bien localizados y de todo un proceso bien definido de transformación en refinerías o usinas. Como se trata de información destinada a un mercado, ella está dispersa por una sociedad que la etapa anterior logró transformar en un gran mercado global de masas, consumidor potencial de productos no destinados a la mera satisfacción de necesidades básicas del género humano. No se debe olvidar que, del lado de afuera de ese mercado que abarca millones de seres humanos están los otros billones de individuos reducidos a condiciones de vida cada vez más miserables y abyectas, cuyas necesidades por lo tanto, no pueden ser consideradas en los cálculos y en las estrategias de valorización del capital. Para obtener aquella información decisiva relativa a mercados, a productos, a procesos, a materiales, etc. las empresas en tanto unidades de capital, precisan mantenerse permanentemente atentas a todas las señales emanadas de las relaciones y prácticas humanas2. Capturar una información correcta, en la hora exacta, por ello eventualmente inesperada, puede dar una ventaja decisiva. No hacerlo puede ser fatal. La intensa búsqueda de la información en esta nueva etapa transforma su demanda en un nuevo negocio. Algunas empresas se especializan en capturarla y proveerla a quien la precise: las consultorías, las agencias de marketing los institutos de análisis e investigación. Como detener una información e impedir que la obtenga el competidor puede determinar una ventaja en la competencia, el proceso de acumulación de capital impone controlar toda y cualquier información socialmente disponible. De ser social, aunque absorbida pero un tanto accesible libremente en los aparatos semi-públicos, la información pasa a ser blanco de definitiva apropiación por corporaciones que tienden a abandonar cualquier compromiso público. La información apropiada sólo puede volver a la sociedad en forma de mercadería como algo para ser vendido y comprado (Schiller, H. 1986).


Ahora, si el Estado es el mayor y más completo aparato de captura y almacenamiento de información para acceso del público, él debería ser blanco de la poderosa ofensiva «privatizante». Las corporaciones externas a cualquier control público se proponen prestar los servicios públicos atendidos por el Estado (educación, salud, telecomunicaciones) pues ahora es posible lucrar, gracias a las dimensiones del mercado potencial, con esas actividades hasta entonces gratuitas o subsidiadas. Entre otras amplias y preocupantes consecuencias de esa evolución de la cual somos espectadores (literalmente) no tan privilegiados, se destaca que «con la destrucción de la información pública las bases de la democracia desaparecen» (Schiller H., 1986:39). Esta nueva etapa no hubiera sido posible, por lo menos en las dimensiones que constatamos, sin la invención inmediatamente después de la pos-guerra, del transistor y del computador3. El transistor porque sustituyó a las viejas, grandes, calurosas y poco confiables válvulas al vacío en los sistemas de transmisión y procesamiento de la información, abriendo el camino para el circuito integrado y el microprocesador. El computador porque permitió amplificar exponencialmente las potencialidades del cerebro humano en el cálculo, almacenamiento de informaciones y toma de decisiones de bajo nivel (limitadas a un universo restricto y previsible de elecciones)4. Sin esas tecnologías no habría cómo almacenar y procesar un inmenso, siempre creciente, cada vez más incierto volumen de información, en el más reducido tiempo posible. Sin ellas no sería posible la maximación y apropiación del valor de la información Por eso ellas son para la revolución científico-técnica lo que la máquina de vapor, viabilizando el sistema de maquinaria y el incremento, de la plusvalía relativa. hizo por la revolución industrial dos siglos atrás. La informática permitió reducir a un único medio digital los muchos medios, todos analógicos, luego específicos o adecuados, de recuperar, registrar y transmitir información. «La información una vez digitalizada, pierde su carácter original: no es posible diferenciar la voz digitalizada del texto digitalizado, de la imagen digitalizada. La información así transmitida no pasa de una secuencia de 0 y 1. Solamente algunos códigos particulares permitirán identificar su origen inicial» (Mizrahi, 1986: 206). Esta «pérdida de carácter original» de la información viabiliza su sustracción al ambiente social por su reducción artificial a un proceso técnico aparentemente ajeno a las relaciones sociales concretas o, de cualquier forma, distanciado de ellas por los factores de apropiación privada y de acumulación que lo presiden. En términos muy generales, toda la sociedad -o mejor dicho, el conocimiento extraído de ella puede ser formalizada y codificada y, después de algún tratamiento digitalizado, repuesta de forma objetivada en el circuito de circulación mercantil5. En términos más específicos, los diferentes campos sociales y económicos que hasta entonces trataban distintamente la información en los límites de los recursos técnicos diferenciados, tienden a conjugarse en un campo único y dominante, arrastrando dentro de él, como un agujero negro comandado por el capital, los muchos segmentos de la producción, del entretenimiento, de la ciencia, del periodismo, etc. 3. LOS PASOS DE LA DESRREGLAMENTACIÓN En 1956 la AM y la justicia norteamericana, después de siete años de querellas por causa de la Ley Anti-trust, firmaron un acuerdo por el cual la corporación concordaba en no producir transistores y computadores, excepto aquellos exclusivamente necesarios para sus propias actividades como empresa de telefonía. La decisión -ligada con la preocupación de la justicia por limitar el inmenso poder de la AM y menos con el futuro de la entonces naciente industria informática6- llevaría a la división del mercado de la información norteamericano en dos partes: una regulada y monopolista, soportada en tecnologías analógicas, dirigidas a la transmisión de voz y texto, otra desrregulada y relativamente


competitiva, soportada en tecnologías digitales, dirigida al procesamiento de la información en forma de datos. En la frontera entre los dos campos quedó una tierra de nadie, la transmisión de los datos. Su ocupación se resolvió en la práctica, en la medida en que la evolución tecnológica creaba nuevas oportunidades para el capital, en un sistema económico siempre atento a las mínimas señales del mercado. Los camioneros, por ejemplo, en las calles, podían comunicarse con sus bases a través del radio-móvil, pero no podían conversar con sus esposas e hijos en sus casas. Una pequeña empresa de Texas, la Carter Electronic, desarrolló un aparato, el carterphone, que acoplado a las líneas residenciales permitía conectar radiofonía y telefonía. Para la AT&T fue una invasión en el mercado de los aparatos, cautivo de su Western. Pero la FCC, después de mucha discusión, entendió que se trataba de una respuesta ante una necesidad pública, proporcionada por el ingenio de la libre iniciativa. Liberó al carterphone, en 1968, y pasó a permitir que cualquier empresario innovador distribuyese aparatos para alargar los usos y alcance de la red telefónica. Se abrió el camino para el modem y la comunicación computador a computador a larga distancia, por teléfono. Empresas con oficinas y filiales en diferentes ciudades precisaban de comunicaciones internas rápidas, directas y baratas. Nuevas tecnologías como las microondas viabilizaban técnica y económicamente la instalación de redes mejores que la telefónica para la transmisión punto a punto, de voz y de datos. En 1969 la MCI se propone montar una red en microondas, de carácter privado, accesible solamente a empresas suscritas, entre las ciudades de St. Louis y Chicago. La AT&T, que recogía el grueso de sus ganancias exactamente de esas conexiones empresariales interurbanas, reaccionó vigorosamente. La disputa consumiría cerca de dos años pero la FCC nuevamente decidiría contra el monopolio, abriendo mercados específicos de transmisión de voz y datos a la competencia de sistemas (y empresas) montados sobre tecnologías alternativas. Pero la AT&T no se quedaba atrás. De sus laboratorios nacían equipos digitales para la transmisión de voz y datos, lo que naturalmente permitía a su red extenderse a la comunicación de datos. Sus iniciativas asustaron a los fabricantes de computadores, IBM al frente, que accionando a la FCC en diferentes oportunidades, llevaron a la agencia, entre otras acciones, a legalizar dos largas «investigaciones informáticas» (Computer Inquiry): la primera, de 1966 a 1971, la segunda de 1976 a 1980. El problema central era delimitar la cada vez más nebulosa frontera entre comunicaciones e informática. Y la FCC termina acordando, en 1980, la creación, por la AT&T, de una nueva subsidiaria para operar exclusivamente en el mercado de computadores y datos. «Por primera vez en 70 años la AT&T queda en libertad para competir en mercados no regulados» (Hanson, 1983: 234), en una decisión histórica que lejos de resolver, exacerbó la crisis del modelo. La industria de la informática se alarmó ante ese nuevo competidor que venía sustentado por un monopolio telefónico capaz de facturar un billón de dólares en un año. El gobierno y el congreso se envolvieron en la disputa. El Departamento de Justicia vuelve a la carga y propone el desmembramiento de todo el conglomerado. El Pentágono se opone pues la red de la AT&T es estratégica para la seguridad nacional. En el Congreso se habla de sustituir la vieja Ley de 1934. Un juez federal, Harold Green, se vuelve el gran árbitro de la polémica y alcanza un acuerdo final en 1982, confirmado como decisión judicial. La AT&T acepta despojarse de sus subsidiarias telefónicas (de ahí divestiture, de to divest, despojar, por lo cual el acto fue conocido), quedando libre para entrar en la informática, comunicaciones internacionales y transmisión de datos. Las comunicaciones interurbanas e internacionales son definitivamente abiertas a la competencia entre empresas especializadas en comunicaciones a larga


distancia (carriers) sin excluir la AT&T. Las comunicaciones urbanas en todos los Estados Unidos son distribuidas entre siete nuevas compañías privadas desmembradas de la AT&T -la regional Bells Operating Companies o RBOCs- cada una ejerciendo un monopolio sobre una gran región de concesión, prohibidas, por lo tanto de invertir en la producción de sus propios equipos y sistemas y de competir en los mercados interurbanos, internacionales y de datos. Después de dos años de negociaciones técnicas y jurídicas la decisión del juez Green fue finalmente ejecutada en el reveillon de 1984. La divestiture llevó a la «fragmentación» de las telecomunicaciones públicas norteamericanas (Borrus et alii, 1984). Cada una de las siete RBOCs, sin condiciones de seguir practicando subsidios cruzados, obtiene de la FCC el derecho de tarifar sus servicios por los costos reales. Los valores suben aceleradamente y los grandes usuarios corporativos pasan a montar y operar modernas redes privadas de comunicación (by-passers) atendiendo sus oficinas, proveedores y distribuidores, y directamente ligadas a las redes de los carriers. Con sus mercados aún más reducidos de este modo, las RBOCs solo tenían dos alternativas: forzar nuevos aumentos de tarifas que, en promedio, entre 1984 y 1991 subieran en 56% más que la inflación (García, 1991) y privilegiar la atención a las empresas, en detrimento del usuario residencial, proveyendo a ellas servicios y redes más modernos, viendo de no perder los mejores clientes. O sea, pasaron a incorporar nuevas tecnologías principalmente en las redes que atienden a los barrios o ciudades donde se concentran los negocios. Luego, algunas regiones de los Estados Unidos comenzaron a disponer de mejores redes que otras, hecho que necesariamente se reflejará en el desarrollo socio-económico global del país en los próximos años. El usuario residencial -esto es, el ciudadano-, las comunidades más pobres, las pequeñas empresas con negocios básicamente locales, las regiones económicamente más débiles fueron los más perjudicados por decisiones que raramente buscaban auscultar sus intereses, no obstante no faltase en los discursos de los abogados y portavoces de las partes realmente oídas (el gran capital), mucha palabrería en «defensa del consumidor». Un estudio de la Federación Americana de los Consumidores previó que 2,5 millones de personas serían sumariamente expulsadas de la red telefónica por no poder afrontar los nuevos costos, no sólo de las tarifas sino también de los servicios de mantenimiento y apoyo (Tome,1991). Pero para las grandes corporaciones norteamericanas, teniendo al presidente Ronald Reagan como su máximo portavoz, las desregulación parecía abrir excelentes perspectivas. Internamente se libraban de los costos de subsidio cruzado -esta herencia de la esfera social-, poniéndose en disposición de optar por los medios y tecnologías más adecuados, en precio y calidad, para cada tipo de aplicación o negocio. Internacionalmente la AT&T y la IBM, encerrados en sus conflictos internos se veían provocadas a disputar el dominio de las redes mundiales de telecomunicaciones (Le Bouchet y Quatrepoint, 1984). debiendo abrir un gigantesco mercado global para la ciencia y la tecnología norteamericanas -los centros de investigación, industrias de alta tecnología, productores de software, etc.- beneficiando al conjunto de la economía por la expansión de la renta y de los empleos7. Mientras tanto en los Estados Unidos el reajuste del sistema obedecía a la fuerza de las presiones e intereses de los diferentes aparatos en un proceso donde tanto el Estado como las empresas y otras instituciones iban despojándose de sus representaciones públicas: en el Japón y en Europa se daba una evolución diferente, ciertamente dictada por la circunstancia de que el Estado precisaba ser removido de su participación directa, de ahí nacen resistencias naturales hasta en el interior del propio aparato estatal. En muchos de esos países la transformación fue precedida por evaluaciones y estudios -en los cuales contribuyeron empresarios y políticos, intelectuales, líderes civiles- coordinados por tecnócratas o académicos como Simon Nora en Francia, Yoneji Massuda en Japón, Eberhard Witte en Alemania, Manuel Castells en España. El más influyente y clásico de estos trabajos es el llamado Informe Nora (Nora y Minc, 1978), realizado por encargo del presidente francés Valéry Giscard d’Estaing.


Escrito cuando los microcomputadores no eran aún una realidad comercial, el documento percibe la tendencia a la expansión de las redes de comunicación de datos -o telemática- que vendrían a ser tan importantes y presentes en lo cotidiano de la sociedad como las redes de enerva eléctrica. Sin embargo, la «telemática, a diferencia de la electricidad, no vehiculará una corriente inerte, sino información, y esto es poder„ (Nora y Minc, 1978: ü). La telemática centralizada y controlada por grandes corporaciones podría conducir a una sociedad autoritaria y, aún, si esas corporaciones fuesen extranjeras, a la pérdida de soberanía nacional. La telemática descentralizada, con redes organizadas de tal modo que los ciudadanos o comunidades pudiesen fácilmente hacer llegar a los bancos de datos sus informaciones y opiniones a través de terminales distribuidos por toda la sociedad, permitiría «socializar la información» implementando mecanismos «a través de los cuales se gerenciaría y armonizaría las restricciones y las libertades, el proyecto estatal y las aspiraciones de los grupos autónomos. Ello significa hacer disponibles los datos con los cuales la estrategia del centro y los deseos de la periferia puedan llegar a un acuerdo que permita a la Sociedad y al Estado no sólo soportarse sino producirse recíprocamente» (Nora y Minc, 1978: 123). En suma, la telemática descentralizada permitiría transformar el Estado-Nación moderno en un ágora informacional» (Nora y Minc,1978: 124), en la cual los ciudadanos, dotados de sus terminales, pudieran intervenir directamente en los debates de interés público a la manera de los griegos en sus antiguas polis. Las propuestas del Informe Nora inspiraron a France Telécom, la PTT francesa, a crear y difundir el «minitel», un aparato de video-texto ya adoptado por 6 millones de los 28 millones de sus suscriptores, a través del cual accesar una base de datos abastecida por cerca de 15 mil productores de información (Gracia. 1991). En Alemania, después de que la Comisión Witte estudiara el asunto por dos años (1985-1987), el Parlamento decidió reafirmar el monopolio de la DBT (la PTT alemana) sobre la red básica, aunque abriese los llamados «servicios de valor adicionado» (SVAs) a la iniciativa privada8. Sin embargo, apenas el 10% de este mercado llegó a ser ocupado por redes privadas. Los eventuales inversionistas percibieron que no compensaría pagar por el acceso a la red básica las elevadas tarifas que la DBT cobraba, no sólo para proveerse de los recursos necesarios a la inversión en sus propios SVAs y para seguir atendiendo al grueso de la población a costos subsidiados, sino para impedir la entrada de «acaparadores de información», aquellos que apenas quieren ganar en una eventual diferencia entre el precio de la tarifa pública y la del «mercado» (Schmidt,1991). En 1985 el gobierno del Japón, bajo fuerte presión norteamericana y de la propia industria informática japonesa, transfirió el 70% del capital de la Nippon Telephone & Telegraph (NTT) a la iniciativa privada y liberó las SVAs. También aquí pocos se aventuraron a competir con un conglomerado cuyos activos llegan a 40 billones de dólares. Nuevas presiones exigirían el desmembramiento del grupo, a lo que accedió el gobierno, pero sólo para después de 1995. Es que la NTT está envuelta en un gran programa para sustituir nacionalmente la actual red de cable coaxial por fibras ópticas, un proyecto que no se concluirá antes de la segunda década del siglo XXI (García, 1991). Una vez implantada, esta red -que permitirá la transmisión, por un mismo hilo, de voz, imagen, texto y sonido- puede viabilizar redes independiente pues entonces será más barata aprovechar la ya existente, un vez extendida a la máxima escala y a todos los lugares y oficina del país. En estos y otros países las mismas fuerzas de capital que se movilizaron en los Estados Unidos para apropiarse de la información social semi-pública a través del control de sus medios de transmisión también se movieron, no extrañe que patrocinados por Washington, para derribar a los demás monopolios. Entre tanto, otras fuerzas conducidas por intereses civiles mejor movilizados, y más directamente


entrañados en el aparato de Estado organizaron una contra-presión cuyas consecuencias aún se despliegan. Estas fuerzas proponen un modelo alternativo nacional y hasta internacionalmente articulado, basado en las redes digitales de sistemas integrados (RDSIs), redes de fibras ópticas conectadas por equipos, programas y protocolos empadronados. Las RDSIs podrían atender tanto a las demandas de las corporaciones por sistemas digitales multifuncionales (Schiller D. y Fregoso, 1991) como también permitirán proveer a los individuos domésticamente, sin exclusión, con servicios tecnológicamente avanzados. Para implementarlas, bajo fuerte presión contraria de los conglomerados empresariales, las PTT están siendo transformadas de autarquías públicas en empresas comerciales bajo control total o mayoritario del Estado (9). Retienen así el monopolio que les garantice los recursos necesarios para las inversiones en las RDSIs y ganan agilidad en la disputa por los nuevos, y para ellas altamente rentables mercados de SVAs, de donde extraen todavía más recursos. A GUISA DE CONCLUSIÓN Las transformaciones en las telecomunicaciones todavía están en curso, en el ánimo de los cambios radicales y estructurales de la naturaleza del modo capitalista de producción. Un ejemplo de esto es el proyecto del nuevo presidente norteamericano, Bill Clinton, para implantar en el ámbito nacional una «carretera electrónica» dando marcha atrás en la desregulación. El pretende extender sobre todo el país una RDSI pública, «abierta a todos y no sólo a los negocios y a la elite científica que pueden pagar una carretera privada» (Markoff; 1993: III, i). Su plan en parte expresa los anhelos de grupos y comunidades que en los Estados Unidos y demás sociedades capitalistas avanzadas, comienzan a percibir sus crecientes pérdidas a medida que avanza la apropiación de la información por los aparatos corporativos no públicos. Pero también es una reacción a las desastrosas consecuencias para los propios intereses estratégicos de los Estados Unidos, de la fragmentación de sus telecomunicaciones. Y por este prisma se explica el apoyo que recibe de la IBM y de otras grandes empresas, aparte de la AM. En los debates actuales están, de un lado, los intereses de las corporaciones transnacionales que invirtieron en el pasado en el montaje de redes privadas para almacenar, procesar y difundir información a todo el mundo, en función de sus negocios. Esas corporaciones -entre ellas los grandes grupos editoriales y de comunicación social- ya se están moviendo para colocar parte de sus redes y bancos de datos al servicio de otras empresas, sobre todo las que integran, como proveedores o clientes, sus eslabones de apropiación y valorización de la información. Llegará el momento en el cual «será difícil distinguir las compañías de comunicación de las grandes compañías que ostensiblemente atienden a diferentes mercados» (Schiller D. y Fregoso, 1991: 202). La información necesaria a los procesos sociales estará íntegramente apropiada en esos sistemas, reducida a datos de mercado, generando decisiones para el mercado. La sociedad que no sea mercado no será... De otro lado, están las fuerzas sociales que parecen débiles. Son los individuos, grupos o comunidades que, habiendo conquistado en la época del capitalismo semipúblico, derechos sociales y políticos a un patrón mínimo de vida digna, ahora perciben que pueden ser despojados de ello. A su lado, eventualmente pero todavía sin mucha consistencia, pueden colocarse pequeños y medianos empresarios, capas profesionales, hasta grupos empresariales que temen la fuerza de los nuevos oligopolios de la información, además de las burocracias estatales, celosas de su pasado poder. Pero en rigor, en este campo, en tanto los aparatos estatales y otros tienden a traficar alianzas y espacios, de lo que son ejemplo los varios acuerdos firmados entre PTTs europeas y corporaciones norteamericanas para explorar servicios en terceros mercados: las comunidades sociales y las personas domésticas, asalariadas o no, que un día se dejaron alienar del espacio público, están ahora ante una inmensa dificultad para


hacerse oír. El control de la información por el capital -incluida aquí la prensa y demás medios de comunicación llamada social- sigue sin ofrecer a un simulacro de público otras elecciones que aquellas permitidas. «Las definiciones oficialmente admitidas tratan de lo que nosotros deseamos tener para vivir, pero no del problema de saber cómo nos gustaría vivir si, considerando todo el potencial que nos aguarda, llegáramos a saber cómo podríamos vivir» (Habermas, 1973: 70, cursiva en el original). Una palabra final sobre América Latina. Nuestro continente se transformó en un palco secundario donde PTTs y RBOCs vienen a buscar rentas suplementarias que compensen sus pérdidas en los mercados propios, por la competencia de los by-passers, de los nuevos proveedores de SVAs, etc. La estatal mexicana Telmex fue enajenada de cerca del 10% del valor de sus activos por un consorcio formado por la France Télécom y la Southwestern Bell, asociados a un testaferro local. La argentina Entel fue dividida al medio y su parte septentrional transferida a la Telefónica de España, asociada a la Bell South, en tanto que la meridional fue a un consorcio formado por dos estatales europeas: de nuevo la France Télécom, aliada a la italiana STET. Todo, como siempre, a precio vil. La misma STET está negociando la compra del 30% del capital de la Compañía Riograndense de Telecomunicaciones, perteneciente al estado brasileño de Rio Grande do Sul pero integrada al monopolio estatal de laTelebrás. En Brasil será preciso modificar la actual Constitución para derribar el monopolio, lo que viene siendo previsto para octubre próximo, cuando toda la Carta pasará por un proceso de revisión. Como sucede hace 500 años, América Latina sigue siendo la víctima, sin reacción, de las eventualidades que las sociedades centrales hacen para los destinos del mundo. Traducción: Ana María Cano REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS.ARROW, K.J. «Bienestar económico y asignación de recursos a la invención» in LAMBERTON, D.M. (Org.), Economía de la información y del conocimiento, Fondo de Cultura Económica, México, pp. 137-153, trad. 1977. BELL, Daniel. El advenimiento de la sociedad post-industrial. Alianza Editorial, Madrid, trad., 578 pp., 1976 (1973) BAGDIKIAN, Ben H. Máquinas de informar, Editora Civilizaçao Brasileira, Rio de Janeiro, 420 pp., trad., 1973 (1971). BRAVERMAN, Harry. Trabalho e capital monopolista. Zahar Editores, Rio de Janeiro, RJ, trad., 3ª ed., 379 pp., 1981 (1974). BORRUS, Michael, BAR, Francois, WARDE, Ibrahim. The impacts of divestiture and deregulation, BRIE, University of California, Berkeley, 303, setiembre 1984. CORIAT, Benjamin. Science, technique et capital. Editions du Seuil, Paris, 186 pp., 1976. DANTAS, Marcos. O crime de Prometeu: como o Brasil obteve a Tecnologia da informática, Abicomp, Río iii pp., 1989. De FLEUR, Melvin L. Teorías de comunicaçao de massa. Zahar Editores, Río de Janeiro, 214 pp., trad., 1976 (1968). GARCIA, Daniel. Monopolio: un imperativo. Cadernos de Política Tecnológica da AFCPqD, AFCPqD, Campinas, SP, pp. 2-7, octubre 1991. HABERMAS, Jurgen. La technique et la science comrne idéologie. Editions Gallimard, Paris, trad., 21 pp., 1973 (1968). HABERMAS, Jurgen. L’Espace public, Payot, Paris, 324 pp., trad. 1986 (1962). HANSON, Dirk. The new Alchemists, Avon Books, N. York, 364 pp., 1983. JENNER R.A. «Una versión de la competencia pura desde el punto de vista de la información», in LAMBERTON, D.M. (Org.), Economía de la información y del conocimiento, Fondo de Cultura Económica, México, pp. 81-105, trad., 1977. MARKOFF, John. Building the Electronic Superhighway, The New York Times, Sección III, pp. 1-6, N. York, 24/01/1993. MARX, Karl. Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (borrador) 1857-1858. Siglo Veintiuno Argentina Editores, 3 vols., trad., 1971 (1953). MIZRAHI, Jean. L’Echiquier de l’électronique, Hachette, Paris, 350 pp. 1986. LE BOUCHET, Eric y QUATREPOINT, Jean-Michel. La guerre mondiale de la communication, Le Monde, Paris, 12-13-14/ 01 / 1984. NEGT, Oskar. Mass Media: tools of domination or instruments of liberation? Aspects of the Frankfurt School’s


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Se trataba de una solución tecnológica que aprovechaba del fenómeno físico-biológico de capacidad, cuya comprensión otro ingeniero de la misma empresa sólo alcanzó en un libro de medicina que describía experiencias con cobayos. De ahí, el equipo proyectista pudo desarrollar un terminal para el movimiento de cuentas bancarias de uso público, cuyos mecanismos deberían ligarse o desligarse en función de la aproximación o alejamiento de su usuario (Dantas 1989). O sea, un proyecto electrónico en una industria de computadoras se inspiró y encontró soluciones en fuentes enteramente extrañas y aleatorias, descubiertas en momentos distintos de la vida cotidiana o profesional de las diferentes personas involucradas. 3. El transistor fue inventado en los laboratorios de la AT&T en 1948. Atendiendo a los intereses del gobierno, la empresa en una evidencia más de su naturaleza semi-pública, dio amplia divulgación a la tecnología y echó mano de sus derechos sobre patentes. Esa iniciativa posibilitó la rápida expansión de la industria microelectrónica en los Estados Unidos, y nos preguntamos hoy, considerando cuán celosos son las empresas y el gobierno de los Estados Unidos de sus derechos sobre propiedad industrial o intelectual, si aquella actitud todavía sería “normal”. 4. Obsérvese que la invención de la máquina que hoy denominamos computador venía siendo intentada desde los inicios del capitalismo. Su arquitectura básica, con unidades de entrada y salida, de procesamiento, de almacenamiento, programadas por cartones perforados, fue definida por Babbage, en la primera mitad del siglo XIX Inventor genial, él fracasó en su intento de construirla debido a la insuperable complejidad de los mecanismos mecánicos de transmisión que necesitaba desarrollar. La realización práctica de su proyecto debió esperar por los avances, en el siglo XX, de la física del estado sólido y la cibernética, ésta además se beneficiaría también de otro conocimiento proveniente del siglo pasado: el álgebra binaria de Boole. La cibernética y teorías relacionadas (de la información, de computación, de los sistemas, etc.) permitieron definir un modo físico, electrónico, para el procesamiento binario de la información. La física del estado sólido desembocaría en el transistor viabilizando la rápida evolución de los computadores, cuyos primeros ejemplares aún dependían de las inseguras y costosas válvulas de De Forest. 5. De ahí la coherencia de la definición de conocimiento en Bell: “un conjunto de exposiciones ordenadas de hechos e ideas [...] que se puede transmitir por algún medio de comunicación bajo una forma sistémica», definición que él mismo reconoce como «utilitaria» , restringida a lo «que se conoce objetivamente, a una propiedad intelectual, ligada a un nombre o grupo de nombres y testificado por copyright [...] Este conocimiento tiene su precio [...] se sujeta a los dictámenes del mercado [...]” (Bell, 1976: 206 passim, cursiva en el original). 6. Durante la Segunda Guerra, como parte de la economía de emergencia, las tarifas telefónicas permanecen congeladas. Terminado el conflicto la AT&T comenzó a reajustarla, llevando al público a reaccionar, liderado por la influyente Orden de los Abogados. El Departamento de Justicia (DoJ), con base en la Ley Antitrust inició una acción argumentando que los costos alegados por la corporación eran consecuencia del monopolio interno en la Western Electric. El DoJ propuso despojar a la AT&T de la Western y dividirla en tres empresas industriales competitivas. El proceso llevó siete años, porque la AT&T también tenía sus aliados en el gobierno (Pentágono) y en el complejo indutrial-militar. Se cerró el acuerdo que mantuvo el monopolio intacto. 7. En octubre de 1983 en un reportaje sugestivamente titulado Telecommunicaciones: the global battle


(Telecomunications: la batalla global), la revista Business Week describió la euforia de los fabricantes norteamericanos, europeos y japoneses ante las perspectivas de disputar tajadas de un mercado mundial proyectado para llegar a cerca de 90 billones de dólares hacia el fin de la década. Para la revista «las telecomunicaciones se volvieron objeto de una loca cunera porque pasaron a ser críticas para la economía mundial. Las Inversiones en industrias e instalaciones de comunicación por parte de los países industrializados [...] representan alrededor del 90% de sus PNBs» (Business Week 24/10/83: 62 passim). 8. No existe una definición clara para «servicio de valor adicionado» (SVA). Generalmente se considera todo tipo de servicio de transmisión o de suplemento de información, incorporados o externos a la red telefónica tradicional. Puede incluir telefonía móvil, comunicaciones por satélite, comercialización de bases de datos, etc. 9. Dentro de los países de la OCDE sólo Japón, Reino Unido y Canadá echaron mano del control estatal mayoritario sobre sus PM, reteniendo así participaciones minoritarias en torno del 30 %. En los demás se habla de futuras privatizaciones aunque mientras tanto las PTT siguen siendo estatales.


PERFIL DE LOS PERIODISTAS GRADUADOS EN VENEZUELA: CASO DISTRITO FEDERAL Jesús María Aguirre Resumen: El artículo recoge algunos resultados de las dos investigaciones realizadas por el autor: Hacia un perfil laboral de los Egresados de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Católica Andrés Bello 1965-1986", publicado parcialmente por la Revista COMUNICACION, N°69, 1990; y «El Perfil ocupacional de los periodistas de Caracas», publicado en la Col. Ayakua, N° 1, Ed UCAB, Caracas 1992. ANTECEDENTES: EL ESTUDIO «PERFIL 87» En 1987 iniciamos un estudio sobre la situación laboral de los 1353 egresados de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), que estaba próxima a cumplir 30 años de existencia. Sus resultados fueron parcialmente vertidos en una ponencia que presentamos en el Taller Sub-Regional Andino de FELAFACS (25-29 septiembre de 1989) y publicados en el N° 69 de la Revista «COMUNICACION» -Estudios Venezolanos- en 1990 con la referencia «Perfil 87». Para esas fechas pudimos comprobar que el mercado de trabajo del comunicador en expansión hasta el año 1983 se vio severamente golpeado por la crisis económica, no solamente por las restricciones del mercado sino por la sobreoferta de las mismas Escuelas de Comunicación Social, que seguían preparando para el campo tradicional de los medios masivos. Ya para ese año, por ejemplo, cerca del 33.3 por ciento de los Colegiados del Distrito Federal estaba en situación de desempleo según un documento del Sindicato de Trabajadores de la Prensa. Esta situación no era muy distinta para los egresados de la UCAB, ya que descubrimos que un 31,77% trabajaba fuera del campo de la Comunicación Social, pero obviamente tal calificación no correspondía estrictamente a lo que se llama un simple «desempleado» y por eso preferimos utilizar el término de «desempleo funcional». Presumíamos que en un sector dinámico con fuerte reconversión tecnológica iban surgiendo otras figuras transitorias y emergentes, difíciles de definir con las categorías profesionales antecedentes. Ahondando más en las modalidades hallamos incluso un pluriempleo en el 16,05 % de los casos, en que se combinan trabajos heterogéneos, cuyo eje primordial de sustentación no es el de comunicador. Tampoco se puede desestimar la figura del trabajador por propia cuenta y del llamado «freelance», que tiene particular importancia en el mundo audiovisual. El estudio Perfil-87 arrojaba el dato de que la mayor parte de los egresados se ubicaban en las empresas privadas (61,49%), y que el contingente de trabajadores por propia cuenta y «freelance» alcanzaba el 21,83 % por encima de los empleados en el sector público (16,66%). En este proceso de cambio se ha añadido la competencia de numerosos empíricos sin graduación universitaria, provenientes de Institutos Universitarios con carreras cortas, y profesionales de otras ramas que se han incorporado al sector. Actualmente sólo los periodistas, a diferencia de los publicistas o egresados de la mención audiovisual encuentran ciertas protección frente al ejercicio generalizado e ilegal de la profesión. Este problema es particularmente grave en el interior del país. Así, por ejemplo, en el Nororiente y Sur del país, de un total de 211 periodistas, más de la mitad (57,8%) son periodistas


no graduados en la universidad. De ellos un 46,9% ha culminado sus estudios de bachillerato, un 36,7% no tiene título de bachiller y un 2,1 % no ha culminado estudios de primaria (Plazas 1988). Otro aspecto de interés para diseños curriculares fue la constatación de que la mayoría de los profesionales se desempeñaban dentro de las actividades estrictamente periodísticas, independientemente del medio (42,72%). Es decir, tienen por rol ocupacional el de periodista, principalmente con funciones de difusión informativa. Sin embargo le seguía inmediatamente el del rol de los directivos con funciones de programación y control (34,68%), que supone otras competencias de planificación y evaluación, rara vez contempladas en los procesos formativos. En fin, dejando de lado otros aspectos de la investigación, comprobamos que, si bien la distribución por menciones de los egresados era de 39,77% por audiovisual, 39,25% por publicidad, y 21,03% por periodismo impreso, la dinámica laboral impone otros cruces ocupacionales y un considerable flujo entre distintos medios. Más aún, siguiendo la tipificación de roles desde el punto de vista de las subculturas que conforman las empresas hallamos los siguientes resultados: Docentes-Investigadores Periodistas Directivos Creativos Técnicos

3,23% 40,72% 34.68% 15,72% 5,65%

Aunque era evidente que el eje de la profesión comunicacional gira fundamentalmente sobre el perfil profesiográfico del periodista, que cumple funciones de recolección, procesamiento y difusión pública (corporativa, institucional o masiva) de mensajes de interés para la colectividad, el fenómeno de la diversificación en subculturas y la emergencia de nuevas figuras nos planteaba la necesidad de ir más allá de la descripción profesional de los egresados para entrar en la dinámica de las configuraciones que engendran las mismas empresas, sometidas a los requerimientos del mercado. Por eso decidimos continuar la investigación, pero ya dentro del mismo campo de trabajo, circunscrito o no a las empresas tradicionales. PLAN DE INVESTIGACIÓN SOBRE EL PERFIL OCUPACIONAL DE LOS PERIODISTAS Sin pretender cubrir todos los aspectos relativos a la profesionalización del periodismo, tarea que apenas está iniciada, el siguiente estudio, iniciado en 1991 se concentró en tres tópicos fundamentales sobre el perfil ocupacional de los periodistas, hoy más ambiguamente llamados comunicadores: a) la determinación de los perfiles ocupacionales en las empresas de comunicación y de masas, y específicamente en las de tipo periodístico impreso, que tienen una mayor trayectoria histórica. Si bien el estudio global abarca empresas de otros ramos como la radio, el cine, y la televisión, en esta primera etapa hemos ceñido el estudio al periodismo impreso (valuación de puestos, capacidades requeridas, etc.). b) la descripción de la orientación y necesidades de la comunidad ocupacional de los comunicadores, incluyendo todos los integrantes de la empresa que inciden directamente en la producción informativa (definición normativa, motivaciones en el trabajo, etc.).


c) la autorepresentación de los comunicadores sobre el contexto organizativo, el entorno sociopolítico y su relación con el público (percepción sobre los condicionamientos de su acción, grado de autonomía respecto a empleadores e instituciones e interacción con el público). Debido a que en el estado actual de las investigaciones en América Latina y Venezuela no contamos con un cuerpo teórico desarrollado al respecto, ni una tradición significativa de carácter empírico, nuestro estudio ha pretendido abrir un espacio para la formulación y prueba de hipótesis empíricas. De entrada debemos distinguir entre el proyecto global en curso que abarca el estudio de todos los comunicadores actualmente en ejercicio en Caracas y el segmento de este estudio circunscrito solamente a los comunicadores que trabajan en las organizaciones periodísticas de prensa escrita, registradas en el Distrito Federal para el año 1991. Para 1990 en América Latina y el Caribe funcionaban 1.007 periódicos de circulación diaria con un tiraje de 24.963.000 de ejemplares con un promedio de 62 ejemplares por mil. Venezuela en esas fechas con 75 diarios y 2.164.000 ejemplares supera ampliamente el promedio latinoamericano con 119 ejemplares por mil y ocupa el cuarto puesto después de Cuba (151/ 1000), México (118/ 1000) y Costa Rica (104/ 1000). Nuestro país duplica el promedio del índice de los países delArea Andina, que apenas alcanza a 57 por mil. Ecuador le sigue con 55/ 1000, Perú con 43/ 1000, Colombia con 41 / 1000 y Bolivia en el último puesto del rango con 12/ 1000 (López, 1991). Es importante destacar por una actualización de los datos anteriores que en Venezuela para 1991 hay ya 88 empresas periodísticas privadas y que, hecha la salvedad de algunos diarios subsidiados de corte religioso como es el caso de «La Religión», prevalece la orientación comercial. (De los 23 diarios estatales latinoamericanos 19 pertenecen a Cuba por su régimen socialista). Lamentablemente, si bien contamos con una información fidedigna de la Publicación Profesional Publicitaria para ubicar el conjunto de empresas periodísticas -diarios y revistas- no hemos podido obtener datos confiables sobre el universo de los periodistas en ejercicio actual. Ni el Registro Nacional de Periodistas del CNP, ni el flujo de egresados de las Escuelas de Comunicación permiten dar con el universo del estudio por la simple razón de que en el CNP no se registran todos los egresados y tampoco los egresados de las Escuelas de Comunicación comprenden el universo de los comunicadores efectivos, una porción de los cuales no cuenta con titulación universitaria, sea porque no culminaron sus estudios académicos o simplemente porque no los emprendieron. Para el año 1991 el número de periodistas registrados en el CNP a nivel nacional alcanza a 7.100 (dato suministrado por el CNP). En nuestro estudio sobre los egresados de la Escuela de Comunicación Social de la UCAB (1987) comprobamos que sólo un 59,21 % estaba afiliado al CNP y que un 23,39 % estaba en situación de desempleo funcional. El Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa estimaba en esas mismas fechas un 33,2 % de desempleo. Es decir que la mejor vía de estimación a través del Registro del CNP para 1991 en el D.F. -3.750 inscritos-, ofrece los inconvenientes de incorporar en la población un tercio de desempleados, cuyo interés es marginal para el objeto de este estudio, y además el de no incluir un número significativo de profesionales que ejercen sin título. Este problema es más agudo en las provincias, donde son más habituales los empíricos incluso de última hora, pero que no pueden ser subestimados en el Distrito Federal (Plazas, 1988).


Por otra parte nuestro intento de lograr las nóminas de los trabajadores vinculados al área de la comunicación en las empresas no se ha visto coronado por el éxito. Las empresas, vía sindicato, están en condiciones de otorgar datos sobre periodistas colegiados, que laboran en ellas, pero no así sobre el conjunto de los trabajadores, aunque abunden, desde no graduados hasta pasantes que han culminado el lapso convenido con el SNTP, pues se temen posibles demandas gremiales. Más aún algunas nóminas obtenidas a través de las gerencias de división financiera no suministran el staff de la dirección y la descripción de las secciones del departamento de redacción no corresponde a la clasificación ocupacional. Por todos estos inconvenientes hemos optado por un marco de muestreo más reducido que comprende el conjunto de las empresas de periodismo impreso (diarios y revistas) de tamaño grande (con más de 50 empleados) y mediano (con más de 10 empleados), registrado en el Area Metropolitana de Caracas. De la lista de 12 diarios y revistas de Caracas en el PPP (1991), excluyendo «The Daily Journal» de habla inglesa, hemos seleccionado en forma estratificada dos grupos, el de grandes empresas, que agrupa a los 6 diarios de mayor difusión nacional (50%), y el de medianas, que comprende 4 revistas de Caracas, seleccionadas al azar, de las cuales 2 de interés general y 2 especializadas en economía y comunicación. En este segundo estrato de 79 revistas las 4 apenas representan el 5,06 %. Por razones de control hemos añadido al primer grupo un diario regional escogido al azar, «El Impulso» de Barquisimeto. Este representaría el 1,33% con respecto al total de 75 diarios del interior. Siguiendo el modelo de escogencia polietápica, tras analizar los organigramas de las empresas, segmentados en tres grandes sectores, hemos elaborado una lista de 25 puestos de trabajo a partir de los escalafones estandarizados de contratación para reducirlos ulteriormente a diez según el criterio de homogeneidad funcional. Por fin, dada la diversidad en la composición cuantitativa de cada puesto en las empresas y la dificultad de aplicar un criterio operacional de afijación proporcional por empresa y puesto hemos recurrido a un diseño no probabilístico, sino de cuotas (Briones, 1979). La gran movilidad en los puestos de trabajo, las tendencias de reducción de las nóminas en este período de crisis -tan solo en El Nacional entre el 90-92 hubo más de 60 cambios- y la dificultad de ubicar a los periodistas, algunos de los cuales rara vez aparecen en los puestos de trabajo de la empresa, nos han obligado a cambiar de estrategia. El esquema de asignación a los entrevistadores previamente preparados en la Cátedra de Sociología de la Comunicación -menciones de prensa y audiovisual de cuarto año de la carrera de Comunicación Social de la UCAB- consistió en aplicar diez encuestas distribuidas entre los diez roles definidos por puestos ocupacionales, siempre y cuando existieran tales puestos. Las pruebas de pretest sobre comprensión del cuestionario, ajustes de categorías y validación de las escalas modificadas se realizaron con los mismos estudiantes de la cátedra. Aunque se critica la validación de los cuestionarios recurriendo a los universitarios y no a la población objeto de estudio, hay que tener en cuenta que el 85% de los encuestadores están vinculados a las empresas periodísticas por su trabajo o por el sistema de pasantías, lo cual reduce las posibles distorsiones en la comprensión y aplicación de los ítems. Las encuestas fueron aplicadas durante los meses de abril y mayo de 1991 según el diseño expuesto y la muestra por cuotas obtenida fue la siguiente:


CARACTERÍSTICAS DEL GRUPO ENCUESTADO Respecto a la muestra analizada, cuyas características se presentan al final, la distribución por puestos de los 97 miembros es la siguiente: Directivos (10,309%), Jefes de Información y Redacción (13,402%), Secretarios de Redacción (7,216%), Diagramadores (15,464%), Redactores (21,649%), Reporteros (15,464%), Fotógrafos (10,309%), Dibujantes (2,962%), Infógrafos (3,093%), Analistas (1,031%). La supremacía del sexo masculino (68,041%) sobre el sexo femenino (31,959%) es significativa con un coeficiente de contingencia de .356 y puede describirse como mayor en los puestos de Directivos, Jefes, Redactores y Fotógrafos y no significativa en los restantes. Lo cual, a pesar de la matricula creciente del sexo femenino en las Escuelas de Comunicación, es un indicio de la existencia de otros factores distintos (orientación al hogar, discriminación laboral, etc.), que hacen menos probable la incorporación de la mujer en las empresas periodísticas. Cabe señalar, sin embargo, que la presencia de la mujer comienza a ser relativamente más numerosa en los medios más nuevos (2001, El Diario de Caracas) a diferencia de los tradicionales (El Universal, El Nacional). Las mujeres están concentradas, sobre todo, en los puestos de diagramadores, redactores y reporteros, y queda abierta la pregunta de si en este proceso de incorporación de la mujer una de las vías de mayor captación ha sido el desarrollo del periodismo de espectáculo, más comúnmente llamado farándula. En el conjunto prevalecen profesionales jóvenes ubicados entre 25 y 35 años (41,24%), seguidos de los que tienen entre 34 y 45 años (29,90%). La población de más de 40 años alcanza el 20,62% y la más joven de menos de 25 años el 8,25% restante. Como veremos más adelante la mayor parte de los tres primeros puestos está ocupada por los profesionales de más de 40 años. La juventud se concentra en los puestos de diagramadores, redactores y reporteros. Llamativamente el único analista encuestado pertenece al intervalo más joven, aunque este dato no tiene especial valor estadístico. Como dato de interés complementario el estado civil se distribuye de la siguiente forma: 59,79% de casados, 30,93% de solteros y 9,28% de divorciados. En conjunto los solteros se encuentran sobre todo en los puestos donde está concentrada la juventud profesional. Hemos eludido por ahora la comparación con el estado civil de los profesionales de los otros medios, aunque albergamos la conjetura a probarse en otro estudio, de que la estabilidad de las parejas es mayor en los profesionales del medio impreso que en el resto. Consideramos poco revelantes los resultados obtenidos en torno a las Instituciones formadoras de donde egresaron, ya que es presumible un sesgo impuesto por los encuestadores, como hemos anotado anteriormente, en favor de los egresados de la UCAB frente a otras universidades. Lo más significativo es la presencia de un 18,56% de egresados de la Escuela de Comunicación Social del Zulia, a pesar de que la muestra está obtenida en el Distrito Federal. Dejamos para otra oportunidad la comparación de los egresados de la UCAB como universidad privada y católica con el conjunto de los egresados de las universidades estatales y laicas. Para nuestro análisis son particularmente útiles los resultados relativos a la mención cursada. Si bien es alta la correspondencia entre quienes egresaron de la mención periodismo impreso y se desempeñan en una empresa periodística (58,76%), es importante constatar que un 16,49% y un 5,15% provienen de audiovisual y publicidad respectivamente. No es de extrañar por lo demás que los de audiovisual estén sobre todo en los puestos de reporteros y fotógrafos, y los de publicidad en la diagramación. Es decir, que


ciertas interpretaciones esquemáticas sobre la relación mecánica y exclusiva entre mención y tipo de medio, encubren estos cruzamientos y llevan a desdeñar en el análisis un contingente del 21,64%, más de una quinta parte de comunicadores periodistas, que no provienen de la mención de periodismo impreso. El grupo de profesionales encuestados refleja una tendencia baja en la realización de postgrados. Descontando el 2,06% que no contestó a la pregunta, sólo un 1,03% tiene nivel de doctorado, un 5.15% ha obtenido una maestría y un 14,43% ha hecho un curso de especialización. El único doctorado corresponde a un directivo, mientras que las cinco maestrías están ubicadas entre los jefes de Información1, redactores2 y reporteros3. Las especializaciones se dispersan en los seis primeros puestos. La distribución por intervalos de años de experiencia profesional es la siguiente: Hasta 5 años (16,49%), entre 10 y 15 (26,8%), entre 16 y 20 (25,77%) y más de 20 (30,93%). Posteriormente analizaremos su relación con los puestos. Por fin dentro de la desconfianza que suelen merecer los datos sobre los salarios, consideramos que su tratamiento en intervalos muy marcados, ha permitido detectar la zona de los salarios críticos, aunque no se descubre nada en particular sobre los sueldos y honorarios de los directivos, y, en general de los puestos de confianza. Llama la atención el que todavía en 1991, después de fijado el salario mínimo por el CNP en 15 mil bolívares, un 24,16% ganara menos de 15 mil bls. Los resultados por intervalos han sido los siguientes: Menos de 10 mil (3,09%), entre 10 y 15 (21,65%), entre 16 y 20 (18,56%), y más de 20 mil (3,09%). El ejercicio del pluriempleo es común a más de la mitad de la muestra: 57,73%, distribuido en casi todos los puestos, aun directivos. (Obviamente en este último caso pueden incidir otros factores distintos de las insuficiencias salariales, pues es común entre los gerentes compartir puestos en varias empresas). CONCLUSIONES Una vez analizados los resultados sobre las diversas dimensiones de las subculturas ocupacionales y remitiéndonos a las hipótesis iniciales podemos concluir lo siguiente: a.- La diferenciación en subculturas ocupacionales tiene una base consistente y principalmente está radicada en la especialización funcional manifestada en los distintos perfiles de lo puestos de trabajo. b.- Las distancias más significativas en el tipo de tareas, capacidades y motivaciones se dan entre los subgrupos considerados como gerencial (directivos), periodístico (redactores y reporteros) y técnico (diagramadores). Y si bien hay indicios de otras subculturas, no ha habido datos suficientes para poder corroborar la presencia de una subcultura de los creativos (dibujantes, ilustradores...), ni tampoco de un subcultura híbrida y emergente, vinculada a lo nuevos procesos tecnológicos. c.- Las exigencias de diferenciación funcional son mayores en las empresas medianas y grandes, mientras que en las empresas pequeñas son más probables la plurifuncionalidad y la dualidad ocupacional. d.- Los puestos de la subcultura gerencial requieren altos niveles educativos, tasa notable d años de experiencia, formación generalista, conocimientos administrativos y fuertes necesidades de logro y poder.


e.- Los puestos de la subcultura estrictamente periodística suponen una formación básica cultural amplia, orientada a una especialización en contenidos específicos. Altas destrezas expresivas tanto orales como escritas y fuerte motivación hacia el logro y la afiliación. Redactores y reporteros cultivan además intensos contactos exteriores con fuentes y público. f.- Los puestos de la subcultura técnica exigen una formación media pero de alta especialización, particulares destrezas tecnológicas y capacidad de cálculo. Se mueven principalmente por criterios de éxito profesional y más bien utilitarios. g.- Los puestos de los creativos, dibujantes tradicionales, infógrafos emergentes, etc. requieren un análisis ulterior con muestras más representativas, que permitan verificar la hipótesis sobre su orientación imaginativa y/o técnica y su reconfiguración ante el reto de las nuevas tecnologías. h.- La caracterización del periódico como organización híbrida, refleja con bastante exactitud la dualidad de las dimensiones organizativas como manufactura y servicio. Y a pesar de que existe una cultura gremial hegemónica en la línea de la autodefinición de la profesión como servicio público, se manifiestan concepciones y valores discrepantes, tal como prueba la polarización de las respuestas utilitarias y normativas de los profesionales. i.- Las concepciones participantes y neutral en el medio, no están relacionadas directamente con el nivel educativo, sino más bien están asociadas en diversos grados a las diferentes subculturas ocupacionales. Directivos y técnicos se reconocen más en las formulaciones neutrales que corresponden a la ideología del periodismo «objetivista», y, redactores y reporteros tienden a autodefinirse mayormente con proposiciones participantes, que se aproximan o al periodista «indagador» o al periodista «militante». j.- Las necesidades de logro, afiliación y poder son diversas según los puestos, y las asociaciones más significativas se refieren a la motivación de poder y logro por parte de los directivos, y a la de afiliación y logro por parte de los periodistas. k.- Persiste una ideología general sobre la autonomía de la profesión, estrechamente vinculada a la función de servicio público, y se considera que la libertad en el puesto de trabajo y en el medio organizacional es bastante alta, aunque más en éste que en aquél. Se reconocen las fuentes de presión provenientes de diversos roles de poder externos, desde anunciantes y empresarios hasta autoridades legales y políticas, y también de las instituciones y de los públicos. l.- La intervención de los públicos, cuando no es insignificante, está mediatizada por múltiples mecanismos de control y filtración. Sus intervenciones están altamente ritualizadas de acuerdo a los procedimientos rutinarios de la empresa como son: la búsqueda programada de fuentes, la selección de despachos y boletines, las configuraciones periodísticas de acuerdo a diversos géneros, y, en fin, su morfología estructural para la difusión. En fin, los profesionales de las empresas periodísticas del área metropolitana de Caracas poseen características de la clase media por su nivel de formación, ingresos y estatus social, aunque en promedio son menos pagados que en otras profesiones liberales como derecho, ingeniería, medicina, etc. Forman parte de una burocracia industrial, que se resiste a la mercantilización total por el mantenimiento de una ideología profesional de servicio público, sustentada en los criterios de autonomía de las


profesiones liberales y de la libertad pública de expresión. En este sentido, dadas las negociaciones y transacciones que se efectúan internamente con los propietarios y directivos, y externamente con las fuentes y los públicos, bien puede afirmarse que se trata de una burocracia no rutinaria. BIBLIOGRAFÍA VENEZOLANA ABREU, 1. (1991), Comunicación social, educación y mercado laboral, Escuela de Comunicación Social, Universidad Central de Venezuela, mimeo, 23 pp. AGUIRRE, J.M. (1990), Hacia un perfil laboral de los egresados de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Católica Andrés Bello: período 1965-1986. En revista COMUNICACIÓN, N° 69, pp. 74-99. AGUIRRE, J.M. (1990), Perfiles profesionales y figuras emergentes en Comunicación Social, Taller Subregional Andino de FELAFACS. En revista COMUNICACIÓN, N° 69, pp. 64-73. CUENCA,G. (1985), La formación de los recursos humanos en Comunicación Social en Venezuela, Universidad Central de Venezuela, Caracas. CUENCA,G. (1985), Diez años de Escuelas de Comunicación Social en el país, en revista COMUNICACION, N° 51/52, pp. 70-77. ESTE, A. (1985), Confesiones de un egresado de la democracia, en revista COMUNICACIÓN, N°- 51/52, pp. 87-95. FRANCO, L. Y RAMIREZ, D. (1987), Participación de la mujer en los medios, en revista COMUNICACIÓN, N° 58, pp. 62-74. FEBRES, C. (1985), Notas sobre la gestión sindical y gremial de los periodistas, en revista COMUNICACIÓN, N° 51 /52, pp. 79-85. GARCIA M. y CONDE, O. (1988), Estudio sobre formación del comunicador social de la UCAB, Trabajo de Grado, Escuela de Comunicación Social, UCAB. L.U.Z. (1967), Memoria de la Comisión de Trabajo de Periodismo reunida en Maracaibo durante los días 4, 5 y 6 de mayo de 1967, Universidad del Zulia. Facultad de Humanidades y Educación, Escuela de Periodismo, 8 de mayo de 1967. MORALES, E. Y PARRA, L. (1992), Estudio diagnóstico de la oferta-demanda y situación ocupacional del egresado en Comunicación Social de L.U.Z., Departamento de Investigación, Escuela de Comunicación Social. Universidad del Zulia (investigación en proceso). NICODEMO, P. ( 1978), Encuesta a los profesionales inscritos en el Colegio Nacional de Periodistas, CNP, Caracas. PEREZ, I., REPOLE, D. Y MARTINEZ, G. (1986), Autoimagen del periodista venezolano: Estudio limitado a los profesionales inscritos en el C.N.P. Distrito Federal. Trabajo de Grado. Escuela de Comunicación Social de la U.C.V., Caracas. (Ver resumen en revista COMUNICACIÓN, N° 58, Caracas 1997, pp. 39-61). PLAZAS, M. (1988), La calidad del periodismo y el mejoramiento profesional, Instituto de Mejoramiento Profesional del Periodista, mimeo, Caracas. S.N.T.P. (1987), Los contratos en números, en revista COMUNICACIÓN, N° 58, pp. 89-92.


TELECOMUNICACIONES, CULTURA Y ENSEÑANZA DE LA COMUNICACIÓN Raúl Fuentes Navarro En los últimos años dos grandes temáticas han irrumpido en el campo de la comunicación rebasándolo claramente, tanto en sus ya imprecisos límites disciplinarios que acaban haciéndose pedazos, como en cuanto a sus recursos académicos que se muestran cada vez más precarios para dar cuenta de las transformaciones en curso: la temática de la globalización, que exige consideraciones macrosociales, sobre todo económicas y políticas, y la temática de las identidades, que remite a enfoques microsociales, sobre todo políticas culturales. Más allá de los ocultamientos del saber inducidos por las corrientes del «neoliberalismo» y la «posmodernidad», la comunicación atraviesa centralmente ambas temáticas ubicando a su conceptualización teórica y a su práctica estratégica como núcleo de uno de los desafíos prioritarios para las ciencias sociales. Es necesario reconocer, recuperar y extender los frentes de debate y reflexión que para la comunidad académica del campo latinoamericano de la comunicación ha abierto FELAFACS con respecto a estas temáticas y sus implicaciones para la formación de comunicadores. Especialmente importantes resultan los aportes del Seminario sobre Comunicación y Ciencias Sociales realizado en Santafé de Bogotá en octubre de 1991 para celebrar el décimo aniversario de la Federación (Cfr. Dia-logos N° 32) y del VII Encuentro Latinoamericano de Facultades de Comunicación Social efectuado en Acapulco en octubre de 1992. A pesar de las críticas adversas que algunos aspectos de la organización de estos eventos pueden haber generado, es indudable que FELAFACS concentró en ellos la contribución de los más valiosos recursos académicos del campo y que puso en evidencia la magnitud de los retos y de los avances del estudio de la comunicación en y para América Latina. Es necesario reconocer esta fundamental aportación de FELAFACS porque es sin duda el espacio institucional de contacto, intercambio y cooperación más abierto y estimulante, aunque ciertamente no el único, para las escuelas y facultades latinoamericanas de comunicación que la constituyen. FELAFACS es entonces, un espacio propio. Por lo mismo se hace necesario recuperar, con mucha mayor intensidad que hasta ahora, desde cada una de las más de doscientas instituciones miembros, los cuestionamientos abiertos y los instrumentos de trabajo proporcionados en las múltiples líneas de acción de FELAFACS. Pero en un continente que abarca más de 20 millones de kilómetros cuadrados y donde priman la pobreza y la heterogeneidad, las intercomunicaciones no son fáciles. Las redes constituidas por FELAFACS sobre todo las asociaciones nacionales, no han sido todavía cabalmente utilizadas para extender los aportes del trabajo, de los eventos y proyectos, a todos los miembros de la comunidad académica del continente. Estas consideraciones surgen de la reflexión de un miembro del Consejo Directivo de la Federación a propósito de la evaluación de los eventos antes mencionados, de la previsión de la Asamblea que en octubre de 1994 habrá de renovar ese órgano máximo de dirección y de la inminente puesta en marcha de dos nuevos proyectos de gran magnitud elaborados por FELAFACS en colaboración con la UNESCO y otras organizaciones latinoamericanas. Ambos proyectos tienen que ver con el desarrollo de las «nuevas tecnologías», que fueron el tema del V Encuentro Latinoamericano (Bogotá 1986): uno se titula «Red Informatizada de Centros de Documentación sobre Comunicaciones en América Latina», presentado por FELAFACS, IPAL, COMNET-AL al PIDC de la UNESCO, y el otro, «Proyecto para la Enseñanza de las Telecomunicaciones en las Facultades y Escuelas de Comunicación Social de


América Latina», en desarrollo bajo los auspicios de FELAFAC y la Oficina del Consejero Regional en Comunicación para América Latina de la UNESCO. El primero de estos proyectos utiliza uno de los recursos más avanzados de la tecnología digital para el almacenamiento y distribución de información, el CD-ROM o base de datos en discos compactos, y pretende por ese medio interrelacionar a los principales centros de documentación sobre comunicación de región iberoamericana, poner a disposición de las 300 escuelas y facultades de comunicación latinoamericanas la producción bibliográfica y hemerográfica de la región en el campo, sistematizada por ellos, en texto integral. El proyecto incluye la realización de siete cursos sub-regionales de entrenamiento sobre documentación, informatización y uso académicos de la tecnología. Este último aspecto es fundamental, ya que aunque los costos de muchas innovaciones informáticas como las involucradas en el proyecto se han reducido drásticamente en la última década facilitando su incorporación a las actividades de la mayor parte de las instituciones educativas, el conjunto de saberes necesarios para su aprovechamiento cabal no se ha extendido tan amplia o rápidamente como los equipos. En ese sentido precisamente apunta el segundo proyecto. Así como la informática ha extendido exponencialmente las capacidades de procesamiento de información, su empleo en combinación con las telecomunicaciones ha permitido extender también exponencialmente las capacidades de distribución e interacción a distancia, modificando radicalmente las relaciones que los sujetos mantienen con las estructuras sociales globales y las culturas contemporáneas. De ahí la necesidad de avanzar en la comprensión de los impactos y posibilidades que en diversas escalas y dimensiones socioculturales aportan las infraestructuras tecnológicas actuales a la comunicación social y de adecuar los marcos disciplinarios y profesionales de la comunicación a estos hechos. Todavía a mediados de los ochenta cuando FELAFACS dedicó a las «nuevas tecnologías» su V Encuentro Latinoamericano (Cfr. Nuevas Tecnologías y Comunicación, Bogotá, 1987), parecían dividirse las posturas: entre la resistencia por una parte o la fascinación por otra, y la aceptación crítica de los nuevos retos asociados a estas tecnologías y su incorporación en los países latinoamericanos. Hoy las evidencias de que no es sostenible ninguna postura que ignore, minimice o deje al margen su importancia en y para la práctica de la comunicación, son incontestables. Pero aceptar esas evidencias y utilizar los nuevos recursos para propósitos propios de la academia misma (por ejemplo, al enviar este texto vía fax o por correo electrónico a la redacción de Dialogos en Lima desde Guadalajara en unos cuantos minutos, por supuesto después de haberlo escrito en computadora) no significa renunciar a la asimilación crítica ni en lo conceptual ni en lo práctico. De hecho, la intención central de este artículo es proponer la integración de la problemática de las telecomunicaciones y la globalización en el contexto de la tendencia central de la década de los ochenta en nuestro campo, la inserción del estudio de la comunicación en el de la cultura y las identidades. Es decir, no se trata otra vez de separar los enfoques (macro) tecnológico-informacionales sobre la comunicación de los (micro) socioculturales, sino de replantear sus múltiples relaciones (de complementación, de contradicción, de mutua afectación, de confluencia o divergencia lógica y práctica, etc.) en términos educativos y profesionales propios de las escuelas y facultades de comunicación social. Entre los últimos aportes conceptuales y referenciales de la investigación y la teoría de la comunicación en los años más recientes, pueden destacarse las propuestas de recuperar, desde la reflexión epistemológica, el rigor crítico y la visión estratégica en el campo de la comunicación. Armand y Michéle Mattelart en su prólogo a la edición española de Pensar sobre los Medios (1987) plantean el por qué con claridad:


Las realidades de la «comunicación» han evolucionado considerablemente, según lo demuestran los procesos de privatización y de desrreglamentación de las instituciones audiovisuales y de las redes de telecomunicaciones, la construcción de un sistema de «comunicación mundo» en el contexto de una «economía mundo» en el sentido braudeliano del término, y la mercantilización de sectores (cultura, educación, religión, sanidad, etc.) que habían permanecido, hasta entonces, al margen del circuito comercial y que apenas se habían visto afectados por la ley del valor. Las nuevas tecnologías de comunicación no sólo ocupan el lugar central de un reto industrial; están en el corazón mismo de las estrategias de reorganización social de las relaciones entre el Estado y el ciudadano, los poderes locales y centrales, los productores y los consumidores, los patronos y los trabajadores, los enseñantes y los enseñados, los expertos y los ejecutantes. En este contexto de mutaciones científicas y tecnológicas han surgido nuevos actores históricos, tanto en el campo de la industria y del mercado como en el de las estrategias de resistencia social, tanto en el «primer» mundo como en el tercer mundo (p.21). Un proyecto para el estudio de las telecomunicaciones en América Latina exige como punto de partida el reconocimiento de que, al igual que cualquier otro objeto de estudio de lo social, esta comunicación-mundo «está constituida por un nexo complejo de elementos con múltiples dimensiones, relaciones y determinaciones mediadoras, que puede ser descrito y analizado a diversos niveles de generalidad y abstracción en una forma sistemática» (Sánchez Ruiz, Medios de Difusión y Sociedad, 1992, p. 96). Pero no puede ignorarse en este proceso de construcción de un objeto académico, el origen en principio exógeno de éste. Aunque muchos de los problemas actuales al respecto son comunes a los países «generadores» de las tecnologías y sistemas de telecomunicación y a los países «adoptantes» de éstas, la globalización no elimina sino que incrementa la desigualdad de recursos disponibles para enfrentarlos y resolverlos. De ahí se desprende la pertinencia de introducir la temática de la telecomunicación en las escuelas de comunicación social de la región, pero también la doble determinación de su consistencia, lo cual remite no sólo a la epistemología sino también a la ética. Con base en una valoración apropiada a las condiciones -y a las intenciones- latinoamericanas, es necesario asimilar el «estado de la cuestión» en el mundo y alcanzar el nivel de competencia académica requerido para «seguir el paso» de evolución del objeto de estudio; pero al mismo tiempo es indispensable hacerlo con prioridades extremadamente precisas y recursos mucho más limitados que en los países centrales, comenzando con el tiempo socialmente disponible. Conviene entonces rescatar la importancia de la reflexión epistemológica «frente al auge de las corrientes neopositivistas y a la fascinación por las herramientas tecnológicas que las acompañan», como señalan los Mattelart, quienes plantean fundamentalmente la «necesidad de la distancia teórica para comprender en qué medida la remodelación de los sistemas de comunicación afecta a nuestras sociedades, así como la forma de reflexionar sobre ellos (de concebirlos)». Sin embargo, el conocimiento teórico y práctico necesario para dar sustancia al estudio de las telecomunicaciones parece no contar en América Latina con las articulaciones mínimas necesarias al menos desde el punto de vista del campo académico de la comunicación. Actualmente, como quizá en ninguna otra dimensión del desarrollo, exceptuando quizá la política económica, la investigación y la toma de decisiones en telecomunicaciones exigen una vinculación extremadamente estrecha, mediada por la planificación. Así parece suceder en los centros hegemónicos globales, sean gobiernos o empresas transnacionales, y no siempre hay evidencias de que esto ocurra en América Latina. Un aspecto sobre el que conviene reflexionar, desde la práctica, es la vinculación entre esta articulación científico-política y el campo académico: cabe preguntarse ¿dónde y cómo se forman los investigadores y planificadores de las telecomunicaciones latinoamericanas? Casi puede asegurarse que no es en las facultades de


comunicación social de la región. El campo de las telecomunicaciones, si acaso, es atendido por las universidades latinoamericanas en las facultades de economía e ingeniería y es necesario modificar esta situación, no tanto para la formación de analistas y operadores de las telecomunicaciones como para la ubicación de los profesionales de la comunicación social en el propio entorno sociocultural. No obstante la desarticulación radical señalada, en América Latina se realiza investigación (social) sobre las telecomunicaciones. Una muestra puede ser el programa del I Congreso Latinoamericano de Investigadores de la Comunicación organizado por la ALAIC en Sao Paulo en agosto de 1992, donde al menos en dos de los grupos de trabajo se presentaron ponencias (mexicanas, brasileñas, venezolanas, argentinas) sobre este campo, especialmente sobre la privatización de las telecomunicaciones. También en el VII Encuentro Latinoamericano de Facultades de Comunicación convocado por FELAFACS en Acapulco en octubre del mismo año, la temática fue abordada, especialmente en relación con la identidad y la integración latinoamericanas. El conferencista inaugural, Antonio Pasquali, que ha señalado desde hace muchos años el descuido de la formación en telecomunicaciones en América Latina, insistió («El comunicador y el reordenamiento del mundo») en la importancia estratégica del asunto: Considero como una segunda necesidad de mucha relevancia redefinir y actualizar el significado de «Comunicación» en el título de nuestras facultades y escuelas. Varias de ellas, permítanme decirlo con franqueza, vienen reiterando los viejos esquemas estructurales de las meritorias Escuelas de Periodismo, o no han logrado adecuarse a las nuevas demandas o carecen de infraestructura. Entiendo que muy pocas expresan a nivel curricular la polisignificancia del término, en momentos históricos en que «pensar la comunicación» en todas sus vertientes ha adquirido enorme relevancia (...) Nuestras facultades y escuelas necesitan abrirse en extensión y profundidad: por un lado acentuando su colaboración con Filosofía y demás ciencias del hombre, Economía, Educación, Ingeniería, Electrónica, Artes y Arquitectura: por el otro, ensanchando sus intereses curriculares cuando menos a áreas tales como la economía de la cultura y la comunicación, correos y telecomunicaciones... (p.20). No obstante que la desarticulación investigación/docencia es una de las constantes más preocupantes del campo académico de la comunicación en América Latina, algunos de los temas desarrollados con mayor fuerza y originalidad por los investigadores latinoamericanos han logrado ser incorporados, aunque con cierto retraso y no siempre de la manera más adecuada, a los currícula. Así sucedió con las tradiciones de investigación formadas en América Latina alrededor del NOMIC y las políticas de comunicación, la comunicación alternativa, la comunicación/cultura y, quizá últimamente, del estudio de la «recepción» y las identidades. Cada una con su propio «colegio invisible», su conjunto de supuestos y propósitos académico-políticos compartidos, su conjunto de preguntas e hipótesis centrales, sus propuestas para las escuelas y los profesionales de la comunicación. Pero sobre las telecomunicaciones no parece existir aún en América Latina la red de conexiones y consensos que la constituyan en una tradición, término que a pesar de sus connotaciones conservadoras es utilizado aquí en sentido opuesto: como un mecanismo social de innovación y de progreso en las ciencias. ¿Cabría impulsar su formación desde las universidades? En un artículo publicado en Dia-logos N° 28 Jesús Martín Barbero ubica en su contexto esta cuestión y la responde con otra: Al faltarles tradición académica y al tener como campo de estudio procesos estratégicos de la vida política y cultural, los estudios de comunicación se ven permanentemente desgarrados entre una tendencia fundamentalista y otra practicista. El recorrido de esos estudios en América Latina muestra las


dificultades que encuentra aún la articulación de lo abordado en la investigación con lo tematizable en la docencia, así como la lenta consolidación en propuestas curriculares de la interacción entre avance teórico y renovación profesional. De otra parte, al no estar integrado por una disciplina sino por un conjunto de saberes y prácticas pertenecientes a diversas disciplinas y campos, el estudio de la comunicación presenta dispersión y amalgama, especialmente visibles en la relación entre ciencias sociales y adiestramientos técnicos. De ahí la tentación tecnocrática de superar esa amalgama fragmentando y especializando las prácticas por oficios siguiendo los requerimientos del mercado laboral. Pero en países como los nuestros, donde la investigación y el trabajo teórico no tiene, salvo honrosas excepciones, espacios de desarrollo institucional fuera de las universidades, ¿dónde situar entonces la tarea de dar forma a las demandas de comunicación que vienen de la sociedad y al diseño de alternativas? (p. 71). Si aceptamos esta «tarea de dar forma a las demandas de comunicación» mediante la formación de profesionales «mediadores» y no sólo Intermedios» (Cfr. Martín Barbero en Dia-logos N° 26) en nuestras universidades, la comprensión y el aprovechamiento de las telecomunicaciones deben estar integrados con el análisis de las culturas y las identidades que ellas atraviesan y, literalmente, transnacionalizan. El reto es verdaderamente apabullante, pero ineludible, y supone una completa reformulación teórica y práctica de la teoría, la enseñanza, la investigación y las profesiones de la comunicación. En América Latina difícilmente podrán encontrarse más lúcidas y orientadoras propuestas al respecto que las trabajadas por Jesús Martín Barbero, quien en un texto más en Dia-logos (N° 32), argumenta en favor de la transdisciplinariedad para «Pensar la sociedad desde la comunicación»: En esta nueva perspectiva industria cultural y comunicaciones masivas son el nombre de los nuevos procesos de producción y circulación de la cultura, que corresponden no sólo a innovaciones tecnológicas sino a nuevas formas de sensibilidad y a nuevos tipos de disfrute y apropiación. Y que tienen, si no su origen, al menos su correlato más decisivo en las nuevas formas de sociabilidad con que la gente enfrenta la heterogeneidad simbólica y la inabarcabilidad de la ciudad. Es desde las nuevas formas de juntarse y de excluirse, de reconocerse y desconocerse, que adquiere espesor social y relevancia cognitica lo que pasa en y por los medios y las nuevas tecnologías de la comunicación. Pues es desde ahí que los medios han entrado a constituir lo público, esto es a mediar en la producción del nuevo imaginario que en algún modo integra la desgarrada experiencia urbana de los ciudadanos (p. 29). En el escenario sociocultural presente, cruzado tanto por los procesos de globalización como por la emergencia de nuevas identidades, y caracterizado por profundas transformaciones sociales, es posible seguir afirmando que el comunicador cuyo futuro tiene futuro es el que en el presente desarrolla su capacidad de dominar el lenguaje: hablar, escuchar, leer y escribir para ubicarse en el multidimensional y rápidamente cambiante entorno sociocultural; que desarrolla su capacidad de controlarla información, sus códigos y canales de producción y circulación social, especialmente los de más amplia cobertura; que desarrolla su capacidad de relacionar los medios con los fines, es decir, de vincular necesidades y satisfactores de comunicación mediante el uso apropiado de los recursos disponibles; y que desarrolla su capacidad para operar educativamente la comunicación, o en otras palabras, para hacer participar a los sujetos sociales, consciente e intencionalmente, en la transformación de sus condiciones concretas de existencia a través de la apropiación crítica de sus prácticas mediante la comunicación. Y ese es también, precisamente, si nos atenemos a la indispensable coherencia entre la teoría y la práctica, el modelo que debe guiar la formación en la universidad de quienes habrán de ejercer la comunicación profesionalmente en la sociedad del futuro próximo. Sin duda, hay mucho trabajo que hacer en las escuelas de comunicación.


VIDEO-TECNOLOGÍA Y MODERNIDAD POR LOS DOMINIOS DE PEDRO PÁRAMO Jorge A. González PRESENTACIÓN Y los tiempos -parece ser- no están para menos. Sin embargo no todo en el venir y el porvenir es solamente tristeza. En aquellos tiempos de Pedro Páramo, en aquella reseca Comala sólo quedaban casas desiertas, tierras yermas y la memoria -a veces demasiado vívida- de sus muertos. Nuestro Comala actual tiene mucha más vida según: los decires recientes allí resuellan a diario como 9,300 comaltecos que vienen a ser menos de la mitad de la población total del municipio con tan célebre y mágico nombre. Así que, ubicado al norte del estado de Colima justa al pie del Cerro Grande, a la vista de los volcanes y más o menos como a siete kilómetros y quinientos pesos de la capital (Colima), nuestro pueblo, a pesar de tener muchos, pero muchos más que 500 años, una larga historia de evangelización franciscana, tierra por demás fértil, rico y oloroso pan dulce, sabroso ponche de granada, una excelente banda de música y un recién estrenado decreto presidencial (30 de noviembre de 1988) que lo considera como patrimonio nacional, se conoce sobre todo por la referencia a su nombre (y sólo a su nombre) en una novela. Es decir, se sabe del nombre, «se sabe» del pueblo precisamente por obra y gracia de una ficción publicada hace cuarenta años. Ficción y realidad pueblerina que difieren en muchas cosas, y se parecen en otras. En este trabajo Comala vuelve a aparecer con motivo de la ficción. Sólo que esta vez no relacionada con la irrepetibilidad del arte de la novela, sino con algo -para algunos- menos noble: la industria cultural del entretenimiento, cuya lógica -precisamente de repetibilidad- haría convulsionar a más de algún exquisito entendido. Cuando elegimos relacionar Comala, este jironcito consentido de la Patria, con la “fría Industria Cul tural» dentro del limitado espacio de este trabajo, no osaremos tocar más que algunos aspectos del surgimiento y trayectoria de la industria de los videogramas (en adelante VGRs) en el estado y algunas de las tendencias del proceso de apropiación familiar de esta tecnología de primer mundo, que ciertamente ayuda a sobrellevar la infinita tristeza de los tiempos del tercer mundo y la interminable cíclica pesadez y previsibilidad de la vida de todos los días, del día de todas las vidas, de todos los mundos. Entender la forma en que nuestra sociedad colimense y comalteca se relaciona con los profesionales de la ficción quiere decir para nosotros, convertir en observable todo un entramado de prácticas y relaciones que giran alrededor de la constitución de un mercado de bienes culturales1 y con la formación de un público concreto (con gustos, estilos y preferencias) para la oferta de las mercancías culturales que son los videogramas. Ciertamente, los VGR son mercancías, pero además de tener un cierto valor de cambio y una fenecible fabrilidad están hechas para significar. A partir de lo que contienen (información que bien puede llamarse “software”) la gente común (o sea todo mundo) suele llorar, reir, reflexionar, agitarse, excitarse, comparar, aspirar, soñar, etc. y todos los etcéteras que haga falta. La relación de un pueblo colimense de menos de diez mil habitantes con la tecnología transparente de oprimir botones, con los encantos de la modernidad al alcance de todo, en fin, con todo un espacio social especializado en la producción, difusión, preservación de representaciones sociales y los propios sistemas de clasificación y estilos de vida de sus habitantes, para nada se agota en la relación con los videogramas y las casas de renta de este tipo de software. Es cierta mente mucho más amplia y forma parte de un vasto proyecto de pesquisa sobre el sistema de comunicación social de la ciudad de


Colima que se desarrolla dentro del Programa Cultura/CIS de la Universidad de Colima, sin embargo por ser de reciente aparición (el fondo de la noche de los tiempos, en este caso no llega a la década) el fenómeno de los videogramas se presta muy bien para fijar algunas rutas, explorar algunas veredas y evitar algunos tortuosos vericuetos. Nuestro interés de fondo es el de ofrecer: a) una primera caracterización de interpretación del crecimiento de las casas de renta de videogramas en Colima, b) algunos rasgos de la reciente y creciente formación de su público , y c) ciertas observaciones, también ellas todavía bastante provisorias, sobre los usos y apropiaciones familiares, tanto de los aparatos reproductores de videogramas (por convención VTR) y circunstancias que le acompañan, como de los contenidos que dentro de esas cajitas con película se muestran. Para ello focalizaremos en el caso del pueblo de Comala y a medida que vaya siendo necesario, incluiremos alguna información pertinente de otros niveles y escalas de representación. Una VTR es por cierto un aparato diseñado especialmente para ser usado de un modo bastante simple y aunque no sólo requiere ser enchufado a la corriente como la plancha (que también es tecnología), tampoco presenta una complejidad mayor que la de meter el caset y empujar, esperar a que deje de hacer «ruidos», picar un botón que normalmente dice «PLAY» y ... a gozar! Al acabar la función oprimimos otro botoncito más, que debe decir «EJECT» o algo por el estilo, la película sale y listo. Para los niños, como seguramente les consta, estas operaciones son sumamente sencillas, lo mismo que para las mujeres, que suelen estar menos en contacto con las tecnologías mediadoras de la información. La VTR es pues una tecnología “amable y transparente» y si a ello agregamos que hace juego con el color de la mesita esa, que nos deja regresar la acción para volver a ver lo más interesante, detenerla en lo que voy al baño como nunca antes tan bien pudimos, permite perfectamente echar un ojo al gato y otro al garabato, concede «una forma de estar» sin estar presente, para no perder el asesinato de Alicia (que Murió para Vivir) a manos de Rosaura (su despiadada madre adoptiva) y su lluvioso pero muy oportuno rescate por la fiel nana Teo y el valoroso (y guapo) doctor Quijano, y de esta manera, con ello nos deja intervenir en la instantaneidad de los mensajes televisivos, y por si fuera poco, podemos ver los más exitosos «estrenos mundiales» así en Comala como en el Cielo y zonas conurbanas. Las VTR son entre otros variados usos, máquinas de acceso controlado a un mundo distinto, a un reino de ilusión, de ensueño, de goce limitado tan sólo por la agudización de la mirada que recorre la cajitas, mira las imágenes de las fotos, lee los títulos, escoge, se abalanza para ganar a otros la presa y se dispone a pagar el precio del placer: dos mil pesos por día en promedio. El mantenimiento sostenido de esta acción corresponde al dueño del Videoclub que debe estrenar una suficiente cantidad de taquilleros filmes por semana, a riesgo de que su cliente comience a procurarse en cualquiera otro de los cuatro o cinco videoclubes más a los que también está inscrito, las fuentes de su satisfacción. La televisión de suyo, y ahora potenciada por los VTRs, permite saltar (por lo menos simbólicamente) y re-modular la relativa estrechez de la identidad local anclada en el sentimiento adicional de territorialidad, como paso previo al sentimiento moderno del aplanamiento de las diferencias vía la redención en un mercado de bienes culturales de corte universal. La tradición no sólo es tradición, también es para una gran mayoría signo y eslabón memorioso con la miseria y la pobreza, compañera tenaz de generaciones y de siglos, el alejamiento y el desnivel de la cultura, la incomodidad, la inmundicia, la dependencia y


finalmente la tan temida exclusión del tan deseado y promisorio pastelote -por lo menos sígnico- de la modernidad. Así, la gente elige romper con todo lo que la ate y no le permita -también a él, a ella- subirse al carretón (Ah! pero eso sí, con «jeders») del progreso. Le llegamos de volada a la tecnología y en la medida en que no la producimos (hardware-fabrilidad) ni la diseñamos (software-signicidad), sólo podemos ser usuarios y por lo mismo estamos condenados a bailar al son que nos toquen. A.M. Cirese en una conferencia en la Universidad de Colima, mencionaba recientemente la paradoja de que sin haber propiamente vivido (como en Europa) una revolución industrial, nuestros países de repente comienzan a participar (generalmente como usuarios y consumidores) en la revolución informática. Es probable (y se puede documentar) que el hijo de un campesino estudie para técnico en computación (recordar fiebre y proliferación geométrica de las escuelitas de computación, la carrera del futuro, «incorporadas») y se pase así nomás de sopetón de la milpa y los bueyes de mi compadre a los microchips y a los nanobytes. Pero para bien o para mal, los usos (a veces bastante aberrantes y no programados por el diseñador original) que desde nuestra civilización mestiza hacemos de la tecnología del Primer Mundo no son unívocos. Algunos autores lo consideran como un signo de la dependencia y la aceptación fatal del dominio. Otros más piensan que la ambigüedad puede ser leída en clave de una estrategia a resistir. Afortunada o desafortunadamente nuestro país cuenta ya con una considerable infraestructura de organizaciones, fábricas, distribuidoras, maquiladoras, centros de venta de VTRs y televisores a color (con o sin factura), talleres de reparación, etc. que sirven y surten a una extensísima y creciente red de videoclubes y un nuevo público, algo así como videófilo cuya formación como tal no pasa de cinco años atrás. La renta diaria de VGRs y la proliferación de las casas de renta en todo el país (prácticamente no hay una ciudad que no tenga al menos uno o dos clubes de renta de videos) hoy en día parece ser una realidad contundente y nada despreciable. No sólo por el movimiento económico y las inversiones que requiere y genera, sino también por un hecho claro: la compra de una VTR permite utilizar de modos diversos y sumamente gratificantes una de las tecnologías más pegadas a la vida cotidiana: los receptores de televisión. Sabemos que en promedio más del 80% de los hogares mexicanos tiene acceso al menos a un aparato receptor de televisión y que a medida que crece el tamaño de la ciudad aumenta el número de telehogares. (D.F.: 96%, Guadalajara: 92%, Colima: 85%)2. Los sistemas de televisión a color que comenzaron a comercializarse en México a partir de 1967 han tenido desde entonces una gran difusión nacional y prácticamente se han convertido en una tecnología de amplio acceso que por su precio y difusión no se restringe a una sola clase social. De esta manera tenemos que en 17 años de creciente demanda y hogarización del aparato televisivo a color, la práctica del video encontró un colchón más que mullido para sentar sus reales. Se vale echar un vistazo a este proceso que todavía está en pleno proceso. «TAZOS» Y RETAZOS: UNA HISTORIA EN BUSCA DE AUTOR El asunto de los videos ciertamente no comienza en Comala, y más tiene que ver con grandes compañías fabricantes de Hardware como Sony (Japón) que en 1965 lanza al mercado el primer magnetoscopio de 1/2 pulgada, con el que arranca una tendencia a la miniaturización de los formatos que pasa por


el famoso U-Matic de 3/4 de pulga da que fue bien acogido por el mercado institucional, pero no tuvo mayor repercusión en el gran público. Para 1972 Philips (Holanda) introduce en Europa un magnetoscopio que junto con e U-Matic de Sony comenzó a encontrar una clientela reducida de aficionados, digamos «entendidos»3. El gran mercado se abril prácticamente cuando en 1971 se comercializan masivamente los formatos de 1 /2" Betamax (Sony y VHS de Matsushita/JVC, cuyo precio inicial era de $1,300 USD pero un año más tarde era posible conseguirlos por $650 USD. Se sabe también que desde 1972 aunque con recelo, las grandes compañías productoras de films comienzan a abrir su material para la edición en video. A la fecha es posible encontrar prácticamente un enorme número de películas, materiales educativos lúdicos y culturales editados en formatos accesibles, y si al principio los usos de la VTR fueron de tipo institucional o experimental, hoy en día mundialmente se ha instalado en los hogares, junto al aparato de TV. Y México -faltaba más- no se ha quedado atrás: ya para 1982-83 nuestro país estaba entre los diez mercados de VGR más importante del mundo4. La tendencia de dominio de los fabricantes de hardware sobre los productores de software fue uno de los rasgos más sobresalientes de la estructuración mundial de este nuevo mercado. La adopción casera o “familiarización” de esta tecnología fue el otro. El 27 de setiembre de 1989 a las 22.45, J. Zabludowsky da la noticia en el noticiero 24 Horas: Sony Corp. acaba de comprar la Columbia Pictures (en quiebra). El principal fabricante de aparatos se anexa un enorme banco de ficción cinematográfica. El mercado internacional sigue moviéndose y en la movedera Hollywood, La Meca del Cine, antes rejega y recelosa, se entrega de plano a Tokio. No es nuevo decir que prácticamente en todo el mundo este proceso de adopción casera de las VTR y la insaciable sed de ficción del público ha favorecido el alejamiento generalizado de las salas de cine y esto ha originado una seria crisis en la producción, exhibición y distribución tradicional, que ha hecho «doblar -como quien dice- el lomo» a más de uno. Si la VTR metió el cine a la casa, pues el cine tiene que pensarse también para ser visto en familia. Hoy prácticamente todas las compañías productoras tienen también su edición en VGR. La estrategia de lanzamiento multimedia también ha sido una tendencia creciente en el mercado mundial del audiovisual: el caso más cercano es Batman, donde convergen estreno de film, lanzamiento de la pista musical en caset, disco y compact disc de Prince, video-clip, juegos, ropa, adornos, refritos de la antigua serie de Tv, recorrido mundial del Pepsi-Batimovil, comerciales, etc. próximamente su estreno vía satélite, (HBO, Cinemax, Videomovie, etc.) y fatalmente, en algún tiempo más, como el gran estreno en los clubes de video. DE LOS CUATES A LAS FAMILIAS (LA FORMACION DEL “RESPETABLE”) 5 Al parecer entre los años de 1978 y 1979 llegaron a Colima las primeras VTR, cuyo costo inicial fue de $1,000 USD por unidad. Cada VGR costaba entonces $80 USD en formato Betamax.

Los primeros que formaron una especie de asociación o club para compartir películas (en inglés) fueron los profesionistas que regularmente salían del país. Los requisitos para entrar a ese club eran compartir tres títulos originales o tres copias. Las membrecías fueron en aumento constante y ya para 1980 había cerca de 60 socios. Para esa misma época en Guadalajara se podían conseguir VTRs. (Videocassette, S.S./ Laboratorios Julio) por 32,000 pesos (1 dólar = 32 pesos) como máximo y un mínimo de 19,000 pesos por equipo. En este comienzo de década los socios ya pagaban 50 pesos que administraba uno de los fundadores como depositario casero de las cintas. El crecimiento de la demanda pronto rompió las tradicionales estructuras del incipiente club de inter-préstamo de VGR Comenza-


ba a formarse un público pero no había qué ofrecerle. Esta primera experiencia se disolvió en 1981 y pasa por lo menos un período de inactividad de seis meses. Así pues, casi hasta fines de ese año, comienza a trabajar un primer intento de casa de renta comercial de VGR, por medio de un descendiente de una dinastía de comerciantes colimenses, en pleno centro de la ciudad llamada Mundo Maravilloso. Este club de video rentaba copias de segunda o tercera generación de VGRs al parecer en muy deficiente estado. Las cintas eran conseguidas en Guadalajara. En ausencia de una legislación nacional clara y específica que regulara esta naciente actividad comercial y simultáneamente cultural, para 1982 inician en Guadalajara dos redes comerciales de renta de VGRs. Capitán Video A.C. (propiedad del argentino Alberto Berner, en contacto con distribuidores de Miami, Florida, USA) y Safari Video Club, A. C.. En 1983 Capitán Video comienza a promocionar franquicias por medio de la prensa de Guadalajara, (El Informador) para establecer casas de renta concesionarias mediante el pago de 350,000 pesos más otros 350,000 pesos para un stock de 300 VGRs. La otra empresa (Safari) opta por crecer sin franquicias. En 1983 existen en Guadalajara tres Safaris y cuatro Capitán Video. Un ex-miembro del primer videoclub concesiona a esta última compañía y en noviembre de 1984 , sin local propio y dentro de un supermercado, surge propiamente hablando la primera casa de renta en Colima: Capitán Video A. C. Sus primeros veinte clientes se lograron para enero de 1985, y al llegar marzo del mismo año la clientela aumentaba a 100 suscriptores. Mediante entrevistas personales con los fayuqueros de Guadalajara y Manzanillo, LP establece que entraban cerca de 50 VTRs por mes. Con ese crecimiento del hardware familiar también surgió la necesidad de contar con técnicos que repararan los múltiples equipos nuevos. Electrónica Mata (Colima) que de 1982 a 1987 prácticamente lo hizo solo, hasta la aparición en 1987 de Electrónica Saturno. Hoy en día varios Videoclubes ofrecen ese servicio, a veces propio y a veces subcontratado. La VTR va necesariamente asociada a la Tv a colores dentro de la perspectiva de la familia usuaria y por tanto debieron aumentar significativamente las ventas de dichos aparatos. Mueblería Trillo, Mueblería Ruiz, Salinas y Rocha (20% del total de ventas reales) pero sobre todo los fayuqueros (80%) elevaron sus ventas considerablemente. Es hasta mediados de 1985 cuando llega Safari Video Club a la ciudad. Video Club Placetas comenzó a operar hacia fines de 1985 mediante un stock de 100 películas copiadas de su propia membrecía en Capitán Video y que rentaba a la mitad ($50.00 por VGR). De esta manera los videoclubes operaban como asociaciones civiles y no pagaban impuestos como tales, pero efectivamente realizaban un negocio grande y crecientemente importante. Para esas fechas ya Capitán Video contaba con 12 sucursales en Querétaro, Oaxaca, D.F., Colima, Nayarit, Manzanillo, Sonora, Tampico, Veracruz, Monterrey, etc. ante el caos y la presión de Televisa a través de Videovisa, cuyos Videocentros aparecen desde 1985. Sea por presiones internas o externas, RTC (Gobernación) incita al registro oficial en 1985, y obliga contra los piratas a: 1) rentar sólo películas originales que aseguraba el pago de derechos a las grandes compañías de cine y 2) a declararse como causantes mayores. Estas medidas sacan del mercado a Safari y estimulan a Berner a comprar e introducir ilegalmente al país una máquina reproductora de


alta velocidad (10,000 VGRs por semana). Con ello Berner forma la compañía CYA-VIDEOHOGAR promete distribuir (en una reunión el 3 de junio 1985 en la sede de la SOGEM, frente a Josi Ma. Fernández Unsaín y ante el representante de VIDEOVISA Humberto Barbosa) Rambo y todo el acervo de Walt Disney Productions. Videovisa se retira de la reunión y manifiesta su negativa a incorporarse con los demás videoclubes independientes. Era apenas el comienzo de la guerra. Al enterarse Televisa de la seria competencia que realizaría CYA-VIDEOHOGAR, presiona a Hacienda para que inspeccionen su planta en Guadalajara y finalmente la reproductora de alta velocidad es requisada, así como gran cantidad de videogramas de los que no se había pagado las regalías correspondientes. Capitán Video jamás pudo cumplir con los 300 VGRs pactados y lógica pero estrepitosamente quebró pues la exclusiva distribución de películas de las más importantes productoras estaba monopolizada por Videovisa y su red nacional de Videocentros. Asimismo, esta empresa monta tres plantas reproductoras de videogramas en Mexicali, Ensenada y en la ciudad de México. Estos movimientos obligaron en Colima a que Capitán Video (Colima) registrara su arrendadora de VGRs como causante mayor en febrero de 1986 y bajo el nuevo nombre de Promovideo, S.A. con una cartera de clientes y ajeno por completo a la suerte de Capitán Video. La devaluación de 1986 afectó mucho a las casas de video puesto que se encarecieron enormemente las VTRs, con la consecuente baja de clientela. Es así que hasta mediados de 1987 Promovideo logró alcanzarlos 700 clientes. La situación actual es muy diferente, pues en 1989 esta empresa maneja 1200 socios y tiene una renta de 100 VGRs por día, y 450 en fines de semana, para llegar a cerca de los 2,600 videogramas por mes. De sus 1200 socios el 35% de ellos renta continuamente el 75% del total de los VGRs. Ante el crecimiento de la actividad mercantil ligada con los videogramas, en 1986 se forma laAsociación Estatal de Videoclubes Independientes, Colima S.A. Esta asociación tiene 14 videoclubes afiliados. Vimos cómo al iniciarse propiamente en 1985 el mercado interno, la política de monopolio de Videovisa y su relación favorecida con las grandes compañías (Warner, Cannon, Orion, UA, Columbia, Universal, MGM, Walt Disney, etc) y la presión sobre RTC hicieron quebrar a la única distribuidora que de momento le podía hacer la competencia. Pero las cosas habrían de cambiar en menos de tres años, pues en ese lapso surgieron cuando menos doce nuevas distribuidoras en la Ciudad de México de entre éstas la más fuerte Videomax. Y con ellas surgió una impresionante red de videoclubes independientes por todo el país. A tal grado que, para 1987/88 Videomax estaba comercializando con muchas más ganancias por volumen de venta que Videovisa las películas. Al parecer por una decisión técnica (que coincide curiosamente con la ruptura del monopolio de la Spanish International Network en USA) -tan simple como que una reportaba más ventas que la otra de la misma película- las productoras cambian su preferencia de exclusividad y con toda la mesa puesta y la comida servida, Videovisa no pudo estrenar casi ninguna película importante durante todo 1988. Así los Videocentros y los Videovisiones creados precisamente para rentar más barato las películas desechadas por aquellos y así atraer otro público comenzaron a «estrenar» películas mexicanas, programas de Televisa, juegos del América, telenovelas históricas, etc., pero el flujo de los estrenos exclusivos con «punch» se encauzó a las distribuidoras independientes, quienes continuaron creciendo en número y en importancia. Al parecer Videovisión y su amplia red de clubes afiliados, en pleno 1989, quedó restringido al estreno de apenas diez películas por mes. Todo esto


modificó por supuesto la posición inicial de Videovisa y cambió las relaciones del naciente mercado nacional. Se había efectivamente ajado un público nuevo. LA PERSPECTIVA DESDE ACÁ Dentro del Estado de Colima, entre 1984 y 1989 se han formado 50 videoclubes en ocho municipios de los diez que existen. Podemos ver con claridad una alta concentración en la ciudad capital, Colima, pero cuando revisamos la figura con los valores relativos al número de videoclubs por cada 1000 habitantes resulta que Comala tiene el mayor índice. Más adelante revisaremos algunas de sus características. Se podría construir el espacio social de los videoclubes trazando tres dimensiones y encontrando las coordenadas de cada eje, a saber, el número de clientes afiliados, el número de películas disponibles y el costo/renta de cada videoclub. Así, sólo a manera de ejemplo podemos decir cómo ha ido en aumento la renta del VGR y simultáneamente, la ganancia por unidad, en función del precio de renta, precio de compra y vida estimada del VGR 1988 ha sido el mejor año para los videoclubes y como veremos, el peor en asistencia a cines en Colima. Según referencias de la Asociación Estatal de Videoclubes Independientes, Colima AC., existen alrededor de 5,000 VTRs y se tienen cerca de 3,000 membrecías. Faltaría calcular el número de videogramas accesible, pero con estos datos ya tenemos una cierta aproximación al tamaño del asunto. En Colima el género preferido es el de Acción y Policíacas, seguidos de los filmes de aventuras y posteriormente de la comedia picaresca. «VINE A COMALA PORQUE ME DIJERON QUE ACÁ ... HABÍA UN VIDEOCLUB (O LA PERSPECTIVA, PERO DESDE POQUITO MAS PA’ ACÁ) En Comala la situación se pinta muy interesante, pues existen dos videoclubes con más de 200 socios cada uno y estamos realizando un estudio comparativo sobre los gustos y usos sociales del VTR. Una lectura superficial nos habla de la preferencia por el cine norteamericano, particularmente por el género de acción y aventuras, con violencia constante, sin embargo también las mexicanas tienen buena aceptación. Pero lo que más impacta es el tiempo de exposición familiar a la ficción. Una muestra de 36 familias, en un promedio de 280 días rentó el equivalente a 9914 horas de ficción, que convertido a días equivale a 413, es decir, ¡un año, dos meses viendo filmes gringos de balazos! Al mismo tiempo, en Colima se venden aproximadamente 50 VTRs por semana en los puestos del mercado y su precio fluctúa entre los 700 mil y 900 mil pesos. En las tiendas establecidas el número es menor (alrededor de 25 unidades por mes), pero de cualquier manera, incrementar constantemente las VTR en al menos 225 por mes está teniendo un efecto potenciador sobre las membrecías y rentas. Prácticamente cada socio de un videoclub en Comala pertenece al menos a otros dos más. Finalmente en cuanto a la relación con la industria del cine, podemos ver que efectivamente, en el mismo período en que los videoclubes aumentaban, así como las distribuidoras nacionales, las ventas de VTRs, los televisores a color, 1988 ha sido el peor año en cuando a entradas de las tres salas más antiguas, grandes y populares de la ciudad de Colima (Diana, Princesa y Colima), que descendieron de 751 mil en 1985 a 426 mil en 1988, lo que en realidad significa que ha habido una constante baja en la asistencia a los cines de la ciudad, que va de


- 25 mil entre 1986/1987 a - 301 mil para 1987/1988 y - 75 mil entre 1988/1989. Los ingresos de las salas cinematográficas han aumentado sólo porque se ha aumentado el costo del boleto, pero no porque la gente asista más al cine. Por otra parte, la tasa de ganancia de los videoclubes es cuando menos del 200% sobre la inversión inicial. Parece indudable que el mercado del vídeo está bastante bien arraigado y que la formación del público de los VGRs se ha reclutado mayoritariamente del contingente de cinéfilos. ESCARCEO SOBRE LOS USOS Y ABUSOS En Comala tan sólo una familia presumiblemente se expuso a más de 620 horas de ficción cinematográfica en poco más de 280 días efectivos, esto equivale prácticamente al campo, con un nada despreciable flujo de migración estacional a los Estados Unidos y con una fuerte tendencia a la terciarización. Normalmente la mayor parte de las familias usan su VTR para ver películas rentadas o en menor grado, compradas. Algunos también la usan para grabar programas de la tele, sobre todo musicales y dramáticos. La VTR decíamos antes, permite una distinta relación con la televisión pero, al parecer, la tendencia nacional, y Comala no es la excepción, va por el lado de la apropiación individual y cuando más familiar del medio. La tecnología del VTR permite muchas más cosas de las que se le requieren y se presta magníficamente para su uso en proyectos colectivos y didácticos. Parece también que el uso casero de la VTR tiende a reforzar las modalidades de ejercicio del poder dentro de la unidad doméstica, desde el sitio en el que se le coloca hasta los tiempos de su uso, los estilos de la exposición y el acceso al aparatito de marras. De cualquier manera que sea, la VTR al aparecer en el espacio pre-definido por la televisión comparte con ésta la atmósfera, la dosificación y el ejercicio de una serie de placeres que se gozan en este acto. Al parecer el patrón de exposición y apropiación de la televisión resulta ser que muchas veces, alrededor de la pareja TV-VTR se genera un espacio de intimidad y de proximidad familiar que difícilmente se consigue en otro momento. Es la hora del apapacho, del piojito, del entre-siesta a entre ojos, sobre todo en Comala, donde la mayor parte de las televisiones están colocadas a lo alto y frente a la cama, que sirve como sala también y aparece apenas cuando se abre la puerta de las casas. En el Comala de ahora, casi todas las casas permanecen abiertas hasta las 10 p.m. y no es extraño pasar por las banquetas del pueblo y ver arremolinados a un grupo de niños mirando a través de la entrada alguna película de acción, o para decirlo llanamente «de puritos tiznadazos, trompadas y balazos». Las películas es decir, las de puros pujidos quejidos, resoplidos y recontrasoplidos también llegan a los hogares pero ciertamente de manera más restringida, o al menos eso parece. ¡Vaya usted a saber! Sin embargo podemos sorprendernos por la gran cantidad de horas acumuladas por tan sólo 36 familias frente a la VTR, pero ¿qué otra cosa queda por hacer? ¿Cómo conseguir mejor niñera que Robocop o Lola la Trailera? ¿Cómo invitar a comer a Rambo o a Schwartzenegger y la India María? ¿Por qué no echarse un sueñito con Magnum o con Brooke Shields? ¿Pos si nó, enton’s qué?


EN POS DE LA FANTASIA - (BASTIMENTO - PARA EL VIAJE) Mediante este apresurado recorrido hemos visto algunos indicios de la constitución de un mercado de bienes culturales, videogramas, que ha sido posible por la conjunción de distintas componentes. Por un lado, la presión de las compañías fabricantes de VTRs que no sólo las hacen atractivas y bonitas sino que además prácticamente casi se usan solas, y ebullen en los mercados, sea con credifácil o al riguroso chas-chas, después relampaguean en el estante, en la sala, en la recámara. Esta es una constante mundial. Ese mercado debe generar un público que definirá o ajustará su gusto en relación con la oferta de ficción (principal, pero no exclusivamente), de software accesible. Aquí entran los productores, que no sólo te muestran a tus estrellas favoritas sino que además lo hacen bonito, emocionante, con mucha acción y muchos catorrazos. Las implicaciones entre productores y públicos conforman precisamente lo que es un género: una estrategia de comunicabilidad que se comparte y en la que es posible reconocerse. Por ahí también hay una constante menos mundial que clasista y sexual. De estas dos primeras cuestiones y sus modos de aterrizaje en las localidades vivas, con nombre y apellido, casi nada sabemos. Las puras cifras de ganancias de las transnacionales del ensueño, difícilmente nos permitirán comprender lo que en el coloquio llaman las repercusiones regionales de la crisis. (¿Cuál crisis?) ¿Por dónde empezamos? La formación de un público apto para soplarse cualquier cosa que se parezca a lo ya visto, con un poquito de inventiva, sobre todo en los efectos especiales o en las mutilaciones corporales, no es cosa despreciable. Pero ¿ese público que en realidad son muchos, se defiende? ¿Hace algo con lo que ve? ¿O se lo traga para pedir después más de lo mismo? ¿Cómo se realiza la gestión pueblerina de la «modernidad»? ¿Qué pedazo de ella nos estamos refinando cotidianamente? ¿De qué manera hacemos las cuentas con ella? ¿Rechazamos todo para permanecer aislados? Acabamos las fachadas de las casas y llevamos serenata con el radio a todo volumen? ¿Nos soplamos la densidad densa del aburrimiento decantado, de la soledad en compañía? O mejor nos aventamos de clavado en el sueño de la modernidad. Ciertamente tener acceso a la tecnología representa una variable nada despreciable, a condición que sepamos para qué usarla, cómo relacionarnos con ella. No basta, nos parece, compartir la ilusión de tener -al mismo tiempo que en Los Angeles- (cosa que además nunca sucede), el estreno de Rambo 900 o de Batman. El problema viene más de fondo, cuando del mismo modo que con la otra tecnología que está hogarizándose aceleradamente -las computadoras personales- sólo somos capaces de darle un uso restringido y prescrito. Sólo la usamos para ver los sueños enlatados que otros sueñan por nosotros, y después tendemos a pensar que son auténticamente nuestros. La cuestión se agrava porque el uso no es, digamos, sobrio, parco. Prácticamente se trata de ver lo que sea (o casi) y en la medida en que, tanto la fabricación del hardware como la producción del software siga siendo transparente y delegada, poco cambiará. Pero a veces el costo social de ello suele ser muy alto. Seguramente ante una oferta cultural más amplia y ante un reforzamiento de los vínculos colectivos barriales, pueblerinos, mátrios y quizá pátrios, la dependencia de la oferta estandarizada pudiera ser aminorada. El problema no está en negar la tecnología, anatemizarla. Ni tampoco en glorificarla como redentora de la mediocridad y del sopor. El problema está en ensanchar la vida social, recuperar y reconstruir la


memoria de lo que hemos sido y lo que no pudimos ser (y aquí podemos servirnos de las tan mentadas tecnologías y no sólo dejar que ellas, o los que las hacen y las reparten) se sirvan de nosotros. El problema está también en el proyecto de lo que consideramos posible, deseable, necesario, urgente. Pero para ello tenemos que definir y al hacerlo necesariamente tenemos también que luchar en muchos frentes, por la construcción de nuestra cultura, de nuestro gusto, de nuestro estilo, de lo que nos une y lo que nos separa, en fin, del sentido de los sueños y las ilusiones compartidas, encaramadas en la memoria y en los mismísimos límites de la realidad real, de lo que somos y lo que podemos ser. Notas y referencias bibliográficas.Agradecemos la amable colaboración entusiasta y desinteresada de Luis Piza (Colima), Mari-Toni Illoldi y Lorenzo González (Comala) quienes facilitaron en todo momento información, tiempo y archivos sin los cuales esta investigación no hubiera pasado de ser un sueño guajiro. Participan destacadamente en el proyecto Karla Covarrubias y Ana Uribe quienes además de conseguir carretadas de información y contactos han dedicado mucho tiempo, trabajo y organización a la factura de un sueño que sí deje soñar. 1 Cfr. Bourdieu, P. La Distinction, Minuet, París, 1979 y Bourdieu, «O mercado de Bens Simbólicos», en A economía das trocas simbólicas, Editora Perspectiva, Sao Paulo, 1987, pp. 99 y ss. 2 Cfr. González J. (1988) «La cofradía de las emociones (in) terminables» p. 36, en Estudios sobre las Culturas Contemporáneas Vol. lI N° 4-5, Universidad de Colima, 1988 y también Sánchez Ruíz (1989), Educación, medios de difusión y democracia, mimeo, p. 9. 3 Flichy, P. Las Multinacionales del Audiovisual, G. Gili, Barcelona, 1982, p. 116-117. 4 Getino, O. «El cine y las nuevas tecnologías audiovisuales» en Contratexto, N° 3, U. de Lima, p. 94. 5 Basada en una larga entrevista con L. Piza, presidente de la Asociación Estatal de Videoclubes Independientes de Colima, el 20-09-89 en la ciudad de Colima.


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