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CONSEJO DIRECTIVO DE FELAFACS

Presidente: Luis Núñez Gornés Universidad Iberoamericana Dirección de Intercambio y Cooperación Académica Prolongación Paseo de la Reforma 880, Colonia Lomas de Santa Fe 01210 México D.F., México Teléfono: (525) 2674122 Fax: (525) 2674265 E-mail: luis.nunez@uia.mx Presidente Honorario: Joaquín Sánchez, S.J. Pontificia Universidad Javeriana-Seccional Cali Carrera 18 Nº 118-250 Vía Apance Apartado Aéreo 26239, Santiago de Cali, Colombia Teléfono: (572) 5552595 / 5552826 Fax: (572) 5552180 E-mail: joaco@puj.edu.co Secretario Ejecutivo: Walter Neira Bronttis Calle Bernstein 261, San Borja, Lima 41, Apartado aéreo 180097, Lima 18, Perú Teléfono: (511) 4754487 / 2252403 Fax: (511) 4754487 E-mail: wneira@felafacs.org. Directores: Susana Aldana Amabile Universidad Católica Nuestra Señora de la Asunción Facultad de Filosofía y Ciencias Humanas, Departamento de Ciencias de la Comunicación Independencia Nacional y Comuneros Casilla de Correo 1718, Asunción, Paraguay Teléfono: (59521) 201481 E-mail: sualdana@conexion.com.py María Teresa Quiróz Velasco Universidad de Lima Facultad de Comunicación Av. Javier Prado Este s/n Monterrico, Lima 33, Perú Telefax: (511)4361426 E-mail: tquiroz@ulima.edu.pe Jesús Becerra Villegas Universidad Autónoma de Baja California Castellón y Lombardo Toledo s/n, Col. Esperanza Agrícola 21330 Mexicali, Baja California, México Teléfono: (52) 65579200 Fax: (52) 83582000 ext. 4540 E-mail: jebevi@hotmail.com Erasmo de Freitas Nuzzi Facultad de Comunicación Cásper Líbero Av. Paulista, 900 - 5º andar 01310-940 São Paulo, Brasil Telf.: (5511) 31705878 Fax: (5511) 31705891 E-mail: erasmo@casper.com.br Ferrán Caúm Universidad Centroamericana José Simeón Cañas Carrera de Comunicación y Periodismo Boulevard Los Próceres, apartado (01) 168 San Salvador, El Salvador Teléfono: (503)2106683 Fax: (503) 2106655 E-mail: faregay@comper.uca.edu.sv


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La revista diálogos se publica gracias al aporte de la Fundación Konrad Adenauer de Alemania, que coopera igualmente con los programas regulares que nuestra Federación auspicia en cada una de las Asociaciones

C O N S E J O C O N S U LTO R

Nacionales y Facultades de Comunicación de América Latina.

Alicia Entel Heriberto Muraro Daniel Prieto Héctor Schmucler Mauricio Antezana Muñiz Sodré Jesús Martín Barbero Valerio Fuenzalida Josep Rota Federico Varona Miquel de Moragas Manuel Martín Serrano Armand Mattelart Robert A. White Giuseppe Richeri Raúl Fuentes Cristina Romo Beatriz Solis Desiderio Blanco Javier Protzel Teresa Quiroz Rafael Roncagliolo Max Tello Marcelino Bisbal

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CONSEJO EDITORIAL DE LA REVISTA diálogos Dirección: Walter Neira Bronttis Edición: Ana María Cano Diseño: Miguel Bernal Q. Impresión: Grafic ASPA Oficina de redacción: Secretaría Ejecutiva de FELAFACS. Apartado aéreo 18-0097, Lima 18, Perú. Telf.: (511) 2252403 Telefax: (511) 4754487 Correo electrónico: dialogos@felafacs.org http://www.felafacs.org Hecho el depósito legal Nº 95-0456

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Revista teórica de la Federación Latinoamericana de Facultades de Comunicación Social. Integrante de la Red Iberoamericana de Revistas de Comunicación y Cultura. Número 61 marzo de 2001

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EDITORIAL

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LA CRISIS DE LA MODERNIDAD Y LA CULTURA DE PAZ Rafael Roncagliolo

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LA EDAD DE LO FÁCTICO Carlos Ossa

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EL JUEGO DE INTERACCIÓN ENTRE CNN EN ESPAÑOL Y LA IDENTIDAD LATINOAMERICANA Cintia Smith

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“SE VENDE DEMOCRACIA” EL RECURSO AL PATHOS EN LA RES PUBLICA Tatiana Aguilera

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EL PAPEL DE LOS RELATOS NOTICIOSOS EN LA CONSTRUCCIÓN DE UN PROYECTO COMUNICATIVO PARA LA PAZ EN COLOMBIA Pamela Flores / Livingston Crawford

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GLOBALIZACIÓN Y CULTURA: UN NUEVO ESPACIO PARA LAS IDENTIDADES SOCIALES Gabriela de Lourdes Pedroza

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MEDIA EVENTS Y CHAMANISMO ELECTRÓNICO: PERSPECTIVAS Y LÍMITES DE UN GÉNERO TELEVISIVO Raúl Rodríguez Ferrándiz

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LA TRIBU POSMODERNA: PARTICIPACIÓN,

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COMUNICACIÓN Y DISCURSO MANAGERIAL Gabriel Kaplún EL DESCONOCIMIENTO DEL OTRO EN LOS MEDIOS MASIVOS DE COMUNICACIÓN SOCIAL Guillermo D’Abbraccio Kreutzer

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ENTRE LA DIVERSIDAD Y LA HOMOGENEIDAD: ESPACIOS DE COMUNICACIÓN Y CULTURA DE PAZ

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El número que ahora ponemos a disposición de nuestros lectores nos permite seguir dando difusión a aquellos ensayos presentados en el X Encuentro Latinoamericano de Facultades de Comunicación y que consideramos relevantes por su pertinencia en la coyuntura económica, política y social que hoy se vive en América Latina. En efecto, en ese certamen, realizado en octubre pasado en São Paulo, Brasil, se articularon una serie de ejes que permitían reconocer los diversos espacios desde los cuales se cuestiona o se construye la paz en nuestros países. La Paz, tal como la han definido diversos autores, no puede ni debe ser leída sólo como la ausencia de guerra. Ciertamente, en la base de ella se sitúa la vida cotidiana, y para ser más precisos, la calidad de esa vida cotidiana. Es en el contexto anterior que la guerra misma puede ser definida como un conjunto de situaciones


diversas que enfrenta un colectivo social cuando la violencia, vista o sentida en cualquiera de sus formas, se instala en ella y altera la convivencia pacífica que no puede sino basarse en el respeto a la diversidad, y desde ese reconocimiento, en el respeto a los deberes y derechos socialmente aceptados. Es importante, sin embargo, distinguir entre violencia y conflicto. El primero alude a todo intento de imponer por la fuerza ideas, valores, gustos o acciones, en definitiva, intereses que procuran afectar a uno o más individuos. El conflicto, en cambio, constituye un estadio previo, no necesariamente secuencial, y atañe a la existencia de las diferencias, está instalado en cada espacio y en diversos momentos de la vida misma, es una transversalidad que penetra también cada uno de los campos citados en el párrafo anterior. El conflicto va desde su negación hasta su reconocimiento y, del modo en que sea abordado, puede derivar en el fortalecimiento de la paz o en el ejercicio de la violencia. En ese contexto no resulta difícil ni extraño reconocer entonces la legitimidad de los ejes presentes en el Encuentro de São Paulo. Democracia y participación, identidad y cultura, modernidad y globalización no son frías segmentaciones académicas, sino ámbitos de un hacer vivo en los que se cobijan muchos de los procesos y las consideraciones señaladas aquí y desde las cuales se hace posible una articulación integral de toda reflexión válida sobre Comunicación y Cultura de Paz. Los ensayos reunidos en esta edición nos sitúan en esa indispensable perspectiva.

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La tribu posmoderna: participación, comunicación y discurso managerial

Docente e investigador de la Universidad de la República. E-mail: gkaplun@liccom.edu.uy

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La tribu posmoderna

Participación, compromiso y comunicación son términos que impregnan hoy el discurso managerial. Las prácticas empresariales concretas parecen sin embargo bastante distantes. El desfasaje abre una brecha ambigua pero útil para el trabajo con organizaciones desde una perspectiva crítica y en particular para los abordajes desde la comunicación organizacional. El que se fue tal vez pueda ser calificado como el siglo de la participación. Durante estos cien años muchos hombres y mujeres pelearon no sólo por pan sino también por la posibilidad de tomar parte en las decisiones que los afectaban. Y aunque muchos no lo lograron la idea de que participar

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era un derecho avanzó en las conciencias de millones de personas. Esta conciencia es sin duda un componente esencial en los procesos de construcción de ciudadanía. Pero el fin del siglo y el comienzo del nuevo muestran una peculiar situación en la que la participación aparece como un valor devaluado y arrinconado por el individualismo reinante y, simultáneamente, exaltado desde espacios antes inesperados. El discurso participativo y el discurso managerial 1 posmoderno encontraron puntos de contacto que vale la pena explorar, pero también despertaron falsas expectativas que conviene descartar. Para ello trataremos de aportar aquí algunos elementos generales y algunos ejemplos concretos desde nuestra práctica en comunicación organizacional. El discurso managerial Calidad, excelencia, reingeniería.... Entre el fárrago de términos y modas que recorren la literatura del management, parecen destacarse dos tendencias -generalmente convergentes- que apuntarían a un cambio de fondo respecto al modelo con el que fueron construidas la mayor parte de las organizaciones desde la revolución industrial. Estos dos elementos pueden sintetizarse en palabras “simples”: participación y compromiso. A ambas suele sumarse, como clave operativa un tercero: comunicación.

El punto de partida es una crítica a la configuración dominante para construir y pensar las organizaciones: el modelo burocrático-mecanicista (Mintzberg 1990), al que suele también identificarse con el llamado taylorfordismo, por la impronta dejada por Henry Ford y su diseño de la cadena de montaje y F. W. Taylor y sus métodos de “organización científica del trabajo”. Algunos de los principios organizacionales básicos de este modelo son la estructura jerárquica, la centralización de las decisiones, la división de funciones, la estandarización de procedimientos, la planificación y el control continuo, la priorización de la eficiencia económica. Estos principios tuvieron y tienen tal fuerza que en verdad para mucha gente son simplemente sinónimos de organización. Sobre ellos se han desarrollado una gran gama de actividades humanas, desde la fabricación de automóviles a la venta de hamburguesas, el transporte aéreo de pasajeros o la expedición de licencias para conducir. Algunos problemas que suelen señalarse en este tipo de configuración organizacional son su rigidez y dificultad para adaptarse a contextos y demandas cambiantes, las frecuentes dificultades de coordinación interna, la baja motivación que generan en el personal. Frente a estos problemas, participación y compromiso


La presión hacia estos cambios no ha tenido un origen ético sino fundamentalmente tecno-económico. Por un lado el modelo mecanicista viene mostrando su agotamiento en términos de eficiencia: las dificultades de coordinación interna y la baja motivación generan desperdicio de recursos y defectos frecuentes. Por otro lado el modelo mecanicista aparece relativamente funcional cuando se trata de productos o servicios siempre iguales y repetitivos, pero no cuando se trata de innovar y crear continuamente nuevos productos y servicios, algo que aparece como imprescindibles en contextos fuertemente competitivos. “Compartir el poder” puede ser entonces una de las salidas propuestas en términos organizacionales: “Por un lado tenemos que en el Consejo de Administración somos ocho personas; por otro lado tenemos que hay 9000 trabajadores. El cerebro humano pesa 750 gramos; por lo tanto el del Consejo de Administración pesa seis quilos y del lado de los trabajadores hay casi siete toneladas. Si se pudiera

alinear la capacidad pensante de esas siete toneladas hacia los objetivos de la empresa, se tendría una capacidad de competir superior a cualquiera. Ese el es el secreto... Lo que hay que hacer es compartir el poder. Empezar a dar más participación.” (cit. por Cerisola 2000). Empecemos ya a notar los límites del discurso: de lo que se trata es de “alinear la capacidad pensante de los trabajadores tras los objetivos de la empresa” y no de definir conjuntamente esos objetivos. ¿Compartir el poder realmente? En el fondo parecería que este tipo de discurso en verdad está más interesado en la otra cuestión: la del compromiso. Especialmente a partir del impacto de las empresas japonesas, este tema empezó a interesar fuertemente a los empresarios y gerentes. El llamado modelo “toyotista” mostró un tipo de organización en que las personas tienen un alto involucramiento con la empresa, que abarca en verdad la totalidad de su vida. Aunque el modelo no resultara repetible en otros contextos culturales, comenzaron a realizarse diversos esfuerzos para identificar la “misión” de cada organización y unir en torno a ella al conjunto de las personas que la integran. Demandan entonces mucho más que su trabajo a cambio de un salario: “reclaman su alma” (Mintzberg 1990). Para ello quieren “cambiar el significado de los nego-

cios, de ser un instrumento de los dueños para ganar dinero y que emplea a otras personas como instrumentos de la organización para lograr tal fin, a ser algo más parecido a una comunidad con una razón” (Handy 1997). En el modelo ideal los planes centrales y la estandarización de procedimientos serán sustituidos por creencias y valores compartidos, por la adhesión a una ideología, la comprensión de la “filosofía de la empresa”. En los hechos y en las sociedades occidentales, con frecuencia la ideología aparece recubriendo al modelo tradicional mecanicista sin cambiarlo en su esencia organizacional. Alimentar una cierta “mística” empresarial puede parecer útil por ejemplo para vender hamburguesas. En estas líneas de cambio en los modelos organizacionales la comunicación aparece siempre como un componente clave. Las propuestas coinciden básicamente con la de los llamados “modelos simétricos de doble vía” (Kunsch 1997). En este sentido encontramos dos tipos básicos de líneas de acción propuestos: Romper el aislamiento de los dirigentes. Aislamiento respecto a la base de su organización y respecto al contexto en que esta se mueve, aspectos que suelen converger dado que es esa base la que está en contacto concreto con el exterior. Los dirigen-

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aparecen como dos de las claves de las propuestas de salida. Aunque no necesariamente, ambas pueden estar ligadas: potenciar la participación genera más compromiso. Por ejemplo, si todos participan de algún modo en la elaboración de los planes, es probable que se sientan comprometidos con su ejecución.

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tes, parapetados tras sus escritorios, reciben informes escritos que le dicen mal y tarde lo que sucede en su organización y en el medio, pero rara vez entran en contacto directo con ese medio y “no pueden ver lo que está pasando en la planta baja de su organización, allí donde los productos son (se supone) fabricados y los clientes atendidos” (Mintzberg 1996). Se trata entonces de romper barreras, salir al “campo” y crear o activar canales de comunicación “ascendentes”, desde la base hacia la dirección, dado que lo habitual es que sólo funcionen los descendentes, desde la dirección a la base. Favorecer la comunicación horizontal. Esto aparece especialmente importante en la búsqueda de la innovación. Facilitar al máximo el intercambio parece condición indispensable para activar la creatividad. «Hacemos todo para que las personas se encuentren y se hablen» afirma un gerente de una empresa de diseño del Silicon Valley. Para ello procuran que cada unidad sea suficientemente pequeña como para que todos puedan conocerse, priorizan los espacios comunes más que las oficinas individuales y el encuentro cara a cara en vez del teletrabajo (Vézina 1999). Uniendo varias de las líneas planteadas, algunos hablan por ejemplo de «gestión tribal»: «hay que considerar la empresa moderna como una

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tribu donde se transforma el saber día a día. Y el factor determinante en una tribu no es la informática: la productividad viene de los participantes, que comparten los mismos valores». (Rolf Jensen, cit. en Vézina 1999).

AHORRANDO EMPLEO, DESPERDICIANDO TRABAJO La decadencia del modelo taylor-fordista, la “era posindustrial” y la “sociedad de la información” parecieron abrir perspectivas nuevas en el terreno organizacional. Y sin duda hubo y hay cambios, pero parece que más ambiguos, modestos y/o distintos de lo que se esperaba. El tema de la participación se ha convertido en una moda que ya no parece pasajera en la literatura organizacional. Pero basta mirar a nuestro alrededor y preguntarnos cuántos de nosotros trabajamos en o al menos conocemos organizaciones que apliquen efectivamente estos criterios para darnos cuenta que, por el momento y al menos por estas tierras, parece que se trata fundamentalmente de “progreso manuscrito”. La realidad parece seguir mostrando la persistencia de los modelos jerárquicos y de la organización mecanicista: los intentos participativos son demasiado pequeños y poco consistentes, “fracasan” con demasiada facilidad, las jerarquías se asustan y prefieren retroceder... Hace ya veinte años un directivo de una gran

empresa norteamericana planteaba el problema en estos términos: “Los temas de la participación no se restringen necesariamente a esos pocos asuntos que la dirección considera de interés directo y personal para los empleados. Un plan (participativo) no puede mantenerse por largo tiempo sin que sea reconocido por los empleados como manipulador o conduzca a expectativas de una participación más amplia y significativa. ¿Por qué sólo nos preguntan sobre planes para pintar la fábrica y no sobre la sustitución de ese viejo equipamiento o la reorganización del instrumental? Y una vez que se ha demostrado (o que se cree haber demostrado) que se es competente en, por ejemplo, reordenar el local de trabajo, y cuando la participación se ha convertido en una actividad consciente y con apoyo oficial, los participantes pueden muy bien querer pasar a los temas de asignación de tareas, distribución de recompensas e, incluso, selección de los responsables. En otras palabras, el actual monopolio del control de la dirección puede llegar a ser, él mismo, objeto de discusión. (citado por Edwards, 1979).” Un objeto de discusión que se ha mostrado poco dispuesto a serlo... ¿Vamos realmente -o estamos ya- en un mundo sin centro ni jerarquías, como suele afirmar el discurso posmoderno? “Si hay muchos dueños, ninguno es un verdadero dueño. Si


Las nuevas opciones tecnológicas disponibles facilitan la flexibilidad... para hacer más prescindible y remplazable la mano de obra. Las redes facilitan la “interactividad”... y potencian la vigilancia. La descentralización puede ser un nuevo modo de centralizar y el empowerment un nuevo modo de hacer perder poder (Mintzberg 1996). Parecería que, tal como algunos temían, los cambios van mayoritariamente y en el “mejor” de los casos, en dirección a una retaylorización informatizada, que acentúa el control en vez de la participación. No era -no es- la única opción. En el modelo dominante cada elección tecnológica, o cada uso específico de una nueva tecnología, se justifica tanto o más en función de la preservación de poder que del aumento de la productividad (Fernández Enguita 1988). Y luego todo consiste en que la gente se adapte a la nueva tecnología, en que aprenda a apretar correctamente los botones sin moverse de su sitio, en lugar de generar, adoptar y desarrollar tecno-

logías “que promuevan la movilización de las competencias de los trabajadores” (Massera 1998). La organización posmoderna, se dice, implica cambios profundos frente a la organización jerárquica, burocrática y mecanicista tradicional. Las fronteras entre el adentro y el afuera tienden a difuminarse: tercerizaciones, alianzas y redes informáticas vuelven borroso el límite con el contexto. A la estructura piramidal-funcional se le presentan como alternativa estructuras matriciales y en red. A la rigidez y centralización, la flexibilidad y la descentralización. El trabajo es ahora una actividad y no tanto un lugar específico con horarios rígidos. Ya no se ofrece seguridad en el empleo, sino “empleabilidad”. La unidad de mando es sustituida por dependencias múltiples. El control se internaliza y se vuelve autocontrol. La integración y la polivalencia reemplazan la especialización y la división del trabajo. Ya no se piensa la organización como una máquina sino como un organismo vivo: frente al valor de la disciplina y la conservación se levantan los de la creatividad y el cambio (Schvarstein 1998). Pero... la relación entre individuo y organización permanece. Se la sigue viendo y proponiendo como una relación de complementariedad y olvidando que es también una relación antagónica. Porque la organización es más que

los individuos que la integran, en tanto medio para lograr fines comunes, pero también menos que los individuos, en tanto les impone restricciones. Ignorar esto hace que la diferencias entre “empresa moderna” y “posmoderna” terminen siendo principalmente instrumentales. Los mecanismos de control social se han hecho más sutiles, pero el principio de subordinación a la autoridad en el fondo no ha cambiado. Sólo que ahora se le ha agregado el “compromiso”, la energía psíquica volcada como nunca antes a la organización y que puede terminar quemando a los individuos que se comprometen con ella (Aubert 1991). En ese contexto autonomía, “empowerment” y trabajo en equipo pueden no ser más que “técnicas confirmatorias del orden instituido antes que valores determinantes de un nuevo orden instituyente”. “En la medida en que no se modifique la apropiación del producto del trabajo humano, en la medida en que persistan y se acentúen las diferencias generadas por los actuales modos de distribución de la riqueza, toda diferencia entre discurso moderno y posmoderno será de naturaleza meramente retórica.” (Schvarstein 1998). En todo caso estamos frente a “una modernidad radicalizada, una ilustración ilustrada acerca de sí misma” (Wellmer 1985). Al final resulta que “ha pasado la época de la represión física y manifiesta, pero estamos frente a una

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hay muchas verdades ninguna es la verdad última, autoritaria”, dice Gianni Vattimo (1999). Pero tal vez el problema es que no se trata de la verdad sino sólo de la eficacia, como nos recuerda Lyotard (1987) “Lo que yo digo es más verdadero que lo que tú dices, porque con lo que yo digo puedo hacer más (ganar más tiempo, llegar más lejos) que con lo que tú dices”.

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sociedad dual, que divide a los que están adentro del sistema y quienes quedan afuera. En ella, el desempleo estructural, la concentración de la riqueza y la exclusión de un número cada vez mayor de personas inclinan tanto la balanza del poder del lado de la organización y del capital, como lo estuvo en los comienzos de la Revolución Industrial”. Para los excluidos ni se habla de autonomía y participación: sólo de autoempleo y precarización. Y entre los incluidos cunde el terror al desempleo y se está dispuesto a aceptar reducciones salariales y condiciones de trabajo “flexibles”. Aunque la literatura del management “sigue erigiendo a las organizaciones en puntas de lanza del cambio social, en un intento (en el mejor de los casos reduccionista, en el peor de los casos ocultador) de validar el orden social.” (Schvarstein 1998). En verdad el modelo “es muy perverso desde el punto de vista social pero también desde el punto de vista económico” porque termina por afectar su valor más sagrado: la eficiencia. “Busca economizar empleo y termina desperdiciando trabajo” (Massera 1998). Las tercerizaciones empiezan a mostrar su costos ocultos en pérdida de calidad (Massera e Iturra 2000), al igual que la polivalencia sin aumento de las competencias del trabajador. Las organizaciones se llenan de paradojas, las prácticas y sus resultados entran en contradicción con las teorías y los discursos.

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En este contexto a nuestro juicio la moda del compromiso y la comunicación, la moda “participacipacionista” en el discurso empresarial, abren una brecha ambigua pero útil para empujar en una dirección de cambio profundo, de empoderamiento real. Mostrar las contradicciones entre ese discurso y su práctica habilita para proponer coherencia. Ello no garantiza su cumplimiento, pero facilita una discusión y legitima una posibilidad. Se abre entonces un camino interesante para quienes seguimos pensando que la participación implica el derecho a decidir lo que realmente importa. Para trabajar en lo organizacional desde esta perspectiva crítico-transformadora una práctica útil es salir a cazar paradojas organizacionales, descubrir las ineficiencias del eficientismo, mostrar las contradicciones entre discursos y prácticas. El terreno de la comunicación organizacional es particularmente fermental en este sentido. Veamos a continuación algunos ejemplos.

LAS ANTEOJERAS ORGANIZACIONALES Una de las tensiones conocidas en la práctica y en la literatura sobre comunicación organizacional es la que existe entre comunicación interna y externa. Términos como “comunicación integrada” (Kunsch 1986) o “comunicación global” (Weil 1992), bus-

can, entre otras cosas, resolver esta tensión. Sin embargo, al menos en nuestro contexto empresarial, tenemos la impresión, que esta tensión tiende hoy a agudizarse. En efecto, en la medida en que las organizaciones se han vuelto más expertas en sonreír hacia afuera chirrían más las broncas internas. Un ejemplo interesante tiene que ver con la organización del espacio. Como es sabido muchas empresas están tirando abajo los mostradores. Desde un “enfoque centrado en el cliente”, se trata de eliminar barreras y permitir una “atención personalizada.” Nos tocó analizar uno de estos casos en que, tras un complejo trabajo de reingeniería, los mostradores habían sido sustituidos por escritorios, separados a su vez por mamparas. De ese modo el cliente recibía atención “realmente personalizada”, porque la nueva disposición le garantizaba privacidad. Los clientes parecieron apreciar en principio el cambio. Pero internamente el malestar fue intenso: la gente había perdido de vista, literalmente a sus compañeros. Cada uno había quedado aislado y se sentía “como un caballo con anteojeras, para empujar el carro para adelante y no distraerse del trabajo”. Un elemento interesante es que, como era de espera, la propuesta de reingeniería ha


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Entretanto las mamparas se transformaron en el emblema de la reingeniería. Y por su parte el sindicato empezó a incluir entre sus consignas el “no a las mamparas”.

Obviamente todo esto afectó también la sonrisa externa de la organización... la atención al cliente que se quería mejorar. (Tal vez al final el cliente sintiera que podía “elegir cualquier color para su auto, siempre que fuera negro”, como le gustaba decir a Henry Ford). Comunicación interna y externa quedaron desconectadas e hicieron cortocircuito. Pensar con más detenimiento en ambos aspectos y en su relación tal vez hubiera permitido idear una solución mejor... y más barata, como la siguiente:

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EL FACTOR “C” Y EL AGUA DE LA BAÑERA Un caso especial lo constituyen las cooperativas. En tanto empresas que, al menos en su origen, planteaban una alternativa a la de la empresa capitalista, podrían esperarse diferencias importantes en el modelo organizacional y comunicacional. Aunque esto es así en muchos casos, también suelen encontrarse fuertes contradicciones entre discursos y prácticas. Algunas de estas contradicciones parecen provenir de la

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blaba reiteradamente de “trabajo en equipo”, al menos en los papeles. Sin embargo ningún paso práctico parecía haberse dado en este sentido. Las instancias informales de encuentro disminuyeron y tampoco se habían establecido instancias formales: “Vamos a ver cuándo hacemos una reunión, lo que pasa es que andamos con mucho trabajo...”

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evolución seguida en las últimas décadas por una parte importante del movimiento cooperativo. Ante la necesidad de sobrevivir en un ambiente ideológicamente desfavorable y agresivamente competitivo, muchas cooperativas tendieron a adoptar los modelos, consejos y recetas del management dominante. En algunos casos esto condujo a fracasos rotundos en el plano estrictamente económico, en otros casos pareció tener éxito, al menos en primera instancia. Pero en ambos aparecieron tensiones nuevas. Por ejemplo con el surgimiento de una clase managerial interna que actúa con criterios “profesionales” en tensión con la dirigencia cooperativa y con los criterios que le dieron origen. La “empresa” y la “cooperativa” empezaron a ser cosas crecientemente distintas y distantes. Se habla incluso de los comerciantes y los poetas... Y ya se sabe, la poesía no da de comer. La cobertura de una “imagen cooperativa” suena crecientemente falsa a los ojos internos y también externos. Cuando comienzan los problemas suelen aparecer también los consultores, con más recetas y soluciones: reinge-niería, planificación estratégica, etc. También están a disposición los discursos ya descriptos de la participación, el compromiso y la comunicación. Lo curioso es que por esta vía las cooperativas descubren lo

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que ya sabían... y habían olvidado. Es lo que, dentro del propio movimiento cooperativo algunos llaman el “factor c”: la fuerza productiva que “surge de la solidaridad, de la cooperación, de la asociación”. Es un factor que, se afirma tiene un valor económico y no sólo ético. Tanto que las empresas capitalistas están hoy “desesperadamente en busca del factor “c” (...) porque han descubierto la fuerza que tiene (...) y les cuestas integrarlo en empresas donde el trabajo está subordinado, donde no se tiene participación en las utilidades, donde hay un sistema jerárquico extremadamente vertical...”. Por el contrario, lo esencial al cooperativismo es que el factor “C” se constituye como organizador, estableciendo entonces los objetivos mismos de la empresa. (Razeto 1998a). También puede rastrearse en el origen del cooperativismo otro elemento recurrente en el discurso managerial: la centralidad del cliente, la satisfacción del cliente como articulador de la estrategia empresarial. En efecto, las cooperativas nacieron para satisfacer las necesidades de sus socios y esa es -debe serla medida de su eficacia (Pérez 2000). Muchos de los fracasos de las empresas cooperativas se deben, afirman, al olvido de esta identidad originaria. Y esto sucede precisamente en momentos que tienen mucho en común con la coyuntura que le dio origen, al co-

mienzo de la revolución industrial: los excluidos necesitan y buscan alternativas frente a la expansión del capital y la ausencia del Estado (Razeto 1998b). Pero en muchos casos la ideología cooperativa se había transformado en una caparazón puesta sobre la empresa sin incidir realmente en ella. Al advertirlo, en la búsqueda de la eficiencia muchos terminan por tirar el niño junto con el agua de la bañera, adoptando soluciones contradictorias con su identidad y, por ello mismo, ineficaces en el mediano o largo plazo (y muchas veces en el corto) (Pérez 2000). Por ejemplo nos tocó ver una cooperativa que había adoptado firmemente la idea de que para producir cambios productivos y organizacionales había que distinguir nítidamente entre quienes diseñan los proyectos y quienes los implementan. Es decir, la tradicional distinción entre planificadores y ejecutores, tan lejos del discurso participativo, tan poco potenciador del “factor c”. Por nuestra parte nos tocó proponer a esa cooperativa, a partir de una diagnóstico de comunicación interna, un programa de acción con el siguiente orden de prioridades: 1. Crear/recuperar espacios de comunicación a nivel de equipos de trabajo en toda la organización, habilitando y


3. Ordenar y simplificar el flujo de información interna, canalizando una profusa lluvia de papeles en un único medio semanal convencional y/o electrónico. 4. Producir una sola revista interna de buena calidad y no varias publicaciones irregulares y de calidad despareja. Nuestro enfoque priorizaba los espacios5 y procesos de comunicación y la construcción colectiva de proyectos, subordinando a ellos la producción de medios y la distribución de información. Pero el orden de prioridades que, en los hechos, estableció la organización fue exactamente el inverso al que propusimos. Es decir: lo primero son los medios y la información. Afirmando en general que se compartía el orden de importancia, pero por razones prácticas era preferible empezar por lo último. Estas “razones prácticas” eran fuertes: abordar los puntos 1 y 2 implicaba plantearse cambios fuertes en la organización. En los hechos, y no sólo en la teoría. Porque el discurso oficial resaltaba el trabajo en equipo, la partici-

LA MESA COLECTIVA Para finalizar mencionemos un caso de un ámbito organizacional “no empresarial”: el de la educación. El discurso participativo tiene allí una larga tradición, aunque la práctica educativa siga siendo predominantemente vertical y esencialmente autoritaria. Sobre las dificultades para avanzar hacia una mayor coherencia entre discurso y práctica, vale la pena una breve anécdota surgida en el curso de una investigación (Mañán, Kaplún et. all, 1992). Nos tocó en esa ocasión presenciar un cambio de mobiliario en escuelas primarias. Se trataba de abandonar el tradicional pupitre escolar (el “banco Varela”, en dudoso homenaje al impulsor de nuestra educación pública), en el cual la mesa de adelante va unida al asiento de atrás. La única disposición posible con este mobiliario es en filas: todos los niños miran a la maestra y ven la nuca de los compañeros. Hace ya muchos años el maestro uruguayo Julio Castro había escrito un artículo titulado “El ban-

co fijo o la mesa colectiva”, que obviamente no era sólo una propuesta de cambio de mobiliario sino de cambio pedagógico, del modelo frontal (Schiefelbein 1995 ) a una educación más dialógica. Ahora el cambio de mobiliario comenzaba a implementarse: sillas y mesas modulares, que permitían armar grupos, círculos, etc. En algunas aulas ya no se sabía donde era “adelante” y dónde “atrás”. Algunas maestras habían optado por colocar un pizarrón en cada lado... Pero la inspectora detectaba el malestar reinante. Consustanciada con la propuesta pedagógica implícita reconocía que para las maestras estaba siendo muy difícil implementarla. Por carencias metodológicas y falta de herramientas para trabajar con grupos, pero sobre todo por concepción pedagógicocomunicacional: “Se quejan de que ahora los niños se pasan hablando. ¡Y es que para eso lo hicimos!”

1.Tomamos el término de Aubert y De Gaulejac (1993), quienes hablan de un “capitalismo managerial”, donde la gestión aparece como un

síntoma de la sociedad posmoderna. H. Mintzberg (1990) habla por su parte de la “era del management”, soste-

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2. Establecer a nivel central una o varias vías de entrada muy receptivas y eficaces para atender las demandas desde los “bordes” de la organización.2

pación de todos en la gestión y la “cultura del cliente interno”. Pero la práctica cotidiana parecía bastante distante de ello. E incluso la adopción del criterio ya mencionado sobre el diseño y la implementación de los cambios iba, a nuestro juicio, en la dirección contraria.

NOTAS

estimulando la planificación colectiva.

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nido sobre la idea de que un

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Kaplún, G (1999a) Comunicación

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diálogos de la

comunicación


un nuevo espacio para las identidades sociales

G. Pedroza

Gabriela Pedroza

Globalización y cultura:

Docente del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, Campus Monterrey, México.

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comunicación

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Gabriela Pedroza

Globalización y cultura

Abordar el tema de la existencia de un nuevo tipo de cultura en los umbrales de una nueva etapa de la historia, en este año 2000 es un tema urgente e importante. Urgente por las consecuencias que la tecnología ha traído a la vida del hombre, especialmente en los últimos diez años, que han transformado las escalas y las formas de relación entre los individuos y los grupos. Y es igualmente importante dado que estas nuevas formas de «sociación», para ponerlo en términos de Simmel, generan cambios en lo social que necesitan ser comprendidos y explicados. Por esto, en las siguientes páginas pretendo reflexionar sobre la posibilidad de exis-

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comunicación

tencia de la cultura global a partir de los cambios y discontinuidades que la tecnología, especialmente la de las comunicaciones electrónicas, ha traido ya a la vida de individuos y grupos alterando realmente formas en las que se pueden establecer relaciones sociales. Para ello revisaré las nuevas dimensiones de espacio y tiempo en las que hay que pensar ahora como analistas sociales, para luego incluir algunos temas que se necesitan repensar en nuevas categorías, por el impacto que estas dimensiones tienen en las identidades sociales. En el momento actual uno de los términos más utilizados en muchos discursos de diferentes áreas es el de la globalización, con la connotación de que tal proceso económico de interdependencia entre corporaciones que han sobrepasado los límites geográficos de las divisiones político-administrativas de los estados nación para sus interacciones de negocios y comercio, traería consigo la instauración de un nuevo orden cultural, basado en las estructuras de redes de información y comunicación planetarias que esas organizaciones multinacionales necesitan para llevar a cabo sus transacciones. Efectivamente, las grandes corporaciones transnacionales de comunicación, y en especial las de orden masivo o social, han llegado a cubrir grandes áreas de la tierra con

redes de distribución de mensajes que son generados en unos pocos puntos del mundo, las llamadas «capitales globales», entre las que figuran primordialmente las ciudades de Londres, Nueva York y Tokio, y en un segundo nivel Los Angeles, Frankfurt y París. Esto es posible por el uso de un recurso que ha modificado la vida social en todos los aspectos posibles: la tecnología. Esta herramienta ha logrado llevar las interacciones humanas y sociales a formas inimaginadas hasta hace unos pocos años, pues ha sido precisamente en las últimas décadas cuando se han realizado las más grandes revoluciones de las comunicaciones, como son los enlaces punto a punto, la comunicación digitalizada y la posibilidad de almacenar, transformar y reproducir volúmenes de datos que son casi incontables y por lo tanto infinitos. Ahora es posible conectar por fibra óptica cualquier punto del mundo con otro con aparatos cada vez más compactos, llegando así a posibilitar la transmisión de todo tipo de información. Con la tecnología de comunicaciones1 ya casi nada es remoto o inalcanzable. Sin embargo, esta tecnología no está distribuida equitativamente, produciendo un paisaje de desigualdad en las comunicaciones globales, pues mientras el hemisferio norte del planeta goza con la posibilidad de comunicarse gracias a la adecuada colocación y distribución de los nodos y


Las desigualdades han provocado diferencias y disparidades entre los grupos humanos y los individuos, que a su vez han generado diversidad en las formas de apropiación de los bienes simbólicos que circulan en las redes de información y comunicación. En la actualidad ya no se puede pensar en individuos y grupos unificados, homogéneos, o uniformes que se apropian igualitariamente de los contenidos de los mensajes de las grandes corporaciones que controlan desde unos pocos puntos la emisión, sino por el contrario, se podría pensar en grupos de individuos que de manera particular interpretan y decodifican la información -esa sí uniforme y homogénea- contenida y distribuida por las redes. Serían nuevas comunidades de interpretación que producen, en la medida de sus espacios creativos de significación, formas diferentes e inusitadas de sentidos que se conforman de maneras diferentes a las esperadas por los emisores.

Estos grupos poseerían entre otras características una identidad que les diera una forma de vinculación, dotando a los miembros que se adscribieran a ella de una unidad en ciertos rasgos que les permiten sentirse parte de algo más de su círculo inmediato, con lazos que siendo simbólicos proveen a los individuos de seguridad y de formas de autoafirmación para distinguirse en este paisaje de desigualdades y disparidades. Es pues una forma de responder a la presencia de redes de información y comunicación que supuestamente envían los mismos contenidos, a los que hay que contestar de manera especial, particular, diferente y a la misma vez diferenciadora. Lash y Urry 2 demuestran como la sociedad se ha transformado a raíz del impacto de las nuevas redes de información y comunicación que enlazan al mundo en centros y periferias entre las que circulan bienes simbólicos, de diseño intensivo, organizando las relaciones económicas en una forma que supera al capitalismo tradicional, lo que otros teóricos han caracterizado como el post capitalismo y estos autores llaman el capitalismo desorganizado. Esto se ha dado al paralelo de otros procesos de transformación, como son el cambio de sistemas de trabajo integrados verticalmente y la producción en línea caracterizados como el fordismo, por nuevas formas de organización de la producción, más

descentralizados y desintegrados, llamados de producción y acumulación flexible, donde ya no se concentra el control y la producción en una sola línea, sino que se van colocando en los sitios más adecuados por su rentabilidad y oportunidad. Una de las principales consecuencias de estas nuevas formas de organización (o desorganización en términos de Lash y Urry) es la transformación de las categorías de tiempo y espacio que tradicionalmente ordenaban y daban coherencia y unidad a la vida social. Las nuevas redes de información y comunicación y los nuevos sistemas de producción y acumulación, controladas por unas cuantas corporaciones, han transformado el concepto del tiempo produciendo variadas formas nuevas de organización de las interacciones sociales, porque por un lado crean la posibilidad de la simultaneidad rompiendo las barreras de los horarios diferenciados para los grupos humanos que ahora se pueden enlazar en el mismo instante, y por otro lado crean la posibilidad de romper con esos mismos horarios y enlazar a las personas asincrónicamente, es decir en un tiempo que puede ser percibido como diferente pero en realidad se trata de un compás que se abre específicamente para el encuentro de personas que no pueden coincidir. Esta idea del tiempo virtual, uno que ya no se rige con el

G. Pedroza

las redes de tecnología de comunicación, la otra parte del planeta no disfruta de este tipo de recursos, generando una brecha de oportunidades de contactarse con la misma rapidez y eficiencia. Como producto de esto se ha generado una dependencia, más que una interdependencia, de las periferias con esos centros privilegiados por la tecnología, misma dependencia que reproduce desigualdades presentes en la vida mundial desde hace tiempo.

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reloj tradicional y que tendría que ser medido por otras escalas, abre la posibilidad de que se lleven a cabo interacciones humanas, y sociales, en estos episodios temporales novedosos y propios solo de aquellos que utilizando como recurso la tecnología de comunicación pueden compartirlos. Llevar a cabo conversaciones en las que se puede entrar o salir en cualquier momento y participar en el diálogo, crea otros ritmos de interacción que responden a temporalidades inusuales anteriormente. Las nuevas formas de relación social están siendo acomodadas y regidas por diferentes temporalidades que coexisten en una red de enlace producto de la comunicación. Junto con la transformación del tiempo, estamos también presenciando una transformación del espacio. Las barreras tradicionales de fronteras nacionales están siendo ahora rebasadas por las fronteras simbólicas, las que enlazan poblaciones que pueden o no compartir un territorio geográfico, pero que sí comparten un espacio virtual creado por los sitios producidos por la tecnología de comunicación. En el caso de las comunidades virtuales se está en un lugar diferente sin despegarse de la comunidad de origen, creando nuevos enlaces y nuevas formas de relación con grupos cuyos miembros pueden no responder a un criterio de contigüidad, lo que transforma el concepto de proximidad. Lo

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comunicación

próximo puede estar geográficamente muy distante, pero la relación entre personas será muy cercana. Reconocer esta nueva dimensión del espacio es asumir que sobre un territorio (geográfico, por ejemplo) se enmarcan una serie de relaciones sociales simbólicas propias de los diferentes grupos que conforman una sociedad y que éstas son dinámicas y a su vez transforman ese espacio. Las divisiones políticas, o administrativas, incluso económicas son proyecciones sociales sobre un territorio que lo convierten en un constructo social, al igual que las identidades. El espacio social y cultural entonces no son necesariamente equivalentes a espacio físico, como lo apuntan las ideas de Gupta y Ferguson3 quienes a partir de las nuevas concepciones de espacio provenientes de las teorías del postmodernismo y del feminismo lo reconsideran y vinculan con los procesos culturales y en particular los identitarios. Para ellos las representaciones tradicionales del espacio en las ciencias sociales son dependientes de imágenes de ruptura, rompimiento y dislocación. Las distinciones entre naciones, sociedades y culturas están basadas en el hecho de que ellas ocupan “naturalmente” espacios discontinuos y por consecuencia las culturas nacionales eran iguales a las fronteras geográficas, sin considerar que las culturas no tie-

nen fronteras o distinciones discretas. Las nuevas concepciones del espacio llevan primero a imaginar que las culturas se desterritorializan, pero con el cambio que trae el postcapitalismo, con la acumulación flexible manifiesta en formas nuevas postfordistas de producción y consumo, podríamos imaginar más bien que se trata de una re-territorialización, con nuevas maneras de formar comunidades. Otra forma de analizar estos conceptos y relacionándolos más con las cuestiones de la identidad, Giddens4 presenta el término desenclave como “el proceso por el que las relaciones sociales se erradican de sus circunstancias locales y recombinan a lo largo de extensiones indefinidas de espacio y tiempo”5 lo que señala las transformaciones de dichas dimensiones en las interacciones sociales. Para este autor, es más preciso este término que el de diferenciación ya que éste señalaría la ruptura de un estado y la emergencia de otro, sin embargo es más adecuado hablar de cómo la redefinición de tiempo y espacio, que en realidad se trata de indefinirlos, implica la <<extracción>> de lo local para rearticularse en nuevas regiones espacio temporales6. Precisamente son los medios de comunicación como redes de información y comunicación -organizados en las industrias culturales- los ele-


La cultura global, ese nuevo espacio cultural de lo público, es puesta a prueba por la reafirmación de los valores culturales locales o regionales que se puede constatar en los mismos mensajes de comunicación, en un juego donde los niveles y conceptos como global, nacional y local cobran nuevos significados, y que coloca a los sujetos poseedores de la identidad social en un juego dialéctico en el que es necesario afirmarse, reconocerse y distinguirse de los demás. Las identidades sociales y las regiones culturales encuentran en el elemento de los medios de comunicación un punto articulador y mediador para que se generen, se transmitan y se definan, en una dinámica que se mueve a la velocidad de las nuevas vías electrónicas de comunicación. Los medios de comunicación masiva a través de la creación de públicos y audiencias que ya rebasan las categorías estrictas como locales, nacionales e internacionales crean una forma especial de región sociocultural, dando un espacio -no necesariamente territorializado geográficamentea un grupo de personas que

comparten las mismas experiencias y reciben mensajes. Esta forma de región sociocultural creada por los medios de comunicación podría producir nuevas formas de identidades sociales, enraizadas en los procesos simbólicos de las representaciones y las auto y heteropercepciones alimentadas de los medios entre otras fuentes, apareciendo entonces la posibilidad de explorar una identidad social fuertemente ligada a una región sociocultural ya no geográficamente de manera total.

conformación de las identidades sociales, así como la existencia de una región cultural, que no se pueden fijar en un espacio discreto de acuerdo al concepto clásico. Es necesario aventurarse a entender las representaciones que portan los sujetos sociales, no nada más de ellos mismos, sino de los espacios que llaman propios para entonces reconocer una región y una identidad.

Esta forma de región sociocultural tradicionalmente se ha visto como la «aldea global», el espacio donde la uniformidad de los mensajes pudiera homogeneizar a los receptores, pero según lo expuesto anteriormente, a través de los procesos simbólicos, los grupos sociales en lugar de abandonar los elementos propios para absorber, asimilar o integrar los de la «nueva cultura», reafirman aquellos rasgos identitarios que sean pertinentes y rescatan las expresiones de lo diferente, lo propio. Así, las identidades adquieren esa fuerza de expresión de la subjetividad de los grupos, y están en constante renovación, negociación y afirmación.

Porque es precisamente en la articulación de las escalas espacio temporales que se ha transformado en donde se insertan los sujetos y en esas articulaciones se construyen las identificaciones y las identidades. Las colectividades y las nuevas formas de agrupación encuentran en esas fisuras -como dice Hall7- los puntos de quiebre y al mismo tiempo de articulación, es lo que une y desune, lo que hace y deshace, lo que marca y desmarca. En esas fragmentaciones que han explotado a raíz del impacto de la tecnología de comunicaciones en la vida social en donde se comienzan a articular los nuevos sujetos y grupos, y pensar en las fisuras implica modificar nuestras herramientas conceptuales con las que habíamos venido pensando las identidades.

Por eso es necesario volver la mirada del analista a los procesos subjetivos, a la conformación de los públicos, de las audiencias de los medios de comunicación para intentar comprender los procesos de

La posmodernidad es la aproximación teórica que ha tocado con más detalle estas transformaciones de las unidades tradicionales, y el impacto de las tecnologías de comunicación en la vida so-

G. Pedroza

mentos que colaboran, para estos autores, a la desterritorialización y necesitan ser estudiados con nuevas herramientas teóricas, nuevos concepciones de tiempo y espacio para intentar aproximarnos al entendimiento de los fenómenos de la cultura global.

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cial que han “pulverizado” las nociones modernas de tiempo y espacio. La linealidad y homogeneidad características del modelo moderno -temprano o tardío y asociado a determinadas formas de producción, circulación y acumulación de capital- ya han sido superadas por nociones de heterogeneidad y fragmentación, características de esta corriente teórica. Con las comunicaciones que vinculan a los individuos en nuevas formas de relación que desafían la sincronicidad de la vida social se abren “espacios” para encuentros que van más allá del tiempo, en formas de asincronía y simultaneidad, y de la geografía en donde los sujetos se conectan a espacios virtuales, simbólicos y abstractos, desprendidos de territorios geográficos que representaban las formas comunes -modernas- de pensar. Este concepto de proximidad simbólica da pie a la creación de nuevas espacialidades que se conforman de acuerdo a otros criterios diferentes a los utilizados hasta ahora, creando unidades nuevas de categorización que aunque basadas en las usuales asumen estas transformaciones conceptuales, como sería el caso de las regiones socioculturales, que por un lado desterritorializan y por el otro lado, y al mismo tiempo, reterritorializan al resignificar la definición de “lugar” (place). Como producto de estas transformaciones de tiempo y espacio se producen nuevas

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comunicación

comunidades sociales, nuevas formas de asociación, que conforman grupos que no responden ya a los criterios tradicionales y que hay que pensar con categorías nuevas, tarea que debe ser abordada por los científicos sociales. Son nuevas formas de agruparse alrededor de nuevos tipos de experiencias compartidas gracias a las redes de información y comunicación, que producen nuevas formas de identidades, y de identificaciones.

tual, algo que sobrepasa la dimensión del individuo, resalta que una de las consecuencias de la transformación en los conceptos tradicionales de tiempo y espacio de los que se habla arriba, es que se han producido cambios en los grupos humanos y en los individuos también-, ya que es necesario dar cabida a múltiples expresiones de las nuevas formas de sociabilidad que se dan en las nuevas temporalidades y espacialidades.

Estas comunidades traerían consigo la conformación de nuevas identidades, nuevas formas de identificación que serían compartidas por los miembros que se adscriben a ellas. Identidades aún más simbólicas, pues se trata de dar una serie de rasgos que sólo aparecen y son compartidos por participar de la producción, recepción y consumo de ciertos bienes simbólicos.

Antes de seguir adelante sería conveniente precisar que la identidad social es formada como una faceta de la personalidad del individuo, que se relaciona con las características psicológicas y específicas de cada persona, pero es algo diferente al temperamento, en el sentido que cada ser humano posee una serie de rasgos únicos e irrepetibles, mientras que la identidad social es un juego de características simbólicas que un individuo tiene en tanto miembro de sus grupos de pertenencia y referencia. Un ser humano no se desarrollaría en su total capacidad si no se relaciona con sus semejantes, somos seres sociales, y por ello se llevan a cabo procesos de identificación con los otros y los semejantes que van a dotar a un grupo que comparte ciertos rasgos y características de una forma simbólica común que los unifica. Al pulverizarse las formas tradicionales de asociación y agrupación que se regían por un tiempo y espacio

Sobre las identidades sociales primero habría que precisar algunos puntos, a manera de recortar el concepto. Primero que estas no son únicas, monolíticas y uniformes, como se podría pensar dentro de un patrón de razonamiento lógico moderno. Han cobrado importancia en los estudios en las ciencias sociales por revelar el complejo carácter e impacto que la cultura tiene sobre el individuo y sobre las agrupaciones sociales. La aparición y surgimiento de múltiples sujetos sociales en el momento ac-


Por esto se podría hablar de que la identidad de un individuo por un lado es la única personal e irrepetible, pero en cuanto miembro de una sociedad y un grupo posee características que lo afilian a diferentes grupos, unos más inmediatos y otros más alejados de la actividad del individuo. Algunas de estas características sociales son fijadas por el momento y circunstancia en el que el individuo se ubica, mientras que muchas otras se van creando voluntariamente. Por ejemplo, las identidades son involuntarias en el sentido que se nace con determinadas características físicas, de un sexo y de una raza, en un momento y lugar determinado, lo que proporciona una nacionalidad y la pertenencia a un grupo que posee las mismas características físicas y biológicas. Pero existen una serie de rasgos del individuo que son elegidos voluntariamente, creados, más allá de la dimensión biológica, que son producto de las formas de relación social y están altamente simbolizados y que son generados por los grupos a los que pertenece el individuo. Entre estos rasgos tendríamos que distinguir entre los que son elegidos por libre voluntad, y

los que de alguna manera son creados o asimilados por el proceso de socialización de forma más bien impuesta, no en el sentido de que el individuo no puede sustraerse de ellos, sino porque son aceptados consensualmente, para pertenecer a un grupo al que se integra el individuo después de asumir ciertas formas de conducta, de pensamiento o de sentimiento. En este sentido el carácter social de esta faceta de la identidad de un individuo tendríamos que sumarle el factor cultural, entendiendo esto como los marcos de sentido y de referencias que dotan al individuo de dirección en sus acciones, siguiendo de alguna manera la definición de cultura ampliamente tratada por Parsons. Los valores centrales del grupo al que se pertenece dan orientación de sentido de las acciones de los individuos y los grupos, son ellos el corazón de los procesos simbólicos mediante los cuales se entiende al mundo. La cultura es pues este cúmulo de prácticas de otorgamiento de sentido que es compartido por los grupos sociales. También tiene las características de ser abierta, negociada, dinámica, con sus facetas ritual y cotidiana, y organiza el mundo significativo de los grupos sociales. La cultura también se ha transformado por el impacto de las comunicaciones y de las posibilidades creadas por las nuevas dimensiones de tiempo y espacio. En el aspec-

to cultural de la vida social no sólo se ha integrado a la tecnología de comunicación como uno de sus fuentes, sino que ha ido ocupando un lugar cada vez más central en la vida misma de la sociedad. La cultura no permanece estática e inmóvil, sino que se transforma activamente por la acción humana, la capacidad creativa y libre donde los individuos y los grupos se manifiestan en diferentes formas: unas reafirmando las normas, reglas y valores culturales; y otras transformándolos, reactualizándolos, resignificándolos. La cultura representa de alguna manera la estructura dentro de la cual los grupos y los individuos, y el concepto de identidad social se inserta en este análisis como el punto de articulación entre dicha estructura y la capacidad de la acción humana. En las formas identitarias culturales los sujetos sociales encuentran el espacio creativo donde manifestar su propia y particular asimilación de la cultura en general. Es en la identidad social donde los individuos incorporan, traducen, transforman y renuevan la cultura de manera particular y específica, relacionada con el momento y circunstancia en la que cada uno se desenvuelve. Por ello, es importante estudiar la conformación de las nuevas formas de identidad cultural a la luz de los cambios y las transformaciones de la vida actual, impactada e influida por las redes de

G. Pedroza

monolíticos y uniformes, hay que dar cabida a nuevas formas de identidad de sujetos y grupos que se conforman gracias a nuevas espacialidades y temporalidades producto de los cambios en las tecnologías de comunicación.

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comunicación e información que han alterado las dimensiones tradicionales de tiempo y espacio. Aquí se cuestiona entonces la forma tradicional de pensar el tiempo y el espacio, y las formas de relación que se podían dar en otras épocas, pues tras la incorporación de las redes de información y comunicación a la vida social a muchos niveles, ya no se puede seguir pensando con las nociones utilizadas comúnmente de tiempo y espacio únicos, uniformes y lineales. Además, estas nuevas formas de tiempos y espacios que genera nuevas formas de intercambio de bienes simbólicos han puesto en primer plano a los nuevos sujetos protagonistas de todas estas transformaciones. Estas alteraciones de las visiones de tiempo y espacio y la consecuente conformación de nuevas identidades culturales pueden ser aproximadas desde una forma específica de manifestación del fenómeno, que representa la recepción y particular apropiación que los sujetos hacen de los mensajes que circulan en las redes de comunicación e información, lo que señalaría la relación que dichos contenidos tendría con respecto al surgimiento de nuevas identidades. Es decir, los sujetos posmodernos, que reciben los mensajes de las redes globalizadoras, responden a ellos de manera diferencial,

diálogos de la

comunicación

no solo por la presencia desigual de las redes y la consecuente distribución desigual de los contenidos, sino porque los apropian de manera también diferencial que les daría elementos que soportarían la creación de nuevas identidades de nuevos grupos. Las identidades culturales así vistas no son solo producto del impacto diferencial que los mensajes tienen por su desigual distribución, sino porque se supone una actividad en el punto de la recepción que refuerza este patrón de desigualdades. El panorama que emerge entonces no es uno de uniformidad producto de las redes globalizadoras de comunicación e información, sino uno caracterizado por la aparición de grupos conformados por sujetos que aparecen activamente en los procesos de significación, que buscan selectiva, particular y desigualmente aquellos contenidos que les son útiles para crear elementos de distinción entre la multiplicidad de posibilidades, para afirmarse como distintos, dotados de unas características que los agrupan de manera específica. Las relaciones entre los puntos de emisión y los de recepción tradicionalmente se han estudiado suponiendo una pasividad en los públicos, asociando este último concepto a criterios que no tomaban en cuenta la actividad que sucede en la recepción, formas de clasificación basa-

das en índices sociodemográficos, como edad y sexo. Los públicos de las redes de comunicación e información son medidos más como potenciales consumidores de productos uniformes que como sujetos activos que generan la significación e interpretación de los contenidos distribuidos por las redes. Por ello se ha dado un giro de los públicos a las audiencias, siendo estas últimas formas de aproximación más reveladoras de los complejos procesos de interpretación. ¿Es posible encontrar un nuevo sujeto reflexivo, activo, en los puntos de recepción de los mensajes de las redes de comunicación e información? ¿Es posible encontrar en las audiencias alguna forma de conformación de identidad social? Para la aproximación a un tipo específico de sujeto reflexivo consumidor activo de bienes simbólicos que circulan por medio de las nuevas redes de comunicación e información que han transformado las dimensiones tradicionales de tiempo y espacio, superando las formas en que se han hecho estudios de públicos que solo consideran las variables e indicadores de carácter sociodemográfico y reducen la capacidad creativa de generación de interpretaciones que se realiza en el punto de la recepción, se requiere de una metodología que permita precisamente rescatar esos procesos interpretativos. Se necesita una forma de aproximación que permita abrir un espacio de


El estudio de audiencias demanda de una metodología que destaque el carácter creativo de los sujetos sobre los mensajes que recibe, por lo que además de tomar en cuenta las variables sociodemográficas con las que se han tomado en las investigaciones de públicos, complemente con una visión más enriquecedora de los procesos interactivos por los que los sujetos van generando sus interpretaciones, y por consecuencia cerrando activamente los circuitos de significación. Así, por una lado se puede obtener información de características generales de los sujetos -edad, sexo, niveles de instrucción e ingreso- y por el otro se obtiene un recuento de las formas discursivas por las cuales emergen los sentidos de los mensajes. Por lo tanto, la metodología complementa ambas vías de información, partiendo de los perfiles de público, que privilegian la concepción de los receptores desde el punto de la emisión, y llega hasta las discusiones en grupos donde se producen los discursos interpretativos acerca de los mensajes. Las ventajas que

ofrece una aproximación así son varias, entre las que es posible subrayar las siguientes: analizar las dimensiones macrosociales del fenómeno de la recepción por medio de la localización de los sujetos por sus características generales y al mismo tiempo aplicar criterios cuantitativos de medición de públicos, lo que pone el énfasis en lo descriptivo; y aproximarnos a la dimensión microsocial a través de grupos generadores de discursos analizables con técnicas cualitativas, lo que revelaría el aspecto explicativo del estudio. Así por un lado se podría describir a un sujeto activo, productor de significados y sentidos de los mensajes que circulan en las redes de comunicación e información, y por el otro se rescatarían las interpretaciones, significaciones y re-significaciones, que dicho sujeto realiza influido por las mediaciones a las que está expuesto por ser miembro de una audiencia, como comunidad cultural activa. Dentro de los mensajes que circulan en las redes de comunicación e información de las que se habla aquí circulan diversos bienes culturales: acciones y valores que son negociados entre las bolsas involucradas en el manejo del capital financiero, lugarestipo que han generado una transformación del sector turístico en todos lados, películas y programas de televisión que se consumen por audiencias de todo tipo, música que se distribuye por medio de

las grandes corporaciones productoras y difusoras. Según esta descripción, aparte de la información financiera, casi todos los demás bienes que circulan en las redes están relacionados con la esfera del entretenimiento y del tiempo libre, concepto derivado de la organización del trabajo moderna. En estos supuestos espacios de libertad de los individuos y los grupos se llevarían a cabo mayormente estos procesos de producción simbólica. Los bienes simbólicos que son procesados por las audiencias son generalmente aquellas producciones de las llamadas industrias culturales, y que precisamente son las que mayor injerencia y control ejercen sobre las redes de comunicación e información. Estudiar las audiencias, que no son únicas ni uniformes como tampoco lo son las identidades, permite asomarnos a esas apropiaciones desiguales de los bienes simbólicos, desde el punto de vista de los consumidores y sujetos activos en los procesos de significación, y señalar también las similaridades, que serían los rasgos que apuntarían a la definición de una identidad. Las audiencias serían un punto de partida para el estudio de la identidad cultural, para encontrarla diversa, conformada por múltiples definiciones de diferentes sujetos que conforman una imagen discontinua, fluctuante y dinámica, de muchas voces y rostros que se unifican en algunas cosas, y que al mismo tiempo permanecen diversos.

G. Pedroza

observación de los momentos en que operan las mediaciones en la generación de los sentidos acerca de los mensajes que circulan en las redes de comunicación e información, y que se enfoque en las formas en que los sujetos van produciendo las interpretaciones.

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Las audiencias, o escoger entre ellas a una particular puede ofrecer la vía para la aproximación de esa diversidad que conformaría una identidad cultural, siempre abierta y dinámica, no sólo a su interior como se aborda en párrafo anterior, sino también al exterior, ya que esa diversidad entra en un juego más amplio de distribución y apropiación de bienes culturales, también desigual y diferenciado, que arroja a su vez una imagen articulada a otro nivel, y que produciría entonces otra forma de identidad, asociada a otra escala de diferenciación. Se trata entonces de un juego abierto y dinámico de múltiples formas de interpretación que producen diferentes agentes, en donde las múltiples formas identitarias se articulan, se armonizan o chocan, y se conforman. En algunos casos sería útil hablar de escalas de la dimensión espacial que se organiza en rangos articulados de lo global, lo nacional, lo regional y lo local.

una audiencia de un tipo específico de bien cultural -asociada a su vez a un territorio específico- podría ser identificada por el consumo preferencial de cierto tipo de formas culturales, que generaría una identidad local, a su vez diferenciada al interior y al exterior, articulada a un juego de diferencias que les daría elementos de distinguibilidad con respecto a otras formas identitarias conectadas en lo nacional. Esta es, pues, la propuesta de acercamiento al estudio de la existencia de una cultura global que se planteamos en esta exposición.

NOTAS

Globalización y cultura

La imagen de esta identidad está pues enriquecida de variadas formas de consumo y de producción de significados, que comparten no solo la recepción sino la interpretación de los bienes culturales.

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4. Giddens, Anthony. (1998) MODERNIDAD E IDENTIDAD DEL YO. Barcelona, Editorial Península. 5. Ibid, p. 292 6. Para ampliar esta discusión véase la obra citada, especialmente pp. 30 y ss. 7. Hall, S. duGay, P. (1996). Questions of Cultural Identity. Sage Publications. London.


R. Roncagliolo

Rafael Roncagliolo

La crisis de la modernidad y la cultura de paz

Sociólogo, profesor en la Pontificia Universidad Católica del Perú y en la Universidad de Lima. Secretario Ejecutivo de la Asociación Civil Transparencia en el Perú. E-mail: rafo@amauta.rcp.net.pe

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Rafael Roncagliolo

Modernidad y cultura de paz

Los organizadores de este Encuentro han querido yuxtaponer crisis de modernidad con cultura de paz. Sugieren, con este título, que la crisis de la modernidad podría alumbrar una cultura de paz. Recuerdan, por contraste, la asociación umbilical entre la modernidad y la guerra. Con lo cual convocan a varias preguntas cruciales: 1. ¿Qué es la modernidad?; 2. ¿en qué consiste la crisis de la modernidad?; 3. ¿hay lugar para la democracia después de la modernidad? 4. ¿es posible una cultura de paz?; y 5. ¿de qué depende la cultura de paz?

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I. ¿QUÉ ES LA MODERNIDAD? Cuando éramos escolares se clasificaba la historia de la humanidad en cuatro períodos, cada uno de los cuales se estudiaba en un año diferente y sucesivo de la secundaria. Estos cuatro períodos eran la edad antigua, la edad media, la edad moderna y la edad contemporánea. La edad moderna empezaba en 1492, con el descubrimiento de América, y terminaba en 1789, con la Revolución Francesa. La simplificación escolar resulta superada, claro está, por numerosos autores conocidos. Entre los comunicadores, Tehranian y Kia proponen que estos tres siglos de edad moderna deben dividirse en dos, pues en el medio de ellos, a mediados del siglo XVII, más simbólicamente con la Paz de Westfalia en 1648, se despliegan el Estado –nación y los nacionalismos, fundados ambos fenómenos sobre (a) la “nacionalización” de las Iglesias por obra de la Reforma, (b) la consolidación y el auge de las lenguas nacionales y (c) la expansión del “espíritu del capitalismo” y su racionalidad (Tehranian y Kia, p. 135)1. Para la Enciclopedia Británica, la sociedad moderna se refiere a un espacio aún más recortado y más reciente en el tiempo. “La sociedad moderna -dice la Enciclopediadebe su origen a dos grandes trastornos en el siglo XVIII,

uno político, el otro económico. Ambos fueron parte de una pauta de cambio más amplia, que, desde el Renacimiento y la Reforma, había establecido en Occidente un sendero de desarrollo distinto al resto del mundo. Esta pauta incluyó el individualismo y, en última instancia, el secularismo, que fue la herencia protestante. Incluyó también el crecimiento de la ciencia, como método y como práctica. Lo primero provocó revoluciones políticas en América y Francia. Lo segundo, al crear una atmósfera conducente a la innovación tecnológica, fue uno de los elementos claves en la emergencia de la Revolución Industrial en Gran Bretaña” (Encyclopædia Britannica, modernization). Cualesquiera que fueren los límites cronológicos que se prefieran (desde finales del siglo XV, desde mediados del XVII o desde el XVIII), lo cierto es que la noción de modernidad evoca siempre un remolino de fenómenos coetáneos e inter-relacionados. Según Marshall Berman (1982), este remolino se compone de: 1. Grandes descubrimientos en las ciencias físicas. 2. Industrialización de la producción. 3. Trastornos demográficos, que incluyen tanto el crecimiento de la población como los grandes movimientos migratorios. 4. Urbanización. 5. Aparición de los medios masivos de comunicación.


Todos estos procesos que conforman la modernidad, pueden ser agrupados en tres núcleos principales de significación: 1. Un núcleo de significación cultural, cognitiva y ética: el racionalismo, el iluminismo, la certeza del progreso, desarrollo de las ciencias y de las grandes narrativas (el evolucionismo de Darwin, el positivismo de Comte, la democratización según Tocqueville, el marxismo de Marx, etc.) 2. Un núcleo de significación económica y social: industrialización y urbanización dentro de un solo mercado mundial capitalista. 3. Un núcleo de significación política: surgimiento de los Estados nacionales, extensión de la democracia como “tipo ideal” de gobierno y desarrollo de movimientos de masas. La cultura y la racionalidad modernas se remontan, como señalaba Weber, hasta la ética protestante, pero encuentran su apogeo en el Iluminismo. La industrialización fue permitida por la acumulación de capital, favorecida por la colonización iniciada a fines del mismo siglo XV, pero se despliega sobre todo a partir de la primera revolución in-

dustrial en el Reino Unido. Y el Estado-nación se anuncia, desde fines del siglo XV, con la unificación estatal producida en España por los Reyes Católicos, pero corresponde, sobre todo, a los Estados democráticos (Estados Unidos y Francia) que vienen a ser los Estados modernos paradigmáticos por excelencia. América Latina fue una región necesaria para la modernización del mundo capitalista, pero ella misma no se modernizó cabalmente. Aunque la revolución de la independencia fue, en todos nuestros países, un fervoroso llamado a la modernización, lo cierto es que sólo se modernizaron los sectores y regiones dominantes, produciendo la imagen del dualismo estructural. Parafraseando a la teoría de la dependencia, podemos sugerir que el proceso de modernización de los países centrales acarreó, como sub-producto histórico, nuestra incorporación parcial, superficial y dependiente al mundo moderno.

II. ¿EN QUÉ CONSISTE LA CRISIS DE LA MODERNIDAD? Es obvio que la modernidad está en crisis. Alain Touraine (1992) ha descrito magistralmente esta crisis, sus etapas y sus laberintos, precisando que si el siglo XIX fue el de la “modernidad triunfante” (p. 121, por ejemplo), el siglo XX ha albergado el agotamiento y la crisis de la modernidad,

crisis que no es un fenómeno de los últimos años sino de prolongado arraigo. Tal crisis puede representarse en términos de obsolescencia y caducidad de los tres núcleos de significación recién enunciados: 1. En el núcleo de significación cultural, cognitiva y ética, se registra el agotamiento de todas las grandes narrativas del siglo XIX, agotamiento que constituye el corazón del posmodernismo, a partir de Lyotard2. Se instalan, en su reemplazo, una cultura relativista y todos los miedos de hoy, tan bien presentados por José Joaquín Brunner. 2. En el núcleo de significación económica y social, lo que se cancela es la sociedad industrial. El posmodernismo ha nacido precisamente como matriz y correlato cultural de la idea de sociedad posindustrial, presentada por primera vez por Daniel Bell, en los Estados Unidos, y por Alain Touraine, en Francia (Anderson, p.38). El sector industrial no es ya el sector principal ni el motor de la economía. La fuerza principal de la producción ha pasado a ser el conocimiento. En la agonía de la sociedad industrial, agonizan también el movimiento sindical, la producción masiva, la cultura de masas y los medios masivos. 3. En el núcleo de significación política, por último, lo que está en crisis es el Estado nacional, y con él la viabi-

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6. Consolidación de Estados Nacionales. 7. Desarrollo de movimientos sociales y políticos masivos. 8. Constitución de un solo mercado mundial capitalista.

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lidad de la democracia y de la noción misma de ciudadano, piedra angular del ideal democrático. El Estado-nación ha sido, en rigor, un fenómeno cuasi-exclusivo de la modernidad, época en la cual se construyen simultáneamente (o adquieren envergadura nacional) mercados y Estados. Estos Estados, constructores de mercados nacionales, constituyeron desde sus inicios, por cierto, sociedades de la información. En efecto, los Estados nacionales se caracterizan, según Anthony Giddens (1985) por dos rasgos principales: (a) el desarrollo de una intensa vigilancia sobre sus ciudadanos, que es la base de su compleja organización, puesto que la eficiencia del mercado requiere vigilancia, lo que hace de organización y observación hermanas siamesas; y (b) el hecho de que tales Estados han sido creados por la guerra y se mantienen por la posesión de una defensa creíble, es decir que son intrínsecamente dependientes de la defensa, de la industria militar, y de la cultura bélica. La crisis de la modernidad, sin embargo, alimenta dos paradojas. Una primera paradoja consiste en que, a pesar de la crisis del Estado, se mantienen, prolongan y exacerban la organización y la vigilancia que dieron origen al Estado nacional. Una se-

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gunda paradoja tiene que ver con el mantenimiento de la lógica de la defensa y la guerra, más allá del mismo apogeo de los Estados nacionales, que habían constituido la palanca y la razón de ser del desarrollo de la industria militar. De manera que esta crisis amenaza la forma del Estado, aunque no sus contenidos históricos hechos de la combinación entre vigilancia y belicismo. Contenidos que parecen permanecer, aún cuando no sabemos a ciencia cierta qué viene después del Estado nacional: ¿el Estado supra nacional? ¿la fragmentación? ¿ambos a la vez? Se trata de preguntas absolutamente pertinentes en América Latina, donde las dictaduras militares han sido posibles gracias al poder de fuego alimentado por la necesidad de presentar a los vecinos una defensa creíble. ¿Se acaban el militarismo y la represión interna con la paz duradera en América Central, entre Argentina y Chile o entre Ecuador y Perú? ¿se terminan nuestros Estados con el MERCOSUR o con el TLC?

III. ¿HAY LUGAR PARA LA DEMOCRACIA DESPUÉS DE LA MODERNIDAD? 3 Entre nosotros, globalización y posmodernidad son términos que han tendido a desplazar, pasmar o interrumpir la reflexión en torno a otras dos nociones, que están íntima-

mente ligadas a ellos, ya que aluden a realidades coetáneas e intersecantes con la globalización y la posmodernidad: 1. el concepto de sociedad de la información, que, a partir de los neologismos, ya en desuso, de las compunications y la telematique, fue hasta ayer la moneda de mayor circulación para denominar a los cambios en curso4; y 2. la imagen de la global village5 que se retoma más elaborada en esquemas recientes, abocados al actual reemplazo de la cultura de la escritura por la cultura del audiovisual. Lo que había empezado a vislumbrar el “integrado” Mac Luhan 6, hoy fundamenta una crítica multiforme, y a veces “apocalíptica” a la televisión, en la que participan entre muchos otros, Jürgen Habermas, Karl Popper, Pierre Bourdieu, Giovanni Sartori y Régis Debray. Para ilustrar someramente algunos elementos de esta crítica: el desmontaje de la televisión de servicio público (modelo BBC) constituye un hecho mayor dentro de los procesos de decadencia de la “esfera pública burguesa” y de “refeudalización”, analizados por Habermas (1989). Considerado el filósofo de la libertad, “por excelencia”, Karl Popper, ha dicho por su parte, que “la televisión corrompe a la humanidad, es como la guerra” (1992, p. 93). Y, cuestionan-


Giovanni Sartori, quizás el más conocido analista de la democracia y los sistemas políticos contemporáneos, se ha detenido a escribir un libro sugerentemente titulado “Homo videns”, en el cual propone que “el vídeo está transformando al homo sapiens, producto de la cultura escrita, en un homo videns para el cual la palabra está destronada por la imagen” (p. 11); con lo cual el pensamiento conceptual y abstracto (que caracteriza al homo sapiens) queda reemplazado por la percepción, sensible y concreta. En la misma perspectiva, Régis Debray (1991, 1995) ha hablado del fin de la logosfera (predominio de la imprenta) y su reemplazo por la videoesfera (cultura del audiovisual). Subyace a esta unanimidad multidisciplinaria de críticas, la idea de que más que un cambio técnico lo que tenemos en frente es un cambio cultural que afecta a la naturaleza misma de la democracia, de la vida política y del Estado. La globalizacion sería imposible e ininteligible sin sus vehículos culturales: la TV, la computadora y las te-

lecomunicaciones (laser, satélites, internet); y sin la transformación radical de la cultura y de la política que estos vehículos portan. La crisis de la modernidad puede entenderse en el terreno de la política como el advenimiento de la globalización/videoesfera en la que se desvanecen los cimientos mismos de la vida democrática. La video-política acompaña una nueva conversión de los sujetos individuales, que ahora dejan de ser ciudadanos (a los cuales hay que convencer) para convertirse en consumidores (a los cuales hay que seducir) (Debray, 1991). Lo que hace elocuentemente Sartori es explorar y explicar las consecuencias de este vaciamiento de la vida política y del ejercicio democrático. Todo lo cual nos sitúa ante la crisis de la política, de los partidos y de la democracia, que es una crisis universal y que desborda ampliamente la explicación a partir del agotamiento de los paradigmas ideológicos, para arraigar en esta transformación de largas data y aliento, que es la transformación en los paisajes y en el consumo culturales y, sobre todo, la transformación de las mediaciones entre los seres humanos y entre éstos y la técnica. De esta manera, la crisis de la modernidad es una profunda crisis de la democracia y de la noción del ciudadano que es su sustento y su actor

necesario e imprescindible. La democracia ha existido sobre la base de los espacios públicos, la discusión racional de propuestas y la búsqueda de negociaciones y consensos. Es esta la base que resulta erosionada y que se sustituye por ejercicios mercantiles de seducción a los electores y de venta de los candidatos como productos cuyos valor en el mercado y propuestas se fijan por las encuestas de opinión (según el modelo de democracia cuya factura inicial se expidió en los Estados Unidos, a partir de la década de los años treinta). Dentro de este nuevo paisaje crítico de la política universal y de la democracia, existe una forma específica de manejo estatal que consiste en la constitución de un tipo de Estado que llamaremos liberal-autoritario, a título provisional y a falta, por ahora, de una denominación más precisa. Este tipo de Estado es liberal en la economía y formalmente democrático en la política. Pero esta formalidad democrática oculta un ejercicio del poder profundamente autoritario y sofisticadamente represivo en sus efectos. Este Estado parece existir en diversas partes del mundo, pero ha emergido también en América Latina, en el caso del Perú7. Es por este carácter, potencialmente paradigmático (y no sólo por el obvio interés particular del autor de esta

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do el papel de la televisión en la vida democrática, el sociólogo Pierre Bourdieu ha llamado a “combatir para que la comunicación audiovisual, que habría podido volverse un extraordinario instrumento de democracia directa no se convierta en instrumento de opresión simbólica” (1996, p. 8).

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ponencia), que parece pertinente traer a colación el caso del actual Estado peruano, expuesto con evidencia ante el mundo entero, en las últimas elecciones generales realizadas en este país. Estas elecciones recién pasadas, se caracterizaron por un conjunto de características absolutamente inaceptables desde el punto de vista de los estándares democráticos internacionalmente aceptados. Tales características se pueden resumir en cuatro elementos8: 1. Adaptación forzada del marco constitucional, legal e institucional a fin de permitir un tercer período de gobierno para el Presidente Fujimori y neutralizar toda iniciativa de impugnación al mismo. 2. Establecimiento de autoridades electorales manifiestamente parcializadas y, consiguientemente, de un conjunto inagotable de actos fraudulentos, desde la falsificación de firmas para inscribir a un movimiento político hasta la compra de parlamentarios electos. 3. Intensa participación de todas las instancias estatales (y, en particular, de las Fuerzas Armadas) en la campaña electoral del candidato-presidente y en la contracampaña de hostigamiento y represión contra todos los otros candidatos. 4. Inexistencia de competencia electoral, particularmen-

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te en la televisión de señal abierta. Este conjunto de características no se ha presentado, al menos no en una magnitud siquiera remotamente comparable, en ninguna de las últimas elecciones hispanoamericanas (en orden regresivo Venezuela, México, República Dominicana, Guatemala, Chile, Uruguay, Argentina) y, en general, hace mucho que estaban ausentes de los paisajes electorales de la región y de otras partes del mundo. Como lo señalara la experta electoral británica Rebecca Cox, al encabezar su informe de una temprana observación del proceso electoral peruano, “el Perú en el 2,000 posee las instituciones y la apariencia de una democracia, pero no las normas ni la esencia” (Cox, p. 1). La piedra angular de esta forma nueva de autoritarismo no reside en el control simultáneo de todo el aparato del Estado (Ejecutivo, Legislativo, Judicial y, en particular, el ejército), que es lo ya conocido. Lo nuevo es la manera en que se establece el control sobre la televisión de señal abierta. En la medida en que el set de televisión ha reemplazado a la plaza pública como terreno principal de la acción política (que ya no es convencimiento sino seducción), el control de la televisión permite construir y mantener un tipo de dictadura que, por supuesto, se asemeja menos a las dictaduras militares de ayer que al “1984” de Orwell.

El control monopólico de la televisión permite, ante todo, según el viejo concepto de la agenda setting, determinar qué alternativas políticas existen socialmente y cuáles no. Como, entre muchos otros, lo ha señalado Castells: “Aunque sus efectos sobre las opciones políticas es muy diverso, en las sociedades avanzadas, la política y los políticos que no aparecen en televisión no tienen ninguna posibilidad de obtener el apoyo público, ya que las mentes de la gente se informan sobre todo por los medios de comunicación, y el más importante de ellos es la televisión. Su impacto social funciona en el modo binario: ser o no ser” (368). En el régimen peruano, cuando, a pesar del control de la televisión, un actor social logra despegar del pantano de la ignorancia colectiva (es decir, del no ser), como ha ocurrido en el último proceso electoral, la televisión se utiliza para vilipendiar y envilecer. Este vilipendio, que ha logrado tumbar candidato tras candidato, es el complemento de la desinformación9. Lo nuevo y extraordinario, y lo que diferencia a este tipo de régimen de las antiguas dictaduras militares, es que todo esto puede operar a partir y en nombre de la libertad de prensa (= libertad de empresa). En el Perú, la censura política opera revestida de censura comercial10. Legal y formalmente el Estado no in-


Sus mecanismos de férreo control sobre la televisión son todos “legales”: la dependencia financiera de la publicidad estatal (en época de recesión, cuando el resto de la publicidad declina), la tributación, los juicios comerciales manejados por un poder judicial enteramente subordinado al Ejecutivo, y los chantajes a cargo del servicio de inteligencia. Así, cuando la política es videopolítica, un Estado autoritario (directamente sustentado en la Fuerza Armada como su “partido”) puede afirmarse y pretender título de legitimidad, recurriendo precisamente a las ideas neoliberales que circulan como bandera y emblema de la globalización. ¿Será ésta una excepción anacrónica, un modelo o una de las variantes de organización del Estado en la crisis de la modernidad? Sea como fuere, la crisis de la modernidad es crisis de la democracia y de los partidos políticos, en todas partes del mundo y en todos los países latinoamericanos, aún cuando no en todos ellos se haya llegado al grado de pulverización de las organizaciones políticas que han experimentado Perú y Venezuela.

IV. ¿ES POSIBLE UNA CULTURA DE PAZ? Para hablar de la paz, hace falta partir de los consensos sobre los que se funda el nuevo orden internacional realmente existente. A menudo se piensa que el único consenso de la globalización es el neoliberalismo. Sin embargo, la globalización parece estarse realizando con otros dos consensos adicionales: el de la democracia como forma de gobierno y el de la universal adhesión a los derechos humanos. O sea que son tres los términos sobre los cuales se construye la sociedad global: el mercado, la democracia y los derechos humanos. En los tres se vive la cesión de soberanías nacionales en beneficio de instancias supranacionales. En materia de derechos humanos, lo acontecido con el general Pinochet demuestra el cambio de los tiempos y autoriza a exonerarse de cualquier comentario adicional. Lo que, en cambio, vale la pena subrayar, es que a pesar de la crisis de la democracia vivimos una innegable expansión y consolidación de los regímenes formalmente democráticos, así como la emergencia de instancias internacionales fundadas sobre la adhesión a la democracia. No es casualidad que tanto la OEA como el MERCOSUR se definan como clubes democráticos, que hacen de la existencia de regímenes democráticos una condición de membresía; y de su ausencia,

una causal de expulsión. Ello explica también que sea la OEA la que pone la mesa para las negociaciones entre el gobierno y la oposición peruanas, destinadas a organizar la transición a la democracia. Como señala López Pintor, “en la última década del siglo XX se han librado alrededor de cincuenta conflictos armados entre guerras civiles y territoriales, la mayor parte relacionadas con la tensión entre las superpotencias de la guerra fría y el colapso del orden soviético. Simultáneamente se producía una oleada democratizadora sin precedentes históricos. Contándose el siglo entre los más cruentos de la era moderna, llega a su fin bajo el impulso de la fortuna con más de dos tercios de los gobiernos nacionales basados en elecciones libres. Hace veinte años, cuando la transición en España, había poco más de 30 democracias en todo el mundo. Al escribir estas líneas, el número de regímenes democráticos en distintas fases de consolidación rondaba los ciento cincuenta. La contradicción entre violencia y negociación se salda a favor del pacto”. (López Pintor, p. 15). De manera que vivimos tiempos en los que la democracia parece crecer en extensión geográfica, a pesar de disminuir en intensidad y calidad. Este auge en el número de regímenes formalmente democráticos alimenta la esperanza de la paz. Sin embargo,

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terfiere en nada. Más aún, el Estado ha llegado a reconocer el desequilibrio de la situación, pero reclama no poder hacer nada, justamente en nombre del sagrado principio de la libertad de expresión.

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los Estados nacionales y las democracias modernas, como ya se ha dicho, se fundaron sobre la guerra. Una de las críticas posmodernas a las ilusiones de la modernidad apunta precisamente al hecho de que nunca la guerra mató tantos hombres como en la época moderna, a pesar de las promesas iluministas (Lyotard, p. 37 y ss., Webster, p. 167). La búsqueda de la paz puede entenderse como una reivindicación característica de esta época, al lado de las reivindicaciones de género y ambientalistas. La noción marxista de la violencia como partera de la historia cede lugar, en todas partes, a una cierta sana obsesión por la democracia y la paz. Lo importante es que la idea y el ideal de la paz no se reducen a la ausencia de guerras. Como lo anuncian todos los movimientos pacifistas contemporáneos, “la paz es un concepto que para que pueda ser real, requiere de la realización de otros valores con un alto grado de anterioridad: justicia social, igualdad, democracia, libertad, solidaridad, tolerancia y conciliación” (CEAPAZ, p. 7). Lo importante es que la salida de la modernidad supone una pérdida de peso de los Estados nacionales, en beneficio de organismos supraestatales. Esta doble condición abona la conciencia de que los ejércitos son cada vez menos necesarios; y en la

diálogos de la

comunicación

medida en que esta pérdida de necesidad se traduzca en hechos, dejarán de tener razón de ser la industria bélica y, ojalá, la cultura bélica. Digamos, entonces, que la paz es más posible y viable ahora que en plena modernidad.

V. ¿DE QUÉ DEPENDE LA CULTURA DE PAZ? No es un dato secundario el que los comunicadores hayamos transitado de las comunicaciones a la cultura; de las políticas nacionales de comunicación a las políticas culturales; de la comunicación para la paz a la cultura de paz. Este tránsito forma parte de nuestro desplazamiento desde los medios hacia las mediaciones (tema emblemático de Jesús Martín Barbero) y desde los instrumentos y estructuras de producción hacia los procesos de consumo (en el camino recorrido por Nestor García Canclini). Ciertamente no estamos solos en esta ampliación de miras y de focos de preocupación. También la UNESCO, bajo la conducción de Federico Mayor, y con inspiración, entre otros, del peruano Felipe Mac Gregor S.J., se ha comprometido en la búsqueda y construcción de una cultura de paz. Quisiera terminar señalando que la posibilidad de desarrollar una cultura de paz (en las antípodas de la cultura de guerra, característica de la modernidad) descansa sobre

el desarrollo de movimientos de comunicación comunitaria y de vigilancia ciudadana. Pienso, sobre todo, en dos ejemplos: el primero es el de las radios comunitarias que, a pesar de las políticas tendientes a expulsarlas del espacio electromagnético, se consolidan en América Latina y en todo el mundo, sirviendo de vehículo a las más diversas expresiones culturales que buscan crear un clima de tolerancia y convivencia, tarima tanto para la paz como para la democracia. Mi segundo ejemplo se refiere a los movimientos de vigilancia ciudadana, que han emergido como un nuevo tipo de movimientos sociales, al lado del feminismo, y de los grupos de defensa del medio ambiente y de consumidores. Entre estos nuevos movimientos de vigilancia ciudadana destacan, en América Latina, los grupos de observación electoral, que ya existen en México, Guatemala, Nicaragua, Panamá, República Dominicana, Venezuela, Colombia, Perú, Paraguay, Argentina y Chile; los mismos que se han agrupado en el “Acuerdo de Lima” y que observaron juntos las elecciones municipales del domingo 5 de noviembre en Nicaragua. Para estos grupos, “la democracia es demasiado importante para dejarla sólo en manos de los políticos”. Su reivindicación del derecho de los ciudadanos a vigilar la vida política, anuncia que los


Concluyamos, entonces, que la democracia y la cultura de paz dependen de nuevas organizaciones ciudadanas, en las que los comunicadores podemos encontrar un hermoso desafío y una excelente manera de desplegar nuestras competencias profesionales.

no ‘posmodernismo’ emergió prime-

6. No es de extrañar que Marshall Mc

ro y muy tempranamente en el mun-

Luhan fuera un fuerte inspirador de

do hispánico de los años treinta, con

John Cage, quien, junto con Robert

Federico de Onís; y que, a su vez, “el

Rauschenberg y Buckminster Fuller

término ‘modernismo’ como denomi-

son autores principales en la clásica

nación de un movimiento estético fue

y fundacional bibliografía posmoder-

acuñado por un poeta nicaragüense

nista publicada en 1971 por Ihab

que escribía en un periódico guate-

Hassan (véase Anderson, ps. 27 y ss.).

malteco sobre un encuentro literario que había tenido lugar en el Perú”

7. Los casos similares más citados

(Anderson, p. 9, citando al escritor

son los de Malasia, en Asia, y

peruano Ricardo Palma).

Zimbawe, en Africa. En América Latina, el Perú actual ha sido comparado a menudo con los inicios del régimen

puestas en el Seminario “Cultura, co-

uruguayo de Bordaberry. Sin embar-

municación y Estado en América La-

go, lo que sostenemos en estas líneas,

tina, los desafíos de la globalización”,

es que el régimen de Fujimori com-

organizado por el Centro de Estudios

parte con el de Bordaberry su origen

Avanzados de la Universidad Nacio-

civil junto con su sustento principal-

nal de Córdoba (Argentina) y la World

mente militar, pero difiere en lo sus-

1. Como se sabe, Tehranian

Association for Christian Commu-

tantivo por sus mecanismos de ejer-

y Kia describen la historia

nication, que tuvo lugar en Córdoba,

cicio del control y la represión.

de la humanidad como la su-

Argentina, entre el 6 y el 8 de julio del

cesión de siete tsunamis de

2,000. La ponencia del autor, que aquí

8. El desarrollo y documentación de

democratización. El primer

se retoma se tituló Estado y globali-

estos cuatro elementos se encuentra

tsunami viene dado por la aparición

zación: reflexión desde el Perú (en

en la página Web y en las publicacio-

de la escritura y de la historia, 8,000

prensa).

nes de TRANSPARENCIA, en particu-

NOTAS

3. Se retoman aquí algunas ideas ex-

lar en el documento citado en la bi-

años antes de Cristo. El segundo por la expulsión de los moros de España,

4. Prescindimos aquí de la discusión

el descubrimiento de América (1492)

sobre la pertinencia de cada término

y la imprenta; el tercero, que fijan sim-

y sobre los efectos específicos de la

9. En esta genuina construcción de

bólicamente en la Paz de Westfalia

informatización, que hemos tratado

chivos expiatorios, el régimen perua-

(1648), por el desarrollo de las Nacio-

en el artículo que se registra en la

no se asemeja al fascismo. Sólo que

nes Estado, que va a dar origen a las

bibliografía (1997). Además, después

no es capaz de movilizar masas. Así,

revoluciones liberales de Inglaterra

de más de medio siglo de televisión,

los mítines del gobierno reúnen poca

(1688), Estados Unidos (1776) y Fran-

los efectos de la “videoesfera” sobre

gente (en general, pagada para asis-

cia (1789). El cuarto tsunami corres-

la política y el Estado resultan más

tir) y concitan escaso entusiasmo.

ponde a la expansión de las revolu-

asibles que los de la informatización,

ciones democráticas y tiene como

que apenas ha cumplido veinte años

10. Como lo recuerda Debray (1991),

año emblemático 1848. El quinto se

(edad de la PC) desde su ingreso a

en la historia ha habido tres censu-

inicia con la segunda post-guerra

los bienes de consumo directo y a la

ras sucesivas: la eclesiática, la políti-

mundial (1945), el sexto con el fin de

vida cotidiana. Parece, pues, ser aún

ca y la comercial. El modelo peruano

la guerra fría (1989) y el sétimo per-

temprano para analizar la “cultura de

permite combinar, por lo menos, las

tenece al territorio de la futurología.

la virtualidad real” de que habla

dos últimas (con manotazos de la

Castells (1996, volúmen I, ps. 359 y ss.)

primera desde el Arzobipado de

bliografía.

Lima).

2. Prescindimos en este texto de una discusión específica sobre los conte-

5. El IX Encuentro de FELAFACS, rea-

nidos y alcances del posmodernismo

lizado en Lima en 1997, se tituló jus-

y la posmodernidad. Pero no pode-

tamente “Desafíos de la comunica-

mos dejar de recordar que el térmi-

ción globalizada”.

R. Roncagliolo

ciudadanos, supervigilados en la modernidad, al decir de Giddens, intentan ahora vigilar a los vigilantes.

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# 20, enero-junio 1996.

diálogos de la

comunicación

http//www. britannica. com


C. Ossa

Carlos J. Ossa

La edad de lo f谩ctico

Profesor universitario e investigador del Centro de Investigaciones Sociales de la Universidad ARCIS y de la Universidad de Chile. Direcci贸n: millatun@ctcinternet.cl

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Carlos Ossa

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de evocación es capaz de provocar fenómenos de movilización social”1.

“Estamos a medio camino. Prolifera la modernización revolucionaria ingenieril pero distamos mucho de alcanzar el punto de llegada: la modernidad” Alfredo Jocelyn-Holt: El Chile perplejo

El sociólogo francés Pierre Bourdieu, entre otros muchos intelectuales, ha consagrado una visión trágica sobre la relación entre la cultura mediática y la democracia, dice: “Los peligros políticos inherentes a la utilización cotidiana de la televisión resultan de que la imagen posee la particularidad de producir lo que los críticos literarios llaman el efecto de la realidad, puede mostrar y hacer creer en lo que muestra. Este poder

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El cientista político Giovanni Sartori por su parte refuerza las sospechas: “Con la televisión las autoridades cognitivas se convierten en divos del cine, mujeres hermosas, cantantes, futbolistas, etcétera, mientras que el experto, la autoridad cognitiva competente (aunque no siempre sea inteligente) pasa a ser una quantité negligeable. Y sin embargo, es una clara evidencia que los <testimonios> que realmente son útiles provienen sólo de las personas adiestradas en los asuntos de los que hablan”2. Las dos citas han sido elegidas porque guardan una coincidencia: su malestar ante un mundo gobernado por la influencia de la mediatización, y ajustada a la centralidad de lo icónico en la construcción de veracidad y sentido. Un implícito también las emparenta: culpan a la televisión de lo que la política ha dejado de hacer. Larga es la insistencia del mundo intelectual en definir sus posiciones telefóbicas como el “tono” digno con el cual enfrentar la catástrofe de la futilidad mediática. La sumisión teledirigida de millones de “homo videns” encuentra su piedra de tope en una corriente de pensadores influidos por un cierto “elitismo residual” que los redime y convierte, al mismo tiempo, en los únicos escribas que no

se han contaminado con la pesadilla de las masas. De esta suerte, descubren la comedia humillante que la televisión impone y pueden “desenmascarar” las manipulaciones informativas producidas por las corporaciones económicas, los lenguajes visuales y los impenitentes periodistas. Uno de los conceptos con los cuales se ha popularizado la caída de la democracia en el espectáculo es el de la videopolítica. Describe un sicariato visual donde la vida útil de lo político queda reducida a la ritualidad sin fondo de la información irrelevante. Sartori, quien ha acuñado el término, tiene fuertes simpatizantes en Europa y América Latina, y aunque en Chile circula con visible timidez, la argumentación que la anima se deja traslucir en el debate nacional, por los mismos que gozan con lo que critican. No está de más advertir que las relaciones entre política y comunicación al final del milenio no están amparadas ni por la transparencia ni el sentido ético, ni la bondad de los discursos, sin embargo pretender exculpar a la política haciendo recaer su crisis en la satanización televisiva es un poco exagerado. Tampoco se trata de una defensa neopopulista seducida por el zapping, la explosión de las diferencias o un cinismo “políticamente correcto”. Una tentación teórica nos permitiría encajar la situación chilena en la videopolí-


El tema resiste a ser tratado así, hay una constatación que se opone: en Chile, a diferencia de Brasil o Perú, el peso de las máquinas partidarias es bastante contundente y, por lo mismo, la selección de temas, candidatos y fórmulas de representación recae más en el sistema de partidos que en las “empresas político electorales” (Landi). Por tal motivo, las combinaciones todavía dependen de los partidos, las rutas de adhesión siguen en manos de “jefes de campaña” pero el lenguaje y la gestualidad viven en constante ajuste, abrazados a las estéticas fragmentarias, a las simultaneidades del relato con sus ilusiones de totalidad simbólica. El proceso tiene, sin duda, las marcas iniciáticas de la publicidad… En este campo, la videopolítica sería posible en la medida que las estrategias partidarias y económicas del consenso fracturado adminis-

traran la desigualdad, disolviendo en la multitud de imágenes la concentración de la riqueza y la información. De este modo, el lenguaje que justifica -con cajeros automáticos, torres de telecomunicaciones y publicidad computarizada- las ausencias y abandonos podría hacer gala de una retórica de la intransigencia que incluye en lo icónico lo que excluye en lo social (Hopenhayn). Pero esto no es solo un problema de la televisión y su estética de la desaparición (Deótte), sino la trizadura de la gestualidad política que en los últimos diez años no ha podido construir una escena trascendente a sus silencios.

¿CUARTO PODER O PATIO TRASERO? Más allá de la videopolítica y de su pertinencia o no para caracterizar el funcionamiento sociocomunicativo chileno, hay una pregunta que no tiene amparo en la investigación y la discusión académica y en la práctica: ¿por qué el periodismo se ha burocratizado al punto de ser el asesor de palacio de una política de libretos? ¿Qué transición ha vivido la comunicación que puede ser retratada como la sirvienta de los monopolios? Estas interrogaciones no pretenden alzar gremialismos indignados en busca de reparación, sólo indicar lo que el investigador Guillermo Sunkel3 ha llamado “la curio-

sa inversión del proceso democratizador, que en vez de favorecer la diversidad ideológica y cultural de los medios, respecto a la que existía en los últimos años del régimen militar, la ha mermado. Hoy aparecen ciertos indicadores peligrosamente regresivos: concentración económica, debilitamiento de medios regionales; predominio abrumador de unos medios ultraliberales en lo económico e integristas en lo moral, que de ninguna manera responden a la gama completa de ideas y tendencias del conjunto de la población”. La transición y el periodismo parecen haber pactado un horizonte de uniformidades, cautelas y reiteraciones lo suficientemente amplias y estables: el único deseo es ser el destino del otro (Braudillard). Los discursos, sin ecos, las anomalías sin consecuencias se instalan en periódicos y pantallas con la tranquilidad de los cementerios y diluyen en las retóricas de la “objetividad” la carencia de información por exceso de conformismo. En ese sentido, Sunkel describe una periodicidad de las fuentes y los rostros que huele a vigilancia: “se trata de una práctica significativa que algunos periodistas han denominado ‘periodismo en piño’. Esta proviene de la arraigada costumbre de hacer de los frentes noticiosos permanentes la columna vertebral de la pauta de los medios. Los frentes, entonces, se domicilian en el ejecutivo, en la policía, en tribunales, en los partidos po-

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tica, en desplazar los problemas del poder a la “escena vulgarizada” de noticieros que hacen relaciones públicas; programas de conversación que repiten la máscara del rostro; series históricas que resumen la memoria en imágenes patrimoniales. Sin embargo, la investigación académica tanto a nivel periodístico como comunicacional, es bastante pobre (incluso el Estado la desprecia y la atrasa al dejarla fuera de varios fondos concursables), como para internarse en esa frontera.

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líticos… y su abusivo protagonismo ha traído como consecuencia la uniformidad en los contenidos de los informativos, tanto en los medios audiovisuales como en la prensa escrita”. La frecuencia de los frentes termina confirmando las lógicas del consenso porque no se busca la noticia: se la negocia. Facilita un regocijo entre periodismo y poder que reitera “la circulación circular” de los hechos (Bourdieu) y promueve un disciplinamiento de los discursos y los acontecimientos que son pasados por “realidad”. La idea de opinión pública, por ejemplo, se vuelve idílica en las versiones formateadas que la televisión y la prensa imponen. Se la trata y describe como un comportamiento libremente realizado donde habla una ciudadanía cuya voz es recogida y divulgada, sin embargo, opera igual al muñeco del ventrílocuo. Con un pequeño esfuerzo se podría demostrar que la opinión, en el ejido representacional chileno, no ha sido una garantía de la participación social, pues a lo largo del siglo veinte quienes la han ejercido son las instituciones públicas y privadas. Lo más significativo de este desplazamiento es que la política transicional diluye el espesor histórico del accionar del poder, lo amnistía de su deterioro y lo instala en un privilegio comunicacional donde finge vivir para los medios y, a veces, ser su víctima.

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El lugar donde mejor se percibe la necesidad de la política de no ser tocada, de contener todas las interpretaciones y certezas, es en las conferencias de prensa, en este punto Guillermo Sunkel precisa: “como periodista no produce la noticia, sino se entrega hecha, se corre el peligro de dar por cierta una verdad pulida y oficial. Ahora, la conferencia de prensa es un mecanismo utilizado en todos los países, la perversión en el nuestro consiste en que la información recibida se suele aceptar sin mayor investigación, sin búsqueda de fuentes alternativas, sin la reconsideración de los hechos. Esta es una práctica de un periodismo oficialista (que consagra las versiones institucionales de todos los sectores políticos) altamente pasivo y que tiene el efecto más grave de que los colectivos y organizaciones que no tienen capacidad de montar estos actos quedan marginados y su versión de la realidad muchas veces es silenciada e incluso distorsionada porque es vista a través del discurso de otros”. Este rasgo habla de una forma de administrar el presente, de dotarlo de una significación horizontal (no democrática) donde la transición es un plagio de las voces. El tema no es menor y la sensibilidad pública ya está habituada a leer las prácticas político-comunicacionales como remanentes de operaciones visuales-publicitarias. Desde el retorno a la demo-

cracia en Chile la tendencia pareciera justificar las perspectivas más crepusculares, pues ni la libertad de expresión ni la circulación diferenciada de ideas, ni las discusiones culturales pueden traspasar esa corteza escamosa de la repetición y la censura que caracteriza al mercado y la producción simbólica. El resultado, parafraseando al pensador alemán Jeffrey Herf, sería la constitución de una sociedad desencajada entre su equipamiento tecnológico y su fundamentalismo moral, en suma, una experiencia de modernización reaccionaria. Las explicaciones sobre la transición han sido escasas desde el espacio dramatúrgico (Joignant), pues la tecnificación de los relatos con su arrogancia obesa excluye cualquier dimensión no sujeta a la “estadística”: son las nomenclaturas funcionarias de la democracia chilena, las que defienden los repertorios modernizadores, a través de la crónica sumisa de un orden depositado en el porvenir del lenguaje. Cuando semantizan los contenidos periodísticos estos repertorios no sólo tienen una influencia en lo dicho, además la tienen en lo que se deja de decir. Al respecto, Guillermo Sunkel ofrece algunos ejemplos: “La autocensura tiene mucho que ver con el consenso generalizado y con el deseo de no molestar a nadie. El periodista se autocensura porque lesionar ciertos intereses o afectar algunas susceptibilidades le puede resultar muy


En una investigación sobre libertad de expresión Guillermo Sunkel y Rafael Otano se preguntaban: ¿por qué la transición había reducido el campo discursivo del periodismo a vestir a la autoridad de cierto delirio jurídico y moral? Sabemos que ambas son las

fórmulas para subordinar por admiración o temor, pero ¿no debió la democracia garantizar la “apertura informativa” que ya existía? ¿Qué espectralidad debía ser recubierta de modernización para satisfacer a un país hecho a la medida de empresarios, asesores y gendarmes? En la perspectiva de Guillermo Sunkel la cuestión de las presiones es sustancial para entender el lugar del periodismo escrito o televisivo. Estas no sólo hablan del carácter prepotente de los monopolios políticos a la hora de construir los lenguajes de su distinción y felicidad, sino de caracterizar una deficiencia, permanentemente producida y reproducida por las escuelas universitarias, los medios y los poderes: “Las presiones internas existen y las externas también, y esto es algo normal en cualquier régimen democrático. El problema en nuestro país reside en la escasa capacidad de negociación de los periodistas frente a los poderes externos, lo cual es un indicio de la debilidad de su cultura profesional. Una de las explicaciones es que existe en el periodismo chileno de los últimos años una ruptura con el propio pasado. La historia de antiguos medios prestigiosos y de profesionales ilustres no opera más que de modo excepcional… Esto es más dramático aún en las nuevas generaciones, que salen con una sensación de orfandad y de empezar el oficio prácticamente de cero. Se une, ade-

más, una fuerte desprotección sindical y gremial. Las escuelas de periodismo, por su parte, no estimulan la asertividad profesional, por encima de las habilidades instrumentales no se percibe en muchos titulados una conciencia de su dignidad social y, por último, se agrega la saturación del mercado que fomenta malas condiciones para ejercer la imaginación y la autonomía.” Aunque la matriz mercantil es usada reiteradamente para explicar el estado de la prensa, la redundancia de los programas concursables o la frecuencia “interesada” de las noticias sociales o económicas, las dimensiones ideológicas han tenido un papel central, tanto en el contenido como en la relación de los medios con los distintos actores políticos. En muchas ocasiones el mercado ha sido una excusa para hipostasiar aquello que es pura y violenta demanda política. “El mundo político -señala Guillermo Sunkel- no suele obrar con mucha sutileza, porque se siente curiosamente legitimado en sus protestas contra los medios. Las relaciones entre periodistas y políticos se vuelven especialmente complejas durante las campañas electorales. Entonces las presiones suben de tono con quejas continuas de los políticos y sus operadores, amenazas verbales y a veces con increpancias directas. Las susceptibilidades habituales se agudizan y cada bando considera que existen venta-

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caro. Si un inocente chiste sobre el Papa contado por el humorista Palta Meléndez en el Festival de Viña produjo la ira pública del entonces obispo de Valparaíso y del propietario de Megavisión, y si un simple garabato en pantalla del poeta showman Mauricio Redolés le apartó de la televisión definitivamente, es explicable que los profesionales se lo piensen antes de difundir informaciones o expresar ideas que puedan ofender a algunos poderes del país, que tienen la piel demasiado fina. De lo señalado se desprende que el poder muchas veces no tiene necesidad de ejercer presión: la autocensura es suficiente. De hecho, la toma de decisiones en los medios muchas veces no está afectada por presiones. Estas se toman espontáneamente para evitar riesgos y problemas. La omisión termina convirtiéndose en un veto a ciertos sectores. En particular, ella afecta a las minorías étnicas, sexuales y a ciertas minorías políticas. Las listas negras existen y se da el caso curioso de obispos que han sido vetados durante años por el canal de la Universidad Católica, por planteamientos que se salían de su línea editorial”.

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jas para el adversario. Se arma un cuadro de paranoia colectiva; se piensa en conspiraciones y en premeditadas jugadas sucias… En los momentos más críticos (campañas, debates importantes) los partidos y grupos fácticos ‘emplean a los medios para operar’. Medios como Radio Cooperativa se hacen claramente parte de la campaña, como ocurrió en las primarias a favor de Zaldívar. La situación se vuelve a veces tan pesada que medios como La Tercera, durante las primarias, optó por dividir la información de la campaña en dos mitades exactamente iguales. Y es que los comandos todos los días miden el centimetraje y protestan cuando se sienten perjudicados. Lo mismo hacen con los medios audiovisuales respecto al espacio de tiempo en pantalla”.

DISCURSOS SIN ESCRITURA Si las observaciones sobre el pensamiento reaccionario de Albert Hirschman, tipificado por una retórica de la futilidad, la perversión y el riesgo, pudieran ser aplicadas a la lógica comunicacional de la transición, tal vez hallaríamos un dato recurrente: la intransigencia. Pero tales categorías también pueden ser cuestionadas en la medida que ofrecerían un cuadro demasiado favorable a la crítica evidente y conclusiones -sospechosamente- afines a las profecías autocumplidas. En todo caso, el tema de la intransigencia permite com-

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prender la discursividad política de la democracia actual. Hay una competencia semántica con un fuerte anhelo de realidad presionando sobre los medios de comunicación, y al mismo tiempo, estos retroalimentándola a favor de un territorio sin densidades, pero exuberante en superficies: la actualidad. La política y la comunicación se disuelven en un mismo relato modernizador con muchas variantes y estas, a su vez, se reagrupan en un discurso sin escritura, secuencial, normativo y múltiple que da obsolescencia a cualquier drama, repone éxitos calculados y promueve un diálogo corporativo de dos frentes, que se debe vivir como obligación pública: oficialismo y oposición. La teatralidad de ambos lados es recogida en los medios, organizada y hecha circular incansablemente, no siempre corporeizada en política, también asume la forma de lo económico y cultural. Sunkel destaca varios puntos: “La presión económica es más invisible que las que ejercen los actores políticos. Y, desde luego, a corto y largo plazo, mucho más eficaz. Hay especial cuidado en el tratamiento noticioso de los que invierten publicitariamente en los medios y, además, los avisadores intentan a veces evitar un reportaje o bajarle el perfil cuando les incomoda o, a la inversa, poner en tabla algún asunto o evento que les conviene. Los propietarios y directores de los medios son muy sensibles y

obligan a no informar o a no investigar sobre determinados temas que afectan a avisadores o a elevar a la categoría de noticia hechos sin apenas significación”. La producción noticiosa, entonces, acepta ese cruce de la animación japonesa (convertida en estudio fetiche de la violencia infantil) con la publicidad de transnacionales presentada como ferias del consumo y el bienestar y reportajes periodísticos que promueven los “milagros” de los monopolios farmacéuticos o “especiales de prensa” que reescriben la historia del país de acuerdo a las editoriales de los bancos, las gaseosas o los catálogos de multitienda. El sistema comunicativo de la democracia no puede salirse de sus reglas, ya que no le son impuestas a los sujetos, lo son a los procesos. El “diálogo” tolera un marco muy pequeño de temas y las posibilidades del debate están limitadas a los rituales de escenificación prefabricados. La paradoja mayor de la transición democrática es que su espacio conversacional es tautológico y aquello que no puede contener lo expulsa, pero vuelve en forma de polarización (cuando la política pierde la forma de su discurso) o bien, en forma de globalización (cuando las diferencias son reorganizadas en la exhibición comunicacional). En ambos casos siempre se detiene en su autorreferencialidad y el plan periodístico –al igual que otros planos discursivos vinculados


1. Sobre la televisión: pág. 26. Editorial Anagrama, Barcelona, España, 1997. 2. Homo Videns. La sociedad

teledirigida: pág. 114. Editorial Taurus, Madrid-España, 1998. 3. Sociólogo chileno de larga trayectoria en la investigación de campo en comunicación, Phd en Estudios Culturales de la Universidad de

La integración, dice Sunkel, finalmente impide concebir un afuera con capacidad

Birmingham, académico de la Universidad de Chile, investigador del Con-

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Entonces, ni los reclamos periodísticos por falta de libertad de expresión ni los reclamos políticos por la banalización de la tarea cívica pueden ir más allá de los límites con los cuales han construido una serie de silencios fastidiosos, de redes y flujos signados por la clonación. La complacencia mutua iniciada en los años noventa los aprisiona hoy en la jaula de la melancolía donde confunden espectros con sentidos. La gestualidad como escritura política ha teñido la escena informativa y los públicos ya se han alfabetizado con los recursos y las cosméticas. La intimidad electrónica del control remoto permite editar a Lavín o Lagos con los goles de Zamorano o Salas, la telefónica pegarla con los accidentes de tránsito, las declaraciones del ejército unirlas con las muertes que deja el cheque en garantía y las movilizaciones mapuches empalmarlas con el aumento estadístico de la obesidad de los chilenos. La desigualdad social se compensa con visibilidad mediática y, viceversa, es la dilatación simulada del éxtasis, una proximidad que no es ilusión sino obscenidad, es decir el fin de las formas.

autoregulatoria. Podemos agregar que todo se hace idéntico a sí mismo. En esta medida, la noción de videopolítica con su visión dualista (televisión versus democracia) promueve más que un análisis una esperanza: la existencia de un afuera que intervendrá para poner las cosas en su lugar con los expertos indicados. Pero el método que garantiza la situación descrita tiene el peso de la tradición y la vastedad de su anonimato histórico y como entre periodismo y política también funciona el dualismo memoria-vencedor, la historia contada comienza a parecerse a la historia creída. Es como el Molloy de Beckett: “ De tanto pensar que así era mi vida, terminé creyéndolo: de esta forma comienza toda publicidad…”

NOTAS

con el poder- hace una síntesis que sólo logra dar cuenta de un lenguaje procedimental; imágenes patrimoniales y figuras esquematizadas.

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sejo Nacional de Televisión.

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T. Aguilera

Tatiana Aguilera

Se vende democracia. El recurso al pathos en la res publica

Directora de la Escuela de Ciencias de la Comunicación e Información de la Universidad Monteávila. Dirección: Calle Santa Ana con El Samán. Quinta La Floresta, Urbanización La Floresta, Municipio Chacao, Caracas,Venezuela. E-mail: funeda@etheron.net

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Ta t i a n a A g u i l e r a

Se vende democracia

I

Nadie duda que la democracia es actualmente el régimen en el que los ciudadanos desean vivir y el que los gobiernos buscan asumir si esperan alcanzar aceptación internacional. En nuestros días hasta el tirano más cerrado asegura que su gestión goza de una transparencia y una apertura dignas de imitar aunque en su fuero interno no pueda calificarla como tal. La historia democrática de estos dos últimos siglos nos enseña, en principio, dos cosas: que la democracia es un ideal (no una formalidad) que se lleva a la práctica con ma-

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yor o menor aproximación y que su articulación es compleja. No obstante, la racionalidad y el desarrollo cultural del hombre también nos dirán que, de todos los sistemas conocidos en la historia de los pueblos, el sistema democrático es el menos malo.1 Pero sabemos que no siempre fue así. Aunque, como ya se dijo, en la actualidad nadie puede ignorar al «gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo» -como reza la célebre frase del discurso de Lincoln pronunciado en Gettysburg en 1863-, la historia nos ha presentado una variedad de regímenes hasta detenerse en la democracia de masas, que conocemos hoy en día. García Pelayo considera que las formas e instituciones democráticas se pueden clasificar en: (i) democracia directa, “aquella en la que el pueblo ejerce de modo inmediato y directo las funciones públicas que se le atribuyen”2, cuyas principales manifestaciones son: la asamblea abierta, el referendum, la iniciativa, el veto, el plebiscito y la revocación. Por otra parte se encuentra la (ii) democracia indirecta: “en la que el pueblo ejerce su poder de un modo mediato y a través de sus representantes”3; dentro de esta categoría se distingue: el sufragio, la democratización del Parlamento y la del Ejecutivo. Sin pretender realizar una categorización exhaustiva, a

grandes rasgos se pueden distinguir las siguientes variantes dentro de la perspectiva democrática: (i) la democracia representativa, basada en las elecciones periódicas de los representantes del cuerpo electoral; (ii) la democracia directa, como curiosa reminiscencia milenaria que se daba en algunos cantones suizos, en la que los ciudadanos varones resolvían, sin intermediarios, determinados asuntos públicos; (iii) y la actual democracia de masas, en la que se da una participación masiva, universal, de todos los ciudadanos en la elección de sus gobernantes, es decir, se da la máxima amplitud de participación efectiva en lo público. Poniendo en sordina características de gran importancia, podemos afirmar que la cualidad «más democrática» es la participación ciudadana en lo público y en esto, la elección de la autoridad mediante el sufragio es el acto central -mas no el único- de la articulación del régimen que nos ocupa. A diferencia de las monarquías donde la sucesión se suele dar por vía hereditaria, la democracia supone un cierto grado de incertidumbre sobre quién ganará las elecciones. Mientras que en la primera no es del todo necesario que el sujeto sea conocido en sus cualidades personales, otras que la de ser el heredero legítimo, en la democracia, la institución o partido que represente, así como el carisma personal, le dan un carácter legitimante al designado.


Consideramos entonces que la elección en el marco de una democracia de masas nos lleva necesariamente al tema de la «adhesión» del electorado a un candidato por la efectiva «persuasión» desplegada durante una campaña electoral. Si bien puede darse el conocimiento de los diversos candidatos y sus posibles programas de gobierno mediante instrumentos de mediación, lo determinante en la sociedad de masas es, precisamente, la vulnerabilidad del hombre medio a las técnicas persuasivas, dada la fuerte tendencia al igualitarismo, la homogeneización de la cultura, el debilitamiento de las asociaciones intermedias y también, en muchos países, de los partidos políticos y, el influjo constante de los medios de comunicación masivos. Ello constituye un caldo

de cultivo muy adecuado para el éxito de liderazgos carismáticos. No puede sorprendernos que el «hombre-masa» -término acuñado por Ortega y Gassetpueda ser movido como “boya a la deriva”. Basta pensar en las consecuencias de los fenómenos masivos para analizar el proceso de «despersonalización» que se evidencia, de forma patente, en ciertos tipos de actos de masa o encuentros multitudinarios. En estos casos el individuo parece fundirse en el grupo, que pasa a ser el verdadero sujeto. El grupo o la masa es capaz de realizar acciones que, aisladamente, cada persona quizá sería incapaz siquiera de pensar o realizar en su sano juicio –i.e: saqueos, actos de vandalismo, linchamientos. Aunque en el terreno político lo descrito puede percibirse en mítines y actos masivos, la persuasión no deja de estar presente en cada una de las etapas de la campaña electoral. De tal manera que éstas constituyen la oportunidad óptima para que los candidatos busquen no sólo alcanzar la visibilidad necesaria para ser conocidos por el electorado, sino que además cada uno despliega una serie de estrategias y tácticas para persuadir al elector de que es el más adecuado para gobernarlos y de que gobernará para el bien de ellos.5 Para que sea efectivo el mensaje y las tácticas oportunas,

los candidatos recurren a expertos en la comunicación que, dominando este arte, sean capaces de construir una imagen, de lograr un adecuado manejo de la retórica de gran impacto persuasivo. El culto a los consultores se consolida desde 1968 con el libro de McGinnis The Selling of the President. Desde entonces los image makers son percibidos como un elemento imprescindible para el éxito de una campaña electoral debido a la influencia que ejercen en los candidatos, su conocimiento de las técnicas más modernas de mercadeo, encuestas y manejo de imagen.

II El fenómeno de profesionalizar la persuasión no nos sorprende si consideramos que sus técnicas son tan antiguas como el ser humano. La retórica ocupó un lugar privilegiado en la Antigua Grecia. Aristóteles escribió un amplio tratado con ese nombre y codificó los elementos de persuasión en tres categorías (Retórica, 1, 2) que, según resume Adler, pueden ser representadas por los términos griegos ethos, pathos y logos.6 En el tercer libro de la Retórica (capítulo 1), se lee: “los que juzgan son siempre persuadidos (i) o porque han sentido alguna pasión, (ii) o porque creen que los oradores tienen determinadas cua-

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Una elección, dice Nohlen, es un procedimiento para constituir una asamblea o para determinar el titular de un cargo. No es la única forma de designación, pero implica un acto de voluntad que permite seleccionar una de entre varias ofertas. Mediante las elecciones el pueblo no sólo elige a sus representantes, sino que puede privarles del poder cuando expira su mandato. Las leyes electorales se han elaborado, precisamente, para articular formalmente estos deseos y opiniones dentro de los ideales democráticos de participación y representatividad.4

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lidades, (iii) o porque se ha realizado alguna demostración”. Considerando (iii) se entiende que en las ciencias empíricas, también en la matemática y en la lógica, las demostraciones producen una certeza fuerte que lleva a la persona a aceptar las conclusiones presentadas. Sin embargo, se persuade propiamente donde la materia no permita una demostración, en donde no cabe ciencia exacta, por tratarse, por ejemplo, de acciones contingentes. Tal es el caso de la mayoría de los asuntos políticos, en los que la adhesión se produce, principalmente, por el logro de un manejo efectivo de la comunicación: bien porque se ha logrado mover las pasiones, o porque las cualidades del orador invitan a la adhesión.

Además, ante este tipo de comunicación tienen gran peso factores individuales como la acreditación, credibilidad o carácter del emisor. Es lo que Adler llama ethos. Si hay que tomar una decisión en torno a un tema económico se confía más en una persona experta en esta materia que en un político que se caracteriza por opinar de todo con superficialidad. Bajo esta perspectiva, se entiende que lo que mueve a la adhesión es, en un primer momento, si se puede o no confiar en el emisor -su confiabilidad-. Al percibir la

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comunicación, el receptor analiza si el emisor tiene competencia en el tema que trata, si posee experiencia en ese campo, su trayectoria de hombre público; si la palabra emitida goza de credibilidad o, incluso, le otorga verdadera autoridad. Además, trascendiendo el carácter del emisor, está también la pasión que logre suscitar en el público: es el pathos. Se recurre a una comunicación que apela insistentemente a las emociones del receptor y produce respuestas de aversión -rechazo, ira, odio- o asentimiento -entusiasmo, adhesión incondicional, aplauso y aprobaciónque el emisor suscita mediante su discurso y sus acciones. Al estar condicionadas por su exposición en los medios, por razones de tiempo y de economía, las campañas tienden a ser más emotivas que racionales. Como el venezolano es altamente emotivo -de ánimo cambiante, con tendencia a hacer gala de su «chispa criolla», impulsivo, de vena aventurera-, este tipo de comunicación podrá incidir con particular fuerza en su decisión electoral. Finalmente, el logos estaría constituido por las razones que se presenten, el aspecto racional y lógico del discurso que, mediante el manejo adecuado del lenguaje, despierta en el interlocutor el interés y una posible adhesión al candidato. No obstante, la correcta estructura in-

terna del discurso puede ser ajena a la verdad. En este último caso se trataría de verdaderos sofismas. Es importante señalar que los factores de esta trilogía no se encuentran nunca en “estado puro”, lo cual dificulta su criba. Ello se debe a que en toda comunicación siempre se percibe: quién dice, qué y cómo dice, qué respuesta despierta en el receptor. Dependiendo de cuál elemento tenga más peso tendremos una comunicación que apele más o menos a la racionalidad.

III Hemos hablado entonces de que en la democracia de masas las campañas electorales son un acto fundamental para que una variedad de candidatos se den a conocer -se hagan «visibles»- y persuadan al elector de que alguno es la mejor opción hasta lograr la esperada adhesión del electorado. Ahora bien, al persuadir se ponen en juego los elementos de la clásica trilogía y alguno de ellos destaca sobre el resto produciendo entonces en el elector una decisión más racional -si se apoya en el ethos del candidato-; o quizá una puramente visceral -si sólo se fundamenta en el pathos- , sin por eso descartar una variedad de decisiones intermedias que puedan darse en el proceso. Para lograr persuadir, lo fundamental no es abundar en la información sino dar en la fi-


Para ilustrar lo dicho sirva de ejemplo la campaña electoral de 1973, tema que hemos analizado en profundidad recientemente7 y que el paso del tiempo no ha hecho sino reafirmar en importancia, dada su singularidad. Esta contienda, en cierta manera, señala el inicio de una nueva etapa en las elecciones venezolanas; en ella se aplicaron por primera vez las técnicas del marketing al modo americano, se recurrió a la asesoría de expertos -entre ellos Joe Napolitan-, al mismo tiempo que las grandes concentraciones de masas eran producidas por las maquinarias de los partidos, alcanzando niveles nunca antes vistos. La estrategia de Carlos Andrés Pérez, candidato del partido Acción Democrática, incidió efectivamente en la matriz de opinión del venezolano, en la que la expectativa de cambio juega un papel de gran peso. El «cambio» adquiere múltiples formas en las expectativas del venezolano. Se evidencia en su afición a la originalidad y hastío de lo permanente, en los constantes operativos para resolver los problemas que deberían ser enfrentados con orden y

constancia, en la impresionante proliferación de juegos de azar que prometen la fortuna instantánea sin necesidad de esfuerzo; también, en el amor a la aventura y las hazañas difíciles, propias de un hombre macho, por incapacidad para el pequeño esfuerzo de cada día. En fin, podríamos decir que, en el marco de las campañas electorales, el «cambio», para el venezolano, es sinónimo de esperanza -de que algo mejor está por venir- y, por tanto, que quien logre encarnar de manera efectiva esta opción resultará, sin duda, vencedor. Ello ha sido abordado en diversos estudios. Basta quizás mencionar uno de reciente data, elaborado por Roberto Zapata, sobre Valores del venezolano.

rísticas más fuertes, autoritarias y enérgicas; su mensaje La gran Venezuela y su origen humilde -era conocido como el muchacho de Rubio, pequeño pueblo de campesinos- le daban un atractivo especial frente al candidato opuesto.

En la campaña antes mencionada, el candidato de Acción Democrática fue visto como «el cambio» mientras que Lorenzo Fernandez, candidato del Partido Social-cristiano COPEI -quien polarizó la contienda electoral- afirmaba estar totalmente identificado con la política del gobierno8, lo cual hizo pensar al elector que no tendría la dosis de novedad a la cual aspiraba. Los discursos del candidato de COPEI dejaron en evidencia que sería «más de lo mismo», aunque «lo mismo» para el momento gozaba de aceptación.

Asociado al impacto en el manejo de imagen, se encuentra el elevado gasto publicitario, que alcanzó la cifra de 148 millones de bolívares (34.42 millones de dólares estimados a un precio de 4.30 US$), lo cual duplicó el monto de la campaña precedente y generó un gasto por elector que, hasta el momento, no ha sido superado.9

Carlos Andrés Pérez daba la sensación de tener mucha mayor vitalidad, de una personalidad dotada de caracte-

Ganó la presidencia, principalmente, gracias a una campaña electoral extraordinaria. Los slogans: “Democracia con energía”, “Ese hombre sí camina” y “Gracias a ti” lograron un posicionamiento tan efectivo que hasta hoy se recuerdan sin necesidad de esfuerzo. Los jingles y canciones de la campaña de Carlos André Pérez hicieron de esas elecciones una fiesta política que generó grandes expectativas y un inusitado entusiasmo colectivo.

Y este no es un ejemplo aislado. Lo grave del caso venezolano es que el uso y abuso de la imagen ha estado presente en los procesos electorales durante los veinte años de vida democrática ininterrumpida (de Carlos Andrés a Carlos Andrés: 1973-1993); lo cual favoreció la ruptura del sistema.

T. Aguilera

bra del sentir del electorado. Nos referimos a la oportunidad y puntería con que se incida en las expectativas, creencias y pre-juicios del público, lo cual constituye la matriz en la que se recibe toda comunicación.

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Se vende democracia

La brecha entre expectativas de cambio, aupadas por las campañas, y logros reales de los gobiernos superó el límite de lo tolerable. La dicotomía entre pathos y hechos, el peso casi exclusivo del primero, la presencia de lo que Kamber ha denominado poison politics -refiriéndose a las campañas que se apoyan en el ataque y desprestigio del adversario-, la ausencia informativa sobre programas de gobierno y la proliferación de discursos que tocan la fibra pasional del venezolano su vena imaginativa, aventurera, tan poco inclinada al sentido de la realidad- han dificultado en gran medida el consenso racional necesario para el fortalecimiento de las instituciones democráticas.

IV

De lo dicho anteriormente se desprende la posibilidad de que los medios de comunicación introduzcan correctivos. Me refiero al papel que podría jugar la información analítica en nuestra vida social, en concreto, en los asuntos públicos. Como ciudadanos tenemos que plantearnos la posibilidad de impulsar la presencia cotidiana del logos en el debate de los problemas comunes. Si consideramos además que la elección presidencial resulta crucial en la vida democrática pues se trata de una elección sui generis dadas sus características -distinta a cualquier elección pasajera, porque puede condicionar

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nuestra vida, comprometer nuestra libertad: elegimos a alguien que, en adelante, decidirá por nosotros- es de capital importancia que se base en lo racional, en el ethos y un logos; que no se funde en lo emotivo como instancia suprema; que no se deje vencer por la magia de una imagen bien lograda. Ahora bien, para que el diálogo resulte enriquecido debe superar los estrechos límites informativos que impone, hoy en día, la televisión. Actualmente, el pueblo soberano «opina» sobre todo en función de cómo la televisión le induce a opinar. Y en el hecho de conducir la opinión, el poder de la imagen se coloca en el centro de todos los procesos de la política contemporánea.10 Considerar que, en la teoría liberal democrática, la prensa libre y crítica es parte esencial del sistema nos ayudará en la reflexión iniciada. Los norteamericanos la denominan como «Primera Libertad» ya que hace posible las demás “que sin ella no tendrían sentido. Se puede hablar por eso del papel multiplicador de la libertad de prensa”.11 Sin embargo, esta libertad no debe ser entendida sólo como posibilidad de disentir sin ningún tipo de censura; sino como oportunidad de gozar de una información completa, exacta en lo que cabe, que permita al ciudadano saber de

issues que le corresponde conocer para advertir cómo es conducido el Estado. Si consideramos con Voegelin que en el aforismo de Lincoln (vid. supra pág. 1) «pueblo» significa “la sociedad política articulada, sus representantes, y los miembros de la misma a quienes obligan los actos de los representantes”12, comprendemos entonces que dada la magnitud de la ciudad contemporánea -lo que es hoy en día la sociedad de masas- la única manera de que la articulación alcance de modo racional y consciente a la sociedad entera y la representación se extienda a todos es que el conocimiento sobre lo público pueda ser efectivamente del demos. Sólo así, además de afianzarse entonces las bases para la igualdad jurídica y política de cada individuo, el ciudadano estará en condiciones de juzgar en profundidad sobre lo público, presupuesto necesario para que los gobernantes puedan ser «llevados» a responder de sus acciones de gobierno, hecho que para Schmiter y Karl es fundamental en este tipo de régimen.13 Para que se haga efectiva esta «Primera Libertad», los medios de comunicación de masas juegan un papel insustituible favoreciendo que la comunicación, no sólo alcance a todos los ciudadanos, sino también actualizando la unión entre ellos. Lo importante aquí, que resulta fácil pasar por alto,


Sólo mediante la aceptación de unos principios sobre los que hemos de estar de acuerdo: de lo bueno y lo malo14, de unas leyes determinadas, de un lenguaje común, se puede vivir en sociedad. Donde no hay comunicación, no hay sociedad. Pero no basta «la información» para garantizar la unión. Es necesario que ésta sea racional, plural, profunda, compartida, que fluya libremente y no sólo desde las cúpulas de la autoridad, que se enriquezca con el intercambio, y que principalmente, verse sobre lo que el ciudadano debe conocer. Lo que equivale a decir que a la democracia representativa le es suficiente, para existir y funcionar, con el hecho de que el público tenga opiniones suyas; nada más, pero atención- nada menos.15

Y esas opiniones deben versar sobre los asuntos que atañen a todos. En otras palabras, no basta la información -por muy abundante que sea- para que el público posea «conocimiento». Con un ejemplo extremo podemos ilustrar esto: aunque la computadora esté saturada de información, no conoce. Para que la información se traduzca en conocimiento lo fundamental es que haya «alguien» capaz de interiorizar -hacer suyosesos insumos y que estos realmente “alimenten” su intelecto, le hagan «crecer en racionalidad», le permitan entonces tener mayor ciencia. Por eso, más que fomentar el flujo de una cantidad ilimitada de datos, interesa que esas nociones «sirvan» para el fin del que venimos hablando. Nada aportaría saber el signo del zodíaco de un candidato, sus tendencias gastronómicas, dónde viste, qué le gusta, sus colores preferidos, si desconocemos lo realmente importante, esto es, cómo va a conducir el Estado, cuál es en concreto su programa de gobierno, si cuenta con los recursos para impulsarlo e incluso, si tiene capacidad para ello. Acaso podemos aplicar aquí lo que decía un afamado historiador de la filosofía sobre la erudición. Hay, por supuesto, erudición inútil y, por tanto, ridícula. Y existe también -y más a menudo de lo que suele sospecharse-, la falsa

erudición, que el verdadero erudito detecta rápidamente, y que es en relación a la verdadera erudición lo que la hipocresía es en relación a la virtud verdadera.16 Considerando que hoy en día la televisión es el medio por excelencia -que los demás tratan de imitar-, vemos cómo los contenidos informativos reclaman, cada vez más, un capital audiovisual -como diría Ramonet- esto es, que sea susceptible de ser transmitido mediante imágenes. Por lo tanto, todo lo que no pase por el ojo «deja de ser» o «nunca existió» para el ciudadano común, cuyo modo de estar informado se reduce principalmente a este medio. Las ideas son suplantadas por el pathos que sí tiene imagen, que de hecho simplifica considerablemente los contenidos más racionales. Entonces sucede -como lo vemos constantemente- que cualquier Elián pueda ser tan o más importante que hechos de gran trascendencia para el devenir histórico de los países, i.e., el tratamiento informativo sobre las elecciones presidenciales. Lo que subyace es que el pathos, unido a una gran imagen, es lo que mueve la opinión pública -léase compartida y publicada en los medios masivos- en detrimento de lo esencial que, en célebre frase, es invisible a los ojos. Es decir, la abstracción es racional, no visual y por ello, perdemos muchas veces la posibilidad de analizar -de llegar a lo esencial-

T. Aguilera

acostumbrados como estamos a la vida en sociedad, es que la unión que se da en ella no es una simple agrupación de elementos, sino que ésta es un pequeño cosmos de sentido -cosmion of meaning, según Voegelin-; lo cual significa que las personas se unen porque tienen fines en común y esta comprensión se expresa en una variedad de símbolos, entre ellos principalmente el lenguaje; aunque pueden ser también figuras: imágenes, banderas; o acciones, que manifiestan que el hombre participa en un conjunto que trasciende su existencia particular.

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Se vende democracia

porque nos quedamos en lo superficial: una imagen que casi se agota en impresionar la retina. Las cadenas televisivas han producido ciudadanos que no saben nada y que se interesan por trivialidades (...) ¿por qué? ¿se ha atrofiado el ciudadano por sí solo? Obviamente no. Obviamente la prensa escrita alimentaba unos intereses y una curiosidad que la vídeo política ha ido apagando.17 En el marco de las campañas electorales, podemos constatar que en algunos países de América, sucede lo que afirma Sartori de Estados Unidos: los partidos son muy débiles, a diferencia de Europa donde periódicos y partidos tienen aún un peso capaz de equilibrar la influencia de la televisión. Ello fomenta la personalización de la política. “En la pantalla vemos personas y no programas de partido; y personas constreñidas a hablar con cuentagotas”18. La vídeo-política -afirma Sartori- hace que los partidos vayan perdiendo terreno e ilustra el hecho con casos recientes: Berlusconi, en Italia y Ross Perot, en Estados Unidos. Subyace aquí, como hemos visto una seria problemática: por una parte, la imagen es lo que acredita a un candidato; por la otra, es el único recurso del que también se vale la oposición. En Venezuela, Hugo Chávez maneja al electorado con un pathos desenfrenado

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mientras que ya nadie se acuerda de su adversario en la campaña que lo llevó a la presidencia de 1999. Sólo “compiten” con Chávez elementos aislados que, por su verborrea y agresividad, pueden ocupar el vacío de una oposición desorganizada, que los medios se encargan periódicamente de ventilar. A estos -Franceschi, Olavarría y pocos más- son quienes precisamente los medios interpelan, al precio quizá de su pronta sepultura por la exagerada exposición en la pantalla. La vídeo-política atribuye un peso absolutamente desproporcionado, y a menudo aplastante, a quien no representa una «fuente autorizada», a quien no tiene ningún título de opinion maker. Esto representa un pésimo servicio a la democracia como gobierno de opinión19. La democracia reclama que comunicadores y periodistas, en primer lugar, reflexionen sobre lo que ocurre en la res publica y pongan su capacidad perceptiva para aprehender la relación entre hechos que, para un ojo «menos agudo» poco o nada significan. En segundo lugar, pongan empeño en buscar a esas «cabezas que piensan» aunque a veces les falte pathos -porque no hagan llorar o rabiar al público- ; pero que pueden ser auténticos “opinion makers” para el debate por su ethos, autoridad y su logos más racional aunque no por ello desapasionado cuando el caso lo amerite.

Es tarea entonces que toca muy de cerca a los Centros de Enseñanza en Comunicación Social y disciplinas afines. Ello requiere formar en hábitos intelectuales desde los primeros años de estudio y encauzar la premura con que muchos de nuestros alumnos procuran con avidez la magia y encanto de la técnica. No se trata de omitir el saber práctico que ésta proporciona, sino de evitar que sustituya el esfuerzo para formar “buenas cabezas”, que habitualmente se dan a la tarea de llegar a fondo en las cuestiones. De tal manera que, durante los años de vida universitaria, busquen “adquirir el hábito de aprender lo importante y de la forma correcta”20. Sabemos que no se trata de algo sencillo de alcanzar. No obstante, este esfuerzo se sumará al de intelectuales, profesores universitarios, politólogos o comunicadores sociales especializados en algunas de las áreas de la discusión pública, lo cual enriquecerá los contenidos de los medios en donde se desempeñarán nuestros egresados. Como se vislumbra, ello constituirá una instancia para desarrollar un bagaje de ideas más objetivas y reflexivas que nutrirá nuestro debate político, madurando opiniones que, en definitiva, irán en beneficio de la polis, porque en el ejercicio constante de esta dinámica irá produciendo no sólo el conocimiento, sino el hábito de formarse un juicio propio, no determinado por la propaganda política o la


actividad incesante de los grupos de presión. ¿No surgirá de ahí un público más interesado en la política y lo que sucede en la ciudad?

7. AGUILERA, Tatiana, Creación de

sabiduría, (Caracas: AYSE, 1974), 13.

imagen en las campañas electorales. El Recurso al pathos. Manuscrito,

17. SARTORI, 86-87.

Caracas, 1998. 18. Ibid., 107. 8. Cfr. El Nacional, 4-10-73, D1. 19. Ibid., 115. 9. Ver ALVAREZ, Angel, Los dineros de la política, (Caracas: UCV, Institu-

20. GILSON, Etienne, Ética de los Estu-

to de Estudios Políticos,1997) y

dios superiores, 9.

MARTZ John, BALOYRA, Enrique Electoral Mobilization and Public Opinion (The, Venezuelan Campaign University of North Carolina Press

nión pública y sistemas elec-

Chapel Hill, 1976)

Alejandro, Cándido Monzón,

10. SARTORI, Giovanni, Homo videns,

Juan Ignacio Rospir y José

(Madrid: Taurus Pensamiento1998),

Luis Dader, Opinión pública y Comu-

66.

nicación política, (Madrid: Eudema S.A, 1990), 400.

11. Comprendemos en este texto prensa como sinónimo de medio de

AGUILERA, Tatiana, Creación de imagen en las campañas electorales. El Recurso al pathos. Manuscrito, Caracas,

2. GARCÍA-PELAYO; Manuel, Derecho

comunicación. Ver MUÑOZ-ALONSO,

Constitucional, (Madrid: Colección

Alejandro, “El poder político ante los

Textos Jurídicos Universitarios,

medios” en Monzón, Cándido, op. cit.,

1951), 5ed., 183.

330.

3. Ibid., 184.

12. VOEGELIN, Eric, The New Science

York: Macmillan Publishing Co.,

of Politics, 5a ed., (Chicago: The

1983).

4. D. NOHLEN, Sistemas electorales

1998. ADLER, Mortimer, How to Listen. How to Speak, (New

University of Chicago Press, 1965), 40. ALVAREZ, Angel, Los dineros de la

del mundo, (Madrid: Centro de Estudios Constitucionales, 1981), 21, cit.

13. SCHMITTER, Philippe C. y Terry

política, (Caracas: UCV, Instituto de

en MONZÓN, Cándido, op cit., 401.

Lynn Karl, “What Democracy is and is

Estudios Políticos, 1997).

not”, en: DIAMOND, Larry y Marc F. 5. Charlesworth decía que un gober-

Plattner, The Global Resurgence of

ARISTÓTELES, Retórica, (Madrid: Bi-

nante debe persuadir a sus súbditos,

Democracy, (Baltimore: JHUP, 1993),

blioteca Clásicos Gredos, 1990).

“primero de que él es el adecuado

pp. 39-52, 48.

para gobernarlos, y segundo de que

ARISTÓTELES, Política, (Madrid: Bi-

son gobernados por su propio bien”.

14. Se entiende entonces que Platón

Ver CHARLESWORTH, proc. Brit.

en -El Político, 309- considere que en

blioteca Clásicos Gredos, 1990).

Acad., 1937, p.110-11, cit. en ADCOK,

la comunidad se da un vínculo divi-

ADCOK, F.E., Las ideas y la práctica

F.E., Las ideas y la práctica política en

no de opinión acerca de lo bueno y

política en Roma, (Caracas: Instituto

Roma, (Caracas: Instituto de Estudios

de lo malo que posibilita la vida en

de Estudios Políticos- UCV, Facultad

Políticos- UCV, Facultad de Derecho,

sociedad.

de Derecho, Editorial Arte, 1960).

15. SARTORI, 70.

GARCÍA-PELAYO, Manuel, Derecho

Editorial Arte, 1960)145. 6. ADLER, Mortimer, How to Listen.

Constitucional, (Madrid: Colección

How to Speak, (New York: Macmillan

16. GILSON, Etienne, “Ética de los Es-

Textos Jurídicos Universitarios,

Publishing Co., 1983), 30.

tudios superiores”, en El amor a la

1951).

T. Aguilera

torales” en MUÑOZ ALONSO

BIBLIOGRAFÍA

NOTAS

of 1973), (North Carolina: The 1. MONZÓN; Cándido, “Opi-

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Se vende democracia

GILSON, Etienne, “Ética de los Estudios superiores”, en El amor a la sabiduría, (Caracas: AYSE, 1974). KAMBER, Victor, Poison Politics, (New York: Insight book, Plenum Press, 1997). MARTZ John, BALOYRA, Enrique Electoral Mobilization and Public Opinion (The, Venezuelan Campaign of 1973), (North Carolina: The University of North Carolina Press Chapel Hill, 1976).

MUÑOZ ALONSO Alejandro, Cándido Monzón, Juan Ignacio Rospir y José Luis Dader, Opinión pública y Comunicación política, (Madrid: Eudema S.A, 1990). RAMONET, Ignacio, “El futuro de la Comunicación”(Conferencia) en: Siglo XXI. El futuro de la Comunicación,

Coloquio Internacional, (Caracas, Papirus, 1995). SARTORI, Giovanni, Homo videns, (Madrid: Taurus Pensamiento1998). SCHMITTER, Philippe C. y Terry Lynn Karl, “What Democracy is and is not”, en: DIAMOND, Larr y y Marc F. Plattner, The Global Resurgence of Democracy, (Baltimore: JHUP, 1993), pp. 39-52, 48. ZAPATA, Roberto, Conciencia 21, Valores del venezolano, (Caracas: Ediciones IESA, 1996). VOEGELIN, Eric, The New Science of Politics, 5a ed., (Chicago: The University of Chicago Press, 1965), 40.

diálogos de la

comunicación


Un fenómeno de glocalización

C. Smith

Cintia Smith

El juego de interacción entre CNN en español y la identidad latinoamericana.

Cursa la Maestría en Comunicación en el Instituto Tecnológico de Monterrey, Campus Monterrey. Dirección: Filósofos 22. Depto. 201. Col. Tecnológico. C.P. 64700 Monterrey. N.L., México. Teléfono: (0052-8) 3877036 E-mail: cintiasmith@yahoo.com

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Cintia Smith Pussetto

CNN e identidad latinoamericana

Hoy en día es común hablar del fenómeno de globalización. Unos la entienden como proceso de homogeneización, otros como proceso de fragmentación. Aunque en principio parezca contradictorio, es posible considerar que la globalización se manifiesta, al mismo tiempo, a través de estas dos formas aparentemente opuestas. Como explican Tehranian y Tehranian: “Por un lado, las fuerzas de globalización y regionalización están homogeneizando los mercados y estilos de vida a un ritmo muy acelerado. Al mismo tiempo, sin embargo, la rápida difusión de las tecnologías de comunicación provee vehículos de expresión a voces nacionales y locales”1.

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Los autores anteriormente citados definen estos procesos contradictorios como glocalización: transformación a través de la cual las corporaciones transnacionales adaptan sus productos globales para los mercados locales. “La glocalización parece ser el perfil dominante del mundo postmoderno. Las redes de comunicación global están innovando sus productos para hacerlos adaptables a audiencias que se definen dentro de regiones geo-culturales, geo-lingüísticas y geopolíticas, para ello tratan de localizar los temas globales (como el medio ambiente, los derechos humanos y el control de población) y, paralelamente, globalizar los temas locales2. Ahora bien, como afirma Tomlinson, “estos movimientos de información entre distintas áreas geo-culturales, geo-lingüísticas y geo-políticas implican translación, mutación, adaptación e hibridación”3. Quizás el concepto de hibridación no sea el más atinado, pero es importante analizar cómo los centros productores de bienes culturales y las periferias receptoras de los mismos generan relaciones que se desprenden de sus propios marcos culturales y coexisten en forma autónoma Esta situación se puede ejemplificar en el estudio de la interacción entre CNN en Español y las audiencias latinoamericanas. El objetivo de este análisis es describir cómo se manifiesta este fenómeno, en

qué medida su éxito es el resultado de la interacción simultánea de fuerzas globales y locales y no una imposición cultural directa desde Atlanta (Estados Unidos). Estando presente en una conferencia dictada por Ronnie Lovler, ex-productora de “World News” de CNN, le pregunté como podía explicar ella el interés de los latinoamericanos por cuestiones que no atañen directamente a su situación nacional. Ella me respondió: “existe una conexión entre lo global y lo local que funciona, yo no podría explicar por qué, pero funciona”. En este trabajo intentaré esbozar algunas pistas de porqué se produce la conexión entre la información que brinda CNN en Español y las necesidades informativas de las audiencias latinoamericanas. Los individuos de la Región utilizan ese medio para introducirse en el flujo de comunicación global pero, al mismo tiempo, necesitan un prisma a través del cual enfocar los contenidos que reciben para comprenderlos desde su lugar en el mundo. La red de noticias CNN (Cable News Network), pertenece al conglomerado Time Warner. La Time Warner es una de las corporaciones líderes en el mercado de la información y el entretenimiento, y tiene subsidiarias en Australia, Asia, Europa y Latinoamérica4. La CNN, primera red global de noticias en


Sin lugar a dudas canales como la CNN han revolucionado los conceptos de la transmisión de la información a través de los medios de comunicación. El hecho de informar las 24 horas en vivo sobre lo que sucede en el planeta ha modificado los esquemas de transmisión de las noticias. Las noticias de CNN nunca comienzan, están siempre allí, independientemente de si los espectadores las están mirando o no. Por lo tanto, estos últimos están continuamente “enganchándose y desenganchándose” de la programación a cualquier hora del día y en la medida que alguna noticia de actualidad les parezca relevante para sintonizar este canal. Peter Larsen6, caracteriza a estos tipos modernos de sistemas internacionales de televisión comercial como un flujo constante de yuxtaposición casual de elementos intercambiables7. Cuando el espectador se acostumbra al formato descubre que los distintos tipos de segmentos (titulares, noticias de último momento, reportes y entrevistas) aparecen en realidad en intervalos regulares relativamente permanentes. Por lo tanto, existe cierto tipo de estructura interna dentro del flujo constante.

Hay además otro fenómeno significativo de CNN: el diseño de la segmentación de los públicos según un criterio linguístico, como forma de localizar sus contenidos globales. En la actualidad CNN posee programación diferenciada, aparte del inglés, para los siguientes idiomas: español, italiano, danés, noruego, sueco y asiáticos (este, sudeste, central y Australia). Esta es la característica fundamental que quiero analizar en este ensayo para la versión en español de este canal. El hecho de que CNN presente una programación enfocada directamente a una audiencia latinoamericana puede tener distintas variantes de análisis. ¿Representa esta programación un espejo de lo que podríamos llamar una identidad latinoamericana? ¿Es, por el contrario, el resultado de una construcción basada en una visión norteamericana de la realidad de la Región y su posición respecto a los hechos que suceden en el resto del mundo? O, en el marco del concepto de glocalización tratado anteriormente, ¿podemos hablar de “mestizaje cultural”8 entre las problemáticas particulares de los pueblos latinoamericanos y las fuerzas globales que impactan sobre las mismas? Para empezar a responder esta disyuntiva quisiera acotar aún más el marco de análisis e indagar sobre cómo se produce la recepción de los mensajes transmitidos por

CNN en Español por parte de la audiencia de Latinoamérica. Es decir, cómo reciben e interpretan los espectadores hispanoparlantes esos contenidos9. Según Larsen, la relación entre los espectadores y los programas de noticias como CNN no está establecida como un ritual contractual. Las audiencias de CNN consisten en individuos reunidos por el hecho de que son espectadores televisivos conectados a un canal particular y su relación con este canal está sujeta a una constante negociación; en cambio al mirar las programaciones de noticias de los informativos nacionales también encuentran una forma de participación dentro de un ritual diario a través del cual reafirman su posición como miembros de la comunidad nacional10. Sin embargo, como afirma Dominique Wolton, para que exista comunicación es necesario que haya una voluntad de intercambio, un lenguaje y valores comunes (…). La comunicación a través de la televisión consiste pues tanto en la recepción de imágenes como en el sistema de participación a distancia, que es la dimensión de vínculo social de este medio de comunicación11. Por lo que supongo que es necesario que exista, entre el canal CNN en Español y los telespectadores latinoamericanos, algún tipo de identificación que haga sostenible y redituable la permanencia del mismo.

C. Smith

el mundo, provee un flujo constante de información desde 1985. Su señal internacional alcanza el 98% de la población mundial5.

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CNN e identidad latinoamericana

La televisión contribuye directamente a dar forma y a modificar las representaciones del mundo, sin embargo, es muy difícil determinar en qué sentido lo realiza. Existe un desfase permanente entre la estructura de la imagen y las estructuras de percepción e interpretación de los públicos. Además, las visiones que nos presenta este medio de comunicación entran en competencia con otros sistemas de construcciones de identidades ofrecidos por la sociedad donde se desarrolla el individuo. El resultado es una especie de interacción constante entre los espectadores y lo que la televisión les muestra del mundo. ¿Qué herramientas podemos utilizar para entender cómo se produce la recepción e interpretación de los contenidos que los telespectadores latinoamericanos hacen de la información que reciben de CNN en Español? Sería interesante rescatar las ideas fundamentales de Lash y Urry en su obra “Economies of signs and spaces”, posicionando al telespectador latinoamericano como sujeto reflexivo. Según estos autores, el orden global contemporáneo, o en todo caso desorden, es una estructura de flujos, un conjunto descentrado de economías de signos y espacios. Al mismo tiempo los individuos son cada vez más reflexivos respecto de esta situación12. Aquí el significado de reflexividad apunta al proceso de asignar significados a los dis-

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tintos objetos, que progresivamente han ido perdiendo contenido material. Quizás las mercancías en formas de noticias que diariamente recibimos a través de CNN en Español tengan exactamente esas características. Son informaciones sobre los hechos que suceden en los distintos puntos del planeta y son los espectadores los que tienen que darles un contexto de sentido a fin de evaluar la importancia de las mismas para el desarrollo de sus propias vidas. Pero aún más importante es el concepto de “reflexividad estética”. Ellos la definen como una reflexividad de distinta naturaleza respecto de la reflexividad cognitiva. Si la reflexividad cognitiva apunta al monitoreo del ser y de sus roles socio-estructurales, la reflexividad estética supone la interpretación de sí mismo y la interpretación de las prácticas sociales de nuestra experiencia. Si la reflexividad cognitiva presupone un juicio, la estética un prejuicio. Si la primera asume una relación sujeto-objeto del ser en sí mismo y del mundo social, luego la segunda asume a un ser que es al mismo tiempo un ser en el mundo13. Más aún, afirman que verdaderamente hay una base estructural para los individuos reflexivos, y esta no es una estructura social sino la penetración de estructuras de información y comunicación.

Proponen que está comenzando a desplegarse un proceso en el cual las estructuras sociales, como la nación, están siendo desplazadas por estructuras globales de información y comunicación. Esas estructuras son las redes de flujos, son las economías de los signos y los espacios, y fundamentalmente son las bases de la reflexividad14. La CNN, en particular, es red de esas redes y a través de su subred CNN en Español, los espectadores de esta Región encontramos una forma de insertarnos en ese flujo constante de información. Otra característica fundamental para entender el proceso de reubicación de los individuos a estos nuevos procesos, siguiendo el análisis de Lash y Urry, es el cambio en la conceptualización del espacio y el tiempo. Con respecto al espacio, se produce un proceso de desterritorialización y posterior reterritorialización (que puede no tener sustento físico, el caso más típico es el del espacio virtual). En referencia al tiempo, se reduce a series de eventos desconectados y discontinuos15. Para graficar esta nueva conceptualización espacio-temporal es interesante recordar cómo a través de la cadena CNN todos podemos ser partícipes de eventos sin importar el lugar del mundo donde ellos se producen. Las famosas imágenes de esta cadena sobre la Guerra del


Quizás es un poco difícil tratar de entender cómo hacen los espectadores de nuestros países latinoamericanos para abstraer de esas imágenes, producidas por CNN y traducidas por CNN en Español, sus propias conclusiones de los hechos. Para comprender ese mecanismo podemos llevarlo a un ejemplo práctico. Nosotros, como latinoamericanos, podemos evaluar nuestras propias concepciones de lo que significa la etnicidad al ver por la pantalla del televisor fenómenos como la guerra de Chechenia o de Croacia. En estos casos el componente religioso o cultural de diferencia entre los distintos grupos enfrentados es muy profundo. Tal vez esto nos permite darnos cuenta que las diferencias entre grupos que coexisten dentro de nuestros países o regiones es mínima comparándola con la anterior y puede ser resuelta de forma pacífica. En el caso particular del cambio en la idea de tiempo, CNN

es un ejemplo de lo que sería medir la importancia de los hechos según un criterio de simultaneidad. No importa cuan interesante sea el programa que se está presentando, el mismo será inmediatamente interrumpido si es necesario cubrir una conferencia de prensa de Bill Clinton en el momento que esta se produce. Y eso también cuenta para la programación de CNN en Español, que presenta el evento con una traducción simultánea del discurso. Sin embargo, ese tipo de transmisiones se vuelve generalmente un tanto tediosa y seguramente nuestro espectador latinoamericano, muy habituado al zapping (fenómeno característico del sujeto reflexivo), cambiará de canal. Como podemos ver, la decisión de participar en esa comunidad de sentido es individual pero la motivación para hacerlo es de carácter social, puesto que la identificación de género, edad, nación o etnia es la que referencia al espectador con el contenido. El telespectador latinoamericano decide constantemente cuándo engancharse y desengancharse de ese flujo de información ininterrumpida que es CNN en Español; y lo seguirá haciendo en la medida que esas noticias sean relevantes para redefinir incesantemente la posición que ocupa (como ciudadano, trabajador, hombre o mujer, joven o adulto) dentro de la comunidad a la que pertenece.

Después de realizar un análisis centrado en el individuo receptor, quisiera llevar el trabajo hacia un enfoque más amplio, tratando de explicar en qué manera influye el canal de noticias CNN en Español sobre la identidad latinoamericana. Ciertamente, el flujo de informaciones de carácter global o regional produce efectos en la forma de conocernos y relacionarnos como “latinoamericanos”. Abordaré este tema del siguiente modo: en primer término, trataré de indagar cuales son las características fundamentales que permiten referirnos a una identidad latinoamericana y, posteriormente, en qué medida influye CNN en Español en esa identidad. ¿Existe una identidad latinoamericana? ¿Podemos hablar de una matriz cultural que nos brinde la posibilidad de reconocernos como una comunidad con valores, problemáticas y desafíos comunes? Sería interesante rescatar la idea de distinguibilidad cualitativa socialmente situada de Gilberto Giménez16 como tamiz para, a través del mismo, hacer pasar el concepto de identidad latinoamericana. Giménez entiende la identidad como distinguibilidad. Las personas están investidas de una identidad cualitativa que se forma, se mantiene y se manifiesta en y por los procesos de interacción y comu-

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Golfo son recordadas por todos como la primera oportunidad que permitió seguir una guerra en directo. Sentir las explosiones de las bombas, los gritos de pánico y ver las personas malheridas por la pantalla del televisor en el mismo momento que esto se producía, fue una de las primeras experiencias del mundo global de las que fuimos partícipes, pero por supuesto desde el living de nuestros hogares.

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CNN e identidad latinoamericana

nicación social, lo que requiere una intersubjetividad lingüística17. Quizás ese sea uno de los factores aglutinantes más importantes del caso latinoamericano. Es llamativo que desde México hasta el Cono Sur (un espacio geográfico tan amplio) se habla el idioma español, o en todo caso «portuñol» para comunicarse con los brasileños. Giménez menciona tres criterios básicos que definen la especificidad de una identidad: una red de pertenencias sociales, un sistema de atributos distintivos y una identidad biográfica o memoria colectiva. La idea de pertenencia social implica compartir un núcleo de representaciones sociales. Estas representaciones sociales serían una forma de conocimiento, socialmente elaborado y compartido, que contribuye a la construcción de una realidad común. En el caso latinoamericano podemos graficar este concepto con un de estudio de la opinión pública de América Latina llamado Latinobarómetro18. El mismo permite obtener amplia información sobre los intereses y preocupaciones de los latinoamericanos. De los resultados de este estudio longitudinal, América surge como un espacio que tiene una cierta unidad cultural desde la frontera con el Río Grande hasta el extremo sur del continente. Existe una

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comunicación

homogeneidad cultural en ciertos temas fundamentales, acompañada de una gran heterogeneidad entre los países individuales19. Los problemas prioritarios para los ciudadanos de la Región son los económicos, pero con diferencias entre los distintos países. La inflación ha dejado de ser un problema en los países de América del Sur pero se mantiene en América Central como tarea inconclusa. En el caso de los primeros la preocupación clave pasó a ser la falta de empleo; esto conlleva a una percepción crítica de las políticas económicas de estabilización que han provocado un aumento de la brecha entre los sectores más ricos y los más pobres de la sociedad. En materia de integración regional, existe un apoyo a la integración latinoamericana, que se considera ofrece ventajas. Existe también un conocimiento de los organismos regionales (Mercosur, Pacto Andino, Mercado Común Centroamericano -MCC-, Caricom), pero es todavía insuficiente. Es bastante positiva la evaluación sobre los procesos de integración de los miembros del Mercosur, presenta insatisfacción en el caso del MCC y es crítica por parte de los mexicanos en el caso del TLC. En cuanto a la seguridad personal, se destaca la preocupación por la delincuencia y la falta de seguridad ciudadana. También existe la percepción de que el narcotráfico y la

drogadicción han aumentado en el último tiempo. La democracia, en general, tiene un importante grado de consolidación. Pero hay insatisfacción sobre su desempeño, esto indica que existen aún importantes insuficiencias en su desarrollo institucional. Por último, se destaca una baja confianza interpersonal de los habitantes con sus conciudadanos. El 76% de los encuestados desconfía del prójimo, y una sociedad que no confía en sus compatriotas difícilmente podrá confiar en sus líderes y en las instituciones que la gobiernan. Entonces, el Latinobarómetro nos muestra que en América Latina existen marcos temáticos comunes a partir de los cuales se percibe e interpreta la realidad. Con esto no quiero significar una idea de homogeneidad identitaria sino simplemente resaltar que la misma se construye a través de lo que Stuart Hall llama puntos de sutura20: “la sutura significa la articulación del sujeto en el flujo discursivo”. El segundo criterio de Giménez, el sistema de atributos distintivos, se refiere al conjunto de disposiciones, hábitos, tendencias, actitudes o capacidades. Aquí podríamos preguntarnos qué significa “ser latinoamericano”. Para responder a esta pregunta quisiera traer a colación


Esta situación existencial impulsa a la revisión de algunos temas que son característicos de la sociedad latinoamericana. El sentimiento dominante es la nostalgia de un pasado indígena más o menos intenso, o de una opulencia colonial imaginaria, o de una Europa soñada, o de un Estados Unidos de Norteamérica que está muy cerca geográficamente pero que nunca se puede alcanzar. Otro tema de insatisfacción es el de encontrarse perdido en una sociedad que evoluciona sin haber definido aún su personalidad, es la crisis de identidad recurrente que dificulta el reconocimiento del “nosotros”. En palabras de García Canclini, “lo latinoamericano fue muchas veces un proyecto frustrado; hoy es una tarea relativamente abierta y problemáticamente posible”22. Por último, siguiendo la trilogía de Giménez, podemos hacer referencia a lo que el autor llama identidad biográ-

fica o memoria colectiva. Remite a la revelación de una historia incanjeable, que reconfigura constantemente una serie de actos y trayectorias del pasado para conferirle sentido al presente. En el caso de América Latina, quizás, este sea el criterio más fácil de identificar. Sintéticamente podemos repasar los estadios de la historia latinoamericana que fue siguiendo, en general, los mismos parámetros en los diferentes países de la Región. En primer término el desarrollo de las civilizaciones indígenas (principalmente las culturas maya, azteca e inca). A continuación, la conquista y colonización española (portuguesa para el caso de Brasil). Luego, los procesos de independencia y la formación de estados nacionales, dependientes de las potencias europeas. Posteriormente, los intentos de desarrollo de democracias políticamente institucionalizadas y económicamente autosuficientes a lo largo del siglo XX, dependientes de las políticas norteamericanas. Y, actualmente, los desafíos de estabilidad democrática, económica y de integración regional en el ingreso al siglo XXI, dependientes de flujos económicos e informacionales globales. Con el análisis de estos tres criterios básicos llego a la conclusión de que existe una identidad latinoamericana. En términos de Gilberto Giménez, podemos hablar en

este caso de una distinguibilidad cualitativa socialmente situada. Ahora bien, este fenómeno no es estático y homogéneo. La identidad es cada vez más dinámica, abierta, proclive a la conversión, exasperadamente reflexiva, múltiple y diferenciada23. Las redes de comunicación son uno de los factores fundamentales que influyen sobre este fenómeno de movilidad y replanteo constante de las identidades. Según García Canclini, “los medios audiovisuales que trascienden las fronteras nacionales tienen una influencia cada vez más decisiva en la configuración de las identidades. La generación de los mensajes y bienes culturales de mayor difusión ocurre en centros transnacionales y circula por satélites y redes electrónicas”24. Refiriéndome al caso en particular de CNN en Español, creo que sería válido hacernos la siguiente pregunta: esta red de noticias enfocada al público latinoamericano ¿está produciendo cambios en el tejido e interacción social de nuestras comunidades? ¿En qué medida influyen estos cambios sobre la identidad latinoamericana? Para comenzar a responder estas preguntas es interesante la aproximación que nos brinda Salzman25: “los flujos de comunicación se introducen enriqueciendo y diversificando los significados que

C. Smith

algunas impresiones de Jorge Guillermo Llosa, uno de los varios autores que ha abordado este tema, sobre la identidad latinoamericana 21. “La existencia latinoamericana está abrumada por múltiples traumas, el de ser colonial efímero e incompleto-; el de estar dividido entre dos y hasta tres culturas; el del mestizaje; el del complejo de inferioridad; el del disgusto por la ficticia realidad política que le fue impuesta”.

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CNN e identidad latinoamericana

están siendo constantemente revisados y transformados dentro de la cultura (…) A través de la televisión los espectadores tienen la posibilidad de reconstruir imaginativamente sus propias vidas y su futuro”. Es a través de canales como CNN en Español que se puede elaborar una visión de lo global a través de lo local, porque presenta los hechos que suceden en cualquier lugar del planeta y esto permite generar modelos contrastantes de comparación con la comunidad a la que pertenecemos. A menudo CNN en Español nos muestra comparaciones entre distintos estándares de vida. Estas se hacen generalmente con respecto al referente norteamericano. En principio estas diferenciaciones ponen en tela de juicio la visión regional sobre nuestras posibilidades y conveniencias y, consecuentemente, producen frustración de lo que no se puede alcanzar. Pero al mismo tiempo generan un mecanismo de identificación como el planteado por Hall. Según este autor, las identidades se construyen a través de la diferencia, es sólo a través de la relación con el otro que un significado de identidad puede ser construido26. Entonces, siguiendo a Salzman: “la reelaboración imaginativa de la visión cultural, bajo el estímulo del flujo electrónico global sigue

diálogos de la

comunicación

aprovechando de manera creativa los recursos simbólicos locales y reconociendo las condiciones y circunstancias locales, pero inevitablemente aprovechará la visión global cada vez más extendida”27. La cobertura de CNN en Español sobre un hecho que se produce en cualquiera de los países de la Región no está enfocado directamente para los habitantes de dicho país, sino que la idea es presentar una visión más amplia de los hechos, generando una nota que interese a un público más extenso, pero que de alguna forma se siente identificado con el evento. Por otra parte, CNN en Español propicia debates públicos latinoamericanos. Por ejemplo podemos citar los procesos electorales de la región, los debates sobre las políticas de estabilización económica o el seguimiento de las actividades de nuestros líderes y personajes conflictivos (Pinochet, Castro, Fujimori, Menem, entre otros). Entonces, lo público, entendido como los lugares y circuitos en que se delibera sobre las identidades, trasciende los límites del Estado-Nación y toma una dimensión regional a través de esta red de comunicación. En la medida que CNN en Español contribuye a fomentar el conocimiento recíproco y masivo entre los pueblos latinoamericanos (estimulando la reconstrucción creativa de la región latinoamericana a través de la cobertura de sus

problemas, valores y desafíos comunes), permite generar puntos de encuentro y renovar las formas de identificación. A pesar de que ese no es el objetivo de la cadena, cuyo imperativo principal es el estímulo económico, indirectamente produce ese resultado. Como destaca acertadamente García Canclini, “el dilema decisivo en las culturas latinoamericanas no es defender las identidades o globalizarse” (como resistencia o absorción de estas redes comunicacionales), “sino construir una unidad solidaria de ciudadanos que se reconocen como pares”, en sus semejanzas y en sus diferencias28. Finalizando el estudio, sería interesante volver sobre el trío de preguntas planteadas al inicio del trabajo. Los cuestionamientos apuntaban hacia los siguientes temas: la programación de CNN en Español ¿representa un espejo de lo que podríamos llamar una identidad latinoamericana?; ¿es, por el contrario, el resultado una construcción basada en una visión norteamericana de la realidad de la Región y su posición respecto a los hechos que suceden en el resto del mundo? o ¿podemos hablar de un mestizaje cultural entre las problemáticas particulares de los pueblos latinoamericanos y las fuerzas globales que impactan sobre las mismas? Después del desarrollo de este trabajo me inclino por


una superación sino a un proceso de

23. Sciolla, 1983. Pág.48.

continuidades en la discontinuidad, conciliaciones entre ritmos que se

24. García Canclini, 1997, Pág. 35

excluyen. “De esta forma es como se están haciendo pensables las formas

25. Salzman, 1997, Pág. 348

y los sentidos que adquieren la vigencia cultural de las diferentes identi-

26. Hall, 1996, Pág. 4.

dades”. Barbero, 1987, Pág. 204. 27. Salzman, 1997, Pág. 350. 9. Quiero aclarar que España está incluída en el mismo segmento pero

28. García Canclini, 1997, Pág.62.

no será analizada en este ensayo puesto que su realidad sociopolítica responde en mayor medida al contexto de la Comunidad Económica Europea.

11. Wolton , Pág. 276. 12. Lash y Urry, 1994, Pág. 4 13. Lash y Urry, 1994, Pág. 5 y 6 14. Lash y Urry, 1994, Pág 6

- Barbero, Martín (1987). De los medios a las mediaciones. Editorial Gili. México. - García Canclini, Néstor (1997). Políticas Culturales: de las identidades nacionales al espacio latinoamericano.

En Arizpe, Lourdes (editora) Dimensiones culturales del cambio global

15. Lash y Urry, 1994, Pág 16

(pp 21–63) UNAM.CRIM., Cuernavaca,

NOTAS

Morelos. 1. Tehranian y Tehranian,

16. Giménez, 1997.

1997, Pág. 147.

- Giménez, Gilberto (1997). Materia17. Giménez, 1997.

2. Tehranian y Tehranian, 1997, Pág. 147.

les para una teoría de las identidades sociales. FRONTERA NORTE Vol.9

18. El Latinobarómetro se realiza des-

Núm. 18.

de 1995. Trata de estudiar las opinio3. Tomlinson, 1997, Pág. 181. 4. Mohammadi, 1997, Pág. 81.

nes de nuestros pueblos sobre polí-

- Hall, Stuart y Du Gay, Paul (1996).

tica, economía y sociedad. Ha llega-

Questions of cultural identity. Sage

do a abarcar 17 países de la Región

publications,London.

con la excepción de Cuba, República 5. Tehranian y Tehranian, 1997,

Dominicana y Haití.

Pág.159.

- Lagos, Marta (1999). ¿Quo vadis, América Latina?.El estudio de la opi-

19. Lagos, 1999, Pág. 38. La agenda

nión

6. En este análisis estudia el impacto

de temas que se tratan a continuación

Latinobarómetro. Revista Contribu-

de la introducción del canal CNN en

está extraída de este artículo.

ciones. Fundación Konrad Adenauer.

Noruega

pública

regional

en

el

Buenos Aires. 20. Hall, 1996, Pág.5.

7. Larsen, 1992, Pág. 128

- Larsen, Peter (1992). More than just 21. Llosa, 1992, Pág. 178.

8. Se utiliza este concepto de Martín Barbero pues hace referencia no a

images: the whole picture. News in the multi-channel universe. En

22. García Canclini, 1997, Pág. 50

Michael

Skovmand

and

C. Smith

10. Larsen, 1992, Pág.132

BIBLIOGRAFÍA

afirmar que la tercera posición es la más adecuada para encuadrar a este caso. Los flujos de información entre CNN en Español y las audiencias latinoamericanas recrean constantemente la interacción entre fuerzas globales y locales. La información que llega a través de este canal no representa solamente una fuente de información de lo que está ocurriendo en el mundo, sino también un foro de debate de las grandes cuestiones latinoamericanas, un lugar de encuentro de sus distintos pueblos y un espacio de redefinición constante del “ser latinoamericano”.

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Kim

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Chiristian Schroder (editors) Media cultures. Reappraising Transnacional Media. London. - Lash,Scott y Urry, John (1994). Economies of signs and spaces. Sage Publications. London. - Llosa, Jorge Guillermo (1992). Identidad histórica de América Latina. Editorial Diana. México. - Mohammadi, Ali (1997). Communications and the globalization process in the developing word. En Mohammadi, Ali (editor) International communications and globalizations. A critical introduction. (pp 67- 89). Sage Publications, London. - Páginas web de CNN y CNN en Español. - Salzman, Philip Carl (1999). El caballo de Troya electrónico: la televisión en la globalización de las culturas paramodernas. En Arizpe, Lourdes (editora) Dimensiones culturales del cambio global (pp 319 - 343) UNAM.CRIM., Cuernavaca, Morelos. - Tehranian, Majid y Teheranian Katharine (1997). Taming modernity: towards a new paradigm. En Mohammadi, Ali (editor) International communications and globalizations. A critical introduction. (pp 119 – 167). Sage Publications, London - Tomlinson, John (1997). Cultural globalization and cultural imperialism. En Mohammadi, Ali (editor) International communications and globalizations. A critical introduction. (pp 170 – 190). Sage Publications, London. - Wolton, Dominique (1995). Elogio del gran público–Una teoría crítica de la televisión. Editorial Gedisa. Barcelona.

diálogos de la

comunicación


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