II ENCUENTRO REGIONAL ANDINO DISCURSO INAUGURAL Álvaro Rojas Presidente de la Asociación de Colombiana de Facultades de Comunicación Social
Al iniciar este II Encuentro Regional Andino de FELAFACS, deseo presentarles un saludo cordial a todos y cada uno de los participantes. En mi calidad de Presidente de la Asociación Colombiana de Facultades de Comunicación Social y como Decano de la División de Comunicación Social, quiero expresar mi complacencia por el inicio de este Encuentro cuya importancia se evidencia en la temática central que nos convoca: DIAGNÓSTICO Y PROSPECTIVA DE LA FORMACIÓN DE COMUNICADORES SOCIALES EN LA REGIÓN ANDINA. Las universidades con sus respectivas facultades de Comunicación Social, las asociaciones que las agrupan: En Bolivia, con la Asociación Boliviana de carreras de Comunicación Social, ABBUCS; en Colombia, con la Asociación Colombiana de Facultades de Comunicación Social, AFACOM; en Ecuador con la Asociación de Facultades y Escuelas de Comunicación social de Ecuador, AFECSE; en Perú con la Asociación Peruana de Facultades de Comunicación Social, APFACOM; en Venezuela con el Consejo Venezolano para la Enseñanza y la Investigación de Comunicación Social,CONVEIC. Así mismo la Federación Latinoamericana de Facultades de Comunicación Social, FELAFACS y
el apoyo permanente de la Fundación KONRAD ADENAUER, todas ellas han sido instituciones gestoras de la formación y transformación social, que han asumido el compromiso de cualificarse y autoevaluarse, con miras a innovar los procesos de apropiación y socialización del conocimiento, buscando un mejoramiento continuo que las mantenga con altos estándares de calidad, con la consecuente acreditación que ellos podrían proporcionarle. En este marco, el objetivo central del II Encuentro es realizar un balance del estado actual de la formación de Comunicadores Sociales, en la Región Andina, y conocer propuestas que, desde una visión prospectiva de la formación docente, permitan vislumbrar los retos que enfrentarán los futuros comunicadores, en una era regida por diferentes modos de leer, actuar, comprender y relacionarse, en virtud de la relevancia que las tecnologías de la comunicación y de la información, han cobrado en nuestra cotidianidad. El reto de la formación de comunicadores en la era de las comunicaciones configurada a partir de la racionalidad tecnocientífica nos exige abordar cuatro problemas centrales para el momento histórico: 1. La articulación entre los aspectos disciplinares, profesionales y la formación integral con el fin de aportar a nuestras sociedades personas capaces de ayudar en la resolución de los problemas de la humanidad hoy por hoy amenazada de muerte. 2. La flexibilización curricular, para estar a la altura del vertiginoso avance del co-
nocimiento, de su multiplicidad y de las particularidades propias de la enseñabilidad de los saberes y de la educabilidad de las personas. 3. La perspectiva ética en el ejercicio profesional que implica ser consecuente con la responsabilidad social en el manejo de la información y de los procesos de comunicación en los diferentes ámbitos sociales. Buscando la pertinencia, la equidad, la justicia, el respeto y el crecimiento tanto individual como colectivo. 4. El bilingüismo con el fin de tener acceso y participar de las discusiones, investigaciones y trabajos que se están realizando en nuestro campo a nivel mundial, así integrar y comprender los procesos de globalización que vive la humanidad. Una manera de hacer frente a los retos anteriores, es a través de procesos de autoevaluación y coevaluación que permitan reconocer los aciertos y falencias, susceptibles de ser reorientados. Por ello, es importante realzar la política de FELAFACS al querer promover los Encuentros Regionales como una forma descentralizada para lograr así la cooperación e integración de las diferentes maneras de enfrentar la formación profesional del comunicador social. Identificar problemas comunes con miradas y soluciones particulares dentro de las similitudes y diversidades culturales. Es por esto que este Encuentro se constituye en una oportunidad excepcionalmente valiosa para hilar fino en una reflexión de mayor rigurosidad que se nutra con aportes de las diferentes experien-
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cias académicas de los cinco países que conforman la Región Andina de FELAFACS. La credibilidad y el éxito en los resultados de este trabajo, tiene como base la convocatoria y selección de las ponencias que fueron sometidas a un análisis minucioso, por parte del Comité Académico y que constituyen la reflexión en torno a los ejes temáticos del balance: * Formación de docentes * Investigación y * Producción Intelectual en Comunicación Social Así mismo, quiero agradecer al rector de la Universidad, Dr. Luis H. Pérez, por el interés, entusiasmo y apoyo dado para la realización de este evento. A Rodolfo Gómez como coordinador logístico del Encuentro, al equipo de Directivos, al Comité Académico, a los profesores, estudiantes, secretarias y empleados que han hecho posible que hoy estemos aquí reunidos. Finalmente, quiero reiterar mi agradecimiento por haber aceptado esta invitación y por el voto de confianza depositado en nuestra ciudad, a pesar de las incertidumbres que pueden asaltarnos como consecuencia del ambiente de violencia e inseguridad que ronda en el ámbito, no sólo regional, sino también nacional e internacional. Una vez más, la Universidad Autónoma de Occidente se complace en darles la bienvenida y en augurarles éxitos en el desarrollo del evento y durante su estadía en ésta que es también su universidad, en nuestra ciudad y en nuestro país. MUCHAS GRACIAS.
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O de cómo el futuro de las prácticas profesionales reside aún en el descubrimiento del pasado de las prácticas sociales
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Complejidad y memoria de una asignatura pendiente.
Jefe de la Carrera de Periodismo en la Universidad de Playa Ancha. E-mail: fgascon@upa.cl
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COMPLEJIDAD, CAOS E INCERTIDUMBRE DISCIPLINARIA. LOS LÍMITES DE NUESTRO TERRITORIO A menudo, cuando nos interrogamos sobre el desarrollo y maduración de una disciplina científica solemos acercarnos a su epistemología, es decir tratamos de distinguir sus etapas de desarrollo conceptual y teórico, los aportes de los investigadores más destacados, los métodos científicos que caracterizan a la disciplina y las relaciones existentes entre esas aproximaciones teóricas con las prácticas profesionales concretas. Dicho de otro modo, tratamos de establecer correlaciones entre teoría y práctica, entre la conceptualización científica de los problemas que le son propios y las estrategias para resolverlos a través de formas cada vez más sofis-ticadas de aplicación y
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apropiación de ese conocimiento por la sociedad. Es por lo mismo que uno de los temas sensibles para el control social sobre las ciencias, cualquiera sea su especialidad, dice relación con la deontología profesional, los procedimientos éticos -y yo añadiría estéticos- con que la sociedad trata de armonizar los avances científico-tecnológicos con la satisfacción de necesidades que justifican la inversión de presupuestos por parte del Estado y otras formas de financiamiento privado que, históricamente se han conocido como filantropía o mecenazgo. Planteado así el problema inicial sería bueno interrogarse por los orígenes y límites de nuestra disciplina, ahora que el nuevo milenio nos obliga al rito sempiterno de transgredir los márgenes, volver al caos originario para transitar hacia nuevas cosmovisiones que emergen y ponen en crisis antiguas estructuras. Al respecto, la historia constituye siempre el mejor de los contextos para encontrar identidades y territorios. Me refiero a los procesos de institucionalización, a las estructuras, materiales y mentales, a los paradigmas, a las funciones, mediaciones, apropiaciones, usos e interacciones sociales que explican la ontología de una disciplina, pero sobre todo quiero enfatizar en sus contribuciones y/o resistencias a la innovación, a los procesos de transformación de las sociedades donde se gesta toda matriz de pensamiento. Tenemos que revelar esa subjetividad opacada de las ciencias para dar la posibilidad al nacimiento de una nueva historia de la humanidad, menos hegemónica y excluyente, que interprete a las teorías desde la práctica social.
Como comunicadores sabemos que no existe ninguna matriz de pensamiento que se construya al margen de determinadas relaciones socio-culturales; ello aceptando un primer paradigma disciplinario, que define nuestro objeto de estudio en las formas de conservación y transmisión de la memoria social. Desde esa perspectiva ecológica, las tecnologías, sistemas y medios de comunicación pueden ser considerados como mediums encargados de reproducir material y simbólicamente el conocimiento, formas de vida y comportamiento de una realidad social concreta, es decir la suma de las memorias personales y colectivas. (Uno podría preguntarse si es que los mediums tienen el poder suficiente para invocar a los espíritus del tiempo y no sólo contaminar la imaginación social con los fantasmas del presente). Por ello, cuando determinados autores sitúan la historia de la comunicación en el nacimiento de los medios y la cultura de masas, y relatan cronologías de introducción tecnológica desde ese momento histórico no se trata de un acto inocuo, sino de una doble reducción en su mirada: la reducción de la memoria histórica a las relaciones de producción y re-producción impuestas por el capitalismo, la revolución industrial y la sociedad de masas; y la negación del protagonismo de los hombres y mujeres como agentes de la vida social (Moreno, 1999). Y es desde este ejercicio de revisión crítica sobre la demarcación de las fronteras espaciales y temporales de nuestro territorio, que podremos pensar de qué manera nuestros relatos del presente contribuyen a reconstruir la comprensión del pasado para reelaborar el futuro. Esta pers-
La institucionalización de la comunicación ha significado hasta ahora su des-socialización, el dominio expandido a escala mundial sobre la imaginación de la sociedad como posibilidad de lo que puede llegar a ser/no ser. Y estos medios de transmisión que hoy conocemos son la condición necesaria para aprender lo que se nos deja ser; recordemos aquella máxima que dice que es más difícil desaprender lo aprendido que aprender de nuevo.
EL ESTUDIO DE LAS COMUNICACIONES EN CHILE: UN DIAGNÓSTICO PROVISIONAL Nuestro país cumplirá el 2002 los 50 años de enseñanza del Periodismo y me parece muy pertinente comenzar a matizar el grado de complejidad y diversificación que la disciplina ha alcan-
zado, en comparación con otros países vecinos de similar trayectoria histórica. Ello, considerando que es todavía una asignatura pendiente el desarrollo de estudios historiográficos locales que nos ayuden a recomponer las trayectorias personales y colectivas que han contribuido al estado actual del campo formativo y las funciones y disfunciones con que la variable del campo laboral pueda asociarse a las orientaciones tanto en la formación profesional o la consideración de habilidades técnico-instrumentales; la creación de valores, entre los que destacan los propios de la sociología profesional (rutinas y los valores-noticia, los valores socio-políticos, ético-deontológicos, estéticos, etc.); la cohesión del campo científico-epistemológico y los paradigmas explicativos propios en competencia/complementación con otras aproximaciones inter, trans o pluridisciplinarias, etc. Así, considerando esa gran limitación, podemos reconocer que en materia de estudios de la comunicación Chile llegó a tener un liderazgo importante en el contexto latinoamericano a fines de los ’60 e inicios de los ’70, cuando emerge un importante debate entre humanistas críticos y marxistas (ver Bravo y Gascón, 2001) influido por la sociología del desarrollo, la teoría de la dependencia, la teología de la liberación y la pedagogía del oprimido de Paulo Freire que se proyectará al desarrollo de la comunicación educativa, el análisis de los discursos y la industria cultural, los primeros estudios sobre el cómic infantil, el tratamiento de la juventud en la prensa liberal, perspectivas de género en el análisis de la prensa rosa y las fotonovelas, entre otros
que son considerados clásicos para la disciplina, como el trabajo de Armand Mattelart y Ariel Dorfman (1972) Para leer al Pato Donald, por citar alguno de los más relevantes de la época. Esas perspectivas fueron alimentándose incluso en los difíciles ’80, ex-portas de la Universidad, con análisis sobre la cultura autoritaria y el sistema de comunicaciones en los regímenes militares y las propuestas de la comunicación popular y alternativa, donde se perfilaba la temática de la identidad y la participación activa en la constitución del sujeto popular, junto al debate sobre políticas de comunicación democratizadoras, dando cierta densidad y reconocimiento a los aportes disciplinarios. En la actualidad, no obstante, la supremacía del paradigma de la comunicación-mercado (Esteinou, 1998) parece haber barrido la memoria histórica de la academia, siendo escasos los espacios de debate y reflexión crítica a nivel nacional que abran nuevas interrogantes y propuestas comunicacionales, que contribuyan a consolidar líneas de trabajo investigativo con poder de influencia hacia el mejoramiento de la formación. Como también el aporte de la disciplina al rol crítico de la universidad como agente promotor de desarrollo. Mientras en Brasil, Argentina, Perú y Bolivia, por citar a los vecinos más próximos, se consolida la formación de posgrado y las revistas especializadas; se multiplican los seminarios, conferencias, congresos y festivales de creación mediática, todo ello con una agenda temática actualizada y atenta al debate mundial; en Chile vivimos una terri-
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pectiva compleja, que pudiera resultar paradójica para algunos, constituye la más simple de las contribuciones que, a mi entender, debería expresar la formación intelectual de todo periodista o comunicólogo. Es esta una perspectiva interdisciplinaria que tiene como deber ser la restitución del derecho a la comunicación de la sociedad civil, orientada desde un ejercicio de de-construcción de teorías, metodologías y prácticas que posibilite poner en el centro de nuestras explicaciones a la humanidad y no a las tecnologías; a la vida social y no a las instituciones que tratan de regularla. Es en nuestra vida cotidiana donde reside la memoria, donde todo sucede y se sucede, donde la emoción de las prácticas sociales fundan la comunicación y la razón al servicio de la hegemonía, el poder de persuadirla.
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ble paradoja: la pobreza comunicativa en la opulencia tecnológica. Ello a pesar de las más de 40 Universidades que imparten estudios de Periodismo y Comunicación. Ojalá el diagnóstico promovido por FELAFACS sobre formación y campos ocupacionales a nivel latinoamericano hace ya varios años y que fue impracticable entonces en nuestro país, pueda desmentir estas afirmaciones, ahora que la ASEPECS desde la iniciativa de la Universidad de Chile asumió el esfuerzo de retomar el diagnóstico. Pero lo cierto es que la filosofía del mercado ha sobrecalentado nuestro campo -como en pasadas décadas lo hiciera la excesiva ideologización- ampliando la oferta y la demanda por formación, al mismo ritmo que la competencia, lógica que supuso la multiplicación de universidades privadas, trastocando el frágil equilibrio del sistema de universidades tradicionales. No soy contrario a la existencia de universidades privadas, como tampoco a la competencia por la excelencia, aunque sospecho que a pesar de todo, la diversidad formativa no es proporcional al crecimiento cuantitativo de la oferta. Discúlpenme pero sí he cometiendo una omisión importante, que puede caracterizar la última década del siglo que se fue. Influida por la pragmática neo-liberal, las corrientes postmodernas y la era de la globalización, la determinación de la formación a las reglas del mercado ha resultado ser la propuesta que emerge con más fuerza en nuestro campo, de la que se desprenden fetichismos tecnológicos y una sobredimensión de líneas de trabajo vinculadas al marketing,
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que apuntan hacia el retroceso de una investigación administrativa y parecen confirmar la emergencia de una era post-disciplinaria. Era en que la funcionalidad de las políticas de investigación se difuminan en las fronteras de las estrategias gubernamentales, reduciendo, más que complejizando, las perspectivas críticas y propositivas frente a las nuevas formas de exclusión de los sectores desposeídos, confundiendo la construcción de ciudadanía, la participación y el rol de la opinión pública como factor de profundización democrática con la autorregulación del mercado cultural-comunicativo y la libertad de los consumidores, ambos suficientemente maduros -dicen algunos- para participar, identificar, competir, distinguir y elegir. ¿Cuál es entonces el meollo del problema de la formación? Aunque sea a título de hipótesis exploratorias me arriesgaría a plantear algunos aspectos de la crisis: - La clausura de varias escuelas y carreras de Periodismo durante el régimen militar frenó la maduración del proceso de complejidad que toda disciplina requiere para su desarrollo y la formación de una masa crítica. - Los escasos espacios para la formación continua de académicos y profesionales provocó la pérdida de actualización de los saberes comunicacionales, en detrimento de la innovación en la reflexión y en las prácticas comunicativas. - La estructura excluyente y fuertemente concentrada ideológica, económica y territorialmente del sistema de comunicaciones contribuyó a reducir tanto la diver-
sidad e independencia mediática como el espesor del campo formativo. Especialmente notoria es la escasez de comunicación y periodismos especializados, junto a la existencia fuera de los medios tradicionales y sometidos a un clima de censura e incluso de persecución de los profesionales que se arriesgan a cultivar los periodismos de investigación, de precisión, de servicio público, de creación, etc. - Una creciente oposición entre las visiones profesionalistas y comunicológicas, cuya principal motivación pudiera residir en la calidad de vida de quienes se desempeñan en la profesión y en la docencia: flexibilidad laboral, bajos niveles salariales, pluriempleo, la indefinida y extensa jornada laboral en los medios e instituciones y el escaso reconocimiento de estos a la labor docente, como también a la formación continua de los profesionales. Por otra parte, la invasión en el campo docente de académicos de otras áreas disciplinarias en el ámbito de las especialidades, motivadas tanto por falta de disponibilidad de especialistas con posgrados y/o experiencia docente suficiente en la educación superior, como por el precario reconocimiento y respaldo que nuestra disciplina tiene en muchas universidades, comparativamente con otras disciplinas científico-tecnológicas. - Una asociación estratégica de algunas líneas de trabajo en comunicaciones con empresas e instituciones públicas que, si bien pudieran representar un nuevo tipo de mecenazgo para la investigación y un campo para la experimentación y la innovación creativa, se convierten muchas veces en la legitimación acrítica de asesorías, campañas
- Todo ello dificulta la constitución de equipos de trabajo estables que desarrollen planes de innovación académica sistemáticos, intensivos y diversificados, atentos al análisis comparado de experiencias mundiales, pero con pertinencia, validando la máxima «pensar en lo global pero actuar en lo local». - Entre otros factores macroestructurales, parte de las dificultades descritas habría que asociarlas a aspectos micro, como son la gran movilidad de los profesionales, una baja sensible en los procesos de jerarquización y calificación académicos, que contribuyen, en fin, a la precariedad salarial, el pluriempleo y alimentan el ciclo de la flexibilización a escala global y de nuevas exclusiones e inequidades territoriales. PERIODÍSTICA/ COMUNICOLOGÍA. ¿COMPETENCIA O COMPLEMENTARIEDAD? La primera constatación que me ha ayudado a interrogarme sobre dónde situar los paradigmas
existentes en los estudios de la comunicación, podríamos contextualizarla en el nacimiento mismo de la comunicación humana. La comunicación no empieza ni termina en los medios de comunicación, las tecnologías de las mediaciones sociales constituyen, como la historia, una espiral en la que se superponen cada vez más complejos y sofisticados procedimientos para dinamizar un proceso básico de socialización y de intercambio de mensajes y símbolos. Hoy se habla de mediología para sistematizar las formas en que toda cultura organiza el pensamiento y las formas en que se regulan institucionalmente los intercambios del conocimiento y de la práctica social. Por así decirlo, las primeras formas de organización socio-cognitivas, de transmisión, acceso, participación, ritualización, apropiación y reproducción comunicativas, podríamos situarlas en las representaciones mágico-religiosas de las culturas prehistóricas. Y reseguir los esfuerzos de la humanidad por conservar y transmitir la memoria oral, la memoria imaginaria y simbólica, hasta las primeras representaciones alfabéticas, que calificamos como históricas, y que han ido institucionalizando el conocimiento y los intercambios sociales. Valorando el significado de este largo proceso de conservación de la memoria, Hans Magnus Enzesberger, poeta, ensayista y cientista de la comunicación, al recibir el Premio Heinrich Boll en Alemania dedicó sus agradecimientos a los analfabetos: «...los analfabetos fueron los que inventaron la literatura. Sus formas elementales, desde el mito a las rimas infantiles, desde el cuento a la canción, desde la ple-
garia al acertijo, son todas ellas mucho más antiguas que la escritura. Sin la tradición oral no habría poesía; sin los analfabetos no existirían los libros» (Magnus Enzesberger, 1986: 130) Desde esta perspectiva, la historia de la comunicación nos plantea el gran desafío de contextualizar el estudio de nuestra disciplina en tres grandes direcciones: el arte, las ciencias y las técnicas de las mediaciones sociales. Es esta una perspectiva interdisciplinaria que, basada en las ciencias humanas y sociales, nos abre caminos explicativos desde la antropología, la biología, la filosofía, la etnografía, la lingüística, la semiótica, la estética, la sociología, la psicología, la ciencia política, la economía, por citar sólo algunas partes de nuestro territorio. Territorio que hemos ido poblando y densificando de redes comunicativas. Por qué no estudiar las mediaciones sociales desde la organización del territorio, lo que entendemos hoy como ecología de las comunicaciones, y donde constatamos la definición de la identidad personal y colectiva desde el intercambio de personas, bienes materiales y simbólicos a través de la extensión de redes de comunicación, el entramado de las carreteras, las vías marítimas, férreas, submarinas, aéreas, espaciales, gracias a la alimentación de tecnologías de energización y transmisión como las bioenergías mecánicas humana y animal, hidráulica, solar, eólica, térmica, eléctrica, electrónica, magnética, atómica e informática, que han posibilitado el desarrollo de cada una de las formas y soportes en que se ha concretado históricamente la comunicación social.
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y productos comunicacionales de interés para el mercado o para la política. Un proceso que podríamos denominar la corporativización de intereses académicos y que establece franquicias y visas de tránsito entre administración pública, empresas, consultoras -ya que pasaron de moda las ONG’s- y universidades, que en algunos casos producen alianzas transnacionales para desarrollar modalidades de estudios virtuales o semipresenciales. ¿No estaremos nuevamente alimentando paradigmas foráneos de escasa pertinencia a un modelo de desarrollo propio?
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Tal vez no sea necesario reinventar nuestra disciplina, aunque sí volver a los cauces de la crítica académica para considerar aspectos cruciales en la planificación curricular. Una primera pregunta que relaciona los desafíos de todo plan de estudios con las necesidades de la sociedad y el perfil de los profesionales que deben responder en la mejor forma posible a dichas necesidades tiene un cuestionamiento de fondo sobre la disciplina. ¿Cuál es el título más pertinente, el de licenciado en comunicación social o el de licenciado en ciencias de la comunicación? Esta primera pregunta nos abre un abanico de nuevas interrogantes derivadas sobre las que deberemos profundizar: · ¿Qué tipo de profesionales distintos pueden formarse a nivel superior, correspondiendo a esa distinta forma de enfocar el grado académico? · ¿Siguen siendo los medios de comunicación el principal puerto de destino de los titulados en esta disciplina? · ¿Qué tipo de prácticas profesionales podrían justificar una formación universitaria de pregrado y qué tipo de orientaciones deberían tener las especializaciones en el ciclo de posgrado? ¿Es necesaria la formación permanente para periodistas y comunicadores? · ¿Nuestra disciplina puede considerar puentes de acceso a titulados de otras disciplinas que quieran especializarse en comunicación? · ¿Sería más pertinente entonces buscar el camino de formación de expertos en el segundo y tercer ciclo de la educación supe-
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rior, es decir, a través de diplomados, cursos expertos, magisters y doctorados, como ocurre en otros países? · ¿O tal vez las demandas del mercado y las prácticas profesionales actuales deban seguir condicionando la formación de profesionales generalistas fuertemente anclados en los modelos periodísticos existentes? · En este último caso, ¿el aprendizaje del oficio justificaría la actual estructura de los estudios superiores o sería preferible un ciclo corto de formación teórica compatibilizado con un sistema de entrada y salida a los medios, en condiciones tales que pueda garantizarse la co-responsabilidad formadora de los medios, mediante una regulación estructurada, institucionalizada y reconocida tanto por parte del sistema educativo, mediante la certificación de un título, como por el sistema mediático que debería destinar parte de sus esfuerzos y recursos a esta modalidad mixta de formación profesional?
Borrat (1990), los rasgos que caracterizarían, aunque sea idealmente, las visiones encontradas de dos identidades profesionales y territorios simbólicos y prácticos de desarrollo que pugnan por perfilar teóricamente la disciplina de la Periodística dentro de las ciencias de la comunicación o en sus márgenes. La concepción teórica de los profesionalistas se basa en los saberes y haceres propios de los modelos de periodismo existentes, especialmente influidos por la del periodismo norteamericano. Bajo el lema pedagógico «aprender haciendo», consideran la práctica como una reproducción de los modelos, modas y rutinas profesionales al uso. Entienden las relaciones entre lo teórico y lo práctico «como un proceso de aplicación de los saberes profesionales a los casos concretos, asignando a estos saberes un carácter normativo para decidir, investigar y evaluar la producción y el análisis de los textos periodísticos.»
· De todo lo anterior se derivaría una última pregunta de cierta complejidad y que resumiría las anteriores ¿cuál es la misión académica de las facultades, escuelas y carreras de periodismo y comunicaciones? ¿Cómo se estructuran sus planes, programas y proyectos de investigación, creación, formación y extensión? Y, especialmente, qué filosofía orienta la selección y promoción del cuerpo académico que deberá asumir la responsabilidad de llevar a la práctica la misión, visión y políticas de las instituciones formadoras de los profesionales de la comunicación?
Entienden la formación directamente relacionada con la del periodista generalista, más inclinado a la praxis de los medios. Los saberes profesionales, tanto propios como ajenos, se bastan por sí mismos y no son objeto de análisis crítico. Sus concepciones respecto de la prensa están ancladas en modelos institucionalizados que abogan por el golpe noticioso, cierto grado de espectacularidad y sensacionalismo justificados por el lucro del medio, la influencia social y un prestigio exitista que hace del periodista una estrella, un autor individual excepcional, libre de censura y presiones de cualquier tipo.
Dicho esto trataré de definir, según la interpretación de Héctor
Se hace evidente la identifiación del periodista con la empresa y
La concepción de los comunicólogos enraíza lo teórico en las Ciencias Sociales, desde donde justifica la descripción, explicación y evaluación de los saberes profesionales, los que deben estar «sometidos a una crítica constante desde una instancia intelectual consistente rigurosa y sistemática que sólo se encuentra en los saberes científicos». Consideran la práctica como una combinación de la investigación y la creación de modelos y modas nuevos, con la reproducción de los modelos y formas existentes. Conciben al profesional como un periodista especializado y un cientista social, compatibilizando así sus posibilidades de ejercicio profesional en los medios con otras dedicaciones más inter y transdisciplinarias como cientistas
sociales, animadores sociocomunicacionales, asesores en estrategias de información y comunicación, investigadores en comunicación y profesores en distintos ciclos de enseñanza, por lo que sus salidas profesionales se diversifican. Sus concepciones de la prensa se basan en una perspectiva crítica sobre los modelos existentes y las condiciones de trabajo de redactores y colaboradores, les lleva a considerar la innovación como camino para transformar los modelos existentes. Contextualizan los sistemas de textos que producen teniendo en cuenta un trabajo más colectivo, que involucra niveles organizativos complejos e implican procesos macrosociales donde se involucra una nueva visión ética y de compromiso con los derechos a la comunicación y a la participación de lectores y audiencias no como meros receptores pasivos de los medios, sino como ciudadanos activos y participantes. Aunque presentados en forma un tanto disociada, cual Dr. Jekill y Mr. Hyde, lo cierto es que el des-encuentro entre ambas perspectivas se proyecta en la formación y en las expectativas que estimulamos entre nuestros alumnos para su inserción laboral ¿es posible la integración? FORMACIÓN Y POLÍTICAMERCADO: SOSPECHAS DE UN DES-ENCUENTRO Llegados a este punto, creo que es necesario y urgente tener presente la relación formación/mercado laboral en Chile para confirmar algunas sospechas: a) El principal puerto de destino de los profesionales de las
comunicaciones hace tiempo que no son los medios tradicionales, superada su demanda cuanti y cualitativa de profesionales por otros destinos más creativos, mejor remunerados y con mayor prestigio social. Especialmente, considerando el atraso salarial y de expectativas que ofrecen los medios a quienes pretenden construir no sólo su carrera profesional, sino también su proyecto de vida con un grado de calidad, dignidad e independencia. b) Pareciera que no existe interés de parte de los medios por construir una relación madura, independiente y compleja con los estudios universitarios, capaz de producir políticas de formación permanente y especialización, no reducidas exclusivamente a actualizaciones tecnológicas o mercadológicas. Esta sospecha parece confirmarse si se tiene en cuenta el incumplimiento del compromiso establecido años atrás con la Federación Nacional de Medios de Comunicación de recibir alumnos en prácticas profesionales a lo largo de todo el año, y no solamente en verano. Período en que los estudiantes de últimos años reemplazan a profesionales que salen de vacaciones y es imposible desarrollar un periodismo más especializado que la mera crónica demandada por la agenda light estival. c) La ausencia de políticas de comunicación estatales, bajo la máxima desreguladora de la transición «la mejor política de comunicaciones es la que no existe» ha provocado la confirmación de una regla: cuando no existe una política pública explícita, algún grupo de interés impone su política en forma implícita. Dicho en otros términos, la desregulación
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con sus estrategias de mercado, sus formas organizativas, sus rutinas, su ética, en fin una ideología profesional que tiende a proteger la autonomía gremialista frente a las críticas del público y el control social. Ello bajo una autoregulación ética que defiende la objetividad, la neutralidad y la independencia como valores supremos, sin cuestionar las políticas editoriales, la democratización de las redacciones, la participación de los periodistas, los derechos y la interacción con el público. Pese a que la situación contractual y remuneracional de redactores y colaboradores de los medios suele ser desastroza, frente a la inestabilidad y la flexibilidad del empleo y la jornada de trabajo, amén de los niveles de riesgo profesional, los conflictos laborales son mínimos, amortiguados por una baja sindicalización y una mayor dosis de individualismo y competencia que de solidaridad.
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pública del sistema de comunicaciones se ha transformado en una nueva forma de re-regulación del mercado, cuyas consecuencias son: la concentración de la propiedad mediática, tanto vertical como horizontal o multimedial; concentración tanto tecnológica e ideológica como territorial y transnacional; y, una agenda funcional a los proyectos de globalización, contraria a la diversidad y al derecho a la comunicación. d) Esa desafectación del Estado por fortalecer el espacio público, ciudadano, se contradice con la retórica de la participación, la descentralización y la diversidad, sólo tenida en cuenta por razones de mercado y no por razones de Estado, de necesidades de la sociedad. En ese contexto bien pudiera preguntarse ¿hacia dónde dirigir la formación? ¿educar para qué y para quién? ¿qué contenidos mínimos pudieran considerarse en el campo? ¿son necesarias tantas carreras de periodismo? o ¿qué otras especialidades en comunicación están mínimamente cubiertas? PROPUESTAS PARA UNA REORIENTACIÓN DE LA FORMACIÓN Aunque pueda parecer casi una tautología creo que la formación universitaria de comunicadores debe reivindicar al campo disciplinario como patrimonio de la memoria colectiva, en cuanto la comunicación es portadora y reproductora de la suma de experiencias individuales y colectivas de nuestras sociedades, a cuya disposición se han desarrollado tecnologías, redes, soportes, formatos y lenguajes apropiados para hacer llegar ese patrimonio cada vez a más personas, cada vez más distantes en-
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tre sí y en el menor tiempo posible, en la medida que las sociedades se han ido complejizando. Esta perspectiva nos exige un cambio de paradigma educativo, que supere perspectivas excesivamente profesionalistas, todavía ancladas en el principio tecnicista de «aprender haciendo». Superar los límites de las miradas mediacéntricas que corresponden a una etapa clásica en la enseñanza de las escuelas, donde el conocimiento se construía desde el oficio, la identidad y rutinas periodísticas determinadas por la experiencia autodidacta endógena a los medios. La complejidad de los fenómenos comunicativos, al mismo ritmo que los fenómenos sociales, hoy nos hace distinguir niveles micro, meso, macro y megacomunicativos, exigiendo una actualización de las prácticas formativas y performativas dirigidas a tres ámbitos principales: 1) Formación personal: dirigida a desarrollar las actitudes y capacidades éticas, estéticas, valóricas, basada en la esencia de los derechos humanos como principio motor de la comunicación humana y orientada al fortalecimiento de la autonomía individual y el respeto a la alteridad. 2) Formación socio-cognitiva: dirigida a desarrollar las capacidades intelectuales e interdiscipinarias como contexto necesario para el ejercicio de un pensamiento complejo, motivador de la creatividad en la investigación aplicada a problemas sociocomunicativos. 3) Formación profesional: orientada al dominio de tecnologías pertinentes para el desarrollo de
la comunicación social, en la perspectiva de conser var, densificar y facilitar la apropiación de la memoria colectiva por parte de la sociedad. La formación de expertos en estrategias de información y comunicación dirigida al fortalecimiento de las competencias culturales de la ciudadanía debería tener como presupuesto una de las más importantes funciones sociales de los profesionales, la de mediación en la resolución de conflictos sociales, que reconoce a los comunicadores como agentes promotores del desarrollo, la innovación y la dinamización de la opinión pública, factores imprescindibles para la profundización de la democracia. Las anteriores consideraciones implican, en consecuencia, un cambio de sentido en la pedagogía (la forma) y en los contenidos curriculares (el fondo). Una verdadera reforma a tono con la que hoy experimenta la educación, pues no en vano la formación valórica e ideológica a través del sistema de medios de comunicación y la industria cultural de masas tiene desde hace varias décadas un mayor impacto en las nuevas generaciones que la educación formal, proceso que seguirá profundizándose. En lo formal, puede sugerirse la necesidad de un programa experto de formador de formadores en comunicaciones que podría ser planteado a Felafacs dentro de su programa de intercambio de maestros, para definir e impulsar un proyecto de renovación pedagógica innovador que considere como principales aspectos: a) la reflexión crítica sobre los paradigmas educativos en la formación de periodistas y comunicadores;
d) la función de pre-prácticas y prácticas profesionales para la experimentación espacio-temporal. Este último aspecto se refiere a la temporalidad y periodización con que analizamos las prácticas socio-comunicativas (ver Moreno, 2000), considerando la interdependencia entre la producción social de sentidos y la producción mediática, reconociendo la importancia de las nuevas problemáticas e impactos sociales provocados por los avances tecnológicos y que se expresan desde la virtualidad, la desterritorialización, el tiempo real, la hipertextualidad y lo multimedial. Prácticas profesionales concebidas como el contacto con una realidad social compleja que exige no sólo la producción de textos -cualquiera sea su soporte y formato- sino la comprensión de los contextos sociocognitivos en que todo proceso de mediación opera. Creo, finalmente, que el adelgazamiento del campo es uno de los efectos de la privatización, la concentración y el centralismo del espacio público, y las dificultades de impulsar un proceso de cambio en la cultura de las comunicaciones y la periodística a nivel nacional. Es necesario buscar alianzas estratégicas especialmente orientadas a revitalizar la cooperación interuniversitaria, alianzas que están liderando los estudiantes con la Organización Nacional de Estudiantes de Periodismo y la celebración de diversos encuentros
En este contexto, la cooperación puede resultar la mejor de las competencias a adquirir para no seguir en las soledades del corredor de fondo y clasificar en el concierto latinoamericano por la integración de un mercado cultural-comunicativo que nos reivindique por la superación de esta asignatura pendiente, la complejidad al servicio de un patrimonio intangible por descubrir.
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F. Gascón
c) la didáctica y usos tecnológicos en el campo; y,
zonales y nacionales para reflexionar sobre estos mismos temas que hoy nos convocan y proponer agendas de trabajo, en esta re-visión de futuro como bien supieron identificar los alumnos de Playa Ancha en su Congreso Latinoamericano de Estudiantes de Periodismo celebrado el año 2.000 y recientemente los de la Pontificia Universidad Católica con su reflexión sobre la pauta del mañana.
BIBLIOGRAFÍA
b) los procesos y métodos de enseñanza-aprendizaje en la disciplina;
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J. Rota
Josep Rota
Comunicaci贸n y democracia: condicionamientos, funciones y cambios necesarios
Vice-Canciller de Programas Internacionales, Director del Centro de Estudios Internacionales y Profesor de Telecomunicaciones. Universidad de Ohio Athens, Ohio - Estados Unidos E-mail: rota@oak.cats.ohiou.edu
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Este artículo está basado en cuatro presuposiciones básicas. La primera es que la comunicación abierta, horizontal y libre es esencial para la existencia y el funcionamiento de una sociedad democrática. La segunda es que un sistema de comunicación que posibilite una sociedad democrática no surgirá por casualidad sino que debe ser construido mediante la participación de todos los sectores sociales. La tercera presuposición es que el mantenimiento de un sistema democrático de comunicación dependerá de la existencia de un conjunto efectivo y vigente de leyes y reglas que mantengan en equilibrio el acceso a los medios de comunicación por parte de diversos grupos sociales. Esto es particularmente importante por las diferencias de poder económico y político que existen entre distintos sectores de todas las sociedades actuales.
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Finalmente, la cuarta presuposición es que, a pesar de múltiples ejemplos de uso efectivo de la comunicación para promover el desarrollo democrático, la situación actual es, en general, crítica y preocupante. La privatización y comercialización de los medios de comunicación, la integración de empresas de comunicación en conglomerados económicos cada vez más poderosos y la creciente globalización de la comunicación tienden a reducir el número de voces que se escuchan en los medios, tienden a homogeneizar y despolitizar su contenido, y tienden a restringir al acceso a la comunicación. Esto sucede al mismo tiempo que hoy, más que nunca en la historia, los sistemas de comunicación diseminan volúmenes extraordinarios de información. Sin embargo, mucha de esa información es poco relevante para el desarrollo democrático. De hecho, la enorme abundancia de información que circula actualmente parece ser más adecuada para mercantilizar a la sociedad y narcotizarla con abundantes dosis de entretenimiento y material para la evasión que para politizarla y «empoderarla» con contenidos necesarios para la participación política y el activismo democrático. Hace dos décadas, en medio del debate para el establecimiento de un nuevo orden mundial de la información y la comunicación, la Comisión McBride de la UNESCO publicó su célebre documento Un Solo Mundo, Voces Múltiples (1980). Los extraordinarios cambios tecnológicos y políticos que han ocurrido en el mundo desde entonces han asegurado que en la actualidad, más que nunca, la idea de un solo mundo sea una creciente característica de nuestra realidad.
Pero el deseo de la UNESCO y de muchos expertos en comunicación de que ese mundo escucharía voces múltiples es un sueño más distante hoy de lo que era hace veinte años. Paradójicamente, nunca en la historia han habido tantas personas con la capacidad de crear y diseminar sus propios mensajes como hoy. Muchísimos individuos crean hoy sus propias páginas Web; envían correos electrónicos a instituciones y líderes políticos y producen videos gracias a las cámaras y computadoras equipadas para editar videos digitalmente y de costo cada vez más bajo. No obstante, casi toda esa enorme producción de información por parte de individuos ocurre en los márgenes de las estructuras de poder económico y político de nuestras sociedades. Lo importante es que las voces que se escuchan en los medios de difusión masiva, que establecen las agendas públicas nacionales, que construyen la percepción social de la realidad, que crean las imágenes públicas compartidas por casi todos los ciudadanos, que tienen la capacidad de influir en las decisiones del poder ejecutivo y legislativo de casi cualquier país y que determinan buena parte de los hábitos de consumo de la población son muy reducidas. Es decir, las voces que realmente cuentan para la construcción del poder político y económico y que determinan los parámetros esenciales de las posibilidades de desarrollo democrático son pocas y cada vez más homogéneas. Los medios de comunicación que pueden dar voz a todos los sectores de la sociedad, que pueden mantener un equilibrio entre las diversas fuerzas sociales y que pueden sostener el desa-
cionales. Lógicamente, el motor de dichas corporaciones es el motivo de lucro. Sus informes financieros trimestrales al consejo de accionistas son mucho más importantes que un informe sobre sus contribuciones al desarrollo democrático (ver, por ejemplo, McChesney, 1997 y 1999; Underwood, 1993; Mazzocco, 1994).
Una medida del desarrollo democrático de un país sería el punto que éste ocupa en una posible escala de centralización de los medios de comunicación. En un extremo, esta escala reflejaría un alto nivel de centralización, homogeneización, dominación y control. En el extremo opuesto se encontraría un alto grado de descentralización, heterogeneización, pluralismo y participación. Si bien es cierto que esta escala indicaría notable progreso internacional a partir de 1989, reflejado por los muchos países que se han alejado del extremo totalitario -por ejemplo, al estilo soviético- también es cierto que muchos países han retrocedido del polo pluralista y democrático. El mundo y los sistemas de comunicación de los años posteriores al fin de la Guerra Fría son, simultáneamente, menos totalitarios pero también menos democráticos.
De acuerdo con Robert McChesney (1997), uno de los principales pensadores norteamericanos actuales sobre la relación entre medios y tecnologías de información y democracia, quienes controlan el poder en las sociedades no democráticas invariablemente dominan también los medios de comunicación y lo hacen con el propósito de legitimar y mantener su poder. Por contraste, en las sociedades democráticas la forma como los medios y sistemas de comunicación son estructurados, controlados y financiados es de importancia política fundamental. El control de los medios y sistemas de comunicación es un elemento integral del poder económico y político.
Una razón principal del retroceso democrático ha sido la creciente privatización y comercialización de los medios de comunicación. A su vez, la tendencia reciente en muchos países y, muy especialmente, la tendencia global ha sido hacia la creciente concentración de medios y, particularmente, de empresas dedicadas a la producción y distribución de contenidos en un grupo relativamente reducido de gigantescas corporaciones multina-
El mismo McChesney (op. cit.) identifica tres condiciones necesarias para el funcionamiento óptimo de una sociedad democrática. Dichas condiciones tienen especial significación desde una perspectiva latinoamericana. En primer lugar, la democracia es más viable y funciona mejor cuando no existen diferencias marcadas en la riqueza, la distribución del poder económico y la propiedad. Discrepancias sustanciales en este sentido cancelan la posibilidad de que los ciudadanos participen en la sociedad como iguales (aunque sea
en un sentido relativo). Lamentablemente, datos del Banco Mundial (http:// www. worldbank.org) reflejan que muchos de los países de América Latina tienen algunos de los más altos índices de desigualdad económica en el mundo. En segundo lugar, la democracia funciona mejor cuando existe un sentido de comunidad en la sociedad y la convicción de que el bienestar de cualquier individuo está determinado en buena medida por el sentido de bienestar de toda la comunidad. Cuando esto ocurre existe una cultura política democrática que sería imposible encontrar si cada quien simplemente persigue su propio interés individual estrecha y aun egoístamente definido. En tercer lugar, la democracia requiere la existencia de un sistema efectivo de comunicación política, entendido de manera amplia, que informa e involucra a toda la ciudadanía, atrayendo a toda la población hacia la participación pública. Aun en los países de más alto nivel de desarrollo democrático existen imperfecciones en las tres condiciones. Pero los países de América Latina están generalmente caracterizados por niveles bastante bajos de cada una de las tres condiciones necesarias para un óptimo desarrollo democrático. Como consecuencia, podemos observar los siguientes problemas en la relación gobiernociudadanía y el desarrollo democrático (Rota, 1996): (1) Falta de participación de los ciudadanos en la política y en las actividades del gobierno. (2) Ausencia de contribución de la población a la solución de pro-
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rrollo democrático son también los mismos medios de comunicación que pueden ser usados para la dominación y el control. Por ello, la pregunta central sobre la relación entre comunicación y democracia es la medida en que los medios y sistemas de comunicación optan por la vocación democrática o caen en la tentación de la dominación.
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blemas y, por consiguiente, desarrollo de pasividad como una característica ciudadana. (3) Pérdida de solidaridad en la comunidad. (4) Sentido de impotencia y alienación entre los ciudadanos. (5) Resistencia y evasión, lo mismo al pago de impuestos y cuotas por servicios públicos que al involucramiento en actividades colectivas o a la disposición a asumir una actitud de responsabilidad cívica. (6) Creciente pérdida de credibilidad y confianza en el gobierno y en el sistema político. (7) Desarrollo de una relación antagónica entre el gobierno y la ciudadanía. (8) Desperdicio de la energía potencial de millones de ciudadanos en la solución de los problemas mismos que la administración pública debe contribuir a resolver. Evidentemente es necesario cambiar radicalmente este tipo de relación entre el gobierno y el sistema político, por una parte, y los ciudadanos, por la otra. Para ello es imprescindible introducir cambios simultáneamente en la estructura y el funcionamiento de la administración pública y de los medios y sistemas de comunicación que determinan esa relación conflictiva. Tal cambio involucra tres componentes: El primero es realizar un análisis crítico de la estructura, el funcionamiento general y las actividades específicas de la administración pública, el sistema político y otros actores sociales con el propósito de proponer las alteraciones necesarias para hacerlos más abiertos, participativos, democráticos y eficientes.
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El segundo es modificar los sistemas y procesos de información y comunicación entre el gobierno, el sistema político y la ciudadanía. Específicamente, y tal como ilustramos en la siguiente tabla, si la información en la actualidad es vista como un objeto a controlar porque da poder, en el futuro deberá ser vista como un recurso a utilizar porque habilita la participación ciudadana, racionaliza los recursos y facilita la mejor solución de problemas y necesidades colectivas. (En este sentido, el servidor público que se ha persuadido del apotegma de que “la información es poder” y se rehusa a perderlo, deberá entender que la información necesaria para el funcionamiento democrático debe ser un bien público. La posesión de información supone una responsabilidad social. Por consiguiente, la pregunta real no es qué tipo de control sobre la información queremos ejercer sino qué tipo de sociedad queremos tener; una sociedad autoritaria o una sociedad democrática).
Si en la actualidad la información está centralizada, en el futuro deberá estar descentralizada. Si hoy es restringida, mañana deberá ser abierta. Si ahora se la concibe como una propiedad burocrática y administrativa, de aquí en adelante deberá ser entendida como de propiedad social y pública. Si la recopilación, almacenamiento, acceso y utilización de la información obedece a un modelo autoritario, en el futuro deberá corresponder a un modelo democrático. Con respecto a la comunicación, si en la actualidad es de una vía, del gobierno y otros grupos poderosos a la ciudadanía, en el futuro deberá ser por lo menos de doble vía; es decir, una comunicación dialógica que fluye tanto del gobierno y otros grupos poderosos a los ciudadanos como de los ciudadanos al gobierno y dichos grupos, vinculándolos a todos. Idealmente, sin embargo, la comunicación será de múltiples vías, vinculando dialógicamente no solo al gobierno y la ciudadanía sino también
PARA UNA SOCIEDAD DEMOCRÁTICA ES NECESARIO MODIFICARLOS PROCESOS DE INFORMACIÓN ENTRE GOBIERNO Y CIUDADANÍA DE …
Objeto a controlar Centralizada Propiedad burocrática Modelo autoritario Una vía Vertical Informativa Canales cerrados Restringida y técnica Mecanismo de control
A…
Recurso a utilizar Descentralizada Propiedad social Modelo democrático Doble o múltiples vías Horizontal Participativa y dialógica Canales abiertos Abierta y accesible Mecanismo de “empoderamiento”
Si la comunicación ahora es vertical, obedeciendo a un modelo jerárquico y relacionado con nociones de control, a partir de ahora deberá ser horizontal, reflejando un modelo con equilibrio de funciones y relacionado con nociones de acceso, participación y responsabilidad. Si la comunicación es meramente informativa deberá transformarse en una comunicación participativa y dialógica. Si se da a través de canales cerrados, tales como medios de difusión gubernamentales o comerciales controlados, boletines de prensa, declaraciones de funcionarios o mediatización por conducto de periodistas favoritos y con prácticas que fácilmente se prestan a la corrupción, la comunicación del futuro deberá incluir también canales abiertos. Igualmente, si la comunicación es restringida, anunciativa y técnica, deberá modificarse para que sea abierta, basada en el diálogo y accesible. Y por último, si la comunicación es percibida hoy en día por los grupos de poder como un mecanismo de control, en el futuro deberá ser concebida como un mecanismo de “empoderamiento” que le de voz a ciudadanía, que la habilite para participar en actividades apropiadas de la administración pública y del gobierno y que facilite la organización de la sociedad civil. En última instancia, y tal como afirma Philip Lee en la introducción de su libro sobre la democratización de la comunicación (Lee, 1995, p. 2), la “democracia genuina exige un sistema de interacción constante entre toda
la población, con accesibilidad a todos los niveles, con un ethos público que permita que todas las ideas en conflicto puedan competir entre si [en un plano de igualdad], y que posibilite la participación plena de todos los ciudadanos para poder alcanzar un consenso sobre las metas socio-culturales, económicas y políticas”. El tercer componente del cambio propuesto en la estructura y funcionamiento de la administración pública y el sistema político es propiciar, desarrollar, estimular y facilitar la participación ciudadana. Al respecto propondremos más adelante algunas estrategias que se pueden seguir para lograrlo.
SEIS CATEGORÍAS DE COMUNICADORES SOCIALES Siguiendo una práctica bastante generalizada, el planteamiento de este artículo hasta ahora implica dos actores o categorías de comunicación social: el gobierno, junto con otros grupos de poder político, y los ciudadanos. Sin embargo, quisiera proponer la existencia de seis actores o categorías de comunicadores sociales que existen en nuestras sociedades: 1. El gobierno y el sistema político, representado por los poderes ejecutivo, legislativo y judicial del gobierno, sus múltiples agencias y sus numerosos organismos centralizados o descentralizados, así como los partidos y organizaciones políticas, diversas asociaciones y organizaciones y ciertos grupos sindicales. De manera creciente, organismos públicos internacionales han pasado a formar parte del panorama político nacional.
2. Los medios y sistemas de comunicación, tanto públicos como privados. 3. El sector empresarial y de negocios, incluyendo lo mismo empresas multinacionales y grandes empresas locales que medianos y pequeños negocios; y también cámaras, asociaciones, agencias de relaciones públicas y otros portavoces de la comunidad empresarial. 4. La sociedad civil y los organismos no gubernamentales (ONGs). Este grupo incluye, entre otros muchos, las asociaciones voluntarias, asociaciones de vecinos, grupos de consumidores, grupos religiosos, grupos alternativos y comunidades de base, así como también numerosos organismos no gubernamentales. 5. Los individuos. Frecuentemente ignorados como una categoría de comunicación social, pero ciertamente un actor fundamental y no sólo por ser los receptores de muchos de los mensajes de los grupos anteriores — o los sujetos de las «mediaciones» que con tanta agudeza ha analizado Jesús Martín Barbero. Los individuos son también actores a través de su procesamiento selectivo de la información que reciben; a través de sus conversaciones de sobremesa, en familia, con amigos y compañeros de trabajo; a través de su capacidad de generar y diseminar rumores y de sus muchas otras actividades comunicacionales. 6. Las fuerzas subversivas. En mayor o menor grado, las cinco categorías anteriores representan categorías funcionales. Sin embargo, la mayoría de las sociedades cuentan también con
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a los diversos grupos, sectores y organizaciones sociales entre si.
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actores comunicacionales subversivos cuya aproximación, desde el punto de vista de equilibrio del sistema, es disfuncional y cuyo propósito es el de destruir y suplantar la estructura existente y reemplazarla con una nueva estructura, inclusive por la vía radical y violenta. Dos notables ejemplos latinoamericanos del siglo XX son la Revolución Mexicana de 1910 y la Revolución Cubana casi medio siglo después. Ambos ejemplos son notables por lo menos por dos razones: la primera es porque ambos representan raros casos de éxito en el intento de forzar un cambio radical por parte de grupos que quienes controlaban el poder antes del cambio los clasificaron de “subversivos” y “revolucionarios”. La segunda razón es porque ambos casos demuestran que una vez un grupo antes visto como subversivo triunfa en su lucha por el cambio, dicho grupo se convierte en el nuevo poder establecido, el nuevo “orden”, la nueva fuente de equilibrio social … contra el cual nuevos grupos subversivos pueden intentar un nuevo cambio radical. Ejemplos de intentos fallidos de cambio radical han sido mucho más numerosos en América Latina. Cabe también señalar que la noción de “fuerzas subversivas” no se limita a grupos armados ya sean revolucionarios o motivados por otros propósitos. Ejemplos de fuerzas subversivas actuales incluyen grupos radicales de extrema derecha que han adquirido especial fuerza durante el último decenio en diversos países de Europa, en Estados Unidos y en el mundo islámico, así como en diversos países latinoamericanos. Algunos de esos grupos utilizan una agenda religiosa fundamentalista que frecuentemente los conduce a posiciones intole-
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rantes y a intentos de forzar su visión estrecha de moralidad sobre el resto de la población. Cada uno de esos seis actores o categorías de comunicadores sociales está guiado por una serie de fuerzas que determinan su orientación y actividad. Un análisis de dichas fuerzas excede los límites de este artículo; sin embargo, podemos simplificarlas con el propósito de dar una idea de la lógica que las anima. Al mismo tiempo, identificaremos también la forma como cada actor comunicacional concibe al público a partir de su propia lógica. El gobierno y el sistema político es el único actor comunicacional que puede elegir entre dos fuerzas. Si el gobierno y el sistema político están guiados por una vocación genuinamente democrática, la fuerza que los mueve es la de servicio y satisfacción de necesidades colectivas. Sin embargo, una fuerza más tradicional es la del poder y el control. No existe ningún gobierno ni sistema político que esté guiado solamente por una de esas dos fuerzas; el más totalitario de los gobiernos debe satisfacer ciertas necesidades y el más democrático de los gobiernos debe manejar el poder y el control. La cuestión es cuál de esas fuerzas domina y cómo. Si el gobierno y el sistema político están guiados por la fuerza del servicio y la satisfacción de las necesidades colectivas, entonces concebirán al público como aliados, como sujetos con derechos y necesidades a los que hay que satisfacer, y como votantes que son la fuente de su propia fuerza. En cambio, si están guiados por la fuerza del poder y el control verán al público como adversario, como un antagonista al que hay que dominar.
La fuerza que guía a los medios y sistemas de comunicación es la de la influencia. Su concepción típica del público es el de una audiencia cuya definición está cada vez más basada en variables demográficas, perfiles psico-sociales y capacidad de consumo. La fuerza que guía al sector empresarial y de negocios es la del dinero, el poder económico y el beneficio derivado de las inversiones y el trabajo. A partir de ahí, su concepción del público es como consumidores. Para la sociedad civil y los organismos no gubernamentales, su fuerza directriz es la persecución de una agenda política o social. Su concepción del público suele ser la de aliados reales o potenciales a los que busca convencer. La fuerza que mueve a los individuos es la de sus necesidades. Ellos son el público mismo, pero su concepción del resto del público suele depender del sitio que ocupan en la pirámide social. Finalmente, el motor que guía a las fuerzas subversivas es el del cambio radical. Su concepción del público suele ser la de “peones” sobre los que se puede actuar para alcanzar a sus auténticos interlocutores que son los grupos de poder establecido en la sociedad. Las fuerzas que guían a los diversos actores comunicacionales y sus respectivas concepciones del público la sintetizamos en la siguiente tabla. En principio, no hay nada malo en las fuerzas que mueven a los actores de la comunicación social. Por ejemplo, es natural que el sector empresarial busque su
ACTOR
FUERZA
PUBLICO
GOBIERNO TIPO A GOBIERNO TIPO B Medios de comunicación Empresarios Sociedad civil/ONGs Individuos Fuerzas subversivas
Servicio Poder/Control Influencia Lucro Agenda social Necesidades Cambio radical
Aliado Antagonista Audiencia Consumidores Aliado posible Clase social “Peones”
yendo la cultura. Enfatizo este ejemplo porque refleja una lamentable tendencia en gran parte del mundo actual, particularmente debido a la fuerza de la globalización. De manera similar, un dominio por cualquiera de las otras fuerzas conduce también a la crisis del desequilibrio. Así, si la fuerza del gobierno domina, el resultado es el autoritarismo y aun el totalitarismo. Desde Hitler hasta Stalin, pasando por numerosos dictadores latinoamericanos, el siglo XX está repleto de lamentables ejemplos de esta distorsión y el precio que las sociedades han pagado debe ser la base para decir «nunca jamás!» Si los medios de comunicación son la fuerza que domina, el resultado es la manipulación. Si la sociedad civil y las organizaciones no gubernamentales llegaran a dominar, en ausencia de un equilibrio con las demás fuerzas, el resultado podría ser la anarquía. Si los individuos fueran los que dominaran, el resultado sería el caos. Si las fuerzas subversivas dominaran (sin constituir un nuevo orden), el resultado sería la destrucción de la sociedad. Así pues, para que una sociedad pueda llamarse democrática y pueda funcionar armoniosamente, se requiere que los seis actores o categorías de comu-nicadores sociales que hemos identificado operen den-
tro de ciertos niveles de equilibrio (que necesariamente será un equilibrio dinámico y no estático),
beneficio. Es igual de natural que las fuerzas subversivas busquen alterar completamente el orden establecido — lo lamentable es cuando recurren a la violencia extrema y la violación de los derechos de los demás actores sociales. Desde el punto de vista de desarrollo democrático, la pregunta central es acerca del equilibrio que existe entre las seis fuerzas. Una sociedad democrática es la que ha alcanzado un equilibrio relativo entre las seis fuerzas. De hecho, podemos afirmar que mientras mayor sea el nivel de equilibrio entre los seis actores de comunicación social, mayor será el nivel de democratización. En cambio, si una de las fuerzas domina, la sociedad entera pierde tanto el equilibrio entre sus fuerzas sociales (lo cual conduce a la inestabilidad) como, en consecuencia, pierde también en su nivel de democratización. Por ejemplo, si una sociedad está dominada por el sector empresarial, se corre el riesgo de que toda la sociedad sea vista solamente como un conjunto de consumidores. Esto conduce a la objetivización de los individuos, a la despolitización, al desarrollo de estructuras políticas débiles, a la apatía y la alienación entre los ciudadanos y a la comercialización de crecientes aspectos de la sociedad, inclu-
Para ello, los medios de comunicación necesariamente tienen que jugar un papel central. Los medios son los principales diseminadores de la información que la sociedad necesita para funcionar. Los medios contribuyen a crear las agendas públicas nacionales, tal como lo explica la Teoría de la Formación de la Agenda Pública (Agenda Setting Theory - McCombs y Shaw, 1972 y 1993). Los medios influyen de manera substancial en la adquisición de información, la formación de opiniones, actitudes y valores, y en la adquisición de patrones de conducta, tal como lo explican diversas teorías de comunicación, entre ellas la Teoría del Cultivo (Cultivation Theor y - Signorelli y Morgan, 1990). Los medios condicionan la visión y comprensión que los diversos públicos tienen de la realidad a partir de la forma como presentan la información, lo que escogen transmitir y lo que deciden no transmitir, y el tratamiento que le dan a la información, tal como lo explica la Teoría del «Enmarcamiento» (Framing Theor y - Iorio y Huxman, 1996 y Rogers y Dearing, 1987). Los postulados de cada una de esas teorías es-
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tán respaldados por una gran cantidad de evidencia empírica como resultado de la abundante investigación científica que han generado. Por el poder que tienen los medios de información y por la forma en que el ejercicio de ese poder contribuye a determinar las posibilidades de desarrollo democrático, quisiera proponer diez funciones que los medios de comunicación deben satisfacer para el desarrollo democrático. 1. Información. Los medios deben proporcionar información válida y confiable a la sociedad, de manera amplia y comprensible, rápidamente y de manera que alcance a toda la población. 2. Conscientización. Siguiendo las ideas de Paulo Freire, los medios deben crear conciencia de los problemas reales, sus causas y las posibilidades de solución entre toda la población de manera que contribuyan al auténtico progreso y la liberación. 3. Representación. La responsabilidad de los medios es la de asegurar que todos los sectores sociales estén representados, darle voz a todos los actores sociales, asegurar que la información sea presentada de manera equilibrada y articular todos los puntos de vista legítimos que existan en la sociedad. 4. Socialización. Quieran o no, los medios contribuyen a la socialización de los individuos. Su responsabilidad es la de asegurar la transmisión de los valores esenciales para el desarrollo de la sociedad, atemperar la difusión de contenidos disfuncionales y promover valores tales como los de libertad, justicia y responsabilidad social.
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5. Educación. Los medios pueden y deben contribuir a la educación y capacitación de los individuos, tanto con contenidos explícitamente educativos, como evaluando los efectos funcionales y disfuncionales de otros contenidos, entre ellos los de los programas de entretenimiento y la publicidad. 6. Integración. Los medios pueden facilitar la formación y desarrollo del espíritu de comunidad y el sentido de solidaridad, crear preocupación sobre los problemas que afectan a la sociedad y cultivar la necesidad de involucrarse, participar y contribuir a la solución de problemas comunes. 7. Identificación. El contenido de los medios puede contribuir a reforzar el sentido de identidad personal y de identidad nacional y cultural, o pueden debilitarlo. Su contribución positiva es necesaria pero deben evitar la promoción del nacionalismo radical que conduce a la intolerancia. 8. Coordinación. Los medios pueden diseminar la información necesaria para armonizar las actividades de la sociedad, permitir la coordinación de agendas y esfuerzos, y facilitar la construcción de puentes de comprensión y colaboración entre los diversos grupos sociales. 9. Protección. Los medios tienen la responsabilidad de proteger los derechos de todos los públicos a los que alcanzan; en especial, deben proteger los intereses de los sectores menos poderosos de la sociedad y deben vigilar la actuación de los más poderosos para exponer sus abusos y contribuir a la rectificación de desviaciones que de lo contrario llevarían al desequilibrio.
10. Movilización. Finalmente, los medios deben contribuir al «empoderamiento» de todos los sectores de la sociedad y su participación activa en la solución de problemas comunes. Habiendo reconocido la importancia fundamental de los medios de comunicación para el desarrollo democrático, es imprescindible reconocer también el papel y la importancia de los individuos. En un sentido estructural, la democracia supone el equilibrio de fuerzas descrito anteriormente. Pero en su sentido más elemental y práctico, la democracia se entiende como la posibilidad de participación real y efectiva de todos los individuos y sectores sociales en la solución de problemas comunes. La palabra que de la manera más simple sintetiza lo que es la democracia es participación. Por ello, concluiré este artículo con una reflexión acerca de los factores que posibilitan la participación (Rota, 1996). FACTORES QUE INFLUYEN EN LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA Quisiera proponer cuatro factores que influyen en la participación ciudadana: costo, recursos, beneficios y capacitación. El primer factor es el costo. Lógicamente, existe una relación directa y negativa entre costo y participación: a mayor costo habrá menor participación y la reducción en los niveles de participación se dará como función directa de los incrementos en el costo de participación. A su vez, el costo lo determinan tres elementos: dinero, esfuerzo y el levantamiento de barreras. Acerca del dinero: mientras ma-
Un segundo elemento del costo es el esfuerzo que requiere la participación, el cual también se correlaciona con clase social. Por ejemplo, los niveles de analfabetismo, incluyendo el analfabetismo funcional, son mayores en las clases sociales bajas. El analfabetismo dificulta severamente, y aun imposibilita, el acceso a muchas fuentes de información y bancos de datos. Mientras menor sea el nivel educativo, o el tiempo disponible, o la experiencia en acceder a fuentes de información u otros elementos facilitadores de dicho acceso, mayor será el esfuerzo que suponga el acceder a ellos. Y mientras mayor sea el esfuerzo, menor será la tendencia a hacerlo. En consecuencia, le corresponde también el gobierno el implementar mecanismos diseñados para reducir el esfuerzo necesario para el acceso y la participación por parte de los sectores sociales menos privilegiados. Un tercer elemento de costo es el conjunto de barreras burocráticas que los gobiernos de América Latina típicamente han erigido contra el acceso y la participación, incluyendo la falta de acceso a funcionarios y a la in-
formación. Igualmente perniciosas han sido las barreras organizacionales que grandes empresas, partidos políticos, sindicatos y otras instituciones sociales también han construido. La práctica de adquirir información de oficinas de gobierno y otras instituciones sociales mediante “gestores”, sobornos, tarifas arbitrarias y otras restricciones estructurales debe cesar. Tales prácticas podrán tener explicación en las tradiciones administrativas pasadas, incluso coloniales, pero son inapropiadas con respecto a las actuales orientaciones modernizadoras y democratizadoras de la administración pública.
menos los individuos y grupos interesados, carecen del entrenamiento y la capacitación necesarios para actuar adecuadamente en una sociedad democrática, abierta al acceso y a la participación ciudadanas. La necesidad de entrenamiento y capacitación para futuras generaciones puede sugerir revisiones en los curricula escolares desde los niveles más elementales. Para la ciudadanía actual, se requieren centros y recursos de entrenamiento y capacitación. Algunos de ellos los podrá proporcionar el gobierno. Otros provendrán de otras instituciones, pero es responsabilidad del gobierno el crear los incentivos para ello.
Un segundo factor que influye en la participación ciudadana son los recursos disponibles para dicha participación. La lógica de este principio es la misma, pero en sentido inverso, que la correspondiente a los costos. Por consiguiente, bastará con anotar que una función de todo gobierno deberá ser la de facilitar la distribución de recursos necesarios para el acceso y la participación en la sociedad.
A MANERA DE CONCLUSIÓN
Un tercer factor son los beneficios que se obtengan del acceso y la participación. El acceso o la participación que se ejerzan por el solo “placer” de hacerlo, o solamente por un espíritu de responsabilidad cívica, curiosidad o ganas de involucrarse, durará muy poco. Es necesario que los individuos, los grupos sociales y la sociedad en general obtengan beneficios como consecuencia de ejercer su derecho de acceso y participación. El cuarto factor es el entrenamiento y la capacitación. De nada servirán los recursos anteriores si la ciudadanía, o por lo
En conclusión, la tarea que tenemos frente a nosotros para promover una creciente democratización de nuestras sociedades es aún ardua y prolongada. Queda todavía bastante camino por recorrer y la creciente privatización, concentración de la propiedad de los medios y globalización de la comunicación frecuentemente constituyen importantes barreras en ese camino. Pero también es justo reconocer que ha habido un progreso notable durante los tiempos recientes. La idea central de este artículo ha sido la del poder de la comunicación para afectar la democracia. Esta es la misma idea en la que Richard Gunther y Anthony Mughan basan su reciente libro sobre medios y democracia; de hecho la misma primera frase de su libro afirma que “los medios de comunicación colectiva son el tejido conectivo de la democracia” (Gunther y Mughan, 2000). La comunicación libre y abierta es indispensable para que pueda existir la democracia; pero la comunicación tam-
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yor proporción de su ingreso le cueste a una persona o a una comunidad el participar en política, menos probable será que lo haga. Tal relación inversa entre ingreso y participación favorece a las élites y, en general, a personas, comunidades, instituciones u organizaciones de mayores ingresos. Por consiguiente, y desde un punto de vista de solidaridad social, justicia distri-butiva, ecualización de oportunidades y desarrollo democrático, compete al gobierno subvencionar los costos de participación a los sectores de menos recursos.
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BIBLIOGRAFÍA
Comunicación y democracia
bién puede ser un arma para su supresión. Nuestra doble responsabilidad es la de contribuir, por una parte, al desarrollo de medios y sistemas de comunicación que promuevan las prácticas democráticas y, por la otra, a capacitar al público para facilitar el acceso a la información y la participación. La alternativa, según lo demuestran las lecciones de la historia, es terrible. Pero la misma historia también nos enseña que la comunicación libre y centrada en la verdad es una de las más sólidas bases para la construcción de una sociedad democrática. Desde hace más de dos mil años, la lección sigue siendo la misma: la verdad nos hará libres.
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diálogos de la
comunicación
CONGRESO NACIONAL DE LA ASOCIACIÓN DE ESCUELAS DE PERIODISMO Y COMUNICACIÓN SOCIAL DE CHILE
En este contexto se produce una cada vez mayor confusión, si estamos presenciando una mediatización de la política o una politización de los medios de comunicación.
DISCURSO INAUGURAL Hans Blomeier Representante de la Fundación Konrad Adenauer de Chile
Permítanme con ocasión de la inau-guración de este Congreso algunas breves reflexiones en torno a las interrogantes que se plantea este mismo congreso y que desde nuestro punto de vista como Fundación Política apuntan a un cuestio-namiento constructivo del rol de los medios de comunicación en un sistema democrático, lo cual a su vez obviamente se convierte en un desafío de la misma formación de los periodistas y comunicadores sociales. Hoy en día ya no es posible considerar a los medios de comunicación como un sector aislado dentro de la sociedad. Más bien en la actualidad cuando se trata de la gestación de decisiones de consenso y discenso, de aprobación o rechazo de proyectos políticos y sociales relevantes, es preciso considerar siempre la prensa, la radio, y la televisión, pero también a todo el amplio y creciente aspecto de los medios de información electrónicos (Internet y otros). Por lo tanto la elaboración de estrategias integrales de comunicación forma parte de un trabajo cotidiano que supone informar al público acerca de los temas políticos, sociales y económicos.
El término de la «Mediocracia» utilizado por algunos expertos grafica esta situación, prestándose para interpretaciones varias tales como «Democracia de los medios», «Democracia a medias» o incluso «Democracia mediocre». Constatamos en este contexto que en muchos sistemas democráticos altamente desarrollados, la política y los medios de comunicación han contraído una estrecha relación simbió-tica, a menudo problemática para la conformación de una opinión pública crítica y una cultura política democrática. En esta «relación simbiótica» los sistemas democráticos dependen cada vez más de la comunicación y por consiguiente la política se torna mas proclive a las escenificaciones. Esto no implica automática-mente una menor calidad democrática, como tampoco el moderno proceso medial constituye en sí mismo un aporte a la democracia. Estas «escenificaciones» han tenido a la televisión como medio predilecto. Ella se ha convertido en el medio conductor» de esta política esce-nificada, es el medio conductor para la representación y percepción de la política. Suministra una especie de nuevo formato político y es cada vez más el referente de otros medios. Esto se ve confirmado si uno analiza la importancia de la televisión en las campañas electora-
les en América Latina en los últimos años. Mucho se discute en este ámbito acerca del rol de estos medios de comunicación. En ellos se suele encontrar a discreción al culpable o al héroe del drama político. Pero no siempre la vehemencia del debate se corresponde con una adecuada reflexión sobre la complicada interdependencia existente entre medios de comunicación y sociedad, políticos y periodistas, managers de los medios de comunicación y clientes publicitarios, representante de los intereses sectoriales y la sociedad en general. Cabe señalar que estas tensiones entre los medios de comunicación y la política o los medios de comunicación y la sociedad, tanto en Alemania, como en Europa, en Estados Unidos y América Latina son similares, aún cuando existen claras diferencias en cuanto a los puntos de partida. El nexo común es la búsqueda de nuevos caminos para una mayor transparencia y pluralismo en la escena de los medios de comunicación, así como la discusión sobre los estándares éticos y el autocontrol de los medios mismos. La tan y largamente discutida y finalmente aprobada Ley de Prensa aquí en Chile (independientemente de las imperfecciones que pueda tener) es un ejemplo que demuestra lo complejo que son estos procesos, que además deben ser ampliados en su discusión a un nivel internacional, ya que las normas nacionales por si solas son cada vez menos útiles. La extensa gama de disposiciones y prohibiciones nacionales va perdiendo su efi-
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cacia en una época en la cual desde el punto de vista técnico ya casi no existe diferencia en cuanto al país desde el cual se producen los programas o desde dónde son distribuidos los mismos. En este contexto se plantean algunas dudas de fondo: ¿Cuáles serán las consecuencias de una política de jurisdicción esencialmente nacional y esta creciente actuación global de los medios? ¿Estamos presenciando efectivamente una paulatina sustitución de gobiernos basados en un sistema de partidos políticos por un sistema de gobierno basado en el poder de los medios ? Al existir esta tendencia es evidente la importancia de establecer una política que limite la concentración de poder de los medios de comunicación para asegurar una oferta pluralista de informaciones, circunstancia que es irrenunciable para una sociedad auténticamente democrática. Si reconocemos las tendencias anteriormente descritas (Democracia mediatizada) entonces la responsabilidad política y ética de los medios es enorme. Y evidentemente existe une vinculación entre el propietario del medio y la tendencia política que expresa y representa. Esto en sí no es extraño ni necesariamente criticable si asumimos que no existen (en ninguna parte del mundo) medios de comunicación absolutamente neutrales o políticamente asépticos. El problema o desafío no radica en la tendencia política que representa un medio de comunicación sino
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a) en la necesaria pluralidad de los medios en su conjunto en un país para representar o mejor dicho ofrecer canales de comunicación a todas las tendencias y expresiones políticas, económicas, culturales sociales y religiosas de una sociedad en un país b) en la necesaria seriedad periodística del medio, esto es en la capacidad del periodismo para ser investigativo, serio, minucioso y no con afán de descalificar, enmudecer o hacerle publicidad gratuita a una tendencia política determinada, así como un periodismo sin mordazas internas por parte de los redactores o editores sino con sus periodistas con un margen de autonomía periodística razonable.
En este sentido saludamos esta iniciativa de ASEPECS de profundizar el debate sobre los desafíos actuales del periodismo en Chile con especial énfasis en la capacitación y formación de los periodistas en el marco de la realidad tanto tecnológica como laboral en este país.
NOTA: Ver Sarcinelli, Ulrich ¿De la democracia parlamentaria y representativa a la democracia de los medios? En CONTRIBUCIONES 2/1997, Buenos Aires
Existe entonces una estrecha relación entre los medios de comunicación y la política en general, razón por la cual una fundación política como la Fundación Konrad Adenauer se dedica a este tema elemental para el fortalecimiento democrático, dedicando parte importante de este esfuerzo a nivel latinoamericano a la formación de los profesionales de la comunicación en colaboración con FELAFACS. En el contexto de nuestro trabajo en Chile estamos dedicándonos en forma creciente al estudio y la reflexión sobre la realidad, la influencia y el impacto de los medios de comunicación en este país. En este contexto es de especial importancia para nosotros la influencia de estos medios en el quehacer político, tanto en las campañas electorales, como en la comunicación política del gobierno, del parlamento y de los partidos políticos.
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L. Llobet
Liliana Llobet
De currículos e imaginarios sobre la formación del comunicador
Docente responsable de las cátedras de Periodismo y Comunicación Impresa y Comunicación Impresa Aplicada. Facultad de Ciencias Humanas. Universidad Nacional de Río Cuarto
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Llobet Liliana
Currículos e imaginarios
El dilema siempre vigente de compatibilizar los tiempos de aprendizaje de las estructuras periodísticas y el de la producción profesional concreta es un desafío permanente en las tradicionales escuelas de periodismo y en las actuales carreras de ciencias de la comunicación. La demanda por esta disciplina ha crecido en los últimos diez años de manera geométrica. Actualmente el país tiene casi 35 mil estudiantes distribuidos en universidades nacionales e instituciones privadas, tanto de nivel universitario como de formación terciaria. Esta situación profundiza la problemática de ofrecer prácticas concretas, reclamadas por los alumnos, con el objetivo primordial de ofrecer herramientas válidas para un buen desempeño profesional.
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Una perspectiva histórica de las escuelas de comunicación permite comprobar cómo la universidad se ha integrado al contexto, en mayor o menor grado, incorporando temáticas referidas a conflictos sociales, desarrollo tecnológico, diversidad cultural, desde donde surgen y se consumen variados procesos comunicativos, entre ellos los mensajes periodísticos. La primera opción académica en esta área fue concretada por las pioneras escuelas de periodismo que intentaron capacitar personal en respuesta a una demanda concreta del mercado laboral desde un concepto de comunicación sólo vinculado con los medios masivos. La aparición de propuestas en cuanto a la formación de personal técnico capacitado es una novedad si se tiene en cuenta que el origen latinoamericano del periodismo debe buscarse en el tradicional y poco rápido modelo informativo colonial. Éste buscaba sus periodistas entre los personajes de la política y la literatura porque en esos ámbitos estaban, según el pensamiento de la época, las funciones principales que se adjudicaban a la prensa: educar y formar opinión. A partir de los procesos de independencia que tuvieron lugar en los diferentes países surge un periodismo mucho más comprometido y activo con los procesos de construcción de las naciones que surgían de manera incipiente al contexto internacional. Con este nuevo rol protagónico la prensa se identifica y define características que la alejaron para siempre de la homogeneidad colonial.
En aquel entonces y más precisamente a comienzos y mediados del siglo 20, no se estudiaba para ser periodista, con la excepción de nuestro país, donde a mediados de ese siglo dos importantes diarios abrieron talleres y luego fundaron una escuela formal en 1931. El segundo momento se caracterizó por la transformación de las primeras escuelas en facultades o departamentos de comunicación y otras que todavía hoy conservan su denominación inicial. Se detecta así cierta apertura hacia el ámbito de las ciencias sociales. Se multiplica o diversifica el perfil del comunicador creando, en primera instancia, cierto grado de indefinición respecto de la formación puntual señalada en la etapa anterior. Con este perfil profesional más abarcador se produjo una proliferación de ofertas y un tercer tipo de opción académica caracterizada por el predominio de los campos alternativos de la comunicación. Se dejaron de lado los problemas vinculados con, por ejemplo, la industria cultural hoy retomados, desde otra perspectiva, por los estudios culturales- y su relación con el diario, la radio y la televisión. Actualmente puede observarse una tendencia en la reformulación de los planes de estudios en el sentido de ofrecer una formación más específica en algunos aspectos profesionales con la creación de títulos intermedios que permiten una salida laboral más inmediata. Estas modificaciones tienen las características señaladas por Eduardo Sánchez Martínez: «[...] el surgimiento y la inserción social de profesiones nuevas presen-
Este panorama en la actualidad puede aplicarse a la mayoría de las carreras, excepto a las más tradicionales y vinculadas con profesiones liberales. En el caso de las carreras de comunicación, y en particular de enseñanza del periodismo, ésta, excepto en los currículos con formación específica en esta área, se dificulta dado que se ha reducido a algunas materias. Una de las posibles alternativas de producción es generar mayores espacios de práctica en las asignaturas específicas para dar el «gran salto» con el objetivo de superar la distancia que existe entre la formación universitaria y la inserción laboral. El desfase entre oferta educativa y demanda laboral se ve profundizado por la imagen social que tiene la carrera: subsiste la creencia de que la formación profesional queda circunscripta
al aprendizaje de habilidades para ingresar a un medio de comunicación masiva. Este ideario es coherente con el origen y la tradición de esta disciplina, pero ha sido ratificado por los propios periodistas idóneos que se desempeñan en los medios al autodenominarse «comunicadores sociales». Pasquin Durán caracteriza esta situación de una manera sumamente descriptiva: «Han logrado hacer una ensalada perfecta porque todo el mundo habla de comunicadores sociales refiriéndose a los periodistas y, en consecuencia, habla de periodismo como si fuera la comunicación. A la inversa, cuando se habla de comunicación, todo el que hace un acto de comunicación es comunicador social (1994:37). Esta caracterización más genérica de comunicador social (hace tiempo reservada a egresados universitarios o terciarios de esta disciplina), utilizada hoy tanto por idóneos como por graduados, ha contribuido a confirmar y convalidar el imaginario de la comunidad. Con idea similar ingresan estudiantes atraídos por diferentes propuestas académicas, con el objeto de adquirir formación en áreas técnico-prácticas de la comunicación: periodismo en medios masivos, diseño gráfico, locución y publicidad. Estas particularidades pueden detectarse en Latinoamérica, en Argentina y Río Cuarto no es la excepción. En el ámbito de esta ciudad existen datos demostrativos de la actual situación. Desde 1996 ingresan anualmente a la carrera
entre 150 y 210 alumnos que se incorporan a una propuesta académica de licenciatura en Ciencias de la Comunicación con una duración de cinco años de cursado más un trabajo final y a dos orientaciones: medios de comunicación y comunicación institucional. Estas dos alternativas permiten obtener, al finalizar el cuarto año, el título intermedio de Comunicador social en las especializaciones mencionadas. Entre 1992 y 1998, el primer día de clase de las Actividades de Iniciación a la Vida Universitaria (AIVU) se efectuó un diagnóstico con el objetivo de conocer, entre otros aspectos, la imagen que tienen de sí mismos como futuros profesionales de la comunicación. Se seleccionó una muestra al azar de 37 casos (21% del universo) a los que se les aplicó un cuestionario integrado por 17 preguntas. Ante la sugerencia: «Piensa que ya te has recibido, cuéntanos en qué te imaginas trabajando...» los resultados fueron: El total de respuestas supera el 100% porque podían responderse con opciones no excluyentes. Los datos obtenidos en ese año tienen modificaciones si se los compara con los recabados entre el ’92 y el ’98. En el cuadro solo se presentan datos comparativos entre 1996 y 1998. Se seleccionó este período porque incluye la transacción (1997) entre el plan que ofrecía sólo la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación y la nueva oferta que además incluye dos orientaciones: en medios de comunicación masiva y comunicación institucional y se otorga el título intermedio de Comunicador social.
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tan en países como las nuestros características singulares muy distintas de las que se dan en los países llamados desarrollados. Mientras en estos los roles profesionales surgen como una respuesta a las necesidades concretas y definidas de las sociedades, en los países en desarrollo el proceso parece más bien inverso: primero se crea la estructura profesional [...] y sólo después los nuevos profesionales deben intentar crear la necesidad de sus servicios [...] las expectativas existentes en la sociedad sobre el nuevo profesional y sobre los servicios concretos que pueden prestar los nuevos profesionales son difusas e indefinidas con las consecuencias que eso generalmente tiene para el reconocimiento social de los que ejercen la nueva profesión (1990:3).
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Años
1996
PLAN ÚNICAMENTE DE LICENCIATURA
Otros ámbitos
Medios
Docencia
Prensa
Radio
TV
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59%
51%
Investigación
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3%
8%
5%
8%
8%
PLAN NUEVO CON ORIENTACIONES Medios 1998
Prensa 45%
Institucional Radio
TV
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54%
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En el primer año tomado para el análisis, los guarismos registran una más favorable tendencia en la selección de los medios electrónicos, en particular la radio como futuro ámbito de ejercicio profesional (59 % en radio, 51 % en televisión y 49 % en impresos, en este último caso prevalecen las preferencias por el diseño gráfico).
medios impresos (diarios y revistas), pero se invierten los porcentajes a la hora de seleccionar los medios electrónicos. En este año los alumnos prefirieron más -como fuente de trabajo posiblela televisión. Este cambio puede interpretarse, a diferencia de la etapa anterior, por el auge que tuvieron los canales de cable en las poblaciones de la región.
Esta inclinación puede comprenderse si se la contextualiza en el fenómeno, registrado a partir de 1990, que dio origen a una inusitada expansión de radios de frecuencia modulada que se dispersaron en los más variados y distantes lugares del país. En el caso del sur de la provincia de Córdoba, donde se encuentra Río Cuarto, en 1985 existían 5 radios FM en 1995 su número ascendió a 60 y los cuatro quintos de las poblaciones poseen TV por cable. (Cimadevilla, G. y E, Carniglia. 1996:4). La selección de este medio de comunicación también puede entenderse a partir del hecho que cerca de un 40 por ciento de los estudiantes provienen de localidades cercanas a la ciudad y su zona de influencia.
El cambio de plan no motivó modificaciones significativas, hasta el ‘98, en la elección de los futuros lugares de trabajo profesional dado que la preferencia se mantiene en el ámbito de los medios. En los tres últimos años esta tendencia ha cambiado porque casi el 55 % de los alumnos de la carrera ha optado por la orientación en comunicación institucional. Esta variación no tiene como causa una elección vocacional sino una expectativa de salida laboral más probable que en los medios dado que los estudiantes visualizan como poco probable una inserción profesional posible e inmediata -una vez obtenido el título- en este ámbito.
En 1998 se obtuvieron resultados similares en cuanto a los
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En el intento de suavizar la tensión entre teoría y practica, en la nueva propuesta académica se
incluyó, en cada una de las orientaciones, al finalizar el cuarto año, la Práctica Profesional concebida como un sistema de pasantía en la que el alumno debe acreditar 200 horas de trabajo y rendir un examen final. Este sistema se completa con dos clases de tutoría. Una académica que realiza el docente respectivo de acuerdo al medio o la institución seleccionada por el alumno y otra que efectúa personal de la empresa en la que el estudiante efectúa las tareas específicas asignadas. Desde que se ha puesto en práctica este sistema puede decirse, en líneas generales, que los resultados han sido positivos en cuanto a la adquisición de experiencia profesional. También ha posibilitado abrir nuevos espacios laborales, ya que en algunos casos, los alumnos han sido incorporados a la planta permanente del medio o de la institución. LA DELGADA LÍNEA ROJA ENTRE EL SABER Y EL HACER Pero volviendo al tema central, la enseñanza del periodismo, tener en cuenta las expectativas de los estudiantes es fundamental
Desarrollar habilidades y destrezas para elaborar las diferentes posibilidades que ofrece, en la redacción en los distintos géneros periodísticos con sus diversas estructuras formales implica orientar una práctica vinculada permanentemente con la teoría para que el alumno, al tiempo que aprende a organizar la información de determinada manera, ponga en práctica también su sentido crítico no sólo respecto del material que ofrecen los medios sino también respecto de su propio mensaje. Como toda producción periodística se presenta en un contexto, de acuerdo a las características técnicas de cada medio, es imprescindible que el alumno pueda reconocer la ubicación y relación de los diferentes códigos que se interrelacionan en un producto gráfico, radial o televisivo. A medida que se avanza en el aprendizaje, se intenta profundizar el espíritu crítico con el objetivo de favorecer la capacidad de analizar las propuestas del llamado periodismo de fondo, conformado por las estructuras características de los géneros interpretativos y de opinión como otras áreas de temáticas especializadas como son el periodismo educativo y tecno-científico. Este tipo de mensajes se enmarcan, en particular, en producciones impresas y excepcionalmente en propuestas radiales o televisivas. En este último caso no se consideran propuestas periodísticas las que ofrecen canales de cable como TV Quality, Discovery, Infinito u otros tantas
ofertas vinculadas con la ciencia y la técnica. A pesar de la trayectoria y la tradición de las escuelas de periodismo o las carreras de comunicación social, sigue vigente la brecha que separa los saberes teóricos y algo de práctica y el efectivo ejercicio de la profesión. No es poco el esfuerzo que realizan docentes y alumnos por «recrear» la realidad profesional en el ámbito circunscripto del aula y el menos elástico año lectivo. Las prácticas académicas van desde el conocido mecanismo de «refritar» (según la jerga periodística) hasta la cobertura directa con el objetivo de hacer, insistentemente, crónicas, entrevistas, notas interpretativas y críticas, entre otras tantas estructuras formales. Por cierto que este tipo de actividades cuasi periodísticas representan una importante experiencia para los alumnos que acceden en «vivo y en directo» a enfrentarse con el hecho noticioso o con el entrevistado asignado o seleccionado por iniciativa propia. Hasta allí, todo parece profesional, por el desafío que implica efectuar la nota, pero los tiempos de la producción, que en el caso de los medios es inmediata, en particular en radio y televisión, se demoran por el necesario e imprescindible proceso de corrección y la no menos ineludible tarea de reelaboración. Para acortar este tiempo suele ser operativo el sistema de tomar una nota redactada por los alumnos como base para señalar todos los errores y lograr así que el estudiante efectúe la autocorrección pertinente. Pero esta modalidad puede utilizarse en contadas oportunidades
puesto que frente a cursos numerosos la tarea de reconocer las equivocaciones en el propio trabajo no suele ser tan efectiva como la supervisión efectuada directamente por el docente. PARA APRENDER EN CONJUNTO Las temáticas previstas en la mayoría de los programas de periodismo son desarrolladas, durante el año académico, a partir de un permanente proceso de interacción grupal, en el que intervienen elementos conceptuales como operacionales, desde una perspectiva teórico-práctica que permite un proceso de aprendizaje evolutivo. De la oferta académica, en la mayoría de los casos de aquellas carreras de comunicación y con mayor razón en las de periodismo, se intenta priorizar la redacción periodística con la consecuente adquisición de habilidades en esta área. Muchas propuestas académicas recurren a la modalidad de taller, en el que se vinculan de manera permanente la teoría y la práctica y sobre todo esta última. Esta metodología de aprendizaje permite recrear los roles de cronista, redactor, diagramador y fotógrafo en los medios gráficos en el intento de, en la medida de lo posible, la experiencia más cercana a la práctica profesional. Este enfoque debe completarse con la teoría del aprendizaje cognoscitivo de David Ausubel (1976:1) quien se basa, particularmente en el aprendizaje cognoscitivo, es decir aquel por el que se adquiere y emplea el conocimiento, constituye lo que
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a la hora de encarar el intento de enseñar las estructuras formales características de la redacción periodística.
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la mayoría de la gente quiere decir cuando habla de aprendizaje. Desde este concepto, Ausubel habla de aprendizaje significativo que es aquel que ocurre cuando la nueva información se enlaza con los conceptos pertinentes que existen ya en la estructura cognoscitiva del que aprende. En este tipo de aprendizaje debe favorecerse la recuperación de los conocimientos previos que el alumno trae y que se vinculan no sólo con su aprendizaje formal sino también los incorporados en su proceso total de socialización. En el caso particular de la enseñanza de la redacción periodística es pertinente vincular las experiencias que como integrante del público consumidor de medios, trae el alumno. Esta tarea hoy se ve bastante difícil, en particular cuando las estructuras de redacción periodística están contextualizadas en un medio gráfico. El problema radica en el hecho que los jóvenes tienen un hábito de lectura diferente al de generaciones anteriores por lo que no están habituados a informarse, de manera permanente, a través de diarios y revistas. La carencia de este hábito complica la enseñanza dado que no están habituados a consumir este tipo de estructuras por lo que se hace dificultoso recuperar esta experiencia en el marco del aprendizaje significativo. A pesar de estos inconvenientes la propuesta de un aprendizaje horizontal, en la que el docente es el orientador y al mismo tiempo forma parte del equipo de producción permite obtener mejores resultados a la hora de la realización.
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La vinculación permanente entre docente y alumno en el proceso de enseñanza-aprendizaje es enriquecedor para ambas partes, en particular a la hora de realizar productos concretos como suplementos especiales y revistas.
CUANDO LOS PRINCIPIOS SON EL FINAL Existen principios para favorecer el aprendizaje cuyo origen es tanto la pedagogía como la didáctica, que originariamente fueron pensados para la enseñanza primaria pero que bien pueden aplicarse a nivel universitario. Si el objetivo de impartir la asignatura de redacción periodística es lograr la adquisición de habilidades y desarrollar capacidades de adaptación a la producción mediática es imprescindible comprender que la elaboración de mensajes no solo es aplicar determinadas técnicas de redacción sino que implica tener en claro que los hechos de la realidad son la materia prima para construir la información, la interpretación o la opinión. Se trata de un bien social dado que se parte de un pacto de confianza entre el emisor y el destinatario que legitima el proceso de comunicación que efectúan los medios. Luna Cortés, afirma al respecto: [...] el ejercicio profesional de la comunicación entendido como práctica se nos presenta como algo mucho más complejo que la producción de mensajes y las operaciones técnicas, creativas o administrativas asociadas con la producción, en respuesta a las demandas del mercado. Es fundamentalmente un trabajo de transformación de una materia prima social que solemos llamar de
múltiples maneras: significación, sentido, representación, información... trabajo mediante el cual nos relacionamos y participamos en nuestra constitución como sujetos y en la construcción de la realidad». (1993:94) Ese proceso de construcción de mensajes en los tiempos profesionales debería enseñarse en condiciones reales, pero el aprendizaje requiere de otras pautas y de otras etapas para que se produzca la aprehensión que garantiza la debida incorporación del conocimiento. Por esta razón, para dar una idea lo más cercana posible a la realidad profesional sería deseable tener en cuenta los siguientes principios, sugeridos por la doctora Pastora Moreno, a la hora de compartir el conocimiento respecto de la producción periodística. 1. Interacción didáctica Pretende provocar el desarrollo del pensamiento crítico. El proceso de evaluación continua contempla la necesidad y propone el medio para solicitar expresamente el aporte crítico del alumno. 2. El principio de cooperación La investigación en equipo es un aspecto que parece imponerse. Prepara al alumno para esta realidad supone formarle en ella. El programa propone trabajos de investigación en equipo, a fin de que el alumno pueda asimilar los valores de la cooperación y compartir con sus compañeros de equipo la información recolectada. Se cultiva así la interacción alumno-alumno y al mismo tiempo se les plantea el desafío de redactar individualmente la nota utilizando datos recolectados por otros.
4. El principio de creatividad Se cultiva desde el momento en que se otorga un margen de libertad que permite al alumno adoptar decisiones de acuerdo a su manera de ser. Otro aspecto que demuestra la importancia que se concede a este principio puede verse en la opción metodológica. 5. La interrelación teoría-práctica La mecánica de taller, entre otros recursos estratégicos y metodológicos contempla la interdependencia entre teoría y práctica o la vinculación existente entre conocimiento y ejecución en esta disciplina 6. El principio de la motivación Las técnicas propugnadas por la teoría de la motivación en educación superior consisten en el conocimiento y aceptación de los objetivos por los alumnos, la participación y la realización de la práctica, la adaptación del profesor a las diferentes individualidades de los estudiantes. (Moreno 1998:2) CIEN AÑOS DE SOLEDAD PORQUE EL CORONEL NO TIENE QUIEN LE ESCRIBA... BIEN Debates sobre la calidad de formación de periodistas y de comunicadores sociales se pueden contar por miles no sólo en América Latina sino también en
otros países del mundo. En esta subregión americana se han dado numerosísimas discusiones acerca de las cualidades que deberá tener el egresado de una carrera de periodismo o de comunicación social. En algunos casos se contó con la participación de representantes de los medios y en particular el papel preponderante que desempeñó la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) estableciendo pautas de formación especifica para los futuros trabajadores que se incorporarán a los medios de comunicación masiva. No sólo se apuntó al mayor entrenamiento práctico para adaptarse a los tiempos reales de la producción sino que también determinaron la necesidad de una correcta redacción básica adaptada con profesionalismo a las características de la redacción periodística. Pero una de las voces que más resuena en estos ámbitos es la de Gabriel García Márquez quien no sólo opina sobre las características profesionales que deben tener los futuros periodistas sino que también ha puesto manos a la obra en lo que se refiere a la capacitación con la organización de talleres y certámenes para motivar a los que recién se inician. El laureado escritor parte de la siguiente idea: «La certidumbre de que el periodismo escrito es un género literario» (Puntal, 10 de enero de 1998: pàgs. 20-21). Dado su oficio, tanto de literato como periodista, con esta afirmación pone el acento en la destreza redaccional y establece así el punto de partida del proceso de enseñanza - aprendizaje.
Como para toda carrera, se necesita un punto de partida básico como es la vocación -aunque no sea todavía definida- por la disciplina y alguna dosis de predisposición natural por las habilidades básicas que requiere el desempeño del periodismo. Si ese es el inicio de la formación la tarea de aprendizaje se efectúa de manera más dinámica e interesante. a) Con conocimiento de causa por la propia experiencia y como referente en estas lides, el aludido autor, cree que deben existir tres pilares que garanticen una buena formación: b) Prioridad para la aptitud y la vocación c) La comprensión de que la investigación es consustancial con la profesión y d) La necesidad de que la ética acompañe siempre las actividades periodísticas ‘como el zumbido al moscardón`. Esta formulación presenta los postulados básicos ineludibles o la materia prima desde la cual partir para formar futuros profesionales. García Márquez, resume en esta afirmación su idea al respecto: «El periodismo es una pasión insaciable que sólo puede digerirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad» (Puntal, 10 de enero de 1998: pág. 2021). Desde esta idea fundamental y para suplir las debilidades que advierte en la formación, García propone reforzar los aspectos siguientes: a) Técnicas básicas (narración, investigación periodística, fotografía, edición) b) Ética periodística y sus conflictos (libertad de prensa, res-
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3. El principio del realismo El primer paso para la mejora de la realidad personal, profesional o contextual es el conocimiento de la realidad. Se trata de conocer nuestros límites y posibilidades a fin de acortar la distancia que separa la universidad y la vida.
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Estos ítem puntualizan los aspectos sustanciales a tener en cuenta en la enseñanza de periodismo. La mayoría de las carreras aportan estos contenidos -aunque no sea una sola asignatura, que deben articularse para ofrecer un panorama integral del ejercicio de la profesión. En aquellos planes de estudios más eclécticos se dificulta la tarea de desarrollar el tercer ítem señalado, dado que requiere un grado de mayor profundidad en los temas específicos que aluden a las áreas especializadas. En el caso de las universidades públicas -existen propuestas más específicas en el ámbito privado, no sólo a nivel universitario sino también terciario- esta capacitación más delimitada debe adquirirse por iniciativa e inquietudes personales. Esta especialización posterior no es una falencia exclusiva de las carreras de comunicación sino que es un paso a dar en cualquier otra disciplina, aún en aquellas denominadas más tradicionales o que tienen mayor trayectoria y que constituyen las llamadas carreras «clásicas». CONCLUSIÓN Estas reflexiones no pretenden, ni lo plantean, arribar a conclusiones mágicas que resuelvan los inconvenientes constantes en la enseñanza del periodismo. Sólo se intenta volver a reflexio-
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nar sobre los problemas de ofrecer mayor y mejor práctica a los futuros profesionales. Debería pensarse con más frecuencia, aunque sea obvio, que producir en comunicación implica una tarea creativa y en equipo. Generar y favorecer este tipo de actividades permite obtener mejores resultados porque se obtiene un mayor nivel de motivación incentivando las tareas cooperativas. Mejores respuestas se obtienen si se aplican estos principios, en particular, cuando se trata de efectuar una investigación periodística profunda para luego compartir los datos y elaborar el trabajo de redacción de manera individual. Este tipo de propuestas permiten obtener mejores resultados o como se dice habitualmente los alumnos superan, en la mayoría de los casos, los objetivos propuestos. La creatividad se estimula con este tipo de propuestas porque siempre plantean un desafío a superar -la cobertura de una noticia compleja y la posterior realización de productos impresosque se enfrenta en conjunto y con el permanente intercambio de ideas. Este tipo de actividades es valorada positivamente por los estudiantes dado que le permite adquirir un entrenamiento profesional bastante aproximado a la realidad. El principio de realismo se concreta así en estas prácticas y debe realizarse en el marco de libertad necesario para desarrollar capacidades e iniciativas como también el desarrollo del sentido crítico y la permanente autoevaluación.
Estas técnicas que propone, como ya se dijo, la teoría de la motivación en educación superior favorecen la mejor aprehensión del conocimiento y una mejor aceptación de los objetivos por parte de los alumnos. La participación y la realización de las prácticas siempre vinculadas en la teoría y en el reconocimiento de los distintos géneros periodísticos y sus respectivas estructuras formales requieren de la adaptación del profesor a las diferentes individualidades de los alumnos, para hacer propuestas más particularizadas de acuerdo a los intereses de los diferentes grupos de estudiantes. Tener en cuenta esto permitirá no sólo acercar de manera efectiva los tiempos del aprendizaje a los de la producción sino también crear un ámbito de reflexión respecto de las propias prácticas en la construcción de los mensajes y la estructuración de productos periodísticos sean éstos impresos, radiales o televisivos.
BIBILGRAFÍA
Currículos e imaginarios
ponsabilidad social, independencia profesional) c) Nuevas tecnologías y sus efectos en la práctica profesional d) Especialidades del oficio (economía, internacionales, etcétera.)
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Profesora de la Universidad Iberoamericana de Santa Fe, Ciudad de MĂŠxico. E-mail:claudia.benassini@uia.mx
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I. ANTECEDENTES Y CONTEXTO ACTUAL.Hace más de cincuenta años, se iniciaron en México las primeras carreras de Periodismo, Publicidad1 y Comunicación. En su momento, lejos estaban sus fundadores -Carlos Septién García, Ethiel Cervera y José Sánchez Villaseñor, respectivamente- de pensar que, además de formar futuros profesionales que se insertarían en diversos campos, sus proyectos -junto con otros que aparecieron más adelantetambién se transformarían en un imaginario2 social genéricamente identificado como “Escuelas de Comunicación”. Actualmente, con más de treinta nombres y el dato impreciso de cerca de 50,000 alumnos inscritos, estas licenciaturas ocupan el octavo lugar en demanda a nivel nacional3. Asimismo, los espacios profesionales concebidos por sus fundadores –sobre todo los me-
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dios “tradicionales” de comunicación- se han multiplicado tanto por iniciativa de sus egresados como por las necesidades mismas de la profesión.
turas de más reciente expansión -como Relaciones Internacionales- que también compiten con los comunicadores en diversos campos profesionales.
Por otra parte, desde hace ya varios años, la explosión de escuelas de comunicación y las perspectivas tanto laborales como de desarrollo profesional han formado parte de la agenda del CONEICC. En el V Encuentro Nacional celebrado en Puebla en marzo de 1988, se discutieron la enseñanza, el ejercicio profesional y las necesidades sociales en materia de comunicación. Sin embargo, durante la década siguiente se produjo el crecimiento más importante de las escuelas, mismo que pasó de 95 a 223. Asimismo, una mirada a cuarenta planes de estudio tomados al azar muestra grandes semejanzas entre perfiles de ingreso y egreso, currícula y campo de trabajo en el que se insertarán los futuros profesionales. En este sentido, llama la atención que, salvo excepciones, subsiste la preparación en los campos “tradicionales” de nuestras carreras.
De igual forma, aún cuando no puede negarse que las Escuelas de Comunicación preparan egresados que se insertarán en campos profesionales más allá de los “tradicionales”, el imaginario de los empleadores suele mantenerse en dichos campos. Es decir, ubican a los comunicadores trabajando en los medios -en el mejor de los casos en la publicidad- y no lo identifican en una empresa, sea cual sea su carácter5. Aunado a este panorama, es creciente el número de empleadores que, conociendo las características y la formación del comunicador, reconocen que no está dotado de los conocimientos, competencias y habilidades requeridas para formar parte de su empresa, por lo que prefieren contratar a egresados de otras licenciaturas6. En suma, en el imaginario de los empleadores los comunicadores o están en los medios “tradicionales” o comienzan a ubicarlos fuera de su empresa. Cabe destacar que estas miradas todavía no son generalizadas, tal como lo muestran las estadísticas de egresados en activo dentro de la profesión que obran en poder de cada institución que forma comunicadores.
Este panorama ha contribuido a alimentar el imaginario social de la comunicación desde nuestras carreras, mismo que a su vez suelen sostener tanto los aspirantes a nuevo ingreso como los alumnos, al menos durante el tiempo de su estancia en la institución y muchas veces durante su vida profesional. En consecuencia -y desde hace ya varios años-, los espacios considerados como “nuevos” en su momento y muchas veces los “tradicionales”- se ocupan de manera creciente por egresados de licenciaturas a veces afines y a veces incompatibles al menos a primera vista4, a la vez que comienzan a aparecer egresados de licencia-
II.- JUSTIFICACIÓN TEÓRICA DEL TEMA7 Ciertamente, esta problemática no puede hacerse extensiva ni a todas las instituciones que forman comunicadores ni a todos los egresados, independientemente de la institución en la que hayan cursado sus estudios. Sin embargo, como hace casi trece
PRIMERA PERSPECTIVA: LA CONSTRUCCION DEL IMAGINARIO SOCIAL: 1. El punto de partida: “Lo imaginario8 como producción de ilusiones, símbolos, quimeras, evasiones de la dura realidad de los hechos”.- Esta primera mirada nos conduce al plan o proyecto 9 de vida -según el caso- desde la perspectiva de los diversos actores: estudiar una carrera y ejercerla en el ámbito previamente seleccionado; planearla orientada a la formación de futuros comunicadores que se inserten profesionalmente en
los campos trazados; ser docente e investigador en las áreas seleccionadas; formar una empresa propia con los amigos... en suma: hacer lo que realmente queremos hacer. Siguiendo a Colombo, el “imaginario comunicación” se une con otras palabras y pasa de la periferia al centro y adquieren su propio peso conceptual. “El imaginario social como un descentramiento del pensamiento moderno que anula la dicotomía esencialista entre lo real y lo imaginario para desplazar sus fronteras recíprocas al interior del espacio semántico de la realidad” (Colombo, 1993:17, cursivas del autor). 2. Se trata de lo que Castoriadis denomina imaginario radical, “porque la imagen está siempre articulada a la significación dentro de un sistema simbólico. El imaginario configura el vehículo sensible en la constitución del signo portador de la función significante o simbólica. Esta articulación es la materia del símbolo, materia que persiste aún como traza en la osamenta descarnada del algoritmo” (Colombo, 1993:17). En los planes o proyectos de vida anteriormente esbozados están presentes diversos sistemas simbólicos en los diversos actores, cuya constante es la comunicación en sus diversas modalidades y en diversas etapas de la vida. No obstante, el proceso suele ser dialéctico: de la comunicación interpersonal a los medios y de los medios a la comunicación interpersonal. En consecuencia, este proceso estará – o debiera estarlo- mediado por la experiencia. 3. Entre los imaginarios social y radical median los imaginarios efectivos. “El mundo social
se constituye y se articula cada vez en función de un (universo de significaciones), y estas significaciones existen, una vez constituidas, en la modalidad de lo que llamamos el imaginario efectivo (o lo imaginado). Sólo con referencia a estas significaciones estamos en condiciones de entender la ‘elección’ que cada sociedad hace de su simbolismo, en particular su simbolismo institucional, así como los fines a los que subordina la ‘funcionalidad’. Indiscutiblemente sometida a los constreñimientos de lo real y lo racional, inmersa siempre en una continuidad histórica y, por consiguiente, codeterminada por lo que ya estaba ahí, trabajando siempre con un simbolismo ya dado y cuya manipulación no es libre, la producción de dichas significaciones no puede ser exhaustivamente reducida a uno de estos factores o al conjunto de ellos. No puede serlo, porque ninguno de esos factores puede desempeñar el papel de aquéllas, ni ‘responder’ a las preguntas a las que ellas ‘responden’” (Castoriadis en Colombo, 1993:54, comillas y cursivas del autor). En este sentido, el imaginario efectivo de la comunicación estará vinculado al particular simbolismo de cada uno de los actores y, en consecuencia, el cúmulo de simbolismos institucionales supone la funcionalidad y por lo tanto la efectividad del imaginario de la comunicación. Si esto fuera así, podríamos hablar de un imaginario radical de la comunicación. 4. En este proceso interviene la manera en que aprehendemos la realidad, misma que nunca es directa e inmediata; contiene siempre una parte de construcción, de interpretación, de selección. “La mediación está
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años, es necesario hacer un alto en el camino y reflexionar sobre el escenario del comunicador desde la perspectiva de sus diversos actores: alumnos, académicos, directivos, egresados, empleadores y observadores críticos miembros de la sociedad civil. Pero no debemos caer en la complacencia y en la parcialidad; más bien, debemos aprovechar la oportunidad de reunirnos para acercarnos cabalmente tanto al imaginario social del comunicador como a su contraparte, la construcción social de la realidad, no de manera antagónica, sino dialéctica. Para ello, se toman dos perspectivas teóricas: el “imaginario”, desarrollada por Eduardo Colombo y Cornelius Castoriadis y la sociología fenomenológica de Peter Berger y Thomas Luckmann. La primera nos permitirá ir de lo lúdico a la construcción simbólica del imaginario. La segunda nos lleva de la construcción simbólica del imaginario a las preguntas sobre nuestro quehacer como Escuelas de Comunicación, tanto en el marco de las tareas de Acreditación y Certificación, como en el de nuestra propia cotidianeidad.
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dada por el signo significante o símbolo. El universo humano es un orden simbólico. A niveles diferentes el mito, la institución y el fantasma van a integrarse como formas particulares de lo simbólico. La concepción de un imaginario radical ligado constitutivamente a la función simbólica es el instrumento necesario a la reapropiación de ese excluido por excelencia de la práctica colectiva que es el principio instituyente, inmanente a lo social, en una palabra, al Hombre mismo” (Colombo, 1993:17-18). En este sentido, quizá el sistema simbólico que suele determinar el plan o el proyecto de vida -y en consecuencia el más importante- es el de los medios de comunicación y el imaginario de estar en ellos por medio de diversas maneras: desde la presencia profesional (“me gustaría ser como...”, “quisiera tener mi propio programa, mi propio periódico o mi propia agencia...”) hasta la trascendencia mediante la formación de quienes participarán de su quehacer (“fue mi alumno...”, “estudió en esta universidad...”). 5. Asimismo, la comunicación está presente en la construcción del imaginario, en la medida en que utiliza signos significantes y símbolos. No es la única comunicación posible, pero una vez que el orden simbólico existe, todo tipo de comunicación, aun la utilización de un signo como señal, le es tributaria” (Colombo, 1993:22). Desde hace ya varios años, han aparecido las primeras “alertas” con respecto a la formación de comunicadores y a su ejercicio profesional, tal como se consignó en los Antecedentes, incluso con datos. Sin embargo, el panorama actual reviste todas las características de un imaginario: debe utilizar lo
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simbólico no sólo para “expresarse”, sino simplemente para “existir” y, como señala Castoriadis, para ir más allá de lo virtual (Colombo, 1993:23). En suma, se trata de un imaginario que se actualiza, alimentado por los diversos actores, en diversos momentos del devenir histórico. Sin embargo, es indudable que la cadena se inicia en las Escuelas de Comunicación y de ahí irradia a los otros actores, pues los diversos actores hemos ido actualizando, en la medida en que nuestro plan o proyecto de formación se queda en el programa10. Este punto se abordará en la tercera perspectiva.
EL IMAGINARIO, LA INSTITUCIÓN Y LO SIMBÓLICO 1. ¿Bajo qué forma se da la institución, es decir, lo simbólico? Sabemos que todo lo que se presenta en la vida social e histórica pasa por la urdimbre de lo simbólico, que se encuentra en el lenguaje y en las instituciones. “Las instituciones no se reducen a lo simbólico, pero sólo pueden existir en lo simbólico, son imposibles fuera de un símbolo en segundo grado y constituyen cada una su red simbólica. Una determinada organización de la economía, tal sistema de derecho, poder instituido, una religión, existen socialmente como sistemas simbólicos sancionados. Estos consisten en atribuir a determinados símbolos (a determinados significantes) unos significados (representaciones, órdenes, intimaciones o incitaciones a hacer o a no hacer, consecuencias -en una palabra, significaciones, en el sentido lato del término) y en hacerlos valer como tales, es decir, hacer de este vínculo algo más o menos forzado para la so-
ciedad o el grupo considerado” (Castoriadis en Colombo, 1993:38-39). 2. Sin embargo, las instituciones no pueden comprenderse simplemente como una red simbólica. Las instituciones forman una red simbólica que por definición remite al simbolismo. Cualquier interpretación puramente simbólica de las instituciones suscita preguntas como ¿por qué este sistema de símbolos y ningún otro?, ¿qué significaciones vehiculan los símbolos, a qué sistema de significados remite el sistema de significantes?, ¿por qué y cómo consiguen autonomizarse las redes simbólicas? Y podemos ya sospechar que las respuestas a estas preguntas están íntimamente correlacionadas (Castoriadis en Colombo, 1993:50 y ss): a) Comprender, en la medida de lo posible, la ‘elección’ que hace una sociedad de su simbolismo, exige que sean superadas las consideraciones formales o, incluso ‘estructurales’ (...) Y es claro que la cuestión se plantea con mucho más insistencia en el caso de las sociedades históricas. b) Comprender -e incluso simplemente aprehender- el simbolismo de una sociedad, es aprehender las significaciones que éste conlleva. Estas significaciones no aparecen fuera de unas estructuras significantes que las vehiculan; pero esto no quiere decir que se reduzcan a ellas, ni que resulten de ellas de manera unívoca, ni, por último, que sean determinadas por ellas. c) Por último, resulta imposible eliminar la pregunta: ¿cómo y por qué el sistema simbólico de las instituciones consigue autonomizarse? ¿Cómo y por
3. Según Castoriadis es inaceptable la idea de un simbolismo “neutro” o totalmente “adecuado” al funcionamiento de los sistemas reales, puesto que no puede tomar sus signos de donde quiera ni los signos que se quiera. El individuo tiene ante sí un lenguaje ya constituido; por más que asigne un sentido “privado” o “particular” ante una palabra o una expresión no lo hace de manera ilimitada: debe apropiarse de algo que “está ahí”. Esto es igualmente cierto para la sociedad, aunque de manera diferente, puesto que constituye su propio orden simbólico de manera muy diferente a como proce-
de el individuo. Pero esta constitución tampoco es libre: tendrá que obtenerla de lo que “está ahí”. “Todo simbolismo se edifica sobre las ruinas de los edificios simbólicos precedentes, y utiliza los materiales de estos aunque sólo fuera para rellenar los fundamentos de los nuevos templos, como lo hicieron los atenienses después de las guerras médicas. Por sus conexiones naturales e históricas virtualmente ilimitadas, el signifi-cante trasciende siempre la vinculación rígida a un significado específico y puede conducir a los lugares más inesperados. La constitución del simbolismo en la vida social e histórica real no guarda relación alguna con las definiciones ‘cerradas’ y ‘transparentes’ de los símbolos que se suceden en una obra matemática (la cual, por lo demás, nunca puede cerrarse sobre sí misma) (Castoriadis en Colombo, 1993: 39-40). 4. Cuando se trata de un lenguaje, más cuando se trata de las instituciones, los símbolos, los significantes están sometidos al contenido que se supone que circulan, debido a que pertenecen “a unas estructuras ideales que les son propias, se insertan en relaciones cuasirracionales. Constantemente la sociedad se ve confrontada al hecho de que un determinado sistema simbólico debe ser manejado con coherencia; que así lo sea o no lo sea, el caso es que de ello se derivan una serie de consecuencias que se imponen, tanto si se es consciente de ellas y se las quiere como tales, como si no” (Castoriadis en Colombo, 1993:40-41). En suma, la sociedad construye su simbolismo, aunque no en total libertad, puesto que el simbolismo toma de lo natural, de lo histórico y por último de lo racional y no
será impuesto a la sociedad considerada. “Todo esto produce una concatenación de los significantes, unas relaciones entre significantes y significados, unas conexiones y consecuencias, a las que no se apuntaba, ni estaban previstas. (...) el simbolismo determina ciertos aspectos de la vida social (y no solamente aquellos que se suponía que determinara) a la vez que está lleno de intersticios y grados de libertad” (Castoriadis en Colombo, 1993:41). 5. Es muy distinto decir que no puede elegirse un lenguaje con absoluta libertad y que todo lenguaje contamina todo lo que ha de decirse, a creer que estamos fatalmente dominados por el lenguaje y que nunca podremos decir otra cosa que no sea la que éste nos sugiere. “No podemos nunca salir del lenguaje, pero nuestra movilidad dentro del lenguaje no tiene límites y nos permite poner todo en cuestión, inclusive el propio lenguaje y nuestra relación con él. Lo mismo ocurre con el simbolismo institucional, pero, naturalmente, el grado de complejidad es incomparablemente mayor. Nada de lo que es propio de lo simbólico impone ineludiblemente la dominación de un simbolismo autonomizado de las instituciones sobre la vida social; nada, incluso en el simbolismo institucional, excluye el uso lúcido de éste por parte de la sociedad (pero, otra vez, damos por descontado que no es posible concebir unas instituciones que impidan por un ‘mecanismo incorporado’ el esclavizamiento de la sociedad por su simbolismo” (Castoriadis en Colombo, 1993:42). 6. Estas determinaciones de lo simbólico no agotan su sus-
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qué la estructura institucional, en cuanto se plantea se convierte en un factor al que queda subordinada, y como encadenada, la vida efectiva de la sociedad? Contestar que está en la naturaleza del simbolismo autonomizarse, sería mucho peor que una inocente tautología. Sería lo mismo que decir que está en la naturaleza del sujeto alienarse en los símbolos que emplea, con lo que se llegaría a abolir todo discurso, todo diálogo, toda verdad, al sostener que todo cuanto decimos está guiado por la fatalidad automática de las cadenas simbólicas. Y sabemos en todo caso que la autonomización del simbolismo como tal, en la vida social, es un fenómeno secundario. Cuando la religión se coloca, frente a la sociedad, como un factor automatizado, los símbolos religiosos tienen independencia y valor únicamente en la medida en que encarnan la significación religiosa, su brillo es prestado -como lo muestra el hecho de que la religión pueda recurrir a otros símbolos, crear nuevos significantes, apropiarse otros ámbitos para sacralizarlos.
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tancia. Queda un componente esencial y decisivo: el componente imaginario de todo símbolo y de todo simbolismo, independientemente del nivel donde se encuentren. Las profundas y oscuras relaciones que unen lo simbólico y lo imaginario aparecen cuando prestamos atención a que “lo imaginario tiene que utilizar lo simbólico, no sólo para ‘expresarse’, lo cual es evidente, sino para ‘existir’, dejar de ser algo virtual y convertirse en algo más (...) Sin embargo, en la medida en que lo imaginario equivale finalmente a la facultad originaria de plantear y de darse, en la modalidad de la representación, una cosa o una relación que no lo son (que no están dadas en la percepción o que nunca lo estuvieron), hablaremos de un imaginario último o radical, como raíz común de un imaginario efectivo y de lo simbólico. Se trata finalmente de la capacidad elemental e irreductible de evocar una imagen” (Castoriadis en Colombo, 1993:43). “La influencia decisiva de lo imaginario sobre lo simbólico puede ser comprendida a partir de esta consideración: el simbolismo supone la capacidad de establecer entre dos términos un vínculo permanente, de modo que uno de éstos ‘represente’ al otro. Pero sólo en las etapas muy avanzadas del pensamiento racional lúcido pueden estos tres elementos (el significante, el significado y su vínculo sui generis) mantenerse simultáneamente unidos y distintos, en una relación a la vez firme y flexible. De no ser así, la relación simbólica (cuyo uso ‘propio’ supone la función imaginaria y el dominio de ésta por la función racional) vuelve, o mejor dicho, nunca va más allá de donde surgió: en el vínculo rígido (las más de las veces, en la modalidad de la
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identificación, de la participación o de la causación) entre el significante y el significado, el símbolo y la cosa, es decir, en un imaginario efectivo” (Castoriadis en Colombo, 1993:43-44).
hace varias décadas las prácticas profesionales atraviesan por su correspondiente proceso de institucionalización, aunque no necesariamente en manos de los comunicadores.
SEGUNDA PERSPECTIVA: ¿LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL DE LA REALIDAD?
3. Igualmente, las carreras de Comunicación se encuentran en un proceso de legitimación que comparten con otras. Berger y Luckmann destacan que este proceso “...’explica’ el orden institucional atribuyendo validez cognoscitiva a sus significados objetivados. La legitimación justifica el orden institucional adjudicando dignidad normativa a sus imperativos prácticos. Es importante comprender que la legitimación tiene un elemento tanto cognoscitivo como normativo. No sólo es cuestión de valores; implica también ‘conocimiento’. No sólo indica al individuo por qué debe realizar una acción y no otra; también le indica por qué las cosas son lo que son. En otras palabras, el ‘conocimiento’ precede a los ‘valores’ en la legitimación de las instituciones” (Berger y Luckmann, 1989:122, comillas de los autores).
1. Desde hace ya varias décadas, las Escuelas de Comunicación -enmarcadas en la educación superior- atraviesan por un proceso de institucionalización de sus prácticas educativas. De acuerdo con Berger y Luckmann, “...aparece cada vez que se da una tipificación recíproca de acciones habitualizadas por tipos de actores. Dicho de otra forma, toda tipificación es una clase de institución. Lo que hay que destacar es la reciprocidad de las tipificaciones institucionales y la tipicalidad no sólo de las acciones, sino también de los actores en las instituciones. La tipificación de las acciones habitualizadas que constituyen las instituciones siempre se comparten, son accesibles a todos los integrantes de un determinado grupo social y la institución misma tipifica tanto a los actores individuales como las acciones individuales” (Berger y Luckmann, 1989:75). 2. Aún cuando no es el momento de discutir -mucho menos de resolver - en qué grado de institucionalización se encuentra nuestra correspondiente Escuela de Comunicación, esta conceptualización complementa la idea de Castoriadis, en el sentido de que las instituciones no pueden comprenderse solamente como redes simbólicas. De la misma forma, también desde
4. Tampoco es el momento de discutir sobre la legitimación. Sin embargo, como en el caso de la institucionalización, incorporar la legitimación complementa la discusión sobre el imaginario social del comunicador, al propiciar que los actores lo visualicemos desde la perspectiva de la realidad. En suma, la legitimación debe dar pie a un diálogo con el imaginario y a sus vinculaciones con las realidades espacio-temporales de los diversos actores. Sólo así comprenderemos su presencia y ausencia intermitentes y sólo así podremos tomar distancias igualmente intermitentes entre
5. De acuerdo con Colombo, a lo imaginario se opone la realidad y, en consecuencia, es cortado por la ciencia. “Y como el poder político se ocupó siempre de organizar las relaciones sociales y económicas, el mundo moderno le cede lo real como campo de acción, le otorga como instrumento la razón despojada de falsas creencias e ilusiones, y como ley el ‘realismo político’” (Colombo, 1993:7-8). 6. Asimismo, nuevamente se recurre a los Antecedentes para subrayar el papel de los diversos actores involucrados en el proceso no sólo en la construcción del imaginario social del comunicador, sino también en una construcción social de la realidad si no falsa, al menos parcial. Siguiendo a Peter Berger y Thomas Luckmann (1989), para que dicha construcción fuese real -si esto es posible-, debería incluir la totalidad del cúmulo social de conocimientos, a socializar, en este caso relacionado con la formación de comunicadores y su inserción en el mercado laboral. Dicho cúmulo social de conocimientos debería estar conformado al menos por los generados por las instituciones con respecto a su licenciatura, el cuerpo de conocimientos propio de la comunicación y la perspectiva de los empleadores. 7. Por lo que se refiere a la información/conocimiento gene-
rada por las instituciones con respecto a su licenciatura -y sin afán de generalizar-, cabe preguntarse si es veraz o simplemente atractiva para los estudiantes. Es decir, si se tiende a presentar los aspectos legitimados (prestigio institucional, profesorado, trayectoria de los egresados etc.), mientras se ocultan las carencias o limitaciones inherentes a nuestra práctica educativa (actualización curricular, situación de los laboratorios en materia de actualización de equipo y posibilidades de satisfacer las necesidades docentes) y las oportunidades reales de ejercicio de la profesión. Esto último en un auténtico diálogo con la sociedad para conocer sus demandas y con los empleadores, al menos en lo referente a los campos de trabajo, a la saturación de algunos y a la apertura de los nuevos; incluso, pareciera que en muchos casos ni siquiera hay diálogo con los egresados. En este sentido, el imaginario social suele alimentarse con una folletería atractiva, con imágenes de alumnos trabajando a sus anchas en los laboratorios, una tira de materias cuyos nombres -salvo los de los medios y algunas excepciones- no proporcionan mucha información y un campo de trabajo atractivo, pero incapaz de emplear a los cientos que anualmente egresan de nuestras escuelas. 8. Asimismo, también se ha incorporado parcialmente el cuerpo de conocimientos que se ha generado con respecto a la comunicación. Esto es producto de factores que van desde la apertura de carreras sin los mínimos para satisfacer las demandas de aprendizaje, la contratación de docentes improvisados y sin experiencia en el campo sobre el que imparten sus
asignaturas y con problemas de actualización teórica. En consecuencia y en el mejor de los casos, la socialización de estos conocimientos suele llevarse a cabo en el mercado laboral. No sucede lo mismo con el cúmulo social de conocimientos propio de la Teoría de la Comunicación, mismo que no proporciona elementos para analizar la complejidad creciente de los fenómenos comunicativos y sus diversas modalidades. En casos extremos -que no son pocos- continúan socializándose el paradigma de Lasswell, el esquema Funcionalismo-Estructuralismo-Marxismo y la perspectiva del Imperialismo Cultural. Nuevamente en el mejor de los casos, estos conocimientos serán socializados a través de los Posgrados u otras modalidades de actualización profesional. 9. En este sentido, desde el imaginario cabe preguntarse si las Escuelas de Comunicación tienen un plan, un proyecto o un programa y desde dónde lo conciben. Al interior de las Escuelas de Comunicación alumnos, docentes y autoridades han contribuido a alimentar el imaginario de carrera, a través de una realidad parcial, construida a través de sus percepciones. Sin embargo, esta realidad difiere de la inconclusa inherente a lo cotidiano, que por naturaleza supone una construcción continua -nunca completa-, individual y colectivamente, por medio del conocimiento y la experiencia. El primero se ha incorporado parcialmente -y en consecuencia socializado parcialmente- por diversas razones como la ignorancia, el ocultamiento deliberado y una percepción de la realidad alimentada por el propio imaginario, o una combinación de las tres, a las que se suman otras de
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la realidad y el imaginario. No necesariamente se trata de reemplazar el primero por el segundo en una determinada etapa de la vida de los sujetos, sino de plantear ambos en un espacio y un tiempo, un aquí y un ahora. Todo esto en un tránsito de la complacencia a la crítica y ¿por qué no? viceversa.
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índole particular. La experiencia también se ha aprovechado parcialmente, sobre todo por los académicos que desempeñan roles profesionales, puesto que hablan desde la propia, que no necesariamente es una experiencia social y socializada. Por su parte, los académicos de tiempo han puesto su experiencia docente, básica en la socialización de conocimientos cuando está debidamente fundamentada. Sin embargo, muchos no la tienen en el ejercicio profesional, o también es parcial igual que su percepción de la realidad. 10. En consecuencia, en el imaginario de las carreras de comunicación y afines construido desde las instituciones educativas, no necesariamente participan los empleadores. Su percepción de la realidad es diferente y se basa, al menos en parte, en el conocimiento y la experiencia que no han sido incorporados a la construcción del imaginario. Hay diferencias entre las estructuras de relevancia de ambas partes, que se hace presente al dar prioridad a competencias, habilidades e intereses diferentes. Una parte da preferencia a la formación desigual, según las características de la institución educativa- de profesionales que se insertarán en los medios de comunicación ya saturados-, la publicidad y las relaciones públicas. La otra parte no necesariamente se inclina por egresados con este perfil, sino por profesionales que puedan solucionar problemas inmediatos de diversa índole, en los que la comunicación funge como mediadora entre los actores participantes en dicha problemática. III.- PROPUESTA La perspectiva teórica abordada en el apartado anterior permite
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establecer relaciones entre la realidad y el imaginario. Los supuestos que de aquí se desprende son los siguientes: 1. En las instituciones y los actores que conforman el mundo de la comunicación lo real y lo imaginario conviven cotidianamente y de manera diferenciada para unos, e indiferenciada para otros, particularmente los alumnos. Es decir, en ningún momento prevalece únicamente la realidad o únicamente el imaginario. 2. Por lo que se refiere a las Escuelas de Comunicación y a los campos profesionales en sus diversas modalidades de organización, cada institución construye su realidad a partir de su cotidianeidad. En esta construcción nunca interviene el cúmulo social de conocimientos en la materia. De ahí la importancia de escuchar a todos los actores que participan en los procesos de construcción. 3. En consecuencia, el punto de partida es que, como toda realidad social, la del comunicador es incompleta; se construye cotidianamente y entre diversos grupos de referencia: familia, amigos, docentes e investigadores, directivos, trabajo etcétera. En este proceso de construcción de la realidad, dichos grupos aportan sus respectivos conocimientos, experiencias e imaginarios; los tres elementos generan consenso para vivir en sociedad. La propuesta que se presenta para el XI Encuentro del CONEICC no sólo es producto de las perspectivas teóricas seleccionadas. También pretende recoger tanto las opiniones del foro virtual que se abrió para facilitar la discusión entre los interesados, como el es-
píritu de la propuesta que presentó Jesús Becerra. OBJETIVO CENTRAL DEL ENCUENTRO Reflexionar sobre qué referentes construyen su realidad cotidiana los diversos actores de la comunicación y la presencia del imaginario en este proceso. OBJETIVOS PARTICULARES 1. Reunir a los diversos actores de la comunicación: directivos, académicos e investigadores, alumnos y profesionales en torno al “Imaginario Social de la Comunicación”. 2. Discutir sobre el papel de la comunicación en la construcción simbólica de la realidad y el imaginario del comunicador. 3. Abrir espacios de diálogo entre los diversos actores de la comunicación para intercambiar experiencias y para contrastar desde dónde construyen su realidad cotidiana y cuales son sus imaginarios. EJES TEMÁTICOS DEL ENCUENTRO11 : 1. La comunicación en la construcción simbólica de la realidad y del imaginario de la comunicación. Tiene como propósito abordar las construcciones simbólicas y sus implicaciones en la realidad y el imaginario de la comunicación. A diferencia de los otros dos ejes temáticos, éste supone la participación de académicos e investigadores que discutan en torno a dos puntos, ya sea por separado o de manera intercalada: a) Los símbolos en la construcción de la realidad de los acto-
3. ¿Realidad o imaginario profesional de la comunicación? Es probable que la pregunta quede sin respuesta. Este eje pretende reunir a profesionales de los diversos campos en los que se ejerce la comunicación, con el propósito de intercambiar experiencias, a partir de sus biografías individuales, y en torno a dos miradas que no necesariamente se contraponen entre sí, ni dan lugar a dos mesas de trabajo diferentes: a) El imaginario de la comunicación en el plan o proyecto de vida de los profesionales. ¿Son egresados de las carreras de comunicación? ¿Trabajan en el campo en el que planeaban hacerlo cuando eran estudiantes? ¿Cómo se insertaron en sus diversos campos? ¿Cuáles son sus rutinas sus experiencias profesionales y sus imaginarios?
b) El imaginario profesional de la comunicación. ¿Cómo visualizan el campo profesional en el que se desempeñan? ¿Qué expectativas laborales existen? ¿Cuál es su percepción de las escuelas de comunicación?
1. El Instituto de Mercadotecnia y Publicidad inició sus actividades el 15 de julio de 1961. Su fundador, Ethiel Cervera, concibió en principio la idea de formar técnicos que trabajarían en diversos ámbitos vinculados con el campo. Aproximadamente diez años más tarde se iniciaron las actividades de la licenciatura en Publicidad, aunque continúa la formación de técnicos. 2. Como “imaginario” se entiende la categoría de Eduardo Colombo (1993:7-8): “La imaginación, lo imaginario, evoca en su acepción corriente la producción de ilusiones, símbolos, quimeras, evasiones siempre de la dura realidad de los hechos. El mundo imaginario, así definido por la tradición estética o científica, queda reservado al dominio de la literatura, de la poesía o de las artes. A lo imaginario se opone, entonces, la realidad. Y como el poder político se ocupó siempre de organizar las relaciones sociales y económicas, el mundo moderno le cede lo real como campo de acción, le otorga como instrumento la razón despojada de falsas creencias e ilusiones, y como ley el ‘realismo político’”. Las negritas son nuestras. 3. Las estadísticas corresponden al Anuario 1999 de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES) y están distribuidas en los rubros “Ciencias Sociales y Administrativas”,
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2. ¿Realidad o imaginario de las escuelas de comunicación? Una pregunta presente, aunque de distintas maneras, en directivos, académicos, investigadores y alumnos. De acuerdo con la propuesta teórica, su respuesta -si esto es posible- depende de la contestación que a otras preguntas proporcionen estos actores: a) Escuelas de Comunicación: ¿plan, proyecto o programa? Mesas de trabajo con directivos de diversas escuelas para acercarse a la construcción de su realidad cotidiana a partir de sus actividades: planeación de carrera, relación con los demás actores de la comunicación, problemas y expectativas. En suma, se trata de entablar un diálogo con los responsables de las carreras que, idealmente, redunde en actividades posteriores. b) Escuelas de Comunicación: ¿imaginario social, radical o efectivo? Mesas de trabajo con alumnos, moderadas por académicos, en las que expongan sus expectativas y sus realidades. ¿Por qué estudian Comunicación? ¿Cuáles son sus proyectos a corto y mediano plazo? ¿En
qué campo profesional les gustaría desarrollarse? ¿Por qué? ¿Cómo construyen su realidad cotidiana? c) El imaginario de la comunicación en el plan o proyecto de vida de académicos e investigadores. Mesas de trabajo con académicos e investigadores y alumnos para acercarse a la construcción de su realidad cotidiana y de sus imaginarios, a partir de sus conocimientos y experiencias. Para ello se propone la organización de mesas de trabajo por asignatura, para propiciar el intercambio de experiencias entre realidades y contextos diferentes. Desde otra perspectiva, y con una mecánica diferente, será importante reunir a investigadores y académicos para discutir teóricamente sobre el imaginario desde diversos enfoques. Ambas vertientes incluyen la discusión sobre el papel de las Escuelas de Comunicación en la construcción del imaginario.
NOTAS
res de la comunicación. Los sistemas simbólicos en las instituciones en las que se insertan los actores de la comunicación. ¿Cómo y por qué se seleccionan determinados sistemas simbólicos? ¿Qué significaciones transportan? ¿Son autónomos los sistemas de símbolos institucionales? ¿Cómo interactúan unos sistemas con otros? b) Los símbolos en la construcción del imaginario de los actores de la comunicación. Los medios de comunicación tradicionales y nuevos en la construcción del imaginario. La realidad en la construcción del imaginario: imágenes de la ciudad, de las organizaciones, de los actores.
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El imaginario social del comunicador
“Diseño Publicitario” y “Diseño y Comunicación”. Las estadísticas son imprecisas pues no todas las instituciones que imparten estas licenciaturas están incluidas en los datos de la ANUIES. El octavo lugar es después de Derecho, Contaduría, Administración, Ingeniería Industrial, Medicina, Informática y Arquitectura en ese orden. 4. Por ejemplo, desde hace ya varios años el campo de la Comunicación Organizacional es compartido por egresados de licenciaturas en Administración, Contaduría, Relaciones Industriales e Ingeniería Industrial. 5. Los datos corresponden a una encuesta coordinada por el CONEICC que se aplicó en 1997 en diversos puntos del país. Trabajos más recientes muestran la misma tendencia, incluso en ciudades que cuentan ya con cierta tradición en la formación, por ejemplo, de comunicadores organizacionales, a los que puede añadirse la Promoción en sus diversas modalidades. 6. Una encuesta aplicada durante los meses de noviembre y diciembre del año pasado muestra las mismas tendencias. Por ejemplo, el Vicepresidente Ejecutivo de una agencia de Relaciones Públicas afirmó que contrataba a egresados de Relaciones Internacionales, Ciencias Políticas y Comunicación en menor medida, dadas sus habilidades en redacción para diversos materiales y en desarrollo de estrategias de comunicación. Otros más señalaron que no contrataban egresados en Comunicación debido a su falta de conocimientos sobre temas que debían ser de su competencia. Cabe aclarar que la muestra fue muy extensa e incluyó prácticamente todos los campos profesionales; asimismo, estos empleado-res contratan a egresados de otras carreras procedentes de instituciones en las que desde hace varios años se imparten licenciaturas en Comunicación.
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7. La información contenida en este apartado forma parte del libro Escuelas de comunicación en México: ¿un imaginario social? de próxima publicación. 8. Colombo insiste en que el término se ha desvirtuado y reitera que “el imaginario del que hablo yo no es la imagen de. Es creación incesante y esencialmente indeterminada (social-histórica y psíquica) de figuras/formas/imágenes, y sólo a partir de éstas puede tratarse de ‘algo’. Lo que llamamos ‘realidad’ y ‘racionalidad’ son obras de esta creación” (en Colombo, 1993:29); las negritas son nuestras. 9. Castoriadis distingue proyecto de plan. Este último “corresponde al momento técnico de una actividad, cuando condiciones, objetivos y medios pueden ser, y son, determinados ‘exactamente’ y cuando el ordenamiento recíproco de los medios y los fines se apoya en un conocimiento suficiente del campo afectado.” (Castoriadis en Colombo, 1993:31). Por su parte, el proyecto “apunta a la propia realización como momento esencial. Si existe un desfasaje entre representación y realización, no es por principio o, mejor dicho, depende de otras categorías que la distancia entre ‘idea’ y ‘realidad’: remite a una nueva modificación, tanto de la representación como de la realidad. En este aspecto, el núcleo del proyecto es un sentido y una orientación (dirección hacia) que no se deja simplemente fijar en unas ‘ideas claras y definidas’, y que va más allá de la representación misma del proyecto tal como se podría fijarla en un instante dado cualquiera” (Castoriadis en Colombo, 1993:31). En consecuencia, se hablará del “plan” o del “proyecto” de vida según las historias individuales de los actores que participan en el imaginario social del comunicador y en ningún momento deben tomarse como sinónimos.
10. Para contextualizar el término “programa”, es necesario pasar por el concepto que Castoriadis entiende por “política”: “Lo que hasta aquí se ha llamado política fue, casi siempre, una mezcla en que dominó la manipulación, que trata a los hombres como cosas, en base a sus propiedades y reacciones supuestamente conocidas. Lo que llamamos política revolucionaria es una praxis que da como objetivo la organización y la orientación de a sociedad con miras a la autonomía de todos, y que reconoce que ésta presupone una transformación radical de la sociedad, no siendo esta última posible, a su vez, sin el despliegue de la actividad autónoma de los hombres” (Castoriadis en Colombo, 1993:30). En suma, se trata del deber ser de la educación superior. Siguiendo nuevamente a Castoriadis, “Cuando se trata de política, la representación de la transformación a la que se apunta, la definición de los objetivos, puede tomar –y debe necesariamente tomar, en ciertas condiciones- la forma del programa. El programa es una concreción provisional de los objetivos del proyecto en torno a unos puntos juzgados esenciales en las circunstancias dadas, en tanto que su realización conllevaría o facilitaría, por su propia dinámica, la realización del conjunto del proyecto. El programa no es más que una figura fragmentaria y provisional del proyecto. Los programas pasan, el proyecto queda. Como de cualquier otra cosa, puede darse fácilmente una degradación y degeneración del programa: el programa puede ser tomado como un absoluto, la actividad y los hombres alienarse al programa. Esto, en sí, no es prueba de nada en contra de la necesidad del programa” (Castoriadis en Colombo, 1993:31-32). 11. Las líneas de trabajo son propuestas que podrán modificarse a juicio de los coordinadores de línea. Lo mismo va para las sugerencias de los participantes.
Estudios culturales transdisciplinariedad y multidisciplinariedad
R. Follari
Roberto Follari
Relevo en las ciencias sociales latinoamericanas
Doctor en Psicología, Profesor de posgrado en universidades de Argentina,Venezuela, México y Ecuador. Consultor de OEA, CONEAU, Agencia Nacional de Ciencia y Tecnología. E-mail:rfollari @fcp.uncu.edu.ar
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Relevo en las ciencias sociales
Ya hemos realizado un trabajo previo donde relacionamos cierto auge de las posturas que se pretenden “postdisciplinarias”, con posiciones y detentamiento del poder dentro del espacio académico1. Señalamos que la retórica de superación de la departamentalización universitaria como poder cristalizado, carece habitualmente de seriedad conceptual e ideológica. Sostenerla con una suficiente rigurosidad, exigiría proponer una estructura académica alternativa (cosa que no vemos que se practique) y demostrar que esa nueva estructura concentraría el poder de manera significativamente menos marcada que la departamental. Afirmamos que se trata de posturas que en realidad han reemplazado la crítica del poder académico, por la de la departamentalización, lo cual permite ejercer veladamente otros modos de tal poder académico ahora “antidisciplinario”,
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tales como la ocupación simultánea (en nombre de la interdisciplina) de varios espacios disciplinares y departamentales a la vez (lo cual, obviamente, es muestra de cierta necesaria inadecuación a la especificidad de cada una de ellos), o la ubicación privilegiada en los “Area studies” tan propios de las universidades estadounidenses, en los cuales no se ve que el poder institucional se haya diluido (y no hay en realidad ninguna razón por la cual se debiera haber esperado tal dilución). No vamos ahora a repetir más al respecto, pero sí queremos dejar despejado cualquier “obstáculo epistemológico” ligado a la pretensión -sin duda ilusoria- de que proponer lo inter o transdisciplinario guarde de por sí algún especial valor democratizante o crítico. Basta advertir que la propuesta a menudo proviene desde quienes detentan lugares muy altos en la pirámide de poder académico (en nuestro trabajo anterior, presentábamos el caso de J.Derrida, haciendo tal propuesta en las universidades de Estados Unidos)2. Queremos hacer una aclaración primera: en nuestros trabajos (también en este), cuando utilizamos las expresiones “transdisciplina” e “interdisciplina”, lo hacemos de una manera que invierte los significados que mayoritariamente se encuentran en la literatura sobre el tema. La actual nueva oleada de moda interdisciplinar, se plantea en nombre de la transdisciplina. Es que por interdisciplina suele entenderse la interacción de disciplinas diferentes (a través de sus categorías, leyes, métodos, etc.), en el sentido de que las modalidades de una de ellas sirven al objeto de otra, y son incorpora-
das por esta última (por ejemplo, la noción de estructura tomada por Levi-Strauss desde la lingüística). Y por transdisciplina, en cambio, el tipo de interrelación que une orgánicamente aspectos de diversas disciplinas en relación con un objeto nuevo no abarcado por ninguna de ellas3. En nuestro caso utilizaremos invertidamente esos términos. Tal decisión no es un simple capricho, sino que responde al hecho de que, cuando hicimos en México nuestro prolongado estudio inicial sobre esta temática, ese era el uso predominante. Y mayoritariamente la literatura sobre la cual se estableció entonces (y desde entonces en adelante) la discusión en aquel país, mantuvo tales nomenclaturas4. Hecha la salvedad anterior, señalaré con total brevedad la tesis que entonces sostenía, y que, basada en la epistemología bachelardiana, todavía considero válida (o cuanto menos,no advierto que haya sido argumentativamente refutada): la unión interdisciplinar no tiene nada de “natural”, es siempre precaria y problemática. Las ciencias no se constituyen desde el continuum de lo real, sino desde la discontinuidad de los puntos de vista racionales que estatuyen los objetos teóricos diferenciales5. En atención a lo dicho, la tendencia de los discursos de las diferentes disciplinas no es reunirse en una confluencia natural, ni tender a una coherencia mutua. Por el contrario, la relación se establece en la inconmensurabilidad planteada por Kuhn, sólo que de una manera aún más radical, dado que él lo hacía sólo para diversas teorías pertenecientes a la misma disciplina6.
Además, la disciplinariedad no es un mal epistémico a exorcizar. La especificidad de las disciplinas no es una maldición que hubiera caído sobre el previo logro de un conocimiento unificado, sino el procedimiento analítico imprescindible para avanzar en el conocimiento científico. No habría ciencias, si estas no se hubieran especificado diferencialmente entre sí, terminando con la previa unidad metafísica del conocimiento. De manera que habrá que cuidarse de, bajo la idea de acercar las disciplinas en algún enriquecimiento potenciador, volver a situaciones “predisciplinares”. Es decir, existe -si no se hace la discusión epistemológica necesaria- la posibilidad de estipular discursos ingenuos sobre la supuesta superación de las disciplinas, que en realidad no sean superación, sino simple negación de su especificidad constitutiva. Por ahora debemos dejar constatado que la necesaria discusión epistemológica para hablar con seriedad de la cuestión interdisciplinar, suele estar ausente. El discurso pasa por la retórica “antidisciplinar” que da por sentado que sería naturalmente positivo “superar” las disciplinas en lo que tendrían de cerrazón y aislamiento, y en ligar sin más la cuestión a la de la estructura organizativo-académica departamental, como si una cosa y la otra no debieran tratarse con especificidad y densidad en cada caso propias7. No encontramos ni propuesta epistemológica coherente para justificar los intentos inter-
disciplinares, ni diferenciación de este tema con el de la organización de lo académico, ni discusión especializada sobre esto último. El lenguaje sobre lo interdisciplinar linda con el juego retórico puro: “Para mí, es tan importante nutrirme en estos autores que acabo de citar (científicos sociales, nota de R.F.) como en Win Wenders o en Peter Greeneway”, afirma García Canclini. Y luego: “la transdisciplinariedad se ha visto en la necesidad de abrirse hacia estos modos “menos racionales” de aproximación a lo real”8. Dejemos de lado la referencia al arte como “menos racional”, seguramente propio del lenguaje apresurado de una entrevista, de parte de un experto en consumos artísticos. Aquí se incluye bajo la noción de transdisciplina, discursos que no son disciplinas científicas. Ello, ciertamente, requeriría criterios epistemológicos específicos, aún mucho más complejos que los que tampoco son traídos a cuento -pero serían necesariospara la transdisciplina tal cual habitualmente se la entiende (relación dada exclusivamente entre ciencias). En cualquier caso, si se mezcla ciencia y arte, habrá que ver en qué sentido (para hacer un discurso científico o artístico), o de lo contrario habrá que asumir abiertamente la no pretensión científica del propio discurso (al respecto, hay vacilaciones en García Canclini, quien ha sostenido que los EC son “sólo narrativas”. Pero lo ha hecho en un artículo en el que a la vez supone la superioridad de los EC sobre otros discursos de las ciencias sociales... eso implica sugerir que estos últimos tampoco son científicos, o que la ciencia es menos explicativa que las narrativas, lo cual creo que
ya llevaría a un embrollo epistemológico mayor)9. De cualquier modo, esto intenta ser desplazado como si no constituyese un problema: “La vigilancia epistemológica es uno de los lados de Bourdieu que no me gustan. Además de las implicaciones policiales, que no hay que adjudicarle necesariamente a Bourdieu, esa noción tiene una cierta coherencia con posiciones de estrictez, de sistematicidad, que me parecen demasiado rígidas”10. Dejemos nosotros de lado la poco pertinente referencia a lo policial... ¿Qué implicación tiene rechazar la exigencia epistemológica? ¿Desde cuándo los criterios de cientificidad son una especie de rémora de la que nos podemos desprender desde un simple gesto de fastidio? Será tal vez como resultado de tal abandono de lo epistemológico, que encontramos a menudo en este autor la asociación aproblemática e inmediata entre multiculturalismo y transdisciplina. Se está suponiendo que porque nos interesa la diferencia, hacemos la mezcla disciplinar. Y porque estudiamos el multiculturalismo, lo hacemos transdisciplinarmente 11 . Por cierto, las citas al respecto podrían multiplicarse. Es incomprensible la precitada asociación, salvo en el plano de lo expresivo. Conceptualmente, se trata de dos cuestiones por completo independientes. No se ve por qué no se podría estudiar disciplinarmente el multiculturalismo (por ejemplo, desde la antropología), y tampoco es obvio bajo qué condiciones se lo haría de manera transdisciplinaria para asegurar que ello superara lo disciplinar. A la inversa, no se advierte en qué sentido las múltiples culturas se
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Los lenguajes de las ciencias son mutuamente intraducibles, y fuertemente diferenciales, promoviendo una Babel a la hora de su mutuo discernimiento.
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benefician con el tratamiento que el autor llama transdisciplinar: si se trata de hacer justicia a la diferencia, lo primero sería tenerla en cuenta, no fundir la especificidad disciplinar en una mezcla donde desaparezca toda peculiaridad. Pero por otro lado... el problema de “la occidentalidad” del campo de lo escrito y su hegemonía sobre el hablado, del dominio de la sistematicidad sobre lo asistemático, no se supera con apelaciones piadosas a superar las disciplinas. Allí se requiere enérgicas acciones políticas que hagan un reto frontal al poder especializado de los intelectuales. Programa que estaba abiertamente establecido en los inicios ingleses de los EC, pero que ha desaparecido en la medida en que estos se han institucionalizado en la cúspide de lo académico universitario. La desproblematización acerca de los protocolos que justifiquen la mezcla interdisciplinar, se advierte también en el supuesto -no sólo de García Canclini, sino también de otros autores de EC- referido a que su propio y personal discurso opere como interdisciplinar. Esta distorsión monumental, por la cual un solo académico podría razonablemente producir efectos de superación sobre el aporte de las disciplinas, conlleva problemas inevitables a la hora de los efectos de conocimiento (o desconocimiento) producidos por los textos. ¿Puede creerse plausiblemente que la “síntesis” operada por un autor no sea aquella funcional a su propia y específica formación? Aquí encontramos parte de la explicación de los déficits de los EC en Latinoamérica desde el punto de vista de lo económico y lo sociológico. “Yo no soy economista”, res-
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ponde García Canclini cuando se le pregunta por el lugar que ocuparía lo económico en una perspectiva de lo que yo llamo interdisciplinar 12 . Por cierto: sólo un buen economista podría incluir suficientemente la perspectiva económica. Es decir: lo interdisciplinar es un efecto de trabajo colectivo, exige una larga labor grupal. Nadie es personalmente interdisciplinar ni escribe interdisciplinarmente, ello implica una contradicción en los términos: la interdisciplina supone poner a trabajar juntos a académicos que conozcan adecuadamente la disciplina en que están sistemáticamente formados. De lo contrario, tenemos larvadas hegemonías disciplinares, sosteniendo un discurso que supone ponerse por encima de tales hegemonías. Y es este es el último -pero no el menos importante- punto que queremos destacar en cuanto al problema del conocimiento interdisciplinar: la supremacía implícita otorgada al tema de la cultura que, al haberse “superado” las perspectivas disciplinares, lleva a connotar que problemas como el de identidad son más relevantes que los del ajuste estructural, o que la discusión acerca de las clases sociales ya no viene a cuento, porque se entiende que desde el punto de vista cultural no es pertinente. La denominada “transdisciplina” supone de hecho asumir el privilegio de decir la supuesta verdad no sólo sobre un ámbito disciplinar, sino sobre otros de las ciencias sociales. Pero a la vez permite no asumir a estas últimas a fondo, porque en los hechos se está privilegiando (y no podría ser de otra manera) un cierto punto de vista sobre los otros posibles. En este caso, la cultura desplaza a lo económico.
“En muchos de los trabajos de los EC de los años 80 y 90 parecería que, después de muchos años de economicismo , se olvida o se pierde el estudio de la dimensión económica”, le plantea el entrevistador de la revista Causas y azares a García Canclini13, haciendo una constatación que no cuesta advertir como acertada. El mismo autor argentino señala en consonancia, dentro de otro contexto, y en referencia a la enorme recopilación sobre EC propuesta por Grossberg y otras, que “entre sus cuarenta artículos, ni uno está dedicado a la economía de la cultura”. La conclusión consiguiente, él mismo la infiere claramente: “Ante tales carencias son comprensibles ciertas resistencias de muchos científicos sociales ante este tipo de análisis”14. En la misma clave pueden entenderse los desafíos a las interpretaciones sociológicas, planteados por García Canclini. Más de una vez aparece la oposición entre Antropología -la disciplina en relación con la cual ha realizado buena parte de su actividad académica en los últimos añosy Sociología. Por ejemplo, en el acápite sugestivamente denominado “Sociólogos vs. Antropólogos” de Consumidores y ciudadanos se señala, desde el lugar de los antropólogos “¿por qué vamos a condenarnos a hablar del barrio y callar sobre la ciudad, a repetir en las grandes urbes una concepción aldeana de la estructura social?” Un argumento compartible: lo antropológico no puede regirse sólo por la mirada etnológica “micro”. Pero si a ello se agrega la intención de lo llamado transdisciplinar, la cuestión se complica: en el contexto de “sociólogos vs. antropólogos”, lo
Si a la vez se le resta a esta última capacidad de explicación, se explica por qué los EC se han debilitado progresivamente en su comprensión de la dimensión económica por una parte, política por la otra, y social por la tercera. La dimensión cultural aparece como el foco de análisis, desde el cual “lo demás” es una especie de contexto configurador, sin límites precisos ni tematización detallada. No puede ser de otro modo: no cabe pedir a los análisis de la cultura que se hagan cargo de aquello que corresponde a otras áreas temáticas. Pero al desafiarse la legitimidad de los recortes disciplinares, la situación cambia radicalmente: se está pretendiendo que el solo discurso de los EC da razón suficiente del conjunto de los fenómenos sociales, ya que no se encargaría de ninguno en particular. Los EC se olvidan que son estudios específicamente culturales, y se arrogan una imposible mirada omniabarcativa. El resultado no puede ser más problemático: donde no hay herramientas específicas de economía, de ciencia política o de sociología (no es que los autores no conozcan algunas de ellas o no las usen, sino que no son su instrumental central), se pretende haber resuelto los problemas que hacen al tratamiento de esos espacios disciplinarios. Doble inconveniente: deslegitimar a los discursos específicos realizados desde esos espacios científicos, y a la vez proponer como válido uno propio que no puede dar cuenta de tales especificidades.
Existe un artículo altamente demostrativo de García Canclini sobre esta cuestión. Allí se centra en mostrar las distorsiones y limitaciones de la Sociología para entender la problemática de la cultura: y si bien su texto intenta buscar el equilibrio entre sociología y antropología, no es difícil advertir de qué lado juega el autor. Así, leemos: “ ...los estudios marxistas que tuvieron más cuidado con la diversidad empírica de los procesos simbólicos -que lograron contrarrestar el énfasis exagerado en la cultura como escenario de dominación- fueron, más que los sociológicos, los realizados por antropólogos”. Nótese, al pasar, la consideración del problema de la dominación como exagerado en algunos estudios. Y continúa el texto: “De hecho, la más importante reformulación con respecto a la problemática de la dominación y la manipulación en términos de hegemonía cultural es la obra de Jesús Martín-Barbero, quien trabaja en forma transdisciplinaria”15. El texto resulta por demás expresivo, porque reivindica para los EC no la peculiaridad de una disciplina, la antropológica, que se opusiera a la sociológica, sino que pone a esta última en la situación de inferioridad de constituir un discurso excluyente (disciplinar) frente a otro que sería incluyente (propuesto como “transdisciplinar”). La batalla está así ganada de antemano: no se trata de enfoques que pudieran simétricamente ponerse en discusión, sino que uno de ellos tiene la potencialidad de subsumir aspectos del otro (el transdisciplinar), mientras que aquel permanecería en las limitaciones de un punto de vista exclusivista y parcial.
En este artículo García Canclini practica una crítica de J.Brunner, que puede resultar en algún sentido compartible en cuanto a ciertas modulaciones sobre lo específicamente cultural que este no ha advertido en sus trabajos. Sin embargo, tal crítica parece globalmente desajustada: no tenemos duda de que los escritos de Brunner son de alta capacidad heurística para entender aspectos de nuestras sociedades. Muestran, además, una precisión sociológica y política que no suele encontrarse en los EC16. Y una capacidad para la comprensión de lo histórico y lo macrosocial, que en los EC latinoamericanos sólo encuentra altura parecida en R.Ortiz. La reivindicación de la mirada antropológica -que es abierta y explícita en este trabajo de García Canclini- contrasta con la pretensión discursiva de ponerse por fuera de tales miradas disciplinares (tensión expuesta en el decurso del mismo artículo), de manera tal que de lo que se trata es de reivindicar que la mirada “cultural”, antropológica (es decir, la de los EC) tiene mayor pertinencia que otras, a la vez que demeritar los enfoques sociológicos, que aparecerían así como “retrasados” respecto de la novedad conceptual aportada por los EC desde su interés en cuestiones contemporáneas como el auge massmediático. La paradoja, nada menor, de lo sostenido en ese texto de García Canclini, es que su propia textualidad es más particularista y reivindicatoria de lo disciplinar que la de Brunner, que está expuesta en un artículo dentro de la misma compilación. Quien lea el texto de Brunner, verá que no están ausentes ni la problemática de la televisión (de la cual se
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anterior significa que la versión de lo “macro” puede ser una sola, “transdisciplinar”. Y que ella puede plantearse según criterios antropológicos, ya que la dimensión estructural no sería solamente propia de la Sociología.
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NOTAS Y REFERENCIAS
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encargó como funcionario máximo en Chile por un tiempo -dicho sea al pasar- por lo cual difícilmente pueda acusárselo de no tenerla suficientemente en cuenta), ni por ejemplo, la del “macondismo”, tan afín a los EC y sus reflexiones sobre la identidad latinoamericana. Sólo que Brunner los encuadra en un análisis histórico y social más abarcador y generalizado, donde la dimensión política y la de la estructura social como posiciones y poderes está permanentemente presente. Es sin duda sorprendente, pero los trabajos de Brunner -quien, en lo que conozco, no reivindica esa quimera que es lo interdisciplinar- resultan capaces de establecer equilibrios entre aportes de diferentes disciplinas, mayores y más consistentes que los de los EC. Lo cual, por supuesto, no significa que no muestre “desequilibrios” en los énfasis relativos, los que han sido detectados acertadamente desde la mirada de García Canclini. Es que (¿alguien podría dudarlo?) lo interdisciplinar no puede ser objeto de un discurso personal, tal cual ya lo afirmamos. Basta con advertir los excelentes acercamientos de N. Lechner a la cuestión de los efectos políticos de la posmodernización (en la misma compilación)17, para que se note que ellos no podrían entenderse desde la dimensión identitaria que predomina como problemática de los EC. Y para advertir el hueco de ausencia que existe en muchos de los otros trabajos del libro (mayoritaria, pero no exclusivamente, escrito desde los EC) en relación con la dimensión macrosocial, y con la política propiamente dicha.
1. Follari, R.: “Problematizing interdisciplinarity: the totalizing temptation”, presentado al Coloquio “Social sciences and transdisciplinarity: latin american and north american experiences”, Centre for Development Area Studies, Mc Gill University, Montreal, setiembre de 1999.
2. Derrida, J.: Memorias para Paul de Man, Gedisa, Barcelona, 1989. 3. Piaget, J.: “La epistemología de las relaciones interdisciplinarias”, en Apóstel, L. et al.: Inter disciplinariedad, ANUIES, México, 1975 4. Follari, R.: Interdisciplinariedad (los avatares de la ideología), UAMAzcapotzalco, México D.F., 1982; Follari, R.: Modernidad y posmodernidad: una óptica desde América Latina, Aique/Rei/IDEAS, Bs.Aires, 1990, cap. 2 y 4. 5. Bourdieu, P. et al.: El oficio de sociólogo, Siglo XXI, Bs.Aires, 1975. 6. El muy difundido tema de la inconmensurabilidad -primero entre paradigmas, finalmente también entre teorías- fue planteado por T.Kuhn inicialmente en el cap. 10 de su La estructura de las revoluciones científicas, publicado en traducción castellana por el Fondo de Cultura Económica en México; luego fue considerablemente modificado en el artículo casi 30 años posterior “Conmensurabilidad, comunicabilidad y comparabilidad”, publicado en España por Paidós dentro de su libro Qué son las revoluciones científicas? y otros ensayos. 7. Intentamos tematizar las complejidades de la cuestión de la departamentalización universitaria en nuestro artículo “Crítica al modelo teórico de la departamentalización”, en R. Follari: El sujeto y lo escolar (psi-
coanálisis, currículum, filosofía y ordenamiento educativo), Univ. Nacional de Rosario, Rosario, 1996. El trabajo había sido previamente publicado en México por la Rev. de la Educación Superior de ANUIES. 8. García Canclini, N.: “Culturas populares, culturas híbridas, culturas del consumo”, entrevista a Causas y azares núm. 2, Bs.Aires, 1995, p.8 9. García Canclini, N.: “Los estudios culturales: elaboración intelectual del intercambio América Latina-Estados Unidos”, en Papeles de Montevideo, núm. 1, junio 1997, p.50. 10. García Canclini, N.: Entrevista a Causas y azares, cit., p.7. 11. García Canclini, N.: “Los estudios culturales: elaboración intelectual...”, op.cit., p.47. 12. García Canclini, N.: Entrevista a Causas y azares, cit., p.10. 13. Ibid. 14. García Canclini, N.: “Los estudios culturales: elaboración intelectual...”, op.cit., p.46. 15. García Canclini, N.: “Los estudios culturales de los 80 a los 90: perspectivas antropológicas y sociológicas en América Latina”, en Herlinghaus, H. y Walter, M (eds.).: Posmodernidad en la periferia (enfoques latinoamericanos de la nueva teoría cultural), Langer Verlag, Berlín, 1994, p.120. 16. Brunner, J.: “Tradicionalismo y modernidad en la cultura latinoamericana”, en Herlinghaus, H. et al.: Posmodernidad en la periferia, op.cit; Brunner, J.: Los debates sobre la modernidad y el futuro de América Latina, CLAEH, Montevideo, 1987. 17. Lechner, N.: “La democratización en el contexto de una cultura posmoderna”, en Herlinghaus, H.: Posmodernidad en la periferia, op.cit.
M.T.Quiróz
María Teresa Quiróz
La formación del comunicador social en tiempos de crisis
Decana de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Lima. Dirección: Avda. Javier Prado Este s/n, Monterrico, Lima, Perú. E-mail: tquiroz@ulima.edu.pe
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Las circunstancias particularmente difíciles por las cuales pasa la formación de los comunicadores sociales en nuestra región se desarrollan en un contexto evidentemente complejo y conflictivo como el que vive el mundo entero. Las urgencias de la vida social y política, y las demandas crecientes de los diversos sectores de la ciudadanía por convertirse en actores deliberantes, nos plantean hoy en día nuevos campos en la formación de comunicadores, en su encuentro con nuestras realidades particulares y todas aquellas comunes a la región andina. Hoy más que nunca la formación en comunicación tiene que incidir en la preparación de profesionales con un alto sentido de la ética, conocedores de las características del espa-
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cio público, de la interrelación entre sociedad civil y poder político, y del manejo de los instrumentos necesarios para contribuir a desarrollar espacios de deliberación que permitan promover una ciudadanía activa y participativa.
LA IMPORTANCIA DE LO PÚBLICO EN LA FORMACIÓN ACADÉMICA En el siglo XX, particularmente después de la segunda mitad, se ha evidenciado lo que podríamos denominar la crisis de lo público. El individuo se repliega hacia su intimidad familiar y se producen naturales cambios en las relaciones sociales. La crisis económica amenaza el trabajo y su estabilidad, y pierden sentido muchas prácticas que se habían mantenido como permanentes en la sociedad. A propósito del tema de la clase obrera de los Estados Unidos, Richard Sennett, en su libro escrito hace 25 años, El declive del hombre público, sostuvo que muchos dieron la bienvenida al individualismo, el crecimiento del ámbito personal y de la intimidad y la entronización del yo. En otro libro, más reciente, La Corrosión del Carácter, Sennett advierte sobre la irrupción del egoísmo autodestructivo, el decaimiento de la civilidad burguesa y del espacio público. Si bien no es un manifiesto contra la globalización, es un relato de los «tropiezos» de la identidad de las personas en sociedades donde impera el corto plazo y la fragmentación. Sennett contribuye a evaluar el enorme impacto que tienen las formas del nuevo capitalismo en la manera en que los individuos construyen su personalidad, sus
hábitos y su visión del mundo aplicada a la vida cotidiana. Sostiene que el «nuevo capitalismo» no solamente produce cambios sustanciales en las formas organizativas de la producción y del trabajo, sino que provoca una desestructuración del carácter tal y como se fue moldeando sobre la base de la rutina, la experiencia, la carrera y las jerarquías. Por lo tanto, lejos de fortalecer la autodeterminación de los individuos, genera un desorden vital de personas arrojadas a la experiencia del riesgo, la inestabilidad y la incertidumbre. Esta fragmentación, la flexibilidad del empleo y la hipercompetitividad destruyen las relaciones entre la familia, los compañeros de trabajo y los vecinos del barrio, al fracturarse una narrativa compartida de las dificultades. En palabras de Jesús Martín Barbero, estamos en una sociedad descentrada, «... -que ni el Estado, ni la Iglesia, ni los partidos políticos pueden ya vertebrarlay estructuralmente mediada por la presencia de un entorno tecnológico productor de un flujo incesante de discursos e imágenes, lo público se halla cada día más identificado con lo escenificado en los medios, y el público -cada vez más lejano del pueblo-, con sus audiencias»1. En ese sentido, se «fabricaría» una opinión pública a través de encuestas y sondeos, que «tiene así cada vez menos de debate y crítica ciudadanos y más de simulacro: sondeada -sometida a un montón de sondeos diarios- la sociedad civil, pierde su heterogeneidad y su espesor conflictivo para reducirse a una existencia estadística. Y el vacío social de la representación facilitará la asimilación del discurso político
A esto se suma que en América Latina lo público fue vaciado de sentido. Y esto ocurrió por la identificación de lo público con lo estatal. «El autoritarismo en América Latina no puede ser entonces comprendido como una tendencia perversa de sus militares o de sus políticos; responde a la precaridad de la sociedad civil y a la complejidad de mestizajes que contiene. De ahí la tendencia a hacer del Estadonación la figura que contrarreste en forma vertical y centralista las debilidades societales y las fuerzas de la dispersión»3.
ALGUNAS CONTRIBUCIONES A LA FORMACIÓN DEL COMUNICADOR SOCIAL Para quienes tenemos la responsabilidad de formar comunicadores sociales que se van a desempeñar en la vida pública, en sectores públicos o privados, resulta relevante relacionar la Universidad, la ética y la comunicación, especialmente en estos tiempos. No se trata, por supuesto, de un problema que se agota al introducir contenidos o materias como los de ética o deontología, ni mucho menos limitarse a la crítica moralista a los contenidos de los mensajes que los diferentes medios ofrecen al público. Es un asunto que va más allá y toca las fibras y el sentido mismo de la Universidad y de su responsabilidad en tiempos de una crisis moral que asola nuestros países. Transformaciones muy importantes se vienen gestando y tomarán forma en el transcurso de
este nuevo milenio. La sociedad de la información trasciende largamente el ámbito de las comunicaciones y supone, más bien, cambios profundos en la economía, la política, la cultura y el mundo del trabajo. Podemos decir que dos ámbitos decisivos de la vida se encuentran hoy globalizados y cruzan fronteras sin limitaciones de espacio ni de tiempo: la información y las finanzas. Pero el incremento de la circulación se distribuye de modo paradójico entre las personas: un informe reciente de Naciones Unidas sobre concentración de la riqueza en el mundo indica que actualmente la fortuna sumada de las 225 familias más adineradas del planeta es equivalente a lo que posee el 47% más pobre de la población total del mundo y las tres personas más ricas poseen más dinero que el PBI sumado de los 48 países más pobres. Para los demás, para las mayorías, las manos vacías y los ojos colmados con imágenes del mundo4. Estos pocos datos sólo para contextualizar el papel de la Universidad y de la enseñanza, porque indudablemente se alteran las formas de producción, apropiación y utilización del saber. La explosión de la información y del conocimiento han desbordado las viejas fronteras de los centros de educación. Las escuelas y universidades ya no son los únicos centros de la racionalidad y del progreso científico o social, ni los únicos que controlan la distribución del saber social. Tienen que competir con el generado autónomamente por los sistemas industrial, financiero y militar y con el que producen y mantienen los medios de comunicación que se han convertido progresivamente en el
nuevo soporte del conocimiento público. Es el «aula sin muros», en la conocida frase de Marshall Mc Luhan5. Es por ello que el gran riesgo para nuestras universidades es mantenernos sólo como observadoras en la sociedad del conocimiento. En tiempos en que la eficiencia se ha convertido en un valor supremo, la decisión de formar profesionales, ciudadanos responsables, y de invertir en investigación, resulta estratégica para impulsar y promover el desarrollo en nuestros países, desde el punto de vista de las necesidades públicas, la competitividad y la globalización. A diferencia de una universidad que aporta únicamente profesionales, al ofrecer conocimiento y creatividad, la universidad emprendedora inevitablemente interviene en el destino colectivo desde su ubicación autónoma en la sociedad civil. Sin embargo, la presión por adaptar la enseñanza y la investigación a las demandas económicas, técnicas y administrativas del momento, propone métodos y recetas que limitan la enseñanza general y marginalizan la cultura humanista. Estas tendencias superadaptativas no son precisamente signos de vitalidad, sino anuncios de senilidad y muerte, porque se pierde la esencia creativa. Se trata de evitar el fraccionamiento entre el pasado y el presente, el conocimiento humanístico y el científico, la tecnología y el arte. La formación universitaria ligada a la realidad tiene que unir, integrar. Esto significa abogar por la reflexión interna en nuestras facultades de comunicación y sostener que el conocimiento progresa no sólo por la sofisticación en
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al modelo de comunicación hegemónico, esto es, el que proponen la televisión y la publicidad»2.
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la formalización y abstracción, sino por la capacidad de contextualizar. Esa capacidad necesita de una cultura general y diversificada, y sobre todo de un espíritu vivo, y de una actitud frente a los otros, de una actitud ética. En la idea de universidad tiene que estar presente la necesidad de garantizar “miradas múltiples”, cuyo punto de convergencia es la realidad. La tentación neo-liberal, sin embargo, tiende a descontextualizar los hechos, a pensar en sociedades sin historia y cultura, a evitar las diferencias y afirmar las generalidades. El comunicador social formado en la Universidad y que deberá desenvolverse en relación con los medios tiene que poseer las herramientas para ubicarse en sociedades complejas que expresen la persistencia y el encuentro de la tradición y la modernidad, de lo local, lo regional y de lo nacional y transnacional. Durante mucho tiempo la relación universidad-sociedad y universidad-mercado de trabajo fue planteada como una relación de oposición. Considero que hoy estamos superando esta oposición porque pensar en el mercado es pensar en las variables del consumo, de las cuales la dimensión socio-cultural es vital. Podemos advertir dos lógicas presentes en los medios de comunicación. La económica y comercial que los preside, frente a otra social y política que los obliga a expresar y mostrar los intereses públicos manifiestos en temas educativos, culturales y propios de la comunidad. Podríamos hablar de una oposición entre su carácter y naturaleza privada y su función pública, de la cual depende su éxito económico y comercial.
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Es por ello que podemos afirmar que el buen desempeño profesional significa incuestionablemente un compromiso ético. A esto se interponen el caos del mercado de trabajo y el desfase entre el nivel ético y la precariedad del trabajo profesional, es decir de las condiciones a las que se ve expuesto el nuevo profesional. Por otro lado, es también una obligación de la Universidad -en este caso de su Facultad de Comunicación- contribuir, proponer y exigir a los medios su aporte a la cultura, a la calidad de la vida democrática, a la participación ciudadana y la expresión de la diversidad del país ya que la función social de los medios en la democratización de las sociedades se refiere a la posibilidad que tengan de contribuir a elaborar consensos en medio de conflictos, la búsqueda de la transparencia en la información de los hechos y la actuación de los personajes políticos, la complejización y no la trivialización de los problemas sociales y políticos. Una de las funciones más importantes de los medios es la socialización, ya que a través de su discurso e imágenes la población recibe significados comunes mediante los cuales se establecen relaciones con el entorno, vínculos entre las personas, se comparte imaginarios e interpretaciones. Pero también se discrimina temas, modelos de vida y sectores de la sociedad, porque no todo está representado. Y esto puede ocurrir porque los medios no son simplemente intermediarios, sino mediadores sociales. No son sólo vehículos de transmisión de información, sino creadores y recreadores de comprensiones de lo social. Proveen horizontes de interpretación de lo
cotidiano y puntos de producción e intercambio de sentidos. La función de fiscalización que cumplen los medios está hoy bastante generalizada. Pero también ocurre que de alguna manera los ciudadanos habrían desplazado esta función hacia los medios y estarían eximiéndose de adoptarla, cuando en una sociedad democrática los ciudadanos debieran mantener una relación constante con el Estado, tanto para hacer efectivos sus derechos, como para cumplir con sus obligaciones de todo tipo, no sólo electorales, sino de análisis y orientación de los problemas nacionales, de desarrollo, locales, municipales. Es por ello que una evaluación de la calidad de cualquier democracia contemporánea necesariamente implica una reflexión sobre el papel de la prensa y su relación con la formación de la opinión pública.
¿Y EL ROL DE LOS COMUNICADORES? Quisiera cerrar estas reflexiones señalando que, en general, la vocación universitaria está cada vez más relacionada con lo que afecta a la sociedad y compromete su futuro en cada uno de nuestros países y en el mundo entero. La Universidad tiene que aportar conocimiento y creatividad e intervenir así en el destino colectivo del país. Su estabilidad y la continuidad de sus intereses y proyectos para la comunidad deben singularizar su camino con respecto a lo que anuncian las visiones puramente tecnocráticas. Por ese motivo es esencial en la formación de los comunicadores
NOTAS
1 . Martín Barbero, Jesús. Reconfiguraciones comunicativas de lo público. En la Revista ANALISI. Cuadernos de Comunicación y Cultura. Universidad Autónoma de Barcelona, Belaterra, 2001. 2. Ibid. 3. Ibid. 4. Hopenhayn, Martín. La aldea global entre la utopía transcultural y el ratio mercantil: paradojas de la globalización cultural. En: Cultura y globalización, Carlos Iván Degregori y Gonzalo Portocarrero (ed.). Lima: Red para el desarrollo de las ciencias sociales en el Perú, PUC, IEP, UP, 1999. 5. Pérez Tornero, José Manuel. Las escuelas y la enseñanza en la sociedad de la información, en Pérez Tornero, José Manuel (compilador) Comunicación y educación en la sociedad de la información, Barcelona: Paidós, 2000.
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sociales su vinculación con los diferentes actores de la comunicación. Desde múltiples opciones profesionales y de especialización, en participar de la esfera pública moderna, plural y descentralizada es una opción que atraviesa a todos los que estudian e investigan, así como los profesionales en el medio. Formar comunicadores para la vida pública y ciudadana y asumir el riesgo de liderar propuestas de cambio es no solamente un reto, sino una obligación.
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Perfil psicosocial del académico en las escuelas de comunicación social: en búsqueda de un profesional más humano
Profesoras de la Universidad del Zulia, Maracaibo, Venezuela E-mail:leticia61@cantv.net
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Desde hace mucho tiempo, en distintas oportunidades y en diferentes contextos, se ha discutido acerca de las características que deben definir a un comunicador social para que esté en capacidad de responder con absoluta responsabilidad, al reto que representa el manejo de la opinión pública. En este sentido, se ha dicho por ejemplo, que este profesional debe ser equilibrado, inquisitivo, sereno, perceptivo, autocrítico, modesto e investigativo; que debe ser curioso y competitivo, pero siempre desde la apertura y la ética. Igualmente, se ha dicho, que debe tener una formación humanista e integral, con actitudes y habilidades cognoscitivas específicas, que lo capaciten para resistir las presiones a las que puede verse expuesto, diariamente. Su condición de mediador entre el estado y la sociedad, así lo exigen.
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También se ha partido de la suposición de que las universidades están involucradas significativamente, en la formación de un profesional que de alguna manera, responda a este perfil. Es por ello, que en cada revisión curricular se busca, por un lado, adaptar los pensum a las competencias y habilidades que requiere el comunicador para llevar a cabo su labor con verdadero sentido profesional y por otro lado, lograr la formación ética y humanística que requiere todo agente de cambio social, a fin de que su labor esté orientada a la preservación de los más altos valores colectivos. Desde esta perspectiva, se reconoce la influencia que ejerce el docente en los estudiantes que se están formando en esta área. Por ello, la formación del docente universitario ha sido siempre objeto de preocupación para las instituciones de educación superior. Todas las universidades contemplan dentro de sus políticas, un plan de formación dirigido a desarrollar las competencias que faciliten en el estudiante su aproximación al perfil profesional diseñado para él, como futuro profesional. De acuerdo a cada especialidad, no es extraño conseguir que en cada carrera, abunden los docentes cuya especialidad está en la misma área a desarrollar académicamente, aún cuando no hayan recibido durante su formación, preparación alguna en la docencia. El profesional de la comunicación social no escapa a esta realidad. Él ejerce un papel protagónico en las instituciones de educación superior, el rol de académico, responsable por la formación de los futuros comuni-
cadores sociales que servirán de portavoz de las necesidades de la sociedad y voceros de los eventos que ocurren día a día a nivel nacional e internacional. En este sentido, cobra fuerza y especial importancia la formación personal y capacitación para la docencia en comunicación social. En el proceso de enseñanza-aprendizaje de esta disciplina, se estudian y analizan constantemente los procesos de comunicación e información; siendo la comunicación un proceso básico de las relaciones humanas y del desarrollo personal, los profesores de la escuela de Comunicación Social de La Universidad del Zulia (Maracaibo, Estado Zulia en la República Bolivariana de Venezuela) deben ser formados bajo un perfil ideal que también considere los aspectos psicológicos con los que deben contar, para que sean capaces de estimular en sus estudiantes el desarrollo de las mejores destrezas y habilidades cognoscitivas, a la vez, fomentar la construcción de la escala de valores sociales que orientarán su conducta y lo prepararán para liderar éticamente el proceso de transformación que requiere el país, en los campos científico-tecnológico, cultural socioeconómico y político. El académico en comunicación social es un modelo de comportamiento integral para sus estudiantes es decir, con su labor, llega a definir en el alumnado, estilos de pensamiento, formas particulares de tomar decisiones y modos de responder ante las exigencias del entorno. En base a estas reflexiones se puede concluir, que el personal docente de esta escuela se encuentra doblemente comprome-
A pesar de estas consideraciones, las universidades de nuestro país nunca se han planteado la necesidad de estimular un desarrollo en este docente, cónsono con el énfasis dado a la formación de profesionales integrales en la disciplina de la Comunicación Social. Esta situación lleva de manera irremediable a preguntarse: ¿Cómo pueden formarse profesionales integrales, si los docentes que tienen a su cargo esta difícil labor no son atendidos de manera integral? Desde el punto de vista psicológico, al hablar de un docente integral, no debe hacerse única referencia a calidad y estilos de enseñanza, necesariamente debe considerarse la evaluación de las condiciones personales del individuo para desempeñarse en esta tarea. Así, manejando en forma conjunta los criterios académicos, psicológicos y sociales podría lograrse un mayor acercamiento a la visión general que se quiere en relación con la formación integral del personal docente universitario. En base a este planteamiento, surgen otras inquietudes: ¿Cómo pueden medirse exigencias mediante logros académicos sin explorar las razones motivacionales de esos logros, por ejemplo?, ¿Qué es lo más importante que un docente logra transmitir a sus estudiantes, los conocimientos que él posee o su modo de enfrentar la realidad social a la que pertenece? En consecuencia, se intenta alertar a la comunidad universitaria, sobre la necesidad de lograr una visión más holística del comunicador social que se desempe-
ña como profesor universitario, haciendo énfasis en la integración de un perfil psicosocial al perfil académico del actual docente; la relevancia que poseen las ciencias sociales y humanísticas en el desarrollo del conocimiento científico y social de una nación justifican tal integración con el propósito de que el futuro profesional esté en capacidad de ofrecer respuestas más efectivas a las necesidades del mercado laboral y de la sociedad como un todo. De acuerdo a este planteamiento, es importante que se consideren en el docente, características personales como motivación de logro, poder y afiliación, procesos básicos de autorrealización académica e institucional, capacidad para manejar la ansiedad y el estrés en un ambiente educativo caracterizado por la incertidumbre y poca planificación de largo plazo, la percepción de sí mismo, la cual le permite evaluar su competencia ante la labor que le corresponde cumplir en la institución, su propensión a juzgar y ver las cosas en su aspecto más favorable y finalmente, los valores sociales que rigen el desempeño normativo de la labor académica. Estas características han sido consideradas como una aproximación al perfil psicológico y social del docente en general, y del profesional de la Comunicación Social, como formador de la nueva generación de comunicadores sociales, que integrado a las condiciones académicas con las que debería cumplir, constituirán un perfil de docente más holístico. Adicionalmente, un docente en su condición de académico, debería ser capaz de identificar su situación actual y de manera
prospectiva, evaluar su situación ideal, a fin, de visualizar oportunidades de desarrollo dentro de su institución. El patrón que ilustre el «deber ser» de la labor que tienen estos profesionales de la Comunicación Social como académicos, debe ser construido en calidad de modelo para que obedezca al contexto y a la realidad de cada entidad educativa, pues es imposible determinar y fijar un perfil que se ajuste a la realidad académica y social de todas las instituciones. Esto es importante, por cuanto al proponer un perfil del docente en comunicación social, se supone la evaluación de características personales, que permitan establecer comparaciones entre el perfil real e ideal y así dirigir los programas de entrenamiento, capacitación y adiestramiento hacia la consecución de las metas planteadas en cuanto a su desarrollo pedagógico y sus oportunidades de crecimiento personal y profesional. Es por ello, que nuestra propuesta se basa en la teoría de la acción, en la cual se identifican dos pasos básicos para definir la secuencia de acciones que deben seguirse para cumplir los objetivos propuestos. El primer paso, es definir la situación inicial considerada como condición deficitaria; el siguiente paso, exige la definición de una situación ideal que responde a la idealización del académico en términos operativos, que puede ser también definida por agentes sociocontextuales y por la visión del deber ser que este académico tiene sobre su labor docente, y la importancia que ésta tiene en la formación humana del profesional de esta disciplina. Pasar
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tido a mostrar, con su actuación personal y eficiencia académica y profesional, los mejores niveles de excelencia.
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de la situación inicial a la ideal, requiere un proceso secuencial de estrategias de cambio que no siempre están sujetas a su dominio personal y que no ocurre de forma lineal y unideterminada y de allí la responsabilidad que tienen las universidades en liderar este proceso. Considerar la labor docente bajo esta perspectiva sensibiliza al académico de Comunicación Social a tomar conciencia y a asumir la responsabilidad por sus propias fortalezas y debilidades personales, logrando una relación más armoniosa, comprometida y flexible con el estudiante, que favorezca su formación en estrecha vinculación con la comunidad y su entorno, donde prevalezcan elevados valores éticos y de justicia social, para que en esencia sean más humanitarios, y no sólo expertos en los contenidos y técnicas propias de su profesión. Con esta referencia se concluye que el docente en el área de la comunicación y la información, consciente de su compromiso con la sociedad venezolana, necesita formarse bajo un perfil en el que se consideren sus características psicológicas y sociales, para que la universidad le ofrezca reales oportunidades de desarrollo integral en el área personal y profesional, con lo cual el principal beneficio lo obtendría la sociedad misma, a través de los profesionales que egresen con este mismo perfil. Como una aproximación a este perfil, en el año 1999, se llevó a cabo un estudio, tomando de una población de 54 académicos, una muestra de 25 docentes ordinarios de la escuela de Comunicación Social de La Universidad del Zulia, utilizando
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para ello, un diseño muestral estratificado proporcional, con el propósito de obtener de la misma realidad investigada, conocimientos originales que amplíen el acervo científico de las ciencias sociales y humanísticas, trabajando con datos de primera mano. Para tal fin, se utilizaron ocho escalas en formato tipo Lickert, diseñadas para evaluar cada una de las variables estudiadas, en concordancia con las aportaciones del Instituto de Investigaciones Psicológicas de la Universidad de los Andes, en Venezuela, estado Mérida. Se exponen a continuación, los resultados más significativos acerca de las condiciones psicológicas y sociales actuales de los académicos de la Escuela de Comunicación Social, así como la visión del “deber ser”, referidas a las mismas características. En primera instancia, se encontró que el docente no visualiza una diferencia significativa entre su situación actual y su situación ideal. Ambos perfiles resultaron bastante similares. Este hallazgo, pudiera indicar que el docente en comunicación social o no está visualizando una posibilidad real de mejora, o no está siendo realista cuando se evalúa en su situación actual. Tal y cual como se presentan los resultados, todo pareciera indicar, que se trata de la segunda posibilidad, donde el académico en comunicación social está teniendo dificultades para evaluarse y enfrentarse con aspectos personales, que pudieran estar incidiendo desfavorablemente en su labor docente. De hecho, reconocer fallas personales, no es una tarea fácil pero facilita los procesos de desarrollo personal. Los comentarios que siguen es-
tán relacionados con las variables estudiadas en ambos perfiles: Se observó en el perfil psicológico real e ideal que estos docentes se encuentran principalmente motivados por las metas de desarrollo personal y laboral, en menor grado por el interés en mantener relaciones interpersonales armoniosas con sus compañeros de trabajo y, finalmente, por la necesidad de hacer uso del poder que la institución le ofrece. Igualmente, consideran que un académico ideal debe encontrarse fundamentalmente motivado por el éxito y la autorrealización, dejando en segundo plano los esfuerzos dedicados al desarrollo y fortalecimiento de relaciones personales con sus pares y el uso del poder como orientador de la conducta efectiva. Todos estos aspectos permiten identificar una tendencia a impulsar su crecimiento en función del deseo de mejorar y ser más eficiente en su labor académica. De no lograr el académico los objetivos que se ha propuesto y con los que ha establecido compromiso, experimentaría sensaciones de frustración e insatisfacción, que luego serían volcadas en aquellos con los que cotidianamente interacciona: sus estudiantes, compañeros de trabajo, amigos y familia. Por otra parte, el disfrutar del poder institucional que le otorga su cargo no es considerado como un elemento necesario en la búsqueda y logro de las metas planteadas, con lo cual, se muestra pasivo ante sus estudiantes, descartando otras posibilidades de éxito. ¿Qué efecto puede producir el modelaje de actitudes pasivas frente a fuentes de poder cuando el comunicador social,
Desde el punto de vista del perfil ideal, los docentes de Comunicación Social consideran importante el fortalecimiento de las relaciones de amistad con los compañeros de trabajo; necesidad de establecer relaciones que favorezcan el logro de las metas propuestas y que fortalezca la identificación del docente con su ambiente laboral, aumentando con esto la posibilidad de que la necesidad de afiliación actúe más como un activador que como inhibitoria de su conducta de éxito. Estos docentes afirman la importancia que reviste el control interno sobre las tareas, los proyectos, el futuro y las decisiones asumidas por un académico. En general, conceden mayor valor a la responsabilidad del individuo sobre sus actos. Desde el punto de vista ideal, se espera que el profesor universitario muestre implicaciones cognitivas relevantes orientadas a su desarrollo profesional, sin embargo, debe reconocer la existencia de un control externo, ya que algunos eventos no dependen por completo de sus acciones, sino de la intervención de otras personas o entes que poseen un poder capaz de influir en sus decisiones, tal y como se observó en los resultados obtenidos. Existe en estos académicos un nivel promedio de activación conductual1 , necesaria para alcanzar el desarrollo personal. Muestran respuestas de preocu-
pación que pueden reflejar un manejo poco satisfactorio de las amenazas a las cuales se enfrenta. En este sentido, estos profesionales visualizan mayor riesgo en mantener niveles promedios de energía, que aumentados se convertirían en fuerza inhibitoria del comportamiento exitoso. Consideran que un académico ideal debe manejar menores niveles de ansiedad que los que actualmente experimenta. En este sentido, el profesor es flexible consigo mismo y su entorno pero también, está refiriendo mayor pasividad frente al futuro. En un estudio que se adelanta actualmente, referido al mismo perfil psicosocial ideal, pero desde la perspectiva de los estudiantes, se ha encontrado dentro de los primeros hallazgos, que el estudiante considera, que un docente ideal debe manejar mayores niveles de ansiedad, como activadora de su conducta efectiva, en otras palabras, actualmente, el estudiante lo está percibiendo pasivo ante las exigencias del entorno académico. Pasando a la siguiente característica considerada el profesional de la Comunicación Social, en su papel académico, posee un alto nivel de autoestima, reconoce la implicación que tiene ésta como clave para el éxito y percibe la necesidad de que el académico actual refuerce positivamente su autoevaluación, su relación consigo mismo y que crea en su capacidad, en su propia significación y en la posibilidad real de ser exitoso y alcanzar ese perfil ideal. A pesar de esto, considera que existen otras variables como la motivación de logro y el control interno, que tiene mayor injerencia en la eficien-
cia laboral de un académico ideal. Dentro del ámbito académico, esta valoración es importante porque contribuye a que el profesor haga uso de todas sus potencialidades creadoras para ser más competitivo, responsable, buscando liderar procesos de aprendizaje efectivos. Es necesario enfatizar cómo las variables de autoestima y ansiedad se encuentran relacionadas, en el sentido que un individuo que presenta dificultades para enfrentar situaciones amenazantes o de peligro en algún ámbito de su vida, sentirá una pérdida en el control de su propia conducta y de las consecuencias que ésta tenga, y por tanto, irá perdiendo el respeto por sí mismo y de sus posibilidades de éxito. Mientras más se eleve el nivel de ansiedad (entendida como estrés), menor será el autoconcepto que el docente tendrá de sí mismo, afectando así su productividad. Es evidente, que un docente con elevada autoestima y buen manejo del estrés, enseñará a los alumnos a su cargo a enfrentar las adversidades propias de su adultez joven y a prepararse para las circunstancias difíciles que enfrentará en su labor como profesional de la Comunicación Social. El académico de Comunicación Social es optimista frente a la situación actual que se vive en la universidad y en el país, pero sus expectativas a futuro, hacia sus posibilidades reales de obtener el éxito en las actividades que emprenda, se encuentran ligeramente más bajas. Esto puede estar exigiendo del docente un gran esfuerzo y afectar significativamente su productividad, ya que está enfrentando la posibilidad de que desmejoren las posibilidades de controlar su propio
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cotidianamente se ve enfrentado a ellas? Su respuesta efectiva en el mercado de trabajo y ante la sociedad, dependerá de alguna manera, de lo que sus profesores modelaron en cuanto al manejo de las relaciones de poder.
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éxito y estaría estimulando en sus estudiantes, actitudes negativas frente al futuro. Si se ejecutan las acciones necesarias para elevar el optimismo de los académicos, considerando la realidad circundante, se irradiará hacia los futuros profesionales una visión más esperan-zadora en el futuro particular y de su país, basado en las acciones que ellos mismos emprendan para lograr los cambios deseados en su entorno social. Tomando en cuenta que los niveles de ansiedad son bajos y que la motivación al logro, la tendencia hacia la internalidad y la autoestima son elevadas, puede afirmarse que el académico de Comunicación Social posee recursos y potencialidades para enfrentar su realidad y, sobre todo, para ser estimulado en su desarrollo integral y orientado por un plan de carrera docente diseñado de acuerdo a su perfil particular. Ahora bien, entre las características sociales que dan dinamismo a la conducta humana, se encuentran los valores, los cuales integrados a la concepción del yo se convierten en motor de toda ideología, motivación, autorrealización y búsqueda de la excelencia. A través de los valores, el hombre logra la sensación relativa de plenitud. Incluso la madurez de un individuo puede ser medida con referencia a los valores que detenta, tanto los buscados como los ya realizados. Siguiendo este planteamiento es posible presuponer la existencia de subsistemas de valores asociados a motivos específicos, al ser representaciones mentales de las exigencias mínimas de una
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sociedad, categorizados de acuerdo a la naturaleza biológica o social de tales requerimientos; de ser así, se podría entonces hablar de dominios motivacionales que pueden clasificarse en afiliación (relaciones interpersonales agradables), poder (control sobre otras personas) y logro (metas que implican el desarrollo de capacidades personales, exigiéndose excelencia en los resultados obtenidos). Se puede llegar a inferir que cada motivación le da origen a su correspondiente subconjunto de valores tanto terminales como instrumentales, de manera tal, que un mismo valor puede estar asociado a diferentes motivos aunque con diferente intensidad en situaciones distintas. De igual manera, es importante considerar que los valores instrumentales sirven de guía y constituyen la base para el logro de los valores terminales es decir, los más trascendentales para el ser humano. En este sentido, los académicos de la Escuela de Comunicación Social de L.U.Z. coinciden en calificar como más importante los valores terminales de dignidad personal y respeto por sí mismo, al igual que el ser capaz como valor instrumental. Los valores terminales identificados por estos docentes, están directamente referidos al desarrollo personal, indicando la importancia de una autoestima elevada como clave de éxito profesional y académico. Para el dominio afiliativo, los valores terminales de mayor puntuación fueron la felicidad y el amor maduro, siendo la comprensión el valor instrumental más importante. Es evidente que una persona satisfecha consigo
misma, experimenta con mayor frecuencia la sensación de felicidad plena y la transmite a otros en su capacidad comprensiva. Esta es, indiscutiblemente, una condición importante en un docente. Para la dimensión de poder se registraron el reconocimiento y la aceptación social como los valores terminales de mayor valía y el ser audaz y la ambición como recursos necesarios para preservar el control y la influencia ejercida en el ámbito social y académico. Los resultados obtenidos en esta dimensión, se corresponden con la escala de valores descrita para el venezolano, reflejadas en algunos estudios que se han realizado en los últimos tiempos en nuestro país. Ciertamente, la audacia y la ambición caracterizan al venezolano en general, tanto como su necesidad de reconocimiento y aceptación social. En este sentido, podría decirse que el docente en comunicación social es sensible ante los estímulos que recibe de su entorno social, lo cual indica, que es capaz de potenciar sus recursos para lograr mayor control de los procesos sociales que debe protagonizar. En general, los valores mantienen la misma jerarquía de los dominios motivacionales explicados anteriormente, a saber: logro, afiliación y poder. Sin embargo, la mezcla que se observó en el perfil real para los valores afiliativos y de poder, en el caso del perfil ideal no se presentaron. En este último caso, se puede observar con mayor claridad la diferencia entre estos dos dominios. Esta conclusión resulta interesante, ya que se interpreta claramente la expectativa que tiene el docente actual con respecto a lo que debe ser el aca-
Aunque esta caracterización pueda no corresponder con el caso de todos los comunicadores sociales que se desempeñan como académicos en otras instituciones de educación superior, sirve para ilustrar la posibilidad de definir rasgos o características de personalidad comunes que permitan establecer estrategias de desarrollo y adaptación satisfactoria al entorno. Muestra incluso, la importancia de definir un perfil ideal a partir de los requerimientos institucionales particulares y realizar diagnósticos con la identificación de perfiles reales y su comparación con los ideales. Las diferencias resultantes orientarían el trabajo de las universidades en cuanto a los planes de formación docente. De manera que, tomar en cuenta las características de personalidad como insumos básicos del perfil ideal y real del académico se constituye en una exigencia de la propia realidad del Comunicador Social. De acuerdo, a las conclusiones derivadas de este estudio, se deben revisar los criterios planteados en las políticas actuales de ingreso, inducción y permanencia del personal docente universitario de la Escuela de Comu-
nicación Social de L.U.Z.. El énfasis debe dársele a los planes de mejoramiento personal del recurso docente de la escuela con el fin, de que el académico pueda activarse, energizarse y trabajar de forma motivada hacia metas más relevantes en beneficio propio y de su comunidad universitaria, tal como corresponde a las instituciones que el país necesita hoy en día y, por supuesto, de su gremio profesional, lo que constituye un deber ineludible para los profesionales de la comunicación social que ejercen esta importante función. Específicamente, deben desarrollarse estrategias de acción para fortalecer en el académico su autoestima, control interno y el optimismo frente al futuro, guiando su camino al logro del ideal docente que ellos mismos definen. Conseguir el mejoramiento de los niveles en que se presentan estas variables, conlleva a incentivar el desarrollo profesional de los docentes y, por ende, de sus alumnos, ya que se establece una estrecha relación con la ejecución de actividades cognitivas en el seno universitario, tales como iniciar y culminar estudios de postgrado, tomar decisiones congruentes con sus necesidades particulares y lo que la universidad espera de él, mantenerse actualizado, investigar y publicar, no vistas estas actividades como obligaciones asociadas al cargo que desempeña, sino por la pasión misma de realizarlas, con lo cual se beneficiaría también la institución y la comunidad. Se hace necesario también, iniciar acciones secuenciales cuyo objetivo central sea el entrenar al docente en el control de las presiones del ambiente y mane-
jar niveles adecuados de ansiedad. Las situaciones cotidianas con las que se enfrenta este académico en el ambiente universitario y los conflictos personales, familiares y sociales propios del ritmo de vida actual, exigen un individuo que esté en capacidad de aprovechar la energía que le suministra esta activación, y no permitir la paralización de sus niveles de productividad. Logrando la integración propuesta, se abre la posibilidad de ofrecerle al académico la oportunidad de involucrarse activamente en un proceso de crecimiento personal, que en definitiva lo favorece a él, a los futuros profesionales de la Comunicación Social, para los cuales se constituye en modelo a seguir y de forma consecuente, se elevarían sus niveles de productividad dentro de la institución para la cual trabaja.
1. Es importante acotar, que el manejo de la ansiedad ha sido considerada en este estudio, como energía para la acción y que cuando resulta muy elevada se convierte en estrés, inhibidora proactiva
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démico ideal. En este sentido, se espera que un académico ideal sea capaz de diferenciar los valores afiliativos de los de poder y, con respecto a los valores instrumentales correspondientes, sea capaz de discriminar la implicación y pertinencia de las conductas a asumir en cada situación, donde debe establecer prioridades y tomar decisiones con base en los proyectos de su dependencia universitaria. Desde este punto de vista, este es un cambio significativo.
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I ENCUENTRO DE FACULTADES Y CARRERAS DE COMUNICACIÓN DE LA REGIÓN CONO SUR PALABRAS DE BIENVENIDA A LOS PARTICIPANTES Prof. Estela M. Zalba Coordinadora General
Queremos darles la más cordial bienvenida a todos los profesores y estudiantes que nos visitan. Es para nosotros una enorme satisfacción poder recibir y reunir, por primera vez, en un encuentro, a estudiosos de la comunicación provenientes de Chile, Paraguay, Uruguay y Argentina. Concretaremos en estos tres días el I Encuentro de Facultades y Carreras de Comunicación de la Región Cono Sur, en el que expositores provenientes de diversos centros académicos procuraremos construir un “Diagnóstico y Prospectiva de la formación de los comunicadores sociales en la Región”. En el trabajo en comisiones reuniremos las diversas ponencias que desarrollarán la fructífera relación entre la formación profesional y el pensamiento crítico. A través de las mesas redondas, debatiremos acerca del estado actual de los modelos educativos de nuestras carreras, de la investigación en el campo y compartiremos las diversas experiencias vinculadas a las interrelaciones posibles entre el mundo académico y la sociedad; también encararemos con esta modalidad, un balance de las acciones seguidas por Felafacs en la Región, durante sus 20 años
de existencia, y revisaremos lo actuado por nuestras asociaciones nacionales, proponiendo, en ambos casos, posibles vías de acción. Constituimos este espacio de reflexión a partir de un escenario que acotamos como marco de referencia: el contexto social, político, económico y cultural en el que debemos afrontar la formación de comunicadores. Este escenario es complejo. Al respecto podemos señalar que los países del Cono Sur vienen atravesando, como la mayoría de las naciones latinoamericanas, un rotundo y fuerte proceso de transformaciones, producidas desde el neoliberalismo económico, que ha dejado profundas huellas sociales y culturales en sus sociedades. En este espacio sociohistórico, los medios de comunicación han sufrido procesos de concentración económica y un gran desarrollo tecnológico. Las producciones mediáticas, con escasas excepciones, han acompañado estos procesos y transformaciones sin cuestionar las ideologías hegemónicas que los sostienen, incluso en muchos casos han manifestado una adhesión celebratoria.
crítica en los procesos sociales que aquellas transformaciones han producido y siguen produciendo. A partir de este primer esbozo, propusimos los objetivos y las temáticas. Estos planteos iniciales fueron disparadores para el análisis y motivaron a un conjunto de estudiosos del campo a generar las reflexiones que compartiremos y debatiremos durante estas tres jornadas. Esperamos que los frutos que obtengamos sean provechosos para todos. Finalmente quiero destacar que el hecho de ser sede de este evento inaugural en la Región ha representado, para nuestra Carrera de Comunicación Social, una singular distinción. Agradecemos la confianza depositada en nosotros por la Felafacs y la Asociación Argentina (Fadeccos). Queremos también agradecer el esfuerzo y dedicación de todos nuestros profesores, estudiantes y graduados, que se sumaron a esta tarea colectiva que profundiza nuestros lazos de pertenencia e identidad. Muchas gracias.
A su vez, las TICs están generando inéditas modalidades y prácticas comunicacionales que atraviesan la cotidianidad y sobre las cuales la reflexión teórica oscila entre el rechazo y la exaltación. Por otra parte, los comunicadores egresados de nuestras universidades se integran al sistema de medios sin mostrar, muchas veces, estilos y propuestas alternativas que movilicen a los sujetos para su participación
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Relación entre la calidad de la información en Chile y la formación en las escuelas de periodismo
Escuela de Periodismo, Universidad de Santiago. E-mail:titovera@terra.cl
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¿QUÉ CORRELACIÓN HAY ENTRE FORMACIÓN Y CALIDAD DE LA INFORMACIÓN? Con alta frecuencia, escuchamos a editores o directores de medios, que las escuelas de periodismo forman deficientemente a los estudiantes, por lo que se produce una mala calidad informativa. ¿ Cuánto de verdad hay en estas afirmaciones y cuánto de falso? Es lo que tratará de ventilar esta ponencia. La primera pregunta que deberíamos formularnos es: ¿Hay una correlación significativa entre la calidad del profesional que egresa y la calidad de la información que sale de los medios masivos de difusión? Al intentar una respuesta se nos plantean dos conceptos básicos antagónicos.
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1. Para los formadores de periodistas existe necesariamente una correlación porque, de no haber conexión alguna, perdería todo sentido educar bien o mal. Daría lo mismo. La consecuencia práctica sería que las escuelas no tienen ninguna responsabilidad en el espacio informativo del país. Y esto sería éticamente insostenible. 2. Pero también se presenta otro concepto que pone en contradicción lo sostenido precedentemente, o a lo menos, relativiza esta primera reflexión. Pensemos que no siempre las personas hacen bien las cosas, por el hecho de ser buenas para algo. Hay una diferencia entre la intención y los objetivos anhelados de una parte y la intención y sus resultados sociales, de la otra parte. Esta es una observación que la teoría de la comunicación considera elemental. Para obtener buenos resultados socialmente reconocidos, se debe tener en cuenta que hay una interacción de personas y de varios factores. Nada se sostiene en el mundo social si solo consideramos la esencia de una acción de manera aislada. Un periodista no es esencialmente competente o esencialmente incompetente. Y aún si así sucediera, no está condenado a producir todo el tiempo informaciones de alta calidad o baja calidad en todos los temas y situaciones. Ello porque toda acción humana solo puede ser entendida en la interacción con otros. Y aún más, una buena información se constituye como tal sólo cuando el que la recibe así lo interpreta, aunque quien la elaboró sea o no sea competente. La información es un bien y un fenómeno social tanto por el he-
cho que su valor depende más del que la recibe que del que la formula, como por el hecho del que la elabora lo hace dentro de un proceso socialmente determinado. Las noticias periodísticas, los reportajes, los editoriales, provienen de una organización, llamada empresa, que tiene intereses, orientaciones, bondades y debilidades. Por este dispositivo pasan las propuestas informativas de los periodistas antes que los públicos dispongan de ellas. Y en este proceso pueden haber transformaciones que mejoren, deformen o debiliten el insumo que entregan los periodistas. Podemos sostener con esta primera aproximación, que en la calidad periodística informativa, confluyen tanto las competencias profesionales y por ende la formación es central, porque la materia prima de la empresa la elaboran estos, así como las empresas que seleccionan, transforman y difunden las informaciones. A ello hay que agregar las condiciones culturales y del mercado de consumo de la información producida, que condicionan el proceso de aceptación o rechazo de la misma y retroalimenta el sistema. ¿Cómo averiguar, entonces, con propiedad, cual es el grado de responsabilidad que le corresponde a la empresa como dispositivo central en el tratamiento informativo, y a las competencias profesionales de los periodistas que allí laboran, en la buena o mala calidad de la información entregada al público? Para el público esta cuestión de saber si es el periodista o es la
Si adoptamos el punto de vista del público, las preguntas básicas que surgen son: ¿Los medios masivos de difusión en Chile ofrecen una información de calidad? ¿En todos los temas el tratamiento es el mismo o varia significativamente? ¿Podemos confiar en la información pública disponible? ¿Qué medio es más competente en qué temas o asunto? ¿Debo creerle más a ciertos medios que a otros? ¿Tienen diferencias de calidad las radios con respecto a los diarios y la televisión?
CONCEPTO DE CALIDAD INFORMATIVA Al plantearnos estas preguntas simples y fundamentales, debemos clarificar la cuestión de saber a qué le llamamos buena o mala calidad informativa. Resultaría de una inexcusable pretensión el tener un solo y universal concepto o categoría de análisis para estructurar una respuesta al tema de la calidad informativa, porque sabemos, de antemano, que una misma infor-
mación puede ser muy valiosa para una persona, grupo o sociedad y puede no tener ningún valor o un valor secundario para otra persona, grupo o sociedad. Desde este punto de vista, la información no es una realidad con valor en sí misma, su valor proviene de la relación que los datos o las formas y representaciones entregadas o disponibles, tienen para las personas concretas, con intereses, experiencias, necesidades y expectativas históricamente situadas. Si aceptamos este concepto de dependencia social de la información, debemos aceptar los valores relativos que tienen las informaciones periodísticas y que existen diferentes criterios para evaluar esta relación indisoluble entre información y sociedad .
LA INFORMACIÓN PERIODÍSTICA EN EL SISTEMA SOCIAL CHILENO Para saber cual es la calidad de la información periodística en Chile, teóricamente deberíamos definir qué intereses sociales están en juego y si todos esos intereses están representados en el espacio informativo nacional. Este criterio es elemental porque permite evaluar si la complejidad social es recogida parcial o plenamente en los dispositivos de representación medial. Una representación parcial o deformada de las fuerzas sociales, genera desequilibrios y engaños respecto de cómo es la realidad y eso es fatal para el proceso de desarrollo de conocimientos y la toma de decisiones adecuadas de la sociedad. Una aproximación intuitiva o pragmática, y por tanto, discuti-
ble y con variables niveles de fiabilidad, nos indica que gran parte de los intereses sociales de la derecha política y económica en Chile, están altamente representados en los diarios, revistas, radios y canales de televisión. En cambio, el centro y la izquierda, que son muchos más numerosos, tienen escasa expresión en los medios masivos de difusión. Este desequilibrio, puede ser entendido como la estructura profunda que explica los altos niveles de insatisfacción que la gente en Chile tiene con respecto al periodismo y particularmente con relación a las empresas. La confianza o la credibilidad de los chilenos con relación a los medios masivos se muestra, por ejemplo, en la escasa compra de diarios, una de las más bajas en comparación a un importante número de países de mediano y alto desarrollo. Tal situación tiene como consecuencia pensar que todo el sistema medial chileno es altamente deficiente o sesgado porque deja fuera de la expresión cotidiana a una amplia sensibilidad socialmente identificable en los resultados electorales, en las organizaciones estudiantiles y sindicales, en el mundo artístico, profesional e intelectual. Un cambio sustantivo de los actuales niveles y calidades informativas, debe pasar por la generación de expresiones mediales que reflejen los intereses, las necesidades y expectativas de estas fuerzas sociales de centro y de izquierda demasiado subrepresentadas en el sistema medial. Y este macroproblema de desequilibrios sociales e ideológicos, presente en la propiedad y acceso a la prensa, la radio y la
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empresa el factor más importante en la calidad de la información, puede no tener mayor significación. El público, las personas o la sociedad en su conjunto necesitan de informaciones fiables, completas, diversas, oportunas para entender la realidad y poder adoptar decisiones adecuadas, conforme a sus intereses o preferencias. Y desde esta perspectiva la información es un producto en sí, aunque se trate de un bien intangible y es este producto el que entra en relación directa con el público y no las complejidades de las relaciones entre profesionales y empresa.
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televisión, sanciona una estructura tensional en la representación simbólica. Las fuerzas y las prácticas sociales, no tienen correspondencia con el relato cotidiano de lo que los medios recogen. Y tamaña realidad no podría ser corregida sólo desde las escuelas de periodismo. Esto requiere de enérgicas decisiones sociales, políticas y culturales de los sectores afectados, las que a su vez dependen de los mapas con los cuales estos sectores ven y representan a los medios masivos con sus dispositivos informativo-ideológicos. De aquí la necesidad de poner en el análisis sobre la calidad de la información periodística en Chile, el tema de cómo se evalúa el rol de la mediación simbólica y real que establecen los medios masivos en las conductas políticas de gobernantes y gobernados y en los imaginarios sociales.
LA INFORMACIÓN SOBRE LA DELINCUENCIA EN CHILE. UN EJEMPLO DE RELACIÓN ENTRE SIMBOLIZACIÓN Y DECISIONES ECONÓMICAS Y POLÍTICAS Podemos ver este tema de los desequilibrios informativos en Chile, ventilando el rol que ha tenido la abundante información sobre los hechos delictuales difundidos generosamente por los medios masivos chilenos desde hace tantos años como tiene la recuperación democrática. Mientras los registros de hechos de violencia muestran que se estabilizan los delitos, la mayoría de los medios masivos orquestan una danza de asaltos, crímenes, violaciones... que si bien dan cuenta de la realidad, tratan la información de manera
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que estos tienen un lugar exagerado en la mente de las personas. En vez que los medios de difusión generen medidas adecuadas de seguridad, producen angustia, temor, sensación de desprotección en la población y ello lleva al Estado, al gobierno y a las personas a destinar grandes sumas de dinero a la policía, a los tribunales, a los servicios privados de seguridad. Lo que parece un simple juego de libres criterios informativos o una legítima respuesta a las demandas del mercado de la información, que pide noticias o espectáculo policial, según los editores, se convierte en cuestiones ideológicas y materiales de primera importancia. El intangible miedo sostenido por los medios masivos de derecha y de centro, se convierte en tangibles o concretas medidas de repartición del erario nacional, en más policías y represión y menos recursos para la educación o la salud. ¿Para quién es de buena o de mala calidad informativa el que se privilegien los hechos que generan inseguridad social? Para la derecha es justificada la política informativa que tenemos. Las organizaciones de ultraderecha como Paz Ciudadana o Libertad y Desarrollo, certifican con sesudos estudios la existencia de este flagelo social y sus enormes dimensiones. De paso, le sirve para fustigar al gobierno de negligencia o incapacidad para controlar la delincuencia, o ser blandos con los antisociales. Es más, estas entidades han nacido para alimentar el circuito medial y dar respaldo a la «doctrina permanente de la inseguridad», en reemplazo y continuación de la conocida «doctrina de la seguridad nacional» que practicó con ejemplar celo el régimen
de Pinochet y usó como un eficiente instrumento ideológico que justificó el atropello de la democracia y las violaciones a los derechos humanos. La intencionalidad de la derecha, más las condiciones del mercado de la información que tiende a espectacularizar la realidad, unido a la estructura oligopólica del sistema medial chileno, dan por resultado que la información periodística actual sea de alta conveniencia para los sectores que desean conservar las condiciones sociales y económicas prevalecientes hasta ahora, pero en cambio, no resultan satisfactorias para los que desean cambios efectivos en favor de los trabajadores y cesantes.
LA CALIDAD INFORMATIVA CHILENA ES «TÉCNICAMENTE» DEFICIENTE Sin embargo, cualquiera sea la pertinencia ideológica de los medios, y apelando a un punto de vista técnico» no podríamos sostener que los chilenos disponemos de un buen sistema de información pública del espacio nacional. Aún si pensáramos que la falta de pluralismo político y social en los medios masivos no afecta la calidad informativa, de todas maneras, sostengo que la calidad informativa en Chile es deficiente en casi todos los temas y asuntos. A continuación demostraré tal afirmación y buscaré dar respuesta al tema central de esta ponencia cual es el de evaluar el rol de la formación universitaria en la calidad de la información periodística en Chile. Para desarrollar este punto de vista técnico, recurriré central-
ESCARPIT sostiene que la información se constituye en tal cuando hay una variación en el continum de energía, produciendo una señal identificable en la red comunicacional y en la cual hay un observador humano que la capta e interpreta. El dato en sí, acumulado en un computador o en la naturaleza o en la mente de otra persona que no la expresa, no es aún información de acuerdo a la definición de Escarpit. Para que haya información debe haber una forma reconocida socialmente, expresada en gestos, mensajes o acciones. La información sirve para disminuir la incertidumbre, controlar situaciones o procesos, ejercer el poder de las libertades o decisiones. Por esto para ESCARPIT, los valores o atributos de la información son tres. VALOR DE PROBABILIDAD O NEGENTROPICO, que es el que sirve para acotar lo que va a suceder, descartar lo improbable y por tanto disminuir la incertidumbre. El VALOR SITUACIONAL que es la propiedad de darnos los elementos para adecuarnos al entendimiento de lo contractual, adaptar la representación que es propia de la información a lo que estamos efectivamente viviendo. Y el VALOR EN JUEGO que consiste en saber qué consecuencias van a tener los acontecimientos que están siendo representados.
El autor de esta ponencia, junto al profesor Eduardo ROMAN, que trabaja igualmente en la Universidad de Santiago, mediante una investigación que se inició hace dos años, con alumnos de la Universidad Católica de Valparaíso, se propusieron evaluar la calidad informativa de los diarios chilenos. El trabajo realizado les ha permitido a sus investigadores presentarse al Concurso Nacional de FONDECYT para profundizar la investigación y extenderla desde los diarios, a la radio y la televisión. La idea es crear un CENTRO NACIONAL DE DIGNÓSTICO DE LA INFORMACIÓN PERIODÍSTICA CHILENA y emitir informes regulares una vez al mes o cada dos meses sobre un asunto tratado en los diarios, en las radios y en los canales de televisión abierta. Para lograr evaluar de qué calidad de información periodística disponen los chilenos, los investigadores procedieron a definir el concepto de calidad informativa y establecieron un sistema computacional, de registro y cruzamiento de datos, adaptando las propuestas de Escarpit y generando categorías de análisis. Por ejemplo, el Valor de Probabilidad o Negentrópico, se estableció mediante el registro del número de fuentes que contiene una información y el número de fuentes contrastadas. Todo sistema natural, físico o social, puede medirse en relación al número de sus componentes y la combinación entre ellos. Y todo sistema resulta más fuerte o complejo según sus posibilidades de combinación de factores que por el número de factores. Con cinco colores básicos, se pueden obtener, por combinación, considerables cantidades de colores nuevos.
De esta forma consideramos que una información es de mejor calidad cuando frente a un asunto hay numerosas fuentes, pero es mejor aún si hay fuentes de diverso origen, porque ello permite acotar mejor el campo de probabilidades y podemos equivocarnos menos al momento de decidir una acción. Este valor fue ponderado junto con los otros valores, tales como el VALOR SITUACIONAL Y EL VALOR EN JUEGO, en el registro electrónico construido para el efecto. El valor situacional fue determinado por el número de alusiones a situaciones representadas en la información. A más cantidad de alusiones y de alusiones contrastadas, mayor calidad informativa. El valor en juego se compuso por la existencia de actores y alusiones relacionadas con sus intereses sociales. A más actores con alusiones y con alusiones contrastadas, mayor valor en juego. Para complementar o controlar el comportamiento de estos indicadores, recurrimos a clásica definición sobre la complitud de las noticias, de las 6 WW. Es decir nos preguntamos si estaba el qué, el quién, el cuándo, el por qué y el para qué de lo que se informaba y en qué niveles se presentaban estos componentes: alto, mediano , bajo o no estaba. A más componentes y mejores niveles, mayor calidad informativa. También recurrimos a otros autores para verificar las correlaciones de calidad según indicadores diferentes y luego ver cuáles son los que se muestran más representativos del total de las variables que deseamos evaluar de forma de simplificar el proceso para acelerar la verificación
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mente a dos autores: Robert ESCARPIT y Edgard MORI . El primero nos ayudará a definir los valores de la información y el segundo a comprender cómo funciona la relación entre realidad y representación de la realidad, que es un problema central cuando tratamos de evaluar el rol de las informaciones en una sociedad tan mediada como la nuestra.
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de resultados. Pero estos aspectos no resultan pertinentes de desarrollar acá. Simplemente deseo explicar los criterios centrales con los cuales se han construido los indicadores necesarios para establecer la calidad de la información comparando los diferentes diarios en relación a un mismo asunto. El diseño de variables es ambicioso, porque contiene una gran cantidad de componentes y de cruzamientos. Aún no hemos aplicado el sistema de evaluación de la calidad a una muestra estadísticamente válida. Ello requiere de una considerable recolección de datos. Y estamos en ese proceso. Por ahora podemos decir que tenemos, a nivel artesanal y aún no verificado, algunas pistas suficientemente significativas sobre cómo es la calidad de la información en los diarios chilenos y las formas en las que operan sus principales logros y sus deficiencias.
HIPÓTESIS CENTRALES Y EXPLICACIONES SOBRE EL COMPORTAMIENTO DE LA CALIDAD INFORMATIVA DE LOS DIARIOS CHILENOS Entre las hipótesis de la investigación que me gustaría analizar para abordar, con ustedes, el tema central, del rol de las escuelas en la calidad informativa de los medios chilenos, están las siguientes: 1. La mayoría de los diarios maneja una abundante cantidad de información sobre diferentes asuntos, pero su calidad general es baja. Son notablemente menos frecuentes las informaciones exclusivas a cada medio, careciendo, en consecuencia el sistema de oferta medial de reales
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oportunidades de diferenciación para los lectores. 2. El valor de probabilidad varía de un diario al otro. Los buenos rendimientos se dan en el número de fuentes, pero cuando se trata de fuentes contrastadas todos los diarios presentan una gran debilidad. 3. El valor en juego está levemente mejor representado que el valor situacional en la mayoría de los diarios, pero en general estos valores son bajos o insatisfactorios. 4. El nivel promedio de calidad de los diarios chilenos es deficiente, cualquiera que sean los indicadores que se tengan en consideración. Tales hipótesis tienen altas probabilidades de verificación, por las siguientes consideraciones y constataciones: a. Como predomina el formato informativo en los diarios chilenos por sobre los formatos interpretativos, la inmensa mayoría de las informaciones se presentan de manera aislada una de otras. Por ejemplo, se tiende a hacer una nota separada con las declaraciones del Ministro del Interior sobre disturbios protagonizados por mapuches, hay otra nota con los enfrentamientos y otra nota de un diputado que habla sobre el tema. b. Generalmente un proceso social no es tratado como tal en el relato periodístico de los diarios, se tiende a banalizar, ocultar o deformar las principales contradicciones de intereses de los protagonistas, pero en la superficie aparecen todos los actores, unos más que otros. Esto puede dar la sensación de equilibrio
informativo, pero en general la estrategia de los diarios está dominada por una pérdida del contexto. Se presentan muchos relatos aislados o, en el mejor de los casos, como unidades contiguas e independientes, sin que exista una comprensión global o integrada de dichos acontecimientos. Estos procedimientos evitan a los diarios presentar las contradicciones de los eventos y empobrece o hace desaparecer las fuentes, los actores y las alusiones contrastadas, perdiendo la información toda visión dialéctica en la representación de la realidad. Detengámonos en esta propiedad informativa, que es la falta de complejidad y de contrastación de las fuentes y de los actores, que podemos definir como pobreza dialéctica de las informaciones de los diarios. Morin define que solo la complejidad teórica nos puede acercar a un conocimiento pragmáticamente válido. Y la complejidad es sobre todo la facultad de hacer asociaciones múltiples de factores e ideas y el centro de esas asociaciones está dado por el reconocimiento de las contradicciones u oposiciones desde un mismo fenómeno o un conjunto de ellos. Los diarios chilenos, de manera habitual y mayoritaria, eluden la contextualización y las contradicciones, fomentan la disgregación de los acontecimientos, fragmentan la realidad en el relato. ¿Esta pobreza dialéctica de la información de los diarios chilenos existe por una incompetencia profesional de sus reporteros y editores o es una simple respuesta estructurada por la em-
ROL DE LAS ESCUELAS DE PERIODISMO Las escuelas de Periodismo, es cierto, podrían mejorar sensiblemente las competencias profesionales de sus egresados, mediante el manejo más riguroso de métodos y técnicas de obtención, recolección, almacenamiento, tratamiento, redacción y difusión de la información y mediante la profundización de una visión integradora y crítica. Y en esto queda muchísimo por hacer. Especialmente se puede mejorar la rigurosidad científica para comprender y comunicar los acontecimientos sociales cada vez más complejos. Pero la calidad de la información que reciben los públicos, tal como estamos intentando demostrarlo, depende mucho más de las políticas y estrategias que aplican los medios masivos en sus formatos y contenidos en tanto empresas comerciales e ideológicas, que de las universidades.
UN CAMBIO SUSTANCIAL DE ORIENTACIÓN POLÍTICA PARA CAMBIAR LA CALIDAD INFORMATIVA Mientras el sistema de oferta medial no se diversifique y enriquezca, no aparezcan nuevos medios periodísticos con más sensibilidad social, no se generen políticas estatales que favorezcan el pluralismo, no se fortalezcan las identidades culturales y políticas, Chile, con buenos o malos periodistas, tendrá mala calidad informativa.
El sistema de la calidad informativa depende de: Las competencias de los profesionales y en esto tienen mucho que mejorar las escuelas de periodismo, siendo más científicas y críticas. De las empresas mediales.Estas son demasiado sesgadas y con un sentido comercial que mata el entendimiento profundo de los problemas, tendiendo a su espectacularización y pérdida de contexto y de complejidad. De un público chileno, hasta ahora, poco crítico, que manifiesta su disconformidad no comprando los diarios, pero sin exigir sus derechos a una buena información pública. El gobierno está generalmente perdido en materia comunicacional y no ha logrado instalar una política de Estado que garantice un sistema de información pública flexible y diverso, porque desconoce o carece de capacidad para entender la relación entre simbolización masiva de la realidad y la conducción política y económica, dejando que los mercados de la información actúen por su cuenta. Sentimos que estamos de lleno en ese ambiguo y contradictorio mundo de la globalización, y en la sociedad de la información y del conocimiento, pero el Estado chileno carece de la inteligencia necesaria para saber cómo mejoramos nuestro entendimiento de nuestros propios problemas y entorno. Nada obtenemos con llenarnos de noticias internacionales, de internet y de los multimedias, si no sabemos qué información manejar sobre nuestro entorno inmediato.
Dar créditos blandos a los jóvenes, a las regiones, a los grupos culturales para instalar empresas mediales, es un buen camino que puede conducir a mejorar la calidad de la oferta informativa. Destinar programas a mejorar la capacidad crítica de los consumidores de información es también una vía necesaria. Creemos que el programa que desarrolla la Escuela de Periodismo de la Universidad de Santiago de lectura crítica de los productos mediales en los colegios de enseñanza media, es una vía eficaz para avanzar en este objetivo. Las políticas comunicacionales de un gobierno no son simplemente hacer creer que el gobierno hace bien las cosas. Es de su responsabilidad asegurar que las personas tengan las herramientas para desarrollar su capacidad crítica, tengan acceso a medios de difusión con visiones diversas y hacer frente a la agobiante hegemonía ideológica de derecha y de los procesos de globalización y de la explosión informativa.
CONCLUSIONES La calidad de la información periodística en Chile tiene que ver con la formación y las metodologías, pero también tiene que ver con la existencia de nuevas voces, de voces jóvenes, de voces sociales, de voces políticas, de voces culturales que están ausentes o débilmente representadas en la actualidad. Y el mejor aporte que pueden hacer las universidades a la calidad de la información, es más que mejorar su equipamiento o las destrezas, formar jóvenes con capacidad intelectual para
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presa periodística y que forma parte de su estrategia comunicacional, comercial e ideológica?
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ser autónomos en la interpretación de la realidad, con capacidad crítica y entendimiento para manejarse en la complejidad y hacer aportes efectivos a la población en la representación de los acontecimientos y de los procesos sociales. En particular las escuelas de periodismo chilenas deben introducir una reflexión sistemática e integradora que relacione a fondo los formatos y los géneros periodísticos con la calidad de la información y con los sistemas empresariales de elaborar y difundir noticias. Ello debería llevar a nuevas maneras de hacer periodismo y posiblemente a hacer más necesaria y urgente la formación de nuevos medios de difusión masiva.
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Siete tesis sobre comunicación y política
Dirección electrónica: scaletti@datamarkets.com.ar
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Comunicación y política
Decir “tesis” es, en rigor, decir conjetura, decir señalamiento que se formula para propiciar al debate. En ese sentido quisiera que se entendiese el título de esta exposición: como el de siete invitaciones a una discusión que, a mi entender, hemos venido demorando por demasiado tiempo. A lo largo de los primeros cuatro de estos señalamientos, recorreremos de modo sucinto las formas que asume el encuentro entre comunicación y política, comenzando por las inmediatas, las que plantean los planes de estudio de nuestras Carreras [en Argentina], y pasando luego por la historia del campo, por su presente y hasta por las analogías y contrastes con aquel otro lugar de encuentros privilegiados, el que sutura comunicación y cultura. En las tres últimas tesis, intentaremos avanzar sobre las
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posibilidades de una formulación diferente de las que, para entonces, habrán sido aludidas una y otra vez. El punto de partida para este itinerario es uno y simple. Me permito resumirlo como si se tratase de una paradoja, aunque -se verá- no pienso que en verdad lo sea. A saber: en los tiempos que corren, todo parece hablarnos de una estrecha conexión entre los fenómenos de la política y los de la comunicación. Ella se da por sentada, se sobreentiende, a tal punto que probablemente nadie en nuestro campo de estudios podría razonablemente resistirse a la fuerza de la afirmación. Y sin embargo, pese a ello, la variedad de caminos con que esta conexión tiende a ser pensada es tan heterogénea como débiles son sus desarrollos sistemáticos. I En primer término, veamos este contraste a través de un somero examen de los planes de estudio de la Carreras de Comunicación de nuestras Facultades (Argentina). El examen pone de relieve que la conexión entre comunicación y política que se propone a los estudiantes, entendida como un horizonte de abordajes de cierta envergadura, aparece virtualmente ausente. Las formas de su presencia son erráticas y relativamente secundarias. Uno de los modos con que esta conexión aparece, por ejemplo, es a través de asignaturas que conceptualizan específicamente lo político. Se trataría, en este caso, de ofrecer a los estudiantes una introducción a los problemas que se sitúan del otro lado del encuentro, de manera de habilitar puentes más que de
abordarlos. Es también un buen indicador de la disposición curricular a tomar en cuenta los marcos conceptuales de la otra tradición, la de la ciencia política, con vistas a facilitar el entendimiento de la conexión con lo comunicacional. Pues bien, de acuerdo a una revisión preliminar de los programas vigentes apenas tres años atrás, las Licenciaturas en comunicación dictadas en aproximadamente siete de las casi cuarenta universidades argentinas donde se impartían (las correspondientes a las Universidades de Buenos Aires, Católica de Santa Fe, de El Salvador, de Flores, de La Matanza, de Morón y de Palermo), contaban de forma expresa con una asignatura obligatoria (en algún caso dos) a través de la cual a los estudiantes les correspondería introducirse en los rudimentos de la ciencia política, con este nombre o con los de Teorías del Estado, Teoría Política, Sistemas Políticos Comparados. Vale reiterarlo: siete sobre casi cuarenta. Es posible que una revisión más rigurosa, o más actualizada, o que incluya los contenidos previstos para otras asignaturas, así como las alternativas de materias opcionales, etcétera, pueda ampliar en alguna medida la magra proporción señalada. Pero en cualquier caso, se trata de un ítem curricular que se encuentra holgadamente por debajo de la presencia que alcanzan comparativamente otros campos disciplinarios próximos a los estudios de comunicación. En otras palabras, son considerablemente más las Licenciaturas que cuentan en sus planes con teorías sociológicas, con psicologías o con materias antropológicas que con las relativas a la teoría política.
Se registran por supuesto otras formas de contacto entre ambos campos. Por ejemplo, algunas carreras incluyen materias destinadas al entrenamiento en el análisis de la actualidad política en clave informativa. Así, entre otras, las Universidades Austral, de Belgrano, o Nacional de Río Cuarto. O bien las que, como la UADE (Universidad Argentina de la Empresa), lo hacen en términos de relaciones internacionales. O las que, como la Universidad de Belgrano, lo hacen con orientación al conocimiento del sistema político argentino, por no mencionar la relativamente numerosa serie de asignaturas que proponen fijar la mirada en los problemas jurídicos que entrañan las prácticas comunicacionales.
Si acaso aquellas estrechas conexiones que damos a diario por sentadas entre comunicación y política no son una mera ilusión, lo que ocurre en nuestras Licenciaturas en ese sentido (esto es, con la posibilidad de plantearlas, problematizarlas, discutirlas), tiene la forma de una presencia esquiva. La atención que se le presta a las relaciones entre comunicación y política -e, incluso, a los elementos que la teoría política puede aportar a ella- resultan, en sus términos más conceptuales, a veces escasos, a veces nulos. No es de ninguna manera nuestro propósito responsabilizar a las Carreras por el cuadro de situación que emerge de estas breves indicaciones. Más bien tomar lo que este panorama da a entender como punto de partida de una reflexión que se sitúa más allá de las Carreras y, en cuyo contexto, en todo caso, ellas constituyen sólo parte del síntoma.
II La cuestión acerca de la cual las Carreras parecen ofrecer así testimonio podría ser enunciada, en principio, en términos tan sencillos como los siguientes: la posibilidad de un pensar radical sobre las vinculaciones y entrecruzamientos entre los fenómenos que alumbran ambos cortes analíticos de los procesos sociales comunicacional y político- ha sido insistentemente resistida, en parte, por la misma naturalidad con que estos entrecruzamientos se presentan, intensos y cotidianos. En parte, también, por la persistencia de una concepción en última instancia técnica de la comunicación (y de la política).
No pretendemos con esta afirmación ignorar los lazos fuertes que se establecen desde el punto de vista de la investigación y la reflexión entre los estudios de comunicación y los fenómenos políticos. Muy por el contrario, pretendemos aludirlos. Esto es, aludir la curiosa circunstancia de una cercanía y de la evidencia de una conexión que, sin embargo, ha logrado permanecer opaca (y emprendiendo caminos subsidiarios: legislación en comunicación; políticas de estado en comunicación; el papel de la comunicación en los eventos políticos; etc.) cuando todo llamaba a pensarla de frente. Los estudios de comunicación nacieron al estatuto pseudo disciplinario que hoy ostentan en esta cercanía. La historia arranca tal vez en 1927, con la publicación de Propaganda Techniques in the World War, del por entonces muy joven Harold Lasswell (un volumen nunca traducido al castellano). Desde aquellos años y por décadas, los estudios de comunicación recorrieron, en los Estados Unidos y en nuestros países, entre otros caminos, los claroscuros de las campañas electorales, así como los afanes por el desarrollo de zonas rurales hasta, en rigor, el absoluto presente de la asamblea electrónica que se sueña por internet.1 Esto es, crecieron en estrecha contigüidad con la problematización de lo político, aunque -y éste es el punto- sin abandonar nunca un tipo de conexión donde la política supone centralmente el funcionamiento de la maquinaria institucional de la llamada democracia y la comunicación, la capacidad diseminadora de mensajes propia de unas tecnologías novedosas. En otros términos, y si se me permite, la relación que se nos ha
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Claro está, no necesariamente esa conexión entre comunicación y política a la que me refiero como presentándosenos hoy consumada y natural se vería agotada (ni tan siquiera satisfecha) con la inclusión sistemática de asignaturas de teoría política en Licenciaturas de Comunicación. Casi podemos inclinarnos a señalar lo contrario: el encuentro entre comunicación y política no tendría por qué entenderse como resultado de una mera yuxtaposición de asignaturas de una y otra. Pero podría entendérselo como un comienzo o el indicio de una preocupación asumida. Porque lo cierto es que tampoco son demasiado frecuentes (al contrario, lo son menos aún) los espacios curriculares que, ateniéndose a lo expreso, elevan la apuesta e incluyen asignaturas donde la conexión esté ya formulada, a la manera de algunas pocas carreras que aluden en sus planes a la «comunicación política» o bien, invirtiendo términos, a las «políticas de comunicación».
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propuesto y se nos propone desde esas tradiciones que en más de un contexto resultaron las hegemónicas en el campo, es aquella que puede existir entre una maquinaria social y unas tecnologías. No acaba allí, empero, el registro de la contigüidad. Las formas que ha asumido y asume, se verá, son del todo variadas. En ese marco no podría dejar de hacerse al menos referencia al vigor con que los estudios latinoamericanos de comunicación, por ejemplo, aportaron, entre los años ’60 y ’80, otras modalidades de conexión. Una de ellas, la que privilegió por excelencia la ligazón existente entre los fenómenos de la comunicación -particularmente mediáticos- y las dimensiones ideológicas de la vida social, vinculando privilegiadamente esta ligazón al conjunto de procesos políticos que vivía la región en esos agitados años. Otra, en relación con lo que se llamó larga -y también un tanto confusamente- comunicación alternativa. Una tercera, a partir de los intentos que, bajo esos mismos procesos políticos de cambio, trataban de culminar en una nueva y más democrática gestión de los resortes institucionales de la comunicación pública, en consonancia con los debates internacionales promovidos por la UNESCO, horizonte al que se denominó políticas de comunicación. En cualquiera de estas tres modalidades aludidas, la conexión de la comunicación y la política traspasó la mera consideración técnica de la comunicación. Pero es visible que la lógica bajo la cual se concebía el encuentro estaba presidida por una problematización relativamente restringida a los derroteros donde los dispositivos comunicacionales habrían de contribuir al
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desarrollo de un horizonte político, digamos, democrático y popular. Una revisión exhaustiva de los modos en que fue pensado el contacto entre comunicación y política ofrecería una variedad todavía más amplia. Y cada caso ameritaría con seguridad un cierto análisis considerablemente más pausado que estas rápidas referencias. Sin embargo, ellas sirven a nuestro propósito actual: llanamente, evocar con brevedad algunas de las más conocidas formas con que la relación a la que aludimos fue asumida por la comunidad académica de la que formamos parte. Sobre esta evocación, fundar la propuesta reflexiva: no es de la Carreras de Comunicación el problema. El entero campo de estudios parece haberse inclinado, casi por igual desde la izquierda y la derecha, hacia formas periféricas de la cuestión. No sería la primera vez que resistencias a la teoría -por tomar el giro que Paul de Man dirige a una cierta historia de la crítica literaria-- ocurren en el campo de la conceptualización de los procesos sociales. Por el contrario, episodios como el que señalamos constituyen casi una marca clásica. Las muy fuertes influencias de tradiciones empiristas y positivistas han llevado, quizá, a dar por suficiente el registro, la clasificación y nomenclatura de acontecimientos, sin una reflexión radical sobre los propios términos de estas operaciones. Me interesa rescatar en este sentido otra pequeña historia que nos toca de muy cerca. Es la de las relaciones de los estudios de comunicación con los problemas de ese otro gran territorio de los fenómenos sociales que es
la cultura. En 1984 -hace apenas 17 años- Héctor Schmucler proponía en escasas seis páginas el “salto teórico” y el “desplazamiento de fronteras” que entrañaba pensar a un mismo tiempo comunicación/cultura. Aquel texto2 es hoy recuperado, y con acierto, como la señal de un punto de inflexión para los estudios latinoamericanos de comunicación. Schmucler llamaba allí la atención acerca de una “fusión tensa” cuya consideración, en rigor, había venido siendo largamente preparada, cuando menos, tanto desde la semiótica como desde la antropología. Valga señalar que dos textos que hoy circulan profusamente en nuestras carreras, La interpretación de las culturas, de Clifford Geertz, y “Codificar y Decodificar”, de Stuart Hall, y que suponen por igual esa «fusión tensa», habían ambos visto la luz once años antes, en 1973. Otro tanto y más podría decirse en relación con los trabajos de Yuri Lotman o del propio Umberto Eco. Y sin embargo, nuestros estudios de comunicación miraban sin ver, insistiendo en esquemas reductores de los fenómenos de comunicación. Apenas tres años después del artículo de Schmucler, el ahora archicitado texto de Jesús Martín, De los medios a las mediaciones, daría el empujón definitivo para consagrar un enfoque en los estudios de comunicación que hoy se nos ha vuelto no sólo habitual, diría que sobre todo insoslayable. Dos observaciones a raíz de esta pequeña historia. Una: no es la primera vez, entonces, que los estudios de comunicación -que tanto se miran a sí mismos- resultan empero miopes al hacerlo.
En otras palabras: nuestra tesis es que la conexión entre política y comunicación ostenta hoy un estatuto análogo al que enhebraban las relaciones entre comunicación y cultura mucho antes de la irrupción de los enfoques citados, esto es, el estatuto de registros fragmentarios en torno de lugares acotados de intersección y de contigüidades empíricas. Con una diferencia de no poca importancia que, sin embargo, no da lugar a ese tipo de optimismos fáciles según los cuales todo sería cuestión de tiempo. Me refiero a que, en aquel caso, el de ‘comunicación y cultura’, lo fragmentario e inmediatista podría ser visto hoy, retroactivamente, como cargado de una cierta inocencia, de un primitivismo de concepciones. En el caso, en cambio, de las relaciones entre ‘comunicación y política’ aparecen como consecuencias que no cabe entender sino como resultado de una efectiva, consistente y exitosa reducción teórica de los términos en los que se pretende que entendamos tanto la comunicación como la política. Lo veremos mejor enseguida. III En los días que corren, tres parecen ser las figuras prevalecientes para el análisis de estas contigüi-
dades. Las consideraremos en asociación con las nociones de (a) estrategia, (b) sondeo y (c) fetichismo. Diremos que en cada una de ellas se resume un conjunto denso de decisiones que son teóricas, aunque camuflen ese carácter con el juego de lo que parece evidente por sí mismo. Abrir paso a otro tipo de reflexiones sobre la cuestión, requiere un mínimo desmonte de las operaciones reductivas que en ellas se sintetizan. Las tres nociones, por lo demás, tienden a implicarse y reforzarse recíprocamente. Nos explicamos. Si el breve repaso alusivo a la historia del campo tendió a señalar un cierto vacío de reflexión teórica sobre el punto, el examen del presente prolonga esta apreciación. Pero este presente añade a la historia algunos perfiles específicos. Por una parte, parecería insinuarse hoy un proceso de cristalización en torno de algunas fórmulas que juegan a su consagración definitiva. Por la otra, esas fórmulas hoy predominantes integran un arco donde un enfoque es común por encima de algunas notorias diferencias, esto es, el enfoque de la política como aparato y de la comunicación como tecnología. Y no hay propuestas de alguna resonancia que contraríen radicalmente este punto de partida. Veamos rápidamente la cuestión. Al calor de la noción de estrategia, y, por ende, estrategia de comunicación (y, en particular, de comunicación política), los últimos años han visto engordar aceleradamente la noción más claramente instrumental de la comunicación misma. Bajo este alero, la comunicación -y los conocimientos que de ella tengamos- se reducen a la operación eficaz de unos sistemas de trans-
misión de mensajes. No es necesario extenderse sobre las implicaciones que van comprometidas: todos saben a qué me refiero. Explorada, ensayada y validada en el espacio de las lógicas de mercado, del desarrollo de la comercialización y de los incrementos en la rentabilidad a los que ha servido tradicionalmente la comunicación llamada publicitaria, la idea estratégica de la comunicación empuja hoy a favor de una decisiva tendencia de época, a saber, la reconversión general de las relaciones sociales y políticas a juegos posicionales de costo-beneficio, insumo-producto, ganancias y pérdidas. Más: buena parte del éxito de esta idea de unas siempre posibles estrategias de comunicación tal vez deba vincularse al hecho de que resultan apreciadas como el más económico y accesible de los recursos con que parece factible modificar casi cualquier relación de fuerzas en el plano del discurso entre distintas posiciones de enunciación, estableciendo ventajas comparativas y sustituyendo la legitimidad argumental por los efectos controlados de sentido de las operaciones comunicativas. En otras palabras, ¿ qué es más sencillo para un candidato en problemas que añadir a su campaña un spot publicitario que algunos especialistas en comunicación estratégica habrán elaborado para, eventualmente, tratar de disolver sus debilidades de imagen y acrecentar sus fortalezas? En consonancia con la creciente valoración asignada a los procesos comunicacionales en esta clave, crecen también en nues-
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Indicaciones de la relación entre comunicación y cultura se encontraban regadas aquí y allá a lo largo de décadas (piénsese hasta en el propio Malinowski, en Valentin Voloshinov o en Marcel Mauss), mientras los estudios de comunicación se afanaban por constituirse en una disciplina más, reacia a las deudas excesivas con otros campos del conocimiento. Segunda observación: la miopía, como ha quedado indicado, también se cura, aunque cueste.
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tras carreras los espacios propios de las estrategias de comunicación, el marketing político y las varias formas asociadas a este enfoque. En particular, en lo que respecta a la Argentina, el conglomerado que enlaza a la publicidad con la política pasando por la mercadotecnia, constituye una de las orientaciones con mayor empuje, por ejemplo, entre las universidades privadas. Este crecimiento no ocurre en vano ni sobre el vacío. Desde el sentido común de la calle hasta el sentido común académico, pasando por el discurso de los medios, hoy se presenta ante todos como una suerte de verdad elemental que resiste toda crítica el concebir casi cualquier ambición de desempeño de un actor del escenario social (organismos gubernamentales, partidos políticos, instituciones asociativas en general) en asociación estrecha con los recursos estratégicos de la comunicación. No es éste un dato menor. La noción de estrategia de comunicación contribuye así a volver central el papel de los componentes propios de la lógica del poder y del dominio en el campo general de la intersubjetividad, y a naturalizar esta presunta centralidad. Dicho de otro modo: bajo su luz, se redefinen las nociones mismas de qué cosa es la vida política de la comunidad. Cabe formular aquí una aclaración. Las reflexiones a las que acabamos de invitar no pretenden, como puede imaginarse, ni descubrir ni cancelar ni denunciar la impronta creciente que en general asume la idea de «acción estratégica» en la cultura de nuestras sociedades. De lo que se trata, en el marco infinitamen-
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te más acotado de la cuestión que nos hemos planteado aquí, es de hacerse cargo de que en la expansión de estas nociones se juega una entera forma de entender las conexiones entre comunicación y política, forma que se corresponde a su vez con unos sobreentendidos muy fuertes respecto de lo que sea la buena comunicación y respecto, también, de lo que sea la buena política. Para decirlo en dos palabras deliberadamente cargadas de una cierta resonancia heideggeriana: operaciones eficientes.3 La noción del sondeo, a la que adjudicamos también un lugar preponderante entre los modos de concebir hoy los lugares de encuentro de lo que es comunicación y de lo que es política, puede entenderse en este contexto contra un doble telón de fondo. Por un lado, el sondeo constituye la herramienta complementaria de cualquier estrategia de comunicación pública, y visiblemente, de las estrategias de comunicación política. Pero, por el otro lado, y de manera que nos parece coherente con lo anterior, la técnica del sondeo, y el instituto del sondeo que la administra, han logrado, a lo largo de los últimos cuarenta años, producir la más fenomenal mutación de conceptos respecto de lo que se entiende y se asume como «opinión pública», y está en vías de realizarlo respecto de lo que se entiende y asume como «representación política ciudadana». Repárese en el hecho de que nos estamos refiriendo a dos elementos -opinión pública y representación- que son nodales para cualquier conceptualización de la democracia republicana. Y lo que es más llamativo: ambas mutaciones de concepto
se vienen produciendo sin que ni desde la reflexión teórica en los estudios de comunicación ni desde la reflexión teórica en la ciencia política se hagan sentir los debates que cabría suponer. Tampoco aquí se trata de protestar ante lo que ya ha sido consagrado. Pero sí de advertir que el instituto del sondeo hace de la construcción colectiva de disensos y consensos, del debate público, si se me permite la analogía, algo similar a lo que en su momento hizo la industria cultural con la producción del arte: reemplazar complejos procesos de la vida social donde por excelencia emergían las virtudes de la creación, la libertad y la inteligencia humanas, a tramitaciones estandarizadas de unos artefactos que se cargan de valor a través de su serialización. El instituto del sondeo deposita el carácter precisamente público de la opinión en la empresa que procesa e interpreta estadísticamente una recolección de respuestas, por lo común obtenidas por opción, y formuladas individual y privadamente en el umbral de la casa, en el teléfono, o en una página web. Entre lo que supone ‘opinión’ como propio de un proceso de confrontación de un colectivo social, y lo que supone ‘opinión’ como aquello que resulta de la respuesta a un «¿con cuál de las siguientes afirmaciones está usted de acuerdo?», hay varios gradientes comunicativos de la vida política ciudadana que han quedado eliminados, aunque, claro está, la economía de la indagación diagnóstica, así como la velocidad en la devolución a la sociedad de una cierta imagen de sí misma, han ganado notablemente, una vez más, en eficiencia.
La tercer figura predominante entre las que señalo como formas contemporáneas habituales de pensar el punto de encuentro comunicación/política es tal vez la que adquiere mayores resonancias teóricas. Me refiero a la que en otra ocasión aludí como el ‘fetichismo de la tecnología’4 . Vale decir, la de aquellas orientaciones que, ya sea para descargar sus feroces críticas ya sea para celebrar un restallante horizonte de promesas democratizadoras, convierte a las tecnologías de la comunicación en la clave de bóveda de una interpretación sobre el presente. Para unos, gracias a los medios de comunicación, la política se ha vuelto un espectáculo, y ha degradado así sus términos racionales. Para otros, la política -muy por el contrario- asiste hoy al desafío de ser recuperada para una ciudadanía universal gracias a la interactividad de las tecnologías electrónicas de comunicación que convierten el sueño del ágora y del plebiscito permanente en realidades alcanzables.5
Desde la perspectiva de lo que aquí nos planteamos, corresponde señalar que tanto tecnófobos como tecnófilos tienden a convertir a las tecnologías en una suerte de Deus ex machina, en un auténtico fetiche, por cuyas consideraciones, de manera paradójica, tanto la comunicación como la política resultan variables valga decir ‘dependientes’ de una ecuación donde los factores causales son los tecnológicos. De esta manera, se obtura el análisis de la condición de los medios y del encuentro entre los fenómenos de la comunicación y los de la política. Es curioso: tanto cuando se trata de denunciar el imperio de la técnica como cuando se trata de recuperar para los seres humanos concretos el ejercicio de las potestades de la polis, la reflexión parece quedar presa de los términos que busca dejar atrás, vale decir, el privilegio de la razón técnica, ya no, aquí, como elegía a la eficiencia, sino como ratio última en la que se busca la explicación de lo social concreto, sea su via crucis, sea su redención.
ro referirme con recurso a un elemento de juicio cargado de otras implicaciones que, espero, puedan aceptarse para esta primera revisión del problema. A saber: la recuperación del encuentro comunicación/cultura ha propiciado la actualización de un enfoque crítico y -diré- ‘de izquierda’, sobre una entera zona de fenómenos de la vida social. El público que atiende una programación televisiva, por caso, ha dejado de ser apenas una indicación de rating, una posibilidad de impacto o de recordación, para ser la punta de un ovillo tras la cual emergen matrices de sentido, tensiones en la diferencia, luchas por la significación, tradiciones y emergencias de la vida en común. Las modalidades predominantes con las que se piensa en cambio la relación comunicación/política y la dificultad para asumirla más allá de sus contingencias empíricas parecen contrariamente dejar ese orden de fenómenos a disposición de enfoques más conformistas que críticos y -diré- ‘de derecha’.
IV Los estudios de comunicación han podido hacer propia una mirada que ganó en complejidad y multidimensionalidad a través de la reproblematización de la cultura. Un examen preliminar de sus formas de pensar la política parece indicar, en comparación, una diferencia significativa. No sólo en cuanto a la posibilidad de conceptualizar el nexo más allá de sus contingencias empíricas. También en relación con los enfoques para con la comunicación en general. Me permitiré señalar lo específico de la diferencia a la que quie-
En otros términos: la reducción de los fenómenos de comunicación a, entonces, - la eficiencia que unas instituciones o lugares de decisión pueden añadir a sus cometidos prefijados, o bien, a - la reducción de los actores de la escena pública a sus confesiones domiciliarias o telefónicas realizadas a pedido de unas empresas que se autoinstituyen como gestoras y procesadoras de los pareceres ajenos, o bien, por último, a - la a su vez previa reducción de la ciudadanía al lugar de la plebe romana en las graderías del circo (así sea para denunciar sus
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Una cierta corriente de investigación -de manera notoria la que puede relacionarse con Dominique Wolton- ha avanzado en los últimos años en el campo de la comunicación realizando significativos aportes para el análisis de algunos de los problemas que venimos de mencionar. Pero, cabe decirlo, también en la tarea de prestar aval teórico a estas modalidades de intersección política/comunicación. Entre tanto, un buen número de medios académicos de la comunicación en nuestros países, formulando su propia, pequeña síntesis, comienza a dar alegremente por sentado que hemos ganado un nuevo horizonte profesional para nuestros egresados.
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consecuencias), requiere de manera casi inevitable de dos definiciones previas y nada menores, a saber: a) de la comunicación en general como la transmisión controlada de unos mensajes bajo condiciones dadas, y b) de la política en general como lo propio de un sistema institucionalizado que recurre a la herramienta de la comunicación precisamente para mantener disciplinada a la multitud de todos aquellos que no son sus propios funcionarios. Cambiando ligeramente los términos: mientras la junción comunicación/cultura ha echado luz sobre los modos vivaces en los que el desorden -esto es, la historia- subsiste y late bajo el manto de prácticas de indiferenciación, el nexo comunicación/política, en los tiempos que corren, encuentra sobre todo sus objetos en el reino del orden. No siempre fue así, y quisiera añadir por ello en este punto un complemento polémico. Como ya hemos recordado, en los años ’60 y ’70 y aún parcialmente en los ’80, las asociaciones entre comunicación y política crecieron en América Latina al calor de aspiraciones transformadoras. No importa aquí la revisión de aciertos y errores, de fortalezas y debilidades teóricas. Lo que me interesa observar es que el giro hacia la cultura de los estudios de comunicación -más allá de las intenciones de sus impulsores- al tiempo que recuperó para sí lo mejor de las tradiciones de la crítica, comportó de hecho y con los años una suerte de proceso de despoli-tización del horizonte de reflexiones. Me explico mejor. En el marco de la historia de ascenso y derrota
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sufrida, a escala planetaria, por los proyectos generales de transformación social, las corrientes críticas dentro de los estudios de comunicación parecieron sustraer paulatinamente sus esfuerzos del territorio de las conexiones con lo político, para retirarse prevalentemente a ese campo de conexiones con lo cultural que a la vez venía abriéndose de manera contemporánea en el plano teórico. El pensamiento crítico propio del campo de la comunicación en nuestros países desplazó sus objetos hacia otros relativamente más distantes de la política de lo que había venido ocurriendo hasta entonces. Si esta observación fuese atinada, podría decirse que la tarea de pensar comunicación y política quedó principalmente depositada en manos de los funcionarios de lo dado. V En un plano estrictamente conceptual, la posibilidad de orientar en un sentido distinto la reflexión y la investigación de las conexiones entre comunicación y política, recuperando su complejidad y riquezas, así como el carácter decisivamente crítico que es propio de la teoría, pasa a nuestro juicio, por la restitución y discusión de la problemática del sujeto en el abordaje de los procesos sociales. La obliteración de la problemática del sujeto es una antigua cruz en el desarrollo de la teoría social. Las diversas asociaciones que se ha buscado establecer en la historia de la teoría social con los modelos consagrados de cientificidad -nomotéticos y objetivistas- terminaron una y otra vez por marcar, sea como idealistas, sea como reacciona-
rios, sea como meramente especulativos, a los distintos intentos que avanzaron hacia el desafío. La incorporación de la problemática de los sujetos que, pese a todo, hacen la historia y construyen el mundo que habitamos, permanece como uno de las nudos más resistentes a la elucidación teórica. Ni los estudios de comunicación ni las ciencias políticas están al margen de esta historia. Más aún, cabe sostener que la secundarización o llana omisión del punto es una componente central en las nociones tanto de comunicación como de política que encontramos precisamente en esas zonas que asume hoy el análisis de su intersección. No es necesario extenderse aquí respecto de cómo esto ocurre desde el campo de la comunicación. Resulta bien sabido que las propuestas que la convierten en una suerte de disciplina auxiliar de procedimientos guiados por la razón técnica tienden a prescindir, por petición de principios, de cualquier consideración cuidadosa del problema. Pero resulta interesante añadir que en los territorios de la ciencia política ocurre un fenómeno tal vez análogo. Las tendencias actualmente predominantes en ese campo, entre otras cosas, se caracterizan por la ruptura con las mejores tradiciones de la filosofía política y por la reconversión de la disciplina de lo político a una suerte de ingeniería de instituciones y sistemas de decisión. Viejas preocupaciones de la teoría de lo político, tales como la voluntad de origen o el bien común, la libertad, la justicia, la igualdad y la ética, han sido paulatinamente hechas a un lado dentro de lo que es hoy la
Volver la mirada hacia los problemas del sujeto no pretende, desde nuestro punto de vista, validar ninguna concepción idealista de los procesos histórico-sociales, ni tampoco sumarse a las modas que hoy se fascinan con la ‘constitución del sujeto’, extrapolada en las forjas más disímiles. Vale decir, no nos referimos a la problemática del sujeto en tanto que ninguna esencia natural o divina, fija o dinámica, sino como al conjunto de disposiciones específicas que en un cierto corte de análisis de los procesos históricos contribuye de un modo o de otro a su emergencia y a su definición. Bajo esa mirada, cabe entender simplemente que reafirmar la posibilidad de la autonomía radical de los habitantes de este mundo exige pensar en algún sentido contra las ingenierías y contra la razón técnica (y también, permítaseme, contra las modas). En un escenario donde tanto desde los estudios de comunicación como desde las ciencias po-
líticas se ha vuelto cada vez más frecuente que la investigación se resuma a cómo aplicar mejor los conocimientos acumulados al orden de lo dado, parece imprescindible repensar la categoría de sujeto para restituir el lugar desde el cual otros procesos puedan construirse y pensarse, en la misma medida en que serán inevitablemente sujetos -valga la verdad de Pero Grullo- y no leyes objetivas o esquemas técnicos los que deban promoverlos. Señalé en otra ocasión que, a diferencia de lo que es posible para con la economía, el derecho, el discurso o la administración, no es siquiera imaginable para con la política. Esto es: la economía o el discurso pueden pensarse sin sujeto; pensar la política no es posible sin pensar en el sujeto de la política. Es que literalmente no hay política sin sujetos. Y quisiera hoy añadir que el sujeto de la política y el sujeto de la comunicación son, en último término, uno y el mismo. Me explico mejor. El sujeto de los procesos culturales, por ejemplo, puede ser concebido como un punto en una compleja malla abierta de determinaciones y contingencias. Su característica decisiva, quizá, sea precisamente la de dejarse atravesar y al mismo tiempo constituirse en punto de articulación compleja e imprevisible de unas y otras. En cambio, tiendo a suponer -a la manera de Hanna Arendt- que el sujeto de la política es por excelencia un sujeto de iniciativa, de diferenciación radical, el sujeto de un siempre comienzo que no puede sino contraponerse a lo ya dado para emprender el camino hacia un horizonte otro. Es, diría H. Arendt -ahora sí con fidelidad a sus palabras- un sujeto de pensamiento y de acción. Por lo mismo, se trata también
del sujeto de la incompletud, de la falla, de los anhelos hacia un futuro que aún no existe, de la necesidad del otro. ¿No es éste acaso el sujeto de la comunicación apenas concebimos a sus procesos lejos del orden técnico y de los parámetros de eficiencia en la consecución de fines? ¿No es éste el sujeto de cualquier empresa de una puesta en común, de cualquier intento de establecer una conexión humana (y seguramente fallar en ello), una conexión sin más meta que el reconocimiento recíproco? Formulemos entonces con mayor precisión la tesis que nos ocupa. Mientras los estudios de comunicación y la ciencia política insistan, en sus respectivos espacios y en sus términos teóricos, en someter la problemática del sujeto a la liquidación en la que hoy parece resumirse, la ciencia política no podrá sino constituirse como ingeniería de procedimientos, los estudios de comunicación no podrán sino entender a esta última como dispositivos de diseminación de mensajes, y la posibilidad de pensar el encuentro entre ambos fenómenos se reducirá al análisis de sus coincidencias empíricas, bajo la lógica de la razón técnica. VI Vaya ahora una conjetura especialmente abierta al debate. La comunicación constituye, a nuestro juicio, la condición de posibilidad de la política en un doble sentido. En primer término, como es obvio y no poco relevante, porque la política supone una relación entre los hombres que no se da centralmente ni por el trabajo ni por el cuerpo sino, por excelencia, por la puesta en común de significaciones socialmente reco-
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corriente hegemónica, y devueltas al vano de los debates estrictamente filosóficos, a favor del análisis de lo que se denomina los ‘procedimientos’ propios de los regímenes contemporáneos de gobierno, su comparación, su perfeccionamiento. La administración y la gestión han tornado al mismo tiempo de manera creciente en los problemas centrales no sólo de los cientistas políticos, también de las clases llamadas políticas, cuya profesionalización y tecnoburocratización no hace sino indicar lo lejos que ha quedado de su horizonte la vida política de la comunidad.
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nocibles, a través de la palabra y de la acción. Pero, en segundo término y de manera decisiva, porque es precisamente la comunicación -entendida en este sentido antedicho en tanto que es una puesta en común de significaciones socialmente reconocibles- la que habilita precisamente a lo común como horizonte que puede serle dado a las aspiraciones que laten en cualquier juego de intervenciones múltiples de lo que solemos llamar política. Debe añadirse que este «horizonte de aspiraciones» es, en rigor, constitutivo de la política. Si bien ésta es una conjetura teórica que ameritaría otro detenimiento, quepa insinuar aquí al menos algunos elementos para su desarrollo posible. El camino más corto para situar la afirmación que acabamos de realizar requiere, como contraventaja, incursionar en filones relativamente distantes de los que se transitan con la mayor frecuencia en nuestra comunidad académica. Valga esta aclaración como disculpa. En primer término, el enfoque al que nos debemos supone la política como una esfera de la vida social, esto es, lejos de la cadena de operaciones metonímicas propias de una cierta tradición que la reduce primero a la organización jurídica del Estado, luego a su administración, y luego a los conflictos por su gerenciamiento. Una esfera de la vida social donde los socii confrontan por las formas y reglas del orden bajo el cual han de vivir, visibilizan y dirimen sus diferencias, y encaminan así su futuro. La organización jurídica del Estado y los conflictos en la administración de sus organismos derivan, pues, de estas actividades, pero no las sustituyen.
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En segundo lugar, cabe recordar hasta qué punto esta noción de la política emerge a la vida social con el advenimiento de la Modernidad y es propia de ella. Bien podría decirse que es la secularización radical del Reino de Dios (al que la Modernidad da lugar) el proceso que deja a los hombres librados a sus propios esfuerzos por gobernar la vida social, al tiempo que ésta se reorganiza en el espacio de la ciudad, espacio donde se amasarán las formas de la autocomprensión y de las definiciones de sí de las que aún somos herederos. De allí en más, la política será a la vez la persecución siempre inalcanzada de la restitución del Reino, ahora de los hombres. Hago mía y modifico la afirmación del filósofo italiano Roberto Esposito6 según la cual -en sus términos- la filosofía política trata de la restauración imposible de lo uno. Añado que no sólo es la filosofía política la que la procura sino que la política misma emerge tras el horizonte que supone posible la realización de lo uno (el Bien, el Pueblo, la Nación, la Justicia) al tiempo que, por el otro lado, será también la emergencia insoslayable de las diferencias, de su reconocimiento y tramitación social, que harán lo uno inalcanzable. Más: la vida política estará signada por la producción incesante bajo las lógicas de la diferencia y de la contingencia, producción por cuenta de unos hombres librados a la dramática epopeya de las propias iniciativas -por la palabra y la acción- sobre lo que les es común, iniciativas destinadas siempre a dirimir el futuro que se pretende de todos. He aquí la decisiva paradoja constitutiva de la política: se funda ante y por el horizonte de restitución de la comunidad (y de este horizonte trata, claro está,
por excelencia la entera filosofía política) pero es el propio pathos que anima a los hombres a intervenir en un mundo de relaciones recíprocas el que, a costa de perseguirla, la tornan imposible en el despliegue de las propias diferencias. Es en torno de esta incompletud que la política, como diría Jacques Rancière, se constituye sobre todo en tanto que desacuerdo.7 La restauración anhelada de lo uno, la que nos instala en la vida política, es imposible en la misma medida en que su consecución por parte de los hombres supone una lucha de partes que no cesa. Y cabe ahora afirmar: la comunicación procura la imprescindible restitución ilusoria de ese horizonte, restitución que repara su eterna condición fallida y recrea las condiciones de posibilidad de la historia como flujo discontinuo. Tal su papel decisivo. Diremos entonces -y he aquí nuestro segundo fundamento, ya anticipado- que la comunicación es condición de posibilidad de la política misma como instancia de la vida social. No importa que, a su vez, sepamos ya que la comunicación plena también es, en rigor, imposible. Lo que importa es que la comunicación se nos propone y se nos aparece como alcanzable. En otras palabras: la unidad del reino de los hombres que la política persigue instituir para una instancia de la vida social (y para la cual la filosofía política propone caminos desde el momento mismo en que se hace cargo de la tarea de la teología política, sustituyéndola), debe vérselas con el hecho de que es precisamente esa instancia, en su comprometer a los hombres a la ini-
Las líneas de análisis aquí esbozadas requieren, claro está, de su discusión. Pero que no se entienda que la índole de las reflexiones que las fundan las destinan a los terrenos de la especulación metafísica. Muy por el contrario: a nuestro entender, no hemos hecho otra cosa que prologar las referencias que vendrán en torno de una problemática decisiva, la del espacio de lo público. VII El espacio de lo público es, a mi juicio, un concepto clave para el análisis de las conexiones entre los procesos de comunicación y los procesos políticos en relación con el enfoque esbozado. No se trata de un concepto nuevo pero sí de uno que hay que renovar para despejarlo de un cúmulo de cargas y distorsiones que los intereses ordenancistas de la Modernidad han terminado por echarle encima. El enorme peso de las tradiciones juridicistas ha marcado la noción de lo público como la del orden de las cosas que quedan sometidas al imperio del Príncipe, en contraposición al dominio de las cosas que se reserva para el contrato entre los particulares. Como es obvio, no es a esta noción de lo público a la que busco referirme. Desde su ori-
gen, el concepto de lo público estuvo también asociado a la noción de la visibilidad universal, esto es, a la del espacio donde los habitantes de este mundo se presentan, se reconocen y confrontan abiertamente por medio de la palabra o de la acción, constituyéndose a sí mismos en su relación con los otros y, valga subrayarlo, en su relación tensa con las instituciones del orden social que no cesan de buscar su disciplinamiento y subordinación. La noción de visibilidad -como contrapuesto a secreto, dirá N. Bobbio, ha recluido en lo doméstico, dirá Arendt8- abre caminos que descartamos antes de terminar de recorrer (y pese a las indicaciones vivaces, aunque distintas, que dieran en ese sentido no sólo Arendt, también entre otros Jürgen Habermas y Richard Sennett) en relación con un manojo de conceptos que permiten a su vez reenlazar algunas de las orientaciones hasta aquí vertidas. Los señalamos de manera rápida9: - La condición de visibilidad hace del espacio de lo público el lugar donde la sociedad se advierte a sí misma en tanto que tal, y donde por lo mismo se encuentra en condiciones de elaborar los términos de su propia, cotidiana, autorrepresentación. En el espacio de la visibilidad, y sólo en él, se construyen las condiciones para la reflexividad social. - El espacio de lo público no se limita -aunque valga la sempiterna referencia metonímica- a la calle, la plaza, etc. Ni la visibilidad que implica y supone se restringe a las capacidades del ojo, sino que ellas son su metáfora. La sociedad se hace visible a sí
misma -es decir pública- bajo las formas técnicas dominantes que las relaciones sociales han producido para su propia representación: desde los salones literarios hasta la arquitectura, desde el theatrum mundi a los medios de comunicación contemporáneos. A partir de la edificación de la ciudad moderna, esa escenificación del reino de los hombres que es el espacio de lo público se despliega -y no podría ser de otro modo- a través de los recursos técnicos de los que dispone la vida social para darse a sí misma como objeto. Cada una de estas formas de lo público implica no sólo un régimen de visibilidad, sino también un régimen para el desarrollo de las propias relaciones sociales que se cumplen bajo su luz. Digámoslo aún más claramente: un régimen de comunicación para la construcción de lo común.10 - En el espacio de lo público los humanos confrontan sus diferencias, amalgaman sus prácticas, cuajan los horizontes de lo posible o sus utopías. En el espacio de lo público la vida social se carga de los elementos de la politicidad que la atravesarán, al margen, por encima de, y frente a todas las ingenierías de gobierno. En el espacio de la público, la producción política está -incluso inadvertida o con otros nombres- entre las manos de los socii. - El espacio de lo público constituye al sujeto de la política en tanto que tal, sea individual o colectivo, perdurable o efímero. El sujeto del espacio de lo público es un sujeto de intervención -por la palabra o la acción- y, en ella, se construye de manera relacional, esto es, por ende, en la reflexividad, la diferencia y el descentramiento.
S. Caletti
ciativa por la palabra y por la acción, la que por excelencia deshace una y otra vez las chances de alcanzarla, por ser lo suyo precisamente la acción diferenciadora, la confrontación y el siempre comienzo. La unidad del reino de los hombres no puede por tanto sino persistir en el horizonte (y como horizonte), bajo la ilusión que propone la esfera comunicativa.
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No es necesario destacar que no toda la política se realiza en el espacio de lo público, aunque el afán republicano democrático así lo pretendiera. Ni tampoco es necesario destacar que no toda la comunicación entre los habitantes de este mundo se cumple a la vista de los otros. Lo que sí vale subrayar es que la política que se cumple en el espacio de lo público toma necesariamente los caminos de la comunicación, así como la comunicación que se cumple a la vista de los otros -a la luz pública- es, en último término, inescindible del carácter político de la vida social. Retomemos ahora nuestra reflexión anterior. La comunidad misma es -queda entendido de lo dicho- una ilusión. Pero esta ilusión es por excelencia el lugar donde la intervención de los sujetos de la política busca apoyo y sentido. No es cualquier ilusión. Emerge del registro de la autorrepresentación de lo social y de las relaciones imaginarias
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con su unidad, configurando un horizonte de sentido para la restauración comunal. Bajo estas premisas, es posible pensar una vasta zona de los problemas de la comunicación como política, lo que a la vez exige pensar la política en el territorio de los sujetos, y no de las ingenierías y las instituciones. Exige recuperar la fuerza de la noción de ciudadanía, no desde posiciones teóricas cuasi defensistas que la extienden al ámbito de ‘lo privado’, sino en los marcos de la intervención cotidiana en el mundo de lo común. En otras palabras: pensar política con cultura y cultura con política.
1. Entre las abundantes referencias a la vinculación entre comunicación y campañas es siempre emblemática la investigación pionera de Paul F. Lazarsfeld, publicada bajo el título The people’s choice, en 1948. Pero no buscamos restringir la cuestión al problema de los efectos de la propaganda. La tradición de estos vínculos, en un sentido más amplio, continúa hasta nuestros días. Ver, por ejemplo, más cercano a nosotros, los significativos trabajos de Silvio Waisbord, por ejemplo El gran desfile, Sudamericana, Buenos Aires, 1995. Para la dupla ‘comunicación y desarrollo’, pensamos en las investigaciones realizadas entre otros, de manera destacada, por Wilbur Schramm. Para la combinación ‘comunicación y democracia electrónica’, hoy en plena erupción, puede verse, a título indicativo en medio de una abundancia bibliográfica, Grossman, L. K., The electronic republic. Reshaping
NOTAS
Comunicación y política
- El espacio de lo público no es el ágora. Sus ‘habitantes’ no dejan de ser particulares que realizan una porción importante de sus actividades en tanto que particulares a la vista de todos. Por ello mismo, la esfera de lo público construye y define identidades -en disposición de intervenir con la palabra o la acción sobre lo que es común- que arrastran consigo las dimensiones culturales de la vida social. La esfera de lo público articula por excelencia política y cultura. Los basamentos culturales constituyen, permítaseme decir, el interpretante de lo público autorrepresentado en su visibilización general. Y, a la vez, los productores del horizonte de sentidos de toda restauración pretendida.
democracy in the information age, Penguin Books, N.Y., 1995. Entre nosotros, valga aludir a Finquielevich. S., Ciudadanos a la red!, Ciccus La Crujía, Buenos Aires, 2000. 2. Schmucler, H., “Un proyecto de comunicación/cultura”, revista Comunicación y cultura, número 12, 1984, UAM-Xochimilco, México. 3. Me refiero en particular a la clásica conferencia de Heidegger publicada como “La pregunta por la técnica”. Vid. Heidegger, M., Filosofía, ciencia y técnica, Editorial Universitaria, Chile, 1997. 4. Cf. Caletti, s., “Videopolítica, esa región tan oscura”, en Constelaciones Nº1, Fundación Walter Benjamin, Buenos Aires, 2000. 5. Es larga la lista de los textos que podrían referirse como ejemplos en un sentido y en otro. Entre los más notorios y emblemáticos, puede recordarse a Sartori, G., Homo videns, Taurus, Buenos Aires, 1998. Considerablemente más interesantes, en esta línea, son los textos de un autor en quien Sartori busca basarse, Neil Postman: Amusing Ourselves to Death. Public Discourse in the Age of Show Business, Penguin Books, N. York, 1986; también Technopoly: the surrender of culture to technology, Albert A. Knopf, N. York, 1992. Para la mirada opuesto, la saga de Alvin Toffler, entre ellos, El shock del futuro, Plaza & Janés, Barcelona, 1993 (la edición original es de 1970), y La tercera ola, Plaza & Janés, Barcelona, 1980. 6. Me refiero en particular a dos textos de R. Esposito: “Política”, en Esposito, R., Confines de la política, Trotta, Madrid, 1996; “¿Polis o comunitas?”, en Birulés, F., Hanna Arendt. El orgullo de pensar, Gedisa, Barcelona, 2000. Ver también, en general, Esposito, R., Categorie dell’impolitico, Il Mulino, Bologna,
1988. 7. Vid. Rancière, J., El desacuerdo, Nueva Visión, Buenos Aires, 1994. 8. Me refiero a: Bobbio, N., Estado, gobierno y sociedad, FCE, México, 1989; pág. 33; Arendt, H., La condición humana, Paidós, Barcelona, 1993, pág. 59 y ss.
10. Desde esta perspectiva, es posible desprenderse de las simplificaciones según las cuales medios de comunicación -en tanto tecnologías‘hacen’ la política y, por ende, la degradan en la medida en que la convierten a sus propios términos. Cabría en cambio pensar que desde que el ágora quedó atrás, no es posible la construcción de un espacio de lo público sin la intervención arquitectónica de alguna ‘tecnología’ de comunicación. Pero lo que define y explica cada una de estas arquitecturas son las relaciones que los habitantes de este mundo, para bien o para mal, han sido capaces de darse en reciprocidad a través de, precisamente, los procesos políticos de los que fueron sujetos. No debería así llamarnos la atención la lógica del espectáculo: no se trata de una tecnología que lo inventa e impone, sino de una asimetría en las relaciones políticas de fuerza la que nos vuelve, como suele decirse, espectadores. Las tecnologías de comunicación sólo se encargarán luego de naturalizar el fenómeno.
S. Caletti
9. Retomo y prolongo aquí algunas ideas trabajadas en Caletti, S., “Repensar el espacio de lo público”, Seminario Internacional Tendencias de la investigación en Comunicación en América Latina, Lima, Perú, julio de 1999, FELAFACS y Pontificia Universidad Católica del Perú, y en “¿Quién dijo república?”, revista Versión. Estudios de Comunicación y Política, Nº 10, UAM-X, México, octubre de 2000.
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