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Delaume En primera persona Chloé Delaume

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Sánchez

Sánchez

Conversación con Mauricio Electorat

Mauricio Electorat: Chloé es una escritora francesa nacida en 1973 que practica la escritura en diversas formas y soportes desde hace más de 20 años. Obtuvo el Premio Diciembre en 2001 por una novela llamada El grito del reloj de arena, y el premio Médicis, uno de los más prestigiosos de Francia, por El corazón sintético. Tiene a su haber alrededor de 30 libros, todos planteados desde la exploración formal. Ha escrito autoficciones experimentales, monólogos teatrales, ensayos y también hibridaciones con la cultura pop: glosa de videojuegos, fanfiction en forma de libro en que el lector es el héroe, ficción digital interactiva y novela distópica. La ficcionalización del yo está en el centro de su trabajo, así como las problemáticas vinculadas al duelo, al suicidio y a los problemas psíquicos. Es una escritora muy activa en el medio literario feminista, editó el volumen Sororidad de literatura feminista y organiza eventos y lecturas que permiten hacer escuchar nuevas voces. Colabora frecuentemente con artistas y músicos en performances, es igualmente escritora de guiones, letrista, autora de piezas de radioteatro y, a veces, cantante. Actualmente está terminando un álbum con el grupo The Penelopes y acaba de terminar otra novela titulada Pobre loca, una novela sobre un amor imposible, que aparecerá en Editions du Seuil en septiembre del 2023.

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Chloé, buenos días. Me dan ganas de preguntarte por qué tanta agitación, pero la pregunta es más seria, ¿por qué practicas la escritura y otras creaciones en formatos, no necesariamente tan alejados, pero sí diferentes?

Chloé Delaume: Yo vengo más bien de los formalistas del grupo OuLiPo, en los cuales hay una relación muy lúdica con la forma. Y la idea es ocupar formas diferentes en prácticamente cada obra. La trama, en los libros que llamaría el ciclo familiar, las autoficciones familiares, tiene a veces formas algo más tradicionales, aunque no en todas, y el resto son intervenciones en las que intento hacer algo nuevo.

ME: ¿Qué es ese algo nuevo?

CD: Son formas que quiero intentar, excepto la novela policial, que no me interesa en absoluto. Todo el resto sí, por lo tanto trato de practicar formas distintas en cada una de mis obras. Y reactivo algunas formas que han sido un poco abandonadas, como el libro en que el lector es el héroe de los 80. Y subvierto formas, como en El corazón sintético, que pertenece a la literatura romántica, pero es casi paródica.

ME: No es casi paródica, es absolutamente paródica. ¿Cómo se establece en tu obra el vínculo entre la performance, algo que tiene que ver más bien con el arte dramático y visual, con la literatura?

CD: Es una cuestión histórica, porque en realidad comencé en los años 80 trabajando con poetas sonoros, por lo tanto desde un comienzo me acostumbré a que el texto salga de la página y a que se le intente dar otras dimensiones con lecturas musicales o poesía-acción, y yo estoy más del lado de la lectura musical. Cuando estoy escribiendo un libro, el proceso de escritura también está ligado a la performance. Y luego están las performances que son restitutivas.

ME: ¿A qué te refieres con restitutivas?

CD: Consisten en que una vez el libro está escrito, tomo fragmentos de ese texto para hacer otra performance. En el caso de El corazón sintético, al mismo tiempo hice un disco.

ME: ¿Un disco en que tú cantabas?

CD: Sí, son canciones pop que yo escribo a partir del libro. El disco se llama Las fabulosas desventuras de una heroína contemporánea y son las aventuras de Adélaïde puestas en canción, además de otras canciones sobre la publicación del libro. Y apareció al mismo tiempo que la novela, lo que volveré a hacer con Pobre loca. En esa novela la protagonista graba un disco basado en sus penas de amor y ese es el disco que va a aparecer como complemento de la novela. Entre las performances también estuvo el ciclo llamado Las brujas de la república. Ahí trabajaba con artistas contemporáneos que me pasaban una escultura o una instalación, y yo interpretaba a la Sibila, que es una bruja que está en el libro, e interactuaba con el público. Me presentaba disfrazada de bruja, con un vestido negro y el cabello ensortijado. Y al final le pedía al público que escribiera un deseo o una palabra que los aprisionaba.

ME: ¿Qué es una palabra que te aprisiona?

CD: Por ejemplo, la palabra miedo o las que representan la incapacidad de acción. Podría ser patriarcado.

ME: Hablando de patriarcado, tú intervienes mucho en la escena feminista francesa, parisina, ¿cómo se produjo eso? ¿Era una idea que tenías de siempre o llegaste a ello?

CD: Desde el comienzo. Entonces no se usaba la palabra patriarcado, sino falocracia. Es algo que tiene que ver con la trayectoria, porque el femicidio estaba en mí, en mi historia.

ME: Porque tu padre asesinó a tu madre, ¿no?

CD: Sí, y yo estaba presente, tenía diez años. Y mi primera novela, El grito del reloj de arena, es sobre eso. Por lo tanto, estaba bastante sensibilizada sobre el tema. Y Las mofetas de Átropo se trataba de prostitución.

ME: ¿Y tuviste experiencia en aquello?

CD: Sí, trabajé tres años en bares de alterne, prostituyéndome.

ME: Y escribiste sobre eso.

CD: Sí. Era una época muy diferente, en que el feminismo era prosexo en cuanto la liberación femenina.

ME: ¿Cómo era trabajar en un bar de prostitución chic y escribir al mismo tiempo?

CD: En esos años cambié de nombre, pero era la misma persona. Por lo tanto, obviamente mi vida me llevó desde siempre a una sensibilización sobre el lugar de las mujeres en la sociedad.

ME: ¿Y crees que el arte tiene la capacidad de modificar la sociedad?

CD: Sí, yo creo que la poesía tiene un poder modificatorio de lo real.

ME: ¿Cómo se traduce eso?

CD: Juega sobre el imaginario, y el imaginario actualmente está tan fagocitado por una visión masculina del mundo que mientras más autoras levanten una visión femenina que se apodere de lo real, más tendremos una visión del mundo que será diferente de la mirada masculina, se va a desplazar la lectura del mundo.

ME: ¿Sientes que la lucha feminista ha cambiado desde los 80 hasta hoy? ¿Y cómo?

CD: En los años 80 estaban surgiendo el interseccionalismo, la causa LGBTQ+ y sobre todo lo prosexo: mi cuerpo me pertenece, hago lo que quiera con mi cuerpo, y el poder viene de la posesión de mi cuerpo y mi sexualidad. Y no teníamos conciencia, por lo menos las que trabajábamos en ese tiempo, de la especificidad sistémica del patriarcado. Desde el Me Too en el 2019 hay una especie de conciencia de que el cuerpo y el mundo pertenece a los hombres que se encuentran en él, de que la depredación y la impunidad son datos recurrentes. Por lo tanto hay otra manera de ver el trabajo con el cuerpo, la prostitución, que es considerada una violación pagada. Cambió mucho desde ese punto de vista.

ME: ¿Crees que hay un cierto puritanismo que se ha apoderado de la lucha feminista?

CD: Más que puritanismo, pienso que son vigilantes. Y es verdad que es muy difícil elaborar un discurso proprostitución cuando se está consciente del patriarcado. La idea pedagógica del feminismo es hacer que los hombres refrenen su pulsión, por lo que en verdad es complicado.

ME: En este contexto, ¿qué es lo que haces políticamente por la lucha feminista? ¿Cuál es para ti el vínculo entre política y escritura, la política de la escritura y la escritura de la política?

CD: Mi ángulo es la sororidad, porque es necesario tener herramientas de acción, y pienso que la alianza entre mujeres en cualquier situación es una herramienta eficaz. Por ejemplo, en mi ensayo Mis muy queridas hermanas había toda una historia de la sororidad e incluía una pequeña astucia: cuando se está con un interlocutor que profiere frases sexistas, pienso que una puede contrarrestar eso mediante el humor, por lo que yo preconizaba que empleáramos la expresión badaboum, como una especie de conjuro. Eso desestabiliza a la persona que acaba de usar una frase sexista. También se puede gritar: ¡Estamos en 2022!

ME: ¿Tuviste éxito con esa técnica?

CD: Sí, la confrontación frontal no funciona bien. Yo preconizo el humor, con el que el hombre se espanta.

ME: ¿Eso tiene un sentido pedagógico?

CD: Sí, la persona se da cuenta de que hay algo que no funciona al ver que hay un colectivo de mujeres que se está riendo. El humor es algo que se utiliza muy poco en la militancia, pero que me parece una llave bastante eficaz.

ME: ¿Cómo se traduce esta visión política del mundo en las diversas escrituras que practicas?

CD: Desde el punto de vista de la escritura, organizo un evento mensual en un café feminista, en que invito siete u ocho autoras, no todas las cuales vienen del feminismo frontal, algunas trabajan una poesía íntima bastante femenina. Al mismo tiempo estoy pronunciando un tremendo cliché sobre que la mujer está en lo femenino y el hombre es un genio alcohólico. Pero son textos de mujeres publicados y no publicados, y hay gente joven que sigo.

ME: ¿Apoyas la publicación y la difusión de esas autoras?

CD: Sí, espero que de ahí salgan libros.

ME: Y en otras escrituras, ya que esa diversidad de formato es tu singularidad, ¿cómo se traduce tu visión feminista en la escritura más allá del ensayo?

CD: El problema de la percepción es central en mi obra: hay una cuestión en torno a lo indecible real, como ocurre en el caso del femicidio en mi historia, y lo que es transmisible es la sensación que yo tuve. Por lo tanto, esto se expresa en áreas como la sintaxis, en el caso de El grito del reloj de arena, que quiere ser la de la niña que asiste a la escena del femicidio y al mismo tiempo es golpeada por el padre. La sintaxis es aliterada, quebrada, dura. La lengua puede ser el espejo de la percepción o del sentimiento.

ME: Eso es poesía pura.

CD: Sí. Y es otra manera de transmitir lo que sentí.

ME: Lo que me llama la atención es que, tanto en la performance como en la escritura, lo que pones por delante es la forma. Parece haber una matriz poética en todo tu quehacer creativo.

CD: Creo que la palabra clave es experimentación. Me da lo mismo el resultado, lo importante es que cada libro, cada texto, sea un laboratorio. En lo posible, el laboratorio de una forma que no he experimentado todavía.

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