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Los textos electrónicos son objetos reales en la pantalla: no están impresos en papel, pero existen. La gente habla del ciberespacio como si fuera algo vacío, pero está lleno de conexiones. Eso fue revolucionario, si bien Chartier y otros nos recuerdan que los primeros libros impresos emularon a los manuscritos. Y que el códice siguió siendo el códice… Chartier y yo hemos subrayado que la invención del códice, que se lee dando vuelta las páginas, no como en los rollos, es mucho más importante que la creación de los tipos móviles. Ahora, ¿cómo mides esa importancia? Una forma es ver que el códice todavía está en circulación: es una maravillosa invención que aún funciona muy efectivamente, dos mil años después de su aparición. Hay quien dice, como Nicholas Carr en su libro Superficiales, que Internet nos está haciendo pensar de otro modo. Y que nos está «embruteciendo». ¿Lo leyó? Leí ese libro y lo encontré bien escrito, pero no me parece convincente. Soy un poco escéptico al respecto: es posible que todos los estudios científicos que Carr cita lleven a las conclusiones que él anuncia, pero también es posible que no. No sabemos tanto acerca del cerebro todavía como para llegar a esas conclusiones. La lectura tiene una historia, escribió usted en 1986. Y también es un misterio… Hoy tenemos muchos estudios sobre la lectura, entre ellos algunos conectados con la psicología cognitiva y la fisiología del cerebro. Y en Harvard tenemos científicos notables que piensan que pueden resolver el misterio de cómo los lectores leen. Pero aún no he visto la solución, por lo que me mantengo escéptico, aun si espero que lleguen a descubrir cómo es que los lectores leen. Hoy
ROBERT DARNTON
se lee de muchas maneras y, como historiadores, Roger [Chartier] y yo pensamos que ha habido muchas formas de hacerlo en el pasado. Y que no hay una sola historia de la lectura: debería haber múltples historias de distintos tipos de lectura. Y es posible que esta diversidad se esté ampliando hoy, gracias a la tecnología, por lo que la experiencia misma de la lectura debe hoy ser distinta de como era cuando escribí «Primeros pasos hacia una historia de la lectura». Todo esto aún me sorprende y me entusiasma. ¿Tanto como la República de las Letras? La República de las Letras es un ideal que me inspira y me moviliza. Es una esfera de la experiencia que no tiene policía ni fronteras, que es abierta e igualitaria, allí el talento avanza libremente. Es un concepto desarrollado, según dicen algunos, en la Alemania del siglo XVI y ampliada en el siglo XVIII con la Ilustración. Las gentes de las letras se sentían solidarias entre sí y comprometidas en el esfuerzo por crear una comunicación libre y cambiar el mundo, impulsando la libertad, sobre todo la libertad de expresión, y con ello una cierta democracia. ¿Son hoy válidos estos ideales? Me parece que sí. Usted y yo compartimos los mismos intereses, los mismos valores, las mismas preguntas. Ese sentimiento de contacto con gente de otras culturas existe: hay ciudadanos de la República de las Letras que son ciudadanos con los que podemos intercambiar ideas en plena libertad. Periodista y magíster en historia, Pablo Marín ha sido editor cultural de La Tercera. Desde 2011 imparte el curso Historia de la Lectura en el Magíster en Edición UDP.