MARZO 2008 • AÑO 10 • Nº 89 COLEGIO SAN JUDAS TADEO • COLEGIO SAN JUDAS TADEO • COLEGIO SAN JUDAS TADEO HISPANO DOMINICANO
Honestidad La honestidad es un valor humano que consiste en comportarse y actuar con coherencia y sinceridad, frente a la propia persona, y también con la sociedad y el mundo en el cual se desenvuelve. La adecuación entre lo que pensamos y hacemos, sería la verdad nuestra, la honestidad sería el respeto a la verdad en relación con las personas, con los hechos, y con el propio sujeto. La honestidad se aplica a todos los comportamientos humanos, en cualquier tiempo y en cualquier lugar. La honestidad a nivel personal exige decencia o decoro en quien la cultiva; nos hace ser recatados y pudorosos; nos lleva a ser razonables y a practicar la justicia y luchar por ella; nos pide probidad y rectitud en nuestra propia vida, llevándonos con pies de niño a ser honrados, desde niños para poder serlo de adultos. La honestidad nos debe llevar a buscar y amar la verdad, es decir, a proyectar lo que nosotros pensamos con la realidad que nosotros vivimos y con los hechos que se suceden en el correr de la vida. La honestidad como valor de la persona debe proyectarse en la vida real de manera que, los que nos ven, los que conviven con nosotros, puedan aplicarnos el calificativo de honestos. El joven honesto es responsable, acepta sus errores y trata de enmendarlos. Es puntual, pues sabe que su tiempo es oro y trata de aprovecharlo, respetando también el tiempo de los otros, y sobre todo, cuando otros le dedican su tiempo: sus compañeros, sus padres, sus profesores. El joven honesto es educado y respetuoso. La educación se muestra con un hablar moderado cuando se expone un punto de vista, y nos
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lleva a saber escuchar el punto de vista ajeno, respetándolo y aceptándolo si realmente es objetivo. La persona honesta se manifiesta en la sencillez, pero sabiendo que la sencillez y humildad, no es estar abandonado, sino vestir con decencia, asearse con esmero, para no molestar con fragancias desagradables, por falta de baño, o realidades afines. El joven honesto llama a las cosas por su nombre: el vago no se confunde con el trabajador; el aseado es diferente al andrajoso; el puntual no se confunde con el que nació con diez minutos de retraso; el respetuoso no se confunde con el soez; el responsable no se corresponde con el irresponsable; el honesto no se confunde con el ladrón; el derrochador no se confunde con el buen administrador. El calumniador no posee la categoría del veraz; el casto no se contagia del lujurioso y adúltero. Hoy en día la honestidad debiera estar impresa con oro en nuestras actuaciones, siendo ejemplos vivientes de transparencia, de lealtad, de honestidad, de sinceridad. Debemos ser libres para poder denunciar todo aquello que es deshonesto. Ser libres para poder poner como ejemplos a las personas honestas, tanto en su vida privada como en su vida pública; de ayer podemos mostrar con orgullo a Juan Pablo Duarte, que dio ejemplo de entrega por una causa, dando su persona, su vida, sus bienes, por una patria libre, independiente, justa… Hoy comencemos a buscar a quienes tienen esa disposición de servir en lugar de ser servidos; de dar en lugar de recibir; de trabajar en lugar de estafar, si no los encuentras comienza tú a trabajar para que al final de tu vida te coloquen el letrero:
Su vida fue un modelo de honestidad.