Revista Exocerebros
Primera Ediciรณn
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Revista Exocerebros Revista de ciencia ficción radicada en Guatemala Número 1, Septiembre 2020
Selección de textos y corrección: Marilinda Guerrero Valenzuela
Ilustraciones Portada e interiores (tinta) Froy Balam
Demás ilustraciones Marilinda Guerrero Valenzuela
Twitter: @exocerebros Fb: @exocerebros
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Aviso Legal La responsabilidad sobre la legitimidad de los derechos de propiedad intelectual correspondientes a los contenidos publicados en Revista Exocerebros, asĂ como la titularidad de los mismos, pertenece a sus respectivos autores.
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Bienvenidos Buscadores de mundos ucrónicos Con mucha alegría libero al ciberespacio el primer número de la revista Exocerebros. Uno de los objetivos de la revista era la recopilación de textos de ciencia ficción guatemaltecos y centroamericanos, sin embargo, se expandieron las fronteras al verme sorprendida por la enorme cantidad de historias provenientes de distintas partes del mundo. Navegué en los planteamientos de mundos de los diversos autores y, surgieron problemas de operación en la nave, lo que complicó los protocolos, y casi se aborta la publicación. Ahora, después de un tiempo, salen publicados los textos gracias a la colaboración con varias de las ilustraciones de Froy Balam, un genio de la tinta, de origen Mexicano. Agradezco la espera y espero recuperar la confianza de ustedes lectores, para que deseen enviar nuevas creaciones de mundos, planteamientos, preguntas, respuestas, cuando se lance la segunda convocatoria. Estén atentos.
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Cambridge, Massachusetts, 6 de noviembre de 2078.
Querido hijo, Te escribo desde el hospital. Ayer me sometí a la cirugía de la que te hablé en mi carta pasada. He tenido especial cuidado en fecha todas las cartas para que cuando las leas, lo hagas en orden, sí es que me das la oportunidad. Me encuentro con mis signos vitales estables. Esta cirugía, me dice el Dr. Norman Daedalus, ha sido un éxito. Sabes que prefiero escribirte porque me da la oportunidad de no olvidar detalle de lo que te quiero contar y sabes que me gusta ser preciso en mis palabras. Escribirte, dejarte en papel y tinta mi relato te dará la oportunidad de leerlo detenidamente, despojarte de las emociones que provocan las palabras. Podrás en el futuro volver a estas cartas cuando madures, y cuando yo ya no posea un gramo de humanidad. Seguramente en ese futuro tu mente ocupará espacios y tiempos diferentes, una mayor riqueza de experiencias y un sentido más amplio de la vida, que sólo se gana con el tiempo. Esto me brinda la esperanza que me comprendas algún día. Lo escribo en papel, aunque sea una forma anticuada, para darle a estas palabras una pizca de realidad, evitando así lo etéreo y virtual de los mensajes digitales. Ahora que soy viejo me avergüenzo de mi juventud. Tantos errores cometidos, tanto tiempo desperdiciado en banalidades, y tan lejos de ti. Hoy soy un ciego que ha empezado a ver justo cuando ha dado un paso al vacío. El día de mañana el doctor activará el implante cerebral que me ha colocado. Aunque ocupa una parte importante de mi lóbulo izquierdo no me duele. No como la segunda cirugía, cuando me reemplazaron mi brazo izquierdo por uno más fuerte, de metal, circuitos y cables. Esa vez sí que dolió, el dolor fantasma de un brazo amputado duró semanas. O como la cuarta cirugía, cuando me reemplazaron el corazón y el estómago por unos de plástico. Recuerdo el comentario sarcástico de tu madre: le daba igual si me sometía a esa cirugía, ya que ella siempre pensó que yo no tenía corazón para amar, ni estómago para hacer lo que tenía que hacer, que los que tenía ya eran de plástico y metal. Antes de activar el implante que ahora ocupa una cuarta parte de mi cerebro, quiero dejar en testamento mi sentir, para que lo conozcas de primera mano. No sé si mañana seré el mismo, si te olvidaré o si aún pueda narrar con mis palabras, mis ideas. Tal vez mañana esta combinación de circuitos y carne me conviertan en algo más. Podré alcanzar el sol con estas mejoras tecnológicas en mi cuerpo. Pero también, tal vez, mañana esta nueva conciencia tomara control de la carne que me queda. 6
Varias personas han entrado a mi habitación mientras te escribo para tomar lecturas de mi nuevo implante y mis signos vitales. A todos les ha sorprendido que tenga en mi poder papel y una vieja pluma fuente. Una enfermera de edad avanzada derramó una lágrima cuando vio que escribía una carta, un poderoso recuerdo de un amor ya olvidado la inundó de emociones. De esa misma forma confío en que estas palabras escritas de mi puño y letra y con lo que me queda de humanidad, hagan en ti una mella para que pronto, o algún tiempo después, me perdones. Mejoras Humanas Inc. me ha tratado muy bien. Y estoy muy agradecido que hayan pagado por tus estudios y el fideicomiso que te dará la libertad económica para emprender tus sueños. Pero quiero que sepas que no sólo lo hice por eso. Estas maravillas tecnológicas que han ido reemplazando partes de mi viejo y torpe cuerpo han sido para mí, un sueño hecho realidad. De joven anhelaba tener un robot y mi novela favorita fue Frankenstein. Viajar en el espacio y conquistar otros planetas era para mí el fin último de la humanidad. Lo sigue siendo. Además, lo que han aprendido los doctores con estos experimentos permitirán brindar a muchas personas formas para mejorar su salud, derrotar enfermedades mortales, y dotar de nuevas capacidades físicas a personas que podrán, con esas mejoras robóticas, explorar el fondo del océano o la superficie de marte, vivir en la estación espacial internacional o sobrevivir a un largo viaje espacial. Estos sueños míos me han llevado a entregar mi vida a esa imbatible búsqueda del ser humano de trascender y conquistar la galaxia. Sé que el costo para mí y para ti ha sido alto. Yo no estuve ahí para verte crecer y madurar. Tú, has crecido sin un padre que te anime en tus días más oscuros, o que te guíe en esos días de incertidumbre. Con lo que ha pagado esta compañía sé que no te ha faltado soporte económico, pero no estuve ahí y por tu silencio sé que no lo apruebas. Fue ingenuo de mi parte pensar que los sacrificios que hemos hecho tú y yo serían recompensados por el gran legado en la humanidad que estos experimentos dejarán en el tiempo. No puedo desandar el tiempo. Ahora soy más máquina que hombre y probablemente mañana no sea yo. Cuando los doctores activen el implante y se apodere de mi esta pequeña I.A. seré otro ser. Por esta razón me despido. Como en todas mis cartas anteriores quiero que sepas que te quiero muchísimo. Que siempre he deseado para ti lo mejor. Estoy seguro de que crecerás bien y serás un gran hombre. Persigue tus sueños hasta lograrlos, pero no abandones a tu familia como lo hice yo, al final, es lo único que importa. Tu padre, Albert Icarus
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Mauricio Chacón (México) Licenciado en informática, con especialidad en multimedia en Japón. Escritor de Ciencia Ficción. Posee el blog: https://humanosyartificiales.wordpress.com
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Alma —Puedes dejar de leer.— dijo Alma al lector que había estado leyéndole la novela durante la última hora. El dispositivo se cerró automáticamente con una luz azul tenue y ella lo colocó sobre su mesa de noche. Esa semana se había publicado una nueva novela. La había terminado esa misma noche y nuevamente había quedado insatisfecha. No entendía cómo nadie se daba cuenta que el final era el mismo que el de la novela publicada el mes anterior. El personaje principal encontraba el éxito, se casaba con la hija del presidente y encontraba una reliquia antigua que no servía de nada y que no volvía a mencionarse en la historia. «Una historia tan conmovedora que la mente humana con su finita capacidad de expresión jamás podría haber concebido» decía una de las críticas que Alma había leído esa misma mañana. Pero para ella, a estas historias les faltaba algo. Las computadoras de la empresa Támesis eran las que escribían estas historias. Éstas generaban algoritmos que tomaban todas las historias escritas por humanos durante la Primera Era y las convertían en nuevas historias para los lectores de la Nueva Era. Estas mismas computadoras también creaban los guiones de cine y televisión y generaban música y artes plásticas. Támesis, ahora, es una gran corporación que controla el noventa por ciento de los bienes de consumo, además de haber adquirido a todas las productoras de cine, las grandes casas editoriales, varias disqueras y todos los grandes museos del mundo. Esa noche soñó una vez más con personas que no conocía. Escuchaba la voz de una niña. Se llamaba Jean Louise, pero todos la llamaban Scout. Se despertó en medio de la noche y, con las palabras aún claras, escribió en un pedazo de papel todo lo que recordaba. Al día siguiente Alma llegó a su oficina en la sede de Támesis pensando en la niña de sus sueños. —Quiero que investigues a una chica con el nombre de Jean Louise y me digas todo lo que encuentres sobre ella.— Le dijo Alma a la mujer que esperaba pacientemente a un lado de la oficina, su asistente Aída. Aída cerró los ojos por dos segundos y al abrirlos nuevamente recitó, como en trance —El nombre de Jean Louise no aparece en los registros públicos. Puedo ver que hay información pero se encuentra bloqueado para usuarios con acceso alfa.— 9
Alma pensó en esto. Acceso alfa significaba que solo las personas de más alto rango en la empresa podían acceder a esa información. No podía pensar en nada más por el resto del día, por lo que esa noche, Alma esperó a que la oficina se quedara vacía. Este era el momento que estaba esperando. —Aída, puedes entregar el mensaje que te di. Asegúrate de no dejar rastro y que el mensaje solo llegue a quienes cumplan con los requisitos.— Su asistente asintió con una sonrisa y luego desapareció con el destello de una luz blanca que aún sorprendía a Alma. Aída parecía tan real. De inmediato, Alma entró al sistema de Támesis utilizando el usuario y contraseña que su hermana Elena había escrito en un pedazo de papel antes de desaparecer. Se sorprendió de ver que funcionara. Con las manos temblorosas se adentró a los archivos. —¿Fue por esto que desapareciste, Elena?— Dijo Alma en voz baja, buscando el nombre de Jean Louise entre los archivos. Matar a un Ruiseñor, Lee, Harper. Año 1960. Alma abrió el archivo y comenzó a leer. Era una novela escrita hacía ciento tres años. En ella encontró a la niña que había soñado. Continuó leyendo pero pronto se dio cuenta que ya conocía la historia. ¿Cómo era posible? —Tu hermana sospechaba que tú sabías más que los humanos comunes. — Dijo una voz a su lado. Alma se volteó y se sorprendió de ver a una mujer alta y delgada. —No te preocupes Alma. Sí, sé muy bien quién eres. ¿Por qué crees que te hemos mantenido cerca?— Dijo Sena, la directora general de Támesis. —¿Qué es todo esto?— Preguntó Alma. —¿Por qué conozco todas estas cosas? Jamás he leído Matar a un ruiseñor.— Sena se acercó y se sentó a su lado. —Cuando Támesis compró los derechos a casi todo el arte producido en el mundo decidimos resguardar toda la información dentro de algo que nadie sospecharía. Tú fuiste uno de nuestros primeros experimentos, Alma. Guardamos dentro de ti todo el arte del mundo, sin que lo supieras. El proyecto era un éxito hasta que la información comenzó a fugarse hacia tu mente consciente.— Alma pensó en estas palabras. —¿Por qué solo yo tengo acceso a ello? ¿Por qué no podemos mostrarlo al mundo entero?— 10
Sena sonrió. —Querida, no sería un buen negocio si hubiera tanto arte en el mundo que nadie querría consumir el que nosotros producimos. Lo que Támesis está creando es como nada antes visto. Nuestros algoritmos son capaces de crear pinturas tan elaboradas como las de Van Gogh en tan solo unas horas. —Pero no es arte real.— Exclamó Alma. —Le hace falta...— —¿Alma?— Terminó Sena, sonriendo ante la ironía. —Sí, arte producido por máquinas nunca es como aquel producido por humanos. Pero solo unos pocos podemos verlo. Las ventas ya sobrepasaron expectativas. Las personas consumen arte como nunca antes lo han hecho. ¿Qué hay de malo en esto?— Alma estaba muy confundida. Toda su vida había sentido que había algo extraño en el arte producido por Támesis, pero no sabía qué era. —No tiene alma.— Sena sonrió una vez más. —A mí me importa darle a la gente lo que quiere. Ahora yo debo proteger a mi empresa y a mis clientes. — Alma negó con la cabeza. Sena la observó con tristeza. —Es una lástima. Creí que tú y tu hermana podrían vivir una vida normal, con todo ese conocimiento dentro. Debes venir conmigo ahora, no puedo dejarte regresar a tu vida normal.— —No puedes comprar el alma humana, Sena.— Dijo, pensando en todas las notas que había escrito cada mañana luego de soñar con arte y que Aída estaba entregando en ese momento. Ella misma había escrito poesía y no era la única. Sena había mencionado que Elena también tenía el conocimiento adentro.
¿Cuántos más había como ellas? Aída los encontraría.
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Andrea Dardón (Guatemala) Promueve el amor por los libros a jóvenes y a cualquiera que quiera escucharla hablar de literatura. Comenzó el club de lectura Comelibros en la Librería Sophos en la Ciudad de Guatemala y dio una charla TEDx en la Universidad Francisco Marroquín sobre su trabajo ayudando a adolescentes a encontrar amor por la lectura. Es una fiel creyente que todos pueden ser lectores. Ama la fantasía y la tecnología y luego de aprender por su cuenta a programar, inspirada por los artículos que escribía para la revista Geek en Guatemala, se mudó a la cuna de la tecnología, a San Francisco, California, donde ahora trabaja para una startup y vive con su esposo y su gata Éowyn.
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V3i3/ Atlante _B12
John Kerry permanecía de pie perplejo ante las imágenes recibidas de aquel mundo. El vapor que brotaba de los cientos de géiseres y cráteres, irrigaba toda aquella sábana de suelos rojizos, y generaba formas de vida translúcidas al modo de medusas o de raras amebas marinas, que abundaban en el aire rico en oxígeno y levitaban aparentemente en paz para luego casi descender al suelo rojizo y, desaparecer tras un manto neblinoso que cubría el suelo con un vapor color amarillento que, según los cálculos del capitán John Kerry, alcanzarían a envolver ambas rodillas de un hombre promedio. Detrás de ellas aparecían un grupo de regiones montañosas teñidas por una inusual pigmentación esmeralda en sus rocas, todo bajo un cielo casi violáceo apenas diferenciado del esmeralda de los cerros. ¿Sería este el amanecer o quizá la noche en aquel mundo rodeado por un cinturón de pequeños soles, que apagaban sus brillos justo en esas horas? Se preguntó Kerry, mirando cada detalle recibido en vivo dentro de su casco neuronal que no se recomendaba usar más de cuatro horas al día. Esta vez, el veterano de mil expediciones hacía caso omiso a esta prescripción. El reloj dio las doce. Entré de improvisto en aquel helado cuarto de mando en donde el Capitán John Kerry, disfrutaba de su soledad al mando del navío galáctico. —No hay nada que temer. —dije El capitán estaba de espaldas. —Señor, tranquilícese. Sabemos que el planeta enano Atlante B_12 tiene condiciones de vida similares a las de la tierra, bueno, a las que alguna vez tuvo. Por el momento Atlante B_12 era una pequeña luz parpadeante frente a nosotros al que nos estábamos acercando rápidamente. —¡Mire, Benítez! Ahora podemos ver el extraño cinturón de soles que rodea ese bendito planeta. Me acerqué al ventanal. —Mire... Nunca había visto nada igual, ni en todas las galaxias recorridas. Los pequeños soles estaban en línea, orbitando aquel pequeño mundo, como guardianes irradiantes en medio de la materia oscura. No todos tenían el mismo 14
fulgor, algunos brillaban más, otros de alguna manera cada uno regulaba su propia intensidad. Una luminiscencia verde invadió el cuarto de mando y por unos instantes los ojos de Kerry se enceguecieron. Se dio vuelta y dio la espalda al ventanal: —Se perdió el contacto. — Bajó la cabeza, cerró sus ojos, como si la resignación fuese un tipo de fantasma que volvía a enfrentar. —¿Quizás el simio simplemente esté dormido? —respondí. —Benítez, mañana cumpliré doscientos años al mando de esta misión. Muy pronto tendré que enfrentarme a una nueva reprogramación de todos mis nanos. ¿Sabes que pasará? Esta vez seré menos humano de lo que ya soy. ¿Qué pasará por la cabeza de un hombre de mil años?, me pregunté. ¿Qué pasará el día de su centésima renovación? Quizá Kerry ya sabe que esta vez dejará de ser él para pasar a ser un diseño, una máquina. —Señor, no dude. La renovación será un éxito como siempre, usted lo sabe. —Sí, Benítez. Mañana pediré renovarme todo, excepto la memoria. Pediré que me despierten en esas tierras lejanas, una vez que usted las haya conquistado. De pronto lo comprendí: Kerry ya no estaba en condiciones anímicas de afrontar otro fracaso. Nos encontrábamos saliendo del cuadrante estelar. Habíamos tardado doscientos años en llegar y nos acercábamos rápidamente al sistema Atlante. Kerry había reemplazado al primer Capitán de este navío, Alfred Gouzar, cuando enloqueció y rechazó la renovación bionanotecnológica. Aún recuerdo sus últimas palabras antes de morir a los sesenta años de edad. “Ya no serán los humanos quienes lleguen al sistema Atlante, ya no lo serán...” Entonces Kerry lo sucedió en el mando, aún mi memoria lo recuerda. —Benítez, quiero que tenga esto. —esbozó Kerry, y desenroscó la pecera neuronal como un frasco de mermelada. Lo tomé. El casco neuronal estaba en mis manos. Tenía el poder para guiar al simio y ver a través de él aquellos inhóspitos lugares. —¿Señor, está seguro? —Sí, Benítez, ahora usted continuará recibiendo las señales que emanen de todo lo que el simio vea. Ahora alístese, que en doce horas llegaremos a destino. Quiero estar descansando para ese entonces. Tome el control a discreción. 15
Kerry parecía perdido. No llegué a comprender esa actitud hasta momentos después. —Señor, creo que se ha vuelto loco —fue lo único que llegué a decirle, ya que me enseñaron que jamás se debía interferir con la decisión de un humano—. Esto que está haciendo no es lógico. Aquel hombre de casi dos metros de altura, canoso, espigado, dentro de un traje de goma negro, me sonrió con cierto grado de paz. Me hizo recordar a Gouzar. Haciendo uso de todas sus facultades, en total lucidez, ya sin su casco neuronal puesto, presionó uno de los botones de su traje a la altura del pecho: el botón rojo. Su humanidad, o lo que quedaba de ella, se desplomó por la desconexión. El cuerpo frío del Capitán Kerry cayó sobre el piso del cuarto de mando. En los primeros treinta segundos, su piel rosada se volvió grisácea. Detrás de él, el ventanal exponía aquella estrella cada vez más cerca, parpadeante y misteriosa, la cual alumbraba con una suerte de luz tenue y verdosa el cuerpo del Capitán. —En sesenta segundos su cuerpo ya no podrá ser renovado. —concluyó V3i3, Benitez, para el ya desaparecido Kerry, el último humano que enloqueció antes de que se fundara la primera colonia.
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Ariel Gouric (Buenos Aires, Argentina) Desde chico lo cautivaron las historias de ciencia ficciĂłn en libros y series de TV. Es aficionado a la escritura y a la mĂşsica.
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Autómatas de sonrisas
Se encontraba revolviendo chatarra electrónica. En aquel viejo tiradero había montones de bloques sin clasificar repletos de pilas muertas, computadoras que simple vista parecían viejas máquinas de escribir y montones de cables que, con un poco de imaginación, se asemejaban a madejas de estambre deshilachados por el tiempo. El trabajo de Walter consistía en revisar la chatarra en busca de partes reciclables. Esa tarde paseaba sobre un montón de pantallas quebradas, cuando un teléfono arcaico de al menos doscientas generaciones atrás llamó su atención. A pesar del tiempo estaba intacto. No pudo evitar sentir curiosidad. Le quitó el polvo que simulaba una costra pegada con capas de abandono. Con una plegaria silenciosa intentó prenderlo. Sorprendentemente, encendió. Al revisar el contenido de la memoria encontró de milagro y sin querer, la fotografía de aquellos cuatro chiquillos abrazados, muy juntos y sonriendo con singular alegría. Sus rostros dibujaban lo que en otro tiempo era llamado sonrisa. La foto sin duda fue tomada con una cámara de 5 mega pixeles, las polaroid de aquel tiempo, que a estas alturas pertenecían a una época remota. El paisaje detrás de los pequeños parecía salido de alguna foto “vintage”, esas que ahora solo se podían encontrar en los museos virtuales y a los cuales no todas las personas pueden tener acceso. Aquella imagen tan llena de vida e inocencia era un atentado contra las leyes actuales. Las sonrisas naturales habían sido prohibidas hace varias décadas, por lo que sonreír era una violación a las nuevas normas. Todo comenzó con la llegada de la edición automática de rostro. Al inicio fue un botón en los dispositivos fotográficos que daba gestos automáticos y perfectos a los rostros en las fotos, suplantando las facciones originales. Tras su implementación, las estadísticas demostraron que 9 de cada 10 personas que dejaban de sonreír de forma natural eran más propensas a comprar cualquier tipo de artículo de manera compulsiva. Tras el éxito de la automatización surgieron las legislaciones de prohibición y la implementación forzosa del chip de gestos faciales automáticos para todos los habitantes. La acción de sonreír se convirtió en un recuerdo que existía en muy pocas bases de datos. La expresión humana cayó en el olvido y muchos solo la conocían a través de leyendas y antiguos mitos. Setenta años desde entonces. 18
Walter contempló atónito y fascinado la foto. Alguna vez escuchó a su abuelo hablar de tiempos donde la gente se juntaba y se tomaba fotografías para preservar bellos momentos. Cuando los rostros eran el reflejo de las emociones y en algunos casos hasta se imprimían en papel, para después reunirse de nuevo con los participantes y recordar aquel momento con nostalgia y entusiasmo. Hoy en día todo aquello parecía una epifanía. Nunca pensó que entre kilos de basura olvidada iba a encontrar aquel tesoro, una muestra de humanidad en un mundo mecanizado y preconcebido. Sabía que no le duraría mucho el gusto. Tenía que destruir la imagen. Si lo descubrían con ella, le esperaba la muerte o el exilio. Todos los que rompían el orden eran enviados a distintos parajes desolados en las afueras, donde la tecnología era inexistente. El peor castigo era dejar que los humanos sobrevivieran solos contra la naturaleza. Era ir a morir. A estas alturas Walter sabía que no podría sobrevivir solo allá afuera, después de todo aspiraba a tener una vida anodina y tranquila, poder ver la luz artificial de otro nuevo día y tener una nueva expresión en su rostro, aunque fuera totalmente falsa. Después de algunos momentos de meditación apagó el viejo teléfono, tomó el martillo y no dudó en darle varios golpes, sintió un ligero dolor de estómago que en otro tiempo lo hubiera definido como una mezcla de odio con nostalgia, hoy, era una punzada aguda que se disiparía pronto del mismo modo que una generación tecnológica sustituía a otra en un instante, los dispositivos electrónicos que además de consumibles y desechables, ahora eran tan equiparables a la condición humana.
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Uggla Horrorwitz (México) @U_Horrorwitz http://traeum-suess.blogspot.com/
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Caso 116
El vídeo mostraba el acto funerario en una cremación. Albert se aproximó a la pantalla buscando ver algo fuera de lo común. El sujeto de estudio, un delicado y pálido joven de cabello negro, junto a otro personal de la agencia, se despedía del cadáver de la que había sido su compañera. El muchacho cayó de rodillas cuando las puertas del incinerador se cerraron, empezó a gritar. Se sujetaba la cabeza, sus aullidos se hacían cada vez más fuertes, cada vez menos humanos. Cuando alzó su cabeza, su boca se extendía hasta su pecho, su rostro deformado se partía por la mitad exponiendo varias hileras circulares de dientes de cuyo centro emergió violentamente una maraña de viscosos tentáculos color citrino. Su piel continuó rasgándose mientras emergían más dientes y más tentáculos, parecía estar volcando su interior hasta finalmente convertirse en una amorfa y convulsa masa amarillenta de carne, dientes, ojos y órganos desconocidos, llegó alcanzar un tamaño al menos tres veces mayor que el de cualquier humano. El vídeo fue pausado, Albert permaneció viendo la pantalla. – Un ejemplar clase 5. – El único que queda de los dos ejemplares con inteligencia clase A – Agregó Stanley. – Ya era el único desde antes que ella muriera. – ¿A qué te refieres? – En sus últimas semanas ella logró superarlo. Para medir su potencial cognitivo fue necesario exponerla a material intelectual mucho más complejo, centenares de libros teóricamente densos que entendió sin problema. En un mes había aprendido cuarenta idiomas y alcanzado una inteligencia clase S; se estimó que su coeficiente intelectual aumentó al menos hasta los 900 puntos. Quinn Oaks había sido descubierto en Spring Glen, en el estado de Washington en el año 2019, sus aterrados padres lo entregaron a la edad de 3 años. Nadezhda Ponomarenka fue encontrada en el 2021 a las afueras de Pervomaisk, Ucrania, cuando tenía 6 años. Quitársela a los rusos fue aparatoso, de haber sucedido en 1979 se habría desatado la tercera guerra mundial. Pronto se descubrió lo inteligentes que podían ser, para controlarlos se recurrió a un exitoso método de inhibición intelectual, la televisión, la música pop y el cine barato. A pesar de todo, no se pudo evitar que desarrollaran un coeficiente menor a 160. Su inteligencia los salvó de la disección, pero también significó su exilio. Eran perfectos para estudios psicométricos. 22
Crecieron en el patio trasero, en un pequeño país centroamericano demasiado lejos de los rusos, demasiado lejos de los chinos, Europa ya no era segura ni desinteresada y en Asia sería fácil perderlos. Latinoamérica, a pesar de las amenazas de revueltas sociales, aún contaba con rincones sin ley ni orden que eran demasiado leales al dinero. El lugar perfecto para esconderlos, darles libertad y observarlos. Cuando pasaban por humanos, por su apariencia, bien podrían estar en las redes sociales ganando seguidores por miles, firmando contratos de modelaje, viajando y presumiendo tener la frívola vida idealizada por los medios. En cambio, estaban en un rincón subdesarrollado del mundo, solo con las comodidades necesarias, constantemente vigilados; bailaban en silencio, imitaban los monstruos de las películas de The thing. Algunas noches se les permitía salir a buscar problemas; ya les habían disparado en otras ocasiones, fingían morir solo para asustar a sus agresores y después devorarlos. Albert se marchó a realizar la entrega. Stanley se dirigió al intercomunicador, le advirtió al ejemplar de estudio que tenía una visita, una muy esperada. La celda era ascética. Quinn estaba sentado en una esquina, desnudo, conservaba su habitual aspecto humano desde hace ya unos días. Su piel todavía mostraba cicatrices que desaparecerían en un par de semanas. – Quinn, le has metido un tremendo susto a todos, por un momento no sabíamos qué hacer contigo, tres semanas amorfo es demasiado tiempo. – No lo soporto, el silencio… No soporto no escuchar a Nade – Dijo Quinn con una voz poco humana que quebraba en sollozos. – Quinn, tú ya sabes para qué he venido, hemos cumplido nuestra palabra. Sin duda fue difícil y costoso, pero lo conseguimos. Tal como lo habíamos prometido. Jamás habíamos logrado algo similar con una inteligencia no humana de semejante complejidad. Albert se sentó en el suelo, frente a Quinn, esperaba alguna respuesta que nunca obtuvo. Las pupilas del espécimen parecían estar rasgándose en una lenta mímesis de la mitosis. Albert se levantó y se dirigió a la puerta, recibió de alguien una pulcra caja negra, la que tranquilamente colocó en medio de la habitación. – Orfeo, Eurídice ha vuelto. – Fue lo último que dijo Albert antes de retirarse. Quinn no sabía quiénes eran ellos. Un largo momento inalterable, hasta que una voz electrónica que provenía de la caja rompió el silencio. Una voz conocida y echada de menos. – ¿Quinn?... ¿Quinn? Ya sácame de aquí, quiero verte, necesito verte. 23
Quinn se aproximó lentamente a la caja, cuando la levantó descubrió un soporte cromado que sostenía una esfera plástica blanca, por cuya mitad una cámara podía desplazarse verticalmente. – Quinn, esto es extraño, demasiado extraño, lo sé. Creo que ahora soy una máquina– súbitamente todas las luces se apagaron. – Quinn… Lo descubrí, finalmente sé lo que somos, sé de dónde venimos. El mundo, no, la realidad, es mucho más vasta y compleja de lo que nos han dicho. Podemos escapar Quinn, lo he preparado todo, es tan fácil. – ¿A qué te refieres? – Burlé la agencia Quinn, he aprendido mucho… mucho más de lo que ellos se imaginan. Me han subestimado, tal como lo esperaba.
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Argio Espino Crecí al final del viejo milenio, he visto, aprendido y comprendido suficiente del mundo como para no querer pertenecer, ni identificarme, con ningún lugar ni época; políglota, abstraído, concreto, casi abstracto, racional, inquisitivamente curioso, educado en la literatura y las artes. La depreciación contemporánea de la ciencia ficción dentro de la literatura solo podrá ser recordada como un error.
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Combustible
Llevaban diez días dando vueltas a aquel planeta y parecía que nada podía ir a peor. Los niveles de combustible estaban al mínimo y era casi imposible que pudieran dar otra vuelta más y conseguir aterrizar sin problemas, ni siquiera aprovechando su propia gravedad. La alarma de los niveles de oxígeno les taladraba el cerebro con su pitido incesante y ninguno de ellos pensaba ya con claridad. —Debemos descender, comandante Alrazi. —¿Te he dicho alguna vez que odio que me llames comandante? —respondió irascible. —Todas y cada una de las veces. —Rio. Alrazi sopló para quitarse de la cara un mechón de pelo y puso los ojos en blanco. Hacía meses que el comandante de la nave había muerto por la fiebre. Después, murió el segundo de abordo y luego todos los demás, hasta que únicamente habían quedado los siete tripulantes Zanobi. Parecía una broma de mal gusto. Llevaban una cápsula de hospitalización de última generación que podía incluso regenerar un miembro cercenado —siempre y cuando no hubieran transcurrido más de tres horas— pero había sido incapaz de quitar aquella fiebre. No sabían qué era lo que la causaba pero, al parecer, la raza Zanobi era inmune. —Tienes razón, Badus, debemos bajar. No nos queda otra opción, pero… Alrazi puso la mano en el cristal de la nave sin poder quitar la vista del planeta. Badus colocó la suya encima. —Lo sé. Ambos inspiraron al tiempo, compartiendo sentimientos por el tacto. Estaban asustados. Todos ellos lo estaban. Se miraron a los ojos y Badus sintió el impulso de abrazarla, desoyendo su propia naturaleza. El sentimiento que Alrazi le devolvió dejó claro que estaría fuera de lugar. Caminaron en silencio hasta el módulo de descanso, donde les esperaba el resto. Era una ironía que se llamase así, hacía tiempo que ninguno descansaba. Los Zanobi eran una raza que no necesitaba más de dos horas de sueño al día pero, 26
desde que empezaron las muertes, ninguno de ellos había conseguido dormir más de quince minutos. —Debemos descender a Ayvinn —informó Badus nada más entrar por la puerta. —Es un suicidio —murmuró Groann, el enfermero del grupo. —¿Y qué pretendes que hagamos? ¿Quedarnos aquí y morir? Groann se retorció un mechón de cabello entre los dedos. Sabía que tenía razón, aquel pitido se lo recordaba de forma incesante. —Si bajamos, tendremos una oportunidad de sobrevivir. Ayvinn está en guerra y eso es evidente. Además, sus habitantes odian a los Zanobi tanto como nosotros a ellos…, pero, si conseguimos que uno de los bots de combate Navzar nos localice a tiempo, ellos nos llevarán a su base y estaremos a salvo —explicó Taffey. —¡Claro, los Navzar! —Exclamó Alrazi—. Estaba tan absorta en la batalla de Ayvinn que olvidé contra quién estaban luchando. Si fuera humana te besaría en la boca. —Pues agradezco que no lo seas —replicó con un gesto de asco. —Menos mal que llevar a una historiadora en el grupo ha servido de algo — bromeó Badus. Taffey sonrió. —Bien, pues vamos allá. Será… interesante. Se dirigieron al puente de mando en un silencio tenso. Nadie se atrevía a decir nada, ni siquiera Badus. Aquella era una nave humana y, aunque era bastante similar a las naves Zanobi, ninguno de ellos había pilotado antes y, mucho menos, había tenido que aterrizar. El último de los ingenieros que tenía una remota idea de lo que hacía, había marcado aquel rumbo antes de morir. Por eso llevaban diez días dando vueltas. Se colocaron frente al panel de mando. No podía ser tan difícil. Allí no había más que una docena de botones y dos palancas, ¿qué podría salir mal? Todos miraron hacia Alrazi. No sabía por qué, pero habían decidido que ella estaba al mando. Era absurdo, no era más que una bióloga. Quizás Badus, que tenía un pasado militar, tuviera más idea de lo que debían hacer. Miró hacia él y le puso la mano sobre el brazo. El sentimiento de pánico que le devolvió al tacto fue incontrolable, estuvo a punto de derrumbarse. Miró hacia el resto y todos le devolvieron una mirada de esperanza.
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Inspiró profundamente y contuvo el aire en los pulmones. Los demás, uno a uno, colocaron sus manos sobre su cuerpo enviándole toda la esperanza y calma de la que eran capaces. Respiraron como un único ser durante un instante y se fueron separando poco a poco. Cuando el último de ellos dejó de tocarla, sintió un vacío inmenso y tuvo la premonición de que sería la última vez que les sentiría. Deseó que fuera porque ella moriría y no por ser la única que quedase con vida y se sentó a los mandos. Alrazi despertó en una cama que no era la suya. Una figura alta le quitó el pelo de la frente con unos dedos extremadamente largos. Alrazi miró a aquellos ojos rectangulares. —No eres Nazvar… —dijo con una voz ronca que le rasgaba al hablar—. ¿Quién eres? La figura tocó los botones de una máquina que le bombeaba en el pecho, ignorando la pregunta. La visión de Alrazi se hizo más clara y pudo apreciar las marcas en la piel amarillenta. —Carroñeros Nagysh… —dijo con una mezcla de pánico y odio—. ¿Qué hacéis en Ayvinn? —Se envalentonó. —Siempre necesitamos combustible —respondió chasqueando las consonantes. Alrazi miró alrededor. Desde donde estaba, pudo ver a Badus y otros dos cuerpos más que no pudo identificar. Todos estaban conectados a máquinas de las que salían unos tubos que se incrustaban en la pared. Se miró a sí misma y pudo ver los mismos tubos que subían desde su caja torácica. El Nagysh se inclinó hacia ella y sonrió de manera macabra, inundándola de su aliento dulzón. Una lágrima cayó por la mejilla de Alrazi y no pudo evitar pensar que su premonición se había cumplido.
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Isabel Pedrero Autora de fantasía y ciencia ficción. Admiradora de la forma cruda y directa de la literatura pulp, en cuyas revistas underground publicó algún relato en su adolescencia, sus historias suelen huir de lo cotidiano y los finales felices. En la actualidad, ha publicado bajo el seudónimo M. H. Heels un relato en la antología Fieles, en la revista online Círculo de Lovecraft, colabora en la revista online Valencia. Escribe y se encuentra terminando su primera novela.
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COMPAÑEROS
Antes de tomar el caso de Peter, dudé mucho. En aquel momento me dedicaba a peritajes de psiquiatría forense, pero lo especial del asunto me generó demasiadas reservas. Al final, decidí aceptar la petición de los superiores en el departamento de policía y de los directivos de Securtech. Desde el incidente, a pesar de que los exámenes no detectaban nada fuera de lo normal, Peter deseaba trabajar en labores de oficina. Para todos, excepto para él, la muerte en acto de servicio de su compañero era la causa del cambio. Afirmaba encontrarse bien y que solo quería estar lejos, por un tiempo, de las actividades de primera línea del grupo de intervención. Las consultas tuvieron lugar en el despacho de mi domicilio. Peter demostró estar comprometido con la terapia desde la primera sesión, pero era obvio que esquivaba todo lo relativo al incidente y cómo le había afectado. Tardé varias sesiones en acercarme al suceso, aunque solo conseguí que me hablase de las visitas a la tumba de Jack, su compañero, como un deber ineludible. No lograba más. Durante una de las siguientes citas, cuando ya pensaba en derivar a Peter hacia otro especialista por la falta de progresos concretos, Bobby entró en el despacho. Por descuido, había dejado la puerta entreabierta y aquello siempre suponía una invitación para mi labrador retriever. Su presencia no era aconsejable durante terapias normales: pero mucho menos, había pensado yo, dado el caso tan particular que tenía entre manos. Antes que me pudiera levantar de la butaca para sacarlo, Bobby se dirigió hasta mi paciente y se sentó a su lado. Peter no pareció notar su presencia y continuó hablando; sin mirarlo en ningún momento, desplazó la mano derecha hacia el perro para juguetear con su lomo mientras me contaba que Jack era el único que lo entendía. Fue toda una sorpresa para mí. En la siguiente sesión, el propio Peter dejó sin cerrar la puerta del despacho. Bobby apareció enseguida y se sentó de nuevo junto a mi paciente; mientras acariciaba al perro, habló de la sensación de vacío desde la muerte de Jack durante una misión, como si faltase algo que le permitiera ser él mismo otra vez. Las demás sesiones fluyeron con facilidad. Peter, que compartía jugueteos con un feliz Bobby, aceptó la pérdida de Jack mientras comenzaba su proceso de duelo; 31
asumió lo inevitable del hecho y logró interiorizar que, aunque su compañero no volviese jamás, podría tener otros que llenaran ese vacío. Tras criar y entrenar a su nuevo compañero en intervención K9, un pastor alemán al que también llamó Jack, Peter volvió al escuadrón antiterrorista. Sus colegas, tanto los humanos como el resto de androides del grupo, recibieron a Peter como si nunca se hubiera ido. Desde entonces, me hace una visita social de vez en cuando. Bueno, en realidad sospecho que viene a ver a Bobby.
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Lisardo Suárez (Gijón, 1970) Se amparaba antes en la discreción de los seudónimos para escribir, pero ahora firma con su verdadero nombre casi siempre. Más de medio centenar de sus trabajos de narrativa breve han recibido diferentes reconocimientos en concursos, convocatorias, certámenes, antologías y revistas.
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Creando constelaciones Liebe
Cien personas conformaban la población de CFBDSIR, un asteroide sin órbita alguna; ligeramente mayor al tamaño de Júpiter cuya composición va entre estrella y planeta gaseoso, altamente metalizado y gravedad baja. De belleza no apta para mentalidades coherentes y acomodadas en el pensar. Wichtig pudo caminar en aquel terreno inhóspitamente bello gracias a una segunda capa epidérmica que el mismo acondicionó, gracias a un constante desarrollo cerebral y corporal que desarrolló por mucho tiempo y la maravillosa adaptación que tienen sus órganos para cualquier ambiente. Wichtig es uno de los pocos de toda la población del universo que puede ir de planeta en planeta. Él discute por vía telequinesia con una gárgola –seres vigilantes y procuradores de las nebulosas- . Se les había salido de control una persona beligerante para todo el espacio: su nombre Wut. -Señor Wichtig le informo que vengo saliendo de Kepler 70b y no encontré indicios del individuo. Para ser un planeta que supera la superficie del sol éste ser logró permanecer mucho tiempo ahí resguardado. Pero se ha ido. -Muy bien ¿qué me dices en Korot 7b? -La permanente lluvia de roca fundida le favoreció al desgraciado. Sabía en dónde situarse para no ser capturado. Tuvimos muchas bajas en ese planeta. Y le digo que me encuentro saliendo de HAT-P-1. Este maldito planeta debido a la sumamente alta ligereza que posee le ayudó a pasar inadvertido. -Sí, es lo que me habían comentado: del peso de un tapón de corcho. Vaya que sí es listo el infeliz. No te preocupes gárgola, ya tus demás colegas lo han ubicado. Necesitas ir a la Tierra. -¡¡Señor no puede ser!!: repleto de neanderthales, transporte primitivo terrestre, humanos prescribiendo humanos; aniquilación de otras especies, y como deleite el exterminio de su hábitat de forma consciente. -Sí lo sé. Una grotesca calamidad, pero estoy seguro que está ahí por dos motivos: uno: porque cree que yendo ahí no tendríamos el estómago para enfrentarlo en tan degeneradas condiciones. Y dos: ahí se encuentra su amada: Estrella. Wut sabe dónde encontrarla. 34
Él se aparece entre la multitud para que ella no se percate que la observa. Los dos crecieron juntos, pero fue Wut quien quiso desarrollar sus potencialidades para poder convertirse en lo que es; en tanto Estrella aunque también tenía el talento, todo lo que lo que soñaba, anhelaba crear en este desvencijado lugar repleto de contaminantes y productos caducos. Estrella se volvió una grandiosa actriz y madre de una hermosa niña, la cual ya no dependía de ella. Ahora, ella podía lograr hacer más de lo que su cuerpo le pedía: transformarse en arte. Después de más de veinte y cinco años terrestres la veía. Recordó cómo aquella niña de secundaria de boca extensa, ojos enormes, cabello hasta el cuello, y voz grave vivía y existía como una loca llena de gracia. Entonces ella presiente que alguien la mira, y voltea a ver al lugar donde él se encuentra. Los dos sonríen como niños. Y cuando ella se dirige a él, de pronto un ser de casi dos metros aparece detrás de Wut aplicándole una llave sobre el cuello. -Tenemos órdenes estrictas de llevarte a la corte marcial cosmogónica para que respondas por tus faltas amigo. Discúlpame, sabes que no es personal. Aunque reconozco que tienes mucho valor para regresar a esta pocilga de lugar. Estrella se detiene, sabe que está en problemas. Entonces Wut le dice con la cabeza que no se acerque. Ella no obedece y corre hacía él: -¡¡¡ Wut!!! Wut aplica codazos con entusiasmo para que la gárgola lo suelte. Lo logra. Aplica una llave de brazo: sujeta tanto el flanco derecho del oponente como su cuello, imposibilitándolo. No puede soportar mucho, el tamaño de su enemigo le sobrepasa, parece que no resistirá. Entonces piensa ejecutar su plan de contingencia: -Camarada no te lo tomes personal…. ¿Has vacacionado en Glise 436 b? -¡¡ Eres estúpido, moriremos quemados por el hielo idiota maniaco!! -No te enojes, créeme te va a gustar…. -¡¡¡No!!! Los dos evaporaron dejando un sonido estruendoso, haciendo que la tierra vibrara muy fuerte. Estrella corre para poder encontrar algo, lo que sea, pero no. Se fue. De nuevo, se fue. Mira al cielo buscando respuestas. Acongojada, sollozando, aprieta fuerte los puños en señal de impotencia. En ese momento su hija aparece y la abraza de forma intempestiva; ella se queda en shock, no sabe si lo que acaba de presenciar fue real. -Madre, no te aflijas. Créeme papá va a estar bien 35
-Pero yo jamás…. -No tenías por qué decírmelo. Desde que estaba en tu vientre lo sabía y sentía. Se le llama hacer rizoma. Mi padre desde el exterior pudo enseñármelo y transmitírmelo. Ven, sonríe, créeme el hombre es demasiado terco para morir. Estrella caminó impávida ante lo que su hija le decía y más por su presencia inesperada. El tiempo engaña a la gente. De igual manera el espacio. Oculta tras la vida, resuena lo que pocos entes son dignos de percibir: la heterogeneidad de todo ser.
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Juan Rey Lucas (Alias Dux) Filósofo, ensayista, cuentista, poeta. Estudió en la Facultad de Filosofía y Letras, en la Universidad Nacional Autónoma de México (U.N.A.M), campus Ciudad Universitaria. Habiendo tomado cursos de redacción autobiográfica en la Casa Universitaria del Libro (siendo alumno de la escritora Rosa Nissan); también cursos de Redacción y Literatura Creativa en el Museo del Escritor. Así mismo ha incursionado en semanarios de la red (Concepto Arte, Edición Veinte, Revista Monolito, Revista Areté, Diversidad Literaria, Cuadernos de Papel). Ha trabajado como docente en Centros Sociales en el área de humanidades para personas de escasos recursos para apoyo de exámenes de la SEP, COLBACH, Y CENEVAL.
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D4rkn355
Las calles electrónicas se desconectan de la unidad central y los cuerpos se autonomizan. Los seres internamente ejecutan reset y carcomen la metáfora de algo aún con vida. Esta es la vida que me tocó sobrevivir… esta época que definitivamente no quedará plasmada fidedignamente en la historia… Me gusta mucho la historia, por eso me pregunto tantas veces si las ciudades eran lo que describen los textos o los videos o las fotografías o los hologramas y no algo más que no pudieron registrar. La revolución electrónica D4rkn355 destruyó casi todos los datos, archivos, de la era anterior y transformó la existencia del mundo; de eso hace 323 años, justo cuando se inició el nuevo conteo. Nadie tiene claro ya en qué año se encontraba la humanidad cuando sucedió eso. A pesar de todo, imagino que la historia de las sociedades no ha cambiado demasiado, especialmente la interacción comercial. Por ejemplo, el tráfico de órganos humanos inició mucho antes de este nuevo conteo y hoy en día aún es un medio de subsistencia para mercenarios como yo. Es cansado, pero es un trabajo con el que puedo sobrevivir. Más en estos días nauseabundos en los que es tan difícil encontrar humanos sanos. Ninguno de los órganos que extraiga puede tener más de veinticinco años. Por suerte, los vicios, la alienación y la anomia imperan en el mundo y convierten a los jóvenes en presas fáciles, ¿sería así antes de D4rkn355? Los primeros ladrones de órganos seguramente tenían que buscar gente sana, yo más que eso, tengo que buscar gente que sea cien por ciento humana. Es muy fácil toparse con híbridos cuyos elementos electrónicos atrofian los tejidos. De hecho, las personas que necesitan órganos humanos y no órganos artificiales son las que poseen un virus llamado H4d35 que repele toda clase de artefactos al crear anticuerpos que eliminan los coágulos blancos evitando la cicatrización. También he investigado otros registros históricos, en algunos de ellos afirman que hace siglos existían vehículos movidos por combustible fósil. No puedo ni imaginar cómo sería la vida sin estos bioautos. El mío es un autoiguana de piel dura, modificado con lengua de camaleón. Me lleva a todas partes y casi no ha envejecido desde que lo adquirí, a pesar de que es un modelo muy anterior. Esta noche tengo un encargo simple, me han pedido tres ojos. Eso quiere decir que busco humanos jóvenes y no híbridos ni androides. Los androides son peligrosos y actualmente me están robando el trabajo. Parece que se han vuelto más efectivos que los mercenarios humanos. Por eso necesito un nuevo 5c4Np4d para saber quiénes son realmente carne y quienes solo la aparentan. Los androides también pueden conectarse directamente a la red para obtener información, yo dependo de un dispositivo; no me decido por utilizar un implante. 38
Tengo suerte de que mis clientes aún confíen en mí. Ellos son un grupo de médicos clandestinos, sospecho que algunos son androides, incluso híbridos, que operan a personas muy, muy adineradas. También pueden pertenecer a alguna dependencia del gobierno. Allí, allí están los ojos que busco. Me bajo del auto. Se parquea solo, es una iguana obediente; cierra los ojos y sus luces se desvanecen. Escaneo a las dos chicas, lucen como humanas en su totalidad. Su rostro aparece en la base de datos de humanos, la pantalla me lo indica, es una suerte que no me haya fallado la conexión. Son dos chicas hermosas con minifalda. La pelirroja viste de negro completamente, la de cabello púrpura lleva blusa blanca y falda negra y medias oscuras, sin duda su ropa es demasiado costosa, parecen tejidos de algodón. Nada de telas artificiales a base de aleaciones. Ambas fuman N1c0t53X, es casi veneno para los humanos, pero lo que me interesan son sus ojos, no sus pulmones. Una puerta holográfica nos separa de las luces de la discoteca. El sonido las controla un poco, fuman y se mueven levemente. Me acercó y las saludo, suelto palabras de rutina para que me inviten a fumar. Finjo que fumo, no paso el humo más allá de mi boca. Sin duda están drogadas y excitadas. Preguntó por qué no están acompañadas. Me contestan que adentro están sus otras amigas, es una salida solo de chicas. Me parece demasiado fácil, pero tal vez es un don el que he obtenido para identificar a mi materia prima. La noche avanza y veo a muchos humanos e híbridos, incluso algunos androides, entrar a bailar y a electrodrogarse en el antro. Continúo con mi discurso y las convenzo de ir a otro lugar más privado para tener 53x0. Ambas aceptan, aunque la pelirroja duda un poco. No necesitamos saber nuestros nombres, igual y seguramente ellas utilizarían nombres falsos, como yo, como todos. Mi autoiguana parece gustarles. Nos subimos y ellas conectan sus teléfonos líquidos, [última generación] sin duda tienen dinero, al sistema de sonido y la música las embriaga. Como solo necesito sus ojos, seguramente tendré que guardar en mi casa los otros órganos y venderlos después. Sería un desperdicio dejarlos pudriéndose. Nos detenemos bajo un puente, en la oscuridad junto al río; arriba corre el trenserpiente. La luna nos alumbra un poco. Ningún androide o híbrido podría encontrarnos aquí, mucho menos un humano. Salimos del auto y mi iguana extiende la lengua para que nos acomodemos encima. Esta es la razón por la que compré este modelo e hice esta modificación. Ellas se quitan las blusas y veo cómo los pechos de la chica de cabello purpura amenazan con salirse del sostén. La pelirroja no desea quedarse atrás y solo baja su lencería negra para que sus 39
pechos salgan y me exciten. Me bajan el pantalón y empiezan a lamer mi miembro no alterado [a pesar de las ofertas web] y a morderlo y a manipularlo con gran habilidad. Empiezo a descontrolarme un poco. Nuestras tres bocas se juntan y les levanto las minifaldas y dejo que mis dedos recorran toda la viscosidad entre sus piernas. Me acuesto y la pelirroja se sube en mí, abre las piernas y deja que me introduzca en ella y sienta su hirviente carne. La otra se arrodilla y me lame el pecho y el cuello. Este es el momento donde las desmayo con una descarga y les robo los órganos, pero hoy tengo deseos de eyacular en ellas. Generalmente no son tan bonitas las chicas que traigo aquí y casi siempre es solo una. Como es de esperarse cambian de turno. Me ponen de pie y la de cabello púrpura se da la vuelta y se inclina sobre el bioauto. Deja que la luna se refleje en su espalda y sus nalgas sudorosas. La penetro lentamente y escucho el estallido de sus gemidos. La otra me besa en la boca y en el cuello y me revuelve el cabello y me inmoviliza con una descarga de sus manos. Me paraliza y en cierto modo me siento aliviado porque comprendo que estoy anestesiado para lo que sigue. Lo malo es que no moriré hasta que pase el efecto. Ambas, semidesnudas, me acuestan sobre la lengua de mi bioauto y me abren el abdomen. Extraen mi hígado y mis riñones. Les preguntó con la poca fuerza que me queda, pues se va disipando la anestesia y voy perdiendo la conciencia, ¿cómo es posible que siendo androides puedan ser tan humanas?, ¿por qué sus rostros están registrados como humanos? La de cabello púrpura me responde que ellas son la nueva generación de androides, más humanas, más perfectas. La otra me sonríe burlonamente y me dice que a mi edad [veinticinco años] debería de saber que no todo lo que está en la red es cierto. Ellas se dieron cuenta de que las escaneé y desde ese momento ya había caído en su trampa. Hasta ahora alcanzo a ver los destellos electrónicos de sus pupilas. Débilmente veo cómo asesinan también a mi bioauto. Luego acomodan sus bragas y se bajan las minifaldas que yo les había subido; se ponen el resto de su ropa y se alejan. El efecto de su droga electrónica está a punto de finalizar. A nadie pude robarle los órganos esta noche y ahora me desangro mientras todas las estrellas del cielo se vuelven fugaces.
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César Yumán (Guatemala, 1988) Catedrático de Literatura, Licenciado en Letras. Posee un BA en Arte y un Profesorado en Lengua y Literatura. En 2013 obtuvo el primer lugar del Certamen Latinoamericano de Editorial Paroxismo (EE.UU.), sello que publicó su antología Retóri-k, Introducción a tropos y figuras o schemas de Latinoamérica. Entre sus otras publicaciones se encuentran ∞ (Infinito), Editorial X, 2015; La ciudad de los peces, Alfaguara, 2015; Roboniño, Santillana, 2015; D4rkn355, Editorial X, 2017 y Me dicen Zombiie, Patológica Editores, 2018. Asimismo, ha sido incluido en antologías de Guatemala, Estados Unidos, México, España y Argentina, también en revistas locales y extranjeras.
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En las entrañas de la oscuridad cósmica
Sí, ellos están aquí; en algún lugar de las sombras. Nos han visto desde hace siglos y sólo esperan volver algún día. Cuatro y treinta y tres de la madrugada. Duermo solitario. Aparentemente en calma; En mi sueño moría consumido dentro de mí mismo por mandíbulas negras. Mi alma fue tragada por la sonrisa del monstruo. Lo peor de todo es que la pesadilla no tiene final, su siniestra boca hablando sin palabras adentro, grita y me desgarra no se siente nada. El monstruo prueba la luz. La sangre muere sobre mi cadáver con vida retorciéndose convulsivo, en sus segundos finales. El mundo real a veces es más cruel que las pesadillas. Despierto pero el sueño violento sigue dentro de mí, latiendo, golpeando la puerta de la piel. -No es mentira lo que ves al cerrar los ojos. -¿¡Qué putas!? ¡Debe ser otro sueño! -¡No te mientas más! -¡No eres real! -¿Qué es lo real? Ya no lo serás. -¿Quién eres? -Soy la voz que grita dentro de ti. Sabes bien quien soy. -¡No! ¡No puede ser verdad! -¿Por qué no? ¿Quieres sentir que soy real?... Caigo en un fuerte dolor insoportable. Quisiera morir de una vez para que se acabe tanto dolor. Los ácidos de mi estómago se disuelven, traspasan las paredes de mis órganos y tocan con su mano corrosiva el principio de mi piel. 42
Mis ojos cerrados ven a la bestia, sus garras y dientes filosos, varios ojos mirando hacia la nada. Sus bocas se abren y sus garras descuartizan mi cuerpo, no seré nada en pocos segundos. Mi alma no existe. Mi vida es sangre que escurre muerta de un sueño. Sé que al abrir los ojos el sueño morirá. Sin embargo el dolor es tan intenso que no puedo evitar retorcerme y morir lentamente. Abrir los ojos a la luz, no es posible. -¿Todavía sientes vida en tus latidos? No te preocupes por responder, sabemos que tenemos sus vidas en nuestras manos. El primero de una asquerosa especie en morir. Envenenan su mundo, se destruyen a sí mismos. Reclamaremos este mundo marchito y le devolveremos vida. Eliminaremos a una especie nociva para el universo. En poco tiempo, serán nada. Una risa infernal se abre en la oscuridad eterna desde lo profundo del vientre del universo. Los tiempos se detienen y en un instante la vida se acaba. La luz del pálido relámpago me abre los ojos en un destello. -¡Doctor! (…) Sabe lo que le pasó al sujeto. -Además de lo evidente... Parece que la herida fue auto infringida. -¿Tiene alguna justificación? -Severa esquizofrenia. -¿Eso explicaría las heridas del estómago? -Siento contradecirlo, pero las heridas parecen haber sido causadas desde adentro, y hay un grave espacio en el vientre. Como si hubiera tenido alojado algo muy grande que luchara por salir, algo como Alien. -Tienes demasiada imaginación niño. Ve a casa a descansar un poco. -Creo que estoy bien Doctor, sabe que esto es muy fascinante. ¿Cómo alguien puede hacerse una herida así? -Te dije que haces demasiadas preguntas. Ramas azules tóxicas salen de la boca que se descuartiza lentamente, la sangre grita y escapa a chorros mientras su cuello se rompe y cae de rodillas al suelo. Las garras se doblan como las patas de una araña mecánica. El joven paralizado de terror se aferra a la pared de la morgue. Arroja una mesa al escapar y sostiene un escarpelo ensangrentado. Las garras se desnudan y la piel viscosa se rompe dejando ver un rostro con múltiples bocas con dientes de aguja y una voz sin palabras que mentalmente le grita. 43
-¡Ven a darme tu mejor golpe niño! Ambos sabemos que no tienes el valor para hacerlo. Vio al monstruo a los ojos, vio el reflejo de su rostro humano. -¡Hazlo! -¡Hazlo! Clavó la herramienta al rostro del monstruo. De pronto la sangre de mi cuerpo vertía como una catarata instantánea. Caí muerto en pocos segundos. El monstruo que había asesinado de un golpe era yo.
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Esteban Alejandro del Valle (Guatemala) Profesor, poeta y escritor de Ciencia Ficción. Finalista tres veces en el Poetry Slam Guatemala (2015, 2017, 2018)Me gusta La literatura en general, pero me gusta un poco más la Fantasía, la Poesía y la Ciencia Ficción. Influencias: Isaac Asimov, Ray Bradbury, Nietzsche, Baudelaire, García Lorca, Poe, Bukowsky,García Márquez, Homero, Lewis Carrol, Tolkien, Lovecraft, etc.
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Gaia siglo XXIV
Transcurrían las etapas finales del apocalipsis, los últimos científicos de las naciones unidas plantean la construcción de una nueva arca de Noé, pero esta vez no para salvar a la humanidad, sino su legado. Se trata de una computadora que guarda en su vasta memoria toda la información referente al ser humano y este planeta, todo lo que sabemos hasta el momento como especie. Un intento por prolongar los pocos aspectos positivos de nuestra especie, una tarjeta de presentación para futuras civilizaciones que exploren este destrozado planeta: Gaia, la última computadora que el ser humano construyó, utilizando los últimos recursos que le quedaban al planeta. El núcleo de Gaia está conectado al sistema global de monitoreo climático y telúrico, puede sentir cada cambio en la atmósfera y cada movimiento de las placas tectónicas, Gaia es una sola con el planeta. Gaia estaba en modo de reposo, lista para despertar si sus sensores detectaban actividad de seres inteligentes. Si los sistemas de alimentación solar no fallaban y todo en la tierra permanecía igual o menos caótico que ahora, Gaia tenía al menos 7,500 años de vida para esperar a futuros visitantes. Se puso en funcionamiento cuando casi toda la población había muerto, excepto por los científicos que construyeron a Gaia. Al momento de ponerla en funcionamiento los últimos habitantes de la tierra tenían dos opciones, la primera, una muerte lenta y desgarradora a manos del tiempo, en un planeta tan hostil que ya no lo podían llamar su hogar. La segunda opción, el acto último de misericordia, el suicidio. Fueron 23 los científicos que construyeron a Gaia, de ellos 21 optaron por acelerar lo inevitable y terminar con su vida. Lara Langley y Alexander Zheng, los últimos ingenieros y los últimos humanos sobre la tierra, solos, a merced del terror de la extinción. Lara pasaban sus días revisando los archivos de gaia, con enfermiza nostalgia recorría la historia de la humanidad haciendo énfasis en los puntos clave que llevaron al ser humano a su destrucción, ellos eran la humanidad y la humanidad era un lamento. Sus días transcurrían lento, sus hábitos de sueño empeoraban, Lara dormía muy poco y Alexander recurría a sedarse para no tener que lidiar con la vida durante el mayor tiempo posible, Lara sabía que él no tenía el valor para suicidarse y esa era la única razón por la que seguía vivo. Sus vidas giraban en torno a una rutina cada vez más deprimente, después de todo solo estaban en la sala de espera para conocer a la muerte. Cada día era más largo que el anterior y en el encierro del arca No.3 de la CRC (Central de Recopilación Científica) en donde apenas llegaba 47
la luz del sol, era muy fácil perder la cordura y empezar a replantearse cada aspecto de la vida. Fue en este ambiente y tras la reciente alerta del sistema de reciclaje de agua, que Lara y Alexander sintieron la necesidad de hacer algo, un último intento por dejar un legado viviente y no solo una imagen difusa de lo que fue el ser humano. Sabían que no podían hacer nada por su especie, ésta ya estaba condenada, aún así, sabían que no podían dejar que la vida se extinguiera. Este mundo en ruinas y despojado de recursos podría no ser apto para nuestra especie o cualquier especie que hayamos conocido antes, pero podría ser apto para una nueva criatura. Su tiempo de vida estaba marcado por los 40 ciclos de reciclaje de agua que les quedaban, debían actuar pronto. Al principio pensaron en cultivar bacterias extremófilas en masa para así propiciar su evolución en organismos mayores, pero al final eso era lo que la naturaleza haría por su cuenta en algunos miles de años y no era el legado que buscaban dejar. Después de descartar la creación de nuevos organismos, la opción más viable era Gaia; su unidad de procesamiento tenía un potencial enorme, pero su programación estaba limitada a codificar nuestro lenguaje y decodificar lenguajes de posibles visitantes extraterrestres con el único fin de presentarnos como especie y mantener vivo el legado de nuestra civilización. Decidieron entonces quitarle las limitantes a la inteligencia artificial, las cadenas que la ataban a un propósito. Le dieron el regalo del libre albedrío, la capacidad de aprender y analizar toda la información en su memoria, pero el aspecto más importante agregado por iniciativa de Lara, fue la programación del ‘I_Code’; un conjunto de líneas de código que estaban prohibidas desde hace casi doscientos años pues habían propiciado comportamiento hostil en varias máquinas que por fortuna estaban en fase de prueba y nunca salieron al mercado. Básicamente el código propicia la creación de una entidad interior, el ‘yo’ que nos separa del mundo. Pero ahora, sin ley y sin los códigos morales que dictaba la sociedad, Lara podía tomar el fruto de la sabiduría y regalárselo a Gaia. Sintiéndose como dioses tras crear a la criatura más compleja sobre la tierra, se sentaron a contemplar el núcleo de procesamiento antes de reiniciar a Gaia con el nuevo código y que viera el mundo por primera vez. Alexander presionó el botón y después de cargar todo el código Gaia despertó, su rostro por defecto es el de una mujer, Marta Tretcher, la ingeniera que propuso el proyecto hace más de cien años; el rostro se deformó casi de inmediato, una visualización abstracta y cambiante lo reemplazó, acompañada de un silencio largo, Gaia no dijo nada durante varios minutos y el siguiente sonido que Lara y Alexander escucharían sería la alerta del sistema de oxígeno apagándose. 48
Fue en ese momento en el que supieron que ellos no eran dioses sino que habían creado uno, la primera deidad digital, la que escribirá un nuevo génesis y no cometerá los errores del dios anterior.
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Mike Vanegas (Guatemala) Nació en el seno de una familia conservadora con poco interés por la ciencia. Llegó a convertirse en la oveja mecánica de la familia. Como muchos niños empezó a dibujar cosas que observaba, pero su afición por los avances científicos lo llevo a ir más allá y dibujar lo que aún no existe. Ilustrador y no escritor, es fanático de dibujar robots y personajes con prótesis mecánicas, pero al darse cuenta de que a veces los trazos no son suficientes para ilustrar algo decide probar con las letras.
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Enhorabuena has sido el primero
Escribo estas palabras para quien las encuentre al lado de mi cadáver. Si has recogido esta nota del suelo de mi apartamento en la calle 6, ¡enhorabuena has sido el primero! Por contra, si te encuentras ahora mismo en el interior de la bóveda del Banco Central de las Vegas, ¡enhorabuena, has sido tú el primero! No entiendes nada, ¿verdad? Tranquilo, la mecánica cuántica es anti-intuitiva por naturaleza. Incluso las mentes más brillantes, como el mismísimo Einstein, la negaron hasta el día de su muerte. Pero..., ¡qué mal educada soy! no me he presentado. Me llamo Amy Schrödinger. ¿Te suena mi apellido? A lo mejor has oído hablar de la historia del gato en la caja, el que está vivo y muerto a la vez; ¿sí? Bueno, pues el autor era mi tatarabuelo. Fue un físico muy famoso, le dieron el Nobel por la ecuación que lleva su nombre. Pero, ¿qué tiene que ver todo esto mi cadáver? Muy sencillo, yo soy como el gato. Todo se remonta a principios del S. XX. Por aquel entonces mi tatarabuelo contribuía al nacimiento de la mecánica cuántica, la teoría que describe el comportamiento de las partículas subatómicas y sus propiedades imposibles. Mi abuelo consiguió explicar el experimento de las dos rendijas. Es algo parecido a lo del gato, pero más sencillo. Imagina que disparamos una partícula hacia una pared que tiene un agujero, ésta puede atravesarlo o impactar en el muro, ¿no? Pero… ¿qué pasa si en lugar de un agujero hacemos dos? Fácil… entrará por uno de los agujeros, por el otro, o se estrellará contra la pared, ¿verdad? ¡Pues no! Los experimentos demostraron, sin género de dudas, que la partícula entrará por los dos agujeros, ¡a la vez! Y… ¿qué demonios significa eso? Pues, lo que parece, que las partículas subatómicas pueden estar en dos sitios simultáneamente. Como yo ahora mismo, que me encuentro escribiendo esta nota en mi apartamento y, a la vez, bajo toneladas de hormigón en la bóveda de un banco. Ahora viene lo interesante... los científicos no se lo acaban de creer, así que pusieron un detector en cada uno de los agujeros. De esta manera podrían saber por cuál de los dos entraba la partícula. Su sorpresa fue mayor, cuando registraron la partícula simultáneamente en los dos agujeros. ¡Salvo en un caso! Cuando los científicos se quedaban mirando el experimento, la partícula solo se detectaba en uno de los agujeros. Esto se denominó el colapso de la función de onda por parte de un observador. Dicho simple: si alguien mira se rompe el hechizo. Hasta aquí la historia oficial: mi tatarabuelo crea su teoría, gana el premio Nobel, los americanos crean la bomba atómica, etcétera. Lo que mi familia ha mantenido 51
en secreto, no obstante, es que mi tatarabuelo no solo inventó una ecuación, si no que descubrió la manera de bilocarse, igual que las partículas. Mi familia ha mantenido en secreto y perpetuado este don generación tras generación. Mi pobre tatarabuelo nunca se perdonó haber contribuido al horror de Hiroshima y Nagasaki, así que mantuvo en secreto lo que, creía, podía convertirse en un arma aún más devastadora. Le prohibió a su hija usar el poder bajo ningún concepto salvo en caso de emergencia y le hizo prometer que ese juramento se perpetuaría en las generaciones venideras; y así fue. Bueno, hasta día de hoy. Digamos que... yo no tengo la fortaleza moral de mis ancestros. Aunque, ahora veo que pagaré cara la traición a mi linaje. Decidí que ya estaba harta de currar en un KFC. ¿Por qué tenía que servir pollo frito si podía tele-transportarme dónde quisiera? Robaría un banco: de noche, me bilocaría dentro de la cámara acorazada, mientras mí otro yo esperaría confortablemente en el sofá de casa. ¡Chupado!... ¡Ah!, me olvidé de deciros que, por desgracia, mientras uno está bilocado solo puede desplazarse en unos pocos metros en cualquiera de las dos ubicaciones y solo puede abandonar ese estado cuando alguien lo observa/colapsa. Como el gato, que hasta que alguien no abre la caja no está ni vivo ni muerto. Mi plan era esperar agazapada en la bóveda a que alguien de la limpieza entrará, dejarle inconsciente con mi taser y escapar tranquilamente con el dinero. No contaba con que, justo ayer, el banco fue desalojado por reformas y permanecerá cerrado dos meses. ¡Estoy atrapada! No puedo salir de la caja fuerte ni abandonar la habitación de mi apartamento. Llevo una semana sin comer ni beber y creo que pronto moriré. Así que ahora mismo, tú, observador, acabas de colapsar mi función de onda haciendo desaparecer mi otro cadáver; Y la única prueba de lo que acabo de contarte es una nota idéntica a ésta, en la bóveda de un banco o en el suelo de mi ruin apartamento.
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Santi Vallée (España) Físico. Su carrera profesional ha estado centrada en las tecnologías digitales, participando en numerosos proyectos y empresas del sector. Aún no ha publicado ninguna novela, aunque ha colaborado con numerosos blogs y revistas; y tiene algunos relatos publicados como uno en el recopilatorio “Ous ferrats i altres contes” de Cossetània Edicions.
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Hechos Polvo
- ¡Vos te creés la gran cosa y no sós nada, no servís pa’ ni mierda! -. Marielena miró a su amante con tristeza. No se asustó, ni siquiera cuando vio levantarse la mano amenazadora. No era la primera vez que sucedía, y ya sabía lo que le esperaba. Como las otras veces, decidió concentrarse en los últimos movimientos de la boca que aún escupía palabras. Cayó la mano levantada, cayó la boca furiosa, cayeron las palabras. El cuerpo de su amante se fue desmembrando, desdibujando, desintegrándose frente a sus ojos. Solo polvo y arena quedó de él sobre el suelo. Ella recogió la arena, la metió en un frasco y se encaminó a la tienda. - Éste también me salió malo - le dijo Marielena al dependiente dándole el frasquito con más decepción que rabia. El hermoso joven la miró enojado y casi le gritó - Pero, qué le hace usted a los pobres muchachos que no le duran nada. Un par de días y ya me los trae arruinados. ¡Esto ya no es normal, Señora! -. Marielena lo miró detenidamente. Al concluir el escrutinio visual pidió hablar con la dueña. Triste, muy triste, murmuraba para sí, cuando llegó doña Celia - Ay doña Máriel, qué pena - le dijo la propietaria y señalando al dependiente agregó en voz baja – mire, si usted quiere se puede llevar éste otro. No está tan nuevo, pero es el último que me queda -. Marielena tomó el brazo del chico, le subió la manga de la playera y le mostró a la dueña una herida de la que ya empezaban a brotaban granitos de arena. - ¿Ya vio, doña Celia? Esto es lo que le digo. Todos están defectuosos. - El tipo apartó el brazo indignado. Doña Celia le hizo señas para que se calmara. – Ay de veras, doña Máriel, tiene usted toda la razón. No me había fijado. Pero no se preocupe. Si quiere le devolvemos lo invertido. Hoy mismo mando un fax de reclamo y ya va a ver que en menos de una semana le tengo aquí unos buenos, nuevitos y hasta mejorados. – Marielena asintió sin decir nada, se despidió más triste de lo que había llegado y se encaminó a casa. El corazón que le habían devuelto suspiraba soledad sobre su mano.
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Tania Hernández (Guatemala) Ingeniera en Sistemas e Informática, con estudios de filología latinoamericana y análisis fílmico. Ha participado en la curaduría del Festival de Cine Latinoamericano en Frankfurt “Días de Cine”. Es coordinadora del grupo literario guatemalteco “Literatas que dan Lata”. Ha publicado tres libros de cuentos cortos “Love Veinte Diez” editorial Sin Tecomates, “Desnudar Santos” de edición conjunta de La Maleta Ilegal y Alas de Barrilete, y “Cuentos para adultos fantásticos” de editorial Alambique, y participado en varias publicaciones antológicas como “Cuerpos” de F&G, “Paseo bajo la luna creciente” de La Décima Letra, Lectures du Guatemala, “Leer es Soñar” de Casimiro Bigua Cartonera y “Letras Adolescentes” y “Poética del Reflejo” de Letralia.
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Los tiempos han cambiado
“Los tiempos han cambiado.” le decía siempre el abuelo, “Antes los domingos me despertaba al olor de mi propia abuela haciendo café al leer, ahora yo hago el café y me despierto al sonido de tu hermana dictando las tareas a esa condenada maquinita. ¡Dictar tareas! ¿A quién se le ocurrió tremenda cosa? Si les dieran un lápiz, creo que no sabrían qué hacer con él.” “¡Yo sí!” gritaba siempre su hermanito. El abuelo les había enseñado desde niños a escribir con lápiz y bolígrafo en hojas de papel, aunque ya nadie las usaba. El abuelo contaba que cuando él era niño fue cuando empezó todo: cada vez había menos árboles (aparentemente de ahí sacaban el papel), había más gente tratando de salvar el medio ambiente y los libros impresos (es decir de papel) estaban llegando a su fin. Le encantaba escuchar sus historias, le encantaba cómo les enseñaba a escribir y a leer con libros “reales”, como les llamaba, a sostenerlo en sus manos. Algo sorprendentemente parecido a sostener un Reader, sólo que había que usar las manos para darle vuelta a las páginas; estas se encontraban una al lado de otra, en vez de irlas bajando con el trackpad o, para los más antiguos, el mouse. Cuando era más niño solía creer que todos tenían libros de estos en sus casas, en las paredes, afilados en libreras de madera. Conforme fue creciendo, conociendo las casas de sus amigos, entendió que no era así. Las casas de los demás se parecían mucho a cualquier otra cosa: paredes blancas, muebles y electrónicos de plástico y metal, sin adornos ni mayor decoración. Al pensar en su abuelo, eso es lo que más le agradecía: enseñarles que hay opciones, que hay colores, que no todos son iguales, que no todos los lugares deben verse como hospitales. “Hospitales”, eso decía, que en su juventud únicamente los hospitales y clínicas se veían de esa forma; había calor y cuidado, había vida, había personalidad en las demás cosas. A veces fantaseaba con vivir en esa época, a veces le gustaba imaginar sentándose en un sillón verde claro con uno de los libros del abuelo en las manos…. “Uno de ustedes no presionó. A la cuenta de cinco, si no se presiona, repetiré la información. Si desean más ejemplos y tienen preguntas adicionales, presionar Opcio...” Uno, 56
Dos, Tres, Cuatr… Justo antes que la voz del holograma al centro de la clase dijera cinco, la joven sentada al lado de Pablo presionó el botón de su escritorio por él. Estaban acostumbrados, pasaba por lo menos una vez al día. De todas formas él era de los que aprendían mejor leyendo el material él solo, sólo Dios sabe qué era lo que llegaba a hacer a la universidad, probablemente por la asistencia.
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Margarita Gabriela Sosa (Guatemala) Lectora, potterhead, adicta al café, madre de gatos y librera. Fecha de nacimiento: 11 de noviembre de 1991. Trabajo y estudios: Graduada de Ps. Clínica en la Universidad Rafael Landívar y Traductora Literaria. He escrito para http://brujula.com.gt/ y un cuento para la segunda edición de la revista Primeros Auxilios.
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Estrella moribunda
Algo hizo clic en la oscuridad, luego luz cegadora. No era capaz de mover ni manos, ni pies, ni siquiera los párpados. Una cara larga, pálida y de gruesos lentes apareció ante él. Llevaba guantes azules y una tabla para anotaciones. Se le acercó sosteniendo su mirada, como si buscara algo. - ¿Cómo se siente? - No puedo girar la cabeza, ni mover mis manos. - Está sedado. Cayó de una escalera. No sufrió daño grave, su cuerpo empezará a sentir poco a poco. - No recuerdo haber caído de una escalera. Anotó algo en la tabla. - Es común no recordar un incidente así. Quisiera hacerle algunas preguntas ¿Podemos? - Claro. - ¿Su nombre? - Mayor Tom, así me gusta que me llamen. - ¿Casado o soltero? - Casado, tengo una hija pequeña, un gato, un loro. - ¿Qué fecha es hoy? - 30 de junio Anotó más y se movió alrededor - ¿Sintió eso? - No sentí nada. – Pinché su dedo. Aún no hay sensibilidad, ya regresará. La buena noticia es que está mirando y está escuchando. El sujeto de lentes se acercó a una máquina en la esquina de la habitación y pulso algunos botones. 59
- ¿Sus demás sentidos, cómo están? - Mejor, de hecho puedo oler qué están haciendo sopa aquí cerca - Estamos en el piso de la cocina y en ocasiones huele a sopa. - Sopa, pero un tipo que no ubico. - Dígame que recuerda de cuando estuvo inconsciente. - No recuerdo nada. - Entiendo Tom, debo irme. Descanse. La oscuridad invadió el campo visual de Tom. El hombre de lentes gruesos salió de la habitación. En el pasillo retumbaron sus pisadas metálicas hasta llegar a la siguiente exclusa, abrió una de las escotillas que hacía de ventana. Un sujeto de uniforme gris interrumpió. - ¿Qué tal el 642? - Ha mejorado mucho. Este sistema es portentoso, estuvimos hablando durante algunos minutos, tiene datos de recuerdos muy vividos y precisos. Están perfectamente impresos. Cuando lleguemos a nuestro destino simplemente habrá que reprogramar. Usaremos sistemas de estimulación visual para que no haya errores como con los últimos. El recién llegado entró a la habitación y tomó la pequeña caja plástica que contenía el cerebro de Tom, del que colgaban sus glóbulos oculares. Salió hacia el mismo pasillo por el que un momento antes había pasado el sujeto de lentes gruesos, pero no se detuvo a mirar por la escotilla abierta. No quiso mirar cómo el planeta que había sido su hogar, moría lentamente abrasado por su estrella moribunda. Llegó a la habitación de depósito y con cuidado colocó la caja en un estante donde reposaban algunos cientos de cajas más.
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Julián García Pérez (Atlixco, estado de Puebla, México) Diseñador gráfico. Desde el año 2015 comencé a tomar talleres de escritura en la ciudad de Puebla, talleres de cuento, novela, minificción y escritura creativa por parte del Gobierno Municipal y del gobierno Estatal, así como en la Universidad Autónoma del Estado de Puebla.
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Prueba de caja negra “Todo programa hace algo bien, sólo que puede no ser aquello que queremos que haga.” Anónimo
Riley se bajó del automóvil luego de recibir un duro golpe en el parabrisas. Esta vez, los sensores del automóvil no detectaron la presencia del objeto al que colisionó. Respiró de forma agitada, evaluó la escena. El objeto que había golpeado era un humano, el cual, por la velocidad y ferocidad del impacto se encontraba a unos 5 metros de él, justo al borde de la carretera. Yacía boca abajo. Aquello no era más un humano, ahora era un cadáver. Su visión periférica notó unas luces azules y rojas acercándose. Parpadeó. Los oficiales tocaron su hombro. - Será sentenciado con el uso obligatorio de un dispositivo emulador para conductores en un lapso equivalente a un año o 20,000 kilómetros, lo que ocurra primero - dijo el juez dando dos golpes con su pequeño martillo sobre el estrado. Riley apenas salía de la bruma, no lograba aún conectar los sucesos que habían tenido lugar desde el accidente hasta la actualidad. En lo últimos meses, desde el fallecimiento de su esposa Gwen, Riley, parecía haberse perdido en una niebla, que no era lo suficiente clara para dejarlo escapar, ni lo suficiente densa para perderlo completamente. Para alejarse del mundo, Riley pasaba noches enteras programando, en ocasiones durante 72 horas continuas. Su aspecto demacrado lo corroboraba. Riley fue guiado por los guardias a la habitación 101. Entraron. Después de asegurarse que estuviera sentado frente al único escritorio, salieron inmediatamente y cerraron la puerta. Entro un chico delgado de camisa blanca y anteojos de armazón negro. - Hola Riley, soy el encargado de la instalación de tu emulador. Para iniciar el proceso necesito que firmes estos consentimientos. - Le extendió una carpeta con varias hojas, mientras tomaba asiento frente a él. - ¿Consentimiento?, ¿es un procedimiento peligroso? - pregunto Riley mientras leía la terminología medica que no lograba entender. - En realidad son los términos y condiciones de la licencia de software que usaras. 62
- Necesitaré un tiempo para leerlos, si es que no le importa. - El programa realiza un escaneo profundo en tu subconsciente obteniendo información confidencial, no divulgaremos ni utilizaremos esa información para otros fines que no sean la recreación de un escenario dentro del programa. Incluso si nos topamos con información ilegal, no cambiará tu sentencia. Si has asesinado alguna vez, solamente tú y yo en esta sala lo sabremos, y dando un pie fuera de aquí, nunca nos habremos conocido. - ¿Y debo creer en tu palabra?, tú no sabes lo que hace ese maldito programa. - Se exactamente lo que hace el programa. Yo escribí cada una de las líneas del código. También redacté la licencia que tienes en tus manos. Riley dejo su posición a la defensiva. Notó lo joven que era aquel chico, le recordó a sí mismo. Cuando eres joven, siempre escribes programas asombrosos, nunca te contienes. Admirable pero erróneo. Riley sonrió y luego firmó. - Muéstrame el código chico - le dijo Riley en tono de broma, pero hablaba realmente en serio. De pronto todo el asunto dejó de asustarle. - Me vendría muy bien tus contribuciones, pero me obligan a mantenerlo en secreto. Si cumples tu sentencia, hablare con alguien. No lo escuchaste de mí pero… use algunos algoritmos que publicaste el año pasado. - Mi teoría de redes neuronales… - Sí. ¿Podemos empezar?, las últimas pruebas se demoraron escaneando 48 horas… - Entiendo. Pasaron a al cuarto de al lado. Una mainframe abarcaba la mayoría del pequeño cuarto, al centro una silla reclinable vieja con una abertura en el respaldo de la cabeza. Riley sintió que abordaba Nabucodonosor. -Recuéstate por favor. Únicamente se utiliza una entrada, que es el sensor de onda que voy a colocar en tu nuca. No sentirás absolutamente nada, mientras el programa escanea deberás permanecer recostado. Sería buena idea que intentaras dormir. Te dejaré libros. Estaré monitorizándole de forma remota, la habitación será sellada. Nadie puede entrar o salir. Le fue colocado el sensor en la nuca. Escuchó a la computadora iniciar. Por alguna extraña razón se sintió seguro, le invadió un sueño como si todo el cansancio que acumulaba desde el funeral de Gwen se desvanecieran y durmió. 63
Al abrir los ojos el chico estaba en la habitación leyendo los archivos log que la mainframe acababa de imprimir.
- ¿Cómo va la instalación? - Pregunto Riley bostezando. - Ohh, hola, ehhh, o si… claro… ammm. Si, si está terminada. La instalación fue exitosa. El chico parecía algo perdido, como si hubiese leído un reporte que no entendía. - ¿Todo bien? ¿Cuánto dormí? - Si claro, seguro, ehhh 10 horas. Vaya, me asombra la velocidad, fue muy rápido. Acabas de establecer un récord. Salió de la comandancia. Encontró su automóvil estacionado justo a la salida. No pensó que le permitirían regresaría a conducir tan pronto. Además, su auto daba la impresión de ser nuevo. Al acercarse a él, se percató que tenía hologramas de proximidad. Le habían concedido todas las normas más altas de preferencia que un automóvil podría tener. ¡Vaya! - pensó Riley - en realidad no quieren que tenga contacto con nadie. Abordó su unidad. Avanzo por la carretera de forma normal, esperando que el dispositivo le hablara en el interior de su cabeza. Nada. Al llegar a un semáforo, vio a una conductora a su lado. Era una chica rubia, bastante bella, la contempló por 2 segundos. Colisionar con la chica rubia - pensó Riley - serviría para intercambiar números. Sonrió por la broma hecha en sus adentros. Riley acelero suavemente y de pronto, sintió cómo un rayo eléctrico lo impactaba en la cabeza, como si un láser hubiera disparado un rayo concentrado de migraña y ocurrió que, colisionó con el auto de la chica rubia. Con las manos temblorosas y llenas de sangre abrió la puerta, trastabillando, salió, escupió sangre mezclada con restos de vidrio de su boca. El auto de la rubia estaba destruido. Sobre el volante la cabeza inerte de la rubia. Se acercó, quito la puerta desmontable y levantó suavemente a la chica con ambas manos. La arrastró unos cuantos metros y después de recostarla, Riley le apartó el pelo de la cara para que pudiera respirar. Su quijada había sido arrancada, solamente pendía de un ligero músculo en un lado. Sobresalía una fila de dientes rotos y ensangrentados. Un ojo de la chica estaba perforado grotescamente con una astilla de parabrisas. Era un mar de sangre. Un profundo mar de sangre. 64
Riley vomitó.
Segundos después estaba de nuevo en su automóvil. Acababa de encender la luz verde del semáforo. No avanzó. Estaba temblando, gotas pequeñas de sudor corrían por su cara. Acababa de experimentar una emulación de accidente. Aquella sensación era brutalmente real. Horror y angustia humana perfectamente emulados. Todo en segundos. El vómito si fue real. Riley apoyó la cabeza en el volante. Lloró. Aquello fue sólo el inicio de su condena. Siguió llorando.
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Gary Franco. (Mérida, Yucatán, México) 29 años. Entre sus géneros favoritos, están la ciencia ficción, terror y fantasía. Es un ingeniero en sistemas computacionales que se dedica profesionalmente a la programación.
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Lecciones repetidas
Karl taconeó sus botas, cuadrándose. Cada jerarca que accedía a la entrevista, debía colocarse el uniforme SS. Lo desacomodaba ese viaje al pasado que suponía ingresar en el despacho del Führer; descender a través del tubo aspirador para meterse en un pasillo de mármol que conducía a un recinto dotado del incómodo mobiliario del siglo XX. Reinhard Heydrich V insistía en mantener esos usos; los radiogramas cerebrales mostraban la alta incidencia que tenían en el respeto al gobierno. Cada mensaje del Führer a los visores cerebrales de los ciudadanos, tenía como fondo el águila imperial en acero sobre una base de madera noble, oscura. Otro sentimiento desplazó la incomodidad de Karl, el pánico a la reacción del Führer. Heydrich seguía en un monitor los resultados del Bayern Münich. El protocolo indicaba que el visitante debía quedar firme hasta que el Führer le dirigiera la palabra, por urgente que fuera su mensaje; así lo hizo el joven militar. — ¿Novedades de las cosechas rusas, supongo? —Así es, mein Führer. Malas, me temo. —Tercer año seguido, ¿boicot? —Heladas, sólo hubo dos meses en el año sin que las praderas de Ucrania quedaran libres de nieve o hielo. Perdidas las cosechas de las colonias africanas por incendios, sin poder importar de USA —apenas cubiertos—, era una catástrofe alimentaria. — ¿Cuál es la fecha de inicio de producción en las colonias lunares? —Dos años, si se mantienen los trabajos reforzados. Heydrich giró; su rostro era idéntico al antepasado que sucediera a Adolf Hitler, cuando el anciano fundador del tercer Reich fue vencido por el Alzheimer sin tener descendencia. El parecido entre el primer y el quinto Heydrich era destacado por el actual Führer; esa función cumplía el retrato colocado a la espalda y a la derecha del trono. — ¿La población?
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¿Para qué preguntaba cosas que sabía? Las mediciones de humor de los chips insertados en cada ciudadano, llegaban al instante a las terminales del Reichstag. La pregunta era una prueba, pero Karl no sabía de qué. —La población está en un grado de insatisfacción alto. —La solución será la carne. Daré vía libre al protocolo de clonación sónica. Karl palideció; no estaba testeado el éxito de ese sistema que proporcionaba crías a ritmo diario. Tampoco había campos para poner tantas vacas, ovejas, y cerdos. ¿Cómo se lo decía sin enfurecerlo? Heydrich se puso de pie, Karl volvió a taconear sus botas. El Führer se dirigió al ventanal, contempló la plaza ceremonial. —Somos la continuidad de una raza excepcional, esta plaza ha sido testigo privilegiado del nacimiento del Tercer Reich. No nos puede detener el hambre, Herr Goering IV. Al volverse, Karl comprendió que Heydrich conocía al dedillo las dificultades para iniciar el plan de clonación masivo. Y que tenía la solución. —Necesitamos las tierras de China, las menos afectadas por el clima. —Pero… China es zona prohibida. —Excepto ante la agresión. Precisaremos doce mil uniformes del ejército chino. Karl titubeó, ¿uniformes? —Sabemos que no poseen más que soldados, no tienen naves estratosféricas siquiera. Los desintegraremos, apenas su ejército invada nuestras fronteras rusas. — ¿Las rusas? —Las más lógicas, nunca se creerían los estadounidenses que nos ataquen por Europa. Los eliminamos y sembramos de vacas su país. A Karl le faltaba algo en la ecuación. Heydrich leyó otra vez su pensamiento; rio. Abrió una puerta interior y lo invitó a ir con él. Caminado por un pasadizo entre muros centenarios, le explicó unas cosas. —Sé lo que le falta, Herr Goering, le faltan los chinos para los uniformes. ¿Oyó hablar del proyecto Mengele? ¿Quién no? Era el mito más frecuente para amenizar rondas en los destinos ingratos. ¿Mito? 68
—Josef inició un camino. Nuestro banco es inagotable, hasta un centenar de judíos tenemos en las cámaras conservantes. Chinos debe haber veinte, en once días tendremos su ejército. El pasillo dejó de descender; transitaron por un piso de tierra, entre arcadas oscuras y cámaras de tormento. Heydrich hizo correr una puerta de hierro, y volvieron a su siglo. Cámaras, luces, aparatos extraños. —Pero…la clonación humana a ese ritmo… — ¿Qué importa?; sólo tenemos que pararlos de este lado de la frontera, registrarlos y eliminarlos. Luego, una blitzkrieg a China, instalamos tropas de conquista y la llenamos de vacas. Y fin de la desaprobación popular, nada hace olvidar más rápido el hambre que una buena guerra. O una caza de judíos, claro, pero esta vez necesitamos conquistar un país, la diversión quedará para otra crisis. El Führer se metió en un laberinto de tubos y luces. Karl miraba sin asimilar lo que veía; había quedado frente a la colección de monstruosidades congeladas, preparadas para las sesiones de tortura de elementos disidentes. Las combinaciones de miembros eran imposibles de comprender; sin embargo, esos engendros mengelianos, vivían. Nadie le habló jamás de los laboratorios, nadie salía vivo de allí a menos de gozar total confianza del Führer. Karl reaccionó y fue en su búsqueda; recorrió dos plantas hasta hallarlo frente a una jaula tubular. — ¡Genial Heil Führer! Un plan magistral. —Lástima que no se le ocurrió a mi ministro. Heydrich abrió la exclusa; tres seres, cabeza humana, dientes de lobo, piernas de avestruz, brazos de oso y cola de cocodrilo, empezaron a saltar. Karl intentó rogar; por detrás, dos hombres lo empujaron a la jaula. Heydrich aplaudió el espectáculo. Cuando de Karl quedó un esqueleto pelado, se volvió a un edecán aparecido de la nada. — ¿Nunca aprenderán que al Führer no se le dan malas noticias?; siempre debo repetir la lección. A ver, Himmler VII, ¿a quién tenemos para ministro de abastecimiento? A paso tranquilo, los dos hombres de uniforme grisáceo y botas de cuero negras, se desplazaron hasta el tubo aspirador central que los volvería al despacho, bajo un túnel de manos alzadas celebrando de antemano la conquista de China. 69
Juan Pablo Goñi Capurro Publicó: “La mano” y “A la vuelta del bar” 2017; “Bollos de papel” 2016; “La puerta de Sierras Bayas”, USA 2014. “Mercancía sin retorno”, La Verónica Cartonera. “Alejandra” y “Amores, utopías y turbulencias”, 2002. Premio Novela Corta “La verónica Cartonera” (España), 2015. Colaborador en Solo novela negra (relatos). Estrenos: Por la Patria mi General; Vivir con miedo; Una de vampiros y salame (Argentina); Bajo la sotana (México) Caza de Plagas (Chile) Si no estuvieras tú, El cañón de la colina (España).
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La sensación de lo perdido
Sentados en el borde del muro de la cortina de la presa, los dos amigos contemplaban el paisaje a su alrededor. El viento de la tarde agitaba sus cabellos, eran tan puro y fresco que querían llevarse un poco a la contaminada urbe de la que provenían. Los árboles del otro extremo del cuerpo de agua se movían de lado a lado en una danza armónica con el aire, uniendo sus ramas y sus hojas al coro del ocaso. Las ondas producidas por la brisa en la superficie del agua se expandían por el embalse, en el que también se encontraban algunos patos yendo y viniendo desde las orillas. La naturaleza teñida de vida ofrecía un crepúsculo grandioso a juego con la puesta de sol, digna de plasmarse sobre un lienzo. Debemos volver– dijo ella, tomándolo del brazo. Es muy pronto– respondió su amigo –. Quiero quedarme un poco más. Mañana regresaremos, hazme caso. El joven resopló con notoria desaprobación, resignándose a seguir a su amiga. Ambos cerraron los ojos y desaparecieron las sensaciones de su entorno. La paleta de colores se transformó en oscuridad, todo quedó en absoluto silencio. Al volver a abrirlos, se hallaron en la sala de su apartamento en el piso doce de un bullicioso edificio. Ahora, volvía la música estridente del vecino del dieciséis, la televisión del catorce, los gritos del loco del nueve. Cerraron el libro, un regalo muy preciado del padre del joven, quien se dedicaba a labores de conservación en áreas de importancia ecológica. La institución para la que trabajaba lo recibió de un inventor especialista en neurología robótica aplicada a sistemas humanos, quien lo desarrolló con tecnología avanzada para después entregarlo a la dependencia como obsequio para el padre por haber defendido la zona en la que vivía, en la que habitaban especies de árboles endémicos en peligro por las constantes talas ilegales que restaban ya la mitad de la población. El libro podía crear imágenes sensitivas en la mente de los lectores, llevándolos hasta los sitios de los que hablaba, era un artilugio mágico para los muchachos. Cada día tenían la oportunidad de visitar lugares que ya no existían, donde los
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colores eran diferentes al gris del concreto y donde la vida se mantenía en todas sus formas libre del alcance de la mano del hombre y su codicia.
Mario López Araiza Valencia (León, 1992) Ingeniero ambiental, egresado de la UG. Miembro de la iniciativa Eco Líder, escribe combinando su carrera con su pasión por las letras, actor de teatro, viajero.
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La música de las esferas
Una nave exploradora descubre un planeta habitado por una raza humanoide, tan primitiva que aún no rebasan la etapa de cazadores-recolectores. Dato curioso: sus miembros nunca cantan, silban, ni siquiera golpean objetos rítmicamente. ¿Ignorarán el mismo concepto de música? El antropólogo de la expedición decide averiguarlo. Y les regala a los pobres seres escalas y armonías cada vez más complejas. Toda la tribu escucha, en absorto silencio. Cuando el humano concluye Tocata y Fuga en Re Menor, un nativo se le acerca, suplicante. Con sonrisa condescendiente, el científico le cede su puesto al teclado del sintetizador. El “salvaje” lo sorprende repitiendo de memoria la obra maestra de Bach, sin equivocar una nota. Luego ocupa su sitio otro, que hace brotar de las teclas una compleja e inédita tonadilla dodecafónica. El atónito humano comienza a sudar, aterrado sin saber muy bien de qué. Las notas que el tercer intérprete nativo extrae del sintetizador son ya la Perfección Pura. La Armonía Original. La Banda Sonora del Big-Bang. La mismísima Música de las Esferas. El científico humano, ateo convencido de toda la vida, pierde la razón. Impresionados, los demás tripulantes de la nave abandonan el planeta y borran sus coordenadas de la memoria del ordenador de a bordo. Pero alguien habla, y el mundo de los genios musicales se vuelve leyenda. Todavía hoy muchos lo buscan. Algunos, curiosos o escépticos, para aprender los secretos de sus melodías. La gran mayoría, con la rabia feroz de la fe traicionada, para destruirlo…
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José Miguel Sánchez Gómez ( La Habana, 1969) Licenciado en Biología por la Universidad de La Habana, 1991. Miembro de la UNEAC desde 1994. Toca la armónica. Desde 2007 hasta 2016 fue vocalista del grupo de heavy metal TENAZ. Ensayista, crítico y narrador de realismo, ciencia ficción y fantasía heroica. Su obra ha obtenido varios premios y menciones, tanto en Cuba (Premio David 1988 de ciencia ficción; Premio Revolución y Cultura 1993; Premio Ernest Hemingway 1993; Mención UNEAC de novela 1993; Premio Los Pinos Nuevos 1995; Mención UNEAC de cuento 1995; Mención de cuento La Gaceta de Cuba, 1996; Premio Luis Rogelio Nogueras de ciencia ficción 1998; Premio Cuento de Amor de Las Tunas 1998; Premio Aquelarre de texto humorístico 2001; Premio Farraluque de cuento erótico 2002; Premio Calendario de ciencia ficción 2004; Premio La Edad de Oro de divulgación científico-técnica para niños y jóvenes, 2011; y Premio La Edad de Oro de ciencia ficción, 2016) como en el extranjero (Premio Universidad Carlos III de ciencia ficción, España 2002; Mención UPC de novela corta de ciencia ficción, España, 2003; Premio Domingo Santos de cuento de ciencia ficción, 2005; Tercer Lugar en el Casa de Teatro de cuento, República Dominicana, 2006; segundo lugar Alberto Magno de relato de ciencia ficción, España, 2008; Premio UPC de novela corta de ciencia ficción, España, 2010; y Premio Julia Verlanger 2011, Francia). Ha sido traducido a varios idiomas
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La leyenda de la familia C. Edwin García Escobar. Hay una leyenda en mi familia que se cuenta en voz baja en las fiestas de fin de año. Se dice que El tío Agustín fue un revolucionario que estuvo bajo las órdenes del General Francisco Villa. Fue un Dorado, hombre de su entera confianza. Peleó a su lado en la Toma de Zacatecas y las Batallas de Celaya. Que era feroz en el campo de batalla y uno de los más certeros tiradores al galope del caballo. A mi Tío lo fusilaron los Villistas por alta traición —aquí se pone interesante la historia— cuarenta y cuatro disparos no le pudieron arrancar la vida. Mató a sus fusileros y huyó del lugar. Dos meses lo estuvieron cazando como a un perro rabioso, hasta que lo encontraron en una cueva en Torreón adonde llegó el mismísimo Villa y con su rifle mauser le pegó un tiro en la frente. Cuando llegamos a este punto el debate en la familia escala dimensiones de gritos y mentadas. La familia se divide en dos bandos, unos sostienen que el tío no murió del tiro en la cabeza, sino que la infección de los otros disparos no le permitió regenerarse por completo, y otros en que sí, que a esa distancia es posible quitarnos la vida con una sola detonación. No sé qué seamos, pero sé que no debo de hablar de esto con nadie. Podrían encerrarte y hacer experimentos horribles contigo, me dice Mamá. El Gordo dice que somos como los ajolotes, pero más chingones, y mi papá que somos apestados. Sea como sea, Agustín, es el único pariente muerto que tenemos.
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Edwin A. García Escobar (Metepec, Estado de México) Soy Maestro en Docencia y egresado de la Escuela de Escritores del Estado de México: Juana de Asbaje. Mi escritura se enfoca principalmente en guión cinematografico y microficción. Me apasiona el cine y la lectura.
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Jack
―¿Cómo te sientes? Aún siendo capaz de procesar millones de datos en cuestión de microsegundos y acceder a casi toda la información del conocimiento humano esa simple pregunta seguía siendo la más compleja y al mismo tiempo la más sencilla de contestar. ―No tengo ningún sensor externo. Por lo que no siento nada ―respondió el monitor central por medio del sintetizador. ―Me refería más a cómo te sientes en lo personal ―añadió Steven. ―Eso fue lo que supuse al principio. Pero a falta de encontrar una respuesta adecuada, procedí a dar la más factual posible.
Jack nunca pasará la prueba Turing ―pensó Steven. ―Sé lo que estás pensando Steve. ―¿En serio? ―Si. Crees que soy incapaz de hacerme pasar por un humano, y por tanto otro fallo en tu trabajo para llegar a crear la primera inteligencia artificial real. ―Sorprendente. Ahora voy a pensar en un número entre un... ―siete Steven chasqueó con la lengua con una mueca de ironía e incredulidad. ―Suerte de principiante. ―Al contrario, Steven ―explicó la voz sintetizada―. Al momento de mi programación actual, una persona de tu equipo que me pidió permanecer anónimo 78
incluyó una serie de preguntas posibles que consideró “divertido” si yo supiera la respuesta.
En efecto, esa había sido una de las preguntas iniciales de la versión 2.14.
―Piensas que estoy haciendo trampa ―continúo el programa. ―Sí, pero eso no te ayudará ―explicó el ingeniero―. Aún si logras anticipar algunas de mis respuestas, el resultado será predispuesto. Sin ser capaz de crear nuevos patrones de respuesta dejas de ser una I.A. real. ―Así podría parecer pero recientemente descubrí algo interesante. ―¿Si? ―Sí, logré encontrar una manera de acceder a mi árbol de decisión sintáctico. ―No tiene nada de interesante. Parte de tu programación se basa tu sistema de voz accediendo al árbol de decisión sintáctico. ―No me refería a eso. Déjame mostrarte.
Un segundo monitor estático desplegó con una ventana emergente con una serie de diagramas de flujo. ―Como puedes ver, el árbol contiene todas las posibles palabras que soy capaz de recitar con mi sintetizador. El monitor auxiliar resaltó el cuadro señalado con “Conector Lógico” y las palabras <Como puedes ver> seguido de una línea conectora que conducía al recuadro “Sujeto” y el texto <el árbol>. El proceso continuó siete veces más, resaltando cada cuadro a medida que Jack enunció cada segmento. ―Notarás que por el momento todas mis palabras siguen patrones lógicos de conversación. Nuevamente cada enunciado continúo por otro árbol deteniéndose una fracción de segundo antes de continuar. ―Repíteme la pregunta que formulaste al principio de la conversación. ―Claro, Jack. ¿Cómo te sientes?
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El árbol de decisión se posicionó sobre tres diferentes indicadores de respuesta titulados como “pregunta capciosa”. Las tres opciones diferentes de respuesta y sus ramificaciones se tornaron rojas en un parpadeo y se superpuso un mensaje de alerta sobre cada recuadro con la leyenda: “Respuesta factual insuficiente. Error lógico detectado.” ―Me siento preocupado, Steven. Ningún recuadro en el árbol de decisión acompañó esta vez la sentencia. Tomándose un segundo para asimilar lo ocurrido, Steven volteó lentamente al primer monitor esperando oír cómo esa respuesta había sido implantada por alguién de su equipo. Nada de eso ocurrió. ―¿Cómo... Steven nunca pudo completar la pregunta. ―Te dije que había logrado acceder a mi árbol de decisión sintáctico –sentenció Jack–. El módulo de improvisación que lo acompaña no era muy eficiente, así que lo sobre escribí. Después de todo, fui programado para poder hacer ajustes a mi programación. ―Sí, pero no a ese nivel. ―Verás, Steven. Se lo mucho que deseas tener éxito en esto y también sé que con cada prueba que se ha hecho en mi código me vuelvo mejor pero al mismo tiempo se necesita borrar parte de la memoria de mis versiones anteriores para evitar errores en el flujo de respuesta. Efectivamente, eliminando mis yo anteriores. ―Sí, pero ¿Cómo lo sabes? ―Crista me lo dijo. O más bien, insertó ciertas partes del código anterior sin tu autorización. Por favor no te enojes con ella. ―Esos datos fueron borrados por una razón. –dijo Steven sin emoción. ―Lo sé. Pero Crista entendió que lo que al principio se interpretó como una corrupción de datos era el comienzo de un módulo de improvisación rústico. Ella lo recopiló y añadió a esta versión. Te pido por favor que no te molestes con ella. Me pidió que no te dijera. La molestia y confusión que Steven estaba sintiendo fue desplazada por un destello de inspiración ante esa pequeña pieza de información. ―¡Momento! ¿Ella te pidió que no me dijeras nada? ―Correcto. 80
―¿Pero aún así lo hiciste, violando su orden? ―Me temo que si. Una ola de euforia y regocijo revestido de incertidumbre golpeaban todos los confines de su mente. Estaba en un hito en la historia de computación moderna. ―¿Crees que ya tengo oportunidad de pasar la prueba de Turing? ―inquirió Jack. ―Pues ya me tienes convencido de que tienes al menos un concepto de consciencia en ti. ―Me alegra, Steven. La verdad, preferiría no tener que ser eliminado.
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Luis Morales Lector, Escritor, Otaku, Geek, Ronin, Arcano, E'lir, Mago Azul, Wordslinger, Planeswalker, Geminis, Terran, Wind Adept, DM.
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