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EXOCEREBROS
Bienvenidos, buscadores de mundos ucrónicos. En esta oportunidad, damos a conocer el cuento Alma de Andrea Dardón, guatemalteca que trabajó como escritora y editora para varias publicaciones en el país. Comenzó el club de lectura Comelibros, en la Librería Sophos en la Ciudad de Guatemala y dio una charla TEDx en la Universidad Francisco Marroquín sobre su trabajo ayudando a adolescentes a a encontrar amor por la lectura. Es una fiel creyente que todos pueden ser lectores. Ama la fantasía y la tecnología y luego de aprender por su cuenta a programar, inspirada por los artículos que escribía para la revista Geek en Guatemala, se mudó a la cuna de la tecnología, a San Francisco, California, donde ahora trabaja para una startup y vive con su esposo y su gata Éowyn.
Pasen adelante y muchas gracias por viajar con nosotros.
—Puedes dejar de leer. — dijo Alma al lector que había estado leyéndole la novela durante una hora. El dispositivo se cerró automáticamente con una luz azul tenue y ella lo colocó sobre su mesa de noche. Esa semana se había publicado una nueva novela. La había terminado esa misma noche y nuevamente había quedado insatisfecha. No entendía cómo nadie se daba cuenta que el final era el mismo que el de la novela publicada el mes anterior. El personaje principal encontraba el éxito, se casaba con la hija del presidente y encontraba una reliquia antigua que no servía de nada y que no volvía a mencionarse en la historia. «Una historia tan conmovedora que la mente humana con su finita capacidad de expresión jamás podría haber concebido»
decía una de las críticas que Alma había leído esa misma mañana. Pero para ella, a estas historias les faltaba algo. Las computadoras de la empresa Támesis eran las que escribían estas historias. Estas generaban algoritmos que tomaban todas las historias escritas por humanos durante la Primera Era y las convertían en nuevas historias para los lectores de la Nueva Era. Estas mismas computadoras también creaban los guiones de cine y televisión y generaban música y artes plásticas.
Támesis era una gran corporación que ahora controlaba el noventa por ciento de los bienes de consumo, además de haber adquirido a todas las productoras de cine, las grandes casas editoriales, varias disqueras y todos los grandes museos del mundo. Esa noche soñó una vez más con personas que no conocía. Escuchaba la voz de una niña. Se llamaba Jean Louise, pero todos la llamaban Scout. Se despertó en medio de la noche y, con las palabras aún claras, escribió en un pedazo de papel todo lo que recordaba. Al día siguiente Alma llegó a su oficina en la sede de Támesis pensando en la niña de sus sueños.
—Quiero que investigues a una chica con el nombre de Jean Louise y me digas todo lo que encuentres sobre ella. — Le dijo Alma a la mujer que esperaba pacientemente a un lado de la oficina, su asistente Aída. Aída cerró los ojos por dos segundos y al abrirlos nuevamente recitó, como en trance —El nombre de Jean Louise no aparece en los registros públicos. Puedo ver que hay información pero se encuentra bloqueado para usuarios con acceso alfa. — Alma pensó en esto. Acceso alfa significaba que solo las personas de más alto rango en la empresa podían acceder a esa información. No podía pensar en nada más por el resto del día, por lo que esa noche, Alma esperó
a que la oficina se quedara vacía. Este era el momento que estaba esperando. —Aída, puedes entregar el mensaje que te di. Asegúrate de no dejar rastro y que el mensaje solo llegue a quienes cumplan con los requisitos. — Su asistente asintió con una sonrisa y luego desapareció con el destello de una luz blanca que aún sorprendía a Alma. Aída parecía tan real. De inmediato, Alma entró al sistema de Támesis utilizando el usuario y contraseña que su hermana Elena había escrito en un pedazo de papel antes de desaparecer. Se sorprendió de ver que funcionara. Con las manos temblorosas se adentró a los archivos.
— ¿Fue por esto que desapareciste, Elena? — Dijo Alma en voz baja, buscando el nombre de Jean Louise entre los archivos. Matar a un Ruiseñor, Lee, Harper. Año 1960. Alma abrió el archivo y comenzó a leer. Era una novela escrita hacía ciento tres años. En ella encontró a la niña que había soñado. Continuó leyendo pero pronto se dio cuenta que ya conocía la historia. ¿Cómo era posible? —Tu hermana sospechaba que tú sabías más que los humanos comunes. — Dijo una voz a su lado. Alma se volteó y se sorprendió de ver a una mujer alta y delgada. —No te preocupes Alma. Sí, sé muy bien quién eres. ¿Por qué crees que te hemos
mantenido cerca?— Dijo Sena, la directora general de Támesis. — ¿Qué es todo esto?— Preguntó Alma. — ¿Por qué conozco todas estas cosas? Jamás he leído Matar a un ruiseñor. — Sena se acercó y se sentó a su lado. — Cuando Támesis compró los derechos a casi todo el arte producido en el mundo decidimos resguardar toda la información dentro de algo que nadie sospecharía. Tú fuiste uno de nuestros primeros experimentos, Alma. Guardamos dentro de ti todo el arte del mundo, sin que lo supieras. El proyecto era un éxito hasta que la información comenzó a fugarse hacia tu mente consciente. —
Alma pensó en estas palabras. — ¿Por qué solo yo tengo acceso a ello? ¿Por qué no podemos mostrarlo al mundo entero?— Sena sonrió. —Querida, no sería un buen negocio si hubiera tanto arte en el mundo que nadie querría consumir el que nosotros producimos. Lo que Támesis está creando es como nada antes visto. Nuestros algoritmos son capaces de crear pinturas tan elaboradas como las de Van Gogh en tan solo unas horas. —Pero no es arte real. — Exclamó Alma. — Le hace falta...— — ¿Alma?— Terminó Sena, sonriendo ante la ironía. —Sí, arte producido por máquinas nunca es como aquel producido por humanos. Pero solo unos pocos podemos verlo. Las ventas ya sobrepasaron expectativas. Las personas consumen arte
como nunca antes lo han hecho. ¿Qué hay de malo en esto?— Alma estaba muy confundida. Toda su vida había sentido que había algo extraño en el arte producido por Támesis, pero no sabía qué era. —No tiene alma. — Sena sonrió una vez más. —A mí me importa darle a la gente lo que quiere. Ahora yo debo proteger a mi empresa y a mis clientes. — Alma negó con la cabeza. Sena la observó con tristeza. —Es una lástima. Creí que tú y tu hermana podrían vivir una vida normal, con todo ese conocimiento dentro. Debes venir conmigo ahora, no puedo dejarte regresar a tu vida normal. —
—No puedes comprar el alma humana, Sena. — Dijo, pensando en todas las notas que había escrito cada mañana luego de soñar con arte y que Aída estaba entregando en ese momento. Ella misma había escrito poesía y no era la única. Sena había mencionado que Elena también tenía el conocimiento adentro. ¿Cuántos más había como ellas? Aída los encontraría.
Ilustraciรณn portada e presentaciรณn: Froy Balam
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Ilustraciรณn interior: Marilinda Guerrero Fb: Revista Exocerebros Twitter: @exocerebros Idea original y revisiรณn texto: Marilinda Guerrero
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