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DESTINOS FASCINANTES

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CULTURA

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Berna

La capital suiza es una ciudad pequeña, preciosa, de cuento de hadas; su mágica discreción nos permite conectar con su esencia medieval.

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Fotografías FUENTE EXTERNA

Berna está inscrita en la lista de Patrimonio cultural de la Humanidad de la UNESCO desde el año 1983, gracias a su arquitectura de estilo medieval bien conservada a través de los siglos. El idioma oficial de Berna es el alemán, aunque el idioma mas hablado es el alemán bernés, un dialecto del alto alemánico.

Ha sido considerada por varios años dentro de la escala de las diez ciudades con la mejor calidad de vida en el mundo. El casco viejo de la ciudad de Berna, es un magnífico legado medieval y un punto de interés para miles de turistas. Es muy común que cuando alguien piense en la capital de Suiza, piense en una gran capital europea, en este caso no es así, nos pasa por la mente por ejemplo, la internacional Ginebra o la ambiciosa Zúrich, pero no, la realidad es que Berna es la capital de Suiza. Muchos opinan que esta elección buscó impedir la excesiva concentración de poder, es por esto que la pequeña y bella ciudad de Berna fue la elegida para ostentar tan importante titulo de “ciudad federal”, hace mas de 170 años. La historia de Berna está íntimamente ligada al río Aare; el casco viejo de Berna, idílico por demás, puede ser recorrido sin gran detenimiento en unas horas, merece dedicarle más tiempo para disfrutar de su oferta cultural y de entretenimiento.

Caminar antes del anochecer por alguno de sus puentes, ver el reflejo de los rayos del sol en las aguas del Aare y tomar una bebida en alguna de las terrazas de las concurridas calles

de la ciudad en las tardes de sol puede ser una buena excusa para hospedarse en alguno de los hoteles de las calles adoquinadas de la capital de Suiza.

Desde el Jardín de Rosas podemos disfrutar de una vista panorámica magnífica de su casco histórico, los verdes campos en su entorno y a la distancia, el contorno de los Alpes. Desde allí comenzamos a recorrer el mismo sendero en el que la ciudad fue avanzando en los primeros siglos de su desarrollo. la fosa de los osos. “Estos fosos fueron construidos a mitad del siglo XIX como representación del escudo de Berna, el animal heráldico, el emblema de la ciudad”, Y allí, inicia nuestro encuentro con los comienzos del casco viejo: “Hay una leyenda que acredita la presencia del oso en el escudo de Berna y es que en - en el año 1191 - el duque fundador declaró que la ciudad llevaría el nombre del primer animal cazado.” “Oso, en alemán se dice ‘Bär’ por lo que de allí se desprende la palabra ‘Bern’. Los que no creen en leyendas piensan que el nombre tiene origen céltico”.

La historia de Berna inicia en el meandro del Aare donde su fundador, Bertoldo V de Zeringen, erigió una fortaleza que tras su muerte fue destruida por los pobladores de la ciudad entre

“El casco viejo de la ciudad de Berna, es un magnífico legado medieval y un punto de interés para miles de turistas. Es muy común que cuando alguien piense en la capital de Suiza, piense en una gran capital europea, en este caso no es así, nos pasa por la mente por ejemplo, la internacional Ginebra o la ambiciosa Zúrich, pero no, la realidad es que Berna es la capital de Suiza.”

“La historia de Berna está íntimamente ligada al río Aare; el casco viejo de Berna, idílico por demás, puede ser recorrido sin gran detenimiento en unas horas, merece dedicarle más tiempo para disfrutar de su oferta cultural y de entretenimiento.”

los años 1268 y 1270. La Iglesia de Nydegg fue construida justo sobre las ruinas de la fortificación entre 1341 y 1346. “Edificar una iglesia era una forma de decir ‘por encima de nosotros no hay ningún emperador, sino sólo Dios”, estas descripciones nos transportan con la imaginación a esa Berna medieval. Desde el puente de Nydegg vemos el barrio de Matte, en la parte más baja de la ciudad diseñada por el cauce del Aare. “Antiguamente vivía aquí el artesanado. Había, por ejemplo, curtidores de pieles, personas dedicadas a la cerámica y también había muchos molinos de harina y aserraderos. Actividades que requerían del agua. Hoy día hay muchos artistas que viven aquí.” A mediados del siglo XVI su población era de tan solo 600 personas, el 10% de la población de la ciudad. Actualmente viven 1.400. Una central en funciones desde 1891 abastece actualmente la demanda de electricidad de 1.700 hogares. Su historia también está íntimamente ligada a su río, el Aare. Sólo basta recordar que a finales de agosto de 2005 el barrio afrontó una nueva inundación que llevó a la evacuación temporal de sus habitantes debido a que el cauce del Aare creció hasta cuatro veces más de lo normal tras

las persistentes lluvias que se presentaron en la región. Al llegar al otro lado del puente nos encontramos en la Calle de la Justicia, revestida con decenas de banderas de todos los cantones de la ciudad. Aquí destacan por supuesto las famosas y muy bien conservadas arcadas. “Son casi seis kilómetros de soportales. Se dice que es el circuito comercial más largo de Europa”, lleno de hermosas y bien abastecidas tiendas de antigüedades, boutiques, galerías o cafés.

En el callejón de Junkergasse doblamos a la izquierda para llegar a la catedral, la más destacada del gótico tardío en el país. El pórtico, en el exterior, y dentro, la sillería del coro (la primera renacentista, 1525) y la vidriera del Juicio Final, situada en la capilla central (1460). La parte del coro es la más antigua. Cuando llegó la Reforma en 1528, la construcción no se había terminado. No obstante, conscientes de la importancia del edificio, los protestantes la continuaron. Conocer la mayor construcción religiosa de Suiza (iniciada en 1421) requiere de tiempo y no todos los turistas que la visitan lo tienen. Al año se calcula que unos 70 mil de ellos se deciden a subir su torre, también la más alta del país (con 254 escalones y terminada en 1893).

De regreso a la vía central del casco viejo hacemos una parada rápida ante la Casa de Einstein en la Kramgasse 49. Pero como en toda visita guiada, el tiempo apremia. Hay que estar cuatro minutos antes de la hora ante La Torre del Reloj, el edificio civil más apreciado por el turismo. Esta torre que hacía las veces de prisión se convirtió en campanario tras el devastador incendio de 1405. Debajo del gran reloj se encuentra “el reloj astronómico con la hora solar”. Al lado se encuentran las figuras mecánicas (1527-1530) que ocupan nuestra atención.

“A tres minutos antes de la hora el gallo canta por primera vez y lo hará tres veces en relación con la frase que dijo Jesucristo a San Pedro: ‘Antes de que el gallo cante tú me negarás tres veces’. Después, el bufón toca las campanas y los osos -a los pies de Cronos- también giran.

El gallo de nuevo canta y a la hora en punto Cronos gira el reloj de arena que tiene en su mano, cuenta las campanadas moviendo su boca y el cetro que porta en la otra mano.” Con el tercer canto del gallo termina el espectáculo. “El mérito es que se ha conservado el mecanismo de origen. El reloj funciona como funcionaba en el siglo XVI”.

No podemos dejar de visitar el Palacio Federal, sede del gobierno suizo, y dos de las once coloridas fuentes históricas que adornan las calles. No obstante, la tarde soleada invita ahora a disfrutar de alguna especialidad suiza -un Rösti, por ejemplo- en alguna de las mesas de la Plaza de los Osos, (Bärenplatz), “llamada así en recuerdo de la primera fosa con esos ejemplares que existió aquí, cuando la ciudad aún estaba amurallada”.

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