Revista de Historia Bonaerense | Número 45

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ISSN: 0329871X • AÑO XXIII - Nº45 - 2016 Declarada de interés legislativo por la Honorable Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires. Premiada por el Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires como mejor publicación en Ciencias Sociales, 2004. Es una publicación del Instituto y Archivo Histórico Municipal de Morón Estrada 17 - Haedo - C.P. 1706 / Tel. 4650-2580 inst.historico@moron.gob.ar moronhistorico@hotmail.com AUTORIDADES Intendente Municipal Ramiro Tagliaferro Secretaría de Políticas Sociales y Abordajes Integrales Fernando Cid Directora de Arte y Cultura Rita Alexandra Stivala

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STAFF Dirección Prof. Graciela Saez Secretaría de Redacción Prof. Mariela Canali Asistente de Edición Prof. Agustín Algaze CONSEJO ASESOR Arq. Jorge Tartarini (CNMMLH) Prof. Marta Goldberg (UNLu) Arq. Carlos Moreno (CNMMLH) Dr. Claudio Panella (UNLP- AHPBA) Lic. Carlos Birocco (UM) Dr. Emir Reitano (UNLP- UTDT) Dra. Noemí Girbal Blacha (UNQ- CEAR-CONICET) Prof. Abel Alexander (Biblioteca Nacional- SIHF) Dr. José Garriga Zucal (IDAES-UNSAM-CONICET) Dra. Mirta Zaida Lobato (UBA) EQUIPO DE TRABAJO DEL INSTITUTO Y ARCHIVO HISTÓRICO Graciela Saez, Mariela Canali, Mariela Rametta, Agustín Algaze, Diego Ferrante, Lucas Georgieff, Andrea Giraffa, Romina Olivari y Franco Barrios. Los artículos firmados son responsabilidad de sus autores. Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de la revista, salvo autorización de la Dirección Reg. Nac. de la Propiedad Intelectual Nº 686.295. La Revista de Historia Bonaerense es una publicación semestral, interdisciplinaria y temática que difunde la historia y el patrimonio moronense y de toda la provincia de Buenos Aires. Se distribuye gratuitamente a más de 400 instituciones: universidades, bibliotecas, museos, archivos históricos, entidades culturales y patrimoniales del país. La revista ha tenido desde sus inicios dos objetivos complementarios: brindar un espacio de difusión e intercambio a investigadores y profesionales de la historia, las ciencias sociales y el urbanismo; y promover el conocimiento de la historia local y regional.

Dedicaremos los dos próximos números de la Revista de Historia Bonaerense a Juventud y Juventudes. Esta amplia temática ha tenido un notable desarrollo en los últimos años. La historiografía nos indica que recién a partir de la segunda guerra mundial, comenzó a distinguirse a la juventud como un estrato independiente en la sociedad, siendo considerada como objeto de estudio específico. La noción de "juventud" conlleva diferentes significados, ya que variados aspectos influyen en esa condición. Tradicionalmente estuvo centrado en la etapa de la vida que media entre la infancia y la adultez, pero se trata en realidad de una categoría un tanto indefinida que responde a distintas construcciones y significaciones sociales determinadas por el tiempo histórico, la cultura, la sociedad, la política, la familia, el género, el escenario local... Por ello son amplias y diversas las miradas que sobre la juventud pueden establecerse. Los trabajos que presentamos en esta publicación, han tomado a la juventud como protagonista de nuestra historia reciente. Mariela Rametta estudia el fenómeno de la cultura rock del oeste como expresión contracultural juvenil y

estructurante de una identidad aún en construcción; Talía Gutiérrez analiza el surgimiento y trayectoria de los sectores juveniles vinculados a las corporaciones agrarias de la región pampeana como “escuela” de futuros liderazgos corporativos y comunitarios; Mónica García reconstruyó el perfil de Villa Gesell en las décadas de 1960-70 que los jóvenes argentinos transformaron en una meca estival de creatividad, contacto con la naturaleza y libertad; nuestro artículo, a su vez, explora la experiencia y vivencias de los jóvenes conscriptos de Morón durante la convocatoria para la Guerra de Malvinas, a partir de entrevistas realizadas a integrantes de un Centro de Veteranos local; Laura Codaro y Mariana Paganini abordan desde la crítica literaria la obra fuertemente politizada de César González (Camilo Blajaquis) -un joven poeta del barrio Carlos Gardel de Morón- a partir de sus publicaciones en las redes sociales. Además, publicamos una entrevista realizada por Laura Delgado a la escritora María Rosa Lojo sobre su libro Todos éramos hijos, que recrea ficcionalmente el ambiente estudiantil de Castelar en los años 70.

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Sumario 18

Villa Gesell, paraíso de la juventud. Reflexiones y nostalgias de los ’60 y ’70 Mónica García

Dicen que no sirve la esperanza porque ellos ya compraron el futuro. Un acercamiento a las formas de politización juveniles desde la escritura de César González (Camilo Blajaquis). Laura Codaro y Mariana Paganini

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Morón. La convocatoria a los jóvenes que fueron a Malvinas

54 Jóvenes trabajadores, relatos de juventud en la ciudad de Tandil durante los años sesenta 5

Belén Agostini

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María Rosa Lojo y una historia que nos pertenece. Entrevista Laura Delgado

Graciela Saez

Juventudes rurales y corporaciones en el agro pampeano: un vínculo que desafía a los cambios (1930-2010) Talía Violeta Gutiérrez

“En el oeste está el agite” Historia del rock y los rockeros del oeste Mariela Rametta

57 Resúmenes/Abstracts


Villa Gesell, paraíso de la juventud Reflexiones y nostalgias de los ’60 y ’70

Mónica Elena García

Jefa de Departamento Museos de la Municipalidad de Villa Gesell

Introducción Entre 1939 y 1940 Carlos Idaho Gesell, fundador de Villa Gesell, vio los primeros resultados positivos de los trabajos de forestación que había emprendido en 1931 sobre un arenal de la costa atlántica de Buenos Aires. Había comprado 1.648 hectáreas de dunas vivas, es decir, de arenas en movimiento y se había propuesto fijarlas y cubrirlas de árboles. Un arduo trabajo de años, que le valió el mote de “el loco de los médanos”. En 1940 decidió construir “La Golondrina”, una sencilla casita para alquilar a turistas. Otra audacia, porque no había aún caminos para llegar hasta la playa desde la Estación Juancho del Ferrocarril Central del Sud, distante unos 23 kilómetros del mar. Había que atravesar campos particulares y luego el cordón de dunas hasta llegar. Pero llegó el primer turista, Emilio Stark, aventurero como don Carlos, pescador entusiasta, que quedó maravillado con este lugar agreste, con el trato que recibió de don Carlos y su esposa Emilia, y también con la abundancia y variedad de peces que ofrecía el mar. Así, con este turista satisfecho, comienza la historia del turismo en nuestra ciudad y la firme decisión de don Carlos Gesell de fundar un pueblo, de hacer de este lugar una tranquila villa balnearia.

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Don Carlos Gesell en los años '60. "Creo que papá fue un hippie", dice su hija Rosemarie Gesell. IAHMM Revista de Historia Bonaerense Año XXIII nº 45 (2016)

Mónica Elena García Villa Gesell, paraíso de la juventud. Reflexiones y nostalgias de los ’60 y ’70


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En 1943 se inauguró el Playa Hotel, el primero de la Villa. Elegante, a pocos metros del mar, el Playa comenzó a recibir turistas europeos, especialmente alemanes. Familias enteras, con niñeras incluidas, que pasaron en estas playas agradables y libres veranos. Durante toda la década de 1950, Villa Gesell era señalado como el balneario “más europeo” de la costa atlántica, en tanto a Pinamar se lo caracterizaba como el “más criollo”. Muchos de estos veraneantes europeos, y en particular las mujeres, disfrutaban de la vida libre que proponía esta naciente villa balnearia, lo cual implicaba, en varios casos, la ligereza de indumentaria usada en la playa para tomar baños de sol, tal como se estilaba en balnearios europeos... Y esto, bastante antes de que aparecieran por aquí las primeras bikinis. Los años '40 constituyen la verdadera década fundacional de Villa Gesell. Muchos de los primeros pobladores estables provenían de estancias cercanas, y muchísimos otros eran europeos, inmigrantes que lo habían perdido todo en la guerra y llegaban a este paraíso de paz a nacer de nuevo. En su gran mayoría eran italianos, pero también llegaron alemanes, suizos, austríacos, húngaros, polacos, suecos, rusos, ingleses, franceses, españoles... No era fácil entenderse unos con otros, se hablaban muchos idiomas y dialectos diferentes. Sin embargo, todos pudieron entenderse en el común idioma de la solidaridad, de un proyecto de vida en libertad. Aquí no había diferencias, no importaron ideologías, ni creencias religiosas, ni situación económica, todos trabajaron junto a don Carlos Gesell para hacer crecer este pueblo, que era esperanza de una vida plena, alejada de toda violencia.

Casamiento hippie en el pinar. Década de 1970. (Foto: Raúl Pujadas)

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Por otra parte, cabe señalar en esta introducción a nuestro tema, que la propia figura del fundador de la Villa revestía características singulares, en el sentido de que llevaba una vida nada convencional. Carlos Gesell era un comerciante exitoso de Buenos Aires, apasionado por los inventos y los desafíos, que a los 40 años de edad había emprendido el increíble proyecto de forestar un arenal; en 1937 dejó la ciudad y se instaló en medio de la soledad de las dunas, con su segunda esposa y dos de sus hijos; era un amante absoluto de la naturaleza, de la libertad, de la vida austera; en fin, a su modo, un rebelde para la época. “Pienso que si se analiza el movimiento hippie en su verdadera dimensión y profundidad, indudablemente papá fue uno de ellos”, afirma Rosemarie Gesell en el libro que escribió sobe su padre (Carlos Idaho Gesell, su vida, Villa Gesell, edición de autora, 1983). En mi opinión, este particular origen de Villa Gesell fue lo que marcó para siempre su destino como “el lugar de la libertad” y, casi una consecuencia obligada, como “el paraíso de la juventud”. Aquella tranquila Villa europea de los años '50 se transformó a lo largo de las dos décadas siguientes en el lugar de la informalidad y del encuentro, en la meca elegida por miles de jóvenes argentinos disconformes, rebeldes, pacifistas, idealistas, desprejuiciados, artistas, hippies... que buscaban el contacto con la vida natural y la posibilidad de huir de las convenciones e hipocresías de la vida ciudadana. Y esa transformación comenzó a darse más o menos así...

“Los inconstantes” En septiembre de 1962 el joven y ya reconocido director de cine Rodolfo Kuhn decidió filmar en Villa Gesell un nuevo largometraje, al que tituló “Los inconstantes”. Eligió estas playas casi desconocidas para ambientar la historia de un grupo de jóvenes porteños de clase media, individualistas, vacíos, que buscan “desintoxicarse” de la ciudad y viven durante el verano una especie de “todo vale”, carente de cualquier valor moral. En noviembre de 1962, mientras se rodaba la película, la revista Primera Plana publicó un extenso comentario sobre el argumento y los personajes, de los que dice: “El verano es para ellos una especie de catarsis: llegan a la playa resueltos a liberarse de todo prejuicio y compromiso, persiguen una relación amorosa que dure solamente horas, parecen ansiosos por escandalizar a los burgueses, por demostrarles que ninguna convención ni ninguna costumbre establecida les importa. ‘Quizá por eso, porque se esfuerzan en ser distintos e independientes, resultan demasiado convencionales’, afirma Kuhn”. Los protagonistas del film eran Gilda Lousek, Elsa Daniel, Virginia Lago (en uno de sus primeros papeles cinematográficos), Mónica Sanz, Alberto Argibay, Luis Medina Castro, Jorge Rivera López, Héctor Pellegrini y Fernando de Soria. Todos ellos, con una edad promedio de 27 años en aquel entonces.

Elsa Daniel, Héctor Pellegrini y Luis Medina Castro, frente al cine Atlantic de Paseo 105, reciben directivas de Rodolfo Kuhn, durante la filmación de "Los inconstantes".

Afiche publicitario de "Los inconstantes", filmada en Villa Gesell en 1962. 9

Muchos vecinos actuales de Villa Gesell recuerdan aquellos meses de filmación, en que prácticamente se convivía como en una familia con todos estos famosos actores y actrices. Incluso hubo varios geselinos que participaron como extras en la película. “Los inconstantes” se estrenó en enero de 1963, y fue una especie de boom entre la juventud porteña. El desnudo de Gilda Lousek sobre las dunas, que dura tres o cuatro segundos, causó escándalo, pero tal vez más que la película llamaron la atención las tapas y las notas de revistas sensacionalistas en las que se hablaba, por ejemplo, de “la dolce vita en Villa Gesell” o “a la búsqueda de la aventura fácil” (revista Ahora, enero de 1963) y otros conceptos por el estilo, que por cierto no coincidían con la realidad de la Villa. En una entrevista reciente para el semanario El Fundador de Villa Gesell (del 14 de febrero de 2015), el señor Sebastián Girometti, pionero de la Villa que abrió su hotel familiar en 1958, recordaba entre sonrisas, a propósito de la repercusión de “Los inconstantes”: “Yo empecé con el hotel cuando filmaron esa película aquí (...) Las madres decían: ‘¿Es verdad que hicieron la película de desnudos acá?... Yo no vengo más con mi hija’...” Pues bien, toda esta prensa sensacionalista generó curiosidad. Muchos se preguntaron entonces por qué no visitar esas playas donde manda la libertad, tan cerca de Buenos Aires, tan agrestes, tan misteriosas... ¡Allá vamos! Y empezaron a venir, especialmente jóvenes intelectuales, estudiantes universitarios Mónica Elena García Villa Gesell, paraíso de la juventud. Reflexiones y nostalgias de los ’60 y ’70


de Humanidades, artesanos, músicos, artistas en general. Poco a poco, esta juventud de los '60 y '70, que en Buenos Aires frecuentaba la Galería del Este y el Instituto Di Tella (dos grandes ámbitos de la contracultura), hizo de Villa Gesell otro de sus lugares predilectos, su paraíso veraniego. La bohemia

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Un día cualquiera de verano a mediados de los '60 en Villa Gesell podía ofrecernos este panorama: playas llenas de gente de todas las edades, muchachas en bikini tomando sol, grupos de hippies tocando la guitarra, ávidos comensales almorzando algo ligero en los tantos bares de playa; a la tarde, en la Avenida 3 (“columna vertebral” de la Villa), cientos de personas paseando, acercándose a la Galería Combo (Avenida 3 y Paseo 105) para observar (y comprar) a los artesanos que creaban, a la vista del público, los más variados y excelentes objetos de indumentaria y de decoración que uno pudiera imaginar: túnicas y camisolas pintadas a mano, pulóveres, gargantillas con piedras, carteras y calzados en cuero, anillos, colgantes con semillas y frutos, objetos en asta de ciervo y madera, lámparas, espejos... Muchos jóvenes caminaban descalzos por las ondulantes calles de arena (todas de arena, hasta que en 1971 comenzó a asfaltarse un tramo de la Avenida 3), o bien con los típicos mocasines de cuero de entonces y con sus ropas siempre informales: shorts, jeans, túnicas, pantalones “pata de elefante”; se detenían a tomar algún licuado en “La Martona”, o un trago en “La Jirafa Roja”; recorrían el pinar o bien disfrutaban de las románticas cabalgatas guiadas por Tante Puppi (que ya lleva 50 años con su famosa Escuela de Equitación en la Villa), acordaban a qué boliche irían a bailar a la noche (las chicas preparaban sus pestañas postizas y su maquillaje) o en qué punto de la

Boliche El Grillo Afónico, y todo el humor de sus propietarios y amigos. En el extremo derecho, Hugo Varela

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playa harían el fogón con guitarreada... Los campings estaban repletos de jóvenes mochileros, y la noche y la diversión parecían interminables. Habría más para decir acerca de esta bohemia de los años '60 y '70, pero me pareció interesante centrar la atención en dos de las facetas más características y recordadas por los jóvenes de aquellos años: la música y los boliches. La música: Aquí nació el rock argentino Si pensamos en la música de la década de 1960, tal vez lo primero que se nos aparezca sea la imagen de los cuatro muchachos pelilargos de Liverpool. Los Beatles son un verdadero símbolo de los cambios culturales y sociales de aquella década. “Tuvieron una influencia tremenda en nosotros”, afirmó en una oportunidad el gran Luis Alberto Spinetta (en el programa de TV “¿Cómo hice?”, del Canal Encuentro), por citar solo un ejemplo de los más significativos en el rock argentino. Es precisamente en esta década cuando se funda el rock argentino, y esto ocurrió en Villa Gesell. Ya a fines de los años '50 había irrumpido el rock and roll de los Estados Unidos, con bandas que hicieron furor en la Argentina, como la de Bill Halley. Con ella nacieron los primeros rockeros de nuestro país, con Eddie Pequenino al frente. Más tarde, surgió Elvis Presley, que tuvo sus seguidores locales, como el popularísimo líder de Sandro y los de Fuego. En 1957 se forman Los Cinco Latinos, con su estrella femenina Estela Raval (una líder mujer era algo fuera de lo común) y una onda que semejaba a Los Plateros. Pocos años después, los chicos y chicas de El Club del Clan, Johnny Tedesco, Palito Ortega, Violeta Rivas, Chico Novarro, Nicky Jones, Lalo Fransen, Jolly Land, Horacio Molina, Raúl Lavié, entre otros, llegan con toda clase de ritmos y logran un éxito televisivo arrasador en 1963, que no volvió a darse nunca más para el grupo. Era la “Nueva Ola”. Simultáneamente, llegaba a la Argentina la beatlemanía, para modificar de raíz el gusto de los jóvenes y abrir un panorama nuevo para la música, contracultural. La televisión y la recién nacida radio a transistores contribuyeron a difundir los nuevos ritmos y cantantes. Y los tocadiscos portátiles (¡Los Winco!) eran infaltables en los picnics de la primavera. Pero fue en el mundo “subterráneo” de Buenos Aires, el ámbito underground, donde comenzó a gestarse el rock nacional. Jóvenes bohemios, pensantes, de clase media (para abajo), poetas y músicos de alma, empezaron a reunirse en espacios marginales, como La Cueva, un local musical nocturno de Pueyrredón al 1700, o la legendaria pizzería La Perla, de plaza Once, un bar que nunca cerraba sus puertas; la Plaza Francia o el Auditorio del Instituto Di Tella, de Florida al 900. Músicos que llegarían a ser grandes nombres del rock argentino se reunían habitualmente en estos lugares: Litto Nebbia, Ciro Fogliatta, Mauricio Birabent (Moris), Pajarito Zaguri, Javier Martínez, Claudio Gabis, Pappo Napolitano, Miguel Abuelo, Tanguito, entre tantos otros.

Mauricio Birabent (Moris). Fuente: http://diariolamanana.com.ar/noticias/opinion/treinta-minutos-de-vida_a34344

La historia de Moris nos toca muy de cerca a los geselinos. En una entrevista para el número uno de la revista La Tres, de enero de 1999, Moris recuerda: “Vine por primera vez en 1965. En 1966, con tres socios teníamos una discoteca en 107 y 2, donde ahora está el residencial Arco Iris. Se llamaba Juan Sebastián Bar. Ahí empezamos a hacer las primeras canciones. Yo tocaba la guitarra con Javier Martínez, de Manal. En realidad, Manal todavía no existía. Me acuerdo que hicimos un recital en el cine Atlantic y después tocamos en el Club Social. (...) bueno, en Gesell empezaron muchas cosas. Imaginate que La Cueva todavía no existía”. Fue en Villa Gesell donde se habló por primera vez de “rock nacional”, aquí formó Moris su banda Los Beatniks, junto a Pajarito Zaguri y Javier Martínez. En junio de 1966, Los Beatniks graban en Buenos Aires, para la CBS Columbia, su primer y único disco simple: “Rebelde”, compuesto en Villa Gesell por Moris y Zaguri (con “No finja más” del lado B), considerado el primer disco simple del rock argentino. “Rebelde es mi corazón soy libre y quieren hacerme esclavo de una tradición. Todo se hace por interés porque este mundo es al revés si todo esto hay que cambiar siendo rebelde se puede empezar. ¿Por qué el hombre quiere luchar, aproximando la guerra nuclear? ¡Cambien las armas por el amor y haremos un mundo mejor!”.

No fue un éxito de ventas, y poco después la banda se separó. Pero pasó a la historia, por ser la primera en grabar un simple de rock argentino. Un rock que dejaba de imitar, para empezar a pensar y dar respuestas a un mundo que no le gustaba. El 16 de diciembre del año 2000, se hizo en Villa Gesell un homenaje a Moris, organizado por la periodista Romina Magnani. Se colocó una placa en el frente del Hotel Arco Iris, tallada en madera por los famosos artesanos de El Principito, donde se lee “Aquí funcionó Juan Sebastián Bar, donde Moris y sus amigos dieron inicio al movimiento del rock nacional. Verano 1965 / 1966. Villa Gesell”. Emocionado y agradecido, Moris declaró ese día: “Este lugar es mágico, tiene un polo magnético que permite crear, aquí viven músicos, artesanos, creadores”. Recibió los saludos y adhesiones de muchos colegas: León Gieco, Los Auténticos Decadentes, Celeste Carballo, Luis Eduardo Aute, Víctor Manuel y Joaquín Sabina, entre otros, y ofreció un show en la playa donde todo el público coreó sus grandes temas: “Rebelde”, “Ayer nomás”, “El oso”. Un poquito antes de los '60 (“Yo soy anterior a la generación del rock”), comenzaba a cantar por aquí un muchacho que sería “el juglar de Villa Gesell”, Carlos Barocela. El joven de Haedo, estudiante de Letras y después de Agronomía, que se inició cantando temas folclóricos con su guitarra, se enamoró de estos paisajes de mar, playas y bosques y comenzó a componer canciones, baladas que hablan de la Villa. El primero de esos temas, “Villa Dormida”, se editó en 1957, en un simple, cuya elogiosa portada escribió nada menos que María Elena Walsh, poeta magistral, cantante y autora de temas inolvidables para varias generaciones de argentinos. Dice María Elena: “(...) Carlos Barocela, asiduo enamorado de la villa, en este disco empieza a cantarle. De este comienzo pueden desprenderse -entre otras- algunas premisas: que una canción auténtica pocas veces es ‘alegre’ (léase ruido al cohete). Que la melancolía es quizá una forma de inconformismo y, por lo tanto, propia de una juventud con seso. Que estas canciones son importantes (léase necesarias) porque en medio de tanta pachanga importada, banal, adulterada (léase obvia) aparece un solitario que se suma a los pocos que crean en serio y le cantan -por fin- a un pedazo de su (léase nuestro) país”. “Villa dormida” es poesía pura y comienza así:

Carlos Barocela, el "juglar" de Villa Gesell.

Mónica Elena García Villa Gesell, paraíso de la juventud. Reflexiones y nostalgias de los ’60 y ’70

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“Tardes azules de la Villa paisaje de mi corazón lluvia de estrellas la noche y en el aire flotando una canción. (...) Villa dormida, tus caminos van subiendo como sube una canción desde la orilla tibia de tu mar hasta la orilla de mi corazón”.

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En una entrevista para el periódico Ecos de Villa Gesell, de febrero de 1977, dice nuestro juglar: “(...) estas canciones de la Villa tuvieron en su momento mucha repercusión nacional y también internacional. Fueron editadas en España, Méjico, Venezuela, Perú y hasta hubo un disco mío editado en Estados Unidos”. Y luego vendrían otros temas igualmente inolvidables, como “Muchacha del mar” o “Tu nombre en la arena”. Carlos Barocela, que hizo su última presentación en la Villa en 1998, sigue visitando puntualmente este lugar que ama y disfruta, sin faltar un solo verano, desde aquel marzo de 1950 en que lo trajeron sus padres por primera vez. Hubo lugar para todo tipo de expresiones musicales en aquellas décadas. En la Semana Santa de 1968, jóvenes de la Escuela Superior de Bellas Artes de la Universidad Nacional de la Plata dieron inicio a sencillos encuentros corales en el “pinar chico” (sobre Boulevard Silvio Gesell y Paseo 102), con el total apoyo de don Carlos Gesell y de su esposa Emilia. Así nacieron los Encuentros Corales de Verano en Villa Gesell, que con el tiempo se convirtieron en el acontecimiento coral más importante del país en cantidad de coros participantes y en continuidad, pues se vienen desarrollando de manera ininterrumpida desde el verano de 1970. En los '60 y '70, Villa Gesell fue también el lugar donde muchos de los famosos cantantes de hoy hicieron sus primeras presentaciones, o afianzaron sus carreras artísticas, en boliches, clubes, cine-teatros y café concerts: Luis Alberto Spinetta, Piero, Gianfranco Pagliaro, Nacha Guevara, Facundo Cabral, Celeste Carballo, Alejandro Lerner, entre tantos otros. Nacha Guevara, por ejemplo, “un patito feo irreverente que le hacía pito catalán a la dictadura de Onganía desde el entonces naciente café concert”, según la definió el crítico Pablo Sirvén en una nota de La Nación, del 17 de abril de 2011, cantó en Villa Gesell sus “canciones de protesta”. Uno de sus temas, acaso de los menos conocidos, titulado “Pedro”, trata con ironía y audacia el vínculo convencional de pareja: “Con Carlos fue así: Veraneábamos en cuartos vecinos en un hotel de Villa Gesell. De noche él me pedía fósforos o el diario IAHMM Revista de Historia Bonaerense Año XXIII nº 45 (2016)

no me acuerdo bien. La cama era tan ancha que se quedó a dormir.” Y... ¿dónde escuchar toda esta música y además poder bailar? En todas partes, pero especialmente en los boliches de la Villa. Los boliches: “Ven, que yo te quiero ver bailar...” “Ven, que yo te quiero ver bailar / mientras yo toco la guitarra y canto, / baila, baila”. Así comenzaba la super exitosa canción que en los años '70 interpretaban Los Naúfragos y que podría haber sido un eslogan de promoción turística para la Villa Gesell de entonces. Sí, en los años '60 y '70, en Villa Gesell se bailaba y se cantaba, con todas las letras, con todos los ritmos, en todas partes y a cualquier hora del día. Los jóvenes bailaban en la playa, en los campings, descalzos en las calles de arena y, por supuesto, en los boliches. A fines de los '60 se contabilizaban aproximadamente veinte locales bailables en la ciudad. Una cantidad nunca más superada. Tal vez los más emblemáticos fueron La Mosca Verde, Cariño Botao, Pipach, Chaganaky, Kopay. Pero muchos recuerdan también El Chivo Negro, Juan Sebastián Bar, 07, Palodú, La Bota Rota, Zákate, Tom Tom Macoute, La Cueva del Gitano, La Montonera, La Garrapata... Los nombres eran tan originales como los rubros de “traguería”, “bailería”, “cantería”. En la mayoría de estos lugares había “ruido”, “luces psicodélicas”, “alegría”, “frenesí”, “explosión de ritmos”, incluso “baile desenfrenado”, según los avisos publicitarios de aquellos años, pero muchos eran, al mismo tiempo, lugares de encuentro, que daban a los jóvenes la posibilidad de escuchar y bailar ritmos tranquilos, y de divagar largamente hasta la madrugada. Por supuesto, también hubo romances nacidos al abrigo de estos lugares de encuentro, de la música lenta, de los temas de jazz. Algunos habrán sido fugaces, pero otros fueron duraderos. Es el caso de Eva Sarka y Mario Tegli, que fue pianista de La Mosca Verde, el reducto del jazz por excelencia de fines de los '60, ubicado sobre Alameda 212, cerca de Avenida Buenos Aires, y que los intelectuales preferían llamar “La Mouche Verte”, en francés. Eva, integrante de una muy querida familia geselina, nos cuenta: “En enero del 67 nos conocimos Mario y yo en La Mosca... Al año siguiente trabajé yo en la caja y en la barra. Era estudiante universitaria en ese momento (1968) y vino una amiga mía de la universidad, que se había propuesto no frecuentar la noche, ‘porque vengo a descansar’... Yo le insistí para que viniera al menos una noche a La Mosca " Y

la vida tiende sus trampitas" conoció allí a Pocho Lapouble (baterista, lo fue en algún momento de Astor Piazzola), luego se casaron (...) En ese año (1968) habían hecho una reforma muy importante en La Mosca, la ampliaron y colocaron muchos vidrios (...) Recuerdo las noches en la playa y la maravilla que nos producía la fosforescencia cuando caminábamos en la arena húmeda. Nos parecían estrellas... Las guitarreadas en medio de las lomas de los médanos, con fogones, cuyo chisporrotear nos inducía a contar historias de todo tipo...”[1] Eva y Mario se casaron en 1970 y están juntos desde entonces. Mario Tegli es hoy un músico reconocido, que sigue haciendo jazz con su piano, a bordo de cruceros por el mundo. En agosto de 2011, y por un pedido nuestro a Eva, Mario tuvo la gentileza de enviarnos por correo electrónico sus recuerdos de La Mosca Verde, desde el crucero donde estaba embarcado, en el Adriático: "Todos los músicos dormíamos detrás de La Mosca, en habitaciones. Y era como un camping, porque te levantabas por la mañana y algunos hacían fuego con los árboles caídos, para el desayuno. También algunos estudiaban música entre medio de los árboles con sus respectivos instrumentos y otros pintaron un cartel que decía ‘Escuela de sanata y clarificación’. ‘Sanata’, en el argot de los músicos, significaba ‘algo mentiroso’. Referido a los músicos que tocaban mal, siempre se decía ‘ese es un sanatero’. Todos, la gente que pasaba por el lugar, leían el cartel, pero nadie sabía de qué se trataba. También recuerdo a un baterista de nombre Taratuta, que con su mujer se dedicaba al estudio de la naturaleza y eran ‘practicantes’. Eran los comienzos del hippismo, y él tenía una larga barba y pelo muy largo, se lo veía siempre con pantalones cortos y semidesnudo. Todo un poema. Eran vegetarianos, y cuando íbamos a comer ellos pedían siempre una ensalada grande. Cuando terminaban de enumerar todas las verduras que querían, el mozo les preguntaba: ‘¿Y...para comer?’ Bueno, recuerdos más que chistosos de la época. En ese momento, todo esto despertaba mucha curiosidad y admiración (luego me contaron que ellos se fueron a vivir a Barcelona y les fue muy bien con sus escuelas de predicadores y amor por la naturaleza). Otro episodio era que, por las tardes, a modo de propaganda, Ben (el dueño de La Mosca) llevaba a algunos músicos en un descapotable para hacer publicidad y tocaban largamente por la Tres. Y por último, terminadas las actuaciones, eran rigurosas las caminatas hasta el centro y parábamos o en la Jirafa Roja (tomábamos leche con crema... ¡Ja, ja!, era una moda), pero también íbamos a comer los famosos ‘calzoni’ en una pizzería, creo se llamaba Roma, no recuerdo bien”. Una verdadera y simpática pintura de la vida libre, desenfadada y creativa de los jóvenes de fines de los '60.

Boliches. Cariño Botao fue uno de los más famosos.

Sobre la Avenida 2, casi esquina con el Paseo 104, está aún en pie, vacío y con su fachada llena de grafitis, el edificio que fue una especie de templo nocturno para Villa Gesell: Cariño Botao. “Todo el mundo fue a Cariño y allí se bailaba de todo. He estado en Cariño más de un verano”, declaró Carlos Barocela, el juglar de la Villa, en el libro de Juan Jesús Oviedo El alma perdida de Gesell (edición de autor, 2002). En este trabajo, de muy recomendable lectura, Oviedo presenta una serie de entrevistas muy interesantes a protagonistas de aquella época. Y una de ellas es a don Ricardo “Troilo” Matiaccio, que fue propietario de Cariño Botao a principios de los '60. “A Cariño iba toda clase de gente -recuerda Troilo-, como los Bullrich, los Guerrero, había gente brasilera, judíos... ¿La edad de la gente? Iban tanto jóvenes como adultos. A las nueve de la noche ya estaba abierto y hasta las diez no venía nadie y estábamos hasta las cuatro, las cinco o las seis de la mañana (...) Yo inauguraba para el 15 de diciembre y cerraba después de Semana Santa. La onda de Cariño Botao era una especie de marca en Gesell.” Troilo recuerda que, entre tantos otros, allí cantaron Fernando de Soria y Facundo Cabral, cuando aún era el Indio Gasparino. Y dice también: “La gente, al irse de madrugada, se iba a veces a la playa o hacía fogones (...) Aquella época era de la mejor gente, era más decente. Por ejemplo, de quinientas personas, tres o cuatro se iban sin pagar, y esos que no pagaban lo hacían por joda, no porque no tenían (...) Otra: la gente bailaba descalza, entonces, como se sacaba los zapatos para bailar, muchas veces los perdía. Por las mañanas, los mozos juntaban cerca de treinta o cuarenta pares de zapatos y era común que la gente viniera a buscarlos.” Mónica Elena García Villa Gesell, paraíso de la juventud. Reflexiones y nostalgias de los ’60 y ’70

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Por su parte, Pipach fue un verdadero pionero de la noche geselina. El 6 de enero de 1953 se inauguró este moderno edificio vidriado, de absoluta vanguardia, cuyos enormes ventanales daban al mar, en la esquina de Avenida Buenos Aires y playa. La obra fue encargada al arquitecto húngaro Tomás Semsey por sus parientes, la princesa húngara María Windisgraetz y su marido, el conde Esteban Károlyi. Los Károlyi habían perdido toda su fortuna a causa de la guerra y, como tantos otros inmigrantes europeos que llegaban a Villa Gesell, vinieron a nacer de nuevo en el exilio. Aún hoy, mucha gente recuerda la sencillez y simpatía de la princesa, y sobre todo de uno de sus hijos, Sandor, que estuvo al frente de la barra del boliche varias temporadas, haciendo suspirar a las jovencitas. Pipach (que significa “amapola” en húngaro) fue al principio un pequeño hotel de doce habitaciones y una elegante casa de té, y poco después también una concurridísima confitería bailable. En la portada del periódico La Villa de febrero de 1969, sobre una foto de elegantes jóvenes bailando en el local, se lee “Pipach, el boom de febrero”. Y la nota interior dice: “En nuestra portada reproducimos un momento de la noche de Pipach, la confitería bailable que es, en este momento, el boom de febrero. Noche tras noche, la juventud que gusta bailar desenfrenadamente, sin horarios, sin pausa, hasta que llega el día, se da cita en Pipach, allí, junto a la playa.” El Chivo Negro, de Paseo 105, al lado del cine Atlantic, fue el boliche del cantante Fernando de Soria, que se enamoró de Gilda Lousek en 1962, durante la filmación en Villa Gesell de “Los inconstantes”. Varias escenas de la película muestran el boliche, donde se puede ver a una juventud un tanto desenfrenada, cantando por ejemplo “Falopeeera”, en lugar de la tradicional “Galopeeera”. Una exageración que, como ya hemos dicho, tenía muy poco que ver con la realidad... Y ahora hablemos de un simpático cangrejo. En la entrevista a Piero publicada por la periodista Romina Magnani en su libro Contame de Gesell (Buenos Aires, Ediciones Alfonsina, 2011) el cantante recuerda sus primeros años en la Villa. Él había llegado en septiembre de 1967, con la idea de armar algo, algún boliche, pero llegó diciembre y se habían ido el tiempo y el dinero en trámites. Entonces, le ofrecieron manejar, junto a varias parejas, un local bailable que estaba sobre la loma de 105 bis, entre 6 y 7, que se llamaba Chaganaky. Dice Piero: “La Villa era hermosa. Había mucho “hippismo” (...) Conseguimos cinco o seis autos, los pintábamos con cal, y les dibujábamos un chaganaky, que era un cangrejo. Poníamos música de bailería, milonguería y patapatería, porque era furor el Pata-pata. Cortábamos el tráfico, yo tocaba la guitarra, y algunas chicas lindas repartían volantes. Nosotros fuimos los primeros artistas de la Avenida 3”. Y agrega: “arrancamos un 2 de enero y se llenó hasta marzo todos los santos días.

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Tocábamos, cantábamos, traíamos invitados. Fue inolvidable, un verano muy fuerte”. Chaganaky era un gran cubo negro. Y no muy lejos, sobre Avenida Buenos Aires, Kopay semejaba, según el periódico La Villa (del 15 de febrero de 1969) “un iglú o un ovni (vaya uno a saber). Cuando Kopay inicia su noche una extraña luminosidad refleja con verdosos contraluces las extrañas líneas de su particular estructura. Sonidos y armonías jamás percibidos por oídos comunes emanan de su interior y pueblan la noche geselina de una música joven y viva (...)”. Si entrábamos en Barrio Norte, nos topábamos con Zákate, en Calle 303 y Alameda 203, que en los '70 era una boite “famosa y tradicional. Los que son amantes confesos del ruido en el mejor nivel han ido más de tres veces (...) Este año Zákate amplió su capacidad. Creció en un desnivel muy acogedor, que prefieren muchas parejas” (La Villa, 2da. quincena de enero de 1971). Y si hablamos de lugares elegantes, tenemos que mencionar también a la paquetísima Palodú, promocionada como “una estrella que brilla en la noche de la Villa” y “una de las boites mejor preparadas de la Atlántida Argentina”. Alfombras, desniveles, cuero, madera, luces negras, psicodélicas y estroboscópicas; equipos de sonido modernísimos, proyecciones de diapositivas y hasta un adusto portero que velaba por la “calidad” de la concurrencia, caracterizaban a esta lujosa discoteca de Paseo 103 y Avenida 1 bis, donde hoy solo quedan como recuerdo las figuras de los dos leones custodios de la puerta de entrada. Tom Tom Macoute y La Cueva del Gitano no eran para todo el mundo. El primero, de Boulevard Silvio Gesell y Avenida Buenos Aires, “un lugar que reúne swing, muy buena música, luces psicodélicas que hacen las delicias de la concurrencia y el mejor ambiente de Villa Gesell” (La Villa, 15 de febrero de 1969), estaba estrictamente prohibido a menores de 18 años. Y La Cueva era un boliche muy especial, que reunía a amigos, gente pensante que se juntaba para charlar; era más bien de puertas cerradas, donde casi no había luz y casi todo estaba permitido. En aquellos años hubo también varias peñas folklóricas y los inolvidables caféconcert. Entre las primeras, debemos mencionar La Montonera, del siempre recordado don Argentino Luna (hombre de General Madariaga, que fue del grupo de los primeros alumnos de la primera escuelita de Villa Gesell); La Garrapata, lugar obligado de la guitarreada geselina, que hacía cierta competencia al anterior; Sobrepinos, del gran guitarrista y poeta Ángel Montes; La Cautiva... En muchos de estos lugares no solo se hacía folklore; las empanadas y el vino podían también saborearse escuchando temas melódicos, o ritmos muy modernos, incluso flamenco.

Podríamos escribir muchas páginas más sobre Villa Gesell de aquellos años. Pero esto pretende ser sólo una síntesis. Los años pasan y traen sus cambios, pero creo que aquel “paraíso de la juventud” sigue existiendo para los jóvenes que vemos llegar en enero, con sus mochilas, año tras año. También para decenas de adolescentes geselinos que, herederos de la tradición del rock, han formado sus propias bandas de música. Y muy especialmente en la nostalgia de quienes fueron los jóvenes de aquellas décadas, muchos de los cuales siguen visitando y amando Villa Gesell, o bien eligieron quedarse a vivir aquí, en su paraíso.

Notas

1 Catálogo preparado para la muestra “El paraíso de la juventud. Los años sesenta y setenta en Villa Gesell”. Museo y Archivo Histórico Municipal. Centro Cultural “Chalet de don Carlos. Villa Gesell. Del 19 de diciembre de 2011 al 20 de marzo de 2012. Organizada por Municipalidad de Villa Gesell, Equipo de Gestión Cultural “Construyendo Identidad” y Fundación Osde. Las revistas, periódicos, folletos que se mencionan en este artículo son material del Museo y Archivo Histórico Municipal de Villa Gesell.

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Tapa de la revista La Villa, febrero de 1969.

En cuanto a los café-concert, la lista es considerable. Estos pequeños establecimientos, donde el público acudía a beber y, simultáneamente, a presenciar espectáculos musicales o teatrales, estuvieron muy de moda en Villa Gesell, Buenos Aires y Punta del Este en los '60 y '70; una tradición que viene de muy lejos, pues tiene sus orígenes en cafés de París y Londres del siglo dieciocho. La Bota Rota, 3 y 2, Rond Point, La Zamba Loca, Viejito Bossa Nova, La Mar en Coche, El Grillo Afónico vieron desfilar a Mercedes Sosa, Les Luthiers, Gian Franco Pagliaro, Marikena Monti, Facundo Cabral, Litto Nebbia, Moris, Nacha Guevara, Marilina Ross, el humorista Sergio Corona, entre tantos otros. En El Grillo Afónico, de Hugo Varela (otro humorista), Celeste Carballo subió por primera vez a un escenario. Su hermana Violeta siempre la animaba a cantar en público pero Celeste era muy tímida. “Al cerrar la noche, a las cinco de la mañana, abrían el escenario y la gente subía a cantar (...) Finalmente una noche, creo que fue la última, porque ya se terminaban las vacaciones del 75, Violeta lo consiguió. Subí por primera vez a un escenario y canté “El Oso”, de Moris. Fue toda una locura”, declaró la cantante en una entrevista publicada en el citado libro Contame de Gesell.

Poco tiempo después de habernos enviado este artículo supimos del fallecimiento de su autora Mónica García, ocurrido el 28 de febrero de 2015. Mónica se desempeñaba como Jefa de Departamento Museos de la Municipalidad de Villa Gesell desde febrero del mismo año, pero tenía una larga trayectoria como guía del Museo y Archivo Histórico local. Como investigadora realizó numerosas publicaciones, además de llevar adelante actividades de difusión sobre la historia de la Villa y especialmente de su fundador, Don Carlos Gesell. La conocimos participando en los congresos organizados por el Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires, y pudimos establecer lazos de simpatía no solamente personales, sino entre nuestras instituciones. Fue colaboradora de la Revista de Historia Bonaerense. Generosa y entusiasta, muy querida por sus compañeros de trabajo y por los geselinos, la recordamos con cariño desde estas líneas.

Mónica Elena García Villa Gesell, paraíso de la juventud. Reflexiones y nostalgias de los ’60 y ’70


Romances de la Villa Carlos Barocela

Carlos Barocela, verdadero “trovador de Villa Gesell”, que a fines de los años ´60 comenzaba a cantar en público sus primeras canciones, se convirtió con el tiempo en una de sus figuras emblemáticas. Su obra poética y musical, representa como ninguna, a aquella generación de jóvenes libres y rebeldes, que comenzaron a romper con las normas establecidas. Transcribimos a continuación algunas de sus canciones:

Esta breve nota escrita por Carlos Barocela, fue publicada en nuestra revista en diciembre de 1995 (Año II, Nº 8) .

En los años '60, cuando uno arrancaba para la Villa, cuando bajaba al camino de arena de Las Armas hacia el mar, sólo pensaba una cosa: en la Villa es posible el amor. Un sentimiento acendrado de que quizás ocurriera el amor. Y ese sentimiento tenía su juglar:

Tu nombre en la arena Surge tu voz de la noche callada, nombrándome las cosas que nombraba.....

Carlos Barocela.

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El primer recuerdo de Villa Gesell tiene una fecha muy precisa: 1° de marzo de 1950: ese día llegamos, en el Ford de mi padre, a un pequeño balneario de la costa. En mi memoria está indeleblemente impresacomo un cuadro al que el artista ya ha colocado el fijador- la imagen de los campos a ambos lados del camino de tierra y, a lo lejos; el verde oscuro de los pinos y el brillo de cuarzo de las primeras dunas. En ese momento comenzaba; aunque yo no lo supiera, una historia que ya ha cumplido cuarenta y cinco años, y que ató el corazón de un paisaje con el de un niño que tiempo después comenzaría a aspirar al arte de la música y el verso. La Villa era, en ese entonces, una curiosa mezcla de pueblo campesino y marinero. Caminando- o cabalgando- unas cuadras hacia un lado, uno se sentía en medio del campo, con sus paisanos y sus sulkys y hasta aroma de yuyales. Yendo hacia el lado opuesto, en cambio, se encontraba con playas vacías, dunas a lo lejos y un intenso aroma que ya no era de yuyos pero sí de sal. Es fácil imaginar el deleite que ese sitio podía producir en un chico que ya amaba a la vez. a la naturaleza y a los libros: pocos años después, sumados a esos dos gustos el de la música, comencé a esbozar algunos versos y canciones. Lo hacía pausadamente, sin otra finalidad que la de narrar ese paisaje que me había fascinado; era como un pintor que va haciendo bocetos antes de intentar la tela. Así fue cómo, en alguno de aquellos veranos, di por terminada una canción a la que llamé "Villa dormida ", nombre que, entonces, se justificaba plenamente. Esa fue la primera de una serie. Cuando mis padres: -no menos fascinados que yo por el lugar- construyeron la deseada casa, tuvimos la oportunidad de poder ir en otras épocas del año; gracias a eso pude conocer los diferentes rostros del paisaje: la melancolía infinita del otoño, la desolación de los inviernos, el deleite de aromas y colores de la primavera cuando florecen, amarillas, las acacias. Paralelamente a las canciones, y ya habiendo conocido todos los meses del año en la Villa, escribí- físicamente en Haedo, pero espiritualmente allá- un grupo de romances que años después publiqué en forma de libro. El libro se llamó "Estaciones de un

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Mientras el mar besa una playa ajena yo busco en vano tu nombre entre la arena yo busco en vano la luz de tu mirada y aquellas noches anchas bajo el cielo cuando tu piel se acostumbró a mi mano y mi frente a la caricia de tu pelo. Y hay tanta adolescencia apresurada y tanta soledad arrepentida que estoy aquí y aunque no estás conmigo vuelvo a encontrar tu corazón amigo junto a las cosas que tocó tu vida.

paisaje" (Romances de la Villa) y estaba constituido por doce poemas, dedicados uno a cada mes del año. (Hoy, cuando alguien tiene la gentileza de recordarlos, me apresuro a explicarle dos detalles: ni el paisaje ni el autor son, ya, los mismos. Aquel era un paisaje joven cantado por un joven aspirante a poeta. Ahora el autor de esos poemas tiene cincuenta y cinco años, y la Villa diez más que él). Cursaba yo algunas materias de la carrera de letras, y seguía estudiando música (guitarra), cuando tuve la oportunidad de grabar las canciones a que me he referido antes. O, por lo menos, algunas de ellas. Lo hice con curiosidad, con un cierto sentido bohemio y sin duda muy poco comercial. Con tres o cuatro antiguos financiamos una edición reducida y la llevamos a la Villa. El disco era de los llamados "dobles" y contenía cuatro canciones, dedicadas a las estaciones del año. Eran las siguientes: Villa dormida (verano), Lluvia (otoño), Muchacha del mar (Primavera), Agosto (invierno). Esto sucedía en el verano de 1968. En febrero de ese año canté, por primera vez en público, esas canciones; a partir de entonces lo vengo haciendo todos los veranos. Sé que para muchos nostálgicos- así me lo confiesan. Esas melodías y esos versos están unidos a vivencias personales. Yo me alegro de que las recuerden, porque no ignoro que el destino más feliz, para una canción o un poema, es quedar en la memoria de los otros. Carlos Barocela Músico y escritor

Y hasta en el cielo la cruz del sur evoca antiguas alegrías que se han muerto y el faro aquél es una estrella rota que nombra la vigilia de algún puerto. Y hay tanta adolescencia apresurada y tanta soledad arrepentida que estoy aquí y aunque no estás conmigo vuelvo a encontrar tu corazón amigo junto a las cosas que tocó tu vida.

Luz de los viejos veranos (canción) Sobras que vienen y van. Entre las líneas del tiempo en mis manos escritos están. Siestas de amor y febrero. Sombra de pino y laurel. Entre los árboles altos prefiero la sombra de aquel. Ay, los veranos se fueron. Ay, los que vienen se irán. Ay, las personas que hicieron feliz el camino, por dónde andarán. Mar de mis viejos veranos, hoy te vengo a preguntar dónde las líneas del tiempo en mis manos me habrán de llevar. Para encontrar nuevamente aquella vieja emoción, bajo la magia de un cielo candente de cuarzo y limón. Ay, los veranos se fueron. Ay, los que vienen se irán.

Ay, las personas que hicieron feliz el camino, por dónde andarán. Vuelvo a buscar mi verano en el mar. Mi verano en el mar.

Romance de septiembre Sopla el Sur y sopla el Este vientos de rama y arena. Vamos bebiendo a septiembre en copa de primavera. Alguien nace en los confines con una confianza buena en la victoria del verde sobre el ruin de la tristeza. Y en tanto una flor comienza en una rama cualquiera el corazón se recuenta su asombro, ya sin cautela. Sopla el Norte y el Oeste vientos de rama y arena. Resurrección de los verdes y del oro que se acerca con su albedrío de luces desde una provincia ajena mientras septiembre, goloso, lo ve llegar y lo espera. Caminante de la Villa, frecuentador de la arena, hay que aprender el asombro cuando septiembre regresa. Hay que llenar la memoria de esta frescura tan fresca y entenderse con la vida como quien recién la empieza. Y si un tamarisco tiene la sencilla gentileza de ofrecernos su rocío, agradecerle la ofrenda nomás con una discreta inclinación de tristeza.

Muchacha del Mar Era una mañana de octubre en la Villa cuando caminaba junto a un mar de niebla ibas a mi lado, cintura de junco desnuda la vida, desnuda la arena Remanso del tiempo nos daba el paisaje y era un espejismo de quietud la playa cuando te acercaste descalza a la orilla cantaba conmigo toda la mañana Muchacha del Mar, cazadora de la espuma que dulce mirar, tu perfil entre la bruma. búscame la estrella que olvido la noche y navega sola sobre el agua mansa tráeme en los labios un beso de espuma donde se resuma toda la mañana Déjame mirarte descalza en el viento que ampara tu frente al borde del mar si el tiempo me deja volver a buscarte, tal vez para octubre te vuelva a encontrar

Mónica Elena García Villa Gesell, paraíso de la juventud. Reflexiones y nostalgias de los ’60 y ’70

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Morón. La convocatoria a los jóvenes que fueron a Malvinas

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Fuente: http://www.taringa.net/post/offtopic/19001088/El-servicio-militar-obligatorio-no-cambiaria-nada.html

Directora e Investigadora del Instituto yArchivo Histórico Municipal de Morón, Máster en Cultura Argentina y Posgrado en Política y Gestión en Cultura y Comunicación (FLACSO)

El Servicio Militar Obligatorio El Servicio Militar Obligatorio fue instituido en nuestro país en el año 1901 por el entonces Ministro de Guerra Pablo Ricchieri, mediante el Estatuto Militar Orgánico (Ley N° 4301), durante la segunda presidencia de Julio Argentino Roca. Esto sucedió en el especial contexto histórico de comienzos del siglo XX, en que al auge inmigratorio se agregaba el descontento social expresado en un potente movimiento obrero. Era necesario para reforzar el Estado lograr la integración y el disciplinamiento social, tarea que se llevaba a cabo a través de la educación pública y a la que se sumó la creación del servicio militar obligatorio. Las elites gobernantes montaron las bases institucionales, jurídicas y administrativas del país, definiendo matrices sociales, políticas y culturales, inculcando valores, desarrollando hábitos e imponiendo roles. La Ley 4301 involucraba específicamente a los jóvenes y determinaba que los ciudadanos argentinos o naturalizados que contaran con 20 años de edad, debían cumplir con esta obligación para la cual recibirían instrucción militar por un período de entre 18 y 24 meses. En adelante las filas del Ejército argentino, estuvieron engrosadas por contingentes anuales de soldados – ciudadanos. [1] Se instaló desde ese momento en el imaginario social la idea de que esa especie de ritual de iniciación que era la conscripción, convertía a los jóvenes en “verdaderos hombres”, listos para integrarse a la vida de la comunidad. Con el objetivo de preparar a los soldados para enfrentar a los enemigos internos o externos, estos debían comprometerse con los valores militares: subordinación, valor, disciplina, lealtad. Siendo premisa básica el respeto a la autoridad. Cualquier caso de indisciplina, incluso ante órdenes arbitrarias, era castigado con rigor. También era frecuente el maltrato tanto físico como moral a los soldados,

situación que era conocida por la sociedad, pero aceptada como un mal necesario. En la década de 1940, una nueva ley orgánica del Ejército, bajó la edad de los reclutas a 18 años y redujo el período de instrucción a un año o año y medio. Se establecía un sistema de cupo variable por sorteo que los distribuía entre las tres fuerzas armadas. Cada año las Fuerzas Armadas convocaban a miles de muchachos a hacer la “colimba”, palabra formada por un acrónimo en alusión de tres actividades frecuentes en los conscriptos: correr, limpiar y barrer. Se realizaba un sorteo, con la Lotería Nacional, y de acuerdo a los últimos tres números del documento de identidad, los que tenían número bajo se “salvaban”. También de acuerdo al número se sorteaba la fuerza en la que debían servir: Ejército, Marina o Fuerza Aérea. Es justo agregar que los millares de jóvenes provenientes de los más remotos lugares de la República, que año a año eran convocados para capacitarse militarmente, eran sometidos a revisiones médicas completas, que permitieron prevenir y detectar enfermedades que de otra manera no hubieran sido conocidas y curadas. Esto permitió además contar con un completo cuadro sanitario de una importante parte de la población. Esta y otras razones asociadas a la idea de que el servicio militar era una forma de “encausar a la juventud”, eliminando malos hábitos, vagancia y distintas manifestaciones de rebeldía, determinó que un sector de la sociedad pensara que la “colimba” era una forma de inclusión social y algunos hasta deseaban cumplir con la obligación, y encontraban en el servicio militar su lugar de pertenencia. Pero la mayor parte de los jóvenes esperaba el “sorteo” con la esperanza de tener un número bajo y “salvarse”. El servicio militar fue siempre una durísima prueba y mucho más dura lo fue durante los gobiernos de facto que se instalaron desde 1930. Los conscriptos, participaron forzosamente de la vida política y militar, en los sucesivos golpes de Estado y enfrentamientos entre facciones militares, que se produjeron en nuestro país, en los que muchos jóvenes perdieron la vida. Refiriéndose específicamente al Servicio militar obligatorio, dice F. Lorenz: “Con la progresiva intromisión de las Fuerzas Armadas en la política, los soldados bajo bandera, integrantes de regimientos acuartelados, golpistas o leales, comenzaron a verse involucrados en distintos procesos políticos que se produjeron a partir del derrocamiento de Juan Perón, en setiembre de 1955, y que tuvieron como carácter distintivo el alejarse cada vez más de la tradición republicana declamada idealmente, a la par que se declaraban directamente herederos de ésta y del imaginario patriótico que la representaba.[2] En cuanto al escenario planteado en la sociedad argentina cuando se produjo el conflicto de Malvinas, es importante referirse

Cuando el 2 de abril de 1982, el gobierno militar desembarcó en las Islas Malvinas, los jóvenes de las clases 1962 y 1963 fueron convocados para integrar el grueso de las tropas, convirtiéndose en los grandes protagonistas de la guerra. Más de 12.500 jóvenes conscriptos de entre 18 y 20 años fueron movilizados y enviados al Atlántico sur. Este artículo forma parte de un libro en vías de publicación que el IAHMM ha realizado sobre los veteranos de la guerra de Malvinas de Morón. Hemos trabajado con veinte entrevistas que fueron grabadas en el correr del año 2015. A ellas incorporamos otras más que fueron realizadas en el año 2007 en la Escuela Técnica N°6 Chacabuco, en varios encuentros entre los alumnos y los veteranos de Malvinas. Corresponden a personas de distinto origen social y situación económica, distinto grado de formación e información. Los relatos reflejan las vivencias de aquellos jóvenes antes, durante y después de la guerra. En este caso hemos tomado los testimonios que recuerdan el momento en que los jóvenes fueron citados para cumplir con el Servicio Militar Obligatorio. Foto, Archivo General de la Nación

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Graciela Saez Morón. La convocatoria a los jóvenes que fueron a Malvinas

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al espacio ocupado por la juventud en los años precedentes. Los movimientos contestatarios, ya fueran revolucionarios, estudiantiles, hippies o musicales que se desencadenaron en el mundo entero, también tuvieron sus manifestaciones en nuestro país. La juventud cobraba un protagonismo hasta entonces desconocido, reaccionando contra el sistema desde diferentes espacios y con variadas acciones. La militancia juvenil tuvo una fuerte expresión en la guerrilla. En ese contexto la acción del Ejército, no solo se manifestó a través de la represión, sino que el servicio militar obligatorio cumplió un importante papel disciplinador de la “juventud rebelde”. La histórica situación de maltrato vinculada a la arbitrariedad y al abuso de poder que tradicionalmente sufrían los conscriptos se vio agravada durante la última dictadura cívico militar. Además las Fuerzas armadas se habían convertido en una presencia habitual en el espacio público y político argentino. Dos episodios de fuerte peso en aquellos años: las operaciones antiguerrilleras en Tucumán en 1975, y el conflicto limítrofe planteado entre Argentina y Chile en el Canal de Beagle en 1978, reafirmaron esa presencia.[3]

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Los jóvenes bajo bandera, vivieron desde antes del golpe del 76 el clima de enfrenamiento con la guerrilla, e incluso algunos debieron participar de las acciones del Ejército. Muchos fueron testigos de las terribles condiciones que sufrían los detenidos en los campos de detención clandestinos. No olvidemos que hubo soldados que fueron desparecidos mientras hacían la conscripción, como Luis Pablo Steimberg secuestrado en agosto de 1976 en Morón, mientras hacía el servicio militar en el Colegio Militar de la Nación. Fue arrojado al mar y su cuerpo jamás apareció. Más de veinte años después de la guerra de Malvinas, en el año 1994, el asesinato de un conscripto de 18 años, Omar Carrasco, por otros dos soldados instigados por un oficial, puso en tela de juicio al Servicio Militar. A partir de este hecho, el maltrato a soldados en distintas guarniciones del país tomó estado público, y el 31 de agosto de 1994, durante el gobierno del presidente Carlos Menem, se suspendió la ley del Servicio Militar Obligatorio. Debe señalarse que la conscripción militar no ha sido abolida; la ley sigue vigente; puede ser puesta en práctica en tiempos de guerra, crisis o emergencia nacional. Los conscriptos de Morón Cuando el gobierno argentino le declaró la guerra a Gran Bretaña el 2 de abril de 1982, comenzaría para los jóvenes conscriptos una etapa trágica, hasta entonces insospechada, que los tomaría por sorpresa tanto a ellos como a sus familias y a toda la sociedad. No vamos a referirnos en este artículo a la dura contienda en que estos muchachos debieron participar, ni a las consecuencias que la guerra les acarreó. Como dijimos al comienzo hemos acotado IAHMM Revista de Historia Bonaerense Año XXIII nº 45 (2016)

el relato de los entrevistados, al momento de la convocatoria. Las entrevistas fueron realizadas a los miembros del Centro de Veteranos de Malvinas de Morón, entidad creada en el año 1995 que nuclea unos cien ex combatientes. Los testimonios que hemos recogido comienzan relatando quiénes eran cada uno de los jóvenes que marcharon a la guerra, cuáles eran sus actividades, sus proyectos y expectativas, cómo era su familia en el momento de ser convocados. Algunos de ellos tenían a pesar de su juventud un proyecto concreto: el deporte, la música, un trabajo o seguir estudiando. Pocos habían terminado el colegio secundario. En ese tiempo era común plantear la opción entre trabajar o estudiar. La mayoría de los entrevistados trabajaban, muchos colaborando o aprendiendo el oficio de sus padres. Cuando se produjo la ocupación de las islas, la clase 62 había sido dada de baja quedando en reserva, en tanto la clase 63 apenas hacía dos meses que estaba en el servicio militar. En el Partido de Morón, que por entonces también abarcaba los actuales municipios de Hurlingham e Ituzaingó, los jóvenes fueron convocados mayoritariamente al Regimiento 3 de Tablada, del que casi mil conscriptos fueron a Malvinas en cinco compañías. El segundo grupo más numeroso fue el Grupo de Artillería de Defensa Aérea 101 – Batería “B”, con asiento en Ciudadela. Los testimonios Después de más de treinta años, cada uno de los entrevistados recordó y reflexionó sobre aquella instancia previa a la guerra en la que les tocó participar. Los testimonios son variados y oscilan entre el que por provenir de un origen muy humilde y sin contención familiar encontró su primer lugar de pertenencia en el cuartel, hasta el que expresa que los peores valores los aprendió en la “colimba”. La mayoría confirma la penosa experiencia que históricamente fue el servicio militar para los conscriptos. Los que pertenecen a la clase 62, cuentan lo vivido durante el año 1981 (anterior al conflicto), en tanto los incorporados tan solo dos meses antes del 2 de abril, relatan la escasa preparación recibida antes de ser enviados al sur. Los jóvenes eran sorteados el año anterior a través de la Lotería Nacional. Era una situación vivida con enorme expectativa, angustia e incertidumbre por parte de las familias. Debían luego pasar por la revisación médica, que determinaba si el joven era apto para el Servicio. Así lo relata Jorge Martinolli: “Te hacían una revisación médica, te decían si eras apto para hacer el servicio militar o no. Si eras apto al otro año ibas al servicio. ...Al año siguiente: carta en mi casa... a presentarme. Y de ahí al Regimiento de Tablada, me cortaron el pelo y me dejaron adentro 20 días hasta que pudimos salir un día de franco.” “Te daban el uniforme, te daban la ropa, te cortaban el pelo. Y después te mandaban de franco un día. Porque al día siguiente ya

salíamos de instrucción, que era instrucción de combate, digamos, que eran dos meses.” (La instrucción se hacía) “en Ezeiza, en lo que era el Centro Atómico. Eh. Bueno ahí nos enseñaban, supuestamente lo que eran las situaciones de guerra, qué teníamos que hacer, para qué servía el armamento, a tirar...De nuestro Regimiento éramos casi mil".[4] De su entrenamiento, Jorge recuerda: “Correr, correr...Te levantaban a las 6 de la mañana... Un silbato y arriba. Tenías que salir ya vestido. Generalmente tenías hasta que dormir vestido porque hacían como simulacros: de repente a las 2 de la mañana te despertaban para hacer una formación, simplemente una formación y vos tenías que estar vestido. Entonces, qué hacíamos, dormíamos en las carpitas de a dos, vestidos, cosa que si tocaban el silbato, levantarte rápido y no ser castigado. Porque donde faltaba atarte el borceguí ya estabas sancionado.” [5] “Los dos meses de instrucción fueron en las carpas. Una carpita de dos paños, apenas entraba yo, hoy creo que la exploto. Eran dos pañitos que entrabas así (gesto de entrar apretado), acostadito derechito y tenías que salir. Fueron dos meses, uno extrañaba la familia. Ahí empezás a extrañar realmente lo que es tu familia... Porque pasás a una situación donde otro te domina a vos. Y vos no tenés decisiones de nada. Porque tus decisiones no sirven ahí, no valen. Vos no podés decir ¿puedo? No”.[6] Sergio Vainroj relata su experiencia al incorporarse al servicio militar en el año previo al conflicto: “Yo vengo de una familia judía, con educación judía y también mi papá me contaba las cosas que sufrió por ser judío, más en aquella época donde había mucho antisemitismo, heredado de la época de los nazis, del cual el ejército argentino se nutrió muchísimo. Y bueno, yo fui al servicio militar con ese miedo ancestral de que me maltrataran por ser judío. Pero bueno, yo era un joven muy entusiasta con mi música, que era lo único que me gustaba y me importaba. Entonces llego al regimiento 3 y nunca me puedo olvidar cuando a las 6 de la mañana nos hacían formar y allá a lo lejos venía marchando la banda tocando las marchas militares y a mí me encantaba. Y yo pensaba: Ojalá pueda ser parte de la banda, me hubiese encantado. Pero no, cuando en las formaciones siempre decían 'A ver algún soldado que sepa tocar un instrumento musical, un paso al frente' Yo ahí, primero, di un paso al frente y otros dos o tres, y bueno: Ustedes, a barrer la cuadra (Risas) Averigüé donde ensayaba la banda y me presenté pero ya no había cupo.” [7]

Todos concuerdan, sea cual fuere el maltrato sufrido, que lo peor es la pérdida del poder de decisión, el sentir que se está en manos de la arbitrariedad de un superior. Así lo expresa Ricardo Zarza: “En el momento que te vienen a buscar, uno deja de ser lo que era, para empezar otro camino: el camino de ir a hacer lo que nos mandaron a hacer y listo.” [8] Declarada la guerra y en medio del exaltado clima que vivía la sociedad argentina, los conscriptos fueron movilizados. Las reacciones frente a la convocatoria fueron variadas: entusiasmo, incertidumbre, miedo, rebeldía... Quien no se presentaba se convertía en desertor. La decisión era a menudo consultada con los padres. Muchos ni siquiera lo dudaron, otros no le adjudicaron en un principio la envergadura que tenía. Jorge recuerda: “El 11 de abril vino un camioncito a la casa de mi papá, preguntaron si estaba yo. Obviamente vivía ahí, así que arriba del camión, y no estaba la opción de decir que no. Porque primero que estaba la euforia de toda la sociedad de que iban a ir a recuperar Malvinas, porque fue así. Y dentro de esa euforia estábamos incluidos nosotros.” [9] Otro veterano reafirma aquella percepción que se tenía al comienzo de la toma de Malvinas: “Yo particularmente cuando fui convocado, creo que a esa edad, a los 18 años, no tenías conciencia a dónde íbamos. Particularmente yo lo tomé como que formaba parte de lo que era el servicio militar. Se tomaban las Malvinas, vamos a ir a las Malvinas. Pero no teníamos la menor conciencia...Decían que los ingleses 'se venían, porque se venían', pero hasta que no llegaron, para nosotros, como dicen los chicos, era todo joda. Particularmente yo, no pensaba que iba a pasar una cosa de esas.” [10]

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El testimonio que sigue muestra la contradicción que vivía en ese entonces la población. Por un lado un cierto convencimiento de que los ingleses no iban a venir, por otro la convicción de que era un deber ineludible defender la soberanía de las islas: “Yo estaba de baja y convocan por radio y televisión a la Clase 62. Ese sábado me despierta mi papá y me dice Gordo, están convocando por radio y televisión, tomaron Malvinas y hay que presentarse sí o sí. ¿Qué vas a hacer?”... Yo tuve compañeros que se escondieron, que se fueron a casas de tías y primas a esperar el telegrama, y otros que fueron. Digo: Mirá viejo, yo juré defenderla. Tengo todos mis compañeros y si juré defenderla yo voy. Así que me fui a saludar a mis tíos, a mis primos, a mis viejos y me presenté (se emociona) el sábado a las dos de la tarde...”

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“Mi mamá me decía ¿Te parece? No, que no venís. Y yo le dije: Voy a volver, voy y vengo. Porque aparte, qué van a venir los ingleses desde allá lejos, que era lo que se planteaba en ese momento... con un barquito se van a venir de allá, nosotros los matamos, que somos los mejores. El día anterior era cuando el gobierno destruyó a toda la gente en Plaza de Mayo y ese día estaban todos con el pañuelito que querían ir todos. Entonces esa euforia de la población y demás, y yo dije: Tengo que ir”.[11] Ricardo Zarza, clase 62, ya habiendo cumplido el servicio militar estaba en reserva. Cuando se produjo el desembarco en Malvinas, recibió nuevamente una citación y así relata la violenta experiencia vivida por su familia: “Bueno, después del 2 de abril, yo todavía guardo la carta (...) tengo la carta que me mandó el Ejército para que me volviera a presentar el día 7 de abril. Obviamente que no me presenté porque no quería saber absolutamente nada con eso. Dije: Bueno, prefiero ser desertor...la noche del 24 de abril...A las 2 de la mañana golpean la puerta de mi casa, miro por el agujerito y veo todo cascos y encima todo lo de la PM (Policía Militar) Eran los que controlaban a todas las fuerzas armadas, salían a la calle y tenían prioridad ante todo. Entonces fui corriendo a la habitación de mi papá y le dije: papá, me parece que me vienen a buscar. Dejame que yo los atiendo, me dijo, y agarró y se levantó mi papá, muy de guapo, abrió la puerta... ¡le pegaron un culatazo! Yo estaba en mi pieza, no lo vi, me lo contó después: le pegaron un culatazo en el pecho y lo tiraron arriba del sillón y mi papá quedó ahí y yo escuché los gritos de mi mamá, de mi hermana. Entraron a mi habitación y me dieron 40 segundos para que me vistiera, me vestí como pude, imaginate a los 30 segundos con las zapatillas en la mano. ¡Dale, dale! Me cargaron a una Ford y me trajeron al Distrito Militar San Martín.... IAHMM Revista de Historia Bonaerense Año XXIII nº 45 (2016)

No pensé que me iban a ir a buscar porque en realidad si yo hubiese estado más atento a lo que pasaba con el tema de la Dictadura, de los desaparecidos, todas esas cosas sí hubiese tomado otros recaudos pero como la verdad no tenía ni noción de lo que estaba pasando, por eso es que no me presenté.” [12] Todos recuerdan el clima enardecido y la alegría de los primeros días: “Sí, el clima era de entusiasmo de toda la gente. Y así fuimos, entusiasmados, a Malvinas. Si vos ves fotos de cuando se empezó a llegar a Malvinas, la mayoría de la gente estaba sonriendo, las caras felices como si fuera todo una experiencia nueva. Una experiencia que se transforma cuando vos ves la realidad... Me acuerdo que estábamos en el Regimiento 3, en el primer piso y en un momento salieron todos los soldados a la calle, que estaba la gente en la avenida, a vitorear que ‘Vamos...los vamos a matar’ ‘Que vengan, que los vamos a hacer bolsa a todos’ Pasa que después la realidad es totalmente distinta.” [13] Pero también evocan con tristeza cómo fue la partida hacia el sur, sin despedida, sin saber realmente qué pasaba, a dónde llevaban los acontecimientos que se habían desencadenado en forma tan sorpresiva. 23

“No hubo despedida. Mis padres lo único que hicieron fue ir al Cuartel, tratar de verme y en el único momento que me pudieron ver fue cuando estábamos arriba del Unimog que nos llevaban a Palomar, que encima fue una tarde-noche que no se veía bien y que yo los pude ver a mi papá y a mi mamá ahí saltando y le grité y me escucharon... Estaba lleno” [de otros padres] [14] El traslado a las islas, en tanto no habían comenzado las operaciones, fue visto al principio como una simple prolongación del servicio militar: “Sabíamos que íbamos para el sur. Sí. Ya Malvinas se había tomado y algo teníamos que hacer, era un barco de guerra, eso. Afectados íbamos a estar. Y sí, el comentario entre nosotros era “¿Y si entramos en combate?”...Pero las autoridades nunca les dijeron “Vamos a ir a Malvinas, prepárense...” [15] En un principio ninguno de estos jóvenes imaginaba el drama que estaba por ocurrir, la verdadera dimensión de una guerra “Nunca pensé, nunca pensamos ninguno de nosotros, que iba a pasar lo que pasó. Ninguno de nosotros estaba preparado para eso, creo que ni los militares. Porque los militares estaban preparados para todo lo que es la subversión, para hacer otro tipo de cosas pero no para una guerra, lo demostraron por supuesto, en Malvinas.” [16]

Algunos hechos conmocionantes fueron la señal para que los muchachos se dieran cuenta de lo que se avecinaba: “Y bueno, estuvimos dos días, vino el cura de la parroquia que teníamos en el Cuartel, nos dio un Rosario, hizo una misa, nos dieron la medallita que tiene el número de documento (...) Y ahí nos dimos cuenta de que la cosa venía bastante complicada. Entonces nos llevaron a Palomar y ahí nos quedamos en un hangar toda la noche porque no había vuelo, hasta que vino un vuelo. Nos fuimos a Comodoro Rivadavia (...) el 29 de abril llegamos a Malvinas” [17]

Jorge reflexiona: “Aparte que uno siempre la guerra la vio como un juego. Porque nosotros la guerra la vimos en película o como juego. Pero la realidad es completamente diferente. Vos ves las películas y nunca ves los muertos, el bueno nunca se muere. En este caso los buenos éramos nosotros, que íbamos a ocupar nuestro lugar y los malos eran ellos. En la inconciencia era: los que se van a morir son ellos, nosotros los vamos a matar a ellos. Nunca pensamos que ellos nos podían matar también a nosotros. Entonces estaba

Graciela Saez Morón. La convocatoria a los jóvenes que fueron a Malvinas


esa euforia. “Vamos, los vamos a matar, que vengan” [18] La instrucción de los conscriptos Cuando el gobierno argentino movilizó sus efectivos, a excepción de la Fuerza Aérea, que por su papel en el combate desplegó fundamentalmente personal de cuadros (oficiales y suboficiales), el grueso de las tropas estaba formado por unos 12.500 jóvenes conscriptos cuyas edades oscilaban entre los 18 y 20 años de edad. Los recién incorporados tenían menos de dos meses de instrucción y no contaban con los elementos necesarios para emprender una guerra (armas, abrigo, tecnología, logística). Esta situación no fue tenida en cuenta por los mandos militares y fue uno de los factores de la derrota. La operación se había desencadenado con rapidez, tratando de aprovechar la pequeña guarnición británica que había en las islas. Así lo indica el relato de los veteranos: “El entrenamiento que yo tuve antes de ir a Malvinas fueron dos noches de prácticas de combate, en Comodoro Rivadavia. Habremos estado tres o cuatro horas, habremos tirado 20 o 30 cargadores y ese fue todo el entrenamiento que tuvimos. Después nos fuimos haciendo a medida que iban pasando los días, a medida que iban pasando los bombardeos, uno es como que se va haciendo como carne de cañón, se empieza a acostumbrar.[19] 24

Reynaldo agrega: Nunca pensé que iba a ir a una guerra porque no había ni jurado la bandera, no tenía 45 días de instrucción... y sin haber jurado la bandera. Estando ahí en la posición mía, con dos más... yo tenía un francotirador que era un negro divino que hoy está en San Juan, que él es el que me enseña a tirar, porque yo no sabía tirar” [20] Otro ex combatiente recuerda: “Estuve una semana en el cuartel, que te dan la ropa, te explican todo y fuimos a Maschwitz, ahí en Escobar, ahí hicimos la instrucción. ¿Qué es la instrucción? Te hacían marchar... boludeces. Y todas las mañanas nos pegaban un 'bailecito'. Y una mañana nos levantan, todo bien, vos los veías que andaban 'anchos' los suboficiales, los oficiales y nosotros no sabíamos nada. 'Desayunen, que vamos a charlar con ustedes' El desayuno era mate cocido y un pan. Entonces nos llevan a un campo grande y nos dicen 'Hemos recuperado las Malvinas' Yo te soy sincero: hasta que me dijeron 'Recuperamos las Malvinas' yo no sabía nada, qué eran las Malvinas, nada y está bien. Entonces nos llevan a la tarde a tirar, hicieron un polígono provisorio y te ponían un puntaje para ver cómo eras como tirador. Y yo estuve adentro del pozo y... o sea los FAL nuestros eran de instrucción, los caños estaban medio doblados para pegarle a un blanco tenías que ser...Bueno se puntuaban todos los que estaban bien.

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Después volvimos al cuartel y estuvimos unos días acuartelados, me largan una tarde y me largan a las 3 de la tarde. Y a las 6 de la tarde...primero te decían que ibas a ir al sur y de repente nos dieron la ropa y nos cargan en unos colectivos y nos llevaron a Palomar. De Palomar dormimos en la pista porque había neblina y no se podía despegar. Después estuvimos en Comodoro, tres o cuatro días y después nos llevaron a Malvinas. Que cuando llegamos a Malvinas había un Mayor y nos dice 'Bueno, muchachos acá hay que defender la patria y si mueren por la patria, no importa, acá soldados son lo que sobran' ”. [21] Rubén Prada, cuenta que ya embarcados en el Crucero Gral. Belgrano, y declarada la guerra, los conscriptos no sabían lo que estaba sucediendo: “A mí me tocó Marina, y bueno el destino fue Bahía Blanca, ahí tuve instrucción dos meses, y después de ahí me trasladaron al cuartel base, de la Base Naval Puerto Belgrano, que un momento estaba muy habitada donde estaba toda la flota de mar de la Marina de Guerra. Estuve haciendo ahí la colimba en cuartel base, más o menos hasta los doce meses hasta que empieza el tema... el conflicto de Malvinas. Más o menos unos 20 días antes me asignan al Crucero General Belgrano, me dan notificación que tenía que embarcar porque... no nos daban explicaciones tampoco en ese tiempo, viste... estaban los militares y las explicaciones eran muy pocas, así que... es más yo no sabía que íbamos a Malvinas ni nada por el estilo.” [22] Para entender la preparación de los combatientes argentinos, por último, es pertinente analizar con más detalle las diferencias entre la clase 62 y 63. La 62 fue dada de baja y quedó en reserva entre fines de 1981 y los primeros meses de 1982. La 63 no superaba los dos meses en el servicio militar, y fueron convocados en un número importante para completar la lista de soldados necesarios para “presentar batalla” a los ingleses. Alrededor de un 20% de los conscriptos convocados eran de la clase 63, el resto habían sido reincorporados de clases anteriores, especialmente de la 62.[23] Con este panorama de conscriptos en la guerra, cabe preguntarse por qué hubo una cantidad tan alta de soldados clase 63 con tan poco tiempo de instrucción militar. ¿Tal vez las necesidades bélicas del momento sobrepasaron la cantidad de soldados clase 62 o muchos de éstos no se presentaron cuando fueron convocados? ¿O fueron las dos cuestiones a la vez? Se lograría elaborar parte de la respuesta realizando un estudio detallado de la cantidad y situación de los desertores de las clases anteriores a la 63, teniendo en cuenta también en el análisis a los que intentaron no ser reincorporados y fueron llevados a Malvinas detenidos por Policía Militar. En el caso que fueran de una magnitud considerable estas situaciones, nos estaría mostrando a un sector de conscriptos y sus familias que se opusieron, o a la guerra, al servicio militar, o a que los planes bélicos de las instituciones

castrenses los tuvieran como protagonistas. Relacionado a lo antes mencionado, sobre el ingreso al servicio militar obligatorio y la casi inmediata incorporación a la guerra, un soldado clase 63 plantea: “Así de rápido, sí así de rápido. Y bueno creo que la experiencia era medio complicada cuando yo fui a Malvinas, porque había clase 62 que me decía... también tenían a lo mejor el mismo miedo pero ellos tenían una instrucción, había soldados que me decían mirá que nosotros estuvimos un año... pero fue tan rápido encarar todo eso, que teníamos que acoplarnos al grupo, ahí no tenían lástima si vos sos 63 o 62, eran grupos iguales y teníamos que acoplarnos y bueno así nos fuimos acoplando a la guerra. Y en primera línea...” [24]

de la historia argentina. Durante el conflicto se cometieron distinto tipo de maltratos contra los soldados conscriptos, incluyendo torturas, por parte de los oficiales. Esto se sumaba a las condiciones en el campo de batalla que eran deplorables: muchachos con menos de cuatro meses de entrenamiento que pasaban hambre y no contaban con el abrigo necesario ni el equipamiento mínimo para el clima y la geografía del Atlántico sur. Las secuelas de la guerra fueron terribles y con los años, el suicidio de veteranos de guerra llegó a casi igualar la cifra de caídos en combate. Trágico saldo dejó a la sociedad argentina la dictadura cívico militar que sumó a la represión, muerte y desaparición de miles de personas, la fatal experiencia de una guerra, que también terminó con la vida de cientos de jóvenes.

Así marcharon a la guerra estos jóvenes a los que le tocó incorporarse al Ejército, en una de las etapas más violentas

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Notas

[1] POTASH Robert El ejército y la política en la Argentina (I), Bs. As., HYSPAMERICA ,1986. [2] LORENZ Federico Las guerras por Malvinas, 1982-2012, Bs. As., Edhasa, 2012.[3] LORENZ Federico “Testigos de la derrota. Malvinas: los soldados y la guerra durante la transición democrática argentina, 1982-1987”, en PÉROTIN-DUMON Anne (dir.) Historizar el pasado vivo en América Latina, disponible online en http://etica.uahurtado.cl/ historizarelpasadovivo/es_contenido.php. [4] Entrevista a Jorge Martinolli, miembro del Centro de Veteranos de Malvinas de Morón.[5] Ídem. [6] Ídem.

[7] Entrevista a Sergio Vainroj, miembro del Centro de Veteranos de Malvinas de Morón. [8] Entrevista a Ricardo Zarza, miembro del Centro de Veteranos de Malvinas de Morón. [9] Entrevista a Jorge Martinolli. [10] INSTITUTO Y ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE MORÓN Testimonios de los protagonistas– 25 años de Malvinas, Municipio de Morón, 2007. [11] Entrevista a Gabriel Espir, miembro del Centro de Veteranos de Malvinas de Morón. [12] Entrevista a Ricardo Zarza. [13] Entrevista a Jorge Martinolli. [14] Entrevista a Ricardo Zarza. [15] Entrevista a Juan Miguel Di Mario, miembro del Centro de Veteranos de Malvinas de Morón.

[16] Entrevista a Ricardo Zarza. [17] Ídem. [18] Entrevista a Jorge Martinolli. [19] Entrevista a Reynaldo Arce, miembro del Centro de Veteranos de Malvinas de Morón. [20] Ídem. [21] Entrevista a Fabián Vázquez, miembro del Centro de Veteranos de Malvinas de Morón. [22] Entrevista a Rubén Prada, miembro del Centro de Veteranos de Malvinas de Morón. [23] Es interesante la base documental que presenta Federico Lorenz sobre el tema en sus notas, véase: LORENZ Federico Las guerras por Malvinas...p. 100. [24] Entrevista a José Luis Castellanos, miembro del Centro de Veteranos de Malvinas de Morón.

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Juventudes rurales y corporaciones en el agro pampeano: un vínculo que desafía a los cambios (1930-2010) Introducción

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Talía Violeta Gutiérrez Doctora en Historia (UNLP), investigadora del Centro de Estudios de la Argentina Rural (UNQ), Docente e investigadora de la Universidad Nacional de La Plata

En octubre de 2007 nacía la idea (concretada a los pocos meses) de crear la JUCA, “Jóvenes Unidos por el Campo Argentino” definida por los propios actores como “un espacio de interacción entre la juventud que pertenece a sectores que están de forma directa o indirectamente vinculados al sector agropecuario”. Aunque se reconocían como un “espacio multisectorial”, el hecho de tener como una de sus finalidades el ir “en busca de una nueva cultura dirigencial que logre darle un cambio de imagen al sector agropecuario”[1] nos denota algunas definiciones. En principio, se presentan como innovadores al buscar el cambio de imagen (¿y no de fondo?) en el sector. Por otra parte, la cultura dirigencial en un sentido amplio nos remite a un determinado grupo de jóvenes, no siempre de residencia rural, pero desde ya vinculados a la actividad por empresa familiar o por profesión. El espacio de discusión reúne en este caso a los jóvenes de los ateneos de las distintas sociedades rurales del interior, así como también de la Sociedad Rural Argentina y la Confederación de Asociaciones Rurales de Buenos Aires y La Pampa (CARBAP), aunque no ha desdeñado encuentros con Federación Agraria argentina, CONINAGRO (Confederación Intercooperativa Agraria Argentina), estudiantes de las Facultades de ciencias agrarias y otras entidades. Este ámbito conoció una efervescencia particular en 2008/2009 como resultado del llamado “conflicto del campo” de 2008.[2] Es decir, acá hay varias generalizaciones a destacar: en principio considerar “el campo” como algo homogéneo, tampoco los “jóvenes unidos” son todos los jóvenes vinculados con la actividad. No obstante diversos contactos con entidades gremiales y cooperativistas de otros sectores, la JUCA aparece como un espacio de las juventudes ligadas a las más tradicionales. Tampoco la actividad juvenil en las organizaciones es nueva. Desde la conformación en 1930 de los “Clubes” de la Federación Agraria Argentina (FAA) en adelante, todas las entidades han creado en diversos momentos y circunstancias sectores juveniles, como semillero para futuros dirigentes, pero de manera más general para formar a los más jóvenes en los valores que propicia cada una de ellas. Denominados como clubes, ateneos o simplemente “juventudes” (cooperativistas, por ejemplo) todas en algún momento conformaron “sectores juveniles” y la región pampeana ha sido teatro privilegiado de esas iniciativas con la actuación de jóvenes de la FAA, AFA (Agricultores Federados Argentinos, una cooperativa vinculada a la FAA), la Sociedad Rural Argentina, CARBAP, la Asociación de Cooperativas Argentinas (ACA) o Sancor.

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Logo Juventud agraria cooperativista del ACA años sesenta, La cooperación, 14/11/1963

Por otra parte, además de las entidades que podemos llamar tradicionales, surgidas entre siglo XIX y primera mitad del XX, las consideradas más nuevas también se interesan por la juventud aunque no siempre incorporen un “sector” específico. Destacan los grupos CREA, Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola, surgidos en 1957 en Henderson-Daireaux (Buenos Aires) a través de su asociación (AACREA) que los nuclea desde 1960, con sus acciones en torno a los jóvenes sobre todo a partir de la vinculación con las escuelas agrarias (programa Educrea de 2007). Asimismo, la más reciente Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa, AAPRESID, apela a la juventud con cursos y convenios con la AACREA, o vinculaciones con escuelas agrarias. También desde el Estado se ha apelado a los más jóvenes, en el antiguo Ministerio de Agricultura con clubes agrícolas para niños, diversas iniciativas desde las reparticiones educativas y sobre todo, ya desde 1956, con el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria que retomaba la actividad con los Clubes Juveniles 4 A. Sin embargo, para las entidades corporativas los sectores juveniles “han surgido respondiendo a otras necesidades y objetivos, aunque en algún punto coincidan con las iniciativas estatales, particularmente en lo referido a incentivar el arraigo de los jóvenes en el medio rural y en la actividad de sus mayores”.[3] En este artículo y más allá de algunas consideraciones generales que hacen a las características comunes de las juventudes vinculadas a entidades agropecuarias, veremos el caso de los clubes juveniles de la FAA, las JAC, Juventudes Agrarias Cooperativistas de la ACA y, como instancia de comparación en la última etapa, el Ateneos juvenil de la SRA.

Logo actual de la Juventud agraria cooperativista del ACA

Como característica general podemos destacar dos cuestiones: por un lado, no han surgido autónomamente sino que existe una dependencia de los sectores juveniles con las entidades madres, participando de sus mismos intereses y reivindicaciones, teniendo una situación jurídica también dependiente, estando integrados los sectores juveniles a las asociaciones preexistentes (salvo alguna excepción temporaria), ya sean ellas gremiales o cooperativistas. La otra cuestión es que las secciones juveniles se crearon a posteriori, a veces muchos años después que la entidad madre. Por otra parte, se suele problematizar el concepto de juventud en cuanto a su definición y el tiempo cronológico que esta abarcaría, ya sea considerar desde la pubertad hasta la formación de un hogar, o determinado rango de edades. Para este trabajo tomaremos el rango temporal que las propias entidades reconocen para integrar sus secciones juveniles, un período que va desde los 15 a los 30 o 35 años según la asociación o, en algunos casos, hasta cuando formen su propio hogar y se hagan cargo de una explotación si eso sucede antes de ese límite. Sociedad rural, juventudes y corporaciones A la par de la necesidad de formar a los jóvenes vinculados a la actividad agraria en los valores y reivindicaciones de las entidades que representan sus intereses, la evolución demográfica argentina durante el último siglo, inclinada a la urbanización creciente -particularmente notable en la provincia de Buenos Aires- ha sido una preocupación presente en quienes impulsaron sus sectores juveniles, pues ese proceso implica que son los más jóvenes los que emigran. Por otra parte, la misma conceptualización de “lo rural” ha sido discutida últimamente, bajo la interrogación de dónde está el límite de lo rural y lo urbano o si se puede hablar de una nueva ruralidad o “nuevas ruralidades” en plural. A la vez que el mundo académico se interroga sobre el tema, desde los Centros Educativos para la Producción Total (CEPT) se habla de “definir un nuevo concepto de ‘ruralidad’, que se expresa en nuevas formas de integración territorial entre el espacio rural y

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el urbano, en transformaciones en los procesos de producción, industrialización y comercialización, en cambios en los circuitos de insumos, productos y servicios, en nuevas redes de diálogo y relación de los actores”.[4] Nos interesa destacar esta definición pues parte de un proyecto educativo destinado a los jóvenes del medio rural en la provincia de Buenos Aires –educación para el medio rural y no educación rural como postulan los CEPTs-, el de estas escuelas de alternancia en cogestión entre el Estado bonaerense y una asociación civil. Esta modificación en la percepción de la ruralidad y la relación con lo urbano, lejos de impedir a las entidades representativas de los productores que apuesten a sus juventudes, ha convertido esa opción en una necesidad impostergable para su propia reproducción y la formación de sus liderazgos, incluso ampliando el llamado para incluir no solo a los jóvenes radicados en el campo, sino a quienes se han trasladado a las ciudades a estudiar pero siguen de alguna manera ligados a la actividad agraria, sobre todo por cuestiones familiares (esa es la estrategia sobre todo de los Ateneos de CARBAP, la SRA o las sociedades rurales del interior).

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Logo Ateneo CARBAP (actual)

Logo del Ateneo de la Sociedad Rural Argentina (actual)

Una cuestión fundamental, entonces, la de las juventudes en un país en que el sector agrario sigue proveyendo una buena parte de las divisas necesarias al desempeño de la economía nacional. En ese contexto, aún con la irrupción de nuevos actores ligados a los agronegocios, las entidades ruralistas tradicionales subsisten IAHMM Revista de Historia Bonaerense Año XXIII nº 45 (2016)

y necesitan aglutinar a las nuevas generaciones en torno a los valores e intereses que llevaron a su conformación, en algunos casos resignificados a lo largo del tiempo.

Logo actual juventudes federadas FAA

En todos los casos los sectores juveniles fueron creados mucho después que las entidades madres. La Federación Agraria Argentina, que había surgido en 1912 a partir de los sucesos conocidos como “Grito de Alcorta”, fue la primera en incorporar “Clubes juveniles”, por iniciativa de quien fuera su presidente por un largo período, Esteban Piazenza. En marzo de 1930 en el contexto de la crisis que afectaba a la economía agrocerealera pampeana, reflejo de la depresión internacional la FAA creaba su sector juvenil. El dirigente afirmaba que había que “capacitar y ejercitar ahora a los jóvenes hijos de agricultores en forma tal que en los chacareros de mañana tenga el país a hombres de mayores discernimientos, de más capacidad mental, que sepan hacerse respetar en la forma que les corresponde como hombres y como agricultores inteligentes”. Debían lograr, como jóvenes federados “defender sus intereses, sin ser sumisos ante terratenientes e intermediarios, ni aceptar contratos leoninos”. Asimismo se proponía distraerlos de “diversiones viciosas que dañan la moral”.[5] En este caso, en que integraban la entidad representante de los pequeños y medianos agricultores (arrendatarios en su origen y luego también propietarios), la creación de los clubes cumplía una triple función: de incentivar la sociabilidad, la educación y el gremialismo. Las actividades propuestas tendían a la formación de liderazgos para la defensa de sus intereses, además de cuestiones más amplias de difusión cultural, capacitación o encuentros sociales, con una particularidad: si bien los integraban jóvenes varones y mujeres, sólo los primeros luego formaban parte de la seccional correspondiente –aún en edad juvenil, si quedaban a cargo de una explotación- y podían cumplir roles directivos. Las chicas dejaban de participar una vez que formaban una familia. En consonancia con la historia de la entidad madre, la región pampeana ocupaba un lugar predominante entre las secciones de FAA que constituyeron los primeros clubes, estando representadas en el mayor número Santa Fe, Buenos Aires y

Córdoba. De los 141 clubes conformados en los primeros ocho meses, 45 eran bonaerenses (32%).[6] En 1936 en el contexto de un Congreso Extraordinario de la FAA se constituyó la Central de Clubes Juventud Agraria, con su respectivo Estatuto que establecía como sus finalidades la “elevación moral de la juventud rural”, la difusión de conocimientos técnicos, la organización de bibliotecas y de otras actividades culturales para los jóvenes varones y mujeres.[7] Se creó un estandarte con colores celeste y blanco con las iniciales CJA y FAA y se adoptó un uniforme para los actos públicos. La necesidad de afianzar el nacionalismo y la argentinidad estaba sin dudas presente en una región con una fuerte impronta inmigratoria, reflejada también en los nombres de los clubes, que referían generalmente a próceres o fechas patrias. Sandra Vila afirma que “mientras la generación de los padres estaban en la lucha por la conquista de leyes, por la formación de cooperativas e instituciones de previsión social y económicas, la juventud agraria se preparaba para heredar la institución madre junto con las explotaciones agrícolas...”.[8] Pero, a pesar de que se mencionaba “la íntima e indisoluble unidad de acción y de propósitos que debe existir entre la organización de la juventud agraria y la FAA” (VII Congreso de los clubes, 1948), el tema de la autonomía jurídica de los clubes comenzaba entonces a discutirse, y en 1950 se modificó su status. Los motivos aducidos mencionaban la prevención de que alguna vez “factores ajenos pudieran influir en sentido negativo” que los hiciera dejar de responder a esa posición ideal de consustanciación con la entidad madre.[9] El nuevo estatuto aprobado en 1950 mantenía los principios iniciales de “fortalecer en la juventud el espíritu, los sentimientos de la nacionalidad, el afecto hacia la tierra y a la vida en el campo” y “difundir entre la juventud el amor a la patria y la formación de un definido espíritu de argentinidad”, pero perdían

la autonomía.[10] Ese año pasaron a denominarse Centros Juveniles Agrarios de Capacitación, y su central no poseía autonomía jurídica con respecto a la FAA. Esta problemática surgiría nuevamente en 1965, cuando recuperaron la autonomía y en 1973-74 de manera más traumática. La formación gremial, el fortalecimiento de la nacionalidad y la capacitación eran hasta entonces los ejes del accionar de las juventudes de la FAA. Veremos que parte de estos fines los compartían con las juventudes cooperativistas, salvo la formación gremial pues el carácter de las entidades madres es diferente. El cooperativismo agrario también apostó a sus juventudes: más allá de propuestas de diversas cooperativas aisladas, que databan de 1937, fue en 1941 en el Congreso Agrario de la Asociación de Cooperativas Argentinas en Olavarría cuando se decidió recomendar a las cooperativas asociadas que instituyan grupos juveniles.[11] La primera que los creó fue la de General Viamonte (Buenos Aires) que en 1942 dedicó un local a los jóvenes, también las de Leones (Córdoba) y la de Tres Arroyos (Buenos Aires) crearon sus grupos juveniles ese año y pronto fueron seguidas por otras varias. Finalmente las Juventudes Agrarias Cooperativistas (en adelante JAC) de la ACA fueron conformadas en 1944. Se organizaron en “Juventudes Locales” y una “Comisión Asesora Regional Juvenil” (CARJ) que cumplía un papel intermedio entre las juventudes de cada cooperativa y el “Consejo Central de Juventudes” ubicado en la sede de Capital Federal, organización que aún conserva. En estos momentos fundacionales entonces fue la provincia de Buenos Aires la sede de muchas de las primeras iniciativas. Para 1948 las juventudes ya participaban activamente en todas las actividades de las cooperativas asociadas: en las fiestas propias y de las cooperativas, en acciones culturales y ensayos de capacitación (semilleros, talleres mecánicos, cursos de contabilidad) y de difusión de los principios cooperativistas.[12]

Agro nuestro, revista de la Federación agraria Argentina, febrero de 1967, Curso de las Juventudes en Marcos Juárez, pp. 40-42.

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Si bien la actividad juvenil en las entidades continuó normalmente en esos años, fue la década de 1960 la que introdujo algunas novedades al respecto. Eran momentos en que -aún sin la intensidad que tendría posteriormente- el éxodo rural se intensificaba en la región pampeana. En muchos casos eran las familias que decidían instalar “casa en el pueblo”, en la que permanecía la mujer y los hijos durante la semana, con motivo de la concurrencia a las escuelas de nivel medio, mientras los hombres trabajaban en la explotación. Paradójicamente no era la especialidad agraria de la educación la mayormente solicitada, sino otras modalidades (por ejemplo es la época la eclosión de las escuelas de comercio).[13] En 1956 la FAA corroboraba esta tendencia a la radicación urbana y la atribuía a “la necesidad de darle instrucción a los hijos” o mejor asistencia médica para la familia, lo que obligaba al productor “a residir en la localidad más cercana al predio”.[14] Dos acontecimientos jalonaron la década, en relación a las juventudes de estas entidades y a su función de capacitación. La ACA creó la Escuela Cooperativa Móvil en 1963, una de las iniciativas más importantes en ese sentido, mientras en la FAA se organizaba la Federación Argentina de Centros Juveniles de Capacitación (FACJAC). La capacitación y la formación en los valores cooperativos ha sido una preocupación constante de la ACA hasta la actualidad, en tanto es uno de los principios básicos del cooperativismo y precisamente una expresión de ello es la Escuela cooperativa móvil. Como afirmara Torchiaro unos años después, “la participación práctica de los jóvenes en el cooperativismo es la mejor escuela”. [15] La “escuela” creada en 1963 es itinerante y organiza cursos en distintas localidades centrados en cuestiones vinculadas al

funcionamiento y los valores de las cooperativas, con un cuerpo de profesores propio. Las temáticas desarrolladas han sido desde el inicio variadas pero fundamentalmente estuvieron ligadas al cooperativismo, tales como función educativa del cooperativismo, seguro cooperativo, economía cooperativa, legislación cooperativa, función de los órganos sociales y de administración de las cooperativas. Si bien en algunos casos podía incluirse alguna cuestión técnico-económica, el contenido la diferencia de las acciones educativas de otras entidades como la FAA, pues acá no entran cuestiones como los cursos del hogar o maquinaria agrícola habituales en los clubes federados.[16]

Logo Escuela cooperativa móvil de la Asociación de Cooperativas

Los cursos de la Escuela Cooperativa Móvil tenían diversa cantidad de público, en algunos casos podían convocar a unas 300 personas pues los presenciaban escuelas de las localidades donde se llevaban a cabo, en otros más acotados de unos 30 asistentes. Por ejemplo, al curso realizado en Cinco Saltos (Neuquén) en 1983 concurrieron 254 jóvenes y 72 docentes. Existe actualmente una estructura o “Plan de trabajo” al que se atienen los cursos -que son solicitados por alguna cooperativa de primer grado que cubre una parte de los gastos, otros la misma ACA- y que consta de los siguientes temas: Cooperativismo y contexto, Cooperativismo, Democracia y Ciudadanía, Cooperativismo y Juventud y

Agro nuestro, revista de la Federación Agraria Argentina, noviembre de 1970, Cursos mecánica agraria (camión de la FAA)

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Proyectos solidarios de, para y con los/as jóvenes. [17] Las Juventudes cooperativistas no dejaron de participar en el accionar de la ACA en los agitados años de inicios de la década de 1970, con la ansiedad propia de su generación. Entonces el presidente de la Asociación se dirigía a los jóvenes en un tono tranquilizador afirmando que “si bien el cooperativismo procura necesariamente cambios de importancia dentro de la sociedad, no lo hace por medio de la acción directa ni por la violencia...aunque de esa manera haya impacientes que no se sientan satisfechos porque esos cambios no tengan lugar de la noche a la mañana”.[18] Para mediados de los años setenta las JAC entran en una crisis, con solo unos 30 grupos en funcionamiento, mientras que luego de 1983 habrían subido a 100 con una nueva disminución en los noventa e inicio del siglo XXI llegando en 2012 a 50 aunque no contamos con una estadística completa. En tanto en la FAA una nueva discusión sobre el carácter jurídico y administrativo de la organización juvenil culminó en la creación de la FACJAC con autonomía jurídica para darles a los jóvenes no solo más libertad de acción sino más responsabilidad (aunque seguían financiados por la FAA). El sector juvenil funcionó de esa manera desde 1965 hasta 1974 en que se produce una crisis con la Federación. Aparentemente fue en parte derivado de la situación política de esos años –supuestamente la política habría entrado a terciar en el problema, con la radicalización de algunos jóvenes- pero presentado como una cuestión intergeneracional. El resultado fue una nueva reforma del Estatuto en 1974 por el que las juventudes perdieron la autonomía jurídica pero se convirtieron en entidades componentes de la FAA con representación en el Consejo Directivo en la categoría de “entidades juveniles”, denominados Centros Juventud Agraria. Muchos clubes se fueron desafiliando a la FACJAC y pidiendo su reingreso a la FAA, la primera terminó desintegrándose. Significativamente al año siguiente se saludaba una nueva afiliación de un centro cordobés, haciendo hincapié en la unidad federada, al afirmar que la juventud “ha dado muestras nítidas de lo que representa la unidad de sus componentes y la continuidad de sus propósitos, formándose así un núcleo que forja la personalidad que la comunidad, la patria y el agro están esperando”.[19] En esa etapa sobre 63 centros juveniles –lejos estamos de los casi 300 que se nombraban en 1948 pero la distribución era ahora más amplia- con sede en 8 provincias, 15 estaban ubicados en Buenos Aires (24%). Según un dirigente juvenil de 1973 “nuestra tarea es educar gremialmente a la juventud”, pero a la vez prepararlos para “trabajar la explotación agraria como una verdadera empresa”.[20] La “acción cultural” era un aspecto fundamental de su actividad: cursos de mecánica agrícola y de formación de dirigentes para los varones, de manualidades y otras cuestiones relacionadas con lo doméstico para las mujeres, con una clara división de género en este aspecto. Los aspectos

de sociabilidad eran importantes y se reflejaban en reuniones, fiestas y actos sociales. Se unía entonces lo cultural-social, lo gremial y lo tecnológico. En el primer aspecto se incluía el evento de elección de las “reinas de la juventud” de los centros, que luego participaban en instancias regionales, otro momento de sociabilidad e intercambio entre las juventudes federadas sobre todo en el “Día de la juventud agraria”, conmemorado el 27 de abril en recuerdo de la fundación del primer centro juvenil. No dejaban de ser, además, lugares de encuentro para muchachos y muchachas y origen de futuras familias chacareras. [21]

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Agro nuestro, revista de la Federación agraria Argentina, mayo de 1968, primera reina nacional de la Juventud agraria (FAA)

Talía Violeta Gutiérrez Juventudes rurales y corporaciones en el agro pampeano: un vínculo que desafía a los cambios (1930-2010)


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Los Centros juveniles eran también los encargados de coordinar las giras de enseñanza femenina a cargo de maestras contratadas por la FAA, y semejantes a los cursos del “hogar agrícola” motorizados desde el Ministerio de agricultura (podía haber en 15 o más localidades cada mes, siempre en los CJA).Los cursos de mecánica también se reiteraban pero no con tanta frecuencia. “Los conocimientos técnicos y las tareas de la chacra en nada pueden desmerecer la presencia de la mujer”[22], según se afirmaba, pero los cursos que se brindaban tenían una clara adscripción de género, los de “manualidades” para las muchachas eran la tónica, y a juzgar por las imágenes gráficas que se publicaban en La tierra concitaban el interés de numerosas mujeres familiares de los asociados. Finalmente, en 1969 se creó La Fundación FAA que tenía entre sus funciones la capacitación educativa, cultural y técnica de la juventud. Desde entonces, muchas de las actividades de capacitación -sobre todo en su vinculación con el cooperativismo- fueron canalizadas por su Instituto de Estudios Gremiales y Cooperativos.[23] Desde mediados de la década de 1970 los cursos de capacitación se ampliaron para incluir temas como inseminación artificial, suelo y agua, uso de la mecánica diesel en la maquinaria rural, a la vez que se conservaban las cuestiones de interés iniciales sobre cooperativismo, gremialismo, política impositiva y régimen de tenencia de la tierra. La entonces llamada rama femenina (en un lenguaje que en la época nos recuerda al del nacionalismo popular en el poder) conservaba como propios sus cursos de labores. Durante la última dictadura militar la situación fue compleja, la actividad prácticamente se paralizó entre 1976 y 1978, por las sucesivas prohibiciones a las reuniones y recién comenzaron a reactivarse paulatinamente a partir de 1979 y acentuando solo, al menos públicamente, los aspectos culturales. Las juventudes ruralistas en las últimas décadas La pluriactividad, la mayor comunicación entre la ciudad y el campo, la residencia de los productores fuera del predio y los viajes frecuentes a la explotación no son fenómenos nuevos, pero se profundizaron y los límites rural/urbanos que antes se percibían como más precisos, se desdibujaron, en una etapa en que se comenzó a hablar de “espacios rurubanos” para esas situaciones transicionales. También los avances en las comunicaciones modificaron esa relación. Sin embargo, el duro dato censal nos confirma que la población rural, entendida como agrupada o dispersa, ha ido disminuyendo aceleradamente en el siglo XX en la región pampeana. Por ejemplo para la provincia de Buenos Aires, una de las más urbanizadas, si en el Censo nacional de 1947 la población rural era del 28,7%, en el siguiente de 1960 había bajado al 13%, para 1980 era solo el 6,8% y en 2001 3,6% (eso considerando también el conurbano, si lo eliminamos IAHMM Revista de Historia Bonaerense Año XXIII nº 45 (2016)

igualmente el porcentaje es bajo, para 2001 apenas sobrepasaba el 9%).[24] Esto sin discriminar situaciones específicas de cada partido de la provincia. Pero también se producían cambios productivos, cuando el avance de la agricultura sobre la ganadería, y sobre todo la soja, introducían los llamados “paquetes tecnológicos” y se redefinía el significado de la tenencia de la tierra. Ya no es la propiedad extensa el índice de la concentración, sino el arriendo de miles de hectáreas por parte de los agronegocios. Por otra parte, y al compás de la recuperación de la democracia, a partir de 1983-84 se reactivaba la presencia y acción juvenil en distintos ámbitos y las juventudes ruralistas no fueron la excepción. “La juventud debe buscar al cooperativismo y éste ir simultáneamente a su encuentro” se interpelaba a los jóvenes desde las páginas de Acaecer -revista publicada por la ACA desde 1974-, mientras que le otorgaba a la juventud su responsabilidad en el mundo democrático: “¿Cómo no incitar a la juventud a construir un mundo cooperativo en el que su protagonismo responsable y justiciero renueve la democracia, el desarrollo y el cambio?".[25] La Escuela cooperativa móvil sigue siendo en esta etapa el motor de difusión de los principios cooperativistas, llegando a dictar más de 540 cursos desde su creación en 1963 que llegaron a más de 60 mil jóvenes cooperativistas, alumnos de escuelas secundarias y docentes. Sin embargo, tanto en las JAC como en los CJA se denotaba la disminución de la participación de los jóvenes, sobre todo en el movimiento cooperativista. En 1985 Acaecer afirmaba que ese era un problema a nivel mundial, sin embargo “el trabajo juvenil tiende a afianzar el futuro del movimiento, a impedir que los futuros dirigentes tengan que aprenderlo todo desde la función ejercida”. No obstante la poca participación se señala la distinción entre simples asociados y militantes. En todo caso a estos se dirige el editorialista al enfatizar que “lo importante es asegurar la continuidad en el traslado de la llama” [del cooperativismo].[26] Para comprender esta evolución imprescindible tener en cuenta las condiciones poblacionales y socio productivas que han ido cambiando, los jóvenes emigran hacia el ámbito urbano, manteniendo o no contacto con la explotación agraria. También el carácter de las cooperativas agrarias ha ido modificándose, gana lugar el aspecto empresarial y el sector gerencial se separa de los asociados, que concurren cada vez en menor medida a las asambleas. Ya no existe una consustanciación entre los valores cooperativistas y su puesta en práctica de manera directa, se separan ambos aspectos, aunque los diversos tipos de cooperativas pueden coexistir a lo largo del tiempo.[27] En todo caso podemos decir que los sectores juveniles guardan los ideales cooperativistas para sus entidades y se preocupan por difundirlos.

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Juventud de la FAA en protesta del 4/3/2016

La distribución geográfica de las juventudes cooperativistas agrarias sigue centrada fundamentalmente en esta nueva etapa en las provincias pampeanas, con muy pocas excepciones. En el Consejo Central de Juventudes están representadas las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, Río Negro, La Pampa, Entre Ríos, Misiones y Corrientes. Los movimientos juveniles ruralistas entonces reclutan menos adherentes, pero también se redefinen, incluyendo en general a los jóvenes que se trasladan a las ciudades por motivos de estudio pero que mantienen su vínculo con la familia directamente productora (o propietaria de tierras y vinculada a la actividad aún cuando no residente en el campo). En esa línea tenemos que incluir otro movimiento juvenil ligado a corporaciones agrarias con representación en la región pampeana, el de los Ateneos de la Sociedad Rural Argentina y de las sociedades rurales del interior, muchas de ellas adheridas a

CARBAP y a Confederaciones Rurales Argentinas (CRA). En el caso de la SRA es un pequeño grupo de hijos de caracterizados miembros de las familias terratenientes tradicionales, sólo 21 jóvenes en 1984, 33 en el 1986, nunca mucho más de 100, que se reúnen en la sede de la sociedad en Capital Federal.[28] Si bien el actual Ateneo se identifica en las memorias desde 1983, Nicolás Pinto, presidente del Ateneo en 2012 afirmaba sus raíces en el primer Ateneo de los años 40: “el Ateneo de la Sociedad Rural Argentina, tiene como objetivo formar futuros dirigentes, no solo para la SRA sino también para ocupar cargos públicos haciendo política el que tiene vocación para ello, su segundo cometido pero no menos importante es la formación de Ateneos Rurales. Estos son sus cometidos principales desde el año 1946 en que fue fundado en su juventud por José A. Martínez de Hoz (h) durante la

Talía Violeta Gutiérrez Juventudes rurales y corporaciones en el agro pampeano: un vínculo que desafía a los cambios (1930-2010)


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presidencia de su padre, por Víctor Luis Funes, entre otros. La idea es una copia no exacta de los grupos de formación de dirigencial e intelectual que se dictaban en la universidad de Oxford en esos momentos”.[29] Las actividades incluyen conferencias de expertos en temas agrarios o personalidades políticas, debates, trabajos de investigación, visitas a establecimientos agropecuarios y a la Exposición anual de la SRA, y a diversas reuniones nacionales e internacionales. El Ateneo nació estrechamente vinculado a la entidad madre y subordinado a la misma, porque depende de la Comisión Directiva, con el fin de “ir conformando futuras generaciones de dirigentes aptos para encarar la conducción de entidades y organizaciones del área en función de la filosofía que caracteriza a la entidad decana del ruralismo del país”.[30] En este caso también la defensa gremial es su objetivo primordial y la formación de liderazgos juveniles con el objetivo de ser un semillero de futuros dirigentes de la entidad pero también políticos. Las posiciones juveniles por tanto replican las de los mayores, en este caso predominando un acendrado liberalismo económico. El Ateneo divide sus actividades en dos sectores, un sector junior (15 a 25 años) y un sector senior (hasta 35 años). Las temáticas de las charlas en que participan los ateneístas rondan en torno a temas de manejo ganadero, eficiencia en los rodeos, comercialización de carnes, pero también otros que tienen que ver con agricultura (no tan frecuentes como el problema ganadero) y trabajar sobre propuestas de política agrícola-ganadera.[31] Integra diversas organizaciones internacionales, como el Comité de Jóvenes agricultores de la Federación Internacional de Productores Agropecuarios (FIPA) y a partir de 2007 se incorpora a la “Plataforma joven” de la Federación de Asociaciones Rurales del MERCOSUR (FARM), integrada por entidades empresarias de los países miembros.[32] Por otra parte, el Ateneo de la SRA se vincula con los ateneos de las sociedades rurales de diversas localidades del interior pampeano, algunos integrantes de CARBAP o de CRA o vinculados a la misma SRA. Uno de ellos el Ateneo juvenil de la Sociedad Rural de Río Cuarto creado en 1984 se considera a sí mismo uno de los más antiguos, o el de la Asociación Agrícolo Ganadera de La Pampa que se originó en 1990. Otros son muy recientes como el Ateneo de la SR de Pergamino que se creó en 2011. Todos ligados en buena parte a las actividades ganaderas, pero también agrícolas y con diversas acciones llevadas a cabo en estos casos en sus propias localidades (en cuanto a la capacitación pero también la presencia en cuestiones sociales, productivas, culturales). Para las juventudes de la FAA el problema del acceso a la tierra siguió siendo una de sus banderas pero también la cercanía a la situación socioeconómica que afectaba al productor, y así lo expresaron en la intervención en los distintos eventos juveniles. IAHMM Revista de Historia Bonaerense Año XXIII nº 45 (2016)

El año 1985, cuando se festejaba el año internacional de la juventud expresaban su preocupación “por la situación actual y aún mucho más por el destino nacional", en momentos en que luego de una etapa de crecimiento se daba la crisis agraria en la región pampeana. Pero aún en 2014, en palabras de la Secretaria de las Juventudes Evangelina Codoni, el tema ocupaba un lugar central “Nosotros somos jóvenes que tenemos necesidades diferentes y necesidades que nos unen. Y entre esas necesidades que nos unen, la principal es el acceso a la tierra”, aunque agregando también lo observación sobre el otro problema actual que es la concentración en la producción.[33] Los años 90 fueron difíciles para los jóvenes federados porque la política neoliberal no era propicia para el afianzamiento gremial. En palabras de Sivina Nuciari, Secretaria de la juventud desde 1994 a 2002:”había que luchar contra la cuestión del fin de las ideologías y contra la idea de que si un chacarero se había fundido era por su propia culpa, por ser un inepto. Ese discurso había prendido en los jóvenes ‘exitosos’ o hijos de productores ‘exitosos’. Eso llevaba a que hubiese pocos jóvenes en la militancia federada”.[34] Sin embargo, las Juventudes federadas no se han extinguido, y aún se han recuperado, en parte influidas por la movilización de 2008, en la que tuvieron participación activa. En el centenario del llamado Grito de Alcorta proponían la creación un Instituto Nacional de Tierra, la concreción del “Plan Arraigo” para la juventud rural, nueva ley de arrendamientos, “normalización de los problemas de producción y comercialización de las economías regionales, la exención de impuestos y créditos blandos para los jóvenes que se inicien en la producción, acceso equitativo de los recursos naturales y conservación del medio ambiente” y la sanción de una ley de agua.[35] Reflexiones finales Al plantear a la relación entre Juventudes rurales y corporaciones en el agro pampeano como un vínculo que desafía a los cambios no implicábamos la inmovilidad, la falta de adaptación a los tiempos, sino que, a pesar de las modificaciones poblacionales y socioeconómicas, la resignificación de la concepción rural-urbana (o el surgimiento de “nuevas ruralidades”) el vínculo de las entidades representativas del agro pampeano con sus juventudes se ha mantenido. Mantener una generación de recambio en un mundo rural que se modifica y cuando muchos de estos mismos jóvenes pasan a residir en los pueblos ha sido entonces un desafío. Los jóvenes han sido apelados desde los distintos sectores como futuros líderes del sector al que representan, pero a la vez como continuadores de la herencia familiar, gremial o cooperativista en general, entendida esta herencia no sólo en el aspecto material sino en el de la transmisión de

determinados valores y principios. Es por eso fundamental que los movimientos juveniles respeten la historia y los intereses de las entidades que les han dado origen y a eso se dirigen muchas de las acciones, de allí el énfasis en la capacitación, que lo es no solo en lo técnico sino en los aspectos sociales, de liderazgo y también económicos. Es natural entonces que las JAC sean consecuentes con los “principios de Olvarría” (en referencia a los proclamados el 20 de mayo de 1944 en el congreso que origina su creación) o que las juventudes integrantes de la FAA hagan suyos los reclamos de la entidad –tenencia de la tierra, reforma agraria y otros derivados de las diversas coyunturas- o los ateneístas de la SRA defiendan el accionar ganadero y los

Notas

[1] ASOCIACIÓN AGRÍCOLA GANADERA DE LA PAMPA “¿Qué es JUCA?”, en www.aaglp.org.ar consultada 30/3/2015. [2] Se utilizó esa expresión para nombrar la protesta de las entidades agropecuarias respecto a la Resolución 125/08 concerniente a las retenciones a las exportaciones. [3] GUTIÉRREZ Talía V. “Corporaciones agrarias, juventudes y Estado (Argentina, 1960-2010)” en GIRBALBLACHA Noemí y de MENDONÇA Sonia Regina (dir.) Corporaciones agrarias y políticas públicas en América Latina, Rosario, Prohistoria Ediciones, 2013, pp. 127-160. [4] Boletín Informativo de los CEPT Región IV, Año 3 - Nº 5 - Mayo 2010. [5] “Acta del Consejo Directivo Central de la faa”, 13 de marzo de 1930 (copia). [6] Información proporcionada por la FAA y extraída del periódico La tierra, abril a dic de 1930. [7] Estatuto de la Central Clubs Juventud Agraria Argentina, 1936, art. 2º. [8] VILA Sandra“Una alternativa para cambios sociales agrarios: el rol de los clubes juveniles y de la mujer”, en XII Congreso Nacional y regional de historia argentina, Academia Nacional de la Historia, La Plata,12-23-agosto, 2003 (separata); p.8. [9] Memoria 1948-1950, p. 17 [10] FAA Centros Juveniles Agrarios de capacitación , Estatutos, 1950. [11] MATEO Graciela Cooperativas agrarias y peronismo. Acuerdos y discrepancias. La asociación de Cooperativas Argentinas, Bs. As., Ediciones Ciccus, 2012, pp. 195-196. [12] Ibid., p. 197. [13] BALSA Javier El desvanecimiento del mundo chacarero. Transformaciones sociales en la agricultura bonaerense, 1937-1988, Bernal, UnQui, 2006; GUTIÉRREZ Talía Violeta “Agro pampeano y roles familiares en la década de 1960” en MUZLERA José y de ARCE Alejandra (coord.) Dossier “El lugar de la familia en la producción agropecuaria argentina (1960-2008)” en Mundo Agrario, Nº 19, 2º sem. 2009. [14] FAA/FACA Los problemas actuales

principios del liberalismo económico. Pero también se advierte el cambio y la necesidad de adecuarse a través del tiempo en el accionar juvenil a las modificaciones demográficas, políticas y económicoagrarias de la región pampeana, sobreviviendo incluso en instancias sumamente negativas sobre todo para las posiciones reivindicativas. En la actualidad integrando en su accionar no sólo a los jóvenes radicados en el campo sino a quienes, aún residiendo en el medio urbano por cuestiones sobre todo de estudio, permanecen ligados a la explotación agropecuaria familiar.

del agro, set. de 1956 (folleto). [15] TORCHIARO Juan Domingo La juventud en el movimiento cooperativo, Rosario, Instituto de la Cooperación, 1984. [16] La Cooperación, números varios, desde 1963. [17] La Cooperación, 18 de mayo de 1973. [18] La Cooperación, 8 de noviembre de 1973. [19] La tierra, 7 de abril de 1975. [20] La tierra, 7 de marzo de 1973, palabras del presidente del CJA de Carcarañá (Santa Fe). [21] La tierra, 8 de marzo de 1969, La tierra, 20 de marzo de 1969, La tierra, 24 de abril de 1969. Como recuerda el testimonio de un socio: “hoy tengo la familia que tengo gracias al Centro juvenil agrario porque mi señora venía al taller de manualidades”, lo que motivó su entrada al Club de la FAA. En: CATALÁ Miguel Arraigo: el desafío permanente: historia presente y perspectiva de los Centros Juveniles Agrarios de FAA en su 75 aniversario, Rosario, Laborde Libros/ Federación Agraria Argentina, 2005; p. 48, recoge la palabra de Gerardo Virgili del club de Arequito. [22] Agro nuestro, enero, 1964. Agro nuestro era una revista editada por la FAA en los años ’60 y ‘ 70 para cubrir un espacio necesario de información, notas, entretenimiento para la familia agraria. [23] La tierra, 29 de enero de 1969, La tierra, 21 de marzo de 1974. La fundación tenía personería jurídica propia. [24] Ya en el siglo XXI existen 44 partidos considerados no rurales y 90 rurales, estos concentran más del 90% de la producción agropecuaria. GOBIERNO DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES, MINISTERIO DE ASUNTOS AGRARIOS Nuestra provincia, nuestro campo, La Plata, 2006, pp. 19,39,43,53. Es difícil calcular exactamente la proporción de población que incluía el conurbano en 1960 porque ha cambiado en parte la subdivisión política, pero entonces aproximadamente el 41% de la población residía allí. [25] Acaecer “Cooperación, juventud y cambio”, Nº 106,marzo 1985, por Juan José Carrizo, p. 17. [26] Acaecer, dic. 1985, p.24. [27] De acuerdo a su mayor cercanía o lejanía a los ideales cooperativistas iniciales se han

clasificado las organizaciones cooperativas en consecuentes, paradojales y en mutación, aunque con frecuencia suelen coexistir. LATTUADA Mario Apección colectiva y corporaciones agrarias en la Argentina. Transformaciones institucionales a fines del siglo XX, Bernal, Universidad Nacional de Quilmes Editorial, 2006. [28] Se mencionan Ateneos Rurales de la Juventud argentina, que realizaban congresos desde 1956. SRA, Anales, junio de 1964; “Confederación de ateneos rurales de la juventud argentina”, p. 32. [29] Información brindada por el sr. Pinto por vía electrónica, ante consulta de la autora el 25/9/2012 al mail institucional ateneo@sra.org.ar. [30] SOCIEDAD RURAL ARGENTINA Memoria, 1984 y Memoria, 1990. [31] Los temas surgen de las reseñas presentadas en las sucesivas memorias de la entidad, que incluyen las actividades de los ateneos, sus comisiones directivas, y vinculaciones con otros grupos juveniles. SOCIEDAD RURAL ARGENTINA Memorias, 2004-2010. [32] Debemos destacar que en América Latina existe una larga y variada experiencia de organización y programa de y con jóvenes rurales: entre ellos el Consejo Interamericano de Juventudes Rurales-CAJIR, el Movimiento Internacional de Juventudes Rurales CatólicasMIJARC, la ex Red de Juventud Rural del Cono sur Latinoamericano-REJUR, el Foro de Jóvenes Ganaderos del Mercosur que promueven o promovieron la participación ciudadana, social y económica de los jóvenes rurales. [33] La tierra, 1985. FAA, juventudfederacionagraria.blogspot, publicado 20/10/2014, consultado el 21 de junio de 2015. [34] Testimonio citado en: CATALÁ Miguel Arraigo: el desafío permanente : historia presente y perspectiva de los Centros Juveniles Agrarios de FAA en su 75 aniversario, Rosario (Argentina), Laborde Libros, FAA, 2005, p. 70. [35] Resolución del Campamento Nacional de la Juventud en Alcorta, 14 de enero de 2012 (consultado en la página web de la FAA, marzo de 2012)

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Dicen que no sirve la esperanza porque ellos ya compraron el futuro. Un acercamiento a las formas de politización juveniles desde la escritura de César González (Camilo Blajaquis) (...) a pesar de todo lo malo vivido y de muchos quilombos que persisten en muchos de los pibes que participan, estamos renaciendo a través del arte (...) para demostrar a la sociedad que los villeros podemos representarnos por nosotros mismos, que somos capaces de hacer solos, sin intermediarios, ni educadores, ni gente corrigiendo nuestra forma de hablar o de caminar, sin que nadie nos obligue a sobreactuar de malos, como tantas veces hacen un sinfín de autores en la tele y en el cine, presentando siempre al villero como alguien bárbaro, salvaje, ignorante, borracho, falopero, violento. César González[1]

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Profesora de Enseñanza Media y Superior en Historia (FFyL-UBA), maestranda en Historia y Memoria (FaHCE-UNLP).

César González (Camilo Blajaquis) sosteniendo un cartel que versa El arte vence a la muerte”. Fotografía extraída del Facebook personal de César González, publicada el 11 de junio de 2013. https://www.facebook.com/cesar.gonzalez.poetavillero

IAHMM Revista de Historia Bonaerense Año XXIII nº 45 (2016)

Profesora en Letras (FaHCE-UNLP), maestranda en Historia y Memoria (FaHCE- UNLP).

Introducción Cotidianamente asistimos a un bombardeo de discursos construidos desde los medios de comunicación hegemónicos y de algunas fuerzas políticas, que nos muestran a los jóvenes[2] de los sectores populares como delincuentes, vagos, peligrosos, brutos, drogadictos y/o como sujetos “perdidos”, que al no valorar la vida (ni la propia ni la ajena) estarían dispuestos a “hacer cualquier cosa” sin importar las consecuencias. Estas construcciones se viralizan hasta formar parte de las estructuras de pensamiento de amplios sectores de la sociedad, etiquetando a los jóvenes que habitan las villas y los barrios marginales como “pibes chorros” y, en consecuencia, propiciando su exclusión. Teniendo en cuenta el carácter simplificador, descontextualizado y discriminador de estos discursos, en este trabajo proponemos de-construirlos a partir del análisis de la escritura de César González (Camilo Blajaquis), un joven poeta habitante del barrio Carlos Gardel, ubicado en el partido de Morón, provincia de Buenos Aires. Pretendemos mostrar cómo su producción artística puede entenderse a partir de las formas de participación y organización juveniles que se vienen desarrollando en el contexto latinoamericano en los últimos años, caracterizadas por una fuerte politización. El trabajo se estructurará en tres partes. En primer lugar haremos un desarrollo sobre lo que algunos autores argentinos y latinoamericanos han escrito sobre la categoría juventud para luego esbozar una conceptualización acerca de las diversas formas de participación política que vienen experimentando los jóvenes. Finalmente, desde dicho anclaje teórico y a través de un análisis crítico-literario, indagaremos la escritura de César González/Camilo Blajaquis. ¿De qué hablamos cuando hablamos de juventud? En las últimas tres décadas han proliferado en América Latina en general y en Argentina en particular, las investigaciones que toman como sujeto de estudio a los jóvenes. Desde diferentes disciplinas de las Ciencias Sociales y con distintos enfoques la categoría analítica juventud viene siendo objeto de múltiples discusiones teórico-conceptuales que se preocupan por definir sus alcances y limitaciones. Lejos de dar cuenta de la totalidad de las mismas, en las líneas que siguen repondremos algunas de las definiciones que se han construido de la categoría en cuestión, con el objetivo de establecer un punto de partida sobre el cual desarrollar nuestro trabajo. Jugando con la idea de Pierre Bourdieu[3] de que la juventud es sólo una palabra -es decir, una construcción social que supone luchas de poder entre quienes son considerados jóvenes y viejos en un momento histórico determinado- los sociólogos argentinos Mario Margulis y Marcelo Urresti plantean que la juventud es más que una palabra.[4] De esta manera los autores evidencian

que el término no sólo adquiere sentidos particulares según el contexto social en que se use sino que, además, advierten sobre la necesidad de ir más allá de la concepción de la juventud como un periodo fijo en el ciclo de la vida de las personas, delimitado exclusivamente por la edad biológica.[5] En una línea similar, la antropóloga Mariana Cháves señala que dicha categoría, al dar cuenta de una condición social, no puede ser definida a partir de criterios esencialistas que desdibujen cómo esta condición es vivida y enunciada por quienes se consideran jóvenes en un momento y espacio determinados y cómo es interpelada por otros sectores de la sociedad.[6] La delimitación de quiénes pertenecen al grupo juvenil y quiénes quedan por fuera de él estaría dada, entonces, por relaciones conflictivas de negociación donde se ponen en juego adscripciones identitarias enmarcadas en un proceso de alteridad constante. La mexicana Rossana Reguillo advierte, en la misma dirección, que las categorías son productivas, es decir, “hacen cosas, son simultáneamente productos del acuerdo social y productoras del mundo”.[7] Esta educadora destaca la capacidad de determinados grupos sociales (entre ellos los investigadores sociales) para instalar temas -o, en palabras de Martín-Criado,[8] problemasen relación a los jóvenes. Al construir un sujeto, en este caso “el joven”, se hace una selección dentro de una enorme diversidad de situaciones posibles y, además, se le asocian ciertas características más o menos estables que tienden a formar parte de nuestras categorías de sentido común. En relación a lo dicho hasta aquí, adherimos a los criterios que el sociólogo mexicano José Antonio Pérez Islas sistematiza para definir lo juvenil como un concepto relacional, históricamente construido, situacional, que se produce en lo cotidiano, representado, cambiante, construido en las relaciones de poder y transitorio.[9] Y optamos por el plural juventudes para dar cuenta de la heterogeneidad, en oposición al discurso uniformante que invisibiliza la complejidad de las vidas de los jóvenes. Por un lado, estas nociones tienen la fuerza de trascender las miradas biologicistas, recurrentes en los estudios de Psicología Evolutiva, que tienden a concebir a la juventud como un estadio de la vida definido bajo parámetros establecidos y, en consecuencia, a los jóvenes como en tránsito a la adultez o, peor aún, definidos por aquello que carecen (independencia económica y política, derechos y obligaciones de la mayoría de edad, etc.) Por el otro, rompen con ciertas miradas adultocéntricas[10] presentes en los discursos actuales que etiquetan contradictoriamente a los jóvenes como “apáticos” y “participativos”, “sujetos de derecho” y “consumidores”, “violentos” y “agentes de cambio social”. Teniendo en cuenta lo escurridiza que se presenta la noción de juventud para el análisis de lo social y los problemas que puede

Mariana Paganini Laura Codaro Dicen que no sirve la esperanza porque ellos ya compraron el futuro.

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traer aparejada su utilización (sin ser explicitados los supuestos que subyacen a la misma) a partir de aquí, nos centraremos en la comprensión del “sujeto joven” en su condición de cronotopo. Según Alvarado, Martínez Posada y Muñoz Gaviria, esta mirada permite entender a los jóvenes en tiempo y espacio, permeados por relaciones sociales y actuando con otros en escenarios específicos según su propia visión del mundo.[11] Esta perspectiva es complementaria a la noción de generación en los términos que la definen algunos autores como Karl Manheim,[12] Ignacio Lewkowicz[13] y Enrique Martín-Criado.[14] Este último, siguiendo a Bourdieu, afirma que una generación no puede concebirse como una mera cohorte, ya que la mera contemporaneidad cronológica no es suficiente para definirla. Contrariamente, como explica Vommaro,[15] la idea de generación remite, por un lado, al momento histórico en el que se ha sido socializado y, por el otro, a la puesta en juego de criterios de identificación común entre sujetos que comparten problemas comunes y que, a su vez, son vividos como distintos a los de las generaciones anteriores.

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Nuevas prácticas políticas y producciones culturales juveniles Al pensar a los jóvenes a partir de la noción de generación nos oponemos a las miradas que los identifican como despolitizados. Por el contrario, sostenemos que los jóvenes son protagonistas fundamentales de las transformaciones en el modo de hacer política que tienen lugar en la coyuntura actual. Como explica el historiador Pablo Vommaro, si bien es cierto que existe un alejamiento de los jóvenes de las instituciones y prácticas de la política, entendida sólo en términos representativos o institucionales, la realidad muestra un conjunto considerable de prácticas culturales juveniles que, en tanto cuestionan el orden vigente, pueden ser pensadas como formas de expresión de politicidad.[16] En este sentido, resulta relevante mencionar el rol de los movimientos estudiantiles y los diversos colectivos juveniles que cobraron mayor visibilidad después de la crisis de 2001 en Argentina (post neoliberalismo en América Latina en general) pero que se venían gestando desde años atrás, en el “estallido de las juventudes” de la década del noventa.[17] Entre los rasgos que caracterizan a estas formas de politicidad juveniles, vale la pena destacar aquí las formas de apropiación, uso y producción del espacio público -y sus consecuentes disputas-; la politización de los espacios cotidianos y la territorialización de la política; la estetización y la culturalización centradas en los expresivo y lo comunicativo; el papel de las nuevas tecnologías de la comunicación y la información -en particular las redes sociales- que se presentaron no sólo como un canal de expresión y visibilidad sino que representan componentes relevantes para comprender la constitución y la consolidación de las organizaciones. Asimismo estas formas de organización juvenil se presentan como movilizaciones que superan ampliamente los reclamos sectoriales y IAHMM Revista de Historia Bonaerense Año XXIII nº 45 (2016)

generacionales para discutir cuestiones más amplias. En efecto, son movimientos que se construyen desde la autonomía y formas de organización que discuten las jerarquías y el verticalismo y que no se sienten interpelados por el sistema político y los instrumentos de la democracia representativa.[18] Ampliando una de las características antes enunciadas, que adquiere relevancia especial en este trabajo, Rossana Reguillo explica que en el actual contexto de globalización, los jóvenes tienden a una “relocalización”, es decir, a pensar a los territorios como “comunidades de sentido”.[19] En el caso argentino, desde mediados de los años noventa, se desarrollaron nuevos escenarios de lucha política como el barrio, la ruta y el puente. Aunque es claro que estos espacios ya existían, fue a partir de diversas apropiaciones y usos por parte de los sujetos (fundamentalmente de los jóvenes de sectores populares) que se fueron resignificando. Como sostienen Vázquez y Vommaro, el barrio dejó de ser sólo un lugar de residencia para transformarse en un espacio de construcción identitaria y base de la acción colectiva.[20] Asimismo estas prácticas políticas producidas territorialmente adquieren nuevas formas expresión que se alejan de los modos tradicionales de hacer política. La carnavalización de la protesta, la imaginación y la creatividad para captar la atención de los medios de comunicación y el uso del cuerpo como elemento mediador y lugar de enunciación son elementos recurrentes en las prácticas políticoculturales juveniles contemporáneas.[21] El arte deviene entonces en una forma de hacer política que no se agota en una lógica de mercado en tanto los jóvenes actúan como productores de cultura y no sólo como consumidores, tal como sostienen ciertas posiciones hegemónicas. En este sentido, las redes sociales adquieren una importancia vital, ya que les permiten actuar simultáneamente como consumidores/receptores y productores/ emisores de ideas, sentidos, estéticas, formas y contenidos que van más allá de las cuestiones artísticas al insertarse en las disputas hegemónicas de su tiempo y espacio[22] Los blogs y perfiles en las redes sociales, por un lado, amplifican la visibilidad de sus producciones artísticas y, por el otro, posibilitan la conformación de vínculos entre pares que se vuelven fundamentales para la constitución y la consolidación de proyectos comunes.[23] En síntesis, con sus producciones estéticas los jóvenes se expresan y organizan políticamente desde posiciones alternativas a las dominantes y, en muchos casos, edifican movimientos contraculturales. Pensar las juventudes en y a partir de la escritura de César González (Camilo Blajaquis) Luego de la revisión bibliográfica sobre las juventudes y la política en el contexto latinoamericano, que nos permitió reflexionar someramente sobre las tensiones y los debates que surgen en relación a estos temas, aquí proponemos analizar algunos textos del joven poeta César González poniendo especial

atención a los rasgos de la situación de enunciación, sobre todo al contexto en el que lee y escribe, con el fin de repensar las juventudes, sus formas de organización, sus producciones, entre otras cuestiones de nuestro interés. César González, cuyo seudónimo es Camilo Blajaquis en homenaje al cubano Camilo Cienfuegos y al militante sindical Domingo Blajaquis, es un joven poeta, músico y cineasta nacido en el barrio Carlos Gardel, en el seno de una familia muy humilde. Camilo tuvo una infancia y una adolescencia difíciles que lo condujeron a estar transitoriamente en institutos de menores y luego en la cárcel. Allí, comenzó a interesarse por la lectura y se animó a escribir poesía. Indudablemente, sus duras experiencias vividas desde los sectores más marginales marcaron su producción artística, espacio desde donde supo intervenir en la política. Si bien, además de la poesía -reunida fundamentalmente en dos poemarios La venganza del cordero atado (2010) y Crónica de una libertad condicional (2011)-, se dedicó a la realización de varias producciones audiovisuales, nuestro trabajo se centra en los textos y sobre todo en la poesía escrita y difundida a través de su blog y de su Facebook personal, ambos espacios virtuales creados y administrados por el propio Camilo. Esta elección se debe, por un lado, a la importancia de las redes sociales y los entornos virtuales en la actividad de las organizaciones juveniles, como ya se ha explicado, y por otro lado, a la riqueza que adquieren estas producciones al ser presentadas en este tipo de espacios abiertos dado que, amén de posibilitar la edición y la difusión masiva de los poemas, permiten la interacción entre el poeta y los lectores, llevan el arte a un espacio democrático donde pueden aflorar diversos debates. En efecto, tanto el Facebook como el blog de Camilo son muy visitados por un gran público que suele comentar y difundir las producciones del poeta, lo cual lo convierte en un espacio de politización. Para un abordaje claro y fructífero, nuestro corpus está conformado por los poemas publicados en su Facebook y en su blog durante el año 2014 -representan doce poemas en total-, a los que sumamos dos textos compartidos en dichos espacios: un breve poema escrito por el poeta platense Julián Axat dedicado a Camilo y su biografía que aparece en el blog a fines de 2013. Para comenzar, resulta pertinente observar uno de los textos centrales que Camilo presenta en el blog, para entender quién escribe y en qué lugar se sitúa para hacerlo: su biografía. Este blog surge en el año 2008 como un espacio en el que Camilo comparte sus producciones, inicialmente sus escritos y luego los materiales audiovisuales. El 30 de diciembre de 2013 publica una “Breve biografía” en la que cuenta sus orígenes, su dura infancia, su adolescencia entre institutos, hospitales y cárceles, sus primeras lecturas de Filosofía y de Historia, sus inicios en la poesía, su participación en diversos espacios públicos, sus reconocimientos hasta sus últimas realizaciones. A partir de la lectura de este escrito, destacamos en primer lugar, que es

presentado como una “biografía” en la que los acontecimientos de la vida del poeta son narrados por una tercera persona del singular, cuyo lenguaje es muy similar al empleado por Camilo en otros escritos. Sin embargo, como el blog es administrado por César González, podría tratarse más bien de una crónica o de una “autobiografía”. Frente a esta decisión del autor, creemos que prefiere el impersonal fundamentalmente por dos motivos: por un lado, para distinguir a Camilo Blajaquis de César González, dos construcciones que dividen su historia de vida en dos partes distintas ya que César González está asociado al mundo delictivo hasta que aparece la poesía y nace Camilo Blajaquis, la figura del mundo artístico; por otro lado, para evitar la autorreferencialidad y dar mayor credibilidad al contenido de la biografía, de hecho, aclara en el cuerpo del relato que “toda esta información se encuentra en su historia clínica oficial que posee el hospital Alejandro Posadas de El Palomar”.[24] En segundo lugar, notamos que allí aparecen dos cuestiones que representan una constante en su poesía y en otras producciones: la poesía como salvación, como la puerta a un futuro distinto, y la tensa vinculación con las instituciones estatales. Con respecto a la poesía, que llega a su vida a partir del taller de Patricio Montesano como se cuenta en la biografía, parece marcar un antes y un después en su trayectoria: de “carrera de pibe chorro” a “artista”. Cabe destacar que, como afirma Axat,[25] el mito del pibe chorro adopta significaciones diferentes en César-Camilo quien lucha por desmarcarse del estigma, por eso no hablamos de un pibe chorro poeta sino que abandona la primera etiqueta para resistir creativamente desde la poesía. En este sentido, en la biografía busca legitimar su lugar en el campo cultural al detallar las empresas y las instituciones que lo convocaron y lo premiaron. A medida de que lee, conoce y se reconoce, las formas poéticas cobran otro sentido en su vida puesto que, como aparece también en sus versos, comienza a enamorarse de ella y a exaltarla. En lo que concierne a las instituciones, ya desde este escrito que funciona como su presentación pública, percibimos esa relación tensa y ambigua que también aparece en otras producciones: por momentos con un lenguaje policíaco y judicial describe su situación ante la ley, critica al “sistema” y exige sus derechos y los de los suyos. Ligado a esto último, exponemos una tercera observación: la oscilación entre el relato autobiográfico -o biográfico, para respetar las palabras del autor- y la construcción de un sujeto que sitúa su historia en la pobreza y la marginalidad para transmitir una experiencia colectiva y a la vez, muestra su preocupación y su lucha por los “pibes chorros” que sufren las mismas injusticias. Éste parecería ser el motor y el fin último de toda su obra: “comprender [...] por qué un joven toma el camino del delito”, “plantear cosas que incomodan a un sistema tan conservador y alimentado por tanto odio”[26] para que otros jóvenes de la villa que corren la misma suerte, no se resignen. En

Mariana Paganini Laura Codaro Dicen que no sirve la esperanza porque ellos ya compraron el futuro.

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consecuencia, Camilo encuentra en el arte su máxima forma de expresión de politicidad. Al analizar los doce poemas seleccionados -ocho de ellos extraídos de Facebook y cuatro del blog- podemos distinguir, en términos generales, las principales características de la poesía de Camilo tanto en lo formal como en lo críticoliterario. En lo respectivo al análisis más formal, Camilo se aleja de las formas tradicionales, prefiere las estrofas largas de versos cortos; hay un escaso uso de los signos de puntuación y frecuentes encadenamientos de sintagmas nominales o adjetivales sucesivos que lo acercan al rap; entre los recursos retóricos más empleados encontramos las preguntas retóricas y las repeticiones ligadas generalmente al término “pobre”; su lenguaje es irreverente, refleja su procedencia y su ideología, va desde lo carcelario a lo sublime, a su vez, hay alteraciones ortográficas y sintácticas; construye un “yo lírico” que va desde lo autobiográfico -el joven marginado que nació en la villa y a raíz de la droga y la delincuencia vivió grandes padecimientos- a la representación de la experiencia colectiva de otros jóvenes que habitan en la villa y sufren las mismas adversidades que él enfrentó; e interpela a un “tú” o “usted” al que indaga, acusa y reclama. En cuanto al análisis críticoliterario, señalamos la crítica de diversas prácticas culturales propias del capitalismo como el abuso de la publicidad o la corrupción del fútbol; la denuncia de las variadas formas de violencia institucional y de la marginación instaurada no sólo a nivel social sino intelectual; la denuncia al orden vigente; la crítica a la ciudad como espacio abrumador con el cual no se identifica; la defensa del arte en general y de la poesía en particular como medios para pensar y crear un futuro mejor. Estos rasgos que caracterizan a los poemas seleccionados también sirven para pensar los poemarios de Camilo Blajaquis y el resto de sus creaciones. Debido a la restringida extensión del trabajo, decidimos abocarnos a dos poemas que pueden dialogar con los demás y resultan representativos y ejemplificadores para reflexionar considerando las aproximaciones teóricas ya expuestas. El primer poema escogido, presentado como “nueva poesía”, fue publicado por Camilo en su Facebook, el 26 de junio de 2014. El mismo está compuesto por ocho estrofas irregulares, como cada una de ellas encierra una idea completa -e incluso desde lo formal, todas finalizan con un punto- pueden leerse y analizarse de modo independiente. No obstante, observándolas integralmente notamos que muestran una reflexión que va desde lo general a lo particular, o desde la realidad de un sujeto colectivo a las cuestiones individuales y personales. Por ello, inicialmente se usa el impersonal, luego la primera persona del plural que podría incluir a cualquier ciudadano trabajador, finalmente una primera IAHMM Revista de Historia Bonaerense Año XXIII nº 45 (2016)

persona del singular cargada de sentido con la cual se define. En esta reflexión, hallamos a la poesía estrechamente vinculada a las desigualdades y a la marginalidad, de hecho, ambas se mezclan constantemente. Así, al intentar definir la poesía recurre a lo ingenuo, natural y sublime como los niños, el viento y las nubes, pero de inmediato homologa el campo intelectual a la clase social, para explicar que las desigualdades se reproducen en ambas esferas: La desigualdad no es solo económica, es también poética. Los pobres no pueden acceder a la justicia pero tampoco a la poesía.[27] En esta estrofa, es necesario destacar, por un lado, la mención a “los pobres” -similar a “los villeros” que está en la estrofa siguiente- entre quienes parece no incluirse, pero al mismo tiempo, denuncia una inequidad y una marginación que él tuvo que sufrir antes y dentro de la cárcel, donde tuvo contacto con la poesía casi azarosamente. Con esto, está diciendo también que hay un gran sector que no accede a la educación ni al arte, por lo cual, la marginación es total. Las estrofas siguientes tienen un tono más contestatario: se defiende de quienes “dicen” que es un resentido -una palabra que le pesa ya que la repite siete veces- y les contesta explicándoles qué es un resentido y qué es un poeta. Esta última definición coincide con la idea más gramsciana de los intelectuales, Camilo es un poeta comprometido que denuncia “la maldita y horrorosa explotación del hombre por el hombre”.[28] En este aspecto, es interesante ver en la séptima estrofa las estrategias que emplea para autodefinirse: a través del “yo” retoma esos discursos que lo critican, se apropia de esas voces, parafrasea y las reescribe con su lenguaje y juega entre lo que él dice ser y lo que dicen los otros. De este modo, Camilo elige poner en palabras lo que siente y lo que otros viven, parafraseando a Viéguer, exhibe realidades que el trabajo social -y por qué no las instituciones estatales y diversas entidades educativas y culturales- silencia.[29] Este poema representa un claro ejemplo de la situación desde la que enuncia y denuncia: el poeta cuya pobreza lo condujo a la cárcel, tres campos semánticos nombrados insistentemente. En relación a esto, quisimos recuperar el poema que le dedica Julián Axat titulado “Camilo no chapea”, donde también homologa la clase social y el campo intelectual, sostiene los mismos postulados que presenta Camilo con respecto a las marginaciones y a las dificultades que debe sortear un poeta “que no porta rostro de poeta”, por ello, está en diálogo con la poesía de Blajaquis. El segundo poema con el que decidimos trabajar fue publicado el 29 de enero de 2014 en su Facebook. En este caso, estamos frente a una única estrofa que presenta un tema

central: la sociedad es como el ajedrez -una imagen que sirve para pensar las diferencias y las desigualdades- los pobres, al igual que lo peones ocupan un lugar desfavorecido. Una pregunta retórica que se repite funciona como disparador para plantear la relación entre un “nosotros”/”los pobres” frente a un “usted” que aludiría a los policías gendarmes. Allí configura, por un lado, al “yo lírico” que entre el “yo” -sólo presente en “mis hermanos”- y el “nosotros” busca manifestar las experiencias colectivas de los jóvenes de la villa, habla por los suyos; por otro lado, a su interlocutor: el policía que proviene del mismo lugar, el barro, que lo tortura, desnuda y mata. A medida de que lo describe se acerca a él hasta usar la segunda persona del singular, para expresar sus intenciones genuinas de reconciliación: Quisiera no odiarte y abrazarte me esfuerzo por hacerlo pero pasan los días y cada vez más pibes muertos.[30] Creemos que esto también resulta útil para definir la poesía de Camilo como un espacio posible de diálogo y de encuentro entre dos sujetos nacidos en la pobreza, pero que representan al delito y a la policía, dos actores que suelen coincidir en la cárcel. Hurgando un poco más, esta dicotomía entre delincuente/policía está asociada a la juventud ya que su denuncia muestra preocupación por los jóvenes -“cada vez más pibes muertos”[31]-, los niños, los bebés y las mujeres; entonces el hombre adulto encarnaría la figura del policía violento. En cuanto a lo formal, si bien los versos son irregulares, en los primeros se conserva la rima asonante -probablemente por ello, florece el hipérbaton- y a diferencia del anterior, hay escasos signos de puntuación, lo cual, en su lectura, lo acerca levemente al rap. Por otro lado, hallamos anáforas ligadas a los determinantes posesivos de la segundo persona y repeticiones en torno a la pobreza -”pobres”- y a la desnudez -”desnudan”-, ambos campos semánticos ligados a la carencia son de uso frecuente en los escritos de Blajaquis. Hasta aquí nos concentramos en el análisis de los poemas de César González/Camilo Blajaquis. Sin embargo, no queremos dejar de destacar que algunas características señaladas en su escritura son también perceptibles en otras de sus producciones ligadas a distintos lenguajes artísticos. Por ejemplo, los cortometrajes -El cuento de la mala pipa, Mundo Aparte, entre otros-, los largometrajes Diagnóstico Esperanza (2013) y ¿Qué puede un cuerpo? (2014) y la serie televisiva Corte Rancho, emitida por Canal Encuentro y la Televisión Pública. Para terminar, vale aclarar que si bien las producciones de César no dan cuenta de “la realidad” de todos los jóvenes de los

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Poema escrito y firmado por César González (Camilo Blajaquis), analizado en este trabajo. Fotografía extraída del Facebook personal de César González, publicada el 5 de julio de 2014. https://www.facebook.com/cesar.gonzalez.poetavillero

sectores populares que habitan en las villas, tampoco constituyen una isla. Para pensar esto, es posible observar las revistas La Garganta Poderosa y Filosofía Villera o los libros de Washigton Cucurto, que son algunas expresiones de un movimiento contracultural desde los márgenes cuyos protagonistas son los jóvenes. Conclusión Como hemos intentado demostrar en este trabajo, cuando hablamos de juventudes no nos referimos a un período fijo en la vida de las personas, ni a una noción estricta y delimitada que pretende agrupar a los sujetos, por el contrario, pensamos en la heterogeneidad y la complejidad que involucra esta categoría. Más aún, quisimos dar cuenta de que los jóvenes, frecuentemente estigmatizados y vapuleados por ciertos medios de comunicación, instituciones estatales, educativas y culturales y en

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definitiva, por diversos sectores del mundo adulto, adoptan formas novedosas de intervención política, y encaran producciones culturales y artísticas desde donde plantean diversos modos de apropiación, uso y producción del espacio público. Sin dudas, los blogs y los perfiles en las redes sociales son de gran utilidad para la difusión de esas creaciones así como también para la comunicación y la formación de organizaciones y colectivos. Para materializar estos postulados, decidimos tomar como

Notas

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[1] GONZÁLEZ César “Los pibes de mi barrio me quieren por artista y no por chorro” en Cultura y Medios, 16 de julio de 2013. Disponible en: http://www. culturaymedios.com.ar/nota78.html Fecha de consulta: 5 de diciembre de 2014. [2] A partir de aquí cada vez que utilicemos el plural nos referiremos tanto a varones como a mujeres. [3] BOURDIEU Pierre“La «juventud» no es más que una palabra” en Sociología y cultura, México, Grijalbo, 1990 [1978], pp. 163-173. [4] MARGULIS Mario y URRESTI Marcelo “La juventud es más que una palabra” en MARGULIS Mario (ed.)La juventud es más que una palabra, Buenos Aires, Biblos, 1996. [5] MARGULIS Mario y URRESTI Marcelo “La construcción social de la condición de juventud” en«Viviendo a Toda». Jóvenes, territorios culturales y nuevas sensibilidades, Bogotá, Universidad Central – DIUC – Siglo del Hombre Editores, 1998, p. 2. [6] CHÁVES Mariana Investigaciones sobre juventudes en Argentina: estado del arte en ciencias sociales. Con la colaboración de María Graciela Rodríguez y Eleonor Faur. Informe para el Proyecto: Estudio Nacional sobre Juventud en la Argentina. Dirigido por Eleonor Faur, 93 pp. (1-92). Buenos Aires, UNSAM-DINAJU. Mayo 2006, p. 11. Disponible en: http://www.unsam. edu.ar/ publicaciones. Fecha de consulta: 20 de noviembre de 2014. [7] REGUILLO Rossana“Las culturas juveniles: un campo de estudio; breve agenda para la discusión” en Revista Brasileira de Educação, Nº 23, 2003, p. 106. [8] MARTÍN-CRIADO Enrique “La construcción de los problemas juveniles” en Revista Nómadas, Universidad Central de Colombia, Nº 23, Octubre de 2005. [9] PÉREZ ISLAS José Antonio“Visiones y versiones. Jóvenes, instituciones y políticas de juventud” en AAVV, Umbrales. Cambios culturales, desafíos nacionales y juventud, Medellín, Corporación Región, 2000, p. 15. [10] DUARTE Claudio“Mundos jóvenes, mundos adultos: lo generacional y la reconstrucción de los puentes rotos

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ejemplo la escritura de César González (Camilo Blajaquis), el joven poeta proveniente de la mayor marginalidad cuyas producciones le sirven para intervenir en la política permanentemente. Así fue como analizamos los poemas publicados durante el año 2014 en su Facebook y en su blog. Nos encontramos con una poesía que cuenta y denuncia las desigualdades y las injusticias, pero que además nos interpela en tanto jóvenes, adultos, ciudadanos, nos invita a no mirar a otro lado.

en el liceo. Una mirada desde la convivencia escolar” en Última década, CIPDA, Viña del Mar, Nº 16, 2002. [11] ALVARADO Sara Victoria, MARTÍNEZ Jorge Eliécer y MUÑOZ GAVIRIA Diego “Contextualización teórica al tema de las juventudes: una mirada desde las ciencias sociales de la juventud” en Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y juventud, Universidad de Manizales-CINDE, Colombia, Vol. 7. Nº 1, 2009, pp. 98-99. [12] MANNHEIM Karl “El problema de las generaciones” enRevista Española de investigación sociológica, Nº 62, 1993 [1928]. [13] LEWKOWICZ Ignacio “Generaciones y constitución política”. Publicación electrónica. Disponible en: www.estudiolwz. com.ar Fecha de consulta: 2 de diciembre de 2014. [14] MARTÍN-CRIADO Enrique op. cit. [15] VOMMARO Pablo (s/f) “Juventudes, políticas y generaciones en América Latina: acercamientos teórico conceptuales para su abordaje” [16] VOMMARO Pablo“La disputa por lo público en América Latina. Las juventudes en las protestas y en la construcción de lo común” enRevista Nueva Sociedad, Nº 251, junio 2014, pp. 59-60. [17] VOMMARO Pablo“Balance crítico y perspectivas acerca de los estudios sobre juventudes y participación política en la Argentina (1960-2012)” en SUDAMÉRICA: Revista de Ciencias Sociales, Mar del Plata, Nº 2, 2013. [18] Cabe aclarar que en los últimos años se han desplegado también otras formas de organización juvenil que se constituyen desde o en diálogo con el Estado y que encuentran en las políticas públicas de ciertos gobiernos latinoamericanos espacios fértiles de acción y desarrollo de sus propuestas. Ver: VOMMARO Pablo “Juventudes, conflictos y políticas en América Latina contemporánea: una aproximación desde los procesos recientes de movilización y organización juveniles” en SCHNEIDER, A. (comp.) América Latina hoy, Bs. As., Imago Mundi, 2014.

[19] REGUILLO Rossana Emergencia de culturas juveniles. Estrategias del desencanto, Norma, Bs. As., 2000. [20] VÁZQUEZ Melina y VOMMARO Pablo “Sentidos y prácticas de la política entre la juventud organizada de los barrios populares en la Argentina reciente” enRevista Cuadernos del CENDES, Caracas, Nº 70. 2009, p. 52. [21] REGUILLO RossanaEmergencia de...; VOMMARO Pablo“La disputa...” [22] BORELLI Silvia“Grupos juvenis, novas praticas políticas, açoes culturais e comunicacionais em Sâo Paulo” en ALVARADO Sara, BOREELI Silvia y VOMMARO Pablo (editores)Jóvenes, políticas y culturas: experiencias, acercamientos y diversidades, Buenos Aires, CLACSO-Homo Sapiens, 2012. [23] VOMMARO Pablo“La disputa...”, p. 68. [24] BLAJAQUIS Camilo Breve biografía [post en su blog, 30 de diciembre de 2013], Disponible en: http://camiloblajaquis.blogspot. com.ar/ Fecha de consulta: 1 de diciembre de 2014. [25] AXAT Julián y RODRÍGUEZ ALZUETA Esteban“Los pibes chorros” en TONKONOFF Sergio [et. al]Violencia y cultura. Reflexiones contemporáneas sobre Argentina, Bs. As., CLACSO, 2014.[26] BLAJAQUIS Camilo Breve biografía. [27] BLAJAQUIS Camilo ¿Qué es una poesía?, [nota en su Facebook, 26 de julio de 2014] Disponible en: https://www.facebook. com/cesar.gonzalez.poetavillero Fecha de consulta: 1 de diciembre de 2014. [28] id. [29] VIÉGUER Mariana Inés “ ‘Alzas y bajas’ en la intervención profesional: ¿ser o posibilitar ser? ” en Nivel cuatro. Latidos de lo social. Revista de la Facultad de Trabajo Social, Entre Ríos, UNER, Año 2, Nº 3, diciembre de 2012, p. 7. [30] BLAJAQUIS Camilo Qué es una poesía. [31] BLAJAQUIS Camilo Días del pasado bien actuales, [nota en su Facebook, 29 de enero de 2014].Disponible en: https://www.facebook. com/cesar.gonzalez.poetavillero Fecha de consulta: 1 de diciembre de 2014.

Jóvenes trabajadores, relatos de juventud en la ciudad de Tandil durante los años sesenta.

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Profesora y Licenciada en Historia Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires - UNCPBA

Introducción Al explicar las transformaciones culturales que se produjeron en buena parte del mundo durante los años sesenta,[1] diversas investigaciones han hecho énfasis en los y las jóvenes universitarios como principales motores del cambio.[2] Según este punto de vista, la mirada crítica favorecida por la educación superior y la sociabilidad propia de la vida universitaria –que en muchos casos implicaba la separación de los jóvenes del núcleo familiar para radicarse en otras ciudades-, estimularon los cuestionamientos hacia las formas tradicionales de relacionarse entre géneros y generaciones, así como al orden social y político establecido. Sin embargo, algunas perspectivas permiten complejizar esta mirada, así el concepto de cultura juvenil de masas nos indica la presencia de un fenómeno que desbordó ampliamente al ámbito universitario.[3] El consumo de moda, literatura y sobre todo música[4] contribuyó a crear las condiciones de posibilidad para que los jóvenes de los años sesenta “[procesaran] masivamente su experiencia en cuanto tales”.[5] Aunque sus rasgos rupturistas no estuvieran definidos como los que se expresaron desde el estudiantado superior, no puede soslayarse el papel que esta nueva cultura juvenil desempeñó en la configuración de prácticas, espacios de sociabilidad y experiencias propiamente juveniles.

Belén Agostini Jóvenes trabajadores, relatos de juventud en la ciudad de Tandil durante los años sesenta.


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Desde este punto de vista, entonces, no podemos restringir la explicación de las transformaciones en las pautas tradicionales de conducta a la acción de los sectores universitarios. Por el contrario, resulta necesario ampliar el enfoque, para comprender el rol que en ello tuvieron estas masas de jóvenes que estaban construyendo sus propias miradas acerca del mundo. Las investigaciones a las que nos referimos se han ocupado del estudio de los jóvenes de las clases medias, trascendiendo el ámbito universitario y analizando el ámbito de la escuela secundaria, así como los consumos culturales. Menos atención se ha prestado, en cambio, al rol que los jóvenes de sectores trabajadores tuvieron en este proceso. Ello nos lleva a preguntarnos por la heterogeneidad que engloba el objeto de estudio, así como por las posibles vinculaciones entre experiencias de juventud y experiencias de clase. Nuestro acercamiento inicial a la problemática se expresa en este artículo, ofreciendo quizás más preguntas que respuestas. En este trabajo entendemos que la comprensión de la dimensión cultural y simbólica se nos escapa si no es a la luz de las condiciones sociales de los individuos que son objeto de nuestro estudio.[6] El objetivo de este artículo no es discutir el concepto de clase, o historiar la clase trabajadora argentina, sino -partiendo de entender a la clase como el resultado de relaciones socialesreflexionar acerca de los vínculos que pueden haber existido entre las experiencias propias del mundo del trabajo y aquellas propias de la juventud, que cobraba una novedosa visibilidad en la sociedad de los sesenta. Nos proponemos entonces analizar “sujetos concretos insertos en la trama de sus relaciones sociales”[7], deteniéndonos aquí puntualmente en el caso de los trabajadores metalúrgicos. De acuerdo con ello, presentamos un análisis de entrevistas a hombres que trabajaron en la empresa Metalúrgica Tandil (MT) durante su juventud, en los años sesenta; a partir de las mismas pretendemos reconstruir sus experiencias en el ámbito laboral en tanto jóvenes, así como sus gustos y prácticas culturales, también exploramos su ideología y participación política. Éstos jóvenes se integraban en una sociedad del trabajo que durante las décadas centrales del siglo XX se presentaba sólidamente estructurada, organizada en sindicatos poderosos y portadora de un simbolismo construido en torno a la fábrica.[8] La rama metalúrgica formaba parte de ellos con demandas de clase y símbolos comunes –como el festejo del 1 de mayo-, así como propios –por ejemplo el del día del metalúrgico, celebrado en septiembre-. El estudio que se plasma en este escrito nos sugiere que ambas experiencias se complementaron sin mezclarse, ya que para estas personas el ámbito del trabajo quedaba separado de los espacios de entretenimiento, sociabilidad y consumo que preferían. Es decir, mientras compartían la experiencia de la fábrica con sus IAHMM Revista de Historia Bonaerense Año XXIII nº 45 (2016)

compañeros adultos, en sus prácticas y consumos culturales prevalecía una experiencia específicamente juvenil. En ese marco, compartían gustos y preferencias con personas de edades similares a las suyas, y cuyas experiencias diarias no siempre se desenvolvían en torno al ámbito del trabajo sino, en muchos casos, al sistema educativo. Consideramos que estos datos abonan la hipótesis de la configuración de una cultura juvenil de masas, en la que participaron jóvenes de todas las clases sociales. El mercado de consumo puede considerarse como uno de los canales a través de los cuales se conformaron experiencias de juventud. En la primera parte de este artículo describimos las características generales de la empresa Metalúrgica Tandil en el marco de la ciudad y estudiamos la inserción de los jóvenes en este lugar de trabajo, considerando su participación política en el contexto del mismo. En un segundo apartado, analizamos las prácticas de consumo cultural, de uso del tiempo libre y de sociabilidad de los jóvenes trabajadores. Jóvenes en el espacio de trabajo: la fábrica - Metalúrgica Tandil (MT) y la ciudad De acuerdo con el censo de población de 1960, 45.000 personas habitaban la ciudad de Tandil, ubicada en el centro de la Provincia de Buenos Aires.[9] La misma tuvo como una de sus principales actividades económicas a la industria metalmecánica, que cobró vitalidad a fines de la década de 1940 y alcanzó su auge a mediados de la década de 1960. Este crecimiento, combinado con la tecnificación de las actividades agrícolas, que expulsaba población de las zonas rurales, contribuyeron a la llegada a la ciudad de habitantes de los pueblos circundantes, identificados en buena parte como trabajadores con poca calificación. En ese entonces Metalúrgica Tandil era uno de los principales atractivos de la ciudad, que para 1970 contaba con más de 65.000 habitantes.[10] Puntualmente entre 1964 y 1967, la empresa llegó a dar trabajo a más de 2000 empleados,[11] de los cuales buena parte no superaba los 25 años de edad. Las clases medias urbanas también se ampliaron y diversificaron durante el período en cuestión; como han planteado algunas investigaciones “si tomamos en cuenta la solidez de la actividad agropecuaria y el acelerado crecimiento de la actividad industrial y comercial, podemos argumentar que un corolario lógico de este crecimiento era la expansión de los sectores medios de la ciudad. (...) Este crecimiento significó una redefinición del perfil de estos sectores, compuestos no sólo por los habitantes nacidos en la ciudad, sino también por las personas que llegaban a ella para insertarse básicamente en el sector industrial y comercial, en donde entraban en contacto, en muchos casos, con “técnicos” contratados por las empresas, provenientes de Buenos Aires, portadores de pautas de comportamiento novedosas para

los habitantes de Tandil”.[12] - Jóvenes trabajadores en Metalúrgica Tandil

La mayoría de nuestros entrevistados ingresaron a Metalúrgica Tandil apenas cumplidos los 18 años, o incluso antes; se emplearon en distintas secciones de la fábrica, cuyo personal tenía poco o nulo contacto con el de otras secciones, que además requerían distintos niveles de calificación. Sin embargo, sus relatos coinciden en algunos puntos que resultan fundamentales para entender las experiencias de estos jóvenes que ingresaban a un espacio manejado por los adultos. Uno de ellos se refiere a los vínculos generados entre los trabajadores noveles y los mayores, que ya contaban con una experiencia considerable dentro de la fábrica. Los mismos se daban sobre todo a través de la realización de tareas compartidas, en las que los veteranos transmitían su experiencia a los novatos; así queda expresado, por ejemplo, en el relato de Carlos.[13] “Vos pensá que nosotros teníamos 15 años y estábamos trabajando con personas ya de 40, 50 años, muy especializadas en el tema. El taller herramental, donde se hacían los modelos, era una sección digamos especial, con respecto a otras partes. Porque vos no hacías producción ahí, hacías un trabajo exclusivamente manual, de crear un modelo para fundir una pieza. (...) Entonces la empresa trataba de que las personas mayores transmitiera esa experiencia a los jóvenes, era importantísimo... y que te daban la posibilidad de pagarte por aprender, ¿no? Entonces te ponían a cargo de una persona mayor, de un oficial múltiple normalmente, y la persona esa hacía su trabajo y al mismo tiempo te iba mostrando y enseñando cómo lo hacía. Y vos ibas tomando experiencia. (...) Era como que el pequeño taller convivía con la parte de relaciones humanas todavía. Vos imaginate, al entrar de 15 años, los jefes te tomaban como un hijo postizo.”[14] Los momentos de distracción o descanso eran compartidos igualmente por jóvenes y adultos, con mates y charla de por medio. Cabe aclarar aquí que se trataba de un espacio conformado predominantemente por hombres, ya que la presencia de mujeres en la planta fue muy escasa y de corta duración.[15] En la mayoría de los relatos que recogimos surgen las anécdotas referidas a las bromas entre los trabajadores, como la que relata Piero.[16] “Se tiraban piedritas, para joderse uno al otro. El que estaba atrás, en la mesa de atrás –después con la cinta no pudieron hacer más eso, buscaron otro juego- porque era aburrido estar 9 horas chaca chaca, entonces tiraban piedritas, vos te dabas vuelta y el tipo seguía trabajando. Y había tipos que ya sabíamos quien era... un día, en un arranque de bronca, me saqué los dos guantes de esos de cuero que usábamos, los metí uno adentro del otro y cuando sentí el “tic” en la espalda, me dí vuelta y al tornero, era un tornero que iba haciendo trabajos (cortafierros y eso preparaba),

y se lo tiré y se lo pegué justo en la cara, uh! me tuvieron que agarrar entre todos porque me quería matar el tipo, y yo a él...” [17] La sociabilidad de la fábrica se completaba con algunas actividades que organizaba la misma empresa, y en las que se contaba la participación de todo el personal: asados – especialmente para los festejos del día del metalúrgico, durante el mes de septiembre-, partidos de fútbol, pádel y pesca. Ya fuera en uno u otro ámbito, los fragmentos de relatos que aquí presentamos remiten a una relación poco conflictiva entre jóvenes y adultos, en la que “por supuesto, en un lugar donde hay mucha gente, siempre algún problema se genera”.[18] Por lo tanto, si bien podía existir cierta cuota de conflictividad, la misma no estaba directamente vinculada con las diferencias generacionales entre los trabajadores. La significativa presencia que tenían los jóvenes en las empresas metalúrgicas de Tandil no pasó inadvertida para los medios gráficos locales.[19] En entrevista para el diario El Eco de Tandil, el capataz de la sección Ingeniería de Metalúrgica Tandil opinaba acerca de la relación entre jóvenes y adultos en el lugar de trabajo, ofreciendo una imagen de armonía y realzando las virtudes de los jóvenes. “Sobre el banco, en una pizarra, con un papel, he visto a mocosos recién llegados, mostrarle errores y mejores soluciones a hombres grandes y con más experiencia. Metalúrgica Tandil admite todo esto, dentro del orden y el respeto, el resultado ha sido un mejoramiento en sus niveles de producción y calidad, pero fundamentalmente, de su espíritu interno. (...) Creo que los de nuestra generación tenemos una virtud fundamental, no somos celosos de que los jóvenes sepan más de nosotros, nos corrijan y se preparen a desplazarnos en poco tiempo.” [20] Este fragmento nos sugiere la ponderación de ciertas características que la opinión publica de la época atribuía a la juventud en general: iniciativa y entusiasmo;[21] además vemos que en el caso de los jóvenes trabajadores se sumaba un elemento adicional: el esfuerzo (Ver Imagen 1).[22] Ello se denotaba puntualmente en la cantidad de horas dedicadas al trabajo, sumado al hecho de que muchas veces ello implicaba levantarse a horas muy tempranas de la madrugada. Finalmente, las virtudes juveniles parecían encontrar su punto cúlmine en los varones y mujeres que, además, estudiaban. Como el mismo diario El Eco lo expresaba, se trataba de un “sacrifico mientras los demás descansan y se divierten”. [23] Durante los años sesenta, la matrícula secundaria se amplió de manera considerable en sus ramas normal, bachiller, comercial y técnica;[24] el crecimiento de estas dos últimas orientaciones, especialmente, evidenciaba el interés –y la posibilidad- de las familias de sectores trabajadores por brindar educación a sus hijos.[25] Buena parte de los

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tintes cada vez más radicalizados. Mientras tanto, la poderosa Unión Obrera Metalúrgica -bajo la dirección de Augusto T. Vandor- adoptó una postura de presión por medio de la huelga y negociación, tanto en el caso de los gobiernos electos de Frondizi e Illia como durante la dictadura encabezada por Ongana.[29] En la planta de Metalúrgica Tandil la actividad gremial era conducida por los adultos, según el relato de Luis, “(...) nadie le ponía a uno un revolver en la cabeza para que se afiliara, pero cuando uno ya quedaba efectivo venían los delegados y lo invitaban a afiliarse. Así que todo el mundo estaba afiliado, agremiado así a la UOM”,[30] sin embargo ello no necesariamente implicaba la participación activa en las cuestiones del sindicato. En algunas de nuestras entrevistas, la corta edad o la poca experiencia laboral –pero sobre todo la primera– aparecen como factores determinantes de cierta distancia respecto de la participación sindical. De todas formas, el paso del tiempo no parece haber implicado un rol más activo en dicho plano. En estas experiencias, además, la actividad política fuera de la fábrica tampoco tuvo un lugar significativo; si bien Luis y Hugo, por ejemplo, manifiestan sus simpatías por el peronismo –que también estaba presente en sus padres-, ello no resultó en una militancia activa.

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“Juventud. El trabajo como único camino”, los medios de prensa locales destacaban algunas de las virtudes de la juventud, en el caso de los jóvenes trabajadores sobresalía el esfuerzo. Nueva Era 12/02/1971 p. 4

estudiantes que en Tandil[26] asistían a la escuela en el turno noche –no sólo en la rama técnica sino también en la comercial- y que además trabajaban, eran empleados metalúrgicos.[27] De hecho la empresa Metalúrgica Tandil se involucró activamente en lo referido a la formación de sus empleados. Por un lado, mantuvo contacto con la Escuela Técnica de la ciudad para seleccionar a los mejores alumnos avanzados y emplearlos como aprendices; además, promovió la visita de estudiantes técnicos de escuelas de todo el país para que visitaran las instalaciones. Por otra parte, estimuló el ingreso del personal a la enseñanza secundaria, generó cursos de alfabetización y desarrolló cursos de capacitación

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industrial.[28] En resumen, se establecieron estrechos lazos entre la fábrica y la escuela –especialmente en el nivel secundario-, no sólo en lo puramente institucional sino también, lo que nos resulta más interesante, en lo referente a alumnos que además eran trabajadores. Además de la sociabilidad propia de la fábrica, y de su articulación –o no... con la escuela, en este trabajo nos preguntamos acerca de la inserción de los trabajadores jóvenes en la actividad política, tanto a nivel de las reivindicaciones específicas del mundo del trabajo como a nivel general. El período histórico que abordamos aquí se caracterizó por una intensa actividad sindical, que en algunos casos fue adquiriendo

Consumos culturales, entretenimiento y sociabilidad Durante los años sesenta, la producción y circulación cultural en Argentina adquirió un particular dinamismo, especialmente gracias a la renovación de propuestas y ofertas. Por ejemplo, surgieron nuevas empresas editoriales y algunas firmas extranjeras decidieron instalar sus filiales en el país; el boom de la literatura latinoamericana fue parte crucial de este proceso, por medio del cual el público tomó contacto con autores como Cortázar, García Márquez y Vargas Llosa. Asimismo, las salas de cine sumaron a la producción nacional más tradicional, las propuestas de nuevos realizadores –como Rodolfo Kuhn y Leopoldo Torre Nilsson-, con los referentes de la nueva ola del cine francés –Godard, Truffaut-.[31] Como evidencia el caso de las editoriales, lo que resultó significativo en este proceso, no fue tanto el crecimiento de la producción –que luego de una coyuntura de declinación durante los años de la autodenominada Revolución Libertadora, en 1960 pudo alcanzar y superar las cifras de producción de libros de 1946– sino la renovación y diversificación de la oferta.[32] El segmento de estas industrias culturales que logró el mayor impacto sobre el público fue la música. De acuerdo con Pujol, “A diferencia de otras formas artísticas, la música de los ’60 representó la totalidad de la estructura social. Nadie se quedó sin música, nadie fue indiferente al arte o a la industria de los sonidos. (...) La música no tuvo límites, aunque si tuvo agudos contrastes”.[33] Estos contrastes devenían de

las características de una industria que ofrecía productos nacionales e internacionales –aunque llegaran con atraso respecto a los lanzamientos en Europa y Estados Unidos- y que ponía a circular discos de Los Beatles, del Club del Clan, pero también de jazz y tango, géneros que aún peleaban por mantener la estima del público.[34] Mientras las diversas industrias apuntaban a un público relativamente amplio, Manzano ha señalado como una particularidad de los sesenta al proceso de “juvenilización de la cultura de masas”.[35] De acuerdo con la autora, proliferaron las propuestas, contenidos y referencias a la juventud y lo juvenil. Si bien en este marco existieron pautas de distinción entre jóvenes, todos –más allá de su nivel socioeconómico- participaron de nuevas formas de ocio y consumo que fueron exclusivamente juveniles. Además de la música, otro emblema de las características que adoptó el mercado de consumo en aquellos años fue el jean. Esta prenda simbolizaba lo moderno y juvenil, al mismo tiempo que sus usuarios supieron crear pautas de distinción, ya fuera por las marcas elegidas, por el color o por el calce. En la opinión pública tandilense estas novedades eran entendidas a partir de representaciones en las que solía combinarse la información acerca de eventos nacionales o internacionales, con cuestiones propias de la localidad y del conocimiento entre vecinos. Por ejemplo, mientras los periódicos locales difundían noticias acerca de desórdenes protagonizados por jóvenes que bailaban al ritmo del rock en distintos puntos del país, el negocio de venta de discos de la ciudad difundía públicamente esa música con gran éxito entre los vecinos. Ello no implicaba la ausencia de conflictos, que efectivamente se dieron en casos puntuales de presentación de los ídolos de la nueva ola.[36] La música entonces, fue uno de los elementos de la cultura juvenil que obtuvo mayor atención. Los clubes sociales y deportivos de la localidad estaban atentos a cualquier novedad en ese terreno –fuera Club del Clan o música beat, antecedente del rock nacional–, como recurso para atraer a mayor cantidad de público. Llegaban entonces a disputarse la presencia de algunas de las figuras más importantes; el club Unión y Progreso, por ejemplo, podía jactarse en 1965 de presentar a Leo Dan, y unos años mas tarde a Los Gatos “el primer conjunto auténticamente beat de nuestro país”.[37] Pero los jóvenes también instalaban sus gustos e intereses a través de otros ámbitos, por ejemplo en su rol de estudiantes, ya fuera en actividades propiamente escolares y universitarias como en actividades recreativas; también a partir de su presencia en los clubes sociales y deportivos, así como en las iglesias de la ciudad. Los consumos culturales y las formas de uso del tiempo libre que describen nuestros entrevistados se insertan en la trama que acabamos de describir y no presentan distinciones considerables respecto de lo que en otros trabajos hemos descripto para jóvenes de sectores medios. [38] Por ejemplo, coinciden en la elección de las confiterías del centro

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de la ciudad para sus salidas nocturnas o en la asistencia ocasional a los bailes de los clubes, también en su participación de los festejos estudiantiles característicos de la localidad. Consideramos que esto puede comenzar a explicarse a partir del hecho de que los salarios percibidos por el personal de Metalúrgica Tandil permitían el gasto de dinero en este tipo de actividades, inclusive teniendo en cuenta que todos los entrevistados aportaban económicamente al sustento de sus hogares. De acuerdo con sus relatos, la empresa pagaba buenos sueldos y otorgaba cierto prestigio en la localidad, además de confianza para el otorgamiento de crédito comercial. En consecuencia, era posible para estos jóvenes afrontar los costos de las salidas a los bailes de los clubes, a las confiterías bailables del centro o a los asaltos.[39] También podían elegir asistir a locales para tomar algo con el grupo de amigos o la novia, y disponían de dinero para comprar ropa que fuera de su gusto. En algunos casos, permitió un ahorro destinado al casamiento y la formación de un hogar propio. Uno de los pocos productos de consumo que surge en las entrevistas como algo prohibitivo era el automóvil, su posesión y disponibilidad para usarlo libremente marcaba claramente la pertenencia a la clase media más acomodada. Además de las posibilidades económicas de elegir qué y dónde consumir, también nos interesan las posibilidades simbólicas de esos consumos. En este sentido, consideramos significativa la referencia de algunos de nuestros entrevistados a que durante su tiempo libre o sus salidas “andábamos por todos lados”[40] Sin duda había lugares a los que esos jóvenes elegían no asistir, o en los que no se esperaba su presencia; pero la frase “por todos lados” nos sugiere una libertad para moverse en la ciudad, la inexistencia de una segregación espacial de relevancia, más allá de la existencia de barrios obreros claramente identificables – como el más tradicional Villa Italia, cuya fundación data de 1911-. Aunque algunos entrevistados hacen referencia a las distinciones entre el centro y los barrios, sus propios relatos nos permiten cuestionar la rigidez de esas distinciones. Es posible que esto se relacionara con el reducido tamaño de la ciudad de Tandil –habitada por 45.000 personas según el censo de 1960, cifra que ascendió a mas de 65.000 en 1970[41]–, o con una idiosincrasia propia de la localidad. Asimismo, vale considerar los lugares de residencia de nuestros entrevistados, ya que ellos no provienen de un mismo barrio, sino de distintos puntos de la ciudad que además eran próximos a la zona céntrica. Lo cierto es que no encontramos aquí indicios de los procesos de clara separación entre los ámbitos frecuentados por los hijos de las clases medias y los hijos de familias trabajadoras, que algunos investigadores han encontrado para otros casos, sobre todo europeos.[42] La mayoría de nuestros entrevistados también participaba de la sociabilidad escolar de Tandil. Como ya hemos mencionado, Carlos, Luis y Piero completaron sus estudios secundarios en la Escuela Técnica y formaron parte activa de los festejos por el día del IAHMM Revista de Historia Bonaerense Año XXIII nº 45 (2016)

estudiante,[43] las Olimpiadas Estudiantiles[44] y la Farándula.[45] Consideramos que esto resulta significativo para entender los puntos de contacto entre los jóvenes trabajadores y los jóvenes de clases medias, ya que la escuela ha sido identificada como un espacio de suma importancia en la sociabilidad juvenil. El tiempo compartido en las aulas e inmediaciones de las escuelas, junto a similares rutinas y experiencias escolares contribuyó a generar vínculos y sentimientos de comunidad.[46] En el caso de Tandil, eventos puntuales como los que mencionamos (sobre todo la Farándula) reunían a los estudiantes secundarios de todos los establecimientos en espacios comunes y con objetivos compartidos. Por lo que hemos expuesto hasta aquí, el ámbito de sociabilidad que pudiera generarse a partir de la fábrica –por ejemplo compartir reuniones o lugares de entretenimiento con los compañeros de trabajo–, tenía poca relevancia en las elecciones de consumo o de uso del tiempo libre de los jóvenes trabajadores. Los espacios conformados en torno a la escuela, en cambio, provocaban mayor involucramiento. La familia o el club del barrio,[47] mientras tanto, eran ámbitos de suma relevancia en las experiencias de juventud de nuestros entrevistados. Con la primera se compartían asados, festejos de cumpleaños o salidas al cine. En la mayoría de los relatos que recogimos el tiempo pasado junto a la familia se ubica en un lugar muy preciado, algunos valoran la posibilidad de dialogar y ser escuchados por sus padres, como comenta Hugo “hace cincuenta años atrás te hablo, era muy abierto mi padre para eso, para conversar con ellos, el tema que fuera. (...), se conversaba de todo tema, la relación era buena”.[48] Otros se detienen en la posibilidad de compartir gustos y entretenimientos, como en el caso de Piero, “aprovechábamos e íbamos todos al Día Popular en el Cine Cervantes, o el Colonial; y mamá... llevábamos la comida y todo, íbamos al primer piso, viste que son como palcos, como si fuera un anfiteatro, mamá ahuecaba los panes, con coquito, y hacía albóndigas con tuco, y las metía adentro. Y papá con una de esas botellitas de medio litro de alcohol, mamá les ponía vino adentro. Entonces cuando ella salía del trabajo, de ahí de donde está Radio Tandil, la fábrica de tejido Sanllorenti, se venía hasta el cine, nosotros la esperábamos en la puerta del Cine Colonial, toda la familia, y entrábamos; eran tres películas viste...” [49] Más allá de las actividades concretas a las que se refieren los relatos, lo que aquí nos interesa especialmente es que en esas memorias hay pocos indicios de distanciamiento o conflictividad con los adultos de la familia. En su estudio sobre países europeos, Marwick[50] ha propuesto, sobre todo para el caso de los jóvenes trabajadores, que la contestación se hacía presente respecto a patrones o autoridades en general, en mayor grado que ante los padres. Los relatos que hemos recogido abonan a dicha hipótesis, aunque en ninguno de ellos hay una identificación directa o clara con una cultura juvenil contestataria sino una participación de baja intensidad en respuesta a las decisiones

tomadas por la dirigencia sindical. El fragmento que citamos nos conduce a otra cuestión, si bien los años sesenta han quedado signados por la expansión de la televisión, el cine aún ocupaba un lugar preponderante en las elecciones de entretenimiento de los tandilenses. Ello era así tanto para familias trabajadoras como para familias de clases medias, lo que ayuda a explicar la vitalidad de las cuatro salas de cine del centro, además de las proyecciones en las pequeñas salas de los clubes de barrio –como Excursionistas y San Pacífico–. También era parte importante de la sociabilidad juvenil, sobre todo durante los primeros años de juventud. “nos íbamos con el grupito de amigos, nos íbamos solos. En esa época en Tandil había muchos cines, había cuatro cines. Cuatro cines los cual daban distintos tipos de películas. Cada cine tenía su perfil: había uno con todas películas nacionales, había otro con todo western. Generalmente era así, Cine Avenida convocaba todos los estrenos, estrenos que en Buenos Aires ya se había dado hace dos meses. Hasta cinco cines llegó a haber.” [51] Resumiendo, los jóvenes que forman parte de nuestro estudio se insertaban en tramas de sociabilidad relacionadas con distintos ámbitos: la escuela, los amigos del barrio o del club y la familia. La música también fue un movilizador importante, para algunos primaba el gusto por los géneros más populares, mientras otros preferían la música beat que cobraba relevancia en los setenta. De una u otra manera el corolario es el mismo, las elecciones y las preferencias los acercaban más a las personas de su misma edad, que a las personas con las que compartían la rutina y el espacio de trabajo. Consideraciones finales En este artículo nos propusimos ofrecer un primer acercamiento al estudio de las posibles relaciones entre experiencias de juventud y experiencias de clase. Al respecto encontramos que los jóvenes trabajadores de Metalúrgica Tandil conformaron sus experiencias en torno a ámbitos de sociabilidad y consumo específicamente

Bibliografía

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juveniles. Se insertaban entonces, en tramas compartidas con personas de su misma edad, pertenecientes a las clases trabajadoras y medias de la localidad. El mercado de consumo se presenta para nosotros como un factor que contribuyó a este proceso, poniendo en circulación productos destinados a jóvenes con diversos intereses, ofreciendo opciones relativamente accesibles. En referencia a ello cobra relevancia el hecho de que los sueldos pagados por la empresa metalúrgica que aquí estudiamos permitieron a sus empleados disponer de dinero suficiente para gastar en sus preferencias. Mientras tanto, la sociabilidad propia del mundo del trabajo quedaba para ellos limitada al espacio y al horario de la fábrica, allí las rutinas y tareas laborales eran el eje en torno al cual se articulaban las relaciones entre jóvenes y adultos. Los relatos que recogimos para este texto nos permiten afirmar que la escuela, los amigos, el club y la familia fueron ámbitos fundamentales en las experiencias de juventud de estos trabajadores, mientras la fábrica representaba concretamente el ámbito de trabajo. A partir de la información que relevamos, nos acercamos a las propuestas que postulan la configuración de una cultura juvenil de masas durante los años sesenta, mientras nos distanciamos de los puntos de vista que sugieren distinciones profundas entre los jóvenes de familias trabajadoras y los jóvenes de clases medias. Probablemente, nuestras consideraciones se relacionan con las características de una ciudad relativamente pequeña; es posible esperar que en ciudades más grandes, con sociedades más complejas, las distinciones espaciales y sociales resultaran más profundas. Quedan fuera de este estudio las jóvenes trabajadoras; como hemos señalado, las mujeres estaban ausentes del personal de Metalúrgica Tandil durante el período que estudiamos. Esta circunstancia se revirtió en muy pocas ocasiones, generando situaciones de conflictividad entre los trabajadores, que por su intensidad y su infrecuencia quedaron bien guardadas en el anecdotario de algunos de nuestros entrevistados.

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Notas

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[1] El recorte temporal que proponemos trasciende los límites precisos de una década. Nuestro objetivo es abordar una época caracterizada por profundas transformaciones en las pautas tradicionales de comportamiento, que se extendieron a nivel global. [2] Ver MANZANO Valeria “Juventud y modernización sociocultural en la Argentina en la década del sesenta”, en Desarrollo Económico, Vol. 50, nº 199, octubre-diciembre de 2010, pp. 363-390; MARWICK Arthur “Youth culture and the cultural revolution of the long sixties” en SCHILDT Axel y SIEGFRIED Detlef (eds.) Between Marx and Coca-Cola: youth cultures in changing European societies, 19601980, NewYork, Berghahn Books, 2006; PROST Antoine “Jeunesse et societé dans la France de l’entre-deuxguerres”, en Vingtieme Siecle, Revue d’histoire, Vol. 13, nº 13, 1987, pp. 35-44. [3] Ver CATARUZZA Alejandro “El mundo por hacer. Una propuesta para el análisis de la cultura juvenil en la Argentina de los años setenta”, en Entrepasados, Nº 13, Rosario, 1997, pp. 103-114; HOBSBAWM Eric Historia del siglo XX, Barcelona, Crítica, 2007; MANZANO Valeria op. cit. [4] Ver PUJOL Sergio La década rebelde. Los años sesenta en la Argentina, Bs. As., Emecé, 2002. [5] CATARUZZA Alejandro op. cit., p. 104 [6] Ver THOMPSON Edward P. “Prefacio” en La formación de la clase obrera en Inglaterra, Barcelona, Crítica, 1989. [7] COSSE Isabella Mafalda: historia social y política, Buenos Aires, FCE, 2014, p. 20 [8] Ver LOBATO Mirta y SURIANO Juan La protesta social en la Argentina, Buenos Aires, FCE, 2003. [9] Ver EL HAGE Elías y PASOLINI Ricardo Tandil en la Argentina del Bicentenario. Vida cotidiana y sociedad 1823-2010, Municipio de Tandil, Usina Popular y Municipal de Tandil, Cámara Empresaria de Tandil, 2010. [10] Ver GALLO Paola De cómo se construye la autoridad. Representaciones, prácticas y discursos en escuelas primarias de Tandil (1946-1983),Tesis Doctoral, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, Tandil, febrero de 2008. [11] METALÚRGICA TANDIL S.A.I.C. Memorias y balances generales, 13º Ejercicio, cerrado el 31/05/1968. [12] GALLO Paola op. cit., p. 214. [13] Carlos ingresó a Metalúrgica Tandil a la edad de 15 años, en 1968, con el objetivo de aportar al sostén de la familia, compuesta por su madre viuda y por él. Durante los primeros años se desempeñó como aprendiz, trabajaba seis horas y asistía a la Escuela Técnica durante la noche. Con un permiso especial, comenzó a trabajar la jornada completa a partir de los 17 años. [14] Entrevista a Carlos, 60 años, realizada por al autora 03/10/2013 en Tandil. [15] En las últimas décadas, el personal femenino se mantuvo con continuidad en las funciones administrativas de la empresa. [16] Piero nació en Junio de 1946 e ingresó a la sección aluminio de Metalúrgica Tandil en mayo de 1965. Inicialmente se desempeñó en el control de piezas, luego de unos pocos años pasó al cargo de supervisor. Previamente a ingresar a la fábrica tuvo pequeños trabajos en dos talleres mecánicos de la localidad y se recibió de tornero mecánico en la Escuela Fábrica nº 17. Llegados de Italia luego de la Segunda Guerra Mundial, la familia estaba compuesta por su padre (empleado en distintos

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rubros, entre ellos la pintura y la peluquería), su madre (empleada en una fábrica de tejido) y una hermana. Junto a su padre tuvo una participación muy activa en el ambiente musical de Tandil, lo cual durante algunos años le proveyó ingresos que sumaba al salario de Metalúrgica. En el año 1969 contrajo matrimonio e inició su propio hogar. [17] Entrevista a Piero, 68 años, realizada por la autora el 10/06/2014 en Tandil [18] Entrevista a Luis, 63 años, realizada por la autora el 03/10/2013 en Tandil. Luis ingresó a Metalúrgica en 1974, con 24 años de edad, se ocupó en la sección de mantenimiento y luego pasó a la de moldeo. Con su salario aportaba al sostén de la familia, compuesta entonces por su padre y su madre. Previamente a su empleo en la fábrica tuvo distintos trabajos, por ejemplo fue canillita mientras cursó los estudios secundarios (en la Escuela Técnica, a partir de 1963), y luego se ocupó en distintos talleres de la ciudad. En el año 1969 se trasladó a la ciudad de La Plata para cursar la carrera de Ingeniería, sin embargo las dificultades económicas le impidieron llevar a término ese proyecto y debió regresar a Tandil. [19] Durante los años sesenta la juventud fue objeto frecuente del debate público, conducido de forma preponderante por los adultos; sin embargo, si analizamos cómo era esa juventud sobre la cual se opinaba tan apasionadamente, podemos advertir que se trataba sobre todo de jóvenes de clase media, cuyas vidas tenían como eje la escuela secundaria o la universidad. En este marco, la visibilidad de los jóvenes trabajadores era menor, pero no por ello nos resulta menos valioso su análisis. [20] El Eco de Tandil , 06/09/1965, p. 8 (Tandil) [21] Ver AGOSTINI M. Belén “Un acercamiento a experiencias de juventud situadas en la ciudad de Tandil (Provincia de Buenos Aires) durante los sesenta” en X Reunión de Antropología del Mercosur, Universidad Nacional de Córdoba, Julio de 2013 y “Cultura juvenil en una ciudad intermedia. Las miradas de los periódicos Nueva Era y El Eco de Tandil entre fines de los cincuenta y principios de los sesenta”, en FRANCO Marina (et. al.) Actas de las VI Jornadas de Trabajo sobre Historia Reciente, Santa Fe, Ediciones UNL, 2013.; MANZANO Valeria op. cit. [22] Nueva Era, 12/02/1971, p. 4 (Tandil) [23] El Eco de Tandil, 20 de agosto de 1965, p. 8 [24] De acuerdo a estadísticas del Ministerio de Educación de la Nación, en 1951 la escuela media argentina contaba con 517.387 alumnos (Ministerio de Educación de la Nación, La enseñanza en la República Agentina. Datos estadísticos [al 30 de junio de 1951], Buenos Aires, 1952. Se trata se cifras provisionales), en 1963 se registraron 686.711 alumnos matriculados, distribuidos en 3.254 establecimientos –de carácter tanto público como privado-; para 1972 el número de alumnos ascendía a 1.058.945, y el de establecimientos a 4.349 (Ministerio de Educación de la Nación, Departamento de Estadística. Estadística. EstablecimientosAlumnos- Docentes años 1963-1972 por Dependencia y Repartición, Buenos Aires, 1973). [25] MANZANO Valeria op. cit. [26] La ciudad de contaba, hacia mediados de los sesenta, con 11 establecimientos de enseñanza secundaria, se trataba de: Escuela Normal Mixta, Escuela de Comercio, Escuela Nacional (incorporada en Comercio), Escuela Nacional de Lechería “Ramón Santamarina”, Escuela Técnica Felipe Senillosa, Escuela Profesional nº1, nº 2 y nº 3, de gestión pública y Colegio San José, Colegio Sagrada Familia e Instituto Martín Rodríguez, de gestión

privada. Nueva Era, 09/03/1968. [27] El Eco de Tandil, op. cit. [28] METALÚRGICA TANDIL S.A.I.C. Memorias y balances generales, 13º Ejercicio, cerrado el 31/05/1968. [29] LOBATO Mirta y SURIANO Juan op. cit. [30] Entrevista a Luis. [31] PUJOL Sergio op. cit. [32] SIGAL Silvia Intelectuales y poder en la década del sesenta, Buenos Aires, Puntosur, 1991. [33] PUJOL Sergio op. cit., p. 246. [34] Idem. [35] MANZANO Valeria op. cit. [36] La nueva ola musical fue un fenómeno comercial, creación de las discográficas norteamericanas CBS y RCA, que además de discos y presentaciones se caracterizó por la fuerte presencia televisiva de los jóvenes que adquirieron la figura de ídolos del público juvenil. Sus principales exponentes fueron Palito Ortega y Violeta Rivas. Sobre los desórdenes ocasionados en Tandil durante la visita de estas figuras ver Agostini, 2013 a y b. [37] Nueva Era, 15/12/1968 p. 7 [38] Ver AGOSTINI M. Belén op. cit. [39] Encuentros con música y baile en casas de familia, por lo general los chicos aportaban la bebida y las chicas la comida. En los relatos que recogimos se reitera la nula o escasa presencia del alcohol en las salidas. En el caso de los bailes y los asaltos se refiere la presencia de los adultos, ya sea en el mismo espacio que los jóvenes –bailes- o en otras habitaciones de la casa –asaltos-. En las confiterías había menor presencia de adultos. [40] Entrevistas de Luis, op. cit. y de Hugo, 63 años, realizada por la autora el 01/11/2013 en Tandil. Hugo ingresó a Metalúrgica Tandil a los 18 años, en 1968, gracias al contacto establecido por un primo que ya trabajaba en la empresa. Su objetivo era obtener un trabajo con mayor estabilidad y mejor salario respecto a los empleos que había tenido en el rubro de comercio de la localidad. No cursó estudios secundarios. Su familia estaba compuesta por su padre (obrero en una fábrica de aceite), su madre y un hermano. [41] Ver GALLO Paola op. cit. [42] Ver GILLIS John Youth and history: tradition and change in European age relations, 1770-Present, New York, Academic Press, 1974 y PROST Antoine op. cit. [43] Celebrando el 21 se septiembre se realizaban pic-nics en distintos parques de la ciudad y paseos grupales en el centro, muchas veces acompañados de bailes espontáneos [44] De acuerdo con el relato de Luis “era importante a nivel social la Olimpiada, los pocos estadios que tiene Tandil se llenaban. Se hacía atletismo, fútbol, básquet, participaban todas las escuelas, las nacionales... estaban Normal, San José, Técnica, Martín Rodríguez, era un gran evento. A parte, nos respaldaban también los directivos de las escuelas, nos formaban los equipos... [45] Desfile de carrozas en el centro de la ciudad [46] MANZANO Valeria op. cit. [47] En el club se encontraba la barra de amigos para seguir al equipo de futbol, aunque cuando no se podía ir a la cancha, la casa de familia era una opción viable para reunirse y seguir el partido por la radio. [48] Entrevista a Hugo. [49] Entrevista a Piero. [50] MARWICK Arthur op. cit. [51] Entrevista a Hugo.

ALEJANDRO VALSUANI (1934-2016)

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Alejandro Valsuani nació el 4 de diciembre de 1934 y pertenecía a una de las familias más antiguas de Morón. Descendía por línea materna del capitán Marcos de Alarcón, uno de los fundadores del pueblo, ya que asentado en la zona desde 1754, a su muerte donó los terrenos para que se levantara la capilla original de Nuestra Señora del Buen Viaje y el terreno de la plaza principal. Sus dos pasiones fueron el deporte y la historia. El 12 de abril de 1960 su salto en paracaídas desde 8150 metros de altura lo llevó a obtener el récord sudamericano de caída libre. Como promotor del deporte moronense fundó el Círculo de Deportistas del Partido de Morón en 1985 con la idea de organizar competencias y recordar la historia del deporte en Morón, homenajeando a destacados deportistas locales. Fue, por ejemplo, iniciativa de don Valsuani, que el Polideportivo Municipal lleve el nombre de Gorki Grana. Además impulsó la Comisión Morón Capital del Deporte, ya que la ciudad ha sido cuna del automovilismo y el polo.

Su otra gran pasión fue la historia de Morón. Los que formamos parte del Instituto y Archivo Histórico hemos sido testigos a través de los años de sus inquietudes y relatos de historias familiares, como dijo el Dr. Carlos Birocco “Don Alejandro nos regaló imágenes mágicas, poderosas, que ilustraron momentos ya conocidos (o no tanto) de nuestro pasado local”. Estos testimonios fueron corroborados por la documentación preservada en el Archivo General de la Nación y contribuyeron a reconstruir los orígenes del pueblo de Morón, desterrando viejos mitos. Durante muchos años, Alejandro Valsuani fue un gran colaborador del Instituto y Archivo Histórico expresando un profundo reconocimiento por nuestro trabajo, que difundió con entusiasmo. Lo recordaremos con el cariño y la consideración que él mismo supo demostrarnos siempre. Falleció el 21 de enero de 2016.

Alejandro Valsuani (1934-2016)


“En el oeste está el agite” Una historia del rock y los jóvenes rockeros del oeste

El libro recorrerá el desarrollo del rock en el oeste e intentará dar cuenta de una identidad contracultural rockera radicada en la región, buscando relaciones y fundamentos para la interpretación de este patrimonio cultural en las características socioeconómicas y las transformaciones de la zona, en los vínculos entre artistas y los cambios generacionales. Se basará en el análisis de melodías, ritmos, letras y una serie de entrevistas inéditas realizadas tanto a los músicos como a sus seguidores. El primer conjunto de rock en el oeste apareció en los años sesenta y se llamó Arco Iris. Esta banda, que nació en Hurlingham, protagonizó los primeros años del rock nacional logrando evolucionar de una

banda beatle a representantes del hippismo y fue la primera en experimentar fusiones de rock y folklore. En los años setenta El Reloj comenzó a brillar en San Justo como una de las primeras bandas de hard rock en camino al heavy metal; precursores en su estilo, convivieron con la última dictadura militar. En los años ochenta se formó Sumo en Hurlingham; su líder Luca Prodan es hoy una leyenda para la cultura rock, la banda marcó una ruptura y una renovación con el ska, el reggae, el pospunk y el hard core, que influenció a muchas de las bandas posteriores. En los noventa el oeste fue la cuna de Divididos, Las Pelotas y Los Piojos en Ciudad Jardín y Hurlingham; Los Caballeros de la Quema en Castelar, y más tarde llegarían Árbol en

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Mariela Florencia Rametta

Profesora en Historia, Universidad de Morón Instituto y Archivo Histórico Municipal de Morón

Próximamente el Municipio de Morón editará el libro “En el oeste está el agite. Una historia del rock y los jóvenes rockeros del oeste”, fruto de una investigación realizada por la Profesora Mariela Rametta, miembro del Instituto y Archivo Histórico Municipal. Centrada en la historia de la producción musical de rock en la región oeste del conurbano, la publicación pretende interpretar la abigarrada producción de este género que, nacido en las ciudades de Hurlingham, Ciudad Jardín, El Palomar, San Justo, Ramos Mejía, Morón, Haedo y Castelar, ha logrado trascender nuestras fronteras. La influencia del rock and roll norteamericano e inglés llegó prontamente a la Argentina, donde los jóvenes buscaron expresarse creando su propia música -contestataria y mutable- que se extiende hasta hoy. Diversas corrientes han estudiado el rock como un fenómeno cultural y también político. Este trabajo seguirá los planteos que abordan el rock como un universo simbólico en el que los sujetos construyen sus identidades. Se considera que este género supera lo estrictamente musical y se transforma en eje de la subcultura rock, una de las expresiones contraculturales más fuertes por su gran cantidad de cultores desde los años sesenta. De esta forma, la historia del rock es uno de los caminos plausibles para recorrer la historia reciente de la juventud.

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Haedo y Ella es tan Cargosa en Castelar e Ituzaingó. La historia de estas bandas conforma la trama fáctica del rock local. Sin embargo, la contracultura del rock del oeste se integra, además, con los jóvenes seguidores del género así como las cientos de bandas regionales que no alcanzaron la trascendencia de las nombradas. La investigación permite indagar sobre estéticas, espacios rockeros, prácticas, debates e ideologías, identidades y relaciones establecidas con el poder político, junto a sus transformaciones a lo largo de cinco décadas. El lector podrá encontrarse con las características distintivas de un rock de alta calidad, pionero en subestilos y fusiones, contestario aún en etapas de masividad, que constituye un verdadero patrimonio cultural del oeste.

Mariela Florencia Rametta “En el oeste está el agite” Una historia del rock y los jóvenes rockeros del oeste


María Rosa Lojo y una historia que nos pertenece

Entrevista

Docente. Colaboradora de la Revista Nuestro Lugar, donde fue publicado este artículo en el ejemplar Nº 60 de noviembre de 2014

En agosto de 2014, la editorial SUDAMERICANA sacó a la venta la novela TODOS ÉRAMOS HIJOS de la escritora castelarense María Rosa Lojo. La historia relata los hechos que les tocó vivir a los jóvenes de su generación en el comienzo de la década del ‘70. Una historia colectiva con arraigo en Castelar, un grupo de alumnos del Colegio Sagrado Corazón y el Instituto Inmaculada preparando una obra de teatro de Arthur Miller, dirigidos por un sacerdote y una profesora de literatura. Y Frik, la protagonista, inmersa en esa realidad, observando, reflexionando e interactuando con ella...

En ‘Todos éramos hijos’ se narra la historia de un grupo de jóvenes en la primera mitad de la década del ‘70 que viven, en nuestra localidad, los acontecimientos de la vida nacional. El año en que transcurren los hechos es el ‘71, que es mi año de egreso del colegio. Fue una época muy turbulenta porque desde el ‘69, que es cuando estalla el Cordobazo, hasta el ‘76 son años en los que se suceden uno tras otro, a velocidad de vértigo, todo tipo de acontecimientos que cambian la Argentina: el secuestro de Aramburu y la presentación en sociedad de Montoneros. Esto tiene un impacto enorme en la sociedad. Se termina la dictadura de Onganía, pasa al gobierno de Levingston. Lanusse promueve el gran Acuerdo Nacional para llegar a unas elecciones que no proscriban al peronismo. Gana el peronismo pero, al principio, solo puede gobernar Cámpora. Con la vuelta de Perón, la masacre de Ezeiza, ya se ven de una manera trágica las divergencias que hay en el peronismo. Muere Perón y el país queda prácticamente en manos de Lopez Rega y de Isabel. Y ahí, los que fueron militantes jóvenes de la Tendencia Revolucionaria se enfrentan con López Rega... Bueno, y todo esto ya lo sabemos, se precipita el golpe... La enumeración es, simplemente, para mostrar la densidad histórica de ese momento porque no hay respiro, es una cosa tras otra y todo moviliza y todo cambia la sociedad.

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La novela muestra la intensa participación de los jóvenes. Era un tiempo en el que todo el mundo debatía pero, quizás, no está tan explorado en la literatura este lugar de los grupos militantes que venían de lo religioso. Sí, se empieza a vivir la militancia a partir de un Cristianismo renovado desde el Concilio Vaticano II. Confluye esa idea del Cristianismo como opción por los pobres con un movimiento político que promete liberar a los pobres. IAHMM Revista de Historia Bonaerense Año XXIII nº 45 (2016)

Y dos escuelas católicas que asumieron, de alguna manera, esa posición... Simpatizaron con esa tendencia donde circulaban religiosos, seminaristas o sacerdotes que adherían al Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo y que optan, como se dice en la novela, por abandonar un poco la protección de la Escuela y se van a vivir a casas en barrios más humildes. En el caso del Sagrado Corazón, esto ocurrió así, sobre todo las monjas más jóvenes, no ya las muy ancianas. También los seminaristas y los curas jesuitas que iban a la escuela lo hacen. Así que todo eso configura una realidad nueva para los alumnos y sobre todo para los padres, que no estaban acostumbrados a ver una Iglesia así. Hay ahí, también, una cuestión entre generaciones, ¿no? que se rompe un poco con lo que era el Sagrado Corazón o lo que era esta sociedad de Castelar. Con lo que era la Iglesia Católica. O sea, no es que la Iglesia no se preocupara de los pobres pero, bueno, no tenía en mente ninguna revolución para solucionar la pobreza. No hablo de revolución armada sino de cambio, de búsqueda, a través de estructuras o acciones pacíficas pero de búsqueda comprometida y persistente para eliminar la pobreza. Eso no estaba en la mentalidad de la Iglesia antes. Lo que estaba en la mentalidad era que había que “ayudar” a los pobres pero no que había que luchar decididamente para que no hubiera más pobres. Eso lo agrega, lo anuncia la Iglesia a partir del Concilio Vaticano II, los documentos de Medellín, los sacerdotes y monjas que deciden que ellos no van a tener una vida privilegiada mientras haya gente que está en condiciones tan deplorables. Predicaban para concientizar a la gente de que tenía que tomar acciones personales y políticas, no necesariamente acciones armadas, pero sí acciones para que dejaran de existir esas divisiones, esas injusticias tan grandes en la sociedad. Laura Delgado María Rosa Lojo y una historia que nos pertenece

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En ese sentido, es muy interesante el debate que se da entre el Padre Aguirre y el padre de Esteban Milovich en la novela, sobre el Evangelio y qué Iglesia se promueve.

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El padre de Esteban Milovich no está visto tanto como un personaje católico sino como un personaje culto pero realista, de una manera un tanto cínica. Él da por sentado que la condición humana no da para mucho, que siempre va a haber divisiones sociales injustas, que a lo sumo se pueden paliar pero que, bueno, que no sueñen en revoluciones que no van a ser posibles. Que una cosa es el Evangelio y otra, la Iglesia, una Institución terrenal, política, que no se va a jugar por esa opción, y que están llevando a los chicos al matadero. Él es realista en el sentido de que mide bien la desproporción entre la militancia juvenil y las fuerzas a las que se enfrentan. Sin duda, tiene razón en este sentido. Ahora, eso también lo dice el padre republicano e izquierdista de Frik (el personaje desde cuya perspectiva se cuenta la historia) pero lo dicen desde lugares diferentes. El padre de Frik dice: “La utopía no hay que abandonarla, hay que tender hacia lo mejor pero no en estas condiciones. Esto va a ser inútil, van a quedar en el camino y van a perder las vidas para nada. Sigan luchando para tener una democracia en la que ustedes puedan ser elegidos.” Mientras que el padre de Milovich lo dice un poco desde la comodidad de su posición de señor profesional, exitoso, con medios de fortuna que dice: “Este es el orden del mundo. No hagamos el mal, en lo posible, pero tampoco cambiemos nada.” El personaje de Frik no se involucra directamente en ninguno de los grupos de militancia pero sí hace, a lo largo de toda la obra, una reflexión crítica permanente sobre todos los grupos sociales, también sobre los excesos de los distintos grupos. Sí, es un personaje que no cree en la violencia armada, que no tiene ni la estructura mental ni la disposición de personalidad como para asumir esa opción Pero sí cree en la necesidad del cambio... Sí, porque es un personaje sensible a la desigualdad, a la injusticia, a la marginación. Tanto la que provoca la

pobreza como la que provocan las cuestiones de género, la homosexualidad de su amigo y del profesor de la facultad al que los propios revolucionarios terminan echando por maricón, no solamente por gorila, ¿no? Esas cosas sí, la sublevan mucho. Y después, bueno, la pelea permanente con las imágenes de Dios. Y la respuesta que terminan dándose ella y Daniel. Hay un paralelismo de sentido entre la historia propiamente dicha y la obra de teatro de Arthur Miller, “Todos eran mis hijos” que los alumnos de ambos colegios ensayan dirigidos por el sacerdote y la profesora de literatura. El nexo fundamental está en la responsabilidad que todos tenemos ante la comunidad. Joe Keller es un personaje tan conmovedor y peligroso porque no es un hombre malo, representa al ciudadano medio exitoso y, por eso, perturba tanto, porque podía ser cualquiera, en definitiva. Él no era un asesino ni un perverso. Sin embargo, llegado el momento, antepone su empresa, su ganancia, su seguridad al riesgo en que puede poner a otros y al desastre que puede llegar a provocar en las propias fuerzas de su país. Después, el teatro tiene todo un sentido simbólico en la novela... Un poco, la vida está pensada como un gran teatro en el que vamos escribiendo una obra improvisada, no tenemos el libreto ni la posibilidad de volver atrás con lo que hacemos. El teatro se ensaya, la vida no. Y todos elegimos y representamos, de alguna forma, papeles. Además, el teatro es, en la parte del final de la novela, la dimensión de proyección imaginaria en la que los desgarramientos y las heridas que ocurrieron, de alguna forma, se pueden “reparar”, en esa dimensión de reflexión y de imaginación, cuando los vivos se reencuentran con los muertos. ¿Cree que en la sociedad de Castelar hay gente que se va a ver reflejada en esta historia? Sí, no me cabe duda, todos los que vivimos en esa época. Varias personas me han dicho que el libro les trajo muchas evocaciones de cómo fueron esos años, los valores que se manejaban, las rupturas, todo lo que vivimos. Fue algo compartido. No es que los personajes estén calcados de personas reales pero sí, creo que el libro es muy fiel al contexto de aquellos años.

Resúmenes Abstracts

Villa Gesell, paraíso de la juventud Reflexiones y nostalgias de los ’60 y ’70 Mónica García RESÚMEN Las décadas de 1960 y 1970 trajeron profundos cambios en el mundo occidental. La revolución sexual con la píldora, la guerra de Vietnam, los Beatles, el nacimiento del movimiento hippie, las guerrillas y la Revolución cubana, la muerte del “Che” Guevara, el Mayo francés, Woodstock, la llegada del hombre a la Luna; la dictadura de Onganía en la Argentina, el Cordobazo, el golpe cívico militar de 1976... Mientras todo esto pasaba, Villa Gesell se transformó en la meca de las vacaciones para miles de jóvenes argentinos, que encontraron aquí la posibilidad de crear, de vivir en contacto con la naturaleza, en libertad y sin formalidades. Palabras clave: juventud – libertad - rock argentino - boliches.

SUMMARY The 1960s and 1970s brought profound changes in the Western world. The sexual revolution with the pill, the Vietnam War , the Beatles, the birth of the hippie movement , the guerrillas and the Cuban Revolution , the death of “Che” Guevara, the French May , Woodstock, the first man on the moon; Onganía dictatorship in Argentina , the Cordobazo , military civic coup of 1976 ... While all this was happening , Villa Gesell became the mecca of holiday for thousands of young Argentines , they found here the possibility of creating , living in contact with nature , in freedom and without formalities. Keywords: youth – freedom - Argentine rock - discos.

Morón. La convocatoria a los jóvenes que fueron a Malvinas Graciela Saez

Notas

María Rosa Lojo es Doctora en Letras por la UBA, Investigadora Principal del CONICET y reconocida Escritora de poesía, cuento y novela. Ha recibido numerosos premios por sus publicaciones, las cuales fueron traducidas a distintos idiomas. Sus obras de ficción han

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sido objeto de estudio en más de un centenar de trabajos académicos en nuestro país y en el extranjero. Libros de cuentos: Historias ocultas en la Recoleta, Amores insólitos y Cuerpos resplandecientes.

Algunas de sus novelas: La princesa federal, Una mujer de fin de siglo, Finisterre. Canción perdida en Buenos Aires al Oeste y Árbol de familia son las que tienen más relación con sus vivencias en Castelar.

RESÚMEN El Servicio Militar Obligatorio se instaló en el imaginario social como una especie de ritual de iniciación en el que los jóvenes,

se preparaban para integrarse a la vida de la comunidad, comprometiéndose con los valores militares. A su vez, la conscripción se convertía en un espacio en el que la arbitrariedad, el maltrato y el abuso de poder eran corrientes. Cuando la dictadura cívico militar argentina le declaró la guerra a Gran Bretaña, el 2 de abril de 1982, comenzaría para los jóvenes conscriptos una etapa trágica, hasta entonces insospechada. Hemos centrado nuestro trabajo en el momento de la convocatoria e instrucción a aquellos jóvenes, en base a veinte entrevistas realizadas a los integrantes del Centro de Veteranos de Malvinas de Morón. Los relatos reflejan sus vivencias y reflexiones a más de treinta años del conflicto, luego de haber padecido la experiencia de la guerra y sus terribles secuelas. Palabras Clave: Juventud – Servicio Militar – Malvinas – Morón

SUMMARY The conscription was installed in the social imaginary like a kind of initiation ritual, that prepared them to integrate into the life of the community, committing with the military values. At the same time, conscription became a space where arbitrariness, mistreatment and abuse were rife. When the civil-military dictatorship declared war on Great Britain, on april 2 of 1982, a tragic stage, to then unsuspected, begun for the young conscripts. We’ve focused our work on the stage of draft and instruction of the young conscripts, based on twenty interviews realized to members of the “Centro de Veteranos de Malvinas de Morón”. After more than thirty years of the conflict, their stories reflect their experiences and reflections, having suffered the experience of war and its terrible consequences. Keywords: Youth - Conscription – Malvinas - Moron

Juventudes rurales y corporaciones en el agro pampeano: un vínculo que desafía a los cambios (1930-2010) Talía Violeta Gutiérrez RESÚMEN El presente artículo se propone analizar el surgimiento y trayectoria de los sectores juveniles vinculados a las corporaciones que representaron los intereses agrarios en la región pampeana argentina entre 1930 y 2010, centrándonos particularmente en las juventudes de la Federación Agraria, la

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Asociación de Cooperativas y la Sociedad Rural (argentinas). Destacaremos que su carácter no es autónomo, sino dependiente de las entidades madres preexistentes, gremiales o cooperativas. A la vez participan de sus mismos intereses y reivindicaciones y contribuyen a formar futuros liderazgos en las entidades o en la comunidad, en un contexto de cambios demográficos y económicos significativos. Palabras clave: juventudes rurales- corporaciones - región

ABSTRACT In this paper we propose a critical literary analysis of the writing of César González (Camilo Blajaquis), a young poet resident of the Carlos Gardel district, located in Morón, province of Buenos Aires. We intend to show how his artistic production -mainly poems published on his facebook and on his personal blog can be understood from the forms of youth participation and organization which are being developed in the Latin American context in recent years, characterized by a strong politicization.

pampeana Keywords: youth – politicization - Camilo Blajaquis.

ABSTRACT This article analyzes the emergence and trajectory of youth sectors linked to corporations that represent agricultural interests in the Argentina Pampas region between 1930 and 2010, focusing particularly on the youth of the Federación Agraria, the Asociación de Cooperativas and Sociedad Rural (argentinas). Its reliance on pre-existing institutions –guild or cooperatives- it is highlighted, Also they defend the same interest and demands and help to develop future leaders in institutions or in the community, all in a context of significant demographic and economic changes.

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Keywords: Rural Youths – corporations - Argentina Pampas region

Dicen que no sirve la esperanza porque ellos ya compraron el futuro Un acercamiento a las formas de politización juveniles desde la escritura de César González (Camilo Blajaquis) Laura Codaro Mariana Paganini RESÚMEN En este trabajo nos proponemos hacer un análisis críticoliterario de la escritura de César González (Camilo Blajaquis), un joven poeta habitante del barrio Carlos Gardel, ubicado en el partido de Morón, Provincia de Buenos Aires. Pretendemos mostrar cómo su producción artística -fundamentalmente los poemas publicados en su facebook y en su blog personal- puede entenderse a partir de las formas de participación y organización juveniles que se vienen desarrollando en el contexto latinoamericano en los últimos años, caracterizadas por una fuerte politización.

Jóvenes trabajadores, relatos de juventud en la ciudad de Tandil durante los años sesenta. Belén Agostini RESÚMEN En este trabajo abordamos el proceso de visibilización de las juventudes durante los años sesenta preguntándonos por las vinculaciones entre experiencias de juventud y experiencias de clase. Nos ocupamos de los jóvenes hijos de familias trabajadoras de la ciudad de Tandil (Provincia de Buenos Aires), enfocándonos en trayectorias de inserción temprana en el mercado laboral –específicamente en la industria metalmecánica-. Entendemos que al estudiar una localidad del interior bonaerense, distante de los principales centros de producción cultural (como la ciudad de Buenos Aires, ampliamente estudiada), podremos obtener una mejor comprensión de las experiencias de juventud en la diversidad de nuestro territorio. Palabras clave: juventudes – trabajadores – años sesenta

ABSTRACT This work addresses the process through which youth became visible during the sixties, asking about the relation between youth experience and class experience. We study young men, sons of worker families from Tandil (Buenos Aires province), focusing in trajectories of early insertion in the labor market –specifically the metal industry-. We think that by studying a town from the heartland of the province, distant from the main centers of cultural production (such as Buenos Aires city, widely studied), we can achieve a better comprehension of the youth experiences in the diversity of our territory. Key words: youth – workers – sixties

Palabras clave: juventudes – politización - Camilo Blajaquis.

IAHMM Revista de Historia Bonaerense Año XXIII nº 45 (2016)


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