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La fe, ¿un acto privado?

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Muchas veces, la fe es puesta en tela de juicio cuando se habla abiertamente de ella. Por eso, el 56 % de los cristianos prefieren mantener su fe en privado, pues así son menos atacados y pueden llevar una “doble vida”, alejándose también de la misma Iglesia.

En nuestra cultura cada vez más individualizada, la privacidad se está convirtiendo en el hábitat natural para la formación de la fe. De hecho, el 56 % de los cristianos sienten que su vida espiritual es completamente privada, tal y como evidenció Growing Together, un informe de Barna que explora cómo los cristianos de EE.UU. ven su vida espiritual. “Incluso antes del COVID-19, las personas expresaron sentirse distantes de los demás, y los cristianos no están exentos. Parte de esto puede atribuirse razonablemente a los ritmos de nuestra sociedad digital. Nos hemos acostumbrado a experimentar hiperconexión y desconexión al mismo tiempo”, se lee en el informe.

Como expresar la fe públicamente sigue siendo fuertemente criticado por la sociedad, muchos creyentes prefieren mantenerla en privado, aun en el mundo digital, donde la privacidad termina por convertirse en un privilegio. Adicionalmente, el informe de Barna indica que los Boomers (personas nacidas entre 1946 y 1964), son la generación que más cree que su vida espiritual es completamente privada (63 %). Mientras tanto, el 46 % de la Generación Z (los nacidos entre 1995 y 2000) creen que su vida espiritual es privada, y tienen más del doble de probabilidades que los Boomers de ser parte de una comunidad de discipulado. Estos datos sugieren que entre más privada sea la vida espiritual de una persona, menos hace parte de una comunidad dentro de la Iglesia.

El dualismo de la fe

“Existe cierto error teológico que varias Iglesias han cometido, que es pensar y expresar su propia fe de forma privada. Solo se trata de ayudar a la gente a lidiar con la culpa, la ansiedad y aconsejar a la gente, pero hemos renunciado a una comprensión más sólida de lo que significa la fe”, comentó el teólogo estadounidense, Ryan Messmore de la Universidad Campion, en una entrevista por el Centre for Public Christianity. “Nace un dualismo. Nos dicen que existe un ámbito público y uno privado. El ámbito público es del gobierno, la economía, la ciencia, las cosas más duras, de una esfera objetiva donde solo los hechos son debatidos. El ámbito privado es de las creencias, opiniones, mitos, relatos y valores. Ese es el lugar de la Iglesia y de la familia.”, señaló Messmore.

La esfera de lo público y lo privado a veces se entremezcla cuando, por ejemplo, un político cristiano debate sobre un tema social desde su fe. Esta opinión suele ser invalidada por las personas al ver que se introduce algo “privado” en lo público. “Entiendo a la gente que al escuchar diálogos religiosos en debates públicos siente que se ha cruzado la raya, que algo impropio ha entrado al ámbito público. Hay que ser capaces de hablar sobre fe en el discurso cívico”, comparte el teólogo Ryan Messmore.

De esta forma, vivir la fe en privado terminaría afectando la libertad religiosa de las personas. “La fe es un ámbito público, social y relacional, y está en peligro en la escena pública”, concluye Messmore.

La fe se vive en comunidad

El expositor y pastor español, Alex Sampedro, durante la conferencia “En defensa de la fe” organizado por Casa Sobre la Roca, explicó que “Las primeras generaciones cristianas tenían que enfrentarse a distintas ideas, ideologías, doctrinas y creencias, y tuvieron que ponerse de acuerdo para elegir las bases sólidas para hoy poder dar defensa de la fe, y plantear una fe coherente y lógica. En el libro de Hechos hasta hoy, las comunidades eran las iniciadoras de la proclamación. Son las que envían a los misioneros, las que comparten su fe a través de buenas obras, a través de la vida en comunidad. La vida cristiana no se comprende sin comunidad”.

Mantener una fe de forma íntima parece no ser suficiente, así lo comentó Alex Sampedro durante el evento. “La fe cristiana no es solo para ti. Hemos enfatizado mucho la fe personal con Dios, un devocional personal, pero cuidado, porque esto hace que las personas crean que solo con una relación personal con Dios puedo sostener mi fe. La historia de la iglesia nos ha demostrado que la comunidad no es negociable. El amor a Dios y al prójimo son inseparables. Juan 13:35 dice: En esto conocerán todos que sois mis discípulos. Pero ¿cómo? Si tenéis amor los unos por los otros. Juan habla de la comunidad. No creemos solamente de manera personal”, comenta Alex Sampedro.

Proclamar la fe

“La fe comienza en Jesús. El cristianismo es la respuesta al hecho histórico de la vida, la muerte y la resurrección de Jesús, nuestra reflexión en lo qué hizo Jesús desde hechos históricos, en eso se construye la fe cristiana, anclada en la historia”, reitera Sampedro durante la conferencia, donde explica que la fe fue extendida gracias a cientos de personas que levantaron su voz. Por eso, uno de los propósitos de la iglesia es compartir y proclamar nuestra fe.

Expresar públicamente la fe permite que más personas conozcan de Jesús y sean parte de la Iglesia. Este discipulado también proporciona amistades significativas, confronta la soledad, muestra el amor por el prójimo y permite un crecimiento en la vida social y espiritual. Así mismo, 1 Tesalonicenses 2:8 habla de la alegría que proporciona el compartir del evangelio. Así nosotros, por el cariño que les tenemos, nos deleitamos en compartir con ustedes no solo el evangelio de Dios, sino también nuestra vida. ¡Tanto llegamos a quererlos!

Gracias a la proclamación de los primeros cristianos hoy conocemos a Cristo. Proclamar es dar a conocer una información públicamente, es decir, expresar abiertamente que Jesús es nuestro Señor. Por eso, a la hora de recibir a Cristo recordamos Romanos 10:9 que, si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo. ¿Te atreves a decir en voz audible que Jesús es tu Señor? ¿Compartirás públicamente lo que Él ha hecho por ti?

No es suficiente mantener la fe de forma íntima, pues la vida cristiana no se comprende sin comunidad.

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