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El reto de los padres en tiempos de posverdad

En estos tiempos se nos presenta una de las batallas culturales más fuertes y sesgadas de las últimas décadas: el núcleo familiar. Los cambios sociales en la era de la posverdad, un mundo relativista y diversos movimientos por todo el mundo tienen un objetivo: la familia y el diseño original.

Hoy la sociedad de la posverdad intenta a toda costa borrar los conceptos básicos y los significados reales sobre familia, el rol de los padres y su importancia en la construcción de la misma. Por ejemplo, hace unos años se conocía Junio como un tiempo de celebración con papá. En la actualidad, los medios de comunicación, los programas y series de tv, programas educativos y demás, están buscando eliminar el concepto básico de la familia disfrazando de prejuicios o retrógrado todo aquello que es contrario. Aun así, los creyentes no podemos olvidar la importancia de la figura paterna en las familias, y ni permitir que esta exagerada publicidad desdibuje la importancia de la familia como pilar fundamental en la sociedad. En los medios y el marketing empresarial de esta época abunda la aparente empatía a la diversidad, atrayendo a consumidores incautos que por moda o desconocimiento apoyan estas nuevas “causas”. Y todo sucede ante la mirada pasiva de los creyentes, que en un afán por no parecer retrógrados se acomodan a este tipo de cambios culturales.

Este fenómeno ha llegado a tal punto que incluso acomodan las Escrituras para tolerar conductas contrarias a la verdad bíblica, como lo son los movimientos de teología queer que busca eliminar las etiquetas sociales y culturales del hombre y la mujer.

Estos movimientos que se autodenominan “cristianos” usan referencias como la oveja perdida de colores para insinuar que esta no estaba perdida, sino que simplemente no era bienvenida. La verdad es que Cristo nos llama a morir a nosotros mismos, a nuestros delitos, pecados y pasiones carnales para estar con él por la eternidad, pues todos somos pecadores y estamos destituidos de la gracia de Dios. Romanos 3:23. Esto quiere decir que, necesariamente cualquiera que se acerque al Señor debe ser transformado y abandonar su vieja forma de vivir.

No venimos a Cristo para que nos avale nuestros conceptos o para que apruebe nuestras conductas contrarias a las Escrituras, venimos al Señor porque por su amor, poder y voluntad nos guía a una vida completamente diferente a la que llevábamos antes de Cristo.

La vida sin Cristo es vacía, no tiene sentido ni dirección. Debemos recordar el amor, la fidelidad, y la misericordia de nuestro Padre Celestial con nosotros, sus hijos. En Él hemos encontrado la paciencia, el amor, la dedicación y toda la voluntad para rescatarnos de nuestras malas decisiones, cuidarnos de formas de vivir incorrectas y dar forma a nuestras vidas. Tal como su propio hijo Jesucristo nos enseñó a hacerlo con su testimonio, que es el mejor regalo que nos pudo dar. En las Escrituras encontramos muchos ejemplos de la importancia del padre, Dios mismo se presenta como un padre amoroso y protector de su pueblo. En La Biblia, los padres eran los responsables de la educación espiritual y moral de sus hijos, eran los responsables de guiar a los mas pequeños en el camino de la fe como lo dice Deuteronomio 6:6-7: Grábate en el corazón estas palabras que hoy te mando. Incúlcaselas continuamente a tus hijos. Háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. Ante esta presión cultural algunos padres se han acomodado a las presiones ideológicas, dejando de lado la valiosa instrucción bíblica, creando un vacío que ha sido aprovechado por pensamientos diversos y contrarios a las Escrituras, olvidando la importancia del rol de cabezas del hogar, responsables de proveer, proteger y guiar espiritualmente a las familias de creyentes basados en el amor sacrificial y el ejemplo de vida, que debería ser el motor diario de todo aquel que anhele este maravillosos llamado.

Esta batalla cultural se ha intensificado en los últimos tiempos, debido a la hipersexualización a través de las redes sociales, creadores de contenido y aplicaciones de mensajería. Debemos prepararnos para fortalecer la enseñanza de las verdades que traen paz y orden a la sociedad que solo están contenidas en las Sagradas Escrituras. La llamada “cultura de la posverdad” nos ha vendido la imagen que todo lo tradicional es necesario cambiarlo, esto se puede evidenciar en las modas y corrientes ideológicas que nos intentan vender por todo tipo de canales de comunicación para reemplazar a lo “tradicional”.

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