Ídolum 1 - Verano de 2015

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Alexandru iósif

Violeta Avram

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Eduardo R. de Siqueira

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Lorena Acosta Iglesias Rubén Narváez

CONTACTO

Violeta Avram

revistaidolum@gmail.com

Días grises, Violeta Avram

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En la fresca noche, Rubén Narváez

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‫א‬, Eduardo R. de Siqueira

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La casa de polvo de sonrisas, Irene Morales

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serie gringa, Alexander Ríos

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Quiera el céfiro, Raúl Sangonzalo

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Le mort saisit le vif!, Lorena Acosta Iglesias

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Carta a Xavier, Alexandru iósif

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Soy yo, Rodrigo Guaña

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En la Revista Ídolum no nos quedamos al pie de la letra. Con esto queremos decir: si bien su alcance es literario, nada de lo escrito es literal. Pretende configurar, a través de los huecos que dejan las palabras, un espacio colectivo donde ‘compartir’ sea su máxima expresión. Con ello, quisiéramos legar a los lectores una amalgama de ideas e inquietudes que han tenido la [mala] suerte de sobrevivir al ejercicio de la escritura. Por tanto, consideramos que Ídolum es una foto fija de un movimiento, donde todo lo que cae en ella es acogido y recogido de manera borrosa e imprecisa, reflejando —refractando— así la fata morgana que hace las veces de horizonte en nuestro convulso tiempo.

Porque crear es compartir, y la generosidad nuestra consigna: Ídolum a la deriva. Equipo editorial

ISSN: En trámite

La dirección no se hace responsable de las opiniones expresadas por lxs colaboradorxs.


Días grises

Días grises, nubes de plomo, anidan en tu corazón -y corroen como ácido-. Lo que no es tormenta es mi alma y atormenta y atormenta y atormenta.

(Violeta Avram; 1965, Rumania)

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*** En la fresca noche de Verano el sapo cazando -en lรกgrimasuna lluvia de estrellas.

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*** Era mi décimo verano, fui al río y pesqué un pez dorado barbas blancas y lo llevé a casa sonrisa en boca y pescado en mano. Se alegraron. Lo eché al agua en la bañera. Me miraba jugué con él entre asustado y curioso violento y violado. Salí fuera allí lo dejé lo abandoné y cuando volví estaba muerto. No había pena, ni tristeza sin embargo sentí algo desagradable saliendo de mis entrañas. Algo que aún hoy no puedo precisar pero recuerdo.

(Rubén Narváez; 1990, Madrid)

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‫א‬

‫אב‬ de repente o ovo paira no ar. extenuando leis físicas, a gravidade-inércia flutuante. e ele vibra com tal força que todo o vidro daqui começa a se partir em grãos-finos, uma poeira leve, branca, logo vermelha em mim. janelas se partindo em êxtase culminante deixando a luz-do-dia entrar, a jarra de barro se desfaz e um lamaçal se forma com a água que escorre dela. contemplo com medo esse momentofugaz pedindo mais música e poesia (dos portugueses ou lusófonos), mais movimento e cores. e o ovo gira, 72 vezes-isso-mesmo rotaçõesporminuto. ando em círculos, meus pés caminham em sentido anti-horário no chão. não, eu não voo nem flutuo, apenas o ovo. dou voltas e voltas como um círculo contornando essa coisa que gira em torno de simesma, que gira em êxtase transcendental, religioso, rodando em celebração ao culto-maior. minhas mãos passeiam pelo corpo, não o do ovo, quase intocável, impossível, mas o meu, o meu-próprio, dançante nesta casa, neste espaço que se fez templo ou granja, alcova ou cativeiro, dá no mesmo, cozinha ou confessionário, santuário, maternidade, açougue. pois elas deslizam sobre mim de forma que encontram um buraco, a fendafórceps de onde saiu o ovo, e encontram uma poçavermelha, algo viscoso como sangue que escorre por minhas pernas. miro-me no espelho emoldurado à minha frente, pregado na parede, e me vejo deitado na cama, ainda dormindo, sorrindo-sonhando. mas sei que estou de olhos-abertos, sinto o vento na minha cara soprando a manhã-fresca desse novodia, e os parafusos que prendem tal espelho dançam também, giram em sentido antifuradeira. desencaixam-se e continuam suas rotações, se aproximando do círculo que componho, se aproximando de mim e do ovo, meus olhos-arregalados acompanhando seus movimentos-hipnotizantes quase me cegando, perfurando minhas entranhas e mucosas.

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‫אד‬ corro para a cozinha tentando fugir desse ciclo de girar e girar em torno do ovo, do zero, formando um círculo para o objeto-ímã central. fujo desse culto centrípeto e tonteio ao me libertar, ao tocar o feto, meu parto. seguro-lhe com as duas mãos. não, não o seguro: ele continua suas rotações dentro da concha formada por meus membros, sem me tocar, negativo-negativo se repelindo. e vou lhe guiando até a cozinha, onde pego uma vasilha qualquer de bolo, uma tigela, e quebro o ovo. então sai uma gosma vermelha de dentrodele, do zero. algo meio viscoso, assemelhando-se a um feto de ovíparo não-identificado. não me lembro da última vez que comprei ovos, mas este se distanciava no tamanho e cor dos outros. a gosma começa a se mexer na tigela, ganhando vida após o primeiro sopro-de-ar, reação químico-biológica, física, metafisica, monstruosa, apocalíptica, demoníaca. ainda vermelho, feto-disforme, natimorto, ressuscitado, aborto indesejado. eu pari essa coisa que nem sei o nome. recuso-me a lhe batizar. ‫אה‬ aolonge ouço um pio vagaroso, agudo, bem devagar invadindo meus órgãos-sensoriais. pio de uma mãedesnaturada que perdeu seu-filho, não cuidou direito da cria, cochilou e deixou o algoz levar seu-filhote. foi brigar com seu macho descuidando-se por minutos da vigíliapósparto, e agora chora pelo rapto na maternidade. mãe que não reconhece aquilo que pariu, seu próprio filho. mas se engana, o ovo é meu. ele saiu de dentrodemim, acordei e ele já existia fora de mim, parte meu, como um braço ou dente, meu outro rim, meu terceiro testículo.

(Eduardo R. de Siqueira; 1989, Belo Horizonte)

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La casa de polvo de sonrisas

Hacía tanto frío que hasta a las paredes les dolían las articulaciones. La vieja casa enferma tosía y estornudaba a intervalos regulares. Un pequeño gato del color del café tostado se escondía tembloroso del viento silbante que se colaba por las rendijas podridas. Todo estaba paralizado, congelado; hasta el tiempo parecía ausente. Desde la mugrienta ventana se veía un Pontiac Firebird del 67 aparcado en lo que en mejores tiempos fue un garaje. En la mesa yacían una decena de fotografías que el tiempo y el tacto se habían encargado de volver amarillas, y sobre ellas descansaba la cabeza del viejo. Éste no sentía ya mucho más que el peso del tiempo sobre sus hombros congelados. Llevaba mucho tiempo ahí, inmóvil, abandonado por un destino que ni siquiera se atrevía a pasarse por allí. El pequeño gato maulló y con su diminuta cabeza golpeó suavemente la pierna inerte de su dueño y viejo amigo. Éste reaccionó, no tenía otra cosa mejor que hacer. Se incorporó, le hizo señas para que subiera a sus piernas y le acarició con una pequeña sonrisa triste. Eran muy viejos ya, ambos lo sabían; pero al menos no estaban solos. El precioso Bosendorfer de 97 teclas acumulaba polvo en una esquina, pero su sola presencia impregnaba la habitación de una música procedente de otro tiempo, quizá de otra vida. Él podía aún recordar sus dedos acariciando distintas melodías, su piel blanca y su precioso pelo rojo como el fuego. Y su risa. Oh, fue su gran amor; el único. Y hacía tanto tiempo, tanto tiempo que... El viejo se levantó sólo para cerciorarse de que todavía tenía dos piernas sobre las que sostener su estropeado cuerpo. Ya no caían lágrimas y la tristeza iba y venía como un desafortunado amor, pero la nostalgia era ya una compañera de cama. El gato de café lo entendía todo, y también lo sentía; por el viejo, por él mismo y por esa pequeña casa en ruinas. Estaba triste, todo lo que un gato de caf é tostado pueda llegar a estarlo, pero intentaba hacer un poco más fácil la vida de su desdichado amigo.

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Los días en los que olía a regaliz y a tierra mojada, se acordaba de ella. Pero lo cierto es que siempre pensaba en ella, siempre. A veces, en sueños, ella le cantaba viejas canciones o le animaba a que escribiera esos preciosos poemas con los que un día se ganó la vida. El octogenario poeta sabía que todo funcionó mientras ella estuvo ahí. Porque todo era por ella y para ella; los poemas, las sonrisas, los suspiros. Todos los versos, cada palabra, cada mil ímetro de tinta sangrada era gracias a ella. Lo sabía y no le importaba reconocerlo; vivió enteramente para hacerla feliz y así lo hizo. Pero había pasado tanto tiempo desde que... El gato dio un pequeño mordisco a su amigo para que dejara de soñar despierto. Éste cogió un cigarrillo y lo encendió. Entrecerrando los ojos, como si doliera, dio una calada tras otra hasta que no quedó más que ceniza amontonada en un plato sucio. Cogió un cuaderno amarillento y medio roto de la estantería y escribió. Escribió porque creía firmemente que con su imaginación podía resucitarla. Escribió porque era lo que mejor sabía hacer. Pero esencialmente escribió porque ella esperaba eso de él. “Nos da risa el amor cuando llega a lo más hondo de su viaje, a lo más alto de su vuelo: en lo más hondo, en lo más alto, nos arranca gemidos y quejidos, voces de dolor, aunque sea jubiloso dolor, lo que pensándolo bien nada tiene de raro, porque nacer es una alegría que duele. Pequeña muerte, llaman en Francia a la culminación del abrazo, que rompiéndonos nos junta y perdiéndonos nos encuentra y acabándonos nos empieza. Pequeña muerte, la llaman; pero grande, muy grande ha de ser si matándonos nos nace.”

La pequeña muerte - Eduardo Galeano Era un viejo desastre, incapaz de mantener con vida la casa a la que un d ía llamó hogar. Sí. Era un viejo desastre que todo lo que había sido capaz de hacer en su vida era amar. Amarla. Y lo había hecho muy bien, hasta el gato lo sabía.

(Irene Morales; 1991, Madrid)

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serie gringa

en el capítulo de hoy uno de los protagonistas debe ser operado la probabilidad de que sobreviva es baja contrajo una infección en el cerebro por comer una fruta sin lavar en México.

la verdad

la mentira se repite como si fuera una verdad pero la repetición nunca asegura la veracidad del objeto o del sujeto que insiste y que se muestra tantas veces hasta alcanzar su supuesta condición de repetido verdadero.

la verdad

la mentira se repite como si fuera una verdad pero la repetición nunca asegura la veracidad del objeto o del sujeto que insiste y que se muestra tantas veces hasta alcanzar su supuesta condición de repetido verdadero.

(Alexander Ríos; 1984, Bogotá) 10


Quiera el Céfiro que traiga a mi alma elevadas esperanzas cargadas, no de lágrimas sino de fulgurante ámbar henchido por la sabiduría del tiempo, que logren fertilizar esta floresta eclipsada por el Silencio. Por muchos eriales ha pasado ya el viento mientras yo, bajo la tormenta, observo los resplandores eléctricos: verdaderos lobos flamígeros cabalgando sobre los rayos, rayos que queman mis alas y me llevan al lecho de Ícaro, al perdido reino de Atlas, desvanecido en los mares del tiempo, donde mi alma reposa, sin poder sentir ya tu cálido aliento.

El paso Qué sucia está este alma, egregio; es un imposible; como buscar la belleza en el caos lejos de la pérfida frialdad de la armonía. ¿Con qué ojos puedo ver, ya, esta realidad, ora velada, ora tiznada de cenizas sensoriales, si mis cicatrices se vuelven a abrir cuando vuelve a soplar el viento que revuelve tus oscuros cabellos, mi negra alma?

(Raúl Sangonzalo; 1993, Valencia)

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Le mort saisit le vif!

{El nicho aquel donde respirar es tarea} ¿Por qué si te veo, si te toco y te amo hay una barrera infranqueable donde el lenguaje es cárcel y nuestros vestidos cadenas? {El nicho al que Él te entrega, y te apalea} ¿De dónde vienen los golpes sino de uno mismo? {Mais tu le sais, ma petite fille; intentar salir siempre es una traición}

(Lorena Acosta Iglesias; 1992, Madrid)

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Carta a Xavier *** A mí no me escribirán odas en prosa los periódicos del mañana; no me observarán con filtros de la imaginación; yo camino sobre mi sendero y sólo veo árboles -monasterio cerebralporque no hay ni una gota caída del Sol que yo no anhele; viajan en los infinitos y con ellas debo ser el Cosmos. *** De mí brota una red infinita de raíces y cada vez que arrancas una flor yo siento el dolor punzante en mis extremidades. *** Me quedé inmóvil frente al estigma humano. Ayer la Ciudad se había envuelto en una capa de volátil humo expatriado por las chimeneas de los discretos salones -el individuo cuasirodeado-el individuo de raíces extirpadas-la tranquilidad pseudoadquirida-. Yo recuerdo mi lanza; el lince me miraba inmóvil. Ninguno lo sabíamos pero con nuestro lapso se movieron las esferas cósmicas, un nuevo Big Bang dio lugar al Universo. De frente y a punto de defensa nos juramos lealtad. Retrocedimos cautelosamente -ramas húmedas entre la flora-. *** Yo ahora camino sobre la Ciudad. ¿Y qué será del lince? Porque ya no quedan fieras, en los museos yacen vestigios de mis anhelos. ¿Acaso debo respirar el formol de tu eternidad? *** Yo quería ser viento y lo era. Yo quería ser agua y llovía. Lo mismo me daban las distancias del planeta Tierra, dos instantes y mis moléculas recorrerían las infinitas latitudes. Era perfectamente consciente de la curvatura del horizonte. El Cosmos era mi dogma. El planeta Tierra no se distinguía de mi molecular voluntad, éramos el uno inseparable, un átomo en esencia.

(Alexandru iósif; 1989, Ploieşti)

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Soy yo

Los párpados chocan provocando una eterna oscuridad. ¿Dónde estoy? ¿Qué debo hacer? Emana el calor latente de vida. Lo percibo. Debo abrir... Rajo y abro con el frío metal. ¿Es todo una ilusión? ¿Qué hay dentro? Y todo brota sin necesidad de llamarlo. Flujos descomunales, diversas formas y sonidos. Impacto capaz de derribar una hormiga dentro del universo bacteriano. Golpea al ser. Es una pelea sin cuartel, furia, deseo, amor, odio, y, sobre todo, la infinita locura dormida, corren hacia la liberación. ¿Tenéis prisa por salir? Hacedlo ordenadamente. ¿Ordenadamente? ¿Por qué? ¿Acaso no tienes suficiente? ¡Por eso nos has sacado! Por eso estamos aquí. - Déjanos fluir por tu líquido vital - Déjanos correr sin paredes limitantes - Déjanos hacerte disfrutar de un lugar en el que sólo tú puedes estar -

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¿Qué puedes perder? Me desmayo Me despierto Me incorporo. ¿Seré otra persona? Quizá... ¡Suficiente! Salid ahí fuera, que os amo. Arrojarme a la incoherencia si queréis. Amadme locamente. Seremos uno como antaño lo fuimos. Corred hacia las delicadas partes de mi cuerpo, disfrutad conmigo, reíd conmigo. Sentiremos el mundo en todo su esplendor. Seremos luz y oscuridad. Correremos bajo la lluvia, levantaremos la cabeza y mostraremos nuestro triunfante rostro al universo desconocido. Estoy próximo a ti, me acerco a grandes pasos, más vale que te prepares o patees mi culo si no quieres tenerme cerca. Me uniré a ti. Soy yo, con mi corazón abierto.

(Rodrigo Guaña; 1990, Quito)

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