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Un episodio íntimo

Al acercarse la conmemoración del 21 de mayo del Combate Naval de Iquique, publicamos la Carta del Guardiamarina Vicente Zegers narrando el Combate Naval de Iquique.

Han transcurrido seis años desde ese día imperecedero, y hoy, al tomar la pluma para escribir lo que en seguida voy a relatar, siento que mi corazón palpita como en los instantes mismos en que bajo el fuego del enemigo oí su voz, encargándome el cumplimiento de lo que El que todo lo puede, quiso fuera su voluntad postrera.

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Han trascurrido dos largas horas de combate, durante las cuales muchos habían rendido ya las vidas en defensa de la nación. cuando se notó que el Huáscar, cansado tal vez de los estériles esfuerzos por vencernos, ponía su proa hacia nosotros con el indudable propósito de espolonearnos. Vista la maniobra por la tripulación, el entusiasmo se hizo febril, y el fuego hasta ese instante bien sostenido se tornó activísimo.

El teniente Serrano, jefe que era de mi división, animaba a los sirvientes de las piezas que nos estaban encomendadas, y dirigiéndose a mí me dijo: “Amigo, este sí que es la última; sáquese los botines porque nos vamos a ir a pique” Terminaba la frase anterior, cuando oí que el Comandante me llamaba:

—Hágame el servicio de llamar a mi mayordomo, fue la orden.

La cumplí inmediatamente, y noté que éste, después de hablar con él breves palabras, bajó a la cámara, para volver luego a salir llevando en la mano algo que el Capitán miró durante algunos segundos antes de ponerlo en su bolsillo.

Instantes habían trascurrido solamente desde la escena anterior, cuando volví a oír mi nombre pronunciado por el Comandante. Acudí a su llamado, subiendo por una pequeña escala que a babor comunicaba la cubierta con la toldilla, y al ponerme en el descanso esperando me hablara, vi se ceñía la espada, que durante la acción había tenido colocada sobre la caja de banderas.

Se dirigió luego hacia mí, y después de breve pausa, con su fisonomía perfectamente tranquila y como sonriéndose, me dijo:

—Creo, Zegers que usted como los demás, no ignora el fin que nos espera.

Guardé silencio.

—Peto usted es mui joven, replicó, y tengo para mí que su buena estrella lo ha de salvar.

—Señor, le dije, creo que tiene usted las mismas expectativas de salvación que nosotros, y Dios ha de querer que el Comandante no nos falte.

—Gracias, me contestó con la misma tranquilidad, agregándome en seguida: Pero como eso es difícil que suceda, si lo que espero se cumple, no se olvide de mis palabras, que serán tal vez las últimas: Cuando vuelva usted a Valparaíso, vea a mi Carmela, dígale que mis últimos recuerdos, mis últimos votos son para ella y mis hijitos.

Al oír aquellas palabras, no sé realmente lo que pasó por mí. Me sentí dominado de un sentimiento tan extraño, que no atiné a contestar; y habría tal vez llorado si en aquellos instantes no hubiera comprendido la necesidad de sobreponerme a mí mismo. Vino a sacarme de aquella angustiosa situación, la palabra del mismo Comandante, que volvió a decirme: «Zegers, tenga presente mi encargo»; y luego mirando hacia el Huáscar, que estaba ya muy próximo, me dijo: “Vaya a la máquina y dígale a Hyat (ingeniero 1°) que dé toda fuerza»

Dejé al entrepuente en cumplimiento de la orden que acababa de recibir, y al verme los ingenieros que estaban en la plataforma de las calderas, me preguntaban en medio de la mayor ansiedad, cuál era la situación en que estábamos. Yo, como es natural, les contesté atenuando en cuanto me fue posible la verdad del triste fin que nos esperaba. Más de uno al oír mis palabras, prorrumpió en entusiastas vivas a la patria.

Me dirigía ya a cubierta, cuando sentí que la batería de estribor disparaba todas sus piezas a un tiempo. Corrí entonces para llegar a mi división, y recién lo había efectuado, cuando se sintió un golpe horrible, el buque se inclinó sobre estribor y crujió bajo nuestros pies.

¡Era el Huáscar que había espoloneado a la Esmeralda

!

Cuando el humo se hubo disipado y todos pudimos darnos cuenta de lo que a nuestro rededor había pasado, vimos al Huáscar como a 300 metros de nuestra aleta de babor ocupado en dispararnos a quema ropa con sus grandes piezas, y que el sitio que antes ocupaba nuestro querido jefe se hallaba desierto.

Los que no habíamos alcanzado a oír la voz ordenando el abordaje, no acertábamos a explicarnos su desaparición, y yo solo pude darme cuenta de ella, cuando Serrano, que venía de popa me dijo: “Prat ha saltado al Huáscar y ha muerto”. Me produjo esta nueva tanto estupor que no me atreví a interrogarlo pidiéndole detalles.

Como usted ve, su previsión se había cumplido. Propagada entre todos la noticia de su muerte en menos tiempo que el que empleo para escribirlo, se dejaron oír a cada momento entre la marinería palabras de venganza que demostraban el excelente espíritu de la gente, y aunque la cabeza había caído, no por eso pensó nadie en abandonar los puertos que se les había señalado.

El querido Comandante había sucumbido, pero su sombra había quedado entre nosotros. Aun parecía oírse el eco de su voz al perorar a la tripulación, pidiendo que no se sentara ese día el precedente de arriar el pabellón.

Tal fue, querido amigo, el episodio que usted ha querido le relate, y que acabo de consignar con la verdad que me inspira su bendecida memoria, siendo esta la primera vez que lo repito desde el día en que lo comuniqué a la digna matrona que lleva el nombre de nuestro héroe.

El probará a usted cual era el temple de alma del hombre que la nación nunca llorará lo bastante y que supo con su heroísmo sin igual esculpir la página más brillante de nuestra historia naval-militar, inspirando a sus subordinados con su ejemplo esa uniformidad de voluntades y de esfuerzos que dieron por resultado la coronación de la obra iniciada por él al sacrificarse.

La terminación del combate del 21 de Mayo por el hundimiento de nuestra vieja corbeta con todos sus colores al tope, fue el complemento necesario a su nunca bien ponderada hazaña.

No terminaré sin desvirtuar un error hasta hoi abrigado por muchos y que se relaciona con el fin de nuestro héroe.

¿Murió Prat instantáneamente, o herido fue conducido a una de las cámaras dónde después de breves momentos espiró?

Sostengo lo primero, y para ello me fundo en lo siguiente.

Cuando el Capitán me llamó, noté sin que me causara extrañeza, que en uno de los dedos de la mano izquierda tenía una pequeña mancha de sangre producida talvez por algún rasguño.

Terminadas las escenas del combate, y cuando después de haber permanecido abordo del monitor más de cuatro horas se nos ordenó salir de la cámara en que nos encontrábamos para irnos en seguida a tierra, vimos, al efectuarlo, tres cadáveres cubiertos tendidos sobre la cubierta y con las cabezas apoyadas en un culichete. Al mirarlos me llamó la atención uno en cuya mano izquierda alcancé a percibir una mancha de sangre, y antes que pudieran evitarlo, levanté la bandera que lo cubría. Ese cadáver era el del capitán Prat, cuya cabeza destrozada por aleve proyectil que le dio en la frente, manifestaba claramente que su muerte había sido instantánea. A pesar de su horrible herida, el semblante lo tenía tranquilo, y se conoció que su último momento lo había sorprendido en medio de esa calma que siempre fue el distintivo más característico de su modo de ser.

Probado lo anterior, ¿cómo podrá pues sostenerse que Prat herido fue cuidadosamente recogido y asistido en una cámara hasta que espiró? ¿Dónde lo tuvieron que nosotros no pudimos verlo? Conste pues, que Prat muerto al pie de la torre y según Grau, víctima de su temerario arrojo solo fue removido al sitio en que nosotros lo vimos al embarcarnos Esperando haber satisfecho los deseos manifestados por usted en la parte que ha motivado la presente, aprovecho esta oportunidad pura ofrecerme de usted su atento amigo y S.S.

Valparaíso, 1885 Vicente Zegers R.

En la Vigilia Pascual y Domingo de Pascua se suelen bautizar los adultos que piden entrar en la Iglesia. En Francia son unos 5.400 los adultos que se bautizan esta Pascua de 2023, mil más que en la Pascua de 2022.

En la diócesis de Amiens, en el Somme, Francia, fueron unos 50 adultos esta Pascua (fueron 30 el año pasado), entre ellos Maxime Traullé, de 19 años, estudiante de derecho en la Universidad de Picardía Jules Verne.

La frase inquietante de la bisabuela

Educado en un hogar sin religión, explica que 3 cosas le condujeron a reflexionar sobre Dios y la vida eterna. Por un lado, murieron dos personas cercanas a él. Por otro lado, rompió con una chica que le gustaba.

Pero lo que le despertó fue un comentario de su bisabuela que le dijo: “Maxime, no estás bautizado, así que no nos veremos cuando yo me haya ido”.

Esas palabras despertaron su curiosidad y empezó a investigar. Se puso a leer la Biblia y empezó a ir a una misa para estudiantes los jueves por la noche. Era una investigación, pero considera que durante una fase tuvo “un período muy darwiniano: para mí, eran los hechos, la ciencia, sobre todo; se necesitaban pruebas”.

Después de cortar con aquella chica, se hacía además preguntas sobre sus sentimientos. “Me aconsejaron que hiciera una oración. Me dirigí a Dios y le pregunté si debía pasar página o continuar por ese camino”. Así se cumple uno de los pasos de la evangelización: en algún momento hay que empezar a rezar y tratarse con Dios.

A la mañana siguiente “y durante todo el día tuve una canción en la cabeza. Era ‘Turn the page’”, explica, parece que refiriéndose al tema clásico de rock de Metallica de los años 80. Turn the page significa, precisamente, “pasa página”.

“Por la noche busqué la letra letra en Youtube. Escuchaba la música y era lúcida, límpida. Me dije: Dios está ahí, me respondió, me toca a mí, tengo que vivir para Él”. (En la canción el narrador se obsesiona con una chica: “Y sientes los ojos sobre ti / y estás temblando / y pretendes que no te importa / pero solo quieres explotar”).

Maxime cree que la combinación de estas cosas hizo que se volviera hacia Dios. “Una cosa llevó a la otra, me encontré en el camino para hacer el bautismo, la eucaristía y la confirmación”.

Beneficios de la vida cristiana

En su proceso de catequesis ya ha ganado varios beneficios. Por ejemplo, él era muy introvertido, le costaba hablar con los demás, dar un primer paso... Ahora, con la fe, ve que tiene “capacidad de escucha adicional, puedo dar el primer paso, ayudar, y no dejarme llevar por los malos sentimientos: celos, odio, rabia. Me he tranquilizado”.

Asegura que ahora vive “según los principios de Cristo”. Acude a la misa estudiantil de cada jueves y se implica en la parroquia y la capellanía de estudiantes en la universidad. Aunque es novato en la fe, le encargaron responsabilizarse de la seguridad en el Viacrucis estudiantil.

La cuidadora de 65 años que se bautiza tras 30 años yendo a misa

Una historia completamente distinta, en la misma diócesis, es la de Sidonie Youlu, de 65 años, cuidadora recién jubilada. Ella siempre creyó en Dios y de hecho llevaba décadas acudiendo a misa ¡sin bautizar!

“Soy de Congo Brazzaville y vine a Amiens cuando tenía 26 años”, recuerda. En África iba a iglesias evangélicas, pero en Francia no encontró una que encajara bien con ella y sus horarios y circunstancias.

Un día habló con un pastor evangélico, que le dijo que, ya que tenía delante de casa una iglesia católica, que al menos fuera allí. Y dio el paso, y empezó a ir a misa: acudió cada domingo durante 30 años e hizo bautizar allí a sus cuatro hijos.

Uno de sus hijos era autista, y durante un tiempo no lo bautizó pensando que si el chico no podía ni leer no podría recibir el sacramento. Pero un día que preguntó a los sacerdotes le aclararon que el bautismo no tenía nada que ver con leer y escribir, y lo bautizaron.

En 2021, recién jubilada, se tomó en serio la idea de bautizarse por fin. Los sacerdotes de su parroquia se asombraron: ¡pensaban que estaba bautizada!

“Me digo a mí mismo que este bautismo es una respuesta a un llamado, hay algo espiritual, algo íntimo. En última instancia, no puedo explicar qué me llevó a ello”, admite.

La catequesis, lo que aprendía, le confirmó que todo eso “estaba en sintonía con mi personalidad, con lo que buscaba en Cristo y supe que yo era realmente cristiana. Me hizo feliz, me consoló en mi vida cristiana y en mi búsqueda”. Se bautiza llena de “alegría” y “paz interior”, dice.

Fuente: Religión en libertad

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