Abrir Las Ciencias Sociales. Reseña de ‘Para Hablar de La Sociedad, La Sociología No Basta’

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Abrir las Ciencias Sociales[1]. Reseña de ‘Para hablar de la sociedad, la sociología no basta’ de Howard S. Becker Raúl Alvarez Espinoza Por favor. Deja entrar a quien sea, menos a sociólogos barbudos que están haciendo una tesis sobre ‘El Escritor y su tiempo’ Julio Ramón Ribeyro en ‘Dichos de Luder’ 23 de junio de 1965. Luego de un acalorado debate sobre su novela Todas las Sangres, un notablemente abatido José María Arguedas exclamaba frente a sus interlocutores que su vida había sido en vano. Era la segunda mesa redonda sobre Literatura Peruana y Sociología organizada por el Instituto de Estudios Peruanos; y, a pesar de la conciliadora intervención de José Matos Mar, los duros comentarios formulados por Sebastián Salazar Bondy, Jorge Bravo y Henri Favre habían terminado por desestimar valor testimonial alguno en la obra del escritor andahuaylino. No es este el lugar para problematizar a fondo los detalles de dicho encuentro[2]. Baste con decir, para fines de este texto, que el caso ilustra aquella postura que sitúa a la sociología como la única autorizada para hablar de cuanto acontece en la sociedad. Que a la novela en cuestión se la haya juzgado en función a cómo esta calzaba o no dentro del molde del llamado ‘realismo socialista’ y de las categorías movilizadas por los invitados da cuenta de la escasa disposición de varios de ellos a aceptar formas alternativas para entender el Perú de entonces, que estuvieran fuera de sus esquemas intelectuales y posturas políticas. ¿Detentan las Ciencias Sociales el monopolio del conocimiento legítimo de la sociedad? Por supuesto que no, y esa es la idea central que atraviesa Telling about society- el libro de Howard S. Becker que ha sido recientemente publicado y traducido al castellano por la editorial Siglo XXI. Si con Writing for Social Scientists (1986) y Tricks of the Trade (1997), Becker se propuso brindar una serie de recomendaciones puntuales para facilitar el proceso mismo de la investigación social; aquí asume una posición que busca articular a lo largo de dos grandes capítulos. Desde las primeras páginas, el sociólogo estadounidense es enfático al afirmar que todas las formas de contar una historia son válidas para sus propios fines. O, en otras palabras, no existen mejores o peores formas de representar la sociedad que sean tales en sí mismas. Esta “visión relativista del conocimiento”, como él la llama, es problematizada en el primer gran acápite titulado Ideas. Todo relato sobre la realidad social es un producto organizacional que adquiere sentido en una determinada comunidad interpretativa, donde encontramos a quienes fabrican las representaciones de acuerdo a evidencia considerada como aceptable para cierto grupo de usuarios. No existe relato alguno de la sociedad que escape a las normas y convenciones de la organización social que lo sostiene. Tanto productores como audiencias comparten un bagaje común de “creencias metodológicas y teorías entrelazadas”[3], sobre las cuales se diseñan, fabrican y juzgan las representaciones en cuestión. Y esto aplica tanto para las llamadas ‘ciencias duras’, las humanas y sociales y las artes


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