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Una forma de regresar al ser
Pintar mandalas tiene su origen en la India. Su nombre significa “círculo o rueda”, representando así su característica básica. Es una actividad ancestral que nos reencuentra con nuestra raíz y nuestra esencia. Dos artistas ecuatorianos se han juntado para publicar un libro de estas formas mágicas con toques de nuestra naturaleza endémica.
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os seres humanos siempre estamos en busca de paz, armonía y felicidad; es nuestro estado natural. Existen varios métodos que nos ayudan en esa búsqueda: el yoga, el ejercicio, la meditación, son algunos de ellos. Sin embargo, hay uno en especial que en los últimos años ha cobrado auge: los mandalas. Verónica Carrera es una artista y artesana quiteña, pintora de óleo y acrílico que por casualidad conoció los mandalas y ahora es una experta en ellos. “Hace 12 años me regalaron un libro de mandalas y me enamoré, desde ahí he trabajado con ellos. En el último año se ha incrementado el interés por este tema. La humanidad está en un despertar de conciencia y la mente está más abierta a este tipo de información”, dice. Explica que la palabra mandala “proviene del sánscrito y significa círculo sagrado. Así, lo que hacen es trabajar a nivel del subconsciente; por ejemplo, cuando se ve a un objeto circular, como un plato o el vitral de una iglesia, el subconsciente se va al punto central, nos lleva al centro del ser y entramos inconscientemente a un estado meditativo. Al mirar conscientemente un objeto podemos decir: ‘Qué bonito, qué lindos colores’, etc., pero en realidad lo que
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Texto: Sandra Gómez. Fotos: Byron Vera y Canstock. Verónica Carrera y Edison Guacollante, autores del libro Samay: mandalas para el alma.
pasa es que está trabajando el subconsciente y, a través de la meditación, nos ayuda a limpiar la mente y el espíritu”. Todo su conocimiento lo ha plasmado en el libro Samay: mandalas para el alma, y su complemento para este nuevo proyecto es Edison Guacollante, diseñador gráfico con más de una década de experiencia en el campo editorial y, recientemente, graduado con honores de animador digital tridimensional. A él, los mandalas le llegaron –casi mágicamente– a la pantalla de su monitor: “Este proyecto llegó en el momento adecuado ya que soy una persona espiritual y siempre estoy buscando cosas nuevas. Cuando empecé a investigar sobre los mandalas, me llamó mucho la atención toda la cuestión de imagen, composición, estética, color”. Verónica afirma que al pintar los mandalas se entra en un estado de meditación y la mente empieza a depurarse, a vaciarse, a dejar todos los recuerdos, y en cada trazo se puede ver el estado de la persona. Por eso los niños que muchas veces