Revelaciones

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Revelaciones

EL SOL

después de LA TORMENTA

Cada día es un aprendizaje y las experiencias buenas o malas son las que nos ayudan a crecer como hijos, padres, profesionales, pero principalmente como seres humanos. Estos reconocidos personajes nos cuentan cómo la muerte de un ser querido los hizo superarse y tener aún más esperanza en la vida. Textos: Celia Vera San Lucas y Sandra Gómez. Fotos: Diego Tuarez, Edison Guacollante y Jorge Duva.

Roberto Manrique

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La última gran lección de su padre

a les enseñé a vivir, ahora les voy a enseñar a morir”, es la frase que el actor guayaquileño escuchó de su padre, Xavier Manrique Trujillo, cuando fue diagnosticado con cáncer de pulmón. “Él tuvo una actitud estoica, positiva, valiente, que hizo que dure cinco años en lugar de los dos que le habían dado los doctores”, recuerda Roberto. Ante la noticia, cada uno de sus familiares reaccionó a su manera, “pero heredamos una clara postura con algo de la sabiduría que él nos transmitía: una última gran lección maravillosa, un gran regalo de vida. Entender que la muerte es parte de la vida, un proceso que no hay que temer, ni rechazar, y aceptar con gran dignidad”. Roberto recuerda a su padre como un hombre admirable, pero también con dificultades en la parte afectiva. “Esos últimos años, él fue entendiendo que la prioridad era el amor; fue lindo ver esa transición. Es una enfermedad dura, pero puede significar la oportunidad de darte los besos, los abrazos y decir las palabras que no fueron dichas antes. Creo que la tarea o el reto en la vida está en vivirla sin necesitar un ultimátum para vivir a plenitud”. Fue un proceso muy doloroso, pues la enfermedad destruye el cuerpo, pero el espíritu de

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su padre era tan fuerte que prevalecía por encima de la tragedia. “El dolor físico fue unas de las cosas más duras. Recuerdo cuando le tenían que hacer la punción pulmonar para sacarle una muestra para biopsia. Literalmente es una puñalada por la espalda sin anestesia. Yo lo acompañé la última vez y él lo sobrellevaba con una valentía férrea que era impresionante”, relata. El actor explica que aunque sus padres estaban separados (no divorciados), sí eran una familia unida, y esta enfermedad los acercó más: “Había que pasar más tiempo juntos y aprovechar los días con mi papá, también nos turnábamos para cuidarlo, incluso mi mamá (Mencha Miranda de Manrique) lo hacía como cualquiera de sus hijos durmiendo en un colchón”. El día de su muerte, hace 11 años, la familia tenía paz. “Estuvimos calmados, porque había sido un proceso armonioso gracias a él y a su ejemplo. Recuerdo que mi padre estaba en terapia intensiva y con una de mis hermanas comenzamos a decirle palabras bonitas en el oído para ver quién le subía más los signos vitales. Esto, más que un juego, era para dejar en su psiquis y corazón palabras de afecto, de paz y de calma que le permitan irse a donde sea que esté, con la tranquilidad con la que nos dejó”, concluye Roberto. Valles 33


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